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Los años cuarenta, cincuenta y sesenta fueron años caracterizados por un denominador común: la presencia de un orden sociopolítico dictatorial impuesto por la fuerza que determinó unas formas concretas de supervivencia a partir de 1937 y, más adelante, una forma de vida para los habitantes de Llodio. Pero, el transcurso de las generaciones y el avance imparable del tiempo hicieron que aquello que, entonces sucedió, hoy sea un recuerdo, un reflejo, una huella de la realidad. Trataremos de reconstruir el pasado de una manera fiel y objetiva teniendo en cuenta las memorias colectivas y personales de todos aquellos que vivieron una época y de todos aquellos que han crecido con el recuerdo de lo acontecido como parte esencial de su vida personal y familiar. La colectividad llodiana a lo largo del franquismo vivirá de puertas para adentro, en el seno familiar, las vivencias más íntimas y definitorias. Pero la calle, el barrio, la plaza, en definitiva, el pueblo en toda su dimensión será protagonista de las vivencias más colectivas, de la creación de la identidad de sus habitantes, de las relaciones sociales y también de los conflictos. Para conocer un poco más sobre la historia de nuestro pueblo hemos recogido aquellas memorias y testimonios de llodianos que nos han dado las pautas para desarrollar una historia contada por sus propios protagonistas. Una historia que se vuelve en este apartado más social, más colectiva, y que tendrá como punto de partida la época de posguerra hasta la década de los 60, años de incipientes cambios que culminarán en los 70 con la transición democrática y el aperturismo de la sociedad llodiana. Evolución social: Vida social Vida social

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Los años cuarenta, cincuenta y sesenta fueron años caracterizados por un denominador común: la

presencia de un orden sociopolítico dictatorial impuesto por la fuerza que determinó unas formas

concretas de supervivencia a partir de 1937 y, más adelante, una forma de vida para los habitantes de Llodio.

Pero, el transcurso de las generaciones y el avance imparable del tiempo hicieron que aquello que, entonces

sucedió, hoy sea un recuerdo, un reflejo, una huella de la realidad. Trataremos de reconstruir el pasado de

una manera fiel y objetiva teniendo en cuenta las memorias colectivas y personales de todos aquellos que

vivieron una época y de todos aquellos que han crecido con el recuerdo de lo acontecido como parte

esencial de su vida personal y familiar.

La colectividad llodiana a lo largo del franquismo vivirá de puertas para adentro, en el seno familiar,

las vivencias más íntimas y definitorias. Pero la calle, el barrio, la plaza, en definitiva, el pueblo en toda su

dimensión será protagonista de las vivencias más colectivas, de la creación de la identidad de sus habitantes,

de las relaciones sociales y también de los conflictos. Para conocer un poco más sobre la historia de

nuestro pueblo hemos recogido aquellas memorias y testimonios de llodianos que nos han dado las pautas

para desarrollar una historia contada por sus propios protagonistas. Una historia que se vuelve en este

apartado más social, más colectiva, y que tendrá como punto de partida la época de posguerra hasta la

década de los 60, años de incipientes cambios que culminarán en los 70 con la transición democrática y el

aperturismo de la sociedad llodiana.

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Imagen 76. Grupo de hombres en romería antes de la Guerra Civil.

Imagen 77. El fútboll apaciaguaría las sensibilidades tras la Guerra Civil.

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La guerra y sus consecuencias sociales

Llodio, 18 de julio de 1936. Un niño de la época rememora cómo en Llodio el día 19 de julio

entraron los nacionales a caballo por el Elorritxugane acompañados de los moros. Recuerda cómo se

instalaron en el patio de la escuela y cómo los chavales, que se acercaron con curiosidad, recibían onzas de

chocolate por parte de los soldados 1, sin saber aún lo que ese desembarco supondría en sus vidas.

El período de la guerra fue una etapa dura para todos. En ella se dieron unas condiciones de vida

precarias marcadas por el temor a los bombardeos, los soldados, el hambre, la pobreza y la desestructuración

familiar. Así, varias personas nos cuentan el nerviosismo que se vivía cuando sonaban las sirenas y veían los

aviones surcar el cielo de su, entonces, pequeño mundo, para correr y refugiarse en algún caso en el

habitáculo de acceso al campanario 2. En otros testimonios vemos como, tras el sonido temeroso de las

sirenas, se cobijaban en el pórtico de las monjas, en el refugio que había en el palacio del Marqués o bien en

las defensas que existían en las zonas de Bárbara, subida a Lusurbeilanda y campo de aviación (que contaba

con una pista de aterrizaje y varios hangares, estaba situado entre el terreno que actualmente ocupa TUBACEX

y sólo se utilizó en una ocasión para el aterrizaje y despegue de tres aviones) 3. Mientras, otras familias

contaban con un refugio en el sótano, al que dejaron de bajar porque la cuestión de los bombardeos se

convirtió más en una amenaza que en hechos consumados, aunque una mujer sí recuerda una bomba que

estalló cerca de su casa y sobre todo, el humo que desprendió 4. Muchos convienen en que Llodio no fue un

lugar que sufriera el embate más devastador de la guerra. Se recuerdan pocos bombardeos y no tan cruentos

como en otros lugares. No obstante, hay quien nos relata con dureza el siguiente suceso sobre su madre: “En

un bombardeo le intentaron hacer cesárea y perdió el hijo” 5.

Hay quien dice que la guerra “no fue excesivamente cruel en Llodio” 6. Pero, por el contrario, existen

testimonios en los que se recuerda lo difícil que fue esta época, como el caso de una familia en la que el padre

estuvo en un batallón socialista mientras que la madre y los cuatro hijos tuvieron que exiliarse a Francia de

donde regresarían solamente tres, pues uno de los hijos moriría en el exilio 7 .

La desestructuración familiar fue una constante en muchos de los casos en los que el padre estaba

ausente tras ser reclutado. Algunas mujeres enviudaban debiendo exilarse y trabajar duro para sacar el hogar

adelante. De todo ello hemos encontrado testimonio:

“No había escuela en los años de la guerra y con 10 o 12 años fui a trabajar para ayudar a mi madre. Había

hambre y calamidades.” 8

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“La guerra afectó mucho a mi familia. Mi hermana fue evacuada a Barcelona y no volvimos a saber nada más

de ella.” 9

“En el 36 vinieron a buscarnos a Murueta para llevarnos a Alemania, pero mi padre no dejó que se llevaran a

sus hijos.” 10

“Mi madre tuvo en casa soldados alojados y así se ganaba el pan.” 11

“Cuando era niño pasaba los veranos en el pueblo de mi madre y al estallar la guerra me quedé allí aislado de

mis hermanos durante 3 años.” 12

“Mi padre murió en la guerra y además murieron dos hermanos, uno en cada bando; donde les tocó.” 13

El alistamiento fue cuanto menos arbitrario si tenemos en cuenta que, de manera indistinta, los dos

bandos contendientes reclutaban a personas que estaban lejos de la tendencia política que iban a defender y

por la que incluso podían morir. En un caso un hombre recuerda cómo “los nacionalistas reclutaron a su padre

y les llevaron a Arcentales, a la trinchera” . Después consiguió escapar y refugiarse en una casa donde vivió un

tiempo escondido en un camarote desde el cual, oía la marcha de la guerra por la radio y hasta donde le

subían la comida 14. En algunos casos, los jóvenes iban voluntarios a la guerra incorporándose a las filas del

bando que habían elegido y como nos dice uno de ellos fue “una alocada que le da a uno de joven. Yo fui

voluntario a la guerra” 15.

Con todo este panorama no es de extrañar, si hablamos de los saqueos y requisas que se dieron en ese

periodo, que mientras unos huían de la tempestad otros aprovechaban la coyuntura. Así hemos conocido más

de un caso, como nos cuentan dos hermanas: “Yo no me acuerdo de mucho, salvo que se metieron en las casas. Si tú no

estabas en la casa se metían”.

Lo curioso es la justificación del hecho, pues continúan afirmando:“Pero eso es normal. A algún sitio tenían

que entrar. Otros robarían las gallinas. Tenían que comer”. Y concluyen diciendo con resignación, pues a su padre le

requisaron el coche:“Esos son cosas de la guerra” 16.

Las secuelas de la guerra fueron innumerables para las familias llodianas. Pero no menos cruenta fue la

situación de posguerra, en la que la desestabilización marcó todos los ámbitos de la sociedad provocando entre

muchas otras cosas una situación límite para la subsistencia. En la mayoría de los casos se llega a la conclusión

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Imagen 78. Ambiente de laplaza un domigo cualquiera enperiodo de bonanza.

Imagen 79. El alegre paseode tres muchachas porAnuncibay en los años 20.

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de que el carácter rural de Llodio fue el bastión que permitió sobrellevar el hambre, la desidia y la falta de

medios. Una parte importante de las familias llodianas contaban con una huerta para su consumo propio y

ésta fue la que les sirvió de “granero” para sobrellevar la escasez en la que se vivía. En algunos casos, la

situación de partida tras la guerra fue como la que nos cuenta un llodiano: “Mi padre salió de la cárcel. No tenía

un duro, no tenía más que deudas. Éramos pobres y además recibiendo muchos palos. Todavía además de ser pobres, ya sabes

que al árbol caído todos son palos” 17 .

El periodo de posguerra en Llodio estará marcado por el claro propósito de sus habitantes de salir de

una situación cuanto menos irregular y decadente. Ante requisas y racionamiento 18 los llodianos se las

apañaron para salir a flote mediante la ocultación, los intercambios y en algunos casos mediante el

estraperlo.

“...había un hambre que pa qué, porque no había nada para comprar en ningún sitio... había algunos que se

dedicaban un poco al estraperlo... yo he pagado, entonces, una botella de aceite 84 pesetas... antes de la guerra

el litro podía costar dos pesetas.” 19

Para entender un poco más como funcionaban las cosas sería conveniente presentar los siguientes

testimonios:

“Había que sacar una cartilla especial para tabaco.” 20

“Yo recuerdo de ir a las tres o cuatro de la mañana a llevar el trigo por la vía hasta casi la entrada de Luyando,

que era el molino de Jota, asomar allí, ver los guardias y tener que cogerte y darte media vuelta a casa sino te

quitaban el trigo, ya que los molinos estaban precintados. En mi caserío nosotros hemos guardado alguna vez

el jamón en el monte en un roble por si venían, con una cuerda para que no le vieran y las alubias también en

el monte escondidas.” 21

“Para matar el cerdo en Arrankudiaga y para llevarlo a Larrazabal a curar, tenías que llevarlo de noche, para

que no te verían los celadores que estaban en la recaudación de Atxeta.” 22

“A la tienda no podías ir porque no había nada, te daban el racionamiento, de pan te daban un churrusquito

así ¡y negro!... no podías ir a comprar a ningún sitio porque no había, en ninguna parte... 100 gramos de pan

¡para todo el día!.” 23

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Imagen 80. Pintoresca imagen del medio de vida rural.

Imagen 81. Orden mediante la cual se estableció la cartilla de racionamiento.BOE.

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Imagen 82. Inocencia de los niños.

Imagen 83. Grupo mixto de amigos.

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Esta parece ser que era la tónica general. Pese al racionamiento, que estaba rigurosamente controlado,

los llodianos se valían de sus huertas y animales para sacarles el máximo rendimiento posible. Había mucha

necesidad, hasta el punto de que los niños recogían las algarrobas que se vendían en un comercio y hurtaban

en los manzanos de los vecinos. Pero se insiste en que “necesidad sí, hambre no” 24. Aunque otros testimonios

hablan de que en Areta hubo quien recurrió a comer “titos”, especie de legumbre de almorta para el alimento

humano y del ganado, inocuo si su consumo está dentro de una dieta normalizada, pero de consecuencias

graves si se utiliza como único alimento durante un periodo de tiempo. En ese caso provocaría afecciones

musculares, debilidad y parálisis en la piernas, como sucedió en un caso en Areta.

Los que tenían más suerte en este aspecto eran las gentes que vivían en los caseríos pues, por lo

habitual, se tenían verduras, animales y legumbres. Así dice un entrevistado : “Siempre y cuando había algún huevo

o algún cerdo en casa estábamos mejor que otros que no tendrían nada. Ni huerta ni nada. Unas patatas, unas alubias...no se si

las comeríamos hasta con el chocorro ¿no?” 25 .

El intercambio de productos entre vecinos debía ser habitual, así como la compra a escondidas y el

envío de alimentos desde otros lugares, aunque, como nos dicen, “estaba todo controlado” 26.

“Nos quitaban, el pan, la harina y el trigo y todo. Teníamos que andar escondiendo, majo.” 27

En el caso de los comercios sucedía algo parecido, ya que existía una Fiscalía de Tasas que

semanalmente pasaba por alguno de los establecimientos para controlar los suministros y productos a vender.

A menudo ese control acababa con la incautación de lo que allí se encontraba. Incluso se podía llegar a

precintar el local y repartir entre otros comercios el producto requisado 28.

El papel de la mujer fue muy importante en estos tiempos, ya que en muchos casos la ausencia del

cabeza de familia por motivos más que obvios, les llevaba a ser las únicas responsables de sacar en tiempos tan

adversos una familia adelante y encima con el estigma a cuestas de ser esposas de enemigos. Nos cuentan con

crudeza las peripecias de algunas llodianas que lograban ir a visitar a sus maridos a distintas cárceles, como la

de Vitoria. Se necesitaba un salvoconducto para poder realizar el viaje y llevar a cabo dichas visitas. Sin

embargo, este no siempre era concedido, por lo que la solidaridad sumergida entre familias de la misma

condición facilitaba esos viajes a Vitoria, por la noche y con un frío helador 29.

Todo debía de hacerse con la máxima de las cautelas, ya que se corría el riesgo de ser denunciado. Algo

que, por lo visto, en Llodio fue frecuente según el recuerdo de algunos entrevistados. Si bien la represión no

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fue tan feroz como en otros lugares, este tipo de revanchas sí se llevaron a cabo. No obstante lo delicado del

tema hace que hoy sean pocas voces las que se hagan eco de ello.

“Entonces a mucha gente la encerraban porque uno decía: ¡a ése!.” 30

Pero existe un hecho bastante recurrente a lo largo de la contienda y de la posguerra: en un pueblo de

apenas 700 familias se desarrollaría un mundo de relaciones tan estrechas que propiciaría la gestación de una

red de afinidades que acabarían teniendo sus frutos. Un mundo de influencias en el que muchas personas que

se encontraban en posición de desventaja en la posguerra pudieron salir a flote como pudo ser el caso de

Ruperto Urquijo que, gracias a un acto solidario de los miembros del Ayuntamiento vio favorecida la

atenuación de su prisión.

Como conclusión a todo ello, nos quedamos con algunos testimonios que nos hablan de la superación

de un tiempo en el que la sociedad llodiana supo dar respuestas, esquivando todos los obstáculos habidos y por

haber. Es necesario que nuestros jóvenes conozcan ese tiempo que muchos se empeñan en olvidar. La guerra

arrastró al abismo a personas cuyos objetivos en la vida eran vivir en paz y en familia, en un pueblo rural donde

se daban unas relaciones naturales entre vecinos y se forjaban unos valores a nivel social. Éstas se vieron

abocados a la confrontación contra su voluntad y así nos lo significa un entrevistado acerca de su padre:

“A mí padre le tocó en el bando ganador pero no era un hombre de creencias políticas. La distinción entre los dos

bandos se mantuvo durante mucho tiempo.” 31

Una vez conversado con el conjunto de personas que nos cuentan estos pedacitos de sus historias,

advertimos que el sentimiento general es de superación de unos hechos dolorosos. Llodio supo reponerse y ha

sabido salir adelante aunque el recuerdo permanezca en sus memorias.

“Se ha ido perdonando pero, no olvidando.” 32

Sociedad y protagonistas

“Este pueblo antes era más familiar.” 33 “Entonces éramos todos de Llodio.” 34 “Todos tenían huertas y animales.” 35

Estas tres frases nos dan, a grandes rasgos, una visión general de la percepción que se tenía de Llodio.

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Imágenes 84, 85 y 86. Reflejo de la convivencia de las familias, vecinos yamigos.

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Recién salidos de una guerra e inmersos durante las décadas siguientes en un sistema de valores y de

formas de vida impuestas desde el Estado, los llodianos consolidarán una sociedad que aprenderá a superar

todos los escollos de una manera pausada pero firme. Hay quien nos hace la apreciación de que el pueblo de

Llodio estuvo bajo un letargo durante dos décadas, pero que supo despertar a tiempo y superarse a sí mismo,

no sin encontrar por el camino diversos tropezones y baches 36. De esta manera, a través de sus protagonistas,

Llodio se dibuja de la siguiente forma.

Considerando la situación anterior vivida, Llodio se recuerda como un pueblito de pocos vecinos,

oriundos del lugar y conocidos entre todos. Es curioso comprobar que cuando se asevera que “todos éramos de

Llodio” no se tiene en cuenta la realidad que se desprende de los padrones de la época. En el del año 30, por

ejemplo, se aprecia que la mayoría de habitantes proceden del entorno o, de ciudades y pueblos del resto del

País Vasco y Burgos. Los nacidos en Llodio en cambio suponen el menor porcentaje. Pero la memoria de las

generaciones posteriores da como resultado un sentimiento de unidad e identidad de casi todos los habitantes,

así la mayoría de los que en esas décadas viven en Llodio, son y se sienten llodianos.

La situación de las familias, aunque únicas y variopintas en su intimidad, en general era similar, ya que

según nos describen muy bien nuestros encuestados, la familia llodiana seguía el siguiente modelo: el

matrimonio vivía en el caserío de los abuelos paternos con sus cuatro hijos hasta que consiguen ocupar otro

caserío propiedad de los Marqués de Urquijo, los Escauriaza y etc. El padre trabaja en alguna de las

incipientes empresas, pero también tenían una huerta y animales como vacas, cerdos, gallinas y conejos.

También trabajaban la “pieza” del caserío de los abuelos manteniéndose así el vínculo con la casa matriz. La

mujer se dedica al hogar, pero de una manera sumergida cose y borda para otras personas desde casa. Los niños

van al Patronato y las niñas pequeñas se inician en el parvulario con Sor Eustaquia y juegan en la calle. La

fotografía de esta familia podía ser la fotografía familiar de muchas de las familias del pueblo.

Dicen que la gente era más bien pobre, aunque hambre no se podía decir que pasasen. No había

grandes medios pero tampoco se vivía mal. Pocas eran las familias adineradas o propietarias y así las señalan

con los dedos de la mano los encuestados. Nos hablan de los Marqueses de Urquijo, los Escauriaza, los

Urrestarazu, la familia de Críspulo Laburu, la de Celestino Hierro, la Condesa de Campogiro, María Cevallos,

Isidoro Delclaux, los Belaustegigoitia, la familia Errasti y pocos más. Todos ellos, además, vinculados a un

Llodio estival, cuando venían para gozar de lo atractivo de su paisaje, de la alegría de sus fiestas y de la

tranquilidad de sus gentes.

Los vecinos de Llodio no tenían por costumbre relacionarse con estas familias que hacían sus vida

dentro de sus magníficas casas. Muchos curioseaban el estupendo espectáculo que era verles llegar en los meses

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Imágenes 87 y 88. Veraneantes en Areta.

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de verano con el despliegue que ello conllevaba. Las maletas de los marqueses se trasladaban en camión,

vehículo que en Llodio no era muy habitual ver. Muchos piensan que nunca llegaron a formar parte de la

sociedad llodiana, aunque hay pruebas de que en ocasiones tuvieron cierta presencia en la vida popular. La

condesa de Campogiro, por ejemplo, organizaba fiestas de disfraces y el Marqués solía acudir a la misa de mayor

afluencia y en ocasiones paseaba por el pueblo hasta llegar a algunos caseríos.

“Cuando venían los marqueses aquí, a Llodio, pues eran invitados porque una hermana de mi abuelo, fue

cocinera del palacio, y cómo ya la conocían, pues solían ir a merendar algunas tardes a nuestro caserío.” 37

Uno de esos veraneantes, al rememorar su infancia y juventud junto a más de un centenar de jóvenes y

niños que también veraneaban en Areta, recuerda que eran llamados despectivamente “escarabajos”.

Hay quién, hablando de este tema, se rebela cuando hace memoria del poco control que la Cofradía

ejercía con los invitados en la comida de agosto, pues los veraneantes acostumbraban a traer a amigos que nadie

conocía y esto resultaba ofensivo para algunos llodianos, no así para otros.

“En la Cofradía lo que nos pasó a nosotros. ¡Joder! Veníamos allí y nos sentábamos los que éramos cofrades.

Empezaban a llegar amigos de los veraneantes y venían a donde el mayordomo. Alguno de los que andaba de

jefecillo venía con dos o tres amigos que no los habías visto en la puñetera vida. Todavía que se sentasen los

veraneantes que venían años seguidos...” 38

Hemos encontrado algún caso en el que la presencia de estas familias provocaba un sentimiento de

inferioridad, dadas las diferencias que se advertían y así nos lo cuenta una entrevistada de 67 años: “La gente que

venía de Bilbao a pasar las vacaciones a Llodio, como no había taxis iban a la estación. Y yo cuando iba donde Carmen las veía

por la tarde, todas con su sombrerito y su velito. Eso era distintivo de clase social alta” 39.

A todos ellos se les reconocía rápidamente por la vestimenta y la actitud. Estos signos evidenciaban las

barreras entre unas clases y otras definiendo distancias infranqueables que iban más allá de lo meramente

material.

“A las familias acomodadas se les notaba por la ropa.” 40

“Mis primas cuando venían, no alternaban con la gente de Llodio. No, no alternaban con... Vivían en el

palacio de los Marqueses de Urquijo. Pasaban el día y eran amigas de las hijas del Marqués de Bolarque y de

alguno más.” 41

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Algunas personas que vivían en los caseríos nos confiesan haber vivido un sentimiento de diferencia

respecto a otras niñas o jovencitas del pueblo, como es el caso de esta entrevistada: “Yo sí, yo sí. Porque yo

siempre me he sentido inferior a ellas. Quizás porque las del pueblo, como están siempre más en la calle, se relacionan más y están

como más ligeras de conversación. ¿Cómo te diría yo? Nosotras éramos más tímidas, ellas como más desenvueltas me parecían a

mí. No serían ni superiores ni inferiores pero quizás más desenvueltas. A lo mejor ellas no lo pensaban así, pero yo sí. Yo lo

pensaba. Y lo sigo pensando” 42.

Las diferencias sociales existían, aunque en general, entonces todo el mundo tenía poco. Los que

destacaban por algo se hacían visibles de una manera más evidente. Incluso, el mundo de las apariencias

también tenía cabida en nuestro pueblo, “teníamos que tener dinero para presumir que teníamos dinero” 43.

La escuela, por ejemplo, era una plataforma en la que se evidenciaban más las diferencias entre los niños,

ya que en el caso de la chicas había escuela de pago y escuela gratuita del Patronato. Muchas de las mujeres

encuestadas han recordado con cierto recelo esta cuestión: “Bajábamos cuando había alguna cosa en la iglesia,

agarraditas de la mano, de dos en dos. Las monjas siempre han sido un poco... Oye que bajábamos cuitadas de Gardea y luego

venían las monjas y las primeras eran ellas, sus niñas y nos quitaban de los bancos. Ya te digo, pasábamos unas cosas...” 44

“Y, no sé si nosotros seríamos más descaradas o qué, pero siempre comparándonos con las niñas del colegio:

ustedes no tienen nada que ver y no les doy una torta porque no quiero mancharme las manos. ¡Fíjate tú!” 45

Las diferencias eran latentes, pero la vida social tenía otros ingredientes que la enriquecían en la

cotidianidad del día a día. La gente se reunía en el crucero y los niños iban a curiosear allí. Antes de la

industria no había muchas tiendas y se trabajaba más los sábados y domingos. Los niños jugaban en la

carretera a las canicas; los de los caseríos bajaban a Llodio y se cambiaban las botas llenas de barro por unos

zapatos limpios; en los bares no entraban las mujeres; al sacerdote, al maestro y a aquellos que tuvieran cierto

estatus social o tuvieran estudios se les trataba de usted. Así se iba dibujando la estampa de la sociedad de

Llodio.

Un Llodio que es descrito por sus habitantes como un lugar seguro, donde las puertas de las casas nunca

se cerraban y los vecinos compartían más vivencias que en la actualidad. Los barrios poseían su personalidad

propia, característica que podemos decir que ha llegado hasta nuestros días. Así los de Areta solían decir,

“vamos a Llodio”, mientras que los de Gardea decían que se desplazaban a la Plaza. Una encuestada

procedente de Málaga nos recordó que cuando ella llegó, lo que hoy conocemos como Lateorro eran campas

y lo mismo sucedió con la zona de Ugarte. Sobre Larrazabal un hombre nos dice: “Yo creo que éramos los del barrio

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y nada más. No había carretera. La carretera se hizo allá en Larrazabal cuando yo me casé” 46. Es muy anecdótica la

visión de un niño, al contarnos que cuando llegó a Llodio desde Izarra, había un bar restaurante en la estación

con un gallinero y eso le pareció Nueva York” 47.

Cuentan cómo de la plaza hacia los extremos todos tenían vacas, todo eran campas. La Plaza no se

concebía como barrio sino como un conjunto de estradas y calles que convergían en ese punto, el punto de

encuentro de todos los llodianos. “La plaza de Llodio era el lugar de reunión social” 48 y así nos la describe una

llodiana: “la Plaza de Llodio era bonita, típica, con un quiosco...” 49. Mucho más se podría decir de los barrios y las

calles de Llodio pero eso ya se ha esbozado en un apartado anterior en el que sus vecinos nos han acercado al

recuerdo de lo que éstos fueron.

Si bien Llodio mostraba esta cara, no pasarán inadvertidos los cambios que se producirán con la

instalación de una industria más consolidada, la llegada de familias de otras regiones y las nuevas tendencias

que discretamente van inundando todo el Estado en las décadas de los 50 y 60.

Cambios en todos los ámbitos, como los que nuestros entrevistados y entrevistadas nos han relatado.

Cambios en el área económica, con la llegada de un boom industrial que acarreará una mejora de las

condiciones de vida, tanto para los vecinos de Llodio como para muchas otras familias recién llegadas en busca

de nuevas oportunidades. Había trabajo a raudales y el nivel de vida incrementó hasta tal punto, que hay quien

piensa que no se supo gestionar bien la nueva situación, la cual, con el tiempo, derivaría en el declive que todos

hemos conocido. Nos ha parecido interesante el ver como se captaron estos cambios. Para ello traemos un

testimonio que nos relata el avance de Aceros. Inicialmente se expandió hacia el puente de Katuja, después

hacia la cerámica y finalmente hacia las tres cruces 50. También es interesante ver las muestras de resistencia de

algunas familias que no querían despojarse de sus antiguos usos y medios de subsistencia. Es el caso de un

hombre de 74 años que nos relata lo siguiente: “Teníamos siempre alguna vaca o alguna cosa, un poquito de huerta.

Entonces mi padre se entretenía durante la mañana hasta la hora de comer buscando cosas para dar a la vaca porque la leche era

un alimento primordial para nosotros. Y entonces eso no quería quitar. Ni por nada. Aunque le costaría a mi padre unos

esfuerzos grandes mantenerla” 51.

Pero opiniones hay para todos los gustos y hemos encontrado quien no está de acuerdo con los

derroteros que tomó la sociedad llodiana y se lamenta del lugar en el que hoy nos encontramos:“... Pero ya

cambió todo. Son muchos comercios, ha cambiado la romería. Todo se ha cambiado, todo. Las romerías de antes ¡que romerías

eran! ¡qué sanos! ¡qué bonitas!. Ahora no hay más que política. Desde hace bastantes años, se ha transformado...” 52

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Imagen 89. Vecinos reunidos fomentando la solidaridad.

Imagen 90. Una fiesta vasca en Llodio.

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Pese a las reticencias de algunos por las nuevas formas de vida, la prosperidad fue disfrutada y valorada

por la mayoría: “no había ni radio en casa y la luz era de 125 voltios. Hoy en cualquier casa hay dos o tres televisiones... y

hasta por la calle van con la radio puesta” 53.

Algunas opiniones convergen en que los avances sociales, de mentalidad y moral, que se estaban

desarrollando en Europa, y que posteriormente se irían dando en el Estado, se mostraban en el escaparate del

cine, del NODO y del Turismo 54. Las películas de destape y los veranos de Benidorm, entre otras, fueron la

plataforma donde se representó una concepción distinta de la vida, más modernizada y liberal que se tomaría

como referencia de futuro. En el caso de Llodio un entrevistado también hace alusión a la sorpresa que le

supuso encontrar, tras volver de la mili, unos movimientos sociales gestados al amparo del catolicismo donde

participaban jóvenes y trabajadores 55.

Para finalizar este apartado nos gustaría plasmar la evocación de un inmigrante, dada su curiosa

percepción. Dice que cuando él llegó había caseríos buenos aunque viejos, que la Plaza tenía dos casas muy

buenas y que se ha construido un nuevo Llodio sin respetar la huella del tiempo 56. Esta persona viene a

expresar lo que todo llodiano siente en lo más profundo de su ser, como integrante de una sociedad que se

trasformó mirando solamente al futuro, olvidando una parte de su historia.

Relaciones

“El pueblo era muy unido, nos conocíamos todos.” 57

Lo que parece estar claro en Llodio es que era un pueblo en el que existía el sentimiento de

pertenencia, en el que las familias llodianas formaban parte de un todo que les identificaba como colectividad.

Pocos han sido los testimonios que hablan de escándalos, polémicas y conflictos, aunque ciertamente tuvo que

haberlos. La cuestión es que no han quedado registrados en la memoria de nuestros encuestados. Todos y todas

hablan de las diversas relaciones que desarrollaban con sus semejantes en los distintos ámbitos de la vida, al

margen de la familia y así nos lo van narrando.

La relación entre vecinos ha sido una de las cuestiones más llamativas del trabajo, ya que denota el valor

que antaño se le otorgaba al colectivo de personas con las que se compartía algo más que la mera cercanía. La

concepción de vecindad, o de barrio, no es ni mucho menos la que hoy entendemos pues los cambios a lo largo

del siglo pasado nos han llevado a desarrollar un sistema de relaciones relativamente diferente del que estamos

aquí hablando.

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Imagen 91. Gurpo heterogéneo de gente reunida en alguna romería.

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Imagen 92. Baile de la plaza.

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Imágenes 93 y 94. Superior e inferior izquierda. Grupo de familiares y amigoscompartiendo un día de ocio.

Imagen 95. Vecinos a las puertas de casa.

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“Ahora te metes en el ascensor y no sabes ni quien está enfermo. Entonces si se estaba sembrando, pues iban los

vecinos a ayudar a sembrar, si tú tenias una vaca y le pedías al vecino la suya para cruzarla con la tuya pues

también te la dejaba.” 58

Los testimonios que hemos recogido van en esta línea. Este es el caso de uno de ellos que nos cuenta

que en tiempo de labranza algunos niños o niñas dejaban de acudir a la escuela y perdían unos días de clase

para ayudar tanto a la familia como, si lo precisaban, a los vecinos en las labores del campo. El cometido del

niño en cuestión solía ser colocarse por delante de los bueyes para ir marcando el camino 59.

Además del trabajo también había tiempo para el disfrute. Es el caso de una encuestada que nos

explica que aprovechaban las fiestas de Navidad para pasarlas junto a sus vecinos 60. Así, todos los miembros

de la familia se veían implicados en una red de solidaridad con la vecindad que acababa por tejer una

estructura social adscrita a un nivel superior, el barrio. Según en qué barrios, se establecieron unos

compromisos que desembocarían en una hermandad, que llegarán a representar muy bien el escenario de las

relaciones sociales.

En el barrio de Larra, por ejemplo, caracterizado por un entorno agropecuario, la solidaridad se

desarrollaba en este punto: los vecinos se ayudaban cuando y cuanto se necesitaban y “no había ni que pedirlo”,

la ayuda se ofrecía. Esto llegaría hasta el punto de llegar a formar una hermandad de barrio en la que todos los

vecinos pagaban una cuota para poder protegerse en caso de pérdida. Se tasaba el ganado y si a alguien se le

moría una res, se le pagaba con ese fondo. En toda esta actividad vecinal estaba implicada toda la familia, sin

exclusión de las mujeres y los niños como no sucedía en otros ámbitos de la vida de aquella época 61. En la

siguiente cita se aprecia el esfuerzo común de esa comunidad para trabajar en todo aquello que les afectaba en

su conjunto.

“El camino vecinal lo teníamos que arreglar entre los vecinos, cortar los matos y todo. Se llamaba hacer vereda...

Había que ir cada vecino dos días a cortar. No subía el camión más que hasta el cementerio. Había que

cargarlo en carros de bueyes y luego ir echando donde peor estaba el camino...” 62

En una ocasión la subida del cementerio se heló y los del barrio decidieron hacer un sendero para su

acceso pues, entonces, los féretros se subían al hombro porque no había coches. Con este espíritu, las gentes

de Larra “eran una piña”.

Los barrios de Olarte y Goienuri, por su emplazamiento, tenían otras características. Se vivía de mane-

ra más aislada y sus vecinos se tenían para todo. La subsistencia no dependía de una misma familia, sino de la

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Imágenes 96, 97 y 98. NIños posando.

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Imagen 100. Jóvenes haciendo de las suyas.

Imagen 99. Hombres en la estación.

Imagen 101.Jovencitos cortejandoa una señorita.

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relación que se tuviera entre los convecinos. Aunque pudiera haber “pequeñas cosillas” entre ellos “era

interesante el arreglarse bien” 63. La ayuda pasaba desde echar una mano en el campo a, si económicamente se veían

en apuros, paliar la situación de la manera más inmediata con un préstamo. Más adelante ya se saldaría el favor.

El caso de Odeibar y Goikoplaza era algo distinto a los anteriores, pues su ubicación le situaba más cerca

del centro del pueblo y, por lo tanto, su cariz agrícola o ganadero no estaba tan marcado. Los de Odeibar

recuerdan que “entonces no había que cerrar las puertas” 64 porque la confianza mutua era plena. Las mujeres se

reunían para hablar en la calle y los niños jugaban en la misma. El Hospital-Asilo tuvo una presencia

importante en este barrio, sobre todo por la relación que se estableció con las monjas que lo regentaban desde

1922, las Hermanas de la Caridad. El agua para el hogar se traía de la fuente que allí se encontraba y los niños

solían visitar con asiduidad a aquellas vecinas que tanto cariño les profesaban. Dicen que acudían a él “como si

fuera tu casa” 65.

“El barrio de Odeibar estaba unido.” 66

Además de poseer una hermandad con las mismas características que la de Larra, Areta también

tendrá sus peculiaridades. Sobre todo, la identidad tan arraigada de sus habitantes. Lo que también se

recoge en las encuestas es que la ayuda entre los vecinos era muy importante y sobre todo el respeto ante

las diversas opiniones políticas de sus vecinos. Una encuestada nos dice: “Teníamos ideas diferentes

políticamente, pero eso no ha tenido ningún... nada, ya te digo, hemos sido queridos por todo el barrio y cada uno tenía su

pensamiento y su forma de pensar ¿no?” 67.

En la zona de Gardea y Larrazabal se daban características similares en la convivencia de sus vecinos

como nos cuenta la siguiente entrevistada: “¡Oye!, fíjate si tendremos entre todos que, éste me decía, me decía, amabitxi si

me caso tú tienes que ser mi madrina de boda, ¿eh?. Siempre me decía desde pequeño. Bueno pues el día 31 de julio se casó en

Gardea y fui yo de madrina o sea que, ¡fíjate!” 68.

Los barrios eran un reflejo de cómo se vivía en sociedad, de los lazos que se estrechaban entre las

personas, de la relación entre los niños que jugaban juntos en la calle y, en definitiva, de los valores sociales que

se comunicaban mediante la transmisión oral.

Introduciéndonos más a fondo en la relaciones sociales entre hombres y mujeres, debemos recalcar el

peso del nacional-catolicismo tanto en la escuela y en la iglesia, como en las calles, dando como resultado una

moral inamovible que provocará el encorsetamiento de la sociedad.

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Los recuerdos de infancia suelen ser los más amables por regla general, aunque existen algunas

excepciones que hemos recogido, como cuando nos cuentan que los niños de caserío sufrían un trato

despectivo porque su atuendo desprendía mal olor. “Hueles a vaca”, es lo que le decían a una chica a la que nadie

quería sacar a bailar por su hedor. Incluso se mofaban de ella. Según algunos testimonios, “los del centro

eran urbanitas” 69. En cambio, hay otro testimonio muy amable que viene a decirnos lo contrario, pues uno de

nuestros encuestados nos cuenta que pasaba verdadera envidia cuando jugaba en la huerta y con los animales

de sus primos. Él vivía en el centro, claro 70.

En torno a la escuela también había sucesos de este tipo, pues los niños de caserío se quedaban a comer

en el colegio y eso les diferenciaba de los que vivían cerca de la Plaza e iban a sus casas. Una encuestada de 84

años nos decía lo siguiente: “Sí, sí, decir que las de los caseríos éramos siempre para los de aquí, para los del pueblo, un

poco... Nos tenían como aldeanos, como si seríamos un poco... (de menos)” 71.

El caso es que esta misma persona asegura que todavía guarda amistad y relación con el resto de chicas

que compartieron con ella esa vivencia.

Es muy habitual oír, a los que entonces eran niños de un barrio determinado, hablar de la rivalidad que

tenían con los chavales de otros barrios. Jugaban a guardias y ladrones y desplegaban su imaginación hasta

llevar a cabo verdaderas batallas campales por la preeminencia de unos sobre los otros, siempre y en todo

momento en tono de juego. Los chicos se llevaban bien pero cada barrio defendía su identidad; había piques.

En cuanto a las relaciones entre niños y niñas, no era tan habituales como hoy las conocemos. Los niños

jugaban a unos juegos determinados y las niñas a otros, normalmente por separado. Más tarde veremos cuales

eran esos juegos.

En la época de la adolescencia las tornas comenzaban a cambiar entre chicos y chicas, al iniciarse el

típico juego de hacer rabiar a las chicas. Hasta los 13 ó 14 años los chicos tenían cierto recelo de las chicas y

por ello se dedicaban a incordiarlas. En realidad detrás de todo ello se encontraba una atracción natural que se

expresaba de esa forma. De estos primeros contactos entre jóvenes se llegaría a la creación de la cuadrillas

mixtas en las que el entretenimiento estaba asegurado mediante las excursiones al monte, paseos en bici,

charlas y chocolatadas. Así recogemos los siguientes testimonios de dos entrevistas en las que participaron tres

mujeres de 84, 80 y 82 años: “Donde vivíamos nosotros, por ejemplo, había otro caserío bastante cercano. Nos conocíamos los

chavales pero ya cuando éramos mayorcitos. Al baile no nos dejaban bajar pero entonces ya íbamos a algunas reuniones con ellos.

Pues no sé, eso de estar un rato charlando, o ir a la misma fuente y coincidir y charlar un rato allí y eso” 72.

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Imágenes 102 y 103. Superior e inferiorizquierda. Grupos mixtos.

Imagen 104. Mujeres posando.

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“Nosotros teníamos cuadrillas de chicos y tenemos fotografías con cuadrillas de chicos.”

En alguna ocasión hemos visto que estas cuadrillas adoptaban nombres como “Jutocal” o “los Barbis”

para identificarse. Aunque, hay quien dice que se tuvo que esperar hasta “última hora del franquismo”, en los

60 ó a primeros de los 70,” para poder formar una cuadrilla verdaderamente mixta como la entendemos hoy

en día.

Con algo más de edad y madurez llegaba la participación en “el baile de los domingos en la Plaza” de

la que hablaremos más adelante. No obstante, sí resaltaremos la tónica general de la relación entre los jóvenes.

Mientras las chicas bailaban, los chicos se armaban de valor para pedir baile a una de ellas y con “cautela” se

acercaba hasta donde podía, pues los límites los marcaba muy bien la mujer. Entonces las cosas eran más

complicadas y existía una moral restrictiva respecto a las relaciones. Mirar a una mujer incluso podía ser

pecado y bailar, para qué decir.

“Era muy difícil ser liberal entonces.” 73

“¡Huy, huy; maja! ¡Madre, madre! Que no se te acercase un chico. Sólo con que bailaras un poco así (cerca)

cualquiera que había allí te llamaba la atención.” 74

En la madurez las relaciones entre hombres y mujeres estaban dominadas por la figura del matrimonio

como elemento canalizador de esa intimidad enfocada a la creación de la familia. Si el hombre podía gozar de

cierta libertad para desarrollar una vida más social, la mujer se veía condenada al hogar como único espacio al

que podía acceder. Pocas eran las opciones que tenían éstas para salir de su jaula de cristal. O salían junto al

marido o aprovechaban la salida al comercio para relacionarse. He aquí un par de testimonios al respecto:

“Pues yo te voy a decir que no, todos juntos no. Los hombres hacían su reunión de pastores y las mujeres

hablaban... Había menos reunión de mujeres igual porque la cocina te lleva mucho tiempo y todo eso. Pero

cuando se reunían, con todas sus cosas y sus noticias... Pero era más por separado.” 75

“Tenía que haber puesto un confesionario en la tienda.” 76

El mundo de las relaciones no era tan complejo como en la actualidad, por lo que entendiendo un poco

el contexto de la época comprenderemos el respeto que se profesaba a las distintas personalidades del pueblo

como el cura, el guardia, el médico o el alcalde. Por ejemplo, uno de los médicos del pueblo recibía como

obsequios, pollos, chorizos, alubias, y hasta ingentes cantidades de turrón.

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El mundo de la inmigración también ha tenido su repercusión en la red de relaciones de la sociedad

llodiana. Más adelante trataremos el tema, pero sí nos gustaría esbozar que las voces hablan de relaciones

satisfactorias entre la gente que llegó de otros lugares y los llodianos. Aún así recogemos algunos testimonios

que nos dibujan cómo fueron las cosas: “Entonces nosotros nos relacionábamos tanto con los de fuera como con los de casa.

Los de fuera fueron bienvenidos siempre” 77.

Un inmigrante dice que se integró de tal manera, que el primer año que llegó a Llodio ya le invitaron

para ver la matanza del cerdo.

Para concluir este apartado nos gustaría señalar que Llodio también ha tenido una buena relación con

los pueblos colindantes. Sin ser cabeza de partido (judicial), Llodio ha sido uno de los pueblos que más gente

ha atraído de sus alrededores, aunque también se recuerda con una media sonrisa la rivalidad que existía entre

los jóvenes de los distintos pueblos.

“La gente de los pueblos de Miraballes... la tendencia era venir a Llodio a bailar...” 78

La vida en las calles

En las calles de Llodio sus habitantes desarrollaron una vida cotidiana en torno a los comercios, las

ferias, la plaza del mercado, las fiestas, la iglesia, la escuela y el trabajo. Esta sociedad se fue forjando a la vez

que sus habitantes compartían proyectos y experiencias comunes. Las relaciones sociales fueron la forma en

que se estructuró esta sociedad bajo el prisma de una mentalidad o moral común rectora. Para todo ello

fueron necesarias unas estructuras que sustentasen la forma en que se vivía. Por ello nos ha interesado

conocer qué comercios existieron, de qué estaban dotados, la moda que imperaba, cual era el transporte

habitual en Llodio, cómo era el funcionamiento de la sanidad...

Las condiciones, los medios, el ritmo y la forma de vida se determinó por todas estas cuestiones que a

continuación desarrollaremos y para ello las siguientes citas puede darnos una pequeña idea de la forma en que

marchaba, por ejemplo, la vida comercial en nuestro pueblo.

“Los alimentos envasados no existían... años más tarde los veíamos en la películas americanas pero aquí... una

hoja de papel de estraza, lo ponían encima del peso y con una paleta del saco... ¡un kilo de alubias! y con las pesas

compensando.” 79

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Imagen 105.Expendedor de aceite.Artziniega Museoa.

Imagen 107. Barquilleros.

Imagen 106. Fachada de la tienda de Hermilo Sagastizabal.

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Imágenes 109 y 110.Anuncios de periódico.El Correo Español del Pueblo Vasco.

Imagen 108. Interior de un comercio.

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“Los pesos tenían dos platillos dorados con un juego de pesas de diferentes tamaños y pesos, que se ponían en uno

de los platillos para compensar con la mercancía que se colocaba en el otro.” 80

“Del aceite, recuerdo una máquina como la de expender gasolina, en pequeño, de manivela, sí, de ir con la

botella... veías como iba cayendo.” 81

Entre nuestros encuestados se ha dado la coincidencia de que el recuerdo les lleva a tener la idea de que

en Llodio había muy poquitas tiendas, aunque un repaso por las calles de Llodio en la década de los 40 y 50

nos revelan que poco a poco se fue hilando un mundo comercial y de servicios más numeroso del que se

recuerda, aunque no tan variado como en la actualidad. Una de las entrevistadas así tiene en su memoria los

establecimientos de Llodio: “Las tiendas, pues, cada vez había más, porque antes había en Llodio sólo 4 ó 5 tiendas, la de

Hermilo, la de Paco, la de Romarate, la de... pocas más” 82. “Los bares había..., estaba el de Letona, Miguel Urquijo, Bengoa,

el de la Bruna debajo de las monjas, la taberna de Gil, luego ya puso bar Goyo, luego “tabernuca” también era la de Lamuza,

la de... Pedrotxu le llamaban” 83.

Analizando los establecimientos de la época se puede decir que en Llodio proliferaban dos tipos de

establecimiento: las tiendas de ultramarinos en las que se vendía un poco de todo (relojería, vajillas, artículos

de regalo...) como en Arrazuria, Chulín y la de Hermilo y las tabernas donde se servía vino, café completo; es

decir, café, copa y puro, y además algo de alimentación; como la Pacha.

Pero mucho antes de la instalación de estos establecimientos se “hacía la vendeja”, en el mercado

semanal de los domingos en la plaza, los caseros vendían los alimentos básicos de huerta, verduras y frutas, así

como pollos y huevos. Este día de mercado semanal también se ponían puestos de venta ambulante y se

vendía quincalla. Con el tiempo trasladarían este mercado al jueves, no sin generar alguna que otra polémica.

La feria de ganado, el primer domingo de mes, también tuvo su presencia e importancia en Llodio.

Aunque de ella hablaremos en otro apartado, queremos recoger el ambiente que en ella se vivía a través del

siguiente testimonio: “A las ferias venían los charlatanes, vendedores ambulantes que solían vender sus productos, hacían

ofertas a voz alta y ofrecían regalos a los primeros clientes. Tenían mucha labia” 84.

Las familias que vivían del medio rural tenían la subsistencia garantizada. No necesitaban apenas nada

al margen de lo que producían para, además de atender al consumo propio, crear un excedente para la venta.

Un entrevistado nos cuenta: “También había que dedicar algo a la venta porque hacía falta sacar algún dinero de

alguna forma, claro. Vendías algo si salía abundante. Trabajábamos también el monte. Cosechábamos patatas, trigo, alubias

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y parte de ello lo dedicábamos a la venta porque recogías más de lo que necesitabas en casa. Había que hacerlo si querías salir

adelante...” 85

Pero, al igual que los de los caseríos hacían la vendeja con sus excedentes, también se veían con la

necesidad de comprar aquellos productos que no producían, como es el caso de la siguiente mujer que nos

cuenta qué compraban: “La harina de la huerta, de la labranza, pero la levadura era comprada. Y esa la compraba yo. Ahí

donde Paco y Hermilo. Me duraba dos o tres semanas. La tercera ya, había que traer...”

“¡Si habré comprado yo pescado, carne... pero en pequeñas cantidades porque no había nevera! Entonces

comprabas para el día o para dos días. De hecho casi todos los días bajaba al pueblo.” 86

Aparte de esas ferias y mercados semanales, hubo numerosas tiendas y bares en nuestro municipio, la

mayoría concentradas en la zona centro del pueblo, en torno a la plaza, donde se creaba un bullicio y un

ambiente muy peculiar. Algunos zonas más alejadas del centro también tuvieron sus comercios y tabernas

como es el caso de Gardea y Areta. Bares que se convierten en cafeterías o casas de comidas, fondas, lugares

de tertulia e incluso ultramarinos, eran algo habitual. Ultramarinos donde se vendía quincalla, heladería,

carnicerías, tiendas de piensos, confiterías y hasta una pescadería, la de Toribia y su socio Matxaka, iban

consolidando el elenco de comercios relacionados con el día a día de los llodianos. Zapaterías, droguerías,

tiendas de telas, mercerías, peluquerías y el kiosko de Sarralde. La carpintería, la carbonería, la ferretería, un

taller de bicis, la gasolina, el estudio de fotografía de Montes, la botica y algunos más lo completaban.

“Ambas tiendas eran entrañables. Estaban llenas de sacos llenos de legumbres, cajas con frutas, etc. desde la

puerta de entrada hasta el mostrador. Colgados con ganchos del techo, toda clase de embutidos, pimientos rojos, etc.

En el exterior de ambos comercios se encontraban también multitud de cajas llenas de frutas en exposición. Las

de Hermilo siempre estaban colocadas con más estética que las de su hermano.” 87

Podríamos seguir enumerando la variedad de comercios que a lo largo de dos décadas fueron dejando

su impronta en la vida social de Llodio. Correos y telégrafos, la estación de tren, la alhóndiga... serán testigos

de ese ir y venir de llodianos por sus calles para comprar, relacionarse, compartir y saber del otro. El crucero

se convertirá en lugar de encuentro, en lugar de reunión llamado cariñosamente por los llodianos “El

Mentirón”, por los chismorreos y cotilleos que allí se intercambiaban.

Es interesante conocer que en el Llodio de aquellos años la relación entre comerciantes y clientes era

bastante estrecha. Llodio era un pueblo relativamente pequeño y, como bien hemos reflejado con anterioridad,

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la gente se conocía. Esto llevaría a que, en más de una ocasión, los comerciantes fiasen a aquellos que

pudieran tener problemas. Incluso cuando Llodio comenzó a cambiar y se instalaron nuevas familias esta

práctica se seguiría llevando a cabo.

“Teníamos una libreta de cuentas para las deudas, la mayoría de la gente era buena pagadora.”

En 1952 se erigió la plaza del mercado de Llodio y con ella una nueva forma de dar servicio al pueblo

y de concebir el negocio por parte de los comerciantes. En sus inicios fue costoso sacar adelante esta

iniciativa, pero obtuvo un gran desarrollo en las décadas posteriores. Mejor será que una de las comerciantes

nos de cuenta de cómo fueron sus inicios: “En ese momento, en el 52 se inauguró y nosotros cogimos un puesto. Mi madre

empezó a hacer morcillas y yo fui, al mercado, sin saber donde tenía la mano derecha. Pero como se vendía tan poco... O bien de

negocio propio o bien de dependientas, estábamos una banda de chavales todos parecidos de edad. Al mercado se acercaba poca

gente, claro, todavía no había empezado la inmigración y vendíamos poco. ¡Fíjate!, con quince años qué fundamento de gente, no

hacíamos más que jugar a la pelota en las paredes de la plaza” 88.

En todo este panorama comercial la mujer tuvo una importante presencia pues si bien carecía de

espacios concretos para la sociabilizacion, hizo de los comercios un lugar de encuentro. Aún así, no en todos

los establecimientos se encontraba presencia femenina. Había algunos lugares vetados para ellas.

“¿Las mujeres no entraban a los bares? No. Es que no había y... ¿ para que ibas a entrar?.” 89

De esta cita se desprende la idea que tiene la mujer de aquello que no puede alcanzar. En este caso, esta

mujer habla como si no hubieran existido bares o tabernas. Aunque las hubiera, para ella no existieron. Ellas

sólo acudían a determinadas cafeterías, aquellas que los hombres no frecuentaban, como el reservado que

existía en el Bar de Miguel Urquijo: “Los domingos era muy corriente ver a las mujeres tomar unos “españoles”

acompañados de un vino dulce en la confitería de Miguel Urquijo” 90.

Para la mujer estaban reservadas otro tipo de cosas, la moda por ejemplo. Ya hemos hablado antes de la

importancia que podía llegar a tener la moda o, mejor dicho, la forma en que se vestía, puesto que era un rasgo

que llegaba a definir y diferenciar socialmente a la persona.

Dada la descripción que hasta ahora estamos dando de Llodio, no se nos hará extraño pensar que no

había boutiques ni tiendas especializadas de ropa. La sociedad no requería de ese servicio, puesto que la forma

de vida que imperaba era de carácter claramente rural. Las mujeres se las apañaban para coser, tejer y bordar

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Imágenes 111, 112 y 113. Vida social en los bares.

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en casa y en el mejor de los casos se acudía a donde una modista o costurera. Este trabajo era muy habitual en

las mujeres, pero lo curioso es que nunca se reconoció socialmente. Era una especie de trabajo sumergido que

no obtuvo consideración hasta la implantación de negocios de sastrería o de corte y confección. Hasta ese

momento, mujeres anónimas en el mundo laboral desarrollaban un trabajo no reconocido pero real.

Lo que sí había en Llodio era alguna que otra tienda de telas como el Paraíso de los Saldos, Romarate y

negocios como los de la Camisería Lomas, Garibi en Goikoplaza, Don Modesto y los vendedores ambulantes,

“los teleros”, que montando grandes caballos y tirando de altos mulos cargados de enormes fardos llenos de

piezas de tela que cubrían con hules, se dedicaban a su venta por metros pasando de casa en casa.

Con todo ello los llodianos se surtían de telas y las modistas confeccionaban los trajes, faldas y vestidos

de la época: “No había boutiques, nosotras teníamos a una mujer que iba a casa y nos cosía la ropa” 91. “Yo sólo cosía para

los de casa” 92.

En algunas ocasiones las telas se compraban en Bilbao, “por la cosa de que la capital es la capital” y, de forma

excepcional, se cogía el tren y se iba a comprar las telas de última moda. Se decía que la moda venía mar-

cada por la gente de ciudad y que incluso el día de Santa Lucía era una buena ocasión para ojear lo que se lle-

vaba y luego imitarlo. Pero como hemos dicho, esto era de manera muy excepcional porque la tónica

general era otra. Lo más habitual era que las prendas más deterioradas se tiñesen y se remendasen para

reaprovecharlas o bien, que se heredasen: “Los padrinos de una hermana mía que veraneaban aquí a mi madre le daban

mucha ropa” 93. “La ropa se hacía en casa y se usaba hasta quedar inservible, se remendaba” 94.

Pero sí había momentos o fechas en las que la ocasión lo merecía y la gente de Llodio estrenaba ropa.

Estos eventos eran muy determinados.

“Pues se estrenaba por la Inmaculada, por San José y Semana Santa y, luego la ropa de verano, igual por San

Juan o así, pero poco. Y comprar, lo que se dice ir a por moda pues... no. Íbamos a por telas.” 95

Según nos han indicado, parece ser que también se estrenaba en San Roque y en San Juan, así como los

días de la comunión y de la boda; en este último caso con vestido negro. Para hacernos una idea de la

frecuencia con que la gente estrenaba otras prendas veamos el siguiente testimonio: “Un abrigo te hacían cada siete

u ocho años o más y te comprabas la tela en Bilbao” 96.

A pesar de ser la moda algo secundario, cuando había oportunidad se compraban buenas telas, se

copiaban los modelos más chic y se pretendía ir a la moda. Hay un testimonio de una mujer de 99 años que

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nos cuenta que cuando llegó a Llodio a vivir en la década de los 30 era la única que llevaba cartera. Dice que

la miraban y que más tarde se empezarían a ver en Llodio. Los complementos fueron elementos que llegarían

más adelante.

La mujer tenía muy definidas las prendas que podía vestir hasta la llegada del pantalón y la minifalda.

Con la llegada de éstas llegó un verdadero escándalo para la época. Es curioso que una gran parte de las

entrevistadas mayores de 60 años aseveren que los pantalones los comenzaron a usar cuando ya “estaban

casadas”. La idea de recato se exigía a las mujeres para ser respetadas. El pelo a lo “garçon”, es decir a lo chico,

también supondría una pequeña revolución y sólo las más atrevidas osaban peinarse siguiendo esa moda.

En lo que al hombre respecta, podemos centrar el punto de atención, más que en la moda, en la

vestimenta como símbolo de la etapa de la vida en que se encontraba. Es decir, el paso de niño a hombre se

significaba mediante el cambio de atuendo. El niño dejaba el pantalón corto para vestir de largo y entrar en el

mundo de los adultos. Precisamente, una mujer para decir a sus hijos que conoció a su marido siendo él un

niño, siempre les dice: “Yo, a vuestro padre le conocí con pantalón corto” 97.

Por otro lado, contamos con un testimonio muy interesante de un sastre que nos narra cómo eran las

mujeres, las que acudían a la sastrería con el pantalón del marido para que tomasen medidas. No había

costumbre de que el hombre se acercase a ello, en eso la mujer decidía. Con el tiempo esto cambiaría.

Dejemos de lado el comercio para dedicar unas líneas a completar lo que de transporte hemos

conocido a través de los testimonios recabados. En el capítulo de Evolución Económica ya se habla de esta

cuestión pero no desde el punto de vista social. Según hemos sabido por información de archivo 98 en los años

precedentes a la Guerra Civil, en Llodio, hubo una media de 12 turismos, 5 camiones, 43 bicicletas y 208

carruajes de dos ruedas; además de un 19 caballos e incluso una tienda de motos en Atxeta. Tras la Guerra

Civil y la consiguiente requisición, estas tasas disminuyeron de una manera considerable. Esto provocó que en

la memoria de los llodianos no se recuerde la existencia de esos vehículos a partir de esa fecha.

En 1942 había 4 turismos, no había motocicletas y sí 20 camiones y en el 1945 se registran sólo 2 turis-

mos. Pero lo que sí tendrá una presencia importantísima será la bicicleta como medio de transporte, pues los

números hablan de 163 bicis en 1942 y 216 en 1945 frente a una media de 42,2 en la década de los años 20.

Aunque los números nos sirven de orientación para descifrar los cambios vividos, veremos sin ir más

lejos qué es lo que queda en la memoria de los entrevistados. Indiscutiblemente el medio de transporte por

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Imágenes 114 y 115. Moda femenina en distitnos periodos.

Imágenes 116 y 117. Diversos medios de transporte.

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excelencia durante muchos años será la bicicleta. Entonces no se concebía tanto como un instrumento para el

divertimento, que también lo era sobre todo para los niños que tomaban prestadas la de sus padres, sino como

un servicio. No todos los niños tenían bici y en la mayoría de los casos, si la tenían, era por que había sido here-

dada del hermano mayor y se compartía con el resto. Los hombres se desplazaban en ella para ir a sus

trabajos o para poder ir a las fiestas de los pueblos colindantes. Pero a falta de bicis, las piernas eran de los

pocos medios que no les fallaban.

“Se solía volver de fiestas de Amurrio en bicicleta o andando, aunque yo no tuve bici hasta los veinte años.” 99

“En mi familia había una bicicleta para todos.” 100

Además de la bici se recuerdan muy pocos coches y también pocos camiones: “Había pocos coches. La gente

a trabajar iba andando o en bici. En la calle José Matía había un taxi. Norberto del Castillo tenía un coche que lo sacaba para

ir a los pueblos de alrededor a promocionar las películas y Gerardo Ais tenía una camioneta” 101.

En varias entrevistas se ha hecho referencia al camión de la fábrica de la Cerámica, ya que recuerdan

que en su infancia los niños jugaban en la carretera hasta que lo veían llegar y les hacía detener el juego.

Hablan de un camión de ruedas macizas, al que se le oía venir desde Goikoplaza y era de color amarillento

y con una carrocería que “si caía por un barranco no se hacía nada.” 102 Otros vehículos que se recuerdan eran el

del panadero Galíndez, el camión de San Pedro, el taxi de Luís Sanz y Agapito Eguía y la furgoneta

construida por Casimiro Salcedo (coche de carreras marca “Almilcar” que su dueño convirtió en furgoneta

y bautizó como “el Talgo”).

Además de estos medios de transporte, ¡cómo olvidar el tren!. Aunque en la actualidad la estación de

Llodio es un punto esencial de la vida de la comunidad, la de Areta le precedió en el tiempo y en importancia.

Mientras que la del centro del pueblo simplemente estaba constituida por una especie de apeadero en forma

de andén la estación de Areta brillaba por la actividad que allí se desarrollaba. La llegada de mercancías de

variada índole la convirtieron en lugar referencial de la trama comercial que unía el resto del Estado y Bilbao.

“Estaba la primera estación donde está más o menos ahora el paso a nivel.” 103

El tren fue, ha sido y es muy importante en la vida de los llodianos. La única conexión entonces con la

ciudad de Bilbao era a través del tren y también con el resto de puntos de la línea, Bilbao-Miranda. En

aquellas décadas no se salía del pueblo excepto para hacer alguna compra especial a Bilbao o para ir a trabajar

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Imagen 118. Una niña con su muñeco posa risueña sobre una motocicleta de grandesdimensiones para ella.

Imagen 119. El “Talgo” de los Salcedo.

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o estudiar. No había tampoco la fluidez de trenes ni unos horarios como los de hoy. Ni existían la comodidad

y velocidad actuales.

“Ibas en trenes que las ventanillas se levantaban con una correa que salía y se ajustaban allí. Solían tener un tra-

queteo tremendo, con el movimiento de... de los railes y al llegar al túnel la luz no se encendía y con las ventanas

abiertas entraba la carbonilla. Yo he visto hasta abrir los paraguas un día de tormenta dentro del tren porque

había goteras. Había veces que era tremendo. Llegabas después de dos horas de recorrido.” 104

Los productos que llegaban a los comercios llegaban a través del tren de mercancías. Por ejemplo el

hierro de las ferrerías, los cestos de productos para ultramarinos que venían de Navarra o la prensa que se

lanzaba desde el tren en marcha. Por ello había varios tipos de trenes: el mercancías, el mixto, el expreso, el

correos, el tranvía, el chispas, el coche jaula...

“Había unos vagones muy especiales que se llamaban “los jaulas,” coche-jaula, que eran como los de las películas

del oeste. O sea, estaba todo configurado por departamentos que tenían puertas a un lado y a otro y un estribo

corría el vagón de lado a lado, y tenía una especie de barandilla para agarrarte.”

“De allí no podías salir hasta que se parara el tren. Ni moverte. Y el interventor, el revisor, si era de cierta edad,

por supuesto que no se ponía a abrir la puerta y pasar por aquel estribo al otro departamento.”

“Le llamaban mixto porque era el mercancías pero que le añadían un vagón. Llegaba a Dos Caminos, te asoma-

bas y... un montón de cajas para cargar. Paraba media hora.”

“El último tren era el chispas que salía a las 9 y media.” 105

El tren era el único transporte con el que contaba la mayoría de las personas para poder realizar toda

clase de viajes, como por ejemplo, para ir a las fiestas de los pueblos cercanos o para hacer el viaje de novios,

por lo que muchos de los entrevistados recuerdan con cariño la magia del tren.

También se recuerda, y de forma muy significativa, el caballo como vehículo de transporte para la gente

de caserío. En el caso de los médicos, todos los encuestados que vivieron cierta época, recuerdan el caballo

blanco de Don Alberto Acero o el de Justo Gorostiaga. Los médicos acudían a donde se les necesitaba y en

un mismo día podían atender a un paciente en Santa Lucía, después a uno de Olarte y más tarde a otro de

Atxeta.

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Imagen 120. Autobús de la época.

Imagen 121. Antiguo tren de madera.

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Imagen 122. Dr. Justo Gorostiaga.

Imagen 123. Dr. Alberto Acero. Imagen 124. Dr. Juan de Urrutia.

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Los médicos, la farmacia, los veterinarios y el odontólogo en Llodio dieron un servicio más a la

comunidad. El servicio sanitario tuvo su peculiaridad hasta que llegó la seguridad social.

“El sistema sanitario es fruto del esfuerzo de muchas generaciones. Nació con la creación del Instituto Nacional

de Previsión (INP), pero antes de que adquiriese forma definitiva y tomara carta de naturaleza en la legislación

social, el INP pasó por un largo período de preparación y estudio.” 106

Los antecedentes de los que tenemos constancia se remontan al siglo XVIII. Un documento de 1724

sobre la lista de contribuyentes del Valle recoge la existencia de dos cirujanos y más tarde, otro recoge la

solicitud del Ayuntamiento de Llodio entre los años 1840-1841 para obtener la plaza de un médico cirujano

dotada de 600 ducados anuales 107. En dos documentos de 1908 y 1923 ya se habla del sistema de igualas que

a continuación explicaremos 108.

Lo que está claro es que para las décadas que nos toca analizar, ya existía en Llodio una plaza de

médico de titularidad oficial además de otras extraoficiales. La diferencia que había entre el uno y los otros

consistía en que era el médico titular quien recibía una asignación fija por parte del Ayuntamiento por sus

servicios, mientras que los otros marcaban una cuota o iguala a aquellos clientes que les requerían. Estos

pagaban la iguala con dinero siempre y cuando no contaban con fondos lo hacían en especie. Contrariamente

a los farmacéuticos, que se instalaban en función del número de habitantes (como en la actualidad), los

médicos tenían libertad para poder instalarse y pasar consulta.

“Había una cosa que se llamaba la titular, que yo creo que era que apercibían alguna...” 109

“Por ejemplo estabas con Don Alberto o con Don Juan y les pagabas al mes una cantidad, como puede ser hoy el

igualatorio. Tú ibas pagando una cantidad al mes y luego, cuando te iba a ver no le pagabas.” 110

“En 1942 mediante la Ley de 14 de diciembre se implantará el Seguro Obligatorio de Enfermedad (SOE) que

quedará a cargo del INP. El carácter obligatorio está dirigido a proteger a los trabajadores económicamente

débiles, cuyas rentas de trabajo no excedan de los límites fijados...” 111

Por Llodio pasaron un número importante de médicos, empezando por el primero que se recuerda, Don

Balbino Molinuevo, que vino a Llodio de la mano del primer Marqués de Urquijo. Después estuvieron Don

Justo Gorostiaga, Don Francisco Larrea, el señor García Maguregui, Don Alberto Acero, Don Javier Martínez-

Kleieser, Don Juan Urrutia, Don Ildefonso Fernández, Don Martín, el señor Martínez (el Chato), Don Juan

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Ángel Sánchez, etc. Entre los practicantes más recordados citaremos a Jesús Bolinaga, quien tenía su consulta

en la misma casa que la farmacia de Pepe Tipular.

La figura del médico entonces era respetada sobremanera. En una sociedad en la que las clases estaban

bien delimitadas, algunas profesiones como la de médico simbolizaban un rango alto en la escala social y de

valores.

“Había un respeto... Venía el médico y tenían que tener todo preparado nuestras madres, todo limpito. Unas

palanganas blancas con una jaboneta con las toallas para que se lavaran las mano, claro, y se las lavaban. Cuando

venía el médico era como... Ya te digo: como entrar Dios en casa del respeto que se les tenía.” 112

Normalmente el médico solía acudir a la casa del enfermo donde quiera que aquél estuviese aunque, en

algunos casos, poseían su propia consulta. Alberto Acero y el señor Urrutia la tenían localizada en los bajos de

la casa de los Ussía, donde con anterioridad estuvo situada la farmacia de Marcos Ussía de Aldama. En el caso

de Justo Gorostiaga, aunque acudía a los domicilios de los enfermos, tenía un cuarto de curas en su propia casa

y Martínez-Kleiser incluso llegó a poner un aparato de rayos X en los inicios de los 50 en su consulta para atraer

a más clientela pues no era médico titular.

La dedicación de estos médicos era plena. En ocasiones solían trabajar conjuntamente ya que a

menudo al día le faltaban horas para poder desarrollar su trabajo. Destacan su gran humanidad y entrega:

“Nosotras recordamos de nuestro padre que siempre le veíamos poco en casa. No había domingos, no había fiestas. A todas horas

era médico.” “Los médicos pasaban la noche. No se marchaban como hacen ahora” 113.

Los partos los asistía una partera, Patricia y años después Gregoria. En caso de que surgiesen

complicaciones se hacía llamar al médico y si las cosas empeoraban se iba a alguna de las clínicas de Bilbao

como ya hemos reflejado anteriormente.

Los medicamentos y recetas que estos expendían se preparaban en la botica de Pepe Tipular, sobre el

que ya hemos conocido su perfil y trabajo en el apartado de Personajes Singulares. Además de las recetas esta

farmacia también solía funcionar como cuarto de socorro o de primeros auxilios. Cuando la gravedad de las

enfermedades o la situación era más delicada, se solía acudir al especialista en Bilbao.

En un documento de 1799 se especifica que en Llodio eran comunes las enfermedades de tercianas

(fiebres cada tres días), los tabardillos (tifus), disenterías (afección abdominal) y tisis (tuberculosis pulmonar) 114.

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Pero en las décadas que nos ocupan las afecciones fueron más variadas y más conocidas. Las más

habituales fueron tuberculosis, difteria, gripe, apendicitis (también llamado cólico miserere), pulmonía,

neumonía, ictericia, sarampión, brucelosis o fiebres de malta, la rabia, el quiste hidatídico y en menor medida

la polio, tifus exantemático (piojo verde) y la viruela.

"Personas que enfermaban de pulmonía podían llegar a morir, más aún si se trataba de neumonía. La

apendicitis anteriormente era mortal, se llamaba "cólico miserere"".115

Muchas de las enfermedades tenían como origen el mal estado de las aguas por contaminación, o bien

por bacilos o bacterias que se transmitían por el aire, la respiración o lesiones cutáneas. El contagio se daba

como en la actualidad, la diferencia radicaba en que entonces la gente común desconocía cuales eran estas vías

de transmisión a lo que se sumaba que la higiene no era ni de lejos la adecuada.

Siempre que hablemos de la vida en el caserío, hay que tener presente las inclemencias climáticas, sobre

todo el frío. El trabajo en el campo, en un día particularmente gélido, podía suponer que alguno de los

vecinos se viera afectado por pulmonía o cualquier otra afección. Teniendo en cuenta que la penicilina se

empezó a comercializar en los años 40, e inicialmente en EEUU, con anterioridad simples infecciones o virus

terminaban con la muerte casi segura del paciente. Así, para combatir los fríos del invierno los mejores

lugares para permanecer eran las cuadras. Cerca del ganado y de la lumbre, la etapa invernal se sobrellevaba,

aunque también conocemos la transmisión de enfermedades por el contacto con animales, zoonosis.

Las enfermedades mentales, las discapacidades y minusvalías eran tan habituales como hoy en día, pero

hasta hace poco tiempo se ha tendido a ocultar a quien las padecía. La vergüenza o la poca costumbre hacía

que quien tuviera un familiar con alguna afección de ese tipo viviera la enfermedad de puertas para adentro.

El mundo de la veterinaria también tuvo protagonismo en Llodio pues como medio rural, el ganado

formaba parte de la vida de sus gentes. Al principio esta labor la desarrollaban herreros, tratantes y

castradores. Los herreros se valían del potro para inmovilizar a las reses. Los capadores solían llegar de

cuando en cuando montados a lomos de yeguas o caballos y así se aprovechaban sus servicios.

Todo ello acabaría por fijar una disciplina específica: la Veterinaria. En las entrevistas ha sido muy

recordada la figura del “Vetri”, Tomás Zubiaur, personaje singular por sus andanzas junto a Pancho Villa. En

este punto debemos señalar a la nieta de éste, Angélica Orúe, que fue la primera mujer veterinaria alavesa.

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Por concluir, en la cuestión de sanidad merece ser mencionada la labor de Juan María Yandiola como

odontólogo a partir de 1945 (con anterioridad fueron los propios médicos los encargados de la labor de

extracción), año en que se instaló en Llodio en los bajos de un caserío de Lamuza. Con él se inició un servicio

que abarcó más allá de las fronteras de Llodio y, con él, se desarrollaron todos los avances en materia

odontológica que los nuevos tiempos traerían. Al mismo tiempo, se producirían las transformaciones en la

conciencia de las personas respecto a la sanidad preocupándose en mayor medida de su salud.

Una mayor especialización en todos los ámbitos de la sanidad llevará a la implantación de una

estructura sanitaria más eficaz en nuestro pueblo. Por ejemplo, se dará la creación de la Seguridad Social y

con el tiempo se instalarán más farmacias en Llodio (Izaguirre, Solaun, Fuertes, Menoyo, Rivera, Zulaica,

Ais y Eguia).

“Con la Ley de Bases de la Seguridad Social, de 28 de Diciembre de 1963, se suprimen los esquemas clásicos de

previsión y seguros sociales, y se instrumenta el desarrollo del sistema de Seguridad Social.

El Decreto 2065/1974, de 30 de mayo, por el que se aprueba el Texto Refundido de la Ley General de la

Seguridad Social, modifica y amplía las prestaciones de asistencia sanitaria de la Seguridad Social. Con la

instauración de la democracia en nuestro país, la prestación de la asistencia sanitaria toma nuevos enfoques.” 116

Como colofón a todo ello en 1991-1992 se inaugura el ambulatorio, que comienza como centro de

atención primaria y con el tiempo irá incluyendo distintas especialidades.

Acogida e integración

La década de los cuarenta dejará paso a una nueva etapa en la que comenzarán a atisbarse discretos

cambios que se harán más evidentes en los últimos años de los 50 e inicios de los 60. La inmigración será una

de los ingredientes que impulsarán el cambio.

La industria emergente de la localidad atraerá a un número elevado de personas y familias en busca de

nuevas oportunidades de vida. El origen de éstas fue variando si tenemos en cuenta los padrones de la época.

Las dos Castillas, Galicia, Andalucía y Extremadura fueron las comunidades más aventureras, pero también lo

fueron las gentes de pueblos del entorno y de otros pueblos de las provincias vascas. Lo que parece común en

todas ellas es la necesidad de buscar un nivel de vida mejor.

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En muchos casos el campo era la única salida que les quedaba en sus lugares de origen, una labor dura

y poco remunerada. Por ello, la mayoría decide probar fortuna en los brazos de una industria en alza que

necesitaba mano de obra abundante.

“Llodio era todo muy familiar. Después ya empezó a venir mucha gente que se fue integrando muy bien aquí...

Veías a la gente que venía... de Andalucía , de Galicia, de... Había mucho trabajo, se ganaba muy bien y

metían horas para comprar piso.” 117

Llodio viviría la llegada progresiva de personas ajenas al tipo de sociedad descrita hasta ahora.

Inicialmente, existió en algunos casos cierta inquietud ante la nueva situación por temor a que cambiaran

radicalmente las costumbres y valores del lugar. Lo que preocupó a partir de entonces fue que la integración

se desarrollase con naturalidad y con la ayuda de todos. Hay términos y expresiones en su vertiente más

despectiva que se asociaron a los inicios de este fenómeno: “la avalancha”, “otra gente diferente” e incluso

“coreanos y maquetos”. El miedo, incluso, de que iban a quitar a los propios llodianos las posibilidades de

trabajo también estuvo latente. Pero pronto se demostraría que su llegada no había sido un capricho, sino una

necesidad y parte esencial del progreso del futuro Llodio.

“Contribuyeron con su trabajo y esfuerzo a engrandecer Llodio.” 118

Los testimonios de dos inmigrantes de aquella época nos hablan de lo que más les llamó la atención al

llegar a Llodio: el verdor de su paisaje. Una mujer destaca que para ella todo era oscuro en Llodio pues en los

edificios no brillaba la luz como lo hacía en las casas encaladas de su Andalucía natal. Le agradó la gente y le

recibieron muy bien, aunque no entendía por qué se sorprendían tanto del acento que tenía al hablar. Las

fiestas le llamaron poderosamente la atención porque no se parecían en nada a las que ella había conocido 119.

Un hombre nos habla de que no tuvo tiempo de fijarse en mucho porque dedicaba la mayor parte del

tiempo a trabajar. Para él, el clima fue lo más duro. El sirimiri le machacaba, aunque los bailes de la plaza se lo

hacían olvidar, “le encantaban¡” 120.

Los primeros inmigrantes que llegaron en los años 50 solían venir por temporadas a trabajar en el

monte, tanto en la explotación forestal como en la explotación de carbón. Llegaban en fechas determinadas y

se asentaban en el mismo monte, viviendo en cuadras entre espigarri y helechos. Más adelante estos mismos

dejarían el monte para trabajar en la emergente industria y acabarían asentándose en el pueblo de Llodio.

La llegada de estas personas no fue en absoluto fácil. En Llodio se había generado una industria pero

urbanísticamente no se había dado desarrollo alguno. Había falta de edificios y casas donde alojarse, por lo que

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Imagen 125. Vista de las huertas tras la calle Virgen del Carmen.

Imagen 126. La plaza, un lugar de reunión.

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las estrategias que tuvieron que seguir los inmigrantes fueron un parche a la situación de la vivienda en Llodio.

La llegada solía darse como un goteo. Inicialmente venía un familiar, se instalaba y a menudo se

desencadenaba el efecto llamada por el cual atraía al resto de la familia, conocidos o amigos. De ahí que no

haya sido tan extraño apreciar que de un mismo lugar emigró una importante masa de población con un

destino común.

“Primero venía uno de la familia para ver si había trabajo.” 121

Se tiene la idea de que el modelo de emigrante corresponde con la figura del hombre joven y soltero.

Quizá fueran los que más posibilidad tenían de subsistir, pero hemos conocido casos donde han sido las

mujeres las que han iniciado tal empresa. En muchos casos, Llodio no había sido el destino inicial, pues

solían recorrer otros pueblos o ciudades antes de asentarse donde más les convenía. Cuando llegaban se

instalaban en casa de algún familiar, quien les acogía mientras encontraban trabajo, ahorraban algo y

encontraban una vivienda. Vivienda ésta que no solía ser la definitiva, ya que lo habitual era recorrer varias

casas compartidas, es decir, cada familia alquilaba una habitación con derecho a cocina y baño. Otro sistema

era el de pupilos, por el que se vivía en casa de otra familia como si de una fonda se tratase. En todo este

entramado estaría la Casa de Pinturas, “barracón alargado donde vivían hacinadas varias familias en cada vivienda” 122.

Sólo cuando había dinero y suerte se podía empezar a pensar en comprar una vivienda. Los barrios más

frecuentados por estas familias fueron Lateorro, Ugarte y Areta, en Gardea el impacto fue menor.

“Fui dónde un hermano durante un año hasta que me casé y después 5 meses a Ugarte porque no me dieron el

piso.” 123

“Vivía en una habitación en un piso que pagábamos entre tres.”

“Mi tía vivía en el paso a nivel y tenía una habitación con derecho a cocina por 500 pesetas, cuando pudo cogió

un piso.” 124

“En Gardea no se notó mucho. En Gardea no se notó porque no hicieron más que dos casas nuevas. No es como

el barrio de Areta o Ugarte.” 125

“Llegaba la gente con las maletas atadas con cuerdas y se iban todos para Ugarte.” 126

Lo primero que preocupaba al recién llegado era buscar un lugar donde vivir y encontrar trabajo.

Cuentan que les esperaban en la estación de tren y que les ofrecían trabajo. En otras ocasiones se obtenía

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mediante la recomendación o el socorrido sistema del “enchufe.” El siguiente testimonio nos representa muy

bien todo esto: “En la portería siempre había 20 ó 30, gente con sus maletas, esperando ahí a ver si les llamaban. Los

elegían a dedo. Yo he visto gente con 22 años que entraban con 90 kilos, 1,80, eran todo musculatura. Verles a los 10 años...

demacrados por el esfuerzo. Se metían muchas horas extraordinarias...” 127

No era muy complicado encontrar empleo, porque había oferta. El problema era que se trataba de una

mano de obra no cualificada. No existía especialización y por ello los puestos a los que optaban eran los menos

interesantes. Esto les llevaba, en más de una ocasión, a tener que meter más horas y combinar varios trabajos,

generalizándose de esta manera el pluriempleo.

Además de trabajar en la empresa de turno algunos hombres solían trabajar en el monte talando pinos,

haciendo carreteras para sacar algo más de dinero y, como provenían de entornos rurales, también solían

ayudar en los caseríos para recibir parte de la cosecha 128. Otro trabajo que solían combinar era el de la

construcción y según nos dice un constructor, “la relación era excelente porque eran muy buenos trabajando” 129. Con

éste aprendían el oficio de albañil y por esta razón padres y madres ofrecían a sus hijos para trabajar

cumplidos los dieciocho años. La idea que se tenía de ellos era la siguiente: “Toda era gente trabajadora. Metían

muchas horas, eso les ayudaba mucho, hasta los domingos. Ellos hacían por ascender. La gente trabajaba en Aceros, en otro lado

o en la cantera” 130.

Definitivamente, a través de los años, la integración de estas familias en Llodio se iría dando de una

manera satisfactoria. Nos relatan que cuando llegaban, se les notaba algo cohibidos y que incluso algunos lo

pasaban mal por la añoranza que sentían de su tierra y de los suyos o por alguna experiencia poco

gratificante. Algunos no quisieron impregnarse de la forma de vida de los llodianos, por lo que hubo quien,

acabado el periodo laboral, volvió a sus pueblos de origen. No obstante, la mayoría se quedó, formó su

familia y eso es lo que a día de hoy prevalece, siendo parte de las sociedad llodiana.

“Nuestros hijos son nacidos aquí y nosotros estamos a gusto.” 131

“Alguna vez hemos hablado con algunas de éstas y dicen: “yo no volvería allí. Yo mi vida es ésta. Yo voy al pue-

blo y en mi pueblo ni soy de allí ni soy de aquí.” ¡Claro!, cuando van al pueblo son desconocidos. Dicen que ya no

conocen a la gente joven.” 132

Los centros regionales han sido un núcleo de cohesión en el mundo social de los inmigrantes. Éstos

forman parte del entramado social llodiano, no obstante, han luchado por mantener parte de su identidad y su

cultura de origen.

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Imagen 127. Cuadrilla de amigos.

Imagen 128. Cuadrilla de chicas.

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Las relaciones se han ido forjando en los espacios sociales como son los comercios, el baile, las fiestas,

las tabernas, la iglesia... Por ejemplo, en el baile se daba el ambiente perfecto para conocer a las personas. En

éste se mezclaba el Llodio tradicional con el nuevo. Un hombre nos cuenta que la inmigración trajo chicas muy

guapas a Llodio. Como en el baile eran las nuevas, atraían mucho, siendo las más solicitadas. Había mujeres, en

cambio, que no querían bailar si el chico era de fuera de Llodio. No obstante, algunos inmigrantes sólo se

relacionaban con gente de su barrio o fábrica de una manera superficial siendo sus amistades, las menos, de

Llodio. El siguiente testimonio nos dará una idea de alguna de estas situaciones que sin ser las más comunes

también sucedían: “Por ejemplo, una chica con la que salíamos pues era de... Badajoz. Y era espectacular, tan guapa que...

además era ya un poco madurita, sobre los treinta años y tan espectacular que todos decían..., aquella: puta seguro. Va una mujer

y me dice: oye, ¿cómo andáis con esa, de amigas, saliendo con ella?. Sí, así fue. Las costumbres aquí eran de que nadie

destacara por belleza. Aquí también había chicas guapas, pero... idealizadas. ¡Muy, muy en la regla!” 133.

Llodio iría cambiando poco a poco su mentalidad y también su aspecto físico. Hay quien dice que

cambió tanto que empezó a no conocerse a nadie por la calle. Los bares cobraron más vida, ya que después de

trabajar los hombres acudían a ellos para pasar un rato distendido. A partir de estos años muchas cosas se

transformarán hasta hoy creando un nuevo Llodio. El Llodio de antes dista mucho del actual y para

representar un poco más su carácter e iniciar el siguiente planteamiento señalamos la siguiente cita: “Entonces

nos conformábamos con menos” 134.

Pero dentro de la sociedad llodiana hubo un colectivo de llodianos que de alguna manera se mantuvo al

margen de todo el entramado social. Hablaríamos de las personas pobres, marginales y enfermas. Tanto la

Cofradía del Señor Sant Roque (desde su fundación en 1599), como los hospitales se volcaron en la atención

a éstos. No obstante, es a partir del siglo XIX donde encontramos claros ejemplos de la preocupación y

compromiso, tanto por parte del municipio como de la provincia, hacia aquellos individuos que se

encontraban fuera de las estructuras existentes. Expedientes de demencia y pobreza, la existencia de una Junta

de Diputación de Pobres, la adopción de niños expósitos, los Certificados de Demencia Mental, el Colegio de

Sordomudos y Ciegos de Deusto eran cuestiones que ya se trataban e interesaban a finales y principios de los

siglos XIX y XX.

Aunque en Llodio la existencia de hospitales o asilos es conocida desde el siglo XVII, no se les conoció

ubicación fija hasta la donación de la casa de la familia Belauste-Ametzazurra para tal efecto en 1886. Este

edificio de Odeibar, que en la actualidad sigue en pie, fue construído por cortesía del primer Marqués de

Urquijo y en acta de 1887 se recoge la cesión de esta entidad al Ayuntamiento. El servicio que el hospital

prestaba era el de alimentar y acoger a aquellas personas necesitadas de la comunidad: enfermos, ancianos,

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niños o pobres. Regentado por las Hermanas de la Caridad a partir de 1922 hasta la década de los 70 y, ya a

cargo solamente del Ayuntamiento funcionará hasta la década de los 90, cuando la Diputación se hace cargo

de una nueva institución a nivel comarcal (Residencia San Roque).

Según documentos de archivo, la Junta Municipal de Caridad fue diseñada en el siglo XIX por la

Diputación y obligaba al Ayuntamiento a hacerse cargo de ella. La componían el alcalde, el médico titular, el

mayor contribuyente y, más tarde, concejales y personas ajenas al Ayuntamiento. Su labor consistía en

ocuparse de aquellas familias o personas que vivían en precariedad, siendo pobres de solemnidad. Para ello se

elaboraban las llamadas listas de pobres. En el período que nos ocupa, una de las actividades que llevaba acabo

esta Junta era la organización de la famosa Becerrada en las fiestas patronales, pero también dirigía la colecta

de dinero entre aquellas familias que estaban mejor situadas con el fin de mantener el asilo. Esto fue así hasta

la década de los ochenta. Un entrevistado nos cuenta lo siguiente: “Y como la junta en realidad no tenía dinero,

porque claro, no es como hoy, se hacía la becerrada benéfica que era a beneficio de la Junta de Caridad. Y el presidente de la Junta

de Caridad mandaba una carta a todos los que tenían un “modus vivendi” un poco desahogado dándoles cuenta de lo que se había

obtenido de la becerrada. Y yo también participé en eso. Teníamos una relación de a quiénes se les había enviado e íbamos por las

casas: “¡Muy buenas!, somos los de la comisión. Probablemente habrá recibido una carta...” Después ponías la cantidad que te

daban y luego la entregábamos en la comisión. Y aquello iba para el mantenimiento del hospital (...)” 135.

El protagonismo de la Iglesia de Llodio como tal fue bastante escaso en el plano de la beneficencia, pues

apenas podía mantenerse a sí misma.

“Yo creo que la Iglesia no. La Iglesia bastante tenía con mantenerse ella misma ¿no? Se pagaba una cosa que era

muy pequeña; “el culto y clero”. Pero claro, aquello daba muy poco y yo me imagino que los haberes del clero

tampoco eran muy fuertes y entonces lo que se pagaba de misas y de colectas servía para mantener la propia Iglesia,

¿eh? Con sus luces, con sus velas, sus tal... todo el ceremonial y además algo también quizá para los propios

sacerdotes, no lo sé.” 136

Fueron las asociaciones adscritas a ella las que llegarían a movilizar de alguna manera las ayudas o

apoyos a los necesitados. Por un lado Acción Católica, por otro el Secretariado de Caridad y el ropero

parroquial. Para nutrirse de fondos, estas instituciones instalaban durante las fiestas patronales y las

Navidades una tómbola, llamada de caridad, en las escaleras de subida al pórtico de las monjas frente al

Colegio de la Milagrosa. Después, en 1962, llegaría Cáritas. Tampoco debemos olvidar la solidaridad

establecida entre los vecinos de algunos de los barrios de Llodio, de lo que ya hemos hablado. Pero Llodio

incluso extendió su buen hacer y solidaridad fuera de sus fronteras y así nos lo cuenta la siguiente

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entrevistada: “Tenías que dar un dinero, no sé cuanto era y bautizabas a un niño en África. Le ponías el nombre y luego ya

no sabías nada más de él” 137.

Centrándonos en la pobreza en Llodio, los médicos y los comerciantes eran los más conocedores de

cómo vivían las familias. En el caso de un comerciante, nos cuenta cómo había personas con recursos que

dejaban un depósito en la tienda para que familias desfavorecidas pudieran comprar con él. El comerciante

sabía quiénes tenían más necesidad y a ellos daba lo más esencial gracias a esa donación. En el caso de un

médico nos cuentan que cuando veía que una familia no podía mantenerse, les dejaba algo de dinero debajo

de la almohada tras su visita.

Los entrevistados han distinguido dos tipos de pobres en Llodio: las familias necesitadas, “pobres

vergonzantes” o “de solemnidad” y “los pobres de pedir”. Los primeros eran familias de Llodio que no

pasaban por una buena situación económica, a pesar de hacer lo posible por subsistir con dignidad, y los

segundos eran, en su mayoría, gente de fuera que se dedicaba al “oficio” de pedir por las casas y los pueblos

colindantes.

En el caso de familias llodianas con problemas hemos encontrado unos testimonios duros pero reales.

Un hombre nos cuenta que su padre trabajaba en lo que había y que su casa sólo tenía dos habitaciones, de

modo que tenían que dormir 7 hermanos juntos y se tapaban con sacos. Nos cuenta una anécdota

significativa que le ocurrió siendo niño: se hizo una herida en el pie por ir descalzo para no estropear el

zapato. Otra entrevistada nos cuenta lo siguiente: “Mucha necesidad teníamos porque yo me acuerdo que cogíamos del río

Aldaikorreka cangrejos y, ¡fíjate que inocentes!, con la falda hasta arriba. Yo me acuerdo que no tenía bragas ¡es verdad!. Y me

dice mi hija: “¡ama, ¿sí?. Pues sí es posible, hija.” Pero nadie decía nada. No se molestaba nadie. Nadie tenía picardía. Muchas

otras tenían bragas pero yo no tenía” 138.

En otro caso una entrevistada nos dice: “Huy!, ¡cómo qué vivíamos bien! Si mi padre nos decía que éramos pobres.

Aita me decía: -nosotros somos de “campana chiquita”; nosotros somos pobres-” 139.

Los otros pobres, los mendigos, eran diferentes. Xixili, Cabaret, Riquillo, los Polido, Saturno y Román y

San José 7 cabezas eran sus nombres y así se les conocía en todo el pueblo.

“Román Polido era ese personaje que no hay quién le controle, lleno de piojos, un, un... como diríamos hoy un “sin

techo”, era Román Polido. Sí, sí, muy conocido, muy conocido, era un personaje muy querido.” 140

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Imagen 129. La solidaridad de un barrio.

Imagen 130. Participación de los llodianos en eventos del pueblo vecino de Orozko.

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Chatarreros, gitanos, quincalleros..., vivían entre los llodianos con plena normalidad, aunque en los días

de mercado o feria eran más asiduos. Lo que hoy nos puede chocar es que estos personajes estaban

perfectamente integrados en la sociedad llodiana. Si por un lado sus vidas corrían al margen de la vida familiar

estipulada; por otro eran parte de una sociedad que les atendía y no les daba la espalda. No pedían dinero. Se

les daba comida, ropa u otras cosas e incluso el día de la comida de la Cofradía, en agosto, se les daba de comer.

Eran queridos por los llodianos y según hemos constatado muy recordados.

“Por ejemplo, quien solía venir era una, Xixili, que era de Arakaldo y bailaba. Luego otros como San José siete

cabezas, porque tenía una cabeza muy grande, éstos yo creo que eran de otros pueblos. Cabaret, por ejemplo era

muy..., tenía un ojo... y era de Arrigorriaga... Estos que se han dado a la vida... de beber... y acaban pidiendo.

Pero era un hombre con cierta cultura y cantaba muy bien. El pañuelito rojo, este pañuelito era curioso.” 141

“Yo creo que se les atendía porque estaban, por ejemplo, pues unos que eran Román Polido, Saturno y eso que

eran unas gentes como..., no sé si tenían casa o no. Yo creo que nadie les despreciaba nunca. Gente había que les

daba o una comida caliente o algo así. Yo creo que sí.” 142

Además de todo ello, de manera esporádica solían visitar Llodio comunidades gitanas que acampaban a

la orilla del río junto a los puentes, en la zona de los Caminos Viejos y en Areta. La razón de ello era que

conocían la existencia de los servicios de Patricia la partera y llegaban en busca de ellos.

Solían dar a luz en la cabaña de Errotazar, que de antemano ya había sido preparada, con un colchón

de paja, sábanas, mantas y el arreo del bebé. Éste se preparaba en un santiamén con la ayuda de las madres

de Areta que tenían guardada ropitas de sus hijos que proporcionar, por lo que no faltaba de nada y si así

fuere, siempre estaban atentas Vitori González, la de la tienda, Albina Laburu y otras vecinas para reparar

dichas insuficiencias. Una vez recuperadas la madre y la criatura, se ponían en marcha para proseguir su vida

de nómadas. Al año siguiente estas familias solían volver con la idea de mostrar a los vecinos el hijo que

habían tenido.

Asimismo, aparecían varias familias gitanas cuando se enteraban de que había muerto algún cerd o ,

alguna vaca para desenterrarlo y organizar en torno a él una fiesta.

Durante su estancia en Llodio se dedicaban a coger mimbres de la orilla del río, y los apilaban en

manojos y, cuando estaban a punto, los pelaban y empezaban a realizar cestos de todos los tamaños.

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Imágenes 131 y 132. Llodio siempre ha estado cerca de los más necesitados.

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Un día diferente

“Éramos felices con cualquier cosa.” 143

La sociedad llodiana del franquismo se fue recomponiendo de una manera determinada, ya que las

familias, el trabajo, las relaciones y la mentalidad fueron creando un Llodio único en el que, como

interpretamos a través de la cita y pese a las limitaciones impuestas por el régimen, con salir adelante y tener

lo suficiente para vivir se conformaban. Nos quedaría por resolver en este apartado de vida pública cómo

ocupaban los llodianos el tiempo de ocio, para concluir así con la parte de la vida social de Llodio que hemos

desarrollado aquí. El deporte, los juegos infantiles y el ocio en general serán nuestro próximo reto en las

siguientes líneas.

Del deporte en Llodio se han esbozado algunas ideas en el apartado que trata de asociacionismo, pero

se ha abordado desde la perspectiva de la estructura organizativa de un colectivo. Si tratamos de entender el

deporte como elemento de socialización debemos pararnos en algunas cuestiones más de fondo. Por ejemplo,

en el caso de Llodio, muchos de los entrevistados han coincidido en aseverar que el fútbol como afición tuvo

una repercusión muy importante, pues en cierta forma fue el elemento de cohesión que hizo que en los años

siguientes a la Guerra Civil los ánimos estuviesen más calmados. Dicen que el fútbol servía para, por un lado,

desfogarse y, por otro, conseguir que las diferencias entre vencedores y vencidos se acortasen.

“El Villosa era muy importante.” 144

Desde Villosa se intentó canalizar algunas de las iniciativas deportivas más populares entre los

llodianos y de ahí que el complejo deportivo de Altzarrate tuviera la repercusión que tuvo con la práctica de

deportes como la pelota, los bolos, erc. Otras asociaciones se descolgaron de ésta para comenzar a funcionar

tras pedir los permisos oportunos, como es el caso de Goikogane que llegó a organizar varios partidos de

fútbol femenino cobrando la entrada y obteniendo así algunos recursos. El deporte rural, el ciclismo y otras

actividades fueron también muy importantes para el dinamismo de Llodio.

Los juegos infantiles fueron la expresión social de varias generaciones de niños y niñas que a través de

ellos establecieron unas normas, unos límites que transgredir y un código de relaciones que reproducía en

pequeño, el mundo de los adultos. Las niñas respetaban los roles impuestos y los niños aprovechaban que eran

niños. Había juegos para unos y otros y, normalmente, se respetaba esa línea marcada. Pero había otros de

carácter mixto que permitían que esa línea fuese más delgada, dando lugar a la normalización en las relaciones

entre niños y niñas.

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Imagen 134. Partido de fútbol en la vega de Altzarrate.

Imagen 134. Partido de fútbol en el campo de Altzarrate.

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Tres han sido los tipos de juegos que hemos querido diferenciar: los que se desarrollaban mediante la

manipulación de algún objeto o instrumento, los que daban rienda suelta a la imaginación del niño y los que

llevaban incorporada una aventura muchas veces arriesgada y peligrosa.

“Teníamos unas tías que, también, servían en Las Arenas de doncellas. Una era madrina mía, entonces aquella

sí que nos regalaba. A mí me regaló una muñeca que la llamábamos “Xixili”, y con unos vestidos que igual están

todavía hoy por casa de bien hechos que los cosían ellas. Una ilusión..., bueno..., para todos “Xixili” era un

personaje de la casa. Tanto como una hermana, casi. Porque era muy bonita, eh.” 145

Las muñecas eran el regalo que toda niña deseaba, pero que no siempre llegaba. La misma entrevistada

nos dice que en otras ocasiones la falta de posibilidades de la época hacía que como regalo sólo obtuviese higos

o uvas pasas. El valor que se daba a las cosas era distinto al que le damos hoy; hasta tal punto que esta mujer

hace de su muñeca, en sentido metafórico, un miembro más de su familia.

Pero además de las muñecas había otros instrumentos con los que entretenerse en los veranos y sobre

todo en la calle. Era fundamental que los juegos se desarrollaran en las calles. Así iba creándose un feudo

infantil, un espacio para ellos. Las chapas, los santos, la comba, el pote, la pelota envenenada, las tabas, las

cariocas, los tiragomas, las cartas en miniatura, los tebeos y cuentos de segunda mano para intercambiar. El

arco y las flechas, el diábolo, la trompa, las canicas, el juego de la rana y la pelota de goma. Goitibeheras,

columpios y balsas creadas por ellos mismos, eran el elenco de juguetes que entretenían a los niños y niñas

llodianos. De todos ellos hay alguna anécdota, pero en esta ocasión nos quedamos con la siguiente: “Casi todos

teníamos un aro. Los normales eran de madera, procedentes de las llantas de viejas bicicletas que al carecer de los radios se

deformaban bastante y no rodaban bien. La siguiente categoría era el aro de llanta de bici, pero de hierro; pero el lujo verdadero

era poder contar con un aro hecho expresamente con una gruesa y redonda varilla de hierro soldada expertamente, formando una

perfecta circunferencia. Tres o cuatro chavales de la calle de Abajo, por medio de algún familiar o amigo de Aceros, conseguimos

unos brillantes aros de este tipo. Había que ver lo orgullosos que estábamos con aquel tesoro; ¡cómo rodaban y cómo sonaban! Así

que, para dar envidia a los de Luyando, allá que nos fuimos corriendo por la carretera uno tras otro. Aquello fue considerado

como una provocación por los chavales de Luyando, que nos recibieron a pedradas, obligándonos a dar la vuelta y regresar a toda

prisa para poder conservar los aros.” 146

Otro tipo de juegos no necesitaban de objetos para divertir tanto o más que los anteriores. Eran fruto

de la imaginación de los niños y de ahí su interés. Guardias y ladrones; las carreras; un, dos, tres, carabá; tres

navíos en el mar; la piedra; chorro morro pico tallo que; guardar tesoros; escondite; el pañuelo; comiditas; el

corro. Además de estos había otra serie de juegos o entretenimientos que nos gustaría recordar. Por ejemplo,

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Imagenes 135, 136,137 y 138. Secuencia deimágenes en la que se pueden observar distintosjuegos y actividades propios de los más pequeñosen aquella época.

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Imagen 139. Un columpiopara todas.

Imagen 140.Diversión a ritmo detxistu y guitarra.

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cuando se instalaba la plaza de toros en la Plaza, los niños solían aprovechar los montones de arena para hacer

castillos y trampas camufladas. Cuando había algún bautizo todos acudían a la iglesia, pues se repartían

caramelos. La becerrada como espectáculo estrella en las fiestas también era imitada por muchos niños a

escala menor y la reproducían con todo lujo de detalles, con Manolas incluidas. Se preparaban chocolatadas, se

organizaban batallas entre niños de distintos barrios, hacían casetas, se perseguía a las chicas con ortigas y se

jugaba a los recuerdos grabando el nombre y la fecha de ese día en los tablones de madera de la plaza de toros:

“Dibujábamos en la madera con la punta de un clavo al que golpeábamos con una piedra para no hacernos daño. Al año

siguiente íbamos a comprobar si seguían en su sitio” 147.

Y el siguiente grupo de juegos se desarrollaba siempre con algún componente de riesgo. En forma de

aventura; los niños sobre todo, trepaban a los árboles, hurtaban manzanas, se colaban en los jardines del

Marqués, escalaban las columnas de la plaza, creaban bombas mezclando carburo y agua, tocaban los timbres

de las casas y se bañaban en el río.

“En una ocasión tuvimos un pequeño accidente jugando con aquellas “bombas” que hacíamos con carburo y agua.

Al explotar, un bote dio de lleno en la cabeza de un crío que se metió encima y el susto fue bastante grande, por

lo que nuestros padres nos prohibieron radicalmente utilizar este producto.” 148

Los niños y niñas ocupaban el tiempo de ocio mediante la imaginación y la inventiva de sus juegos pero

también mediante las actividades que desde la escuela o el Frente de Juventudes se desarrollaban. Éste por su

parte, liderado por Eusebio Uribarri, organizó un par de viajes a Madrid para que los niños de la escuela

concursaran en un certamen de canto coral. Dirigidos por el hermano Santiago, en ambas ocasiones

obtuvieron el primer premio de los campeonatos nacionales de coros del Frente de Juventudes (año 52 y 53).

Actuaron con la Orquesta Nacional y dieron un concierto retransmitido por Radio Nacional. La ilusión y el

objetivo de Eusebio Uribarri era que los niños de Llodio llegaran a conocer aquello que él no tuvo

oportunidad de conocer en su infancia. Por ello, también llegaría a gestionar algún otro viaje más con el coro

de voces blancas a Zaragoza y también la estancia de algunos de esos niños de Llodio, en los campamentos

que el Frente de Juventudes tenía en Orio 149.

Desde las escuelas, el hermano José se preocupaba de organizar actividades extraescolares, como un

partido de fútbol o preparar los coros de Santa Águeda, y también se organizaban anualmente excursiones

como las que nos describe el siguiente encuestado: “Yo recuerdo la excursión del año 40, pues fue a Artxanda, a Bilbao

y visitamos Begoña primero. Luego fuimos a comer a Artxanda, comida por supuesto que llevábamos nosotros, cada uno en su

cajita. Solía ser siempre una caja de zapatos. En esa cajita nos llevábamos la toritilla, unas tajaditas de carne o de cosas de esas

o chorizo y comíamos allí. Recuerdo otras posteriores a Barrika, Gorliz y Plencia” 150.

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Imagen 141. Día de Confirmación en Llodio, con reparto de caramelos a la salida de talcelebración. En esta ocasión aparecen, Don Pablo y Don Feliciano junto a Don Gabriel Uharte.

Imagen 142. Un día de playa. Imagen 143. Jovencitos urdiendo algún plan.

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En el colegio de La Salle también ofrecían sesiones de cine los domingos a un precio más asequible

que en las salas del Cine Llodio. Las primeras películas que proyectaron los frailes a principios de los

cuarenta eran mudas, por lo que había siempre una persona encargada de ir explicándolas. En ocasiones, los

chicos de Acción Católica se prestaban voluntarios para esta labor. Después comenzarían las de voz y

también la competencia con la oferta de la cartelera del Cine Llodio. Los frailes no hacían muy buena

propaganda de esta sala, ya que consideraban que las películas que se proyectaban eran menos inocentes de

lo que debían ser y eso que era la época en que la censura gozaba de una salud espléndida y los cortes en las

películas eran más que evidentes. El enemigo a derrotar era la inmoralidad y para ello, el comité de censura

creado para tal efecto, no dudaba en dar tijeretazo a la película que debía proyectarse ante el gran público,

amputando las escenas que consideraban inapropiadas.

“Me parece que las películas venían más cortadas...ya que..bueno...les faltaban más trozos que...” 151

Además, las películas estaban catalogadas según su contenido y así nos lo cuenta una entrevistada: “¡Ah,

no, no, no! ¡Qué va!. Las 3R, no, ¡qué va!. ¡Huy!, si se enteraban en casa, ¡pobre de mí!. Yo me acuerdo que dieron al principio

“Las cuatro plumas”, ¡fíjate! y a aquello sí me dejaron a mí ir. Sería buena porque sino no me hubiesen dejado ir, ¡qué va, qué

va! no me hubiesen dejado” 152.

Además del cine, la literatura y la prensa también sufrieron el peso de la censura. Ya desde 1938 se había

promulgado la Ley de Prensa Súñer 153 que reguló el número y la extensión de las publicaciones periódicas y

facultó al Gobierno para designar al director de los periódicos, de esa manera se acabó con la libertad de

prensa. Además de la censura ejercida por el Estado, la Iglesia también colaboró en este asunto. Una

anécdota de la época nos narra el terror y la congoja de una madre por la respuesta de un cura tras confesarle

que su hijo leía novelas de Pío Baroja. Cuando ésta llegó a casa le dijo a su marido entre sollozos: “Ignacio, que

nos vamos a condenar” 154.

El verano era la época en la que los llodianos aprovechaban más su tiempo de ocio. Pero sobre todo los

míticos domingos de entonces, eran los días esperados por todos. El día siempre comenzaba como debía

comenzar: una visita a la iglesia y después se daba rienda suelta al entretenimiento, a distintas aficiones como

hacer una excursión por el monte, organizar una chocolatada, bañarse en el río, dar paseos e ir en bici. Los

jóvenes también esperaban impacientes la llegada de las fiestas y romerías que se celebraban tanto en Llodio

como en los pueblos de alrededor, se desplazaban andando, en bicicletas o en el mejor de los casos en tren.

El teatro también fue una afición que interesó a los jóvenes llodianos durante varias décadas. Se tienen

referencias de la inquietud que despertó el teatro en Llodio desde los años 20. En una nota de prensa del

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Imágenes 144, 145, 146, 147 y 148. Un día de ocio.

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periódico La Gaceta del Norte del 11 de agosto de 1920, se anuncia el próximo estreno de dos obras

cómico-trágicas en el Gran Teatro de Lamuza, Caciquismo de Francisco Larrea y Administrador o alcalde de Pueblo

de Estanislao Urquijo y Ussia. El 9 de marzo de 1941 el Grupo artístico de Llodio representó en el Salón de

Actos de las Escuelas del Patronato la comedia Entre Doctores y el drama Más Leal que Galante, dirigidas por José

María Urquijo que, por su éxito, fue representada en otras localidades fuera de Llodio.

En Areta, la cuadrilla de veraneantes crearon el grupo de teatro Aredio y otro grupo liderado por el cura

Don Marcelino, también realizó representaciones teatrales. En la década de los 50 la inquietud seguirá con un

círculo de jóvenes aficionados al teatro que, adaptando las obras y los personajes, crearán sus propias

representaciones de teatro y zarzuela como La tía de Carlos, El Caserío, Los Gavilanes...

En el palacio, los Marqueses organizarán dentro de sus jornadas festivas, la representación de obras de

las que en alguna ocasión fueron testigos, en calidad de invitados, los chavales de las escuelas.

Compañías de teatro de poco calado venían a Llodio a representar sus obras en el escenario que los

frailes les cedían, y también solía haber “comedias” escenificadas por grupos de comediantes que con sus

trompetas y numerosa prole anunciaban por los barrios la hora y el lugar donde se celebraría su espectáculo.

“Salían con sus trajes raídos, pintada la cara o disfrazados y hacían sencillos números. Si montaban una especie

de escenario con una cortina vieja que se corría haciendo de telón, ya eran comedias de un nivel más alto. Y no

digamos si los que venían eran equilibristas o volatineros. No había que pagar nada, pero pasaban la bandeja

para que los espectadores dejáramos la voluntad.” 155

Más tarde, a finales de los 60, se instaurará el Club Lagunak a nivel escolar y el Cine Club Llodio y en

los 80 el grupo de teatro Ohiala Zabaltzen que en la actualidad sigue trabajando.

La radio también fue un entretenimiento y una ventana hacia el exterior. De ella se dice que hacía

compañía y que se oía en familia. Podemos citar el programa que emitía semanalmente Eusebio Uribarri en

Radio Popular, en la década de los 50, “A la sombra del Goikogane”. Era un programa donde se relataba los

acontecimientos más destacados relativos a nuestro pueblo y su comarca y solía tener una duración de 30

minutos. De igual forma y bajo el seudónimo de “Llodiano X” éste también dedicaba una página sobre Llodio

en el periódico, El Correo del Pueblo Vasco por varias décadas. En cuanto a la televisión, que inicialmente

fueron tan pocos quienes disfrutaron de ella ya que sólo había una para todo el barrio, lo que se veía era: “Reina

por un día, obras de teatro, zarzuela...” 156

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Imágenes 149, 150 y 151. Representaciones teatrales.

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Pero lo que la gente recuerda con más cariño fue el baile que se celebraba en la plaza. El Ayuntamiento

sacaba a concurso la concesión del servicio de bailables para todo el año. Éste se celebraba en la plaza todos

los domingos, fiestas patronales y fiestas populares como las de Santa Lucía, San Antonio, Santa Ana... Todos

los domingos del año, excepto en tiempo de Cuaresma cuando se suprimía. Se celebraba dicho baile,

alternando a cada hora la Banda municipal de Música dirigida por Miguel Solaun y los txistularis con la

orquestina o, más adelante, los altavoces. Mención aparte merecen la orquesta Beti Jai, formada por Manolo y

Pepe Montalbán, así como Severiano Orueta y Luís Agüero, cuya razón social era Altavoces Moreno. En

invierno hasta las 10 de la noche y en verano hasta las 11, el baile era un pretexto para relacionarse y

entretenerse hasta que la jota y los dos últimos pasodobles ponían el punto y final a la velada. Cuando llovía

se celebraba en el pórtico de las monjas. Las chicas bailaban por parejas y los chicos les pedían baile pero

siempre se tenía en cuenta lo que las monjas les aconsejaban: “Divertiros santamente” 157.

Los toques de la banda eran gratuitos, no así los de la orquestina. Un cobrador se acercaba al chico que

bailaba colocándole un ticket en la solapa sujeto con un alfiler, que servía, para toda la noche. Las chicas, por

supuesto, no pagaban. Cada domingo cambiaban los colores de los tickets para evitar engaños, pero la

picaresca estaba servida pues intentaban por todos los medios zafarse del pago. Cuando se celebraba el baile

en las fiestas patronales u otras, la verbena se alargaba hasta la media noche y por ello había dos tickets: uno

hasta las diez y el otro hasta el final de la romería, que se celebraba sobre el mismo coso taurino. La orquesta

no se situaba en el kiosko como era habitual sino encima de los toriles, en el lugar reservado a la presidencia.

Cabe mencionar en este punto a Hermilo Sagastizabal y su organillo, al que llamaba “pianillo”, un “Casali”

comprado en Barcelona, único en España 158. Amenizaba desde el kiosko el baile y las fiestas durante un

perido de la historia de Llodio. Hermilo tuvo la concesión de bailables y pese a trabajar toda la semana, el

domingo por la tarde tocaba el “pianillo” con la ayuda de un criado (entonces se empleaba esa palabra). En

época de posguerra y con Hermilo en la cárcel, el pianillo no dejaría de sonar en otras manos pese a la

frustración de su familia.

Después, con el tiempo, llegaron los altavoces y las orquestinas y Hermilo dejó de tocar en Llodio, pero

sería contratado en muchos otros sitios, en el Arriaga, el Coliseo, y el Gayarre o cuando venía una compañía

de zarzuela, el día de los ancianos de Llodio, etc. Como joya que es el pianillo lo conserva con todo el cariño

su hijo pero sobre todo por que considera que es la expresión viva de su padre.

Pero al margen del baile, hubo una forma menos pública de organizar festejos y bailes. Los guateques

se pondrían de moda en los sesenta pero se celebraban con anterioridad, ya que según los entrevistados, en la

década de los cuarenta y cincuenta también se organizaban este tipo de festejos. Se reunían en casa de algún

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Imagen 152. Familia Del Castillo a las puertas del Cine Llodio.

Imagen 153. Hermilo Sagastizabal con su pianillo.

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amigo y se ponía música. Primero con un gramófono y más adelante mediante un “picú”, magnetófono o

tocadiscos. No estaban muy aceptadas este tipo de diversiones. Por eso, en un caso se llegó a multar a quien lo

había organizado. Sucedió en Gardea y de esa fiesta se llegó a oír lo siguiente: “Esa casa de pecado que hay en

Gardea donde se juntan rojos...” 159

Pese a todo, los guateques se siguieron celebrando, cada vez con más asiduidad en un tiempo en el que

la vida de la sociedad tradicional de Llodio era a la par espectadora y motor de los primeros cambios.

Llegaron los años en los que se despertó la curiosidad por todo lo que se veía en ese gran escaparate

hacia el exterior que era la televisión, aunque bajo el filtro de una censura que, cada vez más, se iba

debilitando. En un nuevo contexto aperturista la Ley de Prensa de 1966 eliminaba la censura, no obstante el

Gobierno se reservaba el derecho de sancionar a todas aquellas publicaciones que contuviesen informaciones

que atentasen contra las bases del Estado. Ello llevaría a que los propios periodistas se convirtiesen en

auto-censores de sus propios artículos ante las posibles sanciones. La lectura no había sido una de las

costumbres más arraigadas entre la sociedad. Pero a partir de estos años, los viajes a Francia en busca de libros

y películas prohibidos y de experiencias desconocidas se fueron haciendo más habituales.

“París era la de Dios y Pedro de Tudela encima.” 160

Un entrevistado recuerda una ocasión en la que visitó el país galo en compañía de un amigo y en un

local de variedades les sentaron en una localidad próxima al escenario. Cuando salieron las chicas desnudas y

pasaron cerca de ellos, se ruborizaron tanto que éstas se llegaron a percatar y coquetearon con ellos. Concluyó

que volvían muy afectados pues se daban cuenta de la represión que sufrían.

“Estábamos reprimidos.” 161

No era tan fácil salir al extranjero entonces, por lo que muchos tenían que conformarse con lo que de

allí llegaba al Estado. Por ejemplo, el turismo. Una entrevistada nos cuenta como le impactó el turismo y el

cambio que supuso en su mentalidad.

“Después ya empezó a llegar el turismo y empezamos a ir a Benidorm. Yo reconozco que para mí fue una cura

mental porque veo a esa gente, pues eso, tan desinhibida y así, pues para mi aquello me hizo mucho bien. Porque

la rigidez que teníamos aquí, en las costumbres, en las relaciones y ver aquello tan abierto y tan natural, fue

estupendo. Eso fue en los últimos años 60. Ahí empezó..., fuimos todo el país a la vez” 162.

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Imagen 154. El baile de la plaza.

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En los años 60 las primeras discotecas hicieron entrada en Llodio. Amayur y Gacela más tarde, fueron

artífices de una nueva concepción del divertimento y la forma de hacer fiesta. El baile de la plaza para muchos

acabó siendo algo obsoleto y fue perdiendo atractivo entre los jóvenes. Ya en el año 65 un documento

municipal hace alusión a “la escasa predisposición de la juventud llodiana hacia su propia plaza y con ello el inevitable y

costoso esfuerzo económico y técnico que nuestra empresa se ve obligada a realizar para conseguir atraer hacia Llodio la juventud

de otros pueblos” y que “las cuatro salas de espectáculos que actualmente se ven abarrotadas en el pueblo y cuyas funciones, al

terminar a las nueve y cuarto o nueve y media, eliminan la posibilidad de bailar en la plaza” 163.

A las discotecas venían grupos musicales de actualidad y también ofrecían espectáculos diferentes. La

música fue una verdadera revolución. Las tendencias del exterior llegaban de la mano de los Rolling Stones y

los Beatles y con ellas nacieron grupos como Los Raros, el primero en Llodio, debutando el 15 de agosto de

1967 con una presentación ante los medios en el parque del Marqués.

La juventud del momento empezaba a cambiar las formas tradicionales de vida. “Eran activos y tenían

espíritu,” 164 hasta el punto de organizar una de las primeras manifestaciones que se dieron en Llodio en la que

se protestaba por la cuota adicional que se quiso cobrar una vez en el baile. La juventud, menos conformista

que la de generaciones anteriores, reaccionó manifestándose.

“Una manifestación era gran despropósito, ¡era la hostia!” 165

Así las cosas, la sociedad llodiana se iría transformando al ritmo de los acontecimientos que se sucedían

día a día hasta llegar a convertirse en lo que es en la actualidad. A través de este apartado hemos intentado

enmarcar socialmente el pueblo de Llodio en una época determinada, el franquismo. Un pueblo construido

durante generaciones por nuestras familias, las cuales han sabido adaptarse a la época a pesar de los

contratiempos.

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Imagen 155. Parejas de baile.

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Imagen 156. Cartel anunciador. El Correo Español del Pueblo Vasco.