VÍCTOR JUAN BORROY - Neofato · VÍCTOR JUAN BORROY ASÍ SE HIZO EL COFRE DE UNA MELODÍA PARA...

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entorno de la librería Antígona, el bibliófilo y escritor José Luis Me- lero dijo: “Tendríamos que recu- perar la caja de música de Ramón Acín”. Se conjeturó que la pieza debió ser muy famosa en su tiem- po y que el artista de las pajaritas pudo adquirirla en uno de sus via- jes a París. Víctor Juan, que ha de- dicado una novela a Acín y a su discípulo Paco Ponzán, quemado por los nazis en Francia, se entu- siasmó con la idea. A partir de ahí, se inició la tarea: Víctor Juan y Jo- sé Luis Melero, con otros amigos, fueron a ver la tienda de cajas de música Redondo, en el Tubo. Les pareció que ninguna se adaptaba del todo, porque eran muy barro- cas o muy pompier, porque tení- an excesivas filigranas o resulta- ban muy exóticas. “No se acomodaban al espíritu del artista, amigo de Lorca, de Gó- mez de la Serna, de Luis Buñuel, que realizó su obra con materia- les pobres”, señalan ambos. En- tonces contactaron con el arqui- tecto Basilio Tobías, que asumió la tarea de diseñar “una caja aus- tera, compacta, sencilla, apaisa- da” que albergase tal vez un chip con la reproducción de la música, aunque muy pronto cambiaron de opinión. No sería un chip, sino un auténtico mecanismo de los de siempre. El azar quiso que se cruzase en la elaboración de la quimera el impresor y coleccio- nista Paco Boisset: le contaron su deseo, y éste se ofreció de inme- diato para publicar un folleto que contase la historia que estaban vi- viendo. “Ésta es una de esas cosas inútiles en las que siempre me gusta tanto participar”, dijo. Los forjadores de un sueño Los promotores de la idea se plantearon de inmediato quién podría ser el ebanista que pudie- se hacer una caja así, basada “en un croquis elemental en el que la caja impone sus propias reglas”. Pensaron en un luthier, en alguien que estuviese habituado a cons- truir el corazón de un violín, que dominase el secreto de los en- samblajes, que fuera delicado. La titiritera y músico María José Me- nal les sugirió el nombre de Óscar Sánchez, y éste se implicó de in- mediato en la tarea. Les advirtió que se trataba de una obra com- plicada y laboriosa, y que sólo po- dría hacer 20 ejemplares. Víctor Juan explica: “Óscar, que hizo del proyecto algo muy suyo, pasó a ser para nosotros ‘el artesano de lo imposible”. El autor de “La tarea de Pené- lope. Cien años de escuela públi- ca” empezó a hacer indagaciones acerca de quién construía meca- nismos musicales de este tipo. Dio con la figura de Philippe Sa- yous, un profesional de cajas de música y de autómatas con tien- da en París, en la calle de Sèvres, cerca de donde tenía su estudio el arquitecto Le Corbussier. Cuan- do se le contó el proyecto, Sayous dijo: “En mis talleres, todo es po- sible”. Era marzo de 2005, Sayous les dijo que el mecanismo musi- cal tendría 28 láminas y que lo iba a encargar a una fábrica de Suiza, en Saint Croix, fundada en 1865. Pasaban los días, Óscar Sán- chez acumulaba las maderas de roble en su taller y descartaba el uso de cualquier barniz, aunque empleó un aceite natural que ti- ñó la madera; Víctor Juan lo defi- ne como un “enamorado de la madera y del trabajo reposado. Halló unas bisagras de acero que no se han comercializado y ha lo- grado un ensamblaje perfecto”. El ansioso placer de esperar El arquitecto Basilio Tobías per- feccionaba la caja, insistía en la sobriedad de las líneas, en la au- sencia de ornatos, y evocaba el li- bro “Las siete lámparas de la ar- quitectura” de John Ruskin; para él Sánchez encarna la lámpara del sacrificio. Paco Boisset hacía 20 folletos numerados con un papel especial, inglés, con su pulcritud incomparable. Víctor Juan iba dando pequeñas pistas del empe- ño en su página web como quien realiza una novela gráfica con en- tregas y con sucesivos “continua- rá”, y Víctor Pardo descubría nue- vos datos del fusilamiento: el re- lato del zapatero Juan Arnalda, el mejor amigo de Acín, que se dis- frazó y pudo escapar de la ciudad; el grito de los enemigos del es- cultor: “Matadlo, matadlo”, que se oía desde las ventanas cuando se produjo la leva; la visita posterior a su casa de dos o tres camiones para apropiarse del arte y los ob- jetos. Todos se preguntaban: “¿Habrían reparado los saquea- dores en la caja de música?”. Transcurrían los meses, y no llegaban los mecanismos, que se habían pagado por adelantado. La empresa suiza había dicho que no podía hacer menos de 40, y el ebanista sólo ha hecho 20 cajas. Con lo cual, cada uno de los pa- trocinadores del proyecto recibi- rá una caja completa y un meca- nismo en solitario. Sayous recor- daba con alguna ironía: “Trabaja- mos con proveedores suizos a los que les gusta tomar su tiempo”. Les envió un mecanismo simi- lar para avanzar en la construc- ción de la caja, y finalmente se su- mó al proyecto María José Menal con la ardua confección de las pa- jaritas de hojalata que culminan la caja. “María José se ha roto las manos de doblarlas, pero las pa- jaritas han adquirido vida propia”. Por fin, llegó el mecanismo mu- sical con la pieza “La última rosa del verano”, la música que sona- ba en casa de Ramón Acín, de Conchita Monrás y de sus hijas Katia y Sol. El viernes, en Casa Emilio, los promotores de la idea se reunían para repartir las 20 ca- jas y celebrar la admiración hacia Ramón Acín, “que representa la bondad, el sueño del conoci- miento y la libertad que se rom- pió con la guerra civil. Hemos re- cuperado la vida, la alegría: en es- ta tierna melodía también se oyen las risas de Katia y Sol en el edén”. Víctor Juan: “Acín representa la bondad, el sueño del conoci- miento y la libertad” José Manuel Onta- ñón recordaba la me- lodía de “La última rosa del verano” 18 de septiembre de 2005 HERALDODOMINGO 11 VÍCTOR JUAN BORROY ASÍ SE HIZO EL COFRE DE UNA MELODÍA PARA SIEMPRE: “LA ÚLTIMA ROSA DEL VERANO” La madera. Óscar Sánchez utilizó madera de roble, que tiñó levemente con aceite natural. La caja la di- señó el arquitecto Basilio Tobías. Víctor Juan siguió todo el proceso y así lo captó. Las pajaritas. Las pa- jaritas son una de las obras más emblemáticas de Acín: María José Menal, con hojalata de caja de galletas, preparó 40 para las 20 cajas. El artesano de lo imposible. Las manos de Óscar Sánchez han sido esencia- les en la sobria elegancia final de la caja; logró un ensamblaje perfecto, la austeridad que había soñado Ba- silio Tobías. La caja de la memoria. Aspecto final de la caja de música de Ramón Acín con dos espacios simétricos: uno para el folleto donde Víctor Juan narra la historia y recuerda a las 20 personas que han participado en el proyecto, y otro donde se refugia el mecanismo musical bajo las pajaritas.

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entorno de la librería Antígona, elbibliófilo y escritor José Luis Me-lero dijo: “Tendríamos que recu-perar la caja de música de RamónAcín”. Se conjeturó que la piezadebió ser muy famosa en su tiem-po y que el artista de las pajaritaspudo adquirirla en uno de sus via-jes a París. Víctor Juan, que ha de-dicado una novela a Acín y a sudiscípulo Paco Ponzán, quemadopor los nazis en Francia, se entu-siasmó con la idea. A partir de ahí,se inició la tarea: Víctor Juan y Jo-sé Luis Melero, con otros amigos,fueron a ver la tienda de cajas demúsica Redondo, en el Tubo. Lespareció que ninguna se adaptabadel todo, porque eran muy barro-cas o muy pompier, porque tení-an excesivas filigranas o resulta-ban muy exóticas.

“No se acomodaban al espíritudel artista, amigo de Lorca, de Gó-mez de la Serna, de Luis Buñuel,que realizó su obra con materia-les pobres”, señalan ambos. En-tonces contactaron con el arqui-tecto Basilio Tobías, que asumióla tarea de diseñar “una caja aus-tera, compacta, sencilla, apaisa-da” que albergase tal vez un chipcon la reproducción de la música,aunque muy pronto cambiaronde opinión. No sería un chip, sinoun auténtico mecanismo de losde siempre. El azar quiso que secruzase en la elaboración de laquimera el impresor y coleccio-nista Paco Boisset: le contaron sudeseo, y éste se ofreció de inme-diato para publicar un folleto quecontase la historia que estaban vi-viendo. “Ésta es una de esas cosasinútiles en las que siempre megusta tanto participar”, dijo.

Los forjadores de un sueñoLos promotores de la idea seplantearon de inmediato quiénpodría ser el ebanista que pudie-se hacer una caja así, basada “enun croquis elemental en el que lacaja impone sus propias reglas”.Pensaron en un luthier, en alguienque estuviese habituado a cons-truir el corazón de un violín, quedominase el secreto de los en-samblajes, que fuera delicado. Latitiritera y músico María José Me-nal les sugirió el nombre de ÓscarSánchez, y éste se implicó de in-mediato en la tarea. Les advirtióque se trataba de una obra com-plicada y laboriosa, y que sólo po-dría hacer 20 ejemplares. VíctorJuan explica: “Óscar, que hizo delproyecto algo muy suyo, pasó aser para nosotros ‘el artesano delo imposible”.

El autor de “La tarea de Pené-lope. Cien años de escuela públi-ca” empezó a hacer indagacionesacerca de quién construía meca-nismos musicales de este tipo.Dio con la figura de Philippe Sa-yous, un profesional de cajas demúsica y de autómatas con tien-da en París, en la calle de Sèvres,cerca de donde tenía su estudio elarquitecto Le Corbussier. Cuan-do se le contó el proyecto, Sayousdijo: “En mis talleres, todo es po-sible”. Era marzo de 2005, Sayous

les dijo que el mecanismo musi-cal tendría 28 láminas y que lo ibaa encargar a una fábrica de Suiza,en Saint Croix, fundada en 1865.

Pasaban los días, Óscar Sán-chez acumulaba las maderas deroble en su taller y descartaba eluso de cualquier barniz, aunqueempleó un aceite natural que ti-ñó la madera; Víctor Juan lo defi-ne como un “enamorado de lamadera y del trabajo reposado.Halló unas bisagras de acero queno se han comercializado y ha lo-grado un ensamblaje perfecto”.

El ansioso placer de esperarEl arquitecto Basilio Tobías per-feccionaba la caja, insistía en lasobriedad de las líneas, en la au-sencia de ornatos, y evocaba el li-bro “Las siete lámparas de la ar-quitectura” de John Ruskin; paraél Sánchez encarna la lámpara delsacrificio. Paco Boisset hacía 20folletos numerados con un papelespecial, inglés, con su pulcritudincomparable. Víctor Juan ibadando pequeñas pistas del empe-ño en su página web como quienrealiza una novela gráfica con en-tregas y con sucesivos “continua-rá”, y Víctor Pardo descubría nue-vos datos del fusilamiento: el re-lato del zapatero Juan Arnalda, elmejor amigo de Acín, que se dis-frazó y pudo escapar de la ciudad;el grito de los enemigos del es-cultor: “Matadlo, matadlo”, que seoía desde las ventanas cuando seprodujo la leva; la visita posteriora su casa de dos o tres camionespara apropiarse del arte y los ob-jetos. Todos se preguntaban:“¿Habrían reparado los saquea-dores en la caja de música?”.

Transcurrían los meses, y nollegaban los mecanismos, que sehabían pagado por adelantado. Laempresa suiza había dicho que nopodía hacer menos de 40, y elebanista sólo ha hecho 20 cajas.Con lo cual, cada uno de los pa-trocinadores del proyecto recibi-rá una caja completa y un meca-nismo en solitario. Sayous recor-daba con alguna ironía: “Trabaja-mos con proveedores suizos a losque les gusta tomar su tiempo”.

Les envió un mecanismo simi-lar para avanzar en la construc-ción de la caja, y finalmente se su-mó al proyecto María José Menalcon la ardua confección de las pa-jaritas de hojalata que culminanla caja. “María José se ha roto lasmanos de doblarlas, pero las pa-jaritas han adquirido vida propia”.

Por fin, llegó el mecanismo mu-sical con la pieza “La última rosadel verano”, la música que sona-ba en casa de Ramón Acín, deConchita Monrás y de sus hijasKatia y Sol. El viernes, en CasaEmilio, los promotores de la idease reunían para repartir las 20 ca-jas y celebrar la admiración haciaRamón Acín, “que representa labondad, el sueño del conoci-miento y la libertad que se rom-pió con la guerra civil. Hemos re-cuperado la vida, la alegría: en es-ta tierna melodía también se oyenlas risas de Katia y Sol en el edén”.

Víctor Juan: “Acín representa la bondad,el sueño del conoci-miento y la libertad”

José Manuel Onta-ñón recordaba la me-lodía de “La últimarosa del verano”

18 de septiembre de 2005 ● HERALDODOMINGO ● 11

VÍCTOR JUAN BORROY

ASÍ SE HIZO EL COFRE DE UNA MELODÍA PARA SIEMPRE: “LA ÚLTIMA ROSA DEL VERANO” La madera. Óscar Sánchez utilizó madera de roble, que tiñó levemente con aceite natural. La caja la di-señó el arquitecto Basilio Tobías. Víctor Juan siguió todo el proceso y así lo captó. Las pajaritas. Las pa-jaritas son una de las obras más emblemáticas de Acín: María José Menal, con hojalata de caja de galletas,preparó 40 para las 20 cajas. El artesano de lo imposible. Las manos de Óscar Sánchez han sido esencia-les en la sobria elegancia final de la caja; logró un ensamblaje perfecto, la austeridad que había soñado Ba-silio Tobías. La caja de la memoria. Aspecto final de la caja de música de Ramón Acín con dos espaciossimétricos: uno para el folleto donde Víctor Juan narra la historia y recuerda a las 20 personas que hanparticipado en el proyecto, y otro donde se refugia el mecanismo musical bajo las pajaritas.