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LINA ARANGO DÍAZ TRABAJO Y PRODUCCIÓN PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA Facultad de Filosofía Bogotá, 1 de febrero de 2015

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LINA ARANGO DÍAZ

TRABAJO Y PRODUCCIÓN

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA

Facultad de Filosofía Bogotá, 1 de febrero de 2015

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TRABAJO Y PRODUCCIÓN

TrabajodegradopresentadoporLinaArangoDíaz,bajoladireccióndelaProfesoraMaríaCristinaConfortiRojas,

comorequisitoparcialparaoptaraltítulodeMagísterenFilosofía

PONTIFICIAUNIVERSIDADJAVERIANAFacultaddeFilosofía

Bogotá,1defebrerode2016

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TABLA DE CONTENIDOS

CARTA DE LA DIRECTORA ......................................................................................... 7 AGRADECIMIENTOS ..................................................................................................... 9

INTRODUCCIÓN ........................................................................................................... 11 1. NOCIONES A PROPÓSITO DEL TRABAJO ........................................................... 17

2. TRABAJO: ECONOMÍA Y FLEXIBILIDAD ........................................................... 31 2. 1 Trabajo y economía: el trabajo enajenado ............................................................ 31 2. 2 El fin de la rutina laboral: flexibilidad y deconstrucción del trabajo .................... 40

3. LA EXAGERACIÓN DEL CAPITALISMO EN EL SIGLO XXI ............................. 51

CONCLUSIONES ........................................................................................................... 59 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ............................................................................ 65

ANEXO 2 ......................................................................................................................... 67 ANEXO 3 ......................................................................................................................... 70

CALIFICACIÓN ............................................................................................................. 73

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AGRADECIMIENTOS

Agradezco a Juan Carlos González por compartir conmigo su manera de entender la

realidad, por enseñarme a hacer preguntas interesantes, por creer en mis ideas y

por abrir la puerta a un camino distinto que me ha permitido construir todo lo que soy

hoy. Agradezco a mi familia y a Nacho por estar siempre a mi lado y al equipo

de Socialab por su paciencia y por crear un lugar donde todo es posible.

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INTRODUCCIÓN

Esta investigación persigue un interés personal que surge de mi formación como

diseñadora industrial. El diseño ha marcado mi vida en todos los sentidos, a pesar de

haber tomado la decisión de no ejercer el diseño industrial como profesión, ha sido una

parte fundamental de mi vida personal, laboral y la razón por la que ahora estoy

terminando una maestría en filosofía.

Fue solo hasta los últimos semestres de mi pregrado que empecé a descubrir los

problemas importantes del diseño. La manera en la que el diseño se enseña y ejerce, en

la mayoría de los casos, solo resuelve necesidades del mercado y se concentra en

situaciones cada vez más pequeñas e irrelevantes, un nuevo exprimidor de naranjas o

una silla más, no van a mejorar las condiciones de existencia de nuestra sociedad, ni la

relación con el ambiente en el que vivimos. Al final de mi pregrado se hizo evidente que

me encontraba frente una estructura académica rígida y desactualizada, con profesores

resistentes al cambio y temerosos de las preguntas que surgían de los estudiantes, pues

aparentemente ponían en riesgo su metodología y conocimiento tradicionales. Mi

inquietud frente a la academia siempre fue sobre la capacidad de los estudiantes para

enfrentarse con el futuro, ¿cómo puede fundarse la formación de diseñadores de

principios del siglo XXI en las prácticas utilizadas en los años 60, 70 o incluso de años

anteriores?, ¿cómo pueden prepararse estos futuros diseñadores para trabajos que hoy no

se han inventado, si no somos capaces de desarrollar una sensibilidad a los cambios que

implica el conocimiento del pasado solo como insumo para la construcción del futuro y

así, dejar de vivir el pasado del diseño, de desprendernos de la era industrial que cada

vez pierde más vigencia, ni crear modelos adaptables a nuevas situaciones?

Como resultado del ejercicio de diseño, en la gran mayoría de los casos, se obtienen

productos comerciales que evidencian la práctica irresponsable de esta disciplina,

determinados por su rápida obsolescencia a causa de la moda y la intención de las

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empresas de aumentar el consumo o la supuesta conveniencia del uso de productos

desechables, entre otros.

Sin embargo, el inconveniente no solo se encuentra en los productos del diseño, sino

también en la manera desmedida en la que se usan los insumos para la producción como

consecuencia de una relación insostenible con nuestro ecosistema, el cual mucho tiempo

fue entendido como una fuente ilimitada de recursos de la cual el hombre podía servirse

cuando lo considerara necesario. Es importante aclarar que este comportamiento no es

exclusivo del diseño, sin embargo sí es común tanto en la práctica profesional como en

la formación de nuevos diseñadores. La academia ofrece pocos espacios para a hacer

preguntas relevantes y en el mundo laboral todo pasa tan rápido que no hay tiempo para

hacerlas, ¿por qué estamos diseñando este producto?, ¿es realmente necesario?,

¿deberíamos usar estos recursos: tiempo, dinero, conocimiento y materiales, en resolver

otro tipo de problemas?, ¿qué hace que un producto de diseño sea bueno o cómo se

reconoce a un buen diseñador en nuestro contexto actual?

Al diseño le hace falta reflexionar sobre su práctica, preguntar por qué se diseña, para

qué se diseña, qué futuro se pretende construir con este ejercicio. Entre el diseño y la

filosofía he encontrado una relación equilibrada que me ha permitido construir mi modo

de ser en el mundo. La capacidad filosófica de problematizar situaciones, la rigurosidad

de la investigación y la habilidad de elaborar discursos le ofrece al diseño los insumos

necesarios para proponer soluciones a partir de su pensamiento sistémico y creación

tridimensional.

Por su parte, la filosofía permitió que mis preguntas sobre el diseño dieran paso a una

problemática más amplia: el trabajo y la producción. Estas dos actividades relacionadas

con la vida de todos los seres humanos, son fundamentales para el desarrollo de todas las

sociedades, sin embargo se han convertido en actividades que en la práctica entran en

conflicto con el desarrollo de la vida misma. Las personas privilegiadas pasan los

primeros 15 o 20 años de su vida preparándose para conseguir un buen trabajo, los

demás deben empezar a trabajar desde niños. El trabajo es una actividad con la que tarde

o temprano todos nos tenemos que enfrentar, el problema surge cuando, en la mayoría

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de los casos, no hay ningún tipo de reflexión sobre la manera en la que trabajamos, ¿por

qué el trabajo es una actividad desagradable para la mayoría de las personas?, ¿cuáles

son las aplicaciones e implicaciones de nuestra producción?, ¿es esta la manera

adecuada de usar esos recursos?, ¿cuáles son los problemas importantes que debemos

solucionar con nuestro trabajo?, ¿cómo nos imaginamos el futuro y así mismo, cuáles

son las consecuencias de nuestras decisiones y producciones en ese futuro?, ¿cómo

construimos oportunidades para todos, desde lo que hacemos?, ¿en qué sociedad

queremos vivir y cómo nuestro trabajo ayuda a construirla? Todos estos son problemas

éticos de la producción y el trabajo, son preguntas fundamentales para la existencia

humana que pocas veces hacemos.

Esta investigación tiene la intención de analizar las relaciones que han dado forma a

lo que hoy conocemos como trabajo y las implicaciones que estas han tenido en los

individuos y las sociedades desde el siglo XVII hasta la actualidad, en un recorrido que

destaca cómo el trabajo y la producción han pasado de ser problemáticas asociadas

principalmente con la economía, a ser asuntos que tienen un importante componente

social. Mi propósito, más que profundizar en la propuesta de algún autor en especial, es

revisar, comprender y exponer distintas perspectivas sobre esta problemática a la luz de

mi reflexión como diseñadora, persiguiendo los problemas filosóficos de la verdad y el

sujeto.

El trabajo es una actividad fundamental para la humanidad, por medio de la cual se

constituyen sociedades e individuos. El trabajo organizado y sistemático, consolidó la

sociedad del siglo XX y le permitió avanzar de manera acelerada, sin embargo en ese

camino se ha perdido de vista la humanidad, el trabajo y su producción han alcanzado tal

relevancia dentro de las sociedades contemporáneas que pareciera que el hombre existe

para mantener estas actividades vivas y no para servirse de ellas y mejorar sus

condiciones. A partir de esta situación es posible preguntar, ¿por qué tiene el trabajo un

lugar privilegiado en nuestras vidas si el trabajo mismo es lo que le quita lo humano al

humano?

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A través de las diferentes lecturas que hice para el desarrollo de mi investigación, fui

encontrando autores que me permitieron perseguir mis propias inquietudes en el camino

de la búsqueda de la verdad, entre ellos Michel Foucault, Karl Marx, Richard Sennett y

Byung-Chul Han, quienes se convirtieron en la columna vertebral de este proceso por

sus distintos y cuidadosos acercamientos a la problemática del trabajo.

En primer lugar, Foucault expone cómo algunos siglos atrás un cambio

epistemológico dio lugar a nuevos dominios del saber, entre otros la Economía Política. De hecho, los conceptos de moneda, precio, valor, circulación, mercado, no fueron pensados, en los

siglos XVII y XVIII, a partir de un futuro que los esperaba en la sombra, sino más bien sobre el suelo de una disposición epistemológica rigurosa y general. Es esta disposición la que sostiene en su necesidad de conjunto al "análisis de las riquezas". Éste es, con respecto a la economía política, lo que la gramática general con respecto a la filología y lo que la historia natural con respecto a la biología. (Foucault, 1968, p. 165)

Los conceptos que investiga Foucault a la luz del análisis de las riquezas, son de gran

importancia para entender el lugar que ocupa el trabajo en este tiempo, cómo este se

empezó a reconocer como una mercancía y su capacidad de crear el valor de los objetos.

De la lectura de Foucault aprendí que la atención a los detalles y la capacidad de análisis

de situaciones complejas son fundamentales para el ejercicio filosófico.

En el caso de Marx, su estudio sobre el capital, tanto en los Manuscritos económicos

y filosóficos como en los Grundirsse, evidencia la importancia del ser humano en el

proceso productivo y las implicaciones que el trabajo enajenado tiene sobres los

individuos y la sociedad. Critica desde un punto de vista ético la toma de decisiones de

un sistema, cuya prioridad son las cosas antes que los humanos. Vale la pena resaltar que

muchas de sus observaciones siguen siendo vigentes y hasta el día de hoy no se han

solucionado, lo que me permite evidenciar que los problemas filosóficos son

transversales a la vida humana, no se encuentran atados a un solo momento de la historia

y con el paso del tiempo siempre es posible encontrar nuevas perspectivas y preguntas

que enriquezcan el problema original y permitan continuar la discusión.

Por su parte, Sennett trae una perspectiva sociológica sobre el trabajo, estudia los

problemas del trabajo en la segunda mitad del siglo XX: los cambios en los últimos

cuarenta años en el comportamiento de los trabajadores, en las relaciones entre los

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trabajadores y las empresas y principalmente, el fenómeno de la flexibilidad como

resultado de la molestia que genera la rutina entre los trabajadores y empresarios. El

trabajo sociológico de Sennett le aporta un importante componente a mi estudio, la

preocupación por el sujeto cotidiano que vive las consecuencias de las preguntas

filosóficas en su día a día, ese sujeto que los filósofos de vez en cuando, olvidamos que

somos nosotros mismos.

Por último, Han como autor contemporáneo presenta, tanto en Psicopolítica como en

la Sociedad del cansancio, una radiografía de la sociedad del rendimiento con todos sus

componentes entre ellos, el exceso de comunicación, el acceso desmedido a la

información, el uso del Big Data, la ludificación de la vida y la desaparición de la

contemplación en el siglo XXI.

El paso por las propuestas de estos autores permite entender el lugar que el trabajo y

la producción han conseguido en la vida humana y las diferentes problemáticas sociales

que este ha generado a lo largo del tiempo. Esta investigación no pretende dar solución

al conflicto entre el hombre y el trabajo sino profundizar en las raíces y entender los

elementos que entran en juego respecto a este conflicto para encontrar nuevas preguntas

que permitan pensar el futuro del trabajo.

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1. NOCIONES A PROPÓSITO DEL TRABAJO

En las Palabras y las Cosas, Foucault evidencia que el trabajo como actividad

económica solo nace en el momento en que los frutos que la naturaleza producía

espontáneamente dejaron de ser suficientes para alimentar a los hombres (Foucault,

1968, p. 251). El trabajo y su producción organizada, surgen como una medida de

supervivencia que le entrega al hombre el control sobre los ritmos que determinan su

vida, le permite liberarse de los ciclos naturales y alejarse cada vez más de ellos.

En cada momento de su historia, la humanidad sólo trabaja bajo la amenaza de la muerte: toda población, en caso de no encontrar recursos nuevos, está destinada a extinguirse; y, a la inversa, a medida que los hombres se multiplican emprenden trabajos más numerosos, más lejanos, más difíciles, menos fecundos de inmediato. (Foucault, 1968, p. 251)

Es así, como el trabajo desde el principio de su historia se ha encontrado

intrínsecamente ligado a la vida y a la muerte, y a pesar de que en un primer momento

tenía como objetivo combatir la falta de alimentos y recursos necesarios para el hombre,

con el paso del tiempo ha quedado inmerso en el juego de la economía de escasez que

hace insuficiente su producción. El sujeto responsable de perpetuar esta dinámica, lo

llama Foucalt “homo oeconomicus: es el que pasa, usa y pierde su vida tratando de

escapar a la inminencia de la muerte” (1968, p. 252). Para mediados del siglo XIX,

cuando Marx escribe los Manuscritos económicos y filosóficos, el trabajo se había

convertido en fuente de la escasez como parte del círculo vicioso que mantenía al

trabajador en la miseria, en el límite perfecto entre la vida y la muerte. El trabajo

controlaba al trabajador, le imponía una nueva clase de límites diferentes a los naturales

y usaba su tiempo y energía solo como insumos para la producción. Este trabajo como

recurso para la supervivencia humana empezaba a mostrar su lado más oscuro, ya no era

solo mejoras, riqueza y producción, también era desgaste, pérdida y consumo de

recursos vitales, el trabajo era riqueza para pocos y miseria para muchos.

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Para entender la relación entre el trabajo, la sociedad y las dinámicas complejas que

se han construido a su alrededor, es necesario revisar otras nociones asociadas a esta

problemática, entre ellas: valor, producción, dinero, moneda y precio, las cuales se

empezaron a concebir sistemáticamente como discurso desde el siglo XVII con el

análisis de las riquezas, y aún hoy, inciden directamente en lo que conocemos como

trabajo.

Una de las nociones fundamentales en el análisis de las riquezas es el valor, y con él

todas las preguntas que se generan a su alrededor, ¿cómo se determina el valor de una

mercancía?, ¿por qué se puede decir que un objeto vale más que otro?, ¿cómo es posible

que el valor de un objeto inútil sea mayor que el de un objeto útil? De acuerdo con el

pensamiento clásico, el valor es la capacidad que tiene un objeto de ser sustituido por

otro en un intercambio, es la equivalencia entre un objeto y otro (Foucault, 1968, p.

188). Para que un objeto pueda intercambiarse por otro requiere de dos condiciones, en

primer lugar, es necesario que cuente con un valor propio y en segundo, que quienes

participen en el intercambio reconozcan el valor de lo que el otro posee.

Aunque el valor solo existe en la intercambiabilidad, es posible hacer dos lecturas

sobre este suceso, por un lado, el valor se puede analizar como un factor que se da en el

mismo acto del cambio y genera una relación equivalente entre lo que se recibe y lo que

se entrega, y por el otro, se analiza el valor como un elemento que surge con

anterioridad y se convierte en la condición para el cambio. La primera lectura “analiza el

valor a partir del cambio de objetos de necesidad —de objetos útiles—; la segunda, a

partir de la formación y del nacimiento de objetos cuyo valor se definirá después del

cambio —a partir de la prolijidad de la naturaleza” (Foucault, 1968, p. 189).

De acuerdo con los Fisiócratas1, la posibilidad de un cambio, en otras palabras la

demanda de un bien y la renuncia a otro, permite la existencia de valores y riquezas.

Debe existir un exceso de bienes en manos de alguien que no lo necesite, para que estos 1 La doctrina fisiócrata comenzó en el siglo XVIII dentro de una nueva concepción de la economía que planteaba como principio fundamental del gobierno económico, la libertad de comercio y circulación de granos. Para los fisiócratas, el producto agrícola, era el único producto neto que podría obtener una nación. (Foucault M. , 2006, p. 51)

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se conviertan en riquezas y a la vez, alguien más que necesite ese objeto y que esté

dispuesto a pagar algo por él. Pero el intercambio no es solo una cuestión de

supervivencia, la vida humana que no solo responde a necesidades naturales, también

busca conseguir por medio del intercambio de objetos placenteros, lujosos o bellos la

posibilidad de disfrutar.

La meta del cambio —dice Mercier de La Riviére— es el disfrute, el consumo, de tal suerte que el comercio puede ser definido sumariamente así: el cambio de cosas usuales para lograr su distribución entre las manos de sus consumidores. (Foucault, 1968, p. 190)

La construcción del valor en el comercio requiere del consumo de otros bienes, es

decir que la producción del valor implica un gasto por medio del cual los bienes se

transforman en riquezas. Solo en el caso del trueque puro y simple, el comercio no tiene

un costo, ya que los bienes se convierten en riquezas y tienen valor solo durante el

instante del cambio. La naturaleza del comercio le permite cambiar cosas de igual valor,

pero no es el comercio el responsable de la formación del excedente que da origen al

valor de las cosas, la industria tampoco es capaz de compensar el costo de ese valor

porque “el valor no se forma ni crece por la producción, sino por el consumo” (Foucault,

1968, p. 192), un objeto es valioso bien sea porque un trabajador, un empresario o un

comprador lo necesita o lo desea.

El sistema de precios que permite establecer el valor de un objeto en el mercado, es la

relación entre la moneda y las mercancías. Este, se altera en la medida en que la cantidad

de moneda o mercancía varía, por su parte tanto el comercio como la producción,

determinan el precio de venta de la mercancía de acuerdo con la variación de los precios

de la materia prima, el transporte y la subsistencia y beneficios del obrero y del

empresario que de la misma manera se encuentran sujetos el sistema se precios, “el valor

sólo aparece donde los bienes han desaparecido; y el trabajo funciona como un gasto:

forma un precio de la subsistencia que él mismo ha consumido” (Foucault, 1968, p.

192).

En el único caso en el que el mantenimiento del trabajador no es igual al crecimiento

del valor, es en el del cultivador, debido a que la tierra es capaz de producir mucho más

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de lo que el cultivador consume. De esta manera, se hace evidente la importancia que los

Fisiócratas otorgan a la renta de la tierra, la cual permite asegurar la subsistencia del

cultivador, retribuir lo que la tierra misma exige para continuar produciendo y

transformar los bienes en valores y riquezas. “Sería falso decir que la naturaleza produce

espontáneamente valores; pero es la fuente inagotable de los bienes que el cambio

transforma en valores, no sin gastos ni consumo” (Foucault, 1968, p. 195).

Más adelante en la historia, con Adam Smith y David Ricardo se reconoce la relación

fundamental que existe ente el valor y el trabajo y se designa el trabajo como “una

medida constante entre los valores de las cosas, (suponiendo) que la cantidad de trabajo

indispensable para producir una cosa fuera igual a la cantidad de trabajo que esta cosa, a

su vez, podía comprar en el proceso del cambio” (Foucault, 1968, p. 248). Por primera

vez, se reconocen el tiempo y la fuerza del obrero como insumos que pueden ser

comprados y vendidos y son necesarios para la creación del valor, desde este momento

el valor deja de entenderse como signo y pasa a ser el producto del trabajo “que extrae

los metales, produce los bienes, fabrica los objetos, transporta las mercancías y forma así

valores intercambiables que antes de él no existían y que no habrían aparecido sin él”

(Foucault, 1968, p. 248).

Todo valor se determina no según los instrumentos que permiten analizarlo, sino de acuerdo con las condiciones de producción que lo han hecho nacer; y aún más allá, esas condiciones son determinadas por la cantidad de trabajo aplicada a su producción. (Foucault, 1968, p. 250)

Por tal razón y a partir de este momento, se hace necesario que la teoría de la

producción anteceda a la de la circulación, desde un nivel arqueológico como dice

Foucault. En el espacio del saber, el cambio se ha sustituido por la producción, dando

lugar a nuevos objetos cognoscibles, como el capital, y nuevos conceptos y métodos,

como el análisis de las formas de producción (Foucault, 1968, p. 247).

La falta de alimento y los depredadores naturales ya no eran las mayores amenazas

para la humanidad, las sociedades organizadas de los siglos XVII y XVIII eran capaces

de producir en gran medida, todo lo necesario para que sus integrantes pudieran asegurar

su supervivencia sin estar sujetos solo a las determinaciones de la naturaleza. El

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intercambio social evitaba que cada persona fuera responsable de producir todo lo que

necesitaba por sí misma, es así como el trabajo, más que una fuente de alimento y

protección se convirtió en la posibilidad de poner a disposición de otros las capacidades

propias, hacerse útil para los demás y por lo tanto, tener un lugar en esa sociedad y

recibir los beneficios que en ella se producían.

En la introducción del primer tomo de los Elementos fundamentales para la crítica de

la economía política, Marx toma como punto de partida la producción material de los

individuos en sociedad, específicamente a partir de la “sociedad civil” del siglo XVIII,

en la que los individuos se desprenden de sus lazos naturales que los hacían parte de un

grupo humano determinado y las conexiones sociales aparecen solo como un medio para

conseguir los fines individuales y privados (Marx, 2007, p. 4). De acuerdo con esto,

Marx determina que cuando se haga referencia a la producción, es necesario hacer

referencia a un momento específico del desarrollo social, “de la producción de

individuos en sociedad” (Marx, 2007, p. 5), a pesar de que todas las épocas de la

producción tengan algo en común.

La producción general es una abstracción, pero una abstracción que tiene un sentido, en tanto pone realmente de relieve lo común, lo fija y nos ahorra así una repetición. Sin embargo lo general o lo común, extraído por comparación, es a su vez algo completamente articulado y que se despliega en distintas determinaciones. (Marx, 2007, p. 5)

Estas determinaciones pueden ser o no, comunes a varios momentos, sin embargo lo

importante es distinguir las determinaciones que valen para la producción en general con

la intención de no atender solo a la unidad y recordar que el sujeto (la humanidad) y el

objeto (la naturaleza) son lo mismo. Marx expone cómo para los economistas, entre ellos

John Stuart Mill y Adam Smith, hay un interés especial en presentar la producción

general, las condiciones necesarias para su existencia y los elementos que le permiten

avanzar.

De acuerdo con este planteamiento de la producción general, “un pueblo industrial

llega al apogeo de su producción en el momento que alcanza su apogeo histórico.”

(Marx, 2007, p. 5), de igual manera, ciertas disposiciones raciales o condiciones

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geográficas del lugar, son mejores para la producción. Sin embargo, uno de los

problemas que Marx evidencia en la postura de los economistas, es que la producción de

la riqueza se basa en una tautología que está determinada por la existencia de los mismos

elementos que producen la riqueza, un país rico tiende a ser cada vez más rico, así como

una familia rica tiende a ser más rica. Por otro lado, Marx expone que especialmente en

el caso de Mill, la producción, a diferencia de la distribución, no tiene ninguna relación

con la historia y se rige por leyes naturales, lo que parece una manera discreta de

presentar las leyes burguesas como leyes naturales (Marx, 2007, p. 7).

La manera en que los economistas relacionan los componentes asociados a este

proceso es la siguiente:

En la producción los miembros de una sociedad hacen que los productos de la naturaleza resulten apropiados a las necesidades humanas (los elaboran, los conforman); la distribución determina la proporción en que el individuo participa de estos productos; el cambio le aporta los productos particulares por los que él desea cambiar la cuota que le correspondió a través de la distribución; finalmente, en el consumo los productos se convierten en objetos de disfrute, de apropiación individual. (Marx, 2007, p. 9)

Así, cada una de estas acciones hace parte de un proceso encadenado que tiene un

principio y un fin claramente definidos y en el cual hay un movimiento desde lo social

hacia lo individual, que comienza con la objetivación de la persona y termina con la

subjetivación de la cosa. El inconveniente con la manera en la que los economistas

conciben la producción, se encuentra en que entienden el proceso de una manera

superficial, pasan por alto las relaciones que se construyen entre todos los elementos y

también las implicaciones que cada uno de ellos tiene en el proceso completo y en el

hombre que participa de él desde distintos roles. Dice Marx: “La producción es también

inmediatamente consumo” (2007, p. 10), la relación entre la producción y el consumo

no se deriva de la participación que ambas tienen en el gran proceso de la producción,

cada una es parte de la otra, son lo mismo, así como también el productor es

inmediatamente consumidor.

Para producir, el individuo debe consumir sus capacidades, también es necesario que

se consuman los mismos medios de producción, la maquinaria, los insumos, la materia

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prima, etc., esto es lo que los economistas llaman consumo productivo, solo con el fin de

diferenciarlo del consumo como tal (Marx, 2007, p. 10). Por el otro lado, el consumo es

producción, es producción consumidora, “arguye la economía, esta producción idéntica

al consumo es una segunda producción, surgida del aniquilamiento del primer producto.

En la primera, el productor se objetivaba; en la segunda, la cosa creada por él se

personificaba” (Marx, 2007, p. 11). La producción produce el consumo en tanto que crea

su objeto, determina la manera en la que se consume y crea la necesidad de consumir en

el sujeto.

El consumo, por su parte, crea la producción de dos maneras, en primer lugar el

producto solo es tal en el consumo, “a diferencia del simple objeto natural, el producto

se afirma como producto, se convierte en producto, solo en el consumo” (Marx, 2007, p.

11), y en segundo lugar, el consumo crea la necesidad de una nueva producción, “sin

necesidades no hay producción. Pero el consumo reproduce las necesidades” (Marx,

2007, p. 12).

El consumo y la producción son al mismo tiempo idénticos y opuestos, están

intrínsecamente ligados y cada uno depende de la existencia del otro, la producción crea

el objeto del consumo y el consumo crea al sujeto productor que consume esos objetos.

“El individuo produce el objeto y, consumiéndolo, retorna a sí mismo, pero como

individuo productivo y que se reproduce a sí mismo. De este modo, el consumo aparece

como un momento de la producción” (Marx, 2007, p. 14).

Otro momento de la producción, como se había mencionado anteriormente es la

distribución, que determina la cantidad de productos que le corresponde al individuo. La

distribución y la producción también presentan una relación mutua y fundamental,

contrario a lo que algunos economistas podían pensar cuando establecían la distribución

como un hecho pre económico independiente de la producción.

Frente al individuo aislado, la distribución aparece naturalmente como una ley social que condiciona su posición en el seno de la producción, dentro de la cual él produce, y que precede por lo tanto a la producción. En su origen el individuo no posee ni capital ni propiedad territorial. Desde que nace está destinado al trabajo asalariado en virtud de la distribución social. Pero el hecho mismo de estar destinado es resultado del hecho de que el capital y la propiedad territorial existen como agentes autónomos de la producción. (Marx, 2007, p. 16)

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Sin embargo entender a la producción de manara independiente de la distribución

sería un error, ya que la distribución no es solo de los objetos producidos, antes de esto

se distribuyen los elementos para la producción, al igual que los miembros de la

sociedad en cada rama de la producción, es decir, las ramas que la producción requiere

para realizarse.

Por último, el cambio como un momento de la producción, también ocupa un lugar

importante en el proceso. Por un lado, se requiere de un intercambio de habilidades y

actividades para hacer posible la producción, y por el otro, un intercambio de los

productos terminados permite el consumo individual de estos. “El resultado al que

llegamos no es que la producción, la distribución, el intercambio y el consumo sean

idénticos, sino que constituyen las articulaciones de una totalidad, diferenciaciones

dentro de una unidad” (Marx, 2007, p. 20). La presentación que hace Marx de la

producción se podría comparar con una estructura fractal que implica la totalidad del

proceso en cada una de sus partes, por lo cual no es posible en ningún caso, considerar

cada una de estas partes como independiente de las demás. Así mismo es el sujeto de

esta sociedad, un sujeto fractal conformado por una estructura que se replica

infinitamente en su interior y que no permite aislar ninguna de sus partes.

No es posible hablar de producción sin mencionar el trabajo. De la misma manera

que cada parte del proceso se funde con las demás, el trabajador y la producción son

inseparables, cada momento de la producción requiere del trabajador. Lo que hace aun

más complejo el proceso, es que el trabajador participa en él desde distintos roles:

productor, distribuidor, comerciante y consumidor, las necesidades del

trabajador/consumidor son las mismas que nutren a la producción, que se reproducen

con el consumo de ese sujeto. En esta dinámica de la producción se hace evidente la

relación fundamental entre la producción y la sociedad. La producción y la sociedad son

una sola, la sociedad que no produce y no trabaja, no sobrevive y la producción, la

distribución, el cambio y el consumo se hacen posibles solo en medio de una sociedad.

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Entre la producción, la distribución, el cambio y el consumo existe un elemento que

se desplaza entre ellas y las hace posibles: la moneda. Las monedas originalmente

hechas de metales preciosos o los billetes hechos actualmente con materiales de última

tecnología, son la sangre que mantiene viva a la producción. De acuerdo con la

propuesta de Marx, no tendría sentido estudiar la teoría de la producción de manera

independiente a la de la circulación, incluso decía Foucault que la teoría de la

producción antecedía a la de la circulación, por tal razón la historia de la moneda, entre

los siglos XVI y XVII que Foucault recoge en Las palabras y las cosas es necesaria para

comprender el sistema que hace posible la producción.

En el siglo XVI los problemas económicos estaban limitados al precio y a la sustancia

monetaria. El tema de los precios tenía que ver con el “carácter absoluto o relativo del

encarecimiento de las mercancías y al efecto que pueden tener sobre los precios las

devaluaciones sucesivas o la afluencia de los metales americanos” (Foucault, 1968, p.

166). En relación a la sustancia monetaria, la cuestión se refería a “la naturaleza del

patrón, de la relación de precio entre los diferentes metales utilizados, de la distorsión

entre el peso de las monedas y sus valores nominales” (Foucault, 1968, p. 166). Estos

dos problemas estaban relacionados ya que el metal no era un signo, ni signo medidor de

riquezas, sino que en sí mismo era una riqueza. Su significado se debía a que era una

marca real y esto le permitía indicar y medir las riquezas, era necesario que fuera

precioso para poder indicar el precio y requería la estabilidad de sus cualidades: rareza,

utilidad y deseabilidad, para que fuera legible universalmente. “Una medida es estable,

reconocida por todos y valiosa en cualquier lugar, si tiene por patrón una realidad

asignable que se pueda comparar con la diversidad de las cosas que se quiere medir”

(Foucault, 1968, p. 167).

La moneda tiene dos funciones que se fundan en su realidad material, en primer lugar

es una medida común de las mercancías y en segundo es un sustituto en el mecanismo

de cambio, por lo tanto la moneda solo puede medir si su unidad existe realmente y si a

esta se puede referir cualquier mercancía. Es necesario que el valor de la moneda esté

determinado por el metal que contiene y no por la marca impuesta por el príncipe, como

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se hizo durante parte de la Edad Media y se quiso restablecer en algún momento durante

el siglo XVI. La reforma de este siglo buscaba que los signos monetarios se remitieran

de nuevo solo a su exactitud de medida, es decir que el valor nominal de la pieza

correspondiera a la cantidad de metal que la conformaba.

Para el momento de la reforma se hacen evidentes algunos fenómenos de la moneda-

signo que comprometen su papel de medida:

1. Una moneda circula de forma más rápida en la medida en que menos buena es,

mientras que las mejores monedas están escondidas y no se usan en el comercio, por eso

la moneda aparece como una mercancía con un valor que depende de su rareza y un

precio propio, pero no como el patrón absoluto de la equivalencia de todas las

mercancías.

2. Los precios no aumentan porque las mercancías son siempre lo mismo y la

naturaleza de la moneda es un patrón constante, por lo tanto el encarecimiento de las

mercaderías se debe al aumento de los valores nominales que lleva una misma moneda.

El aumento de los precios se debe a la exportación de metales americanos hacia Europa,

ya que esto permite acuñar una mayor cantidad de monedas y de mejor calidad.

3. El patrón de equivalencia está inmerso en el mismo sistema de cambios y por eso

su poder de compra no significa más que el valor mercantil del metal que compone la

moneda. La marca de la moneda remite tanto a una medida de metal que es constante

como a las mercancías variables en precio y cantidad que son los metales (Foucault,

1968, pp. 168-169)

En el régimen del siglo XVI, los signos estaban constituidos por semejanzas que al

mismo tiempo necesitaban otros signos para ser reconocidos. En el caso del signo

monetario, este solo podía definir su valor a partir de una masa metálica, que a su vez

tenía un valor sujeto al orden de las otras mercancías. Para detener el movimiento

infinito entre la semejanza y el signo, se hizo necesario definir una relación entre el

metal y la mercancía, que permitiera fijar el valor mercantil total de los metales

preciosos y así valorar de una manera definitiva el precio de todas las mercancías.

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David Harvey en su libro Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo hace

referencia a la evolución del dinero, “las monedas que fueron originalmente creadas para

dar forma física a la inmaterialidad del trabajo social pasaron a ser representadas por

nuevos símbolos, y últimamente por simples números en cuentas computarizadas”

(2014, p. 45), debido a que el dinero mercancía no era fácil de usar en las transacciones

diarias más básicas. Según Harvey, esta situación trae consigo una paradoja, la

representación material del dinero implicaba un límite para su existencia, pero hoy en

día, el dinero al estar representado por números en una pantalla puede expandirse sin

limites técnicos, y por lo tanto, es posible crear y acumular dinero teniendo solo como

límite las regulaciones estatales.

Sin embargo, la historia de la moneda no sería relevante para esta investigación si no

se revisa la relación entre el dinero y el trabajo. De acuerdo con Harvey,

el dinero es, en primera instancia, un medio con el que puedo reclamar una parte del trabajo social de otros; esto es, un título sobre ese trabajo invertido en la producción de bienes y servicios para otros colocados en el mercado. (2014, p. 41)

En la sociedad actual, todos sus integrantes dependen del trabajo de otros para

conseguir el valor de uso en los objetos que les permiten sobrevivir, por ejemplo, la

electricidad que llega hasta el interior de viviendas, oficinas y fábricas o la ropa de uso

diario, y que en la mayoría de los casos nadie se pregunta por su origen y se cuenta con

que ahí van a estar cuando se necesiten. Pero no solo la vida de cada uno se mantiene

gracias al trabajo de otros, sino que el trabajo de cada individuo también provee de

bienes y servicios a los demás, hay una relación sistémica entre unos trabajos y otros que

permite el funcionamiento de una sociedad en medio de la cual el dinero actúa como

conector entre los nodos que la componen. “Lo que el dinero representa es el valor

social de toda esa actividad, de todo ese trabajo. El «valor» es una relación social

establecida entre las actividades de millones de personas de todo el mundo” (Harvey,

2014, p. 42). Las consecuencias objetivas de la inmaterialidad e invisibilidad de esta

relación social se manifiestan en el costo de las mercancías que produce un trabajo

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determinado. Harvey expone que la diferencia en el valor de estas, no tiene que ver con

su valor de uso sino con el trabajo social implicado en su producción.

Por su parte, el dinero y el valor se encuentran atados. El dinero es el encargado de

representar el valor social del trabajo, sin embargo no puede ser del todo equivalente a

aquello que busca representar ya que es solo una forma de representación, por otro lado

“el valor no podría formarse sin la ayuda de su representación material (el dinero) y las

prácticas sociales del intercambio. La relación entre dinero y valor es dialéctica y

coevolutiva” (Harvey, 2014, p. 43). Las nuevas formas adoptadas por el dinero, el dinero

crediticio o electrónico, traen consigo algunas dificultades que afectan la relación entre

el dinero y el valor. El uso de estas formas de dinero llevan a una tautología, como lo

llama Harvey, el valor de uso del capital-dinero radica en ser utilizado para producir

más valor, el valor de cambio viene de los intereses que genera, este comportamiento del

dinero permite, como se decía anteriormente que no existan límites en su creación y

acumulación, el problema radica en que el capital (ficticio) se usa en actividades que no

generan valor pero si rentabilidad.

El deseo de dinero como forma de poder social lo convierte en un fin en sí mismo que distorsiona la relación entre oferta y demanda del mismo que se necesitaría simplemente para facilitar los intercambios, desmintiendo la supuesta racionalidad del mercado capitalista. (Harvey, 2014, p. 48)

La crítica de Harvey se centra en los comportamientos que se generan en torno al

dinero, los cuales según el autor, no son ni virtuosos ni nobles y han llevado a aumentar

la desigualdad social y una distribución desequilibrada del poder y la riqueza. Su

respuesta a esta situación es:

Si el valor de cambio se debilita y en último término desaparece como brújula que guía cómo se producen y distribuyen los valores de uso en la sociedad, desaparecerán igualmente la necesidad de dinero y todas las demás patologías ansiosas asociadas con su uso (como capital) y su posesión (como fuente excelsa de poder social). (Harvey, 2014, p. 49)

Harvey reconoce lo utópico de este objetivo y las implicaciones que traería, sin

embargo resalta que de esta manera “se concentraría así la atención en lo que realmente

importa, que es la creación continua de valores de uso mediante el trabajo social y la

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erradicación del valor de cambio como medio principal de organización de la

producción de valores de uso” (Harvey, 2014, p. 50).

El valor, la producción, el dinero y el precio son elementos que componen el sistema

en el cual se encuentra inmerso el trabajo. El trabajo produce el valor que le permite al

capitalista obtener una ganancia de sus productos y a la vez tiene un valor en sí mismo

que le permite entrar como una mercancía más en el mercado; la producción, con cada

uno de sus componentes es el lugar donde el trabajo se lleva a cabo; el dinero, sin

importar el medio que lo represente, mantiene en movimiento ese sistema de producción

y por último, el precio es el valor de la mercancía en el mercado, el trabajo por ser una

mercancía, también tiene un precio y puede entrar en la dinámica de intercambio de una

sociedad.

Los temas tratados en este capítulo han permito esclarecer las nociones básicas

relacionadas con el trabajo abriendo paso a una reflexión más profunda sobre el trabajo

en sí mismo, para continuar con esta investigación el próximo capítulo pretende indagar

las principales consecuencias que tiene la relación entre el trabajo y la economía para el

trabajador alienado y las consecuencias de la dinámica laboral flexible en el siglo XX

para los trabajadores y la sociedad en general.

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2. TRABAJO: ECONOMÍA Y FLEXIBILIDAD

2. 1 TRABAJO Y ECONOMÍA: EL TRABAJO ENAJENADO

Para los siglos XVII y XVIII los conceptos de moneda, precio, valor, circulación y

mercado, fueron pensados gracias a una disposición epistemológica rigurosa y general,

la cual se puede comprender gracias al “análisis de las riquezas” (Foucault, 1968, p.

165). Ya en el siglo XVIII, poco a poco se fueron haciendo las distinciones esenciales y

se fueron reconociendo los problemas que la economía positiva trataría desde ese

momento en adelante. De esta forma, se estableció el carácter convencional de la

moneda y no arbitrario, se separó la teoría del precio de cambio y del valor intrínseco, se

refirió el valor a una teoría general de la utilidad, se comprendió la importancia de los

precios elevados para el desarrollo del comercio y se inició el análisis del mecanismo de

producción, así, desde este momento existió la Economía Política.

Formada por piezas y trozos, la economía política plantearía silenciosamente sus temas esenciales, hasta el momento en que, retomando en un sentido distinto el análisis de la producción, Adam Smith sacara a luz el proceso de la creciente división del trabajo, Ricardo el papel desempeñado por el capital, J. B. Say algunas de las leyes fundamentales de la economía de mercado. (Foucault, 1968, p. 165)

El trabajo es una actividad fundamental dentro de la Economía Política, “como

actividad de producción, ´es la fuente de todo valor´” (Foucault, 1968, p. 249). Las horas

de trabajo de los hombres producen objetos, procesos y servicios que tienen un valor en

el mercado porque otros los desean o los necesitan y están dispuestos a pagar por ellos,

pero el trabajo le exige al hombre acostumbrarse a ritmos acelerados, que sobrepasan los

naturales, para cumplir con las metas de la producción que siempre van en aumento. Así,

poco a poco, el hombre se convierte en una pieza más de una máquina, en un elemento

más de la cadena de producción infinita que sin importar su eficiencia siempre se

quedará corta frente a las exigencias del mercado. El trabajo se ha convertido en una

bisagra paradójica que articula vida y muerte, el hombre debe trabajar para producir los

elementos que requiere para vivir pero al mismo tiempo, el trabajo usa su vida como

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insumo para la producción, desgastándolo tanto que al final no tiene vida para disfrutar

lo que ha producido con su trabajo.

El uso de la fuerza laboral es una parte fundamental de la organización social y lo ha

sido desde la antigüedad, la diferencia que trajo consigo el capital a este sistema, en el

que la fuerza de trabajo es una mercancía que se puede comprar o vender, es que

construyó su propia estrategia de reproducción “mediante el uso sistemático y continuo

de la fuerza de trabajo para producir un excedente (plusvalor) por encima del valor que

necesitaba el trabajador para sobrevivir con determinado nivel de vida. Ese excedente es

la base del beneficio capitalista” (Harvey, 2014, pp. 73-74).

El trabajador es dueño de su tiempo y capacidades, él los vende al capitalista al precio

del mercado, el cual debería ser equivalente al valor que él produce con su trabajo. Sin

embargo, las cosas no suceden de este modo ya que para crear y reproducir el capital, es

necesario generar un plusvalor que supere el salario que reciben los trabajadores.

¿De dónde viene entonces el valor extra que asegura un beneficio cuando el sistema de mercado depende en principio de la igualdad en los intercambios? Tiene que existir una mercancía con la capacidad de crear más valor que el suyo propio, y esa mercancía es la fuerza de trabajo. (Harvey, 2014, p. 74)

La contradicción que evidencia David Harvey entre el capital y el trabajo, es que el

trabajador se ve obligado a producir las condiciones que lo dominan mediante su propio

trabajo, al mismo tiempo que debe generar un valor que exceda el que él recibe a cambio

de su trabajo, transformado el trabajo social en trabajo alienado. El trabajo requiere del

trabajador para realizarse, para crear valor y reproducir el capital, al mismo tiempo que

reduce la libertad del trabajador y lo domina.

La contradicción del capital y el trabajo también involucra al Estado y la ley, que

actúan como entes reguladores en la batalla permanente entre el trabajador que busca

conseguir un salario más alto y mejorar sus condiciones, mientras el capitalista intenta

reducir los costos y aumentar la productividad. De acuerdo con Harvey, esta es la

principal contradicción para algunos autores de izquierda y por esta razón, es el punto en

el que convergen las luchas revolucionarias anticapitalistas. Sin embargo, el

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pensamiento de izquierda no ha propuesto una solución suficientemente sólida para

superar este escenario.

La consideración de la contradicción capital-trabajo apunta ciertamente al proyecto político de superar la dominación del capital sobre el trabajo, tanto en el mercado laboral como en el lugar de trabajo, mediante formas de organización en las que los trabajadores asociados controlen colectivamente su propio tiempo, su propio proceso de trabajo y su propio producto. El trabajo social para otros no desaparecería, pero sí lo haría el trabajo social alienado (…) Falta el impulso suficiente para establecer las condiciones de un trabajo no alienado. (Harvey, 2014, p. 76)

En El trabajo enajenado, que se encuentra en los Manuscritos económicos y

filosóficos (1960), Karl Marx expone el problema del trabajo y las consecuencia que trae

para el trabajador en el marco de la Economía Política. Marx empieza por criticar como

la Economía Política parte de presupuestos que no explica: la propiedad privada, la

división del trabajo, el capital, el salario y la competencia, y afirma que “las únicas

ruedas que la pone en movimiento son la codicia y la guerra entre los codiciosos: la

competencia” (Marx, 1960, p. 66). La Económica Política lleva a un intercambio entre la

importancia del mundo humano y del mundo de las cosas, como los llama Marx, hasta

tal punto que es posible ponerle precio a cualquier vida humana.

La enajenación se da cuando el trabajador se convierte en una mercancía que el

capitalista puede comprar y usar para la producción, el trabajador no es dueño de sí

mismo, pierde su autonomía y libertad, el capitalista pasa a ser quien decide sobre él. En

este escenario las cosas y lo humano siempre tendrán un valor inversamente

proporcional, “el obrero es más pobre mientras mayor riqueza produce, mientras su

producción crece en poderío y extensión” (Marx, 1960, p. 67). Las mismas leyes del

mercado reducen cada vez más el valor de su trabajo, mientras que el valor de lo que

produce aumenta, por esto, el trabajador no podrá adquirir la mercancía que produce y

con el tiempo solo le será más inasequible, esta situación solo empeora con el uso del

dinero electrónico. Sin embargo, la mercancía no es el único producto del trabajo, este,

al mismo tiempo se produce a sí mismo y produce al obrero como mercancía (Marx,

1960, p. 67).

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Este hecho expresa solo que el objeto que produce el trabajo –el producto del trabajo– se le opone como algo alienado, como poder independiente del productor. El producto del trabajo es el trabajo objetivado en un objeto, que se ha hecho material; es la objetivación del trabajo. La realización del trabajo es su objetivación. En las condiciones analizadas por la economía política esta realización del trabajo aparece como una pérdida de realidad de los trabajadores; la objetivación como pérdida del objeto y servidumbre del objeto; la apropiación como enajenación, como alienación. (Marx, 1960, p. 67)

En primer lugar, la enajenación del trabajo se refiere al producto del trabajador, esto

“significa no solamente que su trabajo se convierte en un objeto, en una existencia

exterior, sino que existe fuera de él, independiente, extraño, que se convierte en un poder

independiente frente a él” (Marx, 1960, p. 68). La objetivación aparece como la pérdida

del objeto, de los objetos que el trabajador necesita para vivir y trabajar, estas son

consecuencias de que el trabajador se relacione con el producto de su trabajo como un

objeto extraño. El trabajador es un esclavo de su objeto porque por un lado, este le

permite trabajar y así puede existir como trabajador, por el otro le ofrece medios de

subsistencia y así puede existir como sujeto físico, “el extremo de esta servidumbre es

que solo como obrero continúa manteniéndose en calidad de sujeto físico, y que solo es

obrero en cuento es un sujeto físico” (Marx, 1960, p. 69).

En segundo lugar, la enajenación consiste en que el trabajo es externo al trabajador:

“no pertenece a su ser esencial; que en su trabajo (…) no se confirma a sí mismo, sino

que se niega a sí mismo, no se siente feliz sino desgraciado, no desarrolla libremente su

energía física y mental sino que mortifica su cuerpo y arruina su mente” (Marx, 1960, p.

71). El trabajo no le permite satisfacer ninguna necesidad, sino que es un medio para

obtener recursos que sí le permiten satisfacer sus necesidades y esta, es la única razón

por la que lo hace. Su trabajo no le pertenece, tampoco es dueño de sus resultados,

incluso no es dueño de sí mismo. El trabajador solo es él mismo, solo es libre, fuera del

trabajo, la enajenación se da en la actividad misma.

Por último, la enajenación se da en el hombre de sí mismo, de su cuerpo, sus

capacidades y potencia humana y natural. El hombre en su ser genérico es universal y

libre, su vida genérica consiste en vivir de la naturaleza inorgánica, físicamente depende

de los productos que la naturaleza le ofrece para sobrevivir, “el hombre vive de la

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naturaleza: significa que la naturaleza es su cuerpo, con la cual debe permanecer en

continuo intercambio so pena de perecer” (Marx, 1960, p. 73). El trabajo enajenado

convierte a la naturaleza en algo extraño para el hombre y para su propia actividad vital,

esa vida genérica ahora es solo un medio para mantener la existencia física, la vida

individual, “la vida misma aparece como un medio de vida” (Marx, 1960, p. 74). El

trabajo necesita de la vida humana para existir, pero el homo oeconomicus que pierde su

vida trabajando, queda sin vida para vivir.

“En realidad, la proposición de que la naturaleza esencial del hombre le es enajenada

significa que un hombre es enajenado de otro, al igual que cada cual lo es de la

naturaleza esencial del hombre” (Marx, 1960, p. 76). Sin embargo, es a ese otro a quien

pertenece la actividad del trabajador, a ese otro es a quien le sirve la actividad del

trabajador, otro hombre que puede pagar por el trabajador como mercancía y goza con el

dolor que se ha dejado en el trabajo.

La manera en la que el hombre se relaciona con su actividad es diferente a la del resto

de los animales. El animal siempre es inmediatamente uno con su actividad y con la

naturaleza, no le es posible diferenciarse de ellas, el animal solo se mueve con los ritmos

naturales, sus ritmos propios, no le es posible avanzar más rápido o más lento que ellos.

Los animales no sufren la enajenación, las actividades de los animales no son nunca un

trabajo, pues el animal y la activad siempre son lo mismo, avanzan hacia la misma

dirección y al mismo tiempo.

Cada individuo busca la manera de crear necesidades en los otros, envolviéndolos en

una dependencia insuperable de los objetos y por lo tanto, de su trabajo. El dinero actúa

como un medio para apropiarse de la vida de los demás, de su tiempo, de su fuerza y sus

capacidades, es la parte clave de este sistema, “la necesidad de dinero es la verdadera

necesidad que produce el moderno sistema económico y la única que produce” (Marx,

1960, p. 118).

El productor se convierte en la pieza que entrelaza al hombre con su necesidad pero

nunca a un precio bajo. El hombre no solo paga con dinero por satisfacer sus

necesidades, paga con él mismo, como hombre, esto es la enajenación de acuerdo con

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Marx. La enajenación, al mismo tiempo que produce un refinamiento de las necesidades,

convierte al hombre en una bestia que pierde la necesidad de lo natural, el aire libre, la

luz. El elemento vital del hombre es ahora la basura, la oscuridad, la naturaleza podrida,

“ya no existe ninguno de sus sentidos, y no solo en su forma inhumana, y por

consiguiente, ni aun en su forma animal. (…) No es solo que el hombre carece de

necesidades humanas: aun sus necesidades animales están dejando de existir (Marx,

1960, pp. 119-120).

El hombre se ha convertido en obrero gracias a la simplificación del trabajo, “la

máquina se acomoda a la debilidad del ser humano a objeto de hacer del débil ser

humano una máquina” (Marx, 1960, p. 120), mientras que el economista capitalista

manipula las necesidades y los medios. El obrero se reduce a su más mínima expresión,

en cuanto a sus movimientos, sentimientos y necesidades, apenas le permite la actividad

física estrictamente necesaria para continuar siendo obrero, esta es la única vida humana

que hay para el trabajador, sin ningún tipo de placer o lujo. “La Economía Política, esta

ciencia de la riqueza, es por lo tanto la ciencia de la negación, de la privación, de la

economía del ahorro: y en realidad alcanza el punto de privar al hombre hasta de la

necesidad del aire puro o del ejercicio físico” (Marx, 1960, p. 121).

Pero la Economía Política no solo es la ciencia de la riqueza, de acuerdo con Marx, es

una verdadera ciencia moral cuyo ideal es el avaro ascético usurero y el esclavo ascético

productivo, el obrero debe renunciar a todo lo que lo haga humano y lo poco que le

queda no es suyo, es del economista, quien se sirve de sus movimientos, su vida limitada

y sus ahorros para alimentar el capital. El trabajo enajenado inmerso en la Economía

Política hace al hombre cada vez más pobre, le cambia su humanidad por dinero.

Mientras menos eres, más tienes; menos expresas tu propia vida, más alienada es tu vida: mayor es la acumulación de tu ser enajenado. Todo lo que saca de tu vida y humanidad la economía política, te la reemplaza en dinero y riqueza; y todo lo que puedes hacer, tu dinero lo puede. (Marx, 1960, p. 121)

El dinero solo necesita al obrero para crecer, para reproducirse, por esto el obrero

debe permanecer en la delgada línea donde tiene apenas lo suficiente para mantenerse

vivo, pero solo debe querer vivir para seguir teniendo (Marx, 1960, p. 122). El círculo

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vicioso del trabajo enajenado se construye sobre la ilusión del obrero de poder conseguir

más dinero, para tener más cosas y así ser libre, pero entre más trabaja es más prisionero,

más pobre, menos hombre.

Si la moral de la Economía Política se basa en el lucro, el trabajo, el ahorro y la

sobriedad, esto pone a los individuos en un dilema al evidenciar que desde este momento

el mundo de los objetos cobra una mayor importancia que el mundo de lo humano. Toda

acción de la Economía Política debe encaminarse a la producción de objetos útiles2 y del

aumento del capital, con la promesa de satisfacer las necesidades del individuo, esto

significa que vender a un amigo como esclavo o entregar a una hija como prostituta no

estaría en contra de la moral económica, esta es la moral de los objetos.

“La economía política de la ética es la opulencia de una buena conciencia, de la

virtud, etc.; pero, ¿cómo puedo vivir virtuosamente si no vivo siquiera? ¿y cómo puedo

tener una buena conciencia si no tengo conciencia de nada?” (Marx, 1960, p. 123). El

dilema radica en que al individuo se le mide de distintas maneras, en distintas esferas, la

moral y la económica, esta situación hace parte de la enajenación del hombre, cada

esfera es una forma de enajenación que involucra diferentes actividades.

La referencia de la economía política a la ética, si no es más que una referencia arbitraria, contingente, y por lo tanto sin fundamento y anti-científica, si no es denunciada como un fraude sino que pretende ser esencial, solo puede ser la regencia de las leyes de la economía policía a la moral. (Marx, 1960, p. 124)

Para los economistas la sociedad es la sociedad civil, “en la cual todo individuo es

una totalidad de necesidades y solo existe para otra persona en cuanto la otra existe para

él, tanto como la una se convierte en el medio de la otra” (Marx, 1960, p. 132), no

existen relaciones de cooperación, el estímulo para relacionarse con los demás, es sacar

provecho para el beneficio propio, al mismo tiempo que cada uno tiene la obligación de

hacerse útil para los demás y así mantener su lugar en la sociedad. Dentro de la sociedad

civil el hombre aparece como un ser genérico que solo puede presentarse de manera

2 Marx hace una advertencia en relación con la producción de objetos útiles, “la producción de

muchísimas cosas útiles produce una población inútil demasiado grande.” (Marx, 1960, p. 122).

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concreta como un capitalista o como un obrero, de igual manera la división del trabajo

es la actividad de ese hombre genérico, “es la expresión del carácter social del trabajo,

según la Economía Política, dentro de la enajenación” (Marx, 1960, p. 133).

De acuerdo con Adam Smith, citado por Marx (1960, pp. 133-135), la división del

trabajo es la consecuencia del intercambio de productos y es una estrategia que no usa

ningún otro animal más que el hombre debido a que los animales adultos viven por su

propio esfuerzo, mientras que el hombre siempre necesita de los demás.

Cuando nos dirigimos a los demás no lo hacemos a su humanidad, sino a su egoísmo; nunca les hablamos de nuestras necesidades, sino de su conveniencia. Como quiera que es a través del cambio, el comercio, la negociación, como recibimos la mayor parte de los buenos servicios que recíprocamente necesitamos, es esta propensión a la negociación la que ha dado origen a la división del trabajo. (Marx, 1960, p. 134)

Como consecuencia, la división el trabajo hace que cada individuo no deba satisfacer

por sus propios medios todas sus necesidades, por el contrario cada individuo desarrolla

diferentes talentos naturales, útiles para los demás y así consigue un lugar determinado

dentro de su sociedad, sin embargo, esta diversidad de tareas solo es útil a la luz del

intercambio, por esta razón los animales no pueden servirse de las habilidades que

presenten otros animales, así sean de su especie. Por último, el tamaño del mercado es

un factor que juega un papel determinante en relación con la división del trabajo.

Mientras el mercado sea lo suficientemente grande, ningún individuo tendrá problema

en dedicarse de lleno a una sola actividad, ya que siempre podrá intercambiar con otros

lo suficiente para satisfacer sus necesidades.

La argumentación de Adam Smith puede resumirse así: la división del trabajo confiere a este una infinita capacidad de producción. Surge de la propensión al intercambio y al trueque, propensión específicamente humana que probablemente no es fortuita sino condicionada por el uso de la razón y el lenguaje. El motivo de los que participan en el intercambio no es humanitarismo, sino egoísmo (Marx, 1960, pp. 136-137)

A pesar de que para Marx, las posturas de los economistas (Smith, Say, Sharbek,

Mill) en relación con la división del trabajo son oscuras y contradictorias, identifica

ciertos elementos comunes. Existe una relación evidente entre el intercambio y la

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división del trabajo, los motivos que llevan al individuo a hacer parte de este

intercambio se pueden catalogar como egoísta ya que, cada uno entra a participar solo

porque debe satisfacer sus necesidades personales, ofrece en el mercado el producto de

sus actividades esperando algo útil a cambio. La capacidad individual se reduce cada vez

más, la inteligencia y la disposición para el trabajo se ven afectadas, el trabajo se reduce

a la menor cantidad de movimientos mecánicos posibles, mientras que la producción

colectiva se hace más fuerte gracias a la división eficiente del trabajo y al intercambio,

de esta manera los intereses económicos son la base de las relaciones sociales.

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2. 2 EL FIN DE LA RUTINA LABORAL: FLEXIBILIDAD Y DECONSTRUCCIÓN DEL TRABAJO

El retroceso que se dio en el último cuarto del siglo XX en relación con la pérdida de

garantías de seguridad para los trabajadores, luego de los avances alcanzados en la

posguerra, es lo que los profesores Ricardo Antunes y Marcio Pochmann (2008) llaman

la deconstrucción del trabajo. En su ensayo La deconstrucción del trabajo y la explosión

del desempleo estructural y de la pobreza en Brasil, los autores manifiestan que los

grandes cambios que afectaron el sistema capitalista y la producción de mercancía,

empezaron a evidenciarse en la década del setenta como respuesta a la crisis mundial

que se vivió en estos años y a las luchas sociales de los trabajadores durante el Estado de

bienestar que estuvo vigente hasta los años 60, en el que predominaba el modelo fordista

de producción.

Por ser homogénea, la producción se realizaba en ritmo de serie y en líneas rígidas. Esa producción en masa favorecería un abaratamiento de los precios, lo cual provocó una ampliación del consumo también masivo y, por consiguiente, un aumento de los salarios de los obreros (Antunes & Pochmann, 2008, pp. 192-193).

Con el paso del Estado de bienestar al orden neoliberal, la producción sufrió una

transformación estructural que buscaba hacer más flexible la acumulación de capital.

Esa reestructuración productiva se basó también en lo que el ideario dominante denominó lean production, es decir, la empresa ligera, eficiente, la “empresa moderna”, la empresa que obliga, restringe, cohíbe, limita el trabajo vivo, ampliando la maquinaria tecnocientífica, lo que Marx denominó trabajo muerto. Esa empresa remodela cada vez más la planta productiva, reduciendo la fuerza de trabajo y ampliando su productividad (Antunes & Pochmann, 2008, p. 194).

Esta nueva empresa, que reemplaza el trabajo vivo por el trabajo muerto, requiere de

un trabajador diferente del responsable de la producción fordista, el modelo adoptado a

partir de este modelo se denomina toyotismo. En este, el trabajador moderno ya no tiene

una especialidad funcional, su rango de acción es más amplio, sin embargo sus ritmos,

procesos, tiempos y movimientos son aprovechados al máximo para hacer eficaz la

producción. Algunos de los mayores problemas que trae consigo el toyotismo, es que

olvida los derechos de los trabajadores alcanzados en las luchas sociales, deja de lado

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las reglamentaciones e incentiva la informalización del trabajo, produce una

intensificación del trabajo material que se mantiene hasta hoy, en la llamada sociedad

del conocimiento y se evidencia en la explotación del trabajo inmaterial (Antunes &

Pochmann, 2008, p. 195). La flexibilización del trabajo buscaba adaptarse a la

flexibilización de la producción, en la que los trabajadores eran tan susceptibles de ser

eliminados como lo era la materia prima o la maquinaria, esta situación solo hace que el

trabajo sea cada vez más precario y sus condiciones más desfavorables para el

trabajador.

La cuestión en torno a la producción involucra directamente el tipo de sociedad en la

que se está inmerso, ya que la producción no solo produce los objetos de consumo sino

que produce la sociedad en sí misma, Antunes y Pochmann traen una cita de Richard

Sennett al respecto:

¿Cómo pueden buscarse objetivos a largo plazo en una sociedad a corto plazo? ¿Cómo pueden mantenerse relaciones sociales duraderas? ¿Cómo puede un ser humano desarrollar un discurso de identidad e historia de vida en una sociedad compuesta por episodios y fragmentos? Las condiciones de la nueva economía alimentan, por el contrario, la experiencia como la derivada en el tiempo, de lugar en lugar, de empleo en empleo. (Antunes & Pochmann, 2008, p. 196)

El modelo adoptado desde el trabajo establece una dinámica discontinua en la

sociedad en todos sus ámbitos, el trabajo es la actividad fundamental que un miembro de

la sociedad debe desempeñar y aun así no existe ninguna garantía de poder conseguir

trabajo, de poder mantenerse en él una vez se consigue y menos, de recibir algún tipo de

beneficios como trabajador. El hombre por sí mismo, no puede aportar nada valioso a la

sociedad, su trabajo y, en especial, lo que produce con su trabajo, es lo único que le

permite conseguir un lugar en el orden social, el valor del hombre se mide por su

producción o en palabras de Marx “el valor creciente del mundo de las cosas determina

la directa proporción de la devaluación del mundo de los hombres” (Marx, 1960, p. 67).

Dentro de la empresa, el trabajador no tiene un trato preferencial ni diferente al de

cualquier otro objeto que la compone, el tiempo de trabajo se puede multiplicar, reducir

o eliminar por completo y de la misma manera el capitalista puede reducir los salarios de

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sus empleados mientras aumenta sus tareas de acuerdo con los requerimientos de la

producción, sin tener ningún tipo de consideración por el trabajador, ni estar en la

obligación de cumplir con las mínimas garantías laborales.

El proceso de globalización ha permitido que los capitalistas de todo el mundo se

unan para mantener las condiciones laborales en estados muy precarios, “flexibilizar la

legislación social del trabajo significa, (…) aumentar aún más los mecanismos de

extracción del plus-trabajo y ampliar las formas de precarización y destrucción de los

derechos sociales que fueron arduamente conquistados por la clase trabajadora”

(Antunes & Pochmann, 2008, p. 199).

Al dejar atrás el modelo fordista, también se dejó atrás la comprensión del trabajador

como un todo, con una especialidad y responsable de una sola acción, “el trabajo pleno y

de duración indeterminada” (Antunes & Pochmann, 2008, p. 199) se convirtió en una

actividad parcial, inestable, basada en la “desespecialización multifuncional” que

consume la vida del trabajador como le conviene. La propuesta de los profesores

Antunes y Pochman apuntan a promover la mundialización de las luchas sociales de las

fuerzas de trabajo y no-trabajo, es decir el desempleo.

Una forma de materializar esas luchas sociales es impedir la deconstrucción de los derechos sociales y obstaculizar la expansión de las formas diferenciadas de precarización del trabajo, frenando la deconstrucción del trabajo realizada por el capital y recuperando y/o creando una nueva forma de sociabilidad del trabajo efectivamente dotada de sentido. (Antunes & Pochmann, 2008, p. 199)

En la Corrosión del carácter, Richard Sennett (2000), enmarca la pérdida de los

derechos laborales y todas sus implicaciones en el fenómeno de la Flexibilidad. En el

siglo XV, cuando esta palabra apareció en el idioma inglés designaba “la capacidad del

árbol para ceder y recuperarse, la puesta a prueba y la restauración de su forma”

(Sennett, 2000, p. 47). En la actualidad, la flexibilidad es la salida que la sociedad cree

haber encontrado para escapar de la rutina, sin embargo, las estrategias flexibles

incorporadas en muchas instituciones terminan por someter a las personas de la misma

manera que las estrategias utilizadas anteriormente, la diferencia se encuentra en la

sensación de libertad que las personas tienen dentro de un sistema flexible. Sennett,

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43

expone que para los economistas como Adam Smith y John Stuart Mill, la flexibilidad

era una característica deseable tanto en la sociedad como en la empresa, se oponía a lo

lento y aburrido de la industria, era una apertura al cambio y a la adaptabilidad,

“cualidades del carácter que se necesitan para una acción libre -el ser humano es libre

porque es capaz de cambiar-” (Sennett, 2000, p. 48), aunque en la vida cotidiana la

flexibilidad no cumple con su promesa de libertad.

En nuestro tiempo, la nueva economía política traiciona este deseo personal de libertad. La repugnancia a la rutina burocrática y la búsqueda de la flexibilidad han producido nuevas estructuras de poder y control en lugar de crear las condiciones de liberación. (Sennett, 2000, p. 48)

Estas formas modernas de poder, camufladas bajo la etiqueta de la flexibilidad, están

compuestas por tres elementos, descritos por Sennett. En primer lugar se encuentra la

Reinvención discontinua de las instituciones, como respuesta al afán de las empresas de

aumentar su rentabilidad y probar su capacidad de adaptación su modelo de crecimiento

ha cambiado radicalmente. A diferencia de las empresas fordistas en las que la

producción era estable y tenía un crecimiento constante, cada empleado tenia una

función específica y la empresa tenía claro su objetivo, las empresas flexibles no se

encuentran atadas a ningún modelo de crecimiento, sus empleados deben cumplir con

múltiples tareas, su productividad está controlada por softwares que permiten identificar

rápidamente las tareas duplicadas y los empleados menos eficientes, la estructura

piramidal ha sido reemplazada por una red, la cual pretende tener un alto nivel de

adaptabilidad, ya que al momento de perder alguno de sus nodos puede reorganizarse

rápidamente.

Los procesos de reengineering pretenden eliminar puestos de trabajo innecesarios y

aumentar la rentabilidad de la empresa, pero en la mayoría de los casos estos procesos

suelen ser caóticos y rara vez traen los resultados esperados. Al interior de la empresa

“las razones de este fracaso son en parte evidentes: la moral y la motivación de los

trabajadores bajaron en picada con los diversos recortes” (Sennett, 2000, p. 51). Si el

factor humano no se tiene en cuenta como un elemento fundamental del correcto

funcionamiento de una organización, el resultado siempre será la disminución de la

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productividad individual, ya que la producción humana no es comparable con la de una

máquina y si los trabajadores han visto a sus compañeros perder su empleo, sienten que

ellos mismos están riesgo de no continuar en esa empresa. Si no hay ninguna evidencia

de que su trabajo sea importante para su empleador, los resultados de su trabajo nunca

van a ser mejores, la productividad no va a aumentar y por lo tanto la rentabilidad de la

empresa tampoco.

En cuanto a las implicaciones de la reingeniería al exterior en la empresa, “estas

reducciones han tenido una conexión directa con el aumento de la desigualdad, pues sólo

una minoría de los trabajadores de mediana edad despedidos han encontrado otro trabajo

con un salario igual o superior” (Sennett, 2000, p. 50). En la sociedad de la flexibilidad

el cambio y la novedad son recompensados así no traigan consigo una mejora en

relación con lo que se tenía anteriormente, por ejemplo, las empresas que están pasando

por procesos de reestructuración tienden a aumentar su valor en la Bolsa.

Mientras que el cambio brusco puede no justificarse en términos de productividad, los beneficios a corto plazo para los accionistas proporcionan un fuerte incentivo a los poderes del caos disfrazados con la palabra reengeneering, de apariencia tranquilizadora. Algunas empresas perfectamente viables son destruidas o abandonadas, y muchos empleados capaces quedan a la deriva y no se ven recompensados, simplemente porque la organización debe demostrarle al mercado que es capaz de cambiar. (Sennett, 2000, p. 52)

El segundo elemento es la especialización flexible que busca “conseguir productos

más variados cada vez más rápido” (Sennett, 2000, p. 52). Las empresas se ven

obligadas a innovar rápida y permanentemente para mantenerse vigentes en medio de la

búsqueda del cambio radical vacío del capitalismo y que solo se justifica en la

inestabilidad de la demanda del mercado. La especialización flexible requiere de cuatro

ingredientes, como los llama Sennett, para existir. La alta tecnología es necesaria porque

siempre puede ser reprogramada fácilmente para cumplir con nuevas tareas; la velocidad

en las comunicaciones le permite a las empresas acceder a información del mercado

mundial; un equipo de trabajo pequeño permite la toma de decisiones rápidas; y por

último, “el ingrediente más sabroso de este nuevo proceso productivo es la disposición a

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dejar que las demandas del mundo exterior determinen la estructura interna de las

instituciones” (Sennett, 2000, p. 53).

Debido a que el régimen flexible responde a cuestiones políticas y económicas,

Sennett plantea preguntas importantes sobre la forma en la que este régimen se ha puesto

en práctica tanto en Estados Unidos como en Europa.

¿Hay límites a la manera como mucha gente se ve forzada a doblegarse? ¿Puede el gobierno dar a la gente algo parecido a la fuerza elástica de un árbol a fin de que los individuos no se quiebren bajo la presión del cambio? (Sennett, 2000, p. 54)

Cada sociedad decide cómo dar respuesta a estas preguntas de acuerdo con lo que en

ella se considere como bien común, sin embargo en todos los casos habrá personas

dentro de esa sociedad que salgan menos favorecidas.

El régimen angloamericano tiene pleno empleo pero pocas restricciones políticas a la desigualdad de ingresos, mientras que los sistemas de los Estados del bienestar del modelo renano, más sensibles a los problemas de los trabajadores, son un obstáculo a la creación de empleo. El mal que escogemos depende del bien que persigamos. Por esta razón es útil la palabra “régimen”; sugiere los términos de poder sobre los cuales se permite operar a la producción y a los mercados. (Sennett, 2000, p. 56)3

El último elemento, que Sennett caracteriza como un oxímoron, es la concentración

de poder sin centralización de poder. La nueva organización del trabajo da a las

personas la falsa ilusión de tener más control sobre sus actividades y decisiones,

mientras que los directivos de las organizaciones, gracias a las nuevas tecnologías de

información, están al tanto de todos los movimientos de sus empleados. Los procesos de

reingeniería y la construcción de redes como estructura básica de las relaciones al

interior de las empresas, no consiguieron descentralizar el poder.

Los pequeños grupos de trabajo tienen una sobrecarga de tareas, que los aleja cada vez más del ideal fordista de la especialización, además de estar sujetos a objetivos exagerados, impuestos por la dirección, que sobrepasan sus capacidades, a la economía de la desigualdad se suman nuevas formas de poder desigual y arbitrario dentro de la organización. (Sennett, 2000, p. 57)

3 Para profundizar en las diferencias que presentan el modelo renano y el anlgloamericano, revisar

Sennett, 2000, pp. 54-56.

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Las estructuras jerárquicas están muy lejos de desaparecer, solo se han vuelto más

confusas y difíciles de percibir para los niveles más bajos, sin embargo, tanto en las

relaciones internas como externas de las organizaciones sigue existiendo esta fuerte

descarga de poder desde arriba, que se esconde tras la libertad que ofrece los empleados

y equipos de trabajo de elegir las estrategias para cumplir con sus objetivos.

Sennett toma el horario flexible como ejemplo para demostrar la presencia de los tres

elementos en el nuevo modelo de trabajo. El horario flexible se refiere al uso de

estrategias como el teletrabajo, comprimir una semana de trabajo en cuatro días y cargos

laborales de medio tiempo, todo esto le permite a los empleados “manejar su tiempo” de

acuerdo a las otras responsabilidades cotidianas que tienen, e incluso tener más de un

trabajo.

El horario flexible hace que pocas veces los equipos de trabajo se encuentren en un

mismo lugar por un tiempo prolongado, lo que dificulta el trabajo del líder, hace que el

contacto con la empresa sea cada vez más distante y los beneficios que la empresa ofrece

a los empleados sean cada vez menores, lo que implica un menor compromiso por parte

del empleado. En segundo lugar, el horario flexible obliga a los empleados a cumplir

con más tareas tanto en su equipo de trabajo como por fuera de él, ya que en muchos

casos estos empleados “flexibles” trabajan para más de una empresa o cambian de

trabajo varias veces en el año. Por último, “el trabajo está descentralizado desde el punto

de vista físico, pero el poder ejercido sobre los trabajadores es más directo” (Sennett,

2000, p. 61), la libertad que promete el horario flexible es solo una apariencia, que

implica el uso de más controles por parte de la empresa sobre los empleados.

Estas son, pues, las fuerzas que inclinan a la gente hacia el cambio: reinvención de la burocracia, especialización flexible de la producción, concentración sin centralización. En la rebelión contra la rutina, la aparición de una nueva libertad es engañosa. En las instituciones, y para los individuos, el tiempo ha sido liberado de la jaula de hierro del pasado, pero está sujeto a nuevos controles y a una nueva vigilancia vertical. El tiempo de la flexibilidad es el tiempo de un nuevo poder. La flexibilidad engendra desorden pero libera de las restricciones. (Sennett, 2000, p. 61)

El caso que Sennett relata en su libro sobre la panadería de Boston, evidencia cómo

en 25 años la relación que los trabajadores habían construido con su trabajo, los otros

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trabajadores, sus jefes y en general, con el contexto en el que se encuentran, cambió

drásticamente (2000, pp. 66-70). A mediados de los años setenta, los trabajadores de esta

panadería, en su mayoría de origen griego, ponían todas sus habilidades, conocimiento y

sentidos en el proceso de producción del pan, conocían este proceso a profundidad y por

esto, podían mejorar su técnica con el paso del tiempo. Sin embargo, sus condiciones

laborales no eran las mejores, la adecuación de la panadería era precaria y los horarios

nocturnos no les permitan compartir mucho tiempo con sus familias. Existía una relación

cercana y solidaria entre todos los trabajadores de la panadería, ya que además de

compartir la misma cultura en la que se entendía que ser un buen trabajador era ser un

buen griego, para ellos era evidente que se requería de una coordinación entre todos para

cumplir con su trabajo de la mejor manera. Los puestos de trabajo se heredaban de

padres a hijos, los hombres se sentían orgullos de su trabajo aunque no lo disfrutaban y a

pesar de que había historias de corrupción en el sindicato, los trabajadores sentían que

los sindicalistas entendían sus necesidades. “En el trabajo, el carácter de los trabajadores

se expresaba actuando honradamente, trabajando cooperativamente y limpiamente con

otros panaderos porque pertenecían a la misma comunidad” (Sennett, 2000, p. 69).

Cuando Sennett regresó a la panadería a finales de los años noventa la situación era

completamente diferente. Para empezar, el dueño de la panadería era ahora una cadena

grande y reconocida en el sector de la alimentación, los trabajadores ya no eran solo

hombres, ni griegos; algunos eran jóvenes italianos, otros vietnamitas, había dos mujeres

y otros, según Sennett, no tenían una identidad étnica reconocible, pero el principal

cambio era que el proceso de producción estaba completamente sistematizado, hasta tal

punto que los trabajadores rara vez tenían contacto con el pan o cualquier ingrediente.

La responsabilidad de los trabajadores era oprimir botones y leer los datos que aparecían

en las pantallas, su conocimiento sobre el proceso de producción del pan y el

funcionamiento de las máquinas era superficial. Los trabajadores no se sentían

identificados con el trabajo que hacían, no buscaban mejorar su desempeño, el poder del

sindicato era cada vez más débil, por esta razón los empleados más jóvenes tenían

menos beneficios y su trabajo era más inestable. Por otro lado, el nuevo horario flexible

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evitaba el trabajo nocturno y le permitía a cada empleado tener uno o dos trabajos

adicionales, todos con tareas y beneficios muy similares.

Los cambios en la panadería de los años noventa con respecto a la de los setenta, se

hicieron solo con la intención de aumentar la productividad, como también lo hicieron

muchas otras empresas durante este tiempo, pero en ningún caso se tuvo en cuenta a los

trabajadores en estas decisiones, a pesar de que sus vidas son las que se ven

directamente afectadas.

A simple vista, se podría pensar que la flexibilidad en las tareas y horarios le

permitiría a los trabajadores disfrutar más de su trabajo y de su tiempo libre pero esto

solo es un engaño, una falsa posibilidad de control y libertad sobre sus vidas que nunca

se convierte en realidad. Los trabajadores quedan atrapados en una dinámica laboral, en

la que ellos aparecen al final de la lista de prioridades, reciben muy pocos beneficios a

cambio de la actividades que realizan, muchas veces el salario que reciben no es

suficiente para cubrir sus gastos, por esto, se ven obligados a tener más de un trabajo, su

contratista no cubre los servicios básicos de seguridad social, no hay nada que les

garantice que su trabajo los va a estar esperando al día siguiente y adicionalmente, el

componente humano se pierde cada vez más en medio de las actividades rutinarias, el

trabajador no se hace mejor por medio de su trabajo, el panadero no mejora su técnica,

ni hace panes de mejor calidad, pues el trabajo no implica ningún tipo de reto para quien

lo realiza. Por todo esto, no existe compromiso del trabajador con su trabajo, estos

trabajadores no disfrutan su trabajo y ya ni siquiera se sienten orgullos de él.

La posición social que ocupaban los panaderos griegos, estaba directamente

relacionada con el trabajo que tenían y su desempeño en él. Ellos, sus familias y

comunidad estaban involucrados en su trabajo, para los nuevos trabajadores sigue

existiendo una relación entre su trabajo y ellos como individuos, pero esta relación se ha

hecho más difícil de definir, la capacidad de aprender rápidamente y adaptarse a nuevas

situaciones ha cobrado más importancia que la constancia y el compromiso. Al parecer,

los nuevos trabajadores no esperan de su trabajo mucho más que un sueldo que les

permita pagar algunas cuentas, no tienen ningún tipo de un apego por las actividades que

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realizan, ni buscan hacerse mejores personas gracias ellas. Entran y salen de su trabajo

sin pensarlo, pasan de un trabajo a otro sin que esto tenga mayores repercusiones en sus

vidas porque, como ellos mismos los dicen: “No importa, no voy a hacer esto el resto de

mi vida” (Sennett, 2000, p. 73).

Sobre la visita a la panadería en los años noventa, Sennett comenta:

Lo realmente nuevo es que en la panadería tuve la visión de una tremenda paradoja. En este lugar de trabajo flexible y altamente tecnologizado donde todo es de fácil manejo, los trabajadores se sienten personalmente degradados por la manera en que trabajan. En este paraíso del panadero, esa reacción a su trabajo es algo que ni ellos mismos comprenden. Desde el punto de vista operacional, todo es perfectamente claro; desde el punto de vista emocional, en cambio, terriblemente ilegible. (Sennett, 2000, p. 70)

La situación de la nueva panadería, y esta como ejemplo del resto de las empresas, se

resume en que sus panaderos ya no saben hacer pan, su conocimiento práctico

despareció por completo y su desempeño depende de un programa de computador que

usan de manera superficial, esto implica que el trabajador se distancia de su trabajo, no

entiende lo qué hace y por lo tanto no lo puede hacer mejor. Pero no es ninguna

casualidad que el papel que juega el trabajador cada vez sea menos importante que el de

la máquina, hay una razón económica detrás que le permite a las empresas contratar

empelados menos preparados y ofrecerles un salario inferior, porque cuentan con

maquinaria especializada. De aquí deriva la confusión e indiferencia que sienten los

trabajadores en relación a su trabajo4.

El trabajo flexible no pide grandes esfuerzos del trabajador, tampoco le ofrece retos

que incentiven su creatividad, no estimula su ejercicio crítico, y le oculta mucha

información para mantenerlo en una relación superficial con él. Sennett llama fluidas a

las identidades modernas que forman en estos trabajos.

4 Es importante rescatar la aclaración que hace Sennett sobre el uso de las máquinas en distintos niveles del trabajo. En los niveles más altos los ordenadores han enriquecido el trabajo de muchos, estimulando sus capacidades y abriendo nuevas posibilidades de producción. “Sin embargo, sería igualmente erróneo excluir la maquinaria del desapego y las confusiones. Esto se debe a que la nueva herramienta del capitalismo contemporáneo es una máquina mucho más inteligente que los artefactos mecánicos del pasado. Su propia inteligencia puede sustituir a la de los usuarios, y así llevar a nuevos extremos la pesadilla de Smith del trabajo mecánico” (Sennett, 2000, 76).

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«Fluido» puede querer decir adaptable; pero en otra línea de asociaciones, fluido

también implica facilidad, el movimiento fluido requiere que no haya impedimentos.

Cuando las cosas nos resultan fáciles, (…), nos volvemos débiles; nuestro compromiso

con el trabajo se vuelve superficial, pues nos falta la comprensión de lo que estamos

haciendo (Sennett, 2000, p. 77).

El estudio sobre el trabajo enajenado y la flexibilidad que se ha expuesto en este

capítulo permite reconocer que los cambios que ha sufrido el sistema laboral hasta el

siglo XX no representan necesariamente mejoras para los trabajadores, por el contrario,

el factor humano ha perdido cada vez más relevancia en la escala de prioridades de la

sociedad industrial, esta situación abre paso al último capítulo de este estudio sobre el

trabajo y la producción en el que se expondrán las dinámicas de la sociedad

contemporánea regida por la exageración del capitalismo.

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51

3. LA EXAGERACIÓN DEL CAPITALISMO EN EL SIGLO XXI

Así como Foucault presentó la sociedad disciplinaria como consecuencia de la

sociedad regida por el poder soberano, Byun-Chul Han presenta la sociedad del

rendimiento del siglo XXI como consecuencia del poder disciplinario insuficiente para

las exigencias de este nuevo siglo. Han compara a la sociedad disciplinaria con un topo,

un trabajador que vive en un sistema cerrado, completamente sometido y cuyos

movimientos están limitados por espacios predefinidos, a su vez, sus movimientos

limitados limitan su productividad; el objeto de estudio de la sociedad disciplinaria es el

cuerpo y su forma de gobierno el biopoder. Por su parte, la nueva sociedad de control

neoliberal, la compara Han con una serpiente, un empresario que define el espacio por

medio de sus movimientos, su objeto de estudio es la psique y su forma de gobierno la

psicopolítica. El cambio que se presenta entre estos dos sistemas, solo se da con la

intención de aumentar la productividad, “el transito del topo a la serpiente, del sujeto al

proyecto no es irrupción hacia una forma de vida totalmente diferente, sino una

mutación, incluso una agudización del capitalismo” (Han, 2014, p. 338 de 1474).

En nombre de la productividad, la sociedad neoliberal instaura nuevas formas de

poder que le permite controlar a los ciudadanos desde niveles desconocidos hasta el

momento. La biopolítica con la estadística a su servicio, tenía el control sobre los

cuerpos de la población, lo que resultaba tremendamente útil al momento de tratar a

estos cuerpos como máquinas de producción en una época industrializada, sin embargo

esta técnica de poder era bastante limitada al momento de entender a esa masa de

cuerpos como consumidores neoliberales, debido a que los consumidores se comportan

de una manera diferente a la de los productores mecánicos y por lo tanto, se requiere el

uso de otras estrategias de poder, de psicotecnologías como las llama Han.

El alma es un lugar inaccesible para la estadística que el Big Data sí puede explorar y

recorrer sin ningún inconveniente. “A partir del Big Data es posible construir no solo el

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psicoprograma individual, sino también el psicoprograma colectivo, quizás incluso el

psicoprograma de lo inconsciente” (Han, 2014, p. 389 de 1474).

La biopolítica como una política del cuerpo y administración de la vida, podía

instaurar normas y ejercer sistemas de control para una producción determinada por lo

corporal, mientras que, en medio de la mutación del capitalismo, en la que tiene lugar la

producción inmaterial de objetos no-físicos como la información y los programas, el

neoliberalismo “descubre la psique como una fuerza productiva” (Han, 2014, p. 429 de

1474), por lo cual requiere de un concepto de poder diferente al planeado por Foucault,5

una psicopolítica que permita optimizar procesos psíquicos y mentales en función del

incremento de la producción.

La sociedad que se instaura en torno a la psicopolítica, Han la denomina la sociedad

del rendimiento, la cual ya no está conformada por sujetos de obediencia sino por

sujetos de rendimiento, esta sociedad se separa del no disciplinario, de la negatividad

que producía locos y criminales, “la sociedad de rendimiento se caracteriza por el verbo

modal positivo poder (können) sin límites” (Han, 2012, p. 228 de 969) que produce

sujetos depresivos y fracasados esclavos de sí mismos.

A partir de cierto punto de productividad, la técnica disciplinaria, es decir, el esquema negativo de la prohibición, alcanza de pronto su límite. Con el fin de aumentar la productividad se sustituye el paradigma disciplinario por el de rendimiento, por el esquema positivo del poder hacer (Können), pues a partir de un nivel determinado de producción, la negatividad de la prohibición tiene un efecto bloqueador e impide el crecimiento ulterior. La positividad del poder es mucho más eficiente que la negatividad del deber. (Han, 2012, p. 237 de 969)

En la sociedad regida por el imperativo del rendimiento, el poder no anula el deber,

hay una continuidad entre ambos que permite el aumento de la productividad, el sujeto

de rendimiento es aún un sujeto disciplinado, que sin ninguna coacción externa se

explota a sí mismo, es soberano de sí mismo y aún así no es libre, es víctima y verdugo

al mismo tiempo.

Así, el sujeto de rendimiento se abandona a la libertad obligada o a la libre obligación de maximizar el rendimiento. El exceso de trabajo y rendimiento se agudiza y se convierte en

5 Cfr. Han, Psicopolítica neoliberalismo y nuevas técnicas de poder, 2014, p. 442 de 1474

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autoexplotación. Esa es mucho más eficaz que la explotación por otros, pues va acompañada de un sentimiento de libertad. (Han, 2012, p. 282 de 969)

El hombre en su totalidad, su cuerpo, mente y alma están ahora al servicio de la

producción, de la maximización del rendimiento, el problema que evidencia Han en

torno a las dinámicas de esta sociedad es que poco a poco, el rendimiento se transforma

en dopaje que “en cierto modo hace posible un rendimiento sin rendimiento” (Han,

2012, p. 640 de 969) y finalmente todo esto deriva en el cansancio y agotamiento

extremos, “el cansancio de la sociedad de rendimiento es un cansancio a solas, que aísla

y que divide. (…) Estos cansancios son violencia, porque destruyen toda comunidad,

toda cercanía, incluso el mismo lenguaje” (Han, 2012, p. 653 de 969).

Los empleados de los años noventa de la panadería de Boston, sujetos de un sistema

laboral flexible son los mismos sujetos de rendimiento que viven en una falsa libertad,

que creen ser dueños de su tiempo y de sus acciones porque tienen la posibilidad de

tomar decisiones, creen que su vida es un proyecto libre que puede reinventarse

constantemente, sin darse cuenta que se encuentran inmersiones en un sistema tan

complejo y poderoso que previamente ha tomado esas decisiones por ellos, “esta

autorreferencialidad genera una libertad paradójica, que, a causa de las estructuras de

obligación inmanentes a ella, se convierte en violencia” (Han, 2012, p. 282 de 969). El

sujeto de rendimiento no podrá ser libre, la violencia ilimitada que surge del poder hacer

y lo domina, viene desde su interior, es él mismo quien se limita, se coacciona, se

somete, sobrepasando los límites del deber, ese sujeto “absolutiza la mera vida y trabaja.

La mera vida y el trabajo con caras de la misma moneda” (Han, 2014, p. 113 de 1474)

que elimina cualquier actividad diferente a la producción y consumo. El tiempo libre y el

goce no tienen lugar en la vida del sujeto de rendimiento. Todas sus posesiones, todas

sus relaciones, todo su tiempo, su trabajo, todo su cuerpo y alma son para la producción,

para su optimización y exageración, para la reproducción del capital, “la libertad

individual, que hoy adopta una forma excesiva, no es en último término otra cosa que el

exceso de capital” (Han, 2014, p. 148 de 1474).

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54

La inteligencia del régimen neoliberal se basa en que no permite el surgimiento de

ningún tipo de resistencia contra el sistema, ya que al convertir al trabajador en un

empresario, la responsabilidad del rendimiento se encuentra en cada uno y no en la

sociedad (Han, 2014, p. 176 de 1474), no existe un opresor común que incite a todos los

oprimidos a rebelarse en su contra, “en el régimen neoliberal de la autoexplotación uno

dirige la agresión hacia sí mismo. Esta autoagresividad no convierte al explotado en

revolucionario, sino en depresivo.” (Han, 2014, p. 182 de 1474).

La sociedad del rendimiento es también la sociedad de la comunicación, el flujo de

información acelerado y permanente es indispensable para el aumento de la

productividad, por esto la transparencia se establece como un dispositivito neoliberal de

control que lucha en contra de cualquier obstáculo que pueda tener la comunicación. Los

objetos de devoción de esta sociedad, entre ellos el smartphone, y la apertura total que

trae consigo la transparencia, permiten que cada individuo actúe como un panóptico de

sí mismo y a la vez vigile permanentemente a los demás (Han, 2014, p. 973 de 1474).

Los miembros de la sociedad de la comunicación comparten todos sus datos

voluntariamente, nutriendo el cerebro de la red con toda clase de información y abriendo

la puerta para el control y la vigilancia total. El análisis infinito de estos datos se

convierte en la herramienta más poderosa del neoliberalismo, que implica el fin de la

persona y la voluntad libre, solo quedan datos mesurables, cuantificables y controlables.

El Big Data es un instrumento psicopolítico muy eficiente que permite adquirir conocimiento integral de la dinámica inherente a la sociedad de la comunicación. Se trata de un conocimiento de dominación que permite intervenir en la psique y condicionarla a un nivel prerreflexivo. (Han, 2014, p. 256 de 1474)

El sujeto de la comunicación se convierte en un consumidor en cada aspecto de vida

y el sistema siempre lo tratará así, analizando su comportamiento, emociones y

decisiones para mantenerlo inmerso en el juego del consumo exagerado. Los

consumidores pierden su vivacidad y su memoria, al ser reducidos a datos quedan

desprovistos de una narrativa personal que les permita conocerse, saber quiénes son, “los

datos y los números, por mucho que abarquen, no proporcionan el autoconocimiento.

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Los números no cuentan nada sobre el yo. La numeración no es una narración. El yo se

debe a una narración” (Han, 2014, p. 957 de 1474).

En la sociedad neoliberal el poder ha asumido una forma radicalmente diferente del

poder disciplinario y mucho más poderosa, con su forma permisiva, sutil e inteligente ha

logrado seducir a los miembros de la sociedad, quienes erróneamente se consideran

libres.

La técnica de poder del régimen neoliberal no es prohibitoria, protectora o represiva, sino prospectiva, permisiva y proyectiva. El consumo no se reprime, se maximiza. No se genera escasez, sino abundancia, incluso exceso de posibilidad. Se nos anima a comunicar y consumir. (Han, 2014, p. 657)

Han denomina este poder como el Big Brother amable, pues su eficiencia reside en la

amabilidad con que trata a los sujetos quienes viven en un entorno de comunicaciones

ilimitadas, aparente libertad y control. El sistema se nutre de la información que los

consumidores comparten y la usa para su beneficio a través de los análisis de Big Data.

El Big Brother amable no pasa por alto ningún aspecto de los sujetos, ni siquiera sus

emociones, las cuales también se han convertido en un medio para aumentar la

productividad. Dejando a un lado la racionalidad, este sistema se soporta sobre las

emociones, las cuales por su condición subjetiva y volátil evitan la constancia y

regularidad en los sujetos e incentiva el consumo y la generación de necesidades.

La economía neoliberal, que en pos del incremento de la producción permanentemente destruye continuidad y construye inestabilidad, impulsa la emocionalización del proceso productivo. Asimismo, la aceleración de la comunicación favorece a su emocionalización, ya que la racionalidad es, en cierto modo, sin velocidad. De ahí, que el impulso acelerador lleve a la dictadura de la emoción. (Han, 2014, p. 751 de 1474)

Como se mencionaba anteriormente, en la psicopolítica los sujetos son identificados

como consumidores cuya única responsabilidad es satisfacer las necesidades del capital,

así las cosas, el manejo de las emociones en adición al uso del Big Data son recursos

indispensables dentro del control de la sociedad y el mantenimiento del consumo en el

máximo nivel posible.

Al apropiarse de las emociones, el alma, el cuerpo y la mente el capitalismo ha

invadido todos los rincones del humano, con la única intención de aumentar la

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productividad. De la misma forma, el capitalismo ha modificado la manera en que los

consumidos usan su tiempo, a tal punto que ha eliminado el tiempo libre y cada minuto

lo ha convertido en trabajo por medio del uso de la lúdica. “El juego emocionaliza,

incluso dramatiza el trabajo, y así, genera una mayor motivación. A través de una rápida

experiencia exitosa de un sistema de gratificación instantánea se aumenta el rendimiento

y el producto” (Han, 2014, p. 804 de 1474).

Engañado por la ludificación de su vida y la lógica de la gratificación, el homo

ludens, se pierde cada vez más en el juego del consumo y la dominación, mientras su

trabajo se convierte en una actividad cada vez más superflua. De acuerdo con Robert

Kurz en el Manifiesto contra el trabajo, citado por Han (2014), luego de la revolución

microelectrónica, la producción de riqueza y el trabajo se han separado progresivamente,

mientras que esta sociedad sigue siendo considerada en gran media como la sociedad del

trabajo, “el manifiesto argumenta que precisamente la izquierda política ha transfigurado

el trabajo. No solo lo ha elevado a esencia del hombre, sino que de este modo lo ha

mitificado como presunto contraprincipio del capital” (Han, 2014, p. 816 de 1474). La

producción absoluta, la preocupación inminente por la supervivencia y la hiperatención

reducen al hombre a su ser más salvaje.

La salida al juego de dominación se encuentra precisamente en lo otro del trabajo, en

liberar ese momento de la vida de la producción y reconocer una fuerza independiente

del trabajo completamente improductiva, “nuestro futuro dependerá de que seamos

capaces de servirnos de lo inservible más allá de la producción” (Han, 2014, p. 813 de

1474). El gran problema que trae consigo la desaparición del tiempo libre es la

desaparición de la contemplación, esos momentos de aburrimiento y atención profunda,

como los llama Han, que dan paso a la creatividad y al nacimiento de todos los

elementos de la cultura incluyendo la filosofía.

Quien se aburra al caminar y no tolere el hastío deambulará inquieto y agitado, o andará detrás de una u otra actividad. Pero, en cambio, quien posea una mayor tolerancia para el aburrimiento reconocerá, después de un rato, que quizás andar, como tal, lo aburre. De este modo, se animará a inventar un movimiento completamente nuevo. Correr no constituye ningún modo nuevo de andar, sino un caminar de manera acelerada. La danza o el andar como si se estuviera flotando, en cambio, consiste en un movimiento del todo diferente. (Han, 2012, p. 319 de 969)

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El acelerado siglo XXI no da lugar a la contemplación, no hay tiempo para detenerse,

la producción nunca puede parar, el consumo tampoco, el trabajador que vuelve

temprano a su casa para compartir con su familia es tildado de perezoso, el hombre

exitoso es aquel que trabaja tanto que no tiene tiempo para disfrutar sus posesiones. El

ciclo vicioso que genera el trabajo no se detiene, siempre es necesario aumentar la

producción y generar más consumo, para esto se debe trabajar más, pero el nuevo

trabajo, siempre trae consigo nuevas obligaciones que hacen al hombre cada vez más

preso de su trabajo. No hay una pausa, no hay interrupciones, no hay espacio para el

aburrimiento, no hay diferencia entre el hombre y la máquina que estúpidamente, en

palabras de Han, cumplen con sus actividades sin reflexionar sobre ellas.

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CONCLUSIONES

Las páginas aquí escritas no son resultado de una investigación de los últimos meses,

son la reflexión en torno a inquietudes que me han acompañado por algunos años y que,

seguramente, seguiré persiguiendo por muchos más. Estas reflexiones más que

responder a un requerimiento académico hacen parte de mi vida, por eso mi vida laboral,

personal, académica, toda ella, es un experimento que pretende seguir el camino

filosófico de la verdad, buscar las razones de nuestra existencia, entender nuestra vida

como sujetos inmersos en una sociedad desequilibrada, contradictoria y excesiva.

He marcado el trabajo como el centro de mi estudio, porque considero que es en esta

actividad tan cotidiana y terrenal donde confluyen mis preguntas sobre la vida. A través

del trabajo es cómo entramos a hacer parte de una sociedad, es cómo nos ponemos al

servicios de los demás y recibimos beneficios a cambio, también por medio del trabajo

es cómo cada sociedad establece dinámicas propias que la llevan a desaparecer o

permanecer en el tiempo, por lo cual no es posible concebir al trabajo de manera

independiente de sus implicaciones éticas y políticas.

Quiero rescatar dos descubrimientos fundamentales para mi investigación que

marcaron su desarrollo. En primer lugar la crítica de Marx (1960, p. 67) a cómo el

mundo de las cosas es cada vez más valorado que el mundo de lo humano y las

preguntas de Sennett (2000, p. 25) sobre la contradicción que se presenta en la nueva

economía, entre las preocupaciones a corto plazo de nuestras vidas individuales y los

objetivos sociales que deben ser duraderos. Esos dos elementos son fundamentales para

entender el conflicto entre el trabajo y el hombre: los objetivos del trabajo y los

objetivos de la vida del hombre particular, por mucho tiempo no han estado alineados.

El modelo de trabajo que conocemos hoy, no sería posible de no ser por la Economía

Política y las nociones que se desarrollaron en su interior, que ya hemos revisado: valor,

producción, dinero, moneda y precio, sin embargo estas mismas nociones son la raíz de

los problemas del trabajo. El valor y el precio trajeron consigo una dificultad en la que

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hoy todavía nos encontramos inmersos, la necesidad de valorizar los objetos y marcarlos

con un precio para hacer posible el intercambio y así mantener vivo el mercado, siendo

que no todo es susceptible se ser valorizado bajo los mismos parámetros, y

adicionalmente que valor y precio no son lo mismo. Todo lo que no es resultado de la

producción humana, todo lo que está sujeto a procesos naturales fuera de nuestro

control, incluyendo la vida humana misma, no puede recibir un precio equivalente a

cualquier producto hecho por el hombre, debido a que hasta el momento, no somos

capaces de producir esto elementos y por lo tanto no podemos manejar su oferta. Estos

elementos invaluables, necesarios para nuestra supervivencia, no son susceptibles de

recibir un precio ni de entrar en la misma lógica de mercado de los otros productos,

como decía Quesnay citado por Foucault, “el aire que respiramos, el agua que bebemos

en el río y todos los otros bienes o riquezas superabundantes y comunes a todos los

hombres no son negociables: son bienes, no riquezas” (Foucault, 1968, p. 190), sin

embargos los hemos confundido, los hemos mezclado con los objetos producidos por el

hombre, hemos construido trabajos que sacan provecho de estos recursos. El tráfico de

personas, la caza de especies en vía de extinción, la comercialización de agua

embotellada, entre otros, son la evidencia de que nuestro sistema de valorización no es

adecuado y es autodestructivo.

En ese mismo sistema de valorización entró el trabajo como una mercancía que le

daba prioridad a los aspectos económicos más que a los humanos, lo que hizo posible el

crecimiento de la industria y la masificación de la producción. El trabajador quedó

inmerso en la producción y no podía separase de ella en ningún momento de su vida, sin

importar la actividad que estuviera haciendo, siempre estaba produciendo,

distribuyendo, intercambiando o consumiendo algún objeto. El homo oeconomicus

perdía su vida trabajando, a diferencia del animal que vive su vida en todo momento,

que se hace más fuerte y mejora su especie con cada actividad que realiza. Es así como

el trabajo se configuró como el enemigo del hombre, era necesario trabajar para

sobrevivir pero después de trabajar no quedaba vida para vivir, la vida se gasta pero no

se vive. El trabajador no tenía más opción que vender su cuerpo y sus capacidades, no

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podía resistirse a hacer parte del sistema ya que, la única manera de producir las

condiciones de su subsistencia era produciendo las condiciones de su opresión.

En los dilemas del trabajo entre la vida y la muerte, lo inmediato y lo lejano, lo

egoísta y lo altruista, entre distinguirse de los demás y ser parte de ellos, el trabajador no

tiene tiempo para reflexionar, para contemplar, para crear, para construir objetivos

comunes con otros, optaba por la inmediatez y la supervivencia, ¿cómo puede alguien

pensar en su futuro, en el de su familia o su comunidad, si hoy no tiene cómo alimentar a

mis hijos, si no tiene dónde pasar la noche, si no puede pagar las medicinas que

necesita?

Desafortunadamente el sistema laboral que se ha consolidado desde el nacimiento de

la Economía Política, crea y aumenta cada vez más la desigualdad en la sociedad, ofrece

riqueza ilimitada a algunos y pobreza extrema a otros, es evidente la diferencia entre el

trabajo del jefe y del empleado, del capitalista y del obrero. De acuerdo con Marx

(1960), el resultado del trabajo no es solo la mercancía, sino el trabajo que se produce a

sí mismo y también al trabajador, a lo que es necesario agregar la sociedad. La sociedad

se produce a sí misma por medio de los trabajos que se crean en su interior y que se

ofrecen a los individuos, sistemas laborales que promueven la opresión, la corrupción, la

inequidad, crean sociedades opresivas, corruptas, inequitativas.

La flexibilidad como respuesta al exceso de rigidez del modelo anterior no puede dar

solución al problema del trabajo mientras el rendimiento deshumanizado siga siendo la

prioridad. El toyotismo en relación al fordismo pudo haber aumentando la

productividad, sin embargo no hizo más relevante el lugar del hombre al interior de las

fábricas, de la misma manera la flexibilidad es más conveniente para la empresa que

para el trabajador, en ambos casos el trabajo sigue siendo una actividad externa al

hombre, a su vida, el trabajador es una persona en el trabajo y otra fuera de él, el trabajo

sigue invadiendo la vida del trabajador sin darle nada a cambio y el trabajador sigue

perdiendo su vida en el trabajo

La realidad contemporánea planteada por Han nos pone en un escenario desfavorable,

de acuerdo con sus interpretaciones somos sujetos torpes, que vivimos engañados por

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una falsa libertad en la que poco o nada podemos decidir, sin embargo al mismo tiempo

es posible reconocer que nunca antes un individuo por si solo había tenido tanto poder,

hoy, personas menores de 25 años, incluso adolescentes han convertido pequeñas ideas

en empresas multimillonarias prácticamente de un día para otro, hoy, las redes sociales

le están dando voz cada persona, hoy, comunidades remotas están recibiendo soluciones

a sus mayores problemáticas gracias al flujo de información que permite la red y a la

fascinación por la colaboración que mueve a las nuevas generaciones. Es en medio de

esa misma sociedad del rendimiento y la comunicación que se están abriendo nuevos

caminos, donde la innovación, el emprendimiento y la cocreación se están convirtiendo

en términos cotidianos que marcan una manera distinta de vivir en medio de la

exageración del capitalismo.

El exceso de comunicaciones, información, dispositivos, actividades trae como

consecuencia la desaparición del tiempo libre, de la contemplación, de la narrativa del

yo y la cultura, como lo recoge Han en sus libros, la pregunta por el ser se pierde en el

afán del rendimiento, somos capaces de responder qué tenemos y qué hacemos pero no

quiénes somos. Todo esto produce una sociedad inconforme. Esa inconformidad no es

conveniente para nadie, para el individuo mismo, en primer lugar, porque esto lo

convierte en un ser fracasado y depresivo, para la sociedad en general, porque una

sociedad conformada por este tipo de personas no podrá ofrecer buenas condiciones para

desarrollar vidas en comunidad y por último, no es buena para la producción porque el

redimiendo disminuye. Todo esto se podría considerar solo como una mirada sobre la

exageración del capitalismo.

Por el otro lado se encuentra una nueva generación, que no reconoce el trabajo como

un elemento externo a su vida, que considera el placer y el éxito como semejantes, una

masa crítica sobrecalificada, sobretitulada, sobrepreparada, que no está dispuesta a

dejar de vivir su vida por la supuesta estabilidad que ofrece un sueldo fijo. ¿Qué más se

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podría esperar de un mundo en el que solo el 13% de las personas se encuentran

comprometidas con su trabajo?6

Esta generación no le teme al exceso de información, la usa a su favor para contarle al

mundo lo que es capaz de hacer, sus sueños, sus planes, sus nuevas reglas de juego, para

expresar su inconformidad con los abusos sociales y ambientales de una gran compañía

y definitivamente, para construir nuevas maneras de vivir, ética y políticamente

responsables. Estas personas usan la información y los dispositivos disponibles para

tomar mejores decisiones, para conectarse con el mundo de manera inmediata y para

poner en acciones sus ideas rápidamente, por eso tienen la capacidad de generar cambios

relevantes en nuestra sociedad.

Las empresas por su parte, están empezando en entender las fallas del sistema, están

considerando el área de recurso humanos como un área transversal en toda la empresa,

están ofreciendo oportunidades para que sus empleados construyan la vida que quieren

vivir y la disfruten, y se están preocupando por medir su rendimiento no solo con

indicadores económicos sino sociales y ambientales7. Un término común entre estas

empresas, todavía no acuñado, que demuestra el nuevo rumbo laboral es el salario

emocional, por medio del cual la empresa ofrece todo tipo de beneficios a sus

empleados, que no pueden ser representados en dinero, por ejemplo: tiempo libre que no

debe ser justificado de ninguna manera a la empresa, oportunidad de participar en

programas de voluntariado que se alinean con intereses personales, estructuras

horizontales que permiten la participan de todos los empleados en la toma de decisiones,

servicios de transporte y alimentación para las personas que viven lejos, oficinas con

diferentes tipos de espacios diseñados específicamente para reducir el estrés, aumentar la

creatividad y facilitar el trabajo en equipo.

Entre la completa opresión y falsa libertad de Han, y las manifestación de creatividad,

innovación y preocupación por una manera responsable de vivir, sale a luz la posibilidad

6 Para profundizar en esta y otras cifras sobre el trabajo en el mundo, revisar el reporte de Gallup, State

of� the Global Workplace, 2013. 7 Empresas B o B corporations.

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de un futuro del trabajo que le permita al hombre reconocerse como él mismo en todo

momento, que sea la herramienta para encontrar su propósito, bien sea personal o

colectivo, y que su vida como un todo le permita dar cuenta de su narrativa personal.

No puedo predecir con certeza el futuro del trabajo, ni las dinámicas sociales que se

construirán a su alrededor, pero sí considero que el trabajo seguirá teniendo un lugar

fundamental dentro de nuestras sociedades y por eso hay una pregunta que no perderá

vigencia, ¿cómo nos preparamos hoy para desempeñar trabajos en un futuro

desconocido que nos permita ofrecer oportunidades para todos?, ¿cómo construimos

desde hoy ese futuro deseable?

Esta investigación no se puede dar por terminado aún, en mi vida habrá siempre un

compromiso por seguir haciendo estas preguntas, por responderlas con mi propio trabajo

y por invitar a otros a unirse a este camino.

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