Valente Jose Angel - Fragmentos de Un Libro Futuro

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1 José Ángel Valente FRAGMENTOS DE UN LIBRO FUTURO Galaxia Gutenberg Círculo de Lectores

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José Ángel Valente

FRAGMENTOS

DE UN LIBRO FUTURO

Galaxia Gutenberg

Círculo de Lectores

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Primera edición Barcelona, 2000

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Ieu sui Arnautz qu'amas l'aura

e cas la lebre ab lo bueu

e nadi contra suberna.

(Yo soy Arnaut que amontona el viento

y caza la liebre con el buey

y nada contra corriente.)

Arnaut Daniel

Dios del venir, te siento entre mis manos.

Juan Ramón Jiménez

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SUPO,

después de mucho tiempo en la espera metódica

de quien aguarda un día

el seco golpe del azar,

que sólo en su omisión o en su vacío

el último fragmento llegaría a existir.

(Raíz de Fragmentos de un libro futuro.

Fragmento XXXVII de Treinta y siete

fragmentos)

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TÚ que regresas de las montañas

has debido de estar en Tianmu;

dime, bajo las ventanas de mi casa

¿cuántos crisantemos habían florecido?

(Versión de un apócrifo:

«Preguntas a un emisario»)

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ESTE sueño, que acabo de soñar y en cuyo tenue borde te hiciste no

visible, limita con la nada.

(Ausencia)

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CAER en vertical. Sueño sin fin de la caída. Qué repentina formación

el ala.

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LLORAR por lo perdido cuando no deja huella el pie en la arena que

no sea borrada por la cierta sucesión de las aguas.

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PERO tú, muerto,

ya no puedes llorar, llorarme.

Dime.

(Insomnio)

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ENTRE el sauce apenas rozado por las aguas y la torre amarilla, el tiempo

mira al tiempo y lo devora. El río lleva lento, hacia lo lejos, imágenes sin

nombre, rostros muertos, el ritual aciago del adiós. Y tú, pálida sombra, en

la cruel ruina de la memoria encuentras todavía fundamento.

(Tubinga, otoño tardío, 1991)

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INCORPÓREO, cela en la nuca el ángel toda su luminosidad.

(Posesión del ángel)

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EL día en que este juego sin fin con las palabras se termine habremos

muerto. No nos dijiste adiós. Un rostro de mujer se desdibuja en los últimos

fríos del otoño. Nos duelen a la vez su muerte y tu memoria. Conocí a tu

hijo en el teatro del Rond-Point hace algún tiempo. Guardaba un raro

parecido contigo. Prestidigitador del aire. Dónde estás. Ruido sordo el de tu

cuerpo en las aguas oscuras.

(Memoria de Paul Celan, en la muerte de Giselle

Celan-Lestrange, fines de 1991)

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A las niñas les crecen largas piernas, delicadas orejas, incandescentes vellos,

moluscos sumergidos, muslos húmedos, cabelleras doradas por el viento de

otoño, insondables ojeras, párpados y pétalos, cinturas inasibles,

precipitados límites del cuerpo hacia la lenta noche del amor, su infinita

mirada.

(Imágenes tardías)

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A Andrés Sánchez Robayna

EL humo aciago de las víctimas.

Todo se deshacía en el aire.

La historia como el viento dorado del otoño

arrastraba a su paso los gemidos, las hojas, las cenizas,

para que el llanto no tuviera fundamento.

Disolución falaz de la memoria.

Parecía

como si todo hubiera sido para siempre borrado.

Para jamás, me digo.

Para nunca.

(Sonderaktion, 1943)

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LA soledad se puebla de fantasmas de papel y de paja, de retratos de nadie,

de láminas metálicas, de páginas desnudas donde nada está escrito. El frío

arrasa la memoria y ya empezamos a no ser, el frío que desciende del lado

más aciago de la noche donde se inicia la consumación. Y no podemos

recordar a quién habíamos amado. Pregunto: —¿dónde estás? Pero ni

siquiera yo mismo sabría quién puede responder. Llamo a todas las puertas.

La única que se abre es la sola que no conoce el perdón.

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EL cabo entra en las aguas como el perfil de un muerto o de un durmiente

con la cabellera anegada en el mar. El color no es color; es tan sólo la luz. Y

la luz sucedía a la luz en láminas de tenue transparencia. El cabo baja hacia

las aguas, dibujado perfil por la mano de un dios que aquí encontrara

acabamiento, la perfección del sacrificio, delgadez de la línea que engendra

un horizonte o el deseo sin fin de lo lejano. El dios y el mar. Y más allá, los

dioses y los mares. Siempre. Como las aguas besan las arenas y tan sólo se

alejan para volver, regreso a tu cintura, a tus labios mojados por el tiempo, a

la luz de tu piel que el viento bajo de la tarde enciende. Territorio, tu cuerpo.

El descenso afilado de la piedra hacia el mar, del cabo hacia las aguas. Y el

vacío de todo lo creado envolvente, materno, como inmensa morada.

(Cabo de Gata)

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TÚ duermes en tu noche sumergido. Estás en paz. Yo araño las heladas

paredes de tu ausencia, los muros no agrietados por el tiempo que no puede

durar bajo tus párpados. Ceniza tú. Yo sangre. Leve hoja tu voz. Pétreo este

canto. Tú ya no eres ni siquiera tú. Yo, tu vacío. Memoria yo de ti, tenue,

lejano, que no podrás ya nunca recordarme.

(In pace)

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EN el umbral hay una figura de mujer. Temblor del cuerpo, leve palpitación

del prolongado gris del chal sobre el que se derramaban sus cabellos. Le

pregunté: —¿De dónde vienes? Sus ojos se perdieron en la tarde. Volví a

decirle: —¿Adonde vas? Y regresó despacio a su mirada. Entonces

comprendí que, en el umbral, no era la mujer ni un antes ni un después. No

era; estaba. Estaba, solamente.

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NADIE. No estoy. No estás. ¿Volver? No vine nunca.

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SÓLO la soledad resuena larga

igual que cola o viento.

Vienen

desde el vacío las palabras,

nos poseen desnudos en su centro abrasado

y en él nos desengendran

para hacernos nacer.

Escucha

como en la soledad despierta,

inaudible, la pura raíz del aire.

(Segunda oda a la soledad, fragmento)

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SE llena a veces el mundo de tristeza.

Los armarios de luna con la imagen de un niño

navegan en la noche.

El viento llora

como animal herido,

solo bajo las nubes.

Los blancos lirios de la primavera

nadie podría ahora recordarlos.

Baja

tumultuoso el río

opaco de las sombras.

Piedras. Norte. Estalla

lejos la luz, muy lejos.

Andemos todavía.

(Días de invierno de 1993)

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AL lento sol que baja hacia la tarde

ceder, abandonarse.

Declinación.

El flujo del vivir

se ha ido deteniendo imperceptible

como el borde del vuelo o la caricia.

Aún dura leve lo que fuera huella

de su tacto tenue.

No sé si salgo o si retorno.

¿Adonde?

El fin es el comienzo.

Nadie

me dice adiós. Nadie me espera.

Entrar ahora en el poniente,

ser absorbido en luz

con vocación de sombra.

Y tú, que me has amado, sacrifica

a las divinidades de la noche

lo más puro de mí

que en tu secreto reino sobreviva.

(Luces hacia el poniente)

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A Derek Harrts y James Valender

LA luz caía vertical sobre la piedra.

En la losa desnuda pusimos siemprevivas.

También son leves y te representan,

a ti, tan duradero entre nosotros.

Subimos al lugar en donde yaces

dos amigos ingleses y un hombre de tu tierra,

amigos ciertos que te aman

de dos países que al cabo desamaste.

Tal fue tu sino, engendrar el amor

en el difícil reino de lo siempre contrario

unido por el fuego.

Señor de la distancia y lo imposible.

Luis Cernuda, poeta, reza

la piedra, y los lugares y las fechas

que acotaron tu paso entre los vivos.

Entre ellos soñaste un poeta futuro

y al final lo engendraste

y hoy puede así el futuro hablar contigo.

Otros han desaparecido entre las sombras.

Tú no. Tu luz escueta permanece,

lo mismo que estas flores, para siempre.

(A Luis Cernuda, con unas siempre vivas)

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LA lluvia cayó sobre las hojas

hasta agotar los números del tiempo.

El río trajo la bronca imagen de los asesinos

reflejada en sus aguas más oscuras.

Venían con sus dioses de bolsillo,

aguardentosos, tristes, ávidos.

El áspero ruido de sus botas

llegaba hasta las bóvedas del cielo.

Vosotros os levantasteis hacia el aire

como bandada de aves indefensas.

No sabéis cuántos murieron,

cuántos habéis quedado,

qué quedará de todo y de la luna

cuando ya nadie quede de vosotros.

Fazendeiros de fazendas e mortes,

cheios de sombra.

Quien esté ciego para verlo no merece

vivir.

El mate ardiente pasa

de una mano a otra mano.

Todas las manos juntas representan

el nuevo nacimiento, el vuestro, el nuestro

si aún nos fuese posible

nacer a vuestro lado

en la tierra sin mal.

(Redoble por los kaiowá del Mato Grosso del Sur)

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TAN sólo escribe criptografías. Sigue en su hechura las técnicas instintivas

del disimulo y de la ocultación. Percibirlo, hace esas composiciones

inquietantes. Tal vez hay en una de ellas, en la que acaso constituya el

centro del laberinto, un secreto, un tesoro escondido. Pero no sabemos cuál

es.

(Estética)

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SI hay un momento en el mundo

donde el pico de un pájaro

dijérase parece suspender el caos,

un súbito momento de tenue paz, ahora,

en el parque de una ciudad extraña donde me encuentro por azar.

Si existe repentino este silencio

en el leve descenso de la tarde,

si hay aves que se funden y hacen uno el canto y la quietud

y una mujer joven que cruza con su hijo pequeño de la mano

me mira, intensamente,

si este eterno es verdad, merecería

la pena haber venido,

estar presente, dios, en esta cita tuya no anunciada.

(Parque de Figueras)

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A Coral

AL norte

de la línea de sombras

donde todo hace agua,

rompientes

en que el mar océano

se engendra o se deshace,

y el naufragio inminente todavía

no se ha consumado, ciegamente

te amo.

(SOS)

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HA pasado algún tiempo. El tiempo pasa y no deja nada. Lleva, arrastra

muchas cosas consigo. El vacío, deja el vacío. Dejarse vaciar por el tiempo

como se dejan vaciar los pequeños crustáceos y moluscos por el mar. El

tiempo es como el mar. Nos va gastando hasta que somos transparentes. Nos

da la transparencia para que el mundo pueda verse a través de nosotros o

pueda oírse como oímos el sempiterno rumor del mar en la concavidad de

una caracola. El mar, el tiempo, alrededores de lo que no podemos medir y

nos contiene.

(Desde el otro costado)

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PÁJARO del olvido

jamás te tuve más cierto en mi memoria.

Vuelvo ahora

desde no sé qué sombra

al día helado del otoño en esta

ciudad no mía, pero al fin tan próxima,

donde el sol de noviembre tiene

la última dureza

de lo que ya debiera

morir.

¿Y es éste el día

de mi resurrección?

Las hojas arrastradas por el viento

apagan nuestros pasos.

Llego y ni siquiera sé muy bien quién llega

ni por qué fue llamado a este convite

tantos años después.

(Comparición)

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DE ti no quedan más

que estos fragmentos rotos.

Que alguien los recoja con amor, te deseo,

los tenga junto a sí y no los deje

totalmente morir en esta noche

de voraces sombras, donde tú ya indefenso

todavía palpitas.

(Proyecto de epitafio)

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FLOTAR en la incierta realidad del ser, tentar a ciegas lo improbable, no

tener asidero en tanta sombra. Los cuerpos de los ahogados en la mar

meditan boca abajo, pero no ven el fondo con los ojos vacíos. El anciano

volvió con una antorcha e iluminó los barcos naufragados. Se alzó desde la

noche un coro en una lengua imposible de interpretar. Ésta es la verdadera

canción, pensaste, y luego te fuiste diluyendo, despacio, muy despacio, en lo

no descifrable.

(Nadie)

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ESTÁBAMOS en un desierto confrontados con nuestra propia imagen que

no reconociéramos. Perdimos la memoria. En la noche se tiende un ala sin

pasado. Desconocemos la melancolía y la fidelidad y la muerte. Nada parece

llegar hasta nosotros, máscaras necias con las cuencas vacías. Nada

seríamos capaces de engendrar. Un leve viento cálido viene todavía desde el

lejano sur. ¿Era eso el recuerdo?

(Lotófagos)

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SI después de morir nos levantamos,

si después de morir

vengo hacia ti como venía antes

y hay algo en mí que tú no reconoces

porque no soy el mismo,

qué dolor el morir, saber que nunca

alcanzaré los bordes

del ser que fuiste para mí tan dentro

de mí mismo,

si tú eras yo y entero me invadías

por qué tan ciega ahora esta frontera,

tan aciago este muro de palabras

súbitamente heladas

cuando más te requiero,

te digo ven y a veces

todavía me miras con ternura

nacida sólo del recuerdo.

Qué dolor el morir, llegar a ti, besarte

desesperadamente

y sentir que el espejo

no refleja mi rostro

ni sientes tú,

a quien tanto he amado,

mi anhelante impresencia.

(Elegía: fragmento)

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TE vas saliendo

un poco

de la vida, over-

lapping, borde-

ando el limite impreciso en donde

ya comienzas a estar

lejano y próximo

de este lado del día o aquel lado

de sombra.

(Rué du Dragón)

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EN la ventana

las gotas de la lluvia fingen llanto

del prematuro rostro frío de este otoño.

Hay días

en la estación que baja

con las nieblas primeras

hacia la fronda aún verde

del jardín tan íntimo,

velados días como tenues telas,

días tejidos en el hueco oscuro,

suspendidos del borde

de los días iguales,

como ayer, como siempre.

(Otoño, 1994)

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TAL vez en el sediento, oscuro, rápido

deshacerse del día

te has ido transformando en otra cosa

limítrofe de ti,

no tú.

No vuelves

a encontrarte

si regresas a tientas

al cuerpo que tuviste,

al lugar donde ardiera

hasta el blanco del sueño

el hierro del amor.

Depón tu rostro

que ahora desconoces.

Deja huir tus palabras,

libéralas de ti

y pasa lentamente,

desmemoriado y ciego,

bajo el arco dorado

que arriba tiende el anchuroso otoño

como homenaje póstumo a las sombras.

(Arco de triunfo)

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HAY una leve luz caída

entre las hojas de la tarde.

No podemos hollarla.

Dame

tu mano y cruza

de puntillas conmigo

para nunca pisarla,

para no arder tan tenue

en sus dormidas brasas

y consumirte lenta

en el perfil del aire.

(Octubre)

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SAN Jorge es apenas un niño

sobre un blanco caballo de cartón.

En el cielo azul pálido

hay una luna mínima, cortante,

y discurren distraídas las nubes.

La boca de la cueva se abre enorme,

apenas defendida por el dragón

con ojos en las alas

de encendidos colores

como el pavo real.

Su sangre corre roja,

convencional la sangre,

y tiñe tierno el verde de su piel.

La mujer, roja y verde

como el dragón, apenas

lo sujeta con una leve cuerda

que nada tensa.

Dócil, el animal

se presta al vencimiento.

La mano izquierda de ella

presenta, muestra, invita

a la entregada bestia.

Mientras,

la prolongada lanza

del San Jorge inocente

perpetúa la oscura

penetración.

(Paolo Ucello)

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MORTECINO el otoño cae despacio

(¿dónde está su triunfo?),

lame mi mano con la antigua

fidelidad del can de Ulises,

se desliza a mis pies,

se arrima al último reborde ciego

de las cosas, deja un hilo delgado

como huella del apenas estar,

se posa y vuela en la mirada y forma

en ella un horizonte para siempre

de imperceptible sombra.

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ALREDEDOR de la hembra solar aún sigue girando oscuro el universo.

(Centro)

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LA voz en el teléfono fue una sorda agresión de la sombra. Dijo tu muerte,

bronca, cruel, inexorable. Como un destino. Dijo. No podía entenderla.

(Aniversario)

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DESDE Granada subimos hasta Víznar. Vagamos por el borde sombrío del

barranco. —¿Dónde?, decíamos. Era el otoño. Los hermanos, las viudas, los

hijos de los muertos venían con grandes ramos. Entraban en el bosque y los

depositaban en algún lugar, inciertos, tanteantes. ¿En dónde había sucedido?

—Lo mataron a él, decía la mujer, pero aquí también mataron a otros

muchos, a tantos, a esos que ahora nadie ya recuerda. —Él ya no es él, le

dije. Es el nombre que toma la memoria, no extinguible, de todos.

(Víznar, 1988)

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EN la sala hay un viejo reloj de madera semiempotrado en el muro. Un niño

toca el reloj: el péndulo se detiene. Como lo divino es indiferente a la forma,

el tiempo, número del movimiento, sería indiferente a la cantidad. El

péndulo se detiene. Sólo en el péndulo parado se inscribe en verdad el ser

del tiempo.

(Cero, matriz de lo posible)

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PÉNDULO, cero irreal o número del tiempo,

del antes y el después.

Del antes

de qué, de quién, de cuándo, y del después

de qué palabra que nunca antepusimos.

Péndulo inmóvil.

Cero.

Tantos después envuelve ya el pasado

y tantos antes no nacidos nunca.

(Variación sobre un tema barroco)

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TAL día como hoy empezamos a andar.

Un coro

de blancas voces

saludaba a la luz recién nacida

en las cercanas torres de Magdalen.

Pasaron luego el tiempo

azul de la alegría

y oscuro del dolor.

Te fuiste.

Yo desanduve solo el terrible camino

para llegar al punto del origen donde acaso

aún podría encontrarte,

nacer de nuevo a la misma mañana,

abrirse al despertar,

abrir los ojos como entonces,

los ojos que aún se miran,

nos miramos, con idéntica luz.

(May Day, 1956)

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A Jacques Ancet

To a green thought in a green shade

Andrew Marvell

EL espesor del bosque,

su verde luz oscura,

la voz que llama adonde,

el borde, el límite

donde comienzan los senderos

que a su vez se entrecruzan

y se anulan hasta el súbito claro, repentino

lugar de un dios

que aquí se manifiesta,

¿cuál dios?,

podríamos hacer en él nuestra morada,

en esta claridad,

al menos hasta el tiempo de las lluvias

para identificar aún nuestro camino

en la hierba pisada, para qué, jamás

podríamos volver, pues los senderos

se cruzan infinitos en el bosque,

me llama el bosque todavía

y la naturaleza madre me reduce,

me asume en sí, me devuelve a la nada.

(El bosque)

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Antonio in perpetuum

Y tu cuerpo surgía de las aguas

lustrales, resurrecto,

como una espada inextinguible.

(Lo blanco)

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SUBE en nosotros

el nivel de la sombra.

Muy despacio

sube la noche.

Abajo brilla

radiante un sol oscuro.

Llama.

Nos llama.

Vértigo

sin tiempo.

Dime,

ahora que sentado al borde de las aguas

veo pasar la sombra que me lleva, dime,

¿se irá con ella tu indeleble memoria?

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ENTRA la tarde entera en la quietud.

El cuerpo yace en la profundidad oscura de sí mismo.

Y anida o nace un águila

en la boca secreta de tu sexo.

(Coronación)

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ME pedís que explique las razones del fracaso o del éxito.

La canción del pescador se sumerge en las aguas.

(Versión de Wang Wet, siglo VIII)

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DETRÁS de la biblioteca de la escuela

aparecían en otoño flores amarillas

cuyo nombre aún ignoro.

(Versión de Takuboku, 1886-1912)

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LA puerta abre la casa hacia su adentro

donde no estás.

Vacío.

Late

el corazón muy tenue, solo.

Todavía.

(Últimos días de 1995)

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LA memoria nos abre luminosos

corredores de sombra.

Bajamos lentos por su lenta luz

hasta la entraña de la noche.

El rayo de tiniebla.

Descendí hasta su centro,

puse mi planta en un lugar en donde

penetrar no se puede

si se quiere el retorno.

Se oye tan sólo una infinita escucha.

Bajé desde mí mismo

hasta tu centro, dios, hasta tu rostro

que nadie puede ver y sólo

en esta cegadora, en esta oscura

explosión de la luz se manifiesta.

(Tamquam centrum circuli)

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SÓLO queda la fábula.

Lo que se narra y al narrarse crea

la sola narración para ninguno.

Tiempo.

No podemos morir.

Quedan tiempo y escucha

para oír lo celeste.

Ahora

ven a mí, cubre

mi cuerpo con tu espeso velo, sueño,

despierto sueño de los dioses.

Y yo

me acordaré de ti y de otro canto.

(Fábula)

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TODO parecería ahora

llevarte a la extinción.

Abandonado

de la sola palabra que tal vez aún podría

levantarme hacia ti.

No estás.

No está

la tu sola palabra.

Se espesa en torno el reino de lo gris.

Un ave cae

del centro mismo de su vuelo.

El agua

del manantial, impura, ciega

los pozos de la sed.

En esta noche

no busques luz ni abrigo,

no busques lealtad

ni amor.

Estás sentado

enfrente de ti mismo y ni siquiera

puedes mirarte con piedad.

(Ni siquiera)

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CAMINABAS despacio.

Tu cuerpo fatigado aún arrastraba

la absoluta ruina

de ti.

Te acariciaba tenuemente el sol.

Tú ibas disolviéndote en su luz.

Quedaban todavía algunos pasos.

¿Hacia dónde?

Ni siquiera sabías

con certeza cuántos podrías dar.

(La certeza)

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LOS caballos, los oros, la redonda

plenitud de las cúpulas,

los arcos, la andadura

vertical de las líneas que levanta

la luz nacida de la piedra.

Entraña.

Forma.

Ha caído la noche.

Todo

parece ahora disolverse

en su propio interior.

Muy lenta

se desgrana la música.

Diríase

que se escucha muy cerca.

¿Dónde?

Tú sabes que la oyes

cuando estás ya del otro lado

de tu propio existir.

(Piazza S. Marco, 1996)

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ALGUIEN me dice

que un hombre joven viene

de tiempo en tiempo a visitar tu tumba.

Desbroza los hierbajos.

Un hombre joven, dicen, bello

con un sombrero campesino.

Interrogado, dijo

ser un amigo de tus familiares.

¿Quién es esa figura que así acude?

Tal vez eres tú mismo que regresas

para ver dónde estás y depositas

al pie de tus cenizas,

húmedo, un ramo

de lluvia o de tristeza.

(El visitante)

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SE va poniendo grande

y redonda, carnal, la luna.

Creciente está desde su propia entraña.

Espejo o vientre

luminoso de un dios que la fecunda.

Su luz no es suya, pero el don es suyo.

Luna solar que el día me arrebata.

Permanece en el cielo para siempre,

perpetuamente derramada madre.

Ven, reaparece.

Celeste acude o vuelve.

Jamás te ocultes, duradera, danos

la paz.

(Inminencia del plenilunio)

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TU imagen melancólica

en el cristal tan tenue

borrada por la lluvia

es la imagen de un niño

que aún se asoma a su adentro

buscando a tientas la quebrada imagen

de lo que quiso ser.

(Retorno)

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EL hombre se escabulle. Queda una huella de presencia humana. Recuerdos

de acontecimientos ya lejanos. Rastros. Seguir el rastro que se va

deshaciendo. Deshacimiento. Rastro. Como el caracol va dejando tras de sí

una huella de baba.

(Variación sobre un texto de Bacon de 1952)

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AMIGOS,

para que sea el sacrificio inextinguible,

ofreced a Esculapio,

serenos, melancólicos,

el gallo de la aurora no naciente.

(El gallo)

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SI cortamos el tronco del cerezo

no hallaremos las flores en él:

la primavera sola tiene

la semilla del florecer.

(Koan del árbol, versión)

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EL amarillo, el verde, el encendido

rojo sólo para morir

bajo el tendido velo del otoño.

La luz no está en la luz, está en las cosas

que arden de luz tenaz bajo la lluvia.

Nada tiene más fuego en sus entrañas

que la melancolía ardiente de esta hora.

Nada tiene más fuego que la ausencia.

¿Llorar?

Lloradme nunca.

Me he perdido

con el aire en las bóvedas tan bajas

de un cielo que, piadoso, me disuelve.

(Días de octubre de 1996)

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Para Bernard Nöel

COMO pan vino la palabra,

como fragmento de crujiente pan

fue dada,

igual que pan que alimentase el cuerpo

de materia celeste.

Vino, compartimos su íntima sustancia

en la cena final del sacrificio.

Y nos hicimos hálito, sólo soplo de voz.

Palabra, cuerpo, espíritu.

El don había sido consumado.

(Memoria)

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CIUDAD del sur anegada en la lluvia.

Ángeles de tristeza

descienden los telones.

Nadie.

La nada.

Súbito en la sombra

el recuerdo encendido de tus senos.

(Anónimo, versión)

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TU súbita presencia.

Toda tu luz irrumpe duradera,

dura como la piedra.

Vienes

tan inmóvil, tan adentro de ti.

Lo hondo.

En tu sola existencia,

tu sola luz, estás

ardiendo para siempre.

(Presencia)

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LA agonía, la muerte, el pavo,

vocea el vendedor de lotería.

Esos nombres son cifras de la ciega alegría

que al término me lleva y ciego en él me acabo.

(Valleinclanesca)

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LA verdinegra

ascensión amarilla de la piedra

sobre el fondo oscuro, solitario, del aire.

Enfrente, lejos, el crepúsculo

que tiene aún un lecho

de roja luz,

delgado lecho o borde ardiente, ardido,

para la claridad,

la última, que como velo tenue

mantuviera la mano

de una diosa desnuda.

La lenta piedra va

escondiéndose en sombra

por sus entrañas mismas engendrada.

La piedra ha parido la noche.

Ha dado a luz la noche.

Luz-noche, acógenos en ti,

en tu secreto seno.

Acaso somos

el no posible anuncio del día venidero.

(Obradoiro)

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ESTABAS desleída en la dulzura

de los secretos jugos de tu cuerpo

y te llevaba el agua

como a una larga cabellera verde

engendrada en los limos

obstinados del fondo.

Era tu forma ese deshacimiento.

Brotar.

Fluir.

Abandonarse.

Bajaba el aire hasta los límites

perfectos de tu piel.

Blancura.

Y ya oblicuo, el poniente la encendía

para nacer de ti aquella tarde

de qué lugar, qué tiempo, qué memoria.

(Orillas del Sar)

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Y todas las cosas para llegar a ser se miran en el vacío espejo de su nada.

(Espacio)

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Para Antonio, en memoria, 1997

UNA vez más desciende la tristeza

como reptante sierpe a ras de suelo.

En el mismo lugar y en la ceniza misma,

las mismas aguas quietas en el mismo lago,

su plateado gris, las hojas húmedas

desde el llanto de ayer.

¿De cuánto tiempo antes?

Ya no tienes figura: la tuviste

cuando andábamos juntos contra el viento

que ya me amenazaba con tu ausencia.

Y ahora el día

de atenuada luz como tímida noche

apaga lentamente mi mirada.

La sombra.

Otra vez en su seno somos uno.

(Hic locus)

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Los sentidos saltan sobre

los pensamientos.

Eckhart

ESTÁS

en tu luz no visible, no engendrado,

único, el único.

Se posa tu mirada

en la ausencia de ti o en la no descifrable

irrupción de tu forma en tu vacío.

Y allí dejas la huella de tu paso.

Salí tras ti.

Devuélveme a tus ojos

que llevo en mis entrañas dibujados.

(La nada)

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TEMPLO de la cima, la noche:

la mano alzada acaricia la estrella.

¡Pero cuidado!

Bajad la voz.

No despertemos a los habitantes del cielo.

(Versión de Li Po)

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PERDÓN, la luna,

para toda la especie

engendrada en tus ciclos más secretos.

Los cuerpos gimen bajo el cielo nocturno

que en tu terrible luz se enciende.

Baja tú, la celeste, hasta el barro y la sangre

que en tu luz nos conciben.

Desciende, engendradora

de una especie infeliz que nunca

alcanzará su reino.

(El sacrificio)

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II

AHORA que tu disco resplandece

con plenitud solar en el cielo de estío,

ten piedad de nosotros,

la luna, en esta noche.

(Llanto)

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Y III

VIENES.

No estás.

Desapareces.

Hay duras ráfagas de viento.

Espesas nubes.

Vienes de pronto.

En luz te manifiestas.

Un instante tan sólo.

Deja caer tu no palpable velo

en la ciega raíz de nuestros sueños.

{Luna)

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TODO está roto, mutilado, mudo,

caído a ciegas

desde un cielo sombrío.

Nada

me alumbra en esta hora.

El otoño destila delgadas babas pálidas

que amenazan la tenue

cintura de los álamos,

grises los álamos de plata gris al borde

de tanta y tanta noche.

—¿Dónde estás tú?, pregunto, y sólo

ese yo que soy tú podría responderme.

Hay un eco infinito en los vacíos

desvanes tristes de la infancia perdida.

Y no encuentro las huellas de tu paso,

que tal vez fuera el mío.

¿Cuándo?

¿Dónde?

{Vacío)

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A Juan Goytisolo

SE va deshaciendo en leves jirones

de nada el mundo.

El viento del otoño barre los secretos

reductos últimos del corazón.

Su tenue llama, apenas palpitante, acaso

se quisiera extinguir.

¿Quién seguirá por ti contigo?

Nadie.

Nadie es el nombre de las tantas formas

de tu nunca completa rotación.

Y ahora, ante los hilos de la sombra

donde no está tu imagen reflejada,

dime, si puedes,

¿quién podría aún nacer?

(Deshacimiento)

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EL verde lentamente iba del rojo al amarillo.

No había un ave en el cielo tranquilo.

Quietud.

Por el camino que atraviesa el bosque

una silueta apenas se dibuja.

La tarde baja hasta tus labios húmedos.

Caer.

Desvanecerse,

para nunca morir,

en las entrañas hondas de este sueño.

(Octubre, 1997)

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ESTA acidez me es grata al corazón

si no estuviera a punto de expirar.

Abre aún la ventana en la que el aire

agolpa pájaros desde el bosque amarillo

donde aún empieza a clarear la luz.

Llama a mi puerta.

Dime

quién eres tú que ahora llegas

cuando todo parece terminar.

Cabellera del tiempo arrastra noches

como ríos sin término

hacia el adiós.

Amiga, vuelve

a la vida, tú que puedes aún.

En la otra orilla tu figura blanca,

erguida, guarda el solo testimonio

cierto de mí.

(Figura)

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AHORA no tienes, corazón, el vuelo

que te llevaba a las más altas cumbres.

Lates, reptante, entre las hojas secas

del amarillo otoño.

¿Y hasta cuándo en la secreta larva de ti?

¿Volverás a nacer en la mañana,

a respirar la frialdad del aire

donde hay un pájaro?

¿Lo oyes?

Canta arriba, en las cimas,

como tú, como entonces.

Tú eres sólo latir cobijado en lo oscuro.

Al pájaro que fuiste dedicas este canto.

(El vuelo)

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SALIR del tiempo.

Suspender el claro

corazón del día.

Ave.

Palabra.

Vuelo en el vacío.

En lo nunca

posible.

Ven, anégame en este largo olvido.

Ya no hay puentes:

Sosténme en el no tiempo,

en la no duración,

en el lugar donde no estoy, no soy, o sólo

en el seno secreto de las aguas.

(Isla)

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ANIMAL extendido

sobre la duración,

agazapado más allá del tiempo y de los tiempos

o más allá del dios.

Materia.

Madre

del mundo.

Erguido seno blanco

que toca el cielo o que lo engendra

y hace nacer la infinitud.

Apenas

existimos en ella un breve instante.

Acógeme de nuevo en ti,

mas sólo cuando haya

acabado mi canto.

(Sobrevolando los Andes)

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EL recuerdo incendiado

arde como el amor.

Venid, oh dioses, con el sacro fuego

cubrid de mantos rojos la alta pira

donde mi cuerpo está.

Arde lo que ha ardido.

No se consume la encendida llama

porque nadar aún sabe el agua fría.

Palpita el cielo.

Y lentamente

entro en el seno inmenso

de ti, la nada.

Cuerpo sólo

solar.

(El fuego)

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INTERMINABLE término al que llego,

donde nada termina,

donde el no ser empieza

interminablemente a ser

pura inminencia.

(Horizonte)

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LA cabeza ya ha sido abatida por los vientos o por un solo viento, solitario

el viento y violento y triste. No la ha segado, la ha vencido. Se mantiene, sin

embargo, viva; la frente grande, los grandes ojos abiertos, los colores

intensos que encienden la faz de un pájaro no del todo rendido a su inmensa

desgracia, la de no hacer reír y alimentar sin fin el llanto. Huracanado, el

viento ha reducido hasta la horizontal, lo plano, el pensamiento. El cuerpo

duramente lo sostiene. El cuerpo es la sola extensión sin fin del

pensamiento. No hay cuello o no se ve. No hay tallo. No hay tallo que

sostenga esta cabeza dolorosa. El hombro izquierdo de la triste figura,

apenas descubierto bajo la oscura túnica parece cumplir esa función del tallo

ausente. La cabeza se inclina casi en la horizontal hacia el lado derecho. La

capa oscura ocupa en vuelos amplios buena parte del cuadro. Pero no llega a

cubrir ni el rojo intenso del desnudo sexo ni el tronco erecto que sube a un

tiempo blanco y llameante hacia el perfecto ángulo que componen el brazo y

la mano derechos sosteniendo la izquierda que sostiene a su vez a la entera

figura. Manos de dedos y uñas incendiados. Casi en ángulo recto, las líneas

de las manos y los dedos son el centro del cuadro. ¿El centro del pensar?

Ardiéramos con ellos en lo nunca extinguible.

(Egon Schiele, Lyriker, 1911)

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ME cruzas, muerte, con tu enorme manto

de enredaderas amarillas.

Me miras fijamente.

Desde antiguo

me conoces y yo a ti.

Lenta, muy lenta, muerte, en la belleza

tan lenta del otoño.

Si ésta fuese la hora

dame la mano, muerte, para entrar contigo

en el dorado reino de las sombras.

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NOS baja la guitarra

al fondo del adentro.

Fondo

en donde vibra el fondo.

El llanto.

El fondo.

Qué solos nos quedamos frente a frente

mi tú, mi yo.

Qué solos.

Soleá.

(Fondo)

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CUANDO te veo así, mi cuerpo, tan caído

por todos los rincones más oscuros

del alma, en ti me miro,

igual que en un espejo de infinitas imágenes,

sin acertar cuál de entre ellas

somos más tú y yo que las restantes.

Morir.

Tal vez morir no sea más que esto,

volver suavemente, cuerpo,

el perfil de tu rostro en los espejos

hacia el lado más puro de la sombra.

(Espejo)

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Y todos los poemas que he escrito

vuelven a mí nocturnos.

Me revelan

sus más turbios secretos.

Me conducen

por lentos corredores

de lenta sombra hacia qué reino oscuro

por nadie conocido

y cuando ya no puedo

volver, me dan la clave del enigma

en la pregunta misma sin respuesta

que hace nacer la luz de mis pupilas ciegas.

(Centro)

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VACÍO.

No tener,

no sentir el calor de tu cuerpo.

(Romper del día)

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ESTE tiempo vacío, blanco, extenso,

su lenta progresión hacia la sombra.

No se oye la voz.

No canta.

Ni engendra una figura otra figura.

Ni vuela un pájaro.

Se esconde

en los. oscuros pliegues de la noche.

No viene a mí la luz como solía.

No me despierta a más ventura el aire

para solo seguir su largo vuelo.

No hay antes ni después.

Andamos para nunca llegar,

oh nunca, adonde.

Me detengo.

Efímera

construyo mi morada.

Trazo un gran círculo en la arena

de este desierto o tiempo donde espero

y todo se detiene y yo soy sólo

el punto o centro no visible o tenue

que un leve viento arrastraría.

{Tiempo)

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Y tu ardías incendiado,

solo en la infinitud del universo

y sus innumerables mundos,

víctima de jueces

tributarios de sombra

y sombra

y sombra

hasta nosotros.

Sombra.

Pero tú aún ardes luminoso.

(Campo dei Fiori, 1600)

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CIMA del canto.

El ruiseñor y tú

ya sois lo mismo.

(Anónimo: versión)

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Edición al cuidado de Nicanor Vélez

Diseño: Winfried Báhrle

Producción: Susanne Werthwein

Círculo de Lectores, S.A. (Sociedad Unipersonal)

Travessera de Gracia, 47-49, 08021 Barcelona

www.circulolectores.com

Galaxia Gutenberg, S.A.

Passeig de Picasso, 16, 08003 Barcelona

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1357900128642

© Herederos de José Ángel Valente, 2000

© Círculo de Lectores, S.A. (Sociedad Unipersonal), 2000,

por esta edición

© Galaxia Gutenberg, S.A., 2000, por esta edición

Fotocomposición: punt groe & associats, s.a., Barcelona Impresión y

encuadernación: Printer industria gráfica, s.a.

N. II, Cuatro Caminos s/n, 08620 Sant Vicenç dels Horts

Barcelona, 2000

Depósito legal: B.42642-2000

ISBN Círculo de Lectores:84-226-8536-1

ISBN Galaxia Gutenberg:84-8109-312-2

N.° 35246

Impreso en España