Versión masculina del Diccionario jázaro

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Pág. 270 Versión masculina del Diccionario jázaro (el párrafo en bastardilla) Y me ofreció aquellas pocas hojas fotocopiadas que se hallaban delante de él. Habría podido apretar el gatillo en ese instante. Mejor momento no había: en el jardín un solo testigo, y era sólo un niño. Pero las cosas sucedieron de otra manera. Alargué una mano y agarré esas pocas excitantes páginas que ahora adjunto a esta carta. Y, por consiguiente, no disparé, sino que cogí aquellas hojas: miraba esos dedos sarracenos con uñas como avellanas y pensaba en el árbol que Haleví menciona en su libro sobre los jázaros. Pensaba que cada uno de nosotros se parece a ese árbol: cuanto más nos elevamos hacia lo alto, en el cielo, entre los vientos y la lluvia, hacia Dios, tanto más debemos profundizar con nuestras raíces a través del fango y las aguas subterráneas, hasta el infierno. Con estos pensamientos en mi mente, leí las páginas que me entregó aquel sarraceno de los ojos verdes. Me dejaron estupefacta. No daba crédito a mis ojos y le pregunté al doctor Muavia cómo habían llegado a su poder. -No tiene importancia cómo las obtuve. Las encontró en el siglo XII un ....

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Pág. 270 Versión masculina del Diccionario jázaro (el párrafo en bastardilla)

Y me ofreció aquellas pocas hojas fotocopiadas que se hallaban delante de él.

Habría podido apretar el gatillo en ese instante. Mejor momento no había: en el jardín

un solo testigo, y era sólo un niño. Pero las cosas sucedieron de otra manera. Alargué

una mano y agarré esas pocas excitantes páginas que ahora adjunto a esta carta. Y, por

consiguiente, no disparé, sino que cogí aquellas hojas: miraba esos dedos sarracenos

con uñas como avellanas y pensaba en el árbol que Haleví menciona en su libro sobre

los jázaros. Pensaba que cada uno de nosotros se parece a ese árbol: cuanto más nos

elevamos hacia lo alto, en el cielo, entre los vientos y la lluvia, hacia Dios, tanto más

debemos profundizar con nuestras raíces a través del fango y las aguas subterráneas,

hasta el infierno. Con estos pensamientos en mi mente, leí las páginas que me entregó

aquel sarraceno de los ojos verdes. Me dejaron estupefacta. No daba crédito a mis ojos

y le pregunté al doctor Muavia cómo habían llegado a su poder.

-No tiene importancia cómo las obtuve. Las encontró en el siglo XII un ....