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Nómadas (Col) ISSN: 0121-7550 [email protected] Universidad Central Colombia Connell, Robert William UNA TEORÍA SUREÑA Nómadas (Col), núm. 20, 2004, pp. 36-45 Universidad Central Bogotá, Colombia Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105117734004 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Nómadas (Col)

ISSN: 0121-7550

[email protected]

Universidad Central

Colombia

Connell, Robert William

UNA TEORÍA SUREÑA

Nómadas (Col), núm. 20, 2004, pp. 36-45

Universidad Central

Bogotá, Colombia

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105117734004

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* Ponencia presentada en la Conferencia Anual de la Asociación Sociológica Australiana,Brisbane, julio 6 de 2002.

** Historiador egresado de la Universidad de Melbourne. Ph.D de la Universidad de Sydney.Docente de la Facu l tad de Educac ión de la mi sma ins t i tuc ión . Emai l :[email protected]

*** Investigador DIUC.

Este artículo es un intento de comprensión de la situa-ción pasada y presente de la sociología en relación con lasociedad global. Propone una estrategia para el desarrollode la sociología como una ciencia democrática en la era dela globalización corporativa, resaltando la importancia delas perspectivas producidas más allá de la metrópolis.

This paper outlines an approach to understanding thepast and present situation of sociology in relation to globalsociety. It proposes a strategy for the development of sociologyas a democratic science in the era of corporate globalization,which highlights the importance of perspectives producedbeyond the metropole.

Palabras clave: Sociología, conocimiento, poder.

UNA TEORÍA SUREÑA*

Robert William Connell**

Traducción de Diógenes Carvajal***

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1. El poder global y lasituación actual dela sociología

Sociología e imperialismo. Comopráctica social y como una forma deconocimiento de la sociedad, la so-ciología es hija del imperialismo1 .Fue construida como forma cultu-ral por la clase intelectual liberalde los más grandes poderes im-periales durante el apogeo delimperialismo europeo, en las gene-raciones previas a la Gran Guerra.La sociología respondió a problemaséticos e intelectuales planteadospor las dinámicas del imperialismoy elaboró respuestas a estos, en su

mayoría, a partir de la informaciónque llegaba a la metrópolis proce-dente de las fronteras de la con-quista y de los asentamientoscoloniales. Los conceptos de “pro-greso” y “evolución social” fueroncentrales en el proyecto intelectualoriginal de la sociología y su exi-gencia –como teoría del progreso–de ser la reina de las ciencias. Es-tos conceptos se basaron en unaidea central de diferencia globalentre lo primitivo y lo avanzado enel cual estaba anclado el imperio,en el encuentro de colonizadores ycolonizados, y en las justificacionesreligiosas y seculares del dominioimperial europeo.

Esta ciencia de la modernidad notenía nada que decir sobre el poderglobal de las sociedades a las que sedirigía o sus relaciones con los coloni-zados. En la división académica deltrabajo del siglo XX, dichos asuntosle fueron asignados a la antropología,a los estudios regionales (portadoresdel “orientalismo” académico) y, a sudebido tiempo, a los estudios de desa-rrollo en la economía y a las relacio-nes internacionales en la cienciapolítica.

La sociología académica, quedesde la década de 1930 tuvo uncentro del mundo particular en losEstados Unidos, tiene su foco inte-

Eladio Vélez, Esquina de la Playa, 57 x 65 cm, óleo/lienzo, 1948

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lectual en el “problema del ordensocial” que es interno a los paísescapitalistas ricos. Se convirtió, has-ta cierto punto sustancial, en unasubordinada del estado de bienes-tar metropolitano del siglo XX. Losfondos corporativos y estatales am-pliamente expandidos posibilitaronla ocurrencia de avances revolucio-narios, desde la escuela de Chicagocon su etnografía urbana en la dé-cada de 1920, hasta las técnicasestadísticas para el análisis de en-cuestas desarrollada por Lazarsfelden las décadas de1940 y 1950.

El incrementoen datos sofistica-dos hizo posibleuna ciencia admi-nistrativa de la so-ciedad modernabasada en la explo-ración de las dife-rencias entre lapoblación metro-politana y asociadade manera cercanacon las técnicas deintervención social(por ejemplo, eltrabajo social, laplaneación urbanay, un poco después,la educación com-pensatoria). Fue lasociología bajoestas condiciones–teorías internas de la modernidadmás tecnologías de investigaciónpara la ciencia administrativa– laque prosperó en las universidadesde Estados Unidos después de laSegunda Guerra Mundial y la quese exportó al resto del mundo enel contexto de la Guerra Fría. Alo largo de la segunda mitad delsiglo XX, los sistemas de educación

superior de Europa, los asenta-mientos coloniales como Australia,y del mundo poscolonial, adopta-ron e institucionalizaron de manerasucesiva este modelo de sociolo-gía. La Asociación Sociológica In-ternacional es un producto de estemovimiento.

Teoría metropolitana. Las recien-tes agendas teóricas en sociología,con muy pocas excepciones, conti-núan el enfoque “internalista” adop-tado por la sociología después de la

Segunda Guerra Mundial. Si meextendiera sobre esta discusión, es-tablecería este punto para la teoríade selección racional, el neo-funcionalismo, la teoría de laestructuración, y otras tendencias.Aquí señalaré el caso en relacióncon los acercamientos más radica-les a la teoría (donde quizá sea másdifícil).

El posestructuralismo ha reta-do de manera creativa las catego-rías a través de las cuales seentienden los procesos sociales.Pero no ha retado el escenario quele concierne a la sociología. Susanálisis paradigmáticos tal como losde Foucault (1977) sobre el casti-go, son internos a la historia “Oc-cidental”. Esto no quiere decir quelos métodos postestructuralistas notengan ninguna implicación en losasuntos globales. La tienen y demanera plena; el análisis que hizo

Said (1978) del“orientalismo” oc-cidental es un casoimportante. Peroincluso el argu-mento de Said estácentrado en la me-trópolis y sus re-presentaciones delotro colonial. Demanera más amplia,no hay nada en elposestructuralismoque concierna alcolonialismo o sulegado.

Dicho más cla-ro: aquellas inmen-sas e influyentescontribuciones a lateoría sociológicaque buscan asir elcambio sociocultu-ral a larga escala

por medio de la caracterización delmomento presente como parte deuna secuencia histórica (un cerca-miento que se remonta a Hegel y aComte), continúan haciéndolo des-de una lógica eurocéntrica.

En pocas palabras, la secuencia“premoderno/moderno” de la teoríadel desarrollo parsoniana se ha ex-

Eladio Vélez, La fábrica, 68 x 58 cm, óleo/lienzo, 1931. Museo de Antioquia

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tendido: “premoderno/moderno/posmoderno”. Sin embargo, mientrasmás se adentre el barco en laposmodernidad, este recorrido esmás visto como una secuencia, unestado que evoluciona de otro. Deesta forma cuando leemos la carac-terización que hizo Lyotard (1984)de la modernidad en términos delproyecto de la Ilustración, y de laposmodernidad en términos de in-credulidad hacia las grandes narra-tivas, aún estamos escuchando unadeclaración internalista de la cul-tura occidental. Convertir este con-cepto en una sociología de la“posmodernización” produce unadeclaración internalista del “cambioen la sociedad avanzada” (Crook,Pakulski y Waters, 1992).

Por otra parte, se piensa que lamodernidad evolucionó hacia unamodernidad reflexiva, “sociedad deriesgo” o alta modernidad (por ejem-plo, Beck, 1992). Por lo general estaescuela le da más importancia a lavida organizacional y a la estructuraeconómica. Pero sigue entendiendoel avance capitalista como un desa-rrollo dentro de la sociedad y la eco-nomía de la metrópolis, que secaracteriza por cambios en el cono-cimiento, los sistemas de produccióny las relaciones de clase.

Las teorías de la “globalización”(Waters, 1995) entienden la socie-dad mundial como el dominio delrazonamiento. Pero tradicionalmenteoperan por medio de la caracteriza-ción de la sociedad de la metrópolisy teorizan sobre las formas en las quesus atributos se han convertido enlos de la sociedad global como untodo.

No es sorprendente que la so-ciología contemporánea se centre en

la sociedad de la metrópolis, si con-sideramos la disciplina como unapráctica social encarnada. La mayo-ría de los sociólogos viven en lametrópolis y la mayoría de los estu-diantes de sociología estudian enuniversidades metropolitanas. Lamayoría de los libros de sociologíase publican en la metrópolis, y lamayoría de las revistas de sociologíase editan en la metrópolis.

Participación dependiente. Dentrode un sistema universitario mundiale interactuante, los académicos queestán por fuera de las metrópolispueden participar en disciplinasmetropolitanas. Actuar así es, dehecho, una cuestión de vida o muer-te académica. Como se puede veren la investigación histórica de lavida en las ciencias naturales(Connell y Word, 2002), estableceruna presencia en la ciencia “inter-nacional” es vital para la reputaciónlocal y para obtener las condicionesmateriales de trabajo e influencia enlos empleos, promociones y estipen-dios para la investigación. Este es unpatrón estructural en el sistema uni-versitario moderno y se extiende ala sociología como disciplina uni-versitaria. Los sociólogos de la pe-riferia pueden participar en lasociología metropolitana, pero lo ha-cen en los términos planteados porla metrópolis.

Para publicar en una revistametropolitana, por ejemplo, unodebe tratar un asunto que parezcasignificativo para los editores de larevista, usar conceptos y lenguajeinteligible para los lectores de lamisma, y seguir las reglas de eviden-cia y argumentación aceptadas porlos árbitros de esta, quienes por logeneral son académicos metropoli-tanos. Mientras más prestigiosa y

selectiva sea una revista, más pode-rosa parecerá su “estructura” de con-tribuciones.

Mecanismos similares operan alganar experiencia laboral en la me-trópolis uniéndose a proyectos deinvestigación que se originen en lamisma (en donde se encuentra lamayor cantidad de fondos), partici-pando en conferencias y cosas porel estilo. El patrón característico decontratación en la sociedad mundialpara los sociólogos de la periferia es,por ende, uno de participación de-pendiente.

El efecto cultural de estos me-canismos es poderosamente irónico.Las interpretaciones profesional-mente más prestigiosas de los pro-cesos sociales en un país periféricocomo Australia, son aquellas queestán mediadas por la metrópolis yque se corresponden racionalmentebien con la interpretación que lametrópolis hace de sí misma. En po-cas palabras, un punto medio entreChicago y Heidelberg. La especifi-cidad de la periferia permanece sólocomo un sabor o acento, no comouna fuerza constitutiva dentro delanálisis.

La creciente residualización de lasociología occidental. Pero la discipli-na en la que nosotros, los periféricos,buscamos participar, no está en es-tado boyante en la metrópolis. Elsurgimiento del neoliberalismo en elúltimo cuarto del siglo XX represen-ta una amenaza profunda para lasociología, y no es sólo un fenómenode ideología política2 . El pensamien-to neoliberal se conecta con la crisisdel estado de bienestar, el retiro dela regulación económica y la in-tervención social, la creciente he-gemonía del capital financiero

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internacional, y el retiro o colapsode las políticas de la clase trabaja-dora (tanto el comunismo como lasocial democracia).

Con el triunfo de la agenda demercado tenemos una nueva reinade las ciencias sociales: la econo-mía. La creación o desregularizaciónde los mercados ha sido bien descri-ta como una metapolítica, un prin-cipio dentro del cual todas laspolíticas específicas se enmarcan. Laciencia que proclama analizar losmercados se convierte, de manerainevitable, en la que regula los tér-minos para todas las demás.

La sociología metropolitana, eneste punto de la historia, está en ries-go de ser residualizada. La sociologíadebe sobrevivir bajo el neoliberalis-mo como una ciencia del remanen-te del no mercado. Debe trabajarpara el estado de bienestar disminui-do, por medio del estudio de gruposque no se involucran en la compe-tencia de mercado. Debe conduciruna especie de etnografía de salva-mento sobre los estilos de vida e ins-tituciones por fuera de la corrientecomercial principal. Debe desempe-ñar tareas valiosas y algunas vecespopulares, como portadora de las crí-ticas a la sociedad de mercado.

Pero la sociología no pareceríaflorecer intelectualmente ni desem-peñar el papel cultural que una cien-cia de la sociedad puede representar,si se asienta en este nicho. Si la so-ciología va a representar un papelmás activo en las próximas décadas,y a hacer una contribución signifi-cante a la democratización del mun-do contemporáneo, entonces suposición y su relación con una so-ciedad global deben ser reexa-minadas de manera urgente.

2. Las consecuenciasde la historicidad

Seis mil millones de personas.Cuando la sociología metropolitanahabla de “sociedad” o “modernidad”está, por lo general, hablando de 600millones de personas. Sin embargo,hay aproximadamente seis mil mi-llones de personas en el mundo.Tenemos que ser conscientes con-ceptualmente del hecho de que lamodernidad involucra la historia delos seis mil millones. La sociedadglobal no es una sociedad metropo-litana globalizada. El otro 90% de lapoblación mundial se mantiene enuna relación diferente con el pro-ceso social global.

La gran discontinuidad. Esto seve fundamentalmente en la histo-ricidad de los procesos sociales. Nosólo es conveniente para la socio-logía metropolitana tratar el tiem-po como una variable continua;esto se hace constantemente, tan-to en el trabajo empírico como enel teórico. Un número enorme deseries de tiempo, estudios de panel,historias institucionales, estudiosdemográficos y estudios de ciclossocioeconómicos lo han estado ha-ciendo; en ellos la continuidad delos procesos a través del tiempo sepresupone. Los teóricos metropoli-tanos presumen fácilmente un con-tinuo de tiempo dentro del cualellos examinan el cambio. Erigenesquemas de desarrollo en los queuna etapa surge de otra y, si creenen la transformación cualitativa,pueden tratarla dentro del decoro-so marco de la dialéctica.

El mundo colonizado, sin em-bargo, vive dentro del horizonte deuna discontinuidad fundamental,una transformación catastrófica. En

esta transformación se arrasaronpoblaciones enteras, se embargaronrecursos productivos (incluyendo latierra), se destrozaron sistemasinstitucionales, se atacaron y sub-virtieron sistemas culturales, seremovieron cuerpos y se los trans-portó miles de kilómetros, y seimpusieron categorías legales, eco-nómicas, políticas y religiosas extra-ñas, por lo general a la fuerza.

La historia del colonialismo esinmensamente compleja, por su-puesto. Estos eventos se produje-ron a lo largo de cuatrocientosaños y la secuencia de encuentrosvarió en diferentes regiones, comolo muestra la historia de Bitterli(1989). La conquista de AméricaCentral y el Caribe en el sigloXVI difiere de la conquista delSur de Asia del siglo XVIII, y dela de África en el siglo XIX. Igualde diferente fue el curso del im-perialismo económico en el Estede Asia y los asentamientos colo-niales en Norte América, Argen-tina y Australasia.

Pero a través del mundo coloni-zado el horizonte de conquista odominación marca una discontinui-dad tan básica que todo, desde en-tonces (incluso la pregunta por lacontinuidad de las tradicionespreconquista), está enmarcado porél. Nadie que teorice sobre el cam-bio social desde un punto de vistadentro del mundo colonizado pue-de asumir un cambio continuo, nisiquiera dialéctico, como el modelofundamental de la transformaciónsocial.

De las relaciones diferenciales a lasociedad global. El momento de la con-quista no es sólo un asunto de unevento único en cada lugar particu-

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lar. El colonialismo creó un orden so-cial que va más allá de lo local. “Im-perialismo” es un nombre inapropiadoque sugiere sólo una lógica abstracta.Mejor hablemos de “imperio” paraacentuar el sistema concreto de rela-ciones sociales que fue. Los conquis-tadores no sólo conquistaron. Por lomismo –como lo muestran en detalleinvestigaciones como el estudio deMorrell (2002) sobre lasociedad colonizadora enNatal–, los colonizadorestrabajaron durante gene-raciones para construir ymantener un sistema insti-tucionalizado de domina-ción local, integrado con elgran sistema de dominanciaimperial.

Tal como lo ha enfa-tizado la teoría de sistemasmundiales (Wallerstein,1979) al hablar de “nú-cleo”, “periferia” y “semi-periferia”, poblaciones endiversas regiones están endiferentes relaciones conla economía global. Lainvestigación sobre globa-lización económica, y suspredecesoras sobre corpo-raciones multinacionales,ha revelado un sistemainstitucional que no pue-de entenderse desde laperspectiva de una “socie-dad” de un solo nivelnacional ni desde la pre-sunción de una homogeneidad glo-bal (Hirst y Thompson, 1996).

Diferencia e inequidad. La histo-ria del imperialismo y la globa-lización poscolonial es una historiade conexiones entre sociedades,llevadas a interacción por la con-quista, el comercio, la inversión, la

migración y las comunicaciones delarga distancia. Tal como lo re-conocieron las dos primeras gene-raciones de sociólogos, imperiosignifica diferencia. Los viajeros,misioneros, soldados y etnógrafosque llevaron a la metrópolis des-cripciones del Otro exótico estabandocumentando, de la manera másdramática, la pluralidad humana,

la diversidad desde la cultura y lasinstituciones. El hecho de que elloscon frecuencia pensaran que esta-ban documentando la diferencia na-tural en la forma de “raza”, no debecegarnos frente a su éxito actual.

Pero la diferencia no sólo fuedescubierta; también fue creada. El

contacto entre culturas es constitu-tivo de la “modernidad”. El procesode conexión es tanto generativocomo destructivo.

Al posicionar poblaciones dife-rentes dentro de una sociedadtranslocal emergente, el colonia-lismo creó unas jerarquías racialesmodernas, unos órdenes de géne-

ro reconstituidos, y unassexualidades rehechas.Por ejemplo, bajo laglobalización contempo-ránea los modelos occi-dentales de sexualidad(como la identidad gayurbana y el “amor ro-mántico” heterosexual)se esparcieron por elmundo, y no sólo destru-yeron los modelos indí-genas. Como lo muestraAltman (2001), el inter-juego produce nuevasprácticas e identidadessociales, generando es-pectros que son máscomplejos de lo que eranpor sí mismas cada unade las culturas inter-actuantes.

Estos espectros son,sin embargo, moldeadospor la inequidad global.La sociedad mundial noes sólo una estructurade conexiones e inter-cambios. Es también una

estructura de inequidad a escalamasiva. Abarca inequidades encuanto a ingresos y salud, con losque todos estamos familiarizados;también inequidades en cuanto ala fuerza militar e influencia polí-tica; e inequidades en cuando a“reconocimiento” con respecto ala autoridad cultural.

Rufino Tamayo, (México, 1899-1991), Virgen de Guadalupe,grabado, c. 1926

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3. La exposiciónsureña: repolarizarla sociología

El punto de vista del colonizado. Ensu obra maestra, ampliamente difun-dida, Lukács (1960) planteó que elconocimiento vital de la sociedad fuegenerado desde el punto de vista delproletariado porque, simplemente, noestaba disponible en otras clases. Estano fue una cuestión de mayor sabi-duría entre los trabajadores, sino desu posición en el proceso de produc-ción capitalista y su ineludible expe-riencia de los mecanismos centralesde apropiación.

El debate sobre la “epistemolo-gía del punto de vista” abarca ahoragénero y raza al igual que clase.Smith (1990), al desarrollar una “so-ciología para las mujeres”, ha pro-ducido métodos relevantes para elestudio de cualquier estructura depoder desde el punto de vista de losoprimidos. La descripción que haceSmith de la imbricación de la cien-cia social en las “relaciones dedominancia” que produjeron la opre-sión de las mujeres, nos lleva a unmarcado énfasis en los cimientos lo-cales del conocimiento producidopara, con y por los oprimidos. Estoimplica que estudiar el género no essólo debatir la estructura del podergenerizado.

De forma similar, estudiar la so-ciedad mundial no es sólo produciruna sociología democrática. Es, sinembargo, una condición para pro-ducir una sociología democrática.Y el punto de vista del colonizadoes constitutivo de ese proyecto másamplio.

Hablar de “el” punto de vista delos colonizados es, claro, una gran

simplificación. El mundo colonizadoy poscolonial es muy complejo. Porfuera de la metrópolis está la mayo-ría de los pobres del mundo, en elsur de Asia y en África, pero tam-bién algunos de los más ricos (comolas elites dominantes en ArabiaSaudita y los estados del Golfo), aligual que comunidades privilegiadascomo Australia y Nueva Zelanda,poderes emergentes como China yBrasil, y áreas de lucha y transfor-mación como aquellas del sur deÁfrica.

Dicha complejidad prohíbecualquier noción simple de privile-gio epistemológico. Sin embargo, nospermite considerar como preguntacentral para la sociología las estruc-turas de poder y privilegio a escalaglobal. Las estructuras de poder yprivilegio son mucho más visiblesdesde abajo.

Estudiar desde abajo, a escala glo-bal. Para la ciencia social este es elcaso elemental de “estudiar desdeabajo”. Estudiar las estructuras depoder y privilegio, y los poseedoresdel poder y portadores de los privi-legios, a escala mundial, aún es unproyecto relativamente poco familiar,a pesar de la inundación de textossobre globalización.

La mayoría de la literatura sobre“globalización” es aún una cuestiónde estudiar desde arriba –buscandoel impacto de la cultura global encomunidades no metropolitanas, oapropiaciones locales de, o respues-tas a, una cultura del consumo es-tadounidense–. Por ejemplo, lareciente literatura sobre “género yglobalización” (como Marchand yRunyan, 2000), versa principalmen-te sobre la incorporación de muje-res trabajadoras o consumidoras en

la economía global. Aún se ha he-cho muy poco por investigar a losportadores de los privilegios en elorden de género mundial; los hom-bres y masculinidades de corpo-raciones transnacionales y deinstituciones estatales globalesdominantes.

Una agenda para “estudiar des-de abajo” a escala mundial le daríagran prioridad a estas instituciones.Debemos examinarlas no sólo comoactores económicos sino tambiéncomo organizaciones y movimientossociales, con sus propias caracterís-ticas culturales.

Las corporaciones transnacio-nales son, por ejemplo, portadoras desoluciones culturales y organiza-cionales al problema de obtener be-neficios mientras se opera a travésde las complejidades económicas,religiosas y políticas del ambienteglobal. Debemos tener cuidado detratar a las corporaciones multina-cionales como corporaciones locales,o al sistema estatal internacionalcomo el estado local. Estas organi-zaciones, por virtud de la amplia es-cala a la que operan, la sorprendentediversidad de las poblaciones con lasque tratan, y los niveles de bienes-tar y pobreza que llenan, no tienenprecedentes.

La ideología neoliberal es, por símisma, un objeto de investigaciónimportante. El surgimiento de la eco-nomía neoclásica, a partir de la sin-gular y anticuada secta de la décadade 1950 que se convirtió en el para-digma dominante de la política eco-nómica global en la década de 1980,es una de las historias intelectualesmás impresionantes de nuestro tiempo.¿Cómo sucedió esto? La respuesta esen parte organizacional, conectada

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con la financiación corporativa delos centros de investigación neocon-servadores (los famosos “tanques depensamiento”). Pero también tieneque ver con la cultura. ¿Qué ele-mentos de la vida intelectual ypolítica de la metrópolis, y de be-neficiarios no metropo-litanos del capitalismoglobal como Australia, per-mitieron de manera tanrápida y completa una pe-netración del neolibera-lismo? Las inequidadesexistentes son, ciertamen-te, parte de la historia. Elataque neoliberal al esta-do de bienestar y a lo“políticamente correcto”ha sido el vehículo de lareacción de clase y el re-troceso de género, y le haabierto la puerta al resur-gimiento contemporáneodel racismo.

Sobre todo, ¿cuálesson las dinámicas delneoliberalismo como unaideología de la sociedadglobal? Su surgimiento seinterpreta por lo generala lo largo de líneas in-ternalistas, como unarespuesta de la clase do-minante a los costos delestado de bienestar y susefectos redistributivos.¿También debe ser vistocomo una respuesta de lametrópolis a los cambiosen el poder global y las relacioneseconómicas? Múltiples amenazashan aparecido desde el inicio de la“guerra fría”: la descolonización deÁfrica y Asia, la derrota de los po-deres occidentales en Vietnam, lacrisis del petróleo a principios de ladécada de 1970, y el surgimiento

de una industrialización respalda-da por el estado en los antiguospaíses “tercermundistas”. El neoli-beralismo puede haber llegado muylejos y muy rápido debido a que lesofreció a los grupos dominantes dela metrópolis soluciones simultá-

neas para sus problemas internos yexternos, a la vez que les ofreció alos grupos emergentes por fuera dela metrópolis el acceso a los privi-legios de la clase mundial.

Una sociología democrática y sufuerza de trabajo. Una sociología que

pueda actuar como el lado científicode un proyecto democrático global esposible –pero no bajo la hegemoníadel neoliberalismo global ni en el es-pacio académico que posibilita la pri-macía de la economía–. El proyectode construir dicha sociología, por lo

tanto, implica encontrarbases culturales por fuerade esta hegemonía, y unafuerza de trabajo capaz dedebatir la primacía de larazón económica a una es-cala global.

Necesitamos pensar entérminos de fuerza de tra-bajo, ya que el trabajo in-telectual es fuerza laboraly el cambio intelectual nose da por fuera de ella. Elneoliberalismo, después detodo, produjo su fuerza detrabajo de una maneradeliberada, y continúa tra-tando de expandirla, conla “cultura de la empresa”que invade el currículouniversitario y las escue-las de negocios de losposgrados alimentando,como conejos, a los estu-diantes de las universida-des del mundo. Una partesignificativa de la fuerza detrabajo que necesitamosahora (aunque, por cierto,no toda ella) está represen-tada por la sociología aca-démica existente.

Como dije antes, la mayoría delos sociólogos académicos están ubi-cados en la metrópolis. Para aque-llos por fuera de ésta, la práctica dela investigación sociológica, por logeneral, involucra participación de-pendiente en la ciencia social me-tropolitana. Para la sociología no

Rufino Tamayo, Niño y fonógrafo, 17 x 11 cm, acuarela/papel, 1926

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metropolitana tener un papel hege-mónico es, a la luz de los argumen-tos dados, posible. Pero ciertamenterequerirá un cambio dramático deactitud, y no es fácil reconciliarlocon senderos profesionales existen-tes. Esto requeriría un trastorno enlos patrones de publicación y en loslectores. Requeriría la construcciónde relaciones laterales alrededor dela periferia para proporcionarle uncontrapeso a las relaciones centrí-petas que cada parte de la perife-ria tiene con la metrópolis. Elconcepto de “teoría sureña” es, enun sentido, una etiqueta para lasposibilidades intelectuales que di-chos enlaces ofrecen.

En semejante proyecto una res-ponsabilidad particular recae en losintelectuales de los países “semi-periféricos” (como los llama Wa-llerstein), los beneficiarios nometropolitanos del imperialismo y elcapitalismo global –asentamientoscoloniales como Australia, NuevaZelanda y Argentina, las comuni-dades blancas de Sudáfrica, las co-munidades urbanas de Chile, Brasily México–. Debido a sus estándaresde vida del primer mundo, tienenrecursos significativos para la pro-ducción y comunicación intelec-tual. Debido a su ubicación en elmundo poscolonial, tienen unaperspectiva de la sociedad globalque se sobrepone a las que tienenla mayoría. No pienso en ningúnmomento que esta sea una identi-dad de intereses. Pero hay aquí porlo menos una base potencial poruna ciencia de la sociedad ilumi-nada por el punto de vista de losproletarios mundiales y no sólo losmetropolitanos.

Al mismo tiempo, son los cientí-ficos sociales metropolitanos los que

deben proveer la principal fuerza detrabajo de cualquier gran desarro-llo de las ciencias sociales. La clasede proyecto por el que estoy traba-jando, en consecuencia, depende demanera contundente del involu-cramiento de los intelectuales me-tropolitanos. La sociología es famosapor ser “multiparadigmática”, que esuna forma de decir que está dividi-da y que es diversa. Un número sig-nificativo de científicos socialesmetropolitanos ya están involucradosen el análisis crítico de la sociedadglobal (tal como lo muestran las re-ferencias citadas aquí).

Los enlaces entre estas perso-nas y colegas en la periferia sontambién de gran importancia. Nin-guna convergencia de interesesmateriales impulsa la creación deestos enlaces, pero una vez que sedefina un área problemática, sepuede descubrir un interés comúnen el entendimiento verdadero yprofundo. En un alcance inusualla cooperación, aquí, yace sólo enla amistad. Esto puede sonar ba-nal, pero la asociación voluntaria,la voluntad, y el gusto mutuo noson bases triviales para la coope-ración intelectual. Proporcionanuna base catéxica para labores com-partidas que apuntan hacia el sur-gimiento de intereses tambiéncompartidos (tanto intereses racio-nales basados en la cooperación,como el reconocimiento de inte-reses comunes de humanidad), envez de depender de intereses yaestablecidos basados en estructu-ras de inequidad.

Uno de los problemas prácticosde la sociología global es saber cómodichos enlaces pueden mantenerse.Necesitamos consolidar la fuerza detrabajo global al mismo tiempo que

montamos y mejoramos las herra-mientas intelectuales.

Citas

1 Para una base empírica sobre esta afirma-ción, ver Connell, 1997.

2 Para una versión ampliada de esta afir-mación, ver Connell, 2000.

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