Tercer centenario del escudo de la ciudad - La...

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Priscas novissima exsaltat Tercer centenario del escudo de la ciudad

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Priscas novissima exsaltatTercer centenario del escudo de la ciudad

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UN AÑO MÁS, MURCIA TRES CULTURAS nos propone su ciclo de interesantes exposiciones que, sin duda, harán las delicias de cuantos amamos la cultura, el arte, la tradición y la historia.En este año en que celebramos el tercer siglo de existencia de nuestro escudo, aquel que condensa algunos símbolos que han definido a la ciudad a través de la historia, debemos recordar que sus antecedentes se remontan mucho más allá en el tiempo, como prueba irrefutable de la antigüedad y nobleza de la ciudad de Murcia.Nuestro escudo, el que tantos actos preside y tan presente ha estado siem-pre en los aspectos más cotidianos de la ciudad, quedó completado el 16 de septiembre de 1709 por Felipe V. Y fue un premio. Porque el monarca agradeció así la lealtad inquebrantable de Murcia en la Guerra de Sucesión.Basta con atender al lema que engalana el escudo, Priscas novissima exsaltat et amor (ensalzar y amar lo antiguo y lo nuevo), para reconocer el respeto et amor (ensalzar y amar lo antiguo y lo nuevo), para reconocer el respeto et amorque los murcianos hemos sentido siempre hacia nuestra historia y tradición, además de la voluntad de avanzar y progresar, en una especie de simbiosis que, desde hace un milenio, ha permitido a la ciudad un desarrollo continuo.Murcia es una tierra solidaria y agradecida, acogedora con cuantos hemos tenido el privilegio de disfrutar de su clima, sus gentes, su excepcional ubicación o su dilatada tradición. Y eso queda patente en el corazón que también embellece el escudo, el corazón del rey Alfonso X que, como Rey Sabio, amó y tuteló esta ciudad donde, incluso, ordenó enviar su propio corazón cuando muriese.Con el paso de los años, el escudo iría adaptándose al avance de la sociedad, hasta que finalmente, la Real Academia de la Historia, en 21 de junio de 1968, dictaminó su diseño definitivo: «En campo de gules, un corazón de este color, fileteado de oro, y en torno a él, la leyenda “Priscas novissima exsaltat et amor” cargado de una lis y un león del propio metal. Sumado de corona real y acompañado de seis coronas, también de oro, en dos, dos y dos; bordura de León y Castilla, en sus esmaltes, en 16 compones. Al timbre, corona real».Como alcalde de la ciudad, es un honor poder celebrar el tercer siglo de existencia de nuestro escudo y animar a todos los murcianos a conocer sus detalles y, a través de tan remota y cuidada simbología, el espléndido legado histórico que condensan sus símbolos.

Miguel Ángel Cámara

ALCALDE DE MURCIA

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AB ORIGINE(EMBLEMA URBIS MYRTIAE)

Santiago Delgado

Si, como los últimos filólogos apuntan, el

nombre Murcia procede de la diosa romana

Venus Myrtia –bien a través de “lugar de mir-

tos” o de la villa del terrateniente Myrteus– el

primer distintivo común de los murcianos

podría ser esa rama de mirto que la imagen

de la diosa del Aventino romano porta en la

mano. El mirto necesita humedad, suelo fértil,

para crecer y multiplicarse. Donde hay mirtos

hay agricultura fácil y… molicie; advocación

de Venus Myrtia. El mirto, que hace salir a sus

hojas de dos en dos, era el símbolo del matri-

monio, de la felicidad apacible.

¿Tuvo escudo de armas el witiziano Teodomiro

de Orihuela, aquel suevo, o godo de nombre

suevo, al servicio de los godos, al que enco-

mendaron gobernar la Marca de Aurariola?

Hubieran sido, sin duda, estos símbolos witi-

zianos los primeros que habrían legado a esta

tierra emblema identitario tal y como hoy lo

entendemos. La Marca visigoda, que pronto

fue Cora islámica, es el antecedente más claro

del llamado Reino de Murcia. A buen seguro

que los visigodos, pueblo germánico, tendrían

distintivos de clan. Sabemos su afición por las

fíbulas en forma de águila erecta; aunque algu-

nos dicen que en principio eran los dos cuervos

que posaban en los hombros de Wotan, su dios

nórdico pagano y primitivo. Cuervos confundi-

dos, luego de siglos de vagar por Europa, con

Arcosolio con las entrañas de Alfonso X.

Catedral de Murcia

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las águilas de las legiones romanas, que ora

atacaban ora se aliaban con ellas.

Pero haciendo como un paréntesis, en el

periodo visigodo están los bizantinos en Car-

tagena. Myrtia era el hortus novocartaginensis

bizantino también, como lo demuestran los

restos de Algezares y La Alberca. ¿Supone-

mos la cruz griega, simétrica centralmente,

emblema del territorio durante esos casi 80

años (555-623 d. C.)?

Numerosas veces se enfrentaron los godos

entre sí. Y precisarían diferenciarse. Lo harían

con algún distintivo evidente, bien pintado

sobre los escudos o las adargas, bien sobre

las túnicas o lorigas. ¿Quién sabe? Ese fue, y

no otro, el origen de los escudos de armas:

diferenciarse a la hora de la guerra, cuando

la guerra fuera; a la hora de la paz, cuando la

paz fuera. Un animal tótem, una planta salu-

tífera, una construcción defensiva inataca-

ble… Algo que pasara a constituir apelación

humana, cualquier cosa sirvió para diferenciar,

y luego para unir, primero a un clan, después,

por aglutinamiento, a un pueblo. Luego vino

la disgregación: cada señor de la guerra se dijo

merecedor de un distintivo: la heráldica había

nacido.

Desconocemos, pues, los símbolos witizianos

y su variante en Teodomiro. Si los tuvieron,

no perduraron. Tras cinco siglos musulmanes,

donde no hay más distintivo que el religioso:

verde con el cuarto creciente blanco, llegó el

feudalismo con su ya complejo sistema de sím-

bolos, emblemas y señas. Por cierto, el último

color musulmán de los mursíes fue el negro

bagdadí, sustituto del verde coránico. Ibn Hud

el Grande había jurado fidelidad a Bagdad, a

los abbasíes, por encima de cualquier obe-

diencia hispana o magrebí. Abdelaziz, hijo del

conquistador Muza, que según lenguas ciñó,

blasfémicamente como ismailita, corona de

rey cristiano de Hispania, era de obediencia

damascena. Aún no era Bagdad la metrópoli

islámica. Sus colores eran los del Profeta. Sobre

ambas banderas, la Chahada: “No hay más dios

que Alá, y Mahoma es su profeta”.

Siguiendo con el hilo lleguemos al 778: Ron-

cesvalles. Envuelta en la conjura anticordo-

besa que urdieran los moros de Zaragoza, la

Cora de Todmir halla ruin final poco más tarde.

Si hubo emblemas witizianos para la comarca

bajosegureña y aledaños, ahí se perdieron.

Símbolos cristianos autóctonos fueron la Cruz

Monogramática de Cehegín (s. VI) y la de Cara-

vaca (1232).

Hay que esperar a 1243: el infante don Alfonso

entra en Murcia. Trae sus pendones de castillos

y leones, y cada señor de los que le acompa-

ñan los suyos propios. Una constelación de

símbolos llueve sobre las tierras mursíes, entre

Alicante, Lorca y Albacete. Dicen de un primer

escudo con un castillo y una pluma encima,

simbolizando fortaleza, el castillo, y flexibi-

lidad o sabiduría, la pluma. Otros dicen que

victoria. Pero, de existir, es efímero.

En 1266, Alfonso X concede escudo defini-

tivo: cinco coronas. Primer enigma: ¿por qué

cinco? ¿Cinco personas reales? ¿Cinco reinos?

¿Cinco… número cabalístico ofrecido por

quien ama la Astronomía? ¿Capricho? ¿Un

poco de todo?

Elucubremos:

Primero: el quinto reino, si lo fue, tras Castilla,

León, Córdoba, Sevilla y el Algarbe, fue eso, el

quinto; un ordinal, no un cardinal. Eso supon-

dría que tendríamos en Murcia las coronas cas-

tellana, leonesa, etc. Fácil rebatirlo. Además,

Jaén faltaría… o sobraría.

Segundo: cinco reyes… Pues eso ya es fácil:

don Fernando, III el Santo para los castellanos,

alias “el Bizco” para los andalusíes coetáneos, la

primera corona. Su mujer, la reina, doña Beatriz

de Suabia, por quien Alfonso aspirase al impe-

rio, la segunda corona; ambos fueron reyes de

Murcia, de 1243 a 1252, en que fue coronado

el mismo Alfonso, que es la tercera corona.

Luego, su mujer doña Violante, hija de Jaime

I, la cuarta corona. Y, por supuesto, el propio

don Jaime, que actuó como rey al entrar en la

ciudad en 1266, otorgando repartimientos “a

Antiguo Seminario de San Fulgencio. Hoy Escuela

Superior de Arte Dramático y Danza

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la aragonesa”, que luego Alfonso enmendó “a

la castellana”: el catalán es la quinta corona.

Me parece más adecuado. ¿Por qué no hubo

corona para la esposa de Jaime I? Porque don

Jaime, de gran prez, estaba viudo de Violante

de Hungría, finada en 1251. De la copiosa

colección de amantes posteriores, no quiso

hace reina a ninguna. Cinco coronas. Cinco

personas reales que había conocido Murcia

hasta entonces. Recordemos: es la segunda

elucubración.

Las terceras y cuartas elucubraciones hága-

las el lector. En particular indague qué cinco

servicios capitales le hizo Murcia, la ciudad o

el Reino –que no se distinguían entonces– al

monarca de Toledo. Si son ellos cinco de indu-

bitable alcance, tal podría ser el designio.

En torno a ese cinco primigenio, que, hecho

siete por mor de Pedro I y Felipe V, saltó a la

bandera autonómica, siempre pesará espeso

silencio documental.

Del resto de elementos del escudo lean a Luis

Lisón en estas mismas páginas. Para el lema, a

la doctora Moya. Las tinieblas anteriores, mal

iluminadas quedan por estas líneas.

Iglesia de Santo Domingo

EL ESCUDO CONCEJIL DE MURCIA

Luis Lisón Hernández

Se cumple este año el tercer centenario del

actual escudo concejil de la ciudad de Murcia,

aunque su diseño y aprobación definitiva datan

de 1968, ya que la redacción del texto de 16 de

septiembre de 1709 resultaba un tanto farra-

gosa y muy difícil de plasmar en la realidad,

para sujetarse a los cánones y reglas por los que

se rige la ciencia heráldica o del blasón.

No obstante, tendremos que remontarnos

a varias centurias más alejadas en el tiempo

para encontrar los primeros antecedentes

sobre su composición y uso, ya que fue en la

segunda mitad del siglo XIII cuando la docu-

mentación nos ofrece pruebas fehacientes

de su existencia; pues desconocemos si en la

época de dominación musulmana la aljama

de Murcia usó algún sello para autentificar o

validar sus documentos.

Tras la capitulación de Alcaraz, la presencia

castellana en la capital del reino no cambió el

estatus por el que se regía la ciudad y habrá que

esperar a fechas posteriores a la sublevación de

1264 para la erección de un concejo y la subsi-

guiente creación de escudo y bandera. Cuando

Jaime I “el Conquistador” acude en auxilio de

su yerno, que se encontraba ocupado en tie-

rras sevillanas, recupera Murcia el 2 de febrero

de 1266 sin necesidad de combatirla y no será

hasta tres meses más tarde cuando Alfonso X

regrese para hacerse cargo de la situación.

Ayuntamiento

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Instituye entonces un concejo para gobernar

la ciudad y su término, y el viernes 14 de mayo,

por un privilegio rodado, les otorga señas de

identidad propias, como son escudo y ban-

dera, aunque no especifica cómo han de ser:

«Otrossi, por onrra de la cibdat sobredicha de

Murcia, damosles que ayan senna, et el conceio

que escoia un cauallero o un omne bono que la

tenga, aquel que entendieren que sera mas pora

ello, et que este guisado de cauallo et armas.

Otrossi, les damos seello de dos tablas, et tene-

mos por bien que las tengan dos omnes bonos

quales escogieren el conceio con conssenti-

miento daquel que estudiere y por nos, et que

tenga el uno la una tabla et el otro la otra».

La descripción de ambos símbolos no resulta

problemática y se conoce suficientemente,

sobre todo el sello, por haber quedado refle-

jada su impronta, tanto de plomo como de

cera, en ciertos documentos. Juan Torres Fon-

tes nos lo describe con fidelidad:

«En su anverso… una orla exterior, con leyenda

en tipo gótico que dice: CIVITAS MURCIE INCLITA

ET HONORATA DOMINIO REGNIS CASTELLE. En

el centro, una amplia panorámica del recinto

exterior de la ciudad. En ella pueden apreciarse:

el alcázar kibir; una alta torre interior, que

correspondía a alminar de la mezquita aljama;

la parte superior de una palmera situada en el

interior del recinto; torres y lienzos o cortinas de

IES Licenciado Francisco Cascales

la muralla, con dos puertas, y huecos o saeteras

a distinta altura en las torres exteriores. En un

primer plano: tres líneas sinuosas, que simbo-

lizaban al río Segura; una noria, utilizada para

abastecer de agua el alcázar y cuatro árboles,

en remembranza de los abundantes olmos exis-

tentes en el soto del río. Las crónicas y docu-

mentos del siglo XII confirman la existencia real

de cuanto se representa en esta imagen.

En el reverso de la medalla se reproduce el escudo

de la ciudad de Murcia en el siglo XIII y primera

mitad del XIV. Consta por tanto de cinco coronas

reales y a su alrededor, en tipo gótico, la leyenda:

SIGILLUM CONCILII NOBILIS CIVITATIS MURCIE».

El anverso sigue fielmente el modelo paisajís-

tico que recogen otros sellos de la época,

como podemos ver, por poner unos ejemplos,

en los sellos de Sevilla, Zamora y Córdoba,

donde se presenta una imagen muy parecida

a la del de Murcia, y permanece invariable

durante muchas décadas, hasta el punto que

la representación más antigua que conocemos

es de 1374.

La dificultad de conservar el paño de la enseña

inicial hacía muy difícil que hubiese llegado

hasta nosotros algún ejemplar, pero si tene-

mos en cuenta las disposiciones alfonsíes

contenidas en las Partidas, señalando que

las banderas de concejos fuesen farpadas,

no representa mucha dificultad dibujar cómo

pudo ser, máxime teniendo en cuenta cómo

eran otras de las que sí conocemos el diseño.

Concretamente, la Ley XIII del título XXIII de la

segunda Partida, dice:

«Otras y ha que son quadradas, e farpadas en

cabo, a que llaman cabdales. E éste nome han,

porque non las deue otro traer, si non cabdillos,

por razón del acabdillamiento, que deuen fazer

(...) Otrosí las pueden traer concejos de cibdades,

o de villas»...

Y en la Ley XIV del mismo título y Partida, que

trata de la manera que son los pendones, lee-

mos:

...«otra seña quadrada que es más luenga que

ancha, bien el tercio del asta ayuso, e non es farpada.

E esta llaman en algunos lugares vandera».

Como bien señala Alfonso Durán «hay que

creer, por tanto, que estaba constituida por

un paño rojo (el color real castellano, mante-

Cárcel Vieja

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nido en los escudos posteriores y hasta hoy)

cargado con las cinco coronas y en la misma

posición relativa que en el sello o en las mar-

cas de acuñación de las monedas contempo-

ráneas, en aspa».

De la dos tabletas de bronce grabadas en su

interior, la que reproducía en cera la repre-

sentación más o menos real de la ciudad per-

maneció más tiempo; pues la que reproducía

cinco coronas, orladas de la leyenda «SIGILLUM

CONCILII NOBILIS CIVITATIS MURCIE», cambió a CONCILII NOBILIS CIVITATIS MURCIE», cambió a CONCILII NOBILIS CIVITATIS MURCIE

partir de 1361, año en que Pedro I, para pre-

miar la lealtad y buenos servicios prestados

por Murcia, le concedió una sexta corona, por

privilegio dado en Ariza a 4 de mayo:

«para que hayades mas voluntad de me servir vos

e los que de vos vinieran, tengo por bien que demas

de las cinco coronas que vos haviedes en el vuestro

sello y en el vuestro pendon, que haya es una mas,

asi que sean seis coronas...».

Y que amplió con una orla de leones y castillos

para ambos símbolos, por otro dado en Sevilla

a 10 de julio siguiente:

«bien sabedes en como por vos facer merced

tove por bien de como habiades cinco coronas

en el pendon y sello, hobiesedes una mas, en

manera que fuesen seis. E agora por vos facer

bien... tengo por bien que pongades en la orla

del dicho sello y pendon, leones y castillos en

cada uno...».

El Ayuntamiento de Murcia procedió entonces

a realizar los cambios pertinentes y al quedar

obsoletas las tabletas de bronce para imprimir

el sello concejil se adquirieron unas nuevas,

de plata, de menor tamaño que las anterio-

res. Asimismo, sufrió dos cambios la enseña:

primero para incorporar la sexta corona (aun-

que tal vez no dio tiempo a tal enmienda) y

después la orla de leones y escudos.

Años más tarde, quiso la ciudad incorporar

a sus símbolos una representación del cora-

zón de Alfonso X que se conservaba en la

Catedral, como antes de su ruina y desmoro-

namiento estuvo en el monasterio de Santa

María la Real (o de Gracia), y en la sesión de

14 de febrero de 1575 acordaron solicitar

autorización a Felipe II para que «en el escudo

e blasón desta dicha Ciudad, que sienpre a

tenido e tiene seis coronas de oro en canpo

roxo y los reales castillos e leones por armas e

orla de onor, en el se ponga un corazón». Y asi-

mismo decidieron timbrar el blasón con un

coronel: «Otrosí, dixeron que, como a todos es

notorio, una de las mayores preminencias que

las ciudades cabeças de reinos tienen es poner

e traer encima e los escudos e blasones de sus

armas una corona grande que cubra todo el

escudo, e porque esta Ciudad parece que res-

pecto de traer en el suyo seis coronas reales no

a puesto el dicho coronel hasta ahora todavía,

pues que por ser como dicho es, cabeza e reino

e tan principal le pertenece, acordaron e pro-

veyeron se ponga e haga la dicha corona, e en

los escudos que de aquí adelante se hicieren se

use, y emiende en los demás fechos». Añadido

que no debió aceptar el monarca, aunque sí

autorizaría que lo fuese con una corona real,

cumpliendo así lo dispuesto en 1480 por los

Reyes Católicos (Ley XV, título 1, libro VI), y

que completó el propio Felipe II por una

pragmática de 8 de octubre de 1586 «para

remediar el gran desorden y exceso que ha

habido y hay en poner coroneles en los escu-

dos de armas de los sellos y reposteros», que

en adelante solo podrían usar en sus timbres

los duques, marqueses y condes.

Tuvo la suerte Murcia de unirse al bando del

Borbón Felipe V en la Guerra de Sucesión

y en atención a los méritos contraídos por

entonces, al finalizar la contienda solicitó del

monarca diversas mercedes y privilegios, y

entre ellos, «que a las seis coronas que compo-

nían el blasón de su escudo de armas, pudiese

añadir otra corona real sobre un león y una flor

de lis, unidos, zircundadas estas tres cosas con

este mote: (Priscas, novissima exsaltat et amor)», este mote: (Priscas, novissima exsaltat et amor)», este mote: (Priscas, novissima exsaltat et amor

según gráficamente podía verse en un dibujo

que acompañó a la petición. Lo cual fue con-

cedido el 16 de septiembre de 1709, «exzepto

en el punto de poner corona zerrada en ellas».

Aclara Torres Fontes, que los reyes de armas

introdujeron cambios en su colocación, pues

la concesión era de una corona real abierta,

sobre un león y una flor de lis unidos, circun-

dadas estas tres cosas por el mote «Priscas

novissima exsaltat et amor»; pero no se hizo

así, pues colocaron el león y flor de lis unidos,

circundados por el lema «Priscas novissima

exsaltat et amor», y sobre todo ello, la séptima

corona.

Hospicio de Santa Florentina. Calle Santa Teresa

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Y aunque los reyes de armas dispusieron el

diseño, para evitar los errores que actual-

mente se cometían, la Real Academia de la

Historia en 21 de junio de 1968 dictaminó el

siguiente diseño:

«En campo de gules, un corazón de este color,

fileteado de oro, y en torno a él, la leyenda “Pris-

cas novissima exsaltat et amor” cargado de una

lis y un león del propio metal. Sumado de corona

real y acompañado de seis coronas, también de

oro, en dos, dos y dos; bordura de León y Casti-

lla, en sus esmaltes, en 16 compones. Al timbre,

corona real».

Sobre el respecto se había pronunciado un

año antes el cronista rey de armas don Vicente

de Cadenas, con ocasión de la emisión de una

serie filatélica con el escudo de las capitales

de provincia:

«Las coronas son reales, no ese engendro de

corona, aunque habitualmente se emplee por

quienes desconocen la heráldica. Los compo-

nes de la bordura (16) bastan para dos escu-

dos, pues exactamente sobran la mitad».

Coincidía en ello con lo manifestado siglos

antes por el licenciado Francisco Cascales y con

Bernardo Espinal y García en su obra Atlante

Español… Reyno de Murcia, que describe así el

escudo: «En campo rojo, seis coronas de oro, y

por orla, cuatro castillos y cuatro leones. Dife-

renciados los castillos de oro en campo rojo,

y los leones rojos en campo de plata, y otra

mayor al timbre». También opinaba el señor

Cadenas y Vicent, que los leones de la bordura

deben ser de púrpura y no de gules.

Jardín de Floridablanca

PRISCAS NOVISSIMA EXSALTAT, ET AMOR

Francisca Moya del Baño

El lema del escudo de Murcia no puede enten-

derse aislado de las imágenes visibles en el

propio escudo ni de las circunstancias históri-

cas en las que surgió; figura en nuestro escudo

desde hace trescientos años, pues fue en 1709

cuando Felipe V lo completa. En ese momento,

el escudo presentaba seis coronas: las cinco

que puso en el escudo que concedió a Murcia

Alfonso X en 1266 y otra que, en 1361, añadió

el rey Pedro I, además de la orla de leones y

castillos; ambos reyes con estas distinciones

agradecían a Murcia su fidelidad y ayuda.

En 1709, entre el 14 de marzo y 7 de abril,

don Antonio de Roda y Faxardo y don Iuan

Bautista Ferro, regidores perpetuos de la

ciudad y sus diputados, como muestra un

documento del Archivo Histórico Nacional

(sección consejos, legajo 6117, expediente:

39), con ocasión del Juramento de Fidelidad

al S. Príncipe de las Asturias, recuerdan al rey

la ayuda que la ciudad le prestó en la Guerra

de Sucesión, y, entre otras peticiones, le rue-

gan “que à las seis Coronas que componen el

Blasón de su Escudo de Armas, puedan aña-

dir otra Corona Real sobre vn Leon y vna Flor

de Lis vnidos; y estas tres cosas çircundadas

de este mote: Priscas novissima exsaltat, et

amor”, añadiendo para mejor entendimiento

un precioso dibujo del escudo que desean

tener.

Palacio Almudí

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El rey, como consta en el Archivo Municipal

de Murcia, Cartulario Real, años 1709-1712, fol. Cartulario Real, años 1709-1712, fol. Cartulario Real

35, de fecha 16 de septiembre del mismo año,

accede a esta petición, con una salvedad: se

concede la corona, pero ésta no debe ser una

corona real cerrada, como se le solicitaba; la

nueva corona, como las seis anteriores, debe

ser abierta. Ese es el escudo que se ha mante-

nido, el que vemos en sellos y pendones, con

la única excepción del moderno escudo de

nuestro Ayuntamiento, en el que las coronas,

sin razón que lo avale y en contra de lo orde-

nado por Felipe V, aparecen todas cerradas.

Pero vamos al “lema”. Si se tiene en cuenta la

historia y se observa el escudo queda, a nues-

tro juicio, clara la significación del mote Priscas

novissima exsaltat, et amor. En efecto, Priscas

(acusativo de plural femenino del adjetivo

priscus, a, um) significa “antiguas” o “anterio-

res” y necesariamente debe ir referido a las

“seis coronas” no mencionadas en el lema,

pero sí mostradas en el escudo; por su parte,

novissima (nominativo singular femenino del

adjetivo novissimus, a, um) significa “última”,

referido este adjetivo a otra corona, la que

ahora se concede a Murcia, la séptima; en

cuanto a exsaltat (tercera persona del singular exsaltat (tercera persona del singular exsaltat

del presente de indicativo del verbo exalto),

significa “exalta”, “enaltece”, “engrandece” y

tiene que ser, como se comprende con faci-

lidad, el verbo de una oración, cuyo sujeto es

novissima (corona) y el objeto directo priscas

(coronas). Por lo que respecta a amor, que va

unido por un “y” (et) a lo anterior, es necesaria-et) a lo anterior, es necesaria-et

mente nominativo de singular, y debe hacer el

oficio de sujeto, pero, al no estar explícito el

verbo, hay que sobreentenderlo.

Así las cosas caben dos posibilidades: la pri-

mera, que preferimos, consiste en entender

que se trata de dos frases paralelas y que en la

segunda, la que está representada por amor, amor, amor

se debe sobreentender no solo el verbo, sino

también el objeto directo; igual que a “corona”

corresponde “coronas”, a “amor” corresponde-

ría “amores”, y, en esa relación de semejanza,

también aparecería un novissimus:

PRISCAS (CORONAS) NOVISSIMA (CORONA) EXSALTAT

ET

(PRISCOS AMORES) (NOVISSIMUS) AMOR EXSALTAT

es decir,

“Las antiguas coronas las enaltece la última corona

y

(los antiguos amores los enaltece el último) amor

No necesitan explicación las coronas; están

en el escudo. En cuanto a amor está implícito, amor está implícito, amor

pues se trata del “amor”, representado en toda

clase de ayudas, que Murcia ha ofrecido a su

monarca en las ocasiones en que éste lo ha

necesitado. En esta última, su amor ha sido

igual o, más bien, superior, pues no solo no

ha desmerecido las pruebas de lealtad dadas

a reyes anteriores, sino que ha servido para

enaltecerlas. Los documentos referentes a este

lema abogan porque se trate, como decimos,

del “amor” de Murcia hacia el rey, pero no sería

imposible suponer que se aludiese también

al “amor” que tiene el rey hacia Murcia, el cual

deja patente en la ampliación de su escudo.

Una frase tan esquemática como la de nuestro

“mote”, no excluye interpretaciones y tampoco

otra posibilidad sintáctica, cuya significación, por

otra parte, no se aleja de la ya propuesta, a saber:

que amor fuese unido a amor fuese unido a amor novissima (corona), es

decir: “la última corona y el amor”, y que ambos

fuesen sujetos de exsaltat (enaltece), permane-exsaltat (enaltece), permane-exsaltat

ciendo el mismo complemento, “las antiguas

coronas”, a saber: “la última corona y el amor

enaltecen las antiguas coronas”. Aunque se espe-

raría un verbo en plural por ser dos los sujetos,

sin embargo no es rara esta clase de “concordan-

cia”; amor se entendería igual, “el amor de Mur-amor se entendería igual, “el amor de Mur-amor

cia, que ha hecho posible esta distinción real”, la

concesión de la séptima corona, y también, sin

duda, la flor de lis y el león rampante.

Esta es nuestra hipótesis de lectura del lema

del escudo de Murcia.

En mi trabajo “A propósito de la ‘leyenda’ del escudo de Mur-

cia”, MVRGETANA 117 (2007), 55-78, pueden verse los docu-

mentos y bibliografía que sustentan esta interpretación.

Glorieta de España

Pendón real. 1789Brocado de seda. 165 x 162 cmAyuntamiento de Murcia

Con motivo de la coronación de Carlos IV, el Ayuntamiento encargo este pendón real, que, según investigaciones de Manuel Sánchez Pérez y Pilar Vallalta, fue realizado por el arte-sano bordador Tomás Marques Fruísa. El pendón fue restaurado en 1966 con poco acierto y en los años noventa, el escudo en sí se colocó sobre una nueva tela de brocado de color marfil con diseño de finales del siglo XVIII y se mejoró la exposición en una de las vitrinas laterales del salón de plenos del Ayuntamiento de Murcia.

Bandera Coronela del Batallón provincial nº 10 de la Reserva. 1808Tafetán de seda, bordado en seda. 155 x 141 cmAyuntamiento de Murcia

En el centro de la pieza aparece el escudo de Fernando VII con el toisón de oro y destacan las cuatro esquinas con el escudo de la ciudad. Según las investi-gaciones de Pilar Vallalta y de Manuel Pérez Sánchez, el arte-sano bordador fue Pantaleón Furriol. Se encuentra normal-mente expuesto en una de las vitrinas del salón de plenos del Ayuntamiento de Murcia.

Detalle. Bandera Coronela del Batallón provincial nº 10 de la Reserva. 1808Tafetán de seda, bordado en seda. 155 x 141 cmAyuntamiento de Murcia

Se trata de un detalle de una de las esquinas de la bandera en la que se aprecia el escudo con una modificación significativa, ya que el fondo del escudo apa-rece en azul, no en el típico rojo. Aparecen, además, seis coronas y una en la parte superior. Los escudos están rodeados por una rama de laurel y por unas espigas unidas por una lazo azul. Esta imagen del escudo ha supuesto diversas contro-versias entre los investigadores, tanto por el color azul como por la posición y cantidad de las coronas.

Acta capitular de 1574-1575Fol. 166 r-166 v. 32 x 22 cmArchivo Municipal de Murcia

Acuerdo para colocar un cora-zón en el escudo de la ciudad como símbolo de lealtad de Murcia al rey Alfonso X. Este acuerdo está fechado el 14 de febrero de 1575.El monarca, en una señal de agradecimiento a los dos con-cejos de los que más apoyos había recibido, dispuso en su testamento que sus entrañas fueran llevadas a Murcia y que su cuerpo fuera enterrado en Sevilla.

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Cartulario real. 1709-1712Fol. 35 r-35 v. 32 x 22 cmArchivo Municipal de Murcia

Carta de contestación a una petición al rey que, entre el 14 de marzo y 7 de abril de 1709, hicieron don Antonio de Roda y Fajardo y don Juan Bautista Ferro, regidores del Concejo de Murcia, con ocasión del jura-mento de fidelidad al príncipe de Asturias. Le recuerdan la ayuda que la ciudad le prestó en la Guerra de Sucesión, y le rue-gan añadir una nueva corona al escudo. El rey accede a esta petición, con una salvedad: se concede la corona, pero esta no debe ser una corona real cerrada, como se le solicitaba. La nueva corona, como las seis anteriores, debe ser abierta.

Escudos nobiliarios IRamón Medel. S. XIX63 x 48 cm. Tintas de colores/papelArchivo Municipal de Murcia

En este dibujo están los escudos de los distintos partidos judi-ciales de la provincia de Murcia, según aparece en la leyenda, así como los escudos nobiliarios de apellidos que comienzan por la letra a y algunos con la b. Des-tacan en el centro del dibujo el traslado de dos cartas de Pedro I y dos décimas, una de ellas de Francisco Cascales.

Escudos nobiliarios (detalle)Ramón Medel. S. XIX63 x 48 cm. Tintas de colores/papelArchivo Municipal de Murcia

La disposición de las coro-nas dentro del escudo sigue una colocación determinada y en este detalle se aprecia el aspecto de las cinco coronas, las seis de tiempos de Pedro I y las siete coronas concedidas por Felipe V, con y sin león y flor de lis.

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Escudos nobiliarios IIRamón Medel. S. XIX63 x 48 cm. Tintas de colores/papelArchivo Municipal de Murcia

Con el epígrafe “Nobleza de Murcia” aparecen reseñados dis-tintos apellidos de familias mur-cianas. En el centro del dibujo se muestra el listado de concejales del Ayuntamiento de Murcia, un listado de parroquias y el escudo del cabildo catedralicio.

Escudos nobiliarios IIIRamón Medel. S. XIX63 x 48 cm. Tintas de colores/papelArchivo Municipal de Murcia

Nobleza de Murcia es el título de este dibujo en el que apa-rece el listado de los adelanta-dos del Reino de Murcia desde el infante don Manuel en 1262 hasta don Pedro Fajardo en 1443.

“El Escudo de la Ciudad de Murcia”Juan Torres FontesBoletín Informativo Ayuntamiento de Murcia1966. Nºs 1, 3, 5, 6 y 7Archivo Municipal de Murcia

“El corazón de Alfonso X en el blasón de la ciudad de Murcia” Juan Torres FontesDiputación Provincial1979. Año V nº 16Archivo Municipal de Murcia

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“Noticias históricas y curiosas de Murcia” J. Martínez Tornel1ª serie. El Diario de Murcia, 1893Archivo Municipal de Murcia

Sello concejil. Anverso y reversoMadera y metal. Ø 65 cm Archivo Municipal de Murcia

Con motivo de la celebración del VII centenario de la creación del Ayuntamiento de Murcia, se elaboró esta reproducción del sello concejil concedido por el rey Alfonso X, en 1266.

Alfonso XJuan González MorenoBronce. 30 x 10 x 10 cm. 1984

El 23 de noviembre de 1221 nace en Toledo el infante Alfonso, el futuro Rey Sabio que firmará la capitulación de Alcaraz en 1243, hecho que supondrá el inicio de la conquista castellana del Reino de Murcia.

Escudo de la ciudadPiedra arenisca89 x 76 x 25 cm. S. VIIIAyuntamiento de Murcia

Procedente de la antigua puerta de la muralla llamada “de las siete coronas”.Bernardo Espinalt y García, en su obra “Atlante Español”, en el capítulo “Descripción general del Reino de Murcia”, de 1778, describe así el escudo: «En campo rojo, seis coronas de oro, y por orla, cuatro castillos y cua-tro leones. Diferenciados los castillos de oro, en campo rojo, y los leones rojos, en campo de plata, y otra mayor al timbre».

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León del Malecón F. Oliva. O/L. 72 x 53 cm. Siglo XXAyuntamiento de Murcia

La escultura conocida como “El León del Malecón” se encon-traba situada junto al edificio del Club Remo, hoy desapa-recido, justo a la entrada del Malecón. En esta escultura se conserva una de las primeras representaciones de nuestro escudo, en la que aparecen las siete coronas.

Retrato de Felipe V de BorbónJ. Ruiz Melgarejo83 x 60 cm. O/L. 1718Museo de Bellas Artes de Murcia

Murcia se unió al bando del pre-tendiente Borbón a la corona española durante la Guerra de Sucesión, y en atención a los méritos contraídos por entonces, al finalizar la contienda, la ciudad solicitó del monarca diversas mercedes y privilegios. Entre ellos, «que a las seis coronas que componían el blasón de su escudo de armas, pudiese añadir otra corona real sobre un león y una flor de lis, unidos, zircun-dadas estas tres cosas con este mote: (Priscas, novissima exsaltat et amor)». Lo cual fue concedido el 16 de septiembre de 1709.

La Entrega de Murcia al infante don Alfonso por el rey Ibn HudielJosé Pascual y VallsO/L. 130 x 99 cmPrimera mitad siglo XIXMuseo de Bellas Artes de Murcia

En 1266, tras diferentes vicisi-tudes desde la llegada del aún infante don Alfonso a Murcia, instituye el Concejo para gober-nar la ciudad y su término. El 14 de mayo de ese año, por privi-legio rodado, otorga a Murcia las que serán sus señas de iden-tidad, el escudo y la bandera, aunque no especifica cómo han de ser.

Retrato de Pedro IGermán Hernández AmoresO/L. 221 x 138 cm. 1877 Universidad de Zaragoza

Esta obra se realizó para la Serie Cronológica de los Reyes de España y se encontraba en el Museo del Prado hasta que en 1892 fue depositado en la Uni-versidad de Zaragoza, donde hoy día se encuentra expuesta en su paraninfo. Este rey caste-llano, apodado “el Cruel”, conce-dió a Murcia la sexta corona de su escudo en 1391, para premiar la lealtad y buenos servicios prestados.

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