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Trabajo y cultura fer.;ocarrilera. El concurso literario de 1939 Emma Yanes , '. ,', En abril de 1939, la empresa Ferrocarriles Na- cionales de México, a través de su revista Ferro- nales, invita a,sus obreros a'J)articipar en su Pri- mer Concurso Nacional de Cuento, sin más requisito que el de perteneCer al sindicato. Los ganadores, se dijo, recibirían 15 pesos, tres días de salario. Al llamado acuden más de 100 traba- jadores de las áreas de transportes, talleres y ofi- cinas. Son premiados 20 escritos -no se especi- ficó los lugares- los cuales se publican a lo largo de 1939. Por su originalidad destacan Locomo- tOrtl,¡Y mujer, La 682, El emb4TqUe misterioso, El Chich4ro y Enedina. Antes del coneurso la revista ,ya había publicado varios relatos, de con- tenido similar a los mencionados y con no menos méritos literarios, como La mejor mula se me está clznsando, Pdncho, El niño lloron, etc. Lo que se,hizoen el evento fue retomar la inquietud narrativa de los óbreros dél gremio. Desde finales del siglo XIX los feUQCarrileros cuentan con publicacioneJ:,propias. De entonces son los periódicos. TreneJ)l Alambres, de Salva- dor Guillén; Horizonte Literario, de la Liga de Carpinterios; El Ferrocarrilero, de Félix C. Vera; Fiut·;Lux, de la Unión de Conductores Maquinis- tas,y Garroteros.; y Alitlnza de Ferrocarrileros, de, ' Vicente M. Gutiérrez. En ellos se hace referencia a la organizaciÓft obrera, los problemas laborales, la instrucción técDica y, se publican'fragmentos de novelas y cuentos {en su mayoría traducidos deLfrancés e los que'Be hacen referen- cias al ferrocarril, el. gusano de acero. Los periódicos son fundamentales para la ca- pacitación técnica del personal mexicano que lu- cha durante el porfiriato por el derecho a tener los mismos puestos .,que los trabajadores extran- jeros -maquinistas, jefes de estación, superinten· dentes, maestros mecánicos, etc.- dentro del sistema. El asunto de la capacitación laboral es una de las demandas centrales de las primeras organizaciones rieleras, como la Gran Liga Mexi· cana de Empleados de Ferrocarril (1905-08). A dicho grupo, junto con la Unión de Mecánicos de Monterrey, corresponde establecer la primera escuela para ferrocarrileros. En ella los obrer.os mejor capacitados se voluntaria y gra- tuitamente a impartir sus conocimientos. 1 Poco después aparecen los primeroslibros de enseñanza técnica, elaborados por los mismos maestros. Destacan en eSa. labor Abelardo Reyes con su De- recho de Trenes; Enrique Zuzaya con La regla 4; Luis Godard con Catecismo de frenos de aire; Manuel Espejo con TrazosdePailería;y Servando Aizati con Manual del Maquinista, Pailería tica, La locomotora moderna en México y Oal· deraJ de vapor; En dichos libros, para los trabajadores de transporte y taller, se explica con detalle el funcionamiento de la locomotora de' vapor y de cada una partel, los materiales que se usan en su construcción, y la fDnna en que ésta debe repararse. su. mérito consiste en haber roto el monopolio del conocimiento antes en manos de extranjeros. Los libros son esenciales para que los obreros nacionales exijlfl la CODl:ple- 13p

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Trabajo y cultura fer.;ocarrilera. El concursoliterario de 1939

Emma Yanes

, '.

,',

En abril de 1939, la empresa Ferrocarriles Na­cionales de México, a través de su revista Ferro­nales, invita a,sus obreros a'J)articipar en su Pri­mer Concurso Nacional de Cuento, sin másrequisito que el de perteneCer al sindicato. Losganadores, se dijo, recibirían 15 pesos, tres díasde salario. Al llamado acuden más de 100 traba­jadores de las áreas de transportes, talleres y ofi­cinas. Son premiados 20 escritos -no se especi­ficó los lugares- los cuales se publican a lo largode 1939. Por su originalidad destacan Locomo­tOrtl,¡Y mujer, La 682, El emb4TqUe misterioso,El Chich4ro y Enedina. Antes del coneurso larevista ,ya había publicado varios relatos, de con­tenido similar a los mencionados y con no menosméritos literarios, como La mejor mula se meestá clznsando, Pdncho, El niño lloron, etc. Loque se,hizoen el evento fue retomar la inquietudnarrativa de los óbreros dél gremio.

Desde finales del siglo XIX los feUQCarrileroscuentan con publicacioneJ:,propias. De entoncesson los periódicos. TreneJ)l Alambres, de Salva­dor Guillén; Horizonte Literario, de la Liga deCarpinterios; El Ferrocarrilero, de Félix C. Vera;Fiut·;Lux, de la Unión de Conductores Maquinis­tas,y Garroteros.; y Alitlnza de Ferrocarrileros, de, 'Vicente M. Gutiérrez. En ellos se hace referenciaa la organizaciÓft obrera, los problemas laborales,la instrucción técDica y, se publican'fragmentosde novelas y cuentos {en su mayoría traducidosdeLfrancés e inglis.~,en los que'Be hacen referen­cias al ferrocarril, el.gusano de acero.

Los periódicos son fundamentales para la ca­pacitación técnica del personal mexicano que lu­cha durante el porfiriato por el derecho a tenerlos mismos puestos .,que los trabajadores extran­jeros -maquinistas, jefes de estación, superinten·dentes, maestros mecánicos, etc.- dentro delsistema. El asunto de la capacitación laboral esuna de las demandas centrales de las primerasorganizaciones rieleras, como la Gran Liga Mexi·cana de Empleados de Ferrocarril (1905-08). Adicho grupo, junto con la Unión de Mecánicosde Monterrey, corresponde establecer la primeraescuela para ferrocarrileros. En ella los obrer.osmejor capacitados se presen~an voluntaria y gra­tuitamente a impartir sus conocimientos.1 Pocodespués aparecen los primeroslibros de enseñanzatécnica, elaborados por los mismos maestros.Destacan en eSa. labor Abelardo Reyes con su De­recho de Trenes; Enrique Zuzaya con La regla 4;Luis Godard con Catecismo de frenos de aire;Manuel Espejo con TrazosdePailería;y ServandoAizati con Manual del Maquinista, Pailería prác~

tica, La locomotora moderna en México y Oal·deraJ de vapor; En dichos libros, básic~ para lostrabajadores de transporte y taller, se explica condetalle el funcionamiento de la locomotora de'vapor y de cada una ~.s partel, los materialesque se usan en su construcción, y la fDnna en queésta debe repararse. su. mérito consiste en haberroto el monopolio del conocimiento antes enmanos de extranjeros. Los libros son esencialespara que los obreros nacionales exijlfl la CODl:ple-

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ta mexicanización del personal, una vez fundada;en 1908, la empresa Ferrocarriles Nacionales deMéxico.

A pesar de que las escuelas de capacitación des­aparecen después de la revolución mexicana-salvo en el caso de los transportes-, la necesi­dad de acumular conocimientos técnicos, y porlo tanto de remitirse a los libros; sigue siendouna constante. No hay obrero de talleres; trans­porte o telégrafos que logre ascender y pasar losexámenes sin combinar el estudio con la prácticalaboral. El ferrocarrilero es un hombre que ne­cesita leer; prepararse. En los años veinte; cuandoen el país se inician las jornadas contra el analfa­betismo; para ingresar a los Ferrocarriles Nacio­nales ya es requisito indispensable contar por lomenos con la primaria. En 1930; según las esta,.dísticas, el.6'l.7%de la población se dedica a lasactividades agropecuarias;- 13.4'% a la industriamanufacturet"a; y el 1%a las'extractivas; Méxicoes un··país eje campesinos. 'Corresponde'a los Fe­rrOcarriles' Nacionales el;mayor número de obre­ros y empleados. 351900. El sistema carretero es 'pequeño; por lo que 'el transporte de carga y depasajeros depende fundamentalmente del servicioferroviario. Un' buen maquinista de entonces; UAmaestro mecánico, vive en íntimo contacto conlas máquinas y posee una' acumulación real deconoeimientos técnicos, tanto como los ingenie­ros-de las industrias estratégicas de hoy. Otra esla situación de los peones de ..ía: encargados delas labores más pesadas y reclutados del campo;no requieren para su trabajo de capacitación teó­rica. Pero una cosa es la formatión de los traba­jadores y otra que escriban cuentos.

.Lo último tiene que ver con la tradición lite­raria sobre ferrocarriles en México. Ahí están lascrónicas de Ignacio Manuel Altarnirano y Fran·cisco Zarto sobre el Ferrocarril Mexicano y laspromesas' redentoras del mismo; elemento bási·co para la unidad nacional y el progreso; o la no­velaLos b4ndidos de lUo Frlo. de ManuelPayno,donde la estación de San ~zaro alberga a Ceci­lia,uno- de lós persO'najes principales, por pODersólo dos ejemplos del siglo XIX. Está también lanovela de la revolución mexicana, donde se relatacon'-variedad de detalles una ~rra civil realiza­da -sabre el derecho de vía; c~mo ocurre en El

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águila Y la serpiente, de ,Martín Luis Guzmán,Tropa Vieja. de Francisco L. Urquizo, ¡Vámo­nos con Pancho Villa!, de Rafael F. Muñoz, o lascrónicas de John Reed en México Insurgente. Sinembargo~ la razón fundamental que anima a losobreros del riel a escribir sobre sí mismos pro­viene de las características particulares de su pro­pio trabajo. Hombres que laboran lejos de suhogar, que viajan, que permanecen mucho tiem­po solos, que tienen que usar la inventiva parasacar día a día su jornada~ tendrán siempre algoque contar, una anécdota que transmitir a losami­gos o a los hijos.

En 1934, un año después de la formación delSindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de laRepública Mexicana, nace el periódico Unifica­ción Ferroviaria• .Paralelamente la empresa ,editasemana a semana la revista Ferronales~ antes sólode publicación esporádica. El ,primero, entoncesbajo la influencia del Partido Comunista Mexica­no~ dedica sus artículos a los llamadosala unidaddel gremio, la lucha contra los u~allistas"i.gu¡"'·

dores de-'~orones el divisionistal'~ y deja en susúltimas páginas un espacio a la "literatura prole­taria": aparecen poemas a Lenin, capítulos seria­dos de la novela La madre, de Gorki,fragmentosde Germinal, de Emile Zola. Ferronales. por $U'

parte, habla en sus editoriales ,de asuntos-finan;cieros, llama a incrementar la productividad,pro­pone inversiones y cambios de vía. Para amenizarla lectura abre dos secciones: El ferrocarril y YO.'que reseña matrimonios, bautizos, quince años,defunciones y concursos, y Recordando el pasq.- ,­do. donde se inicia la publicación de testimonios,en los que se da prioridad a los hombres que par­ticiparon en la mexicanización de los Nacionalesde México. Relata pOI' ejemplo el señor Roberto'H., Inspector de Auditores jubilad<>-en 1934:

Vi la luz en la' hacienda de Maziquiahuac,estado'de Hidalgo, el 24 de6Ctubrede1863.Fueron mis padres el señor Jsidro Oíaz y ~señora Antonia Rosand{) de Díaz"adtbos deraza indígena. ,Oomencé mi carrera ferroca­rrilera a ,la edad de18,añns~ ,como peón devía en el FeprOéarrilMexicano.En brevetiempo ascendí, 8 pasa-carbóny fogpnerode camino, trabajandn.8'las órdenes de los

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tampado Un sello en el rev~rso! Despuéstodo fue sufrir y padecer. Apellas estaba enpoder de mi pasajero cuando me ultrajaroncon un nuevo sello: EQUIPAJE FACTU­RADO.

Había sufrido mucho.Sentí gran alivio cuan­do fui conducido, junto. con muchos com­pañeros míos, a un horno donde grandesllamaradas consumían numerosos paquetesde boletos. Revueltos con nosotros, los an­.tes orgullosos boletos de primera' estabanlistos también :para, alimentar el fuego. Así,consumido ppr una llarna alegre y jugueto­nat termina.mi historia.3

y al final:

Una mañana fui- tomado del paquete y re­cibí.el primer golpe de mivida: iMe'fue es-

maquinistas Cooper y Jorge Backman. Porese tiempo se llevaba a cabo la construcciónde la vía del Ferrocarril Central Mexicanoal norte del país, y algunos ferrocarrilerosnos pasábamos a trabajar aél porque paga­ban sueldos mayores. No siéndome posibleentrar como fogonero, ingresé como garro­tero a la división de México a San Juan delRío; trabajé después entre Silao y Lagos, enlos trenes que iban arrimando material de laconstrucción a la punta de la vía. De enton­ces recuerdo un terrible accidente -de losque había muchos-- que sufrió el tren deconstrucción donde yo trabajaba. Al pasar

.el puente denominado El Cedazo. se hun-diócon las máquinas números 20 y 26. ymurieron el maquinista y el pasa-carbón deprimera. Yo. ya no recuerdo cómo, me saI­vé. Luego ascendí. El nuevo maquinista sefijaba que cuando atizaba yo el fogón se ha­cía muy buen vapor. Por Jo que poco des­pués pasé a ser fogonero de camino: de la di­visión de Aguascalientes. En 188'7 se sucitó.la primera huelga de maquinistas america­nos, y .por ese motivo fui ascendido ama­

,quinista de camino el día 19, de agosto deese año. 2

Se inicia entonces la concurrida sección decuentos. Al anterior se unen Pancho. Vida trun­cada y Víctimas de su pasado. que introducenen Ferronales la estructura literaria, el tema deldesencanto amoroso, la ficción.

La mayoría de las narraciones -incluidas lasdel concurso de 1939- tienen como hilo conduc­tor el amor y el desamor. Tratan fundamental­mente de las relaciones de los obreros con las'mujeres. Y mujeres de las buenas: abnegadas,

A varios temas nos remite el inspector: el ori- bellas, hacendosas y fieles. dignas delmatrimo- .gen campesino de; los primeros obreros,la-movi-' . nio. Viven separadas de su amor, distantes, siem­lidad de la fuerza de trabajo,'la diversidad, de pre lejanas, pero saben esperar al hombre del rielfunciQDes entre los hombres del riel. la importan- que algún día vQlverá por ellas. Las condicionescia de la organización obrera, etc. Este tipo de de vida y de trabaja de los ferrocarrileros apare­relatos siempre rieo&en anécdoias} sOn el'·antece- cen sólo como telón de fondo del drama cotidia­dente de los cuentos.' La· sección Recordil.ndoel· no. Lejos de la literatura del realismo socialista.pasado duró hasta 1935. Abre el espacio para -muy en boga en el eardenismo- estos obreros'que ese mismó año la revista inicie la difusión de no 'Se describen en su literatura como CCageLteslos cuentos que los obreros mandan espontánea- del cambio social" ni dotan suslineas de ideolo-mente a la redacción.. . gía redentora. Sus preténsionesson·mássimples:

El.primer relato que se imprime es la Historia contar lo que se vive. Jo que se siente,. inventarsede un boleto de ferrocarril. de Pedro LópezAma- a sí mismos. Los cuentos son escritos para los ami-dar, empleado de la Contaduría. de Ingresos de gas, la familia, las madres, las esposas,' las hijaS,Pasajes. en Buenavista,. México. Su originalidad' las amantes. Piden comprensión y 'cariño p.araconsiste en darle la palabra a un holeto-dé segun- el que trabaja lejos de casa, para el que 'exponeda clase, guia de la narración: la vida en.el ;camino, en los saturados patios del

ferrocarril, en las oscuras fosas de lacCasa Redon­da..'En su:afán por narrar amores,y desengaños,llegan más lejos: describen las condkiones,. de

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trabajo de maquinistas, conductores, garroteros,llamadores, telegrafistas, en la",primera mitad delsiglo XX. Una gran ausencia: no se habia de lospeones de vía, que tampoco están en condicionesde escribir sus propias historias. Por lo demás,los cuentos ofrecen una amena lectura de la vidacotidiana. Son un retrato crítico de las relacio­nes laborales. En su estilo se asemejan más al"realismo románticO'u efe Federico Gamboa -alque se hace referencia en dos ocasiones- que alas corrientes literarias de la década de los treinta.

En 1930 el periódico El Nacional organiza unconcurso de novela revolu'donaria, del que surgela corriente literaria que se llama a'sí misma "pro_letaria". Entre sus principales exponentes estánlas novelas La ciudad roja (1932) de José Manci-

o sidor, Chimeneas (1937) de Gustavo Ortiz Her­nán y Mezclilla (1933) de Francisco Sarquis. 1m·prentaen ellas, según Monsiváis, la idea del mili·tante que da su vida por la revolución ya queusólo la sangre de los mártires abonará el socia­lismo".4

La nueva corriente tiene como ideal mítieo elcomunismo, y reproduce la atmósfera de los no­velistas soviéticos. Entre 1928 y 1984 los "inte­lectuales proletarios" que se inclinan por la so­cialización del arte se agrupan. En 1981 Leo­poldo Méndez, Siqueirosy Juan de la Cabadafundan la organizadbrt Lucha Intelectual Proleta­ria (LIP). En 1934 nace la Liga de Escritores yArtistaS' Revolucionarios (LEAR) bajo la consig­na política "ni cOn Cárdenas, ni con Calles",lema' del Partido Comunista Mexicano. Estáintegrada por los mismos miembros de la LIP alos que se unen los eseritoresMacedonio Garza yLuis Arenal, los pintores Angel Braeho y AlfredoZalce y los músicos Silvestre Revueltas· y BIasGalindo. Su objetivo: oponerse al fascismo a tra­vés del arte. Lóseseritores buscan·ser militantes.

El cardenismo da oportunidad para que dichosintelectuales identifiquen su idea de la "culturaproletaria'-' con la cultura de la revolución mexi·cana 'Ya institucionalizada. Los miembros de laLEAR' acompáñan al"presidente agrari5ta en susproezas. Es cuando· surge la novela campiranaque busca incorporar a los campesinos e indíge-

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nas a la cultura nacional, así como las cancionesagraristas dotadas de contenido ideológico y laspelículas rancheras én las que la vida del campoaparece como el paraíso perdido.5

Por su parte, elgrupodeLosContemporáneos:Xavier Villaurrutia, Jorge Cuesta, Salvador Novo,Jaime Torres Bodet, José Gorostiza, Carlos Pelli­cer, Gilberto Owen se opone al autoconsumocultural y a las novelas populistas. Su preocupa­ción fundamental es la de ser grandes escritores,elevar el nivel cultural de México. Su problemáti­ca es la de la clase media ilustrada.6

Ni los "intelectuales proletarios", ni el grupode Los Contemporáneos reflejan en su obra larealidad cotidiana de obreros y campesinos. Losprimeros porque subordinan sus personajes aconcepciones políticas y morales; los segundospor simple omisión.

El mérito de los cuentos a los que hemos he­cho referencia es el de señalar que la problemá·tica de los trabajadores, o por lo menos de loshombres del riel, está en su cotidianidad: máscerca del romanticismo y la cursilería que de lamilitancia y la toma del poder. Los autores tienenmás influencia de Gamboa, Amado Nervo, RivaPalacio, Agustín Lara, Juan Arvizu y Go~alo

Curiel, que de Gorki, Lenin o Laborde.

El 18 de mayo de 1936 los trabajadores ferro­viarios se van a la huelga poraúmeBto salarial yel pago del séptimo día. Esta es declarada ifteú­tente por la Junta Federal de Conciliación y Ar·bitraje.La:CTM apoya a los rieleros, llama aSU8

afiliados arealizar un paro general. El conflictocrece. El 23 de junio de 1937,. de" acuerdo conla Ley de Expropiaciones de 1936, el presidenteLázaro Cárdenas nacionaliza la empresa., ElSTFRM declara estar dispuesto a encargarse de­las finanzas. La Administración Obrera q~da

formalmente instalada ello. de mayo de 1938.La situación económica de la empresa es alar-,mante: el adeudo con loS Estados Unidos ascien·.de a los $12,3&&,000.00 pesos; de 908 locomo­toras en existencia, 56 se rentan al FerrocarrilInteroceánico, 181 requieren reparaciones impor·tantes, y6 ya no tienen remedio. Es indispensableadquirir 50 locómotoras, cuyo costo suma 30

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millones de pesos, dinero con el que no cuenta laempresa; tampoco hay circulante para comprarlas 50 unidades de coches de primera clase. Senacionaliza la empresa pero se deia de lado un·problema básico; la deuda externa. Es decir. 'Se

nacionalizan en quiebra. La Administración Obre­ra -a la que además se le impid.ió subir las tarifassubsidiadas y ridículas a las compañías mine­ras- no logra sacar del atolladero a los Ferroca­rriles Nacionales.'

Pero es en ese periodo cuando mayores esfuer­zas 'Se realizan p{)r fomentar la capacitación labo­ral, modernizar los talleres, construir y recons­truir el material rodante en la propia empresa-y, no con compañías privadas o extranjetas-, yapoyar la creatividad de los obr.eros. Lo anteriorda sorprendentes resultados (reconstrucción delocomotoras, Calentador de Agua Elesco, Pun­zón y Tijeras Neumáticas, Dispositivo de Seguri­dad). No se logra, en cambio, terminar con laindisciplina y los. accidentes, ,lo que ocasiona con­tinuas críticas, del gobierno y la derecha, en laprensa; se culpa a los ferrocarrileros, por mjos,de todos los problemas del transporte.8

Durante la Administración Obrera la revistaFerronales continúa con la misma línea editorialde sus primeros años, y con la intención de crearmayor cGnciencia entre el gremio de sus nuevasfunciones, abre dos columnas: una dedicada areseñar los aportes obreros a la producción yotra en la que se dan .explicaciones técnicas so:bre cómo aumentar la productividad y evitar eldespilfarro. Con ello se sistematiza lo que se ve·nía realizando en años anteriores: son 10$ pro­pios maestros mecánicos, jefes ,de patio~ maqui­nistas~ telegrafistas, electricistas, etcétera, Quienesdescriben cómo es y cómo debe ser el trabajo. Noson explicaciones sencillas: ocupan más de dosplanas y están llenas de detalles. Su cualidad:.par­ten de la práctica y conocen el público al que sedirigen. Su escuela: los libros escritos por los pro·pios obreros desde finales del siglo XIX y la acu­mulación de conocimientos en la viaa diaria.

En el' contexto anterior surge la idea de reali­zar el concurso de cuento. Una medida más paramotivar a los trabajadores a que cooperen con lanueva administración,~pre&Umiblemente°en:manos

del sindicato;de los propios obreros.9

Curioso: la problemática de los relatos tienepoco que ver con los agitados días que vive laAdministración Obrera, y no hay ni siquiera re­ferencias a las luchas anteriores a 1938. En losc·uentos lo importante es el amor y amor fiel bue­no. En Pancho (1935), del garrotero MacedonioPlatos, el personaje principal, Francisco Sánchez(también garrotero), para hacer su tarea se vistecon sus mejores galas -camisa de seda y finísimoschoclos incluidos. Su objetivo: "apantallar a laspollitas pueblerinas", "salir de la monotonía delpatio" y "complacer a su madrecita y a su novia".Dice el relato:

Pancho trabajaba encantado de la vida. Co­mía muy contento los deliciosos guisos quele preparaba su madrecita. Dormía cd\'no unbendito. Y por las tardes le hablaba a Car­mela, su novia, de hacerla su esposa. A esoestaba completamente resuelto porque nadiecomo ella aprobaba tan resueltamente lamanera en que él llevaba a cabo su trabajo,y la forma en que lucía la excelencia de suszapatos. ,Pancho estaba loco por éstos, y na­da lo halagaba tanto como que su Carmelale hablara de la brillantez deslls botines, quepermanecían galantes a pesar ~e' la rudezadel trabajo.ro

Pero el prometedor garrotero muere en unaccidente laboral:

Sin importarle el peligro, para informarle almaquinista lo que ocurría, Paného se imagi­nó que tenía puestds sus choclos magníficosy empezó a subir y a correr por el lomo delos carros. De pronto se perdió en el vientosin que nadie pudiera escucharlo. El pesadotruck de un carro trituró las piernas del' ga­rrotero, c9nvirtió en garras la mayor gloriade .nuestro hombre. Abiertas la&ve~as y lasarterias emoezó a correr su sangre de ferró­carrilero joven. Al amanecer, habiendo fra­casado los esfuerzos médicos para arrebatara Pancho de las garras de la muerte, yacíanen aquella cama -adornada por una colchapreciosa tejida a gancho por, Carmela- losdesgarrados fragmentos del cuerpo de Pan-

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cho. Y bajo la cama permanecían intactos,inmóviles y brillantes, los consentidos cho­clos del garrotero -los que no había queri­do llevar esa noche al trabajo por no mo­jarlos- que antojábanse estuches negros devidrios. Y se quedaron ahí, como un finorecuerdo para Carmela. l1

La tragedia amorosa unida a las pesadas con­diciones laborales y al resentimiento social, estambién tema de Víctimas de su pasado (1935),de Adolfo J. Zepeda, ex·fogonerode camino. Elprotagonista, Conrado N., se enamora en CiudadVictoria, Tampico, de Magdalena Tamez, Húnicay hella hija" de un rico ganadero de la región. Lajoven es también cortejada por Octavio C., pro­metedofingeniero amigo del padre. Peroella amaal trenista y le da el sí del matrimonio. En eso,la calamidad: estalla la revolución mexicana yConrado tiene que separarse de su novia para in·tegrarse a la guerra. Poco después pierde unapierna:

Los convoyes militares, potentes y veloces,tirados por magníficas locomotoras, cruza­ban imponentes el sistema ferroviario, ha­cían lucir su cargamento bélico. Las vola­duras se sucedían... ~ fue en una de ellasdonde nuestro garrotero perdió la pierna.Pensó en su amor. Tal vez nunca volveríaa verla. El cumplimiento del deber se inter-ponía sacrificando afectos. '

El personaje vuelve a saber de su novia añosdespués, cuando en un día de .pago se dirige aledificio de la empresa a cobrar su salario:

Su atención fue llamada por un automóvilde lujo del que'descendió,airQsamente unapareja. Los ojos del inválido repararon enla mujer, una mujer esbelta y divina, queasida del brazo del esposo pasaba enfrentesuyo sin dignarse siquiera a 'mirarlo. En lamujer Conrado N. reconoció a Magdalena,su Magdalena, ahora rica y feliz, porque sehabía casado con otro. probablemente conaquel ingeniero.

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No corre mejor suerte Fernando, la estrella deUna orden (1937) de Ornar Grotezim, conduc­tor. Fernando, el maquinista, después de 15 añosde vivir -por necesidades del servicio- fuera deJalapa, su ciudad natal, inicia el viaje de regreso(se va como llamador, retorna como maquinista).En el trayecto añora a su primer amor:

Sus recuerdos se hacían más sutiles, poco apoco veía con claridad la silueta de Carmen,una Carmen dulce que perfumó sus veinteaños. Luego el continuo bail<;>tear sobre suasiento lo traía de golpe a la realidad. Consu mano enguantada apoyada en la manija'veía cómo el agua jugueteaba nerviosamen·te dentro del cristal indicador de la caldera.La máquina seguía fatigosamente las curvas.En medio de la oscuridad el tren parecía unespectro. Fernando encendió un cigarrilloy poniendo la mirada sobre la vía continuósu evocación. Habían sido quince años deabandono, de distancia, sí, pero ahora élvolvía con el legítimo orgullo de ser maqui­nista, y quería a Carmen por esposa. El trein­ta y cinco años y ella treinta, ¡Caramba,todavía se podía ser feliz!!2

Vanas ilusiones. Fernando no llega a Jalapa.Recibe "una orden" de no parar e.n la estaciónde Las Vigas, lo que más' adelante le ocasiona"un encuentro" con otro tren. Al día siguientelos peones de vía rescatan su cadáver.

Obsesión (1937) no escapa al melodrama. Pe­dro, un joven y cumplido maquinista, choca con.tra un automóvil por culpa del conductor delmismo que manejaba en estado de ebriedad. ymueren éste y su esposa:

Aunque el maquinista no había tenido laculpa, la imagen de la mujer que iba a su la­do, víctima también, se había posesionado .del corazón de Pedro. No deseaba ni e.scu­char el silbido de la locomotora. Greía quenadie adivinaba su tortura. Era una mujer.Una mujer que no volvería a sonreír. A pe­sar suyo y contra su voluntad, sus manoscrispadas sobre la manivela frenaban la ve­locidad para ir perdiendo el recorrido.!]

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Pedro no soporta su propia e innecesaria anogtu;tia y termina por renunciar a su puesto.

Hasta aquí el oficio del rielero aparece unido·a la fatalidad. Los personaje~ son héroos del tra­bajo, orgullosos ferrocarrileros a los que su laborlos separa -la más de las veces trágicarnente- dela mujer amada. No hay final feliz.

Sólo el cuento Enedina (1939,premiado), deBertha Chávez -casualmente una mujer, oficinis­ta- propone otro descenlace.' Una joven de 18añ()S' se enamora del garrotero Edmundo ya que"desde muy tierna lo veía pasar haciendo pirue­tu sobre los carros del tren". PeTO la madre de

-la muchacha la quiere casar con Don Jesús, viejo.y acaudalado comerciante de Marfil, Guanajuato.En una fiesta ambos pretendientes se retan. Lamadre le impide a.Enedina volver. a ver al garro­tero. Pero Edmundo, adelantándose a Don J.esús,forma una comisión -sustituto de su familia­integrada por el maquinista, el fogonero, el con·ductor y el· jefe de estación, para pedir la manode su novia. Y la madre, conmovida, cede: .

La señora no quería dar el sí, pero los ferro­carríleros la convencieron, diciéndole queun tren mal dirigido podía salirse de los rie·

. les, ChOCé:ll y que en camhiQ, guiado pormanos expertas llegaba a su destino con elpasaje sano y salvo. Igual era el matrimonio.Si el esposo, que viene a ser el maquinista,guía bien a la locomotora, o sea a la mujer,el tren del matrimonio llega.a la meta de lafelicidad. El maquinista además le habló delcomportamiento decente de Edmundo, yrecalcó el hecho de que por su antigüedad ypericia muy pronto sería ascendido ama·quinista. Fue así como la señora terminópor convencerse}4

El oficio delero aparece así en dos dimensio­nes: como trabajo-fatalidad-desamor; y comotrabajo-ascenso escalafonario-amor. Lo anteriorsólo es posible c.uando se sustituye a la familiapor. la cuadrilla de trabajo. ¿Qué mujer anhelanlps'rieleros?: La que los espera en su ciudad na­tal, 'el primer amor, la que teje colchas a gancho,la que guisa delicioso, la que los ama, por ferro­.carrUeros,más que a hombres c~n mejorposición

social, la abnegadamente fiel que valora su traba­jo y los quiere de pies a cabeza, empezando, co­mo la Carmela de Pancho, por los zapatos. Sonmujeres, ante todo, que saben esperar. Nunca semencionan amoríos entre una estación y otra,no hay en los relatos prostituta alguna o segun­dos frentes. Cualquiera diría en ese sentido quelos ferrocarrileros se pintan en los cuentos jus­tamente como no son.

Lo importante es el amor. Y para ser amadohay que estar bien pagado. La cualidad centralde nuestros héroes es la de haber empezado porlas categorías más bajas, hasta llegar a los puestossuperiores: maestros mecánicos, maquinistas, je­fes de patio, jefes de división, superintendentes,los de maYOr prestigio y remuneración económi­ca. En Pancho, por ejemplo, de no haber sido porel accidente que le quita la vida al garrotero:

Francisco Sánchez habría llegado a ser jeTede patio de aquella lejana estación, como(:onsecuencia natural de sus largos años deservicio y el entusiasmo con que realizabasu trabajo. y no por el rumbo del estudioque a él no lo habría nevado demasiado le­joS.1S

También Comado N., en Victirnas de su pasa­do, empezó siendo un ánonimo luchador:

Nuestro maquinista era un don Nadie. Has­ta que un día, ya en la cumbre des\lsdeseosy aspiraciones se colocó enun buen númeroen el escalafón de los de su categorÍ~ y fuepor "derechos" boletinado a una corrida depasajeros. Hombre leal y sencillo, ya "arri­ba" jamás olvidó a' sus camaradas ysu con­ducta intachable pronto lo hizo merecedordel cariño y estimación de sus jetes: ProntollegÓ a ser el más joven y competente m'a­quinista de la Div.isión.16

En Obsesión, uno de los elementos, el princi­pal, por el que Pedrito duda en abandonar su ero­pleq; es la responsabilidad que siente par ·Q"aber"heredado." el puesto de su.padre:

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Las corridas de las máquinas tres y cuatroeran, sin lugar a dudas, las más escabrosas.La número cuatro se veía obligada a desa­rrollat .grandes velocidades rumbo al -sur-100 millas en tres horas- haciendo unasola parada. Rumbo al norte la número tresempleaba cuatro horas para hacer e8e" difícilrecorrido. Y después de quirice años de tra­bajo el padre de Pedro había establecido unrécord al parecer imposible, en ambas co­rridas. Eso era precisamente lo que el Su­perintendente esperaba del hombre que to­mara su puesto vacante. Para lo cual había,entre los viejos rieleros,dos aspirantes en­trados ya en aiios y experiencia. Pero ambosrehusaron enfáticamente aceptar dicho car­go, alegando que creían que Pedrito, enton­ces garrotero, era el más indicado para des­empeñarlo. l ?

Juan, personaje de El niño liaron (1935), tam-bién empieza desdeab~jo:

Entró a trabajar a los ferrocarriles primerocomo ccllamador~' tluego lo ascendieron aun puesto qu~ tenía eomo-objetd cuidar losbultos del expreis, mÍentras el tren hacía surecorrido de México a Veracruz.18

Lá importancia que se le da en los relatos a lacuestión de los ascensos tiene que ver desde luegocon la realidad. El personal extranjero abandonalos Ferrocarriles Nacionales en 1914, al calor dela revolución mexicana. Es hasta 1925, pasada laturbulencia militar y política, que Jos rieleroscuentan, por lo menos en fas espécIalidades deFuerza Motriz y Transportes, con un reglamentode trabajo en que se~ .esPecifican claramente las

-funciones de las diversas categorías, los salariosy la forma de- 4'subir". Son tres los requisitos:antigüedad, experiencia práctica-méritos acumu­lados, y pasar- el examen respectivo. No se puedellegar a ningún puesto superior sin antesrecorrerel escalafón.

Otros dos elementos contribuyen a integrar laimagen del héroe-mártir ferrocarrilero: el- becho

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de soportar duras condiciones de trabajo, en al·gunos casos; y en otros su participación.en la re­volución mexicana.

En Una orden~ se explica así la labor cotidianade la tripulación del tren:

Señor, señor, interrumpió el fogonero quehasta entonces lo había observado tanto:estamos llegando a Las Vigas, aquí nos pa­sará el extra. En efecto, Fernando alzó losojos, alcanzó la cuerda del pito y silbó lar­go. El convoy frenó su marcha y tras pedirseñales la luz verde del semáforo cambió aroja. Un garrotero, metido en su traje dehule y escurriendo agua a chorros se adelan­to a abrir las agujas. El tren entró alegre­mente al cambiG,' en medio de campMeosalegres y sonoros.111

En El Chicharo (1939, premiado), de Francis­co Cabrera, se habla con detalle de la labor de unmuchacho telegrafista en 1902:

Horas enteras pasaba "chichareando" con elaparato ese. Cuando me fatigabá me trepa­ba al techo de algún carro y ahí estudiabalas reglas, recordando los sabios consejos demi padrino Pérez Gómez. Se me ha~ían gra­bado sus palabras: "no hay telegrafista com­pleto si no conoce los derechos de los trenesy empleados". Y su insistente consejo: Ja­más des un "OS" -informe del paso deltren por las estaciones-- si no has visto pa­sar los marcadores por la oficina, aunque lamáquina haya entrado al patio. Imborrableserá para mí la sorpresa que una mañanaexperimenté al ser llamado urgentementepor el jefe, como a las cinco. Mi padre y yocorrimos a caballo temerosos de que algo lehúbiera sucedido. Un tren descarrilado enTrancas había detenido todo el movimien­to. El jefe, que no me perdía de ·vista:comotelegrárlSta, me hizo llamar para quedesem­peñara el servicio que se habi-a acumuladoterriblemente. Mientras élUevaba mensajesy acomodaba el papel carbón en' los bloquesde órdenes "31", yo melas-entendía con el"DS".Sólo al caer la noche quedó lible la

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vía. Y yo, el "chicharo" como cariñosamen­te me decían los amigos. pasé poco después,meritoriamente, mi examen -de telegrafista.!Tenía entonces once años! 20

El personaje de El niño llorón es un cumplidotrabajador del servicio de Express:

Juanito salía hoy, regresaba dos días des­pués --en muchas .oc,asiones sin haber dor­mido- y casi sin descansar volvía a su puestode cuidador de paquetes. Así se ganaba lavida para él y su madre a quien tanto que­ría. 21

Para que las máquinas pudi~ran continuar sulabor, el fogonero de Locomotora y mujer, se veobligado a recurrir a la improvisación:

El fogonero hacía esfuerzos por subir tu ca­lor abriendo el soplador hasta lo último, almismo tiempo que echaba pestes por~ue

le.había tocado salir con semejante "char­china". En ocasiones se hizo necesario me­terte al cambio, donde maquinistas y fo­goneros recurrían a remedios caseros parasalvarte: desmenuzaban con agua boñiga dejumento, para calmar en parte la hemorragia.22

y Pancho, el garrotero, se esmera en realizarcon optimismo su faena:

La 'mpl,lotopía de las funciones en el patiode aquella estación era interrumpida por la(igura singular de Francisco que, ya apretan­do frenos, ya corriendo por el lomo de loscarros, ya descendiendo de los mismos, yacortándolos o enganchándolos, o ya abrien­do cambios o ya hacjendo ~ales al maqui­nista que manejapa la "chancla" -máquinade patio- ponía en todo ello la simpatía desu juventud. Por el gusto de verie, cualquie­ra se habría sustraído de SJ,l actividad, puesvale la, pena mirar a un hombre. que hacíasu trabajo con gusto y con ~lalma.~3

La de~.ñpción ·del ~abajo, que¡ se plantea en

1 "7r'~-

los cuentos és similar a la que narran los testi·monios publicados pOr la misma revista.. Porejemplo, Arturo Ramírez Campo, telegrafista,se refiere así a sus primeros años:

Todo el tiempo que me dejaba libre mi ocu­pación, lo dedicaba yo a. llenar mis pendien­tes. La mayor parte de las veces trabajabacon los ojos casi cerrados por el sueño. Detanto escribir se me cerraban los ojos. Pormás que me apuraba, casi siempre salía dela oficina telegráfica entre las nueve y lasdiez de la mañana. El agente se hacía el di­simulado, parecía no importarle mi presen­cia a tales horas, ni se me tomaba en cuentapara las horas extra.

A pesar de mi voluntad, este estado decosas no duró demasiado tiempo. Una noche~urrió un descarrilamiento en un tren detercera clase en la estación de Crespo. Lasórdenes y los'mensajes abundaron y yo nopude darme abasto, por lo que posterior­mente flü cambiado de estación.24

Cuentos y te~timonios coinciden además conlas estadí&ticasd~ la época: largas jornadas detrabajo, ahanqono del material rodante,acciden­tes, remiendos y creatividad laboral. En 1939,de 908 Jocomotoras se dieron de baja.lI2, y alas 118 que les urgíaq reparaciones, no se les hi·cieron por falta de diliero. El 46.5~ de las loco·motoras se habían .construido entre 1901 y19.10.; sólo.e16.3% era de 10$ últimos 20 años, apesar de que la vida máxima de la locomotorade vapor es de 25 años. Si los trenes funcionanse debe, en gran. parte,·al esfuerzo obrero. Lasreferencias al alcoholismo y los accidentes coin­ciden también con cifras dramáticalÍlente reales:la cirrosis.es la principal causa de mortandad, ala que siguen los percanees en.el trahajo.2'i

La .evolución del conflicto alIDado de 1910apareée por primera vez en eleuento Victimásdesu pasado, de 1935, al que ya hemos hecho refe­rencia. Se vuelve a tratar en ha mejor mula se meestá cansando, de Leonarde Guevara (premiado,1939), en El Embarque Misterioso, de LeynaOsorg (premiado, 1939). y en La 682. de CarlosRodríguez (también premiado).

7 '-. ~

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Guevara cuenta la historia de Don Aurelio, unviejo trenista que se ve obligado- a abandonar asu mujer y a su madre para formar part~ de losFerrocarriles Constitucionalistas:

El jefe, Angel Camino, ocupaba el puestosólo por uno de tantos azares del movimien­to armado. Caso insólito de "derechos derifle", que,decían los viejos rieleras. Cuandola partida _se avecinaba, Camino sondeó elsentir de sus ayudantes repetidas veces. In­sinuaba que el general \Tilla iba a salir denuevo a campaña para batir a lQS traidorescarranclanes, y por eso requería de la ayu­dade buenos elementos, entre los que esta­ba el prominente Don Aurelio que tuvo queabandonar no sólo a su mujer, también a suanciana madre.26

Jo~ 1. Manzano, en El ~mbarque Misterioso,en medio de la guerra, recurre a la lotería comoúnica esperanza dé estirar el sueldo:

En la época a la qúe nos referimos eran co­munes las continuas escaramuzas de los ban­dos beligerantes, él hambre, los tiroteos, los

, robos, cateos, yla miSeria'. Y comó el suel­do que tenía asignado Manzano, bodeguerode Buenavista, era poco y las necesidadesde su hogar crecían, el pobre hombre nohada otra ebsil que jugar a la loferÍa.27

. .;

En La 682, un viejo evoca á su locom-otbraquetiene que sacrificar por órdenes de urigeneral~

Por un momento no comprendí y quedécomo par-alizado. Pero me bajaron de la ca·seta a empellones. Primero proteSté ahogadopoI' la indignación; después quise suplicar,interceder por mi querida máquina a quiense pagaba' así sus favores a la revolución. Enmedio de mi estupor y cólera vi que se cum­plía la para mí cruel orden: la 682; '~má­

quina loc~", arranca noblemente en su últi­mo viaje fatal; Entonces' fue cuando, tem­,blando de ira, me, lancé en una arremetidaferoz contra el general y su grupo. Oí undisparo y un dolor, en el hombro me indicóque estaba yo herido. 18 ' "

La revolución mexicana aparece como un pe­riodo de 'anarquía, hambre, crueldad, dificultadeslaborales, en el que los hombres del riel se venobligados a abandon8l'su hogar. Los ferrocarrile­ros no se describen a sí mismos como revolucio·narios. Hablan de su particiÍlación en la luchaarmada para subrayar el 'sacrificio del obrero porsu gremio. Son heroicos en la medida en que so­portan la revolución y sobreviven a la misma, yno por participar conscientemente en ella. Anhe­lan los días de paz al lado de la mujer querida,cuando en el trabajo se respetaban los derechosde escalafón':

En los relatos, las pesadas condiciones labora­les, los accidentes, el alcoholismo y la revoluciónson déscritos como las causas que impiden a losobreros realizarse''en el matrimonio, el noviazgo,y cumplir con sus obligaeiones de padres o hijos.Algo más: la imposibilidad del amor no se resuel­ve con queridas o mujeres del oficio. La Soluciónse ehcuentra en él trabajo 'mismo: la locomotorase convIerte en el ser deseado, la mujer de todosy de ningúno, la niña de sus ojos. Es,el amorposible.

El afecto de los rieleras por las máquinas -so­bre todo de maquinistas y talleristas- se narraen Enedina, La 682, y Locomotora y mujer. Co­menta el protagonista de La 682:

Yo no tenía familia y ningunwmujer'meha·bía impresionado losutieiente como parapensar en ella por mucho tiempo. "Toda mised de cariño,· toda mi necesidad de afecto,la· concentraba en la N. de M. 682,' en "mímáquina", como la llamaba. En los largoscaminos, en plena ~ontañá, donde ;!cecha­ba ·la dinamita y la carcajada bélica de lasametraUadoraS, la 682 y nosotrossjemprecumplíamos llevando los refuerzos' para lasbatallas:'·transportábam'6s ilesa la ártiUería,llevábamos l~ medicinas que habían de sal­var a los combatientes. Pero en esas jorna­das sólo yo comprendía a la 682. Su escapede vapól' decía muchas cosas que sólo yo.enténd.ía. Me, hablaba -de su cansancio en

. las largas subidas"de t~_más pesados a su

-::::;:j:

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capacidad; me narraba su apremio y esfuer­zo ante el constante peligro. También, a ve·ces, de su alegría, cuando en las mañanasoptimistas de sol, el viento fresco peinabala cabellera de humo de su chimenea. 29

Después de que la 682 es condenada como"máquina loca", el rielero va a buscarla:

El sol ya estaba alto cuando yo, terrible­mente cansado y triste, contemplé los res­tos de la 682. Al ver aquellos hierros retor­cidos y humeantes de mi querida máquinano pude contenerme. Por mis mejillas llenasde sudor y de aceite resbaló el llanto. Creoque mis lágrimas fueron la única ofrenda querecibió la 682.30

Mucho más dramático que el cuento anteriores el relato Locomotora y mujer (1939, premia­do). Se trata de un melodrama, con escenas decelos y todo lo de rigor, en el que se equipara lavida y deterioro de una locomotora, con el enve­jecimiento de una mujer. El autor describe losremiendos que utilizan los obreros para "sacaradelante" a las locomotoras condenadas a ser detodos, como prostitutas, o a ir a la chatarra. Porsu calidad decidimos incluirlo completo:

Sí. .. ahí te vi, en la casa redonda, pero noadentro. No, ya no mereces ese honor. Eresactualmente una pobre vieja destartalada.Tu caseta está hecha de' remiendos mal pe­gados. Chueca y rota semejas una mujer ti­rada al vicio. Tus ruedas -antes tan pulidas­hoy semejan piernas sin carne. Tu chimenea-antes plateada y con su corona-, sí, aque­lla de la que salía humo negro para formarteuna hermosa y negra trenza, es hoy una lá­mina vieja. Tu defensa sin varillas parece lamueca de una calavera sin dientes. Y tu cal·dera -antes tu orgullo por su redondez-,hoyes sólo un cuerpo flaco y sin costillas.Ya no existe en tu tender más que una vie·ja lámina lastimada por tu tropezón final.Hoy, viéndote de noche a la luz de una lám·para sorda, pareces una harpía de los infieronos. y ahora te diré como dijo el Monje

Loéo: ¡Ja, ja, ja!, ¡Nadie sabe, nadie supolo que pasó entre nosotros!

Llegó de una de las mejores fábricas de losEstados Unidos, en compañía de otras, co­mo remesa de mujeres destinadas al ludibriode muchos fogosos. Venía con sus ropajesnuevos, de negra y brillante seda, adornadacon cuentas de oro blancas y doradas.

La bañaron en el taller y le dieron los úl­timos retoques antes de rifada entre losmaquinistas que ansiaban salir con ella alcamino y lucir su gallardía. Jóvenes y viejosse la disputaron. Le tocó en suerte a un jo­ven maquinista con mayores "derechos" quesus contrincantes. Se propuso hacer de ellaun ejemplo de educación y obediencia. An­tes de partir, el maquinista, lleno de gozo,se proveyó de todo lo necesario para losafeites de su máquina. La máquina lo mira­ba con ojos de mujer coqueta, le agradecíaasí a su primer amo sus cuidados. El erasu primer amante. ¡Y salió! ¡Salió al cami­no cual ligera venadita sin dar un solo tro·piezo! El estaba orgulloso de poseerla. A lahora de partir se caló los guantes y con finaestopa la acarició, como si temiera dañar sublanda y tersa piel. Imprimió la velocidadpoco a poco. ¡Qué alegría!, por fin, despuésde muchos años de estudio y de práctica, sepremiaba su competencia con un modelonuevo. El haría de ella su gran y único amor.¡Qué manera de andar!, ¡Qué movimientotan suave!, ¡Parecía inmóvil a pesar de loskilómetros que recorría!

Ya en el camino el maquinista le dijo queno se separaría de ella jamás. -Tú con tuobediencia, le comentó, y yo con mis cui·dados y talento, le daremos a los ferrocarri­les el 100% de tu costo. Y al aumentar lavelocidad agregó: -y si el hado final noses adverso, juntos caeremos abrazados parano levantarnos nunca.

Yo era entonces conductor y te veía conojos de envidia. ¡Quería acariciar tu seno!Cuando a escondidas lo intenté, recibí co­mo un escupitajo el agua caliente que arro-

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jabas por el escape del inyector. Al intentaracariciarte, demostrarte mi cariño, recibíuna quemadura. Eras altiva y no permitíasque manos profanas palparan tu redondez.

Pero pasó el tiempo que es cruel y empe­zó a hacerse cargo de ti. Tu amante, insa­ciable, te sacrificaba con crueldad: a mayorsacrificio tuyO mayores ganancias para él ypara el patrón. Poco a poco empezaste a fa­llar, a enfermarte. Tus fluses se desgastarony tus muñones se calentaban. Eso disgusta­ba a tu amante que al llegar de cada viajeexplicaba a los expertos tus dolencias paraque pusieran el remedio. Un buen día se terompió un "collar" y tu señor, experimen­tado maquinista, te obligó a caminar en unsolo lado, con lo que aumentó tu desgaste.

Entonces empezó tu cadencia. Tu amanteescogió a otra locomotora del grupo. Parano verte más se cambió de distrito. Y yo,con la mano quemada que me recordaba tutraición, decidía irme también, dejarte caer.La suerte estaba echada.

Supe después que habías salido con biende tu primera enfermedad. Pero tu segu~doamante ya no fue como el primero, te trata­ba con brusquedad. No tenía el mismo cari­ño para ti. Con trabajo su ayudante pasabauna estopa por su «;uerpo.Así ibas de manoen mano como mujer que rueda al abismo.Hoy con un.> de "regla", mañana con un"extra". Tu sonido, antes alegre, se volvióronco y débil. Tus tropiezos eran frecuen­tes. Tu caldera estaba hecha un cedazo. Co­rría por ella agua viscosa, en estado de des­composición. El fogonero hacía esfuerzospor "abrir el soplador" hasta lo último. Enocasiones se hizo necesario meterte al "cam­bio", donde maquinistas y fogoneros recu­rrían a remedios caseros: mezclaban con elagua "boñiga de jumento", para calmar enparte la hemorragia.

Por fin un día te remolcaron en estadocataléptico. Tu hemorragia había sido talque esta....as agotada. Te llevaron al taller endonde mecánicos y paileros se dedicaron a

~saturar tus carcomidas entrañas y volvistede nuevo a la vida, sí.

Pero ya no estabas en condiciones de lu­cir en el camino. Ahora te condenaron alpatio. ¡Ingrata labor!, como mujer de se­gunda te hacían bailar y bailar. ¡Bailabasdía y noche! Ahora, en lugar de uno, teníastres amantes, que no cesaban de darte fuer­tes empellones y duros golpes. Tú soporta­bas todo con resignación, como mujer can­dorosa que acepta sacrificarse al máximopara dar de comer a su amante.

El tiempo pasó. Te había dejado de verperorecordaba tu figura, tus gestos. Ya casi esta­bas borrada de mi memoria por lo que meatreví a regresar de mi voluntario exilio. Yte encontré de nuevo. Había llovido. El lodoabundaba. Te vi. Eras tú. Los peones, ayu­dados por una compañera tuya, a gritos tra­taban de animarte. Dabas unos cuantos pasosy volvías a caer. Inútil empeño. Aquelloshombres no te podían enderezar a pesar desus esfuerzos. No quise ver más. Me retirécon el corazón oprimido. Cambié la direc­ción de mi lámpara. Y yo, que algún día teamé con locura, me atreví a darte la espalda.Vamos, no llores, nadie sabe lo que pasóentre nosotros.3i

Cuento de amor y locura, Locomotora y mu­jer, es ante todo testimonio de la apropiacióntecnológica. Lo anterior, si se quiere analizar así,tiene que ver también con la organización y ladistribución del trabajo. En 1939 existen en losFerrocarriles Nacionales 116 tipos distintos delocomotoras, siendo necesarios sólo 53 tipos conuna fuerza tractiva hómogéna. La reparación yfuncionamiento de las mismas depende funda­mentalmente de maquinistas y maestros mecáni­cos altamente capacitados, los cuales se encargande transmitir sus conocimientos. Es Ilecesarioalgo más que conocimientos técnicos para des­entrañar, reparar, desmantelar, reconstruir ymanejar cada una de las locomotoras, con ca­racterísticas propias.

La labor de diclios obreros es de verdaderosartesanos y de verdaderos solitarios. Por eso no

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resulta extraño su amor por las máquinas, queinmortalizará Elena Poniatowska en su cuentoLa Prieta, en los años setenta.

Mientras en la prensa se tacha a los Ferroca­rriles Nacionales de inútiles, mal manejados einservibles, se culpa a la Administración Obrera .del mal servicio y se le tacha de roja y corrupta,y a sus obreros de indisciplinados y flojos, ellosse describen a sí mismos como cumplidos, abne­gados, rectos y víctimas de su trabajo. Y desdeluego: enamorados. Cómo saber si los cuentoscorresponden a la vida cotidiana del rielera. Enrealidad no hay forma. Si son cuentos son ficcióny no podemos exigirles precisiones históricas.

Notas

1 Fernando Alzati, Historro de la mexicanizacián delos Ferrocarriles Nacionales de México, México, Edito­rial Botas, 1946.

2 Ferronales, septiembre de 1934.3 Ferronales, mayo de 1935.4 Carlos Monsiváis, Historia General de México, Mé·

xico, El Colegio de México, vol. 4.s Luis González, Los dias del Presidente Cárdenas,

México, El Colegio de México, 1976.6 Carlos Monsiváis, op. cit.7 Luis González, op. cit.8 Revisar revista, Ferronales, 1938-40.9 Ibidem.10 Ferronales, marzo de 1935.11 lbidem.12 Ferronales, enero de 1937.13 Ferronales, mayo de 1937.14 Ferronales, marzo de 1939.

Lo peculiar es que en ellos la preocupación cenotral no tiene que ver con los embates del momen­to. Los hombres del riel, afamados por su suerteen amores (siempre habrá una dama esperándolosen la estación), se esmeran en demostrar que noson felices. Los cuentos aparecen así como unespacio para hablar sobre las mujeres, los desen·cantos, las desilusiones, el esfuerzo en el trabajo,los deseos de ascenso. Son testimonio de la subje­tividad colectiva. La imaginación denuncia lo queno se puede corroborar con estadísticas, ni deciren asamble~, ni incluir en pliegos petitorios: elderecho de querer y ser querido, sin que el silbi­do del tren rompa el idilio.

15 Ferronales, marzo de 1935.16 Ferronales, septiembre de 1935.17 Ferronales, mayo de 1937.18 Ferronales, mayo de 1935.19 Ferronales, enero de 1937.'20 Ferronales, marzo de 1939.21 Ferronales, mayo de 1935.22 Ferrol'lales, marzo de 1935.23 Ferronales, febrero de 1935.24 lbidem.2S Emma Yanes, Historro socrol de la tecnologia: el ca-

so de los Ferrocarriles Nacionales de México, Tesis, UNAM26 Ferronales, julio de 1939.27 lbidem.28 Ferronales, diciembre de 1939.29 Ibidem.30 lb id..em.31 Ferroooles, septiembre de t 939.

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