Textos tema 4 el movimiento obrero (hmc)

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HMC 1º Bachillerato IES Jaime Ferrán Tema 4: El movimiento obrero (1789-1914) 1 Texto 1: MALAS CONDICIONES LABORALES “Betty Harris, treinta y siete años: me casé a los vientres años y solo después bajé a la mina. No sé leer ni escribir… Arrastro las vagonetas y trabajo desde las seis de la mañana a las seis de la tarde. Hay un descanso de una hora para almorzar y me dan para ello pan y mantequilla., pero nada de beber. Tengo dos niños que aún son muy pequeños para trabajar. (…) tengo puesto un cinturón y una cadena que me pasa entre las piernas y avanzo con las manos y con los pies. Y la galería es muy pendiente y nos debemos coger a una cuerda; cuando no la hay, nos agarramos a todo lo que podemos. En los pozos donde yo trabajo hay seis mujeres y media docena de niños y niñas”. (Dossier de la Documentación Fotográfica: La primera Revolución Industrial). Texto 2: MISERIA FAMILIAR “Hay que admitir que la familia cuyo trabajo está escasamente retribuido solo subsiste con su salario si el marido y la mujer se portan bien, tienen trabajo durante todo el año, no tienen ningún vicio y no soportan más carga que la de dos niños de corta edad. Suponed un tercer hijo, una época de paro, una enfermedad, la falta de ahorros, de hábitos de trabajo o, simplemente, una ocasión fortuita de intemperancia y esta familia se encuentra en el mayor agobio, en una miseria afrentosa…” Cuadro del estado físico y moral de los obreros empleados en las manufacturas de algodón, de lana o de seda. Villermé (1840) Texto 3: DURACIÓN JORNADA LABORAL (…) la duración de la jornada, en todos los lugares en los que se puede trabajar con luz artificial, para ambos sexos y para todas las edades, es de 14 a 15 horas, según las estaciones del año, de las cuales se dedican una o dos horas a la comida y al descanso, lo que reduce el trabajo efectivo a trece horas diarias. Pero para muchos obreros, que viven a media legua o a legua y cuarto de San Quintín, hay que añadir cada día el tiempo necesario para ir de su casa al taller… (Descripción de San Quintín, Francia, por Villermé: Tableau de l´´etat physique et moral des ouvriers employés dans les manufactures de coton, de laine et de soie, 1840)

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Tema 4: El movimiento obrero (1789-1914) 1

Texto 1: MALAS CONDICIONES LABORALES

“Betty Harris, treinta y siete años: me casé a los vientres años y solo después bajé a la mina. No sé leer ni escribir… Arrastro las vagonetas y trabajo desde las seis de la mañana a las seis de la tarde. Hay un descanso de una hora para almorzar y me dan para ello pan y mantequilla., pero nada de beber. Tengo dos niños que aún son muy pequeños para trabajar. (…) tengo puesto un cinturón y una cadena que me pasa entre las piernas y avanzo con las manos y con los pies. Y la galería es muy pendiente y nos debemos coger a una cuerda; cuando no la hay, nos agarramos a todo lo que podemos. En los pozos donde yo trabajo hay seis mujeres y media docena de niños y niñas”. (Dossier de la Documentación Fotográfica: La primera Revolución Industrial).

Texto 2: MISERIA FAMILIAR

“Hay que admitir que la familia cuyo trabajo está escasamente retribuido solo subsiste con su salario si el marido y la mujer se portan bien, tienen trabajo durante todo el año, no tienen ningún vicio y no soportan más carga que la de dos niños de corta edad. Suponed un tercer hijo, una época de paro, una enfermedad, la falta de ahorros, de hábitos de trabajo o, simplemente, una ocasión fortuita de intemperancia y esta familia se encuentra en el mayor agobio, en una miseria afrentosa…” Cuadro del estado físico y moral de los obreros empleados en las manufacturas de algodón, de lana o de seda. Villermé (1840)

Texto 3: DURACIÓN JORNADA LABORAL

(…) la duración de la jornada, en todos los lugares en los que se puede trabajar con luz artificial, para ambos sexos y para todas las edades, es de 14 a 15 horas, según las estaciones del año, de las cuales se dedican una o dos horas a la comida y al descanso, lo que reduce el trabajo efectivo a trece horas diarias. Pero para muchos obreros, que viven a media legua o a legua y cuarto de San Quintín, hay que añadir cada día el tiempo necesario para ir de su casa al taller… (Descripción de San Quintín, Francia, por Villermé: Tableau de l´´etat physique et moral des ouvriers employés dans les manufactures de coton, de laine et de soie, 1840)

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Texto 5: ENFERMEDADES LABORALES

“En Tyldesley, cerca de Manchester, los hombres trabajan, incluida la hora de la comida, 14 horas por día, a una temperatura de 80º a 84º Fahrenheit (26,6 a 28.8 º C); la puerta permanece cerrada durante las horas de trabajo, salvo unos treinta minutos para la hora del té; a los trabajadores no se les autoriza a enviar por agua para refrescarse en medio de la atmósfera sofocante de la hilandería; aun el agua de lluvia está bajo candado, por orden del patrón; (…) he aquí las multas que se les imponen (en chelines): Todo hilandero que haya abierto una ventana (1 chelín) Todo hilandero que abandone su telar y deje el gas encendido (2 chelines) Todo hilandero que encienda el gas demasiado temprano (1 chelín) Todo hilandero que haya abierto demasiado su llave de gas (1 chelín) Todo hilandero que silbe durante su trabajo (1 chelín) Political Register, 30 de agosto de 1823

Texto 4: EDAD DE L@S TRABAJADORA/ES “Los tejedores de algodón de las grandes fábricas están más sanos que los otros obreros. En Manchester vimos 300 tejedores, principalmente muchachas trabajando en una sala. Era ésta de cerca de tres cuartos de acre, bien ventilada y luminosa. Apenas se producía polvo por el tejido del algodón. En esta fábrica trabajaban 1500 personas, y más de la mitad tienen menos de quince años. Se dice que no se admite a nadie menor de nueve, pero algunos niños, dado su aspecto, podríamos suponer que tenían uno o dos años menos. Hay pocas personas mayores de treinta en las fábricas de algodón; circunstancia que atribuyen los patronos a los mejores salarios de otros trabajos y la consecuente disminución de obreros cuando alcanza la plenitud de la edad y del vigor. La mayoría de los niños están descalzos. El trabajo comienza a las cinco y media de la mañana y termina a la siete de la tarde, con altos de media hora para el desayuno y una hora para la comida. Los mecánicos tienen también media hora para la merienda, pero no los niños ni otros obreros. Sabemos, por otra parte, que en muchas fábricas no se concede tiempo para el desayuno, aunque el trabajo comienza también a las cinco y media. (…) Muchos [de los trabajadores] parecían no tener más de siete años. Los hombres en su mayoría de dieciséis a veinticuatro años, estaban casi tan pálidos y delgados como los niños. Las mujeres eran las de apariencia más saludable, aunque no vi ninguna de aspecto lozano (...). Aquí vi, o creí ver, una raza degenerada, seres humanos achaparrados, debilitados y depravados, hombres y mujeres que no llegarán a ancianos, niños que nunca serán adultos sanos. Era un espectáculo lúgubre (...). (Charles Turner Thackrah. Los efectos de los oficios, trabajos y profesiones, y de las situaciones civiles y formas de vida, sobre la salud y la longevidad. 1832) “En el Staffordshiere descienden a los pozos a la edad de nueve años, muchas veces incluso a los siete u ocho. (…) Los subterráneos son muy estrechos, el aire está enrarecido, la humedad es extrema, los niños son obligados a trabajar allí normalmente con los pies en el agua” (Informe de Lord Ashley al Parlamento británico, julio de 1842) “Desnuda hasta la cintura, una muchacha inglesa, durante doce y a veces dieciséis horas diarias, tira ayudándose de manos y pies de una cadena de hierro que, sujeta a un cinturón de cuero, se arrastra entre sus piernas enfundadas en pantalones de lona, para transportar cubetas de carbón” (Disraelí: Sybil, or the Two Nations. 1845)

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Texto 7: TESTIMONIO DE UN OBRERO

“Tenía yo siete años cuando comencé a trabajar en la fábrica. Las horas de trabajo eran de cinco de la mañana a ocho de la noche, con una pausa de treinta minutos al mediodía para descansar y comer. En esta fábrica había cincuenta niños de mi edad poco más o menos. Con frecuencia caían enfermos a causa del trabajo tan pesado”. Testimonio de un obrero inglés en 1832.

Texto 8: TRABAJO INFANTIL

"Trabajo en el pozo de Gawber. No es muy cansado, pero trabajo sin luz y paso miedo. Voy a las cuatro y a veces a las tres y media de la mañana, y salgo a las cinco y media de la tarde. No me duermo nunca. A veces canto cuando hay luz, pero no en la oscuridad, entonces no me atrevo a cantar. No me gusta estar en el pozo. Estoy medio dormida a veces cuando voy por la mañana. Voy a escuela los domingos y aprendo a leer. (...) Me enseñan a rezar (...) He oído hablar de Jesucristo muchas veces. No sé por qué vino a la tierra y no sé por qué murió, pero sé que descansaba su cabeza sobre piedras. Prefiero, de lejos, ir a la escuela que estar en la mina."

Declaraciones de la niña Sarah Gooder, de ocho años de edad. Testimonio recogido por la Comisión Ashley para el estudio de la situación en las minas, 1842

Texto 9: TRABAJO EN LAS FÁBRICAS

"Tuve frecuentes oportunidades de ver gente saliendo de las fábricas y ocasionalmente atenderles como pacientes. El pasado verano visité tres fábricas algodoneras (…) de Manchester y no fuimos capaces de permanecer diez minutos en la fábrica sin empezar a jadear por falta de aire. ¿Cómo es posible que quienes están condenados a permanecer ahí doce o catorce horas lo soporten? Si tenemos en cuenta la temperatura del aire y su contaminación no puedo llegar a concebir como los trabajadores pueden soportar el confinamiento durante tan largo periodo de tiempo."

Declaraciones efectuados por el Dr. Ward de Manchester en una investigación sobre la salud en las fábricas textiles en marzo de 1.819

Texto 10: TRABAJO EN CATALUÑA

La edad de 6 años para empezar a trabajar es la general, no solo en Cataluña sino en los demás centros fabriles de España, como Alcoy, Granada, Antequera, Valencia y Valladolid. En estas regiones (…) trabajan de doce a trece horas, ganan muy poco y se les trata muy mal. Últimas pinceladas de este cuadro sombrío de miseria y explotación es el detalle que se nos suministra por persona fidedigna, de que las infelices criaturas de 6 años que para llegar al trabajo necesitan recorrer largas distancias, se duermen a cada momento en las fábricas de la alta montaña de Cataluña, instaladas a orillas de los ríos, y en las cuales se trabaja de día y de noche, alternando por grupos. (Informe de L. Aner sobre el trabajo infantil, presentado ante la Comisión de Reformas Sociales, 1883)

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Texto 11: El ludismo. (…) y como estamos convencidos totalmente de que tal Ley fue obtenida de la manera más fraudulenta, interesada y electoralista, y de que el Honorable Parlamento de Gran Bretaña fue engañado en cuanto a los motivos e intenciones de las personas que obtuvieron tal Ley, en consecuencia nosotros, los tejedores, por la presente declaramos la susodicha Ley nula y sin efecto para cualquier pretensión de las personas infames y embaucadoras a las que esta Ley ha permitido hacer manufacturas fraudulentas para deshonra y ruina total de nuestro negocio. Y (…) por la presente (carta) declaramos a todos los fabricantes de punto y propietarios de telares que romperemos y destruiremos toda clase de telares que hagan los siguientes artículos falsos y cualesquiera telares que no paguen los precios normales que en los sucesivo acuerden los Maestros y Oficiales, (…) serán invariablemente destruidos… Otorgada por mi mano este primer día de Enero de 1812. Dios proteja a la industria. Oficina de Ned Lud. Bosque de Sherwood (Declaración de los tejedores ingleses, 1812)

Texto 12: El Luddismo «En la tarde del viernes, alrededor de las cuatro, un numeroso grupo de revoltosos atacó la fábrica de tejidos pertenecientes a los señores Wroe y Duncroft, en West Houghton (...), y, encontrándola desprotegida, pronto se apoderaron de ella. Inmediatamente la incendiaron y todo el edificio con su valiosa maquinaria, tejidos, etc., fue completamente destruido. Los daños ocasionados son inmensos, habiendo costado la fábrica sola 6.000 libras. La razón aducida para justificar este acto horrible es (…) el "tejido a vapor". A causa de este espantoso suceso, dos respetables familias han sufrido un daño grave e irreparable y un gran número de pobres han quedado sin empleo. Los revoltosos parecen dirigir su venganza contra toda clase de adelantos en las maquinarias. ¡Cuán errados están! ¿Qué habría sido de este país sin tales adelantos?» Annual Register, 26 de abril de 1812.

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Texto 12a: NED LUDD, EL FANTASMA por Christian Ferrer

Todo comenzó un 12 de abril de 1811. Durante la noche, trescientos cincuenta hombres, mujeres y niños arremetieron contra una fábrica de hilados de Nottinghamshire, destruyendo los grandes telares a golpes de maza y prendiendo fuego a las instalaciones. Lo que allí ocurrió pronto sería folklore popular. La fábrica pertenecía a William Cartwright, fabricante de hilados de mala calidad pero pertrechado de nueva maquinaria. La fábrica, en sí misma, era por aquellos años un hongo nuevo en el paisaje: lo habitual era el trabajo cumplido en pequeños talleres. Otros setenta telares fueron destrozados esa misma noche en otros pueblos de las cercanías. El incendio y el haz de mazas se desplazó luego hacia los condados vecinos de Derby, Lancashire y York, corazón de la Inglaterra de principios del siglo XIX y centro de gravedad de la Revolución Industrial. El reguero que había partido del pueblo de Arnold se expandió sin control por el centro de Inglaterra durante dos años, perseguido por un ejército de diez mil soldados al mando del general Thomas Maitland. ¿Diez mil soldados? (…) Diez mil soldados. El número es índice de lo muy difícil que fue acabar con los luditas. Quizá porque los miembros del movimiento se confundían con la comunidad. En un doble sentido: contaban con el apoyo de la población, eran la población. Maitland y sus soldados buscaron desesperadamente a Ned Ludd, su líder. Pero no lo encontraron. Jamás podrían haberlo encontrado, porque Ned Ludd nunca existió: fue un nombre propio pergeñado por los pobladores para despistar a Maitland. Otros líderes que firmaron cartas burlonas, amenazantes o peticiones se apellidaban “Mr. Pistol”, “Lady Ludd”, “Peter Plush” (felpa), “General Justice”, “No King”, “King Ludd” y “Joe Firebrand” (el incendiario). Algún remitente aclaraba que el sello de correos había sido estampado en los cercanos “Bosques de Sherwood”. (…)

Si a los acontecimientos que lograron tener en vilo al reino y al Parlamento se los devoró el incinerador de la historia, es justamente porque el objetivo de los luditas no era político sino social y moral: no querían el poder sino poder desviar la dinámica de la industrialización acelerada. Una ambición imposible. Apenas quedaron testimonios: algunas canciones, actas de juicios, informes de autoridades militares o de espías, noticias periodísticas cien mil libras de pérdidas, una sesión del Parlamento dedicada a ellos, poco más. Y los hechos: dos años de lucha social violenta, mil cien máquinas destruidas, un ejército enviado a “pacificar” las regiones sublevadas, cinco o seis fábricas quemadas, quince luditas muertos, trece confinados en Australia, otros catorce ahorcados ante las murallas del castillo de York, y algunos coletazos finales. ¿Por qué sabemos tan poco sobre las intenciones luditas y sobre su organización? La propia fantasmagoría de Ned Ludd lo explica: aquella fue una sublevación sin líderes, sin organización centralizada, sin libros capitales y con un objetivo quimérico: discutir de igual a igual con los nuevos industriales. Pero ninguna sublevación “espontánea”, ninguna huelga “salvaje”, ningún “estallido” de violencia popular salta de un repollo. Lleva años de incubación, generaciones transmitiéndose una herencia de maltrato, poblaciones enteras macerando saberes de resistencia: a veces, siglos enteros se vierten en un solo día. La espoleta, generalmente, la saca el adversario. Hacia 1810, el alza de precios, la pérdida de mercados a causa de la guerra y un complot de los nuevos industriales y de los distribuidores de productos textiles de Londres para que éstos no compren mercadería a los talleres de las pequeñas aldeas textiles encendió la mecha. Por otra parte, las reuniones políticas y la libertad de letra impresa habían sido prohibidas con la excusa de la guerra contra Napoleón, y la ley prohibía emigrar a los tejedores, aunque se estuvieran muriendo de hambre: Inglaterra no debía entregar su expertise al mundo.

Los luditas inventaron una logística de urgencia. Ella abarcaba un sistema de delegados y de correos humanos que recorrían los cuatro condados, juramentos secretos de lealtad, técnicas de camuflaje, centinelas, organizadores de robo de armas en el campamento enemigo, pintadas en las paredes. Y además descollaron en el viejo arte de componer canciones de guerra, a las cuales llamaban himnos. En uno de los pocos que han sido recopilados puede aún escucharse: “Ella tiene un brazo / Y aunque sólo tiene uno / Hay magia en ese brazo único / Que crucifica a millones / Destruyamos al Rey Vapor, el Salvaje Moloch”, y en otra: “Noche tras noche, cuando todo está quieto / Y la luna ya ha cruzado la colina / Marchamos a hacer nuestra voluntad/ ¡Con hacha, pica y fusil!”. Las mazas que utilizaban los luditas provenían de la fábrica Enoch. Por eso cantaban “La Gran Enoch irá al frente / Deténgala quien se atreva, deténgala quien pueda / Adelante los hombres gallardos/ ¡Con hacha, pica y fusil!”. La imagen de la maza trascenderá la breve epopeya ludita. (…)

Las autoridades no sólo querían aplastar la sublevación popular, también buscaban impedir la organización de sectas obreras, en una época en la cual solamente los industriales estaban unidos. Carbonarios, conjurados, la Mano Negra de Cádiz, sindicalistas revolucionarios: en el siglo pasado la horca fue la horma para muchas intentonas sediciosas.

Fuente: FERRER, Ch. (2005): Cabezas de tormenta. La Plata: Terramar, pp. 82-85

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Texto 13: Cartismo

“(…) Pedimos que, en la elaboración de las leyes, pueda ser escuchada sin cortapisas la voz de todos. Cumplimos con los deberes de hombres libres; queremos, pues, tener los derechos. Es por lo que solicitamos el sufragio universal. Este sufragio, para estar libre de la corrupción de los ricos y de las violencias de los poderosos, debe ser secreto (…). Las relaciones entre los diputados y el pueblo, para ser beneficiosas, deben ser estrechas (…). Las elecciones frecuentes son esenciales; solicitamos parlamentos anuales (…). Estamos obligados por las leyes existentes a elegir a nuestros representantes entre hombres incapaces de apreciar nuestras dificultades o que apenas simpatizan con ellas: comerciantes retirados de los negocios y que no sientes las penalidades; terratenientes igualmente ignorantes de los males y de los remedios; juristas que buscan la notoriedad pública en la Cámara sólo para sacar provecho en las cortes de justicia (…)” Petición de los cartistas al Parlamento inglés en 1838.

Texto 13a: Diccionario político y enciclopédico. París. 1842, de E. Duclerc. “La burguesía domina. Ella es la nueva aristocracia, la nobleza del siglo XIX. Por la nobleza entiendo que es independiente, que saca su poder de sí misma, que no necesita la limonas pública; que podría, si quisiera, atender al Estado a sus expensas. La burguesía domina porque maneja todas las fuerzas sociales; porque posee las fuentes de riqueza, los instrumentos de trabajo, el crédito. El gobierno es tributario suyo, igual que la nación. Por ella el pueblo vive; por ella muere. Ella es, en fina, señora y reina del mudno social. Este dominio está consagrado, proclamado por las instituciones políticas. Es la burguesía quien hace la ley y quien la aplica”.

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Texto 15: La Primera Internacional (I) Trabajadores: Es un hecho notabilísimo el que la miseria de las masas trabajadoras no haya disminuido desde 1848 hasta 1864, y, sin embargo, este período ofrece un desarrollo incomparable de la industria y del comercio (…). Después del fracaso de las revoluciones de 1848, todas las organizaciones de partido y todos los periódicos de partido de las clases trabajadoras fueron destruidos en el continente por la fuerza bruta. Los más avanzados de entre los hijos del trabajo huyeron desesperados a la república de allende el océano, y los sueños efímeros de emancipación se desvanecieron ante una época de fiebre industrial, de marasmo social y de reacción política (…). Después de una lucha de treinta años, sostenida con una tenacidad admirable, la clase obrera inglesa (…) consiguió arrancar la ley de la jornada de diez horas (…) La mayoría de los gobiernos continentales tuvieron que aceptar la ley del trabajo inglesa bajo formas más o menos modificadas. Pero estaba reservado a la economía política del trabajo el alcanzar un triunfo más completo todavía sobre la economía política de la propiedad. Nos referimos al movimiento cooperativo, y sobre todo, a las fábricas cooperativas creadas, sin apoyo alguno, por la iniciativa de algunas manos audaces. Al mismo tiempo, la experiencia del periodo comprendido entre 1848 y 1864 ha probado hasta la evidencia que, por excelente que sea en principio, por útil que se muestre en la práctica, el trabajo cooperativo, limitado estrechamente a los esfuerzos particulares y accidentales de los obreros, no podrá detener jamás el crecimiento en progresión geométrica del monopolio, ni emancipar a las masas, ni aliviar siquiera un poco la carga de sus miserias. La conquista del poder político ha venido a ser, por tanto, el gran deber de la clase obrera. Así parece haberlo comprendido ésta, pues en Inglaterra, en Alemania, en Italia y en Francia, se han visto renacer simultáneamente estas aspiraciones y se han hecho esfuerzos simultáneos para reorganizar el partido de los obreros. La clase obrera posee ya un elemento de triunfo: el número. Pero el número no pesa en la balanza si no está unido por la asociación y guiado por el saber. La experiencia del pasado nos enseña cómo el olvido de los lazos fraternales que deben existir entre los trabajadores de los diferentes países y que deben incitarles a sostenerse unos a otros en todas sus luchas por la emancipación, es castigado con la derrota común de sus esfuerzos aislados. Guiados por este pensamiento, los trabajadores de los diferentes países que se reunieron en Saint Martin´s Hall el 28 de septiembre de 1864 han resuelto fundar la Asociación Internacional (…) ¡Proletarios de todos los países, uníos! Karl Marx: Manifiesto inaugural de la Asociación Internacional de Trabajadores, 1864.

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Texto 16: La Primera Internacional (II)

“Considerando: Que la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los mismos trabajadores. Que los esfuerzos de los trabajadores de cara a su emancipación no pretenden nuevos privilegios, sino establecer idénticos derechos para todos. Que la supeditación del trabajador al Capital es el origen de toda esclavitud política, material y moral. Que por ello, la emancipación económica de los trabajadores es el gran objetivo al que habrá que subordinarse como un medio todo movimiento político. Que los esfuerzos desplegados hasta ahora han fracasado por falta de solidaridad entre los obreros (…) Que la emancipación de los trabajadores no es un problema solamente local o regional, sino por el contrario este problema incumbe a todas las naciones civilizadas (…) Por todo ello, los abajo firmantes, miembros del Consejo elegido por la Asamblea de 28 de septiembre de 1864 en el Saint Martin´s Hall de Londres, han adoptado las medidas pertinentes para formar la Asociación Internacional de Trabajadores, y declaran que ésta, así como todas las sociedades e individuos que se adhieran, reconocerán como base de su conducta para con todos los hombres la Verdad, la Justicia y la Moral, sin distinción de color, de creencia o de nacionalidad. Y consideran como un deber reclamar no sólo para ellos los derechos del hombre y del ciudadano, sino también para todos los que cumplan con sus deberes. NO más deberes sin derechos, no más derechos sin deberes”. Karl Marx: Manifiesto inaugural de la Asociación Internacional de Trabajadores, 1864.

Texto 17:

“El desarrollo de la industria debe tener por resultado el aumento del bienestar para todos. Al aumentar la producción cada día por la extensión del empelo de las máquinas, el rico no basta ya para el consumo; es preciso, pues, que el obrero se convierta en consumidor, y, para eso, le hace falta un salario bastante elevado para adquirir, y el tiempo necesario para poseer (…) El hecho material del aumento de la producción por el empleo de las nuevas máquinas y de medios más expeditivos de trabajo bastará para reclamar una reducción de la jornada, necesaria para el reposo del cuerpo; pero, sobre todo, el espíritu y el corazón tienen necesidad de ella (…) la instrucción se nos hace imposible por el empleo de nuestra jornada (…), la familia tendría para nosotros sus encantos y su poder moralizador (…). Los deberes del padre de familia, las necesidades del hogar, las alegrías de la intimidad nos son imposibles y desconocidas, el taller absorbe nuestras fuerzas y todas nuestras horas.” E. Varlin. Circular de 26 de agosto de 1865, dirigida a los patronos y obreros encuadernadores de París.

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Texto 18: Socialismo Utópico (I)

“Al final de la era actual, todos los hombres estarán activamente ocupados en extender por todo el mundo la ciudad de la Nueva Jerusalén, en la que no habrá calles ni caminos, plazas ni pasajes, pues este ambiente urbano es inferior y nocivo. La Tierra estará organizada de forma que toda su extensión constituya una sola ciudad, compuesta de diversas unidades ciudadanas con vida y recursos propios. Cada unidad será un verdadero paraíso y estará en relación con todas las otras ciudades del mundo, de forma que todas ellas compongan como una gran ciudad que se llamará la Nueva Jerusalén o unión de los paraísos sobre la Tierra. Los espacios libres entre las ciudades serán transformados en jardines, bosques o campos y serán todo lo hermoso que el conocimiento del hombre y los medios científicos permitan. Robert Owen. La Nueva Jerusalén, 1857 “Hoy día los niños deben trabajar incesantemente para ganarse la mera subsistencia: no se les ha acostumbrado a diversiones inocentes, sanas e inteligentes; no se les concede tiempo libre (…) No saben lo que es el esparcimiento, solo el cese en el trabajo. Están rodeados de otros niños en las mismas circunstancias, y así, al pasar de la niñez a la juventud, poco a poco se inician, especialmente los hombres, pero a menudo también las mujeres, en los seductores placeres de la droga y la embriaguez; para esto les ha preparado el duro trabajo diario, la falta de mejores costumbres y el vacío total de sus mentes” Robert Owen: observations on the Effect of the Manufactuing System, 1815.

Texto 19: Arts & Crafts

“Y no es solo que Londres y nuestras grandes ciudades comerciales sean meras masas de sordidez, suciedad y asco, con algunos remiendos de monstruosidades pomposas y vulgares, no menos desagradables a la vista y a la mente cuando se sabe lo que significan; no es solo que en Inglaterra hayan desaparecido condados enteros y los cielos se alzan sobre ellos, bajo una costra de mugre indescriptible, sino que ese amor a la suciedad y a la fealdad por sí mismas (que un visitante que llegara de las épocas del arte, la razón y el orden tomaría por enfermedad) se extiende por todo el país, y toda pequeña ciudad-mercado no pierde la oportunidad de imitar, en la medida de lo posible, el majestuoso infierno de Londres y Manchester. ¿Necesito hablaros de los suburbios miserables que se extienden alrededor de nuestras ciudades más hermosas y antiguas? (…) ¿Deberé deciros lo que el lujo ha hecho en la Europa moderna? Ha cubierto los campos verdes y risueños con chozas de esclavos, ha marchitado flores y árboles con gases venenosos, ha convertido los ríos en cloacas; hasta tal punto que en muchos lugares de Gran Bretaña el hombre de la calle ha olvidado lo que es un campo o una flor, y su ideal de belleza es la taberna envenenad por el gas o por un teatro de mal gusto. Y la civilización opina que así van bien las cosas y no se fija en ellas; y los ricos piensan, pues les conviene: “Todo va bien; la gente ya se ha acostumbrado a ello, y mientras puedan llenar sus barrigas con las cáscaras que los cerdos desprecian, bastante hay”.”. William Morris (1834-1896), Arte y Sociedad Industrial.

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Texto 20: Socialismo Marxista

En la manufactura y en el oficio, el obrero se sirve de la herramienta; en la fábrica sirve a la máquina. En los dos primeros casos el movimiento del medio del trabajo dimana del obrero, mientras que en el último es el obrero quien tiene que seguir al movimiento. En la manufactura los obreros son miembros de un mecanismo vivo. En la fábrica existe un mecanismo independiente de ellos al cual se incorporan como secuela viva. “El triste tormento de un trabajo infinito, que se repite siempre el mismo proceso mecánico, se asemeja al trabajo de Sísifo. El peso del trabajo cae, lo mismo que la roca, constantemente sobre el obrero extenuado”. El trabajo mecánico, a la par que mantiene en tensión extrema el sistema nervioso, coarta el juego total del sistema muscular y cohíbe toda actividad corporal y espiritual. El mismo alivio de trabajo se convierte en instrumento de tortura, puesto que la máquina no libera al obrero del trabajo, sino que vacía al trabajo de contenido Toda producción capitalista que sea no solo proceso de trabajo sino a la vez proceso de incremento del capital tiene como característica común el que no es el obrero quien aplica la condición del trabajo , sino que es a la inversa la condición del trabajo quien aplica al obrero; pero solo con la introducción de la maquinaria adquiere esta inversión técnica una palmaria… El código de fábrica, en que el capital forma su autocracia sobre el obrero por su propia ley privada y despóticamente, sin la división de poderes tan a gusto de la burguesía, y sin el sistema representativo, aún más de su agrado es solo la caricatura capitalista de la regulación social del proceso de trabajo, que se convierte en necesaria al implantarse la cooperación en grande escala y el empleo de medios de trabajo comunes, especialmente la maquinaria. El lugar del látigo del esclavo lo ocupa ahora el código penal del capataz. Todas las penas se resuelven naturalmente, en penas pecuniarias y en descuentos de jornal. Y la agudeza legislativa de los Licurgos de fábrica hace que la infracción de sus leyes les procure un rendimiento mayor, si es posible, que su observancia.

Marx, El capital (1867)

Texto 21: conflicto Marx y Bakunin “Marx es un comunista autoritario y centralista. Quiere lo que nosotros queremos: el triunfo de la igualdad económica y social, pero en el Estado y por la fuerza del Estado; por la dictadura de un gobierno provisional, poderoso y, por decirlo así, despótico; esto es, por la negación de la libertad (…). Nosotros queremos ese mismo triunfo de la igualdad económica y social por la abolición del Estado y de todo cuanto se llame derecho jurídico, que, según nosotros, es la negación permanente del derecho humano. Queremos la reconstrucción de la sociedad y la constitución de la unidad humana, no de arriba abajo por la vía de cualquier autoridad, sino de abajo arriba por la libre federación de las asociaciones obreras de todas clases liberadas del yugo del Estado…” Carta de Bakunin a Nabruzzi (1872)

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Tema 4: El movimiento obrero (1789-1914) 11

Texto 22: Anarquismo

No soy verdaderamente libre más que cuando todos los seres humanos que me rodean, hombres y mujeres, son igualmente libres. La libertad de otro, lejos de ser un límite o la negación de mi libertad, es, al contrario, su condición necesaria y su confirmación (…) Es, al contrario, la esclavitud de los hombres la que pone una barrera a mi libertad o, lo que es lo mismo, su animalidad es una negación de mi humanidad, porque –una vez más- no puedo decirme verdaderamente libre sino cuando mi libertad o, lo que quiere decir lo mismo, cuando mi dignidad de hombre, mi derecho humano, que consisten en no obedecer a ningún otro hombre y en no determinar mis actos más que conforme a mis propias convicciones, reflejados por la conciencia igualmente libre de todos, vuelven a mí confirmados por el asentimiento de todo el mundo (…). Es evidente que mientras tengamos un amo en el cielo seremos esclavos en la tierra. Nuestra razón y nuestra voluntad serán igualmente anuladas (…). Toda autoridad temporal o humana procede directamente de la autoridad espiritual o divina. Dios, o más bien la ficción de dios, es pues, la consagración y la causa intelectual y moral de toda esclavitud sobre la tierra, y la libertad de los hombres no será completa más que cuando hayan aniquilado la ficción nefanda de un amo celeste (…). (…) La rebelión es mucho más fácil contra el Estado, porque hay en la naturaleza misma del Estado algo que provoca la rebelión. El Estado es la autoridad, es la fuerza. No se insinúa, no procura convertir; y siempre que interviene lo hace de muy mala gana; porque su naturaleza no es persuadir, sino imponer, obligar. Por mucho que se esfuerce por enmascarar esa naturaleza como violador legal de la voluntad de los hombres, como negación permanente de su libertad. Aun cuando manda el bien, lo daña y lo deteriora, precisamente porque lo manda y porque toda orden provoca y suscita las rebeliones legítimas de la libertad; y porque el bien, desde el momento que es ordenado, desde el punto de vista de la verdadera moral, de la moral humana, o divina, sin duda, desde el punto de vista del respeto humano y de la libertad, se convierte en mal. La libertad, la moralidad y la dignidad del hombre consisten precisamente en esto: que hacen el bien, no porque le es ordenado, sino porque lo conciben, lo quieren y lo aman.

Bakunin: Dios y el Estado. 1871.