TEXTO A

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TEXTO A HARPAGÓN. ¿Refunfuñas entre dientes? FLECHA. ¿Por qué me echáis? HARPAGÓN. ¿Vas a pedirme explicaciones tú, so bigardo? Sal de prisa, antes que te acogote. FLECHA. ¿Qué os he hecho? HARPAGÓN. Pues me has hecho... desear que te marches. FLECHA. Mi amo, vuestro hijo me ha ordenado esperarle. HARPAGÓN. Vete a esperarle a la calle y no permanezcas en mi casa, plantado como un poste, observando lo que pasa y aprovechándote de todo. No quiero tener delante sin cesar un espía de mis negocios, un traidor cuyos condenados ojos asedian todos mis actos, devoran lo que poseo y huronean por todos lados para ver si hay algo que robar. (MOLIÈRE: El avaro. Fragmento) TEXTO B He llegado a saber que en tiempo del califa Harún Al-Rachid vivía en la ciudad de Bagdad un hombre llamado Sindbad el Cargador. Era de condición pobre, y para ganarse la vida acostumbraba a transportar bultos en su cabeza. Un día entre los días hubo de llevar cierta carga muy pesada; y aquel día precisamente hacía un calor tan excesivo, que sudaba el cargador, abrumado par el peso que llevaba encima. Intolerable se había hecho ya la temperatura, cuando el cargador pasó por delante de la puerta de una casa que debía pertenecer a algún mercader rico, a juzgar par el suelo bien barrido y regado alrededor con agua de rosas. Soplaba allí una brisa gratísima, y cerca de la puerta aparecía un ancho banco para sentarse. Al verlo, el cargardor Sindbad soltó su carga sobre el banco en cuestión con objeto de descansar y respirar aquel aire agradable, sintiendo a poco que desde la puerta llegaba a él un aura pura y mezclada con delicioso aroma; y tanto le deleitó, que fue a sentarse en un extremo del banco. Entonces advirtió un concierto de laúdes e instrumentos diversos, acompañados por magníficas voces que cantaban canciones en un lenguaje escogido; […] (Sinbad el Marino, de Las mil y una noches. Fragmento adaptado.) TEXTO C Tu pupila es azul, y cuando ríes su claridad suave me recuerda el trémulo fulgor de la mañana

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TEXTO A

HARPAGÓN. ¿Refunfuñas entre dientes?FLECHA. ¿Por qué me echáis?HARPAGÓN. ¿Vas a pedirme explicaciones tú, so bigardo? Sal de prisa, antes que te acogote.FLECHA. ¿Qué os he hecho?HARPAGÓN. Pues me has hecho... desear que te marches.FLECHA. Mi amo, vuestro hijo me ha ordenado esperarle.HARPAGÓN. Vete a esperarle a la calle y no permanezcas en mi casa, plantado como un poste, observando lo que pasa y aprovechándote de todo. No quiero tener delante sin cesar un espía de mis negocios, un traidor cuyos condenados ojos asedian todos mis actos, devoran lo que poseo y huronean por todos lados para ver si hay algo que robar.

(MOLIÈRE: El avaro. Fragmento)

TEXTO B

He llegado a saber que en tiempo del califa Harún Al-Rachid vivía en la ciudad de Bagdad un hombre llamado Sindbad el Cargador. Era de condición pobre, y para ganarse la vida acostumbraba a transportar bultos en su cabeza. Un día entre los días hubo de llevar cierta carga muy pesada; y aquel día precisamente hacía un calor tan excesivo, que sudaba el cargador, abrumado par el peso que llevaba encima. Intolerable se había hecho ya la temperatura, cuando el cargador pasó por delante de la puerta de una casa que debía pertenecer a algún mercader rico, a juzgar par el suelo bien barrido y regado alrededor con agua de rosas. Soplaba allí una brisa gratísima, y cerca de la puerta aparecía un ancho banco para sentarse. Al verlo, el cargardor Sindbad soltó su carga sobre el banco en cuestión con objeto de descansar y respirar aquel aire agradable, sintiendo a poco que desde la puerta llegaba a él un aura pura y mezclada con delicioso aroma; y tanto le deleitó, que fue a sentarse en un extremo del banco. Entonces advirtió un concierto de laúdes e instrumentos diversos, acompañados por magníficas voces que cantaban canciones en un lenguaje escogido; […]

(Sinbad el Marino, de Las mil y una noches. Fragmento adaptado.)

TEXTO C

Tu pupila es azul, y cuando ríes su claridad suave me recuerda el trémulo fulgor de la mañana que en el mar se refleja.

Tu pupila es azul, y cuando lloras las transparentes lágrimas en ella se me figuran gotas de rocío sobre una violeta.

Tu pupila es azul, y si en su fondo como un punto de luz radia una idea, me parece en el cielo de la tarde ¡una perdida estrella!

(GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER: Rima XIII)