Valores y Principios para Álava
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PROGRAMA DE VALORES Y PRINCIPIOS PARA EL PSE-EE (PSOE) DE ÁLAVA
INTRODUCCIÓN
Desde nuestra fundación como Partido Socialista, la pasión por la
libertad, la igualdad, la solidaridad y el avance social han sido las banderas por las que hemos luchado. Los mejores momentos de
nuestra historia son aquellos en los que hemos sido la vanguardia de las reclamaciones de los trabajadores y, al mismo tiempo, hemos
sabido interpretar con claridad las aspiraciones del conjunto de la sociedad. Es en esos momentos cuando hemos alcanzado mayores cotas de influencia institucional y cuando mayores transformaciones
sociales se han producido.
La Socialdemocracia está atravesando una grave crisis de identidad y de modelo. Ese es nuestro principal problema. Las desigualdades
sociales existentes a nivel planetario, dejan a las claras que se ha agotado el papel de contrapeso redistribuidor de los efectos perversos
del mercado que ha venido ejerciendo nuestro proyecto. Así pues, hoy nuestro reto es dar con un modelo alternativo que permita un desarrollo justo, no buscar fórmulas para repartir mejor el
crecimiento descontrolado.
La crisis de resultados electorales obedece a la crisis de modelo esencialmente. Pero también influye el hecho de que en muchos
países occidentales haya sido la propia Socialdemocracia la que diera los primeros pasos en la ejecución de las políticas de la austeridad
impulsadas por los conservadores. Este último hecho, añade un hándicap muy serio en materia electoral, una crisis de credibilidad.
Pero este tiempo de crisis no puede ser entendido como una amenaza ante la que atrincherarnos en viejos postulados, sino como una
oportunidad para mirar el futuro e impulsar una auténtica regeneración política, orgánica y ética de nuestro proyecto.
Hoy nuestra demostrada capacidad, como socialistas, de adaptarnos a los tiempos que nos ha tocado vivir en cada momento, no es suficiente. Existe una gran desafección ciudadana hacia la política
tradicional, lo que impulsa un peligroso y agresivo auge de los populismos y los nacionalismos.
Y deberemos ser nosotros quienes tratemos de cambiar los tiempos,
y liderar este nuevo tiempo. Un tiempo que reclama más Europa, más
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solidaridad y más libertad, frente a las tentaciones de disgregación, que alientan la inseguridad y los temores por doquier.
El proyecto europeo y la Socialdemocracia se edifican sobre la
garantía de la dignidad de todas las personas, el respeto a la diferencia y con la determinación de seguir haciendo de este continente el refugio de la libertad y de los derechos humanos.
Además, hoy no existe en nuestra realidad más cercana un problema
que no esté interconectado con un problema similar en la realidad más lejana. Por eso es más necesario que nunca recuperar la seña de
identidad internacionalista del Partido. Y hacer presente esta seña de identidad en las políticas locales, autonómicas y estatales, a través
del trabajo que los militantes y el Partido realizamos en el día a día de nuestra realidad territorial.
Necesitamos un nuevo proyecto de transformación para la
sociedad que dé respuesta a los nuevos retos, mediante propuestas nuevas, acordes con estos nuevos tiempos, y nuevos lenguajes. Y necesitamos un proyecto democrático para el Partido, que haga
de nuestro proyecto un punto de encuentro de la inmensa mayoría de progresistas del país. Un proyecto socialdemócrata, renovado y
decidido a liderar el futuro de la solidaridad y una nueva etapa de convivencia en libertad, frente a las respuestas de una derecha que
no tiene “alma social” ni la tendrá.
El reto es tan colosal como apasionante. Pero no puede esperar al mañana.
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VALORES PARA LA REGENERACIÓN DEL SOCIALISMO ALAVÉS
Es precisa una regeneración del PSE-EE en Álava que recupere e incorpore valores fundamentales del socialismo, adaptados a nuestra
realidad social actual: las personas, la honestidad y la austeridad, trabajo, la transparencia y el debate crítico.
1. Lo primero, las personas: militantes, simpatizantes y votantes.
Necesitamos un Partido que ponga en valor su principal capital, las
personas.
El PSE-EE de Álava no es nada sin sus militantes. Hoy como nunca nuestro Partido tiene que comprometerse con un nuevo estilo de hacer política, que cuente más con la gente, que refuerce la cohesión
antes que la indiferencia o el enfrentamiento. Que abra posibilidades efectivas de que un militante sienta la utilidad e importancia de su
participación, de su implicación personal. La vida de un partido político es de doble sentido; la relación con sus militantes y afiliados ,
y la relación con el conjunto de la sociedad. Un partido con militantes y simpatizantes más activos y escuchados multiplica su capacidad de
propuesta, su influencia en la sociedad y su capacidad de transformación.
Pero el PSE-EE de Álava también es algo más que sus militantes. Es un patrimonio colectivo, y tiene una responsabilidad con todo el
territorio vizcaíno.
2. Honestidad y austeridad
Quien no vive como piensa, acaba pensando como vive.
El compromiso de los socialistas con la sociedad empieza en la ejemplaridad personal de todos y cada uno de los integrantes del
Partido. Se debe impedir cualquier posible diferencia entre lo que se dice defender y las prioridades políticas y personales de sus líderes. El poder conlleva una mayor exigencia de honestidad y austeridad.
3. Trabajo
La política no es una profesión, pero hay que ejercerla con
profesionalidad, con dedicación, dando lo mejor de uno mismo.
Los cargos institucionales, y más aún quienes cobran un sueldo, o los empleados del Partido deben ser un ejemplo de dedicación y trabajo,
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de cercanía con los problemas reales de la ciudadanía y la ejemplaridad con una auténtica vocación de servicio público.
La regeneración de la política exige que no se dé una suma de responsabilidades orgánicas y públicas, ni la compatibilidad de actividades privadas en detrimento de la exclusividad en el
desempeño de la actividad pública, porque ambas son contrarias a la ética y responsabilidad política que la ciudadanía demanda y espera.
4. Transparencia: confianza y rendición de cuentas
Las y los máximos responsables del Partido deben suscribir un nuevo contrato con la militancia, simpatizantes y votantes basado en la confianza. Ese contrato se llama transparencia.
La ciudadanía y los militantes del PSE-EE en Álava, a pesar de que no atravesamos nuestro mejor momento, están más formados que
nunca. Tanto los métodos clásicos, como las nuevas tecnologías de la información y comunicación nos deben permitir conocer en detalle el
qué, el cómo y el cuándo de todas y cada una de las actuaciones del Partido Socialista, de sus cargos orgánicos y de sus cargos públicos.
El impulso a este tipo de cambios facilitaría, asimismo, la rendición de cuentas de los cargos orgánicos y públicos, tanto ante la militancia como ante la sociedad.
5. Debate crítico: nuestra seña de identidad.
La disposición al desacuerdo, al rechazo o la disconformidad constituyen la savia de una sociedad abierta.
Los órganos y responsables deben fomentar el debate para tomar decisiones y, a su vez, rendir cuentas. Debemos recuperar la idea
fundamental de que los componentes de nuestra organización, desde la afiliación de base hasta el más alto cargo institucional, todos
constituyen un ámbito permanente de libertad, de debate y enriquecimiento colectivo de ideas. En la formación de la voluntad
colectiva, resulta imprescindible que haya capacidad y oportunidad para debates serios, críticos, autocrítica y capacidad de escucharnos y
entendernos. Una democracia de consenso permanente no será una democracia
durante mucho tiempo y, por extensión, tampoco será democrático un partido que eleve el consenso a la categoría de dogma. Más que
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nunca en la izquierda hacen falta personas con la virtud de saber oponerse a la opinión mayoritaria.
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PRINCIPIOS SOBRE LOS QUE EDIFICAR EL NUEVO PROYECTO
Necesitamos abordar un profundo período de escucha, reflexión y debate, para redefinir nuestro proyecto en torno, al menos, a los
siguientes principios o ejes:
1. Un nuevo modelo de Partido
Hace falta un nuevo modelo de Partido que, en primer lugar, ponga
en valor su capital humano. Ningún liderazgo sideral nos debe deslumbrar hasta dejar de ser conscientes de que el humano es
nuestro principal activo, y de que el carácter colectivo de nuestra organización define mejor que nada nuestras señas de identidad.
Debemos reaprender que los componentes de nuestra organización,
desde la afiliación de base, hasta el más alto cargo institucional, constituyen un ámbito de libertad, de debate y de enriquecimiento
colectivo y de ideas permanente. Los órganos y responsables deben fomentar el debate para tomar decisiones y, a su vez, rendir cuentas.
Por tanto, comenzamos por reafirmar, citando a Tony Judt, que la disposición al desacuerdo, al rechazo o la disconformidad constituyen
la savia de una sociedad abierta. Necesitamos personas que hagan una virtud de oponerse a la opinión mayoritaria. Una democracia de
consenso permanente no será una democracia durante mucho tiempo y, por extensión, un partido que eleve el consenso a la categoría de
dogma, tampoco será democrático. Hace falta un nuevo modelo de Partido que, en segundo lugar,
modernice sus estructuras y que ofrezca nuevos mecanismos de participación para mejorar nuestra democracia interna, para que
cualquiera pueda llegar a exponer su criterio u opinión con la seguridad de que será escuchado. No somos un partido asambleario,
ni queremos serlo. Pero tenemos unas estructuras del siglo XIX que no responden a las necesidades que tiene nuestra organización en el
siglo XXI. Una organización que demanda transparencia, responsabilidad, diálogo y respeto.
Las nuevas tecnologías y las redes sociales deben incorporarse al quehacer diario de nuestra organización, como nuevas herramientas
que generen nuevas oportunidades de participación y que enriquezcan y universalicen nuestros debates. Sin miedo a la
apertura, y con la firme determinación de evitar tentaciones endogámicas que nos alejen de la ciudadanía más comprometida.
Por eso deben revisarse a fondo nuestro funcionamiento interno y nuestras estructuras –desde las agrupaciones hasta los Comités,
pasando por las Ejecutivas– para hacer del nuestro un Partido más
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vivo, más permeable, más accesible, más democrático y más útil. También más respetuoso.
Y resulta imprescindible, en tercer lugar, un nuevo modelo de Partido que esté más abierto a la sociedad. La Constitución sitúa a los
partidos políticos en la clave de bóveda de nuestro sistema democrático. Sin embargo, una parte importante de la población
considera que los partidos son una suerte de organizaciones privadas para la defensa de los intereses de quienes los componemos.
Consecuentemente, se nos considera como uno de los principales problemas de la sociedad. Y como es sabido, el desprestigio de la
política, de los políticos y de los partidos, siempre perjudica a la izquierda. Y dadas las circunstancias, o cambiamos, o seremos
condenados a la irrelevancia. De modo que debemos dejar a un lado la autocomplacencia y entender que, si no cambiamos, nuestro suelo
electoral es el 0%.
Por todo ello, apostamos por la celebración de elecciones primarias y por nuevos sistemas de elección para las candidaturas electorales y los cargos internos. Asimismo, son necesarios mecanismos ágiles de
consulta a la militancia y a la sociedad en cuestiones que puedan tener una especial relevancia económico-social.
Un partido moderno del siglo XXI debe ofrecer a la afiliación y a sus
simpatizantes nuevas fórmulas que hagan más atractiva la participación política. De ahí saldrán nuevos liderazgos basados
exclusivamente en la democracia y la discusión colectiva. No hay liderazgo en la obsesión por el control interno de las organizaciones políticas ni en las verdades absolutas o la obstrucción de decisiones
participadas; eso sólo significa falta de democracia y libertad internas.
Nos comprometemos, por ello, a tratar de convertirnos en la
vanguardia de lo que debe de ser una organización política abierta, transparente y profundamente democrática. En el
proceso de cambio que se abre, es necesario dar la voz a toda la militancia de forma vinculante para adoptar las decisiones más relevantes, tanto internas, como externas.
Reformar, regenerar el Partido es importante, por eso es el primer
eje sobre el que queremos edificar el nuevo proyecto del socialismo alavés. Porque somos el instrumento que tienen las clases
desfavorecidas, la gente humilde, los obreros del siglo XIX, la gente más dinámica y progresista de la sociedad para cambiar la realidad. Y
cuando el instrumento no funciona, la gente nos percibe como un problema y nos da la espalda.
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Compromisos concretos: 1.1. Presentar un plan de implantación del PSE-EE (PSOE) de Álava
en todo el territorio, dando responsabilidades a personas de cada zona, fijando objetivos concretos y evaluando periódicamente su
grado de ejecución.
1.2. Renovación permanente de nuestros cargos públicos y orgánicos, que permita a nuevas personas aportar savia nueva en puestos de
responsabilidad. Para ello, pondremos en marcha un plan de rejuvenecimiento del Partido en Álava.
1.3. Que los cargos orgánicos sean elegidos con criterios de idoneidad, eficacia y eficiencia. En ese sentido, diseñaremos un plan
permanente de formación de militantes y cuadros.
1.4. Diseñar y desarrollar un plan de apertura y proximidad del PSE-EE (PSOE) de Álava que contacte, escuche y ponga en marcha
iniciativas conjuntas con ciudadanos y ciudadanas que participan activamente en asociaciones, ONGs, redes sociales, etc. Un plan de apertura y proximidad que sintetice y elabore propuestas para
llevarlas a cabo representando a la ciudadanía progresista alavesa y contribuya a recuperar la iniciativa y la referencia socialista.
1.5. Transparencia:
1.5.1. Confeccionar las propuestas de lista para la elección de
órganos de representación de la militancia con más transparencia y con más información a los militantes, desterrando la opacidad y la falta de control.
1.5.2. Fortalecer también las potestades de control del Comité
Provincial. Este debe de ser el foro en el que, de manera efectiva y regular, se examinen tanto la gestión de la Comisión Ejecutiva
Provincial, así como ejercer periódicamente el control presupuestario y el estado de las cuentas del Partido.
1.5.3. Proponer que todos los cargos públicos presenten su declaración de actividades y bienes ante la institución en la que
ejerzan su responsabilidad y ante la ciudadanía, y a que la actualicen anualmente. Se publicitarían la primera y la última declaración que se
lleven a cabo por el cargo público.
1.5.4. Adoptar un sistema de incompatibilidades ajustado a los siguientes parámetros:
- Cada militante solo podrá ostentar un cargo institucional remunerado (podrá ostentar más de un cargo institucional no
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remunerado, en el caso de que no haya nadie en la organización que pueda desempeñarlo) - Ningún militante podrá tener más de un cargo orgánico, salvo
los derivados de su responsabilidad (por ejemplo, los miembros de la Ejecutiva Provincial, son miembros también del Comité
Provincial). - Los cargos institucionales no participarán en Consejos de
Administración de Empresas Públicas, Participadas o Entidades de Ahorro o Financieras, salvo en aquellos casos en el que el
desempeño del cargo institucional implique obligatoriamente la participación en los mismos.
1.6. Debate:
1.6.1. Modificar el modelo de Conferencia Política por el de una Convención abierta a la ciudadanía, que tenga al menos dos semanas
de duración. Esta Convención analizará en profundidad y con tiempo la ponencia marco así como las propuestas alternativas de militantes,
simpatizantes y la ciudadanía. 1.6.2. Ampliar y dotar de un mayor dinamismo al Comité Provincial.
Como máximo órgano entre congresos, debe de ser un foro donde se puedan contrastar y decidir las políticas más relevantes a llevar a
cabo, debiendo de ser, en todo caso, un órgano más y mejor informado. Apostamos por ampliarlo y también porque tenga un
carácter más abierto, para que al mismo aunque solo sus miembros puedan ejercer el derecho a voto, puedan acudir como oyentes los
afiliados que así lo deseen, e incluso en algunas ocasiones puntuales y justificadas dar voz a toda aquella persona que quiera participar. Al mismo tiempo, apostamos por reducir cuantitativamente los
miembros de los órganos ejecutivos del Partido para que sean más operativos y eficaces.
1.6.3. Cada grupo institucional (municipal, juntero, parlamentario
vasco y parlamentario en Cortes) dará cuenta de su gestión ante las Asambleas al menos una vez al año.
1.7. Participación:
1.7.1. Consolidar la elección del cargo de secretaría general del Partido en todos sus ámbitos (federal, autonómico, provincial y local)
mediante primarias, con el voto directo y secreto de todos los afiliados del Partido. En orden a garantizar la pluralidad, el máximo
de avales que podrá recabar cualquiera de los candidatos será del 10%, siendo el mínimo necesario el 5%.
1.7.2. Elegir a los candidatos a las instituciones a todos los niveles mediante primarias abiertas
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1.7.3. Ya sea para la elección de delegados de una agrupación de distrito, para la elección de los miembros del comité provincial, nacional y federal apostamos por hacerlo mediante el procedimiento
de listas abiertas y desbloqueadas (garantizando la paridad y la igualdad en la posibilidad de presentarse).
1.7.4. Activar y ampliar, según marcan los estatutos federales, las
agrupaciones de distrito para que sean el verdadero motor que empuje al partido y al resto de estructuras.
1.7.5. Hacer más de una Asamblea de las agrupaciones de distrito al año y buscar la fórmula para poner en marcha mecanismos ágiles de
consulta a la afiliación de cara a la toma de decisiones de especial interés.
1.7.6. Reforzar la labor y figura de los simpatizantes, que deben de
tener un papel activo tanto interna como externamente. Hay muchas personas que sin querer afiliarse quieren colaborar y sumar con
nosotros, cuestión que no podemos desdeñar porque no tengan carné.
Este conjunto de medidas no arreglarán el problema de un plumazo,
pero consideramos que contribuirán a evitar los efectos perniciosos que puede ocasionar el apego al cargo público y, por tanto, a
prestigiar la política y su ejercicio.
2. Un modelo alternativo de sociedad
“Soy socialista a fuer de liberal”, dijo Indalecio Prieto. Y este es el
mejor resumen del código genético de un modelo de socialismo abierto e incluyente.
Pero hoy, la sociedad nos conoce por lo que hacemos y decidimos, no
sólo por cómo nos autodenominamos.
Como en nuestros orígenes, seguimos defendiendo un proyecto de igualdad y de solidaridad para nuestra sociedad en el siglo XXI. Solo
la Socialdemocracia puede garantizar el bienestar de todos por igual.
Nos comprometemos a volver a trabajar con la economía como un vehículo más de nuestra acción política y no como un fin en sí misma,
a falta de estrategias políticas adecuadas y del conocimiento y anticipación que hubieran sido adecuados.
Somos republicanos porque el republicanismo pone en el centro de la
acción política a la ciudadanía, que no es súbdita ni mera
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consumidora, sino depositaria de derechos. Para poder ser libre, la ciudadanía debe tener un horizonte vital digno y garantizado, que no tenga dependencia económica y no está condicionada por poderes
políticos o económicos.
La derecha es irresponsable ideológicamente por definición: deja la responsabilidad de la regulación social y económica a la eficiencia del
mercado capitalista. Lo cual hace que se desentienda de las necesidades de las personas, y de los servicios públicos; y es
irresponsable al no regular los flujos financieros, e irresponsable fiscalmente al no garantizar los ingresos necesarios para mantener el
estado de bienestar.
La izquierda del siglo XXI utiliza con responsabilidad los recursos públicos, impulsa la responsabilidad fiscal y es responsable de sus
ciudadanos pero promueve su autonomía y libertad.
Apostamos por garantizar las mismas oportunidades para todas las personas. Para ello nos comprometemos a mejorar las condiciones de
vida de los más necesitados, de los que menos tienen y recuperar y potenciar los niveles de bienestar alcanzados para el conjunto de la
sociedad.
La igualdad de oportunidades es posible si reforzamos las
herramientas del Estado de Bienestar contra las desigualdades:
educación, sanidad, servicios sociales, servicios para dependencia… Si separamos estos servicios de los intereses particulares de grandes corporaciones podemos hacer que sean mejores, como en el caso de
la Sanidad. También hay que defender y promocionar la eficacia y eficiencia de los servicios públicos y de la Administración, porque al
contrario de lo que dice la derecha, lo privado no gestiona mejor los servicios públicos.
La Socialdemocracia europea, y por ende nuestro Partido, tiene ante
sí el reto de ofrecer a la sociedad un modelo alternativo de desarrollo económico de la globalización neoliberal, que abandone la especulación y apueste decididamente por el desarrollo industrial, por
la investigación, por la sostenibilidad y, sobre todo, por la innovación.
Un modelo que aumente la producción de una forma innovadora, sostenible y justa. Que fomente actividades productivas de creación
de riqueza real y de conocimiento. Que innove y sea creativo en las maneras de ganar competitividad y productividad. Un modelo que
apoye a los emprendedores que se arriesgan. La Socialdemocracia seguirá en crisis hasta que no dé con un modelo
alternativo al actual en clave de crecimiento equitativo. Como consecuencia de los efectos desastrosos de las políticas
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conservadoras o de la falta de alternativa, podremos ganar elecciones en algunos lugares, pero no tendremos recorrido futuro si no damos con ese modelo alternativo.
Por ello queremos que el PSE-EE de Álava, así como el conjunto del
PSE-EE y del PSOE, se proponga esa meta. Y para ello, debe ser completamente permeable a lo que se está moviendo en la calle.
Porque, junto a la crisis de modelo, este ha sido otro de nuestros grandes problemas: la desconexión con la realidad. Que el PSOE
tenga 135 años, que transformara España en los años 80 y que haya dispuesto de un gran respaldo electoral desde la Transición, no es garantía de nada.
Por todo ello, nos comprometemos a abrir el partido y a estar
en conexión permanente con todos los colectivos y movimientos que defienden modelos distintos de sociedad,
para desarrollar una alternativa política, social y económica solvente para la Álava y la Euskadi del siglo XXI. Una nueva
utopía hacia la que caminar como sociedad.
3. Más y mejor democracia.
Como se ha señalado ya, la política, las y los políticos somos
percibidos como uno de los principales problemas para la ciudadanía. No es nueva la definición de “clase o casta política”. Es nueva su
utilización con desprecio. La corrupción, el alejamiento de sus preocupaciones, la falta de
acuerdos de los partidos en temas básicos y cruciales, la falta de capacidad para controlar las instituciones económicas, la falta de
algunos ejemplos ciudadanos para con la cosa pública, en definitiva, han llevado a la pérdida de confianza en el desarrollo de su función
como políticos. Todo esto es letal para el sistema en general, y para la izquierda en particular.
Por eso debemos sentar las bases para revertir esta percepción. Recuperaremos la ética de la política volviendo a pie de calle, a estar
al lado de la ciudadanía y a ponernos a su servicio inmediato, sin filtros ni cortapisas. Queremos volver a demostrar nuestro origen
insertado plenamente en una sociedad diversa, plural y de la que nunca hemos estado aislados ni clasificados. Somos parte de de la
misma sociedad, de sus problemas, que son los nuestros. Somos parte de la solución.
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Es cierto que nuestra democracia, que nuestro sistema institucional es mejorable. Tanto en su concepción como en los instrumentos para desarrollarlo; tanto en el fondo como en las formas.
La política y la economía se han distanciado tanto que las
instituciones financieras no solo han escapado al control político, sino que incluso dirigen la política. Es necesario recuperar el papel de la
política sobre la economía, lo que significa fortalecer y legitimar a los agentes sociales y políticos (sindicatos y partidos), y el necesario
diálogo social. Porque una política que controle y regule las instituciones financieras es el único instrumento racional y democrático y la salvaguarda que tienen los más débiles para poder
salir airosos de la crisis.
Además, la economía hay que ligarla a la democracia, pues puede haber desarrollo económico sin democracia, y debemos hacer que el
desarrollo revierta en democracia, en bienestar. No podemos permitirnos ceder soberanía desde los Gobiernos y Parlamentos hacia
instituciones de dudoso origen democrático, porque es entonces cuando verdaderamente las decisiones políticas se escaparían al control de las y los ciudadanos. Y es entonces cuando la democracia
empezaría a dejar de serlo.
En cuanto a la forma, no podemos convertir al pueblo en público. No basta con acudir a los medios de masas para divulgar nuestro
mensaje, si no estamos en contacto con la gente. Hace falta una regeneración democrática en todos los niveles institucionales, un
nuevo contrato para el equilibrio entre representación y participación. Creemos en la democracia representativa. Precisamente porque
creemos en ella queremos darle más vida, queremos reformarla para adaptarla al siglo XXI. Hace falta que las decisiones sean más
compartidas, más abiertas y más participativas. Porque en una sociedad democrática la política no sólo es aquello que hacen los
políticos, sino el ámbito en el que todos participamos en igualdad de condiciones.
En nuestra sociedad están cambiando demasiadas cosas, así que todo no puede seguir igual. La democracia necesita un nuevo impulso
mirando al futuro, en el fondo y en la forma. Hace falta una nueva forma de hacer la política, una forma más participativa de tomar las
decisiones.
Apostamos por “democratizar la democracia”. Y para ello nos comprometemos a buscar nuevas fórmulas basadas en los
principios de debate democrático, transparencia, participación y dación de cuentas.
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4. Una nueva Euskadi insertada en una España Plural y una Europa más fuerte.
Somos la única fuerza política democrática que apostó por adoptar y
consolidar todos y cada uno de los pilares de nuestro actual Estado Autonómico. Y fue bajo un Gobierno socialista cuando alcanzamos como sociedad una ambición que trascendía a varias generaciones: la
incorporación plena a Europa y la construcción de una compleja España constitucional.
La España del futuro debe construirse sobre ambos pilares: el avance
hacia el reconocimiento de la España plural con una concepción federal del Estado, y la apuesta por una Europa más fuerte, más
unida y, sobre todo, más solidaria entre los estados que la componen. Una Europa social y no solo económica.
Siempre hemos creído que el modelo territorial que más convenía a la
ciudadanía española, es aquel que mejor refleja la diversidad de identidades, aquel que mejor acoge los diferentes sentimientos de
pertenencia, el que propicia la convivencia entre distintos. El ejemplo de estas tres décadas de construcción y desarrollo del Estado
autonómico son muestra de que el modelo elegido, a pesar de las dificultades, ha sido positivo para cohesionar y dar sentido a una España diversa y plural, que ha sido construida entre todos y todas.
La solución a los problemas contemporáneos no se halla en la fragmentación ni en el irredentismo. No somos separatistas ni separadores. Defendemos un modelo federal, porque las
soluciones a los problemas contemporáneos se hallan en la suma y en la unión, y no en la fragmentación ni en el
irredentismo. Por eso apostamos por la revisión crítica y la actualización y modernización de nuestro modelo de Estado,
basándonos en la solidaridad, en la suma y en la cooperación, lejos de nacionalismos que pretenden romper la comunidad política
democrática común que nos hemos dotado.
En paralelo, la Europa que tanto nos ha costado construir, se está mostrando incapaz de dar soluciones eficaces ante el vendaval
económico y los nuevos retos que se presentan a escala global. El futuro requiere compartir más, cooperar más, hacer más Europa. No debemos temer al futuro, sino que debemos anticiparnos a él. Para
nosotros Europa, sin duda, es la solución.
Sólo desde una perspectiva europea y progresista podremos realizar las preguntas adecuadas, y habilitar las respuestas que no pongan en
cuestión la prevalencia de la libertad sobre la seguridad. Es el mayor riesgo que afrontamos y debemos ser conscientes de ello: que impere
el miedo por encima del pensamiento.
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5. El reto de construir la convivencia.
Los y las socialistas tenemos en nuestro patrimonio el haber sido la fuerza política que con más compromiso y más esfuerzo ha luchado
por alcanzar la paz y la libertad en Euskadi.
En primer lugar, nos hemos comprometido individualmente de una manera que afectaba a nuestra propia seguridad, como
desgraciadamente se ha demostrado a lo largo de estos cincuenta años de violencia terrorista. Y también hemos comprometido nuestra acción política en momentos en los que la actitud del resto de fuerzas
políticas ha sido la de no arriesgar en el corto plazo y parapetarse tras estereotipos electoralmente más rentables.
Durante todos estos años hemos sido firmes en nuestras convicciones
democráticas en el rechazo a la violencia y también en la búsqueda de soluciones rigurosamente democráticas. Hemos sido consecuentes
con la idea de que Euskadi sólo la podemos construir entre todos. Como decía Fernando Buesa “hay que construir país, convivencia en paz y libertad, respeto por el pluralismo social y cultural”. Este
proyecto y este compromiso nos han llevado al que parece el final de la violencia terrorista y es en este momento cuando los y las
socialistas vascos tenemos mucho que aportar en cuanto a la reconstrucción de la convivencia, mucho más que otros partidos
políticos, porque tenemos una visión más incluyente y de progreso y porque tenemos una trayectoria de compromiso con la erradicación
del terrorismo y con la cultura democrática que nos avala. Este proyecto de convivencia pacífica no sólo lo planteamos como la
ausencia de la violencia, sino también y, en primer lugar, como mantenimiento de la memoria, la verdad, la justicia y la solidaridad
con los que más sufrieron, a través de su reconocimiento y su reparación. También esta reconstrucción de la convivencia la
impulsamos a través del debate democrático partidario, de la cultura democrática, a través de la potenciación en nuestra sociedad de un
suelo de valores comunes básicos que nos cohesionen y vayan arrinconando prácticas excluyentes y sectarias.
Hemos liderado al país hacia el final de la violencia terrorista y lo seguiremos haciendo en la construcción de unas sociedades
vasca y española cohesionada por los principios de ciudadanía, respeto a la pluralidad y libertad.
Vivimos un escenario diferente, que nunca habíamos vivido en Democracia. ETA no ha desaparecido formalmente pero de hecho ha desaparecido de la vida de los vascos. No es ya un problema
percibido por la sociedad. A medida que la violencia se aleja de
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nuestra memoria se está produciendo una evolución de la sociedad vasca que se concreta en diversos ámbitos: de una parte se ha perdido en buena medida el miedo a hablar de política libremente,
aunque todavía queda tarea pendiente y, algunos debates que hasta ahora eran tabúes porque se asociaban al mundo de ETA y a la
violencia, se empiezan a ver con mucha mayor naturalidad. En definitiva la sociedad se está normalizando, estamos ganando
espacios de libertad y la paz está abriendo el espacio de una sociedad normalizada.
Nuestra gran ambición cuando llegamos a Ajuria Enea fue
precisamente conseguir la paz en nuestro país. Sin embargo conseguido este gran objetivo, parece que no acabamos de encontrar
nuestro espacio político en este nuevo tiempo. El PP mantiene en la unidad sagrada de España su discurso, frente a un Bildu que con los presos y la independencia tiene también señas de identidad definidas.
El PNV con su vuelta al poder encuentra su ambiente natural de partido de gobierno.
El PSE-EE, también en Álava, tiene que saber adaptarse a esta nueva
situación. Hemos sido un Partido muy volcado en la paz y en la lucha contra la violencia y el terrorismo. Ese ha sido nuestro papel central
en la sociedad vasca, en cada pueblo, en cada ciudad vasca. Tenemos ahora que definir una estrategia para el nuevo tiempo. Nos jugamos
ser la alternativa al PNV o simplemente un partido más (y menguante en apoyos) que jugará en el escenario político vasco.
La sociedad vasca se siente cómoda en su gran mayoría en el marco
de autogobierno. La situación de crisis ha orillado otros debates y la sociedad asume que tenemos herramientas suficientes para
garantizar nuestro futuro. Sin embargo al mismo tiempo la crisis ha puesto en evidencia la vulnerabilidad de nuestro autogobierno frente a decisiones de urgencia del gobierno central, como consecuencia de
la situación económica.
Es necesaria una iniciativa que suponga un paso más en la consolidación y profundización de nuestro autogobierno. Se trataría
de la apuesta por un nuevo estatuto político vasco planteado sin complejos, conocedor de nuestra singularidad e historia y por eso
mismo formando parte de la tradición socialista española. Una iniciativa insertada en el modelo de federalismo que defendemos para
España.
El Partido está en condiciones de romper esa división clásica de la sociedad vasca entre nacionalistas y no nacionalistas. Y en ese
sentido hay que interpretar nuestra propuesta de zanjar un asunto eterno.
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Hablar de independencia o de derecho a decidir ya no es tabú para muchos jóvenes y para amplios sectores de la población. Todos los debates ganan naturalidad y se va olvidando la contaminación que el
terrorismo de ETA supuso para muchos de ellos. Dijimos en su momento que desaparecido el terrorismo la reivindicación pacífica de
la independencia era legítima siempre que se desarrollara conforme a las reglas democráticas y en el marco legal. Ha llegado el momento
de abordar estos debates y de hacerlo con inteligencia y sentido político.
Parece claro que en este mandato, antes o después, en el Parlamento
Vasco se plantearán iniciativas que busquen reconocer el derecho a decidir o, yendo más allá, que planteen su ejercicio por medio de una
consulta a la sociedad vasca sobre el tipo de relación que desea mantener con España.
El Partido Socialista debe tener una hoja de ruta debatida y
reflexionada para afrontar este debate cuando toque. No podemos ni debemos esconder la cabeza como si esto no fuera a plantearse jamás y sobre todo no podemos pensar que ese debate se gana con
imposiciones, amenazas o sin argumentos.
Es evidente que, hoy, este asunto no está en el centro de las preocupaciones ciudadanas, pero es conveniente tener respuestas
porque no sabemos hacia donde evolucionará la política vasca en los próximos meses y años.
En Gran Bretaña y Canadá se han planteado debates de esta
naturaleza, en contextos legales y constitucionales distintos. También es diferente el caso de Irlanda del Norte pero la existencia de
terrorismo hasta fechas muy recientes hace que en la sociedad vasca este ejemplo se sienta más próximo que otros. Cada caso es distinto
pero no aceptar el debate, no entrar en él nos situaría en una posición de debilidad política en la sociedad vasca que podría tener
consecuencias demoledoras para nosotros.
Si el nacionalismo vasco planteara en esta legislatura en el Parlamento Vasco una iniciativa que buscara ejercer el derecho a
decidir mediante una consulta a la ciudadanía sobre la relación entre Euskadi y España, siempre en un escenario en el que ETA hubiera desaparecido, no deberíamos oponernos a su ejercicio, sino
enmarcarlo en las reglas de la democracia y la legalidad.
Debemos arriesgar y apostar ante un nuevo tiempo que hemos traído nosotros, con el objetivo de convertirnos en una opción
política más fuerte, central en el panorama político vasco, alternativa de gobierno y mucho más desplegada en el tejido
social vasco.
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6. Autogobierno hacia adentro
El encaje de Euskadi – de sus Territorios Históricos – en España no siempre ha sido fácil, básicamente por la complejidad de la relación
entre los Fueros y el marco constitucional. La autonomía vasca y su relación con el resto de España se modela en la Constitución Española
de 1978, se define en el Estatuto de Gernika de 1979 y se desarrolla hacia adentro a través de la Ley de Territorios Históricos de 1983
(que instaura un modelo de inspiración foral al que se da carta de naturaleza en la Disposición Adicional de la Constitución).
Efectivamente, el reconocimiento de Euskadi como comunidad política por primera vez en la Historia, que se consagra en la Constitución de
1978 y el Estatuto de Gernika puso en las manos de las instituciones vascas la capacidad de operar sobre los aspectos más importantes en
la vida de la ciudadanía.
Así pues, como consecuencia de ese gran pacto incluyente entre vascos y gracias, entre otras cosas, a la gestión de los gobiernos de coalición PNV-PSE, hoy disfrutamos de un servicio vasco de salud y
de un sistema de protección social que han sido modelo, se puso en marcha la primera televisión autonómica, tenemos una Policía
Autónoma integral, hemos hecho nuestro modelo educativo, gestionamos los puertos, las carreteras y los ferrocarriles dentro de la
Comunidad, etc.
Y sobre todo, disfrutamos de un sistema fiscal propio que pone en nuestras manos la mayor herramienta de transformación de la sociedad: la capacidad para redistribuir los recursos. Hasta tal punto
es así, que 9 de cada 10 euros que recaudamos, se quedan en Euskadi.
Sin embargo, el autogobierno vasco no culmina con la aprobación del
Estatuto de Gernika (de hecho, se podría decir que el proceso autonómico nunca culmina, pues está en permanente evolución), sino
que culmina formalmente en 1983 con la Ley de Territorios Históricos, que instaura una suerte de modelo confederal provincialista, basado en la bilateralidad entre administraciones
vascas y en la bilateralidad con el Estado. Se prima así el modelo de inspiración netamente foral (más coincidente con la visión tradicional
del liberal-fuerismo), frente a una visión nacional o de país (más del gusto de las izquierdas). Y en este punto somos especialmente
críticos.
Desde 1983 se han producido colisiones y duplicidades sistemáticas en la acción pública en sectores como la asistencia y los servicios sociales, la agricultura y la ganadería o en la promoción económica y
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el turismo. Lo que unido a una falta palmaria de liderazgo y de armonización en las políticas, ha provocado desajustes muy importantes.
Así, a día de hoy, algunos ciudadanos de Guipúzcoa tienen hasta un
250% menos de cobertura en asistencia social que un ciudadano igual de vasco que viva en Vitoria-Gasteiz. Hoy todos los ciudadanos
alaveses que así lo soliciten tienen derecho al pago de los libros de texto para la educación obligatoria de sus hijas e hijos, mientras que
los vizcaínos no. O estos ciudadanos, los vizcaínos, junto a los guipuzcoanos no tienen derecho a un peaje social para las autopistas, del que sin embargo sí disfruta la ciudadanía alavesa. Y todos ellos,
2,2 millones de personas, disponemos de tres aeropuertos, dos puertos, cuatro Parlamentos, carreteras que se dan la espalda, etc.
Se podría seguir con ejemplos del resultado que ha arrojado la falta de una política nacional o de país, junto con el desarrollo equivocado
de una ley, la de Territorios Históricos de 1983, que requiere de una modificación, tras una seria evaluación de sus luces y sombras.
Queremos cambiar esta realidad. Y queremos cambiarla sin negar las cosas positivas realizadas o las derivadas del buen desarrollo de
nuestro marco de autogobierno.
En este sentido, sería necesario abordar desde el máximo consenso una reforma de la Ley de Territorios Históricos de 1983. Creemos que
este es un compromiso ineludible para los responsables políticos en Euskadi.
Y lo es también, en este mismo campo del desarrollo del autogobierno hacia adentro, la aprobación de una Ley Municipal que
reconozca la mayoría de edad de los ayuntamientos vascos, que les dote de mecanismos de financiación estables y previsibles y que
garantice su presencia con pleno derecho en el Consejo Vasco de Finanzas Públicas.
Hace falta una Ley Municipal, no sólo porque seamos la única
Comunidad del Estado que no la tiene, sino porque su inexistencia, junto a las deficiencias provocadas la ineficaz aplicación de la Ley de Territorios Históricos, han provocado duplicidades palmarias en el
gasto de una misma competencia y vienen ralentizando y dificultando la toma de decisiones públicas en el ya de por sí complicado
entramado institucional vasco.
7. Liderazgo y renovación: cambio.
Reivindicamos la cohesión. Hace falta un partido cohesionado. Pero ésta debe ser fruto de un proceso de acumulación de ilusiones, de
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formalización de ideas, de aportación de propuestas transformadoras, y no de pactos internos alejados de las voluntades individuales de quienes conformamos el PSOE. En definitiva, el disenso no puede
suponer la ruptura ni la deslealtad.
Por eso, apostamos por hacer un desarrollo del proceso congresual a todos los niveles en plena libertad, sin miedos, obedeciendo a nuestra
tradición histórica, con contraste de ideas y de personas.
Hace falta un nuevo liderazgo que cuente con una autoridad política e ideológica, de hondo calado ético. Necesitamos más cuadros políticos preparados para los nuevos retos del siglo XXI, que hagan de la
política una referencia de excelencia. Es necesario que los cargos orgánicos sean elegidos con criterios de idoneidad, eficacia y
eficiencia. Y, para todo ello, nos parece imprescindible una revisión de la actual situación en base a nuevos criterios. Una renovación de
nuestros cargos, que permita a nuevas personas aportar savia nueva en puestos de responsabilidad.
El principal objetivo del próximo Congreso es el de afanarnos en la labor de definir una forma de trabajar. El Congreso debe ser el
camino hacia un nuevo paradigma en la definición de las herramientas tanto organizativas como ideológicas. Se trata de
definir una nueva cultura, una nueva forma de entender los nuevos lenguajes y la nueva sociedad española y europea del siglo XXI.
Todas y todos somos necesarios en este camino.
Y para conseguirlo y, sobre todo, para comenzar a recuperar la credibilidad perdida, apostamos porque en el próximo Congreso se haga visible un cambio hacia la sociedad.
Un nuevo rumbo protagonizado por nuevas personas de diferentes
generaciones, porque ni todo lo nuevo es mejor, ni todo lo viejo peor. Un cambio para avanzar.