Trinidad de cubanía (II)

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Trinidad de cubanía (II) Published on Centro Onelio (http://www.centronelio.cult.cu) Trinidad de cubanía (II) Nuestra Señora del mar es un libro de propaganda religiosa, que trata de encontrar en la décima el vehículo más apropiado para llegar a las masas e influir sobre ellas. En las notas finales del cuaderno, Ballagas había abjurado de su mejor poesía popular, el Cuaderno de poesía negra, al pretender que la décima, de tanto arraigo en el pueblo cubano, podía «aislar la luminosa religiosidad popular –tradición universal popular– de la superstición plebeya que con innegables vetas de pintoricidad étnica, carece de legítimo vuelo espiritual. Por: Jesús David Curbelo Tomado de: Cubaliteraria 4 de mayo de 2020 Queda clarísimo al leer la compilación Prosa, realizada, prologada y anotada por Cira Romero,[1] que Ballagas conocía la labor de Fernando Ortiz, a quien no vacila en calificar, en «Poesía negra» (del año 1935), como «El primero que llevó una intuición seria y un criterio de carácter científico al estudio de la psiquis afrocubana…»,[2] para agregar, más adelante, «es al presente la más alta autoridad entre los que estudian la psicología, música, costumbres y lenguaje de los negros…»[3] No resulta aventurado entonces suponer que, a la altura de 1942, y dado el respeto intelectual que le profesaba a Ortiz y al profundo grado de actualización que tenía en materias culturales (cosa fácil de probar con la revisión de este volumen que refiero), Ballagas estuviese familiarizado con el concepto de transculturación expuesto por este en Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, cuya primera edición tuviera lugar en La Habana en 1940.[4] Aunque la palabra no aparece, hasta donde sé, en el vocabulario de Ballagas, sí surge, unos años después (1949), el término mestizaje en una conferencia llamada «La poesía nueva» (¡qué curioso!, ¿verdad?), pronunciada para la Universidad del Aire del circuito CMQ. Y aparece, encima, a propósito de un poema del monje norteamericano Thomas Merton que aborda la figura de ¡¡¡la virgen de la Caridad!!! Dice Ballagas: Pasó él una temporada en Cuba, después de esta última guerra en la que sirvió como soldado y escribió el poema «Song for Our Lady of Cobre» en donde la referencia a nuestra virgen se logra por puras alusiones, tratando indirectamente el tema del mestizaje: Las muchachas blancas alzan sus cabezas como árboles, Las muchachas negras marchan reflejadas como flamencos en las calles. Las muchachas blancas abren sus brazos como nubes, las muchachas negras cierran sus ojos como alas. Porque las estrellas celestiales se juntan en corro y todas las piezas del mosaico que es la tierra se alzan para volar como las aves.[5] Sería demasiado especulativo apostar porque Ballagas conociera los manuscritos de Ortiz acerca de la Patrona de Cuba, a pesar de que la primera versión de los mismos puede ser de 1929 y la segunda sobre todo de los años 40, como anota José Antonio Matos Arévalos en el prólogo a La virgen de la Caridad del Cobre. Historia y etnografía.[6] Pero no estimo descabellado jugar con la hipótesis de que Ballagas, presa de su afán informativo habitual, una vez dispuesto a escribir sobre la Virgen, se lanzara a investigar y diera con otras puntas del ovillo: los ensayos «Las religiones negras y el folclor cubano», de Rómulo Lachatañeré, y «La Virgen del Cobre: historia, leyenda y símbolo sincrético», de José Juan Arrom, que están entre los primeros en abordar el fenómeno como un producto cultural y fueron publicados a finales de la década del 30. Lachatañeré trabaja con el sistema de relaciones entre la cosmovisión de la santería y la correspondencia con la Virgen y anota las similitudes poéticas de ambas creencias al parangonar el contenido simbólico del catolicismo con Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. La Habana, Cuba. Desarrollador web: Juan Rey Hernández Cabrera . © Todos los derechos reservados. 2015. deneme Page 1 of 7

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Nuestra Señora del mar es un libro de propaganda religiosa, que trata de encontrar en la décima elvehículo más apropiado para llegar a las masas e influir sobre ellas. En las notas finales delcuaderno, Ballagas había abjurado de su mejor poesía popular, el Cuaderno de poesía negra, alpretender que la décima, de tanto arraigo en el pueblo cubano, podía «aislar la luminosa religiosidadpopular –tradición universal popular– de la superstición plebeya que con innegables vetas depintoricidad étnica, carece de legítimo vuelo espiritual.Por: Jesús David CurbeloTomado de: Cubaliteraria4 de mayo de 2020

Queda clarísimo al leer la compilación Prosa, realizada, prologada y anotada por Cira Romero,[1] queBallagas conocía la labor de Fernando Ortiz, a quien no vacila en calificar, en «Poesía negra» (delaño 1935), como «El primero que llevó una intuición seria y un criterio de carácter científico alestudio de la psiquis afrocubana…»,[2] para agregar, más adelante, «es al presente la más altaautoridad entre los que estudian la psicología, música, costumbres y lenguaje de los negros…»[3] Noresulta aventurado entonces suponer que, a la altura de 1942, y dado el respeto intelectual que leprofesaba a Ortiz y al profundo grado de actualización que tenía en materias culturales (cosa fácil deprobar con la revisión de este volumen que refiero), Ballagas estuviese familiarizado con el conceptode transculturación expuesto por este en Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, cuya primeraedición tuviera lugar en La Habana en 1940.[4] Aunque la palabra no aparece, hasta donde sé, en elvocabulario de Ballagas, sí surge, unos años después (1949), el término mestizaje en unaconferencia llamada «La poesía nueva» (¡qué curioso!, ¿verdad?), pronunciada para la Universidaddel Aire del circuito CMQ. Y aparece, encima, a propósito de un poema del monje norteamericanoThomas Merton que aborda la figura de ¡¡¡la virgen de la Caridad!!!

Dice Ballagas:

Pasó él una temporada en Cuba, después de esta última guerra en la que sirvió como soldado yescribió el poema «Song for Our Lady of Cobre» en donde la referencia a nuestra virgen se logra porpuras alusiones, tratando indirectamente el tema del mestizaje:

Las muchachas blancas alzan sus cabezas como árboles,Las muchachas negras marchanreflejadas como flamencos en las calles.

Las muchachas blancas abren sus brazos como nubes,las muchachas negras cierran sus ojos como alas.

Porque las estrellas celestiales se juntan en corroy todas las piezas del mosaico que es la tierrase alzan para volar como las aves.[5]

Sería demasiado especulativo apostar porque Ballagas conociera los manuscritos de Ortiz acerca dela Patrona de Cuba, a pesar de que la primera versión de los mismos puede ser de 1929 y lasegunda sobre todo de los años 40, como anota José Antonio Matos Arévalos en el prólogo a Lavirgen de la Caridad del Cobre. Historia y etnografía.[6] Pero no estimo descabellado jugar con lahipótesis de que Ballagas, presa de su afán informativo habitual, una vez dispuesto a escribir sobrela Virgen, se lanzara a investigar y diera con otras puntas del ovillo: los ensayos «Las religionesnegras y el folclor cubano», de Rómulo Lachatañeré, y «La Virgen del Cobre: historia, leyenda ysímbolo sincrético», de José Juan Arrom, que están entre los primeros en abordar el fenómeno comoun producto cultural y fueron publicados a finales de la década del 30. Lachatañeré trabaja con elsistema de relaciones entre la cosmovisión de la santería y la correspondencia con la Virgen y anotalas similitudes poéticas de ambas creencias al parangonar el contenido simbólico del catolicismo conCentro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. La Habana, Cuba.Desarrollador web: Juan Rey Hernández Cabrera. © Todos los derechos reservados. 2015.

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la teología yoruba. Curiosamente, Ortiz prologó el libro ¡Oh mío Yemayá!, de Lachatañeré, en 1938 yen ese texto alude al paralelismo entre Ochún, la Virgen y Venus, dando señales de la profundaintegración sincrética presente en la adoración. Por su parte, Arrom abunda en un aspecto medular:la posible pervivencia en la formación del culto mariano de los remanentes indígenas de nuestracultura, fusionados con la Virgen a través de la presencia de Atabex o Atabey, madre de las aguas,divinidad relacionada con la luna, las mareas y la maternidad.[7]

No obstante, aun sin conocer esos textos, no era difícil para un hombre que había estudiado conprofundidad –y lo seguía haciendo por esos años– las particularidades de la culturas negras enAmérica,[8] entender el mestizaje en materia de adoración religiosa como una de las principalesmarcas de identidad de las sociedades criollas, y, además, aventurarse en el poético mundo de lasdeidades africanas y su cautivante proceso de asimilación para sobrevivir al amparo del santoralcatólico.[9] En realidad, no alcanzo a concebir el asunto de otro modo en una época en que, solounos años atrás, buena parte de la intelectualidad se había dedicado a estudiar y divulgar el folclor.Tal vez los ejemplos más descollantes sean los trabajos del propio Ortiz, José María Chacón y Calvo yCarolina Poncet en Archivos del Folklore Cubano, que se movieron desde el tema negro hasta lascoplas populares en Cuba.[10] En esa lógica de pensamiento, no suena incongruente suponer queBallagas, católico con crisis de fe por sus tendencias hacia la Regla de Ocha, encontrara en el cantoa la virgen de la Caridad una manera de reconciliarse con su credo, sin desdeñar la corrientesubterránea de lo afrocubano, una vez que esta quedara subsumida dentro de lo que él mismo llamó«la luminosa religiosidad popular».[11]

Cintio Vitier ha querido ver en esta alusión de Ballagas un rechazo al pintoresquismo, que, a suentender, no «mancha estas páginas, próximas sin embargo a la frescura de lo popular por laespontaneidad del tono y el candor de las concepciones».[12] Quizá este razonamiento vengainducido por el propio Ballagas, que cierra «Este poema» con un párrafo que puede prestarse aambigüedades interpretativas: «De esta manera hemos querido aislar la luminosa religiosidadpopular –tradición universal popular– de la superstición plebeya que con innegables vetas depintoricidad étnica, carece de legítimo vuelo espiritual. Y creemos que sin dejar de ser fieles a lapoesía lo hemos sido a una de nuestras más puras tradiciones de isla, el culto de una Virgen queboga a través de nuestro mediterráneo.»[13]

Osvaldo Navarro, por su parte, arriba a las más rocambolescas conclusiones, que me permito citarextensamente para que se tenga una idea clara de hasta dónde ha llegado la crítica cubana en lavaloración de este poemario:

Nuestra Señora del mar es un libro de propaganda religiosa, que trata de encontrar en la décima elvehículo más apropiado para llegar a las masas e influir sobre ellas. En las notas finales delcuaderno, el poeta había abjurado de su mejor poesía popular, el Cuaderno de poesía negra, alpretender que la décima, de tanto arraigo en el pueblo cubano, podía «aislar la luminosa religiosidadpopular –tradición universal popular– de la superstición plebeya que con innegables vetas depintoricidad étnica, carece de legítimo vuelo espiritual.» Su idea era la de divulgar la religión católicaa través de la décima y producir un enfrentamiento con las religiones de origen folclórico que dealgún modo habían sido materia para la creación de la llamada poesía afrocubana […] Este poemariono resiste, pues, una comparación con la mejor poesía religiosa del idioma, la cual es abundante ytiene figuras y momentos de altísimas calidades y que expresaron circunstancias y realidades quelas sostenían auténticamente.

Por otra parte, cuando el poeta elige la décima como molde para cumplir en él su encomienda,perdía de vista que ella no fue, dentro de la tradición, un vehículo para expresar creencias religiosas.Porque la décima en Cuba fue siempre profana, y sus contenidos, desde que se arraigó en nuestropueblo, fueron esencialmente patrióticos.[14]

Con su habitual perspicacia crítica, Roberto Fernández Retamar, luego de declarar la filiacióncatólica y neoclásica de Ballagas, había anotado:[Nuestra Señora del mar] es un homenaje poético a la virgen de la Caridad, patrona de Cuba […]Recurriendo a antiguos textos en que se habla de la tradición popular de la virgen de la Caridad(como el manuscrito del Pbo. Onofre de Fonseca, año 1703); y utilizando fundamentalmente ladécima, estrofa casi única de nuestra poesía popular campesina, Ballagas ha tratado, estilizándolo,Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. La Habana, Cuba.Desarrollador web: Juan Rey Hernández Cabrera. © Todos los derechos reservados. 2015.

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el tema central de la religiosidad de nuestro pueblo. Como Florit en Trópico, ha querido acercarse enestrofa y tema a lo cubano, utilizando un asunto cercano al espíritu de la nación.[15]

Por mi parte, amén de suscribir el comentario citado de Retamar, insisto en que «la luminosareligiosidad popular» incluye la concepción católica de la Virgen, pero también la afrocubana, esdecir, es una mirada cubana en la que conviven todas las maneras de idolatría de la deidad,incluidas aquellas de procedencia indígena que apunta Arrom y que refrenda Olga Portuondo en suestudio La virgen de la Caridad del Cobre: símbolo de cubanía.[16] Basten la mención que haceBallagas del manuscrito del Pbo. Onofre de Fonseca en las llevadas y traídas notas finales, o lapresencia del nombre de Matías de Olivera[17] en uno de los paratextos que acompañan al poema,para indicarnos que el camagüeyano estaba al tanto de algunos pormenores de la formación delculto antes de la aparición de la Virgen en las aguas de la bahía de Nipe.

Como igualmente debía estar al tanto –lo mismo por conocimiento de primera mano que porque en1935 Juan Antonio Veyrunes Dubois, capellán del santuario del Cobre, había hecho reeditar el librode Fonseca con la exégesis de Bernardino Ramírez y acotaciones suyas– de los detalles del procesode solicitud a la Santa Sede para que se reconociera a la virgen de la Caridad como Patrona de Cuba.Este suceso ocurrió en 1915 y fue encabezado por los generales mambises Jesús Rabí y AgustínCebreco, quienes junto a dos mil veteranos fueron a caballo desde Santiago hasta El Cobre paraefectuar la intercesión. Según comenta Olga Portuondo, entre los firmantes del documento habíablancos, negros y mulatos; conservadores, liberales y socialistas; que pasaban por encima de susdiferencias de clase, raza y filiación política para intentar limar las asperezas posteriores a lossucesos de la masacre de los Independientes de Color en 1912, al buscar en la virgen de la Caridadun recurso para la unión de todos los cubanos.[18]

En suma, estimo absurdo que un hombre como Ballagas, cuya preocupación social, política y cívicahan demostrado Luis Álvarez en los dos ensayos mencionados y Emilia Sánchez Herrera en Ballagas.Cantor del aire y escritor en tierra,[19] y queda clara en numerosas piezas de la prosa que escribió,pasara por alto estos antecedentes y se lanzara a hacer proselitismo católico. Más bien me pareceque su malinterpretado comentario alude a que la visión afrocubana, convertida en vicio retórico porpoetas, pintores y otros artistas dados al pintoresquismo, sola no constituye el culto, sino que elculto es la suma de todas las visiones que se complementan bajo el acápite «religiosidad popular».No cierra una puerta, abre el espectro hacia una fe inclusiva que acoja en su seno el torrente de laadoración nacional a la Virgen bajo cualquiera de sus advocaciones.

Y ante un fenómeno popular en tan alto grado, no quedaba otro recurso que acudir a la forma máspopular que acuña la tradición: la décima, otra construcción sincrética en la cual están los ecos de lamejor lírica española pero que ya a esas alturas de 1943 resultaba el vehículo de expresión común a todos los cubanos. Osvaldo Navarro pierde por completo el norte al afirmar que no sirvió para cantartemas religiosos; de hecho, Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, nuestro mayor decimista sin duda, tieneun bello poema en décimas titulado «La virgen de la Caridad»,[20] y es de sobra sabido que buenaparte de los cantares orales con que históricamente se ha ensalzado o rogado a la Virgen estánconcebidos en este molde. Además, visto el asunto desde el ángulo de la identidad y de lareconciliación de ideologías, razas y credos, no vacilaría en afirmar que este poema para Ballagasera mucho más un asunto de carácter patriótico que estrictamente religioso.

Aún así, el poeta culto no deja de mirar en la tradición del idioma. Y, ¿qué puede haber visto en ella?Simple: que muchos grandes maestros de la literatura española (Gonzalo de Berceo en Milagros deNuestra Señora, Alfonso el Sabio en las Cantigas de Santa María, el Arcipreste de Hita en los «Gozosde Santa María» y los «Loores a la Virgen» insertos en el Libro de buen amor, el canciller Pero Lópezde Ayala en las zonas del Rimado de palacio en que imita a los trovadores galaico-portugueses, o alpropio Juan Ruiz, en las canciones con que le pide protección a la Virgen o hace votos de peregrinara diversos santuarios), a la hora de entonar cantos a la madre de Dios, se vuelven al registropopular, intentan ser comunicativos, ampliar su abanico de lectores y entonar alabanzas ygratulaciones que puedan compartir con la comunidad de devotos con quienes dialogan. Esto, segúnafirma Juan Luis Alborg de Berceo,[21] obedece al interés por modificar, amplificar y enriquecer susmodelos (en este caso latinos, con Jacobo de Vorágine y Jacopone da Todi a la cabeza), y revestirloscon rasgos, costumbres, motivos y expresiones típicas de la región que habitan, en aras de dotarlosde un sabor a realidad inmediata, a paisaje habitual de familiar localización para todos susCentro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. La Habana, Cuba.Desarrollador web: Juan Rey Hernández Cabrera. © Todos los derechos reservados. 2015.

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interlocutores.[22]

Es verdad que Nuestra Señora del mar no alcanza la estatura de las piezas antes mencionadas ni deotras grandes composiciones religiosas del idioma (Fray Luis, San Juan, Santa Teresa, Sor Juana),pero ello no implica que no exprese circunstancias y realidades que lo sostengan auténticamente.Tampoco significa que no posea momentos de altísima calidad, como han referido Luis Álvarez,Virgilio López Lemus y Leonardo Sarría. Para López Lemus, «nuestra décima es ya capaz […] decantar en el tono de Fray Luis de León, de San Juan, o de parodiar sin sonrojo nada menos que el“Cantar de los Cantares”».[23] Para Sarría en el cuaderno «se sienten […] los ecos de lo mejor de lalírica religiosa española […] y su señalada fruición erótica».[24] Para Álvarez: «La transmutaciónlírica del relato hagiográfico sobre la Virgen de la Caridad del Cobre evidencia una voluntad devisualizar la historia narrada desde la contemporaneidad del poeta, y no de la tradición religiosa: setrata de una sutil actualización no del lenguaje, sino de la visualización de la tradición, que ahoraemana desde el punto de vista testimoniante del sujeto lírico.»[25]

Estas y otras consideraciones le permiten a Álvarez incorporar Nuestra Señora del mar al conjuntode libros de Ballagas que, desde su punto de vista, ejemplifican la postura neobarroca del poeta.Para él, con algunos refinamientos neogongorinos, Ballagas retorna al hondo sentido popular de Cuaderno de poesía negra, pero también cita de manera «torcida», reescribe cuando intertextualiza,apela a ciertos recursos cinematográficos[26] y termina por regresar a uno de los ejes semánticosfundamentales de su poesía: «el triunfo de la espiritualidad religiosa sobre la sensorialidadestetizante».[27]

Leonardo Sarría, después de describir la estructura del poemario (un soneto inicial, diez espinelas yuna serie de liras), comenta el juego simétrico con las estampas más extendidas de la Virgen, en lacual seis óvalos que la circundan representan los sucesos fundamentales en torno a su aparición.Para el ensayista, «el cuaderno deviene una suerte de ofrenda artesanal, reflejo del barroquismo y laimaginería gozosa de los altares»,[28] que descansa en la décima en aras de avecindarse con unareligiosidad criolla, diáfana. Y culmina su análisis diciendo: «La sencilla emoción de los versos de Nuestra Señora del mar, su levedad y transparencia expresivas, no solo pretendían descubrir entrenosotros las sustancias poéticas de la devoción vernácula, con encanto análogo al de las cancioneshispánicas y los contrafacta a lo divino, sino que venían a devolverle al poeta la raíz humilde de laRevelación que había comenzado por proclamarse a un pequeño grupo de pescadores.»[29]

En lo personal, creo que bastaría cotejar la lectura de este cuaderno con otras manifestaciones denuestra poesía religiosa,[30] o simplemente con otras variantes del cultivo de la décima,[31] paraapreciar la distinción de estos poemas de Emilio Ballagas no solo en virtud de su carga conceptual(donde se mezclan como en pocos momentos del devenir de la lírica cubana historia, religión ypoesía, y lo clásico, lo moderno, lo culto y lo popular), sino además por sus valores formalesintrínsecos, dignos de una mayor estimación por parte de los lectores aguzados. Miradas así, yocolocaría sin vacilar algunas de sus composiciones entre lo más exquisito de la tradición decimísticacubana.

Para proferir un último mentís a la costumbre de pintar un Ballagas ingenuo, escapista y presto aescuchar las sirenas de las corrientes de moda, quiero abordar brevemente una curiosa conferenciasuya titulada «Castillo interior de poesía», que dictara en Santa Clara en 1943, el mismo año de laaparición de Nuestra Señora del mar.[32] Este es un texto que insiste en el tema de la poesía devanguardia, demuestra, una vez más, el minucioso conocimiento que Ballagas poseía del mismo, ylas apreciaciones hondamente personales que podía elucubrar acerca de problemáticas como elhermetismo, la poesía pura, la salvación a través de la palabra poética o la relación contenido-forma;acerca de autores franceses, ingleses, norteamericanos, españoles o rusos que desde el xix hasta elmomento en que prepara su intervención habían cambiado o cambiaban las maneras de entender yescribir la lírica contemporánea; y también acerca de algunos de los críticos más notorios quehubiesen indagado en los intríngulis que procuraba desentrañar (Guillermo de Torre y José Ortega yGasset, por ejemplo). Igual que en otros ensayos antes comentados por mis colegas («La poesía enmí», «La poesía nueva», etc.), aquí Ballagas dialoga con lo que él considera la esencia poética, eintenta separarla de modas programáticas y rótulos preconcebidos, al proponer una especie deunidad histórica y universal de la buena poesía. La obvia alusión intertextual a Santa Teresa anunciael tono final de «Castillo interior…», que aboga porque «la verdadera revolución no es otra que laCentro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. La Habana, Cuba.Desarrollador web: Juan Rey Hernández Cabrera. © Todos los derechos reservados. 2015.

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Revelación»,[33] brinda la opción a los autores de separarse del psicoanálisis y de la ciencia encuanto coyundas, retornar al balbuceo de la infancia y «valerse de un lenguaje a veces basto yprosaico, lleno de intimidad siempre»,[34] para culminar: «En una época de colaboración en que lacomunidad de bienestar es anhelo ecuménico, un ansia de los espíritus auténticamente cristianosinspirados en la fe de los grandes fundadores; el poeta no ha de quedarse solo en poeta sinofundirse amorosamente al hombre, su hermano.»[35]

No otra cosa pretendió en Nuestra Señora del mar: hallar un camino personal de salvación queincluyera sus conflictos de fe y sus tribulaciones emocionales y sociales con respecto a lasexualidad, pero sobre todo el anhelo ecuménico de fundirse a su similar, a su hermano mediante laconfluencia en un culto común ensalzado en un molde también común y ofrecerle transitar juntospor ese camino que era, entre otras cosas, el camino de la Patria.

Notas:

[1] Este libro vio la luz en 2008 bajo el sello editorial de Letras Cubanas.

[2] Ob. cit., p. 121.

[3] Ob. cit., p. 122.

[4] Así lo refiere Julio Le Riverend tanto en el prólogo (p. xxxii) como en la cronología (p. 447) de Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1987.

[5] Ver Emilio Ballagas: Prosa, p. 113.

[6] Fernando Ortiz: La Virgen de la Caridad del Cobre. Historia y etnografía, La Habana, FundaciónFernando Ortiz, 2008, p. 12.

[7] Esto lo aclara Matos Arévalos en el prólogo al libro de Ortiz, p. 30-31. Los ensayos deLachatañeré aparecen compilados en el tomo El sistema religioso de los afrocubanos, La Habana, Ed.Ciencias Sociales, 2001. El ensayo de Arrom es posible localizarlo en diversas publicaciones del autorcomo Certidumbre de América, La Habana, Ed. Letras Cubanas, 1980, y De donde crecen las palmas,La Habana, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, 2005.

[8] Ver en Prosa la sección “Sobre la poesía negra” en la cual se recogen ensayos publicados entre1935 y 1951. Esos ensayos son: “Poesía negra”, “Poesía negra liberada”, “Poesía negra española”,“Situación de la poesía afroamericana”, “Poda y espiga de lo negro” y “Poesía afrocubana”.

[9] Luis Machado Ordesxt hace referencia a ciertas alusiones realizadas por Ballagas en lacorrespondencia con Severo Bernal acerca de su contrición por debartirse entre el credo católico yalgunas “prácticas religiosas solitarias, de preferencia por los cultos sincréticos de la denominadaRegla de Ocha”, p. 81-82.

[10] No debemos olvidar que en Archivos… aparecieron también, en el año 1928, los artículos deIrene Alice Wright “Nuestra Señora de la Caridad del Cobre (Santiago de Cuba), Nuestra Señora de laCaridad de Illescas (Castilla, España)”, y “La piadosa tradición de la virgen de la Caridad del Cobre”,de Guillermo González Arocha, móviles, quizá, del interés de Ortiz en el tema.

[11] Consúltese el breve texto “Este poema”, que sirve de colofón a Nuestra Señora del mar. En laedición que, con compilación y notas de Enrique Saínz, publicara Letras Cubanas en 2007, p.134-135.

[12] Ver Cintio Vitier: Crítica 2, p. 204.

[13] Emilio Ballagas: Obra poética, p. 135.

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[14] Ver Osvaldo Navarro: op. cit., p. 36-37.

[15] Roberto Fernández Retamar: ob. cit., p. 58.

[16] Santiago de Cuba, Editorial Oriente, 1995. En el segundo capítulo de este documentado ensayohistórico, “El aborigen, el colonizador y la Santísima Virgen” (p. 53-80), Olga Portuondo da cuenta deeste fenómeno que aparece en los escritos de Pedro Mártir de Anglería, Bartolomé de Las Casas yRamón Pané, entre otros.

[17] Para abundar en el conocimiento de este personaje, consúltese, fundamentalmente, el volumende Olga Portuondo, p. 90-91.

[18] Olga Portuondo: ob. cit., p. 245-246.

[19] Emilia Sánchez Herrera: Emilio Ballagas. Cantor del aire y escritor en tierra, Camagüey, Ed.Ácana, 2001. El capítulo I del volumen, “Ojos sobre Ballagas”, aparte de una exhaustiva revisiónbibliográfica de la crítica sobre el poeta, abunda en algunas claves de su poética y propone unarelectura de sus posiciones sociopolíticas apoyándose en los textos que conforman su ensayística ysu periodismo cultural. Ver p. 13-46.

[20] Juan Cristóbal Nápoles Fajardo: Poesías completas, compilación y prólogo de Jesús Orta Ruiz, LaHabana, Ed. Arte y Literatura, 1975, p. 280-284.

[21] Cfr. Juan Luis Alborg: Historia de la literatura española, 5 t., Madrid, Editorial Gredos, 1977. Elcomentario en el tomo I, p. 119.

[22] En su prólogo a la Obra poética de Ballagas, Enrique Saínz lamenta la ausencia de una mayorproblematización de las vivencias espirituales de Ballagas, lo cual lo conduce a sentir que el libroestá hecho “desde afuera”, “no desde la entraña misma de una fe profunda” como sí lo está, a sumodo de ver, Cielo en rehenes. Me gustaría hacer algunas precisiones: si nos remitimos a latradición que arriba comenté, veremos que los cantos a la Virgen nunca son polémicos, siempre sele habla como a la madre amorosa, tolerante, que intercederá a favor de causas difíciles ante Dios,incluso en los lances más conflictivos. La rebelión en asuntos de fe casi siempre es contra Dios,autoridad suma, detentador del poder absoluto, símbolo de otros poderes terrenales cuestionables.Esa es la tónica, sospecho, de Cielo en rehenes, volumen sobre el cual quisiera hacer unaadvertencia: hasta donde sé, ningún crítico –ni siquiera Luis Álvarez, que trabaja el neobarroco– haseñalado que este poemario descansa en varios intertextos del gran poeta barroco inglés JohnDonne, paradigma de ambivalencia entre su inclinación católica y su profesión de sacerdoteanglicano, y modelo, si los hay, de desobediencia en interpretación de las doctrinas eclesiales.Donne fue célebre, además, por emplear alusiones de tipo sexual en su poesía religiosa de madurez,mientras que en su juventud había utilizado alusiones bíblicas para santificar el amor corporal entrelas parejas. Sería interesante añadir esta perspectiva al análisis del neobarroco en la poesía deBallagas, así como a su debate con los modos de asimilar la religiosidad.

También resultaría provechoso tener en cuenta las consideraciones expresadas por Otello Ciacci alcomentar la poesía religiosa del Medioevo. Identifica en ella una preponderancia de contenidos yestructuras paratácticas, como sucede en Nuestra Señora…, que responden a la gente a la cual sedirigía el mensaje: los humildes, los desheredados, los marginados, aquellos que no hablaban ellenguaje refinado y experto de los literatos, sino el cotidiano y rústico, pobre en ornamentosexternos. Ver Otello Ciacci: La Divina Comedia. Temas y personajes, Revista de LiteraturasModernas, Anexo VI, Mendoza, Argentina, Universidad de Cuyo, 1989.

[23] En Oro, crítica y Ulises, Santiago de Cuba, Ed. Oriente, 2004, p. 69.

[24] Ob. cit., p. 51.

[25] Ver Emilio Ballagas, poeta neobarroco, p. 124.

[26] Para evaluar el interés de Ballagas por el cine, véase Cira Romero: Emilio Ballagas y el cine: unCentro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. La Habana, Cuba.Desarrollador web: Juan Rey Hernández Cabrera. © Todos los derechos reservados. 2015.

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guión en tránsito, Camagüey, Ed. Ácana, 2008.

[27] Luis Álvarez: ob. cit., p. 123.

[28] Leonardo Sarría: ob. cit., p. 51.

[29] Ídem., p. 52.

[30] Las antologías de Andrés Piedra-Bueno La Virgen María en la literatura cubana (Edición delBoletín de las Provincias Eclesiásticas de Cuba, La Habana, Imprenta Albino Rodríguez, 1995) y delpropio Leonardo Sarría Golpes de agua. Antología de poesía cubana de tema religioso, 2 t. (LaHabana, Ed. Letras Cubanas, 2008) son los materiales más completos que conozco sobre el asunto.Para trazar un mapa con otros acercamientos literarios y culturales a la virgen de la Caridad, espreciso consultar el libro de Olga Portuondo, en especial el epígrafe “Cultura y culto popular a lavirgen del Cobre”, p. 260-264.

[31] Fundamentalmente el volumen de Samuel Feijóo La décima culta en Cuba, Santa Clara,Universidad Central de Las Villas, 1963.

[32] En Prosa, p. 67-101.

[33] Ver Prosa, p. 99.

[34] Ibídem.

[35] Idem., p. 99-100.

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