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SAN MIGUEL DE TUCUMN 1812 -VIDA COTIDIANA EN TIEMPOS DIFCILES

Sara Pea de Bascary

Trabajo presentado en las IX Jornadas La Generacin del Centenario.

Centro Cultural Alberto Rougs de la FML, octubre 2012. Publicado en

Actas de las Jornadas, diciembre de 2013)

San Miguel de Tucumn, en 1812, era a una comunidad sujeta a los cambios que se producen

ante al impacto de la revolucin y la guerra. Nos ocuparemos de la gente, sus costumbres, la vida

cotidiana, en una ciudad que se ve colmada de soldados y sus habitantes se deben adaptar a la

nueva situacin. Veremos como vivan, como transcurran los das, en el Tucumn de los tiempos

de la batalla del 24 de setiembre. Nos abocaremos, en algunos aspectos, a lo cotidiano que viene

de antes, lo que perdura y lo que cambia en un momento crtico en la vida de la ciudad.

La ciudad y la gente.

El aspecto de la capital tucumana era precario. Las calles no estaban empedradas por lo que el

polvo, en pocas de sequa o el lodazal en tiempos de lluvias, haca insalubre la circulacin. A

pesar de esto transitaban continuamente por las callejuelas hombres y mujeres en sus

ocupaciones; peones, troperos, vendedores, entre otros, en ese abigarrado vecindario. Se estima,

en cinco mil personas los habitantes ciudad en 1812. San Miguel, durante el da, era una

bulliciosa aldea. El permanente trajn, el ruido y las voces de los habitantes, el traqueteo de los

carruajes y de los caballos era acompaado por el taido de campanas de las iglesias. Y al caer la

noche, con el toque de queda, el silencio se adueaba del poblado.

La plaza era el mbito de sociabilizacin por excelencia. Cumpla las funciones de espacio

pblico donde se celebraban los principales actos oficiales. En ella se aplicaban las ms altas

penas de justicia. Constitua un importante espacio de intercambios y contactos. All se

concentraban las actividades mercantiles, especialmente las del abasto de la poblacin. Las

tiendas y pulperas ms importantes se encontraban distribuidas en torno a ella o en las calles

aledaas. Un enjambre de vendedores se instalaba para comerciar todo tipo de productos.1

1 ANA MARIA BASCARY; Familia y vida cotidiana-Tucumn a fines de la colonia. (Tucumn 1999). Tesis doctoral,

base de este trabajo sobre la vida cotidiana precedente a la Batalla de Tucumn, con aadidos nuestros que surgieron

en la pesquisa.

2

La plaza, el ncleo de la ciudad, estaba ocupada por todos los sectores sociales. Por ella

circulaban las seoras que concurran a misa, los comerciantes y troperos, los capitulares que se

dirigan al Cabildo, las milicias que realizaban sus ejercicios. Era un lugar verstil, que se

adaptaba a diferentes actividades. Poda albergar el tablado para la proclama de nuevas

autoridades, engalanarse con arcos y flores para la procesin de Corpus o iluminarse con farolitos

de papel para alguna fiesta oficial. Su actividad como mercado la hacia el lugar ms animado y

dinmico de la ciudad. La plaza, que era el centro neurlgico de la vida cotidiana de la poblacin,

por lo general se encontraba sucia y cubierta de tierra y escombros. Toda vez que se aproximaba

una festividad pblica, el cabildo intimaba a los vecinos a su limpieza2.

Las calles se convertan diariamente en mbito ldico, donde concurra toda clase de gente a

jugar a la pelota, actividad que en un momento se prohibi y castig con multas y azotes.

Usualmente las calles se transformaban en campos de carreras de alocados jinetes que se

lanzaban al galope provocando mas de un susto y algn que otro herido.

En carnaval, la poblacin hacia de las suyas y disfrutaba transgrediendo el orden establecido.

El viajero ingls Temple lo describa as: La principal diversin consista en arrojar puados de

harina o almidn a los ojos desprevenidos. Todas las personas, hombres y mujeres, llevaban en

sus bolsillos y esquinas de sus ponchos abundante depsito de esta municin cuyo precio

aumentaba en el carnaval que se festejaba durante tres das sucesivos.3 Otra costumbre muy

difundida, que tenia a las calles como escenario, era el de las serenatas nocturnas o andar de

msica, en las que grupos de jvenes deambulaban por las calles entonando canciones.

Carretas, carruajes y coches.

Frente a las casas de comercio no faltaban carretas cargando o descargando mercaderas.

Estos carruajes, en gran nmero por las calles, daban a la ciudad un aspecto animado, propio de

los pueblos mercantiles.4 Las carretas eran el nico medio de transporte de mercaderas de la

campaa a la capital y desde la capital al Alto Per, Crdoba, el Litoral y Buenos Aires. Eran

famosas las de Tucumn donde se construan en gran escala. Los fletes eran el rubro que ms

beneficios proporcionaban y significaba, con el comercio, la principal fuente de ingresos de las

familias principales.

2 Ibdem. pgs., 242 a 250

3 EDMUND TEMPLE; Crdoba, Tucumn, Salta y Jujuy en 1826. (Bs. As, 1820). Pg. 71

4 JULIO P. VILA, La ciudad arribea- reconstruccin histrica (Tucumn 2003). Pgs. 406 - 407

3

El jesuita Francisco Javier Miranda deca que las carretas tucumanas- eran mas capaces que

las usadas en Espaa y servan de casa porttil dentro de la cual, sobre un catre, va una cama y

debajo del catre arcas, bales, petacas y dems trastos necesarios para el viaje y que era preciso

llevar todo lo necesario para comer y beber para la larga travesa..5

Durante la guerra las carretas fueron muy requeridas para las necesidades del ejrcito: Don

Rufino Cosso, por ejemplo, solicitaba en 1825, que se le abonaran gastos realizados, en agosto

de 1812, en alistar la tropa, conchabar peones, fletar boyadas y trasladar enseres del ejrcito

de Belgrano que vena en retirada desde Jujuy. Sealaba lo difcil de la tarea, atento a lo

calamitoso del tiempo, y precipitacin con que se formaron y marcharon deca que el contrato

estipulaba acarrear los avos hasta esta ciudad, pero como cargaba el enemigo se condujo la

tropa hasta la localidad de Loreto, jurisdiccin de Santiago del Estero. Adjuntaba una constancia

por 1200 pesos por doce carretas.6. Por otra parte vemos, en libros de contadura del gobierno,

que en abril de1812 se abona a don Domingo Villafae 2948 pesos por 20 carretas, a 100 pesos

cada una y conducir 365 monturas para el ejrcito. Mientras Ramn Ignacio Santilln cobra

700 pesos por flete de carretas para la conduccin de la artillera y otros adherentes que este

gobierno remite al Ejercito y a Jos de los Ros se le paga por el urgentsimo costeo de peones

y bueyes a Yatasto para que de all transporten la artillera.7. Erogaciones con fines blicos fueron

constantes en este perodo.

Haba escasos coches tirados por caballos, se conocen los del jesuita Diego Len Villafae,

de Jos Molina, de Juan Silvestre Helguero, el del cura Miguel Martin Laguna y el de Diego

Miguel Araoz, cura de Monteros, que adquiri un coche por 200 pesos al comerciante Gregorio

Araoz8. El de Molina, segn el inventario de sus bienes, estaba forrado de damasco, claveteado

de tachuelas doradas, con cristales y sus aperos correspondientes9. La llegada del General

Belgrano en coche, la llamada sopanda, fue toda una sorpresa, tambin proporcionada por la

poca de la guerra. Este tipo de carruajes reemplazara, con el tiempo, a los pesados carretones.

El medio de transporte habitual entre los tucumanos era el caballo. Segn Julio P. vila no

haba casa, donde hubiese hombres, que no contara con uno o mas caballos. Todo hombre era

5 FURLONG, GUILLERMO, Francisco Javier Miranda S.J y su sinopsis 1772 (Bs. As.1963). Pg. 69

6ARCHIVO HISTRICO DE TUCUMN, en adelante A.H.T. - Comprobantes de Contadura, Tomo 70 - Ao 1825, fs.

147/151. 7 P.ANTONIO LARROUY, Documentos del Archivo General de Tucumn- Invasiones inglesas y revolucin.

Recopilacin. Tomo I. (Bs. As. 1919) pgs. 416 a 419 8 A.H.T. Libro de Caja y Cuentas Corrientes de Don Jos Gregorio Aroz. 2 de agosto de 1806, fs. 21

9 ANA MARA BASCARY, Op.cit. pg. 263

4

dueo de grandes y pesadas espuelas de plata, cosa tan indispensable como las botas de becerro o

de charol.10

Luces en la ciudad.

La ciudad estaba iluminada con faroles de papel, que se colgaban, al anochecer, en los frentes

de las casas y se retiraban diariamente. Se utilizaban candiles con aceite y mecha, los que eran

corrientes en las noches sin viento. El libro de ingresos del convento franciscano registra, en

1812, que para los claustros se han hecho 5 faroles forrados en papel11. Al ao siguiente

finaliz la colocacin de luminarias de cristal en la ciudad. La escasa iluminacin, el mal estado

de las veredas y la ausencia de agentes de polica explica que se fijara la hora de la queda a las

10 de la noche.12

Capitulares, sacerdotes, militares y abogados

Las familias principales se ocuparon de acaparar cargos polticos y a la colocacin de sus

integrantes en la Iglesia y la Milicia. El Cabildo fue el mbito preferido ya que ser capitular

brindaba considerable prestigio. Segn Ana Mara Bascary las estrategias matrimoniales, con su

red de parentescos, hacan posible que varios miembros de una misma familia se desempearan

como cabildantes. Las carreras militar y eclesistica constituyeron importantes medios de

afianzamiento de poder. La existencia entre sus miembros de sacerdotes o militares era adems

atributo de status y jerarqua social. En algunas familias era notable el nmero de sacerdotes,

como en las de Aroz, Molina o Villafae. En Tucumn, donde los niveles de instruccin eran

bajsimos, los curas eran personas con educacin superior con estudios en Crdoba o en

Chuquisaca. El ser curas de parroquias rurales brindaba beneficios econmicos importantes13

.

Entre los sacerdotes que actuaron en tiempos de la Batalla se destacan, Diego Len Villafae,

Jos Agustn Molina, Pedro Miguel Araoz, Jos Ignacio Thames y Miguel Ignacio Alurralde que

fue capelln del ejrcito de Belgrano, entre otros. En cuanto a los abogados; doctores en leyes,

fueron Domingo Garca, Nicols Laguna y Manuel Felipe Molina de gran desempeo en el

Cabildo tucumano y en la Audiencia de Buenos Aires.

10

JULIO P. VILA, op. cit. pg.424 11

ARCHIVO CONVENTO DE SAN FRANCISCO. (en adelante A.C.S.F.), Libro de Ingresos del Convento de San Francisco

1810-1834, fs. 187 12

JULIO P. VILA, op. cit., pgs. 418 a 419 13

ANA MARIA BASCARY, op, cit, pg. 196 y MARA CELIA GUERRA OROZCO; El clero secular tucumano En: La

Repblica Extraordinaria. (Rosario 2011), pg. 197

5

La milicia tucumana se destac en las invasiones inglesas y fue protagonista en la victoria del

24 de septiembre de 1812. Muchos tucumanos figuran en el Parte Oficial de la Batalla y en las

Planillas del Ejrcito de los Pueblos Interiores, donde el General Belgrano asent las

calificaciones y notas correspondientes a cada uno de los hombres que estuvieron en las acciones

de Tucumn y Salta. Entre los oficiales consignados en esa documentacin se encuentran

Gregorio Aroz de Lamadrid, Alejandro Heredia, Felipe Heredia, Diego Aroz, Francisco Javier

Araoz, Jos Gabriel Daz, Gregorio Escobar, Esteban Figueroa, Jos Ignacio Murga, Pedro Roca,

Jos Mariano Salas, Tomas Tejerina, Baltasar Tejerina, Rufino Valle, Gernimo Zelarayn,

Miguel Gernimo Francisco Araoz, y Jos Eusebio Cainzo.14

Tambin tuvieron destacada

actuacin, respaldando al general Belgrano y al Ejercito del Norte, el coronel Bernab Aroz y el

sacerdote Pedro Miguel Aroz, que si bien no participaron en la accin de Tucumn la apoyaron

decididamente y estuvieron en la batalla de Salta.

Numerosos tucumanos se haban enrolado en las milicias, as lo vemos en un registro oficial

de enero de 1811.15

En esa documentacin se detallan los soldados de los regimientos de

Voluntarios de Caballera, -tres compaas y sus respectivos escuadrones-, de Granaderos

Provinciales y la Compaa de Comerciantes de Tucumn. En marzo de 1812, se forma el

regimiento de Pardos y Morenos y en mayo de ese ao, figuran en documentos oficiales, los

Regimientos de Hsares de la Patria, de Dragones de la Patria y la Artillera Volante.

Flavia Macas que estudi este tema, da cuenta de unos 3000 enrolados en las milicias, y observa:

segn los padrones de enrolamiento analizados, los oficiales eran por lo general provenientes de

familias distinguidas16. La mayora de lo soldados empadronados en 1811 y 1812 seguramente

actuaron la Batalla de Tucumn. No obstante, al no haber listado de revista correspondiente, no

tenemos certeza, salvo el caso de aquellos oficiales que figuran en el parte de la Batalla y las

citadas planillas de Belgrano. La ciudad estaba atiborrada de soldados y cuando se avecin el

conflicto llegaron numerosos refuerzos: los "Decididos de Jujuy y Salta, los Patricios de

Santiago del Estero las tropas de Catamarca conducidas por Ahumada y Barros, adems,

obviamente el General Belgrano y el Ejrcito del Norte.

Trabajos y ocupaciones - los cambios ante la guerra.

14

CARLOS PAEZ DE LA TORRE (H) y SARA PEA DE BASCARY, Porteos, provincianos y extranjeros en la Batalla de

Tucumn. (Bs. As. 2012) (en prensa). 15

P. ANTONIO LARROUY, op. cit. Pgs. 248 a 262. 16

FLAVIA MACIAS; Milicias y ciudadanos- Tucumn en la dcada revolucionaria, En Cuatro Bicentenarios- 1810-1812-1814-1816, Junta Estudios Histricos de Tucumn. (Tucumn 2010), pg. 58.

6

Los integrantes de las familias principales eran hacendados y comerciantes y tambin lo

fueron los peninsulares quienes se dedicaron, especialmente, a la venta de productos de la tierra y

a la importacin de efectos de Castilla. En el perodo blico fueron proveedores de enseres y

vveres para la tropa. Los artesanos de los sectores populares - de diferentes etnias: blancos,

negros, indios, mestizos, y mulatos- tuvieron diversos oficios: zapateros, sastres, herreros y

plateros, entre otras faenas. La carpintera se especializ en la produccin de mobiliario,

combinando la madera de la regin con suelas de curtiduras locales. Fabricaban sillas, cajas,

arcones, cujas, mesas, escritorios y las famosas carretas tucumanas. Con sus productos estuvieron

al servicio del ejrcito como vemos, por ejemplo, en enero de 1812 al maestro de carpinteros de

montaje de la artillera, D. Manuel Antonio Milln, percibir 10 pesos a cuenta17.

Segn Ramn Leoni Pinto ante la nueva realidad -la guerra- surgieron nuevas fuentes de

trabajo. Los soldados requeriran distintos servicios como ser habitacin, pulperas, casas de

abasto, modificando con sus requerimientos la configuracin social y laboral del medio. La

confeccin de pantalones, chaquetas y camisas y otros componentes para el vestuario de la tropa

ocup a sastres y costureras. La maestranza del Ejercito proporcion trabajo a herreros, en una

cantidad considerable, en cuanto a los zapateros incrementaron su tarea extraordinariamente18

Los herreros, con el devenir de la guerra, encontraron en la fabricacin de armas un mercado

en crecimiento. Recordemos que en 1810 se haba instalado la fbrica de fusiles la que

proporcion, segn Leoni Pinto, trabajo a sus directivos y emple a cincuenta operarios. Las

mujeres del mbito popular trabajaron en actividades artesanales: elaboraban velas y jabn para

abastecer a la ciudad y exportar. Informes de la jurisdiccin dan cuenta de 1.500 mujeres

dedicadas a la produccin textil: al tejido, tanto de fibras de algodn como de lanas, realizando

ponchos, pellones y bayeta19

. Y, lgicamente, fabricaron vestimentas para la tropa.

Criadas, conchabadas o esclavas se emplearon en las casas de las familias principales. Se

encargaban del lavado, planchado, limpieza, costura, cocina y atencin de los nios. Se ocupaban

adems de la compras en la plaza, vendan productos de los negocios de sus amos, acompaaban

a las seoras y nias en sus paseos, portaban la alfombra de las damas cuando asistan a misa y

posiblemente eran amas de leche20

. El comerciante Jos Gregorio Aroz deja constancia, en su

libro de cuentas, que: el 12 de junio de 1806, entr a servir la Josefa Bazn en calidad de ama de

17

P. ANTONIO LARROUY, op. cit. pg. 406 18

RAMON LEONI PINTO, Tucumn y la Regin noroeste Periodo 1810-1825. Tucumn 2007, pg. 66 - 67 19

ANA MARIA. BASCARY, Op.cit. pg. 94; y RAMON. LEONI PINTO; op-cit, pg. 68. 20

ANA MARIA. BASCARY, Op.cit, pg.- 111

7

leche a razn de 4 pesos por mes, y mas adelante seala: y supuesto que se le ha secado la

leche ha quedado en calidad de criada intil y se le abona en lo sucesivo a razn de 12 reales al

mes.21

.

Educacin e Higiene:

En la ciudad haba solamente una escuela pblica, la de gramtica y primeras letras del

Convento franciscano, a la que asistan los nios. El nivel de educacin era muy pobre. La

mayora de las mujeres no saban leer ni escribir. Las nias reciban instruccin domiciliaria,

reducindose a lectura, escritura, nmeros y rezos. No haba bibliotecas, salvo la de San

Francisco y en muy pocas casas de familias se consignan libros entre los bienes inventariados.22

Gregorio Aroz de La Madrid recuerda en sus Memorias que lo pusieron en la escuela de San

Francisco "y luego que hube perfeccionado mi escritura y cuentas, pas a estudiar gramtica

en el mismo convento; pero como el maestro que tenamos no era muy contrado, no alcanc a

completar ese estudio"23

La poblacin careca de mnimas condiciones de salubridad. El agua provena de pozos que no

tenan brocales ni tapas o se traa de manantiales de dudosa calidad. Como todos los centros

urbanos de la poca, era un permanente foco de infecciones y enfermedades, potenciado por el

hacinamiento y falta de higiene. El interior de las viviendas ofreca un panorama desolador. Los

materiales de construccin, como el adobe, la paja y tablazn, favorecan la difusin de insectos

portadores de enfermedades endmicas. Abundaban las chinches, alacranes, pulgas y vinchucas.

Debido a la escasez de datos, resulta difcil conocer los hbitos de aseo personal. Los

inventarios de bienes, analizados por Ana Mara Bascary, le permitieron revelar la escasez de

utensilios destinados a esos fines en las familias decentes. El bao no era una actividad predilecta

entre los de ms lustre social. Los curas Laguna y Villafae, en sus cartas, se refieren a la

costumbre de baarse, pero no definen la secuencia. Seguramente, la nica baera de la ciudad,

registrada en los bienes de Doa Mara Elena Alurralde, sugera a los vecinos un detalle

excntrico de mujer rica. El lavado del pelo era tambin espordico, lo que favoreca la

propagacin de piojos y otros parsitos.24

Las viviendas contaban con jarras y jofainas de loza o

metal, plata en algunos casos, para el aseo personal.

21

A.H.T: Libro de Caja y Cuentas Corrientes de Don op. cit. 12 de junio de 1806 pagina sin foliar. 22

Cfr. ANA MARA BASCARY, op. cit. pg. 119 y NORMA BEN ALTABEF, Educar en Tucumn. En: La Repblica

Extraordinaria (Rosario 2011), pg. 266 23

CARLOS PAEZ DE LA TORRE (H), La Niez de Lamadrid, en Apenas Ayer La Gaceta. Tucumn 10.XI.2010 24

ANA MARIA BASCARY, op. cit.pg.286

8

Salud, mdicos y hospitales.

En el San Miguel de Tucumn de esa poca, segn Ramn Leoni Pinto, no haba hospitales a

pesar de los intentos realizados desde 1801, en que hubo una gran peste de viruela, de dotar a la

ciudad de un hospital. Pero la obra no se termin y en 1812 estaba inconclusa.25

A fines de la colonia, la escasez de mdicos ocasionaba que la medicina fuera ejercida por

curanderos. Los partos eran atendidos por comadronas y parteras. Las medicinas empleadas

procedan, la mayora, de medicina indgena: raz de quebracho blanco contra la ictericia,

pepitas de quinaquina quitaban el dolor de cabeza, el jugo de hoja de algarrobo blanco para

el mal de ojo. Tambin se aplicaban remedios de filiacin europea: sangras, ventosas y purgas.

No hay datos precisos de existencia de boticas, al parecer algunas tiendas, como la de Salvador

Alberdi, expendan productos farmacolgicos. Entre sus bienes se encontraron sales, cidos,

blsamos, vitriolo, alumbres, incienso y opio en rama, lo que indicara que era una pequea

botica.26

.

Pero, ya en pleno periodo blico, Leoni Pinto seala que en 1812 Hermenegildo Rodrguez

era boticario: seor Boticario que provee las medicinas para el hospital del Ejrcito franquele

todas las que el fsico le recete por orden del gobierno en atencin a satisfacerlas a ste.27 En el

aspecto sanitario la guerra produjo cambios. Se improvisaron hospitales en conventos y casas

de familias para atender a los heridos. En mayo de 1812 vemos que el cirujano Pablo Milln,

prestaba servicios en las milicias. Entre los mdicos, en la accin del 24 de setiembre, se destac

el tucumano Baltazar Tejerina, mas adelante designado medico de la ciudad quien por 300

pesos anuales tena la obligacin de atender a todos los enfermos del municipio, pero poda

tambin cobrar honorarios a pacientes particulares28 En diciembre de 1812, el mismo Tejerina

estaba a cargo del Hospital de Prisioneros que se haba instalado en Jujuy. En las milicias figura

Diego Paroissien, fsico mayor del ejercito, quien recibe 200 pesos en marzo de 1812 para

gastos del hospital.29

Las casas y su mobiliario.

25

RAMON LEONI PINTO, op. cit, pg. 283 26

ANA MARA BASCARY, op. cit. pg. 289 27

RAMN LEONI PINTO, op. cit, pg. 306 y CARLOS PAEZ DE LA TORRE (H), Don Hermenegildo Rodrguez. Una

descripcin de Tucumn en 1845 (La Gaceta 13. VII .1986) 28

RAMN LEONI PINTO, op. cit. pg. 77 29

P.ANTONIO LARROUY, op. cit. pg. 407

9

En las casas solariegas se conservaba, a comienzos del periodo decimonnico, moblaje

colonial de origen misionero, estilo luso brasileo y de produccin tucumana, el que durante el

periodo colonial constituy una prspera industria local. En las primeras dcadas del siglo XIX se

acenta en el Rio de la Plata la importacin de mobiliario de Estados Unidos, Inglaterra y

Francia30

.El que se adopta en las viviendas sin dejar al lado, por un tiempo, el antiguo moblaje.

Segn Adolfo Luis Ribera, esto represent la transicin entre el barroco y el neoclsico,.. se

disminuye el uso de la talla, las curvas ceden lugar a las lneas rectas y el mueble se torna mas

liviano y menos austero31. La produccin de mobiliario empobreci en tiempos de la guerra.

El moblaje de las casas de los principales vecinos de San Miguel consista en sillas y

taburetes, cajas, arcones y petacas para guardar ropa y vajilla e incluso escribanas y escritorios

para el uso de los comerciantes y hacendados; mesas de la ms diversa ndole, cujas con

balaustres torneados, camas, catres de tiento y enseres de estrado32

.

En la sala principal el estrado era un espacio exclusivamente femenino. Sarmiento los

recordaba como un "... lugar privilegiado en el que slo era permitido sentarse a las mujeres, y en

cuyo espacioso mbito, reclinadas sobre almohadones, trataban visitas y dueos de casa aquella

bulliciosa charla... 33 Consista en una tarima, sobre la que se colocaban alfombras, cojines y

muebles diseados especialmente. En invierno, se utilizaban alfombras de lana, llamadas de

bordo, que se remplazaban en el verano por esteras de paja. En las casas de las familias ms

acomodadas sola colocarse en las paredes un "espaldar" para el estrado, que consista en cenefas

y colgaduras de telas de la ms variada calidad. Por lo general el estrado era presidido por un

cuadro religioso. Sobre la alfombra; un silln para la seora de la casa, almohadones, sillas

ratonas y taburetes para las jvenes. Otros accesorios eran braseros para calentar el ambiente,

costurero para labores de agujas y una escribana con papeles, pluma y tinta para que las seoras

facilitaran a los visitantes34

.

La existencia del estrado en las casas de las familias principales y tambin en las viviendas

ms humildes, con elementos ms sencillos, era una costumbre de inspiracin morisca, trada de

Espaa y difundida en Amrica hasta mediados del S. XIX. No existe representacin grafica del

estrado, solo conocemos las descripciones de Sarmiento o las crnicas de viajeros, como Miers,

30

ADOLFO LUIS RIVERA, El Mobiliario en Rio de la Plata En: Historia General del Arte. (Bs. As. 1983)Vol. 4, pg.

187) 31

Ibd. 32

ANA MARA BASCARY, op. cit. pg. 258 y JULIO P. AVILA, op. cit. pg. 280 33

DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO, Recuerdos de Provincia (Bs. As. 1850) 34

SARA PEA DE BASCARY y PATRICIA FERNNDEZ. MURGA, Gua de visita de la Casa Histrica (Tucumn 1995).

10

que cuenta: La duea de casa, con sus tres hijas ocupa el amplio estrado cubierto de alfombras,

donde con gran aparato reciben a los viajeros.ninguna de ellas se mover del sitio, sobre el cual

se sientan con las piernas cruzadas, para ofrecer al viajero cualquier elemento que pueda

necesitar35. Hemos registrado en el castillo de Belmonte Siglo XV- en Castilla la Mancha, un

estrado con caractersticas similares a las descritas por Sarmiento y los viajeros.

En los primeros aos del periodo decimonnico, los dormitorios de las casonas, segn da

cuenta Ana Mara Bascary, eran escasos y el nmero de camas, catres y cujas exiguo. Sin duda, la

escasez de espacios para dormir y las pocas camas existentes significan que an entre las familias

principales, lo corriente era compartir no slo la habitacin, sino tambin los lechos. Al morir

Don Diego de Villafae, siete de sus quince hijos eran menores y su casa contaba con una sala,

dos aposentos y un cuarto, el resto de las habitaciones se alquilaban, registrndose en el

inventario slo 3 cujas. En casa de Velarde, cuando los siete hijos eran an menores y residan

con su padre, haba 4 cujas. El uso de cujas, con columnas y cortinados, permita cierta intimidad.

Por lo general las aportaban las mujeres en sus dotes y eran los muebles ms elaborados. La cuja

en el ajuar de Nicolasa de Figueroa, por ejemplo, era de columnas torneadas y se completaba con

"un colchn, dos pares de sbanas, una de bramante, una de raso, una sobrecama, cortinas de

sarasa y cuatro almohadas. En otros casos las camas eran sencillos catres de madera y tiento.36

En las habitaciones, al lado de las camas, no faltaban los llamados vasos de noche, o

bacinillas, recipientes para los servicios nocturnos. Eran de loza o de metal y hasta los hubo

de plata. En algunos inventarios se mencionan las sillas de servidumbre. En el libro de ingresos

de los franciscanos se detallan cajn con vaso para el servicio de los religiosos enfermos, un

cajn con su vaso37, y en el inventario de los bienes de los jesuitas: un taburete o silla de

servidumbre o un cajn con servidor de bronce grande38.

Las viviendas se iluminaban con faroles de hierro y papel. En la generalidad de las casas, la

vela de sebo y en las de personas acomodadas, el mechero de cuatro luces, alimentado con aceite

de potro. Para conseguir buena luz en las salas, en momentos de reuniones, se disponan en forma

de quinqus o araas. Las velas se colocaban en candeleros de metal, provistos de despabiladores.

Las palmatorias, pequeos candelabros con asas, eran muy usados. En las salas no faltaban las

35

Ibdem. 36

ANA MARA BASCARY, op. cit. pgs. 259-260. 37

A.C.S.F., Libro de ingresos de San Francisco, Op.cit. fs.241. 38

A.H.T. Inventario bienes de la Compaa de Jess. Rafael Hoyos 1771. Sec. A Judicial. Caja 24. Expediente 28

11

cornucopias, candeleros adosados a la pared, con brazos y espejos en los que se reflejaba la luz.

Incensarios, de metal, eran imprescindibles para atenuar el molesto olor que producan las velas.

Las casas solariegas estaban escasamente ornamentadas. Los nicos objetos decorativos, eran

de carcter confesional: grandes lienzos e imgenes religiosas. En casa de Francisca Bazn de

Laguna haba un retrato de su yerno, Don Pedro Antonio de Zavala y Anda, lo que era

excepcional, nicamente se conoca otro retrato en la ciudad, el de Jos Colombres y Thames.39

La vajilla de las casas principales era variada, tanto en la cantidad como en la calidad. Objetos

de plata eran infaltables en los enseres de una familia distinguida: platos, fuentes, jarros,

cubiertos, chocolateras y mates de plata labrada, componan la vajilla, que adems de mostrar el

lustre de la familia era una importante inversin. Con la guerra el menaje se vera empobrecido

ya que proceda, en su mayora, del alto Per.

Se conservan en museos y en casas de familia, valiosos objetos de orfebrera, la mayora

altoperuanos. Se destaca, en la Casa Histrica, una esplndida coleccin de platera colonial. Son

interesantes las piezas que tienen inscripciones con el nombre de sus propietarios: tal es el caso

de un jarro de plata en cuya base dice: es mi dueo don Miguel. Padilla. En un par de

candelabros, en ese museo, se observa la leyenda soy de nuestra seora de Beln. En los mates

tambin se aprecian iniciales de sus dueos,40 lo que era una costumbre muy arraigada en la

poca. Platos y cubiertos tambin solan tener los nombres de los propietarios lo que vemos en

cucharas que pertenecieron a Pedro Antonio de Zavala y en una fuente con iniciales D. Z, de

su familia, que conservan sus descendientes.

Los utensilios para la elaboracin de alimentos, eran pocos y rsticos. Ollas de hierro,

calderas para calentar el agua para el mate, sartenes, pailas de cobre y asadores de hierro,

formaban el sencillo conjunto de enseres usados en la cocina. Tampoco faltaban bateas de madera

para amasar, lavar ropa o hacer velas. Frasqueras, barriles y tinajas se usaban para almacenar

alimentos, agua y vino. En las casas de los sectores populares el menaje era ms sencillo, de

cermica, loza, madera, latn, peltre -el que lleg con los soldados- y cobre.

Sociabilidad y entretenimientos.

Eran habituales las reuniones entre amigos, tanto de mujeres como de hombres. Por las

tardes, luego de la infaltable siesta, las mujeres hacan visitas o las reciban, siendo el lugar

39

ANA MARA BASCARY, op. cit. pg. 262 y SARA PEA DE BASCARY, Del arte cltico al retrato Trabajo final curso

posgrado; Secuencias definitorias del Arte Argentino. Facultad. Bellas Artes. (Tucumn 1994).indito. 40

SARA PEA DE BASCARY, Catlogo General Museo Casa Histrica de la independencia. (Tucumn 1990)

12

corriente de esas reuniones el estrado. En los bailes damas y caballeros danzaban al son de las

guitarras el pericn, el cielito y el cuando41

. En las casas haba diversos instrumentos musicales;

arpas, violines y pianos. En la Casa Histrica se conserva un pianoforte Erard de 1810.

Los patios y sus galeras fueron los principales mbitos de integracin en las viviendas. All

confluan en el trajn diario todos los habitantes de la casa: sirvientes, inquilinos y miembros de la

familia, especialmente los nios que all jugaban y se entretenan. Y, tambin en ocasiones era el

lugar para fiestas. El General Jos Mara Paz en sus Memorias describe un baile das despus

de la batalla: en una casa en la que atravesando el zagun que proceda la sala de baile, que

era el patio de la misma casa preparado convenientemente. Narraba ademsdimos un buen

baile costeado exclusivamente por los oficiales de artillera y cazadores y continuaba que los

Decididos, que eran una compaa de paisanos voluntarios tuvieron la ocurrencia de costear un

baile mas suntuoso que el que haban dado los artilleros y cazadores y agregaba que el General

Belgrano honr el baile con su presencia.42 La sociabilidad nos se vera menguada con la guerra.

En las fiestas de los sectores populares se tocaba msica y bailaba. La guitarra era el

instrumento mas usado, junto con cajas, bombos y otros de tradicin indgena. Se acompaaba

con msica el recitado y cante de coplas y romances. Mariluz Urquijo afirmaba que en los bailes

de la gente baja reinaba la picarda del fandango El altsimo consumo de alcohol constitua uno

de los pilares donde se asentaban las formas de divertimento popular 43

Julio P. vila nos describe otra costumbre de la poca: Todo viejo fumador tenia a su lado,

mientras permaneca en su poltrona de quebracho con asiento de suela, un braserillo con fuego

para encender el cigarrillo y, en el bolsillo, su yesquero con piedra de chispa para producirlas.

Las seoras ancianas, que tambin fumaban, usaban pinzas de oro para sostener el cigarro, sin

peligro as, de mancharse los dedos44

Los juegos de naipes eran habituales en todas las esferas sociales. Se intent reprimirlos, dado

las fuertes apuestas, con escaso resultado. Las pulperas eran los mbitos mas apropiados para los

juegos de azar. All participaban hombres de la elite, los pulperos, peones y todo tipo de personas

de los sectores populares. El juego con bolas estaba legalizado y se realizaban considerables

apuestas. Segn informe del sndico procurador Salvador Alberdi, concurran a las canchas de

bolas. los hijos de familia, los peones, los holgazanes y por ultimo los esclavos que se

41 ANA MARIA BASCARY, op. cit. pg. 319 42

JOSE MARIA PAZ, Memorias pstumas (Bs. As. 2000), pgs. 64 a 66 43

ANA MARA BASCARY, op. cit. pg. 324 44 JULIO P VILA, op. cit. pg. 429

13

dirigan a las canchas en cuanta oportunidad tenan, en especial cuando salan para alguna

diligencia45 El General Paz en sus Memorias pstumas" comenta sobre esta inclinacin de los

tucumanos: en aquellos pueblos que carecen de teatro y otros espectculos pblicos, el juego es

una diversin favorita y frecuente entre las clases decentes de la sociedad46

La vestimenta

Tanto por su factura, modelos y materiales, la vestimenta tena importancia primordial para

las familias distinguidas ya que constitua uno de los principales signos de decencia y elegancia.

As lo afirmaba Miguel Prez Padilla hacia 1806 cuando, al optar por el cargo de Regidor del

Cabildo, solicitaba a los testigos que dijeran si tanto a mi como a mi mujer nos han visto

decentemente vestidos con suficiente decencia en la casa de la ciudad y de los Lules47

Los inventarios de las familias principales dan cuenta de un vestuario variado y lujoso que no

escapaba de influencia europea. Los estilos franceses, post revolucionarios, ingleses y de la

Espaa ilustrada donde el lujo y la sofisticacin fueron regla general, se reflejaron en la pequea

ciudad desde fines del siglo XVIII y en las primeras dcadas del XIX. El estilo imperio en la

indumentaria debi adoptarse, como en todo el Rio de la Plata, en el Tucumn de 1812.

La vestimenta femenina se reduca, por lo general a faldas, camisas y vestidos. Vemos en el

libro de Caja del comerciante Jos Gregorio Araoz las prendas y telas que se adquiran

procedentes de ultramar: capas y capotes de terciopelo, chalecos, sombreros, medias de seda, o

algodn, telas de gasa, sarasa, pontev, tafetn, seda, brocado, balleta y encajes de Flandes48.

Resulta interesante destacar, como lo seala Leoni Pinto, que el comerciante Aroz, en el citado

libro de Caja, entre registros de cuentas y gastos, escuetamente consign que: en 24 de sept.

De 1812 a las 11 del da fue la Batalla y se gan49.

Infaltables en los ajuares femeninos eran los rebozos, especie de mantos, de tradicin

espaola, con los cuales se cubran la parte superior del cuerpo y del rostro. El rebozo se us

hasta avanzado el S. XIX. Abanicos de marfil y encaje, guantes de seda, pauelos, mantillas y

peinetones, completaban el ajuar femenino de las damas distinguidas. Los vestidos para misa eran

negros y sin ornamentacin. El atuendo femenino contaba con una serie de accesorios: collares,

45 ANA MARA BASCARY, op. cit. pg. 327 46

JOSE MARIA PAZ, op. cit. pg. 66. 47

ANA MARA BASCARY, op. cit. pg. 266 y JULIO P. AVILA, op. cit. Pg. 423 48

.A.H.T. Libro de Caja y Cuentas Corrientes de Don op. cit fs133v. 49

RAMN LEONI PINTO, El libro de Caja de un comerciante tucumano. Suplemento literario. La Gaceta (Tucumn 8

.VI. 1980.)

14

pendientes, sortijas, prendedores de oro, plata, perlas y piedras preciosas.50

En el Museo

Avellaneda se conserva una pollera de seda con bordados, una camisa con puntillas y un

prendedor de oro y amatista que perteneci a Doa Teresa Velarde, esposa del gobernador

Bernab Araoz, adems de abanicos de ncar y encaje.

Los hombres usaban pantalones ajustados, calzas, chalecos de seda, levitas y fracs. Zapatos

con hebilla de oro, medias de seda o algodn, sombrero de pelo. Para el trabajo usaban saco, capa

con vueltas de terciopelo y tambin frac de telas de bajo costo, como la cotonia, en negro y en

colores. Lgicamente uniformes para los militares. En el verano sombreros de paja de alas anchas

y para montar, botas, espuelas de plata, poncho y manta de vicua. 51

.Espadines y relojes de

bolsillo complementaban la indumentaria masculina. El viajero ingls Temple realiz el dibujo de

un gaucho tucumano, con gran sombrero, poncho y botas de potro. Emeric Essex Vidal, en

su acuarela Gauchos y rustics of Tucumn, muestra a conductores de carretas ataviados con

ponchos y gorros. Se observa, en el libro de Caja del comerciante Aroz, que en los aos difciles

las telas mas requeridas eran la pana o pao azul, probablemente para uniformes y que tanto la

calidad como la cantidad de telas suntuosas que solan vender se reduce notoriamente. Menciona,

en su registro, a Lorenzo Villafae, mulato, sastre 52 como uno de sus clientes.

El atuendo infantil imitaba los modelos de los mayores. No se cuenta con representacin

grfica y son exiguas las descripciones en documentos. Pero el traje de Juan Bautista Alberdi

nio, que se conserva en la Casa Histrica, nos da una idea de como vesta un infante.

Se cuenta con escasos datos sobre la vestimenta de los sectores populares. Por lo general se

reproduca, en lneas simples, el vestuario de la elite: faldas, camisas y rebozos para las mujeres,

calzones, camisas ponchos, chupas y chalecos para los hombres. Los franciscanos detallan ropaje

que proporcionaban, hacia 1806, a los esclavos y sirvientes del convento: camisa de pontev a

Mariano el organista, a Ramn dos camisas, calzones de pao, poncho y chaleco de bayeta,

al Sacristn un poncho santiagueo, una camisa de pontev y par de medias de seda y zapatos ,

a la negra Manuela un rebozo de bayeta celeste de Castilla con su cinta ancha de seda y una

pollera de bayeta de la tierra azul con su cinta ancha de dos dedos y una camisa de tucuyo.53

Entre los objetos de uso personal de la poca, conservados en museos, se destacan: la navaja

del Obispo Colombres y el citado trajecito de Alberdi en la Casa Histrica. El mate de plata y oro

50

ANA MARIA BASCARY, op. cit. pg. 271. 51

JULIO P. VILA, op-cit. pg. 424 52

A.H.T. Libro de Caja. op. cit. fs. 92 53

A.C.S.F., Libro de ingresos Op.cit. 1806 y ANA MARA BASCARY; op- cit. pg. 275

15

de Ildefonso de la Muecas y el atuendo de Teresa Velarde de Araoz en el Museo Avellaneda y,

en el de Arte Sacro, El libro de oraciones al Seor San Jos del Obispo Molina.

Las cartas de Fray Cayetano Rodrguez al sacerdote Jos Agustn Molina (1812-1824),

prologadas por la historiadora Susana R. Fras,54 resultan ilustrativas sobre el envo de objetos

personales a Tucumn. Fray Cayetano remita, desde Buenos Aires, un obleario y estampas,

las semillas de Chuchi, una cajita de rap, las lentes para Dolores y libros pero tambin

chucheras para las nias de la casa, como "cajitas de vidrio para guardar sus dineros, un

peinecito de carey para componer su pelo, dos peinecitos para enroscrselos, unos rosaritos"

Desde Tucumn le enviaban papeles y libros y quesos y cajones de naranjas.

Es importante destacar que estas cartas, como lo expresa Susana R. Fras, revelan modos de

circulacin de las ideas y noticias como se desprende de expresiones como "los rumores que

circulan", "corren noticias", "me acaban de asegurar que" o "corre de cierto". Y agrega que es

interesante este aspecto ya que no siempre resulta fcil documentar la manera en que se

trasmitan las ideas y el modo en que la revolucin fue diseminndose por el cuerpo social"55

. El

epistolario del jesuita Diego Len Villafae a don Ambrosio Funes es tambin ilustrativo sobre

cuestiones de la poca. Villafae, adems, escribi una resea de la Batalla de Tucumn.56

La alimentacin de los tucumanos

Don Miguel Laguna, cura de Trancas, hijo de Doa Francisca Bazn, en su Historia Social y

Poltica del Tucumn, recientemente dada a conocer por la Prof. Elena Perilli, describe la

alimentacin de los tucumanos precisamente en la poca de la batalla.57

Segn Laguna, se consuma carne vacuna asada, guisada, (charqui) y carne de cerdo con la

que elaboraban jamones, chorizos y tocinos. Tambin se alimentaban con palomas y perdices. El

pescado se coma en Cuaresma El grano de maz era muy requerido. Eran platos preferidos el

locro, api, mazamorra, humita en olla o en chala. Se guisaba el saco (con carne) y el tulpo

con carne de paloma y con su harina se elaborara la ulpeada. Se hacan pasteles de choclo,

muchos de ellos, agridulces. El trigo se empleaba en la produccin de harina y a partir de ella, el

pan, el que se amasaba y horneaba en las casas. El arroz fue la gran novedad en la dieta a fines de

la colonia, desplazando al maz como principal alimento de las familias principales.

54

SUSANA FRAS, prlogo. En: Fray Cayetano Rodrguez. Correspondencia con el Dr. Jos Agustn Molina

1812.1820.- Academia Nacional de la Historia. (Bs. As 2008) 55

Ibdem, pg. 63 56

GUILLERMO FURLONG, S J.; Diego Len Villafae y su batalla de Tucumn 1812 (Bs. As. 1962). Pg. 98

16

Se consuma tubrculos, hortalizas y frutas. Se elaboraban dulces caseros y mermeladas. La

fruta preferida era la naranja, la lima y las naranjas chinas. En las huertas haba higueras, parras y

durazneros y frutas tropicales como bananas, guayabas y chirimoyas. Se beba, caf, chocolate y

fundamentalmente mate. Para endulzar comidas y bebidas se empleaba miel de abeja y de caa

de azcar, importada de Jujuy o de Brasil. A fines de la colonia se fabricaba miel de caa en

reducidas cantidades. El consumo de bebidas alcohlicas era generalizado en los tucumanos. La

elite se inclinaba por vinos y aguardientes. Los sectores populares preferan la chicha y aloja.

Religiosidad y devociones

La vida cotidiana, en particular de las mujeres, estaba marcada por su religiosidad, con la

asistencia a misas diarias, novenarios, y todo tipo de actos religiosos. En el ajuar femenino no

faltaban trajes de misa, mantas y mantillas. Alfombritas de iglesia y reclinatorios eran

imprescindibles, en los templos no haba bancos, los sirvientes los llevaban para las seoras. En

las viviendas se atesoraban imgenes de los ms variados santos y lienzos de origen alto peruano.

Las joyas consistan, en su mayora, rosarios, medallas y cruces. Los escasos libros en las casas

eran vidas de santos y devocionarios. Muchos hogares contaban con capillas y oratorios.

Un caso especial de devocin fue el de Don Jos Molina que don, a fines del siglo XVIII, una

imagen de San Jos al templo de San Francisco, con su vestuario y alhajas y el esclavo para su

cuidado. La devocin al santo era muy pronunciada, especialmente entre los miembros de esa

familia. Tan es as que, Fray Cayetano Rodrguez en carta a su amigo, el sacerdote Jos Agustn

Molina -aos despus Obispo- le deca ya San Jos volvi al convento. mi iglesia debe

ser la Casa de Molina58: Las cofradas eran tambin otra forma de expresin de religiosidad. Y

ellas, de distintas advocaciones, de la Virgen del Rosario, del Trnsito, de la Merced y de San

Benito, eran integradas por muchos de los habitantes.

Se creaban capellanas y se realizaban donaciones. Don Pedro Antonio de Zavala, por

ejemplo, don a San Francisco una esplndida diadema de plata para San Antonio59.

Ciudadanos importantes fueron sndicos de la Orden franciscana: el gobernador Bernab Aroz lo

fue, desde 1812, hasta su muerte en 1824.

57

ELENA PERILLI DE COLOMBRES GARMENDIA, La azarosa vida del cura Miguel Martin Laguna. (Tucumn, 2011).

Pgs.33-34 58

Fray Cayetano Rodrguez Correspondencia con el Doctor Jos Agustn Molina 1812-1820. (Bs. As.2008).Pg. 92 59

A.C.S.F., Libro de Ingresos del Convento op. cit. fs. 82 y 84

17

Las importantes familias Molina, Villafae, Aroz y Thames entre otras, acopiaron una

abrumadora cantidad de objetos religiosos. Gran parte de estos bienes confesionales se conservan

en iglesias, y museos. Asombra advertir, por ejemplo, en el testamento del cura Francisco Javier

Snchez de la Madrid que en su vivienda -una sala y dos aposentos- tena 12 cuadros de la vida

del Casto Jos con sus marcos dorados de mas de una vara y de largo un y poco menos de

ancho.60 Posea adems muchas otras pinturas e imgenes religiosas. Esto no fue privativo de

Tucumn, segn la especialista Andrea Juregui, en Chile, Crdoba, el Noroeste Argentino y

Buenos Aires se acumulaban en las viviendas, a veces en nmero inusitado, cuadros e imgenes

religiosas61.

La religiosidad de los sectores populares era acentuada y haba en sus expresiones un gran

sincretismo: se advertan manifestaciones religiosas marcadas por devociones indgenas, con

expresiones de origen catlico. Para las navidades armaban pesebres a la usanza espaola a los

que agregaban adornos y rituales autctonos, en especial bailes y msica, acompaados de gran

consumo de alcohol. En el Museo de Arte Sacro se conserva un Nio Dios, en cama de madera

tallada al que se le agregaron pequeas piezas de vajilla en plata colonial: jarros, tacitas, mates,

candelabros y vasitos.62 Muchos pesebres tenan profusa decoracin de flores, conchillas, perlas,

como el que perteneci a Bernab Araoz y se conserva en el Museo Histrico de Tucumn.

Fiestas cvicas y religiosas novedades en las costumbres

El 14 de noviembre de 1810, Tucumn festej por primera vez un suceso relacionado a la

revolucin, con motivo de los triunfos de Suipacha y Cotagaita, en la forma habitual en estos

festejos: con repiques, iluminacin y msica por los guitarreros y arpistas del poblado y en las

iglesias misa y Te Deum. Desde 1811 se celebraba el aniversario de mayo y en 1813 el de la

batalla del 24 de septiembre 63

La devocin principal era hacia el santo patrono San Miguel, a quien le dedicaban una de las

fiestas ms importantes. La ciudad se vesta de fiesta: se iluminaba la plaza y las calles con

farolitos de papel. La imagen del santo era sacada en procesin, precedida por el Real Estandarte,

el que se remplaz por la ensea patria con la revolucin. Esto represent un importante cambio

en las costumbres de la ciudad. Una bandera fue donada por el gobierno a fines de 1812 al templo

60

A.H.T. Seccin Judicial 1792, Caja 41, Expte 16. Fs. 105. 61

ANDREA JUREGUI, La Intimidad de la Imagen en el Rio de la Plata, pg. 262. En Historia de la vida privada en la Argentina Tomo I Pas Antiguo. De la colonia a 1870. (Bs. As. 2006) 62

SARA PEA DE BASCARY, El Museo de Arte Sacro de Tucumn.- Su patrimonio. (Tucumn 2011). Pg. 55 63

JULIO P. VILA, op. cit. pg. 436.

18

de San Francisco, segn lo consigna el libro de ingresos del convento, en enero de 1813, en la

Escuela se ha puesto una Bandera de Tafetn Celeste y Blanco con sus borlas de lo mismo y dos

cintas de mas de cuatro dedos de ancho una blanca y otra celeste que penden de una lanza, esta de

lata con su asta de dos varas y tres cuartos que la coste el Gobierno para los pasos de los jueves

por la Plaza y otras festividades que se hagan por orden del Gobierno64. La bandera se conserva

en esa iglesia. La imagen procesional debi ser la del templo de San Francisco, es la mas antigua

de la ciudad y procede de Ibatn.

Segn la tradicin, San Simn y San Judas, vice patronos haban salvado al poblado de un

feroz ataque indgena. Los Santos eran sacados en procesin toda vez que haba sequia, heladas,

plagas o temblaba la tierra. Haba otras devociones: el Seor de la Salud, las vrgenes de la

Merced, del Rosario, Santa Brbara y San Benito, entre otras

Corpus era otra gran fiesta religiosa en la cual San Miguel se engalanaba. Las calles por donde

pasaba la procesin se adornaban con arcos de ramas y flores y el suelo se cubra de hierbas y

ptalos.65

. El paso de la Gran Custodia, procedente del Alto Per, de plata labrada, sobredorada y

repujada de la Matriz, bajo el palio, durante siglos, encabez la procesin66

.Los festejos de ese

da incluan danzas organizadas por los sectores populares que como todas las festividades en que

ellos participaban, eran acompaadas por un fuerte consumo de bebidas alcohlicas.

La Semana Santa fue otra celebracin de gran importancia. La noche del viernes centraba

todas las actividades, se sacaba en procesin al Santo entierro de Cristo y la Virgen de la

Soledad. Los principales vecinos engalanaban mesas y angelitos que se colocaban en las

esquinas por las que pasaba la procesin.67

Estas festividades se organizaban con esmero lo que

permita a los ciudadanos hacer una pblica demostracin de piedad, religiosidad y poder.

La devocin a la Virgen de la Merced se remonta, a la fundacin de la ciudad en Ibatn, en el

siglo XVI. Se la conoca como la Redentora de los cautivos y ms adelante, en 1687, el cabildo

la designa Abogada de la ciudad. Despus de la victoria del 24 de setiembre de 1812, el

general Manuel Belgrano le entreg su bastn a la imagen cuando pasaba la procesin. Desde

entonces Nuestra Seora de La Merced, es llamada la Virgen Generala. Con tal motivo el

cabildo tucumano la designa patrona menos principal de la ciudad, no poda ser de otro modo

64

A.C.S.F, .Libro de Ingresos, Op.cit. fs. .200. y FRAY L. CANO, Primera bandera argentina en Tucumn. Rev.

Junta Estudios Histricos de Tucumn. N 3 (Tucumn 1969), pg. 152. 65

ANA MARIA BASCARY, Op.cit. pg. 311., JULIO P. AVILA, Op.cit. pgs. 435 a 437 y A. H. T.; Actas Capitulares.

Samuel Daz, Vol. VIII, fs. 140. 20 .04 1807. 66

SARA PEA DE BASCARY, El museo de Arte.Op.cit. La citada custodia fue robada del Museo en enero 2011. 67

Ibdem, pg. 313

19

ya que el santo titular era San Miguel Arcngel y los vice-patronos eran San Simn y San Judas.

Los tucumanos que por aquella poca posean imgenes o pinturas de la virgen, las transformaron

en la Virgen Generala agregando el bastn de mando. Un leo altoperuano de la Virgen de la

Merced, donado por del Dr. Eduardo Fras Silva a la Casa Histrica, tiene un bastn que le fue

pintado despus de la Batalla.68

Por otra parte, en ese mismo ao 1812 se haba fundido una

campana, para la iglesia de la Merced, la que lleva la leyenda Me hizo Miguel Mariano D. Silva

el ao 1812. Viva la Patria. Segn la tradicin, el vecindario en agradecimiento por la victoria,

don metales preciosos para alimentar el crisol de la fundicin69. La devocin a la Virgen de la

Merced se acrecent considerablemente desde aquel histrico triunfo patriota.

Conclusin

Hemos tratado algunos aspectos de la vida cotidiana de Tucumn en 1812. Vimos que la

batalla del 24 de setiembre introdujo sensibles cambios en las costumbres. Consideramos

importante ahondar la indagacin. La guerra deja, en una comunidad, marcas que ameritan un

exhaustivo estudio. Algunos temas hemos abordado y los dimos a conocer.

Los ciudadanos de esa poca, dieron prioridad a la carrera militar. Iniciados en las milicias

tucumanas, se enrolaron en el ejrcito del Norte y, la mayora de ellos, hasta la muerte continu

en el ejrcito. Con el tiempo adquirieron poder y ocuparon cargos importantes en la provincia,

muchos la gobernaron como Bernab Araoz, Alejandro Heredia y Gregorio Araoz de La Madrid.

Tucumanos, que apoyaron decididamente las acciones del Belgrano en la batalla del 24 de

setiembre de 1812, tuvieron activa participacin en el Congreso de 1816. Fueron diputados los

clrigos Pedro Miguel Araoz y Jos Ignacio Thames, mientras el sacerdote Jos Agustn Molina

fue pro- secretario de la Asamblea y el militar Pedro Roca, edecn del Congreso.

La guerra requiri de hospitales y mdicos y es as como, con facultativos que actuaron el

ejercito y los improvisados hospitales, se comenz a suplir la carencia de asistencia mdica.

Otros cambios sustanciales se advierten en las formas de la devocin, en los trabajos y oficios, en

el comercio, en las celebraciones cvicas y en la sociedad.

La Batalla del 24 de setiembre de 1812 signific el comienzo de una nueva etapa para San

Miguel de Tucumn. Hombres y mujeres que vivieron ese momento ya nunca serian los mismos.

La aldea colonial con sus ancestrales costumbres quedaba atrs. Las innovaciones en la vida

68 SARA PEA DE BASCARY, Catalogo General, Op.cit. pg.47 69

CARLOS PEZ DE LA TORRE (H), Tucumn, la historia en fotos La Gaceta (Tucumn 2004),

20

cotidiana, acaecidas en ese momento, impactaron profundamente en la cultura de los ciudadanos,

especialmente en las ideas, que disearon el porvenir.

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