Textos Amin Maalouf

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En contra de lo que sucede con los árboles, los caminos no brotan del suelo al azar de las sementeras. Tienen un origen, igual que nosotros. Un origen ilusorio, puesto que una carretera nunca empieza de verdad en sitio alguno; antes de la primera revuelta, algo más atrás, ya había otra revuelta, y otra más. Origen inaprensible, porque en cada encrucijada se han sumado otros caminos que procedían de otros orígenes. Si fuera menester echar cuenta de todas esas confluencias, daríamos cien veces la vuelta a la Tierra. León el Africano. (Final) “Trazo la última palabra en la última página y ya se divisa la costa africana. Blancos minaretes de Gamarth, nobles ruinas de Cartago, a su sombra me espera el olvido, hacia ellos deriva mi vida tras tantos naufragios. El saco de Roma tras el castigo de El Cairo, el fuego de Tombuctú tras la caída de Granada: ¿me atrae la desgracia o la atraigo yo a ella? Una vez más, hijo mío, me lleva este mar, testigo de mis erráticos pasos y que, ahora, te conduce hacia tu primer exilio. En Roma, eras “el hijo del Africano”; en África serás “el hijo del Rumí”. Estés donde estés, querrán hurgar en tu piel y en tus plegarias. ¡Guárdate de halagar sus instintos, hijo mío y guárdate de doblegarte a la muchedumbre! Musulmán, judío o cristiano, que te tomen como eres o que prescindan de ti. Cuando la mente de los hombres te parezca estrecha, piensa que la tierra de Dios es ancha y anchos son Sus manos y Su corazón. No vaciles nunca en alejarte allende todos los mares, allende todas las fronteras, todas las patrias, todas las creencias. En cuanto a mi, he llegado al final de mi periplo. Cuarenta años de aventuras me han vuelto torpes el paso y el aliento. No tengo ya más deseo que vivir, entre los míos, luengos días apacibles y ser, de entre todos los que amo, el primero en marchar. Hacia ese Lugar postrero donde nadie es extraño ante los ojos del Creador”. BIBLIOGRAFIA: León el Africano; Samarcanda; Los jardines de luz; El primer siglo después de Béatrice; La roca de Tanios; Las escalas de Levante; El viaje de Baldassare; Orígenes; Las cruzadas vistas por los árabes; Identidades asesinas, El desajuste del mundo AMIN MAALOUF, LA LITERATURA COMO PUENTE ENTRE CULTURAS Y RELIGIONES León, el Africano (comienzo) “A mí, Hassán, hijo de Mohamed el alamín. A mí, Juan León de Médicis, circuncidado por la mano de un barbero y bautizado por la mano de un papa, me llaman hoy el Africano, pero ni de África, ni de Europa, ni de Arabia soy. Me llaman también el Granadino, el Fesí, el Zayyati, pero no procedo de ningún país, de ninguna ciudad, de ninguna tribu. Soy hijo del camino, caravana es mi patria y mi vida la más inesperada travesía... Por boca mía oirás el árabe, el turco, el castellano, el bereber, el hebreo, el latín y el italiano vulgar, pues todas las lenguas, todas las plegarias me pertenecen. Mas yo no pertenezco a ninguna. No soy sino de Dios y de la tierra, y a ellos retornaré un día no lejano”. Recientemente ha sido galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2010, el escritor Amin Maalouf. A través de sus novelas y ensayos, de una gran belleza literaria y narrativa, el escritor franco- libanés reflexiona sobre la identidad personal como un cruce de caminos o un mosaico hecho de pertenencias múltiples, capaz de vincular y no solo de dividir a personas y pueblos. Para el Jurado que otorga el premio, “Amin Maalouf, desde la ficción histórica y la reflexión teórica, ha logrado abordar con lucidez la complejidad de la condición humana. Con un lenguaje intenso y sugerente, Maalouf nos sitúa en el gran mosaico mediterráneo de lenguas, culturas y religiones para construir un espacio simbólico de encuentro y entendimiento. Frente a la desesperanza, la resignación o el victimismo, su obra traza una línea propia hacia la tolerancia y la reconciliación, un puente que ahonda en las raíces comunes de los pueblos y las culturas.” En esta hoja mensual de Junio-Julio 2010, última del curso, hemos recogido algunos de los textos más significativos de este escritor a quien os invitamos a acercaros (de nuevo o por primera vez) en estos meses de verano y en vuestros días de descanso.

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En contra de lo que sucede con los árboles, los caminos no brotan del suelo al azar de las sementeras. Tienen un origen, igual que nosotros. Un origen ilusorio, puesto que una carretera nunca empieza de verdad en sitio alguno; antes de la primera revuelta, algo más atrás, ya había otra revuelta, y otra más. Origen inaprensible, porque en cada encrucijada se han sumado otros caminos que procedían de otros orígenes. Si fuera menester echar cuenta de todas esas confluencias, daríamos cien veces la vuelta a la Tierra. León el Africano. (Final)

“Trazo la última palabra en la última página y ya se divisa la costa africana. Blancos minaretes de Gamarth, nobles ruinas de Cartago, a su sombra me espera el olvido, hacia ellos deriva mi vida tras tantos naufragios. El saco de Roma tras el castigo de El Cairo, el fuego de Tombuctú tras la caída de Granada: ¿me atrae la desgracia o la atraigo yo a ella?

Una vez más, hijo mío, me lleva este mar, testigo de mis erráticos pasos y que, ahora, te conduce hacia tu primer exilio. En Roma, eras “el hijo del Africano”; en África serás “el hijo del Rumí”. Estés donde estés, querrán hurgar en tu piel y en tus plegarias. ¡Guárdate de halagar sus instintos, hijo mío y guárdate de doblegarte a la muchedumbre! Musulmán, judío o cristiano, que te tomen como eres o que prescindan de ti. Cuando la mente de los hombres te parezca estrecha, piensa que la tierra de Dios es ancha y anchos son Sus manos y Su corazón. No vaciles nunca en alejarte allende todos los mares, allende todas las fronteras, todas las patrias, todas las creencias.

En cuanto a mi, he llegado al final de mi periplo. Cuarenta años de aventuras me han vuelto torpes el paso y el aliento. No tengo ya más deseo que vivir, entre los míos, luengos días apacibles y ser, de entre todos los que amo, el primero en marchar. Hacia ese Lugar postrero donde nadie es extraño ante los ojos del Creador”.

BIBLIOGRAFIA: León el Africano; Samarcanda; Los jardines de luz; El primer siglo después de Béatrice; La roca de Tanios; Las escalas de Levante; El viaje de Baldassare; Orígenes; Las cruzadas vistas por los árabes; Identidades asesinas, El desajuste del mundo

AMIN MAALOUF, LA LITERATURA COMO PUENTE ENTRE CULTURAS Y RELIGIONES

León, el Africano (comienzo)

“A mí, Hassán, hijo de Mohamed el alamín. A mí, Juan León de Médicis, circuncidado por la mano de un barbero y bautizado por la mano de un papa, me llaman hoy el Africano, pero ni de África, ni de Europa, ni de Arabia soy. Me llaman también el Granadino, el Fesí, el Zayyati, pero no procedo de ningún país, de ninguna ciudad, de ninguna tribu. Soy hijo del camino, caravana es mi patria y mi vida la más inesperada travesía...

Por boca mía oirás el árabe, el turco, el castellano, el bereber, el hebreo, el latín y el italiano vulgar, pues todas las lenguas, todas las plegarias me pertenecen. Mas yo no pertenezco a ninguna. No soy sino de Dios y de la tierra, y a ellos retornaré un día no lejano”.

Recientemente ha sido galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2010, el escritor Amin Maalouf. A través de sus novelas y ensayos, de una gran belleza literaria y narrativa, el escritor franco-libanés reflexiona sobre la identidad personal como un cruce de caminos o un mosaico hecho de pertenencias múltiples, capaz de vincular y no solo de dividir a personas y pueblos. Para el Jurado que otorga el premio, “Amin Maalouf, desde la ficción histórica y la reflexión teórica, ha logrado abordar con lucidez la complejidad de la condición humana. Con un lenguaje intenso y sugerente, Maalouf nos sitúa en el gran mosaico mediterráneo de lenguas, culturas y religiones para construir un espacio simbólico de encuentro y entendimiento. Frente a la desesperanza, la resignación o el victimismo, su obra traza una línea propia hacia la tolerancia y la reconciliación, un puente que ahonda en las raíces comunes de los pueblos y las culturas.” En esta hoja mensual de Junio-Julio 2010, última del curso, hemos recogido algunos de los textos más significativos de este escritor a quien os invitamos a acercaros (de nuevo o por primera vez) en estos meses de verano y en vuestros días de descanso.

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Identidades asesinas

“Desde que dejé Líbano en 1976 para instalarme en Francia, cuántas veces me habrán preguntado, con la mejor intención del mundo, si me siento “mas francés” o “más libanés”. Y mi respuesta es siempre la misma: “¡Las dos cosas!” Y no porque quiera ser equilibrado o equitativo, sino porque mentiría si dijera otra cosa. Lo que hace que yo sea yo, y no otro, es ese estar en las lindes de dos países, de dos o tres idiomas, de varias tradiciones culturales. Es eso justamente lo que define mi identidad...

¿Medio francés y medio libanés entonces? ¡De ningún modo! La identidad no está hecha de compartimentos, no se divide en mitades, ni en tercios o en zonas estancas. Y no es que tenga varias identidades: tengo solamente una, producto de todos los elementos que la han configurado mediante una “dosificación” singular que nunca es la misma en dos personas”.

“Igual que otros hacen examen de conciencia, yo a veces me veo haciendo lo que podríamos llamar `examen de identidad´: No trato con ello de encontrar en mí una pertenencia `esencial´ en la que pudiera reconocerme, así que adopto la actitud contraria: rebusco en mi memoria para que aflore el mayor número posible de componentes de mi identidad, los agrupo y hago la lista sin renegar de ninguno de ellos:

Vengo de una familia originaria del sur de Arabia que se estableció hace siglos en la montaña libanesa y que se fue dispersando después, en sucesivas migraciones, por varios rincones del planeta, desde Egipto hasta Brasil, desde Cuba hasta Australia. Tiene el orgullo de haber sido siempre, a la vez, árabe y cristiana, probablemente desde el siglo II ó III, es decir, mucho antes de que apareciera el islam y antes, incluso, de que Occidente se convirtiera al cristianismo.

El hecho de ser cristiano y de tener por lengua materna el

árabe, que es la lengua sagrada del Islam, es una de las paradojas fundamentales que han forjado mi identidad. Hablar el árabe teje unos lazos que me unen a todos los que la utilizan a diario en sus oraciones, a muchas personas que, en su gran mayoría la conocen peor que yo... Por otra parte, mi pertenencia al cristianismo- da lo

mismo si es profundamente religiosa o sólo sociológica- me une también de manera significativa a todos los cristianos que hay en el mundo, unos dos mil millones. Muchas cosas me separan de cada cristiano, como de cada árabe y de cada musulmán, pero al mismo tiempo tengo con todos un parentesco innegable, en el primer caso religioso e intelectual, en el segundo lingüístico y cultural...

Así, al contemplar por separado esos dos elementos de mi

identidad, me siento cercano, por la lengua o por la religión, a más de la mitad de la humanidad; y al tomarlos juntos, simultáneamente, me veo enfrentado a mi especificidad.

Lo mismo podría decir de otras de mis pertenencia: el hecho de

ser francés lo comparto con unos sesenta millones de personas; el de ser libanés, con entre ocho y diez millones si cuento la diáspora... Cada una de mis pertenencias me vincula con muchas personas; y sin embargo, cuanto más numerosas son las pertenencias que tengo en cuenta, tanto más específica se revela mi identidad.” Orígenes. (Introducción)

“Otros habrían hablado de `raices´... Pero no es ese un vocabulario que yo use. No me gusta la palabra `raíces´ y menos aún me gusta la imagen. Las raíces se entierran en el suelo, se retuercen entre el barro, prosperan en las tinieblas; tienen al árbol cautivo desde que nace y no nutren a cambio de un chantaje: “¡Si te liberas, te mueres!”

A los árboles no les queda más remedio que resignarse, necesitan tener raíces; los hombres, no. Respiramos la luz, codiciamos el cielo, y cuando nos hundimos en la tierra es para pudrirnos. La savia del suelo natal no nos entra por los pies para subirnos hasta la cabeza, los pies sólo no sirven para andar. Lo único que importa son los caminos. Ellos nos llevan: de la pobreza a la riqueza, o a otra pobreza; de la servidumbre a la libertad, o a la muerte violenta. Nos prometen, nos transportan, nos impulsan y luego nos abandonan. Y entonces nos morimos, igual que nacimos, a la vera de un camino que no habíamos escogido