Una gran decepción.docx

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Una gran decepción Perico molesto, se levantó y decidió retornar a su casa. Caminó más de dos horas por las calles desoladas de Lima. Al llegar a su casa, subió de puntillas por las escaleras, trató de ser lo más sigiloso posible, pero al entrar por la puerta, se quedó estupefacto. Su mamá lo estaba esperando sentada. ¿A dónde saliste tan tarde?, le dijo su mamá a Perico. Perico no sabía que responder, comenzó a tartamudear y entró en pánico. Su mamá se levantó del sofá, lo agarró de la patilla y lo llevó hasta la cocina. Gritándole le dijo: ¿Dónde carajo están los otros veinte soles? Perico rompió en llanto y comenzó a relatar todo lo que había sucedido. Su mamá, a pesar de la amargura de haber sido hurtada por su mismo hijo, trató de entender lo que Perico estaba sintiendo. Ella lo agarró de la mano y le dijo: Sécate las lágrimas, vamos a ir ahorita mismo donde esa pastelería ¿qué se habrán creído? Perico sorprendido de la reacción de su madre, se fue al baño a lavarse la cara y entre dientes se dijo: Ahora sí me la van a pagar todos. Bajando las escaleras, Perico estaba planeando todo lo que le iba a decir al dependiente y al empleado. Su mamá le dijo: Espérame aquí, no te muevas. Perico desobediente entró a la pastelería detrás de ella. ¿Cómo se atreve a tratar a mi hijo de esa manera?, le dijo la mamá de Perico al dependiente   Que sea la última vez que le hablas de esa manera a mi hijo ¿entendiste?, ahora despáchame tres soles de merengues. El dependiente atónito, no hizo nada más que coger una bolsa, llenarla de merengues y entregársela a la señora. Antes de partir Perico le dio una mirada maléfica al dependiente y le hizo una seña con sus manos de que le cortaría la cabeza. Aquí tienes hijo   sacando un merengue de la bolsa   pero tienes que prometerme que no volverás a robarme ni a escaparte de la casa ¿sí? Sí, le respondió Perico. Perico no podía creer que por fin tenía un merengue en sus manos, había esperado tanto éste momento, que el mismo creía que estaba soñando. Ni siquiera lo masticó, se lo metió de frente a la boca y lo escupió al suelo. ¿Qué pasa?, le dijo su madre. Perico limpiándose la lengua, se puso a llorar y le dijo: Son demasiado azucarados. Y así querías gastar mis veinte soles en esto   le dijo su madre a Perico, tratando de consolarlo.

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Una gran decepción

Perico molesto, se levantó y decidió retornar a su casa. Caminó más de dos horas por las

calles desoladas de Lima. Al llegar a su casa, subió de puntillas por las escaleras, trató de

ser lo más sigiloso posible, pero al entrar por la puerta, se quedó estupefacto. Su mamá lo

estaba esperando sentada.

¿A dónde saliste tan tarde?, le dijo su mamá a Perico. Perico no sabía que responder,

comenzó a tartamudear y entró en pánico. Su mamá se levantó del sofá, lo agarró de la

patilla y lo llevó hasta la cocina. Gritándole le dijo: ¿Dónde carajo están los otros veinte

soles? Perico rompió en llanto y comenzó a relatar todo lo que había sucedido.

Su mamá, a pesar de la amargura de haber sido hurtada por su mismo hijo, trató de

entender lo que Perico estaba sintiendo. Ella lo agarró de la mano y le dijo: Sécate las

lágrimas, vamos a ir ahorita mismo donde esa pastelería ¿qué se habrán creído? Perico

sorprendido de la reacción de su madre, se fue al baño a lavarse la cara y entre dientes

se dijo: Ahora sí me la van a pagar todos.

Bajando las escaleras, Perico estaba planeando todo lo que le iba a decir al dependiente

y al empleado. Su mamá le dijo: Espérame aquí, no te muevas. Perico desobediente entró

a la pastelería detrás de ella. ¿Cómo se atreve a tratar a mi hijo de esa manera?, le dijo la

mamá de Perico al dependiente  – Que sea la última vez que le hablas de esa manera a mi

hijo ¿entendiste?, ahora despáchame tres soles de merengues.

El dependiente atónito, no hizo nada más que coger una bolsa, llenarla de merengues y

entregársela a la señora. Antes de partir Perico le dio una mirada maléfica al dependiente y le

hizo una seña con sus manos de que le cortaría la cabeza. Aquí tienes hijo  –  sacando un

merengue de la bolsa  – pero tienes que prometerme que no volverás a robarme ni a escaparte

de la casa ¿sí? Sí, le respondió Perico.

Perico no podía creer que por fin tenía un merengue en sus manos, había esperado tanto éste

momento, que el mismo creía que estaba soñando. Ni siquiera lo masticó, se lo metió de

frente a la boca y lo escupió al suelo. ¿Qué pasa?, le dijo su madre. Perico limpiándose la

lengua, se puso a llorar y le dijo: Son demasiado azucarados. Y así querías gastar mis veinte

soles en esto  – le dijo su madre a Perico, tratando de consolarlo.