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FacultaddeHumanidadesyCienciasdelaEducación
Trabajo Fin de Grado
De Eurípides a la narrativa moderna: algunas claves para entender la tradición
clásica en la literatura moderna
Estudiante: Mª Del Carmen Cobo Molina Tutorizado por: José Luis de Miguel Jover Departamento: Lenguas y Culturas mediterráneas
Junio, 2016
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1. Índice
Índice………………………………………………………………………………………2
Resumen y palabras clave………………………………………………………………....3
Introducción……………………………………………………………………………….4
Introducción a la tragedia griega de Eurípides……………………………………………5
Hipólito de Eurípides………………………………………………………………….....11
Pasión erótica en Hipólito………………………………………………………..13
De Eurípides a la actualidad……………………………………………………………..16
Personaje de Fedra en el teatro del siglo XX…………………………………….16
La obra de Hipólito en otro autores……………………………………………...17
Fernando de Rojas, La Celestina………………………………………...17
Juan Valera, Pepita Jiménez……………………………………………..19
Mario Vargas Llosa, Elogio de la Madrastra……………………………20
La obra de Hipólito en otras artes………………………………………………..23
Conclusión……………………………………………………………………………….30
Bibliografía………………………………………………………………………………31
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2. Resumen y palabras clave
El siguiente trabajo trata del análisis de la tragedia de Eurípides titulada Hipólito.
Introduciremos al autor así como el género al que pertenece. Indagaremos en la pasión erótica
que contiene la obra y su influencia en autores como Fernando de Rojas, con La Celestina,
Juan Valera en Pepita Jiménez o Mario Vargas Llosa con Elogio de la Madrastra. También
veremos como la obra que relata el mito de Hipólito y Fedra tiene peso en el ámbito de la
pintura.
Palabras clave: tragedia, Eurípides, Hipólito, Fedra, influencia.
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3. Introducción
Nos proponemos exponer cuales son los objetivos del presente trabajo y hacer un
pequeño recorrido para introducirnos en el tema tratado.
En primer lugar, la realización de este trabajo ha sido llevada a cabo para dar una
visión de uno de los autores más importantes de la época clásica, Eurípides. Su forma de
escribir fue toda una innovación en la época, ya que no seguía los parámetros establecidos.
Estudiaremos como surge el género de la tragedia y haremos un recorrido a través de nuestro
autor hasta llegar a la actualidad.
En segundo lugar, analizaremos la obra Hipólito, una de las más importantes del autor
trágico. La estudiaremos desde la pasión erótica que hay en la obra. Seguidamente haremos
un repaso por diferentes autores en los que la obra de Eurípides ha servido de inspiración,
entre los que se encuentran Miguel de Unamuno, Fernando de Rojas, Juan Valera o Mario
Vargas Llosa. Veremos cómo estos autores se inspiran en el Hipólito y recrean el mismo
argumento en sus obras.
Brevemente para finalizar, enunciamos algunas obras pictóricas en las que se muestran
algunos de los pasajes de la obra del autor clásico.
Con esto queremos dar a conocer nuestro objetivo, que no es otro que inculcar que los
autores de la Antigüedad Clásica siguen presentes en nuestra sociedad, en muchos más
ámbitos de los que nos podemos imaginar. Por ello, deben ser estudiados y debemos darle la
importancia que se merecen.
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4. Introducción a la tragedia griega de Eurípides
La tragedia, género típicamente ateniense, surge en el siglo VI a.C. y logra su máximo
esplendor en el siglo V. La tragedia, tragodía en griego, significa «canto en ocasión del
sacrificio de un macho cabrío», así como comedia, komodía en griego, podemos definirlo
como «canto de procesión» (Zimmermann, 2012).
Como argumenta Zimmermann (2012), el término tragedia alude a los orígenes de la
cultura griega en muchos de los sacrificios que se producían y a los ritos que se ligaban a
estos. Dichos sacrificios reunían a parte de la sociedad, y en ellos se producía el exterminio de
un animal, o incluso de un hombre, por el bien de la comunidad. “La represión del acto de
matar, innata a la naturaleza humana y superada en el sacrificio, refleja muchas peculiaridades
de los ritos sacrificiales griegos” (Zimmermann, 2012).
Algunos rasgos de las tragedias del siglo V, como la utilización de máscaras en los
actores, el coro o tragedias en cuyo contenido está presente la muerte, se conservan desde los
orígenes prehistóricos del género (Zimmermann, 2012).
Según Zimmermann (2012), Eurípides vuelve la mirada en su tragedia hacia el origen
del teatro griego, es decir, hacia el culto a Dioniso, dios del teatro, y los ritos que se asocian a
esta divinidad. El autor une los ritos de sacrificios y las celebraciones litúrgicas a partir de las
cuales se desarrolla la forma artística de la tragedia.
La figura de Dioniso constituye el núcleo de las piezas que forman el final del drama
ático clásico y que se transformarán en el símbolo del teatro europeo. Así, encontramos de
nuevo en el teatro los géneros dramáticos griegos, por lo que el drama, además de la filosofía
y la retórica griega, representan lo que nos queda de la Antigüedad y continúan todavía
vigentes en el presente, entrecruzando los diferentes círculos culturales europeos
(Zimmermann, 2012).
Vemos por otra parte como Aristófanes con sus comedias y Eurípides con sus
tragedias nos muestran dos maneras diferentes y contrarias de cómo debe enfocarse la
tragedia griega. Empieza a constituirse la idea de lo dionisíaco, lo irracional, que representaba
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la parte más oscura de la cultura griega, la cual dirige este horror mediante una forma rígida.
(Zimmermann, 2012).
Las tragedias se organizan según la diferenciación entre las partes habladas y las
partes cantadas. Las partes habladas están destinadas a los actores, mientras que las partes
cantadas pertenecen al coro. De esta diferenciación surge la estructura típica de una tragedia.
El coro es el encargado de dividir la tragedia en partes: el prólogo1, parte anterior a la
párodos2, los epeisódia3, partes entre los distintos stásima4, y la éxodos5, la parte posterior al
último stásimon (Zimmermann, 2012).
En cuanto a la transmisión de la tragedia griega vemos diferentes adversidades, debido
a la desaparición de los textos originales o a los acontecimientos políticos originados en esa
época. Ya en la época helenística había interés en determinados autores según las demandas
del teatro, así como la preferencia de ciertos autores, por lo que Eurípides fue muy comentado
y editado. En la época del Imperio Romano las tragedias nos llegan en recopilaciones en
ediciones (Zimmermann, 2012).
Eurípides, poeta trágico por antonomasia, es el más joven de los tres grandes clásicos
griegos junto con Sófocles y Esquilo. Nos han llegado diecinueve piezas completas y
numerosos fragmentos de su obra. Observamos como Eurípides trató de acercar el verso al
lenguaje hablado (Zimmermann, 2012).
Según nos dice Zimmermann (2012), “la fuente más importante de comentarios sobre
las tragedias de Eurípides son las comedias de Aristófanes, que reprocha al trágico que
1 Prólogo: parte de iniciación a un drama, antes de la entrada del coro (Zimmermann, 2012). 2 Párodos: entrada, o canto de entrada, del coro (Zimmermann, 2012). 3 Epeisódium: parte de un drama comprendida entre dos cantos corales (episodio)
(Zimmermann, 2012). 4 Estásimo: «canto de pie» del coro, es decir, todos los cantos corales que se ofrecen después
de que el coro ocupa su sitio en la orquestra (Zimmermann, 2012). 5 Éxodos: literalmente partida; parte que termina un drama y sigue al último coral
(Zimmermann, 2012).
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descuida constantemente lo que es propio de la tragedia, es decir, que vulnera el decorum del
género”.
Vemos como las piezas de Eurípides se engloban en espacios y ambientes sencillos, en
los que pone en escena a mujeres llevadas por pasiones indecentes, descomponiendo así su
público. A este autor le interesa más la forma que el contenido. Por lo tanto, observamos tres
puntos significativos de Eurípides: abundancia de los papeles femeninos, el exceso de retórica
y el aburguesamiento del género de la tragedia (Zimmermann, 2012).
Podemos subrayar que en las obras de Eurípides, como nos muestra Zimmermann
(2012), aparecen figuras femeninas que sobresalen por encima de los masculinos y estos
quedan en un marco secundario. Así podemos ver a Alcestis, que se sacrifica por su esposo; a
Fedra, prisionera de amor por su hijastro Hipólito que lucha contra sus sentimientos sin
esperanza; Medea, que asesina a sus propios hijos a causa de la infidelidad de su esposo, etc.
Estos personajes están movidos por un sentimiento muy pasional que les impulsa a
sacrificarse por otros.
De acuerdo con Zimmermann (2012), Eurípides indaga en la psique de la mujer y nos
muestra la diferencia entre el pensamiento masculino y el femenino. Nuestro autor reemplaza
el drama satírico por tragedias con happy end y escenas sarcásticas, como por ejemplo en
Alcestis o Medea.
En la obra de Alcestis, cuyo drama gira alrededor del dios Apolo, vemos como
Alcestis, tras estar felizmente casada, muere por su esposo. Aquí la obra se divide en dos y es
el coro quien lo marca. En una parte vemos como Alcestis se despide de su familia, mientras
que en la segunda parte aparecen representados en escena los sentimientos de su marido, el
cual se lamenta por la muerte de su esposa. Podemos ver al final del cuento que los valores
masculinos están por encima del sacrificio que realiza la amada (Zimmermann, 2012).
En Medea también se analiza la oposición entre lo masculino y lo femenino. Esta obra,
que toma su argumento de la leyenda de los Argonautas, es una de las tragedias más célebres
de Eurípides. Esta pieza comienza con el abandono de Medea. Volvemos a contemplar como
el autor resalta el personaje femenino, desde el comienzo de la obra hasta el final
(Zimmermann, 2012).
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Otra de las características de las tragedias de Eurípides que Zimmermann (2012) nos
muestra es la diferenciación entre la teología y la dramaturgia. La relación entre hombre-dios
es relativamente moderna. A diferencia de Sófocles y Esquilo, en las tragedias de Eurípides,
el hombre se representa con falta de entendimiento hacia los dioses, es decir, el hombre no
encuentra sentido a su sufrimiento, está dominado por los dioses. Esto lo vemos reflejado
perfectamente en la obra de Hipólito. Zimmermann (2012) nos explica que “los hombres son
simples piezas de ajedrez en el tablero divino; sus planes y sus actos están condenados al
fracaso y producen el efecto contrario a sus intenciones”. Así como también lo refleja en
obras como Heracles furioso o en Las Bacantes, donde la distancia entre hombre y dios es
indudable.
Eurípides ejerce una influencia clara posterior. Así, lo vemos en Sócrates en lo que
concierne a las normas sociales y religiosas e incluso en Las Ranas de Aristófanes. La idea y
la temática de las obras de Eurípides ejercen influencia en la comedia del siglo IV, en la
llamada «comedia media» (Zimmermann, 2012).
Los comediógrafos del siglo IV ponen la mirada en obras como Ion. Esta obra influye
en la creación de comedias del período helenístico hasta nuestros días. “Niños expuestos del
mejor de los linajes, intrigas y reconocimientos, y una trama complicada rica en sorpresas”
según Zimmermann (2012) es lo que hace que Eurípides siga estando presente.
La tragedia romana también toma influencia del autor griego. Está presente en
ciudades como Italia y Sicilia. Aparece representado con Livio Andronico, Ennio, Nevio o
Accio, autores romanos que tenían preferencia por tragedias cuyo tema tratase sobre las
leyendas troyanas (Zimmermann, 2012).
El gran Ovidio toma de Eurípides las figuras femeninas, sobre todo Fedra y Medea en
sus Heroidas. Según Zimmermann (2012), “sustituye el mundo elevado de la tragedia por la
esfera íntima del amor, y se interroga, desde la perspectiva de la mujer, acerca del mundo y
los valores que representan los elevados géneros de la tragedia y la épica”.
Séneca y su tragedia tomada de Eurípides influye en los autores trágicos franceses del
siglo XVII. La manera que tuvo Eurípides de indagar en el alma de la mujer hizo que Séneca
constituyera su propio pensamiento a cerca del mito trágico (Zimmermann, 2012).
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En lo que atañe a la literatura alemana del siglo XVIII, Eurípides también está
presente. Autores como Christoph Martin Wieland, Friedrich Schiller o Johannes Wolfgang
von Goethe traducen sus obras, como por ejemplo Helena, Ion o incluso algunas escenas de
Las Fenicias. En opinión de Zimmermann (2012), “Schiller admiraba a Eurípides sobre todo
a causa de las «colisiones de pasiones» presentes en sus tragedias y la «multiplicidad infinita»
de su obra, en la cual, sin embargo, se transparentaba siempre una «unidad de la misma forma
humana»”. Vemos por lo tanto, en obras como Braut von Messina (La novia de Mesina) de
Schiller clara influencia del autor griego.
Ejerció influencia en pensadores como Nietzsche, en su obra Nacimiento de la
tragedia. El filósofo coincide con Aristófanes en Las Ranas, pues nos habla «del principio
criminal del socratismo estético», que como bien afirma Zimmermann (2012), “estaría
dirigido en contra de lo dionisiaco en la tragedia, y cuyo representante principal es para él
Eurípides, el más joven de los tres trágicos griegos experimentó un nuevo renacer en el siglo
XX”.
Por último, Eurípides también deja huella en algunas óperas como Ägyptische Helena
(Helena egipcia) de Hugo von Hofmannsthal o Freispruch für Medea (Absolución para
Medea) de R. Liebermann. Obras en las que podemos observar la diferenciación entre lo
masculino y lo femenino y la indagación que hace Eurípides en la psique femenina
(Zimmermann, 2012).
Por lo que afecta a la relación entre tragedia y mito, observamos la relación que existe
entre la tragedia griega y el culto, cosa que da lugar a que los poetas trágicos tomaran del mito
las ideas que plasmarán en sus obras. En griego antiguo el significado de mito es «palabra»,
«historia», «narración» y no se distingue entre historias de dioses y de héroes (Zimmermann,
2012).
Platón diferencia en su obra La República entre mitos grandes y mitos pequeños. Los
primeros son los que utilizan los poetas en contadas ocasiones para un gran público, mientras
que los mitos pequeños son los narrados a los niños por sus madres o niñeras (Zimmermann,
2012).
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Platón define el mito como “relato que pasa de generación en generación y cuyos
orígenes no son claramente determinables, pero que en alguna fase de su transmisión es
puesto en forma literaria por un autor” (Zimmermann, 2012: 96).
A pesar de la cantidad de mitos que existen, hubo algunos que tuvieron un éxito
infinito debido a la preferencia que le dieron los trágicos griegos. Son sobre todo las historias
concernientes a la Guerra de Troya. Algunos autores que crearon sus propias versiones de
estos mitos son Homero, Píndaro o Sófocles (Zimmermann, 2012).
Según nos dice Zimmermann, (2012) los autores trágicos no ofrecían contenido nuevo
en sus obras, aunque el poeta tiene total libertad para realizar y adaptar su pieza. Esto se debe
a que con la repetición en escena de los mismos mitos, el espectador ya conocía la obra y las
comparaba con otras tragedias del mismo contexto mitológico.
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5. Hipólito de Eurípides
Como ya hemos mencionado anteriormente, Hipólito es una tragedia clásica griega de
Eurípides que está basada en el mito de Hipólito, hijo de Teseo. La obra fue estrenada en las
Dionisias de Atenas en el año 428 a.C y fue galardonada con un primer premio.
La historia tiene dos precedentes: un primer Hipólito de Eurípides, llamado Hipólito
velado, que causó un gran escándalo ya que presentaba a Fedra como una enamorada que se
declaraba abiertamente, le confiesa su amor a su hijastro en escena, quien se tapaba con un
velo por la vergüenza que sentía. En segundo lugar, la Fedra de Sófocles y por último, la
tragedia de Eurípides que hoy en día se conserva, en el que se ve el amor de Fedra hacia
Hipólito por causa de Afrodita. Esta última versión es llamada por los antiguos
‘Estefanóforos’, es decir, “que porta la corona”. La primera versión de la obra presentaría,
según los testimonios que nos han llegado, que el personaje de Fedra estaría mejor construido,
mucho más fuerte que el de ahora y que podría tener relación con algunos de los personajes
femeninos de Sófocles, como por ejemplo Antígona.
La historia de Hipólito se desarrolla en la ciudad de Trecén. Hipólito es un joven
cazador casto y devoto de la diosa Ártemis que desprecia el culto a Afrodita. A causa de esto,
Afrodita traza un plan para matar a Hipólito y Fedra. Hace que Fedra, madrasta de Hipólito,
conciba un gran amor pasional por su hijastro, hasta tal punto de ser un amor enfermizo.
“Agobiada por la enfermedad, tiene su cuerpo en el lecho, dentro de la casa, y velos ligeros
que dan sombra a su rubio cabello. Oigo que lleva tres días sin acercar comida a su boca y
mantiene su cuerpo puro del fruto de Deméter, deseando arrastrarse, por causa de un dolor
oculto, hacia el desgraciado fin de la muerte” (vs. 134‐141).
Fedra le cuenta su problema a la nodriza, y esta, para intentar ayudarla, informa a
Hipólito de lo sucedido. El protagonista se enoja tanto que Fedra escucha los gritos, y ve que
la única solución es la muerte. La nodriza le cuenta lo sucedido y se suicida ahorcándose, pero
deja una tablilla en la que culpa a Hipólito de haberla seducido.
“Hipólito: ¡Oh tierra madre y rayos del sol, qué palabras he oído que ninguna voz se atrevería
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a pronunciar!
Nodriza: Calla, hijo, antes de que nadie oiga tus gritos.
Hipólito: No es posible callar, después de haber oído cosas terribles
Nodriza: (Arrojándose suplicante a sus pies) Calla, te lo suplico por tu bella diestra.” (vs‐ 601
605)
En ese momento, Teseo regresa encontrándose con el cadáver de su esposa y lee la
tablilla. Ante dicha situación, Teseo desesperado entra en cólera e invoca a Poseidón. Hipólito
se defiende ante su padre pero no consigue convencerlo por lo que Teseo destierra a su hijo.
Hipólito, ante la situación, parte de su tierra en un carro tirado por caballos. Este, en su
camino, se encuentra cerca del mar donde aparece una ola gigante que albergaba un toro que
sobresalta a los caballos derribando el carro y arrastrado a Hipólito, quien es golpeado
violentamente, hasta tal punto de dejarlo en un estado agonizante.
Aparece Ártemis y explica a Teseo todo lo sucedido. Le cuenta que todas las
desgracias que se han desarrollado es obra de Afrodita, la culpable del enamoramiento hacia
su hijastro. Le reprocha que haya acudido a Poseidón sin buscar la verdad.
Así, la historia termina con el encuentro de Teseo con el cuerpo de su hijo, el cual
perdona a su padre antes de morir.
El coro, cada vez tiene menos importancia en las tragedias de Eurípides. Sirve, como
ya hemos visto, como portavoz entre las relaciones de los dioses y los hombres y nos refleja
temas cotidianos como la situación de la mujer, entre otros. Eurípides utiliza el coro para
separar los actos. Sin embargo, en Hipólito, el coro tiene un papel relevante, pues es el indaga
sobre la situación de Fedra.
Otra característica que encontramos en la obra es la caracterización del personaje de la
nodriza como un personaje principal, es decir, un personaje “menor” que goza del mismo
prestigio que los protagonistas.
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Algo muy característico de la obra de Eurípides es el tratamiento que le da psique de
la mujer. Podemos decir que Eurípides es el primer psicólogo del teatro occidental, ya que
enfoca el problema desde el ámbito de las pasiones y lo refleja a la perfección en esta obra.
5.1. Pasión erótica en Hipólito
El concepto de amor como enfermedad está presente en la literatura griega, aunque los
conceptos de amor y enfermedad no eran muy claros. El poeta se limitaba a enunciar los
síntomas que el protagonista padecía como consecuencia de su amor, pero nunca el cuadro
clínico, de modo que se hablaba de sufrimiento o pasión, pero nunca de enfermedad, es decir,
los poetas hablaban de lo que observaban, de los síntomas que el amor causaba, pero no lo
identificaban con una enfermedad (Cabello Pino, 2012).
Sin embargo, Hipócrates realizó importantes avancen en la ciencia médica en el siglo
V a.C y condicionaron el concepto de la enfermedad de amor. Es a partir de este momento
cuando la literatura comienza a categorizar la enfermedad del amor como tópico literario
(Cabello Pino, 2012).
El tópico basado en la metáfora el amor es una enfermedad se ha trasmitido desde la
literatura griega hasta la tradición occidental, y en la obra Hipólito de Eurípides se observa a
la perfección, por lo que nos permite realizar un estudio muy interesante (Márquez Guerrero,
2004).
Dentro de la metáfora el amor es una enfermedad, podemos diferenciar un subtipo
llamado el amor es una locura. Esto representa el amor como un proceso morboso en el que
podemos incluir también el amor es una herida. Esta herida simboliza el enamoramiento
como “un flechazo”, mientras que la enfermedad de amor se ajusta a los daños que sufre el
amante por un amor que no es consumado (Márquez Guerrero, 2004).
En este apartado vamos a explicar cómo la metáfora el amor es una enfermedad se
convierte en tópico, y del cual podemos encontrar algunos ejemplos en la poesía arcaica
griega. Curtius describe, entre otros temas, el tópico del locus amoenus. Observamos pues la
evolución del tópico desde la Antigüedad hasta la Edad Moderna (Márquez Guerrero, 2004).
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En Eurípides influye el movimiento racionalista del siglo V. Los críticos han
determinado que la sofistica y la retórica está presente en sus tragedias. Como hemos
señalado anteriormente, en el Hipólito es donde mejor se trata el tema del amor como
enfermedad y el tópico ha sido fijado en dicha obra.
Observamos en la organización de la tragedia que esta metáfora se desarrolla en el
primer episodio y en la párodo (canto de entrada del coro), aunque ya en el prólogo nos da
indicios de lo que será el tema de manos de Afrodita (Márquez Guerrero, 2004).
Según Márquez Guerrero (2004), el coro en la obra tiene un papel importante ya que
es el que nos descubre los síntomas de la enfermedad de Fedra: el deseo de morir, la falta de
apetito, el malestar de la protagonista, etc. El coro hace una serie de hipótesis para intentar
explicar el estado de Fedra. En primer lugar, nos muestra la enfermedad como posesión
divina. En segundo lugar, la enfermedad en tratada como un arrebato de celos.
En cualquier caso, el coro tiene inconvenientes para encontrar una explicación al
estado de Fedra, y es aquí cuando aparece el personaje de la nodriza, caracterizado por cuidar
de la enferma. Comienza una especie de interrogatorio, pues el coro presiona a la nodriza para
que esta indague cual es el mal que tiene Fedra (Márquez Guerrero, 2004).
La nodriza utiliza argumentos contra Fedra, en el que aparece el tema de sus hijos y
sale el nombre de Hipólito. Es en este momento, cuando Fedra entra en un estado de nervios y
finalmente, aunque con vergüenza, queda reflejada la causa de su estado (Márquez Guerrero,
2004).
Seguidamente, intentan buscar una solución. La nodriza como médica de la
enfermedad del amor puede proporcionar filtros que alivien el mal, como el olvido o la
dedicación al estudio de la poesía y filosofía (Márquez Guerrero, 2004).
Vemos como la nodriza, como nos dice Márquez Guerrero (2004), adopta un papel
similar al que realiza Celestina para curar a Calisto, por lo que actúa como mediadora entre
Fedra e Hipólito. Aunque sabe que es peligroso, la nodriza le confiesa a Hipólito el amor de
su madrastra. La medicina proporcionada termina siendo la causa de la muerte de Fedra. Su
única salida es la muerte.
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Se advierte uno de los rasgos más llamativos de la medicina hipocrática, que es la
aceptación del fracaso mediante la muerte. Eurípides pone en boca de Teseo una reflexión
acerca de la medicina y la retórica (Márquez Guerrero, 2004).
Para finalizar, podemos observar en la obra como Eurípides combina las creencias
populares con los avances de la medicina para presentar el amor como una enfermedad, cuyo
desarrollo va desde los inicios de los primeros síntomas, pasando por el desenlace hasta dar
con el tratamiento (Márquez Guerrero, 2004).
Este tópico ha sido tratado en muchas de las obras posteriores, así como podemos ver
su pervivencia en la Edad Media hasta nuestros días. Por ejemplo, lo volvemos a encontrar en
La Celestina o, incluso, en García Márquez, quien en una de sus novelas nos muestra la
confusión entre amor y enfermedad (Márquez Guerrero, 2004).
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6. De Eurípides a la actualidad
Los autores clásicos siempre han sido una fuente de inspiración y los temas tratados en
sus obras siguen siendo el foco principal de muchas de las obras de nuestra actualidad. No
solo influyen en el ámbito de la literatura, sino en todas las artes, desde la pintura, escultura
hasta, incluso, el cine y la música. Por ello, a continuación vamos a realizar una pequeña
síntesis de los autores en los que la obra de Eurípides, Hipólito, ha influido de una u otra
manera.
6.1. Personaje de Fedra en el teatro del siglo XX
Fedra es uno de los personajes más importantes de la obra de Hipólito. Muchos
autores han copiado la idea de Eurípides, incluso sus adversarios. Por ello, a continuación,
vamos a citar una serie de obras que emanan de la pieza del trágico griego.
En primer lugar, podemos mencionar al autor Miguel de Unamuno, que recoge un
mito clásico y selecciona lo que le interesa de los modelos anteriores. La Fedra de Unamuno
se escribe en 1910 y vemos como se plasma el mismo argumento. A diferencia de la obra
clásica, la Fedra de Unamuno es una Fedra cristiana, por lo que tiene que actuar como tal. Es
la innovación personal que Unamuno ofrece a la obra. Es una modernización de Hipólito, de
Eurípides y de Fedra, de Racine, pero con personajes actuales y cristianos.
Seguidamente, vemos como Jacinto Benavente en su obra La Malquerida (1913)
recrea el mismo argumento que vemos en Hipólito. Raimunda, tras quedarse viuda, se casa
con Esteban, quien es rechazado por Acacia, la hija de Raimunda. Ambos, padrastro e hija,
sufren un amor silencioso del cual la madre vive alejada. Todo se complica cuando Esteban se
deshace de los pretendientes de Acacia. Volvemos a ver el tema del amor imposible y, junto a
ello, la solución es la muerte. La influencia es evidente, pues la historia centrada en el amor
padre-hijo que termina de forma trágica vuelve a repetirse.
Así, autores como Domingo Miras con su versión de Fedra en 1972, Julián Gallego
Fedra (1951), M. Lehmann con Otra vez Fedra (1967) o la novela de Ramón Gil escrita en
1978 titulada El doble otoño de mamá bis, subtitulada Casi una Fedra, son algunos ejemplos
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de las diversas interpretaciones del mito clásico, en las cuales vemos el mismo argumento de
la tragedia clásica y en cuya trama se percibe la mirada que estos autores ponen en Eurípides.
6.2. La obra de Hipólito en otros autores
6.2.1. Fernando de Rojas, La Celestina
La Celestina, conocida también como Tragicomedia de Calisto y Melibea es atribuida
a Fernando de Rojas. Puede resultar un poco difícil encuadrarla dentro de un género literario.
Se puede considerar una producción dramática, así como también dentro del género
novelesco. Todos los personajes de la obra tienen gran interés, y a medida que la obra gana
prestigio, la figura de Celestina se sitúa en un primer plano. Junto a este personaje, aparece
también el de Calisto y Melibea, y en un segundo plano los criados (Martos Celestino, 2006).
La primera edición que se conoce aparece en Burgos, en 1499, anónima, sin título y
estructurada en 16 actos. En 1500 aparece una segunda edición en Toledo y en 1501 otra en
Sevilla. Estas dos últimas se presentan tituladas como Comedia de Calisto y Melibea. Se le
atribuye la obra a Fernando de Rojas ya que aparece una carta de “el autor a un su amigo” en
el que el propio Rojas manifiesta que el primer acto se lo encontró ya escrito (Martos
Celestino, 2006).
A continuación vamos a citar algunas de las semejanzas que encontramos entre el
personaje de la nodriza de Fedra y el de Celestina. En la obra de Eurípides es la nodriza la
causante del trágico desarrollo. Fedra se preocupa ante la situación por el escándalo social que
su enfermedad de amor puede causar. Es la nodriza quien comprende estos males y actúa
mediando con Hipólito, ayudando así a que los planes de Afrodita se cumplan. Por lo
consiguiente, vemos como la nodriza, que se representa como confidente y fiel sirvienta se
transforma y es la que traiciona a su señora (Rivabén, 2016).
Tanto en la nodriza de la obra de Eurípides como la alcahueta de Fernando de Rojas
observamos diferentes estrategias que ambas utilizan para intermediar en las relaciones. Las
dos ejercen el papel de confidentes en ambas obra. Actúan como madres-consejeras, por lo
que siempre consiguen que suceda lo que ellas quieran. En el personaje de la nodriza de
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Fedra, solo quiere ser la sirvienta que todo lo sabe. Sin embargo, en el personaje de Celestina,
lo único que le mueve es el poder del dinero. Celestina convierte sus servicios a Melibea en
un negocio, tanto que Celestina se junta con Pármeno y Sempronio, cosa que llevará a un
final trágico a dichos personajes (Rivabén, 2016).
Como dice Rivabén (2016), ambos personajes manejan a la perfección el arte de
persuasión a través de la palabra. Las dos materializan los deseos ajenos: primero lo intuyen y
luego lo sacan a la luz. Ni Fedra ni Melibea quieren confesar su pasión amorosa, pero poco a
poco estos personajes conseguirán su confesión, así como también en ambas obras son las que
pronuncia el nombre prohibido.
Nodriza: ¿Qué dices? ¿Amas, hija? ¿A cuál de los hombres?
Melibea: ¿Cómo se llama?
Celestina: No te lo oso dezir.
Melibea : Di, no temas.
Celestina : ¡Calisto! (…)” (Rojas, 2008 : 449-450)
En lo que concierne al uso de hechicería, ambas obras se sitúan en una época en la que
el uso de la magia es algo común. Los dos personajes son conocedoras de dicho arte y de la
relación que hay entre la magia y la medicina, así como los rituales para curar las
enfermedades de las mujeres. En Eurípides, la nodriza intenta curar a Fedra, al igual que lo
hace Celestina con Melibea, en el acto X, donde Melibea es la enferma y Celestina es el
médico (Rivabén, 2016).
Podemos afirmar así, que ambos personajes juegan un papel destacado en ambas
obras, y percibimos como se ve el influjo de Eurípides en el teatro renacentista español. No
siempre los esquemas teatrales clásicos se reflejan claramente en la narrativa moderna; son
dos géneros muy distintos. La tragedia griega plantea siempre un conflicto que debe ser
resuelto o asumido de algún modo. En Celestina funciona este mismo esquema clásico y tiene
la ventaja de que es una obra dramática. En Hipólito no está una cosa que en Celestina es
clave: el amante que sube por la escala del jardín secreto de Melibea, pero la forma en que
Celestina contribuye a la resolución del conflicto es la misma.
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6.2.2. Juan Valera, Pepita Jiménez
Juan Valera en Pepita Jiménez publicada en 1874 también echa la mirada hacia los
autores clásicos. La trama que hace Eurípides tiene mucho que ver con la obra de Valera, pues
vemos muchas similitudes entre los personajes.
La obra de Juan Valera gira en torno a don Luis, un joven seminarista que vuelve a su
pueblo antes de tomar las ordenes sacerdotales para consagrarse a la vida espiritual y pregonar
la palabra de Dios. Se reencuentra con su padre, don Pedro, tras muchos años sin verse, pues
era su tío, un Deán, el que cuidaba de él. Su padre decide casarse con Pepita Jiménez, una
joven que se convertirá en madrastra de don Luis y por la que este se interesa cada vez más.
Don Luis la analiza profundamente y se da cuenta de que está enamorado de ella y este amor
es correspondido. Ante tal situación decide huir, pero por diversas situaciones no lo hace. La
nodriza le ayuda para tener un encuentro con su amada, Pepita Jiménez, en el cual se consume
su amor. La obra termina cuando son Luis se entera de que su padre estaba al corriente de
todo debido a las cartas que le enviaba su tío. Abandona su vocación sacerdotal y se casa con
la mujer que ama (Sánchez García, 2006).
En los personajes femeninos, vemos como hay una relación clara. Ambas, antes de
sufrir el enamoramiento, eran dos mujeres fieles, respetando siempre su condición. El inicio
de dicha pasión les causa dolor físico (Sánchez García, 2006). Así lo expresa Pepita cuando
dice: “¿No adivina usted mi enfermedad? ¿No descubre usted la causa de mi padecimiento?”
(Juan Valera, 1999: 251).
Según Sánchez García (2006), la solución que ambas piensan es la muerte, aunque a
diferencia de Fedra, Pepita puede salvar su honra, pues puede contraer matrimonio con don
Luis. Así, se refleja ese pensamiento de muerte en la obra de Valera (1999: 294): “Pepita, que
hablaba de morirse, que tenia los ojos encendidos y los párpados un poquito inflamados de
llorar, y que estaba bastante despeinada, no pensó desde entonces sino en componerse y
arreglarse para recibir a don Luis”.
Así mismo, en los personajes masculinos encontramos algunas similitudes. La primera
entre don Luis y el personaje de Hipólito, pues ambos viven apartados de una vida rodeados
de mujeres y su reacción ante la situación es parecida. La segunda, la encontramos entre
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Teseo y don Pedro. Los dos tienen hijos fuera del matrimonio y se presentan como dos
hombres con carácter (Sánchez García, 2006).
Al mismo tiempo, el personaje de la nodriza tiene un papel importante en ambas
obras. Ambas caracterizaciones son muy similares. La nodriza de Fedra tiene un papel muy
relevante y es uno de los personajes con más coherencia de la obra de Eurípides. Antoñosa, la
nodriza de Pepita, también se da cuenta de los amores de su señora (Sánchez García, 2006).
Igualmente, como nos dice Sánchez García (2006), podemos comparar el personaje
del Deán con Ártemis. La diosa es elemental en la obra del trágico griego, junto con Afrodita.
Actúa con lealtad, y es este mismo valor el que caracteriza al Deán a la hora de solucionar el
problema.
Consiguientemente vemos que Juan Valera conocía a la perfección la obra de
Eurípides y así lo establece en su novela. Valera concentra los valores de los personajes
griegos en una obra ambientada en una sociedad totalmente diferente. Se trasmite en ambas
obras como es el personaje femenino el que toma más relevancia, como ya anunciábamos
anteriormente en las características que comprende la tragedia griega de Eurípides (Sánchez
García, 2006).
6.2.3. Mario Vargas Llosa, Elogio de la Madrastra
Elogio de la Madrastra es una novela erótica del escritor peruano Mario Vargas Llosa,
publicada en el año 1988. La mitología clásica nos ha dejado una gran cantidad de obras que
suponen una fuente inagotable de ideas. Esta obra es una reelaboración de la tragedia de
Eurípides que muestra una inversión de Fedra y que supone un cambio de género.
En la obra de Vargas Llosa, encontramos a Lucrecia y Rigoberto, un matrimonio que
practican el sexo de forma continuada a lo largo de toda la novela, aunque no es un amor puro
el que hay entre ellos. Rigoberto tiene un hijo llamado Alfonsito, al que apodan Fonchito.
Entre el hijo y la madrastra hay una relación que va más allá del papel de madre e hijo, es
decir, incesto.
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Volvemos a tener el mismo argumento que nos ofrece Eurípides en su Hipólito.
Tenemos a la madrastra que sostiene una relación con su hijastro. Una vez más la historia de
Fedra e Hipólito vuelve a resurgir en una obra moderna. En la obra de Vargas Llosa será el
hijo, Fonchito, el que releve su amor y lo hará a través de una carta. Lucrecia siente la misma
culpabilidad de Fedra, pero con el tiempo irá desapareciendo. Observamos como el papel
entre padre e hijo se vuelve a repetir (Valero Bernal, 2014).
La reelaboración del mito por parte del autor conlleva un gran trabajo. En este caso,
Mario Vargas Llosa acoge la idea pero expresando algo diferente. Esto lo consigue realizando
una inversión del mito, es decir, no es Lucrecia la que pretende al hijastro, sino que es
Fonchito quien la seduce para luego traicionarla e inculparla ante Rigoberto (Valero Bernal,
2014).
Al inicio de ambas obras, se nos muestra cómo se sienten los personajes. En Vargas
Llosa se nos muestra las consecuencias del enamoramiento de Lucrecia en las que cuando el
hijastro la besa ella se siente así:
“En la intimidad, cómplice de la escalera, mientras regresaba al dormitorio, doña Lucrecia
sintió que ardía de pies a cabeza. “Pero no es de fiebre”, se dijo, aturdida. ¿Era posible que la
caricia inconsciente de un niño la pusiera así? Te estás volviendo viciosa, mujer. ¿Sería el
primer síntoma de envejecimiento? Porque, lo cierto es que llameaba y tenía las piernas
mojadas. ¡Qué vergüenza, Lucrecia, qué vergüenza!” (Vargas Llosa, 2007: 20).
Vemos como esa vergüenza la comparte también Fedra, hasta tal punto que solo
piensa en la muerte como solución a tal problema (Valero Bernal, 2014).
Otra de las similitudes que encontramos en la obra del escritor peruano es el personaje
de la nodriza. En Elogio de la madrastra este personaje aparece representado por Justiniana,
la criada. Esta se da cuenta del amor que hay entre el hijo de Rigoberto y la señora y se lo
cuenta, al igual que hace la nodriza de Fedra con Hipólito.
“‐Pero no me lo acabo de creer. Tan formalito, tan educado, No lo veo haciendo una cosa así.
‐Es que Fonchito se ha enamorado de usted señora ‐suspiró la muchacha, tapándose la boca y
sonriendo‐. No me diga que no se dio cuenta, porque no me lo creo.
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‐Qué adefesios dice Justiniana [...] Algo hay que hacer con este niño. Cortar esos juegos por lo
sano y cuanto antes.
‐No se lo vaya a decir al señor ‐le rogó Justiniana, asustada‐. Se enojaría mucho y tal vez le
pegaría [...]
‐No se lo voy a contar a Rigoberto, claro que no, pero hay que poner punto final a esta
tontería. No sé cómo, pero de inmediato.” (Vargas Llosa, 2007: 58‐59)
En ambos textos la nodriza y la criada se convierten en confidentes de sus señoras.
Estos personajes actúan del mismo modo y se les concede un papel con una situación social
más baja que Fedra y Lucrecia (Valero Bernal, 2014).
Debido a que Mario Vargas Llosa realiza, como ya hemos dicho antes, una inversión
de la obra de Eurípides, coloca el personaje de Lucrecia en la misma posición en la que se
encuentra Hipólito, y la solución que le da es la misma: el alejamiento. Así mismo, en ambas
obras, el personaje del padre está desaparecido (Valero Bernal, 2014).
Como bien nos dice Valero Bernal (2014, la relación que tiene Lucrecia y Fonchito se
establece y tienen varios encuentros pasionales. Es aquí donde el autor peruano se desvía del
mito clásico. Sin embargo, para el final de la novela, vuelve a basarse en la tragedia griega,
por lo que la obra termina con la aparición de Rigoberto, el cual establece una conversación
con su hijo en la que hablan de la relación tan buena que tiene con su madre. El niño elabora
una carta/redacción que lleva como título el mismo que da nombre a la novela, en la que le
cuenta a su padre las fantasías que tiene con su madrastra, ante las cuales el padre le pide
explicaciones:
“‐ ¿Qué significan estas... fantasías ‐tartamudeó, desde la espantosa confusión que le
atenazaba el alma‐. ¿Te has vuelto loco, chiquillo? ¿Cómo has podido inventar unas
suciedades tan indecentes?
[...] don Rigoberto le oyó decir lo que, en medio del horror que helaba su corazón, estaba
esperando que dijera:
‐Pero qué invenciones, papi. Si todo lo que cuento es verdad, si todo eso pasó así, pues.
En ese momento, con una sincronización que imaginó decidida por la fatalidad o por los
dioses, don Rigoberto oyó que se abría la puerta de calle y escuchó la melodiosa voz de
Lucrecia.” (Vargas Llosa, 2007: 176).
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El final de la obra coincide con el final del Hipólito, pues Rigoberto expulsa a
Lucrecia de la casa igual que lo hace Teseo con Hipólito. Esto nos lo muestra a través de un
epílogo en el que se da una conversación entre Alfonso y Justiniana (Valero Bernal, 2014).
6.3. La obra de Hipólito en otras artes
Como ya hemos anunciado antes, los autores modernos escogen su material de la
tradición clásica, por lo que tenemos una cantidad de obras a las que hacen referencia, y están
inspiradas, en obras cuyos autores fueron los artífices de crear maravillosas obras de arte que
aún perduran en nuestro tiempo y de las cuales se siguen creando los mismo temas.
Por lo tanto, a continuación, haremos un repaso por las distintas artes, como es la
pintura y la escultura que toman como tema principal la obra Hipólito de Eurípides.
En el ámbito de la pintura, son numerosos los artistas que recrean en sus obras temas o
motivos vinculados con la obra de Hipólito. Así, vemos por ejemplo los siguientes cuadros:
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El autor Pierre-Narcisse Guérin (1774-1833) representa en su obra a Hipólito y Fedra.
El cuadro se encuentra en el museo del Louvre y su autor es uno de los maestros del
clasicismo
Fedra e Hipólito, Pierre-Narcisse Guérin, 1802.
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Alexandre Cabanel (1823-1889), pintor francés muy importante durante el siglo XX,
utiliza la mitología griega para retratar en sus obras a distintos personajes, como por ejemplo
en este cuadro, donde aparece Fedra. Es un óleo sobre lienzo que se encuentra en el museo
Fabre.
Fedra,AlexandreCabanel,1880
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Muerte de Hipólito, Peter Paul Rubens, 1610
Peter Paul Rubens (1577-1640), diplomático y pintor barroco es el más popular de la
escuela flamenca, en el que prima un estilo con gran sensualidad. En este cuadro vemos como
se representa el momento de la muerte de Hipólito, cuando es derribado por los caballos.
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Muerte de Hipólito, Lawrence Alma-Tadema, 1860
Lawrence Alma-Tadema (1836-1921) fue un pintor neerlandés neoclasicista de la época
victoria. Es conocido por sus cuadros inspirados en el mundo antiguo. En este en particular,
vemos representado el momento de la muerte en el que Hipólito es arrastrado por culpa de los
caballos.
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La muerte de Hipólito, Joseph-Désiré Court, 1825.
Joseph-Dériré Court (1797-1865) también representa la escena de los caballos en la que
Hipólito queda atrapado por las riendas y es arrastrado.
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La muerte de Hipólito, Jean-Baptiste Lemoyne, 1715.
Jean-Baptiste Lemoyne (1704-1778) es un escultor que también trató la obra de
Eurípides. Como en las anteriores pinturas, en esta escultura se vuelve a representar la muerte
de Hipólito en el momento en el que paseaba con el carro de caballos.
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7. Conclusión
Para terminar, podemos decir que la obra del trágico Eurípides ha tenido mucha
relevancia a través de las diferentes épocas. Vemos como autores franceses, italianos,
ingleses, españoles, etc., emanan de sus ideas para elaborar sus propias creaciones.
Eurípides es uno de los autores más importantes de la época clásica, y aún en nuestros
días sigue teniendo esa repercusión que le caracterizó en aquel tiempo. Obras como Medea,
Alcestis o Hipólito, cuyo análisis nos ha ocupado este trabajo, tienen gran magnitud en el
ámbito de la tragedia griega, y en el teatro actual.
Nos siguen llegando reescrituras de diferentes autores que toman la idea principal y su
argumento para plasmarla de una forma renovada y adecuándola a la sociedad moderna, como
hacen Fernando de Rojas en La Celesita, Juan Valera con Pepita Jiménez o Mario Vargas
Llosa con Elogio de la Madrastra.
Esto es así ya que los autores modernos han tenido que conocer la obra del autor
clásico y leerla de primera mano. En pocas palabras, la literatura clásica es de gran
envergadura para conocer y entender la literatura de nuestros días, así pues vemos como todos
los tópicos y rasgos que en ellas encontramos tienen un antecedente que nos llega desde la
Antigüedad.
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8. Bibliografía
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Celestina, en Estudios Humanísticos, 28, pp: 73-118.
Rivabén, Ana Cecilia. (2016), Consejeras, instigadoras y hechiceras: similitudes entre el
personaje de la nodriza, en el Hipólito de Eurípides y el de Celestina, en La Celestina de
Fernando de Rojas, en De ayer a hoy, influencias clásicas en la literatura, pp: 457-464.
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Vargas Llosa, en Revista de investigación y critica estética, 13, pp:297-311.
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Vargas Llosa, Mario. (2007). Elogio de la Madrastra. Barcelona: Tusquets.