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Teresa de Lisieux: Vocación y vida en el Carmelo JOSÉ D. GAn'ÁN, OCD Madrid Mi intención en estas páginas es fundamentalmente hacer una sencilla síntesis de algunos puntos de referencia importantes a tener en cuenta a la hora de comprender hoy lo que fue la vocación y vida en el Carmelo de Santa Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz, po- pularmente conocida como Teresa de Lisieux. Hablar de la vida religiosa en Teresa de Lisieux supone automá- ticamente caer en la cuenta del hecho que ella no ha escrito libros sobre la vida religiosa ni sobre lo específico de la vida carmelitana en la Iglesia. La Santa no tiene grandes disquisiciones sobre la espiritua- lidad de la vida religiosa en general, o la carmelitana en particular, o la espiritualidad propia de la Iglesia y el Carmelo de su siglo. Más que decirnos cómo tiene que ser la vida religiosa y la carmelitana, nos habla de cómo ella la vio y la vivió en un ambiente espiritual y huma- no/carmelitano muy real y concreto: el Carmelo de Lisieux. En todo caso, no faltan ocasiones en las que también, eso mismo que ella vi- vió, quiso enseñarlo a los demás. Pero no olvidemos que en ella, su vida y su forma de vivir su vocación; todo va unido. Dividiré mi exposición en los siguientes apartados: I. Dos estu- dios fundamentales; n. El Carmelo de Lisieux: una historia y un ambiente; m. Historia y sentido de una vocación; IV. Vida en el Carmelo: misterio de cruz y de resurrección. REVISTA DE ESPIRITUALIDAD (55) (1996), 445-474

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  • Teresa de Lisieux: Vocación y vida en el Carmelo

    JOSÉ D. GAn'ÁN, OCD Madrid

    Mi intención en estas páginas es fundamentalmente hacer una sencilla síntesis de algunos puntos de referencia importantes a tener en cuenta a la hora de comprender hoy lo que fue la vocación y vida en el Carmelo de Santa Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz, po-pularmente conocida como Teresa de Lisieux.

    Hablar de la vida religiosa en Teresa de Lisieux supone automá-ticamente caer en la cuenta del hecho que ella no ha escrito libros sobre la vida religiosa ni sobre lo específico de la vida carmelitana en la Iglesia. La Santa no tiene grandes disquisiciones sobre la espiritua-lidad de la vida religiosa en general, o la carmelitana en particular, o la espiritualidad propia de la Iglesia y el Carmelo de su siglo. Más que decirnos cómo tiene que ser la vida religiosa y la carmelitana, nos habla de cómo ella la vio y la vivió en un ambiente espiritual y huma-no/carmelitano muy real y concreto: el Carmelo de Lisieux. En todo caso, no faltan ocasiones en las que también, eso mismo que ella vi-vió, quiso enseñarlo a los demás. Pero no olvidemos que en ella, su vida y su forma de vivir su vocación; todo va unido.

    Dividiré mi exposición en los siguientes apartados: I. Dos estu-dios fundamentales; n. El Carmelo de Lisieux: una historia y un ambiente; m. Historia y sentido de una vocación; IV. Vida en el Carmelo: misterio de cruz y de resurrección.

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    1. Dos ESTUDIOS FUNDAMENTALES

    Se puede decir que la mayoría de los estudiosos que analizan la vida y doctrina de Teresa de Lisieux, tratan y analizan también de algún modo lo que fue su vocación y vida en el Cm'melo. Sin embar-go, pocos han sido los que se han planteado estudiar de forma explí-cita el tema de la vida religiosa en Santa Teresa del Niño Jesús. En la segunda mitad de este siglo dos han sido las obras fundamentales a este respecto: 1) la de Alberto Barrios Moneo, Santa Teresita, modelo y mártir de la vida religiosa, publicado por primera vez en 1960 (Madrid, Coculsa), y que en los años sesenta alcanzó varias ediciones; 2) la de J. F. Six, Teresa de Lisieux en el Ca/melo, que se publicó en francés en 1973 (París, Cerf) , coincidiendo con el primer centenario del nacimiento de Teresita, y cuya edición españo-la (primera edición 1981) se debe a la editorial Herder.

    1. Cuando el P. Alberto Banios Moneo publicó en el año 1960 su libro Santa Teresita, modelo y mártir de la vida religiosa, no era la primera vez que dicho autor había escrito un libro sobre Teresita. Ya había publicado algunos años antes (1958) los dos tomos de una obra que había titulado La espiritualidad de Santa Teresa de Lisieux a la luz de los Procesos de su Canonización y de sus «Manuscrits Autobiographiques»: tomo 1, Los grandes problemas precarmelita-nos, tomo 2, Los grandes problemas de su transformación. Dado que este último tomo estaba dedicado a tratar más bien su experiencia espiritual más personal, algunos recensionadores le invitaron a que tratara, como en un tercer volumen, el tema de la vida carmelitana de Santa Teresita: que fue lo que hizo en el libro Santa Teresita, modelo y mártir de la vida religiosa l.

    La característica fundamental de dicho libro es, pues, la de estu-diar y presentar los grandes temas de la vida religiosa vivida por Teresita. Qué vivió y cómo lo vivió. Es verdaderamente pionero en este campo.

    1 La clave interpretativa de la vida de Teresa de Lisieux como martirio ya la había desarrollado bastante ampliamente en su anterior libro La espiritualidad de Santa Teresa de Lisieux a la luz de los Procesos de su Canonización y de sus "Manuscrits Autobiographiques»: vol. 2, Los grandes problemas de su transfor-mación, Madrid, Coculsa, 1958, pp. 67-128.

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    Acumula una gran cantidad de testimonios personales de la San-ta, y otros sacados de los distintos procesos de beatificación y cano-nización. La obra, sin embargo, adquiere con frecuencia un matiz de exaltación de la Santa, incluso a costa de otras personas con las que convivió. El mismo título dice mucho sobre este planteamiento Santa Teresita, modelo y mártir de la vida religiosa. De ahí que, a pesar de todos los datos que ofrece y sus grandes intuiciones, esta obra resulta en la actualidad un tanto desfasada. Sus planteamientos, no obstante, tuvieron una gran influencia en los años sesenta en muchos ambien-tes, al menos dentro de nuestro marco cultural hispano, a la hora de presentar e interpretar a la Santa de Lisieux.

    Pero, a pesar del éxito de aquel momento, ya en los días de su primera edición mereció algunos reproches respecto de algunos de sus planteamientos fundamentales 2.

    2. El otro libro fundamental al que aquí quiero referirme es, como ya dije, el de J. F. Six, Teresa de Lisieux en el Carme-

    2 Son muy interesantes, por ejemplo, las observaciones que hizo Luciano de Jesús Crucificado en la Revista de Espiritualidad al modo de plantear en dicha obra la vida religiosa de Teresa de Lisieux:

    - «En cuanto al titulo de la obra, creemos sinceramente sería mejor quitar del titulo la palabra «mártir», que, para ser después consecuente, le lleva en el decurso del libro a pronunciar frases que saben demasiado a sangre y estilo novelero ( ... ). No hay duda que la vida religiosa es muy dura ( ... ). Pero de ahi a querer hacer de la vida religiosa de Teresa, aún en las circunstancias del Carmelo de Lisieux en aquellos tiempos, un martirio casi cruento, creo que hay todavía bastante que andar».

    - En cuanto al papel que el P. Barrios Moneo atribuye a la Madre Gonzaga en el camino de santificación (martirio, según él) de Teresita, nuestro crítico re-censionador indica que no se le ha de atribuir un papel tan negativo y mortificante respecto de Teresita como hace aquí el autor. Así dice: «Me parece también de-masiado atrevida y apriorística la afirmación que lanza en sus primeras páginas y repite más adelante como inconcusa, sin distinciones ni distingos, de que "Sor Teresa no hubiera subido a la gloria de Bemini sin una Madre Gonzaga"».

    - Por último, se indica también como un límite importante de este obra el que el autor, Barrios Moneo, se haya fijado sólo o principalmente en los acon-tecimientos dolorosos de la vida religiosa de Teresita, «sin acordarse para nada de aquella Teresa alegre y, a veces, hasta chistosa, esperada con ansias en los recreos por constituir el alma de ellos»: cf. LuclANO DE JESÚS CRUCIFICADO, «Al-gunas publicaciones europeas recientes sobre la vida y espiritualidad de Santa Teresita del Niño Jesús», en Revista de Espiritualidad, 20 (1961), pp. 506-528, especialmente pp. 510-512.

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    10 3• Con esta obra el autor quería continuar el estudio y exposición de la expetiencia espmtual de Teresita, que ya había empezado en otro libro antetior, bastante polémico por cierto, titulado: Neurosis y santidad. La verdadera infancia de Teresa de Lisieux 4•

    La obra Teresa de Lisieux en el Carmelo está dividida en dos partes: I. El Carmelo (cap. I-VI), II. Teresa (cap. VII-XII). Es esta una división que me parece un tanto artificial, porque en las páginas y capítulos de esta obra no existe una división tan neta de temas. Más bien una de las características de la misma es el intercalar capítulos y reflexiones tanto sobre Teresita como sobre el Carmelo de Lisieux y los Carmelos de Francia en general.

    Para esctibir estas páginas el autor ha tenido en cuenta todos los datos que, en el momento de su publicación, se conocían sobre la vida en el Carmelo en tiempos de Teresita. Se puede decir que, en conjunto, J. F. Six nos da una visión mucho más equilibrada y menos negativista que Barrios Moneo, no obstante su tono fuertemente rea-lista. En todo caso a lo largo de toda la obra, ya desde las primeras páginas, delata la complicidad no explícita, pero sí real, de la madre M. de Gonzaga y de la madre Inés en el fenómeno espiritual y de santidad que hoyes Teresita.

    II. EL CARMELO DE LISIEUX: UNA HISTORIA Y UN AMBIENTE

    1. Personas y fechas

    J. F. Six, en el ptimer capítulo de su libro Teresa de Lisieux en el Ca/'melo, titula un apartado «La organizadora, la fundadora y la delfina» 5. Se refiere a la madre María de Gonzaga, la madre Geno-veva, y la madre Inés. Estas tres monjas son fundamentales para comprender la histotia del Carmelo de Lisieux durante el siglo XIX, sobre todo su segunda mitad, que fueron los años en que Teresita

    3 París, Cerf, 1973. Primera edición española, Barcelona, Herder, 1981; 2.' ed. 1989.

    4 París, Cerf, 1972; Barcelona, Herder, 1981. 5 O.c., pp. 21-28

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    conoció y vivió en el Carmelo. Y, por lo mismo, tienen un papel determinante en la experiencia de vida religiosa de nuestra santa.

    La fundadora del Carmelo de Lisieux es la Madre Genoveva de Santa Teresa. Había nacido en Poitiers el 19 de julio de 1805, en-trando en el Carmelo de su ciudad natal el 25 de marzo de 1830. En 1838 parte para Lisieux con otras hermanas con el fin de fundar allí un monasterio. Ella va como una hermana más, aunque con el paso de los años, sobre todo a partir de la muerte de la madre Isabel en 1850, se constituye en la verdadera fundadora del monasterio, y así se la considera durante toda su vida y hasta su muerte. Desem-peñó en diversas ocasiones los cargos de priora y maestra de no-vicias. Era maestra de novicias cuando Paulina (Inés en el convento) entró en el Carmelo el año 1882. De 1883 a 1886 fueron sus úl-timos años como pliora. Ella introdujo en el Carmelo de Lisieux, con cierto tinte reparador, la devoción a la Santa Faz. Teresa con-vivió con ella en el Carmelo durante algunos años, hasta su muerte en 1891, aunque ya la vio enferma y retirada de responsabilidades comunitarias 6.

    Pero si la madre Genoveva es considerada como la fundadora, la verdadera organizadora del Carmelo de Lisieux es la madre María de Gonzaga. Entra en el Carmelo a los 26 años, en 1860. Había nacido en 1834. Murió en 1904. Es una mujer de mundo, y con unas grandes cualidades y dotes de mando. De ahí que pronto se le dan responsa-bilidades importantes en la casa y durante largos años está al frente de la comunidad. Es subpriora de la casa desde 1866 a 1872. Priora

    6 Ello sucedió a partir del 1888. Sobre la relación de Teresita con la madre Genoveva encontramos unas páginas muy interesantes en Manuscritos Autobio-gráficos, Manuscrito A 69vo y 78ro-79ro. En estas páginas nos habla del día de su entrada en el Carmelo, del día de su profesión y de un sueño en el que ve que la Madre Genoveva va haciendo testamento y repartiendo algo a todas las her-manas. Cuando llega Teresita ya no tiene nada que darle. Entonces, le dice: «a ti te dejo mi corazóm>. Hay que tener en cuenta que las Carmelitas de Lisieux antes de enterrar a la madre Genoveva habían logrado la autorización para sa-carle el corazón y poderlo conservar así como una reliquia.

    De ahora en adelante me referiré a los Manuscritos Autobiográficos de la Santa con las siglas convencionales siguientes: MA = Manuscrito A, MB = Manuscrito B, MC = Manuscrito C. Para los textos de Teresa citados en este trabajo sigo generalmente la traducción y edición española de Ed. Monte Car-melo, Burgos, 5.' ed., 1980.

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    desde 1874 a 1882. De nuevo, de 1886 a 1893. Y por último, desde 1896 a 1902. Con esto se puede decir que desde 1874 a 1902 sólo dejó de ser priora de la comunidad en dos épocas, de tres años cada una. En total fue priora 22 años, porque, además de los trienios en que era elegida, con frecuencia lograba prolongar su tiempo al frente de la comunidad uno y dos años más de lo debido. Cuando Teresita entró en el Carmelo y cuando murió, ella era la priora de la comu-nidad. Durante sus primeros años al frente del monasterio encuentra los medios necesarios para acabar definitivamente la construcción del mismo. Sus muchas cualidades se vieron un tanto veladas por su manera de ser dominante, autoritaria, algo caprichosa y celosa. Te-resita, como las demás religiosas, sufrió las consecuencias de este modo de ser de la madre María de Gonzaga 7.

    La madre Inés de Jesús es la tercera personalidad importante a tener en cuenta. Hermana de sangre de Teresita, hizo las veces de madre respecto de la Santa, cuando se quedaron huélfanas en 1877. Después, ya en el Carmelo ambas, fue priora de Lisieux desde 1893 a 1896. Tuvo un papel decisivo, no tanto en la espiritualidad de Teresita como algunos afirman, cuanto en poner los medios para que escribiera lo más importante de su experiencia y doctrina espiritual: los actuales escritos conocidos como Manuscritos A y C 8. Había nacido la madre Inés (Paulina) en 1861, y murió en 1951. Entró en el Carmelo de Lisieux, la primera de todas las hermanas Martín, en 1882, a los veintiún años. En los plimeros cincuenta años de nuestro siglo ella fue prácticamente siempre la priora del Carmelo de Li-sieux: primero por elección, y después por concesión especial de la Santa Sede. Tiene un carácter fuerte, que consigue casi todo lo que se propone: entre otras cosas, la entrada de Teresita en el Carmelo a la edad de 15 años, aunque para ello tuviera vérselas con los superio-

    7 Algunos de estos datos, sobre todo los que se refieren a la madre M. de Gonzaga, tienen su refrendo en lo que, con mucha caridad, nos dice la misma Teresa en sus escritos (cf. Manuscrito A y Manuscrito C), y luego, más explí-citamente, la madre Inés en los Procesos de Canonización, (cf. testimonio del día 6 de julio de 1915, en Proces de Béatification et Canonisation de Sainte Thérese de l' Enfant-Jésus et de la Sainte-Face, n. Proces Apostolique, Roma, Teresi-anum, 1976, pp. 142-148).

    8 El Manuscrito B lo completó y ultimó a petición de su hermana María del Sagrado Corazón.

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    res diocesanos de la comunidad. Entre la madre María de Gonzaga y la madre Inés las relaciones no siempre fueron buenas, aunque también supieron entenderse cuando les convino a las dos, sobre todo en momentos importantes de la historia de Teresita: su entrada en el Carmelo, la redacción del Manuscrito C, la temprana publicación de la Historia de un alma.

    A las tres religiosas hasta aquí mencionadas, hay que añadir, aunque con una importancia algo menor, la madre María de los Angeles: persona también de cierto relieve en la vida del Cmmelo de Lisieux de finales del siglo XIX, que fue maestra de novicias de Santa Teresita. Había nacido en 1845, y murió en 1924. A los vein-tiún años entró en el Carmelo (1866). En la comunidad fue maestra de novicias de 1886 a 1893 y de 1896 a 1909. Tuvo también el cargo de subpriora entre 1883-1886 y 1893-1899. A la madre María de los Angeles se la describe, en general, como una mujer dulce, bonacho-na, y algo despistada. Se sabe que a ella le gustaba tener largos ratos de conversación con Teresita, durante el noviciado de ésta, mientras trabajaban juntas, con el fin de formarla espiJ:itual y carmelitanamen-te. Pero, sin embargo, Teresita prefería el silencio, y no siempre logró confiarse plenamente con ella 9.

    A parte de estos datos sobre algunas de las personalidades más importantes en el Carmelo de Lisieux durante la vida de Teresita en el mismo, hay que tener en cuenta además otros elementos de refe-rencia y estadísticos. J.F. Six nos resume algunos de ellos:

    «El Carmelo de Lisieux es un conjunto de construcciones de ladrillo rojo oscuro y tejados de pizana. Dispuestas en cuadrado, constan, por un lado, de la capilla, y por otros dos, de dos alas de edificios. Un claustro. Un jardín con un paseo de castaños.

    Cuando Teresa recibe el hábito, a los dieciséis años y unos días, ellO de enero de 1889, hace el número veinticinco de la comunidad. De las veinticuatro religiosas que le preceden, trece tienen de cin-cuenta años para arriba, ocho de treinta a 49, y las tres restantes 27, 28 y 29 años (de ellas, dos hermanas de Teresa: María y Paulina).

    En aquellos momentos, la media de edad de las religiosas es exac-tamente 50 años. De las veinticuatro religiosas, diecinueve tienen más

    9 ef. J. F. SIX, O.C., pp. 44-46.

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    de 36 años, es decir, tienen edad al menos para ser la madre de Teresa. (Entre las otras cinco, están María y Paulina, sus "madres") .

    De las veinticuatro religiosas que hay allí cuando Teresa recibe el hábito, le sobreviven diecinueve: de las cinco que mueren antes que ella, cuatro fallecerán en un mes: la fundadora del Carmelo de Lisieux, madre Genoveva de Santa Teresa, el5 de diciembre de 1891 (a los 86 años); sor S. José de Jesús, el 2 de enero de 1892 (a los 80 años), sor Febronia de la Santa Infancia, el 4 de enero (a los 73 años); sor Magdalena del Santísimo Sacramento, el 7 de enero (a los 75 años). Las tres últimas mueren durante una epidemia de gripe. Entonces la media de edad es de 44 años.

    Entre el 10 de enero de 1889, fecha de la toma de hábito de Teresa, y su muerte, el 30 de septiembre de 1897, habrá, pues, cinco decesos y también cinco entradas: entre ellas, Celina, hermana de Teresa, y María Guérin, su prima. La comunidad sigue, pues, osci-lando alrededor de los veinticinco miembros.

    El primero de enero de 1897, de los veinticinco miembros, hay cuatro hermanas Martín y su prima Guérin.

    Del 20 de febrero de 1893 al 20 de marzo de 1896, la madre Inés de Jesús (Paulina) es priora del CaImelo. Antes de ella y después de ella, la priora es la madre María de Gonzaga» 10.

    2. El estilo carmelitano

    Lisieux es un CaImel0 típicamente francés, con una espirituali-dad un tanto beruliana, y con rasgos muy comunes a la espiritualidad

    10 O.c., pp. 21-22. Recientemente PIERRE DESCOUVEMONT y HELMUTH NILS LOOSE, en su obra Teresa y Lisieux (Madrid, EDE, 1996), nos ofrecen una gran cantidad de datos escritos y documentación fotográfica sobre el Carmelo de Lisieux, la vida en el mismo, y las religiosas que vivieron allí durante la perma-nencia de Teresita en él. De cada una de ellas, se nos ofrece escalonadamente una breve reseña biográfica.

    Sobre el horario de la comunidad, cf. PIERRE DESCOUVEMONT y HELMUTH NILS LOOSE, Teresa y Lisieux. o.c., pp. 102-113. También en los apéndices de la obra TERESA DEL NIÑO JESÚS y DE LA SANTA FAZ, Ultimas conversaciones, tomo 1 (Burgos, Monte Carmelo, 1973), encontramos datos muy interesantes sobre los planos del Carmelo de Lisieux (pp. 727-732), Y sobre el horario y régimen de vida en dicho monasterio en la época de Teresita (pp. 737-739)

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    francesa y carmelitana de la segunda mitad del siglo XIX. Por razo-nes fundamentalmente culturales y socioeclesiales internas a la pro-pia realidad francesa, con frecuencia los monasterios de monjas car-melitas viven una espiritualidad de inmolación y sacrificios reparadores por los pecados y los pecadores 11.

    Por otra parte, siguiendo también la tradición del Carmelo feme-nino francés desde su fundación a principios del siglo XVII, Lisieux es un Cannelo típicamente autónomo en su estructura monástico-carmelitana. De ahí la gran autoridad que tiene hacia dentro la priora de tumo 12. Hacia fuera dependen del obispo y de su delegado: supe-rior jurídico de la comunidad, con el que tienen que contar para determinadas cuestiones, por ejemplo, la entrada de una nueva reli-giosa en el Carmelo 13.

    Se mantiene una relación epistolar con los otros monasterios de monjas, pero no hay señales de un contacto con la Orden en la rama de los frailes. En este sentido la relación del Carmelo de Lisieux con la Orden es prácticamente nula en casi toda su historia del siglo XIX 14.

    11 Uno de los casos más conocidos y llamativos es el de la madre Isabel de la Cruz, nacida en 1832, que entró en el Carmelo de Amiens en 1857, y que posteriormente fundó cuatro nuevos monasterios. Algunas de sus penitencias y humillaciones más excéntricas las encontramos señaladas y descritas en J. F. SIX, O.c., p. 124-125. Sobre el tema del Carmelo en la Francia del siglo XIX puede verse el capítulo IV de la misma o.c., pp. 109-132.

    12 Antes de que se generalizase la comunión frecuente y diaria, la priora tenía autoridad incluso para decidir los días en que cada hermana podía recibir la comunión. Fue el Papa León XIII quien en 1891 quitó este poder a las superioras y 10 dio a los capellanes de los monasterios. A la madre María de Gonzaga le costó ceder en esta cuestión: cf. el testimonio de la madre Inés de Jesús el día 6 de julio de 1915, en Proces de Béatification et Canonisation de Sainte Thérese de l' Enfant-Jésus et de la Sainte-Face, n. Proces Apostolique, Roma, Teresia-num, 1976, pp. 143-144.

    13 Para el caso de la entrada en el Carmelo de Teresita, cf. Manuscrito A 52ro -55vo y 63ro -681"'.

    14 La madre María de Gonzaga, y en general el Carmelo de Lisieux, al igual que el de Poitiers (convento de origen del de Lisieux), defienden la total auto-nomía e independencia de los monasterios de monjas carmelitas respecto de los frailes, tanto en 10 jurídico como en 10 espiritual. De hecho, prácticamente estos monasterios están en el lado de los que no tienen ningún tipo de relación con los padres carmelitas franceses de la época. Sin embargo, no era así en todos los monasterios. Se sabe, por ejemplo, que la madre M. Rafael, contemporánea de la madre María de Gonzaga y fundadora de los Carmelos de la región de Lyon, tuvo una muy buena relación con algunos padres de la Orden, como

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    Según parece, en el tiempo en que Teresa vive en el Carmelo no pasó por el monasterio ningún padre carmelita 15.

    Se puede decir que, al menos oficialmente, el único sacerdote carmelita que entra de alguna manera en la vida del Carmelo de Lisieux es el P. Jacinto Loyson, que, habiendo sido célebre predica-dor carmelita en la segunda mitad del siglo XIX, en los años 1870 se casa y abandona oficialmente la Iglesia. En los años 1890 se vuelve a hablar de él en los periódicos. Teresa sigue su caso a través de las noticias que le da Celinay pide por él. Según parece, su última comunión, la del 19 de agosto de 1897, la ofrece por él. A él se refiere en algunas de sus cartas a Celina (14 de octubre del 1890,26 abril 1891, 8 de julio 1891), aunque no lo nombra, pero no hay referencias en los Manuscritos Autobiográficos ni en las Ultimas Conversaciones. Tal era el terror que tenían a los curas casados en el CaImelo y en general en la católica Francia 16.

    Que el monasterio tiene aprecio por los sacerdotes y el sacerdo-cio, sobre todo por los misioneros, se pone de manifiesto, entre otras cosas, en el hecho de los sacerdotes o aspirantes al sacerdocio que se dan a Teresa como hermanos espirituales: BeBiere (de los Padres Blancos), que se lo confía la madre Inés (1895), y RouBand (de las Misiones Extranjeras), que se lo da la madre María de Gonzaga (1896); y por la correspondencia que el monasterio y Teresa mantie-ne con el Padre A. Pichón, misionero en Canadá 17.

    el P. Juan del Sgdo. Corazón, y el P. Loyson (cf. J. F. SIX, O.c., pp. 118-119 Y 122).

    15 La referencia de los nombres y fechas de los sacerdotes y religiosos, con-fesores y predicadores de retiros, que tuvieron un contacto más significativo con el Carmelo de Lisieux durante la permanencia de Teresita en él, se puede encon-trar en A. BARRIOS MONEO, Santa Teresita, modelo y mártir de la vida religiosa, Madrid, Coculsa, 4.' ed. 1963, pp. 223-224 Y 253-254.

    16 Sobre la figura del P. Loyson y su presencia en las preocupaciones espi-rituales de Teresita, cf. J. F. SIX, O.c., pp. 101-108; Y P. DESCOUVEMONT - H. NILs LOOSE, Teresa y Lisieux, o.c., pp. 178-179.

    17 Para una breve biografía sobre cada uno de estos sacerdotes cf. P. DES-COUVEMONT - H. NILs LOOSE, Teresa y Lisieux, o.c.: pp. 124-125 (P. Pichon), 250-251 (P. Belliere), 264-267 (P. Roulland). Sobre la historia de la encomienda de estos dos hermanos misioneros a Teresa, cf. MC 31vo-33vo.

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    nI. HISTORIA y SENTIDO DE UNA VOCACIÓN

    A la hora de hablar de la experiencia de vida religiosa de Teresa de Lisieux, me parece muy importante detenerme ahora a recordar lo que fue la historia de su vocación al CaJmelo. En ella se ve muy claramente el proceso vocacional previo a su entrada en el monaste-rio y la importancia del mismo.

    1. Los pasos de una vocación al Cmmelo

    En Teresila su vocación a la vida religiosa, a la vida carmel1tnl}il y al Carmelo de Lisieux prácticamente coinciden en todo momento. Conoce a otras religiosas. Ha tratado a las benedictinas, a cuya aba-día acudía para formarse, y en donde incluso ha vivido como semi-pensionista alguna temporada (1881-1886). Conoce también, por motivos familiares, a las clarisas y a las religiosas de la Visitación. ¿De dónde, entonces, le viene la vocación al Carmelo, y al Carmelo de Lisieux?

    En el Manuscrito A (1895) ella misma nos narra ese proceso. Ella había soñado con hacerse elmitaña con Paulina cuando fuera mayor. Ser ermitaño había sido también el sueño de su padre. De repente, un día oye hablar a Paulina con María de su próxima entrada en el Carmelo.

    «Yo había dicho un día a Paulina, nos refiere Teresita, que me gustaría ser ermitaña, irme con ella a un desierto lejano. Paulina me contestó que ese era también su deseo y que esperaría a que yo fuese mayor para marchamos. Ciertamente, aquello no lo dijo de veras, pero Teresita lo había tomado en serio. Por eso ¿cuál no sería su dolor al oír un día a su querida hermana Paulina hablar con María de su próxima entrada en el CaJmelo? Yo no sabía lo que era el Carme-lo, pero comprendía que Paulina iba a dejalme para entrar en un convento, que ya no me esperaría (oo.). Si me hubiese ido enterando poco a poco de la ida de mi Paulina querida, tal vez no hubiera sufrido tanto; pero el saberlo de repente fue como si una espada se me hubiera clavado en el fondo del corazón. Siempre recordaré, Madre mía querida, con cuánta ternura me consolasteis. Luego me

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    explicasteis en qué consistía la vida del Cannelo ¡que me pareclO muy bella! Repasando en mi mente todo lo que me habíais dicho, comprendí que el Carmelo era el desierto adonde Dios quería que también yo fuese a esconderme. Lo comprendí con tan viva eviden-cia, que no quedó la menor duda en mi corazón. No fue un sueño de niña que se deja entusiasmar, sino la certeza de una llamada divina. Deseaba ir al Carmelo, no por Paulina, sino únicamente por Jesús. Pensé muchas cosas que las palabras no pueden expresar, pero que dejaron una gran paz en mi alma. Al día siguiente, confié mi secreto a Paulina, la cual, viendo expresada en mis deseos la voluntad del cielo, me dijo que pronto iría con ella a ver a la Madre priora del Carmelo y que habría que decirle lo que Dios me hacía sentir» 18. Era el 2 de octubre de año 1882 y Teresita tenía entonces 9 años y nueve meses.

    Se escogió un domingo para la primera visita al Carmelo de esta joven aspirante. Como Teresa misma nos narra, se las ingenió para quedarse a solas con la madre Priora, y así hacerle partícipe de sus intenciones vocacionales. «Después de escuchar mis grandes confi-dencias, la madre María de Gonzaga quedó convencida de mi voca-ción, pero me dijo que no se recibían postulantes de nueve años y que era necesario esperar a que cumpliera los dieciséis» 19.

    El día de la toma de hábito de Paulina (el 25 de marzo de 1883), visitando a la comunidad recibió algunas alabanzas cariñosas por parte de las religiosas, lo que a Teresita le hizo reafirmar su voluntad de entrar en el Carmelo sólo y únicamente por Jesús, y no para buscar alabanzas 20.

    A los pocos meses de entrar su hermana Paulina en el monaste-rio, un día se puso a pensar cómo se llamaría ella en el Carmelo y le pareció que lo ideal sería conservar su propio nombre «Teresa» (había ya una santa que se llamaba así), añadiendo «del Niño Jesús». En la siguiente visita al locutorio, y sin que ella dijera nada de estas ideas que traía en la cabeza, la M. Gonzaga le propuso, para cuando entrara en el Carmelo, ese mismo nombre que ella había pensado 21.

    18 MA 25vo-26ro 19 MA 26vO. 20 MA 26vO. 21 MA 31r° Y 31vo.

    T

  • TERESA DE LISIEUX: VOCACION y VIDA EN EL CARMELO 457

    Según parece, porque a las monjas les recordaba la sobrina de Santa Teresa, hija de su helmano Lorenzo, que había entrado en el Carmelo a los 9 años.

    A partir de la entrada en el Carmelo de Paulina, para Teresita comienzan años de enfermedades y de escrúpulos, aunque también años de gracias: la curación por parte de la Virgen (13 de mayo 1883)22, y la gracia de la primera comunión (8 de mayo del 1884). Su primera comunión coincide con la profesión de su hermana Pau-lina/lnés en el Carmelo. Esta coincidencia la llevó a sentirse identi-ficada con Paulina, vestida de blanco como ella, hecha esposa de Jesús 23.

    El 1885 Y el 1886 son años de escrúpulos 24, que se agudizan con la entrada de su hermana mayor, María, en el Carmelo, el 15 de octubre de 1886. Pero a finales de ese mismo mes de octubre se encomienda a sus hermanitos del cielo y queda curada de los escrú-pulos 25. Así, la marcha de su helmana María al Carmelo acaba con-virtiéndose en una gracia de Dios para Teresita. Y no sólo porque le ayudó a alcanzar una mayor madurez humana, sino también por-que, de hecho, fue un paso decisivo para su camino hacia el Carmelo. En este contexto comenta: «Dios, que quería llamar a sí a la más pequeña y débil de todas, se dio prisa en hacerla crecer las alas. El, que se complace en manifestar su bondad y su poder sirviéndose de los instrumentos menos dignos, quiso llamarme a mí antes que a Celina, que sin duda merecía antes que yo este favor. Pero Jesús sabía cuán débil era yo, y por eso me escondió la primera en las cavernas de la piedra» 26.

    De hecho, al marchar María al monasterio, queda Celina al frente de la casa, aunque Teresa también se responsabiliza de algunas cosas.

    22 Ella misma nos habla de cómo fue al locutorio del Carmelo de Lisieux a contar a las monjas el hecho milagroso de su curación y cómo quedó algo turbada por las preguntas que le hacían (MA 31rO).

    23 MA 35vO. 24 A la enfermedad de los escrúpulos ella la llama, al cabo de los años,

    «martirio». Dice: «Es necesario haber pasado por este martirio para comprender-lo bien» (MA 39rO).

    25 Cf. MA 44ro. 26 MA 44ro.

  • 458 JOSE D. GAITAN

    Procuraba hacer las cosas únicamente por agradar a Dios, pero, dado su carácter extremadamente sensible, sufría si no encontraba pronto el reconocimiento y agradecimiento por parte de su hermana Celina 27.

    Para superar esta situación anímica fue necesario que llegase lo que todos conocen como la gracia de la noche de Navidad o la gracia de la conversión de Teresita, cuando se le concedió la gracia de salir de la infancia. En la noche de Navidad del año 1886, volviendo de la misa de medianoche con su padre y su hermana, se hallaba como siempre deseosa de ver los regalos que le habían puesto en los zapa-tos dejados junto a la chimenea. Pero, llegados casa, y habiendo oído comentar a su padre con Celina que éste sería el último año que se seguía teniendo con ella dicha costumbre, Jesús le ayudo a cambiar súbitamente su actitud anterior y, puesta delante de su padre, empezó a abrir los regalos pensando sólo en hacerle feliz a él. Lo que no había conseguido realizar en diez años, desde la muerte de su madre, Jesús lo realizó en una noche, dice ella 28.

    A esta gracia de madurez le siguieron otras durante el año 1887, que despertaron en Teresa su vocación a vivir por los demás, yendo incluso más allá del ámbito familiar y eclesial. Aproximadamente en julio de este mismo año, la contemplación de la imagen de Jesús en la Cruz que dice «tengo sed», despierta en ella el deseo de ayudarle. La ocasión propicia la ve en el caso del criminal Pranzini, por el que reza y pide su conversión antes de que muera ejecutado. Peti-ción que ve atendida por Dios, por la señal que había pedido para estar segura de que su oración había sido escuchada. El día 1 de septiembre de 1887 Teresa lee en el periódico La Croix el relato de la ejecución de Pranzini y su conversión 29. «A partir de aquella gracia única, dice, mi deseo de salvar a las almas creció de día en día» 30.

    En este tiempo creció la amistad entre Teresita y Celina, y mu-chas fueron sus largas conversaciones en el mirador de la casa. Sin duda esto fue lo que hizo que, cuando Teresa entró en el Carmelo,

    27 Cf MA 44vO. 28 MA 45ro y yO. 29 Cf. MA 45y o-46ro. 30 MA 46yO.

    ---

  • TERESA DE LISlEUX: VOCACION y VIDA EN EL CARMELO 459

    no se olvidara de seguir muy de cerca a Celina, que se había quedado en casa, y a quien le tocó asumir más directamente los trabajos y las responsabilidades de la larga enfermedad de su padre 31. Y que, tras la muerte de su padre, hecho que ocunió el 29 de julio de 1894, no se diera descanso hasta no verla entrar en el Carmelo. Lo que sucedió el 14 de septiembre de ese mismo año.

    Pero volvamos a comienzos del 1887, poco tiempo después de la gracia de la Navidad. Teresita tenía 14 años y se despertaron de nuevo en ella los deseos de entrar joven en el Cmmelo. No le faltaron mo-mentos de oposición por parte de la familia. Ella dice que en aquellos momentos sólo una persona alentó su vocación: Paulina. María juzga-ba que era demasiado joven. De ahí que sus visitas al Carmelo se he hiciesen cada vez más penosas. No tardó mucho tiempo en confiárse-. lo también a su helmana Celina, que supo tener el valor no sólo del desprendimiento que se veía posible, sino también el de dejar que Teresa le precediera en el Carmelo 32. Para comunicar a su padre su deseo y decisión, tuvo que armarse de valor. Escogió para decírselo el día de Pentecostés. Su padre no dijo ni una sola palabra para hacerla desistir de su vocación. Le dio una florecilla blanca del campo, y ella la metió en la Imitación de Cristo, en el capítulo titulado, «Que se ha de amar a Jesús sobre todas las cosas» 33.

    «Una vez obtenido el consentimiento de papá, creía poder volar ya libremente al Carmelo. Pero muchos y dolorosos contratiempos habían de someter a prueba todavía mi vocación» 34. Vinieron otras

    31 En carta a Celina el 6 de julio de 1893 le dice: «Me siento muy unida a mi Celina, creo que no es frecuente en Dios hacer que dos almas se comprendan tan bien, nunca una nota discordante. La mano de Jesús, al tocar a una de las liras, hace al mismo tiempo vibrar a la otra» (Carta 121). El conjunto de esta carta es muy significativo para comprender la situación de Celina de la que he hablado en el texto. Y nos dice mucho de cómo Teresa siente su vocación a vivir por Jesús, y de cómo Celina se siente un tanto menos amada por Jesús en comparación de sus hermanas, que ya están desde hace años en el Carmelo.

    En el MA 73vo Teresita hace referencia a aquellas cartas que se escribían en aquellos años, y también al clima sobrenatural que se establecía entre ellas dos, cuando CeJina venía a visitarla al locutorio del Carmelo, durante la larga enfer-medad de su padre.

    32 MA 49ro y vo. 33 MA 49vo-50vO. 34 MA 50vO.

  • 460 JOSE D. GAITAN

    incomprensiones y oposiciones que hubo que superar una tras otra: las de la familia más cercana, como por ejemplo su tío Isidoro Gué-rin (8 de octubre) o la del superior del Carmelo, Mons. Delatroette. Después vino el recurso y petición al obispo de Bayeux, Mons. Hugoenin (31 de octubre), y al Papa León XIII (20 de noviembre) . Finalmente el 28 de diciembre de ese mismo año el obispo Hugoenin escribe una carta a la priora del Carmelo de Lisieux en la que se muestra favorable a la entrada de Teresa en la Carmelo, a pesar de su temprana edad. A ella la noticia se le comunica elIde enero del 1888. Así, como hemos visto, de hecho el 1887 fue todo él un año de fuerte preparación vocacional para Teresita 35.

    De gran importancia en el logro de esta meta fue la constancia en su empeño no sólo de Teresita y su padre, sino también de la madre M. de Gonzaga y madre Inés, que, saltándose al superior inmediato de la comunidad, acudieron y animaron a acudir directamente al obispo.

    Después de la respuesta afirmativa por parte del obispo, Teresita no entró, sin embargo, inmediatamente en el Carmelo. Se pensó que lo mejor era esperar al final de la cuaresma del año que acababa de empezar. Así su entrada en el Carmelo se realizó el 9 de abril de 1888 36 , cuando Teresita tenía poco más de quince años cumplidos.

    A pesar del retraso de unos meses, el contrariado Mons. Dela-troette les dijo a las monjas el día mismo de la entrada de Teresita:

    «Bien, reverendas madres. ¡Pueden cantar un Te Deum! Como delegado del Sr. Obispo les presento esta niña de quince años, cuya entrada han querido. Deseo no defraude sus esperanzas. Pero les recuerdo que, si sucediere lo contrario, ustedes solas cargarían con la responsabilidad» 37.

    35 En el MA 5lr°-68ro encontramos amplias referencias a lo que fueron du-rante el año 1887 las luchas por conseguir la meta de su temprana entrada en el Carmelo.

    36 Su hermana María profesó aproximadamente un mes y medio después: el 22 mayo de ese mismo año.

    37 Es la madre M. Inés de Jesús (Paulina) quien recuerda en e! proceso apostólico (5 de julio de 1915) este hecho, cf. Proces de Béatification et Cano-nisation de Sainte Thérese de l' Enfant-Jésus et de la Sainte-Face, n. Proces Apostolique, Roma, Teresianum, 1976, pp. 141. Cf. también el SUMMARruM, n, del proceso ordinario romano de! año 1920, n.o 438.

  • TERESA DE LISIEUX: VOCACION y VIDA EN EL CARMELO 461

    2. Sentido de una llamada

    Teresa había manifestado en su entrevista con Mons. Hugoenin que había pensado ser religiosa desde que tenía uso de razón, y carmelita desde que conoció el Carmelo 38. Más tarde, en el inteno-gatorio para la profesión, se le preguntará, entre otras cosas, desde cuándo ha sentido la vocación, y responderá igualmente que desde su más tierna infancia. Y al preguntarle sobre los motivos por los que quiere entrar en el Carmelo, responderá que: «para salvar a las almas y, sobre todo, para orar por los sacerdotes» 39.

    Hay en ella un fuerte deseo radical de amar a Jesús y amar a aquellos hermanos que más ama Jesús (sacerdotes, misioneros, peca-dores). Por ellos sentirá siempre una fuerte pasión de entregar toda su vida. Este amor a Jesús y a los hermanos irá pasando por distintas fases de maduración, pero sin salirse de esta misma línea. Momentos importantes del mismo, en sus años de estancia en el Cm'melo, fue-ron: el descubrimiento del sentido místico y revelador de la Santa Faz (1890), la consagración al Amor Misellcordioso (1895), la asig-nación de dos hermanos sacerdotes y misioneros por los que vivir especialmente (a partir del 1895), la consagración a la Santa Faz (1896), el descubrimiento de su vocación en la Iglesia como amor (1896), la experiencia de identificación con los pecadores (1896-97), y el redescubrimiento de la caridad en las cosas más pequeñas (cf. MC, año 1897).

    Teresa sabe, desde antes de entrar en el Carmelo, que el camino para alcanzar la meta de vivir completamente por amor a Jesús y a los hennanos pasa por la Cruz. En una carta a su hennana Paulina (Inés) escrita unos días antes de entrar en el Cannelo (marzo de 1888), comenta: «Cuando esté en el Cannelo no deseo más que una cosa: sufrir por Jesús. La vida pasa tan de prisa que, verdaderamente, vale más lograr una corona muy bella con un poco de dolor, que una ordinaria sin dolor ( ... ). Además, sufriendo, se puede salvar a las almas. ¡Oh Paulina, si en el momento de morir pudiese yo tener un alma que ofrecer a Jesús, cuán dichosa me sentiría! Habría un alma

    38 MA 55vO. 39 MA 69vO.

  • 462 JOSE D. GAlTAN

    alTancada al fuego del infierno que bendeciría a Dios por toda la eternidad» 40.

    En algunas cartas diligidas a Celina en los años que van desde la entrada de Teresa en el Carmelo hasta la de Celina, se ve muy bien cómo Teresa se sigue manteniendo fiel a su idea inicial de una vida consagrada a Jesús 41.

    Posteriormente Teresa, reflexionando sobre el sentido de su vo-cación al Carmelo al comienzo del Manuscrito A, redactado entre los años 1884-1886, manifiesta claramente que en su caso no se trata más que de una elección libre de Dios, que no llama a los mejores, sino a los que quiere 42.

    Vista su vocación desde la clave de la propia experiencia fami-liar, en ella se había producido, por segunda vez, el hecho de que Dios llamaba antes al Carmelo a la que era más joven. Esto había sucedido prilnero con Paulina, que se adelantó a la hermana mayor, es decir, Mar·ía. Ahora esto mismo se había realizado en Teresita. Ella había entrado en el Car'melo antes que su hermana Celina; e incluso antes que en suprilna María. Pero, como ya dije más arriba, desde el convento Teresita será siempre la mejor animadora y vale-dora de la vocación de Celina a la vida religiosa y al Carmelo.

    Teresa nos dice que sólo en una ocasión dudó de su vocación: fue la víspera de su profesión. Tras confiar sus dudas con la madre Maes-tra, madre María de los Angeles, la duda desapareció. Dejemos que ella nos narre los acontecimientos: «La víspera (de la profesión) se levantó en mi alma la mayor tempestad que había conocido hasta entonces en mi vida. Nunca me había venido al pensamiento ni una sola duda acerca de mi vocación. Era necesario que pasase por esta prueba. Por la noche, haciendo el viacrucis después de maitines, se me metió en la cabeza que mi vocación era un sueño, una quimera. La vida del Carmelo me pareció muy bella, pero el demonio me

    40 Cf. Cartas n.o 23, a Sor Inés de Jesús, marzo 1888. 41 En dichas cartas se ve además que Teresa quiere a Celina religiosa y

    carmelita en el Carmelo de Lisieux. Sobre este tema cf. J. F. SIX, o.C., pp. 89-101 Y 160-165. En estas páginas también encontramos textos de Teresa sobre el tema de su consagración a Jesús, escritos, por ejemplo, con ocasión de su propia profesión religiosa.

    42 MA 2ro-4vo

  • TERESA DE LISIEUX; VOCACION y VIDA EN EL CARMELO 463

    inspiraba la seguridad de que no estaba hecha para mí, de que enga-ñaría a las supetioras empeñándome en seguir un camino al que no estaba llamada. Mis tinieblas eran tan grandes, que no veía ni com-prendía más que una cosa: ¡Yo no tenía vocación! ¡Ah! ¿Cómo des-cribir la angustia de mi alma? Me parecía (oo.) que si comunicaba mis temores a mi maestra, ésta me impediría pronunciar los santos votos. No obstante, prefería cumplir la voluntad de Dios y volver al mundo a quedarme en el Carmelo cumpliendo la mía. Hice, pues, salir del coro a mi maestra, y llena de confusión le manifesté el estado de mi alma. Afortunadamente ella vio más claro que yo, y me tranquilizó por completo. Por lo demás, el acto de humildad que había hecho, acababa de poner en fuga al demonio, el cual pensaba, lal vez, que no me atrevería a confesar mi tentación. Apenas terminé de hablar', mis dudas desaparecieron» 43.

    IV. VIDA EN EL CARMELO: MISTERIO DE CRUZ y RESURRECCIÓN

    Teresa vivió en el Carmelo de Lisieux aproximadamente un total de nueve años y medio: desde el 9 de abtil de 1888, fecha de su ingreso en el monastetio, hasta el 30 de septiembre de 1897, fecha de su muerte.

    Después de vatios meses de postulantado, tomó el hábito y co-menzó el noviciado el 10 de enero de 1889. Al año siguiente, el 8 de septiembre de 1890 hizo su profesión religiosa. Su noviciado duró, pues, un año y medio largo. Después de tres años de profesión ten-dría que haber salido del noviciado y haberse incorporado plenamen-te a la vida y decisiones de la comunidad. Pero, sin embargo, dado que en el monastetio ella ya tenía dos hermanas profesas (Paulina/ Inés y María), Teresa jamás pudo salir del «status» comunitario de novicia: sin capacidad de voto, por ejemplo, en las decisiones ni en las elecciones de la comunidad. De hecho, en una carta del 1895 a su prima Juana Guétin, la que le comenta el estilo alegre que ha

    43 MA 76 rO y vO. Por esos misterios en los que Dios va uniendo las vida de las personas, Teresita descubrió años más tarde que aquel día del 8 de septiem-bre de 1890 había sido también una fecha importante en la vida y la vocación sacerdotal y misionera del P. Roulland. Esta coincidencia ella misma se la co-menta en carta a dicho padre, elIde noviembre de 1896 (Carta 178).

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    traído al noviciado su hermana María GuéIin, se denomina a sí mis-ma la «vieja decana del noviciado» 44.

    Los nueve años largos que pasó Teresa en el Carmelo de Lisieux fueron años llenos de vida y experiencias de madurez y plenitud humana y evangélica, de las que dan testimonio sus escritos y los innumerables recuerdos recogidos tras su muerte entre las personas que convivieron con ella, especialmente sus hermanas. No es fácil resumirlos aquí. Sin embargo, sí quisiera fijarme en una clave de lectura que me parece fundamental. Fueron años en los que Teresita supo ser fiel a sus propósitos iniciales: vivir siempre queIiendo agra-dar a Jesús y, por El, a los hermanos; con un gran espú'itu de des-prendimiento evangélico y de cualquier pretexto de búsqueda de sí misma. El Manuscrito e (MC), escrito pocos meses antes de su muerte (entre junio y julio del 1897), es uno de los testimonio más fuertes y claros de esta realidad. Pero no es, ni mucho menos, el único documento que nos transmite esta opción suya de vida.

    La vida religiosa y carmelitana no sólo fue el cauce que ella sintió más adecuado para realizar sus propósitos, sino que además la vida diaria del Carmelo de Lisieux le dio muchas oportunidades de llevarlos acabo. Teresa nos confiesa en 1895, redactando el Manus-crito A, que, ya durante el viaje que realizó con su padre y su her-mana Celina a Roma, el año anteIior a entrar en el Carmelo (1887), la vida religiosa le pareció «tal cual es, con sus sujeciones, sus pe-queños sacrificios cumplidos en la sombra. Comprendía qué fácil es replegarse una sobre sí misma, olvidar el fin sublime de la propia vocación» 45. Y algo más adelante, hablando en el mismo escrito sobre su entrada en el Carmelo, dice: «Hallé la vida religiosa tal y como me la había figurado» 46. Teresa supo desde el principio lo que quería y el precio que había que pagar por ello. Pero eso no le hizo el camino más fácil ni sencillo .

    Teresa era en verdad todavía una niña, como quien dice, cuando entró en el Carmelo. Tenía 15 años apenas cumplidos, la mayor parte de los cuales, por distintos motivos, los había pasado protegida por

    44 Carta n.O 159 (14-17 de octubre de 1895). 45 MA 58ro. 46 MA 69vO.

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    el cariño y los mimos de los suyos. Pero, reflexionando al cabo de los años sobre este acontecimiento, Teresa ve la fecha de su entrada en el Cannelo y su vida en el mismo desde entonces, como una experiencia de desprendimiento radical. Era el día 9 de abril de 1888. Se celebraba en aquella fecha la fiesta de la Anunciación, trasladada aquel año a ese día por haber coincidido su fecha habitual con el final de la cuaresma. Ella recuerda que, la víspera de su entrada, todos en la familia la rodearon de tal cantidad de muestras de cariño que hicieron «más sensible el sacrificio de la separación» 47. Al día siguiente, «como la víspera, toda la familia se reunió para oír la Santa Misa y comulgar en ella. Tan pronto como Jesús bajó al cora zón de mis parientes queridos, ya no escuché a mi alrededor más que sollozos. Yo fui la única que no lloró, pero sentí palpitarme el cora-zón con tal violencia, que me pareció imposible dar un paso cuando fueron a indicamos que nos acercáramos a la puerta conventual. Sin embargo, me dirigí hacia ella, preguntándome a mi misma si no iría a morir a causa de los fuertes latidos de mi corazón. ¡Ah, qué mo-mento aquél! Es necesario haberlo vivido para comprenderlo. Mi emoción no se manifestó exteriormente» 48.

    En medio de la descripción de lo que fue la despedida de su padre y la acogida de sus hermanas y de la comunidad, ya dentro de la clausura, Teresa ofrece, en el Manuscrito A, una breve pero sustan-ciosa síntesis de lo que había sido hasta entonces, espiritualmente hablando, sus años de vida en el Carmelo (1888-1895): «Por fin, mis deseos se veían cumplidos. Mi alma sentía una paz tan dulce y tan profunda, que me sería imposible describirla. Y desde hace siete años y medio esta paz íntima sigue viva en mi alma, nunca me ha aban-donado, ni siquiera en medio de las mayores tribulaciones ( ... ) Todo me parecía encantador. Me creía transportada a un desierto. Nuestra celdita, sobre todo, me entusiasmaba. Pero la alegría que experimen-taba era tranquila. Ni siquiera el más ligero céfiro hacía ondular las aguas serenas por las que navegaba mi navecilla, ni una nube oscu-recía mi cielo azul. ¡Ah, me sentía plenamente compensada de todas mis tribulaciones! ¡Con qué profundo gozo repetía estas palabras:

    47 Cf. MA 68vo -69ro 48 MA 69ro.

  • 466 JOSE D. GAITAN

    "Estoy aquí para siempre, para siempre". Aquella dicha no era efíme-ra, no se desvanecería con «las ilusiones de los primeros días». ¡Las ilusiones! Dios me concedió la gracia de no llevar ninguna al entrar en el Cannelo. Hallé la vida religiosa tal y como me la había figu-rado. Ningún sacrificio me extrañó. i Y sin embargo, vos sabéis, Madre mía querida, que mis primeros pasos encontraron más espinas que rosas! Sí, el sufrimiento me tendió sus brazos, y yo me anojé en ellos con amor ( ... ) Cuando se desea un fin, hay que emplear los medios necesarios para alcanzarlo. Jesús me hizo comprender que las almas me las quería dar por medio de la cruz. Y mi anhelo de sufrir creció a medida que el sufrimiento mismo aumentaba. Durante cinco años éste fue mi camino; pero, al exterior, nada revelaba mi sufri-miento, tanto más doloroso cuanto sólo por mí conocido ¡Ah, qué sorpresas nos esperan al fin del mundo, cuando leamos la historia de las almas! ¡Cuántas personas quedarán maravilladas al conocer el camino por donde fue conducida la mía! ( ... ). La florecilla trasplan-tada a la montaña del Carmelo tenía que abrirse a la sombra de la cruz; las lágrimas y la sangre de Jesús fueron el rocío, y el sol, su Faz adorable, velada por el llanto» 49.

    Algunas de las cosas y circunstancias que ayudaron a madurar a Teresa en el Cannelo fueron las siguientes:

    a) Ya antes de la entrada en el Cannelo, se propuso vivir una actitud de desprendimiento de sus propias helmanas de sangre cuan-do viviera con ellas en el monasterio: PaulinafInés y María. Años más tarde, Celina. Teresa quiso entrar en el Cannelo sólo por Jesús, y no buscando el cariño humano de las que habían sido sustitutos muy importantes de su propia madre terrena durante su infancia 50. Al entrar al monasterio le pusieron a su hermana María como acompa-ñante e iniciadora de los usos y costumbres de la casa. Pronto le dijo que ya no la necesitaba. Teresa sabía que no todas en el monasterio estaban de acuerdo en que vivieran allí juntas tantas hennanas de sangre Sl •

    49 MA 69vo-70ro y 7lr°. 50 Cf. MA 25vo-26ro. 51 Cf. J. F. SIX, O.C., pp. 160-178.

  • TERESA DE LISIEUX: VOCACION y VIDA EN EL CARMELO 467

    Apenas tomado el hábito, la pusieron como oficio ayudar a su helmana Inés en el refectorio. Para ella fue una experiencia dura, ocasión para practicar la humildad -su hermana la cOlTegía constan-temente-; y ocasión también, por otra parte, de practicar el despren-dimiento, dado que no podía hablar con su helmana con total libertad de lo que pasaba por su alma. «En una palabra: ¡Me encontraba en el Carmelo y no ya en los Buissonnets bajo el techo patemo!»52.

    Teresa, sin embargo, no por eso amó menos a sus hennanas. Testigo de esto son las muchas cartas, poesías, pequeños y grandes escritos que les dirigió o escribió a petición de ellas en sus años de estancia en el Cannelo. Los más importantes, sin duda, los Manus C¡Ííos A y B. Por eso, cuando el 2 de agosto de 1896 se piensa seriamente en que Inés vaya a las misiones, sintió el gran dolor de esa más que posible separación; aunque no quiso hacer nada para impedir dicha partida, que luego no tuvo lugar. Este acontecimiento le da, sin embargo, ocasión para explicar a la madre María de Gon-zaga lo que ha sido durante los años de su vida en el Cannel0 la relación con sus hermanas 53.

    b) En esta misma línea de desprendimiento familiar hay que tener en cuenta la larga y penosa enfermedad de su padre. Los Manuscritos autobiográficos y sus escritos más familiares son testi-gos del cariño entrañable que Teresa profesa hacia su padre. Ya antes de su entrada en el Cannelo, el Sr. Martín había sufrido un ataque de parálisis (1 de mayo de 1887). Pero los grandes sufrimientos para todos comienzan a los dos meses de la entrada en el Carmelo de Teresa (junio de 1888). El Sr. Martín comienza a padecer una cierta

    52 MA 75ro. 53 Como en ocasiones anteriores, vuelve a repetir: «No vine al Carmelo para

    vivir con mis hermanas, sino únicamente para responder a la llamada de Jesús. ¡Ah! Ya presentía yo muy bien que vivir con mis hermanas había de ser un sufrimiento continuo, cuando una está decidida a no conceder nada a la natura-leza» (MC 8vO-9rO). Este desprendimiento tan radical 10 denomina en estas pá-ginas, por tres veces, verdadero martirio, y también, en una ocasión, separación y destierro dentro del mismo Carmelo; algo que, sin embargo, lleva a hacer que el amor entre hermanos no sólo no sea menos fuerte, sino que además sea más tierno. Ternura que se abre también a las demás personas que componen la comunidad (MC 9rO).

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    demencia senil, que irá creciendo hasta su muerte, con raras y peque-ñas épocas de una mayor claridad de mente. De hecho pudo partici-par en la toma de hábito de Teresa, el 10 de enero de 1889, pero no acompañarla el día de su profesión religiosa, el 8 de septiembre de 1890, en la toma de velo unos días después (24 de septiembre de 1890)54. Algunas hermanas en el monasterio piensan y dicen que la entrada de Teresita al convento ha sido la causa de esta enfermedad. Esto, y los distintos altibajos de la misma (el Sr. Martín murió a finales de julio de 1894), le llevaron a una profunda meditación sobre el Siervo Sufriente de Isaías y a un progresivo descubrimiento del misterio amoroso de la Santa Faz doliente de Jesús 55.

    c) Otro elemento a tener en cuenta es el carácter, el modo de ser y de tratar a Teresa tanto de la madre María de Gonzaga, la priora, como de la madre María de los Angeles, la maestra. Cada una de las dos se comportó con ella tal y como eran, pero acentuando, si cabe, ese modo de ser por el deseo de ayudar a madurar y crecer a quien veían sólo como una niña. Una, sin duda, siendo demasiado exigente y severa con ella. La otra, demasiado dulce y protectora 56.

    También la actitud de algunas hermanas mayores de la comuni-dad, que consideraban a Teresa como una niña casi inútil en el monas-

    54 Teresa, hablando de su profesión y de su toma de velo, comenta esta dolorosa ausencia, no obstante el empeño que puso Celina en que el Sr. Martín pudiera estar presente. A la enfermedad ya larga de su padre se juntó, en aque-llos días, el empeoramiento de su estado general de salud (MA 75ro y Vo).

    55 cf. J. F. SIX, O.c., 79-92. 56 Sobre el carácter de ambas y cuánto le costó la relación a nuestra Santa

    con cada una de ellas, cf. MA 70ro-7lr°. También cf. J. F. SIX, O.c., pp. 44-54. Sobre la relación de Teresita con la madre María de Gonzaga, cf. también la Carta n.o 54 a su hermana fués de Jesús (durante el retiro preparatorio de la toma de hábito, 9 de enero de 1889).

    En el folio 70 vo, nota 7, de la edición castellana que citamos de las Obras completas de Teresa de Lisieux (cf. o.c.) se añade otro largo texto, testimonio elocuente de la relación de Teresa con la madre María de Gonzaga durante los primeros tiempos de la permanencia de Teresita en el Carmelo. Dicho texto se ofrecía en la primitivas ediciones de la Historia de un alma como directamente escrito por la Santa. Hoy, estos y otros datos sobre las relaciones de Teresa con la priora o con la maestra están recogidos en SANTA TERESA DEL NIÑo JESÚS y DE LA SANTA FAZ, Ultimas conversaciones, tomo 1, O.c., «Cuaderno amarillo», 13.7.18 y notas correspondientes al mismo (pp. 236-237 Y 401-403).

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    terio, fue decisiva tanto en la actitud de madre María de Gonzaga para con ella como en la reciedumbre espiritual que le ayudó a adquirir. Teresa no era una desconocida en el Carmelo de Lisieux. Conocían bien sus difíciles experiencias y pmebas en los años que precedieron a su entrada. Quizá, aunque de cara al exterior defendieron su madu-rez, las monjas se guardaron bien de darla por supuest0 5? E incluso la trataban, de hecho, como una niña a la que hay que regañar por todo y enseñar todo. Tampoco tenían empacho en decir que les pare-cía lenta y con pocas cualidades para la vida y el trabajo conventual 58. Quizá por todo ello, a Teresa en la comunidad siempre se le darán responsabilidades secundarias, como ayudante de alguna hermana en los oficios más variados de la casa. Esto fue así incluso cuando se le juzga con madurez suficiente como para educar a las novicias 59.

    57 Una muestra de ello es el hecho de que a Teresa, en parte por miedo a su madurez y en parte por contentar a Mons. Delatroette, se le retrasa la toma de hábito y el comienzo del noviciado, de septiembre a primeros de enero de 1889. y se le retrasa, de nuevo, la fecha de la profesión, de enero a septiembre de 1890. Teresa misma comenta este último hecho, las motivaciones que le dio la madre María de Gonzaga y su actitud espiritual frente a lo que se le anunciaba: actitud primero de sufrimiento y luego de aceptación total de la voluntad de Dios sobre ella (MA 73vO). Después de algunos meses de retraso el superior religioso concedió el permiso solicitado para la profesión, y las monjas fijaron la fecha para el 8 de septiembre (MA 75rO).

    58 La hermana San Vicente de Paúl, la bordadora, le puso el apodo de «la gran cabrita». La hermana cocinera le dice a M. Gonzaga: «Miradla cómo anda, no se apresura. ¿Cuándo comenzará a trabajar? No vale para nada» (cf. A. BARRIOS MONEO, O.C., p. 210; 210-214). Cuando la madre maestra le mandaba, a primera hora de la tarde, a quitar las hierbas del jardín, la madre M. de Gonzaga comentaba que qué se iba a hacer con aquella niña a la que había que mandar a pasear todos los días. (Algunos de estos datos se pueden encontrar en SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS y DE LA SANTA FAZ, Ultimas conversaciones, tomo l, O.c., «Cuaderno amarillo», 13.7.18 y notas correspondientes al mismo, pp. 236-237 Y 401-403).

    Incluso su hermana Inés confiesa que, a fuerza de oír decir que era lenta, ella también se sintió impulsada a corregirla continuamente en el oficio de ayudante del refectorio (cf. MA 75ro, y Notas preparatorias para el proceso Apostólico de madre Inés, citado en SANTA TERESA DEL NIÑo JESÚS y DE LA SANTA FAZ, Ultimas conversaciones, tomo l, O.c., pp. 42, nota 72).

    59 Prácticamente desde 1893 hasta el agravamiento de su enfermedad en 1897. En el libro de P. DESCOUVEMONT - H. NILs LOOSE, Teresa y Lisieux, O.C., p. 108 se nos ofrece la lista completa de los oficios de Teresa, y las hermanas con las que tuvo que compartir cada uno de ellos. Falta una referencia al oficio de ayudante de maestra de novicias.

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    Teniendo en cuenta la salud y la edad de Teresita, sobre todo en los primeros años de su vida en el monasterio, tanto la priora como la maestra procuraron tener ciertos cuidados con ella. Le prohibieron hacer ciertas penitencias y no le daban permiso para hacer muchas mortificaciones de las usuales entre las monjas 60. Por otra parte, pensaron que sería bueno darle una sobrealimentación. Sin preten-derlo, fue ésta una de sus mayores penitencias, porque, entre otras cosas le daban muchas veces las sobras de días anteriores 61. A esto hay que añadir que Teresa, casi desde el primer día, tuvo dificultades con las comidas del convento 62.

    Según Teresa, la actitud de la madre María de Gonzaga para con ella cambió desde los primeros meses del 1896 63 ; desde su difícil elección como priora y el inicio de la enfermedad de la Santa. Ella, al tiempo que afirma -contra lo que pudieran haber sido las aparien-cias- la actitud severa que la madre María de Gonzaga tuvo con ella durante años, se lo agradece, porque reconoce que sólo así pudo caminar rectamente, sin apoyarse en consuelos humanos. Consuelos que, sin embargo, cuando era postulante a veces sentía gran tentación de buscar precisamente en la madre María de Gonzaga 64.

    Cf. también sobre el mismo tema los datos que la madre Inés de Jesús nos ofrece en la declaración de los días 6 y 13 de julio de 1915, a las preguntas 12 y 42 (Proces de Béatification et Canonisation de Sainte Thérese de l' Enfant-Jéslls et de la Sainte-Face, n. Proces Apostolique, Roma, Teresianum, 1976, pp. 148-149 Y 187-188); Y SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS y DE LA SANTA FAZ, Ultimas conversaciones, tomo l, o.c., «Cuaderno amarillo», 13.7.18 y notas correspon-dientes al mismo (pp. 236-237 Y 401-403).

    60 Cf. MA 74vO. 61 Cf A. BARRIOS MONEO, O.c., p. 310-318. 62 La madre María de los Angeles le tenía dicho que le dijera siempre que

    no le sentaran bien las comidas. Pero, dado su carácter olvidadizo, después se extrañaba de que Teresita le comentara algo sobre el tema. El dato se encuentra en la declaración de María de la Trinidad (Guérin) en 1911, en respuesta a la pregunta 21 sobre las virtudes de la vida religiosa vividas por Teresa: Proces de Béatification et Canonisation de Sainte Thérese de l' Enfant-Jéslls et de la Sa-inte-Face, l. Proces InfOlmative Ordinaire, Roma, Teresianum, 1973, p. 465. El mismo episodio se cita en la Circulai/' necrologiqlle de Soeu/' Marie des Anges, pp. 14 (cf. Manllsc/'its alltobiographiqlles de Sainte Thérese de l' Enfant JéSllS, tomo n, Notes et Tables, nota al folio 70vo, línea 14, pp. 48-49).

    63 Cf. MC lvo-2ro. 64 Cf. MC 21 Vo y 22ro.

    T

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    Sin embargo, aun en este tiempo de los últimos meses de vida de Teresita, a pesar del mayor amor y comprensión que desde hace año y medio parece manifestarle, la madre María de Gonzaga siguió te-niendo el mismo carácter dominante de siempre, con un deseo de exclusivismo y protagonismo muy marcado. Muestra de ello es, por ejemplo, el prohibirle decir a nadie que le ha encomendado un nuevo hermano sacerdote (P. Roulland, 30 de mayo de 1896), con el que Teresita, sin embargo, se ha entrevistado en el locutorio, con el que se escribe y del que tiene un retrato. Las cartas del P. Roulland las leerá la priora en recreación como dirigidas a ella, y no a Teresa 65. Y le prohíbe que sepan las monjas que está escribiendo el I11anuscri fo C: recuerdos de sus últimos años de vida en el Carmelo, comple-mento y continuación de lo que había escrito en el Manuscrito A. Sólo lo saben ella y la madre Inés 66.

    d) Desde los primeros tiempos de su vida en el monasterio, Teresa, a la que no se le permite hacer grandes mortificaciones, descubre el sentido evangélico de escoger siempre las cosas y las personas pequeñas y últimas: las utensilios más feos y que nadie quiere, el no excusarse, el trato con las hermanas difíciles y con las que nadie quiere estar en los oficios, etc.

    Unos meses antes de entrar en el Carmelo decidió llevar una vida sella y mortificada, pero no de penitencias, para las que nunca se

    65 Teresa tiene incluso, en contra de las costumbres del earmelo, un retrato del P. Roulland en su habitación, cf. Carta 173. En dicha carta se puede ver también que la madre María de Gonzaga añade después una breve nota a lo escrito por Teresa.

    La madre Inés declarará el 14 de julio de 1915, que Teresita hizo las cosas de tal manera que ni siquiera ella supo lo de este nuevo hermano sacerdote que le habían encomendado. Yeso que la Santa tuvo que entrar en su celda en repetidas ocasiones para cogerle los pinceles, con el fin de pintar algún recuerdo para dicho misionero (cf. Proces de Béatification et Canonisation de Sainte Thérese de /'Enfant-Jésus et de la Sainte-Face, n. Proces Apostolique, Roma, Teresianum, 1976, pregunta 45, p. 193). ef. también J. F. SIX, O.c., pp. 141-144.

    66 Esto crea a Teresa a veces una situación un tanto embarazosa, cuando las hermanas le preguntan qué está escribiendo con tanto empeño (Me 17ro y VD). Importante es también el testimonio de la madre Inés sobre el origen del Manus-crito e: cf. Proces de Béatification et Canonisation de Sainte Thérese de /' Enfant-Jésus et de la Sainte-Face, l. Proces Informative Ordinaire, Roma, Teresianum, 1973, pp. 146-147, a la pregunta 19.

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    sintió ni capacitada ni llamada. «Mis mortificaciones consistían en quebrantar mi voluntad, siempre dispuesta a salirse con la suya, en callar cualquier palabra de réplica, en prestar pequeños servicios sin hacerlos valer, en no apoyar la espalda cuando estaba sentada» 67. Cuando una vez entrada en el Carmelo le prohibieron incluso esta última mortificación, por su tendencia a encorvar la espalda, Teresa descubre el valor de la opción por las cosas últimas y pequeñas, del quedarse incluso sin las cosas propias en favor de las hermanas 68.

    La opción por amar a las helmanas de la comunidad, especial-mente las últimas, aquellas que eran menos válidas, menos agrada-bles o le caían peor, es como una constante en la vida de Teresa. Pocos meses antes de morir, que es cuando redacta el Manuscriío e, Teresa afirma que ese año (1897) Dios le ha concedido la gracia de saber en qué consiste el verdadero amor al prójimo. Un amor que antes, confiesa, ya practicaba, pero de manera imperfecta 69. No hay que olvidar que desde marzo de 1896 a mayo de 1897 ella se había ofrecido a ayudar en la ropería a la hermana María de San José: una hermana neurasténica, con la que nadie quería trabajar 70.

    En Teresa el amor hacia las hermanas se va haciendo de día en día, en los dos últimos años de su vida, siempre más evangélico y más exquisito. Es, sin duda, el fruto normal de alguien se ha había consagrado, en junio del año 1895, al Amor Misericordioso; que, en septiembre del 1896, descubre su vocación a ser el amor en la Iglesia (cf. Manuscrito B). Pero, una vez más, este amor no se queda en algo quimérico e idealizado. Cuando en junio del año siguiente, 1897, escriba el Manuscrito e para la M. María de Gonzaga, la caridad para con ella será exquisita 71; y, confesando que Dios le ha hecho en

    67 MA 68y O. 68 Cf MA 74ro-75ro 69 Cf. MC 11 yO Y 18y O. 70 Para algunos datos sobre este hermana y su relación con Teresa cf. P.

    DESCOUVEMONT - H. NILS LOOSE, Teresa y Lisieux, a.c., p. 281. También cf. el testimonio al respecto de la madre Inés en el proceso de 1915, a la pregunta 42 (Proces de Béatification et Canonisation de Sainte Thé/'f!se de l' Enfant-Jésus et de la Sainte-Face, n. Proces Apostolique, Roma, Teresianum, 1976, pp. 187-188).

    71 Otro ejemplo anterior de la delicada y exquisita caridad de Teresa con una madre María de Gonzaga algo derrotada y humillada, 10 tenemos en junio deI896.

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    estos años descubrir en qué consiste la verdadera caridad, va reme-morando casos concretos en los que, durante su estancia en el Car-melo, ha podido ir practicando y aprendiendo en todos sus distintos matices este precepto fundamental de Jesús. Incluso las dificultades en el campo de la convivencia le han servido de escuela de vida cristiana. En todo caso, la caridad no era para ella un puro sufrimien-to aceptado pasivamente 72. Ni la renuncia y el servicio al prójimo estaba en ella reñida con la alegría. Se sabe bastante de su espíritu jovial y alegre, que le convertía en el alma de las recreaciones de la comunidad 73.

    Teresa se fue acostumbrando de tal manera a no dar a los demás lo negativo -lo que de morir a sí mismo supone el vivir cristia no--, sino a dar sólo lo positivo, que unos meses antes de su muerte, y hablando de las grandes pruebas espirituales por las que pasaba su alma, se vio obligada a explicar a la madre María de Gonzaga cómo era posible compaginar dichas pruebas con el hablar y escribir de Dios con la unción con que lo hacía, cuando escribía pequeñas poe-sías u otras cosas para las hermanas 74.

    CONCLUSIÓN

    Para terminar estas páginas sobre la vocación y vida en el Car-melo de Teresa de Lisieux quiero traer aquí un doble testimonio de la madre María de Gonzaga sobre Teresita. El primero se encuentra en una carta escrita por ella el 9 de septiembre de 1890 al Carmelo

    Esta había sido elegida de nuevo priora hacía sólo unos meses a la séptima votación, lo que para ella, que había sido todo en la comunidad, constituía una humillación. A ella dedicará, el 29 de junio de 1896, la «Leyenda de un pequeño corderito» (Carta 170), en la que se muestra comprensiva con su sufrimiento.

    72 Cf. MC llvO-18vO y 27vo-3lr°. 73 Para algunos de los detalles de su espíritu humorístico cf. P. DESCOUVE-

    MONT-H. NILs LOaSE, Teresa y Lisieux, o.c., p. 106. También Carta n.o 159 (14-17 de octubre de 1895), sobre la alegría que reinaba en el noviciado. Incluso durante su enfermedad sacaba fuerzas para mantener el espíritu de jovialidad y humor a su alrededor (cf. SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS y DE LA SANTA FAZ, Ultimas conversaciones, tomo l, O.c., pp. 133-136).

    74 MC 7ro y vO.

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    de Tours. Es el día después de la profesión de Teresa. Dice así: «Esta niña angelical tiene diecisiete años y medio y el juicio de una per-sona de treinta años, la perfección religiosa de una novicia consuma-da y el dominio de sí misma de una religiosa perfecta».

    Tres años más tarde (1893), escribe en el reverso de una fotogra-fía de Teresita enviada igualmente al Carmelo de Tours: «Grande y fuerte con aspecto de niña, con un tono de voz y una expresión tal que oculta en ella una sabiduría, una perfección, una inteligencia de cincuenta años. Alma siempre tranquila, en perfecta posesión de sí misma en todo y con todos. Un poco "mosquita muerta", que pare-cería no ha roto un plato en su vida, pero que guarda en la manga picardías para dar y tomar. Mística, cómica, hace a todo. Seria capaz de haceros llorar de devoción y acto seguido haceros destornillar de risa en la recreación» 75.

    75 Cf. J. F. SIX, Una luz en la noche. Los 18 últimos meses de Teresa de Lisieux, Madrid, San Pablo, 1996, pp. 80-81. Recientemente el segundo de los versos arriba citados ha sido atribuido por algún autor a la madre M. de los Angeles (dr. Saint Therese de I'Enfant-Jésus, Oeuvres Completes, Paris, Celf. 1992, pág. 43-44).