Traductor, Corrector, Recopilador · 2018. 8. 31. · 2 La traducción de este libro es un proyecto...
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La traducción de este libro es un proyecto del Foro Bookland. No es ni
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español y quiere incentivar a los lectores a leer historias que las editoriales no han
publicado. Aun así, impulsa a dichos lectores a adquirir los libros una vez que las
editoriales los han publicado.
En ningún momento se intenta entorpecer el trabajo de la editorial, sino que
el trabajo se realiza pura y exclusivamente por amor a la lectura
3
Moderadora de Traducción:
Angie_kjn
Traductores:
AleG
Alexiacullen
Andrea*Swan
Angie_kjn
Carmen21
Darklady88
Dracanea
Escorpio
Eva Masen-Pattinson
Gabbii Rellez
Jeyd3
Karou!
KellyLeivaR9
Kensha
Kikara7
LittleGirl00
Mafernanda28
QueenDelC
Rockwood
ValentinaW3
Recopilación:
Xhessii
4
Correctores:
Iska
La BoHeMiK
KatieGee
Mafernanda28
Maniarbl
Nony_mo
Xhessii
Revisión:
Xhessii
Diseño:
Shaz
5
Aviso .................................................................................................................. 2
Créditos .............................................................................................................. 3
Índice.................................................................................................................. 5
.............................................................................................................. 7 Sinopsis
Uno..................................................................................................................... 8
Dos ................................................................................................................... 20
Tres .................................................................................................................. 29
Cuatro .............................................................................................................. 43
Cinco ................................................................................................................. 55
Seis ................................................................................................................... 64
Siete .................................................................................................................. 72
Ocho ................................................................................................................. 85
Nueve ............................................................................................................... 95
Diez ................................................................................................................. 100
Once ................................................................................................................ 110
Doce ................................................................................................................ 118
Trece ............................................................................................................... 129
Catorce ............................................................................................................ 143
Quince .............................................................................................................. 151
Dieciséis .......................................................................................................... 164
Diecisiete ........................................................................................................ 172
6
Dieciocho ........................................................................................................ 184
Diecinueve ...................................................................................................... 194
Veinte.............................................................................................................. 205
Veintiuno ........................................................................................................ 217
Veintidós ........................................................................................................ 223
Veintitrés ........................................................................................................ 232
Veinticuatro .................................................................................................... 245
Veinticinco ..................................................................................................... 257
Veintiséis ........................................................................................................ 265
Adelanto: «The Curse Girl» .......................................................................... 276
Siguiente Libro «Bluewing» ........................................................................... 281
Sobre la Autora ............................................................................................... 282
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Corregido por Xhessii
Cada día, la vida en La Helada crece en peligrosidad para sus
habitantes. La ocupación de los Lejanos continúa, y la comida está
empezando a escasear. Y la familia de Lia Weaver también está encarando
sus crecientes peligros: la salud de Jonn empieza a menguar mientras
trabaja para descubrir los secretos de Echlos, e Ivy arriesga todo por traerle
comida a la familia. Y por segunda vez la familia Weaver está albergando
un Fugitivo, pero Lia no confía en ella.
Lia ha encarado muchas peleas valientemente… la ocupación de los
Lejanos, los secretos de la familia, un corazón partido entre dos hombres, y
los ataques de los Observadores… mientras ella lucha por mantener a su
familia a salvo. Pero ahora ella encarará su más grande desafío y descubrirá
los más grandes secretos de La Helada mientras completa su más peligrosa
misión para La Espina.
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Traducido por Andrea*Swan & Carmen21
Corregido por Nony_mo
El mundo era tan frío como el aliento de la muerte e igual de oscuro,
me alivié cuando abrí la puerta principal de la casa de campo de mi familia
y me deslicé afuera. La oscuridad, que estaba teñida de azul, se envolvió
alrededor de mí como un manto y el frío de La Helada se precipitó en mis
pulmones, mientras tomaba un respiro. El picor del frío se fue a mis huesos
mientras caminaba sola hacia el interior del bosque, cargando una linterna.
Caminé un poco en la oscuridad, hasta que llegué a un claro
enmarcado por la indicación de árboles en el borde de las sombras, y me
detuve. Mi corazón latió con fuerza y mis hombros picaron por la
inquebrantable sensación de que ojos invisibles me observaban. Encendí la
linterna en la nieve, y emitió pequeñas astillas de luz en un círculo. El
viento soplaba, alborotando mi cabello y causando escozor en mis mejillas.
Esperé.
Crac.
Cada músculo en mi cuerpo se tensó como una cuerda de arco.
Contuve la respiración.
Crac, crac.
Paso a paso.
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La tensión en mí disminuyó mientras Adam Brewer se deslizó entre
las sombras. La camisa negra y pantalones que usaba lo ayudaban a
mezclarse con la oscuridad cuando él caminaba hacia el claro, y su pálido
abrigo azul era del mismo color que el mío: el mismo color que el de las
flores de invierno que nos proporcionaban una tenue protección de los
monstruos que acechaban en la noche.
Verlo me hizo sentir segura y nerviosa de una manera inexplicable.
El peligro se aferraba a él como el humo, pero al mismo tiempo, estar en su
presencia me hizo sentir segura. Éramos amigos, compatriotas… y
podríamos haber sido otra cosa. Pero no fue así. No pudimos.
Los ojos de Adam se encontraron con los míos. Los suyos eran
oscuros, enmarcados con pestañas negras: unos ojos lindos en una cara
delgada y afilada. Él siempre estaba mirando, siempre pensando sin
descanso y organizando detalles en su cerebro. Eso le daba un aspecto
salvaje, pero ahora sabía que eso era un error de juicio. Él era cuidadoso,
listo. Su expresión me retó en la manera en que siempre lo hacía, sin voz,
pero aún evidente. No decía mucho con sus palabras, pero cada mirada y
gesto que hacía indicaba algo más, algo tranquilo e inteligente y
maravilloso. De nuevo me preguntaba, como siempre lo hacía, cómo me
había perdido ese aspecto de él antes. O tal vez, él lo había mantenido
oculto a propósito, con la esperanza de que todos pensáramos que era un
estúpido bobalicón, incapaz de astucias y secretos, porque Adam era uno de
los individuos más inteligentes que he conocido.
—Llegas tarde —dije, solo para decir algo.
Me sonrió, un rápido movimiento de sus labios que se desvaneció tan
pronto como apareció. Él era así, siempre siguiendo sus sonrisas con ceños
fruncidos.
—No pensé que fueses a venir. Sé que has tenido tus manos llenas
últimamente, preocupándote con el último Fugitivo que has tomado…
—Dije que lo haría, ¿no? —le dije, rápidamente, porque en este
momento no quería pensar sobre ese lío.
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—Lia Weaver —murmuró en voz baja—. La guardiana de los
juramentos. —Un regocijo ligero brilló en sus ojos oscuros.
Me gustó la manera en que dijo mi nombre, Weaver, sin
condescendencia. Para la mayoría de la gente de la aldea, la palabra Weaver
era un apodo poco glamoroso, una etiqueta que significa solo largas horas,
labor manual, dedos andrajosos, y ojos cansados. No inspiraba admiración
como Elder o Mayor o incluso Baker. Adam dijo la palabra como si
significara algo —como si fuera otra palabra para fuerza, coraje, o ingenio.
Su mirada pasó de mí, a la casa, tal vez revisando las ventanas para
ver si todas estaban a oscuras.
—Solo tenemos una hora más antes de la salida del sol. Tenemos que
movernos rápido. —Asentí. ¿Cuándo alguien se ha aventurado dentro del
bosque de La Helada y no se ha movido rápidamente, dando miradas por
encima del hombro, esperando por ver la señal de los Observadores? Nuestro
viaje no será diferente.
—¿Lista? —preguntó.
El miedo se revolvió en mi estómago, pero no me fijé en él. Enderecé
mis hombros y levanté el nivel de mi barbilla con la línea distante del
bosque negro que marcaba La Helada. Con una mano, toqué las flores de
invierno que cuelgan alrededor de mi cuello. Era un hábito nervioso. Solo
quería estar segura que estaban allí.
—Estoy lista.
Nos adentramos en las profundidades de La Helada. Los árboles se
cerraron alrededor de nosotros como colmillos en la boca de algún
monstruo antiguo, y las ramas desnudas se engancharon en mi abrigo y
cabello. Me agaché, mis botas susurrando a través de la cáscara dura de
nieve helada, mis ojos estaban en la espalda de Adam, mientras él se movía
delante de mí. Aquí, todo estaba oscuro, pero mis ojos se estaban ajustando
y estaba empezando a distinguir el camino por delante.
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Caminamos rápidamente y hablamos poco, aunque nuestro silencio
era una conversación en sí misma. Él se detuvo para sujetar una rama por
mí. Me moví a su lado mientras oí un crujido en los arbustos, y su mano
rozó la mía como señal para que me detenga.
La atención erizó mi cuerpo. De repente, todo se volvió mortalmente
silencioso, excepto por los latidos de nuestros corazones y el tono áspero e
irregular de nuestra respiración. Escaneamos la oscuridad, pero nada se
movía contra la pálida línea de nieve. Exhalamos al mismo tiempo,
intercambiamos una mirada y seguimos adelante.
La oscuridad era casi luminosa, mientras la débil luz del amanecer
comenzaba a pintar la nieve plateada debajo de nuestros pies y a lo largo de
los bordes de las ramas de los árboles que tacaban el cielo. Froté mis brazos
para entrar en calor, aunque tenía más que solo frío. Ver La Helada de
noche evocó recuerdos de una época hace varios meses, cuando Adam y yo
habíamos caminado a través de la noche para encontrar la puerta secreta de
La Espina, acompañados por el hermano de Adam y Gabe, un Fugitivo que
había huido del País del Sur con la ayuda de los agentes de La Espina.
Gabe. Solo pensar en él hacía que mi estómago se retuerza en
dolorosos nudos.
Adam extendió una mano, sacudiéndome de vuelta a la realidad.
Escuché el sonido de ramas romperse. Una exhalación de terror escapó de
mis labios en una fantasmagórica espiral, blanca y nublada en el aire
congelado. Murmuré el nombre de Adam. Sosteniendo un dedo hacia sus
labios, me agarró la muñeca y señaló.
La oscuridad formó una cortina sólida, así que era imposible de ver
que era lo que se estaba moviendo a través del bosque por delante de
nosotros, pero el tenue brillo de luz roja brillaba de una línea de carámbanos
colgando de las rocas. Mi corazón se convirtió en piedra y cayó a mis
rodillas, mientras los carámbanos se hacían añicos.
Un Observador.
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Adam agarró mi brazo y me empujó en la dirección de la casa de
campo. Fuera del rabillo del ojo, vi la rapidez de la oscuridad, un destello de
rojo brillando, el temblor de la luz a través de la parte posterior de púas
metálicas. Corrí. Adam estaba al lado mío, su cabello ondeando en el
viento.
—Rápido —gritó él, pero el viento se llevó esa palabra.
El suelo se estremeció cuando el Observador se abalanzó sobre
nosotros. Apreté los dientes a causa del ardiente dolor en mis pulmones y
moví más mis piernas. Detrás de mí, escuché las ramas rompiéndose. Un
rugido se escuchó en el aire. Las ramas agarraban mi ropa y me abofetearon
la cara. Un sollozo se quedó atrapado en mi garganta. No lo íbamos a
lograr.
Sentí un débil silbido en el viento, como si algo cortara el aire al lado
de mi oreja. Tragué un grito y traté de correr más rápido, pero estaba
desacelerando.
—Hacia la derecha —gritó Adam, jadeando.
Doblamos una maraña de árboles y de repente él estaba gritando:
—¡¡Aquí!!
Yo estaba resbalando, tropezando después de él, bajo las ramas que
colgaban a baja altura y a través de las acumulaciones de nieve. Caímos
juntos dentro de las sombras bajo el árbol.
El Observador se movió violentamente en el bosque, a unos pocos
metros más allá de nosotros, mientras yacíamos en el suelo, aplanados en la
nieve y permaneciendo inmóviles como rocas. Estaba despatarrada, mi
abrigo extendido sobre mí y mi cuerpo hundido en la húmeda congelación.
Temblé mientras el monstruo buscaba en la maleza.
Astillas de luz roja se deslizaron a través del hielo y bailaron en la
cara de Adam. Él estaba muy quieto. Su respiración fluyó de su boca en un
fragmento blanco.
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El Observador gruñó, y el sonido gutural me hizo temblar hasta los
huesos. Apreté mis ojos cerrados mientras él se acercaba. Garras rasparon
las rocas, mientras el aliento caliente de la criatura llenaba el aire. Algo cayó
al lado de mi mano con un ruido sordo, pero tuve miedo de mirar.
Y luego, con un hilo de aire y una arañada en las ramas de árboles, el
Observador se fue.
Nos quedamos completamente quietos, escuchando. Conté mis
respiraciones y escuché el viento. Finalmente, Adam soltó un respiro
tembloroso y se sentó, sus ojos oscuros escaneando las sombras.
—Creo que se ha ido. Ahora, estamos a salvo.
Abrí los ojos y miré alrededor. La luz manchaba el horizonte, y el
bosque había cambiado de negro a un gris apagado. Ahora, podía ver
claramente la cara de Adam: su mandíbula apretada mientras contemplaba
la nieve removida donde el Observador había estado. Se volvió hacia mí, su
mirada, gentilmente avanzando sobre mí, mientras el revisaba mis
miembros visibles en busca de heridas.
—¿Estás bien?
—Estoy bien.
Él asintió. Adam no iba a arroparme: sabía eso. Cerré mis ojos de
nuevo, reuniendo mi fuerza. Cuando los abrí, Adam me estaba ofreciendo
su mano.
—Vamos —dijo él.
Me obligué a tomar su mano y a levantarme, a pesar de que mis
piernas seguían temblando y todo mi cuerpo se sentía como hilo escurrido.
Continuamos a través de La Helada. Ahora, no había señal del
monstruo, pero el malestar tarareaba una canción en mi cuerpo, y mis
movimientos eran espasmódicos, asustadizos. La mirada de Adam se
deslizó sobre el suelo, y tomó unos cuantos pasos más antes de agacharse y
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cepillar sus dedos sobre un pedazo de tierra congelada, quitando pequeñas
piedras y agujas de pino.
—Aquí —dijo, sacando un conjunto de herramientas de excavación
sin filo de su cinturón.
Me uní a él, y juntos hemos cortado la capa de hielo y tierra. Mi
espalda de erizó con malestar cuando me volví hacía los árboles, pero Adam
era un bastión de calma. Su cabello oscuro rozó la parte superior de sus cejas
y ocultó su expresión, pero pude ver que sus hombros estaban relajados. Mi
estómago se revolvió con preocupación mientras cavaba en la tierra y deseé
tener una pala.
Cuando el agujero creció lo suficientemente profundo, Adam sacó los
artículos que había llevado debajo de su capa: una red cubierta de flores de
invierno en la que Ivy y yo estuvimos trabajando durante semanas, algunas
capas adicionales y una lata de carne seca. Era un kit de emergencia para
alguien que viajaba por La Helada por la noche, alguien que busca el Portal o
refugio de los Observadores. Envolvió todo en hule y bajó el paquete en el
agujero y recogimos la tierra de nuevo en el lugar y le dimos unas
palmaditas hacia abajo antes de patear la nieve en su lugar. Adam hace una
marca: una línea curvada con otra más corta que se desvía a un lado como
una deforme “Y” en la corteza del árbol.
La marca de La Espina.
Solo han pasado unas semanas desde la última misión que
completamos. Ahora, habíamos enterrado esos kits durante semanas en un
esfuerzo de prepararnos para la renovación de los deberes La Espina que mis
padres habían realizado cuando estaban vivos, deberes que los mataron.
—¿Cómo verá alguien esto en la oscuridad? —susurro recorriendo con
mis dedos la marca.
—No es solo el árbol —dijo él—. Aprenderás a memorizar también el
paisaje. —Se dio la vuelta y señaló todos los árboles a nuestro alrededor—.
Mira cómo se agrupan en matorrales aquí. Hay un arroyo más allá de las
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rocas y un claro aún más allá. Y esa roca parece un hombre. ¿Ves el cuello,
la cabeza?
Estudié el sitio que me señaló, intentando mantener los detalles en mi
memoria. Estas excursiones nocturnas fueron parte de mi entrenamiento.
Adam empezó a entrenarme más bien como un agente de La Espina,
enseñándome lo que necesito saber para sobrevivir en el bosque o realizar
trabajo de espionaje en el pueblo. Mi vida podría depender de estas
lecciones.
Continuamos, deslizándonos entre los árboles que eran solo formas
amorfas en la semioscuridad. La nieve crujió bajo mis botas, y pude olfatear
la tierra, y al pino y el olor frío y húmedo del hielo. Rompimos a través del
bosque a un claro. Un campo. A través de la hierba cubierta de nieve, vi las
aguas oscuras del río, y más allá la carretera.
La carretera “más allá”.
Estaba demasiado oscuro para distinguir el carro de seguimiento que
cruzaba la tierra congelada como cicatrices en una mejilla, pero supe que
estaban allí porque su señal quedó marcada en mi memoria para siempre.
Soldados transportaron prisioneros a lo largo de esta carretera todo el año.
De uno de estos vagones, Gabe escapó cruzando el río y penetrando en La
Helada. El viento sopló contra mis mejillas, haciendo caer agua de mis ojos.
La mano de Adam rozó mi hombro —un único y ligero toque. Una
pregunta. ¿Estaba preparada? La luz de la luna destelló en sus ojos. En
respuesta a sus silenciosas palabras, di un paso adelante en el campo, en
dirección a la carretera. Estaba lista.
Alcanzamos el río, aquí el cielo surgió sobre nosotros, como acero gris
y demasiado grande, que me estremecí. No me puedo sentir segura bajo éste
largo cielo después de una vida debajo de los árboles. El agua brilló como la
tinta, deslizándose como el pasado, suave e imparable. Una vez este río
formó la frontera entre La Helada y Aeralis, el sitio “más allá” que no
cruzaría. Pero ya no. Ahora, se habían extendido a nuestra tierra, trayendo
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con ellos sus armas aceitadas, su cruda tecnología mecánica, su recubierto
guante cruel.
Adam se agachó al lado del agua y abrió otro agujero pequeño. Llenó
el agujero con suministros y marcó el lugar dibujando el símbolo de La
Espina en el tronco de un árbol por encima de ella.
Miré a través del río a la carretera mientras él trabajaba. El
sentimiento de peligro que sentí al mirarla mezclado con una repentina
intensa necesidad de estar en el lugar donde muchos otros escaparon. Me di
la vuelta y examiné la orilla del río.
Allí, un árbol caído se extendía desde un punto de poca profundidad
como un puente. Corrí hacia abajo, hacía el banco y trepé por las raíces. Mi
corazón galopaba. Mi boca estaba seca. Agarré la áspera corteza del árbol y
me empujé hacía arriba.
Adam me siguió como una sombra. Esperaba que hubiese agarrado
mi brazo, susurrándome al oído que me detuviera, para decirme que
esperará mientras él cruzaba solo. Pero no lo hizo.
El árbol temblaba mientras lo cruzaba, pero aguantó mi peso
fácilmente. Alcancé el otro lado y salté. La Helada estaba detrás de mí, el
borde de los Aerials delante de mí. Un escalofrío recorrió mi piel. Me
estremecí de la cabeza a los pies. Nunca había estado en este lado del río.
Adam aterrizó a mi lado. Agarré el destello rápido de una sonrisa en
la oscuridad.
—Solo esperaba... —empecé.
Su voz fue solo un cosquilleo en mi oreja.
—Nunca has estado en esta parte del río, ¿verdad?
Con el calor de su aliento en mi piel me pongo colorada. Asentí con la
cabeza y se alejó una pulgada. Había una tensión entre nosotros ahora, un
baile de temas evitados y miradas guardadas. Quizás la atracción poco
probable siempre había estado allí, al acecho debajo de la superficie. Pero
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desde que casi lo besé en el granero hace unas semanas, los sentimientos se
habían convertido en un zumbido de calor que llenaba cada palabra, cada
mirada, cada interacción. No sabía cómo tratar con él. Él se había
convertido en el dilema de mi existencia, mezclado con el aire que respiro.
Si extendía la mano, él estaba allí. Si hablaba, él contestaba.
Aun así, estábamos separado por un abismo de sentimientos callados
que ninguno de nosotros expresaría.
Por supuesto que Adam se dio cuenta cuando me aparté un poco,
porque él se da cuenta de todo. No lo comentó, y su cara mantuvo su
expresión neutral. Pero sus hombros se pusieron rígidos, y cuando habló
otra vez, su voz fue cuidadosamente controlada.
—Deberíamos enterrar el último por la carretera.
Había sido el único que rechazó mis avances, pero aún sigo pillándole
mirándome a veces, su mirada herida antes de esconderla detrás de su
máscara de cuidada indiferencia.
Tal vez tenía razón. Me había preocupado profundamente por Gabe,
pero pensé que nunca lo vería de nuevo, por lo que había estado dispuesta a
renunciar a la esperanza de aquel amor. Pero ahora... ahora que había una
posibilidad de que lo haría, y Adam parecía convencido que me gustaría
volver a encender el romance que apenas había tenido tiempo de explorar.
Así que bailamos, nuestras vidas en tensión y armonía simultáneamente
mientras bordeamos nuestros sentimientos y enmascaramos el dolor. Nos
convertimos en un equipo, trabajando conjuntamente. No teníamos tiempo
para esta atracción así que no nos referíamos a ella. Pero sigo sintiendo el
calor a fuego lento en mi sangre, y juzgando por la forma en la que se
sostenía a sí mismo ahora, él también.
Trepamos el banco hasta la carretera, y respiré profundamente. La luz
tenue en el horizonte rebotó en las crestas de tierra congelada. La nieve
estaba en las profundidades donde las ruedas tocaban la tierra, espumosa y
blanca como pus en una herida infectada. El camino lacerando la tierra y
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estropeando la belleza del paisaje. Fue “más allá” invención de principio a
fin, tan fea como una pistola y de vista como congelado.
Adam me tocó el codo para llamar mi atención. Señaló la carretera
hacía Aerials.
—¿Lo has visto? —Una luz brilló en la lejana oscuridad como un
disparo cruzando el cielo, igual que una estrella caída. Asentí con la cabeza.
—Una aeronave —dijo simplemente.
Miré mientras la luz trazaba un arco a través del cielo y se
desvanecía. Fascinación y miedo se arremolinaban en mí. Me pregunto,
¿cómo sería cruzar la noche como eso?
Hemos cavado el hoyo al final de la carretera, en el lugar donde los
prisioneros podrían descansar para estirar las piernas mientras los soldados
fumaban. Apreté una línea de piedras en la empaquetada arcilla, formando
el símbolo que sería muy fácil de pasar por alto si uno no sabía qué buscaba.
Cuando acabamos, nos levantamos y miramos juntos el camino.
—Nuca había estado tan al sur —dije—. Esta es la primera vez que
cruzo el río.
Adam me miró, sin decir nada, solamente dejándome hablar.
Quería decir más… quería verbalizar los sentimientos hinchados
dentro de mí, la ansiedad y la frustración y el anhelo… pero no pude
enmarcarlas en palabras. Se deslizaron lejos de mí, disolviéndose en
emociones innombrables cada vez que intentaba hablar de ellas. Así que en
su lugar, miré el cielo ascender otra vez por el horizonte, donde los campos
Aeralian estiraban una mancha que se convertiría en Astralux si hubiésemos
caminado suficientemente lejos. El viento azotó mi cabello y movió los
bordes de mi capa. Me sentí tan vacía, tan frágil, como un vaso esperando
ser llenado.
—Deberíamos volver —dijo Adam finalmente—. Hemos hecho
suficiente para un viaje.
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Trepamos de vuelta el banco y nos deslizamos a través del árbol que
se extendía sobre el río. Adam me ayudó mientras estremezco el banco de
nuevo, y sus dedos son tan fríos como los míos. Me di cuenta de que hizo
una mueca cuando me bajó. Entonces, vi la mancha oscura en la manga.
—Estás herido.
Echó un vistazo a la manga y se encogió de los hombros.
—Solo un arañazo.
Recordé el silbante sonido junto a mi cabeza cuando estábamos
corriendo. ¿El monstruo lo había magullado? Un nuevo estremecimiento
recorrió mi piel.
—Adam...
—Estaré bien —dijo. Movió los dedos para demostrarme la
funcionalidad del brazo y sonrió tensamente—. Es solo un arañazo. —Me
repitió.
Solo cuando volvimos a las sombras del bosque pude respirar
aliviada. Es irónico que ahora me sienta segura, aquí en La Helada, pero...
algunas cosas son menos terroríficas solo porque resultan familiares.
Retrocediendo nuestro camino, nos apresuramos hacía la granja.
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Traducido por QueenDelC
Corregido por Nony_mo
Replegamos nuestros pasos a través de la nieve, apurándonos por la
luz creciente. A pesar de los peligros, había Cazadores y Recolectores que se
aventurarían a las orillas de La Helada a la luz del día, y no podíamos dejar
que nos atraparan aquí. Nuestra presencia causaría preguntas, sospechas.
Quizás, incluso, acusaciones. La recompensa por agentes capturados de La
Espina era muy buena.
Lentamente, el mundo a nuestro alrededor se volvió blanco al salir el
sol. Cuando alcanzamos la orilla del corral de mi familia, tomé los últimos
pasos sola. Me di la vuelta una vez y miré sobre mi hombro a Adam. Se
recargó sobre un árbol, sin mirarme, examinando su herida con sus largos
dedos. Su frente estaba arrugada por la preocupación, pero la escondió
cuando se dio cuenta que lo estaba mirando.
—¿Vas a entrar? —pregunté—. Puedo limpiar eso.
Se enderezó, ajustando su manga de nuevo. Frunció el ceño como si
estuviera pesando los pros y los contras sobre aceptar, y finalmente asintió.
Mi hermano gemelo, Jonn, levantó la vista de la mesa de la cocina
cuando Adam y yo entramos en la casa. Papeles y carteles estaban apilados
sobre la mesa a su alrededor, y bolsas enmarcaban sus ojos. Palideció
cuando vio sangre en la manga de Adam, pero su voz era calmada y
tranquila, como si estuviéramos discutiendo sobre la vaca.
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—¿Observadores?
Asentí. No había necesidad de decir más: la sola palabra era
suficiente. Le conté toda la historia en una mordida sucinta.
Jonn frunció el ceño y se hizo hacia atrás sobre su trabajo mientras yo
encontraba una botella de whisky medicinal y algunos trapos limpios de la
alacena para usar como vendajes. Adam se recargó contra el muro con un
suspiro y movió su manga para tener una mejor vista de su herida mientras
esperaba.
—¿Algún progreso? —preguntó a Jonn en voz baja, indicando los
papeles con un movimiento de sus cejas.
Tomé nota de su intercambio sin que lo notaran. Adam y Jonn
habían experimentado algunos conflictos en el pasado, pero se llevaban
mejor ahora que trabajaban juntos en negocios de La Espina, un hecho que
había observado con placer y alivio.
—Algo —dijo mi hermano, llevándose los dedos a su cabello y
poniendo los ojos en blanco con exasperación—. Descubrí como prender la
fuente de poder, pero nada más.
Indicó un diagrama abierto frente a él, donde un dibujo de tinta
garabateado representaba el misterioso artefacto que Adam y yo habíamos
descubierto unas semanas antes. El DLP1, o Dispositivo de Locomoción Portátil.
Originalmente había venido de Echlos, los restos en ruinas de El Laboratorio
de los Antiguos escondido en lo profundo de La Helada y protegido por los
Observadores. La familia de nuestro padre lo había escondido y pasado el
secreto por generaciones.
Tenía muchas, muchas preguntas —para empezar, aún no sabíamos
por qué los Weaver habían sido confiados con tal deber. Era solo una parte
de un rompecabezas sin explicación, uno que quizás tenía una historia
desde los Días Antiguos. Pero estábamos trabajando lentamente con los 1 DLP: Dispositivo de Locomoción Portátil. Un DLP o un PLD (por sus siglas en inglés) es un componente electrónico empleado para la fabricación de circuitos digitales reconfigurables.
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diarios de mi padre, desenterrando las pequeñas partes sobre nuestro pasado
que daban pistas sobre por qué nuestra familia estaba ligada a Echlos y su
artefacto. Jonn en particular se había pasado descifrando los
desconcertantes documentos sobre el DLP con tanta facilidad como si lo
hubiera hecho toda su vida.
Encontré los suministros para atender el brazo de Adam, pero titubeé
un momento en la puerta. Mi pecho dolía con orgullo repentino mientras
miraba a mi hermano conversando con Adam Brewer como su igual. Sus
mejillas estaban sonrojadas con agotamiento, y sus ojos estaban vidriosos
por leer documentos a la luz de la vela, pero mantuvo su cabeza arriba y sus
hombros hacia atrás con confianza. Por la mayor parte de su vida, Jonn
había sido relegado a la esquina o a su cama. Su pierna torcida y ataques y
dolores de cabeza (el precio de una herida en su infancia) lo descalificaban
para ser un miembro completamente funcional de la comunidad Iceliss. En
nuestro pueblo, Jonn era visto con lástima o desdén. Pero ahora, trabajando
con La Espina, puso su propio peso y recibió el respeto que demandaba su
contribución. Y había florecido gracias a él.
—¿Mencionó tu padre algo sobre el DLP en sus diarios? —preguntó
Adam a Jonn mientras yo lo llevaba a una silla y destapaba la botella de
whisky. Vertí un poco de la bebida en una gasa y acomodé su manga. Era
un corte limpio, casi tan limpio como hecho por un cuchillo. La sangre ya
había comenzado a coagular en una oscura línea roja.
Jonn frunció el ceño, pensativo, mientras consideraba la pregunta.
—Sí, pero solo partes y pedazos, y de una forma en la que casi
siempre pierdo la referencia la primera vez. Todo está codificado o
inteligentemente encubierto. Creo que le preocupaba que sus diarios
cayeran en malas manos, así que escondió todo lo importante. Estoy seguro
de que algo más me está faltando, una pieza vital que juntará todo lo demás.
Adam cerró sus ojos cuando vertí whisky sobre su herida. Se
estremeció pero no hizo ni un sonido.
23
—Quizás deberíamos revisar el resto de las mantas —bromeé, porque
la información sobre la ubicación secreta del DLP había estado
ingeniosamente oculto en la manta de La Helada de mi madre, un «secreto
tejido que nos mantenía calientes» como mi padre siempre nos había dicho.
Nunca nos dimos cuenta del verdadero significado de esas palabras hasta
que encontramos el mapa cosido en la manta. La ubicación secreta que
Adam y yo habíamos buscado estuvo oculta justo debajo de mi nariz todo el
tiempo.
¿Quién sabe qué más habían escondido mis padres en esta casa, junto con
nuestras cosas?
Jonn bufó y sacudió la cabeza de una manera que me dijo que ya las
había examinado. Se recargó sobre los papeles y los miró con furia.
—¿Dónde está Everiss? —pregunté, mirando alrededor. Como el
predecible caballero que era, Jonn había insistido en que ella tomara la vieja
cama de mis padres, la que usaba para dormir, mientras que él dormía ahora
junto al fuego. Usualmente, ella estaba despierta y levantada al iniciar el
día, ansiosa por ayudar en la casa.
Las puntas de las orejas de mi hermano se enrojecieron como siempre
lo hacían ante la mención de la nueva fugitiva que tomaba refugio en
nuestra casa.
—Aún está durmiendo. Estuvo hasta tarde ayudándome con los
diarios.
—¿Qué? —Cerré la botella de whiskey tan fuerte que salpicó—. ¿En
qué estás pensando? ¿Ayudándote con negocios de La Espina? Ella es una
Capa Negra. ¡No podemos confiar en ella!
Él echó chispas por los ojos.
—Ella nos trajo el DLP. No veo por qué no puede saber más sobre
ello. E incluso si aún tiene simpatía por los Capas Negras, que no la tiene, ¿a
quién le va a contar? Está atorada aquí con nosotros. Todos los demás creen
que está muerta.
24
Miro a Adam buscando ayuda.
Encuentra mi mirada, pero no puedo leer sus pensamientos en su
expresión.
—Tiene un punto, ella está lastimada, sola, y totalmente a nuestra
merced.
—Por ahora —digo—. Pero, ¿qué tal cuando esté completamente
recuperada? ¿Y si sale corriendo y le dice todo a los Capas Negras?
—No va a hacer eso —espeta Jonn—. Vino a nosotros. Nos trajo el
artefacto. Pudo habérselos dado, a los Capas Negras, pero no lo hizo. Lo
trajo aquí.
No estaba convencida. Simplemente habíamos sido la mejor apuesta
para la supervivencia de Everiss, nada más. No fue lealtad o buena voluntad
lo que la trajo a la granja. Era puro, inalterado interés propio.
—No confío en ella.
Una pequeña tos vino de la puerta de la habitación de mis padres.
Todos volteamos.
Everiss pasó una mano sobre sus rizos desacomodados por la
almohada y mordió su labio. Los bordes de sus ojos estaban rojos, pero nos
dirigió una sonrisa como si no hubiera escuchado nada. Y quizás no lo
había hecho.
—Solo iba a comenzar con el desayuno… pero parece que interrumpí
una discusión. Trabajaré en mi tejido hasta que estén listos para que me les
una…
—Ya terminamos de hablar —dijo Jonn con firmeza, lanzándome una
mirada que podría haber cortado el cabello de un caballo—. Quédate, por
favor.
Cerré mi boca y me di la vuelta. Continuaría la discusión con él en
otro momento.
25
Everiss entró de nuevo en la habitación y reapareció con una canasta
con hilos. Su mirada fue hacia Adam y su brazo lastimado. Sus cejas se
levantaron, pero no hizo ninguna pregunta. Sabía que era mejor no hacerlo.
Echando un vistazo a mi rostro, se movió hacia un lado de Jonn, donde se
deslizó en una silla y se agachó sobre la canasta.
Ya no nos considerábamos amigas, supuse. Ella sabía que estaba
furiosa por la involucración de mi hermana con el grupo peligroso y
revolucionario de jóvenes en el pueblo que se hacían llamar Capas Negras…
un involucramiento del que Everiss no me había prevenido o avisado, a
pesar de que Ivy solo tenía catorce años. Así que nos evitamos. Se quedó
pegada al lado de Jonn, y pasé la mayor parte de mi tiempo con Adam,
caminando por La Helada.
Parecía que había un montón de lugares de los que me alejaba
últimamente, reflexioné con pesimismo. También estaba evitando el
pueblo, porque las últimas semanas las cosas habían comenzado a tomar
una vuelta desagradable ahí.
Adam tocó suavemente mi brazo. Me sobresalté, y quitó su mano al
instante.
—Deberíamos hablar afuera —dijo en voz baja—. Tenemos algo más
que discutir.
Asentí.
—En privado —añadió, cuando miré de mala gana a Everiss y Jonn.
No quería dejarlos, porque ahora ellos discutirían sobre lo que habíamos
estado hablando. Lo sabía.
Lo seguí afuera, y caminamos en silencio hacia el granero. En cuanto
la puerta se cerró detrás de nosotros y la cálida oscuridad nos rodeó con los
sonidos de los animales, me di la vuelta.
—No puedo creer que le esté diciendo cosas a ella sobre el DLP. No
podemos confiar en ella. ¿Está ciego?
—Lia —dijo Adam.
26
Ahogué una risa incrédula.
—Es ridículo. Claro que él está… está cegado por sus sentimientos
hacia ella. El día que vino a nosotros por refugio, me dijo que la amaba. Y
por todo lo que sabemos, lo está usando a su ventaja. Sus afecciones lo están
convirtiendo en un tonto.
—Nos pasa a los mejores —dijo Adam en voz baja, casi con amargura.
Eso me calló. Di un paso hacia atrás y me recargué sobre la puerta,
estudiando su rostro. Nos miramos fijamente, y vi el dolor pasar como una
bruma sobre sus ojos. La emoción se evaporó tan pronto como llegó, y una
vez más estaba concentrado y resuelto.
—Tienes razón al tener cuidado —dijo—. Pero dale una oportunidad.
He hablado con tu hermano por un largo rato sobre esto. Jonn cree que ella
quiere desertar y trabajar para nosotros.
—¿Para La Espina? —No sabía qué me sorprendía más: las noticias
sobre el posible cambio de lealtad de Everiss, o el hecho de que
aparentemente Adam y mi hermano ahora estaban teniendo largas y
voluntarias conversaciones juntos—. Y, ¿apoyas esta idea?
Asintió, pensativo.
—Otro agente nos ayudaría muchísimo. Sus deberes serían limitados,
desde luego, todo el pueblo cree que está muerta, así que no puede mostrar
su rostro de nuevo. —Levantó las cejas en mi dirección—. Esa es otra razón
por la que no te traicionaría. No tiene otro lugar a dónde ir. Todos los Capas
Negras viven y operan en Iceliss.
—Por lo que sabemos —murmuré.
Aunque tenía un buen punto. Desde luego, asumía que Everiss se
comportaría racionalmente, yo no. Muchas personas hacían cualquier cosa
menos lo racional cuando se trataba de algo por lo que tuvieran pasión.
27
—Déjalo, al menos por el momento —dijo—. Justo ahora está
ayudando a tu familia con Cuota y sanando de sus heridas. Cualquier
plática sobre que se quede o vaya aún está a semanas de aquí. Hay tiempo.
—Tienes razón. —Me recargué sobre la puerta y traté de masajear un
poco de la tensión en mis sienes con dedos de repente temblorosos—. Es
solo que…
—Has sido traicionada y engañada antes —terminó él. Dio un paso
hacia mí, alcanzando mis manos para quitarlas de mi rostro—. Lo sé.
Tienes toda la razón en tener sospechas ahora.
Solté una risa entrecortada. Engañada. Traicionada. Cuánta verdad.
Todos en La Helada parecían tener un secreto. Mis padres habían pasado
Fugitivos de contrabando a través de La Helada a un lugar seguro antes de
sus muertes, sin que nadie lo supiera, incluso Jonn, Ivy y yo lo
ignorábamos. Cole Carver, el bufón del pueblo y mi ferviente admirador,
había resultado ser un asesino. Adam Brewer, el silencioso acechador y casi
marginado —a cuya familia todos culpaban por la muerte de mis padres—
había resultado el operativo de La Espina que trabajaba junto a mis padres.
El cruel noble Lejano que recientemente había tomado residencia en la villa
era el hermano de Gabe. E incluso mi mejor amiga, Ann era una operativo
secreto de La Espina. Lo acababa de descubrir hace unas pocas semanas.
Tantos secretos.
¿Aun así era raro que me sintiera tan desconfiada?
Lo dejé apartar mis manos, y de repente estábamos cara a cara, con
sus dedos cálidos sobre mis muñecas y sus ojos buscando los míos. Volteé la
cabeza; me soltó.
Mi pulso martilleaba caliente bajo mi piel. Aclaré mi garganta.
—¿Dijiste que teníamos algo más que necesitábamos discutir?
—Sí —dijo, dando un paso atrás para darme espacio, dejándome
respirar de nuevo—. El DLP. Nos estamos quedando sin tiempo.
28
—Jonn está progresando —dije.
—Sí, pero puede que no nos quede mucho tiempo. Necesitamos algo
más. Necesitamos ayuda con este proceso de decodificación.
—Y, ¿cómo propones que hagamos eso? —pregunté.
Adam me estudió pensativo.
—Korr tiene información e investigación sobre Echlos. Estaba
buscando el DLP. Recientemente, estaba preguntando sobre tu familia en el
pueblo, particularmente sobre tu padre. Mencionó unos diarios. Quizás
tiene documentos, información que podría ayudar a Jonn con la
decodificación. Otro diario, quizás. La pieza faltante.
¿Otro diario? Inhalé profundo.
—¿De verdad crees eso?
—Es una apuesta… pero por lo que sé de Korr, no creo que haya
venido aquí, para empezar, si no tuviera confianza en que pudiera hacer
funcionar el artefacto. Últimamente he escuchado rumores de que tiene un
documento que se originó de La Helada. —Adam titubeó—. Aún debe
tenerlo, a pesar de que tiene al DLP como perdido. Y necesito que intentes
tomarlo de él.
Mi corazón tamborileó ante la idea de volver a estar cerca de Korr,
pero pasé saliva y asentí.
—Haré lo que necesites que haga.
29
Traducido por Gabbii Rellez & Mafernanda28
Corregido por Nony_mo
Mis pasos sonaban mientras tomaba el camino hacia Iceliss a través
del bosque. Una bolsa de hilo extra colgaba en mi mano, estando hilado
podría utilizarlo para cambiarlo por más comida. Blewings revoloteaban
encima con sus plumas desordenadas. Gotas de hielo goteaban de los
árboles y hacían charcos en el suelo. Las flores del invierno que se alineaban
en el camino y se agitaban con el viento, hoy parecía más fragante con un
frenesí azul. La primavera era todavía un vago recuerdo duradero en el
borde del viento, pero se acercaba. Lo llamábamos El Deshielo.
Tuvimos una primavera débil y corta, toscos veranos. El aire no era
realmente caliente en La Helada, pero cada año por algunos meses la nieve
se derretía y el pasto crecía alto y el frío se retiraba en la noche. Hemos
tenido tiempo suficiente para que crezcan algunas verduras y cosechar
suficiente hierba para llenar nuestros graneros, y luego el invierno nos
agobia de nuevo. No teníamos temporada de otoño. El invierno comienza
con la primera tormenta que trae hielo y nieve sobre nosotros.
Mi corazón se hundió como una piedra cuando llegué a La Jaula que
llevaba hacia la aldea, pero no vacilaron mis pasos. Caminé entre los que
custodiaban la entrada del túnel de acero, que se suponía que nos protege de
los monstruos, como si no les temiera. Como siempre, un escalofrío se
deslizó por mi piel como las sombras proyectadas por las vigas metálicas
que parpadeaban sobre mi cara y mis brazos. Del otro lado, las flores del
invierno seguían bailando con el viento y las ramas de los árboles se
30
raspaban y se sacudían contra los barrotes. La sensación de ser como una
rata en una trampa se cerró alrededor de mi garganta, amenazando con
estrangular, pero me obligué a caminar lentamente, casi lánguidamente.
Finalmente, llegué a la puerta de la cuidad. Acero reunido de la Edad
de Piedra, donde estaba La Jaula vacía en el pueblo. Casas y tiendas
erosionadas por la nieve roca, desaparecieron de eones por el hielo y la luz
del sol, apiñados en torno a las estrechas calles. El humo de algunos
incendios en la cocina se curvaba hacia el cielo en espiral, y en alguna parte
oí el sonido de niños cantando juntos al pasar por la escuela, la nueva
adicción de nuestra aldea.
En la nueva escuela enseñaban los Lejanos. Raine había traído un
profesor de Aeralis y este severo Lejano con los ojos afilados y una lengua
aguda perforaba los niños diariamente en sus clases. Ninguna familia del
pueblo quería enviar a sus hijos, pero para aquellos que asistieron, sus
familias recibieron alimentos extra y proporcionados a cada semana. Y así,
las clases se llenaron como una explosión, porque nuestra gente estaba
hambrienta. El invierno había sido largo, y la ocupación había sido dura.
Alimentábamos a los soldados y los trabajadores Lejanos que construyeron
La Jaula de acero y ladrillo. No teníamos suficiente para todo el mundo, ya
no. Me puse más allá de la nueva escuela en mi camino hacia el mercado.
Había sido construido al lado del límite del patio, y los niños utilizan el
espacio del patio semanalmente para practicar «movimientos» que eran
sospechosamente parecidos a los ejercicios militares.
Soldados Lejanos marcharon por las calles en secuencia con uniformes
grises y relucientes botones, dirigiéndose hacia mí. Me congelé. Mis ojos se
deslizaron por delante de ellos hacia una pared, y mi estómago estalló con
inquietud. Me sentí como un insecto en espera de ser aplastado, entré en el
pueblo. Tenía tantos secretos: La Espina, Gabe, y ahora también Everiss.
¿Qué pasaría si supieran? Y, ¿si venían por mí?
Los soldados pasaron sin detenerse, y exhalé profundamente. Agaché
la cabeza para ocultar mi expresión de alivio, di vuelta a la esquina de patio
y me dirigí hacia el mercado.
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La colección de pequeñas tiendas y puestos de venta, que estaba en
mal estado, parecían aún más escasos hoy. Pocas personas tenían algo extra
para el trueque. He echado un vistazo a la selección de pescado y continué
viendo hasta la carne de ardilla curada que un cazador había traído. Era más
cartílago y hueso que carne, pero necesitábamos alimento, y no podíamos
ser demasiado exigentes. Levanté lo que había traído al trueque —hilo—,
pero el hombre negó con la cabeza.
—Necesito sal, Weaver. No puedo alimentar a mi familia o conservar
lo que cazo con tus mercancías, aunque esté tan bellamente tejida tal como
lo está.
Bajé los ojos. Poco a poco, puse la parte posterior del hilo en la bolsa.
—Lo entiendo.
Su cara se tornó triste, y asintió con la cabeza a alguien detrás de mí.
—Tal vez ella quiera tomar tu hilo. —Con un resoplido, se alejó y
empezó a hablar con el panadero.
Me volví y vi una capa roja familiar y capucha. La hija del Alcalde.
Mi mejor amiga.
—¡Ann!
Ella me abrazó tan fuerte que mi capucha resbaló de mi cabello.
Sintió mis huesos en mis brazos, como un haz de leña envueltos en tela.
—Lia. ¿Cómo estás?
Buscó mis ojos. No me preguntó acerca Everiss, por supuesto, pero vi
las interrogantes en su cara. Everiss había sido más amiga de Ann que mía,
antes de que ella cambiara en alguien que no conocíamos. Fue el cambio
más doloroso de una larga lista de cosas que se habían vuelto tan diferentes
en los últimos meses y semanas.
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—Hambrienta —dije con una risa áspera, mirando hacia abajo al hilo
que tenía en la mano, el cual el cazador acaba de rechazar—. Como todos
los demás.
Ann siguió mi mirada.
—Oh, el hilo —exclamó con un poco de entusiasmo—. ¡Qué suerte!
Necesito más hilo para los guantes que estoy haciendo. Te cambio un poco
de comida por él.
Me sentí engañada por un momento.
—Ann...
—No —dijo, al insistente—. Necesito el hilo, realmente lo hago.
Vamos.
La seguí hasta la colina a la casa del Alcalde, mi corazón se hundía
con cada paso. Podía leer la historia en el fuerte empuje de sus hombros a
través de la tela de su vestido, en la curva de sus mejillas hundidas, en la
fragilidad de sus muñecas y cuello.
También tenía hambre, pero estaba fingiendo.
Llegamos a la casa y pasamos por el jardín a la entrada trasera, la
cocina. El cocinero se había ido, y nos quedamos solas. Ann fue a la
despensa y abrió la puerta. Ella movió su cuerpo para bloquear la vista, pero
no antes de que viera cómo de desnuda estaban los estantes.
—Tengo un poco de pan —dijo por encima del hombro—. Es de hace
pocos días y está un poco crujiente, pero todavía tengo mucho.
—Eso está bien —dije. Mi pecho se sentía pesado.
—Excelente. —Ella lo envolvió en papel de aceite y me lo pasó—.
Aún es un trueque.
Me mordí el labio y le lancé el hilo.
—¿Cómo están las… cosas? —pregunté.
33
Ella levantó un dedo. Mientras la miraba, se dirigió a la puerta que
comunicaba el pasillo entre el comedor y la cocina. Puso su oreja contra ella
por un momento, escuchado, y luego dio un paso atrás con un movimiento
de cabeza. Era un lugar seguro para hablar libremente.
—Las cosas son, bueno, lo mismo —dijo con una mueca—. El Oficial
de Raine ha establecido su residencia en esta casa, ya sabes. Sus hombres
reparan el daño al estudio de mi padre, y él se lo ha restaurado a su propio
gusto. Ya no hace ninguna pretensión acerca de su poder sobre nosotros.
—¿Y Korr? —Mi corazón hizo un baile nervioso solo con decir su
nombre. El hermano de Gabe era un hombre astuto, peligroso, que hacía
demasiadas preguntas. Él me había visto en el lago de los Everiss el día que
sucedió el asesinato, el día en que Luka el herrero murió. Él sabía que yo
había estado buscando el DLP, pero lo que él sabía era que había ido al río y
me perdí. Y él me había protegido: le dijo a los soldados que me dejaran ir,
y entonces me dijo que era porque sabía que había ayudado a Gabe a
escapar. Él no sabía que yo estaba con La Espina.
No sabía lo que pensaba de mí. ¿Si creía que estaba con los Capas
Negras? Él no ha pedido mi arresto. No le había dicho nada a Raine.
Aún.
Estaba a punto de relajarme cuando llegó Korr. No me dejaría ir, pero
no confiaba en él por un segundo. Era peligroso, imprevisible y listo. Él
tenía poder sobre mí, por lo que había hecho, y los que tenían poder como
siempre se aprovechaban de ello, tarde o temprano. Sabía que un día tendría
que utilizar ese poder para conseguir algo de mí, algo que él quería. La
pregunta era: ¿qué?... Y, ¿cuándo?
—Korr ha establecido su residencia aquí —dijo Ann—. Para mantener
un ojo en Raine, y para atormentarlo, creo. Ellos no se llevan bien. Se
gruñen el uno al otro como dos perros que quieren el mismo hueso.
—Me sorprende que Raine no lo haya colgado de los árboles.
Sus labios hicieron una sonrisa triste.
34
—El Oficial Raine le tiene miedo, creo. Tienen una historia.
El pan era pesado como una piedra en mi mano. Vi a Ann míralo un
par de veces, pero ella aparto su mirada. Me moría por darle la espalda, pero
mi estómago se anudó, y pensé en todo el mundo en casa. Nos quedamos
con hambre. Todos nosotros necesitamos alimentos.
Y no era suficiente.
Llevé mi mente lejos de eso. También tenía otras cosas de qué
preocuparme. Mi nueva misión encomendada por Adam. El DLP. Nos
estábamos quedando sin tiempo.
—Ann —dije—. Si Korr quería mantener algo a salvo, ¿dónde crees
que lo dejaría?
Ella frunció el ceño.
—Probablemente deberías mantenerte lejos de Korr.
No podría hacer eso.
—¿Dónde, Ann?
Se mordió el labio.
—Él tiene su oficina en el nuevo Lejano... tú has estado allí.
Un incómodo silencio envolvió sus tentáculos a nuestro alrededor.
Había sido interrogada por Korr después de que Ann le había dado mi
nombre, algo que solo más tarde me enteré era debido a su ser de un agente
y bajo órdenes. No había sido el momento más brillante de nuestra amistad.
—Está bien —dije—. Pero, ¿existe algún otro lugar donde piensas que
podría tener algo importante?
—En su habitación aquí, tal vez —dijo. Ella se movió incómoda y
desvió la mirada—. Pero realmente no…
—¿Me la muestras?
35
A regañadientes, ella me hizo señas para que la siguiera. Puse el pan
abajo y juntas fuimos a través de la puerta de la cocina y el salón. La luz del
sol golpeó suelos de madera pulida y brillaba en las lámparas y candelabros.
Parecía aún más opulenta de lo que recordaba.
—Raine había traído cosas de Aeralis —explicó Ann en un susurro.
Nos arrastramos por las escaleras hasta el segundo piso y fue hacia la
izquierda, al ala de invitados. Ann se detuvo en la tercera puerta y tocó el
botón con el dedo—. Este es su cuarto —musitó y luego hizo un gesto para
mí de volver abajo.
Dudé. Puse mi mano en la perilla. Seguramente estaría cerrada…
—Lia —silbó Ann, y dejé caer mi mano y la seguí.
Pero un plan se armaba ya en mi cabeza.
Comprobé las trampas en el camino a casa. Una ardilla descarnada,
medio muerta de hambre. Era lastimosamente inadecuada para alimentar a
cuatro personas, pero nos tendríamos que arreglar. Caminé por la granja,
dándole vueltas a las cosas que había visto y oído en el pueblo.
Jonn trabajó en la mesa, mientras la carne se cocinaba. Había páginas
de notas en torno a él, y las pilas de diarios de mi padre formaban una pared
al otro lado de la mesa. Garabateó e hizo bosquejos y de vez en cuando se
paraba para girar el DLP de un lado al otro, contemplándolo con un ceño de
concentración antes de inclinarse al diario delante de él una vez más.
—¿Haciendo algún progreso? ―pregunté, acompañándole en la mesa.
No levantó la vista de la página en la que estaba escribiendo palabras.
—Algunos.
36
Así que él todavía estaba enojado conmigo. Contuve un suspiro.
―Jonn...
―Estoy trabajando, Lia.
Me levanté de la mesa y fui a ver la carne. Lo hervía en un guisado.
Al menos así se podría estirar un poco más. Everiss me miró mientras yo
revolvía la olla. Sus ojos reflejaron el fuego, y sostuvo su hombro herido
rígidamente cuando trabajó. Siempre la molestaría probablemente ahora,
justo como la pierna de Jonn siempre le dolía.
Tal vez tenían más en común de lo que pensaba. Ahuyenté ese
pensamiento rápidamente. La idea de Everiss y mi hermano era
completamente absurda. Y, ¿cómo podríamos seguir escondiendo y
alimentarla para el resto de nuestras vidas? No era un plan sostenible, no a
largo plazo.
El guisado no se había terminado de cocinar. Me senté sobre los
talones y miré alrededor. No vi a Ivy en ninguna parte. Jonn todavía
trabajaba constantemente. Everiss se sentó silenciosamente, hilando en el
regazo. No me miró.
―Necesito hablar contigo ―le dije, mirando de reojo por encima del
hombro a la espalda de Jonn.
Él no levantó su cabeza para mirarnos. No había oído.
Los dedos de Everiss todavía fueron de una manera que sugería que
había estado esperando esto. Puso el hilo aparte y abrazó sus manos juntas
en su regazo.
―¿Sí?
―En privado. ¿Quizás en el dormitorio?
Me siguió. Cerré la puerta y me apoyé contra ella. Se hundió en la
cama, su cara con cuidado neutra y su boca presionada en una línea
decidida.
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Un escalofrío de aprehensión corrió a través de mí. Por el momento,
prefiero correr a través de La Helada sin flores de invierno que tener esta
conversación.
―Adam me ha dicho que estás interesada en formar parte de La
Espina ―comencé.
Se frotó el brazo lesionado y evitó mi mirada.
―Sí, si aceptan.
―¿Por qué?
Sus cejas se unieron, y levantó su barbilla con un tirón desafiante.
―Bien, todos los demás creen que estoy muerta. No tengo adónde ir.
Y por si lo olvidas, los Lejanos destruyeron la vida de mi padre y
dispersaron a mi familia. Tengo motivos para querer que todos ellos se
vayan.
―Ayudamos a los Lejanos Fugitivos ―dije―. Y ustedes los Capa
Negra odian a todos los Lejanos. ¿No crees que sea un conflicto de intereses?
―Nuestro mayor interés fue la justicia ―dijo―. Siempre lo fue.
―Eso es totalmente absurdo.
Sus ojos ardieron.
―No sabes nada al respecto. Te negaste a unirte.
―Me negué a unirme, ya que era un disparate.
―Jonn dice…
―Esa es otra cosa que tenemos que discutir ―le interrumpí―. Mi
hermano.
Everiss se estremeció. Claramente, había golpeado un punto doloroso.
Sabía que le engañaba. Sentí consternación y reivindicación en partes
iguales. Pobre Jonn, mal de amores. Ella le iba a cortar.
38
―No es así ―dijo ella, abriendo y cerrando las manos―. Me
preocupo por él. Nos escribimos cartas durante años. Él es… él es mi amigo.
Yo no daré marcha atrás.
―¿Sabe él que tus sentimientos tienden solo a la amistad?
Se mordió los labios y no contestó, pero la culpa brillaba en sus ojos.
Fruncí el ceño. Bueno, no me sorprendió. Jonn era tan sutil en el
amor como un perrito ladrando. Pero aun así... la frustración creció en mí
como una ola, que amenaza con derramarse de mi boca en forma de
palabras de enojo. La ignorancia de sus sentimientos podría haberme
inducido a perdonarla.
Ahora, mi aversión era aún más fuerte. Ella sabía, y no hizo nada
para detenerlo. En el mejor de los casos, estaba siendo descuidada. En el
peor, maliciosa o manipuladora.
―Vas a romper su corazón, Everiss.
―He querido hablar con él ―murmuró ella, manoseando el borde de
su vestido y evitando los ojos―. No ha habido un buen momento. No sé
qué decir.
De repente, sentí los huesos cansados. Ella quería que yo le diera una
respuesta, un plan. Una orden, incluso.
―No soy tu madre. ―Poniéndome de pie y crucé los brazos―. No
voy a decirte qué hacer. Pero ten en cuenta esto: si haces daño a mi
hermano, me responderás a mí.
La dejé sentada en la cama y volví al fuego para comprobar el guiso.
Estaba caliente y burbujeante. Fui a traer los tazones de madera de la
cocina.
Jonn levantó su cabeza de sus papeles cuando crucé el cuarto principal
para la cocina. Sus cejas se juntaron.
―¿Tú y Everiss están hablando otra vez?
39
―No fue una charla amistosa ―dije, al instante molesta por la
esperanza proveniente de sus ojos. ¿Estaba imaginando algún final feliz de
cuentos donde Everiss y yo nos hicimos mejores amigas otra vez, y luego
cayó en sus brazos con protestas de amor? Era listo, mi hermano.
¿Seguramente él sabía lo tonta que era una fantasía?
Pero en los talones de mi cólera vino la tristeza. Con sus ataques y
piernas marchitas, había tenido una vida muy dura. ¿Era tan tonto de su
parte querer un poco de felicidad, tan improbable como puede ser?
Estaba enojada, pero no con él. Estaba enojada con las cosas como
estaban en La Helada, la nieve, el hambre, el trabajo interminable haciendo
Cuota y temiendo a los Lejanos y colgando nuestras flores de invierno para
protegernos de los monstruos en la noche. Éramos como peces sosteniendo
nuestros lugares en una corriente fluyendo feroz, nunca nadando contra la
corriente pero nunca moviéndose a ninguna parte.
Parpadeé y vi mi vida en un instante delante de mí, relatada con
mucho hilo, ciclos de hielo y deshielo, trabajo y cansancio que culmina con
una flor de invierno extraviada o con decir una palabra equivocada a un
soldado Lejano. Un final rápido y brutal a una vida rápida y brutal.
Por un momento, no podía hablar.
―¿Lia? ―dijo Jonn, alcanzando su muleta.
Me sacudí la melancolía paralizadora y me volví a la cocina.
―¿Dónde está Ivy? Es hora de comer. ―Prácticamente gruñí las
palabras.
La puerta se abrió de golpe antes de que termine mi frase. Mi
hermana estaba en el porche, tirando de su manto nevado y estampando sus
pies para calentarlos cuando se quitó sus mitones.
―Ivy ―me enfurecí―. ¿Dónde estabas?
Ella extendió sus manos revestidas con las manoplas.
40
―Recolectando bayas de invierno. Pensé que podíamos comerlas
frescas para el postre.
Las bayas estirarían esta patética comida un poco más.
―Muy bien ―dije―. Ponlas en un recipiente y coge el pan.
Se apresuró a obedecer.
―¿Hay leche?
Leche. Eso me hizo recordar.
―¿Has visto a los animales esta noche?
Su boca se abrió y se cerró. Tomé esto como un no.
―Lo haré ―dijo rápidamente.
Ese fue el momento en que Everiss optó por salir de la habitación.
Crucé la puerta.
―No, yo voy. Traes las sobras para los pollos.
Asintió con la cabeza y miró a las bayas en sus manos. Mi mirada se
deslizó por delante de ella a Jonn y Everiss, y los vi que bloquean los ojos.
Sus orejas se calientan. Ella apartó la mirada.
Fruncí el ceño, me adentré en la nieve.
La puerta del establo chirrió cuando empujé para abrirla. Di unos
pasos dentro, tarareando sin melodía en voz baja. Al llegar al balde del
grano, oí un sonido como un zapato contra la piedra raspada en la oscuridad
cerca de los establos de los caballos.
―¿Ivy?
Pero algo en el espeso silencio que siguió hizo que los pelos en la
parte posterior de mi cuello se levantaran. Levanté a tientas la pala de nieve
que se inclinaba al lado de la puerta.
La levanté en el aire como un arma.
41
―¿Quién está ahí?
Las sombras se movió, y mi sangre se congeló en mis venas.
Una figura salió de detrás de una viga de soporte, y mis dedos se
cerraron alrededor del mango de la pala. Un hombre. Era delgado y liado en
un grueso abrigo gris. Su rapado cabello gris de acero brilló contra su piel
verde oliva.
¿Un Lejano?
Otra mirada confirmó que era cierto, pero él no iba de uniforme como
los soldados que vagan por el pueblo.
¿Un Fugitivo?
No tenía el lujo de dar vueltas a sus orígenes en este momento.
Todavía estaba muy sola con él en el establo.
―No te muevas ―le dije.
Un vistazo confirmó que estaba demasiado cerca y yo estaba
demasiado lejos para hacer una carrera a él sin interceptarme. No, le tenía
que convencer de que no tenía miedo. Levanté la pala.
En boca apareció un gesto. Claramente, no me encontró remotamente
amenazante.
―Lo digo en serio ―le dije, mi voz quebrada bruscamente y los
brazos comenzando a arder por el peso de la pala―. Te haré daño…
―Estoy buscando a Aaron o a Eloisa Weaver.
¿Mis padres?
De repente mis pulmones se vaciaron.
—Baja el arma —murmuró, metiendo la mano en su abrigo.
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Me puse tensa, esperando una pistola. Pero lo que sacó sorprendió.
Un broche en forma de una Y. Brillaba con frialdad mientras lo sostuvo
para que yo lo viera.
—Estoy con La Espina —dijo él.
43
Traducido por Angie_kjn & Escorpio
Corregido por Mafernanda28
El hombre se apoyó contra la pared de enfrente y colocó el broche en
su bolsillo mientras yo estaba clavada en el suelo, luchando por sacar alguna
palabra. Poco a poco, bajé la pala y me recosté contra la pared. ¿Era esto una
trampa? ¿Me atrevo a admitir que sé de lo que estaba hablando? Podría ser
cualquiera.
—¿La Espina? —pregunté.
Hizo un ruido impaciente en la parte de atrás de su garganta.
—Tú sabes —dijo confiado mientras su mirada buscaba mi rostro—.
No desperdicies mí tiempo, chica.
—¿De dónde vienes?
No era del pueblo. Era de Aeralian, pero no era uno de los soldados,
nunca lo había visto en mi vida.
¿Era un Fugitivo? No lucía como ninguno de los delgados,
aterrorizados, escapistas muriendo de hambre que habían pasado a través
del bosque antes.
El desconocido hizo una mueca, un rápido giro de su boca que dejó
entrever volúmenes de memorias no habladas.
—He viajado desde el sur de Aeralis —dijo él.
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Él sacó una pipa de su bolsillo y lo puso entre sus dientes. De su otro
bolsillo sacó un fosforo, lo encendió con un golpe en su zapato, y puso una
mano alrededor de la pipa mientras la llama vacilante tocaba el tabaco en el
interior. Un zarcillo de humo se esparció, y fruncí el ceño. Fingió no verlo.
Tiró el fosforo en las losas a mis pies, pero mis ojos no se perdieron de los
suyos para mirar el fosforo. Lo pise con mi talón, moliendo las cenizas en la
tierra. Él medio sonrió alrededor de la pipa, como si hubiera estado
interesado en mi reacción a él encendiéndolo en nuestro granero.
—Crucé el borde hacia La Helada esta mañana, evitando tu pueblo y
manteniéndome en el bosque para estar libre de soldados —dijo él.
Los soldados. Mi estómago danzo nerviosamente al darme cuenta una
vez más, que tenía a un Lejano en mi granero. ¿Era él un Fugitivo como lo
había sido Gabe?
—¿Qué quieres con mi familia? ¿Estás buscando refugio?
Él inhaló humo y me dio una corta, sombra de sonrisa.
—No, siento entrometerme así, pero debo hablar con tus padres, y no
me atreví a esperar hasta el anochecer para hacer saber mi presencia.
¿Dónde están?
Un momento de choque siguió la pregunta. El aire se sintió como
hielo contra mi piel, y mi corazón palpitó ruidosamente en mis oídos.
Preguntó tan casualmente, tan expectante, como si estuvieran justo al otro
lado de la esquina, justo afuera. Hizo el dolor de su ausencia penetrar más
mientras le respondía.
—Mis padres están muertos. —Las palabras salieron de mi boca como
piedras, flotando en el silencio que inmediatamente siguió.
Sus cejas se levantaron con sorpresa, y sus ojos se quedaron sin
expresión. Fueron de piedra mientras me miraba, tratando que admitiera
que estaba mintiendo.
—¿Muertos?
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—Hace más de seis meses —susurré.
—Lo siento. No me di cuenta… —Su voz se apagó, y tomó otra
bocanada de la pipa y me escudriñó de nuevo, realmente mirando esta vez.
Pude ver cómo calculaba mi edad, mi cuerpo ligero, las bolsas bajo los ojos,
y mis muñecas huesudas. Probablemente me parecía a una niña para él—.
¿Quién ha estado completando las misiones?
El hombre estaba esperando que hablara. Tomé una respiración
profunda.
—Yo.
—¿Tú?
Levanté mi barbilla, sintiéndome desafiante.
—Sí, yo.
Esperé que mostrara más sorpresa. Pero en cambio, sopló humo por
su nariz como un dragón y me señaló con la pipa.
—¿Cuál es tu nombre?
Dudé. ¿Era esto otra prueba?
—¿Cuál es el tuyo?
Él sonrió de nuevo, pero era menos difuminada esta vez.
—Mis amigos me llaman Atticus. No mantenemos muchos nombres
en La Espina. Nos hace más difíciles de rastrear. —Se detuvo, esperando por
mi respuesta.
—Lia Weaver —dije de mala gana.
—Lia. Estoy impresionado, no solo por tu determinación de
defenderte usando esa pala, si no por el hecho de que hayas tomado las
responsabilidades de tus padres.
—Yo…
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—Siento ser abrupto, pero si tus padres no están, entonces hay otra
persona aquí a la que debo ver. —Él interrumpió—. Es muy urgente. Creo
que ahora usa el nombre de Brewer…
—Adam —dije. Por supuesto.
Atticus se detuvo.
—¿Lo conoces? ¿Podrías contactar con él por mí?
Ya estaba corriendo por delante de mis pensamientos. ¿Cuánto debo
decir? ¿Cuánto debo ocultar? ¿Puedo confiar en este hombre?
—Sí —respondí—. Pero es complicado.
—¿Complicado? —La voz de Atticus se afiló—. ¿Qué tanto, chica?
—Quiero decir que los Lejanos, tus soldados Aeralian, vigilan el pueblo
noche y día. Han construido pasillos enjaulados para mantener a los
monstruos de La Helada afuera, y cargan armas. Es difícil contactar con
alguien sin causar sospecha… y no tengo razón para volver al pueblo hoy.
Estará oscuro pronto…
Siempre podría poner la linterna para avisarle, pero quería probar este
hombre primero, descubrir la extensión de su determinación.
—Y tus “Observadores” salen en la noche, ¿verdad?
—¿Has oído de ellos?
Él se río, y el sonido triste jadeó de su garganta como una tos.
—Mi querida, soy un operativo de La Espina. Sé cosas. Además,
¿quién no ha escuchado de las criaturas misteriosas que rondan tu bosque?
En Aeralis, cuentan historias de las bestias con ojos brillantes y las largas y
afiladas garras. Los niños pequeños Aeralian que están a salvo en sus camas
tienen pesadillas de tus Observadores.
Gabe nunca me dijo eso. No tenía ninguna duda de porqué los
soldados Lejanos pusieron La Jaula alrededor de los caminos. Pero no tuve
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tiempo para reflexionar sobre esta visión de la mentalidad de los Lejanos,
ahora no. Crucé mis brazos en mi pecho y miré a Atticus a los ojos.
—Entonces sabes qué tan peligrosa puede ser La Helada. Y aun estás
aquí.
Golpeó las cenizas de su pipa contra las losas.
—Mi asunto es mío. —Levantó la cabeza y miró por encima mío a las
rodajas de luz que entraban a través de las grietas alrededor de la puerta del
granero. Sus ojos, lo noté, eran de un profundo plateado. Eran ojos de un
color extraño para ser un Lejano—. Se hace tarde —dijo impaciente—. ¿Qué
tan lejos estamos de la casa de Adam Brewer?
Tiré para abrir la puerta del granero. El viento arremetió contra mis
mejillas, y parpadeé. Ya el sol había empezado a deslizarse en el horizonte.
La disipada luz del sol se veía en la nieve como mantequilla derretida,
volviendo todo dorado y extraño. Saboreé el viento y olfateé la afilada
esencia de pino, el ligero recordatorio del bosque que nos rodeaba.
—Millas —dije.
—¿Conoces el camino?
Me di la vuelta, enfrentándolo de nuevo. Parecía determinado por ver
a Adam, lo suficiente determinado para enfrentar los peligros. Pondría la
linterna afuera, luego…
Pisadas crujieron en la nieve afuera. Atticus se pegó contra el muro,
sus plateados ojos mirando los míos. Vi la pregunta en ellos, ¿eran
soldados? Sacudí mi cabeza en indicación de que se quedara en silencio.
Una voz sonó.
—¿Lia?
Ivy.
Tomando un respiro profundo. Relajé mis cejas y cambié a una
expresión en blanco y salí. Cerré la puerta detrás de mí y me recosté contra
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ella. Astillas se clavaron en mi espalda. Mis dedos temblaron con chispas de
miedo nervioso.
—Ivy —dije.
Sostenía un cubo de desechos con ambos brazos, para los pollos. Su
mirada apunto a mi rostro, y su expresión se volvió de sospecha.
—¿Lia, dónde has estado? —A pesar de su desafío, miedo quemaba
detrás del borde de su tono.
—Solo terminando los deberes —dije, mis palabras eran nítidas,
precisas—. Alimentaré también a los pollos. ¿Está la mesa lista para la cena?
—No —ella dijo—. Estaba ayudando a Jonn a quitar sus papeles.
Necesita descansar. Estaba teniendo los temblores.
Mi corazón se apretó con preocupación. Las convulsiones de Jonn
eran violentas e impredecibles. Venían y se iban sin una advertencia, y con
frecuencia eran precedidas por somnolencia. Quería correr directo a
revisarlo, pero había un Lejano en mi granero, y tengo que encargarme de
eso primero.
—Regresa a la casa. Dile… dile a ella que ponga los platos y la comida.
—No quería decir el nombre de Everiss delante de este hombre, en caso de
fuera alguna clase de espía. La idea era tonta, además, porque él ya sabía
quién y qué era yo. Si trabajara para Korr, entonces ya estaba casi muerta.
Extendí las manos y jalé el cubo de sus manos. Ella lo dejó ir, y el
borde chocó contra mi espinilla a través de la tela de la falda mientras la
cubeta se balanceaba entre nosotras.
Se dio la vuelta y contuve un suspiro mientras la miraba regresar a la
casa.
Tan pronto como mi hermana desapareció por la puerta, me di la
vuelta y volví a al granero. Atticus estaba esperando, con un hombro
presionado contra la pared. Había guardado su pipa, y me encaró con las
manos en sus bolsillos.
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―¿Tu hermanita?
―Ella no importa ―dije firmemente―. Quiero mantener a mi
familia fuera de esto.
Levantó una ceja ante mi tono, pero no hizo ningún otro comentario.
Dejé la cubeta en el suelo y me aparté el cabello de los ojos.
―Puedes quedarte aquí en el granero esta noche. Voy a poner la
señal… si tenemos suerte, va a verla y se detendrá. Si no… ya se me ocurrirá
algo.
―¿Y los monstruos?
Me quité las flores de invierno que colgaban de mi cuello y las arrojé
a sus pies.
―Mantente quieto y ponte esto. Vas a estar bien. Hay mantas para
caballos en la parte de atrás, y puedes dormir en el heno. Te traeré algo de
comer más tarde.
―Gracias.
Una sonrisa irónica se retorció en mis labios seguida de una oleada de
dolor. Todo se sentía tan familiar y tan diferente. Otro día, otro Lejano en
mi establo.
Atticus observó mi repentina tristeza y me di cuenta de que estaba
tomando nota mental. Su escrutinio me recordó a Adam y fue
desconcertante. Giré la cabeza para ocultar mi expresión, saqué la cubeta de
desechos y la llevé al corral del pollo.
―Regresaré más tarde ―dije―. Quédate quieto. Si algo viene,
escóndete.
Mi mirada se desvió hacia la puerta falsa en el suelo, luego la alejé
antes de que él me observara viéndola. No estaba dispuesta a confiarle a
este hombre los secretos de mis padres. No todavía.
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Colgué la linterna mientras la noche comenzaba a caer, y la luz
vacilante de la vela se derramaba en trozos de oro tembloroso por la nieve.
Me quedé un momento en la pared negra de protección de La Helada
mientras pensaba en el extraño en nuestro establo, con su sonrisa fresca y
mirada vigilante.
Después de un momento, me giré para regresar a la casa.
La noche avanzaba silenciosamente. Everiss e Ivy trabajaban la Cuota
junto al fuego. Hice el inventario de los granos y otros alimentos que
habíamos dejado para la semana. Jonn roseaba los diarios. Se frotó las
manos en el pelo y suspiró con frustración tranquila mientras trabajaba.
Everiss le dio vistazos pero no dijo nada.
Caminé hacia la ventana para contemplar el farol que brillaba
intensamente en la oscuridad. Cada vez que la comprobaba, mi corazón
daba un vuelco al pensar en las bestias que merodeaban por la noche. Pero
ningún Observador se agitaba en la oscuridad. Las horas hacían tic-tac y
finalmente el sueño tiró demasiado de mis parpados como para ser
ignorado, por lo que caí en la cama con un sueño inquieto. El ronquido
suave de Ivy irrumpió el silencio junto con los gemidos del viento, y yo di
vueltas mientras entraba y salía de los sueños de los símbolos de La Espina,
broches y los brillantes ojos de los Observador.
51
Finalmente cuando el alba comenzó a manchar los bordes de las
cortinas de la ventana, me levanté y me puse un vestido. Ya no podía
dormir más. Necesitaba ver al Fugitivo, hacerle más preguntas.
No sabía por qué Adam no había llegado, pero tendría que manejar
esto sola por ahora.
Me puse mi capa y salí. La linterna se había apagado.
Pronto me encontré con Adam.
―Viniste ―respiré―. ¿Has visto la lámpara? Esperé casi toda la
noche.
―Estoy en una misión ―dijo―. No la vi… solo estaba verificando.
¿Qué necesitas?
Me estudio con sus ojos oscuros, esperando una explicación. Respiré
hondo.
―Hay un hombre ―dije―. En el establo.
―¿Otro Fugitivo? ―Miró al otro lado del patio. El viento agitaba las
puntas de su cabello y lo hizo bailar. Frunció el ceño.
―No exactamente. Tiene un broche. Dijo… él dijo que era un agente
de La Espina.
Adam volvió a mirarme con sorpresa.
―¿Te dio un nombre?
―Atticus.
Adam parpadeó. Los planos de su rostro se endurecieron.
―Quédate aquí ―ordenó, y entonces se dio vuelta y se dirigió al
establo sin decir nada más.
―¡Adam!
No se giró para responderme así que corrí tras él.
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El patio era blanco, blanco y blanco y luego la grisura me envolvió, y
pasé por el bostezo negro de la puerta abierta del granero y entré en el
silencio suave del establo. Escuché a Atticus moverse en el heno.
Adam levantó una mano, deteniéndome.
―¿Lia…? ―llamó suavemente Atticus.
―No. Yo. ―Adam dio un paso adelante.
El silencio llenó la habitación. Contuve la respiración. Las sombras
no se movieron. Detrás de nosotros la luz de la mañana brillaba a través de
la rendija de la puerta, pintando una raya de luz azul-blanca en el suelo.
―¿Qué estás haciendo Atticus? ―Adam habló en voz baja, con
enojo.
Encendió un fósforo, y la cara de Atticus estuvo enmarcada en un
parpadeo de color oro. Las sombras tallaron una mueca en su boca.
―Adam. Ya era hora de que aparecieras.
―¿A qué estás jugando?
El fósforo se apagó, sumergiéndonos en la oscuridad otra vez.
Jalé la puerta para abrirla, pero la mano de Adam me detuvo. No
quería que nuestras voces se escucharan. Asintiendo busqué a tientas una
lámpara.
―¿Jugar? ―Atticus se rió por lo bajo, sin poder creérselo.
Encontré una lámpara y la encendí con un cerillo de mi bolsillo. La
luz llenó la habitación. Atticus se puso de pie, él y Adam estaban uno frente
al otro. Adam era más alto, tenía los hombros tensos y la cabeza echada
hacia atrás cuando se enfrentó al otro hombre. Atticus me dio una mirada
corta y después la apartó.
Adam cruzó los brazos sobre su pecho y echó la cabeza hacia un lado.
Su voz se redujo a un gruñido.
53
―¿Qué estás haciendo aquí Atticus?
―Las cosas están mal en Astralux. Tuve que irme antes de que me
capturaran. Los rumores flotaban alrededor… rumores de una fuga entre los
agentes. El Dictador Aeralian se está desesperando. Reforzó la seguridad y
aumento las redadas. El Trío…
―¿El Trío?
Adam levantó una mano para interrumpirlo.
―Lia ―dijo sin girarse para verme―. Debes regresar a la casa.
―Creo que ella debería quedarse ―dijo Atticus.
Me detuve con una mano en la barra. Mi corazón latía con fuerza.
―Y yo creo que debe irse ―respondió Adam―. Y soy el líder aquí.
Me giré hacia ellos. Se enfrentaban entre sí, la tensión estaba escrita
en cada línea de sus cuerpos. Había más en juego aquí que yo, podía
sentirlo.
―Ah ―dijo Atticus. Levantó un dedo―. En eso es donde te
equivocas.
Adam se detuvo. Levantó ambas cejas con molestia.
―¿Oh?
―El Trío me ha puesto a cargo de la operación La Helada.
―¿Qué?
―Estoy relevándote de tu posición ―dijo Atticus las palabras con el
delicado aire de un
Adam se quedó inmóvil. Parpadeó dos veces, lo único que delató su
estupefacción. Su expresión se mantuvo sin problemas mientras repetía.
―Me estás relevando de mi posición.
54
―Sí. Me dieron las órdenes ayer. Ya no estás a cargo. ―Atticus
metió la mano en su bolsillo y sacó la pipa. Desatornillo el mango con
movimientos hábiles de los dedos, la apartó y sacó un rollo de papel de en
un espacio hueco en el mango.
Adam le arrebató el papel de la mano y lo desplegó. Su frente se
frunció mientras leía la misiva. No habló. Me dio un vistazo pero no tanto
porque quisiera ver mi reacción y más porque yo era un lugar en el cuál
posar su mirada, creo. Miró el suelo.
―Podemos hablar de esto más tarde ―dijo Atticus―. Ahora necesito
una localización más segura. ¿Adam?
―Señor ―dijo Adam. Su tono era cortante, respetuoso, helado.
Atticus se volvió hacia mí.
―Recibirás más órdenes pronto. Hasta entonces, estás haciendo un
buen trabajo aquí, Lia Weaver.
―Gracias ―dije.
Los miré mientras los dos salían del establo y desaparecían dentro del
bosque.
55
Traducción SOS por AleG & QueenDelC
Corregido por Mafernanda28
Encontré una nota de Adam clavada en la puerta del granero mientras
me dirigía a alimentar a las vacas.
Nos vemos esta tarde en la granja Brewer para el
entrenamiento.
El papel se estremeció con el viento como un pequeño pájaro blanco.
Arrugué la nota entre mis dedos y me quedé mirando el bosque, pensativa.
Después de haber terminado de atender los animales, saqué la
capucha y me la coloqué sobre el cabello y volví a casa por mis flores de
invierno.
—Voy a salir un rato —le dije a Jonn.
Everiss levantó la vista del hilo en su regazo, pero no habló.
—¿Dónde está Ivy? —pregunté.
—Está en el bosque —dijo Jonn—. Buscando bayas de invierno.
Hice una pausa y miré fijamente a Everiss.
—Últimamente, ha estado mucho en el bosque. ¿No es así?
Sus mejillas se sonrojaron.
56
—No tengo la menor idea de dónde está tu hermana, Lia Weaver. No
actúes como si lo supiera.
—Sabías donde estaba hace unas semanas cuando estaba por ahí
corriendo con los Capa Negra.
Ella entrecerró los ojos.
—Te olvidas de que ya no soy una Capa Negra.
—¿Y mi hermana? ¿Sigue espiando como le enseñaste a hacer?
—No sé nada acerca de tu hermana, Lia.
—Me gustaría creerte…
—¡Lia! —espetó Jonn—. Déjala en paz.
Se enderezó, con un brazo apoyado sobre la mesa y el otro agarrando
el respaldo de su silla. Tenía su rostro enrojecido por el esfuerzo y sus ojos
brillaban. Salí, cerrando de un portazo la puerta detrás de mí. El viento
abanicó mi cara y enfrió mis mejillas, exhalé temblorosamente. Mi
hermano estaba de su lado en lugar del mío, a pesar de que ella estaba
jugando con sus sentimientos, a pesar de que no podíamos confiar en ella, a
pesar de que habíamos sido los mejores amigos desde que nacimos. Él la
había elegido contra toda razón y sentido, y eso me había herido
profundamente. Me dirigí directamente al bosque y directo a la granja de
los Brewer.
Los Brewers vivían a la orilla del río que separaba La Helada de
Aeralis y de “más allá”. Luché a través de las desviaciones de nieve a lo largo
del agua negra, mis pulmones ardiendo por el esfuerzo y mis manos
57
hormigueando por el frío. Finalmente, divisé los techos bajos de la granja
Brewer. Caminé hacia allá con alivio.
Una larga pero baja casa construida contra una colina arbolada. Un
granero y varios potreros formando dos grupos que encerraban un espacio
abierto con unos blancos en madera y un muñeco relleno de paja. Al
aproximarme, la puerta principal de la casa se abrió y una persona salió.
—¿Lia Weaver? —Era Abel, el hermano de Adam.
—Estoy buscando a Adam —dije, dando un paso más allá de los
blancos y el muñeco—. ¿Está aquí?
—Él está en el granero. —Sus ojos me siguieron mientras cruzaba el
patio hacia la puerta del granero. Las bisagras crujieron y una bocanada de
aire tibio que olía a cuero y a aceite quemado se precipitó sobre mí. Vi a
alguien colgado de una viga en el esplendor de la luz del sol que entraba por
una ventana en lo alto de la pared.
—¿Adam?
Se dejó caer al suelo y me miró. Llevaba una camisa negra y
pantalones.
El esfuerzo había alborotado su pelo, y una fina capa de sudor cubría
su frente. Sus ojos se posaron sobre mí, y su expresión era imposible de leer.
—Veo que encontraste mi nota —dijo finalmente, alcanzó un paño
para limpiar su cara.
Asentí y dio un paso hacia la luz, dejando que la puerta se cerrara
detrás de mí. La mayor parte de la paja había sido removida para revelar un
reluciente piso de madera. Las vigas y las escaleras se alineaban en las
paredes y gruesas sogas anudadas colgaban del techo. Este era el campo de
entrenamiento de Adam.
Yo no venía aquí a menudo.
Casi no atrapo el bulto de ropa que me tiró a la cabeza.
58
—Vístete —dijo—. Tenemos trabajo que hacer.
Me coloqué la ropa en uno de los puestos del granero que estaba
vacío. Vestir pantalones de chico siempre se sentía extraño, pero de una
manera increíble. Tenía una libertad de movimiento que nunca había
experimentado antes de comenzar a entrenar con Adam. ¿Por qué las
mujeres no usaban pantalones todo el tiempo? No lo sabía. Eran
maravillosos.
Adam me hizo trepar las cuerdas y hacer equilibrio sobre las vigas
hasta que el sudor corrió por mi espalda y mi rostro estaba bañado en una
fina capa de sudor.
—¿Cuál es el propósito de esto? —exigí más de una vez, gruñendo con
el esfuerzo mientras intentaba por tercera vez trepar una gruesa cuerda de
nudos para tocar el techo del granero. Solo podía ascender hasta la mitad de
la cuerda antes de que estuviera demasiado cansada para continuar.
—La fuerza física. Destreza. La capacidad para correr, trepar, escapar
si es necesario.
—¿De los Observadores? —Me solté y caí al suelo con un gruñido.
—De nadie —dijo, y señaló el siguiente obstáculo. Una larga y plana
tabla se estiraba entre dos escalones. Me trepé a ella cautelosamente y miré
por el otro lado. El suelo estaba muy lejos. Se me revolvió el estómago.
—¿Atticus sabe sobre mi entrenamiento? —cuestioné entre jadeos
mientras trataba de cruzar la viga sin caerme. Lancé una mirada hacia
Adam y casi caigo, pero me sostuve.
Él frunció el ceño ante la mención de Atticus, pero cuando habló, su
voz era suave y carente de cualquier inflexión que pudiera traicionar sus
emociones.
—Atticus solo sabe lo que le concierne como líder, y esto no es algo
que le importe.
59
Tenía mis dudas sobre eso, pero guardé silencio. Y, ¿por qué él no
quiere que Atticus sepa que estoy entrenando? ¿Me atrevía a abordar el
tema de lo que sabía previamente?
—¿Tú y Atticus, se conocen desde antes, en Aeralis?
—Sí. —La respuesta de Adam fue corta. Agarró mis manos y me
ayudó a bajar de la viga, luego abruptamente me soltó y dio un paso atrás.
Sentí la distancia entre nosotros profundamente. Se dio la vuelta y miré
hacia su espalda.
—No parecen ser amigos.
—Éramos compatriotas. —Me extendió un paño para limpiarme la
cara sin mirarme.
Esa no fue mi respuesta, en realidad. Muerdo mi labio mientras él me
indica que suba la soga de nuevo. Mis brazos están temblando de cansancio,
pero me subo de cualquier manera. Los músculos en mis hombros y espalda
gritan en protesta.
―En el granero… parecía estar aludiendo algo…
—Es suficiente —dijo Adam, y no sabía si se refería al ejercicio o a la
conversación. Solté la soga y caí al suelo, jadeando.
—No más por hoy —dijo—. No quiero que te excedas.
Me doblé para regular mi respiración, y pasó a mi lado y comenzó a
trabajar con el equipo. Cuando hablé de nuevo, mi voz salió grave y casi en
un susurro.
—¿Confías en él?
Adam se congeló.
Me enderecé, mirándolo. Al principio no habló. Sus manos aún
estaban sobre las sogas.
60
—Claro que confío en él. Es un miembro de La Espina. Ha dedicado
su vida a la organización, y he visto prueba de ello una y otra vez.
—¿Quieres hacer lo que dice? —presioné, recordando la manera en la
que Adam había actuado en el granero, todo serio y formal cuando Atticus
había asumido el control.
Adam se volteó a mirarme. Levantó una ceja.
—Es mi superior. No tengo elección. Y tú tampoco.
No encontré esa respuesta como satisfactoria, pero era claro que la
conversación había terminado.
Jonn, Ivy, Everiss, y yo terminamos lo último del pan y restos de
estofado de ardilla en la cena de esa noche. Todos comimos con lentitud,
masticando con cuidado, saboreando cada bocado, y chupando el jugo de los
dedos.
La mesa estaba en silencio. Jonn no me miraba, y tampoco Everiss.
También evitaban la mirada uno del otro. Ivy miraba fijamente su plato y
no le hablaba a nadie.
El único sonido en la casa era el tintinear de los utensilios contra los
platos y el crepitar del fuego en la chimenea. El viento hacia repiquetear las
persianas y chirriar los muros, y ligeramente a la distancia escuché el grave
gemido de un Observador.
Ivy se tensó.
Todos sostuvimos nuestra respiración y escuchamos, pero el sonido
se apagó y no volvió a sonar. Me relajé ligeramente. Miré a mi hermano
61
hasta que él levantó su cabeza, y nuestras miradas se encontraron. Él
frunció el ceño pero esta vez no apartó la mirada.
Necesitamos hablar, parpadeé en su dirección, y supe que entendió.
—¿Hay alguna otra cosa? —preguntó Ivy, alcanzando el tazón.
—Eso es lo último que queda de carne —dije—. Y de patatas.
—Ya nunca hay suficiente comida —dijo, recostándose sobre su silla.
Su voz se cortó como si estuviera a punto de llorar—. Siempre tengo mucha
hambre.
—Los Lejanos se comen la mayoría —dije—. Y ahora tenemos una
boca extra que alimentar.
Everiss giró su cabeza y jugueteó con un mechón de cabello. La boca
de Jonn se apretó.
—Lia…
—Quizás debería comenzar a ir a la escuela —interrumpió Ivy.
—¿Qué? —La miré boquiabierta.
Ella levantó su barbilla.
—Nos darán comida.
—No. Absolutamente no. Ahí les lavan el cerebro a los estudiantes.
—No soy estúpida —dijo—. Sé que enseñan mentiras. No les creeré.
No escucharé.
—Ivy…
—¡No quiero morirme de hambre! —espetó—. ¿Tú sí?
Me encogí. Jonn y yo nos miramos el uno al otro. Presionó sus labios
juntos y no habló.
62
—Iré al bosque mañana, revisaré las trampas de nuevo —dije
finalmente, con un suspiro—. Puedes encontrar más bayas…
—Nunca es suficiente —dijo ella. Su voz era un susurro, lleno de
temor y fuerte con seguridad. Algo se retorció en la boca de mi estómago,
porque tenía razón. Nunca era suficiente. Necesitábamos más comida. Aun
así, ella no podía ir a la Escuela Militar Raine para Lejanos. No podía. La
simple idea hacía que se levantara mi bilis hasta la garganta.
Everiss se sentó muy quieta durante toda la conversación. Su boca
temblaba, y sus manos lucían pequeñas y frágiles en su regazo. Lenta e
involuntariamente, levantó una para frotar su hombro justo donde le habían
disparado hacia un par de semanas. El silencio permaneció y se extendió
hasta que apenas pude aguantarlo. Finalmente, Ivy se levantó y alcanzó los
platos.
—Yo lavo los platos —anunció, su tono apagado.
Everiss tomó las tazas.
—Te ayudo. —Cruzó la habitación después que mi hermana, sin
mirar a ninguno de nosotros. Vi el sonrojo manchando su nuca. Estaba
avergonzada de estar comiendo nuestra comida.
Jonn y yo esperamos hasta que entraron a la cocina.
—Jonn —dije—. No puede hacerlo. No puede ir a esa escuela Lejana.
Es tan fácil impresionarla, y, ¿si la convierten en uno de ellos? Y, ¿si se
infiltran en su mente con sus mentiras?
Me miró, su expresión perspicaz.
—Pero, y, ¿si tiene razón? Y, ¿qué si necesitamos esto?
—Encontramos comida de alguna manera —dije—. De alguna otra
forma. Aprenderé a cazar. Atraparé más. Hablaré con Ann…
—Nuestra hermana ha crecido en el último mes —dijo—. Ha pasado
por mucho y ha aprendido.
63
—Aun así es demasiado joven. —Hice puños con mis manos y los
miré fijamente. Atticus, nuestra falta de comida, la seguridad de mi
hermana, Everiss… todo. Mis ojos ardían, y mi pecho se comprimía.
—¿Qué pasa? —murmuró—. Estás molesta. ¿Más Observadores en el
bosque?
Batallé para encontrar una respuesta, pero nada salió. Simplemente
me sentía inquieta. Intranquila. Era este mal sentimiento que sentí entre
Adam y Atticus y los secretos envueltos. Pero no podía decirle sobre eso, no
aún. Solo sacudí mi cabeza.
—¿Cómo va la búsqueda? —pregunté, mirando la pila de diarios y
papeles a un lado de la mesa.
Jonn apartó unas migajas de la mesa con su mano. Se tomó su tiempo
para responder.
—Creo que Pá incluyó instrucciones sobre cómo usar el DLP en uno
de sus diarios, justo como incluyó pistas sobre dónde encontrarlo en los
acertijos que nos dijo. Pero como dije antes, no sé cómo descifrar el código
en el que lo escribió. Hay un par de menciones crípticas sobre una llave
para decodificar los diarios, pero no sé lo que podría ser. No está.
Justo como Adam había sospechado.
—¿Crees que quizás la tiene el Alcalde? Pá lo llevaba cuando le
dispararon y Cole…
—No el Alcalde —dije—. Ya no.
Necesito hacerle una visita a los cuarteles privados de Korr.
64
Traducción SOS por Angie_kjn & Kensha
Corregido por Mafernanda28
Mi cabeza dolía y mis músculos ardían del ejercicio físico del día
anterior mientras me dirigía al pueblo la siguiente mañana. El malestar que
sentí la noche anterior no se había disipado con dormir. Los malos
sentimientos todavía lamían los bordes de mi mente, y la preocupación
abrió un hueco en mi estómago, pero empujé lejos los sentimientos. Tengo
otras cosas con las que lidiar aparte del desastre de sentimientos hirviendo
en mi pecho. Solía ser insensible, dura, práctica. Ahora, mírame. Era
prácticamente un desastre llorón, preocupándome por Adam,
preocupándome por Jonn y Everiss, preocupándome por todo y por todos.
Preocupación, preocupación, preocupación. ¿Era esto lo que le hacia el
preocuparse a la gente? Me hacía sentir débil.
Rechinando mis dientes, me moví rápido por el camino. El saco de la
Cuota saltó contra mi hombro, y un viento frío golpeó mi rostro y jugó con
los bordes de mi capa. Por todas partes, el bosque estaba goteando.
Me sentí inquieta. El clima provocó que mi sangre picara con
anticipación, sin embargo, no sabía de qué podría ser la anticipación. Pensé
en el DLP y lo que planeábamos hacer con él. ¿Podríamos encontrar a
Gabe? Solo pensar en su nombre hacia a mi pecho hervir de con ansia
anticipada. No sabíamos a dónde los había llevado el portal, solo que
estaban todos juntos donde fuera que estarán. ¿Quería él regresar? ¿Me
quería?
65
Él ultimo pensamiento surgió espontáneamente, y me detuve en el
camino.
Gabe y yo… nunca habíamos declarado nada expresando nuestros
sentimientos. Sabíamos desde el principio que nuestro amor estaba
condenado, que él debía irse, que yo era un habitante de La Helada y él era
un Lejano y que esas dos cosas eran tan compatibles como el fuego y el agua.
Nos habíamos amado ferozmente con el conocimiento entero de que cada
momento era robado y que cada palabra podría ser la última. Tampoco me
arrepentía. Conociendo a Gabe, y preocupándome por él, despertó un fuego
en mí que ha ardido en un faro de vida, incinerando mi renuencia y miedo
en las llamas de la justicia y la pasión.
No lamentaba amarlo.
Pero tampoco ahora sabía cómo me sentía ahora.
¿Podría amarlo de nuevo?
¿Podría él todavía amarme?
¿Quería él estar conmigo?
Adam claramente parecía creer eso, lo cual era el por qué se había
negado a responder los sentimientos entre nosotros. Y yo… no sabía que
pensar, o lo que quería. Todo estaba en un enredo en mi cabeza.
Sacudí mi cabeza y empecé a caminar de nuevo. Esto era tonto. No
era como si Gabe estuviera detrás de mí, ofreciéndome matrimonio. No
tenía idea de lo que él quería. Y este suspiro… era inútil. Tenía otras cosas
por las que preocuparme. Korr. Los Capas Negras. Everiss. Raine. Y ahora,
Atticus.
Dirigiendo mi atención a temas más urgentes, reflexioné sobre las
palabras de Adam acerca de nuestro nuevo líder de La Espina cuando giré la
esquina del camino y entré en La Jaula. Había algo entre ellas, algo que
Adam no quería admitir. Provocó que mi estómago girara con un toque de
aprensión. No me gustaba estar en la oscuridad como esta, ¿cómo se suponía
que supiera qué hacer si Adam no me dejaba entrar?
66
Entré en el pueblo y pasé a través de las calles llenas hasta el Patio de
Cuota. El sonido del canto flotó en el viento al pasar por la nueva escuela, y
un escalofrío me recorrió la columna. A través de las ventanas, vi los niños
en sus uniformes, como pequeñas filas de soldados Lejanos decorados en gris
a juego y en latón. Sus bocas se movían al unísono mientras entonaban
hechos acerca de Aeralis, y el profesor Lejano, un hombre delgado con un
cuello marchito y ojos negros perforantes, marcando el paso por uno de los
pasillos. Blandía una regla en su mano como si fuera un arma. Uno de los
niños miró hacia la ventana y me vio. Bajé mi cabeza y me apuré.
Filas llenaban el Patio de Cuota. Los aldeanos sosteniendo leña, ropa y
otros aldeanos arrastraban los pies contra el frío y trataban de no hacer
contacto visual con los soldados, mientras entregaban sus paquetes de
materiales al Maestro de Cuota y recibían sus asignaciones de alimentos a
cambio. Al otro lado del patio, vi a Adam Brewer, pero él no me reconoció.
El viento movió su cabello oscuro por encima de sus ojos, y me mordí
el labio como si algo doloroso pinchara profundo en mi estómago. Él no era
guapo, no en ningún estándar objetivo, pero la forma en la que se movía y
hablaba y sonreía, la forma en la que deslizaba su mirada sobre mí,
encendía mi sangre en fuego cualquier vez que lo atrapara mirándome.
Jonn necesitaba hablar con él. No me atrevía a acercarme a Adam en
el pueblo, no como esto, pero podría pasarle una señal. Doble mis dedos en
una Y torcida y los pasé por mi capa. ¿Lo había visto? No podía saberlo, la
expresión de Adam nunca cambió. Se deslizó lejos dentro de la multitud, y
me moví derecho en la fila y le entregué mi Cuota al Maestro de Cuota
mientras los soldados Lejanos observaban.
No vi la capa roja de Ann por ninguna parte. Usualmente, la gran
mancha de color chocaba contra los grises y azules como una gota de sangre
en una flor de invierno, pero hoy no estaba. La preocupación revoloteó en
mi estómago, pero mandé lejos a esa sensación. No se encontraba conmigo
cada vez que venía al pueblo por la Cuota o una Asamblea. Ella estaba bien.
Solo estaba ocupada o iba tarde.
67
Todavía, no podía quitarme la preocupación. Así que después de darle
el hilo al Maestro de Cuota y recibí nuestro lastimosamente pequeño saco de
provisiones a cambio, giré a la izquierda y me dirigí a la colina en el centro
del pueblo en lugar de a la puerta de La Helada.
Los Concejos de Administración de la casa del Alcalde brillaron con el
color de los huesos blanqueados por el sol pálido, y los carámbanos
brillaban a lo largo del techo. Incluso las huellas de los pies dejados por los
soldados lucían como feas cicatrices. Todo acerca de la casa se sentía
peligroso ahora. Contuve mi aliento mientras subía los escalones traseros y
golpeé tres veces en la puerta.
Un sirviente abrió. Me miró con el ceño fruncido.
—¿Sí?
La contraseña. Ann la reconocería y sabría que necesito verla
—Ne… necesito mostrarle a Ann Mayor un poco de hilo —dije—. Soy
Lia Weaver.
La chica sacudió su cabeza.
—Lo siento, pero ella no puede verte ahora. Tendrás que volver
después. —Cerró la puerta en mi rostro.
Golpeé de nuevo, y esta vez cuando la chica abrió la puerta, empujé
contra esta.
—¡Oye! —Ella puso un brazo para bloquearme.
—Tengo algo que decirle a Ann Mayor. Estará enojada cuando
descubra que tú no…
—Deja entrar a la chica —ronroneó una voz, y yo me quedé helada.
Korr.
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La cara de la sirvienta se suavizó, y dio un paso atrás, permitiéndome
la entrada. No me atrevo a correr. Crucé el umbral. Mi pulso martillando
en mi garganta y mis palmas estremecidas con un sudor repentino.
El joven noble estaba parado en el pasillo. Era alto, con llamativo
cabello y ojos negros. Su cara casi idéntica a la de Gabe, excepto que era
más cruel, y la expresión que llevaba era mucho más astuta.
Era el hermano de Gabe, y mi enemigo.
—Lia Weaver —dijo, su tono era una amenaza enfundada en
cumplidos—. ¿Qué te trae a aquí?
—Estaba buscando a Ann —dije.
—Ah, es tu amiga, ¿no? Es una conexión bastante fascinante. Una
Weaver sin un centavo y la chica rica del Alcalde.
—Tengo cosas para darle. Necesita hilo —dije glacialmente.
Rió con hoyuelos.
—Por supuesto. Pero Ann no está aquí por el momento.
Una idea se arraigó en mi cerebro. Una desesperada, salvaje y loca
idea.
—Tengo algo que quería hablar contigo —le dije—. En tus
habitaciones privadas.
—¿Oh? —Con escepticismo levantó una ceja perfectamente cuidada.
Él sonrió hacia mí—. ¿Discutir?
Mi corazón latía. Mi aliento estaba atrapado en mi garganta. Ignoré
su sugestivo comentario y dije con voz áspera las palabras:
—Concierne a un joven llamado Gabe.
Korr se enderezó con la mención del nombre de su hermano. Dejó
caer sus brazos a sus lados, y le disparó una mirada a la sirvienta que
69
significaba claramente que era despedida. Se escabulló, y me hizo una seña
con un chasquido de sus dedos.
—Ven.
Lo seguí subiendo las escaleras y al final del pasillo. ¿Estaba
completamente loca? ¿Qué me había poseído para hacer esto?
Correr este riesgo debe valer la pena.
Estaba mareada cuando me dejó entrar en la habitación. Las paredes
eran de un marrón oscuro y rayas de papel dorado habían cubierto la pared
detrás de la enorme cama. Un escritorio lleno de papeles estaba parado al
lado de una ventana enmarcada por las caídas cortinas de terciopelo.
Parpadeé hacia el mobiliario. ¿De dónde había salido todo esto? Parecía
adecuado para un palacio.
—Tuve que importar desde Aeralis estas cosas —dijo Karr, notando
mi asombro—. No podía vivir muy bien en la miseria, ¿podía…? —Pero no
esperó por cualquier respuesta que pude haber tenido para esa declaración.
Cerró la puerta y dio la vuelta la llave en la cerradura. El siniestro
chasquido resonó en mis oídos y me estremeció. Korr guardó la llave y
midió los pasos hacia la ventana. Miraba a través del panel helado en la
calle abajo. La luz del sol se extendió en los bordes de su pelo y le hizo lucir
como un demonio.
—Ahora —dijo, su voz poco o más que un gruñido—. Dime lo que
sabes sobre este Gabe.
Lamí mis labios para humedecerlos. Bordeé hacia el escritorio.
—Vino por aquí hace unos meses. Era un Fugitivo. Los soldados
Lejanos lo estaban buscando. Yo… yo lo vi. ―Di otro paso hacia el
escritorio. Mi mirada cayó sobre una hoja de papel arrugada que se asomaba
por debajo de las demás. Mi corazón dio un salto cuando me di cuenta de
que era la letra de mi padre. ¿Korr sabía lo que era esto? Garabatos la cubrían,
garabatos de aspecto familiar. Un círculo. Números, letras. Una cadena de ellos,
todos juntos. Traté de memorizarlos.
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—Sí —dijo Korr, balanceándose hacia mi cara—. Sé… que la pulsera
que usas era de él.
Dejé caer mis ojos a la pieza en mi mano. La encontré después de que
Gabe me había dejado y la usaba para acordarme de él. No me di cuenta que
alguien lo había notado. Fue una cosa simple.
Volteó de regreso a la ventana. Bordeé más cerca al escritorio y
escanee los papeles. Era alguna clave para algún tipo de código, ¿tal vez?
—Sí —dije—. Lo encontré en el bosque y le di refugio en mi granero.
Las cejas de Korr se dispararon.
―Y, ¿dónde está ahora?
—No lo sé. ―Y era cierto. Dije las simples palabras, honestamente.
Korr estaba en silencio. Sudor moldeaba en mi frente mientras recluí
apresuradamente los garabatos en el papel de la memoria. No me atrevía a
tratar de tocarlo…
—Puedes irte —dijo finalmente.
—Yo…
—¡Vete!
Me fui.
Irrumpí en la finca, asustando a Jonn. Cogí el libro más cercano sobre
la mesa y arranque el lápiz de su mano. Flexionando sobre ella, empecé a
vaciar mi cabeza de la cadena de números y letras que había memorizado en
la habitación de Korr.
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—¡Hola! —gritó mi hermano—. ¿Qué haces?
Ivy y Everiss levantaron la mirada desde su lugar en el fuego. Ivy se
apresuró, curiosa. Ignorándolos a todos y seguí escribiendo. Tenía que
conseguirlo todo antes de que se me olvidara.
Cuando terminé, metí el papel en la cara de Jonn.
—Aquí.
—¿Qué es eso? —demandó Ivy.
Jonn miró desde los garabatos a mi cara, sus ojos muy abiertos.
—Es la clave para descifrar los diarios. —Agarró el papel y lo había
aplanado sobre la mesa frente a él. Buscó a tientas el primer diario en la pila
a su lado y la abrió, murmurando entre dientes.
—¿Dónde encontraste esto? —dijo Ivy, pero sacudí mi cabeza y dirigí
su espalda hacia el fuego. Necesitábamos dejar trabajar a nuestro hermano.
Horas pasaron. Impaciencia a fuego lento en mi sangre mientras
había ocupado mis dedos en el tejido. ¿Esto ayudaría a John a averiguar
cómo operar el DLP? ¿Korr sospechó algo? ¿Qué haría con el conocimiento
que le había dado, el conocimiento que había visto a Gabe? ¿Mi riesgo había
valido la pena?
Finalmente, Jonn bajo el lápiz con un suspiro.
—Lia —susurró, y aparté el hilo y avancé a través de la habitación a
su lado. Ante él se extendía un papel con un conjunto de instrucciones.
—¿Es eso?
—Todavía no. Pero es un paso en la dirección correcta.
—¿Bueno? —exigí—. ¿Y ahora qué?
—Necesito ir a Echlos —dijo Jonn.
72
Traducido por Eva Masen-Pattinson & Dracanea
Corregido por Maniarbl
—¿Estás segura que él es lo suficientemente fuerte para hacer el viaje?
—preguntó Adam. Nuestros pasos crujían mientras nos movíamos a través
del bosque, y todo a nuestro alrededor está salpicado de nieve deslizándose
como plumas. La tenue luz de la luna llena alumbraba a La Helada con un
brillo azulado mientras la oscuridad caía, y en frente veo un reflejo de
metal. Una de las trampas de mi padre.
—Jonn es más fuerte de lo que aparenta —dije firmemente, pero por
dentro estaba preocupada. ¿Qué hay de sus ataques, sus fiebres? Pero él ha sido
persistente—. Dijo que debía ir, dijo que tiene pistas únicas, pero él
conocerá el escondite cuando lo vea. Él no está simplemente buscando una
aventura.
—Confío que tu hermano cumpla lo que dice —dijo Adam.
—Esta podría ser la única forma.
Volteó a estudiar mi rostro por un momento.
—De acuerdo —dijo—. Lo llevaremos juntos.
El silencio cayó sobre nosotros mientras continuábamos.
—Es Atticus… ¿Ha encontrado él algún lugar donde quedarse? —
pregunté, moviendo una hebra de cabello de mis ojos. Pisé un tronco caído
después de Adam.
73
—Sí. Ya está arreglado. —Eso parecía ser todo lo que Adam quería
decir del tema.
Me agaché bajo una rama y pisé un conjunto de piedras congeladas.
—Parece raro que él haya sido asignado aquí cuando no sabe nada de
La Helada.
Adam solo me miró.
—A veces creo que ustedes los operarios de La Espina están muy
enamorados de la discreción —mascullé—. No conocer a algunos agentes en
la región es una cosa. Negarse a decirme qué es lo que está pasando con
cosas que me conciernen es otra.
—El Trío sabe lo que está haciendo. Nosotros solo seguimos órdenes.
—¿El Trío? —Por alguna razón, el nombre se me hacía curiosamente
familiar, pero no podía ubicar donde lo había oído.
—El Trío es como llamamos al grupo de líderes de La Espina: tres
hombres o mujeres que controlan todo lo que la organización hace. Sus
identidades están ocultas en completa discreción, incluso el resto de la
organización no conoce sus nombres o rostros. Son las personas más
buscadas en Aeralis y siempre permanecen en escondites.
Recordé. Atticus los había mencionado en el granjero. La forma en
que había dicho la palabra… la había usado como arma. Arrugué mi frente.
—¿Así que El Trío tomó la decisión de enviarlo aquí?
—Sí —dijo Adam—, sabían lo que estaban haciendo. Solo debemos
confiar en el plan.
Pero no estaba segura de ello.
74
Montamos los caballos hacia La Helada la tarde siguiente. Jonn se
sentó detrás de mí en el caballo castrado al que en broma me refería como
Oficial Raine y Adam montó la yegua. La nieve absorbía el sonido de los
cascos y el silencio nos cubría como siempre lo hacía cuando nos
aventurábamos hacia La Helada. La ansiedad hervía lentamente en mi
estómago mientras poníamos más distancia entre nosotros y la granja. No
le había dicho a Everiss todo sobre hacía donde nos dirigíamos o lo que
teníamos planeado, pero obviamente Jonn nunca dejó la casa, así que ella no
pudo evitar darse cuenta y preguntarse. Ivy estaba pérdida nuevamente, un
patrón que estaba empezando a preocuparme. Hice una nota mental para
hablarle acerca de eso más tarde.
Los caballos subieron el final de la colina y el bosque quedó atrás. Un
campo de nieve y hielo se expandía ante nosotros hasta el río y las
montañas se elevaban hasta el cielo en la distancia en una niebla morada.
—Echlos —dijo Adam en voz baja.
—No veo nada… —Jonn comenzó, su rostro lleno de confusión.
—Lia, no sé… oh —los dedos de Jonn se tensaron con asombro en mis
hombros mientras el escudo brillaba y se evaporaba, revelando los edificios
antiguos. Lisos y redondeados techos blancos se elevaban desde el suelo
como cáscaras de huevo gigantes. Viñas y árboles rodeaban la arquitectura
y ahogaban el oscuro agujero que solía ser la puerta.
Desmontamos los caballos. Adam sacó a Jonn del caballo con un
gruñido y lo cargó como si fuera una novia. Los seguí, buscando en ambos
cualquier señal de fatiga. Jonn colgó un brazo alrededor del cuello de Adam
y se dio vuelta, tratando de ver todo mientras nos acercábamos a las ruinas.
—Esto es increíble —murmuró una y otra vez, observando los techos
inclinados, las columnas derrumbadas y el brillo tornasol de las paredes
visibles.
—Espera a que veas adentro —dije.
75
Entramos en el hoyo grande que solía ser la entrada y descendimos
las gradas. Adam iba primero, todavía cargaba a Jonn. Paré antes de entrar
y tomé una bocanada de aire. Lo encerrado de los túneles siempre hacía que
mi garganta se apretara y que mi corazón palpitara muy rápido.
Después de tomarme un momento para limpiar mi cabeza y reforzar
mis nervios, me asomé detrás de ellos en la oscuridad. La esencia de aire
polvoriento encontró mi nariz y un escalofrío corrió por mi espalda debido
a los recuerdos que llenaban mi cabeza. Gabe. Luz de linterna bailando en el
suelo. Adam y su hermano, sus rostros serios y sin emociones mientras se
escurrían en las profundidades delante de nosotros…
La voz de Jonn resonó delante de mí a la vuelta de la esquina.
—Increíble.
Me apresuré para unírmeles. Estaban por la encorvadura de la
escalera. Adam había bajado a Jonn y estaba viendo al techo y las luces que
habían llegado, parpadeando como truenos capturados.
—Bueno —dije, después de habernos detenido en silencio por un
momento—, y, ¿ahora qué?
Mi hermano miró hacia abajo del corredor, y suspiró como si
estuviera reuniendo fuerzas para una ardua tarea.
—Llévame hasta la puerta.
Escalamos entre los escombros de las ruinas lentamente, teniendo
cuidado con los cientos de escalones y rampas cubiertas con suciedad y
escombros. Cada escalón traía consigo un recuerdo de la última noche que
hice este viaje, hace casi cuatro meses. Cada vez que parpadeaba, miraba a
Gabe. Mi respiración rechinaba en mis pulmones y mis ojos ardían con los
sentimientos que se apoderaban de mí, pero los hice a un lado. Ahora no era
el momento de ponerse emotiva.
Finalmente, llegamos al cuarto donde la puerta esperaba.
76
La luz nos cubría mientras pasábamos a través del gran hoyo donde
una puerta masiva había estado. El techo se estiraba hacia un punto cientos
de metros arriba y la luz del sol inundaba a través de un espacio astillado en
el techo. Nieve y hielo cubrían el piso de piedra y vides muertas colgaban
en hebras cafés de unas estructuras parecidas a andamios que abarrotaban
las esquinas y las paredes del cuarto. Más lejos, a través del hoyo en el
techo, podía ver una parte del cielo azul y espirales de nubes de lluvia. En lo
más profundo del cuarto, la puerta nos esperaba como el ojo ciego de un
monstruo durmiente, iluminado por la luz del día y salpicado con manchas
de sombras. Temblé mientras el viento pasaba apresurado a través del hoyo
y cruzaba nuestros rostros descubiertos.
—Este es el lugar —dijo Adam—, su voz más que un susurro en la
inmensidad de la habitación.
Jonn miró hacia arriba y su garganta se agitó mientras tragaba.
Volteó su cabeza, absorbiendo la escena y me quedé mirando fijamente con
él.
—Acérquenme, por favor.
Nuestros pasos se arrastraban mientras cruzábamos el cuarto. El
viento susurraba a través del hielo y hacía que las estructuras metálicas
crujieran. Adam echó un vistazo al cuarto con el ojo de un cazador
buscando a otros cazadores y Jonn estiró su cuello y susurró bajo su aliento,
absorbido en un torrente de símbolos a lo largo de la pared.
Pero yo no podía quitar mis ojos del portal a medida que nos
acercábamos.
Antes, hubiera podido ver solo la puerta al finalizar la noche, la
misma noche en que entregamos a Gabe a la seguridad meses atrás. He
regresado a Echlos desde entonces pero nunca en el portal. Lucía diferente
ahora, iluminado por los rayos de sol y sombras parpadeantes. Descolorido,
casi lúgubre. El círculo gris estaba salpicado con manchas de cientos de años
de nieve, hielo y liquen seco colgaba a los lados. El más borroso contorno de
las marcas estaba rezagado a un lado como restos de estiércol de pájaros.
77
Parecían como si alguna vez hubiesen sido palabras, pero lo que sea que
haya dicho había sido removido por los elementos hace años.
Un bulto llenaba mi garganta. La puerta parecía muerta ahora,
impotente. Nada más que una pieza plana redonda de metal rodeada de
escombros. Recordé como saltaba a la vida, como el aire había zumbado,
como la nieve alrededor había crujido con poder. Recordé la forma en que
los bordes se habían cerrado alrededor de Gabe como una boca alrededor de
un bocado de comida.
¿A dónde dirigía esta puerta? ¿A dónde se lo había llevado? Y, ¿cómo
se suponía que íbamos a encontrarlo y a los otros y traerlos de regreso?
Jonn estiró su cuello mientras nos acercábamos. Sus ojos enfocados
en la puerta y los paneles que la rodeaban. Parecía estar buscando algo. Sus
dedos cepillaban el aire mientras nos indicaba con ademanes a la izquierda
hacia una de las paredes.
—Ahí, por favor.
Adam lo cargó hacia adelante y Jonn estiraba una mano para tocar la
piedra.
—Aquí —murmuró a sí mismo, mirando algo—. No… espera. Aquí.
Más grabados cubrían esta pared, estos símbolos no tenían sentido.
Una figura, un triángulo, algo que parecía como gotas de lluvia.
Jonn frunció el ceño. Sus cejas se juntaron en una línea oscura y trazó
el triángulo con su mano.
—Debería de haber algo aquí —dijo.
—¿Algo? —pregunté, pero no respondió.
—Un poco más a la izquierda, por favor —dijo.
Adam caminó más lejos de la pared, unos pocos pasos más pasando el
portal. Jonn miró hacia arriba a la extensa piedra gris y metal oxidado.
Habló entre dientes y se estiró de nuevo. Vi otro símbolo, uno más borroso.
78
Observé, asombrada, mientras él presionaba la palma de su mano
contra la pared. Un panel se abrió y algo rodó hacia fuera y saltó en el suelo
con un repiqueo. Gemí.
Adam se agachó y bajó a Jonn en el suelo con un gruñido. Recogió el
objeto caído y lo volteó en sus manos, una caja plana, sellada severamente.
Los rayos del sol brillaban en el borde de metal lastimando mis ojos.
—¿Qué es esto? —pregunté.
—Otro diario final, la localización fue descrita en el código que dejó
Pá —dijo Jonn. Estaba sin aliento—. La ubicación del Portal, los símbolos en
la pared… todo esto fue dejado para que alguien lo encontrara.
—¿Nosotros?
—Tal vez.
Le quitó la caja a Adam y tocó la parte superior. Hubo un clic y la
tapadera se abrió. Sacó un manojo de papeles y un diario doblado, y luego
encontró mis ojos con una encantadora sonrisa.
—Creo que acabamos de encontrar nuestras indicaciones.
Jonn murmuró para sí en voz baja y hojeó el diario durante todo el
camino de vuelta a la granja. El diario fue gravemente desgarrado y
quemada en algunas partes, como si hubiera sido llevada a través de una
zona de guerra. Secciones enteras habían desaparecido.
—¿Va a ser de alguna utilidad para ti? —le pregunté.
Jonn agitó una mano hacia mí eso significaba que sí... o cállate... era
difícil de decir. Cuando llegamos a la casa de nuevo, Adam llevaba dentro a
Jonn mientras yo iba al establo de los animales. Cuando salí de la granja, él
me estaba esperando en el porche de la casa, con las manos metidas en los
bolsillos y el viento que soplaba le llevaba el pelo a los ojos.
—Si lo que tu hermano encontró es lo que él piensa que es...
—Vamos a ser capaces de encontrarlos —terminé.
79
—Sí.
Cuando llegamos a la puerta, tocó mi codo. Sentí el calor de sus dedos
a través de mi ropa, y el lugar donde tocó me quemó. Arrastré mis ojos para
encontrarme con los suyos.
—Tengo que hablar con Jonn solo —dijo, y me dio una sonrisa triste
y se disculpó.
—Oh. —Di un paso atrás y torpemente tropecé con mi capa—. Por
supuesto. —Confusión nadó en el pecho, junto con un poco de dolor. ¿No
estábamos todos juntos en esta misión? Pero empujé las emociones lejos.
Era una agente de La Espina, no una niña tonta que puso mala cara por un
secreto bien guardado.
—Voy a estar en el granero, si me necesitas —le dije.
—Gracias.
Él entró en la casa, y yo me quedé en el porche y se quedó en la
puerta mientras el viento bromeó con mi pelo y sopló su aliento frío por
debajo de los bordes de la capa. Me volví y fui por la nieve hasta el granero.
Adam me encontró más tarde. Estaba cepillando a los caballos con
movimientos cortos y firmes. El olor a cuero y heno viejo llenó mi nariz,
pero olía a pino y hielo, y sabía que él estaba viniendo antes de hablar.
—¿Has terminado tu negocio con mi hermano? —le pregunté, sin
voltear.
—Ya lo he hecho. —Habló con calma, seriedad. Había una distancia
entre nosotros, y ambos desconcertados y conmigo angustiado. Me volví.
80
—Adam.
—Hay cosas que no se pueden compartir contigo, Lia. He recibido
órdenes de que los contenidos del diario que descubrimos se van a mantener
en secreto. Solo Jonn y su superior, yo y mi superior podremos conocerlos.
Lo siento.
—No te disculpes —le dije—. Se trata de cómo las cosas deben ser.
Puede ser que sea un poco raro, no poder hablar con él tanto como lo hemos
estado haciendo, pero lo entiendo. —Los músculos de su mandíbula se
relajaron un poco con mis palabras, y las líneas en la frente se aliviaron.
—Estoy contento de que entiendas. —Estaba usando formalidad entre
nosotros como un escudo. Hice un ruido de frustración en la garganta y
cogí el cepillo nuevo. Él cubrió mi mano con la suya, y me miró.
—Lia. —La puerta del establo se abrió de golpe y mi hermana se
tambaleó dentro—. Lia —jadeó—. Ven pronto.
Adam sacó su mano de la mía, ya que ambos nos volvimos.
—¿Qué es?
—Jonn está teniendo una convulsión. Es una mala.
Convulsiones. La palabra me golpeó como una piedra. Recogí mis
faldas sin decir nada más y corrí hacia la casa.
Mi hermano estaba en el piso de la sala principal, convulsionándose.
Sus ojos eran blancos en su cabeza y la espuma corrió de sus labios. Everiss
agachada junto a él, con las manos revoloteando sobre su pecho, y cuando
me vio, se apresuraron hacia arriba.
—¡Lia! ¡Rápido!
—Está bien —le dije, hablando con firmeza—. Pon una manta en la
boca, a veces se muerde la lengua. Ivy, agarra los edredones. Vamos a
mantenerlo caliente hasta que pase. —No me perdí el miedo a parpadear en
los ojos de Everiss mientras se apresuraba a hacer lo que había pedido. Sus
81
manos temblaban mientras buscaba una de las mantas que habían sido
arrojados en la parte posterior de la silla de Jonn. Me arrodillé junto a mi
hermano y tomé su mano. Sus dedos estaban retorcidos en una garra
nudosa de una forma, y yo las frotaba—. Está bien, hermano —le
murmuraba.
Adam entró y cerró la puerta tras de sí. Se arrodilló a mi lado y no
dijo nada, pero su presencia me reconfortó. Por último, la convulsión
disminuyó. Mi hermano se quedó inmóvil, con los brazos y las piernas
flácidas, su boca abierta. Respiré con alivio.
—¿Me puedes ayudar a llevarlo a la habitación?
Adam levantó a Jonn como si fuera un saco de plumas de ganso y lo
llevó a la habitación de mis padres. Puso a Jonn en la cama y yo le cubrí con
una manta. Everiss e Ivy se cernían en el umbral, sus ojos muy abiertos.
—Está bien —le aseguré a Everiss, que parecía a punto de
desmayarse—. A veces tiene episodios de este tipo, pero siempre pasa.
¿Tenemos algo con lo que podamos hacer sopa? Él va a tener hambre
cuando se despierte.
—Voy a calentar el agua —se ofreció Ivy. Desapareció en la
habitación principal. Everiss fue a la cama y se puso al lado de Jonn,
mirándolo dormir. Adam y yo fuimos a la chimenea.
—¿Alguna vez has llamado al Sanador? —se preguntó.
—Garrett Healer lo ha visto, al igual que su hija, Brenna Healer. No
podían hacer nada por él. Hubo otro Sanador, un ser ambulante que recorría
La Helada entre los pueblos, y describió un procedimiento que había oído
hablar de él en Aeralis que podría ayudar. Por supuesto, esa esperanza es
imposible para nosotros.
—Tal vez sí —levanté la cabeza y con los ojos entornados. Adam se
quedó en silencio.
—No hay tal vez. No hay nada que hacer. No voy a entretenerme con
nociones absurdas sobre lo mejor. Se obtendrá esperanzas de Ivy arriba,
82
nada más. —Adam pasó un dedo hacia arriba y abajo el borde de su manto.
Él no dijo nada.
—Está trabajando muy duro —le dije, de pie y va a la mesa donde los
diarios se extendían en semicírculo—. El viaje a Echlos debe haberlo
agotado. Eso y la falta de comida... tal vez debería estar fuera de esta
misión.
—No lo mimes. Él es parte de La Espina ahora. Él tiene un trabajo que
hacer, lo mismo que tú y yo. Sabes eso.
—Lia —gritó débilmente una voz desde el dormitorio.
Corrí a su lado con Ivy pisándome los talones. Adam se quedó junto a
la chimenea, mirando las llamas. Everiss regresó para darnos el espacio, y
cayó de rodillas al lado de mi hermano y se sacudió algunos mechones
húmedos de pelo de la frente.
—¿Cómo te sientes? —Sus labios se curvaron en una sonrisa.
—Estúpido —dijo con voz ronca—. No he tenido un mal episodio en
años y ahora...
—Estás empujando demasiado duro. —Sus ojos parpadearon. Se
esforzó por incorporarse—. ¿Adam está todavía aquí?
—Jonn...
Giró la cabeza y miró directamente a los ojos. Una vena en su cuello
latía, y apretó los dientes.
—No lo hagas.
Una punzada de dolor me atravesó en su tono. Entendí. Dejé caer mi
mano y me puse en pie.
—Lo entiendo. —Le di a Everiss e Ivy un vistazo al salir de la
habitación, y me siguió sin hablar—. Él quiere hablar contigo —le dije a
Adam, mis palabras escuetas, y luego entré en la cocina y golpeé las
cacerolas un poco mientras mi ira se resolvía. Las chicas se ocuparon de la
83
poca comida que habíamos dejado. La sopa burbujeaba y hervía a fuego
lento en la estufa, y cuando estaba lo suficientemente caliente, Ivy la coló
en tazones. No echo de menos la forma en que sus manos temblaban.
—¿Debo tomar para uno a Jonn? —me preguntó, lamiendo sus labios
y robando un vistazo a Everiss como buscando la solidaridad contra el
fuego de mi ira.
—Dales un minuto —le grité, agitando mi mirada en la puerta, que
Adam había cerrado detrás de él. No podía protegerlo. Cada fibra de mi ser
ansiaba, pero él no iba a dejarme. Sabía que tenía que aceptar. Tuve que dar
un paso atrás y dejar que se vaya. Por último, surgió Adam. Su oscura
mirada se enredó con la mía, pero no le dejé quedarse allí. Cruzó la
habitación y salió al frío. Mi pecho se sentía vacío. Me detuve por un
momento, absorbiendo la sensación y luchando para mantener mi cara
compuesta. Oí la voz de Jonn sobre el sonido del fuego en la chimenea y el
ruido metálico de platos detrás de mí. Fui a la habitación de nuevo.
—Tráeme el diario, por favor —dijo—. El que nos encontramos en
Echlos. —Sus párpados se cerraban por el cansancio, y sus dedos se
estremecieron contra las mantas. Dudé. Algo frío y duro en forma de nudos
en la boca del estómago.
—Por favor. Lia —dijo—. Tengo cosas que tengo que hacer antes de
dormir.
—Necesitas descansar.
—¡No me trates como un niño! —Las palabras cortaban el aire como
un cuchillo. Me estremecí—. No lo hagas —dijo, ahora más suave—. No me
hagas eso. Dame un poco de dignidad, hermana. —Mis mejillas estaban
sonrojadas, y volví a buscarle los diarios. Puse el más reciente en la parte
superior de la pila.
—Gracias —susurró, cuando las había depositado en la cama al lado
de su mano. Tocó sus dedos sobre el papel y luego levantó la cara hacia
mí—. Lo siento... Estoy muy cansado. No quise decir eso.
84
—No, tienes razón. Lo siento.
Compartimos una sonrisa lacónica, y luego levantó uno de los diarios
con una mirada que decía que quería estar solo. Salí y cerré la puerta. Me
dejé caer contra ella y puse una mano sobre los ojos.
Quería hablar con Adam pero él ya se había ido... y tal vez solo
necesitaba pensar en esto por mí misma.
—¿Va a estar bien? —preguntó Everiss desde el otro lado de la
habitación.
—Va a estar bien —le dije—. Él solo necesita descansar. —Pero no
estaba segura de que yo creyera mis propias palabras.
85
Traducido por KellyLeivaR9
Corregido por Maniarbl
A la mañana siguiente, Jonn estaba despierto y estaba sobre la revista
que habíamos encontrado en Echlos a pesar de que su rostro aún estaba
pálido y sus manos temblaran. Everiss había dormido junto al fuego en su
lugar. Ivy se había ido otra vez a buscar bayas, eso me dijeron ellos.
La inquietud se arremolinaba en mi estómago. Jonn aún no se
encontraba bien. Atticus todavía me importaba. Y estaba preocupada por
Ann. No la había visto en días.
—Tengo que ir a la aldea hoy —le dije a Everiss—. Mantén a Jonn
tranquilo y trata de evitar que se levante. Dale de comer sopa y leche. Voy
a traer algunas hierbas que siempre le calman.
Ella asintió con la cabeza por mis instrucciones y tragó saliva. Su
labio temblaba mientras miraba hacia la puerta cerrada del dormitorio.
—Podría a tener otro episodio, ¿tú qué crees?
—No creo, pero no estoy segura. Así que trata de mantenerlo calmado
y cómodo hasta que regrese.
Era la conversación más cordial que habíamos tenido desde que se
había venido a quedar con nosotros. Las heridas de Jonn nos habían unido
de la forma más inesperada, pero no tenía tiempo para pensar en ello.
86
Necesitaba ir a buscar las hierbas, entregar mi Cuota, y ver si Ann estaba
bien. No había puesto los ojos en ella en días.
»Voy a regresar enseguida —le dije, y me fui hacia la aldea.
El cielo estaba azul claro y las nubes parecían piedras. La nieve caía
de los árboles y el hielo se filtraba por todas partes. Cuando llegue a la villa,
las calles quedaron mojadas por el lodo. Atravesé las calles con prisa hacia
el mercado, donde siempre intercambiaba pedazos de hilo por las hierbas
que necesitara.
Una anciana Tanna me miró con astucia.
—¿Hilos por hierbas?
—Sí —le dije, impaciente—. Así como siempre.
—No puedo —dijo la señora, volteando la cabeza para toser en su
manga—. Solo con comida.
—No tengo ningún alimento de sobra.
Ella me miró con ojos acuosos.
—Entonces no hay hierbas.
Volviendo sobre mis talones, me aleje rápidamente antes de decir o
hacer cualquier cosa imprudente. Mi sangre hervía con ira, pero sabía que
ella también tenía que cuidar de sí misma. Necesitaba comer tanto como
cualquiera, pero ese pensamiento no hizo que la falta de medicamentos para
mi hermano fuera menos amarga.
Necesitaba ver a Ann. Ella tal vez podría hacer algo para ayudarnos.
Levanté la mirada hacia la casa del Alcalde, blanca y fría contra la luz solar
en la cima de la colina. Mi corazón se apretó con una repentina corazonada.
Suspiré y comencé a dirigirme hacia ahí.
Una mano agarro mi brazo, fui arrastrada a un callejón y presionada
contra el muro. Unos ojos oscuros miraban los míos. Adam.
87
—Brewer.
¿Qué?
Me soltó pero no retrocedió.
—¿A dónde vas?
—A hablar con mi mejor amiga. —Enderecé mi capa y lo fulminé con
la mirada. La furia se hacía un remolino en mí, irritante y audaz—. ¿Por qué
repentinamente apartas a las personas de la calle? Vas a atraer atención no
deseada.
Adam se cruzó de brazos.
—Deberías de esperar ver menos a Ann por un tiempo. Está en una
misión.
—¿Una misión? —Fruncí el ceño—. ¿Bajo tus órdenes?
—No las mías —dijo—. Bajo las de Atticus.
—¿Qué misión? ¿Dónde está ella?
—Se trata de… Korr.
Esperé a que se explicara más, pero no lo hizo. Una sensación
venenosa lleno mi pecho. Él iba a guardar este secreto.
—Por lo menos, ¿se encuentra bien?
—Está bien —dijo—. Tiene sus órdenes.
Recorrí un ojo sobre él. No estaba vistiendo su capa azul de siempre,
pero si una gris oscuro. La ropa que vestía debajo era negra. —Estas vestido
diferente.
—Tengo una misión por mí mismo.
No me dijo nada más. Mi boca se torció en una mueca.
88
Antes de que le pudiera preguntar, estaba huyendo, y me dejó una
sensación fría y vacía.
Cuando regresé a la granja, Everiss e Ivy no estaban en ningún lugar
a la vista. La casa olía como a lana mojada y humo de madera, y el fuego de
la chimenea se había consumido hasta carbón. Jonn estaba sentado en la
mesa, enrojecido y de mirada perdida, rodeado de papeles con sus notas
garabateadas alrededor de ellos. El diario de Echlos yacía en su regazo. El
DLP yacía en su mano izquierda, los cables se extendían como si fueran
tentáculos de una criatura alienígena.
La frustración se expandía por mi pecho. Di un fuerte portazo y tiré
de mi capa.
—¿Qué están haciendo?
—Lo hice —dijo. Las palabras salieron de él de un golpe, haciéndome
silencio.
—¿Qué?
—Lo hice —repitió. Y una sonrisa exhausta se cernía en las esquinas
de su boca pero no llegaba a ser completa—. El diario… Descifré cómo usar
el DLP. La misión puede avanzar. Los podremos traer de vuelta. —Tomó
una respiración profunda—. Tienes que localizar a Adam. Tengo que hablar
con el de inmediato.
Un tornado de emociones me llenó: alivio, entusiasmo, temor. Ahora
podremos ir a través del portal. Esto fue todo. Me quede muy quieta,
mirándolo.
89
—¿Me escuchaste? —parecía aturdido. Tanto como si fuera por
felicidad o cansancio, no podría descifrarlo.
—Te voy a llevar a la cama. —Fue todo lo que se me ocurrió decir.
—Lia…
—Voy a poner la linterna, lo prometo. Ahora vamos.
Antes de que me dejara ayudarlo para llevarlo a la cama, tomó el
diario y sus papeles y los apretó contra su pecho. Traté de tomarlos y me
agarró la muñeca.
—Es mi misión —dijo—. Lo siento, Lia. Se supone que no debo
mostrarle a nadie, excepto a Adam.
Mordí mi lengua y retrocedí, dejando de lado los papeles.
Compartimos esta misión. No debería ser secreto entre nosotros. Todo esto
era lo que estaba haciendo Atticus, y lo odiaba.
Después de haberlo ayudado a acostarse, fui a la cocina para buscar
algo que cenar. Cuando abrí los armarios, mi estómago dio vueltas. Estaba
completamente vacío. Rápidamente catalogué en mi cabeza las provisiones
que teníamos en la granja. Teníamos unos cuantos barriles de manzana
deshidratada, nabos para las vacas… pero habían estado nadando dentro de
ellos. Eran realmente pocos. Teníamos a Everiss para alimentarlos por
ahora, pero no eran suficientes.
La puerta principal se abrió y se cerró. Ivy apareció en el pasillo, su
nariz roja por el frío y las mejillas pálidas.
—¿Donde esta Everiss? —pregunté.
—En la granja, terminando las tareas. Se sintió lo suficientemente
fuerte hoy.
—Y, ¿dónde has estado? —Estaba demasiado cansada, demasiado
derrotada para estar enojada. Prácticamente susurré las palabras.
90
Mi hermana se quedó con las manos detrás de la espalda,
mordiéndose el labio.
—¿Bayas? —supuse, y un parpadeo de esperanza se encendió en mí.
Sería algo, tan patético como algo como eso podría ser.
—No.
—¿Qué, entonces? Vine a casa y Jonn estaba aquí solo, trabajando
demasiado duro como siempre, y…
—Me inscribí en la escuela Lejana —espetó.
Mi boca se abrió.
—No había comida, no sabía qué hacer, y tú te habías ido, y
probablemente he recogido todas las bayas de aquí y Aeralis, y estamos tan
hambrientos todo el tiempo. Así que… solo fui y lo hice. —Levantó el brazo,
y vi la bolsa que había estado escondiendo detrás de su espalda—. Ellos te
dan comida solo por poner tu nombre en la lista, ¿sabías eso? Empiezo
mañana.
—No —dije, desesperada. No en esa escuela horrible donde los niños
entonan al unísono las virtudes de un Lejano dictador.
—Tengo que… —insistió Ivy—. Necesitamos comida. En caso de que
no lo hayas notado, ¡estamos muriendo de hambre!
—Voy a ver las trampas de nuevo… Voy a hablar con Ann…
—Tú haces contribuciones para el bienestar de la familia —dijo—.
Ahora déjame hacer las mías.
91
Adam vino a la casa tarde en la noche, después de poner la linterna.
Lo dejé sin decir una palabra, y apunté hacia la habitación donde Jonn
estaba descansando. Me senté en la mesa y me quedé mirando la puerta
cerrada mientras conversaban en voz baja al otro lado. Everiss dormía junto
al fuego e Ivy estaba arriba en el desván. El fuego crujía, y el viento soplaba
alrededor de las esquinas de la casa y a través de uniones de los paneles de
las ventanas. La nieve caía suavemente, ligera como la pluma.
La puerta del dormitorio se abrió y se cerró, y Adam cruzó la
habitación y se hundió en una silla junto a mí y puso su barbilla en la mano.
—Y, ¿bueno? —pregunté.
—Ya lo hizo.
Nos sentamos juntos en silencio por un momento, consumidos por
ese pensamiento.
Susurré: —Estoy asustada.
—Yo también —admitió.
Me volví hacia él con sorpresa, pero no me reconoció. Solamente
miraba hacia el fuego.
—Y, ¿ahora qué? —pregunté después de otro momento de silencio.
Adam recorrió un dedo a lo largo del borde de la mesa, quitando una
migaja.
—Vas a tener que continuar tu entrenamiento sin mí por un tiempo,
pero no quiero que lo dejes. Puedes usar la granja de mi familia para hacer
los ejercicios que te enseñé, claro.
—Espera —le interrumpí—. ¿De qué estás hablando?
—Soy el que se va a ir —dijo—. Tengo que atravesar el portal para
traerlos de vuelta.
92
Claro que alguien tenía que ir. Claro que ese alguien tendría que ser Adam,
el más fuerte y experimentado entre nosotros.
Sin embargo, la confesión me sorprendió.
—¿Cuánto estarás fuera?
Un musculo de su mandíbula salto.
—Debe de ser un par de semanas a lo mucho hasta que nadie pueda
volver.
—¿Un par de semanas?
—De acuerdo con lo que Jonn ha descubierto de los diarios, el Portal
funciona en principios muy específicos de espacio y tiempo. Tenemos que
coordinarnos y utilizar fechas exactas de cualquier retorno que organicemos
a este lugar en específico, y estos tiempos solo se producen con cierta
frecuencia. Una vez viaje hacia donde estaban los Fugitivos, vamos a tener
que esperar en orden a regresar al lugar correcto. No voy a estar disponible
de inmediato a menos que me fuera tan pronto como regrese, pero no puedo
contar con eso. Tomará tiempo encontrarlos y organizarlos.
—Asentí, asimilando la información. El Portal de viajes es como un
tren o una aeronave Lejano, ¿con algunos horarios de salida?
—Más o menos —dijo.
El frío se filtraba a través de mí. No quería decir en voz alta cuánto
iba a extrañar, o cuán vulnerable que me sentiría cuando se hubiera ido.
Habíamos llegado a depender de su presencia en gran medida, y la verdad
era que ahora empieza a notarse en mi cara. Me estremecí y apreté mis
brazos alrededor de mí, pero no dije nada. Tenía que ser fuerte. Tenía que
ser Lia Weaver, invencible y sin emociones, no este lío empapado de
preocupación y miedo en el que me había convertido.
Pensé en Gabe —su rostro se había vuelto casi difuso en mi mente a
través de los últimos meses— y en mi corazón torcido. Me sentía divida en
dos. No quería que Adam se fuera… pero quería que Gabe regresara, incluso
93
con todo lo que me temía y temía volver a verlo, porque no sabía dónde
estábamos.
Adam se levantó.
—Debo irme. Necesito reunirme con Atticus esta noche para discutir
lo que hay que hacer, y luego tengo otros lugares que ir.
—¿Otras misiones? —le pregunté a la ligera.
Vaciló por un largo momento, como si él tuviera algo que quisiera
decir.
—Siempre hay otra misión —dijo finalmente. Fue una no respuesta, y
sentí el escozor intensamente. Él me estaba cortando de nuevo, y dolió—.
Que te vaya bien, Lia Weaver. La misión comienza mañana, pero te veré
otra vez pronto. Mantente fuerte. Yo…
No terminó la frase.
Levante la mirada hacia él.
Vaciló, luego extendió la mano y pasó sus dedos por mis mejillas. El
contacto de su mano envió un temblor a través de mí. Sus ojos brillaban,
pero no dijo nada. Se volvió para irse.
Mi corazón martilleaba. Mañana.
—Espera. ¿Adam?
Se detuvo en la puerta, su mano apoyada en el marco de la puerta. No
se volvió.
Fui a su lado y bajé la voz.
»No estoy feliz con esto… este secretismo. ¿Realmente piensas que
nos va a proteger? O, ¿que simplemente nos hace más vulnerables,
mayormente divididos? Es una cosa tener algunos secretos para evitar dar
información cuando se está bajo tortura. Es otra cosa estar lejos uno del otro
para que no podamos ayudarnos mutuamente cuando lo necesitemos.
94
Sus dedos tamborilearon contra el marco de la puerta.
—Tú no lo entiendes. Atticus es…
—Entonces ayúdame entender.
Negó con la cabeza.
—Realmente debo irme. Hablaremos luego.
—Adam…
Llevó un dedo a mis labios, silenciándome, y luego se fue dentro de la
noche, dejando ahí sola.
95
Traducido por Kensha
Corregido por Maniarbl
La caminata a la villa a la mañana siguiente crujió con tensión sorda.
Ivy siguió el paso conmigo, pero su manto lastimosamente ondeaba en el
viento, y sus ojos oscuros parecían enormes en su rostro. Estaba nerviosa.
También yo estaba nerviosa. No quería dejar que haga esto, y aún no
estaba convencida de que tenía que hacerlo. Me gustaría ir a la casa del
Alcalde, hablar con Ann. Tal vez un puesto de sirvienta está vacante, uno
que podría ser pagado en alimentos…
Tenía que haber algo. Alguna otra opción.
Dejando a Ivy un lado, la preocupación sobre la misión royó en mis
entrañas. No sabía lo que estaba sucediendo. Sentí como si estuviera de
puntillas en el hielo, sin saber cuándo ni de dónde podría fisurarse.
—No te preocupes por mí —dijo Avy por fin—. Sé cómo cuidar de mí
misma.
—Siempre me voy a preocupar —le dije. Rodó sus ojos. Me sentí
vieja. Maternal. Frágil con preocupación.
Entramos en la vista de La Jaula. Ivy tembló. Toqué su hombro una
vez, me dio una sonrisa trémula, y entramos juntas al túnel. Dejó mi lado
solo cuando alcanzamos el colegio.
96
Los demás ya se habían reunido, y podía escuchar el sonido de sus
canticos. Un reguero de malestar corrió por mi columna, pero mi hermana
ya se deslizaba por la puerta y subía el sendero. Miré detrás de ella,
impotente, y tan pronto como desapareció dentro, me dirigí hacia la colina
y a casa del Alcalde.
Necesitaba hablar con Ann. Misión o no, han pasado muchos días
desde que habíamos hablado. Necesita su ayuda. Necesitaba su amistad.
Un sirviente respondió a mi llamada.
—Necesito hablar con Ann Mayor —dije lo más firme que pude
armarme de valor—. Tengo algunos hilos…
—No puede —dijo el sirviente.
—Ella querrá verme.
—Eso puede ser cierto pero la Señorita Ann no está aquí. —El
sirviente comenzó a cerrar la puerta. Metí el pie en la abertura y empujé mi
cara cerca de la suya.
—¿Qué quieres decir? ¿Que ella no está aquí? ¿Dónde está? Puedo
esperar.
—Está en Astralux —dijo el sirviente—. Con Lord Korr.
—¿Astralux? —¿Con Korr?
—La capital de Aeralian —dijo el sirviente en un tono entrecortado,
como si yo fuera una imbécil.
Estaba tan sorprendida que se las arregló para empujar mi pie y cerrar
la puerta en mi cara. Me quedé mirando la perilla, con conmoción, mi
mente girando en veinte direcciones a la vez.
¿Ann estaba en Astralux? ¿La ciudad capital de Aeralis? ¿Y estaba con
Korr? ¿Como su prisionera? ¿Por alguna otra razón por completo?
¿Qué estaba pasando?
97
Los secretos se estaban saliendo de control. Necesitaba hablar con
Adam.
Viajé directamente desde la villa a la granja de Brewer, y mientras
fui, consideré todas las posibilidades. Tal vez, ¿había viajado ahí otra vez
con su padre? ¿Era posible que hubiera hecho este viaje solo bajo la excusa
de turismo? ¿Esto era por su misión?
¿Era esto lo que hace Atticus?
Llegué a la granja de Brewer y corrí hacia el granero. Adam debe estar
ahí. Si no lo estuviera, podría dejar un mensaje… Realmente no me había
sentado a pensar en nada de esto. Simplemente estaba actuando. Jalé la
puerta abriéndola y me detuve.
Alguien estaba ahí, pero no era Adam.
Atticus.
Estaba parado frente a las cuerdas de ejercicio, las manos sobre sus
caderas. Volteó y me vio mientras entre dentro, y su boca se curvo en una
sonrisa cuidadosa que delato ninguno de sus pensamientos.
—Lia Weaver —dijo—. Esperaba que vinieras hoy. Tenemos que
hablar.
Mi corazón se volcó.
—Necesito hablar con Adam Brewer.
—Brewer no está aquí.
Un pequeño escalofrió corrió a través de mí. No está aquí. Había algo
tan siniestro sobre esas palabras.
98
—Entonces, ¿dónde está?
Atticus sacudió su cabeza.
—En La Espina, cada agente tiene su propia misión que cumplir. Ellos
no se preocupan por los asuntos ajenos. Adam está en una misión. No es de
tu incumbencia.
Todo este secreto está comenzando a enfurecerme.
—Esa no es la forma en la que hacíamos las cosas antes de que
llegaras —espeté.
Sus ojos se redujeron.
—Estoy a cargo a hora. Estamos haciendo las cosas a mi manera.
Cerré mi boca y traté de estar tranquila. Tenía razón. Estaba siendo
insubordinada.
—Escúchame, chica —dijo Atticus—. En este momento, tu
preocupación es el DLP y Echlos. Tu preocupación son esos Fugitivos.
—¿Echlos? ¿Los Fugitivos? Esa es misión de Adam.
—Adam no será capaz de completar su tarea en relación al DLP. Está
ocupado con otras cosas. —Se detuvo—. Necesito que lo hagas en su lugar.
Necesito que lo hagas. Parpadeé, tragué, tartamudeé. No era un agente
experimentado. No había sido entrenada para eso.
—¿Yo?
Habló secamente.
—Sí. Estas familiarizada con Echlos, conoces algo de las historias,
conoces a varios de los Fugitivos… eres la mejor para el trabajo.
—Pero mi familia… —No los podía dejar por mucho tiempo.
Los ojos de Atticus quemaron como fuego negro.
99
—Tu familia (y todos los demás en este pueblo) están en peligro. Los
Lejanos están apretando lentamente su agarre y no se detendrán hasta que
todo el mundo se pique. Eres un agente de La Espina. Hiciste un juramento
por esta causa. Ahora, ¿vas a hacer tu deber?
—¿Dónde está Adam?
—Tenía otras obligaciones. Dijo que podrías manejar esto. De hecho,
él insistió —se detuvo Atticus.
—Oh —dije.
Los ojos de Atticus brillaron.
—¿Se fue la fe que tenías en ti y ahora te tiene despistada?
—No. —Hablé con firmeza—. Puedo hacerlo.
—Bueno. Ahora ve a casa. Adam dijo que tu hermano tiene las
instrucciones. Sácalas de él y esta noche nos vemos dentro de tu granero.
—¿Esta noche?
—No hay tiempo que perder —dijo—. Esta noche es la noche. ¡Ahora
ve!
Tropecé por la puerta.
100
Traducido por LittleGirl00
Corregido por Xhessii
—No puedes hablar en serio —dijo Jonn después de haber entregado
mis noticias.
—Lo estoy. —Me sentí congelada en mi interior, la calma hasta el
punto de la falta de vida. Mi mente estaba centrada únicamente en lo que
me habían dicho que no: obtener el DLP, conseguir mis
instrucciones, encontrarme con Atticus en el granero… porque si no me
desmoronaría en mil pedazos.
—¿Y Adam?
—Algo sucedió. Él no va a hacerlo. —Mi voz amenazó con romper,
pero siguió adelante—. Y ahora Ann está en Astralux.
—¿Astralux?
—Jonn. No hay tiempo. Tenemos que hacer esto ahora —dije las
palabras bruscamente, porque de lo contrario me gustaría romperme en dos.
Me habían cortado. Se habían ido sin mí. Ya estaba hecho. Ahora, tenía que
cumplir con mi deber. Jonn asintió. Reunió los diarios y los puso
en un montón. Cautelosamente, cogió el DLP y me lo entregó. Su rostro era
una máscara de sorpresa y confusión.
—No vas a morir de hambre, hermano —le dije, desesperado por
tranquilizarme tanto como él.
101
—Ivy está en la escuela Lejana, y sin mi boca que alimentar, son solo
tres personas. Ivy puede tomar la Cuota y llevarla al pueblo, y Everiss puede
comprobar las trampas cuando esté lo suficientemente fuerte, lo que debería
ser en cualquier momento. Vas a estar bien hasta que yo vuelva.
Frunció los labios furiosamente.
—¿Estás segura de que quieres hacer esto?
—Tengo que hacer esto —le dije—. Estoy en esto hasta el final, igual
que tú. Y ya has arriesgado tu vida y salud. Mira lo que hicieron Má y Pá.
Ahora tengo que hacer lo mismo. Además, no hay nadie más.
Adam y Ann se habían ido. Estaba sola en esto. Estaba aturdida.
—¿Estás segura?
—Estoy segura.
Se quedó en silencio un momento. Poco a poco, asintió con la cabeza.
—Entonces, muy bien. Aquí están las instrucciones. —Me explicó
cuidadosamente, con exactitud cómo activar el dispositivo—. No hay
mucho tiempo una vez que se haya encendido y solo se disparará una vez
hasta que la ventana de oportunidad esté abierta de nuevo —dijo—.
Entonces no lo hagas hasta que esté absolutamente preparado.
Asentí con la cabeza, repitiendo todo lo que me dijo en mi cabeza.
—¿Has encontrado todo esto en ese diario?
—Sí. Lia... ¿sabes a dónde vas?
Me encogí de hombros.
—A dondequiera que la puerta conduzca.
—El diario... Sé un poco sobre dónde…
—No te molestes en contarme los detalles —le dije—. No hay tiempo.
Lo veré en cuando llegue allí.
102
—Espera —dijo Jonn, antes de que me pudiera ir—. Yo... hay algo
más.
—Date prisa —le dije—. Tengo que irme.
—Esto no tiene nada que ver con La Espina —dijo—. Esto es otra cosa.
—Su tono era extraño, y sus ojos se deslizaron fuera de los míos. Sostuvo
un pedazo de papel sellado—. Hay alguien a quien necesitas encontrar una
vez que has viajado a través de la puerta. Tiene algo
que necesito. Es necesario conseguir que te lo dé.
—¿A quién? ¿Qué...?
—Fue en el diario. El que nos encontramos en Echlos —dijo Jonn—.
Cuando estés ahí... No estoy seguro, pero creo que puede ser un hombre
importante allí, Meridus Borde. He leído sobre él en el diario que encontré
en Echlos. Si lo encuentras, le das este papel y dile que siga las
instrucciones al pie de la letra. Es muy importante, pero no puedo
explicarte porqué. Has todo lo que tengas que hacer para conseguirlo, Lia.
Por favor. Confía en mí en esto.
—Está bien —le dije—. Lo haré.
Él asintió con la cabeza y se echó hacia atrás, exhausto. Su rostro
brillaba de sudor.
—¿Vas a despedirte de Ivy antes de salir?
—Voy a despedirme —le prometí.
Atticus se sentó con las piernas cruzadas en el piso, fumando su pipa
y esperando. No se levantó cuando entré. Él ha hecho un balance de mí,
observando el DLP en mis manos. Ya había deslizado el papel de Jonn en el
bolsillo para que no lo viera e hiciera cualquier pregunta. Una nube de
humo escapó de su boca mientras hablaba.
—¿Tú hermano te mostró cómo funciona?
—Sí.
103
—Ábrelo.
—Me arrodillé y abrí la caja. El dispositivo en sí —largo y cilíndrico,
como un metal gordo, como una pierna—, se encuentra dentro de la silla
como un huevo de una serpiente en un nido. La
carcasa metálica brillaba. Los cables a su alrededor brillaban. Los atraje y lo
sostuve en las manos.
Era pesado, el metal era frío contra mi piel.
—¿No atrae a los Observadores a la casa de la persona que lo guarda?
—dijo Atticus, sus ojos en el dispositivo.
Me sorprendí.
—No... —le dije—. No lo ha hecho. Ni una sola vez. Y lo hemos
tenido en nuestra posesión durante semanas…
—Supongo que tiene sentido —dijo Atticus—. Las criaturas
guardianas del Portal original en Echlos, ¿no? No deben considerar esta una
amenaza, aunque no sé si es el mismo tipo de la tecnología que figura en
Echlos.
Medité sobre esto. ¿Fue por eso que habíamos tenido ningún ataque
de Observadores en la casa en las últimas pocas semanas?
—¿Ya sabes cómo activarlo? —preguntó, interrumpiendo mis
pensamientos.
Asentí con la cabeza, y observé con cuidado, la atención precisa como
desplegué los papeles
Jonn me había dado, escaneados de nuevo las instrucciones, y luego
presiona el oleaje elevado de metal en un lado del dispositivo. Mis dedos
temblaron luz pulsada a través de la superficie, y los cables provocaron. Me
estremecí. Atticus silbó de sorpresa.
—Magnífico —murmuró—. Una pieza perfectamente conservada de
la tecnología de la edad antigua. Es maravilloso. Tu hermano lo hizo bien.
104
—Sí. —Mantuve mis ojos en el dispositivo, ya que escupía fuego azul
de la punta de metal, como tentáculos y tarareaba un extraño silbido de
tono alto. Un círculo azul y verde apareció por encima de él, proyectando
una piscina perfectamente simétrica de la luz que nos rodeaba. Mi
estómago se revolvió. Mi corazón estaba machacado. La sangre bombeada a
través de los brazos y las piernas, y estaba mareada.
Realmente funciona.
—Apaga eso —ordenó Atticus en voz baja. Golpeé el botón y el
dispositivo de agudos chillidos cayó al silencio—. Quería asegurarme de que
sabes cómo usarlo —explicó Atticus—. Tú, por supuesto, vas
a viajar a través de la puerta en Echlos como el resto de ellos.
Asentí con la cabeza y tragué un suspiro.
»Recoge tus cosas —dijo.
—Estaré bien —les dije a mis hermanos por enésima vez mientras
estaba de pie junto a la puerta, mi capa envuelta firmemente alrededor de
mis hombros y un paquete de suministros en mis brazos. No tenía ni idea
de lo que iba a necesitar para este viaje, así que logre reunir una serie de
ropa y algo de comida—. Ivy se encargará de toda la distribución de Cuotas
y asistir a la escuela Lejana a cambio de alimentos, siempre y cuando yo me
haya ido. Everiss manejará la casa y tareas del granero con la ayuda de Ivy,
y hará la comida. Jonn, podrá atender el grueso del contingente, pero
Everiss te puede ayudar con eso si la necesitas. Ivy, Everiss, tal vez se
podría ver a las trampas…
—Yo puedo hacer eso —dijo Ivy—. Sé dónde están.
105
—Muy bien. Ivy comprobará las trampas. —Todos me miraban, los
ojos muy abiertos, como a tientas con mi bolsa—. Solo estaré fuera un par
de semanas. Van a estar bien. Abel Brewer les ayudará si necesitan
algo.
—¿Qué pasa con Ann? —dijo Ivy—. Quizás ella…
—Ann está en Astralux. —Simplemente decir las palabras me hicieron
sentir minada de toda mi fuerza.
Las cejas de Everiss se dispararon.
—¿Qué?
—¿Qué pasa con Adam? —preguntó Ivy.
—También se ha ido.
Querían claramente que decir más, pero no había tiempo. La frialdad
se filtraba a través de mí.
¿Ann se había ido? ¿Adam se había ido?
Me sentí completamente sola, cómo me enfrentaré a esta
tarea difícil. Pero me gustaría seguir adelante, porque, ¿qué otra opción
tenía? Quería avisarles acerca de todo. Quería hablarles de Atticus y como
no confiaba en él, pero todavía no sabía nada de él, y cómo planeé
mantenerlos fuera de todo ello por completo. No, me gustaría
completar esta misión y volver con ellos y todo estaría bien.
—Estaré bien —repetí, y todos ellos asintieron como si me estuvieran
tranquilizando.
—Ve con cuidado, Lia —dijo Jonn. Me agarró la mano y la apretó con
fuerza. Abracé a Ivy, y luego, después de un momento de vacilación, a
Everiss.
—Cuida de ellos —susurré en su pelo, asintió con la cabeza y sollocé.
Entonces me giré, respiré hondo y abrí la puerta al exterior.
106
Echlos brillaba extrañamente bajo la tenue luz del día. El cielo
empezaba a girar púrpura en el momento en que llegamos a la red de
engaño que ocultaba las antiguas ruinas de miradas indiscretas. A lo lejos,
las cimas de las montañas raspaban el cielo.
Fui el primero en dar un paso dentro, en romper el precinto del
oscuro silencio que llenaba el pasillo de abajo. El polvo y la suciedad
crujieron y chasquearon bajo mis botas mientras me movía hacia adelante
por el túnel de piedra increíblemente suave. Detrás de mí, oí Atticus
que encendió un fósforo para encender el farol que habíamos traído.
—No —le dije—. No lo necesitamos. Guarda el combustible para tu
viaje de regreso.
Levantó una ceja inquisitivamente, y dio otro paso hacia adelante. El
techo brillaba en respuesta a mi movimiento y la mandíbula de Atticus se
hundió.
A pesar de mi ansiedad, me sonreí. Verlo tan sorprendido era
extrañamente gratificante.
Bajamos a las entrañas de las ruinas lentamente por las escaleras en
espiral del túnel en las profundidades, pasando puertas empañada de metal
reluciente y las manchas salpicadas de rojo y marrón. Por último, llegamos
a la habitación enorme que albergaba el portal. Mi piel se erizó
en la aprehensión y el cuero cabelludo se arrastró. Nuestros pasos
resonaban como entramos en la habitación.
—Increíble... —susurró la voz de Atticus en los confines de la
habitación.
107
El portal se alzaba contra la pared del fondo como un ojo para dormir.
Respiré profundo y crucé la habitación hacia el panel que Adam había
activado antes. Jonn me había explicado cómo hacer todo. Tenía que
encontrar los interruptores.
Atticus siguió.
—¿Sabes qué hacer?
—Lo sé. —Me pareció que toqué el panel y tiré para abrirlo. El polvo
flotaba debajo de los bordes.
Un viento frío barría a través del agujero en el techo por encima de
nosotros, erizándome el vello. Envolví mis dedos alrededor del interruptor
y tiré hacia abajo.
No ocurrió nada.
—Estás segura… —comenzó Atticus.
Entonces, el aire que nos rodeaba comenzó a tararear.
Todos los vellos de mis brazos se levantaron. La luces pulsaban a largo de la
pared, siguiendo los patrones en el gris. El círculo comenzó a brillar. El ojo
de la puerta empezó a abrirse. Se desplegó lentamente, como una flor
mecánica que despliega sus pétalos al sol.
Atticus se tambaleó hacia atrás, su rostro brillaba mientras miraba
hacia arriba.
—Magnífico —gritó.
El aire caliente se precipitó sobre nosotros. Miré fijamente en las
profundidades del círculo y solo miraba oscuridad. Mi corazón cayó a mis
pies y mis manos temblaban. No podía respirar.
Atticus me agarró del brazo y tiró de mí alrededor.
—Al llegar al otro lado, busca a un hombre llamado Jacob. Es de un
lugar llamado Eos. Así sabrás que es él. Dale esto: no se lo des a nadie más.
—Él puso un sobre cerrado en la mano—. Son los nombres de las personas
108
que necesitamos. Mantén en secreto su misión. Y Weaver… —Levantó
ambas cejas hacia mí—. Trae solo los que están en la lista. No dejes que la
debilidad emocional ponga en peligro su misión.
¿Espera una lista? Esto no era parte del plan. Vamos a traer a todos de
vuelta, lo había prometido Adam. Todos. Incluyendo a Gabe.
Atticus vio mi vacilación.
»Se trata de una misión importante. No quieres comprometer la
seguridad de su familia al no hacerlo.
Era una amenaza, estaba seguro de ello. Mis ojos se estrecharon. Pero
entonces, me estaba empujando hacia el Portal. No había tiempo para
pensar.
»¡Date prisa, no hay mucho tiempo!
Me metí el sobre en el bolsillo junto al papel que Jonn me había dado.
Esto fue todo.
Agarré la bolsa de suministros firmemente mientras recuerdos de
Gabe pasando a través del Portal inundaron mi mente. Vi a un hombre
joven, con una expresión determinada cuando sus ojos encontraron los
míos, por última vez, con la boca cerrada fuertemente, como para no gritar.
Sentí la emoción de la tristeza, el horror y la esperanza de que se
precipitó sobre mí cuando lo vi desaparecer detrás de las puertas de metal.
Mi corazón latía con un ritmo acelerado contra mis costillas como un paso
adelante en el mismo lugar en el que había estado de pie. Mi pulso rugía en
mis oídos. El aire crujía con una intensidad eléctrica, por lo que todos los
vellos se erizaban, y podía sentir el poder en la lengua. Todo lo que tenía
que hacer era dar un paso adelante hacia esa oscuridad. Jonn había
explicado todo lo mejor que entendía del diario. Tírate, había dicho, pero con
cuidado.
Todo lo que tenía que hacer era cerrar los ojos... y dejarme ir.
109
Podía oír Atticus murmurando detrás de mí. Me succionó el túnel en
una respiración profunda, como si se preparara para zambullirse en un lago
negro del que no puede haber ningún cambio. Mis manos temblaban. Mi
estómago era un nudo. Mi piel se sentía apretada y mis pulmones se
expandían, mi mente chillaba y la oscuridad se cerró alrededor de mí y…
110
Traducido por Dracanea
Corregido por La BoHeMiK
El mundo era gris como pizarra, helado como un río, y yo era solo un
puntito cayendo en el silencio. Cintas de aire frío fluían a través de mis
dedos y se enrollaban alrededor de mi cuello. Pulsos de sensación
revoloteaban a través de mis párpados, mejillas y se lanzaron sobre mis
brazos. Estaba en espiral, girando, volando. ¿Será este fin nunca acabará? El
tiempo era corto y largo, perdiéndome en él.
Todo el aire silbó de mis pulmones con prisa mientras me estrellé
contra algo duro y plano. El dolor explotó en mi cabeza, en el cuello y la
columna vertebral. Mis dientes chocaron, me golpeé la clavícula y sentí una
pulverización de algo caliente fluyendo por mi mejilla.
Me quedé inmóvil, pasmada.
Poco a poco, regresé a la conciencia. La cabeza me daba vueltas. Las
náuseas nadaron sobre mí en una enfermiza ola verde, y solté la bilis. Lo oí
salpicar como si viniera de muy lejos. Traté de moverme, pero mis brazos y
piernas no funcionaban. Un gemido se arrastró hasta mi garganta, y
entonces estaba haciéndolo otra vez. Traté de ver separando mis ojos y
abriéndolos. Todo era blanco y con manchas amorfas. Busqué mi saco, por
el DLP. Cuando mis dedos los encontraron, me relajé, esforzándome por
sentarme, y poco a poco, mi visión comenzó a aclararse.
Fue entonces cuando me di cuenta de que alguien estaba llegando
hasta donde estaba para tocarme. El contorno de su cuerpo se erguía como
111
un gigante por encima de mí. Me moví hacia atrás con un grito y la persona
retrocedió. No pude verle la cara, solo las manos. Eran grandes, carnosas,
con pelo en la parte posterior. Una voz retumbó a través de mi conciencia.
—Cálmate, cálmate, no quieres que alguien te oiga. —Él hizo un
ruido con la garganta—. Ah, estabas enferma en el suelo. Bueno, todavía no
te muevas mucho. No quieres volver a hacerlo.
Traté de levantarme y caí hacia atrás. Murmuró algo y luego dijo más
fuerte.
—¡Aquí, aquí! Deja que te ayude.
—¿Quién eres tú?
—Me llamo Juniper —dijo en voz baja—. Me las arreglé para atrapar
la mayor parte de los Fugitivos que vienen a través del Portal, por lo que
podría decir que soy el comité de bienvenida.
—¿Comité de bienvenida? —murmuré. Mi cabeza aún giraba, y el
sonido en mis oídos crepitó. Él quitó el bolso de mis flácidas manos, y lo
dejé. Recordé el DLP escondido adentro y traté de protestar. Sonó como un
débil maullido, podría haber sido el sonido que hizo un gatito estrangulado.
—Shhh… —Unas fuertes manos se engancharon debajo de mis brazos
y me lazaron por los pies. Mis rodillas se doblaron, y me apoye en un cálido
pecho que olía a especias y bosque. La ronda, era un botón frío que
presionaba mi pelo. Tropecé mientras trataba de dar un paso.
—Con cuidado —murmuró el hombre—. Vas a estar bien. Estás
enferma por el viaje y este es tú peor momento.
Algo duro tocó mis labios. El borde de algún tipo de taza.
—Bebe —dijo.
Abrí la boca. El agua fría corría por dentro. Sabía tan bien contra mi
reseca lengua, y lo bebí con avidez.
—Eso es todo —dijo Juniper.
112
Entrecerré los ojos contra la luz blanca de nuevo, y esta vez las
formas borrosas que me rodean ganaron distinción. Las paredes se
extendían por encima de mí. Una luz fue lanzada a mis ojos de una fuente
desconocida y de forma cuadrada. Vi barriles amarillos… una maraña de lo
que parecían cuerdas grises… una extraña cerca metálica. Débilmente, oí el
sonido de un traqueteo rítmico. Olí el polvo y el aroma de las viejas cosas
secretas, era como una cueva.
—¿Dónde estamos? —Mi garganta carraspeo mientras hablaba.
—Vamos a salir de aquí —dijo—. Entonces hablaremos.
Entonces, estábamos en movimiento, él estaba conmigo medio
arrastrándome mientras tropezaba hacia adelante con las piernas
temblorosas. Nos movimos hacia la luz cegadora, cerré los ojos y dejé que
me guiara. El aire frío silbó por mi pelo mientras subíamos un par de pasos.
El calor se derramó sobre la cabeza y en los brazos. Luz del sol. El viento
me golpeó en la cara. Estaba caliente.
—Rápido —insistió Juniper. Mis pies tocaron tierra compacta, y me
tropecé a su lado. Abrí mis ojos y traté de hacer un balance del paisaje a mí
alrededor, pero la luz era demasiado brillante, demasiado dolorosa. Los
cerré de nuevo con un gemido.
—Es la enfermedad del viajero —dijo con dulzura—. Vas a estar bien
en un minuto o dos.
Sus palabras se derramaron sobre mí como pequeños guijarros,
rebotando en mi conciencia y cayendo lejos. Traté de escuchar, pero el
zumbido en mis oídos se desvanecía dentro y fuera. Vagamente, oí los
gritos estridentes de las aves. El sudor estalló en mi espalda y entre los
omóplatos. Hacía tanto calor aquí. ¿Dónde estábamos? Repentinamente la
sombra nos envolvía y Juniper me facilitó el estar sobre el suelo.
—Aquí —dijo—. Inclínate hacia atrás.
Mis hombros tocaron algo duro y estridente. Corteza. Un árbol.
Suspiré.
113
Se puso en cuclillas delante de mí.
—Ahora —dijo—. Trata de abrir los ojos otra vez.
Levanté mis párpados una fracción, luego completamente. Esta vez,
la luz no me cegó. Miré al hombre. Era gordo, corpulento, con una barba
castaña y las cejas tupidas que se cernían como orugas sobre sus ojos azules.
—¿Mejor? —me preguntó.
Tragué saliva y asentí. Mi cabeza ya no daba más vueltas, y el rugido
en mis sienes se había desvanecido. Miré a mí alrededor y vi que un mar de
verde nos envolvía. Gruesos abetos se arqueaban por encima, sus ramas
ondeando en una brisa leve.
Estábamos en un bosque.
Un camino de tierra se conducía por delante de nosotros y alrededor
de una curva. El camino por donde habíamos venido. No vi el lugar por
donde había aparecido originalmente, ni el lugar de la cueva con olor de
barriles y el muro de cerca. Estaba oculto por los árboles.
—¿Dónde estamos? —le pregunté. Mi voz era áspera, como si hubiera
estado mucho tiempo sin utilizar.
—En el Recinto —dijo Júpiter—. A lo largo del lado sur, cerca de los
barrios obreros.
—¿El Recinto? —El nombre no significaba nada para mí. Pero era tan
cálido... hay que estar muy al sur, o cerca del mar. El rostro de Adam llenó
mi mente al pensar en el mar, porque una vez él había vivido en la costa.
Mi pecho dolía al pensar en él.
—¿Cómo te llamas, muchacha? —preguntó Juniper.
—Lia —dije lentamente, con la mirada todavía en el paisaje
circundante. Mi lengua tenía un sabor amargo y mi boca estaba áspera. Me
lamí los labios y traté de tragar—. Es… hace tanto calor aquí.
114
—Es mitad de la primavera —dijo—. Y también estamos pasando por
una pequeña ola de calor.
Su voz se desvaneció dentro y fuera de mi conciencia mientras yo
miraba algo asomando por el borde de los árboles. Un largo tren blanco
hecho de metal reluciente paso serpenteando y desapareció por una esquina,
como una cinta congelada que medio se movía. Era hermoso y extraño. La
luz del sol brillaba a lo largo del borde y me lastimó los ojos.
—Te dejaré descansar un poco —dijo Juniper—. Pero tenemos que
entrar. No puedes quedarte aquí. Ellos pueden verte.
—¿Ellos? —Él no respondió a eso.
Un ruido sordo hizo temblar el suelo. El aire se estremeció. Piedras se
deslizaron fuera de mis pies y las hojas que nos rodean bailaban. Agarré la
mano de Juniper.
—¿Qué?
—Es solo el transporte —dijo—. No te hará daño.
¿Transporte? Algo largo, delgado y lo suficientemente grande como
para ser una cadena de vagones, brilló desde los árboles, en equilibrio sobre
esa cinta de metal reluciente. Un destello de luz y un borrón de color
blanco, nuevamente se había ido. Di una respiración rápida. Esta era una
tecnología que nunca se había visto como antes.
—Lleva a los trabajadores a través del Recinto —explicó.
—Tan rápido —murmuré.
—El Recinto se extiende por miles de hectáreas, hasta llegar a las
montañas.
Él hizo un gesto con la mano en el horizonte, pero los árboles
bloqueaban mi punto de vista.
—¿Cómo se mueve tan rápido?
115
—Es impulsado por el sol —explicó.
Cuando fui lo suficientemente fuerte como para soportarlo, hicimos
el laborioso viaje a lo largo del camino a través del bosque. Los árboles no se
ven tan diferentes como los de La Helada excepto que no hay nieve
cubriendo estas ramas. Un cielo azotado por el viento, el color de un huevo
de petirrojo brilló dentro y fuera de la vista a través de las copas de los
árboles que se agitaban. Los pájaros chillaban por encima. La luz del sol
baila en el suelo en moteados flashes. Me sentí enferma, cansada y
desorientada.
—Te voy a tratar tan pronto como entremos —estaba diciendo
Juniper.
—Tratar —repetí. Mi mente se sentía pesada y mis pensamientos
espesos. Estaba teniendo dificultad para pensar—. ¿Qué quieres decir?
—Tendremos que asignarte un nombre, un trabajo. Lo hacemos con
todos los Viajeros —dijo—. Los jóvenes son los más difíciles, pero
encontramos un lugar para ellos. Hemos estado haciéndolo durante años.
—¿También eres un Viajero?
—Uno de los primeros —dijo. Su tono de voz ronco, indicó que no
quería hablar de ello.
—¿Hay alguien aquí llamado Gabe? —le pregunté, y mi voz salió
estrangulada. Mi corazón latía demasiado rápido con esperanza. Estaba
aturdida, mareada—. Es un hombre joven, delgado, con el pelo castaño
claro.
Juniper negó con la cabeza.
—Tenemos un par de jóvenes que se ajustan a esa descripción, pero
no me suena ese nombre. Todo el mundo tiene nuevos nombres una vez
que entran. —Hizo una pausa—. ¿Es un amigo tuyo?
116
Sacudí mi cabeza en un gesto vacilante. Mi pie se tropezó con un
pedazo de grava, y casi me caí. Juniper agarró mi codo y me colocó de
nuevo sobre mis pies.
—Vas a ver a todos muy pronto —dijo—. Nos reunimos
semanalmente, y esta noche es la noche. Encontrarás a tu amigo.
Mi estómago se retorció con ansiosa anticipación.
Llegamos a la orilla del bosque y comenzamos a descender por una
colina. La inquietud erizó a lo largo de mis brazos. ¿Por qué de repente me
siento tan extraña?
—Ahí está —gruñó Juniper, señalando con su mano izquierda.
Levanté los ojos y mi corazón tambaleo. Me quedé mirando. Delante
de mí, completamente ajeno, pero al mismo tiempo reconocible incluso en
su estado alterado, era una vista que vi toda mi vida. El lugar que había
tomado mi Cuota cada semana durante años.
Iceliss. Mi pueblo. El pueblo en el que crecí.
Toda la nieve y hielo había desaparecido. Las piedras estaban frescas,
inalteradas por los elementos. Las paredes Lejanas construidas de metal y La
Jaula de acero, estaban ausentes; y docenas de brillantes edificios de un
material claro brillante agrupados entre los huesos de la aldea que conocía,
y sin embargo… no podía negar lo que vi. La forma de las colinas de la
ciudad, como si las ahuecara con las dos manos, como si las sostuviera.
Arriba, un cielo azul se elevaba ancho como una vela. Las montañas se
alzaron como centinelas en la distancia, cubierto con blanco. No era el
camino que había caminado toda mi vida, el que llevaba directamente a la
ciudad. Allí estaban las calles, dispuestas en filas ordenadas como líneas
trazadas para el juego de canicas de un niño gigante. Allí estaba la colina
que se alzaba en el centro del pueblo, y encima de él, en lugar de la casa del
alcalde, un alto edificio gris con un techo curvo se estiraba como un dedo
interrogatorio.
117
Me giré hacia Juniper y lo encontré viendo mi expresión, su propio
desconcierto.
—Algunos se dan cuenta más rápidamente que otros —dijo—. Usted
es una de las más rápidas.
—Crecí aquí —me ahogué—. Esto es exactamente igual a mi aldea. El
parecido es sorprendente. ¿Dónde estamos?
Él soltó una breve carcajada.
—La mejor pregunta, mi niña, es… ¿cuándo?
118
Traducido por Gabbii Rellez
Corregido por La BoHeMiK
—¿Qué quieres decir con cuándo? —Logré tartamudear.
—El portal salta hacia atrás en el tiempo —dijo. Habló con calma, de
manera breve, como si supiera que no le creería y no estaba particularmente
interesado en convencerme—. Tú estás en el mismo lugar que estaba antes,
solo… unos quinientos años en el pasado.
Quería vomitar de nuevo.
—¿Cómo es posible tal cosa?
Juniper se encogió de hombros.
—El portal lo permite. El de tu tiempo es especial… diferente. Puede
traer los viajeros de vuelta, pero los portales de aquí no pueden llevarlos de
regreso. Una vez aquí, ellos están atrapados.
A menos que tuvieran el DLP, me di cuenta.
Mi mente giraba mientras luchaba para procesar esto. No había
cambiado de ubicación. Era inimaginable. Pero… ¿más increíble que una
puerta mágica que transporta a sus pasajeros? Y no podía negar lo que he
visto justo delante de mí. Iceliss. El pueblo era el mismo, pero
completamente diferente, también. El paisaje era La Helada, pero no había
nieve. No hay hielo. Ni el abrasador viento brutal. Todo era brillante, verde y
floreciente. Todo estaba caliente.
119
—Vamos —dijo Juniper, y me entregó mi mochila, haciéndome un
gesto para que lo siguiera—. Te tengo que llevarte con los demás antes de
que alguien vea tu rara ropa y empiece a hacer demasiadas preguntas.
Bajamos por el camino de la colina de la aldea. Las calles parecían
vacías. Las paredes de piedra y las casas que había visto toda mi vida
parecían frescas, nuevas, con ninguna de sus esquinas desmoronándose o
erosionadas debido las manchas de siglos por la nieve y el hielo. La luz del
sol brillaba sobre las superficies de los extraños edificios y resplandecía en
los cristales. Todo era hermoso, elegante, como un jardín de casas que
habían brotado durante la decadencia, el pueblo lo sabía y lo hicieron
precioso. Las vides arrastrándose por las paredes y las puertas agitándose
con una suave brisa. Todo era hermoso, brillante y… vacío.
—¿Dónde está todo el mundo? ¿Dónde están todos los habitantes del
pueblo?
—La gente que vive aquí en los barrios obreros, la mayoría están en El
Laboratorio durante el día —explicó Juniper—. Los científicos y otras
personas importantes viven en el otro lado del complejo.
—Oh.
En algún lugar, escuché voces hablando con energía, y el crujido de
unos pasos.
—Por aquí —dijo, tirando de mi brazo. Doblamos una esquina y nos
sumergimos en un callejón sombreado. El alivio se filtró en mí por la
interrupción de la luz del sol.
—¿Por qué hace tanto calor aquí?
Juniper me lanzó una mirada.
—Esto no es tan malo. Espera hasta el verano.
Esperar hasta el verano. No estaría aquí tanto tiempo. Por supuesto que
eso no lo sabía él. El DLP era pesado en mi bolso y el secreto era aún más
pesado en mi lengua, pero no lo mencioné y tampoco mi misión. Tenía que
120
asegurarme de que podía confiar en él antes de que le diga este
conocimiento vital.
Llegamos a una calle lateral y volteamos en la esquina. Juniper me
acompañó más allá de una hilera de barriles de color amarillo brillante y
una pila de cajas. Se detuvo frente a una puerta gris clavada en la pared y
saco un trozo de metal de aspecto curioso del bolsillo. Deslizó la pieza en
una ranura, y escuché un tono musical bajo. Él la abrió y me miró.
—Date prisa —dijo—. Vamos a entrar. Como he dicho antes, en este
momento la mayoría de los trabajadores están lejos en El Laboratorio, pero
vuelven a la hora de cenar. Quiero que te cambies esa ropa y que estés fuera
de vista en caso de que regresen, por si alguien te ve y empieza a hacer
preguntas. Vamos a trabajar en la historia del pasado mientras esperamos a
los demás. Hay una reunión esta noche.
Quería pedirle información inmediata acerca de él, pero mi instinto
de conservación surgió hacia delante e hice empujar ese pensamiento para
más tarde. Entré en la oscuridad de la puerta y él me siguió, cerrando la
puerta detrás de nosotros. Me aferré a mi bolsa con las dos manos,
sintiendo el peso reconfortante del DLP en el interior. Mi corazón latía
contra mis costillas. Oí otro clic, y la luz inundó la habitación, brillando
desde el techo, como si estuviera hecha de polvo lunar. Recorrí el espacio,
viendo lo que me rodea y comprobando si había peligro. La habitación era
pequeña y sencilla. Un escritorio y una silla estaban puestos en una
esquina, al lado de una ventana curva, con una luz pálida inclinándose a
través del cristal. En la pared opuesta, había estantes cubriendo una pared
desde el suelo hasta el techo.
—Puedes sentarse allí —dijo Juniper, señalando con la cabeza a una
silla—. Quédate tranquila, y voy a traer algo nuevo para que uses. ¿Tienes
hambre? ¿Sed?
—Sed —le dije, mi boca estaba adolorida por tener una bebida,
mientras me hundía en la silla y puse el bolso sobre mi regazo.
121
Afirmó con la barbilla y desapareció por otra puerta de la pared
opuesta. Oí otro tono musical, y un extraño zumbido. Una brisa abanicaba
mis mejillas a pesar de que estábamos adentro. La habitación estaba fría.
Esperé, temblando.
Juniper regresó con un vaso lleno de un líquido de color naranja. Olí
y luego bebí, tenía demasiada sed para cuidar lo que podría ser. Estaba
helada y sabía a sol. Bebí todo.
—¿Te sientes mejor? —gruñó, estudiando mi rostro cuidadosamente
mientras tomaba la taza vacía de mi mano.
—Sí. Gracias.
Miré alrededor de la habitación. Estaba disponible, contaba con
estanterías, mesa y silla; y me dio algunas pistas sobre su finalidad o sobre
la vida de la persona que lo usó. ¿Fue Juniper o de alguien más?
Tenía tantas preguntas. Comenzaron a salir más de mí, se
desbordaban de mi lengua.
—¿Así que los Fugitivos entran por el Portal, te encuentras con ellos y
los traes aquí?
Se cruzó de brazos y caminó hacia la ventana. Mirando a través de
ella, dijo.
—La mayoría de las veces, sí. Cómo limpio el piso superior y la
cubierta, estoy por lo general alrededor de la puerta. Mantengo los ojos
abiertos. Y tenemos a otros que miran por si cualquier persona aparece.
Hasta el momento, hemos logrado escapar de la detección, aunque hemos
tenido algunos sustos. —Me dio una amplia sonrisa—. Tú viniste durante el
almuerzo. Tienes suerte.
La mitad de lo que decía no tenía ningún sentido en para mí, pero
seguí adelante.
—Y los otros Fugitivos… ¿están aquí todavía?
122
—La mayoría —dijo—. Les hemos conseguido empleos en todo el
Recinto. Funciones de servicio, ese tipo de cosas. ¿A dónde más se van a ir?
—¿El Recinto? —pregunté. Quería respuestas para todos estos
términos desconocidos que seguía escuchando.
—Esto —dijo, agitando los brazos para decir que hablaba del este
lugar—. Aquí. Todo este lugar. Esto es donde guardan la puerta. Estudian
los portales de aquí.
—¿Los Científicos? —Supuse.
—Sí.
Me di cuenta que Adam tenía razón. Pero los pensamientos sobre él
hacían que tuviera dolor en mi pecho, así que los aparté.
—No hace frío aquí —le dije—. En mi tiempo, hace frío la mayor
parte del tiempo.
—Sí —dijo—. Ha habido muchos cambios entre ahora y ese entonces.
—Su expresión se tornó curiosa—. Oye, eres mucho más habladora que la
mayoría. La mayoría de los viajeros que hacen el salto apenas puede decir
dos frases seguidas.
—Yo estaba un poco más preparada para esto —dije simplemente, no
quería hablar de mi misión.
Esta explicación parecía dejarlo satisfecho, y él asintió con la cabeza.
—Vas a hablar con Jake después —dijo—. Él está a cargo de los
Fugitivos que vienen aquí. Más o menos el líder no oficial. Él dio el salto por
sí mismo hace unos tres años, fue uno de los primeros en hacerlo, y lo hizo
todo por su cuenta. Es un ser inteligente.
Jake. ¿Podría ser éste el Jacob con el que tendría que ponerme en
contacto, al que le daría la lista de nombres? Mi corazón empezó a latir más
rápido, y mis manos empezaron a sudar.
—¿Cuándo puedo ver a este hombre llamado Jake?
123
—Esta noche —dijo Juniper—. Hay una reunión cada semana, solo
para asegurarse de que todo el mundo lo está haciendo bien, y es esta noche.
Llegaste en el momento perfecto.
Palmeó las manos sobre su chaleco y miró a su alrededor.
—Bueno, probablemente deberíamos conseguirte algo más para usar.
Vamos, entonces.
Salimos por la puerta por donde había pasado cuando él me fue a
buscar el líquido color naranja. Entramos en un pasillo estrecho, que olía a
jugo y metal oxidado. El aire era más frío aquí.
—Se trata de un edificio de almacenamiento de alimentos —explicó
él—. Así que lo mantienen bastante frío.
Bajamos por una escalera de metal estrecha, la habitación estaba en
penumbra. Filas de puertas metálicas estrechas fueron montadas a lo largo
de una pared, y Juniper abrió una y produjo un chirrido. Habían prendas de
vestir de color oliva oscuro cosidas juntas todas en una sola pieza.
—Aquí —dijo—. Creo que esto te quedara. Puedes vestirte allá.
Él señaló con la cabeza otra puerta, y vi más allá una habitación de
brillante piedra blanca. Vacilantemente tomé la ropa. Por lo que se veía era
ropa de hombre. Miré las piernas del pantalón y hurgué a tientas la
abotonada parte delantera.
—¿Estoy fingiendo ser un niño?
—¿Qué? —Me miró como si viera el vestido por primera vez—. Oh,
no. La mayoría de los trabajadores lo usan. Los hombres y las mujeres.
Extraño. Tomé la ropa y me fui a la habitación que había señalado.
Cerré la puerta y me deslicé fuera de mi vestido. La ropa color aceituna se
sentía fuerte y extraña en mi cuerpo, me la puse con nerviosismo. Toqué mi
larga trenza rubia y limpié la inexistente suciedad de mi manga.
De repente, estaba muy asustada.
124
—Te daremos un poco de comida después de esto —Juniper llamó
desde la otra habitación, haciéndome saltar. Metí mi vestido en la bolsa que
había traído y me apresuré a salir para reunirme con él.
La comida que me dio de comer tenía mucho color, pero estaba
sabrosa. Comí con mucho entusiasmo, voraz a pesar de los acontecimientos
traumáticos del día. Mi estómago no había estado lleno durante mucho
tiempo y había olvidado lo que se sentía. Cuando terminé todo lo que había
en placa de metal que me había ofrecido, me recosté en la silla y suspiré.
—Nos reuniremos con los otros en una hora —dijo Juniper. Él estaba
trabajando en algo sobre el mostrador, aunque no podía ver lo que era. Los
sonidos musicales venían de la mesa de una tableta que él tenía en sus
manos—. Ellos estarán ansiosos de escuchar tu historia.
Mi historia. ¿Qué iba a decir? Mi verdadera misión era secreta. No
podía decirles a todos. Solo aquellos a quienes tenía que decirles. Atticus
había ordenado estrictamente eso.
—Tengo que hablar con el hombre llamado Jacob —le dije—. Co...
Conozco a alguien que lo conoce.
Deje de hablar antes de decirle que tenía un mensaje para él. Podría
despertar sospechas. Todo el mundo que vino a través de la puerta estaba
huyendo de algo. Si les digo que vengo con un propósito, la gente puede
hacer preguntas.
Juniper no se dio cuenta de mi vacilación.
—Lo conocerás —me aseguró, y volvió a su trabajo.
125
Cerré los ojos y traté de dormir a medida que pasaban las horas, ya
que tenía agotados mis músculos y agobiados mis huesos. Pero mis
pensamientos seguían haciendo ping-pong entre aquí y el hogar. Pensé en
Jonn e Ivy. ¿Estarán asustados, abrumados? ¿Estarían de acuerdo? Pensé en
Adam, en Ann. Me ardían los ojos y se movían inquietos. Pensé en Gabe, y
una ola de prensión nerviosa me invadió.
No nos habíamos visto en meses. ¿Qué iba a decir? ¿Qué iba a hacer?
¿Él todavía siente lo mismo que había sentido antes? Estos agitados
pensamientos me mantuvieron ocupada hasta Juniper empujó su silla hacia
atrás y se levantó.
—Es hora —dijo, y me dio una placa plana de metal con la inscripción
Lila Blanca.
—¿Qué es esto?
—Tu nueva identidad —dijo—. Esto quiere decir que estas aprobada
para estar aquí. Van a conseguirte un trabajo en la cocina o tal vez en el
equipo de limpieza conmigo. No te preocupes. Vas a estar bien.
Tomé la placa aturdida, y él me ayudó a arreglar la parte delantera de
mi ropa. Cuando estaba en su lugar, me ayudó a levantarme y me llevó de
vuelta a la oscuridad.
El sol casi se había puesto, y un atardecer azul púrpura se había
apoderado de los edificios y calles. El aire estaba todavía caliente, pero no
tan caliente como una amenaza para sofocarme. Respiré profundamente y
olía a toques de flores de invierno y a pino. Juniper me hizo señas para que
le siguiera, y cruzó la calle, se dirigió hacia las afueras de la ciudad, que
estaba cerca de la línea de árboles. Miré el borde del desierto con cautela,
consciente de la creciente oscuridad.
—¿Los Observadores están muy activos últimamente?
—¿Qué? —preguntó—. ¿Los Observadores?
—Los monstruos —le dije—. Como sea que los llamen aquí.
126
Tenía la frente arrugada, y luego asintió vigorosamente como si
recordara lo que quise decir.
—Oh. Sí. Me acuerdo de esa palabra. Observadores. No tenemos aquí.
Sus palabras me sorprendieron tanto que me detuve. Las leyendas
dicen que los Observadores eran antiguos, tan antiguos como la propia
Helada. ¿Era posible que no existieran en esta tierra más joven y más
caliente? ¿La Helada sin Observadores? No podía comprenderlo. No tuve
tiempo para reflexionar sobre esta nueva pregunta. Juniper seguía
caminando, y me apresuré para igualar su paso. Llegamos al segundo
edificio, y él me indicó que entrara primero.
—Hacia abajo por las escaleras y a la derecha —me indico. Cerró la
puerta detrás de nosotros, y descendí por otra escalera de metal salpicado de
pintura y suciedad. Débilmente, escuché el murmullo de voces. Mi
estómago se ató en un nudo, mis manos se volvieron frías y húmedas.
¿Estará Gabe aquí?
Entré en una habitación larga, con poca luz llena de tubos. Había un
círculo de personas sentadas en la pared del fondo, y el sonido de sus
susurros me alcanzaron en una onda. Cuando entré, todos me miraron sin
realmente mirarme, y sus bocas continuaron moviéndose, pero sus ojos se
quedaron fijos en mí.
Examiné los rostros. No vi a Gabe.
Un hombre alto, delgado, con el pelo oscuro y los ojos marrones, se
levantó, acercándose a mí. Juniper se puso a mi lado, al igual que el hombre
cuando nos alcanzó.
—Esta es Lila —gruñó—. Antes Lia —Refiriéndose mí, él dijo: —Este
es Jake. Él está a cargo de los Fugitivos.
—Encantado de conocerte —dijo Jake—. Espero que se haya
recuperado del salto.
127
Juniper me palmeó torpemente en el brazo y me encaminó en
dirección hacia el grupo. Supuse que su trabajo estaba hecho, y me
preguntaba si volvería a verlo. Sentí una punzada de nerviosismo. Me
sentía segura con este hombre rudo, que casi no habla. ¿Quién sería el
encargado de mostrarme los alrededores ahora?
El líder esperó mi respuesta. Su expresión no era desagradable, pero
era imposible de leer. Me recordó un poco a Adam y una aguda punzada me
ató.
—Sí —le dije, tratando de decidir qué decirle. ¿Debería mencionar
Atticus ahora, o esperar hasta que pudiera estar en un lugar seguro donde
nadie podría oírnos?
—¿De dónde eres originalmente? —me preguntó—. ¿Aeralis? ¿Los
Países del Sur?
—La Helada —dije.
Sus cejas se levantaron, y su mirada se agudizó de manera casi
imperceptible.
—Oh… —Parecía como si fuera a decir algo más, pero alguien en el
círculo golpeó un vaso contra una tubería y llamó la atención de todos—.
Déjame presentarte al grupo —me dijo Jake en voz baja, y se volvió hacia
ellos.
Otro hombre estaba hablando cuando nos acercamos al círculo. Se
detuvo cuando los alcanzamos, deslizando su mirada primero hacia mi cara
y luego Jake. Dio un paso atrás y metió los brazos sobre su pecho.
Claramente, el hombre estaba a cargo.
—Esta es Lila —dijo Jake, agitando una mano para indicarme—. Ella
llegó hoy. Asegúrense de hacerla sentir bienvenida.
Todos los ojos se volvieron hacia mí por segunda vez, examiné las
caras, buscando rostros familiares. ¿Dónde estaba Gabe? No lo veía entre
los Fugitivos. De repente, mis piernas se sentían inestables y sentí nauseas.
128
Unas manos me empujaron hacia un asiento. La habitación daba vueltas.
¿Estaba recibiendo dolores del viaje de nuevo?
El hombre que había estado hablando se adelantó y volvió a hablar
después de que se hundió en la silla vacía más cercana. Pero sus palabras
pasaron por encima de mi cabeza como si fuera agua, toda la habitación
comenzó a girar y estaba salpicada de muchos colores mientras luchaba
contra el mareo. Vagamente, oí la puerta abrirse y cerrarse, alguien había
entrado en la habitación. Mi visión se oscureció.
Una mano me agarró del hombro y me apoye. Un cálido aliento me
hizo cosquillas en la oreja.
—¿Estás bien?
Volví la cabeza. Mi garganta se cerró, y una punzada se hundió
directamente sobre mi corazón.
Gabe.
129
Traducción SOS por AleG, LittleGirl00 & Angie_kjn
Corregido por La BoHeMiK
Los ojos de Gabe se agrandaron y su rostro se puso blanco cuando me
vio.
—Lia. —Mi nombre sonó estrangulado y extraño viniendo de sus
labios, como si fuera un idioma que él casi hubiera olvidado cómo hablarlo.
Me puse de pie. Frente a frente. Estábamos a centímetros y
kilómetros de distancia, nuestras manos casi rozándose, nuestras
respiraciones conectadas por un hilo invisible más fuerte que el acero. ¿Nos
estaban mirando los otros? No era consciente de nada más que él.
—Salgamos de aquí. —Se las arregló para decirme, y luego sus dedos
encontraron los míos, el calor de nuestras manos quemándome mientras él
me empujaba lejos de los demás, y luego estábamos pasando por una puerta
a un oscuro pasillo iluminado por una luz intermitente que hacían que los
ojos de Gabe se fundieran con la sombra. Me soltó el brazo y dio un paso
atrás. Levantó sus manos hacia la cara y luego las dejó caer a los costados.
—¿Cómo...? —Él hizo un ruido con la garganta—. No me importa…
—dijo, y me tomó en sus brazos.
El abrazo me sorprendió y me puse rígida. Había pasado tanto tiempo
desde que alguien me había abrazado así. Pero poco a poco me relajé contra
su calor. Su forma se había vuelto desconocida en los últimos meses y
memoricé la sensación de tenerlo de nuevo.
130
—Eres real —murmuró en mi pelo—. No puedo creerlo.
Parpadeé las estúpidas lágrimas que inundaron mis ojos mientras
apretaba los brazos alrededor de él, tranquilizándome de lo mismo.
Me soltó y dio un paso atrás. Sus ojos escanearon los míos, en
búsqueda de secretos.
—Lia, ¿cómo? ¿Por qué?
—Estoy aquí por una misión para La Espina.
—¿Una misión?... ¿Tú ahora trabajas con La Espina? ¿Los agentes
secretos que me ayudaron a escapar de Aeralis? ¿El grupo al que tus padres
pertenecían?
Habían pasado tantas cosas desde que él se había ido. Era demasiado
para explicarle ahora.
—Sí —dije, y me atraganté con una risa—. En cierto modo, tú me
inspiraste a hacerlo.
—Pero... ahora estás aquí —dijo—. Tú familia. ¿Tú… los dejaste?
El secreto del DLP y mi misión, luchaban en mi boca, susurrando a la
vida y exigiendo que lo dijera. Tomé una respiración profunda. Tenía que
decírselo, al diablo con las órdenes de Atticus.
—No los dejé —le dije—. No para siempre.
Sus cejas se fruncieron en confusión. Sus labios se separaron.
—Hay una forma de volver atrás —dije. Las palabras salieron en un
apuro. Estaba vacía después de pronunciarlas.
—¿Qué?
—Pero es un secreto. No se lo digas a nadie. Todavía no.
Él asintió con la cabeza. Sus manos se encontraron con mis brazos.
—Dime.
131
—No puedo. —Las palabras quemaron el aire entre nosotros. Su
mirada se oscureció, pero no se lo podía decir—. Todavía no, créeme Gabe.
Él asintió de nuevo.
—Por supuesto. No puedo creerlo. ¿Cuándo llegaste aquí?
—Hoy. Hace solo unas horas. Un hombre llamado Juniper me
encontró.
—Él encuentra a la mayoría de nosotros —dijo Gabe—. Es un poco
extraño a veces, pero un buen hombre. Digno de confianza. —Hizo una
pausa—. ¿Tienes una identificación?
Busqué el carné con mi nuevo nombre y se lo extendí. Él lo estudió.
—Lila —leyó en voz alta, y luego volvió a mirarme.
El silencio se deslizó entre nosotros, solo roto por el leve zumbido
encima de nuestras cabezas de algún tipo de maquinaria. Mi pulso aún latía
en mis oídos. La nerviosa excitación todavía se deslizaba sobre mi piel.
—¿Y ahora qué? —le pregunté.
—Te encontraran un trabajo —dijo Gabe—. Algo que hacer.
Aprenderás a mezclarte, fingir que eres de esta época.
—¿Cómo es posible? —le pregunté—. ¿Cómo podemos estar aquí, en
La Helada, en otro tiempo?
—Es verdad —prometió él.
La puerta detrás de nosotros se abrió y una cabeza se asomó. Era una
niña de cabello rojo, delgada y pecosa; me miró con curiosidad y luego a
Gabe.
—Garrett —dijo—. ¿Vas a entrar? Es tiempo del debate, ¿no habían
cosas que querías decir?
—No —dijo—. Solo diles que volví a los cuartos.
132
Sus labios se fruncieron, pero ella se limitó a asentir. Me miró de
nuevo, como si tomará nota de lo cerca que estábamos el uno del otro.
—¿Garrett? —le pregunté cuando ella se había ido.
Él se encogió de hombros.
—Todos tenemos nuevos nombres, Lila.
Su tono era momentáneamente burlón y alegre. Mi boca se elevó
ligeramente.
—Vamos —dijo después de un momento—. Te acompañaré a tu
habitación y te la enseñaré. Juniper no lo ha hecho todavía, ¿verdad?
Negué con la cabeza.
—No, no lo ha hecho.
—Entonces, vamos. —Parecía animado por la perspectiva, era algo
que hacer, algo que nos mantenía en movimiento, nos salvamos de tener
que luchar a través de la repentina incomodidad.
—Yo… —dudé—. Tengo que hablar con Jake.
—Ya se ha ido —dijo Gabe—. Se fue cuando llegué aquí. Él trabaja en
el Centro de Seguridad, por lo que no está mucho en el pueblo.
Mi estómago se retorció.
—¿Cuándo puedo hablar con él?
—Pronto —dijo Gabe—. No te preocupes. Vamos.
—Mi bolsa —le dije, recordándola.
Agarró el bolso y luego nos deslizamos hacia fuera. Los otros fueron
absorbidos en su reunión, mirando nuestro camino, pero no persistiendo
con sus miradas. Estaba agradecida. No me gustó nada su escrutinio.
Nuestros pies crujían contra la piedra arenosa mientras subíamos las
escaleras. Su mano rozó la mía, y las chispas se fueron por mi brazo, pero
133
no nos dimos las manos. Había algo en el aire entre nosotros, una
vacilación nacida de meses separados y un abismo gestado de la
incertidumbre en el pecho. Empujé la sensación alejándola, porque en este
momento, lo que sentía era la menor de mis preocupaciones. Necesitaba
hablar con Jake. Una vez que tuviera la certeza de que él era el Jacob
Atticus y habláramos, tenía que entregar el sobre sellado para él y explicarle
todo. Y entonces… tenía que esperar al siguiente punto de salto. Sería en
casi dos semanas, John lo había explicado.
Para mí ahora el tiempo parecía una eternidad.
Llegamos a la cima de las escaleras y entramos a la noche por una
puerta estrecha. Las estrellas brillaban en un cielo púrpura por encima de
nuestras cabezas. Cruzamos una carretera de grava esparcida hacia una
línea de edificios pequeños amontonados contra los árboles. El aire caliente
que me envolvía como una manta, y tiré de mis mangas ya que el sudor
picaba a través de mi piel.
—Hace calor.
—El mundo está más caliente aquí —murmuró Gabe—. Todavía no
es La Helada.
Su pelo había crecido más en los meses que no lo había visto. Los
rizos rozaban la parte superior de las cejas y se enroscaban a lo largo del
borde de su ropa, que era de color oliva y de una sola pieza como la mía. Sus
ojos seguían encontrando los míos y luego se alejaban, como si él no
estuviera seguro de cómo mirarme como si yo fuera el sol, incapaz de ser
observado.
Otra pregunta se levantó en mi mente.
—Juniper dijo que no había Observadores.
—Es verdad —dijo Gabe. Él se sonrió, bajo y brevemente—. Los
monstruos también son cosas del futuro.
—¿De dónde vienen?
134
—No lo sé.
Llegamos a los edificios, y Gabe apretó la mano contra la pared. La
puerta se abrió y entramos en la fría oscuridad. Luces se encendieron,
iluminando otro sencillo pasillo. El aire frío hizo cosquillear mi piel y
pulmones.
—La tecnología hace que los edificios estén frescos —dijo Gabe. Me
condujo por el pasillo y se detuvo en una puerta abierta—. Aquí. Esta es la
tuya.
Miré en el interior. Una pequeña habitación cuadrada con cuatro
paredes blancas, una cama, un espejo, una ventana y una silla. Se veía como
una celda de la prisión, y le dije que estaba bien.
—No es mucho —coincidió Gabe—. Pero es seguro.
—¿En este mundo todo no es seguro? —murmuré. No había frío, ni
Observadores... ¿que podría ser aterrador aquí?
Una sombra parpadeó en los ojos de Gabe y desapareció. Yo podría
haberlo imaginado, a excepción por las palabras que siguieron.
—No del todo.
La curiosidad me picaba, pero no ofreció más información.
Entré en la habitación y puse mi bolso en la cama. Gabe estaba en la
puerta, me miraba con una expresión indescifrable. Me enfrenté a él,
expectante, pero sin saber lo que me esperaba. Me sentí expuesta, un pez
varado en la orilla, una tortuga curioseando desde su concha. Con un nudo
en la garganta. Mis manos rozando la parte delantera de mi extraño vestido.
Gabe abrió la boca para hablar, pero entonces oyó el ruido de pasos en
el pasillo. Un par de trabajadores vestidos de uniforme nos pasó. El
momento se volvió incómodo.
135
—Tengo tantas cosas que decirte —comencé. Los pensamientos se
arremolinaban en mi mente… Korr, Atticus... Adam. Había tantas cosas
que decir.
—Korr —le susurré finalmente—. Él vino a buscarte.
Los labios de Gabe se cerraron, pero no dijo nada. Él se estremeció al
oír el nombre Korr.
—Él est… él está en Iceliss. Ha estado torturando a la gente,
amenazándola. Amenazándome
Otros recuerdos me asaltaron... Korr dejándome ir, Korr hablando de
Gabe. Su hermano.
—Sé quién es él —le dije—. Se parece a ti.
Los ojos de Gabe parpadearon.
—Él es mi hermano mayor.
—Lo sé.
Él miró hacia otro lado, y una vena latía en su garganta. Se movió
contra la puerta.
—Él es una persona terrible.
—Lo sé.
Los labios de Gabe se flexionaron en una sonrisa que se desvaneció
rápidamente.
—¿Que está haciendo en La Helada?
—Buscando el dispositivo que me trajo aquí… y buscándote.
Él frunció el ceño.
—¿A mí?
Asentí con la cabeza.
136
Gabe hundió las manos sobre su cabello, pensando en esto, pero él no
hizo ningún comentario al respecto. En su lugar, se mordió el labio y
preguntó.
—¿Cuándo vamos a ser capaces de volver a nuestro tiempo?
—Dos semanas —le dije—. Es entonces cuando la próxima
oportunidad será abierta, de acuerdo con el diario que mi hermano
decodificó.
Más pisadas. Gabe miró sobre su hombro y devuelta a mí.
—Necesito irme —dijo—. Pero hablaremos pronto.
—Pronto —prometí, y luego él se había ido.
Saqué la lista que Atticus me había dado y la abrí. Probablemente no
se suponía que debía mirarla, pero tenía que saber si Gabe iba a volver con
nosotros. Adam me había asegurado que sí, pero Adam no estaba a cargo
ahora.
Mi corazón salto con alivio cuando vi su nombre. Gabriel. El único
Gabe de la lista. Tenía que ser él.
Me senté en la cama con alivio.
Me desperté abruptamente bañada en sudor. Mi conciencia arañó su
camino a través del sueño que me encadenaba, sentándome mientras
recordaba.
La puerta. El salto. El nuevo mundo que realmente era el viejo, solo
que más joven y caliente. Gabe. El DLP y mi misión, colgando en mi cabeza
como una espada recién afilada.
137
Me quité las mantas y me acerqué a mis ropas.
Una mujer de rostro anguloso con espeso pelo negro y piel de color
ámbar, me detuvo en el pasillo.
—Eres la chica nueva. Lila, ¿verdad? —La pieza cuadrada de metal
que colgaba de su vestimenta dio su nombre como Maida. Su cabello se
balanceo cuando habló, y un brazalete de plata grueso en su muñeca hizo un
sonido tintineante mientras señalaba hacia a mí.
Asentí. No estaba segura de tantas cosas en este extraño mundo, así
que supuse que era mejor mantener mi boca cerrada y decir lo menos
posible hasta tener una mejor idea para orientarme.
—Vas tarde para el desayuno —dijo—. El edificio común esta por ahí.
—Apuntó a una puerta con otro sonido tintineante de su muñeca, y debí
haber lucido confundida, porque ella suspiró ruidosamente—. No sabes
dónde es, ¿verdad?
—No —admití, apegándome a las monosílabas.
Se frotó el espacio entre sus ojos con el pulgar y el índice.
—¿Clarie? Oye, Clarie.
Convocada por su nombre, una chica esbelta y pelirroja salió de una
de las habitaciones cercanas y se acercó hacia nosotras. La reconocí, ella
había estado en la reunión secreta la noche anterior. Era uno de los
Fugitivos, la que le habló a Gabe.
Si ella me reconoció, no lo demostró. Su rostro estaba demostrando
desinterés.
—Lleva a Lila al edificio común y asegúrate de que consiga un
desayuno —dijo Maida, luego se giró en sus talones y desapareció en el
pasillo.
Mire a Claire. Ella apartó la mirada.
—Vamos —dijo.
138
No hablamos mientras salíamos del edificio y cruzábamos el camino
de grava juntas. Nuestros pies crujían en las piedras debajo de nuestros
zapatos. Saboreé el caliente y bochornoso aire. El sudor hormigueó entre
mis hombros. Observé a Claire cautelosa por la esquina de mi ojo.
Caminaba relajada, con los brazos balanceándose a los lados, sus ojos
escaneando las calles como si estuviera buscando algo o a alguien. No me
miró.
—Así que —dijo eventualmente, con un aire de estudiada
casualidad—. ¿Eres una vieja amiga de Garrett?
Ella quería decir Gabe; aquel, era su nuevo nombre aquí. Mi cuero
cabelludo picaba. Miré de reojo. ¿Un viejo amigo?
Quería reírme. En mi mente vi a Gabe arrugado en la nieve, la sangre
filtrándose en su camisa y su pelo mojado con la fusión del hielo. Lo vi
acurrucado debajo de una cubierta de paja en el granero, con sudor en su
labio superior y el punzante agudo dolor brillando en sus ojos. Lo vi
delirando de fiebre, gritando sus recuerdos mientras agarraba mi mano. Lo
vi de pie, a la espera de atravesar la puerta, con la fe ardiendo en su cara y el
amor en los labios.
—Éramos… —empecé, y luego me detuve. No sabía cómo explicar lo
que habíamos sido. No nos habíamos comprometido. No habíamos estado
cortejándonos. No nos habíamos declarado como algo, y ahora no sabía
cómo se sentía él. Me había amado una vez, creí en eso, pero el amor era
como una enredadera. Podría terminar en las grietas de tu corazón y unirte
a otros, como las cadenas; o si se deja sin atención, podría marchitarse en
las raíces en algo frío, sin vida y quebradizo.
No había visto a Gabe en meses. Él antes había sentido pasión, pero
ahora no sabía cómo se sentía. ¿Cómo podía luchar por algo si estaba tan
insegura de ello? ¿Qué acerca de Adam? Mi pecho dolía como una herida solo
al pensar en su nombre.
—Éramos amigos —acordé.
Claire gruñó, reconociendo mi respuesta.
139
El silencio nos cubrió cuando cruzamos la carretera y llegamos a un
grupo de edificios de piedra acurrucados contra los árboles. El Pueblo.
Me llamo la atención nuevamente lo limpio y sin cicatrices que lucía
todo. Los familiares huesos de piedra estaban allí (muros, calles, edificios),
pero todos ellos brillaron frescos en el sol de la mañana, como una colección
de ollas recién hechas a mano directamente desde el horno, sin liquen o
manchas para estropear sus superficies. Sin grietas o fisuras formadas de
años de sufrimientos en el viento, y frío atado en las paredes o rayando las
calles. Nuevo metal de bronce brillaba en las puertas, ventanas y escaleras.
Un barniz de brillo parecía infundir todo, por arte de magia. Esta época más
joven llevaba su tecnología como la llamativa joyería. Sonidos de
maquinaria zumbaban débilmente en la distancia. Los reclamos se
mezclaban con la rutina del movimiento. En algún lugar, escuché una
explosión de música tintineante, luego, una puerta de cristal se abrió y una
corriente de jóvenes vestidos de traje, surgieron riendo. Se dirigieron hacia
el camino en el bosque.
—Los Estudiantes —dijo Claire—. Ellos están aquí para estudiar el
portal, y la tecnología que utiliza.
Caminando a través de los edificios parecía un sueño. Reconocí el
Patio de Cuota a partir de su posición. Vehículos extraños lo llenaban,
brillando en la luz del sol. Un hombre vestido con un traje azul caminó
entre ellos, no miró hacia nosotras y seguimos adelante. Pasamos por lo que
un día se convertirá en la Sala de Reuniones en mi pueblo. Faltaban las
elaboradas esculturas, así como las puertas de madera pintadas de azul. En
su lugar, vi las paredes lisas de material de vidrio brillante y una elegante
curva del techo. La hiedra crecía salvajemente y caía hacia los lados.
—Esa es la Biblioteca —dijo Claire, al verme mirarlo.
Un vehículo de color dorado y con puertas como las alas plegadas, se
desplazó delante de nosotras, sin caballos y veloz como el viento. Retrocedí
rápidamente, la parte posterior de mis talones golpeo contra la pared detrás
de mí. Los ojos de Claire se clavaron en los míos.
140
—No tengas miedo —dijo, pero me di cuenta que ella pensó que sus
palabras no harían ninguna diferencia. Me di cuenta de que ella esperaba
que me acobardara de todos modos.
Yo no lo haría. Era una Weaver. Caminé La Helada en la noche.
Contrabandeaba Fugitivos desde los bosques congelados a la puerta de
Echlos. Había mirado a los Observadores de frente y no caí. Había
mantenido a mi familia del hambre.
Levanté la barbilla y di un paso adelante de nuevo sin dudarlo. La
sorpresa cruzó su rostro, y luego sonrió un poco. Ella me siguió hacia
nuestro destino. Pero antes de llegar a los edificios, Claire se acercó y se
enganchó del brazo. Me detuve y miré, lista para cualquier cosa. Mi
corazón tambaleo. ¿Ella me amenazaba haciéndome su enemiga y formando
un reclamo sobre el afecto de Gabe? Pero su mirada no era desagradable.
—Acerca de mi comentario anterior —dijo ella, mordiéndose el
labio—. Garrett y yo somos amigos —dijo—. Pero nada más. Si él es tu
hombre…
—No habló de… —dije a toda prisa y casi bruscamente—. Yo... él no
es mío.
—Entiendo. Simplemente no quiero que pienses en nada acerca de mi
pregunta.
Asentí con la cabeza una vez y lo dejé ir. El silencio se sintió más
fácil después de eso, y sus hombros eran menos rígidos, mientras caminaba
a mi lado.
Llegamos a la puerta del primer edificio de la agrupación, y ella abrió.
Entramos en una nube de aire fresco y los aromas del desayuno. Cuando el
olor de la comida me golpeó, se me hizo agua la boca y el estómago se
apretó súbitamente, debido a la violenta hambre. No había comido nada
desde la tarde anterior, y ahora mis piernas se sacudían. Había estado con
hambre durante tanto tiempo.
141
La habitación estaba llena de luz solar. Las ventanas brillaban a lo
largo de las paredes y el techo. Mesas y sillas de metal llenaban el piso del
Centro. Montones de humeantes carnes y panes llenaban una fila de
bandejas a lo largo de una pared. Era un festín, un verdadero montón de
comida. No había visto tal exceso sino en mis sueños. Extendí una mano
para no perder el equilibrio contra la pared mientras la emoción corrió por
mis brazos y giró mi estómago en un derroche de alegría nerviosa.
—Trata de no comer demasiado —informó Claire en su lugar junto a
mí—. Todos tenemos hambre cuando llegamos, pero esta comida es sabrosa.
Aquí no están acostumbrados al hambre.
Amontonamos los platos con bastante comida y nos sentamos en una
mesa de metal hacia las ventanas. Cerré los ojos y me tomé el primer
bocado de algo que tenía la forma de cubos, pero sabía cómo salchichas. El
sabor explotó en mi lengua, y suspiré. Cuando los abrí, Claire me miraba de
nuevo.
—¿Conociste a Garrett en Astralux? —preguntó.
¿Me pregunté si había dicho algo de su pasado? Parpadeé, sin saber
qué responder. En su lugar, tomé otro bocado, y ella debe de haber
interpretado mi silencio como una indirecta de hablar de mis orígenes.
—Lo siento —dijo ella—. No quiero entrometerme. No se supone que
lo debemos hacer a menos que la otra persona lo mencione primero. Es una
de nuestras más grandes reglas.
—Estoy sorprendida de que hable de su pasado —dije finalmente.
—Él no es así —dijo—. Él nunca dice una palabra. Solo sé que es de
Astralux porque lo vi.
Mi interés se agudizó. Dejé el tenedor y me incliné hacia delante.
—¿Lo viste allí? ¿Quieres decir... antes de que fuera un Fugitivo?
—Sí. Por supuesto. En funciones del palacio. Mi padre era sastre y yo
a veces le asistía a sus funciones. Nunca hablamos, por supuesto.
142
Mi corazón se estrelló contra las paredes de mi pecho y mi pulso
estalló.
—¿Palacio?
—Sí —dijo Claire, y sus ojos se abrieron un poco sorprendidos cuando
se dio cuenta que estaba asombrada por esta información—. Él es un
príncipe, un miembro de la familia real.
¿Príncipe? ¿Familia real? ¿Al igual que la familia real Aeralian?
De repente, no podía respirar.
143
Traducido por Jeyd3
Corregido por Xhessii
La miré a través de la mesa, con la boca abierta.
¿Gabe era un príncipe Aeraliano?
—Estás equivocada —dije, aunque las piezas estaban embonando y
escalofríos estaban empezando a caer como cascadas por mi espalda. La
evidente buena crianza y signos de obvia riqueza. Todos los soldados
Lejanos quienes habían afrontado los peligros de La Helada buscando por un
solo y asustado Fugitivo cuando nunca habían hecho tal cosa antes,
claramente, él debe ser un importante prisionero para justificar tantos
soldados. Recordé sus nobles hábitos, su vocabulario, sus gestos, y el aura de
gran importancia que se adhería a él como una esencia persistente.
Y luego estaba Korr. Él era un noble, una persona de riqueza y
posición. Un hombre de influencia… y él era el hermano de Gabe. Recuerdo
la manera en que Raine se había referido a él, casi le temía.
Un pájaro aterrizó detrás de la ventana y nos espió con sus brillantes
ojos negros. Revoloteó sus alas y saltó en el suelo, buscando migajas, y yo lo
observé mientras fragmentos de la verdad se amainaban en mi alma.
—Estás equivocada. Debes estar equivocada —repetí, pero mis
palabras sonaban apagadas y carecían de inflexión.
144
Los ojos de Claire se suavizaron como si entendiera algo. Como si
acabara de resolver un acertijo. No me gustaba ser un acertijo que ella
estuviera resolviendo. Me enfadé.
—Lo que tú digas —murmuró, y luego giró su cabeza para mirar por
la ventana como si de pronto estuviera fascinada por el ave.
Me esforcé para aspirar una profunda respiración. Miré mi comida, la
cual había comenzado a cuajarse en mi plato. Ya no estaba interesada en
comerla, a pesar de mi hambre. Mi mente se agitaba con una cacofonía de
memorias, pensamientos, y negaciones.
¿Cómo podría ser esto verdad? ¿Cómo podría él habérmelo ocultado?
Claire jugaba con su cuchara y se mordía el labio. Finalmente, rompió
el silencio.
—Bien —ella dijo, dándome una rápida mirada—. Deberíamos irnos.
Tengo que llevarte al sitio de trabajo antes de reportarme al trabajo. No
quiero llegar tarde.
A pesar de mi súbita falta de apetito, metí en mi boca los últimos
bocados de comida antes de empujar mi plato. Incluso una extrema
conmoción no me impediría comer. Pasar meses casi muriendo de hambre
tendía a poner las cosas en perspectiva. Claire esperó, golpeando sus uñas
en la mesa.
Después de que había terminado de comer, pusimos nuestros platos
en un agujero en la pared destinada para los platos sucios, y luego salimos
del edificio. El aire caliente golpeó mi cara y succionó el aliento de mis
pulmones. Seguí a Claire por la calle. Reconocí la forma de lo que se
convertiría en el barrio de los artesanos en mi aldea. A mi izquierda, vi el
lugar que serían los mercados. En este momento, era solo un cuadrado vacío
lleno de barriles.
Claire se detuvo ante una curveada puerta metálica justo pasando el
espacio del mercado.
—Recibirás tu asignación de trabajo aquí. Buena suerte.
145
Asentí, y me dejó parada ahí sola. Tomé una profunda respiración y
entré en el edificio.
La habitación era pequeña y alineada con repisas justo como el cuarto
de Juniper. La brillante luz ardiendo desde el techo lastimaba mis ojos y un
zumbido sonaba en la distancia como el silbido de un insecto.
El olor a polvo y jabón llenaba el aire, una promesa contradictoria de
esquinas sin lavar y superficies limpias. Una araña se arrastraba por el
borde del techo, cerca de la luz.
Una mujer se sentaba en una mesa a algunos pasos, mirando una pila
de papeles. Cuando entré, ella levantó la vista y frunció el ceño, como si le
hubieran presentado un problema particularmente desagradable para
resolver. Sus ojos se arrugaron en las esquinas mientras entrecerraba los
ojos hacia mí, como tratando de encontrar mi cara en su memoria.
—¿Eres la chica nueva?
Asentí.
—Es muy gracioso —dijo—. Tu cara me es familiar. Me pregunto si…
—Su voz se fue apagando, y levantó una ceja.
El sudor apareció entre mis omóplatos. ¿Ella sospechaba algo? ¿Había
algo sospechoso en mi cara, mis manierismos, mi ropa? Mi estómago se
encogió en aprensión mientras las palabras flotaban en sus labios, tácitas.
Ella lamió sus dientes—. Mmm —dijo ella.
—Llegué ayer. —Mis labios se sentían rígidos. ¿Y qué si le daba una
respuesta equivocada? ¿Si mi acento, mis palabras me delataban? Mis dedos
se hundieron en mis palmas cuando esperaba para que hiciera otro
comentario.
Pero después de unos insoportables segundos, ondeó su mano como si
empujara una telaraña.
—No importa —ella dijo, y alcanzó a través del escritorio por un
montón de papeles—. Esto tiene tu información. Se necesita otro miembro
146
en el personal de limpieza en El Laboratorio. Tendrás que ser comprobada
por seguridad primero. Puedes hacer eso ahí. —Apuntó a una puerta en la
pared más lejana y luego desvió la mirada.
Claramente, me había pedido que me fuera.
Mis piernas temblaban y mi estómago se sacudía mientras me dirigía
a la puerta, apretando el papel. Había escapado una trampa potencial, pero
ahora enfrentaba otra. ¿Qué iban a hacer? ¿Tendría que pasar un examen?
Entré en otro pasillo, otra habitación. Más luces brillantes, más
interminables filas de estantes. Más olores de polvo y jabón. Pero
afortunadamente, se me hicieron ninguna pregunta esta vez. Un hombre
con un abrigo blanco marcó mis dedos con tinta y los presionó en un cuadro
tibio que parpadeaba y pitaba. Él hizo brillar un luminoso y enfocado haz
en mis ojos y luego comprobó una delgada tableta en sus manos. Gruñó un
sonido afirmativo.
—Lila White. —Esperaba que me hiciera preguntas, pero solo se
volteó.
Mi aliento escapó de mis pulmones en un siseo. Estaba ciega aquí. No
tenía ningún conocimiento de este lugar, ningún conocimiento de qué decir.
Un sentimiento de irritación surgió en mí. ¿Por qué nadie me había dado
instrucciones todavía? Necesitaba más conocimiento si iba a completar esta
misión ilesa y sin ser detectada. ¿Qué harían si descubrieran que era una
impostora? ¿Desalojarme de este lugar? ¿Encarcelarme?
Pero cuando el hombre se volvió, solo me entregó un cuadro de metal
que se prendía a mi ropa. No hizo más preguntas.
—Esto muestra que se te permite estar en El Laboratorio —él dijo—.
Lo necesitarás todo el tiempo en El Laboratorio, así que no lo pierdas.
—No lo haré.
—Debes reportarte enseguida —añadió el hombre—. Te estarán
esperando junto a los otros mozos de limpieza. ¿Sabes cómo encontrar El
Laboratorio?
147
—Yo…
—Oh, yo la llevaré.
Me puse rígida al escuchar la familiar voz. Gabe. Levanté mis ojos y
lo vi parado en el umbral de la puerta, su cabeza inclinada de manera que su
cabello caía sobre sus ojos y su hombro izquierdo apoyado contra el portal
casualmente. Llevaba una caja bajo uno de sus brazos.
»Voy para allá.
—¿Son esos los exámenes que estoy esperando? —preguntó el
hombre, y Gabe asintió.
Mi piel se erizó y mi mente dio vueltas mientras lo veía poner la caja
en una mesa pequeña. Giró y me miró, su rostro impasible.
—¿Lista?
—Sí.
Movió un brazo para indicar que pasara por la puerta antes que él. El
gesto era grandioso, casi majestuoso. Las palabras de Claire pasaron
rápidamente por mi mente.
«Sé que es de Astralux porque lo vi ahí. Es un miembro de la familia real».
Pequeñas explosiones de dolor danzaron en mi pecho.
Nuestros ojos se encontraron y nuestras ropas se tocaron mientras pasaba a
su lado por la entrada. Los suyos eran profundos, insondables. Sus cejas se
levantaron por lo que él vio en mis ojos. Solo podía imaginar las dagas que
podría estarle disparando con la mirada. Una confusión de sentimientos se
arrastró en la parte trasera de mi mente, una cacofonía de pensamientos
luchando por el dominio.
Salí al brillante y opresivo calor y esperé para que él me alcanzara
mientras los sentimientos caían en cascada sobre mí como una ola de
imágenes. Recordé la camisa que había roto de su espalda el primer día que
lo encontré, la sensación de la tela fina y sedosa en mis dedos, tela que era
148
completamente inútil en el frío pero que hablaba de riqueza, opulencia.
Recordé la historia que me había contado, sobre el cumpleaños de su
hermana, sobre cómo los soldados se lo llevaron de la casa. Lo recordé
ahogándose de asombro cuando le pregunté sobre la ocupación de su
familia, y la manera en que su cara se había puesto seria mientras buscaba
algo que decir.
Gabe alcanzó mi lado. Quería hablar, pero cuando lo miré, las
palabras en mi garganta se negaron a salir. Él metió sus manos en sus
bolsillos y asintió hacia los árboles.
—El Laboratorio son por ahí. ¿Caminamos?
Lo dejé llevarme por el camino. La luz del sol brillaba contra su
cabello y volvía dorados los bordes. Miré su espalda. Finalmente, encontré
las palabras. Salieron de repente, rompiendo la quietud.
—¿Por qué no me dijiste?
Gabe se detuvo. Sus hombros y cuello se pusieron rígidos.
—¿Decirte qué? —Su tono era cauteloso.
Mis uñas se clavaron en las palmas de mis manos mientras hablaba
de nuevo. Las palabras se sentían como vómito saliendo por mi garganta.
—Que eres miembro de… de la familia real Aeraliana. Un príncipe.
Él se encogió y giró, y leí la aguda negativa en sus ojos, pero también,
vi el miedo. Él estaba rogándome y desafiándome al mismo tiempo sin
hablar. A sus lados, sus manos apretadas justo como las mías. Por un solo
trémulo momento, la tensión colgó entre nosotros. Los cantos de los pájaros
quebraron el silencio. El calor se aferró a mi piel y me hizo sudar. Había
tantas cosas qué decir. No sabía dónde comenzar. No sabía cómo.
—No es… —Él comenzó, y se detuvo. Suspiró—. Era un príncipe.
Antes de que los soldados derrocaran todo. Antes de la ocupación. Ahora,
solo soy un mendigo con buenos modales. Peor, soy un Fugitivo
escondiéndome para salvar mi vida.
149
—¿Qué más no me has dicho?
Él solo sacudió la cabeza.
Todo lo que hemos compartido, todo lo que hemos arriesgado, todo lo
que hemos dado, aun así él retuvo esto. La verdad me hizo sentir vieja, seca,
vacía. Mantener tales secretos me dejaba vulnerable. Me ponía en riesgo.
Pero más que eso… era Gabe. Pensé que confiábamos el uno en el otro.
—¿Por qué no me dijiste algo tan trascendental? —demandé, y esta
vez mi voz crepitó, delatándome.
Aumentó el calor en su cara y se asentó detrás de sus ojos, vacilando
como desafío.
—Era demasiado peligroso. No sabía si podía confiar en ti. Y yo…
todavía no lo sé. —Su garganta temblaba mientras tragaba saliva.
Esa admisión me cortó como un cuchillo, aunque pueda parecer sensible. La
ira se disparó en mí, caliente y furiosa.
—Arriesgué mi vida por ti. ¡Arriesgué las vidas de mi familia por ti!
Te cuidé cuando estabas enfermo y me enfrenté a los Observadores en el
bosque para llevarte a un lugar seguro. Yo… —titubeé antes de decir esas
tres fatales palabras. «Yo te amé».
—Pero… —Sus ojos me suplicaban que entendiera—. Mi identidad
política es mi más grande secreto. Mi mayor vulnerabilidad. No me atrevo
a confiarle eso a nadie. Cualquiera que lo sepa podría usarlo contra mí, o
contra mi familia.
Se escucharon pisadas, y una cadena de trabajadores en ropas grises
emergió de los árboles, siguiendo el camino de grava hacia la aldea detrás de
nosotros. Gabe y yo nos quedamos en silencio, esperando hasta que ellos
pasaran. Su pecho se levantó y cayó con respiraciones apretadas. Sus ojos
estaban demasiados brillantes, como flamas.
—Escucha —dijo, tan pronto como se fueron—. Por favor.
Hablaremos de esto más tarde. Tienes que entender, Lia. Solo… no podía.
150
Asentí. No podía hablar. Resumimos nuestra caminata, lado a lado,
pero a kilómetros de distancia.
El camino seguía por el bosque. Los árboles atestaban ambos lados del
camino, creando bandas de sombras sobre nosotros y salpicando parches
moteados de luz de sol en nuestros pies. El aire aquí era fresco y
fuertemente perfumado con el olor de pino. Escaneé el paisaje por puntos de
referencia que me dijeran dónde estábamos, pero reconocía muy poco aquí
en los bosques. Veía solo árboles y colinas. No el tipo de cosas que se verían
igual después de quinientos años.
Pero cuando rodeamos la última curva, inhalé bruscamente. Un ligero
temblor llenaba el aire, como el indicio de un sueño, y luego pasamos a
través de él. Adelante, en la parte superior de la colina, un grupo de techos
redondeados hechos de material blanco y brillante se levantó abruptamente
desde los árboles. Detrás de ellos vi las montañas enmarcadas por un
majestuoso cielo azul.
Era Echlos.
151
Traducción SOS por Mafernanda28 & Kensha
Corregido por Xhessii
—Echlos —suspiré.
Gabe se paró y se giró para mirarme. Parecía sorprendido de que no lo
hubiera sabido.
—Sí —dijo—. Aquí, llaman este lugar El Laboratorio. Echlos es el
nombre de la organización que lo construyó, pero es el mismo lugar donde
se guardan las puertas, el lugar al que me llevaste esa noche.
Aturdida, miré a la vista delante de mí. La estructura se veía tan
diferente debajo de este cálido cielo azul, libre de nieve, escombros o vides
desmoronadas. Nuevo, limpio y brillante.
Hermoso. La parte del río se había desviado para fluir a través de la
parte delantera del edificio, y caía en una cinta de plata entre dos puentes
que conducían a las puertas. A nuestro alrededor, los helechos y juncos
temblaban con la brisa.
—Vamos —dijo Gabe, llegando a mi brazo, pero se detuvo antes de
tocarme y dejé caer la mano.
Él caminó adelante hacia los edificios, y lo seguí bordeando el
pavimentado camino blanco que serpenteaba por la colina, un camino que
rompería lejos en los quinientos años entre mi tiempo y éste. Mi estómago
152
se cayó cuando llegué a la sombra de las puertas, un lugar que es ahora solo
un agujero en mi propio tiempo. Brillaban plateadas en la luz solar.
Se movieron abriéndose con un tono musical, y el viento sopló mi
cabello hacia atrás. Resistí el impulso de jadear. Entramos, y otra vez me
llamó la atención lo familiar, y sin embargo, lo extraño que era todo. El
pasillo me di cuenta de delante se extendía delante de nosotros, pero ahora
estaba libre de polvo y suciedad. Los pisos brillaban. El techo se quemó
brillante como un sol capturado. El aire olió ligeramente a algo afilado y
metálico.
Bajamos unas escaleras, el mismo tramo de escaleras que había
descendido con Adam solo mes anterior. En la pared, vi las letras pintadas.
«Echlos». Espiré. Alcancé y los toqué ligeramente con mis yemas del dedo.
Los temblores avanzaron lentamente sobre mi piel, y sabía que si cerraba
mis ojos, vería el recuerdo la caverna con poca luz y los ojos oscuros de
Adam encontrándose con los míos.
—Vamos —dijo Gabe suavemente, corriendo me devolvió al presente.
Continuamos a la parte inferior de las escaleras y por un largo pasillo.
—¿Garrett?
Los dos nos volvimos a la voz que había llamado al otro nombre de
Gabe. Un hombre delgado con una túnica blanca estaba al final del pasillo,
mirándonos con curiosidad. Tenía el pelo de color blanco plateado que rozó
el borde de los hombros y una larga, la barbilla estrecha. Cuando él frunció
el ceño ante nosotros, con la boca fruncida.
—Hola, doctor Borde —dijo Gabe. Su tono era respetuoso, prudente.
Un escalofrío me recorrió desde mi cuero cabelludo a los pies. Doctor
Borde. El hombre, Jonn, me había pedido que consiguiera un pedazo de
papel.
—¿Tiene aquellas entregas que he estado esperando? —preguntó el
hombre—. He estado esperando durante la media hora.
153
—Sí, señor. —Gabe sacó un paquete de papeles y se los pasa al
hombre. El doctor se los llevó y los examinó brevemente antes de levantar
la cabeza para mirarme.
—¿Quién es esta? —preguntó.
—Lila —dijo Gabe, tras la menor vacilación al recordar mi nombre
nuevo.
—Ella es la fregadora más reciente para El Laboratorio.
La mirada de Borde deslizó sobre mí, y me sentí como si estuviera
examinando cada peca de mi cara. Sus ojos azules ardían como un rayo en
su cara arrugada y su pelo blanco tembló cuando inclinó la cabeza hacia un
lado.
—Lila. —Repitió, como para aprenderlo de memoria—. Tú me
recuerdas a alguien.
No sabía qué decir, así que no dije nada.
Después de un momento, él asintió con la cabeza y desapareció por el
pasillo.
—Eso fue muy extraño —dijo Gabe, soltando su aliento en un
suspiro—. Nosotros no solemos atraer demasiada atención de los
Estacionarios.
—¿Estacionarios?
—Las personas que no han saltado. Las personas que pertenecen a este
tiempo.
—Oh. Y, ¿quién era ese? —Mi corazón golpeó cuando traté de
mantener mi voz plana.
—El doctor Borde… es uno de los principales científicos aquí. No es
exactamente alguien que queremos escudriñar. Pero es un extraño, así que
tal vez no importa demasiado… ahora vamos.
154
Quería hacer más preguntas, pero no quise señalar lo demasiado que
me interesé en Borde. No quería que nadie supiera sobre la pequeña misión
que Jonn me había dado.
Pasamos más puertas relucientes y bajando otro juego de la escalera
de piedra que se rizó en una espiral interminable. Mi corazón palpitó en el
brillo y ajetreo alrededor de nosotros.
—Dime más acerca de este lugar.
—¿Qué quieres saber?
—Todo.
Se reía de una manera que indicó que mejor eligiera un mejor tema,
porque había demasiado ni siquiera para empezar a resumir todo esto sin
una dirección. Busqué en mi mente lo que quería decir. Pensé que habíamos
pasado por aquí, como no habíamos viajado sin miedo.
—¿No hay Observadores? —pregunté finalmente.
—No —dijo—. Y no hay Helada.
—¿Por qué es tan caliente? ¿Dónde está la nieve?
—El frío aún no ha empezado y no será así, sino hasta por otro siglo
—dijo—. Sucede después.
—¿Después de qué?
—No lo sé —dijo—. Lo que sucede hace que todo… todo esto
desaparezca. —Agitó los brazos para indicar los salones brillantes y
relucientes pisos, y en mi mente vi los marchitos pasillos de piedra
desmenuzados en lo que se convertirían en un día—. Pase lo que pase al
final —dijo Gabe—. Obviamente, va a ser algo grande. Este lugar está en
gran parte intacto en nuestro tiempo. Las puertas permanecen y los
edificios… pero todas las personas se fueron.
Eso hizo que mi pecho doliera extrañamente. Corrí mi lengua sobre
mis labios, pensando. Me acorde de algo que él había dicho a Borde.
155
—¿Qué es un fregador?
Gabe aspiró. —Así es como llaman a las personas que limpian los
pisos y cubiertas por aquí.
—¿Así que soy una fregadora?
Lanzó su cabeza en una cabezada.
—Los fregadores son mayormente vistos y no escuchados, así que
trata de no hablar con nadie.
Me imaginé que tendría pocas dificultades para seguir esa
advertencia.
Gabe continúo por el pasillo, y lo seguí. Nuestros pasos sonaron
mientras giramos la esquina. Aire fresco corría sobre nosotros.
La sala se arqueó hacia arriba y lejos en un vasto espacio, tal como lo
recordaba. Atrás quedó el agujero en el techo que deja entrar la luz del sol y
la nieve. En cambio, un arco ligero de blanco inmaculado brillaba con fuego
interior. Habían desaparecido todas las manchas y suciedad en las paredes.
En su lugar, las marcas de pintura de colores —líneas, números— hicieron
filas aseadas, ordenadas, y los cables que serpentean curvando a lo largo de
las paredes como bobinas de intestinos grises. Estábamos en las entrañas de
Echlos aquí. Un piso liso, limpio de piedra se extendía delante de nosotros, y
al final de él, lo vi.
El portal.
La estructura metálica circular del portal brillaba bajo el resplandor de
las luces. El fuego azul osciló en los filos, y un zumbido había electrificado
el aire e hizo que mi cabello se ponga de punta. Hoy, estaba vivo en plena
ebullición con fuerza y energía. Una pizca de emoción correspondiente
acurrucada en mi estómago, respondiendo al jalón de la energía que se
arremolinaba alrededor de nosotros. Miré hacia él, fascinada. Esta fue la
puerta que me había traído aquí.
Pero no podía llevarnos a casa. Necesitábamos el DLP para eso.
156
Luces rojas brillaron por encima de la puerta, y poco a poco me di
cuenta de las figuras vestidos con ropa gris que deambulaban en la base del
portal, revisando cosas y haciendo una pausa para hablar uno con el otro.
Llevaban gafas y máscaras que ocultaban sus rostros y les hizo ver extraños,
alienígenas.
—¿Cómo llegaron los saltadores sin ser vistos? —pregunté a Gabe en
voz baja—. ¿No los verán estas personas?
—Hemos elaborado un sistema —dijo—. Tenemos Fugitivos
trabajando por todas partes, viendo a la gente. Así que cuando la puerta
comienza a encenderse, tiramos un interruptor que limpia el piso. Es una
prueba de emergencia al azar que ocurre periódicamente y sin previo aviso.
Todos despejan y podemos llevar a los recién llegados a un lugar seguro.
Simple y elegante. Asentí, impresionada.
—¿Cuantos pasan?
—No muchos. Fui uno de los últimos —dijo—. Con excepción de dos
niños, y tú ahora.
Recordé a esos dos niños, perdidos y asustados y magullados,
temblando de frio en el bosque cuando les había descubierto.
—¿Qué pasó con ellos?
Una sonrisa tembló en su rostro, un capricho de sus labios que hizo a
mi estómago torcer breve en la familiaridad.
—Ellos están prosperando. Aprenden en la escuela y juegan en la
ciudad. Son demasiado jóvenes para trabajar, así que dijimos que eran los
hijos de uno de los Fugitivos. Están felices. No hablan mucho, pero sonríen.
Y ya no están tan delgados.
Una oleada de calor y afecto agrupado en mi pecho al pensamiento de
los niños siendo cuidados y todo, y sonreí con alivio. Los ojos de Gabe se
abrieron un poco, como si no pudiera creer que lo miraba con mucha
157
calidez. Me miró pensativamente durante un momento antes de permitir a
su boca curvarse lentamente en respuesta.
Por un breve segundo, fui transportada a otro tiempo, otro lugar.
Estábamos rodeados de aire frío y remolinos de nieve, y su corazón estaba
sangrando en el mío mientras nos susurramos palabras el uno al otro frente
a mi finca.
Pero parpadeo, y el recuerdo desaparece. El zumbido de la puerta
detrás de nosotros tira de mis pensamientos de él hasta el presente. La
rozadura de mi ropa y el calor del aire circundante me recordaron que
estaba aquí. Necesitaba concentrarme. Necesitaba completar mi misión.
No había mucho tiempo.
—Necesito hablar con un hombre llamado Jacob —dije—. Tengo un
mensaje para entregarle. Creo que es Jake. ¿Puedes llevarme a él?
—Jake trabaja en el Centro de Seguridad —explico Gabe—. Ya tienes
un pase para estar en El Laboratorio. Jake mencionó que tienen un trabajo
abierto para un fregador en el Centro de Seguridad. Así que tendrás acceso
regular a él si tienes alguna pregunta… casi siempre está trabajando.
Asentí.
—Perfecto. ¿Cómo lo hacemos?
—Arreglaré eso —dijo—. Por ahora, deja que te enseñe tus deberes
aquí.
Me enseñó el armario ingeniosamente oculto y la puerta de bronce
que silbó abierto desde su escondite en la pared. Y para toda la tecnología de
este mundo, los dispositivos de limpieza eran trapeadores simples y
escobas. Casi reí disimuladamente.
Algunos otros empleados se mueven a nuestro alrededor, recuperando
las cosas del armario y mirándome con curiosidad no disimulada. Fiel a lo
que Gabe había dicho acerca de ser visto y no oídos, todos se quedaron en
silencio. Vestían ropas idénticas a la mía, y la mayoría de ellos parecían
158
cansados. Noté a Claire entre los demás, pero no reconozco ninguno de los
dos. Su pelo rojo se balanceaba mientras se inclinaba para coger un
trapeador, y luego se volvió y se dirigió por el pasillo.
Un débil ceño había arrugado boca de Gabe, pero él no dijo nada. No
miró hacia ella, así que no lo hice, tampoco.
Cuando Gabe me había terminado de explicar los deberes de
limpieza, me dio un trapeador y me señaló hacia uno de los vestíbulos,
entonces se fue para arreglar las cosas finales para mi trabajo en el Centro de
Seguridad.
Los demás empleados me evitan. No hablaban ni hacían ningún
ruido, excepto un silbido ocasional. Agudos y cortos, bajos y largos,
variaron las llamadas, y pronto me di cuenta de que eran una especie de
comunicación. Escuché, tratando de detectar patrones. Vi a Claire otra vez
cuando me pasó en el vestíbulo, pero no nos miramos. Guardó en su sitio su
trapeador y desapareció alrededor de una esquina.
Limpié pisos hasta que mis brazos dolían y pude ver mi reflejo
brillante detrás de mí en los azulejos. ¿Con toda su tecnología, no
encuentran otra forma de limpiar estos pisos? Cuando trabajé, mis
pensamientos vagaron entre los problemas que están enfrente de mí. Tenía
que encontrar a Jacob y entregar el mensaje de Atticus. Esa era mi mayor
preocupación. Y necesitaba encontrar una manera de dar el mensaje de Jonn
al doctor Borde.
Pero mi mente seguía volviendo a La Helada. Ese mundo parecía tan
imposiblemente lejos ahora de la nieve, los bosques oscuros, los soldados
uniformados de gris, las criaturas de la noche. Me dolía el corazón al pensar
en los que estaban allí. Jonn. Ivy. ¿Estaban bien? ¿Les ayudaba Everiss? Y
Ann... Adam. Se habían ido sin mí. Adam debería estar aquí ahora,
encontrar a Jacob y entregar el mensaje a los Fugitivos que necesitábamos
volver a las heladas. Él era quien habría sabido qué hacer. En cambio, estaba
yo. Adam insistió en que tomar el trabajo en su lugar, había dicho Atticus.
Y nunca me había sentido tan perdida e indefensa. Pero, me reuní para
resolver mi alrededor como los pliegues de un manto. Podría hacer esto. No
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tenía más remedio que hacerlo, y tendría éxito. Porque otra cosa no era una
opción.
Uno de los empleados silbaba una breve nota, penetrante, y todos se
desvanecieron. Me paré, confundida.
El clip de unos pasos a lo largo de los pasillos me detuvo. Un hombre
de cabello oscuro y estrecho, ojos penetrantes y vistiendo las túnicas de un
científico de la vuelta a la esquina. Se detuvo cuando me vio, y mi corazón
se retorció bruscamente cuando nuestras miradas se encontraron.
Me recordó de Adam, y me estremecí ya que recordé que Adam se
había ido sin contarme, abandonándome en esta misión sola.
—Disculpe —dijo fríamente el hombre, notando el suelo húmedo a
sus pies—. Voy a ir por otro camino.
Y luego frunció el ceño a la ruta por la que acababa de llegar, como si
fuera incapaz de calcular como iba a lograr eso. Las líneas aparecieron a
través de su frente, y dio vuelta y contemplación del camino donde acababa
de fregar. Solo quería evitar largas conversaciones o escrutinio. No necesito
que nadie me haciendo demasiadas preguntas de sondeos. Simplemente
quería seguir adelante.
—Solo tiene que pasar con cuidado —dije—. No se resbale.
Él asintió con la cabeza y me perdonó una breve sonrisa antes de
aventurarse a través de las baldosas mojadas. Él caminó cautelosamente, y
su boca trabajó con concentración.
Otro científico apareció al final del pasillo.
—Doctor Gordon —gritó, y el hombre de pelo oscuro levantó la
cabeza para responder al otro científico. Sus pies se tambalearon en el piso
resbaladizo, y agarró la pared para evitar caerse.
Silbando una maldición, él lanzó una mirada asesina en mi dirección
y se adelantó para saludar a quien le había llamado.
160
—Empleados… —Le oí murmurar—. Siempre bajo los pies.
Aparecieron algunos de los otros, y todos ellos me miraron con
recelo. Hice una mueca. Tanto para permanecer fuera del camino. Había
conseguido atraer atención más que suficiente para un día. Vi a Claire
mirarme, y yo volví la mirada hasta que ella se dio la vuelta. Satisfacción
arremolinaba en mi pecho una pequeña victoria, pero no obstante.
Más pasos sonaron, y otra vez los empleados parecían desaparecer. Esta
vez, Gabe apareció.
—Aseguré su pase al Centro de Seguridad —dijo.
No midiendo las palabras, no entre nosotros. Él miró a su alrededor,
al darse cuenta de que estaba solo, y entonces se encogió de hombros.
—Vámonos.
Tragué para aliviar la sequedad en mi garganta. Guardé en su sitio el
trapeador con un apretón de manos y luego le seguí hacia la escalera en
espiral.
El cielo había empezado a oscurecerse cuando finalmente salimos al
aire libre. Sombras púrpuras alineado los caminos y se arrastraron de los
árboles. Un puñado de estrellas roció el cielo, y en la distancia la luna era
solo una brizna de blanco.
—Este camino —dijo Gabe, y tomamos uno de los senderos en el
bosque otra vez. Algunos de los caminos fueron elevados, me di cuenta,
sostenido en lo alto brillando puntales blancos. Los vehículos pasaban por
delante en ellos, moviéndose con velocidades imposibles. El viento de su
paso movió mi pelo. Suaves y brillantes bandas de luz iluminaron los
caminos e iluminados nuestros pasos. A nuestro alrededor, los chirridos de
los animales llenaban el aire.
161
—¿Estás a cargo de mi asimilación? —le pregunté a Gabe después de
un momento de silencio—. ¿Pensé que Claire...?
Se estremeció ligeramente en la mención de ella.
—Pedí a ser asignado a ti. —Su tono era cuidadoso, vigilado.
Absolutamente no era de disculpa. Defensiva, tal vez—. Tengo que hablar
contigo. Explicarte mejor las cosas.
—No hay nada que explicar. ―Me siento hueca diciéndolo. Tonta. Yo
era la práctica. ¿Por qué no puedo aceptar esto?—. No confías en mí.
Entiendo.
Un suspiro escapó de él, y él se frotó las manos por el pelo en una
exhibición de la frustración repentina. Su boca se abrió y se cerró, apretados
puños.
—Mi familia estaba en gran peligro —dijo—. Vigilados todo el
tiempo. El golpe político había pasado sin derramamiento de sangre. Mi tío
murió de causas naturales, y en lugar de la regla de pasar a mi prima, los
soldados entraron en escena y el dictador asumió el control. Él nos trasladó
del palacio. Nos puso bajo vigilancia. Nos trataron bien, solo nos puso bajo
arresto domiciliario. Nos desfilaron como si fuéramos todos mis amigos,
como si aprobamos de su gobierno. Incluso empezó a cortejar a mi
hermana. —Su voz se espesó en la repugnancia e hizo una pausa durante un
momento y miró alrededor en los árboles.
El cielo encima de nosotros brilló con la luz de las estrellas.
»Está oscuro allí —dijo finalmente, en un tono pensativo—. La ciudad
de Astralux es fría y mojada de los pantanos que la rodean. El cielo está
lleno de vapor y maquinaria y metal. —Pareció pensativo ahora—. Tan
diferente de La Helada... todo ese cielo blanco y azul cegador y árboles. Tan
diferente de aquí.
Mis pulmones se sintieron apretados cuando escuché. En mi
imaginación le vi, atrapado en el capital de Aeralian de Astralux, la ciudad
que irónicamente era llamada luz cuando estaba rodeada por la oscuridad y la
162
niebla. Vi las luces brillando en las nieblas perpetuas que vistió a la ciudad
de los pantanos. Oí el tictac de relojes mecánicos y las aeronaves que
zumban arriba y el sello de las botas de los soldados, y temblé ya que un
sentimiento enfermo avanzó lentamente sobre mí. Un sentimiento parecido
a impotencia y pánico. Chupé en un suspiro profundo para calmarme.
Gabe abrochó y desabrochó sus manos.
»No dejaría a ese bastardo casarse con mi hermana para solidificar su
posición. Era un monstruo. Así pues, cuando los revolucionarios se
acercaron a mí…
—¿La Espina? —pregunté. Mi piel zumbó.
Sacudió su cabeza.
—No lo sé. Me enteré de un miembro del Senado viejo, que ya se
había convertido en una farsa. No era el instigador, simplemente un
mensajero. Estuve de acuerdo en ayudar. Estuve de acuerdo en participar. Y
cuando los soldados vinieron por mí... —se detuvo y miró a lo lejos un
momento—. Ellos sabían lo que habíamos estado planeando. Sabían de mí.
Alguien les dijo. Alguien de mi confianza.
La palabra «¿Quién?» quemó en mis labios, pero no hablé.
—Así que no podía decirle —dijo—. Sus ojos finalmente arrastraron
hasta encontrarse con los míos, y yo leí el dolor y la confusión allí—. No
podía decirle a nadie. Me habían traicionado. No tenía ni uno solo que era
seguro.
—Entiendo —dije, y esta vez lo hice realmente.
Reanudamos caminando en silencio.
—Y ahora mi hermano, Korr, trabaja con el enemigo —escupió
Gabe—. Según lo que me dijiste. No me sorprende. Siempre fue un
simpatizante. Incluso cuando éramos niños, no podían confiar en él para
nada. Y cuando el dictador subió al poder, Korr fue el primero a lamer sus
botas en la sumisión.
163
Pensé en el moreno Korr, que sonríe con satisfacción, y sumisión no
era una palabra que vino a la mente. En su lugar, vi a alguien dispuesto a
hacer lo que tenía que hacer para conseguir lo que quería. Tal vez eso era
aún más peligroso. El camino torció repentinamente y reveló un edificio
largo, bajo recostado entre los árboles.
Más allá se extendía un claro circular de hierba y piedras. Las paredes
grises y el oscuro techo del edificio mezclan con las sombras y las luces
bajas que encendió brillaban como estrellas diminutas. Todo pareció
diseñado para mezclarse y desaparecer.
—El Centro de Seguridad —dijo Gabe con una mueca—. Hay algo
sobre este lugar…
Asentí con la cabeza lentamente. Alguna cualidad indescriptible que
apestaba a presentimiento se aferró al edificio. Tal vez la forma en que los
árboles se estiraron todo como las garras, o la falta de ventanas o puertas
visibles.
—Jake pasa la mayor parte de su tiempo aquí. Él cuida de todos
nosotros, se asegura de que no pueda ser detectado si alguien se equivoca o
comete un error. Ha hecho mucho por nosotros. Le ha sido asignado un
trabajo aquí, también, por tanto te puede vigilar.
No había ninguna puerta. Contemplé la pared en la confusión ya que
Gabe anduvo hasta ella.
La tierra se abrió bajo sus pies, y mi corazón se sacudió.
—¡Gabe…!
—Está bien —dijo, dirigiéndome una sonrisa lacónica—. Solo
sígueme. Es la forma en que entraremos. —Se detuvo—. Y recuerda, soy
Garrett aquí.
Me acerqué al agujero cuidadosamente. Bordes afilados
desaparecieron en un pozo de oscuridad. Vi que Gabe estaba parado sobre
una pequeña plataforma. Salté sobre ella, mis piernas temblando, y luego
nos dejó caer en la oscuridad.
164
Traducido por Escorpio
Corregido por Iska
Bajamos con un zumbido atronador y una ráfaga de aire. Mi
estómago dio vueltas y cerré los ojos con fuerza. Gabe estaba apretando mis
manos y una luz me cegaba. Levanté la barbilla, rocé con los dedos la parte
delantera de mi ropa donde sentía picazón y fingí que no estaba
aterrorizada mientras lo seguía por un pasillo estrecho de piedra. El techo
sobre nuestras cabezas se había cerrado, tapando el bosque y el cielo lleno de
estrellas.
Ahora estábamos bajo tierra.
El sonido de nuestros movimientos hacía eco a través del conducto.
Luces bailaban sobre una cuerda proyectando sombras, y me di cuenta de
que eran linternas. El pasillo olía a metal y a suciedad. Mi pulso se aceleró
cuando doblamos una esquina y escuché el grito silencioso de la
maquinaria, como el susurro de una pesadilla. El chirrido metálico casi
sonaba como el chillido de un Observador, y un escalofrío recorrió mi
espalda.
Doblamos otra esquina. Una serie de puertas conducían a la derecha y
a la izquierda de la sala, y dentro de las habitaciones, más allá, estaban los
empleados inclinados sobre cajas con luces parpadeantes o hablando en voz
baja. Un hombre levantó la cabeza cuando vio que nos acercábamos, y lo
reconocí como el hombre llamado Jake. Murmuró algo que no pude
165
escuchar a la persona a su lado, y después se movió rápidamente para
saludarnos en el pasillo.
—Ah, la nueva chica de la limpieza —dijo lo suficientemente alto
para que cualquier persona curiosa lo oyera y quedara satisfecha. Su mirada
se desvió hacia mí con curiosidad, y tuve la impresión de que no se perdía
ni un solo detalle cuando miraba algo. Me sentí desnuda.
—Garret, ¿no es así? —preguntó Jake, como si apenas nos estuviera
conociendo—. Y tú eres Lila, ¿no?
Asentí. Mi nuevo nombre sonaba tan extraño.
—Ven —dijo, echando una mirada por encima de su hombro a la
habitación detrás de él—. Te voy a mostrar dónde está el depósito de
suministros.
Caminamos por el pasillo y bajamos unas escaleras. Las luces
parpadeaban sobre nuestras cabezas y hacían que nuestras sombras saltaran.
Cuando llegamos al final de las escaleras, Jake abrió una puerta y nos llevó
por otro pasillo. Una puerta de acero macizo con el contorno rojo estaba al
final de este. Un letrero sobre la puerta decía «PRECAUCIÓN: SOLO
PERSONAL AUTORIZADO» en letras gruesas. Jake revisó un
dispositivo en su muñeca y después nos llevó a la puerta. Se abrió con un
siseo cuando puso una mano en el costado, y entramos detrás de él a una
habitación oscura. Escuché los ecos reverberando a través del aire y olí el
polvo, el débil aroma del aceite y el cuero. No pude ver nada más allá de las
caras de mis compañeros y de un trozo de suelo de piedra que desapareció
en la oscuridad, la cual se cernía sobre y alrededor de nosotros. Pero allí
donde estábamos era cavernoso.
—Aquí podemos hablar de forma segura —dijo, frotándose con la
mano la cara. Luego la dejó caer y me miró—. Garret dijo que tenías algo
importante que decirme —dijo—. Un mensaje.
—Sí —dije, humedeciendo mis labios con la lengua—. De Atticus.
166
Jake no cambió de expresión al escuchar el nombre, pero sus hombros
se tensaron un poco y cambió de posición.
—Adelante.
Tomé una respiración profunda.
—Primero, ¿tu lugar de origen?
Su expresión nunca vaciló.
—Originariamente, soy de Eos.
Entonces era Jacob. El alivio fluyó por mis venas. Metí la mano en
mi bolsillo y saqué el sobre. Se lo di.
—Traje el DLP —susurré—. Y esta carta. Es una lista de nombres…
—¿DLP? —Su frente se arrugó mientras aceptaba el sobre y le dio
vueltas en sus manos.
—Dispositivo de Locomoción Portátil… es un medio para volver a casa.
—¿Regresar a casa? —Su boca se abrió. Me miró y luego miró a Gabe
como para confirmarlo.
—A nuestro tiempo —dijo Gabe.
—Estás bromeando. Eso es imposible. La puerta todavía no posee la
capacidad de devolvernos a nuestro tiempo; aún no se ha inventado…
—Por eso traje el DLP —interrumpí—. Es del futuro, así que tiene la
capacidad. Trabajará cuando la otra puerta no lo haga. Llevará a los que
tienen que regresar de vuelta a nuestro tiempo.
—Y, ¿estás segura de que es posible? —Se rió con incredulidad, pero
vi la forma en que sus ojos se estrecharon y su boca se apretó. Ahora estaba
pensándolo. Las posibilidades. La realidad. Qué significaría para él, para los
Fugitivos.
—Es posible —le aseguré.
167
Él vaciló, recordando un detalle. Sus ojos se estrecharon casi
imperceptiblemente mientras me enfrentaba.
—¿Dijiste “los que tienen que regresar”?
Me lamí los labios.
—Ese es mi mensaje. Eso es lo que Atticus me indicó que dijera… lo
que vine a entregarte.
Tomó el sobre que le había dado y lo abrió. Echó un vistazo a la lista.
—Atticus dice que solo esos regresaran, y tú debes asegurarte de que
así sea.
Pude ver que Jacob estaba dándole vueltas a las cosas en su cabeza… a
quién tendría que dejar atrás. Un músculo en su mandíbula tembló.
Después, cerró los ojos y asintió con la cabeza.
—Ya veo. Sí, por supuesto.
A mi lado, Gabe estaba rígido e ilegible, pero me di cuenta de que
tampoco le gustaba aquello. Me sentí miserable.
—Dime qué más tengo que hacer—dijo Jacob.
—Tenemos que esperar hasta que sea el momento adecuado para
hacerlo… —expliqué—. Dos semanas. Después, vamos a ser capaces de
saltar de vuelta.
—¿Alguien más sabe de esto?
—Nadie —dije—. Excepto yo y Garret. —Miré a Gabe y después a lo
lejos—. Se puede confiar en él.
Jacob asintió.
—¿Dónde está el DLP? —preguntó.
—Seguro —dije la palabra con firmeza, para señalar que aún no estaba
lista para entregárselo.
168
Él pareció aceptar la respuesta y entendió que no iba a dárselo…
todavía no.
—Bien. Manténganse alejados de los problemas y traten de evitar
llamar demasiado la atención. Voy a mantener un ojo en ustedes y a hablar
con los demás.
Un ruido más allá del pasillo nos sobresaltó a todos. Jacob dio un paso
atrás, poniendo un poco de distancia entre nosotros, y levantó un poco la
voz.
—Esta habitación está fuera de los límites durante la noche y turnos
de la mañana, ¿entienden? Es muy importante.
—Lo entiendo, señor —le dije igual de alto.
Un hombre asomó la cabeza y nos vio.
—Jake —le dijo a Jacob—. Te necesitamos arriba. Hay una situación.
—Su mirada se desvió hacia mí ausentemente. A mi lado, Gabe alargó la
mano y me tocó el brazo. Fue un movimiento inconsciente, pero era
protector. Un curioso cosquilleo se disparó a través de mí, y le miré
fijamente. Pero él no estaba mirándome.
—Tendrás acceso al Centro de Seguridad de ahora en adelante —me
dijo Jacob después de que el hombre de cabello oscuro se hubiera
desvanecido—. Así podré mantener un ojo en ti y tú podrás pasarme
cualquier información adicional que necesite. Tu permiso de seguridad ha
aumentado para permitirlo; lo comprobé antes. Pero no podemos parecer
demasiado cercanos, ser amigos. No podemos hacer que nadie nos vincule.
Así que no voy a hablar contigo a menos que sea necesario.
—Entendido —dije.
—Bien. Ahora, debo irme. —Nos acompañó hasta la puerta, y esta
chirrió al cerrarla detrás de nosotros. El cierre inmediato de la extraña
habitación cavernosa oscura y con polvo a la vista nos dejó solos en el
pasillo una vez más. Se alejó, dejándonos a Gabe y a mí solos.
169
De repente, mi boca estaba seca de palabras y no podía mirarlo a los
ojos. El recuerdo de la manera en que me había tocado antes quedó como el
regusto ligeramente amargo del azúcar. Me crucé de brazos y mis
emociones se unieron en un centro de concentración y calma. Tenía cosas
más importantes que hacer que preocuparme por lo que sentía por este
chico.
—Vamos —dijo—. Te mostraré el depósito de suministros.
Salimos del Centro de Seguridad bajo el silencio de la oscuridad. La
luna se había movido más alto en el cielo, la luz plateada pintando un
sendero del color del hielo, por lo que parecía un río congelado tejido a
través de la selva. Gabe y yo seguimos en silencio, caminado el uno al lado
del otro y respirando el mismo aire mientras cada uno estaba inmerso en
sus propios pensamientos. Yo era muy consciente de su hombro, su brazo,
sus manos colgando a pocos centímetros de las mías. No me miraba y yo no
lo miré, y maldije el efecto que tenía en mí. Pero tampoco podía negar la
verdad.
Cuando llegamos a la cima de la colina que daba al pueblo de los
trabajadores que algún día sería Iceliss, mi pueblo, él por fin habló.
—Lo siento, no podía confiar en ti antes con mi secreto —dijo—. Pero
espero que puedas confiar en mí.
Me di la vuelta para mirarlo. Mi respiración se quedó atrapada en mis
pulmones y mis palmas hormiguearon.
—Aquí hay peligros —dijo Gabe—. Has caminado hacia algo
enredado.
—¿Peligros?
—No sé en quién confiar —dijo—. Creo que confío en Jake y en
algunos otros pero… hay mucha gente que quiere muchas cosas, Lia. Sé
cuidadosa. El dispositivo que has traído… mucha gente querrá poner sus
manos en él. Mantenlo a salvo.
—Lo haré —dije.
170
Por fin levantó los ojos hasta los míos. Sentí el flechazo a través de
mí, desde mi estómago hasta los pies, y me estremecí. Levantó una mano y
rozó mi mejilla. Era una caricia tan ligera que se sentía casi como el viento.
Suspiré. Dejó caer la mano y se dirigió hacia las habitaciones de los
hombres.
Continué sola, moviéndome a través de la cálida oscuridad iluminada
por las estrellas, escuchando el susurro del viento entre los árboles detrás de
mí y oliendo el aroma de la tierra, las setas y las flores calentadas por el sol
en el enfriamiento de la noche. Un remolino de emociones quemaba a fuego
lento en mi pecho. Confusión, inquietud, aprensión… anticipación. Todavía
podía sentir el lugar en la mejilla donde Gabe me había tocado. Me recordó
a Adam y a un toque similar en mi rostro, y hubo una vibración de algo en
mi corazón… el primo del dolor, tal vez, pero no el dolor mismo.
Me detuve antes de llegar a los barracones. Necesitaba pensar.
Necesitaba un plan antes de encarar a alguien más, antes de que entrara en
ese extraño lugar, frío e iluminado con brillantez. Intenté excluir los
pensamientos de mi familia y convencer a mi cuerpo de dormir. Encontré
una roca cubierta de musgo en el borde del edificio que daba al bosque y me
senté en ella, y acerqué mis rodillas hasta la barbilla.
Gabe y Jacob, ambos me advirtieron del peligro, de las personas en
quien no se podía confiar, pero ninguno de ellos había aludido qué personas
podrían ser. Podía sentir los hilos de la sospecha correr por todo el
compuesto, apretándome como una red invisible. Mi mente corrió a través
de las únicas personas que había conocido. ¿Claire? ¿Juniper? Gabe, por lo
menos, parecía sospechar que podría haber problemas.
Tenía que ser muy cautelosa.
La fatiga tiraba de mis párpados, hacía que mis brazos y mis piernas
se sintieran pesados como piedras. Estaba a punto de caer dormida en la
roca, así que me dirigía hacia la puerta cuando un sonido débil se coló en
mis oídos.
Un chillido, como cuchillos contra la piedra.
171
Me quedé helada.
En el borde de la línea de los árboles, un destello de movimiento tan
tenue como el aleteo de una pestaña me llamó la atención. Me mantuve
inmóvil, sin respirar, sin mover un dedo de la roca. Me tensé en la
oscuridad, buscando en cada sombra mientras mi corazón se desplomaba.
Mi pulso latía a un ritmo desesperado en mi cabeza.
Nada.
Suspiré y perdí el interés. Me empujé lejos de la roca.
Y entonces…
El sonido se repitió, un chillido que hizo que cada pelo de mi cuerpo
se levantara.
El sonido de un Observador. Lo reconocería en cualquier lugar. Me
había pasado la vida tensándome por cualquier indicio de aquel sonido. Y
estaba atrapada como un conejo, incapaz de moverme o de incluso pensar.
La noche era cálida y mi miedo era un manto a mi alrededor. Esperé.
El silencio se filtró de nuevo en el mundo mientras los latidos de mi
corazón se desaceleraban. Nada se movía en los árboles. Estaba alucinando,
exhausta. Estaba escuchando cosas. Las dificultades del día habían
confundido mi mente.
Me giré y entré a mi habitación. Puse mis pensamientos del
Observador fantasma, Adam Brewer y Ann en Astralux fuera de mi cabeza,
con mi fuerza de voluntad de hierro forjado y, milagrosamente, me quedé
dormida tan pronto como mi cuello se relajó contra la almohada y cerré los
ojos.
172
Traducido por QueenDelC & Kensha
Corregido por Iska
Pasé los siguientes siete días tratando de navegar con suavidad por el
desconcertante mundo en el que había sido lanzada. Regresé diariamente a
trabajar a Echlos —o a El Laboratorio, como todos en este tiempo llamaban a
los blancos edificios que alojaba al Portal— y limpié más suelos brillantes
hasta que brillaron como el cristal bajo mis botas. Trabajadores en batas
blancas flotaban a mi alrededor, sus rostros sombríos y sus bocas
murmurando entre ellos con cuchicheos, pero por mis vestiduras de color
oliva y el trapo en mi mano que me marcaban como una empleada de
limpieza nadie miraba en mi dirección. Disfruté de la invisibilidad porque
hacía que mi trabajo fuera cien veces más sencillo.
Mantuve mis ojos abiertos, absorbiendo todo lo que podía de este
fascinante lugar mientras trabajaba. Ya había descubierto muchas cosas por
mí misma, como el hecho de que aquí no había caballos, al menos no en este
lugar. Todos los vehículos se movían por sí solos por una misteriosa energía
parecida a las naves y trenes en Aeralis, aunque estos vehículos de la Era
Antigua se movían aún más rápido y más en silencio que cualquier vehículo
Aeraliano.
También había descubierto que este lugar estaba completamente
aislado: el Recinto, como lo llamaban, estaba alejado de las ciudades del sur.
Las únicas personas que vivían en el pueblo eran trabajadores de El
Laboratorio o del Centro de Seguridad u otros lugares conectados al Recinto.
Estábamos aislados, remotos, igual que en mis tiempos.
173
Viajeros atravesaban las puertas por tiempos, aunque algunas
personas parecían querer quedarse aquí y otros se quedaban más tiempo.
Las únicas llegadas que vi eran de hombres y mujeres en uniformes
de color rojo oscuro adornados con negro, personas con cabello oscuro y
rostros solemnes sin sonrisas, bocas inamovibles. Caminaron por los
pasillos con pasos enérgicos, sin detenerse a hacerme espacio a mí o a
cualquier otra persona. Se movían con la autoridad propia de las personas
acostumbradas a un alojamiento silencioso, y los empleados de la limpieza
y otros trabajadores se alejaban de ellos como ratones. Noté que solo las
personas en bata blanca no se intimidaban cuando se acercaban. Los
uniformados con rojo y negro parecían irritados por ello.
Los empleados de la limpieza no decían nada y solo susurraban entre
ellos con suavidad mientras trabajaban, pero otros trabajadores no se
callaban tanto. Las personas con los abrigos blancos eran los que construían
las puertas, aprendí pronto, y eran los que mantenían la que estaba aquí.
Eran científicos, inventores, genios traídos de todas partes del mundo para
trabajar aquí, en este apartado lugar. También trabajaban en otros inventos,
artefactos para la comodidad y la salud. Las personas en uniformes rojos
estaban aquí por las invenciones en salud. Había murmullos sobre «La
Enfermedad», miradas furtivas entre los trabajadores y palabras susurradas.
Me preguntaba qué estaba sucediendo. ¿Qué era esta Enfermedad?
Nadie hablaba sobre eso. No en detalle suficiente como para que me dieran
suficientes pistas.
Casi a cada minuto del día, cuando no me estaba preocupando por la
misión, mis pensamientos regresaban a Ivy y a Jonn en la granja. La
ansiedad me quemaba como una cama de carbón ardiente en mi pecho,
dejándome sin aliento y agitada, y Adam y Ann nunca estuvieron tan lejos
en mi espiral de pensamientos. Pero reflexionar me hizo poco bien, así que
luché contra los pensamientos, haciendo mi mayor esfuerzo para
concentrarme.
Claire trabajó junto a mí a veces, pero nunca hablaba. Vi a Gabe a
través de miradas fugaces. Raramente teníamos tiempo para hablar, pero
174
cada vez que nuestras miradas se encontraban, mi estómago se contraía y
las palabras que quería decir llenaban mi boca. El recuerdo de sus dedos
acariciando mi mejilla llenaba mi cabeza, y no sabía lo que quería.
Ahora entendía su actitud tan secreta. No podía culparlo. El dolor se
había desvanecido, dejando a su paso emociones que no podía comprender.
Ahora me sentía mayor. Cansada. Había amado a Gabe como nunca lo hice
con ningún otro chico, pero ahora mi corazón se sentía retorcido, alargado,
como si tiraran de él en direcciones diferentes. Porque ahora, cuando
miraba a Gabe, otra parte de mí susurraba el nombre de Adam. Y, aun así,
aún me preocupaba por Gabe.
No sabía qué pensar.
Varias veces alcancé a ver al Doctor Borde, pero nunca estaba lo
suficientemente cerca como para hablarle. ¿Y cómo se suponía que iba a
hacer un trueque con él para conseguir lo que fuera que Jonn quería que
tomara de él?
Me invadieron las preocupaciones.
Cada noche, trabajaba sola en el Centro de Seguridad limpiando
pasillos. Veía pasar a Jacob pero, siguiendo su promesa, nunca me miraba o
hablaba conmigo. Traté de mezclarme en el fondo, observando y
obteniendo información sobre el mundo. Varias veces pasé por la puerta de
la habitación en la que habíamos hablado, aquella con el enorme letrero que
decía «PRECAUCIÓN» con letras blancas y gruesas. Aunque no limpié
adentro, porque las puertas nunca estaban abiertas y nunca nadie me las
abrió.
En la séptima noche de mi llegada, una sombra cruzó mi camino
mientras hacía la caminata hacia El Laboratorio, y Gabe salió de detrás de
una esquina de un edificio.
Mi piel picaba al saber que estaba allí. No habíamos hablado o pasado
tiempo juntos desde nuestra última conversación en la cima de la colina,
siguiendo nuestra visita juntos para ver a Jacob en el Centro de Seguridad.
Mi mejilla aún ardía con el recuerdo de sus dedos sobre ella. Un suave dolor
175
vibraba en mi pecho y susurraba en mi sangre cuando levanté la mirada
para encontrarme con sus ojos.
—Hola —dijo.
—Hola.
—¿Cómo estás? —Las palabras eran suaves, casi gentiles. También
tímidas.
—Tan bien como se podría esperar —dije. Las palabras se sintieron
furtivas, intercambiadas como susurros de amor, pero todo eran negocios.
Estábamos de pie lo suficientemente cerca como para tocarnos. Su mano
casi rozó la mía, y podía sentir la calidez de su hombro cerca de mi pecho.
El aire a nuestro alrededor se sentía lleno de fuego, e internamente me
estaba quemando.
Los ojos de Gabe eran indescifrables. Sus pestañas temblaron cuando
entrecerró los ojos.
—Los Fugitivos se van a reunir de nuevo esta noche.
—¿Soy bienvenida allí? —pregunté en voz baja.
—Claro. Ahora eres uno de nosotros.
Me había sentido un tanto aislada. Claire me evadía. No había visto a
Juniper desde mi llegada. Aún no conocía a la mayoría de los Fugitivos de
vista, pero a los que reconocía parecían indispuestos a conocerme o a formar
cualquier clase de amistad. Me preguntaba si sentían desconfianza para
asociarse conmigo por alguna razón específica o si simplemente eran lentos
a la hora de sentirse en confianza con nuevas personas.
—Acompáñame —dijo Gabe, y era una pregunta a pesar de que
sonaba seguro. Encontré sus ojos y vi un brillo de algo ahí que parecía como
de esperanza. Mi estómago se removió y me encontré asintiendo.
—Te encontraré después de la tercera comida —prometió, y luego se
alejó y me dejó sola ahí de pie.
176
No nos habíamos tocado, pero me sentía temblorosa y tibia al mismo
tiempo.
Alcanzamos la habitación del sótano tarde, igual que la vez pasada.
La mayoría de los Fugitivos ya estaban sentados en círculo, hablando en
murmullos con la persona sentada a su lado o mirando a la nada. La
mayoría se veían cansados, algunos descontentos. Me pregunté cómo
reaccionarían todos si levantara mi voz y anunciara que todos regresarían a
casa en una semana. ¿Estarían aliviados? ¿Querrían regresar?
La mayoría eran Aeralianos, supuse. Habían escapado por sus vidas, y
si regresaban conmigo a La Helada serían Fugitivos de nuevo. Pero seguro
que tenían familias, amigos, personas a las que nunca verían de nuevo si se
quedaban aquí.
No sabía qué pensar. El peso de mi secreto tironeaba de mí, y respiré
profundo. Gabe puso una mano en la parte baja de mi espalda para guiarme
hacia un asiento vacío, y vi que Claire notó el gesto desde su lugar casi al
final del grupo. Apartó la mirada cuando me vio mirando, y su largo cabello
acarició sus manos cuando su cabeza giró rápidamente para evitarme.
Me hundí en la silla y miré a mi alrededor.
Una mujer se levantó y habló brevemente sobre los cambios en las
horas de reunión. Algunas personas protestaron, pero la mayoría asintieron
con cansancio. Parecían poco oficiales para hablar; la reunión parecía más
para darse apoyo que para cualquier otra cosa.
Comenzaron a contar sus historias.
Un hombre se puso de pie primero. Movió sus pies con nerviosismo,
sus ojos paseándose alrededor. Una larga cicatriz trazaba un recorrido por
177
su mejilla izquierda y terminaba en su cuello. La tocó con sus dedos
mientras hablaba.
—Estaba en el sur de Aeralis —dijo—. Los soldados se llevaron a toda
mi familia cuando no apoyamos el levantamiento del rey. Por lo que sé, aún
están en prisión. Operativos de La Espina me rescataron de un vagón de
prisioneros y me trajeron aquí.
La siguiente persona en ponerse de pie, observé, fue Juniper. Nos
sonrió a todos, pero había dolor detrás de su expresión.
—Apenas recuerdo mi vida antes del salto —dijo—. Estaba lleno de
cicatrices cuando llegué aquí. —Bajó el cuello de su camisa y vi una red de
cicatrices cruzando su pecho—. Pero recuerdo a los soldados golpeándome
con la culata de sus armas. —Se tocó la nuca—. Tenía una cicatriz aquí tan
grande como mi dedo. Fue un milagro que sobreviviera.
Mi estómago dio un vuelco cuando vi sus cicatrices. ¿Alguna de estas
personas querría regresar conmigo?
Una mujer habló después, una historia de niños fallecidos y un
corazón roto.
Claire se levantó después de que la mujer se sentara. Pasó sus dedos
temblorosos por su largo cabello pelirrojo, miró alrededor de la habitación y
se lamió los labios. Luego, sacudió la cabeza y se sentó de nuevo.
—Siempre hace eso —murmuró Gabe en mi dirección. Frunció el
ceño—. Nunca ha contado su historia.
Una mano tocó mi hombro. Levanté la vista y vi a Jacob. Hizo un
gesto para que lo siguiera, y dejé a Gabe y salí con él al pasillo.
—Queda una semana —dijo tan pronto como nos quedamos solos—.
¿Estás segura de que el dispositivo es seguro?
—Es seguro —dije—. ¿Has hecho todos los arreglos para los que
regresarán con nosotros?
178
—Estoy trabando en ello —dijo—. Te contactaré un día antes para que
podamos conocer y hacer los preparativos finales. Hasta entonces, continúa
como has estado haciendo. Evita llamar demasiado la atención y mantenlo
en secreto.
—Lo haré.
Jacob comenzó a decir algo más y se detuvo. Frunció el ceño, sacudió
la cabeza y se dirigió hacia la sala con los demás. Se detuvo.
—¿Qué pasa si perdemos el salto la próxima semana? —preguntó
suavemente—. Entonces, ¿qué?
—Iremos la próxima vez —dije—. Y no lo vamos a perder.
Asintió con la cabeza y caminó a través de la puerta. Me quedé sola
en el pasillo, mirando hacia atrás.
La puerta detrás de mí se abrió y se cerró. Me volteé un poco, solo
para saber quién se me había unido. Era Gabe.
—Jake parecía disgustado —observó a mi lado, metiendo sus manos
en los bolsillos de su traje.
Me encogí por no saber qué pasaba por la cabeza del líder y porque no
quería hablar de eso por el momento. La cercanía de Gabe hacía que me
fuera difícil pensar en Jacob, pero luché para mantener mi mente en la
labor.
—Nos queda solo una semana —dije—. Creo que está siendo la
presión de las… restricciones.
—¿Quieres decir de aquellos que debemos traer de regreso?
Jugueteé con los bordes de uno de los bolsillos del traje. Ninguno de
los dos parecía querer discutir, así que no lo hicimos.
—¿Cómo está tu familia? —preguntó Gabe—. ¿Jonn… Ivy…?
179
—La salud de Jonn está mejor. Él es casi feliz. E Ivy está creciendo
como su tocaya2. —Hablar de ellos me dejó con un sabor dulce en mi lengua
que me supo amargo después de que las palabras se desvanecieran. Aspiré
una bocanada de aire profunda y parpadeé—. Espero que estén bien.
—Estoy seguro de que lo están. Son fuertes —dijo—. Como tú.
Nuestras miradas se conectaron. La mía se apartó lejos, pero la suya
era confiada y segura. Tomó un paso más cerca de mí.
Mis latidos se descontrolaron. Me sentía como un potro asustadizo,
listo para escapar.
—Te he extrañado —dijo silenciosamente. Fue una confesión. Bajó la
cabeza y luego la levantó otra vez, mirándome como si buscara signos de
condena, como si los esperara—. Te he extrañado tanto.
No me atreví a hablar. Si decía una sola palabra, podría hacer añicos
este momento. Mantuve mi boca cerrada y los ojos fijos en él.
»Cada día desde que me fui he pensado en ti. Todas las noches he
soñado en ti. Y sé que no habíamos hecho ninguna promesa. Sé que no nos
hemos hablado el uno al otro, pero nunca he sentido por nadie lo que siento
por ti —dijo. La admisión salió de él, dolorosamente, casi de forma
quebrada—. Admiro tu fuerza, tu intensidad, tu inteligencia. Eres la
persona más valiente que conozco.
—Gabe…
—Sé que tú has seguido adelante —interrumpió, precipitado—. Sé que
me fui durante meses. Y, como dije antes, no hicimos ninguna promesa. Y
no fui sincero. Y…
—Te he extrañado, también. —Las palabras fueron arrancadas de mi
garganta. No había tenido intención de decirlas, pero salieron de todos
modos—. He intentado no pensar en ti, pero yo… 2 Tocaya: En este caso, se trata de un juego de palabras, que al traducirse pierde sentido, ya que Ivy significa hiedra. Así que dice que Ivy está creciendo como una mala hierba, grande.
180
—Lia... —Cerró la distancia entre nosotros con un solo paso. Sus
manos encontraron mi cuello, sus dedos mi pelo, y entonces él me estaba
besando. Envolví mis brazos alrededor de su cintura, exhalando contra sus
labios. Estaba perdida y encontrada al mismo tiempo, y él era mi única
ancla.
El beso duró segundos o días, no podía decirlo. En todo lo que podía
pensar era en la sensación y en el sabor de él y en la manera en que podía
sentir su corazón latiendo en sus manos y a través de su pecho. Cuando nos
separamos, enterró su cara contra mi hombro.
Nos quedamos así por un largo rato, bebiendo del calor del otro,
saboreando la cercanía preciosa de otro ser humano. Me estaba ahogando en
la sensación. Había pasado tanto tiempo desde que alguien me había
tomado entre sus brazos y susurrado su cuidado y preocupación por mí. Mi
corazón se sentía frágil y pleno, dolido por la fiebre repentina de
sentimientos.
La puerta se abrió de golpe detrás de nosotros y saltamos,
apartándonos. Algunos de los Fugitivos salían. La reunión se había
terminado. Gabe y yo intercambiamos una mirada y, sin hablar, nos
deslizamos entre ellos y salimos hacia la noche.
Caminamos en un silencio cálido de regreso a los trabajadores.
Mientras que los silencios anteriores entre nosotros habían sido como
paredes, dejando fuera los sentimientos, esto fue como una manta que nos
envolvió cerca y nos hizo estar seguros. Cada vez que su mano rozó la mía,
sentí una explosión de espinas contra mi piel. Mi mente seguía estando en
medio de una lucha, y todo mi cuerpo me había traicionado haciéndome
sentir mareada y débil.
—Tenemos que hablar más sobre esto —dije finalmente, en otra
ráfaga de palabras que no tenía previstas decir, brincando de mis labios
cuando llegamos a la puerta de los Cuarteles—. No puedo… no quiero… no
sé lo que siento. Ya no.
181
—No tenemos que decir nada ahora —dijo, y sus ojos eran luminosos
en la noche—. Que sea como tenga que ser, Lia.
Antes de irse, volvió a tocar mi cara y dijo mi nombre. Me estremecí.
No podía hablar. Lo vi alejarse hasta que se fue y todo lo que quedaba era la
oscuridad de la calle y el ruido del viento en los arboles detrás de mí.
Cuando intenté de dormir esa noche, no pude.
El trapeador en mis manos rechinaba mientras se deslizaba por el
suelo de baldosas, y ese sonido constante me había arrullado en un estado
de tranquilidad nerviosa mientras trabajaba en El Laboratorio a la mañana
siguiente. Exteriormente, trabajé uniformemente y sin expresión.
Interiormente, un revoltijo de cosas luchaba por conseguir mi
atención. El pensamiento de los días que quedaban hasta que la misión
estuviera completada hacía tic-tac en mi mente como un reloj demasiado
ruidoso en medio del silencio. Ann y Adam eran un dolor en mi pecho
cuando sus rostros cruzaban mi mente. Jonn e Ivy eran un miedo que
presionaba contra mí como la hoja de un cuchillo cuando pensaba en su
seguridad. Y el beso…
El beso fue un revuelo de esperanza, un golpe de calor y un chorrito
de tímido anhelo. Cada vez que recordaba el momento que había pasado en
los brazos de Gabe, me sentí caliente y fría por todas partes. Una parte de
mí quería sonreír como una tonta, y la otra parte quería escapar por un
impulso tonto. «No significas nada para él», me susurró mi mente. «Está solo.
Simplemente quiere comodidad. Te mintió».
Pero cuando me acordé de la mirada en sus ojos y de la dulzura de sus
manos, esas palabras fueron las que sentía como una mentira.
182
Hubo un sonido de pasos recortados contra las baldosas.
Automáticamente, empujé fuera del camino el cubo con el pie y presioné la
espalda contra la pared para que pasara al comedor la persona que se
aproximaba. Pero, en cambio, los pasos desaceleraron.
—Lila, ¿verdad?
Levanté la cabeza y dejé que mi mirada se deslizara por la figura de la
persona que había delante de mí. Vi una túnica blanca, una boca arrugada y
un par astutos ojos azules. El doctor Borde.
Mi corazón saltó.
—Sí —dije, siendo la palabra una admisión tranquila en la quietud del
pasillo. Eché un vistazo a mi alrededor. Estábamos solos. Ningún
dependiente de papelería, científico u otro fregador eran visibles en los
pasillos. Ningún otro sonido flotaba hacia abajo por los canales para
satisfacer a mi oído.
—Soy el Doctor Meridus Borde —dijo el doctor, acompañando sus
palabras con un gesto nervioso de sus manos. Él me miró la cara
cuidadosamente, como si buscara signos de reconocimiento cuando
pronunció las palabras. Le miré de nuevo de manera uniforme. Estaba
asustada, pero no le dejaría ver eso. Había mirado a los Observadores a la
cara. Había visto hombres morir delante de mí. No me inmutaría ante este
científico de bata blanca.
—Eso he escuchado —dije.
La uniformidad con la que hablé pareció hacerle concentrarse más.
Frotó su barbilla con sus dedos. Juntó sus cejas.
—Necesitamos hablar.
Mi pulso se aceleró por mi oportunidad, pero me negué a ser
demasiado ansiosa. Él se me había acercado. ¿Qué quería? ¿Qué sabía?
Mantuve mi expresión neutral y levanté una ceja como si fuera a decir:
«¿No es eso lo que estamos haciendo?».
183
Borde rió nerviosamente y sacudió su cabeza.
—En privado. Aquí no. No es… seguro.
—¿Seguro? —Mi voz era calmada, casi perpleja, como si no pudiera
entender cómo podría ser peligroso. Pero mi corazón comenzó a latir a un
ritmo más rápido contra mis costillas, y sudor estalló a través de mi
espalda.
—Entiendo que tienes autorización para estar en el Centro de
Seguridad —dijo—. Hay otro edificio no muy lejos de ese. Si sigues el
camino pasando el campo y a través de otro tramo de bosque, lo
encontrarás. Es mi laboratorio personal, mi lugar de estudio privado. Si me
encuentras ahí esta noche después de tu turno… —se detuvo—. Hay cosas
que tenemos que discutir.
—¿Por qué voy a encontrarme con usted en algún lugar, sola, sin
tener ni idea de lo que quiere? —dije. Mis palmas estaban casi demasiado
resbaladizas como para sostener el trapeador—. Podría tener intenciones
inapropiadas. Podría tener intenciones ocultas. No le conozco. No tengo
ninguna razón para confiar en usted o para vernos en ningún lugar solitario.
Hizo un sonido a medio camino entre la risa y la tos.
—Eso es muy sabio de ti, chica, pero no tengo intenciones de esa
naturaleza. Por favor. Esto es un asunto muy delicado.
—Deme pistas de lo que quiere, entonces —dije.
Sus ojos se redujeron ligeramente con decisión repentina. Se inclinó
cerca, tan cerca que podía oler el aroma de jabón en sus mejillas y el de
menta en su aliento.
—Tal vez ya conoces esta frase —dijo, y las siguientes palabras
convirtieron mi sangre en hielo—. ¿Qué secreto tejido te mantendrá caliente?
184
Traducido por Angie_kjn (SOS) & Rockwood
Corregido por KatieGee
Las paredes, el suelo, todo se desvaneció. No podía hablar, no podía
moverme, no podía respirar. El latido de mi corazón, el silbido de mi
respiración, cada detalle se cristalizó mientras miraba fijamente en shock.
¿Qué tejido secreto te mantendrá caliente? Fue el acertijo de mi padre. El
que nos contó a mí y mis hermanos cuando éramos niños, y el acertijo que
había sido en última instancia la clave para encontrar la ubicación secreta
del DLP. ¿Cómo es que este científico de cientos de años antes de la existencia de
mi familia sabía nuestro acertijo? ¿Nuestro acertijo especifico que hacía referencia
al edredón de mi madre, algo que no sería cosido sino dentro de muchos siglos?
Algo que no podría existir como una idea, porque La Helada
representada ahí aún no existía. Nuestra granja aún no existía. ¿Cómo era
esto posible?
Meridus Borde retrocedió. Sus labios se torcieron en una sonrisa
torcida mientras él observaba la sorpresa en mi rosto.
—Deduciré de tu expresión que tú conoces esta frase.
No podía hablar.
—Te veré esta noche —dijo él—. No le digas a nadie.
Y luego, se había ido, dejándome tambaleándome a raíz de sus
palabras.
185
Esa noche me deslicé a través del bosque para encontrarme con él,
moviéndome a través de las sombras al sonido de mi propio pulso en mis
oídos.
Estaba sola.
No le había dicho a nadie acerca de lo que me dijo el Doctor Borde.
No había visto a Gabe, y por supuesto, no confiaba en Claire o ninguno de
los otros. Incluso Jacob había desaparecido cuando realicé mis tareas
nocturnas en el Centro de Seguridad. Los pasillos habían estado casi vacíos, y
mientras trabajaba y rápidamente entre en pánico, escuchaba solo el callado
murmuro de algunos trabajadores en sus puestos mientras hablaban entre
ellos.
Me moví entra la oscuridad mientras seguía el camino que Borde
había descrito. Alrededor mío, los arboles acercaban sus miembros como
dedos rosándose. El mundo lucía tan extraño sin su manta de blanco
brillante, incluso después de haberlo visto una semana así. El aire era muy
caliente, muy cerrado, muy asfixiante. El sudor resplandecía en mi frente y
palpitaba en mi cuello.
Solo había caminado por unos minutos cuando vi las luces en la
distancia. Rodeé una curva en el camino y ahí estaba, un cuadrado, edificio
redondeado acurrucado contra una colina y sombreado por árboles. Solo
una luz brillaba por las ventanas.
Tomé una respiración profunda y la dejé salir mientras me acerco a la
puerta. Levanté mi mano para golpear, pero se abrió antes de que pudiera, y
una figura salió.
El Doctor Borde.
186
Entrecerré los ojos contra el resplandor de la luz mientras mi corazón
se retorció con aprensión repentina.
Y, ¿si esto se trataba de algún tipo de trampa?
Me señaló que entrara.
—Te escuché acercándote porque tengo sensores a lo largo del
camino. Nadie puede colarse aquí —explico él, con un toque de orgullo en
su voz.
Apenas lo escuché, porque estaba observando la habitación en la que
habíamos entrado. Era sorprendentemente acogedora, a diferencia de casi
cualquier otro edificio en el compuesto. Las paredes estaban pintadas de
marrón y cubiertas con estanterías que sostenían cajas y libros en
montones. Mesas alineaban la habitación, similarmente amontonados
objetos que no podía identificar a simple vista. Un laboratorio.
—¿Puedo ofrecerte algo? —preguntó Borde—. ¿Una bebida, algo para
comer?
Mis labios estaban secos, mis manos húmedas. Pasé mis dedos
nerviosamente por el frente de mi vestido, y luego me di cuenta que estaba
mostrando aprensión. Crucé mis brazos para mantenerme de traicionarme
más. Quería lucir fuerte, estoica. Quería que él pensara que no sentía
miedo.
—¿Por qué no nos saltamos las cortesías y vamos directo a por qué
estoy aquí?
Él señaló a una silla, pero estaba demasiado nerviosa y ansiosa para
sentarme, así que me paré detrás. Él se sentó en la opuesta, estudiando mi
rostro con una expresión que lucía casi como veneración.
—No sé quién eres —dijo finalmente—. Pero he estado esperando por
ti.
—¿Qué quieres decir con esperando por mí?
187
—¿Cuánto llevas trabajando aquí? —preguntó en vez de explicar.
—Una semana.
—Entonces, debes haber escuchado de las cosas que estamos luchando
por descifrar ahora. La Enfermedad.
Aprehensión picaba en mi espalda. Observé su rostro
cuidadosamente, buscando pistas de a qué se refería, de lo que quería de mí.
¿Estaba tratando de engañarme, dirigirme a cometer un error? ¿Estaba tratando de
que revelara alguna pista vital, alguna pieza de información? ¿Qué quería de mí?
Necesitaba proceder cuidadosamente. Y tan pronto como vea una
oportunidad de girar la situación a mi conveniencia. Necesitaba tomarla.
—No sé mucho acerca de la Enfermedad —dije finalmente—. Solo he
escuchado algunas historias.
—Solo la he visto manifestarse una o dos veces —admitió—. Estamos
aislados de ella, y estamos a salvo, mayormente. Pero la Enfermedad…
cambia a la gente.
Esperé que continuara, pero no lo hizo.
Borde estudió mi rostro de nuevo.
—Es increíble —murmuró, casi involuntariamente.
—¿Qué es increíble? —pregunté.
Él regresó a sí mismo y sacudió su cabeza.
—Nada. Divago algunas veces. Es una de mis más entrañables
cualidades.
Me dirigió una sonrisa descarada, pero no me hizo gracia. Esperó un
segundo y luego suspiró.
—Tengo una pregunta que hacerte, pero no puedo. No todavía. No
estoy seguro que pueda confiar en ti.
188
Y yo tampoco estoy segura que pueda confiar en ti, pero no lo dije en voz
alta. Simplemente esperé que él continuara mientras mi corazón martilló
con anticipación de lo que él podría revelar. ¿Qué podría posiblemente él querer
de mí? ¿Por qué necesitaba confiar en mí? ¿Qué pregunta tenía?
—¿Tienes alguna pregunta para mí? —preguntó Borde después de una
larga pausa en la cual simplemente nos miramos, silenciosamente
retándonos el uno al otro para revelar su mano primero—. Te he invitado
aquí en la mitad de la noche, bajo absoluto secreto, y ahora no puedo ni
siquiera decir algo. Seguramente estás confundida.
Mi labio se curvó ligeramente. Así que ese era su juego. ¿Poner la
carga sobre mí para conversar y ver lo que revelé? Inteligente, inteligente. No
caería en esa trampa.
—Además estás solo —dije—. Y estás avergonzado de admitirlo.
—Ah —dijo—. Una teoría sólida, tal vez. Pero te estás olvidando de
nuestra conversación más temprano. Sugeriría que sabes algo más. Que
ambos lo hacemos.
El acertijo. Mi corazón se hundió. Él conocía el acertijo. ¿Cómo podría
él conocer el acertijo? Y él había visto mi rostro cuando me lo dijo. Sabía que
significaba algo para mí, pero no tenía que decirle a él qué.
Borde esperó, pero no dije nada más. Finalmente, suspiró.
—Estoy en una terrible posición, mi niña —dijo—. Ya no estoy
seguro en quién puedo confiar.
Levanté una ceja. Primero Gabe, ahora él. ¿No había una sola persona de
confianza en este lugar?
―Entonces ―continuó―. No estoy seguro de lo que puedo decirte.
Tengo que proceder con cautela, porque mi trabajo es de suma importancia.
―Esperó de nuevo, pero aun así, no dije nada.
Por último, la mitad de su boca se curvó en una sonrisa irónica.
189
―Eres una engreída, ¿no es así?
―Eso me han dicho ―le dije.
Sacudió la cabeza y murmuró algo en voz baja, y luego se levantó con
un gruñido.
―He tomado lo suficiente de tu tiempo, mi niña. Debemos hablar
más, más tarde. Gracias por seguirme la corriente con esta visita,
improductiva como ha sido.
Protesta se agitó dentro de mí. Había venido, pero no había
descubierto nada. Y, ¿el enigma?
―Espera ―dije rápidamente. Borde se congeló. La esperanza brillaba
en sus ojos y bailó en la línea de su cuerpo mientras se giraba.
―¿Sí?
―L-lo que dijiste antes. ―La tensión se juntó en mis músculos. No
quería decir esto, pero necesitaba saberlo. Necesitaba encontrar algo―.
¿Dónde has oído eso?
Me miró un largo rato, tomando una decisión.
―En un diario ―dijo finalmente, y luego se detuvo de nuevo―. Yo...
Espera aquí.
Salió de la habitación, moviéndose rápidamente, y me di cuenta de
que tenía una leve cojera. Me hundí en una de las sillas y miré alrededor. La
mayoría de los objetos repartidos por las mesas eran aparatos, piezas raras
de la tecnología que desafiaban clasificación o comprensión de mi parte. En
la mesa más cercana a mí yacía un poste de metal delgado con botones por
arriba y por los lados. Al otro lado de la habitación, líquidos de diferentes
colores brillaban en recipientes de vidrio. Toda la habitación olía a humo de
la pipa, polvo, y algo punzante y acre.
La mayoría de los estantes en la sala estaban llenos de papeles sueltos
o en cajas, pero un estante en la esquina sostenía una colección de libros
190
polvorientos. Me levanté de la silla y me acerqué, echando una rápida
mirada por encima del hombro para ver si Borde estaba por volver. No era
el caso.
Llegué a la plataforma y miré los títulos. La mayoría sonaba pesado y
académico, y algunos eran solo ficciones que no conocía, pero uno capturó
mi vista. Mi corazón latió dolorosamente mientras miraba, absorbiendo lo
que estaba ante mis ojos.
Las Parábolas del Invierno.
Mi corazón se desplomó. Mis padres habían poseído el mismo libro.
Gabe lo había encontrado y leído durante su estancia en la granja, y me
había dejado una carta en el después de su partida. Estaba en mi cuarto
ahora, en la casa de campo en La Helada. Estaba enterrado debajo de mis
calcetines de lana en el primer cajón de mi escritorio.
Acerqué un dedo para tocar el lomo. Las palabras brillaron en él,
burlándose de mí. Las Parábolas del Invierno. El título parecía casi profético,
dado el futuro de la nieve que se esperaba este lugar.
Pasos resonaron detrás de mí. Borde regresaba. Me alejé de los
estantes antes de que él entrase en la habitación.
En sus manos llevaba un bloc de notas de cuero. Lo tenía cerca de su
pecho, casi como si fuera un bebé o algo frágil, un objeto precioso al que no
quería renunciar. Se dejó caer en la silla frente a mí y sostuvo el libro en su
regazo. Me di cuenta de que quería que exigiese respuestas, pero en cambio,
esperé a que me explicara.
―La frase que te dije ―comenzó―. ¿Qué tejido secreto te mantendrá
caliente?
Asentí con la cabeza. Mantuve mi cara cuidadosamente compuesta a
pesar del nudo en mi estómago.
191
―Leí esa frase aquí, en esto. ―Pasó un dedo por la cubierta del
cuadernillo. Su boca se torció con una sonrisa dolorosa al correr el pulgar
por la esquina de las páginas, haciéndolas ronronear.
Quería estirarme y arrebatárselo de las manos. ¿Cómo podía tener eso
una adivinanza que mi familia había inventado? ¿A menos que mi padre la hubiese
tomado de otro lugar, consignando un viejo enigma en algo específico que solo se
relacionase con su familia? Debía ser eso. Pero, ¿por qué pues, esta persona me la
estaba repitiendo, en busca de una reacción? ¿Qué sabía? ¿Qué esperaba descubrir?
¿Era esto lo que Jonn quería que obtuviese de él?
Las preguntas quemaban dentro de mí.
Borde hizo un sonido de frustración desde lo profundo de su
garganta. Se levantó de su silla e hizo un gesto inquieto con una mano.
―No puedo confiar en ti. No puedo revelar lo que sé, todavía no. Y
ya es tarde.
―Yo... ―No tenía nada que decir. Era cierto. No confiaba en mí y yo
no confiaba en él.
Estábamos en un callejón sin salida. Y tal vez esto era algún ardid
inteligente de su parte, una trampa para hacerme hablar. No podía estar
segura.
Tenía que tener cuidado.
―Quiero algo de ti, también, pero tampoco puedo confiar en ti.
Se me quedó mirando un largo tiempo.
―No sé qué pensar de ti ―dijo.
Me eché a reír.
―¿Puedes encontrar el camino de regreso a los Cuarteles de los
trabajadores? ―preguntó.
―Sé el camino ―le dije.
192
―Bueno. ―Hizo una pausa―. Asegúrate de permanecer en él. Y
actúa con rapidez, cuida que no te ven.
Una vez más, el misterio de sus palabras me picaba. Asentí con la
cabeza y me fui a la puerta. La abrió para mí. Salí a la noche.
Intercambiamos despedidas. Él simplemente miró cómo entraba en la
cálida oscuridad y desaparecía de su vista.
El bosque a mi alrededor zumbaba con calma mientras iba por el
camino. Los aromas de pino y tierra llegaron a mi nariz en una brisa que
agitaba mi cabello e inflaban los puños de las mangas de mi abrigo. ¿Qué
tramaba Borde? Me había señalado y repetido un enigma que conocía desde
la infancia, y luego pedía reunirme con él aquí. Me había mostrado un
cuaderno, pero se negaba a dar cualquier información adicional, citando
falta de confianza. ¿De qué tenía miedo? ¿De quién? ¿O era toda una trampa
elaborada diseñada para desconcertarme?
Un sonido interrumpió mis pensamientos. El roce más leve, como de
metal contra la piedra. Me detuve.
Conocía ese sonido.
Por reflejo, examiné el bosque. Mi pulso latía en la garganta. Mi
respiración era demasiado fuerte en mis oídos cuando me esforcé por
escuchar. Las sombras yacían profundas y quietas a mí alrededor. A mi
izquierda, una rama de árbol se estremeció. No escuché nada.
Entonces...
El crujido fue fuerte y estrecho, casi encima de mí, y corrí sin pensar.
Años de práctica me impulsaron hacia adelante para buscar refugio en
los árboles. Las ramas golpearon contra mi cara y se engancharon mi ropa,
pero no me detuve hasta que me tambaleé a la seguridad debajo de una roca.
Agujas de pino cortaban la piel de mis palmas. Mi cabello estaba
pegado en mechones por el sudor en mi cuello. Me quedé tendida,
respirando con dificultad, buscando señales de movimiento.
193
Y lo vi.
Un movimiento, un rizo de la actividad, un solo movimiento fluido
en la oscuridad. Algo cambió, se agitó, surgió.
La luz de la luna brillaba a lo largo de la columna vertebral de aspecto
siniestro y brillaba contra el cuello. Rojo brillaba en los ojos rastreadores.
Una boca abierta, dientes brillantes.
Un Observador.
194
Traducido por Jeyd3 y SOS por QueenDelC & Kirara7
Corregido por Iska
—¿Qué ha pasado? —dijo abruptamente Claire con horror mientras
veía mi cara la mañana siguiente.
—Choqué contra una rama —contesté, lo que era verdad. Fui incapaz
de pensar en una excusa más adecuada mientras tocaba cautelosamente las
laceraciones en mis mejillas porque no había dormido. Apenas podía
pensar.
Sabía lo que había visto.
Mi pecho se apretó al recordarlo. Había permanecido en la maleza
hasta que la criatura pasó. No se podía negar lo que era. Los dientes, los
brillantes ojos rojos, el feroz resoplido de su caliente aliento. Había
regresado al pueblo corriendo a tropezones, vulnerable y aterrorizada, sin
ninguna flor de invierno o puños bordados para protegerme. Si los
monstruos hubieran atacado, no habría tenido nada. Por primera vez en mi
vida, había estado completamente vulnerable contra las criaturas, y la
sensación me aterraba.
—Si ves a Garret —le dije a Claire—, dile que debo hablar con él
enseguida.
195
Gabe me encontró cuando estaba terminando mi trabajo en El
Laboratorio.
—¿Qué pasa? —él preguntó, atrayéndome a la privacidad de un hueco
y tomando mi cara en sus dos manos. Su toque era tan gentil que mis ojos
casi hormiguearon con lágrimas—. Claire dijo…
—Vi a un Observador en los bosques —dije.
Él sacudió su cabeza mientras exploraba los cortes en mis mejillas
cuidadosamente.
—Estabas imaginando cosas. Oíste los vehículos de transporte, tal
vez. Son ruidosos e imprevistos. O uno de los vehículos…
—No estaba imaginando nada. Sé exactamente lo que vi. Los he visto
múltiples veces. Los ojos rojos. Los grandes dientes. Las garras…
—Lia —él dijo, su tono persuasivo—. Es imposible. No hay
Observadores aquí.
—Estás equivocado —dije—. Vi a uno anoche en los bosques.
—¿Dónde? ¿Cerca de El Laboratorio? ¿Del Centro de Seguridad?
—No exactamente. Estaba cerca… —me detuve. No podía decirle
sobre Borde. Todavía no. Necesitaba pensar en eso un poco más—. Aunque
no estaba lejos de ahí.
Lo podía ver repasando cosas en su cabeza, probablemente tratando
de escoger la respuesta más gentil y tranquilizadora. Me dolía. Estaba
tratando de calmar lo que él creía que era pánico por mi parte, histeria
femenina causada por la presión.
196
—Estás exhausta —dijo finalmente—. Todavía estás recuperándote de
tu salto. Solo ha pasado una semana. Has tenido una gran transición…
—Gabe —interrumpí—. No me imaginé esto. Pretender que lo
inventé todo no lograría nada.
—Lo siento —él dijo—. Pero no hay Observadores aquí. Tiene que ser
algo más.
—O estás equivocado sobre eso.
Él suspiró.
—Escucha, ¿qué quieres que haga?
—No lo sé. Solo… no sé qué significa. Y necesito algunas flores de
invierno.
—Está bien. —Me dio una sonrisa cansada—. Te encontraremos
algunas flores de invierno.
Todavía me sentía molesta porque me estaba siguiendo la corriente.
Sabía lo que había visto. Había Observadores aquí. Estaba segura de ello.
Encontramos los arbustos de flores de invierno. Crecían silvestres a
intervalos alrededor del pueblo y en algunos de los campos cercanos, pero la
mayor parte de ellos crecían en un exuberante hueco entre dos colinas. Las
flores cubrían las colinas como nieve, y por un momento me sentí casi
como si estuviera de vuelta en casa, en La Helada. En la distancia, el techo
blanco de un reluciente edificio se curvaba y precipitaba en fantásticas
formas, como un pájaro listo para volar. Una fuente brillaba ante un camino
curvo, y en la distancia podía ver destellos de los rieles que llevaban los
197
rápidos y silenciosos trenes. Todo era extraño para mí, un paisaje mágico y
atemorizante de otro mundo.
—¿Qué es este lugar? —pregunté.
—Esa es la casa el Director del Recinto —Gabe dijo—. Trabajo como
jardinero aquí a veces. Bonito, ¿verdad?
¿Bonito? Resoplé. Hacía que la casa del Alcalde en mi aldea luciera
como una choza en comparación. Pero eso me hacía pensar en Ann, y
pensar en Ann traía una puñalada de dolor. Desvié mi mente de vuelta a las
flores de invierno.
—Hay tantas aquí.
—La flor de invierno es en realidad el símbolo del Recinto, ves. La
esposa del Director la escogió. Y no es nativa de esta área —explicó él
mientras yo arrancaba algunas fragantes flores de sus tallos y las sostenía
bajo mi nariz—. En realidad no les va tan bien aquí con el calor, pero son las
flores favoritas de la esposa del Director del Recinto, así que ella hizo que las
trajeran. Son trasplantadas de regiones más frías, donde fueron diseñadas
para soportar temperaturas extremas. Aquí crecen como flores silvestres. Se
están esparciendo por todas partes.
Así que este fue el origen de nuestras preciosas flores. Los caprichos
de la mujer de un hombre rico. Entrecerré los ojos de nuevo hacia la
magnífica casa en la distancia. Esa mujer, quienquiera que fuera, no tenía ni
idea lo que su jardinería produciría dentro de quinientos años en el futuro.
No tenía ni idea de que un día niños con capas andrajosas atarían estas
flores alrededor de sus cuellos y muñecas para mantenerse a salvo de
monstruos de ojos rojos que vagaban por un páramo congelado.
El pensamiento me puso triste, nostálgica y un poco molesta.
Ensarté algunas de las flores en una cuerda y las colgué en mi cuello.
Luego arranqué otras más para llevarlas de regreso a mi cuarto. Las colgaría
para que se secaran y así poder hacer más collares después.
198
Cuando levanté la cabeza, encontré a Gabe mirándome. Su mirada
era suave, abierta, y de repente me sentí nerviosa sobre lo que él diría.
—¿Has vuelto a hablar con Jacob desde la junta de la noche? —
pregunté.
—No realmente —dijo él—. Él ha estado ocupado. El Centro de
Seguridad tiene un nuevo proyecto en el que han estado trabajando. Con el
aumento de visitas de las ciudades sureñas han necesitado seguridad extra.
La mayoría de su tiempo y atención han estado enfocados ahí. El Recinto
está tomando nuevas responsabilidades en cuanto a manejar la Enfermedad.
Están buscando una cura.
—¿La encuentran? —pregunté suavemente.
Él se rió, pero era un sonido impotente.
—No lo sé. Nuestros libros de historia no se extienden tan atrás en el
tiempo —él dijo—. Pero si la encuentran, se pierde. Nadie sabe cómo
curarla en nuestro tiempo, sabes.
—¿Podemos hacer algo para ayudarles?
Él sacudió su cabeza.
Me sentí extraña, inquieta. Estábamos fuera de lugar aquí, viendo a
estas personas batallar, sabiendo que todo se caería en pedazos pero no
sabiendo por qué.
Después de recolectar suficientes flores, me dirigí hacia El Laboratorio
para hacer mis tareas. La esencia de las flores de invierno colgando de mi
cuello me rodeaba mientras limpiaba los suelos de El Laboratorio,
haciéndolos brillar incluso más de lo que ya lo hacían. Por fuera, puede que
luciera tranquila, pero dentro de mi cabeza estaba repasando las diferentes
cosas que había aprendido y visto en los últimos dos días.
No había visto de nuevo al Doctor Borde. Necesitaba acercarme a él,
acordar otra reunión. ¿Cuál era el significado de ese diario que me había
mostrado? ¿Cómo había conocido el acertijo de mi padre? Tenía tantas preguntas,
199
y no había ninguna respuesta a la vista. Y Jonn e Ivy… ¿estaban a salvo? ¿Bien
alimentados? Traté de decirme que Everiss los cuidaría, pero el pensamiento
me daba poco consuelo. Y Adam no estaba ahí para ayudar. La
preocupación se torció en mi estómago como una serpiente.
Estaba tan preocupada por mis pensamientos que casi no escuché el
pisar de unas botas contra el suelo. Justo a tiempo, quité la cubeta del
camino y presioné mi espalda contra el muro a la vez que una línea de
individuos uniformados en rojo y negro rodeaba la esquina, casi corriendo.
Sus rostros eran del color del detergente, y sus bocas estaban apretadas en
finas líneas.
Entre ellos, dos de los hombres uniformados medio arrastraban,
medio llevaban una gimiente figura. El sudor llenaba un rostro amoratado,
y saliva corría entre sus labios partidos. Manos estiradas hacia la nada. Ni
siquiera podía decir si el que sufría era un hombre o una mujer. La figura
resoplaba, jadeando como un animal. Temblores descendieron por mi
espalda y recorrieron mis manos. ¿Era la Enfermedad?
El grupo giró en la esquina siguiente y desapareció. Todo lo que
quedó fueron gotas en el suelo y la marca de huellas en la humedad del
suelo que acababa de limpiar.
Un nudo de presagios se amarró a mi pecho.
Esa noche, en el comedor, una corriente de cansancio se plantó en el
aire. Los trabajadores murmuraban y se dirigían oscuras miradas entre ellos
mientras pasaban su comida. La tensión en la habitación se deslizó en mi
sangre y me apretó los músculos. Me senté con Claire. Ella parecía estar
afectada de manera similar; apenas tocó su comida. No hablamos.
Detrás de nosotras, escuché a dos trabajadores susurrar.
200
—Escuché que hoy trajeron a un hombre. Un hombre infectado.
—Está bajo cuarentena —murmuró otro—. Lo tienen bajo control.
—¿Por qué lo traerían aquí? ¡Tiene la Enfermedad!
—No hay prueba de ello. Lo están negando.
—No, no, es verdad. Algunos de los empleados de limpieza en El
Laboratorio lo vieron.
—No lo creo.
Recordé el rostro morado y los gritos ahogados de la persona
infectada. Cerré mis ojos y tomé otro bocado de mi comida. A pesar de mi
falta de apetito, el alimento no era una cosa que había que despilfarrar. Solo
quedaban cinco días para que regresáramos a mi tiempo, y necesitaba
absorber cada pedazo de fuerza que pudiera de este lugar mientras estuviera
aquí.
Cuando Claire y yo dejamos el comedor y nos dirigimos a nuestras
respectivas estaciones de trabajo, vi a trabajadores vestidos de gris salir de
un vehículo en la entrada del pueblo. Llevaban máscaras sobre su boca y
nariz, y guantes en sus manos. Un hilo de pánico se hundió en mi
estómago, pero aparté la sensación. No había tiempo para tener miedo. No
podía permitirme perder la cabeza ahora.
Los pasillos de El Laboratorio vibraban con actividad frenética.
Profesionales con túnicas blancas susurraban en las entradas, y trabajadores
corrían de un lado a otro con expresiones indescriptibles plastificadas en sus
rostros. Unos cuantos trabajadores de limpieza se resbalaron a través de la
confusión, silenciosos como siempre. Jugueteé con mi trapeador y miré
todo desde una distancia segura, pasando desapercibida y sin ser observada.
Cuando nadie me miraba, salí por uno de los pasillos hacia el lugar en
donde trabajaban los científicos.
Escaneé las palabras en el muro, signos marcados donde estaba el
cuarto de cada científico. Finalmente, vi el nombre de Borde. Mi corazón
soltó un golpe seco. Miré alrededor para asegurarme de que nadie miraba y
201
luego puse mi dedo en la perilla. Esperaba que estuviera cerrada, pero la
puerta se abrió.
Me deslicé adentro y dejé una nota sobre su silla. No la firmé, pero
sabía que él sabría que era yo quien la había dejado.
Mientras dejaba la habitación, casi me caí de bruces. Dos mujeres con
uniformes rojos y negros pasaron delante de mí como bólidos, y algo en sus
expresiones me hizo tomar interés. Se dirigían hacia la cámara de
embarque, que estaba a solo unos pasillos de distancia.
Después de un momento de vacilación, las seguí. Las puertas sisearon
al abrirse para dejarlas pasar, y me deslicé adentro justo antes de que los
paneles se cerraran de nuevo.
La habitación tenía eco por el ajetreo. Las mujeres uniformadas
cruzaron la vasta distancia que había entre el Portal y yo. No miraron hacia
atrás. Lejos, podía ver a algunos científicos con batas blancas esperando.
Uno caminaba de un lado al otro; el otro estaba de pie con los brazos
cruzados y su cabeza ladeada. Mi estómago dio un vuelco cuando me di
cuenta de que era el Doctor Borde y di un paso hacia atrás, pero él no miró
en mi dirección. Probablemente estaba demasiado lejos como para que me
notara.
El Portal estaba vivo. Rayos de luz brillaban junto al suelo y
parpadeaban en las uniones de la estructura. Un chisporroteo atravesó el
aire y subió sobre mi piel expuesta, haciendo que mi cabello se erizara.
Probé el sabor del metal cuando inhalé.
Una luz repentina salió de la boca del Portal, y una pulsación de
sonido atravesó el aire como una exhalación. Un séquito de figuras de
repente estaba inclinado sobre el área de aterrizaje, frescos después de un
salto, la mayoría de ellos con las manos sobre sus rostros. Saltar no era
placentero para muchos, y ahora lo sabía por experiencia.
Un hombre se levantó, pareciendo no estar afectado por los efectos
desorientadores del viaje. Largo cabello caía en cascada sobre sus hombros
202
en una onda, y llevaba guantes blancos y un uniforme violeta oscuro.
Mientras miraba, el Doctor Borde y los otros científicos se le acercaron.
Supuse que esas personas eran de las colonias o de algún lugar por el
estilo.
—No deberías estar aquí —dijo una voz detrás de mí, y me di la
vuelta con un salto.
Era el hombre de cabello oscuro que había visto antes, en mi primer
día en El Laboratorio. Doctor Gordon, alguien le había llamado así. Él estaba
a unos metros, mirándome con curiosidad. Sus cejas estaban arqueadas y su
boca curveada en una sonrisa retadora. Él usaba la bata blanca de un
científico.
—Soy una fregadora —dije, buscando mi placa.
Él parpadeó rápidamente.
—Los fregadores nunca hablan.
—Yo sí.
—Bueno —dijo él—. No estás autorizada a entrar en esta reunión. A
todo el personal se le dijo que se fuera. ¿No lo escuchaste?
—No —dije, negándome a parpadear.
—Bueno, ahora ya lo sabes.
Le di una última mirada a la escena del Portal mientras me iba. El
hombre con el uniforme púrpura se había alejado de la pista de aterrizaje y
estaba saludando al Doctor Borde. Tenía una expresión fría y soberbia,
como si fuera el encargado de limpiar un basurero. No podía ver el rostro de
Borde porque él estaba de espaldas, pero escuché a alguien mencionar la
Enfermedad, y la palabra flotó como una maldición en el aire. Entonces las
puertas se cerraron y estaba sola en una sala reluciente con mi corazón
latiendo contra mis costillas y mi piel sonrojada. Solo cuatro días más hasta
el salto.
203
Un silbido en el aire y todos los fregadores a mi alrededor levantaron
sus cabezas. Ellos se alejaron, dejándome sola. Yo nunca corría cuando el
resto de ellos lo hacía. Seguí limpiando, acompañada por mis pensamientos,
hasta que una voz me interrumpió.
—Recibí tu nota. Necesitamos hablar.
Levanté mi cabeza y vi al Doctor Borde parado frente a mí, sus
manos retorciéndose juntas. Él parpadeó rápidamente.
—¿Ahora? —Miré a mi alrededor, a la sala que nos rodeaba. Todos los
fregadores se habían ido. Éramos solo yo y el Científico.
—Ahora. Ven conmigo.
Él se alejó, sin esperar que yo aceptara. Dudé, pero no por mucho. Él
dobló la por la esquina y yo estaba justo detrás de él, siguiendo su ondeante
abrigo por el pasillo hacia una habitación oscura. No su oficina. Un
armario. Mi cabeza chocó con la bombilla colgada a una corta distancia, y
mi hombro chocó con un estante antes de que encontrara el interruptor y
hurgara en este para hacer que la linterna de encima brillara.
—No hay mucho tiempo. —Él se volvió para verme tan pronto como
el lugar se hubo iluminado—. Te vi en la bahía Arrival ayer —dijo él—,
cuando el inspector de salud vino.
No asentí ni sonreí ni fruncí el ceño. No dejé que mi expresión dijera
algo. Borde dejó salir otro suspiro.
—Tú buscas atraparme —dijo él, tocándose su frente con las dos
manos.
—Solo quiero saber qué quieres de mí.
Presionó un puño sobre su boca. Podía leer el conflicto en su
expresión.
—Creo… creo que no eres de aquí.
204
El pánico apareció en mi estómago, pero mantuve mi rostro
controlado.
—No lo soy —dije. Las cejas de Borde se juntaron rápidamente.
—Soy… soy de la costa —dije rápidamente
—Oh —dudó él. Se detuvo—. Yo… eso no era… no, no, he tomado
demasiado de tu tiempo.
—Espere —dije, agarrándolo de su manga antes de que se alejara—.
Hay algo..… necesito algo de usted. Si tiene preguntas para mí, las
responderé como intercambio.
Él se puso pálido.
—¿A cambio de qué?
—Esto. —Le entregué el papel que Jonn me había dado. Él lo abrió y
escaneó su contenido. Luego exhaló. Alzó sus ojos hacia los míos.
—¿Es todo lo que quieres?
—Sí —dije firmemente.
—Bien. Encuéntrame de nuevo en mi habitación privada, la misma de
antes. Tendré lo que necesitas esperándote.
—Espere —dije, antes de que pudiera irse—. ¿Por qué vino el
inspector de salud aquí? ¿Qué sucede?
—Mi niña —Borde dijo—. ¿No lo has oído? Tuvimos nuestro primer
caso de la Enfermedad.
205
Traducido por Darklady88 & Eva Masen-Pattinson
Corregido por Xhessii
Tres días para el salto, y todos estaban asustados. Los susurros se
arremolinaban como el humo a través de todo el Recinto, contaminando la
atmosfera y llenando de miedo los pulmones de todos. Los rumores en los
labios de todos eran como en Cuarentena. Nadie sabía algo tangible. Nadie
sabía nada.
Excepto yo.
El doctor Borden lo había dicho. La Enfermedad está aquí.
Me moví como si estuviera en un sueño. Los pasillos brillantes de El
Laboratorio y los bosques oscuros y cálidos camino al Centro de Seguridad me
rodeaban como delirios. El control se me escurría, y los pensamientos en la
cabeza se movían constantemente entre la misión, mis seres queridos en
casa, y la Enfermedad. ¿Qué tal que uno de nosotros se contagie? ¿Y si lo llevamos
de vuelta a La Helada?
Esa noche, me deslicé de los Cuarteles y me dirigí hacia el Centro de
Seguridad. La sangre ardía en mis venas mientras corría, porque tenía una
misión. Antes de que terminara, volví al laboratorio privado de Borde.
El miedo hervía a fuego lento en la sangre, pero empuje la sensación lejos de
mí. No había tiempo de distraerme.
Estaba tan absorta en los pensamientos que apenas escuché el
chasquido de las ramas. Había crecido de forma permisiva en los días de
relativa seguridad.
206
Una mano me agarró. Di un grito ahogado, maldije y caí. Unos dedos
presionaban mi boca y unos ojos miraban los míos.
—No grites —siseó una voz.
Jacob.
—Jake —espeté—. Pensé que eras un Observador. —Recogí del piso el
collar de flores de invierno roto y lo arrojé a la maleza.
—¿Un Observador?
—Los monstruos —dije—. Seguro los recuerdas de cuando pasaste por
La Helada antes de venir aquí.
Algo cambio en su mirada, una señal de entendimiento que insinuaba
algo más, pero se arrastró lejos antes de que pudiera analizarlo o investigar
más.
—Ah sí —dijo—. Lo recuerdo. Pero no son… —Se detuvo.
Aparentemente intentar discutir conmigo no tenía importancia ahora.
—¿Qué quieres? —Sacudí ramitas y suciedad del uniforme y retire los
mechones de cabello de la cara.
—Tenemos que hablar de los DLP —dijo.
La sospecha me pinchó. Levanté las cejas levemente, mostrando
sorpresa y nada más. No la sospecha.
—¿Qué pasa con eso?
Dudó.
—La Enfermedad está aquí, Lia. —Rechazaba usar mi nombre falso
cuando estábamos solos, y la elección de usar mi nombre real agudizó mi
atención. Lo que sea que fuera a decir, era algo serio para él.
—Sí —concordé.
207
Volvió la cabeza y miró dentro de las sombras del bosque. Parecía
estar escogiendo las palabras cuidadosamente, pero al final hizo un sonido
de frustración. Paso una mano por su cara.
—No puedo dejar a mi gente aquí.
—¿Tu gente?
—Los Fugitivos. Los Viajeros. Ahora son mi gente. Hemos sido
familia por años. He cuidado de ellos. No puedo abandonarlos, no ahora.
No con la Enfermedad diseminándose y todo cayéndose a pedazos…
Las órdenes de Atticus volvieron a mi mente. Vi su mirada en mi
mente, tan fría y despiadada. Como la de una serpiente. Sus amenazas se
cernían en la memoria.
—No puedo permitírtelo —dije automáticamente, pero mi mente
estaba revuelta de pensamientos. Entendía su posición. Por supuesto que sí.
Si yo estuviera en su lugar, me sentiría igual. Sabia sin lugar a duda que
Ann, Adam y el resto fueron dejados atrás… bueno, nunca lo habría hecho.
Pero también tenía órdenes. Y habría consecuencias si fallaba.
Estábamos en un callejón sin salida. ¿Quién parpadearía primero?
Presioné los labios firmemente hasta ponerlos en una línea. Estaba tan tosca
como el hielo que cubría el río, endurecido por años de nieve, viento y
ataques de Observadores. No me rompería.
Los ojos de Jacob se redujeron a ranuras al ver mi resolución.
—No iré si ellos no van.
Necesitaba pensar, hacer un plan. Y no iba a hacerlo de pie, no en una
oscuridad así y no cuando estaba tan nerviosa.
—Tengo que llegar al Centro de Seguridad —exhalé—. Hablaremos de
esto mañana.
No sabía si me dejaría ir, pero asintió y dio un paso atrás.
—Bien —dijo.
208
Me deslicé por el camino hacia el Centro. Los pulmones me dolían y
la piel brillaba por el sudor.
¿Por qué ahora?
Un par de horas después golpeé en la puerta del Doctor Borde.
En un momento de suspenso pensé que no iba a contestar, pero luego
escuché deslizar los seguros. La puerta siseó y Borde me miró con los ojos
enrojecidos y el cabello enredado. Las mangas de su camisa estaban
remangadas hasta los codos, y una mancha adornaba el bolsillo del pecho,
evidencia de una comida nocturna rápidamente consumida.
—¿Tienes lo que te pedí? —pregunté.
—Sí —dijo—. Pero… no sé si pueda confiar en ti. Tienes que hacer
que valga la pena dártelo.
—Está bien —dije—. ¿Cómo?
—¿Trabajas… trabajas para el Doctor Gordon?
—¿Qué? —La confusión me inundó. ¿Ése científico ruin?—. No. ¿Por
qué?
Border frunció el ceño, luciendo poco convencido.
—Es un hombre brillante… y un profesor rival. Pensé que… bueno, no
importa. Entra, Lila.
Respire hondo e hice una jugada desesperada.
—De hecho, mi nombre no es Lila. —Sus manos se quedaron quietas
sobre la puerta—. Es Lia. Lia Weaver.
209
Sus cejas se elevaron ampliamente ante la palabra Weaver, y toda su
expresión cambio. Dio un paso atrás.
—Entra de una vez y cuéntamelo todo.
Crucé el umbral y entré a un cuarto repleto de estantería y mesas.
El olor de algo cocinándose encontró mi nariz. La puerta se cerró detrás de
mí, y el corazón me latió con fuerza. ¿Realmente iba a hacer eso? Tenía que
proceder con cuidado. Darle la información suficiente para que me dé lo
que necesito saber.
—Siéntate, siéntate —balbuceó Borde—. Deja que te traiga algo de té.
Se escabulló, dejándome de pie en medio de la habitación. Las piernas
me temblaban con un repentino ataque de nervios, por lo que me senté en
una de las sillas que había señalado. La estructura crujió y el polvo salió de
los brazos y me senté. Borde volvió con una taza humeante en las manos.
La tendió y luego se sentó en la silla frente a la mía.
—Por favor —dijo—. Continúa, por favor.
Cerré los dedos alrededor del borde de la taza de té dentro de las
palmas y me incliné hacia adelante.
—Primero, lo que te pedí.
Asintió y se levantó de nuevo. Desapareció dentro de otro cuarto y
volvió con una caja estrecha hecha de un material extraño y liviano. Estaba
cerrada herméticamente. La puso en la mesa a mi lado.
—Todo está exactamente de acuerdo con las instrucciones que me
proporcionó —dijo, y lamió sus labios en forma nerviosa—. Ahora…
—Espera —dije—. También necesito más información.
Estaba muy quieto, como si yo blandiera un cuchillo, y estuviera
tratando de calcular la mejor manera de desarmarme
—¿Ah sí?
210
—La Enfermedad… ¿Qué es? ¿Qué la causa? ¿Cómo te contagias…
como sabes si estás infectado?
Bajó la cabeza por un momento y relajó los hombros. Agudicé la
atención. Había estado esperando que preguntara algo más. ¿Qué?
—Yo… Es información clasificada…
—Dime —exigí.
Él frunció.
—La Enfermedad puede pasar a través del aire o si uno es atacado por
el infectado, a través de la sangre. Mordido.
—¿Mordida? ¿Cómo de animales?
—Algunos animales no son afectados y otros… —dejó de hablar y yo
entendí—. Ratas, por ejemplo, son susceptibles. Los caballos no lo son.
Esperé a que continuara.
—Los infectados al principio experimentan sangrados por la nariz,
capilares rotos en los ojos, enrojecimiento de la piel, encillas sangrantes.
Solo empeora desde ahí. Los síntomas aumentan en vómitos, coma, muerte.
Menos del veinticinco por ciento de los infectados sobrevive, y esos que lo
hacen son… transformados.
—¿Transformados? ¿Cómo?
Él negó con la cabeza.
—Todavía no lo entendemos completamente. Todavía no.
—¿Es por eso que trajeron ese hombre infectado aquí?
No respondió.
La frustración burbujeaba dentro de mí, pero la diluí y tome un fuerte
respiro. Esta era la parte en la que debía proceder cuidadosamente. No podía
211
espantarlo, él estaba muy nervioso, claramente y tampoco podía decirle
mucho.
—¿Hay alguna manera de tratar la Enfermedad?
—Que hayamos descubierto, no —admitió y sus ojos voltearon a la
izquierda, enfocándose en la puerta. Frunció, pero luego las arrugas en su
frente se suavizaron mientras volteaba hacia mí.
—Tu turno —dijo—. Dices que tu nombre es Lia, no Lila. —Dudó
tanto tiempo que el silencio se hizo muy grueso, casi sofocante. Quería
gritar, pero mantuve la compostura. Finalmente Borde preguntó—. ¿De
dónde eres realmente?
La pregunta se mantuvo entre nosotros como tan presente como un
arma. Me sostuve contra la silla. No podía respirar. Las palabras en mi boca
quemaban mi lengua, pero las forcé a salir. Sentí su poder cargando el aire
mientras hablaba.
—Soy de aquí, realmente. Pero no soy… no soy de este tiempo.
Borde exhaló agitadamente.
Esperaba que él se riera o volteara sus ojos o que demandara mi
partida. Pero no hizo ninguna de esas cosas, en su lugar, lloró.
Lloró.
Medio me levanté de mi silla.
—¿Te has vuelto loco?
—Estoy bien —masculló, secando sus ojos con su muñeca derecha—.
Perdóname. Es solo que esto es muy abrumador para mí. Me he preguntado
por mucho…
—¿Preguntado qué? —demandé. Mi impaciencia desmoronándose;
necesitaba respuestas. Me estaba quedando sin tiempo.
212
—Sí, sí —dijo a sí mismo—. Por supuesto. Ella probablemente vino
por medio del aparato, pero, ¿por qué?
Ella. Estaba hablando de mí. El Aparato. Ansiedad quemaba un hoyo
en mi estómago. ¿Qué era lo que él sabía?
—Dime —dije.
Borde levantó su cabeza. Sus ojos ardían con emoción. Juntó sus
manos.
—Por algún tiempo ahora —dijo—, he estado trabajando en planes
para un dispositivo. Un dispositivo que te permitirá viajar no solo a través
del espacio, como el Portal, pero sí a través del tiempo.
Me quedé quieta.
—¿Y?
—No lo he terminado todavía. Estoy atorrado. Pero tengo el diario y
prueba que tendré éxito algún día.
El cuaderno que me había enseñado antes. Los pelos de mi cuello se
encresparon.
—Dime acerca del diario, Borde.
Se encogió ante la forma brusca en que dije su nombre.
—Yo… yo realmente no sé de dónde vino. Es muy antiguo, parece. El
cuero está roto y desteñido. Las páginas están llenas con garabatos,
inscripciones… frases que no entiendo.
—Pero, ¿qué tiene eso que ver conmigo? —Estaba divagando ahora.
Tenía que hacerlo concentrar.
Borde sacudió su cabeza. No me iba a decir. Todavía no.
—¿Qué hay con el acertijo? —demandé.
Borde parpadeó.
213
—¿Acertijo?
—¿Qué secreto tejido te mantendrá caliente? —Mientras las palabras
dejaban mis labios, temblé. Se sentía extraño y mal hablar de ello aquí, en
este tiempo extraño tan lejos de mi hogar, mi gente, mi Helada.
—Está escrito en el diario —dijo—, una y otra vez.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Me levanté de la silla y caminé de
un lado a otro.
—¿Qué es la frase? —preguntó, observando mi rostro.
—Es un acertijo inventado por mi padre —dije—, para entretenerme
junto a mis hermanos cuando éramos niños y para… comunicar un secreto
sobre la locación de un artefacto para viajar en el tiempo.
La expresión de Borde se volvió puro asombro. Sus ojos se
ensancharon y su boca se abrió.
—Oh —dijo.
—Tal vez he dicho demasiado —dije—, pero tú no has dicho lo
suficiente.
—Hay varias cosas que no puedo decir. Es secreto, todos mis planes y
progresos…
—¿Quién más sabe sobre el diario? —interrumpí.
—Nadie —dijo—, mi esposa lo sabía, pero ya no está. Mis hijos no
saben nada. Mis compañeros de trabajo no saben nada.
Eso me hizo sentir más a salvo. Deje de caminar para examinarlo. Se
miraba sincero, pero todavía no estaba segura que podía confiar en este
hombre, aunque tal vez tenía muy poca opción. Si Jacob supiera lo que he
estado haciendo —o Atticus— estarían enojados. Tal vez peor.
Pero, él tenía información y la necesitaba.
—¿Puedo ver el diario?
214
Las manos de Borde se inmovilizaron en su regazo. Se recostó hacia
atrás.
—Yo… está lleno de cosas secretas. Si tú fueras una espía…
—Podrían haber cosas que ya conozco —insistí—, cosas que podría
entender.
Borde sacudía su cabeza.
Traté de mantenerlo hablando. Por lo menos había estado dispuesto a
hablar de la Enfermedad.
—¿Puedes decirme algo más sobre la Enfermedad? —dije.
—No sabemos más —insistió—. Estamos estudiándola, pero… la
mayoría de cosas que sabemos son rumores y fantasía.
—¿Cómo se cura?
—Las víctimas son aisladas para que no puedan infectar a nadie más.
A medida que progresan en las etapas de infección, se desorientan, algunas
veces deliran. Atacan a otros en algunos casos, muerden, aruñan y esparcen
la enfermedad más rápido que lo normal. Una persona que respira el aire de
un infectado puede contagiarse de la Enfermedad. Una persona mordida
seguramente lo hará. Esos que están infectados deben ser puestos en
cuarentena, mantenidos bajo vigilancia.
Respiré lentamente.
—Y, ¿si la Enfermedad no los mata?
—Entonces, ya no son susceptibles a contagiarse de nuevo —explicó.
De hecho, víctimas en recuperación de la Enfermedad a menudo son
físicamente más fuertes. La Enfermedad parece arreglar muchos problemas,
cosas que de otra manera habrían permanecido dañadas. Desórdenes en los
ojos, problemas de autoinmunidad…
Absorbí esto. Era fascinante.
215
—Y, ¿puedo llevar la Enfermedad en mi ropa, mi cuerpo, incluso si no
estoy infectada?
—Sí, aunque se esparce mucho más rápido a través de los infectados.
Necesitábamos alejarnos lo más pronto posible. No podíamos
arriesgar quedarnos más tiempo, sin importar lo que Jacob quería. Mi
corazón palpitó.
—Gracias —dije—. Ahora, necesito algo más antes de irme.
Esperó.
—Necesito ver el diario.
Sacudió con su cabeza.
—No puedo. Lo siento, pero no puedo confiar en ti lo suficiente como
para revelarte sus contenidos. Todavía no.
Hice un pequeño ruido de frustración. Tal vez pensó que tenía
semanas, meses para observarme y determinar mi nivel de confianza, pero
solo tenía ¡días! Y no podía decirle eso. No podía revelar nuestra salida
programada a nadie. No era seguro.
—De acuerdo —gruñí—. Deberíamos de hablar de esto otra vez. No le
digas a nadie lo que te he dicho.
—Claro que no —dijo él—. Nadie más lo sabrá. Y… ¿y tú?
—¿A quién le voy a decir? —dije, pensando que no me atrevería a
revelar lo que le había hecho a Jacob. No estaba segura de que podría decirle
a Gabe. No ahora, todavía no. Tal vez una vez que estemos a salvo en La
Helada.
Casi me reí de la idea que La Helada era más segura que este lugar.
Pero en alguna manera, lo era. Al menos en La Helada, sabía las reglas,
sabía la manera en que el mundo funcionaba, y sabía cómo navegar en ese
mundo, peligroso como podía llegar a ser.
216
—Tengo que irme —dije—. Pero hablaremos de nuevo.
Esperaba que fuera cierto, porque necesitaba ver el diario. Sabía que
había cosas que no estaba diciéndome. Tenía algo que ver con mi familia…
pero… ¿qué?
Recogí el contenedor sellado, la cosa que contenía el secreto de Jonn,
y me fui.
217
Traducido por Angie_kjn
Corregido por Xhessii
Dos días hasta el salto, y yo era un río de nervios. Mi trabajo pasó en
un borrón. Me moví como una mujer muerta a través de las comida, a
través de los deberes. Finalmente, después de que la oscuridad descendiera
en el campamento, paseaba por el suelo de mi pequeña habitación como un
animal enjaulado, haciendo pequeños ruidos de frustración mientras trataba
de resolver el enredo de problemas en mi cabeza. Jacob quería traer a todo el
mundo. La Enfermedad hacía todo mucho más complicado. Y ahora Borde
tenía un diario que contenía los secretos de mi familia. Tenía que saber que
más contenía.
Si tenía uno de los acertijos de mi padre, ¿qué más podrían contener
las páginas? La posibilidad ardió dentro de mí como una estrella, tan
brillante que amenazó con consumirme.
Un golpe sonó levemente en la puerta. Me detuve y miré la puerta,
mi corazón martillando y mi boca estaba seca. ¿Quién podría ser? ¿Claire?
Respondí la puerta. Era Gabe.
Ver su rostro mandó una ráfaga de seguridad a través de mí, y me
recosté contra el marco de la puerta y cerré mis ojos brevemente. No tenía
la audacia para abrazarlo, pero le sonreí. Además eso era suficiente para
transmitir mis sentimientos.
—Hola —dijo. Sus ojos eran serios, casi ilegibles—. Luces pensativa.
218
—Tengo mucho en mente —dije, deslizando mi mirada sobre él—.
También luces pensativo.
Mi cuerpo entero era un río de nervios y ansiedad. Los sentimientos
estaban masticándome desde el interior. Mis ojos ardían, pero no me rompí
en lágrimas. Solo respiré en el aire, la esencia del bosque y el viento. Gabe
deslizó sus brazos alrededor mío.
—Mañana nos vamos —dijo—. Podremos lidiar con todo después de
eso.
—Jacob quiere que lleve a todos —dije.
—Pero, ¿qué quieres que él haga? ¿Dejarlos aquí? No puede hacer eso.
Suspiré, una admisión de impotencia.
—A veces no hay buenas respuestas, Gabe.
Él no respondió.
Finalmente, me desenredé de la comodidad de sus brazos. Necesitaba
dormir, aunque no estaba segura de sí lo encontraría esta noche.
—Te veré mañana —dije, y presionó sus dedos contra los míos en
forma de promesa.
Cuando llegué a la habitación, todavía tenía una mueca de angustia.
Me paseé hasta que mis pies dolieron, y luego me recosté en la cama y
ensayé todo lo que debería hacer. Mis dedos picaron queriendo tocar el
dispositivo, sentirlo a salvo en mis manos. Me di la vuelta y me subí, apoyé
en mis manos y rodillas, escarbando debajo de la cama, el lugar en el que
metí el empaque entre el armazón de la cama y la pared. Un escondite
secreto, imposible de ver a menos que estés buscando.
Pero mis dedos rosaron el aire vacío.
Me incliné más lejos, medio arrastrándome debajo de la cama,
acercándome de nuevo. Nada.
219
—¿Qué? —murmuré, luchando con el pánico. Moví el panel a un lado
y miré.
El lugar estaba vacío.
El DLP no estaba.
Corrí por el bosque sin detenerme. El nuevo collar de flores de
invierno rápidamente se balanceaba alrededor de mi cuello con cada paso, y
mi aliento silbaba mientras salía de mis labios. El Centro de Seguridad era mi
única esperanza para encontrarlo esta noche. Me acerqué a las puertas, y se
abrieron porque tenía acceso. Un silbido y yo estaba en el túnel y en la sala.
Mis pasos cambiaron, con sonido de eco. Metí mi cabeza en cada
habitación, buscándolo a él. ¿Dónde podría estar?
—¿Jacob? ¿Jake?
Algunas cabezas se levantaron, ninguno de ellos era el líder de los
Fugitivos. Me lancé por otro pasillo. Mi corazón palpitó y mi cuerpo entero
urgió con miedo y fuego. Estábamos tan cerca. ¿Cómo podría haber pasado
esto?
Un destello de movimiento atrapó mi atención en el final del pasillo.
Jacob. Estaba saliendo de la habitación en la que originalmente había
hablado conmigo, la habitación en la que originalmente había hablado del
DLP. Qué apropiado. Qué irónico. Contuve el impulso de pánico de reír.
—¿Lila? —Cruzo sus brazos, esperando por mí. ¿Sonriendo?
—Bastardo —gruñí—. ¿Qué esperas ganar de estos juegos?
—¿De qué estás hablando?
220
—Nadie más que yo sabe cómo manejar el dispositivo. No puedes
sacarme. No puedes simplemente tomarlo y esperar que…
—¿Tomarlo? —Su cara se drenó de color—. ¿Qué?
—El DLP no está. —Solté. ¿Estaba fingiendo que no lo sabía?
Él puso una mano contra la pared para estabilizarse.
—¿Qué?
—Alguien lo tomó.
Jacob golpeó su puño contra la pared y maldijo en voz alta. Lo miré,
analizando la reacción, y realmente entendiéndola.
—No fuiste tú.
—Por supuesto que no —espetó—. ¿Por qué haría eso?
—Yo… —¿Para ayudar a los Fugitivos? No terminé mi frase. Solo lo
miré, tratando de pensar. Por supuesto él no lo haría. Si estaba peleando tan
duro para llevar a todos, ¿de verdad creí que él simplemente me dejaría?
Jacob se pasó las manos por su cabello y empezó a caminar.
—¿Quién más sabe? Piensa.
¿Quién más puede saber del DLP? Su existencia no había sido
revelada a los otros Fugitivos… a ninguno excepto a Gabe, pero no podía
haber sido Gabe. Estaba en la lista. Iba a regresar conmigo…
Mi corazón golpeó como una piedra.
El Doctor Borde. Sabía del dispositivo, al menos vagamente. Hubiera
sido fácil para él rastrear el número de mi habitación, y buscar en mi
habitación.
He sido tan tonta. Nunca debí haber confiado en él, ni siquiera con
información acerca de la Enfermedad. Y ahora, todo se estaba derrumbando.
Me hundí en la pared, tratando de pensar, pero mis pensamientos se
221
estaban resbalando, perdiéndose, dispersándose. Él podría estar en su
laboratorio privado. Tenía que intentar al menos.
—Yo… me tengo que ir. —Contactaré a Gabe. Le diré que busque en
todas partes en las que pudiera pensar—. Yo… te encontraré.
Y antes de que pudiera responder, corrí.
Tenía que tener el dispositivo de vuelta esta noche. Si no lo
hacíamos, la ventana temporal se cerraría, y estaríamos atrapados aquí por
algunas semanas más, con el riesgo de exponernos a la Enfermedad. Cada día
que permanecíamos aquí era mucho más peligroso. Cada día que
permanecíamos aquí era otro día que Jonn, Ivy y Everiss estaban sin mí.
¿Qué si nunca volvemos?
Me negaba a entretenerme esa idea.
Mi corazón palpitó acorde con mis pies mientras corría por el camino
y dentro del bosque, dirigiéndome al laboratorio privado de Borde. Aire
oscuro giró alrededor mío, caliente y empalagoso, y sudor corría en mi
espalda y empapaba mi cabello. Mi costado picaba y mis pulmones ardían,
pero seguí corriendo.
Borde respondió a la puerta al primer golpe. Su cabellos estaban
despeinados y sus ropas sucias, como si lo hubiera interrumpido en la mitad
de un experimento. Al verme, abrió su boca como para protestar. Entré
pasándolo antes de que tuviera tiempo de invitarme a entrar o negarme el
acceso.
—Devuélvelo. —Demandé tan pronto alcancé la mitad de la
habitación. Escaneé las estanterías, las mesas. No vi nada que pareciere el
DLP, pero… ¿él realmente sería tan tonto para dejarlo a descubierto?
Probablemente lo tenía escondido lejos en algún lugar en el que nunca lo
encontraría. Tenía que intimidarlo. Amenazarlo. Algo. Estaba desesperada.
—No puedes tenerlo —soltó, y la furia tomó mis sentidos. Crucé la
habitación en dos zancadas y agarré sus brazos.
222
—Re-gré-sa-me-lo.
Sus ojos se agrandaron hasta que sus pupilas eran solo círculos azules
flotando en un océano de blanco.
—No… no puedo. Es mío. Mi investigación…
—No es tuyo. Le pertenece a mi familia.
—Lo encontré…
Lo solté.
—No tu maldito diario, Borde. El DLP.
—¿DLP?
—El dispositivo. El dispositivo que va a llevarme a casa, del que
hablamos. No está. No te hagas el tonto. Debes devolverlo, o… o le diré a
los otros científicos acerca del diario. Acerca de sus experimentos secretos.
Acerca de lo que me diste…
Él alzo sus manos para calmarme.
—Espera. Espera. ¿El dispositivo ha sido robado?
Me detuve, con dolor, mientras Borde me miraba con los ojos
gigantes.
—Necesitamos hacer el salto mañana —dije.
—Oh no —murmuró él.
223
Traducido por Carmen21
Corregido por KatieGee
—¿Qué sabes tú? —demandé.
En vez de responder, Borde giró sobre sus talones y desapareció a
través de la puerta que había detrás de él en un aleteo de las mangas de la
camisa. Me quedé quieta un segundo con los pies pegados al suelo y en mi
cabeza nadando la frustración y la confusión, después corrí detrás de él.
—¿Borde?
Ninguna respuesta. ¿Había huido? ¿Me había engañado?
El pasillo estaba oscuro como una cueva, pero puse mis manos sobre
la pared y seguí la rendija de luz al final. Entré en una pequeña habitación
con un pequeño catre en una esquina con montones de sábanas arrugadas.
Borde estaba rebuscando en un armario. Tiró un abrigo y un largo y
delgado objeto metálico. Di un paso hacia atrás, y miró y se echó a reír.
—Es una lámpara —dijo, haciendo clic con el pulgar—. No te voy a
hacer daño.
Revoloteé cerca de la puerta, sin confiar en él. Ahora mismo no
confiaba en nadie.
—Vamos —dijo—. Tenemos que irnos ahora.
—¿Dónde vamos?
224
—A encontrar tu dispositivo.
—¿Cómo vas a hacer eso?
—Creo que sé quién lo pudo haber cogido.
En vez de ir a la puerta principal, me condujo por un tramo de
escaleras estrechas y en una caverna subterránea. Encendió las luces,
brillantes luces que lastimaban mis ojos. Un vehículo apareció delante de
nosotros, brillando en la luz. Borde abrió la puerta y se sentó en el asiento.
Hizo un gesto al sitio que había a su lado.
—Entra. Será rápido.
¿Entrar en esa cosa? Pero no hubo tiempo para vacilar, no hubo
tiempo para estar asustada. Ni siquiera hubo tiempo para pensar. Mi
corazón estaba martilleando, me agarré al borde la puerta y me dejé caer en
el asiento que me había indicado. El vehículo olía como a cuero y a sudor.
Mi garganta se endureció mientras Borde alcanzaba los controles. Giró su
muñeca y yo apreté mis ojos cerrados. Hubo un ronroneo y un estruendo
debajo de nosotros. Nos tambaleamos hacia adelante, y mis ojos se abrieron
de nuevo. La pared se separó como una cortina y nosotros volamos en la
noche.
Los árboles borrosos pasaban a un ritmo vertiginoso. Nos estábamos
moviendo más deprisa que un caballo a galope. Mi estómago se revolvió
mientras el vehículo se inclinaba hacia la izquierda y luego hacía la derecha.
Borde tiró los controles y mezcló con su mano el panel de control. Ramas
batían contra el vehículo y rocas pasaban volando. Me aferré a los bordes de
mi asiento.
Finalmente, paramos afuera de El Laboratorio.
—Deprisa —gritó Borde, abriendo la puerta y saliendo. Corrí detrás
de él, tropezando mientras aterrizaba en el suelo a la carrera, y juntos nos
apresuramos hacía las puertas de El Laboratorio. La luz brilló en ellos, luz
tenue porque era tarde. Las únicas personas aquí, ahora eran el personal del
225
turno nocturno y los trabajadores de limpieza, y tal vez algún solitario
investigador o dos horas largas de trabajo.
Las puertas silbaron cuando se abrieron despacio, y el aire frío me
golpeó en la cara mientras nos precipitábamos al interior. Borde parecía
saber exactamente a dónde iba. Empezó a bajar una escalera sin pararse a
ver si le estaba siguiendo. Para un hombre de edad, era sorprendentemente
ágil.
Llegamos a un largo pasillo en uno de los niveles más bajos. Las luces
aquí eran más oscuras, más frías. Las paredes no eran tan suaves, y los
suelos no eran tan brillantes. Nunca había estado tan abajo en El
Laboratorio, excepto la vez en La Helada, con Adam. Me acordé de una
habitación llena de libros y mesas volcadas. La memoria se precipitó al
pasado en un instante y se fue, solo un hormigueo de recolección de polvo y
los fríos ojos de Adam golpearon el pasillo. Patinamos hasta detenernos
ante una puerta. Borde la abrió, y entró en el interior
La habitación estaba vacía. Un escritorio sencillo y una silla nos
saludaron. Un solo cuadro colgado en la pared, representaba unas
montañas. Borde susurró algo ininteligible en voz baja y se dio la vuelta.
—Llegamos tarde —dijo—. Se ha ido.
—¿Quién se ha ido?
En vez de contestar, corrió de vuelta al pasillo y no tuve otra opción
que seguirle de nuevo.
Volvimos a la noche y al vehículo, que estaba ronroneando donde lo
habíamos dejado. Borde subió de nuevo y casi no logro sentarme en el
asiento antes de irnos, girando en la oscuridad y esquivando árboles y
ramas una vez más.
Esta vez nos detenemos delante del Centro de Seguridad.
—Vamos. —Me urgió Borde—. Sé qué es lo que está haciendo.
226
Bajamos a las profundidades del Centro juntos y corrimos por los
pasillos, haciéndose eco de nuestros pasos. Los pasillos estaban vacíos. Cada
habitación que pasamos carecía de trabajadores de seguridad. Las pantallas
parpadearon y sonaban sin vigilancia. Cuando llegamos a las escaleras,
Borde tiró la mano para detenerme.
—Espera —dijo—. ¿Oyes eso?
Un débil sonido metálico llegó a mis oídos, como el de una bocina
sonando una y otra vez. Borde se echó hacia atrás y apretó la espalda contra
la pared.
—No. —Exhaló—. No, no, no. No lo hizo.
—¿No hizo qué? ¿Qué pasa?
Borde cerró los ojos y se tapó la boca con una mano.
—Los activó.
—¿De qué estás hablando? —Me incliné sobre él, sacudiéndolo.
Borde parpadeó y se centró en mi cara con la misma expresión
penetrante con la que el primer día me había mirado en El Laboratorio.
—Escúchame y escúchame atentamente —dijo cogiéndome de los
hombros—. Se apartan de la señal. Es la forma en la que los diseñamos.
Aquí… —Hurgó en el bolsillo y sacó una tarjeta. Alcancé a ver un destello
azul mientras la empujaba en mi mano—. Guárdala contigo, y si se la
enseñas a ellos estarás segura. No la pierdas, porque no estoy seguro de si
tengo razón…
—¿Razón sobre qué?
Pero él se estaba moviendo otra vez, esta vez de cuclillas. Bajé y le
seguí. No iba a dejar que me dejase atrás.
A medida que avanzábamos por el pasillo, el sonido se intensificó.
227
—¿Qué es ese sonido? —Di un grito ahogado. Mis oídos vibraban
mientras se hacía más fuerte.
—Es una alarma —masculló Borde—. Nos avisan de que los canales
de seguridad han sido violados.
Delante, vi luces rojas intermitentes. Mi pecho se apretó un
momento, una reacción visceral al resplandor escarlata, pero eran
simplemente bombillas en la pared. El sonido a todo volumen emanaba de
una pared por encima de las luces intermitentes, y cuando llegamos al lugar
debajo de ella, Borde abrió un cuadro en la pared y le dio un puñetazo a un
código. El sonido se interrumpió bruscamente y de repente la sala estaba
tan tranquila que podía oír la respiración áspera en la quietud.
—Mejor —murmuró Borde—. Al menos ahora puedo oír mis
pensamientos. Ahora vamos antes de que llegue demasiado lejos.
¿Quién podría llegar demasiado lejos? Estamos en el Centro de Seguridad…
¿Se refiere a Jacob? ¿Pero a la oficina de quién fuimos en El Laboratorio? ¿Dónde
estaba todo el mundo? ¿Qué fue esa alarma?
Pero no dije nada esta vez, porque he renunciado a preguntarle.
Simplemente seguí cuando llegamos a una escalera y comenzó a descender.
La aprehensión se produjo en mi estómago y encadenó mis músculos
tensos.
Llegamos al final, un pasillo familiar. Lo reconocí de la noche en la
que le hablé a Jacob por primera vez sobre el DLP. La señal al final seguía
diciendo «CUIDADO: SOLO ENTRADA AUTORIZADA».
Pero esta vez, como la primera vez, las puertas estaban abiertas.
La oscuridad más allá se abría como una boca hambrienta y Borde
desaceleró al acercarse a ella. Me hizo señas con la mano contra la pared, y
apreté mis hombros a la piedra fría. Vi cómo se deslizaba hacía adelante y
miraba en el interior, y luego volvió la cabeza para mirarme.
—Deprisa. —Exhaló, y me reuní con él.
228
Nos colamos en la sala cavernosa, aquella en la que Jacob y yo
discutimos por primera vez sobre el DLP. No había visto el interior antes
porque todo estaba oscuro, pero ahora las luces brillaban como estrellas en
la parte superior de un techo alto, iluminando tenuemente la habitación. Me
quedé con la boca abierta. Enormes puertas formaban la pared del fondo y
las vigas de acero cruzaban el techo. Los estantes formaban un laberinto
delante de nosotros, un bosque de metal. Una franja del suelo estaba
manchada con grasa y oscuras manchas de líquido que se ponen entre
nosotros y las puertas. En el otro extremo, vi vehículos.
—Está por aquí, lo sé —murmuró Borde—. Venga.
Débilmente, en el borde de mi conciencia, escuché un tintineo.
Borde lo oyó también.
—Por aquí —dijo, y se fue hacía una de las filas de la derecha. Lo
seguí corriendo centrándome en mantener mis pasos tan silenciosos como
sea posible.
El entrenamiento de Adam llegó a mi mente, dándome confianza. Me
moví sin problemas, segura. Pasé la mirada por las estanterías buscando una
manera de trepar si era necesario, buscando cualquier signo de amenaza
como él me había enseñado. Por delante, Borde había llegado al final de la
fila. Me esperó. Cuando llegué hasta él, abrió la boca para hablar.
El arrastré de una zapatilla errante llegó desde la izquierda. Se quedó
inmóvil, puso una mano en mi brazo y levantó las cejas para indicarme que
lo había oído también.
Más allá, en las sombras, vi un movimiento furtivo. Una figura de
blanco se deslizó más allá de nosotros, en dirección a los vehículos y puertas
grandes en la pared.
Lo que fuera, estaba intentando escapar.
Borde me indicó que esperara y luego saltó de su escondite.
—Gordon —gritó, y la palabra hizo eco alrededor nuestro.
229
Miré. La figura paró, y se dio la vuelta. Aguanté el aliento.
El hombre de pelo oscuro. El que mi miró sospechosamente. El doctor
Gordon.
—Borde —dijo y sus labios se curvaron—. Me encontraste.
—Sabía que correrías como un perro con la cola entre las patas si
pusieras las manos sobre el dispositivo, sí —gruñó Borde—. Pero, no vas a
huir con él. ¿Crees que voy a dejarte robar todas mis investigaciones? Dame el
dispositivo.
—Nunca. Cuando lo lleve al sur y lo venda como mío, entonces será
mi investigación y si tratas de afirmar lo contrario, entonces tú serás el que
lo haya robado —dijo Gordon. Su mirada se desvió hacia mí y sonrió—.
¿No hay guardias?
—Todos han huido, tal y como lo habías planeado cuando violaste los
códigos de seguridad que tenemos…
—Oh, venga —dijo Gordon con una risa baja, una sonrisa que
provocó un escalofrío por mi columna por la maldad que había en ella—.
Seguro que eres tan ansioso por verlos en acción como yo.
Borde estaba silencioso. Sus dedos se movieron a los costados. Él
miró el hombro de Gordon, y debajo de la chaqueta del hombre me di
cuenta de lo mismo que Borde vio… un largo y recto bulto en la parte
superior. ¡El dispositivo! Lo tenía colgado en la espalda debajo de la
chaqueta.
—El dispositivo… cómo lo hiciste…
—Te he visto hablando con ella —dijo Gordon señalándome con la
cabeza—. Y la he seguido hasta tu laboratorio privado. He oído lo que dijo
sobre el dispositivo.
—Pero, ¿cómo lo robaste? —exploté, no pudiendo permanecer más
tiempo en silencio.
230
—La pequeña pelirroja estuvo más que dispuesta a decirme dónde
estaba su habitación a cambio de algo que necesitaba.
Contuve el aliento. ¿Pudo Claire traicionarnos?
—Dame el dispositivo —repitió Borde. Buscó en sus bolsillos y sacó
una caja—. O llamaré a El Laboratorio.
Gordon sonrió e inclinó la cabeza hacía un lado, haciendo caso omiso
a la amenaza de Borde.
—Admítelo. No les tienes miedo, no te atacarán. Sí, ya sé sobre tu
pequeño fallo en la prueba del ADN.
¿Por qué no lo atacarían a él?
Miré de Gordon a Borde, pero sus caras no me dieron ningún indicio
sobre lo que quería decir. ¿Guardias? ¿Trabajadores del Centro de Seguridad?
¿Y de qué fallo de prueba hablan?
Gordon notó mi confusión, y su sonrisa se amplió.
—Ella ni siquiera lo sabe, ¿no? De lo contrario no se atrevería a estar
aquí.
—Es más valiente de lo que tú crees —espetó Borde—. Y además, no
está indefensa ante ellos.
Recordé la tarjeta en mi mano. Bajé la mirada y le di la vuelta. Era
blanca, con una flor azul.
¿Una flor de invierno?
El terror me apuñaló en el estómago.
—¿Saber qué? —pregunté, y mi voz salió como un susurro en el
repentino silencio.
El roce de las garras de metal contra la piedra hizo que los pelos en la
parte superior de mi cabeza se levantasen. Me di la vuelta lentamente, casi
como si estuviera nadando en barro, como si mis piernas se hubiesen
231
paralizado. Un destello rojo se encontró con mis ojos, pero no eran las luces
de la sala.
Era el brillo de unos ojos.
Un Observador.
232
Traducido por Karou! y SOS por Gabbii Rellez & ValentinaW33
Corregido por Xhessii
No podía moverme, no podía hablar, no podía respirar.
Había un Observador aquí, en este almacén, en el Centro de Seguridad.
Y ni Gordon ni Borde parecían sorprendidos de ello.
La criatura era de tamaño mediano, más grande que el vehículo en el
que nos dirigimos a la Centro de Seguridad, pero más pequeño que cualquier
Observador que haya visto antes. Los pinchos brillaron a lo largo de la
espalda y hacia abajo una cola de amarre. La cabeza perruna se volvió hacia
mí estudiándome y las enormes garras de los pies patearon el suelo. Parecía
un cruce gigante entre un gato, un lobo y algo más, algo profano y extraño.
Los ojos de color rojo sangre pasaron sobre mí, echando luz sobre el
suelo, y el Observador gruñó. Dientes brillaron en una boca abierta y los
hombros y las ancas agrupados, cuando se lanzó hacia mí.
—Lia. —Borde comenzó a gritar para advertirme, pero yo ya me
estaba moviendo con los años de instinto dando patadas. Caí al suelo y rodé
debajo de la plataforma, sosteniendo la tarjeta en mi pecho.
Las garras me agarraron fuertemente, enganchando mi uniforme y
triturando la manga, por poco rompe la piel. Empujé la tarjeta a la criatura,
recordando las palabras de Borde, pero el rojo no estaba llegando por debajo
de la plataforma a la oscuridad donde me escondí. El Observador no pudo
233
ver la tarjeta que sostenía, por lo que la imagen no paraba de mí
evisceración, no aquí.
Me di la vuelta y choqué contra un muro. No podía presionar lo
suficientemente lejos para estar fuera de su alcance, por lo que comencé a
gatear.
—¡Oye! —gritó Borde, tratando de sacar a la criatura. ¿Qué estaba
haciendo?
Estaba loco, ¿llamándolo en lugar de correr?
El Observador cambió su atención de mí a Borde y Gordon. Gordon
sonrió de nuevo y levantó un trozo de metal que brillaba a la luz. Borde lo
reconoció claramente, fuera lo que fuera. Escuché su inhalación brusca.
—Eres un idiota —exclamó—. ¿Quieres destruir todo este compuesto?
—No fui el que los creó —dijo el otro hombre.
¿Los creó?
Llegué al final de los estantes. Si pudiera pasar a través de la fila,
podría subir hasta el otro lado y estar fuera de su alcance. El Observador se
paseaba hacia Borde y Gordon, gruñendo. Pero los hombres no se
movieron. Se miraron el uno al otro en lugar de a la criatura. Quería
gritarle a Borde para que se diera cuenta, pero las palabras estaban atrapadas
en mi garganta.
Mientras observaba, Borde con calma sacó un cuchillo de su bolsillo y
cortó a través de su dedo. Una línea de color rojo apareció y corrió por el
brazo. Una sola gota de sangre salpicó el suelo.
La criatura se detuvo.
Después de un momento angustioso, le dio la espalda y se acercó a
Gordon.
234
Confusión corrió por mi mente y despertó a través de mis
extremidades. ¿Cómo había hecho que el Observador le diera la espalda?
¿Qué había hecho cuando se había cortado la mano?
Pero no había tiempo para pensar. Me deslicé de debajo de la
plataforma y corrí a través de la fila al otro lado. Agarrando los brazos de
apoyo, empecé a subir. Las manos me sudaban y se deslizaron sobre las
varillas metálicas que sujetaban los estantes grandes en alto. Apreté los
dientes y seguí subiendo. Detrás de mí, escuché los gruñidos del Observador.
Al llegar a la primera plataforma, volví la cabeza para ver lo que estaba
sucediendo. ¿La criatura atacó a Gordon?
Él levantó la mano que sostenía el trozo de metal. El Observador se
detuvo, su cuello doblado en un ángulo extraño y sus garras rastrillando la
tierra para conseguir agarre y cómo escapar. Un chirrido llenó el aire y la
bestia se estremeció. Dio un paso atrás y se dio la vuelta para mirar hacia
mí otra vez, como si Gordon fuese invisible para él.
—Con la llave de control, puedo hacer que haga lo que quiera —dijo
Gordon—. Es solo una máquina, después de todo.
Solo una máquina.
No entendía.
El Observador se volvió y me vio. Con un gruñido, brincó en mi
dirección. Me puse más alto, mis pulmones de repente se apretaron, sin
aire. La tarjeta se deslizó de mi mano y cayó al suelo como una hoja caída.
Juré. Levanté una pierna sobre la plataforma siguiente y me icé.
—Llámalo —gritaba Borde—. Él va a matarla.
—Deja que me vaya —respondió Gordon con aire de suficiencia—. O
la chica muere.
Borde se dio la vuelta para mirarme. Algo brilló en su rostro, una
emoción que no podía nombrar. El Observador llegó a la parte inferior de los
estantes y me miró. Este era ágil, mucho más flexible que los que había
visto en La Helada. ¿Era un Observador joven?
235
Las palabras de Gordon corrieron por mi mente otra vez, pero no
tenía tiempo para pensar en ellos. No en este momento. Me deslicé hacia
adelante en el estante, tratando de ganar lo suficiente de un punto de apoyo
para subir a la siguiente. Debajo de mí, el Observador se paseaba. La larga
cola se movió. Los ojos brillaban.
—Gordon —gritó Borde de nuevo—. Basta. Detente ahora. ¡Esto es
un asesinato!
—Tu acción —dijo el otro hombre—. Tu decisión. Lánzame el
comunicador y déjame salir o, lo dejaré matarla.
La plataforma se estremeció detrás de mí.
Me volví con pánico. El Observador había saltado. Estaba justo detrás
de mí. Sentí el vapor caliente de su aliento en mis mejillas. El rojo de sus
ojos ardía en los míos.
—Lia —llamó Borde, haciendo caso omiso de Gordon—. ¡Córtate a ti
misma! ¡Hazte sangrar!
El Observador lanzó sus dientes contra mí.
No lo dudé. Arrastré mi dedo por el borde roto de la plataforma. El
dolor atravesó mi mano. Sangre goteó de mi piel.
Abajo, Borde observaba atentamente, cada línea de su cuerpo tenso.
Sus manos se cerraron en puños, y su boca se movía mientras murmuraba
palabras silenciosas.
—No va a funcionar —dijo Gordon detrás de él, como la voz de un
demonio susurrándonos.
—Solo los miembros de su familia pueden…
La sangre corría por mis dedos. El aire frío se precipitó sobre mi piel.
El Observador gruñó, y el sonido retumbó en mis huesos. Mis piernas
temblaban. Mis pulmones se comprimían. Mi piel estaba caliente, fría,
resbaladiza por el sudor y la sangre. Me mantuve firme y extendí la mano.
236
El Observador se detuvo.
Se detuvo.
—Oh —jadeó Borde.
La cabeza torcida. Las mandíbulas cerradas. Los ojos se apagaron.
Me apoyé en la repisa apoya en relieve cuando la criatura se volvió y
saltó. Se rellena de distancia en la oscuridad como un gato y se había ido.
—Ahora —dijo Borde, con voz firme y llena de triunfo—. Dámelo.
Él dio un paso hacia Gordon. El otro hombre se estremeció.
—Espera —dijo—. No puedes hacer esto. Yo…
—Dámelo, Gordon.
El científico de cabello oscuro vaciló un momento, luego se dio la
vuelta y corrió directamente hacia los vehículos en la pared del fondo.
Borde despegó inmediatamente después de él, pero no iba a ser lo
suficientemente rápido para atrapar al joven solo.
—Lia —gritó—. ¡Hay que hacer algo!
Miré a mí alrededor frenéticamente por algo, cualquier cosa, y mis
ojos se fijaron en un disco grande de metal en el extremo de la plataforma.
Un tiro largo, pero vale la pena probar. Lo cogí y me lancé hacia abajo.
Mis pies tocaron el suelo y ya estaba corriendo por un pasillo lateral,
en dirección hacia él. Doblé la esquina y vi a Gordon pasar. Me lancé tras
él. Dejó el laberinto de estantes y empezó a cruzar la vasta extensión de
espacio abierto que se extendía como un campo entre nosotros y la puerta
en el otro extremo de la habitación.
Mis pulmones estaban a fuego y el hielo en mi sangre mientras
cerraba la distancia entre nosotros. A mi derecha, Borde estaba corriendo
tan rápido como podía.
237
Lancé el disco metálico a la parte posterior de la cabeza de Gordon.
Aulló de dolor y cayó, rodando mientras se agarraba la lesión.
Borde llegó segundos después que yo. Agarré sus manos mientras el
hombre mayor luchó con él en el suelo y le quitó el abrigo. Me entregó el
saco del DLP, de un tirón lo abrí y casi me desmayó de alivio cuando vi el
dispositivo situado en el interior.
Gordon se quejó en su lugar en el suelo.
—¿Es seguro? —jadeó Borde, mirando el dispositivo. Sus ojos ardían
con la fascinación y me di cuenta de que era la primera que había visto una
de estas.
—Está bien —le dije. Pasé los dedos sobre el metal reluciente como
una oleada de agotamiento fluyó a través de mí—. Está aquí y en una sola
pieza.
Borde extendió una mano como si quisiera tocarlo. Gordon tuvo
problemas y se inclinó de nuevo sobre él, aplastándolo abajo.
—Buen tiro —murmuró—. Tiene suerte de que no lo mató.
—¿Qué vamos a hacer con él? Sabe demasiado.
Borde considera el problema.
—Podemos... mantenerlo fuera del camino hasta que te hayas ido. Me
encargaré del resto.
Pensé en Jacob. Él podría ayudarnos, si me atrevía a confiar en él. No
estaba seguro de lo que hice.
—Tenemos que salir de aquí —dijo Borde. Se agachó y tiró de la cinta
de metal de los dedos de Gordon, el que se había apartado del Vigía—.
Tengo que llamar al resto de los Mechs antes de que aterroricen a todo el
complejo. Este idiota liberó a todos para que pudiera escapar. Mala suerte
para él, tengo una anulación genética. No me van a atacar.
¿Mechs?
238
—La criatura —explicó.
¿Los Observadores?
Ahora que no estaba a punto de ser destripada por un monstruo
gruñendo, me acordé de las cosas que me habían dicho. Curiosidad subió
encima de mí.
—Por favor, me tienes que contar todo.
La boca de Borde se torció en una sonrisa.
—No aquí. Vamos.
Regresamos a su laboratorio privado. Borde encontró un pedazo de
cuerda y ató las manos de Gordon, y tendía a la corte en la parte posterior
de la cabeza antes de encerrar al Científico en el armario. Me ordenó
sentarme y descansar en una de las sillas, mientras que hacia un par de
llamadas al equipo de seguridad para explicar cómo hacer frente a los otros
Observadores. Luego hizo té. Equilibré el DLP en mi regazo, esperando
ansiosamente mientras los pensamientos corrían en círculos en mi cabeza.
Mechs, los llamaba él.
El Observador se había alejado de la sangre de Borde.
También se había alejado de mí…
Cuando se volvió, Borde también llevó el diario. Se sentó en la mesa
entre nosotros. Una oferta. Hice lo mismo con el DLP. Tal vez era hora de
un poco de confianza por mi parte.
Vi cómo se levantó con el dispositivo y lo acunó como a un bebé.
239
—Es magnífico —dijo, con la voz silenciosa de asombro tranquilo.
—YO… yo lo hice, verás.
—¿Qué?
—Sí. Es mi diseño. —Se volvió, hábilmente pasando los dedos sobre
los botones, los cables—. Increíble. Así que eso es lo que me falta…
—Si tú lo hiciste… —Estaba confundida—. ¿Cómo no sabías todo de
él?
—No lo he hecho aún —explicó—. Pero, tal vez en algún momento
del futuro, lo haré. —Se detuvo—. Estoy seguro que tienes preguntas para
mí.
Mi mente esta tan llena de pensamientos y preguntas que pensé que
iba a explotar.
—Primero, háblame de las criaturas.
—¿Qué quieres saber sobre ellas? –me preguntó.
—Todo.
Respiró hondo y soltó el aire lentamente.
—¿Por dónde debería empezar?
—Los llamas… ¿Mechs?
Asintió.
—Son una nueva creación mía. Una de las mejores.
—¿Creación? No entiendo. Ellos son las bestias antiguas que vagaban
en La Helada.
—¿La Helada? —La curiosidad apareció en sus ojos.
240
—Este lugar está todo cubierto de hielo y nieve en mi tiempo —le
expliqué—. El Laboratorio es una ruina llamada Echlos, y las criaturas, los
llamamos los Observadores… custodian.
Exhaló.
—Entonces, ¿siguen existiendo? ¿Siguen haciendo su función?
—Pero, no entiendo. Tú… tú… ¿los hiciste?
—Son máquinas —dijo.
Cuando por fin encontré mi voz, tartamudeé mi incredulidad.
—¿Qué? ¿Cómo es posible? Son animales. Son inteligentes, son…
—Son la inteligencia artificial más sofisticada disponible —explicó—.
Diseñados para aprender y adaptarse. Casi indestructibles. Incluso… incluso
se pueden hacer mejoras a sí mismos. Crecer, si se quiere. Son casi
autosuficientes, y el poder ellos mismos proviene de la luz solar. Ellos
merodean por la noche para proteger el Recinto…
—¿Por qué? —le pregunté.
Sacudió la cabeza y se frotó la barbilla.
—Hemos tenido muchas amenazas desde que comenzamos el estudio
de la Enfermedad, y el transporte de los animales se ha restringido desde la
propagación de la Enfermedad. Necesitamos medidas de seguridad más altas,
y hemos estado trabajando en un proyecto similar para un cliente en el Sur.
Por lo tanto, hemos construido las criaturas, un prototipo. Los Mechs. Y han
superado mis expectativas.
—En mi mundo, nosotros los llamamos los Observadores —le dije—.
Nos protegemos con flores de invierno.
—Ah —dijo—. Flores reales, ¿y funcionan?
—Sí.
241
—Increíble. Deben de haber aprendido a extrapolar el símbolo que
usamos para repeler hacia las propias flores —sopló—. ¡Qué magnífico!
¡Qué brillantez…!
No encontré que los monstruos que rondaban mi mundo matando y
mutilando algo tan magnífico como él, pero mantuve mis opiniones acerca
de sus creaciones terroríficas para mí misma.
Borde pausa de su efusivo acerca de las habilidades de los
Observadores y me miró.
—Quiero saber todo acerca de tu mundo —dijo, y el entusiasmo
brillaba en su voz.
—Espera. Hay algo más que debo saber. Algo que Gordon dijo. —Mi
pecho estaba endurecido—. Él dijo que solo tú y su familia podrían alejar a
las criaturas con su sangre.
Borde recorrió el diario con la yema de sus dedos.
—Era una apuesta. Lo sospechaba, pero no sabía si estaba en lo
correcto. Así que cuando te dije que cortaras tu dedo, y el Observador se
detuvo por la esencia de tu sangre…
Sostuve mi aliento. Levantó su cabeza y me miro a los ojos.
»Eso confirmó que tú eres mi descendiente…
La revelación corrió a través de mí como un balde de agua fría en
primavera. Tenía razón, y aunque era extraño, también… estaba en lo
correcto. Asentí, tomando un largo suspiro.
Aquí sentado frente a mí en una silla polvorienta, se encontraba mi
ancestro. El pensamiento me llenó con asombro y me dejó maravillada.
Levanté una mano, queriendo tocarle, para asegurarme que fuese real, pero
en vez de eso, solo dejé caer mi mano en la mesa. Mis ojos cayeron en el
cuaderno que estaba entre nosotros. Lo alcancé y pasé mis dedos por la
desgastada cubierta de cuero.
242
—¿Y el diario? ¿Cómo lo obtuviste? ¿De dónde vino?
—Lo encontré hace años, como ya había dicho. Lo vi en un cubo de
basura y el diseño del cuero me intrigó. Rápidamente me di cuenta que
quien fuera que lo haya escrito tenía conocimiento del Portal, de secretos
que nadie más debería saber excepto yo. Pero no sé quién lo escribió, o
porqué… —confesó—. Pero pronto se hizo evidente que quien escribió el
diario sabía cosas en las cuales yo no había trabajado aun. Y… —titubeó—.
Parecía contener un boceto de mi hija, por lo menos eso pensé antes de
verte. —Hojeó las páginas hasta encontrar la correcta y después empujó el
diario a través de la mesa hacia mí.
Miré. La conmoción me hizo estremecer.
El boceto se veía exactamente igual a mí.
Por eso él me había mirado tanto. Recordé la intensidad de la mirada,
la forma en que sus ojos me perforaban como si estuviesen buscando saber
hasta el más pequeño secreto que yo escondía.
—¿Cómo…?
—No lo sé…
—¿Esa soy yo?
Se encogió de hombros.
—Cuando te vi, pensé que tal vez estabas conectada a él de alguna
forma, pero no podía estar seguro hasta que supiera más. Pero cuando
supiste el acertijo que estaba escrito dentro… —Se detuvo y me miró
fijamente, con los ojos abiertos ante la maravilla.
—¿Y usted cree que soy su descendiente?
—Estoy seguro de ello. Cuando te vi, tuve una pequeña duda. Te
pareces mucho a mi esposa, a mi hija… es extraordinario. Y el incidente con
ese Mech lo confirmó…
243
—Así que… ¿los Observadores, quiero decir, Mechs, no me atacarán si
pueden oler mi sangre?
—Ellos tienen sensores que leen la información contenida en la
sangre —dijo él con un asentimiento—. Estás a salvo de recorrer los bosques
de tu mundo por siempre, Lia…
Me llené de asombro. ¿Cuánto tiempo había guardado mi familia éste
secreto en sus venas? ¿Cuánto tiempo había pasado mientras nosotros no teníamos
ni idea del poder que poseíamos? ¿Y que significaría esto para mi cuando volvamos?
¿Para Jonn e Ivy?
Eso significaba que podíamos caminar sin miedo en La Helada. Eso
significaba que teníamos algo que los Padres no. Una sonrisa se extendía a
través de mis labios.
—Cuéntame sobre tu mundo —instó Borde.
Dudé mientras las visiones de los bosques silenciosos de blanco
llenaban mi mente. Vi el cielo tan azul y solitario, rodeado de montañas y
salpicado de nubes de tormenta. Vi el camino bordeado de flores de
invierno, el color de la esperanza y el miedo.
Olí el aroma de los pinos y de hielo derretido, y sentí el frío del
viento.
—Es tan hermoso y tan mortal —le dije—. Todo esto se ha ido, casi.
La ciudad sigue ahí y es mi pueblo. No contamos con nada de su tecnología
ya. Los Observadores se sienten atraídos por ella. Atacan.
Él bajó un poco la cabeza.
—¿Ahora ellos son sus enemigos?
—Tenemos miedo de ellos —le dije—. Pero también nos mantienen a
salvo. Se trata de un equilibrio precario. Un baile entre la vida y la muerte.
—¿Y la Enfermedad? ¿Ya han encontrado una cura para ello en el
futuro? —preguntó.
244
Negué con la cabeza.
—No tenemos ninguna Enfermedad en La Helada. —Pensé en Adam y
mi corazón se retorció dolorosamente—. Todavía existe en las regiones
costeras. Algunos han huido a nuestras tierras para escapar de ella.
—Fascinante —murmuró Borde—. Y, ¿dices que han renunciado a la
tecnología por completo?
—Vivimos muy primitivos en comparación con usted —le dije,
señalando a las luces que brillaban en su techo, y en la puerta que abrió con
un siseo y cerró en el toque de un botón.
—Tenemos caballos, carros, lámparas.
—Es un gran cambio en comparación de cómo las cosas son en este
momento —reflexionó.
—Sí.
Nos quedamos en silencio un momento, y luego empujó el diario
hacia mí.
—Creo que tal vez debería finalmente ver esto.
Levanté el libro con cuidado, mi sangre zumbando en la anticipación.
Me volví a la primera página y solté un grito ahogado mirando la imagen
garabateada allí.
Una “Y” rota.
El signo de La Espina.
245
Traducido por Kirara7 & LittleGirl00
Corregido por Xhessii
—¿Sabes qué significan los símbolos? —demandé, mostrándole el
dibujo del emblema de La Espina. Consternación y sorpresa pulsaron a
través de mí. Mi piel picaba y mi piel se erizó mientras miraba de su rostro
al dibujo frente a mí.
Pero Borde sacudió la cabeza, su expresión en blanco, sus cejas se
juntaron con curiosidad
—No. ¿Significa algo para ti?
—Sí. —Lo dejé así y pasé la hoja, mi cabeza giraba con sorpresa. Un
casi incomprensible garabato llenaba las hojas, más que todo cadenas de
palabras que no tenían sentido para mí. Números, colores.
—La mayoría del libro no tiene sentido para mí —dijo Borde—, no sé
qué quiere decir, ¿qué más reconoces?
Pasé otra página y ahí estaba. Me quede sin aliento.
«¿Qué tejido secreto te mantendrá caliente?»
Tracé mis dedos en las palabras.
—Era el acertijo de mi padre —dije—, y la respuesta a él nos guió al
DLP. —Le di golpecitos al dispositivo—. El tejido secreto era el edredón de
mi madre… un mapa de La Helada… encontramos el lugar oculto del
246
dispositivo escondido en las puntadas… —Pasé otra página y vi algo que me
dejo mareada.
Weavers.
—El apellido de mi familia —dije.
Los ojos de Borde brillaban con interés, pero miré el reloj y mi
corazón cayó.
—Tengo que volver y encontrar a mis amigos. Ellos estarán
frenéticos, estamos sin tiempo y no puedo decirles sobre ti.
—Entiendo —dijo él, levantando las tazas de té y llevándolas a la
cocina. Cuando volvió, miró el DLP pero no lo tocó.
—Antes —dijo él—, dijiste que todos se irían mañana o, mejor dicho
hoy. —Él miró el reloj tristemente.
—Sí —dije—, tenemos que saltar durante la ventana de la
oportunidad, y ésa solo viene en ciertos niveles específicos. Y no nos
atrevemos a quedarnos con la Enfermedad acercándose.
Él asintió, absorbiendo esto, podía decir que él tenía más preguntas
que deseaba decir, pero se estaba controlando. Estaba agradecida, no sabía
cuánto más podía responder, o cuándo debería revelar. Ya le dije
demasiado… pero también él.
El peso de los secretos que he acumulado presionó contra mí mientras
me levantaba de la silla y recogía el DLP. Cerré el maletín y lo colgué sobre
mi hombro.
—Ven —dijo Borde—. Te llevaré de regreso.
247
Bajé del vehículo en la entrada de la ciudad. No quería que nadie me
viera con uno de los más importantes científicos del Recinto y comenzara
hacer preguntas. Hice el resto del camino en la oscuridad y cuando alcancé
el Cuartel, fui hacia allí y me dirigí a mi habitación. Cada músculo en mi
cuerpo gritaba con cansancio, pero no sabía si podía tener más que unas
horas de sueño. También, necesitaba encontrar a Jacob de alguna forma y
hacerle saber lo que averigüé.
Cuando doy un paso a mi habitación, unas manos me agarran.
—Gabe —digo sin aliento, aliviada cuando lo reconozco.
—¿Qué sucede? —demanda él—. Jacob está frenético, dice que el DLP
está perdido, que la seguridad fue rota en el Centro, todos están encerrados…
—Lo tengo —le digo—, lo encontré. —Me quité el dispositivo de mi
hombro y lo pongo sobre la cama.
—¿Qué? ¿Cómo…? —Él miro de mi rostro al DLP y sus hombros se
relajaron.
—Es una historia imposiblemente larga —le digo—. ¿Crees que
puedes encontrar a Jacob y decirle? Él no estaba en el Centro de Seguridad.
—¿Cuándo estuviste en el Centro de Seguridad?
—No hace mucho. —Toqué la sangre seca en el lugar donde corte mi
mano.
—Nadie se supone que debe ir ahí ahora. Ha habido una abertura de
seguridad.
—Lo sé —admití, la oración era una exhalación. Me siento en la cama
al lado del dispositivo. Me siento adolorida, exprimida y demasiado
delgada.
Gabe estudio mi expresión por un momento.
—Tienes cosas que no me has dicho —dijo él finalmente.
248
—Lo siento. —Eso era todo lo que podía ofrecer al menos por ahora.
Él asintió, no podía decir si estaba o no enfadado.
—Encontraré a Jacob y lo traeré aquí para que hable contigo.
Él presionó una mano en mi mejilla y luego había salido y yo estaba
sola.
Miré la puerta, me tumbé en la cama y cerré mis ojos.
Pero el sueño no venía, pensamientos llenaban mi cabeza, ideas.
Atticus me había dicho que solo llevara la gente de la lista, es más el
amenazó a mi familia si no lo hacía, sin embargo, la situación se volvía
intensamente peligrosa. No podía simplemente dejarlos. ¿Qué hay de
Juniper, Claire, los niños…? ¿De Gabe? Con la Enfermedad extendiéndose y
la amenaza de guerra. No tenía el corazón para negarle el pasaje a casa a
nadie, pero mi lealtad era primero con mi familia.
Toqué la sangre seca al final de mi dedo, meditativa, mi mente giró.
Yo era una Weaver, mi sangre me daba acceso a La Helada de una manera
en que nada más lo hacía. Y… lo mismo era para Jonn e Ivy.
Era mi carta del triunfo.
Atticus no se atrevería a lastimarlos. No si ellos valían tanto. Tenía
que contar con eso.
Cuando los pasos finalmente señalaron el regreso de Gabe, me había
bañado y vestido con un uniforme limpio. Mis ojos se sentían llenos de
arena y mis músculos aun dolían, pero me sentía alerta de nuevo. Estaba
lista.
Era el momento.
Gabe golpeó y lo dejé entrar. Jacob estaba detrás de él, mirándome
con cautela. Ellos entraron y cerraron la puerta.
—¿Lo tienes de vuelta?
249
—Si, y no gracias a Claire.
—¿Clare? —interrumpió Gabe—. ¿Qué tiene que ver ella con esto?
—Ella ayudó a uno de los científicos a robar el DLP.
—No lo creo —dijo él.
—Es verdad. —Crucé mis brazos en mi pecho y los mire, retándolos a
seguir discutiendo.
Jacob frunció el ceño.
—Le diré a los otros que la vigilen pero no hay mucho que podamos
hacer al respecto ahora. Tenemos que salir ya. Y, ¿qué hay del problema de
la lista? —Había mucho que debía decirse, aun si no quería liderar con esto
ahora, mire de el al DLP.
—No quieres dejar a nadie atrás…
—No lo haré —dijo él entre los dientes.
—Lo sé —dije, mi estómago se volvió un nuevo con aprehensión. Este
era el movimiento que decidí era mejor. El más inteligente, lo único era
quizás la apuesta no funcionara—. Así que… los llevaremos todos.
Gabe se enderezó, parpadeó.
La cejas de Jacob se levantaron con sorpresa.
—¿Solo así? —preguntó él.
—Solo así. —Crucé mis brazos, escondiendo la cortada en mi dedo.
—¿Cuál es el truco? —preguntó el, la sospecha estaba en su tono. El
miró nuevamente al DLP.
—No hay truco alguno —le aseguré—, pero tienes que saber… vas a
una situación muy difícil, los soldados de Aerelian han ocupado mi pueblo, y
están liderados por un Oficial llamado Raine. Hay muy poca comida, y La
Helada es como sabes un poco peligrosa.
250
—Lo sé —dijo—, pero ahora, es más seguro que quedarse aquí.
Los Fugitivos se reunieron en la sala de reuniones en el sótano donde
tenían sus reuniones semanales. Alguien había extendido la palabra… No sé
quién. Cuando Jacob, Gabe y yo llegamos, estaban todos reunidos. Rostros
cansados y los ojos expectantes se volvieron hacia nosotros cuando
entramos en la habitación. Miré, pero no vi a Claire.
¿Sabía que estábamos buscándola? ¿Sabría ella que yo sabía lo que había
hecho?
Me detuve en la parte de atrás de la sala. El DPL se golpeó contra mi
hombro mientras jugaba con la correa de la caja. Dejé mi bolsa de ropa y
otras cosas, que ahora incluida la caja sellada y misteriosa Borde me dio y
llevaba para Jonn. Gabe estaba a mi lado y su presencia me dio fuerza.
Jacob se acercó a la parte delantera de la habitación y se dirigió a los
Fugitivos.
—Los Viajeros… mi gente —dijo—. Hoy en día, se nos ofrece una
elección. Una probabilidad. Un regalo. Nosotros tenemos una forma de
volver a casa, al mundo del cual venimos, a la vida que dejamos…
—Pero, ¿qué volveríamos? —dijo alguien—. Hemos construido una
vida aquí por nosotros mismos.
—Sí, pero la Enfermedad —comenzó otro.
Jacob levantó las manos, pidiendo silencio. Las preguntas se
desvanecieron en un murmullo, una corriente subterránea que puntuó sus
siguientes palabras.
—Nadie tiene que ir si no quieren —dijo—. Volveremos a tiempos
peligrosos. El DLP… es un dispositivo para el portal… vuelve a La Helada en
el lugar exacto de dónde originalmente partimos. Soldados Aeralian la
ocupan ahora. Hay poca comida o refugio para nosotros. Va a ser difícil. No
voy a pretender lo contrario. Sin embargo, quiero que todos los que quieran
volver tengan la oportunidad. Este mundo no estará a salvo para siempre.
251
Se refería a la Enfermedad, lo sabíamos, y otras cosas. Todo el mundo
sabía que este mundo ya no existía en el futuro. Lo que nadie sabía era
cuando terminó. Nadie sabía cuánto tiempo sería seguro para quedarse.
El silencio se extendió por el salón. Las cabezas se volvieron, los ojos
muy abiertos se reunieron y celebraron. Podía verlos evaluando. Si se iban
ahora, ¿estarían saltando de la sartén al fuego?
Mi mirada se posó sobre dos niños pequeños sentados al lado de una
mujer en un uniforme gris, y mi corazón tartamudeó cuando los reconocí.
Los dos niños Fugitivos que había rescatado en el bosque y escondido en mi
granero. El chico me miró con ojos solemnes, sin dar ninguna señal de que
me reconoció, y la chica se quedó mirando el suelo. Sus pechos subían y
bajaban con la respiración. La mujer sentada a su lado le palmeó los
hombros del muchacho, y me pregunté si querían volver al mundo crudo e
implacable que les quedaba. Éste debió de haber sido más amable con ellos.
De repente, el impulso de hablar era casi más de lo que podía
soportar. Me aclaré la garganta y hablé en voz alta, por lo que mi voz sería
trasladar las palabras susurradas.
—Fugitivos, gente —le dije.
Las cabezas giraron en mi dirección. Me lamí los labios, aprensivos.
Mis manos estaban húmedas y mis piernas temblaban, pero no tenía tiempo
para centrarse en el miedo. Necesitaba hablar con mi pieza.
—No quiero que nadie se engañe. Como dijo Jacob, si vuelves con
nosotros, es volver a tiempos peligrosos. Hay poca comida. Nunca se
termina la nieve. Hay Observadores. Los soldados Aeralian se han apoderado
de mi pueblo. Nuestro mundo no es seguro. —Me detuve—. Pero es nuestro
mundo. Nuestras familias están ahí. —Pensé en Ivy, de Jonn—. Aquellos
que amamos están ahí. —Adam pasó ante mis ojos, y parpadeé. Ann
también. Me alejé esos pensamientos. No tenía tiempo para ellos, no en este
momento—. Así que no voy a fingir que será fácil. Aquí tienes calor,
comida y algunas capas de seguridad. Existe la Enfermedad, sí. Se habla de la
guerra, sí. Pero en muchos sentidos, es más fácil. Por lo tanto, lo desean,
252
pueden volver con nosotros, pero van a tener que esconderse de nuevo. Van
a tener que luchar. Van a tener que hacer un juramento de lealtad. —Hice
una pausa y miré a Jacob con firmeza—. A La Espina.
Revisé las caras de los Viajeros. Estaban escuchando. Vi Juniper en la
parte posterior de la multitud, que me miraba fijamente.
Él asentía.
Fuerza fluía a través de mí en una oleada, y levanté la barbilla y hablé
más fuerte, más clara.
—Si vuelves con nosotros, te atas al secretismo. Se unirán a nosotros
y jurarán lealtad a nuestra causa. Ustedes han visto mucho y su
conocimiento es peligroso. Pero pueden ayudar. Pueden hacer una
diferencia.
Sus expresiones estaban divididas por la esperanza, el miedo y la
incertidumbre. Los ojos se suavizaron ante mis palabras y sus bocas quedaron
curvadas. Me di cuenta de que estaban cansados. Estaban cansados de
esperar, sin hacer nada, que solo existían como ratas en un agujero. Me di
cuenta de que mis palabras estaban alimentando fuerza y valor en sus
corazones.
—Así que decidan —dije—. Ir con nosotros. O quedarse. Solo
comprometen a hacer lo saben que pueden. Cometan lo que saben que
pueden cumplir.
Con eso, me arrodillé en el suelo y empecé a sacar el dispositivo de la
funda.
Era hora de irse.
Gabe se agachó a mi lado.
—Qué puedo hacer yo —me preguntó—. Quiero ayudar.
El DLP era pesado en mis manos mientras me colocaba en el suelo.
Mis dedos hormigueaban contra el frío metal, y cuando lo encendí, la luz
253
brillaba y bailaba sobre nuestros rostros. Nuestros ojos se encontraron y se
sostuvieron. Un mundo de cosas no dichas pasó entre nosotros.
Vulnerabilidad, empatía, esperanza.
Saqué la página de instrucciones garabateadas de Jonn del bolsillo y
se lo pasé a él. Ayúdame —le dije, y mis palabras eran una invitación de
confianza.
Jacob estaba hablando de nuevo.
—Si desean ir, recojan sus cosas y regresen en menos de media hora.
Si desean permanecer aquí, digan adiós.
Las personas se levantaron y comenzaron a llegar uno por el otro. Las
bocas se movían, las manos apretaban otras manos.
Gabe me ayudó a exponer los cables e introducir los códigos. El DLP
tarareaba a la vida bajo nuestros dedos. La luz verde se disparó en arroyos y
jugó todo el techo de la habitación, por lo que eran patrones como de luz
sobre el agua. La luz se fugaba por las orillas. Una vez que había dispuesto
los hilos en la derecha junto con sus patrones, cada uno se extendía en línea
recta a la misma distancia de los demás, como los radios de una rueda.
Apreté el botón más grande y el DLP regresó a la vida.
La luz surgió del centro en una columna que salía como una nube de
humo al exterior, abanicándose en un círculo de energía pulsante. Un
murmullo llenó la habitación. Jacob se quedó muy quieto mientras miraba
al portal recién hecho.
—Increíble —susurró, y el asombro se filtró en su voz.
La luz bailó y serpenteaba en espirales perezosos en el centro del ojo
del Portal. Estaba paralizada mientras veía los colores colapsando y
reanimándose. Era como fuego extraño, como las luces que a veces bailaban
en el cielo de invierno. Fue hermoso.
Los dedos de Gabe encontraron con los míos.
254
—Hemos hecho esto siempre solos —dijo—, pero esta vez vamos a
hacerlo juntos. No tengas miedo.
—No tengo… —dije por costumbre, porque siempre fui la más fuerte
incluso si era cierto o no. Pero entonces, me di cuenta de que las palabras
que dije era verdad. No tenía miedo. Estaba lleno de asombro, alegría.
Felicidad.
Me iba a casa.
La puerta se abrió, y Juniper volvió a entrar en la habitación. Ni
siquiera lo había visto salir. Llevaba dos paquetes con él.
—Si vas a estar viviendo en un lugar con poco alimento, es posible
que podamos llevar algunas provisiones —dijo con una sonrisa cansada.
Dejó caer los paquetes a nuestros pies—. Esto debe alimentar a unas cuantas
personas durante una semana.
Me incliné y abrí uno de los paquetes. Latas de comida brillaban por
la luz verde del Portal. Alcé los ojos hacia él.
—Gracias —le dije.
Él asintió sombríamente.
Busqué a Jacob.
—Si los otros no regresan en el tiempo, nos vamos —le dije.
—Entiendo.
La agitación recorrió mi sangre mientras los minutos pasaban. Me
moría de ganas de girar y pasar por ese Portal, pero teníamos que esperar.
De acuerdo con las instrucciones de Jonn, una vez que la abríamos, solo
teníamos un poco de tiempo. Tenemos que esperar para ir todos a la vez.
La puerta se abrió y cerró mientras algunos de los Fugitivos
regresaron. He contado más de una docena, que se reunieron a nuestro
alrededor, agarrando paquetes, bolsas y sus manos. Los dos niños pequeños
que había rescatado meses antes se encontraban entre los que se preparan
255
para salir. Sus ojos eran redondos y sus bocas como pinzas fuertemente
cerradas. Se aferraron el uno al otro, pero no lloraron. La mujer delgada no
estaba con ellos.
Me preguntaba qué pensamientos pasaban por sus mentes jóvenes.
¿Cómo podía uno hacer tal decisión a esa edad?
—Está todo el mundo montado —preguntó Jacob. Recorrió la
multitud con la mirada mientras los viajeros murmuró y miró a su
alrededor. Estaba a menos de un tercio de los Fugitivos.
Miré el reloj. Tenemos unos cinco minutos más hasta que nos
vayamos.
Unas pocas personas más se deslizaron y se unieron a nosotros.
Y entonces, llegó el momento.
Activé el Portal. La luz se desprendió, mientras se ampliaba el centro
de un ojo verde vibrante. La oscuridad en medio se retorcía y respiraba.
Señalé a Jacob.
—Vamos.
Él contuvo el aliento, levantó un paquete sobre los hombros, y entró
en el espacio.
Y se fue.
Uno a uno, los viajeros siguieron. Y uno a uno desapareció, hasta que
solo Gabe y yo nos fuimos. Nos miramos el uno al otro.
—Tú primero —le dije, y él asintió.
Cuando desapareció, las lágrimas inundaron mis ojos. Era el mismo y
sin embargo, era tan completamente diferente. Arrastré una bocanada final
del aire caliente y húmedo de este lugar joven y dispuesta a dar un paso
adelante.
256
La puerta golpeó detrás de mí. Claire irrumpió en la habitación y sus
ojos se agrandaron cuando vio el vórtice. Ella corrió a mi lado ya través del
Portal antes de que pudiera detenerla.
La puerta se abrió de nuevo, y el doctor Borde tropezó en la
habitación. Su boca se abrió con asombro en el resplandor del Portal.
—¡Lia… espera!
No tuve tiempo. El Portal se estaba cerrando.
Su rostro fue el último que vi antes de que la oscuridad me llevara.
257
Traducción SOS por LittleGril00 & Alexiacullen
Corregido por Xhessii
La oscuridad se volvió gris y el gris a blanco intenso… Una
corriente llenó mis oídos. Mis extremidades hormiguearon. Tenía frío.
Mucho frío.
Encontré mis manos y las apretó. El dolor punzó mis ojos cuando
trate de abrirlos. Un temblor atravesó mis miembros, y me di la vuelta y
tosí. Mis manos arañaron con algo liso y duro y frío. La humedad se filtraba
a través de mis rodillas. Hielo.
—Lia. —Era la voz de Gabe.
Él me ayudó a ponerme de pie. Abrí mis párpados contra la luz y una
respiración entrecortada. El aire era tan frío y seco que quemaba mis
pulmones.
—Lo logramos.
Abrí los ojos. El Portal se extendía por encima de nosotros frío e
impotente, durmiendo. Los Viajeros yacían esparcidos por la habitación en
varias poses de acostado, sentado y agachado. Unas pocas personas habían
vomitado. Algunos estaban gimiendo. Vi Juniper poniéndose en pie. Él
silbó entre dientes y sacudió la cabeza.
—Había olvidado lo mucho que odio ese viaje —murmuró, secándose
el sudor de la cara con una mano.
258
—Claire... —gruñí, y Gabe sacudió la cabeza.
—Ella se fue por ahí. —Señaló a uno de los agujeros negros que llevó
a las profundidades inferiores de Echlos. Froté ambas manos sobre mis ojos
y suspiré. Tenía mucho más de qué preocuparme en este momento, además
de esa traidora. Gabe me ayudó a cojear por la habitación hasta que Jacob
estaba sentado de espaldas a la pared y la cabeza en sus cabezas. Él gimió y
se levantó como lo alcancé.
—Y, ¿ahora qué? —preguntó.
Eché un vistazo alrededor de la habitación.
—Tengo que ir con Atticus pronto. Él tiene que hablar contigo de
inmediato.
—Y, ¿ellos? —Jacob hizo un gesto a los Fugitivos.
Corrí mi atención sobre el grupo, contando con ellos. Casi veinte
personas. Nunca podría albergar a todos en la granja o en la propiedad de
Adam. No podían ir a la aldea, por supuesto, no todos ellos, y ciertamente
no todos a la vez. Si quisiéramos tratar de integrarlos, tendría que ocurrir
lentamente, para no atraer la atención de Raine o Korr.
Korr. Gabe. Inhalé bruscamente cuando me di cuenta de que podría
ser una situación potencialmente difícil. ¿Y si alguien vio a Gabe y
reconoció el parecido? ¿Qué haría Korr si se enteraba de Gabe estaba aquí
en La Helada de nuevo?
Necesitábamos un lugar seguro para esconderse.
Me acordé. Algunas de las habitaciones inferiores, en los niveles más
bajos… eran más cálidas, más protegidas que este. Era tan simple y tan
brillante.
—Nos quedaremos aquí por ahora —le dije—. Hay niveles más bajos
que proporcionan más protección.
—¿Aquí? —dijo Gabe bruscamente—. Pero los Observadores…
259
Los Observadores. Estaba en lo cierto. Cerré los ojos. Yo estaba segura
como Weaver, como descendiente de Borde, y así era para mi familia. Pero
el resto de esta gente…
Tendríamos que tener cuidado.
Me fui con los Fugitivos a la habitación donde Adam y yo habíamos
descubierto primero los papeles sobre el DLP y luego me sumergí en los
bosques de los alrededores de Echlos con Jacob a mi lado y el saco de mis
cosas en mi mano.
La nieve crujía bajo mis pies. El aire hizo que mis mejillas quedaran
entumecidas y que mi boca doliera mientras respiraba, pero me encantaba el
viento helado en mi lengua. Sabía a casa.
Nos tejió alrededor de las rocas y arroyos congelados que
comenzaban a descongelarse. A través de cortes en el follaje por encima de
nuestras cabezas, pude ver el comienzo de una tormenta. Era bueno. La
nieve cubriría cualquier pista que dejáramos hoy.
Jacob no dijo nada, pero siguió con mi ritmo y no vaciló, incluso
cuando una manada de mothkats se precipitó desde un tocón podrido a
nuestro paso.
Por último, llegamos a mi casa. Di un paso a través de las ramas y en
el claro.
Un mechón de humo rizado de la chimenea y la luz brillaba en las
ventanas. Tenía un nudo en el pecho que fue aliviado. Suspiré y comencé a
caminar.
260
—¿Es aquí donde encontraremos a Atticus? —preguntó Jacob, a
continuación. Él miró a la cara a la granja de mi familia.
—Pronto —le prometí—. Pero tengo que hacer una cosa primero.
Espera en el granero y lo voy a reunirse contigo en unos minutos.
Corrí hacia la casa. La alarma de Observadores sonó por encima de mi
cabeza mientras abría la puerta, y luego Jonn, Ivy y Everiss miraban hacia
arriba, sorprendido, ya que me encontraba en el interior.
—Lia…
Ivy casi me tiró al suelo con su abrazo antes de Jonn me alcanzara,
silbando y cojeando sobre muletas. Casi se cayó en mis brazos, y lo envolví,
sus brazos estaban apretados alrededor de mi cuello y enterró su cara en mi
hombro.
Everiss flotaba a una distancia segura, pero sus ojos brillaban con
alivio.
—No es el momento —suspiré finalmente, alisando el cabello de mis
hermanos con mis manos mientras me deleitaba de su calor, de su solidez.
Abrazándoles me había convencido de que eran reales, de que estaban
enteros y de que realmente estaban vivos y seguros. Eso era todo lo que
necesitaba antes de encararme a Atticus. —Ahora tengo que hacer una cosa
más antes de que la misión esté finalizada. Solo tenía que estar segura de
que estaban a salvo.
—Estamos bien —me aseguró John, dando un poco tumbos hacia
atrás y apoyándose pesadamente contra la mesa—. Solo que estoy tan
contento de verte viva.
Le abracé de nuevo.
—Encontré a Borde. Traje lo que me pediste —susurré en su oído, y
me empujó hacia atrás y miró en mi cara.
261
Le entregué mi saco de cosas sin decir nada más. Sin una palabra, la
alcanzó y encontró la caja sellada de Borde. Una vena de su garganta latió
cuando la miró fijamente.
Quise preguntarle qué era, pero ahora tenía otras cosas de las que
preocuparme.
—Tengo que irme —dije, aunque las palabras me llenaron de dolor—.
Tengo un amigo esperando. Pero… —Mi estómago se encogió, pero pese a
la mezcla de emociones que sentía, tuve que preguntar—, ¿han estado aquí
últimamente Adam o Ann? ¿Han vuelto? Quiero saber si ellos también
están a salvo.
—¡Oh! —dijo Ivy y cuando John le lanzó una mirada enojada ella se
puso roja.
—¿Qué? —exigí.
John suspiró y pasó una mano sobre su rostro.
—Termina tu misión, Lia. Luego tenemos que hablar.
—No —dije—. Vamos a hablar ahora. ¿Qué es?
Él frunció el entrecejo pero sabía que era mejor no discutir.
—Ann está… en Aeralis.
—Lo sé —dije—. ¿No ha regresado?
—Está allí indefinidamente —dijo él.
Mi estómago se encogió. Mi mente dio vueltas. Le miré fijamente.
—¿Indefinidamente?
—Sí… el asunto de La Espina, eso me han dicho. —Él lanzó una
mirada a lo lejos y luego alzó sus ojos de vuelta hacia mí—. Adam también.
No podía respirar. ¿Se habían ido? ¿Para siempre?
—¿Estás seguro? ¿Cómo lo sabes?
262
—Atticus nos lo dijo.
Atticus. Les había guardado ese secreto. ¿Qué había sucedido en mi
ausencia?
—¿Cómo lo supo él?
John e Ivy se miraron el uno al otro. John abrió su boca para hablar.
—Espera un momento. ¿No dijiste que había alguien esperando en el
granero? —nos interrumpió Everiss.
Todos nos giramos para mirarla.
—Atticus está en el granero —dijo ella—. Esperando a Lia. Dijo que
esperaba su regreso.
—¿Qué? —grité.
Abrí de golpe la puerta del granero.
—¡Atticus!
Las sombras se movieron y los vi a ambos. La expresión de Jacob era
ilegible. Atticus estaba complacido. Decidí que no debería saber aún sobre
los Fugitivos que habían regresado con nosotros.
—Lia Weaver —me saludó—. Tuviste éxito por lo que veo.
—¿Por qué involucras a mis hermanos en esto? ¡Quería mantenerlos
fuera de eso!
—Querida —dijo—. Salí corriendo rápidamente de los Agentes.
Contigo desaparecida por el Portal, y con Adam y la hija del Alcalde
ocupados en otra cosa, no tuve elección.
263
—John me dijo que Ann y Adam se han ido a Aeralis indefinidamente
—espeté—. Según órdenes tuyas. ¿Cómo puedes decir que no tuviste
elección?
—Se han ido lejos y no sé cuándo volverán o si volverán —dijo con
voz cansina.
—Pero no tengo nada que hacer con eso. Tu exlíder ha sido capturado
por el enemigo mientras se encontraba en una misión para La Espina que le
involucró independientemente de mí, en contra de mis órdenes podría
añadir, y en este momento está de camino a una celda de una prisión. Y tu
amiga ha sido citada bajo sospecha de participación con los combatientes
enemigos. Ella levantó el aviso de ese hombre Korr. Pero está haciendo la
mayor parte de una situación desafortunada por recopilar información para
nosotros.
La conmoción hirvió a través de mí, peor luché por mantener mi
mente despejada.
—¿Capturado? Citado bajo sospecha por participación con…
¿Enemigos combatientes? —exigí.
—Adam Brewer —dijo él—. Y… tú.
Mis cejas se levantaron.
—En realidad estoy aquí para advertirte —dijo—. No entres en la
aldea. Piensan que has huido, ya sabes. Saben que no estás aquí pero no
puedes regresar.
—¿Qué? —La sangre corría por mis oídos. Un agujero de temor se
abrió bajo mis botas y estaba cayendo con fuerza mientras miraba su rostro
sin emociones y absorbía lo que estaba diciéndome.
—Recoge tus cosas —siguió él—. Escuché hace apenas una hora que
Raine está enviando soldados para confiscar esta granja, y vine a advertirle
a tus hermanos. Hay poco tiempo. Tienes que correr.
264
—¿Dónde? —Pero mi mente ya estaba trabajando. Echlos. Podía correr
a Echlos. Nuestra sangre se mantendría a salvo. Era nuestro secreto. El secreto
de los Weaver.
—Corre, chica —espetó Atticus, y me di la vuelta y corrí hacia la
casa.
265
Traducido por Karou!
Corregido por Xhessii
—No puedo ir contigo —dejó escapar Ivy después de que me dio la
noticia.
—¿De qué estás hablando? —La miré fijamente, horrorizada.
—No puedo ir contigo. Tengo que quedarme aquí.
—¿No escuchaste lo que dije? —Quería sacudirla—. Los soldados
están llegando. Ellos podrían estar ya en camino. Tenemos que ir ahora.
—Lo sé —dijo—. Me quedaré aquí y dejaré que me encuentren.
También puedo decir que Jonn huyó. Solo soy una niña a sus ojos, por lo
que me van a reasignar una nueva familia. No me van a encerrar. Estoy en
la escuela. Por lo que ellos saben, ya estoy en sus garras.
—No puedes estar hablando en serio.
—Ella tiene un buen punto —intervino Atticus.
Le lancé una mirada asesina.
—No voy a dejar a mi hermana pequeña a los soldados de Raine para
que la arresten. No la voy a dejar atrás.
—Lia —dijo Ivy. Puso su mano sobre mi brazo—. Voy a estar bien.
Puedo hacer esto.
266
—No. —Miré a mi hermano gemelo por apoyo, pero él estaba
mirando al suelo como si estuviera en el fondo en sus pensamientos. Sus
labios se presionaron en una línea firme y una arruga formada entre las
cejas.
—Escúchame, Lia —dijo Ivy—. Ya tengo un lugar en la ciudad.
Asisto a la escuela de los Lejanos ahora, y ellos piensan que me estoy
convirtiendo en un pequeño modelo perfecto de ciudadano Lejano. Cuando
me reasignen a una familia de acogida después de que te hayas ido, puedo
empezar a aprender otro oficio. Voy a estar en una posición perfecta para
ayudar a La Espina. Puedo escaparme a visitarte y te traeré algo de la comida
que gano de asistir a la escuela. ¡Y puedo ayudarte! Ellos me creen cuando
les digo que no estoy con La Espina. No me van a arrestar... Soy solo una
niña para ellos. Ellos me pueden ver de cerca, pero ya estoy inscrita en su
escuela. No me van a torturar o a encerrarme.
La miré, asombrada. Se puso de pie, segura, firme y alto y, mi
corazón se rompió en pedazos cuándo la miré y supe que hablaba con
sentido. Quería que corriera a la incertidumbre de una ruina rota y fría, un
bosque, invernal poblado de monstruos. ¿Qué estaba mal conmigo?
—Tengo que hacer las maletas. —Me las arreglé para decir y hui a la
habitación de mis padres.
Jonn llegó cojeando pocos minutos después, encontrándome
envolviendo ollas y sartenes en algunos de los edredones de mi madre y
atarlos con cuerdas cerradas.
—Lia —dijo con suavidad.
Negué con la cabeza y seguí trabajando.
Se dejó caer en la cama a mi lado, y me incliné hacia él y puse mi
cabeza en su hombro, justo como antes lo había hecho conmigo. ¿Eso había
sido hace solo dos semanas? Se sentía como años atrás.
—¿Cómo podemos dejarla? —Me quedé sin aliento, con la voz
ahogada.
267
—Ella no es una niña —dijo, acariciando mi pelo—. Está creciendo. Y
tiene razón. Tiene más sentido que se quedara. No la van a detener y puede
seguir asistiendo a la escuela y ganarse la comida. Estará más segura aquí
que en el bosque, donde todo es tan incierto, tan peligroso. Los
Observadores…
—No tenemos que tener miedo de los Observadores nunca más…
Jonn.
Se quedó en silencio.
—Conoces las cosas —dijo finalmente—. Aprendiste de ellos allí,
puedo decir. ¿Qué es?
—Hay... hay demasiado. No hay suficiente tiempo. Tenemos que
darnos prisa. —Le di la espalda y se frotó la frente—. Tienes razón. Ella
tiene razón. Esta es la opción más segura para ella. Y... la mejor opción para
La Espina.
Jonn sonrió con tristeza.
—No puedes mantenerla para siempre.
—Lo sé.
—Pero si las cosas se ponen peligrosas, puede salir y venir con
nosotros. No vamos a estar muy lejos, ¿verdad?
—Sí —estuvo de acuerdo—. No vamos a estar muy lejos.
Llevamos a los caballos con nosotros, junto con todo lo que podíamos
llevar o meter en bolsas.
268
Los edredones de mi madre. Conjuntos de ropa extra. Utensilios de
cocina, libros, calcetines, nuestras bolsas restantes de precioso grano. Las
gallinas, la vaca, el jabón, espejos y peines. Todo lo que puedas llevar o
cargar a los animales, nos lo trajimos, ya que íbamos a necesitar todas estas
cosas y más si nos íbamos a vivir en las ruinas de Echlos. Jacob y Atticus
ayudaron, llevando lo que podían de la casa para los caballos atados. Jacob
fue el que levantó Jonn en sus brazos y lo ayudó a subir a horcajadas sobre
el caballo castrado.
Finalmente, estábamos listos.
Ivy estaba de pie en el patio, valiente y con los ojos secos,
mirándonos preparándonos para irnos. Envolvió sus brazos alrededor de su
cintura como si estuviera manteniendo la compostura, pero cuando me
abrazó con fuerza, ella fue la que me frotó de nuevo en pequeños círculos,
como si me tranquilizara. Miraba con asombro el cambio en ella.
—Voy a estar bien —susurró, y entonces me alejó. Todo mi cuerpo
me dolía por la tristeza, pero no había tiempo para pensar. Corrimos, en
dirección a los árboles en diferentes direcciones, dejando varios conjuntos
de huellas para que los soldados no supieran cuál seguir. Ivy estaba
corriendo detrás de nosotros, confundiéndolos, cruzando el patio con tantas
huellas como podía hacer. Su sonrisa brilló y saludó con la mano, luego, nos
sumergimos en La Helada y ella desapareció de vista.
Apenas podía respirar, pero seguí caminando, porque yo era una
Weaver, y los Weaver siguen su camino sin importar qué.
La Helada era solo una mancha de color blanco alrededor de nosotros
cuando huimos. Jacob y Atticus mantuvieron el ritmo a mi lado, y Jonn y
Everiss se unieron a nosotros tan pronto como habían dejado huellas en la
dirección opuesta y dieron marcha atrás en una de las pistas de los ciervos.
Nos reunimos en un claro rodeado de flores del invierno.
—¿A dónde vamos ahora? —preguntó Everiss. Sus ojos estaban muy
abiertos mientras miraba el bosque oscurecerse a su alrededor. Su
269
respiración se escapó de sus labios en un mechón de color blanco y, se veía
como un fantasma.
—A Echlos —dije—. Es el único lugar que está a salvo.
—No —dijo Atticus.
Me di la vuelta para mirarlo. Se quedó quieto, con los pies plantados,
la capa girando en el viento y las manchas de nieve que soplaban más allá
de sus mejillas.
—¿Qué quieres decir con no?
—No puedes tomarlos allí.
—Tenemos que hacerlo. No hay mucho tiempo...
—Los otros Fugitivos están allí —agregó Jacob—. No podemos dejarlos
solos por mucho tiempo. Ellos necesitan orientación para el asentamiento y
mantener la seguridad de la noche, por lo menos en esa ruina. Necesitan
alimentos y calor, especialmente los niños.
—¿Los niños? —La mirada de Atticus fue afilada. Él me miró—. No
había niños en mi lista, Weaver.
—No podíamos dejarlos a ellos —intervino Jacob, arrastrando la
atención de mí—. No con la Enfermedad, señor. No podía dejarlos.
Cualquier persona que está bajo mi cuidado es familia para mí y no dejaré
que le pase nada a mi familia. Hicimos un juicio sobre la base de las
circunstancias y creo que fue la correcta.
—Ya veo —dijo Atticus secamente. Cruzó las manos y no dijo más.
El corazón me dio un vuelco. Sabía que no iba a ser tan simple.
Alguien iba a pagar por esto más tarde. Probablemente yo.
Sin embargo, ahora no tengo tiempo para preocuparme de eso. Nos
tuvimos que ir a un lugar seguro antes de que cayera la noche y los
Observadores salieran. Antes de que los soldados Lejanos nos encontraran.
Antes de que nos congeláramos en la tormenta que se avecinaba.
270
Estábamos vulnerables y había un sinnúmero de maneras en que
podríamos morir.
—Vamos a seguir adelante —dije.
Nos hundimos entre la bruma azulada del crepúsculo. Trozos de hielo
cortaban mis mejillas y el dorso de mis manos. Detrás de mí, Jonn y
Everiss se aferraron a la parte posterior del caballo, sus ojos apagados por el
cansancio y el frío. Ninguno de los dos estaba acostumbrado al frío como
yo, con mis frecuentes incursiones en La Helada. Jacob luchó a través de los
montones de nieve en la parte posterior y Atticus acechaba a mi lado. Su
expresión era ilegible, pero sabía que estaba enfadado.
Por último, llegamos a la colina justo antes de la llanura que sostiene
Echlos. El alivio extendió sus alas en mi pecho, y me lanzó hacia delante con
una explosión final de fuerza.
—Estamos aquí. Vamos, necesitamos entrar antes de la…
—No tan rápido.
El borde de la voz de Atticus me detuvo a cal y canto. Me paré y di la
vuelta.
Se puso de pie más cerca de mí. Su manto negro rizado en el viento,
revoloteando a su alrededor.
Sus hombros estaban rígidos.
—Tenemos que hablar de lo que vamos a hacer con los Fugitivos
adicionales que trajiste de vuelta en contra de mis órdenes.
—Escucha, Atticus…
—Ya he descubierto una manera de rectificar tu error —dijo
bruscamente—. Vas a entrar y pedirles a todos los que no estaban en la lista
que te sigan. Vas a conducirlos al pueblo y abandonarlos donde los soldados
pueden encontrarlos. Raine pensará que ha capturado al resto de los agentes
de La Espina.
271
—¿Qué? Esa es una idea terrible —argumenté—. No voy a dejar que
ellos sean arrestados. No nos estamos sacrificando para salvar nuestros
cuellos. Lo siento por la gente de más, pero no haremos eso. Podrían ser
útiles para nosotros. Además, si Raine se apodera de ellos, él solo los
interrogará acerca de Echlos. ¿Es eso lo que quieres?
—No puede interrogarlos si están muertos.
—No —dije con firmeza. Una punzada de terror se deslizó por mi
columna. A medida que la tela se escabulló de sus brazos, vi el arma en sus
manos. La pistola de mi padre.
—¿Qué estás haciendo? —Las palabras rasgaron a sí mismas en la
garganta y flotaban en el viento cuando Atticus dio un paso más cerca de
mí.
—Los agentes deben hacer lo que se les dice —gruñó—. Si no vas a
seguir mis órdenes voluntariamente, entonces tendrás que obedecerlas con
una pistola en la cara.
—¿Estás loco? —demandé. Mi lengua se pegó a mis dientes. Mis
manos temblaban—. ¡Esa arma atraerá a los Observadores!
Su dedo apretó el gatillo, con los ojos apretados en un estrabismo.
—Estoy harto de tus excusas y mentiras.
—¡Alto! —Gritó Jacob.
Él se movió antes que nadie tuviese tiempo de parpadear. Tiró a
Atticus contra él y presionó una cuchilla en la espalda del hombre.
—Suelta el arma.
—¿Qué es esto? —siseó Atticus—. ¿Qué estás haciendo?
—Todos los que vinieron a través del Portal son parte de mi familia…
y no dejaré que le pase nada a mi familia —gruñó Jacob. Apretó el cuchillo
entre los pliegues de la tela de la capa de Atticus y el otro hombre se
estremeció—. Ahora deja caer el arma.
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Atticus le dio un codazo en la cara y se volvió hacia mí. Jacob se
agarró la cara ensangrentada y arañó el brazo de Atticus. El arma se
disparó.
El sonido rasgó el aire abierto. Caí hacia atrás, mis oídos zumbando.
Los caballos alzados sobre sus patas traseras, resoplando. La boca de Jonn se
movía. Estaba gritándome, pero no podía oír lo que decía. Me puse de pie.
Las manos me ardían por el hielo, y mi pelo cayó en mis ojos. Vi a Jacob y
Atticus luchando. El cuchillo brilló en la mano de Jacob, y Atticus lo tiró
lejos y me apuntó otra vez.
El rugido llenó el aire como un trueno.
Todo el mundo se quedó helado.
Observadores.
Atticus giró en un círculo, con el objetivo en los árboles. Sus ojos
buscaron las sombras.
—Tu arma no les hará nada —le llamé—. Solo los atraerá a ti.
Jacob dio un paso atrás nervioso.
—¿Lia?
—Tenemos que entrar —le dije. Mi mente daba vueltas. En el pasado,
mi sangre había apartado a las criaturas. ¿Todavía reconocerán la señal que
les hizo volver la espalda, o si tenían ese conocimiento se perdió durante los
últimos quinientos años?
La primera bestia salió de entre los árboles. Era uno grande, dos veces
el tamaño del Observador que había enfrentado en el Centro de Seguridad.
Los enormes ojos de color escarlata brillaban.
La alta cabeza de lobo se volvió hacia nosotros, y las mandíbulas
entreabiertas. Los dientes brillaban como cuchillos.
Cuchillos… Necesitaba un cuchillo para cortarme la mano.
273
Otro Observador salió de entre los árboles, más pequeño y más ágil
que el primero. Sus ojos brillaban cuando caminaba hacia nosotros. Los
caballos relinchaban con nerviosismo y arrojaron sus cabezas.
—No te muevas — gruñó Atticus, apuntando el arma hacia mí—. No
te atrevas a correr, Lia Weaver.
Me quedé inmóvil, mirando por el cañón.
—Atticus...
Él disparó el arma, pero Jacob estaba allí, empujándome fuera del
camino, su cuerpo sacudiéndose cuando la bala lo hirió. Caí en la nieve en
mis manos y rodillas.
—Jacob —grité, pero se quedó quieto, sin moverse.
El primer Observador se lanzó hacia adelante, colapsando con Atticus.
Él disparó, y la bala sonó y pasó por encima del hombro del Observador con
un destello de chispas. La piel escamosa se rompió y por el hueco vi el
destello de algo metálico. El Observador echó hacia atrás la cabeza y lanzó
un grito. Solo un pensamiento me llenó la cabeza: cuchillo. Jacob lo había
dejado caer. Pero, ¿dónde?
Me tiré hacia abajo en la nieve, buscando, cuando Atticus disparó
otro tiro en la bestia.
El segundo Observador corrió a Jonn y Everiss con un gruñido
gutural. Oí gritar a Everiss.
—¡Jonn! ¡Córtate el dedo y luego cabalga para Echlos tan duro como
puedas!
No miré para ver si él hizo lo que le había pedido. Mis dedos tocaron
el frío acero. Moví la hoja a través de mi dedo medio, y el rojo brotó a lo
largo de la punta. Vagamente, oí el grito de dolor de Atticus y de repente el
abrupto silencio. El aliento caliente siseó sobre mis hombros, rojo brillaba a
mi alrededor, y levanté la mano hacia el cielo cuando el viento se
274
arremolinaba a mi alrededor y sobre mis dedos, llevando el olor de mi
sangre.
El Observador se estremeció.
Una sola gota de mi sangre cayó sobre la nieve. El Observador se puso
rígido, se echó hacia atrás. Gruñó suavemente, casi sonando perplejo.
Levanté la cabeza y le miré a la cara.
—Soy una Weaver —le susurré—. Mis antepasados te
hicieron. ¿Sabías eso, Observador?
La bestia se quedó en silencio.
Levanté la mano. La sangre se filtraba por mis dedos. El Observador
silbó entre dientes, dio un paso atrás y se volvió hacia el bosque. Con un
tirón final de la cola, se desvaneció en las sombras.
Di un paso atrás y miré alrededor. El segundo Observador también
había desaparecido. Jonn y Everiss habían desaparecido junto con el
segundo caballo, y la pezuña impresa en la nieve conducía hacia Echlos.
Atticus estaba caído, con el cuello en un ángulo equivocado. Lo miré,
entumecida, antes de que me agachara para recoger la pistola que había
dejado caer. La pistola de mi padre. Casi me había matado con la pistola de mi
padre.
La deslicé en mi cinturón y me limpié la sangre del dedo en la nieve.
Me incliné para tomar el pulso de Atticus.
Estaba muerto.
Me acerqué a Jacob y lo encontré muerto. Me incliné y cerré sus ojos,
mi corazón dolorido por su pérdida. Había sido un buen hombre. Me había
salvado la vida.
—Gracias —le susurré.
Crucé el campo congelado sola, hacia Echlos. Iba a necesitar la ayuda
de los demás para mover los cuerpos y darles una sepultura digna.
275
Mi mente daba vueltas con lo que se avecinaba. Habría que encontrar
un refugio permanente para los Fugitivos y ponerse en contacto con La
Espina. Los agentes estaban dispersos, capturados, muertos. Y yo no estaba
en condiciones de dirigir las operaciones aquí. Y mis amigos... mi corazón se
retorció al pensar en Ann, Adam… Apreté los puños.
Queremos que vuelvan, de alguna manera. Me gustaría encontrar una
manera.
Porque era una Weaver.
276
Adelanto: «The Curse Girl»
Traducción SOS por Angie_kjn
Corregido por Xhessii
Mi padre me condujo por el bosque en su camioneta, las ruedas se
sacudían sobre el sucio camino de tierra mientras el aire zumbaba con todas
las palabras no dichas entre nosotros. Las lágrimas caían por sus mejillas
arrugadas perdiéndose en su barba. La marca en su muñeca ardía en mi
visión periférica, como si estuviera brillando.
Me senté en silencio, como una estatua, una muñeca de papel, una
cosa congelada en piedra.
Cuando nos acercamos a la puerta, retuve un suspiro tembloroso y lo
dejé salir, mi padre colocó su mano en mi hombro. Sus dedos se clavaron en
mi piel.
—Él prometió que no te heriría, Bee. Él lo prometió.
Me moví. Su mano cayó sin fuerzas sobre el asiento entre nosotros.
No trató de tocarme otra vez. Papá apagó el motor y nos sentamos
envueltos en silencio. Lo escuché tragar saliva. Deslicé mis dedos arriba y
abajo por la correa de mi mochila. Mi boca sabía a tierra. El auto olía a
cuero viejo y terror fresco.
277
Nadie sabía si las leyendas eran mentira, mito o verdad. Pero todas
hablaban de la Bestia que vivía en la casa. Algunos decían que comía niños
humanos, otros que se convirtió en una viciosa criatura de la noche y el
resto decían que lucía como un demonio, con llamas por ojos.
Una gota de sudor se deslizó por mi espalda.
—Tú no... —mi padre comenzó a decir, pero vaciló. Tal vez esperaba
que lo detuviera, pero no lo hice. Solo me senté sosteniendo mi mochila,
sintiendo el choque de responsabilidad deslizarse sobre mis hombros y
enrollándose alrededor de mi cuello como una soga.
A través de la puerta podía ver la casa, mirándonos con ojos muertos.
Los árboles se apretaban contra las paredes de color blanco hueso como
arpías acurrucadas con largas cabelleras verdes y todo estaba cubierto por
una niebla de musgo grisáceo. Había oído historias toda mi vida
—todos las habíamos oído— pero nunca estuve lo suficientemente cerca
para ver las grietas en las ventanas, las vides muertas que se aferraban a la
azotea.
La magia flotaba en el aire como huellas persistentes de una memoria.
Casi podía saborearla. Voces susurrando débilmente en el viento, ¿o solo
eran los árboles? El nudo en mi estómago se estiró en respuesta.
Mi padre intentó otra vez y esta vez pudo sacar la frase entera fuera.
—No tienes que hacer esto.
Por supuesto que tenía que hacerlo. Debía hacerlo. No haría esto por él.
Lo estaba haciendo porque no tenía opción. Con la marca en su
muñeca, él era un hombre muerto. Toda nuestra familia estaba condenada.
Él lo sabía y yo lo sabía y él estaba jugando un juego de fingir una pobre
excusa porque quería calmar su propia culpa. Porque quería ser capaz de
poder mirar atrás este momento cada vez que en el futuro por su mente y
sentir que me había ofrecido una salida.
Que había estado dispuesto a rescatarme, pero me negué. En lugar de
responder, abrí la puerta y salí. La grava crujía bajo mis zapatos mientras
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pisaba el suelo. Cargué mi mochila y tomé una profunda respiración. La
puerta crujió bajo mi mano, crucé el césped y subí los escalones de la casa,
sintiendo la piedra estremecerse bajo mis zapatos como si la casa viviera y
respirara. La puerta no se abrió por sí sola, que medio lo había esperado,
pero cuando puse mi mano en el pomo pude sentir el zumbido de energía
dentro de ella como un latido.
Mi padre esperó en el auto. Miré sobre mi hombro y lo vi parado con
una mano sobre la puerta, sus hombros tensos hacia atrás como un
tirachinas3.
Todo lo que tenía que hacer era dar un paso adentro. Un paso adentro
y la marca en él desaparecería. Y podría correr a casa. Podía ser más astuta
que esta casa. ¿No podía? Respiré profundamente y enderecé mis hombros.
Tal vez sí lo creía. Tal vez no. ¿Por qué más habría traído una mochila llena
de ropa y artículos de aseo?
—Bee —gritó mi padre, y su voz se rompió. Me detuve, esperando por
más. Tal vez él en verdad lo sentía. Tal vez en verdad no quería que yo
hiciera esto...—. Bee, solo quería decirte cuan agradecido estamos tu
madrastra y yo...
Mi garganta se cerró. Él no me iba a detener, ¿verdad? Sacudí mi
cabeza y se pasó una mano por la cara y se calló.
Cuando vino a casa hace tres semanas atrás a las 3 a.m., con la manga
de su uniforme de trabajo rasgado, sus labios sangrando y sus ojos llenos de
miedo, mi madrastra lloró. En verdad lloró, sollozos desgarradores que la
hacían agarrarse sus costados. Casi parecía como si estuviera riendo. Lo
miré y pude oler la magia en él. Supe exactamente dónde había estado.
Y una pequeña parte de mí que sabía que yo sería el precio a pagar
por su estupidez. Todo lo que tenía que hacer ahora era cruzar el umbral.
Luego la marca en su muñeca se desvanecería y él sería libre. Todo estaría
bien. Eso era todo lo que habíamos prometido, ¿cierto?
3 Tirachinas: Horquilla con mango que lleva dos gomas elásticas para lanzar piedras pequeñas.
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Abrí la puerta y entré en la casa. Conteniendo mi respiración. Al otro
lado del césped, mi padre hizo un sonido como de sollozo. ¿Qué era eso? ¿La
marca se había ido?
—¿Papi? —Me ahogué, sin atreverme a moverme—. ¿Se ha...?
—¡Se ha ido, cariño!
Me comencé a girar, pero no lo suficientemente rápido. La puerta se
cerró de golpe como las fauces de un animal hambriento. Agarré la manilla
y la retorcí, echando mi hombro contra la pesada madera. Grité, tirando la
manilla más fuerte.
Estaba cerrada.
Clavé mis uñas en la madera hasta que sangraron. Golpeé con mis
puños. La puerta no se movió. Era pura como una piedra. Por la hoja de
vidrio, vi las luces del coche de mi padre y escuché el acelerado del motor.
Él me estaba dejando.
Me deslicé al piso. Mis zapatillas chirriaron contra el mármol
brillante, mis dedos se deslizaron por la caoba pulida de la puerta. No quería
mirar detrás de mí a la boca de la casa, dentro de la oscuridad que sería mi
hogar. O mi tumba. No quería pensar en cómo mi padre iría a casa y mi
ausencia sería como una onda dentro de la casa, sentida por un momento y
luego desaparecida de sus mentes. No quería pensar como me extrañarían
en la escuela. Violet. Livia. Drew.
Drew.
El dolor se pegó como cemento detrás de mis ojos. Quería llorar, pero
no caían lágrimas. Nunca tenía lágrimas. Mis ojos quemaban y mi garganta
estaba apretada con un grito, haciendo difícil respirar. Me agaché en el piso,
puse mi mano sobre mi boca y pensé sobre el cabello de Drew, sus ojos, su
sonrisa.
Nunca vería alguna de estas cosas otra vez.
280
Terror, terror real, se deslizó a través de mí como una tormenta.
Vibró por mi cuerpo, empujando mi piel, queriendo salir. Como si mi
propia alma luchara por liberarse de mí, como si mi propio ser no pudiera
soportar estar atrapado aquí en este momento. Se incrementó con una
intensidad cegadora, como un rayo de luz. Entonces caí, jadeando, con mis
manos apoyadas en el suelo frío.
—Detente —dije para mí en voz alta—. Detén esto.
No tenía que quedarme aquí. La marca se había ido, estábamos libres
y podía irme a casa, si solo pudiera hallar una salida. La idea se plantó en mi
mente, congelada por el miedo. Quebrantando mi terror como una
primavera cálida. Escapar. Después de todo, no estaba muerta.
—Todavía —murmuré, y el eco de mi voz, suave y aterciopelado,
susurró detrás de mí en el silencio. Cerré mis ojos con fuerza, conté hasta
cinco y los abrí. Y miré al lugar que sería mi prisión. El vestíbulo se
extendía como un campanario. Un candelabro roto yacía a un metro de
distancia, gotas de cristal se extendían como lágrimas congeladas a través
del mármol.
La luz suave de la sala venía a través de ventanas arqueadas
iluminando el resto de la habitación, en partes de muebles rotos y libros
rasgados. En el medio de la habitación, papeles y plumas estaban esparcidos
por el suelo. Era como si un gran monstruo hubiera estallado en cólera y
destruido la habitación, y cayó en un sueño tranquilo luego de agotarse a sí
mismo. Detrás de mí se escondía un pasillo lúgubre, lleno de puertas.
Estaba atrapada dentro de la casa. Mis amigos no podían ayudarme. Drew
no podría ayudarme. Mi padre no me ayudaría. Un suspiro escapó de mis
labios mientras me ponía en pie.
Estaba sola. Sola en la casa de la Bestia.
281
Lia Weaver es una fugitiva. La granja de
su familia ha sido confiscada por los soldados
Lejanos, su hermana ha sido asignada a una
nueva familia en el pueblo, y su estado oficial
es «extraviada».
Ahora, ella y una banda de seguidores
de Fugitivos deben tomar por su casa el duro
yermo de La Helada. La comida es escasa, y la
esperanza es aún más escasa mientras Lia
trata de encontrar información sobre dónde
están sus amigos perdidos.
Ella está determinada a rescatarlos, pero entonces un sorprendente
aliado se levanta con una oferta que traerá de regreso a sus amigos y
expulsará a los Lejanos de La Helada a cambio de algo muy precioso, y Lia
deberá hacer una elección…
282
He estado haciendo historias desde que tengo cinco
años de edad, y ahora estoy loca por hacerlo como
un trabajo de tiempo completo. Tengo una obsesión
con la fantasía oscura, distopías futuras, e historias
de amor del estilo de “Orgullo y Prejuicio”, historias
completas con bromas ingeniosas, y sentimientos
que se transmiten sin hablar. Cuando no estoy
escribiendo, estoy creando arte digital, leyendo
blogs chistosos, o mirando mis shows favoritos
(entre los que están TVD y BSG), jugando
videojuegos y comiendo tartas heladas. Vivo con
mi esposo geek y con dos gatos malos en Atlanta,
GA. Decididamente es del Equipo Unicornio.
Sus libros correspondientes a la saga The Frost Chronicles:
Frost (The Frost Chronicles 1)
Thorns (The Frost Chronicles 2)
Weavers (The Frost Chronicles 3)
Bluewing (The Frost Chronicles 4)
o Brewer (The Frost Chronicles 4.1)
o Fugitive (The Frost Chronicles 4.5)
Aeralis (The Frost Chronicles 5)