TEMA 5º: LA METAFÍSICA - filoblog2012 · libertad es resultado de la imaginación?, ¿y si...

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1 TEMA 5º: LA METAFÍSICA 1º. ¿Qué es la metafísica?: definición y origen del término 2ª. Los grandes problemas de la metafísica: a) El Ser: inmutabilidad y devenir b) El ser y la nada c) La vida: 1º. Teorías filosóficas sobre la vida 2º. El sentido de la existencia humana d) Dios: 1º. Distintas concepciones de lo Absoluto 2º. Argumentos filosóficos para demostrar la existencia de Dios 3º. Argumentos filosóficos para negar la existencia de Dios 4º. La Teodicea: Dios y el problema del mal _______________________________________________ 1º. ¿Qué es la metafísica? a) Definición y origen del término: La primera noticia que tenemos sobre el término se la debemos a Andrónico de Rodas en el siglo I a.C. que al intentar clasificar las obras físicas de Aristóteles, encontró 14 libros que no pertenecían ni a la lógica, ni a la política, ni a la ética, ni a la física, y que ordenó tras ésta, dándole el nombre de τa µετα τα υυσικα “ta metá tá physicá” = “Después de la Física”. Sin embargo, podemos aventurar que se trata de una simple anécdota y que el contenido de esos libros designa un tipo de saber que va más allá de lo puramente físico.

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TEMA 5º: LA METAFÍSICA

1º. ¿Qué es la metafísica?: definición y origen del término

2ª. Los grandes problemas de la metafísica:

a) El Ser: inmutabilidad y devenir

b) El ser y la nada

c) La vida:

1º. Teorías filosóficas sobre la vida

2º. El sentido de la existencia humana

d) Dios:

1º. Distintas concepciones de lo Absoluto

2º. Argumentos filosóficos para demostrar la existencia de Dios

3º. Argumentos filosóficos para negar la existencia de Dios

4º. La Teodicea: Dios y el problema del mal

_______________________________________________

1º. ¿Qué es la metafísica?

a) Definición y origen del término:

La primera noticia que tenemos sobre el término se la debemos a Andrónico de Rodas en el

siglo I a.C. que al intentar clasificar las obras físicas de Aristóteles, encontró 14 libros que no

pertenecían ni a la lógica, ni a la política, ni a la ética, ni a la física, y que ordenó tras ésta,

dándole el nombre de τa µετα τα υυσικα “ta metá tá physicá” = “Después de la Física”. Sin

embargo, podemos aventurar que se trata de una simple anécdota y que el contenido de esos

libros designa un tipo de saber que va más allá de lo puramente físico.

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Aristóteles nunca empleó dicha palabra en su obra, sino los términos “ontología”= (ciencia del

ser) o “filosofía primera”, para tratar del concepto más general y abstracto: el Ser, que es lo

común a todo lo existente, lo ente., y no puede reducirse a lo puramente material. En el conjunto

de libros clasificado por Andrónico, Aristóteles ofrece tres definiciones distintas de esa disciplina

filosófica:

1ª. El saber que trata del ser en cuanto ser: Los demás saberes tratan de aspectos concretos.

En cambio, la metafísica es el estudio del ser en cuanto a lo que es. Por tanto, sería el enfoque de

la metafísica como ontología (El estudio del ser)

2ª. La filosofía primera: Es la forma más radical, básica y primordial de reflexión filosófica,

ya que es el estudio del Ser por antonomasia, al que Aristóteles denominó Dios. Por tanto, sería el

enfoque de la metafísica como teología (el estudio de Dios)

3ª. La ciencia buscada: Aristóteles consideró la metafísica una ciencia no acabada, siempre

en busca de su objeto, entendiendo “ciencia” como un saber estrictamente racional.

En la posterior historia de la filosofía, el término metafísica se ha usado de manera habitual

para designar aquella rama de la filosofía que se ocupa del estudio de todos los problemas “no

físicos”, es decir, de los problemas más abstractos: del Ser, del sentido último de la existencia,

Dios… Se trata de una disciplina existente ya en el mundo griego y que, para muchos pensadores,

es la que define con más exactitud la esencia de la filosofía.

2ª. Los grandes problemas de la metafísica:

a) El Ser: inmutabilidad y devenir

Ya hemos dicho que desde sus orígenes la metafísica se ha ocupado del problema del ser:

¿qué significa “ser”?, ¿qué relación hay entre realidad y apariencia?, ¿la nada “es”?, ¿todo lo que

es tiene necesariamente que ser material?... Estas son algunas de las interrogantes que la

metafísica se ha hecho a lo largo de la historia de la filosofía. Comencemos con el problema del

ser y la polémica sobre su carácter inmutable o cambiable.

Ante la pregunta por el ser, se puede responder intuitivamente que el ser está constituido por

el conjunto de todo lo que es o existe. Esta afirmación parece sencilla, pero encierra ya algunos

problemas: ¿existen los átomos de la misma manera que existen los árboles o las mesas?, ¿existe

la libertad y la mente?, ¿existen Superman y Batman?

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Esas preguntas muestran que el término “existencia” (habitualmente tomado como sinónimo

de “ser”) no es unívoco, sino que encierra distintos matices y sentidos, y no siempre se usa con el

mismo significado. En filosofía se han distinguido tres usos del término:

1º. Sentido restrictivo: se considera que existe y es real aquello de lo que podemos tener

experiencia directa, bien por los sentidos (árboles), bien porque puede observarse gracias a

instrumentos como microscopios o telescopios (átomos, virus…), o porque podemos constatar

consecuencias de su existencia (ley de gravitación universal)

2º. Sentido amplio: se considera que existe no sólo los seres materiales y observables

directa o indirectamente, sino también realidades subjetivas que “sentimos” de manera indudable

(creencias, estados anímicos…). Aquí también se incluyen productos culturales (personajes

literarios, mitológicos, de ciencia ficción) e incluso realidades puramente abstractas e

inmateriales (Dios, la libertad…).

Según esta distinción, los Reyes Magos, el Capitán América o Sancho Panza existen si

admitimos el segundo sentido del término “existencia”, pero no si aceptamos el primero. Es lo

que con frecuencia queremos expresar cuando afirmamos que tales realidades no existen

realmente. Pero entonces, ¿cómo es posible hablar de “algo” que no existe realmente?, ¿qué tipo

de existencia es esa que no es “real”? , ¿mera ilusión o imaginación? Podemos aceptarlo si

pensamos en el hombre del saco que aterroriza a un niño, pero ¿también mi sentimiento de

libertad es resultado de la imaginación?, ¿y si sucediese que no existe la libertad, sino sólo mi

sentimiento de ser libre?

Aparte de esta dificultad de discernir y fijar con claridad el sentido del término “ser”, en la

historia de la filosofía ha habido otro gran problema relacionado con dicha cuestión: ¿el ser es

inmutable o cambia?, ¿cómo podemos dar cabida en el ser a todo aquello que cambia?, ¿forman

parte de la realidad, es decir, siguen “siendo” los sentimientos variables, los seres que vivieron y

ya no existen, por ejemplo, los animales que se han extinguido, o los idiomas o dialectos que ya

nadie habla? El devenir y el fluir del tiempo, en definitiva, el problema del cambio, ha

constituido desde Grecia uno de los grandes enigmas de la metafísica.

Hubo tres grandes teorías explicativas sobre el problema “ser-devenir”: Dos de ellas fueron

opuestas (Heráclito y Parménides), mientras que la tercera, defendida por Aristóteles, supuso una

síntesis conciliadora. Vamos a verlas brevemente

Heráclito: Nació en Éfeso y vivió entre los siglos VI y V a C. Defendió una explicación

monista sobre la naturaleza al concebir al fuego como el elemento primordial. Sin embargo, su

importancia en la historia de la filosofía no se deriva de esta afirmación, sino de su visión de la

realidad. Para él, el movimiento, el cambio o el devenir es la cualidad esencial de todo lo real. Su

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ontología dinámica se resume en su célebre afirmación “todo fluye”, ejemplificada en su tesis de

la imposibilidad de bañarse dos veces en el mismo río. El movimiento cósmico no es caótico,

sino que está regido por una ley, que denomina logos, una ley intrínseca a la propia “physis”

eterna. La realidad es una continua e inacabable lucha de contrarios. Por otro lado, estas

afirmaciones implican también una valoración positiva del conocimiento empírico, aquel que nos

pone en contacto con el movimiento, con el devenir. Por eso, Heráclito supone una excepción

dentro del panorama de la filosofía griega que fue de marcado carácter racionalista, lo que supuso

el menosprecio del conocimiento empírico. El triunfo de Parménides condicionó todo el

pensamiento occidental posterior, hasta que en el siglo XIX Heráclito será reivindicado por

Nietzsche como un pensador fundamental.

Parménides: Aproximadamente contemporáneo de Heráclito mantuvo, sin embargo, una

visión diametralmente opuesta de la realidad, que, por diferentes razones, terminó imponiéndose

en la historia del pensamiento. Su ontología puede resumirse tomando como punto de partida su

célebre afirmación: A partir de una única realidad es imposible que surja la pluralidad. Si sólo

existe inicialmente un principio (por ejemplo, el agua), ¿por qué no siguió habiendo eternamente

sólo agua?, ¿cómo se transformó en otra cosa?, ¿qué le hizo cambiar sí nada más que agua

existía?... Esto suponía un ataque frontal a las explicaciones anteriores sobre el origen del

Universo. Lo que hay, lo que existe debe ser único, pero, a su vez, debe ser eterno e inmutable.

Hay una sola realidad. La consecuencia de esto es que si de una única realidad no puede surgir la

pluralidad y si, por otra, la razón nos obliga a aceptar la existencia de una única realidad, no

habrá más remedio que declarar el movimiento y la pluralidad como algo irracional.

Ciertamente, los sentidos nos ponen en contacto con una realidad móvil, cambiante, dinámica

pero esta no es la verdadera realidad, sino un mundo de apariencias. La verdadera realidad, que

es inmutable, es sólo accesible a través de la Razón. De este modo, Parménides sentó las bases

para la oposición radical entre razón y sentidos, afirmando que el conocimiento de lo que son las

cosas, es decir, de su ser (o esencia), jamás es accesible al conocimiento sensorial.

Aristóteles: Aristóteles defendió una concepción teleológica de la naturaleza, según la cual

todo proceso natural sigue un fin que le orienta y dirige, de tal manera que cuando dicho fin se

alcanza, ese proceso se realiza plenamente. Eso significa aceptar que en la naturaleza nada ocurre

por azar o capricho o sin motivo alguno. Por otro lado, concibió la naturaleza como movimiento.

En realidad, el cambio o movimiento es el atributo fundamental de la naturaleza y, por eso,

comprenderlo y explicarlo resultó una cuestión fundamental para este pensador.

Para explicar el movimiento, Aristóteles elaboró su teoría del acto y la potencia. Con ella

lograba resolver satisfactoriamente el problema planteado por Parménides sobre la incapacidad

de pensar y comprender el movimiento. Para el filósofo presocrático, todo movimiento, todo

cambio era en el fondo imposible porque equivaldría al paso del No-Ser al Ser, lo que, desde un

punto de vista lógico, supone una contradicción. Para poder explicar el movimiento, Aristóteles

sostuvo que toda sustancia primera (individuo o ente concreto) está compuesta, además de por

materia y forma, por otras dos estructuras ontológicas fundamentales: acto y potencia. Un ente

puede ser algo o tener la posibilidad de serlo, pero sin serlo aún. En el primer caso decimos que

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es en acto, en el segundo que es en potencia. Usemos un ejemplo. Una semilla no es aún un árbol,

es un árbol en potencia, pero es una semilla ya en acto. Un niño es un niño en acto y un adulto en

potencia. El paso de la potencia al acto es el paso del no-ser relativo al ser y en ello consiste el

movimiento. Al introducir esta noción de “no-ser relativo” (o ser en potencia), Aristóteles estaba

salvando el planteamiento de Parménides y explicando el cambio y devenir observable en el

mundo empírico. Parménides habría pensado solo con dos categorías: no ser y ser, mientras que

Aristóteles introduce la noción de “no-ser relativo”. Pensar el movimiento como tránsito de la

potencia al acto fue mérito aristotélico

El paso de la potencia al acto ocurre de manera distinta según se trate de un ser natural (una

bellota o un niño) o un ser artificial (una mesa). En el primer caso, la causa del movimiento es

interna al propio ente. La propia naturaleza (physis) se encarga de efectuar ese proceso. En el

caso de los entes artificiales, el paso de la potencia al acto requiere siempre la actuación de un

agente externo, de una causa que está fuera del propio ente. Así, para que unas tablas de madera

(mesa en potencia) se conviertan en mesa (mesa en acto) es necesario que un carpintero actúe

sobre ellas y les transforme en mesa.

Una vez definido el movimiento en general (paso de la potencia al acto), Aristóteles

diferenció los dos tipos generales de movimiento existentes en la naturaleza: Cambio sustancial:

cuando se genera una sustancia nueva o deja de existir una ya existente. Implica un cambio de

forma. En el caso de los seres naturales, se produce cuando nace o muere un ente. En el de los

seres artificiales cuando algo es producido o destruido. Cambio accidental: No se generan ni

destruyen sustancias, sino que sufren cambios en aspectos no esenciales de su ser, es decir,

experimentan modificaciones accidentales, pero la forma se mantiene. El cambio accidental

puede ser de tres tipos: cuantitativo (un árbol que crece), cualitativo (las hojas del árbol se caen)

o locativo (un árbol que es trasplantado).

Por último, la explicación aristotélica del cambio destacó también los distintos elementos que

intervienen en dicho proceso. En todo cambio, ya sea sustancial o accidental, se aprecia una

estructura común: hay algo que permanece a través del cambio, algo que desaparece y algo que

aparece. El siguiente esquema recoge cómo se combinan estos elementos según el tipo de cambio

que se produzca

Algo que

desaparece

Algo que aparece Algo que

permanece

Cambio sustancial Una sustancia Una sustancia La materia prima

Cambio accidental Un accidente Un accidente La sustancia

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Para completar su explicación del cambio o movimiento, Aristóteles estableció como

principio fundamental que todo lo que se mueve es movido por algo, y dado que no es posible

remontarse al infinito en la serie de causas, debe existir un Primer Motor Inmóvil, que sea

causa y origen del movimiento de la physis. Se trata de una sustancia que es puro acto, forma sin

materia alguna, que habría transmitido el movimiento al Universo, siendo exterior a éste. El

primer motor se identificará en la Edad Media con el Dios creador del cristianismo.

b) El ser y la nada: Otra de las cuestiones clásicas en la metafísica ha sido la reflexión acerca de

la nada. ¿A qué aludimos exactamente con el término “nada”?, ¿qué es la nada?

A primera vista, parece que la idea de nada corresponde con la negación del ser, esto es, con el

no-ser. Así, mientras el ser es lo que hay o lo que existe, es decir, la realidad, por el contrario, la

nada sería la negación del ser y, por lo tanto, lo que no es, lo que no existe o no tiene realidad.

Sin embargo, esta concepción de la nada comporta un interesante problema filosófico: ¿cómo

se puede afirmar la nada?, ¿cómo se puede decir que “algo no es”, si por el mero hecho de

nombrarlo ha de tener algún tipo de existencia? Es decir, ¿cómo podemos ni siquiera nombrar la

nada, si no es nada? Ante estos desconcertantes interrogantes pueden adoptarse distintos puntos

de vista. Vamos a destacar dos:

1ª. La nada es una pseudoidea. Según Henri Bergson (1859-1941), la nada es un término sin

significado, ya que no puede ni imaginarse ni pensarse. En efecto, la nada no puede ser

imaginada, puesto que no se podría imaginar una nada sin darse cuenta, al menos confusamente,

de que se la imagina, es decir, de que se actúa, se piensa y, por tanto, aún subsiste algo. Por eso,

la nada no es una verdadera idea, sino sólo una idea aparente ya que no existe ninguna realidad

extra-mental que se identifique con lo que esa idea representaría. Pensar que esa realidad sería la

ausencia total del ser, el vacío, sería paradójico y contradictorio. Es verdad que con frecuencia

tendemos a concebir la nada como espacio vacío, pero si hay espacio, hay algo y ya no podemos

hablar de nada.

2ª. La nada es un término lógico. Podemos usar el término nada en el lenguaje con la función

de expresar la negación de una existencia, independientemente de si le corresponde un concepto

real o no. Un término que utilizamos para indicar la ausencia de “algo” que podría o debería estar

presente. Sería el uso que le damos al término cuando decimos frases como: “En la mochila no

hay nada”, “A mí no me da miedo nada”, “No quiero nada de comer”… Así entendida, la nada

es una estructura lógica vacía de contenido, pero es.

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c) La vida: desde sus orígenes, la filosofía no sólo se ha preocupado de conocer la realidad e

intentar explicarla, sino que también ha pretendido encontrar respuestas a preguntas que han

interesado, y siguen interesando, a la humanidad: ¿qué hago aquí?, ¿qué sentido tiene mi vida?,

¿existe algo después de la muerte o todo acaba con ella?...

La búsqueda y la necesidad de sentido han sido una constante, no sólo en el pensamiento

filosófico, sino también en la vida cotidiana de muchas personas. Para algunas, la vida, tal como

nos es dada, resulta absurda si no hay una razón que justifique nuestro sufrimiento y nuestro

fugaz paso por ella. Si no hay una finalidad, si la vida se acaba con la muerte y no hay nada más

después, entonces ¿qué sentido podemos dar a lo que hacemos?, ¿qué valor puede haber en el

progreso humano, en las acciones buenas, en el amor, en la amistad… en todo lo que buscamos y

anhelamos?

El sentido de la existencia constituye un problema filosófico y humano sin resolver, pero

que, indudablemente, está unido a la experiencia del dolor y a la certeza de la muerte.

Pero antes de tratar esta cuestión es necesario aclarar qué se entiende por “vida”. La filosofía,

a lo largo de su historia, ha ofrecido diferentes respuestas a esa cuestión. A continuación

exponemos las cuatro más destacadas:

1ª. Teorías filosóficas sobre la vida:

TEORÍAS FILOSÓFICAS SOBRE LA VIDA

HILOZOÍSMO

Sostiene que materia y vida son

inseparables, porque la materia tiene

propiedades vitales o porque la vida tiene su

origen en la materia. Los primeros filósofos

griegos (Tales, Anaximandro,

Anaxímenes…) fueron hilozoístas.

Aristóteles introdujo la diferencia entre

materia y vida cuando identificó la vida con

el alma. Para Aristóteles, el alma es

principio de vida.

Esta teoría reduce las leyes biológicas a leyes

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MECANICISMO

fisicoquímicas, con el propósito de incluir lo

viviente en el nivel de lo físico, sin hacer de lo

viviente una excepción de la naturaleza.

Un filósofo mecanicista fue el francés

Descartes, quien negó la existencia de alma

en los animales, considerándolos meras

máquinas.

El mecanicismo, que se extendió por

Europa a partir del siglo XVII, niega que

exista una finalidad trascendente (por

ejemplo, Dios) que de sentido a la vida.

ORGANICISMO

Es la doctrina que interpreta el fenómeno de

la vida a partir de la idea de organismo. Por

lo tanto, comprende el cuerpo viviente como

la estructura en la que cada parte se

subordina y colabora en el funcionamiento

del todo.

Los organiscistas niegan el reduccionismo

mecanicista que explica el fenómeno vital

sólo desde las propiedades fisicoquímicas o

bioquímicas de la materia.

Según esta teoría, el organismo vivo se

caracteriza por tener un finalismo

intrínseco, entendido como una fuerza

formadora que explica sus funciones.

El organicismo fue defendido, sobre todo,

por los filósofos románticos del siglo XIX

(Schelling, Schlegel…), para quienes la

naturaleza era un gran ser vivo dinamizado

por un elemento espiritual que actúa según

niveles y formas diferentes.

Es la teoría que explica la vida por la

acción de una fuerza específica interna que

impulsa una determinada clase de materia.

De este modo, se opone tanto al

mecanicismo como al organicismo

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VITALISMO

espiritualista

No obstante, los vitalistas comparten con el

organicismo la defensa de la especificidad

de la vida como algo irreductible a una

interpretación casual y mecanicista, pues

consideran que esta explicación no puede

justificar el orden y la finalidad inherente a

los fenómenos orgánicos.

Destacados filósofos vitalistas fueron:

Dilthey, Bergson o el español Ortega y

Gasset.

2º. El sentido de la existencia humana:

La respuesta que puede darse a esta cuestión depende mucho de la postura que en filosofía se

adopte acerca de la naturaleza última de la Realidad. Desde la Antigüedad han coexistido dos

posturas o perspectivas diferentes: la interpretación espiritualista y la materialista.

-Espiritualismo: se consideran espiritualistas aquellos pensadores que sostienen que más allá

de la realidad material de la que tenemos experiencia, existe una realidad espiritual que la da

sentido: Dios, la mente, el destino…

-Materialismo: materialistas son los filósofos que niegan la existencia de realidades de tipo

espiritual y, por lo tanto, reducen o identifican todo lo que hay a realidad material o sensorial..

Tradicionalmente la toma de conciencia de la ausencia de sentido de la vida humana ha tenido

lugar, sobre todo, al reflexionar sobre la muerte. El ser humano no es el único ser vivo mortal,

pero sí el que establece una relación más íntima y consciente con el fenómeno de la muerte, pues

sabe que va a morir desde muy temprano. La biología nos ha mostrado que la muerte se produce

cuando los órganos vitales de un organismo (tallo, hojas, corazón, pulmones…) dejan de ejercer

su función. Este rasgo es, por lo tanto, común a todo ser vivo. Sin embargo, en filosofía se ha

destacado más el rasgo específico de la muerte humana.

Mientras que en las plantas y animales la muerte es un hecho que acontece al final de la vida

y que no está presente durante el desarrollo de ésta, en el ser humano es un elemento constitutivo

de la propia vida. Ello se debe, como ya hemos dicho, a que el hombre es consciente no de la

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muerte en general, sino de su propia muerte como suceso inevitable. A menudo se ha afirmado

que, aunque pueda parecer paradójico, es precisamente esa conciencia la que da sentido a la vida

humana. Si no existiese esa conciencia, quizá nada nos afectaría del modo en que lo hace, quizá

no sentiríamos la necesidad de actuar y hacer, ya que creeríamos disponer de un tiempo

indefinido para ello, por lo que, posiblemente no valoraríamos nada, puesto que todo se diluiría

en la inmensidad de un tiempo eterno.

Por otro lado, lo que hace de la muerte un enigma filosófico es la imposibilidad de tener

experiencia de ella. La muerte, de entrada, parece ser algo personal, algo íntimo de cada uno.

Nuestra muerte nos pertenece de la misma forma que nos pertenece nuestra vida, y nadie puede

“vivirla” por nosotros. Sin embargo, ¿significa esto que nosotros podemos vivir nuestra muerte,

que podemos experimentarla? Intuitivamente, parece que no. Para nosotros mismos nuestra

muerte es un misterio, algo que podemos esperar, prever…, pero no sentir. La muerte sólo existe

cuando deja de haber vida, al menos biológica. En este sentido, está más allá de la vida y es

imposible vivirla, sentirla.

La muerte es inexperimentable. Sólo vivimos de manera directa e íntima lo que la muerte

ajena produce en nosotros, el estado en el que nos deja la no existencia del otro: la soledad, el

desamparo, su carácter definitivo e irremediable, la desesperación, la sensación de injusticia y de

falta de sentido… Pero, estrictamente, todos estos sentimientos no son experiencias de lo que es

la muerte, sino de lo que ésta produce en los demás y no en el que fallece.

Concepciones filosóficas de la muerte

La imposibilidad de conocer lo que es la muerte ha propiciado la aparición de distintas teorías

filosóficas sobre ella. En general, y simplificando bastante el problema, podemos diferenciar dos

grandes concepciones filosóficas sobre la muerte.

1ª. La muerte como acontecimiento definitivo: A pesar de que nadie puede asegurar en qué

consiste la muerte, muchas personas se inclinan a pensar que ésta supone el final definitivo de

toda forma de vida. Esta postura la han mantenido mayoritariamente (aunque no sólo) filósofos

materialistas, que consideran que el ser humano es solo materia.

Dentro de esta visión de la muerte pueden, a su vez, distinguirse dos vertientes:

RESIGNACIÓN Y ACEPTACIÓN RECHAZO

Esta actitud es propia de los que rechazan

cualquier tipo de temor o rebelión ante el

La aceptación de la muerte como algo que

inevitablemente nos va a suceder y que, por

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hecho de la muerte.

Un ejemplo sería el epicureísmo, corriente

filosófica griega fundada por Epicuro (341-

270 a. C.). Para esta corriente, una reflexión

detenida acerca del carácter de la muerte

nos ayudará a comprender lo absurdo que

resulta temer algo que nunca vamos a sentir.

La muerte no existe para los seres humanos,

pues mientras vivimos no estamos muertos,

y cuando estemos muertos ya no

existiremos. Por tanto, lo único que de

verdad existe para nosotros es el vivir, ya

que sólo de la vida tenemos experiencia.

Preocuparse de la muerte o temerla es, pues,

de necios…

tanto, es inútil temer suele resultar difícil

para muchas personas. A pesar de su

carácter inevitable, la mayoría de nosotros

suele rebelarse contra su carácter definitivo.

No nos resignamos a que sea el límite total

a nuestra existencia.

Un ejemplo de esta posición sería el

pensamiento del filósofo español Miguel de

Unamuno. Según él, la creencia de que

nuestra mente, con sus recuerdos, creencias

y experiencias personales, sobrevive a la

muerte es necesaria para poder vivir. Pero,

además, no basta con sobrevivir en la fama,

en el trabajo o en los hijos…La única

perduración satisfactoria, dice Unamuno, es

la resurrección del ser humano total, tal

como la promete el cristianismo. El

problema, lo que hace que la existencia

humana sea una tragedia, es el hecho de no

tener ninguna certeza de que esto vaya a ser

así

2ª. La muerte como tránsito: Para mucha gente, aunque la muerte es pérdida de vida, lo es sólo en

sentido biológico. Así, la destrucción del cuerpo causada por el cese de las actividades vitales no

se entiende como una destrucción total de la persona. Desde una perspectiva espiritualista, por

ejemplo, es posible aceptar que la mente, o el alma, continúa viviendo a pesar de la muerte del

cuerpo. Para los filósofos espiritualistas, el ser humano se concibe como un ser dual, resultado de

la unión de alma (o mente) y cuerpo, consideradas dos realidades distintas e independientes y, por

tanto, separables. Para ellos, la muerte no es un dejar de existir definitivo, sino el tránsito de

nuestra alma a una vida distinta y, para la mayoría, mejor.

Muchos han sido los filósofos que han defendido el dualismo antropológico, y la inmortalidad

del alma. En Grecia, por ejemplo, Platón y Aristóteles. Todos los filósofos medievales también la

apoyaron (Agustín de Hipona, Anselmo de Canterbury, Tomás de Aquino…), igualmente,

Descartes, el primer filósofo de la modernidad, Kant, autor que cierra esa época… En general,

hasta el siglo XIX fue la actitud dominante, que fue perdiendo protagonismo frente al avance del

materialismo, apoyado en el avance de las ciencias naturales (física, química, biología…). No

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obstante, en la actualidad siguen existiendo pensadores espiritualistas que defienden la idea de la

muerte como un tránsito.

d) Dios: Uno de los temas fundamentales de la historia de la metafísica ha sido Dios. La

conciencia de la finitud humana, la experiencia del dolor, del mal, de la muerte, en fin, la

contingencia del mundo y de su finitud, la grandeza del universo,… ha llevado al hombre a

afirmar la existencia de un ser superior que ha dado origen a todo y que nos garantiza una vida

posterior y más excelente que la meramente biológica, al tiempo que nos explica porqué existe lo

que existe.

A la hora de dar cuenta de estos hechos, una primera idea sale a nuestro encuentro: todas las

culturas han desarrollado formas distintas de religiosidad y todas han apelado a la existencia de

un ser, Dios, concebido de muy diversas maneras, origen de todo y que daría sentido a la vida

humana, de ahí que el ser humano pueda ser definido como un animal religioso. Cuando

hablamos de la necesidad por parte del hombre de transcender los límites de lo físico y afirmar la

existencia de un ser trascendente, es necesario reflexionar sobre lo que hay de común en todas sus

manifestaciones (animismo, politeísmo, panteísmo, monoteísmo,…). A pesar de la gran

diversidad que revisten estas manifestaciones culturales, podemos afirmar unos rasgos comunes a

la hora de describir la divinidad:

1º. Trascendente. Dios está en un mundo “más allá” de la realidad física.

2º. Sagrado. Dios es perfecto y omnipotente y, por tanto, el hombre debe de asumir su realidad

y llevar a cabo una serie de ritos destinados a la purificación.

para existir y, sin embargo, es causa y razón de todo lo que existe.

4º. Se expresa mediante símbolos y manifestaciones misteriosas que el hombre no comprende

pero que debe aceptar para merecer la gracia divina.

5º. Infinito e ilimitado. Dios no está sometido ni condicionado por las limitaciones del espacio

y del tiempo, está más allá de ellas, cosa que los hombres y demás criaturas no pueden prescindir.

6º. Sobrehumano. Dios está por encima del hombre en todos los órdenes, es infinitamente

superior a él y la superioridad del ser humano sobre el resto de los seres, es debido al poder

sobrehumano de Dios.

1º. Distintas concepciones de lo Absoluto:

Animismo: etimológicamente, el término animismo deriva de la palabra latina ánima

(„alma‟). Significaría la creencia en seres espirituales, incluidas las almas humanas. Los

animistas creen que seres sobrenaturales personificados (o almas), dotados de razón, inteligencia

y voluntad habitan los objetos inanimados y gobiernan su existencia. El animismo supone la

creencia en la existencia de una fuerza vital sustancial presente en todos los seres animados, y

sostiene la interrelación entre el mundo de los vivos y el de los muertos, reconociendo la

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existencia de un Dios único aunque inaccesible. La mayoría de los sistemas de creencias

animistas sostienen que existe un alma que sobrevive la muerte del cuerpo.

Panteísmo: el término panteísmo procede de las palabras griegas pan, "todo" y theos, "dios":

literalmente significa "Dios es todo" y "todo es Dios". Es una doctrina filosófica según la cual el

Universo, la naturaleza y Dios son equivalentes. La ley natural, la existencia y el universo (la

suma de todo lo que fue, es y será) se representa por medio del concepto teológico de "Dios". El

panteísmo es la creencia de que el mundo y Dios son lo mismo, es más una creencia filosófica

que religiosa. Cada criatura es un aspecto o una manifestación de Dios, que es concebido como el

actor divino que desempeña a la vez los innumerables papeles de humanos, animales, plantas,

estrellas y fuerzas de la naturaleza.

El panteísmo es incompatible con la creencia en un Dios personal, de ahí que para algunos sea

una expresión de ateísmo, acusación que se le dirigía, por ejemplo, a Spinoza, filósofo

racionalista moderno. De manera general, el panteísmo puede ser considerado como una teoría

filosófica, o como una "concepción del mundo". En el panteísmo se enfrentan dos términos:

"dios" y "mundo" y esta concepción procede a identificarlos. El resultado es un monismo. El

budismo y el hinduismo son religiones panteístas.

Teísmo: la palabra se originó en la Grecia antigua con el significado de la creencia en los

dioses del Olimpo. Por extensión pasó a significar la creencia en la existencia de un Dios o dioses

personales, creadores del mundo, que influyen en él y sobre la vida de los hombres. Los dioses

son inmanentes en el universo, pero lo trascienden. Dentro del teísmo propio, se puede distinguir

entre monoteísmo (sólo existe un dios) y politeísmo (existen varios dioses).

En ambos casos supone la creencia en un Dios personal y providente, quién creó el universo y

lo mantiene. Igualmente los dioses garantizan al hombre que su vida no acabará con la muerte

biológica, sino que hay otra más excelente donde habitarán las almas de los hombres. Las grandes

religiones monoteístas: cristianismo, judaísmo e islam son teístas.

Deísmo: el deísmo es una concepción filosófica más que religiosa que deriva la existencia y la

naturaleza de Dios, de la razón y la experiencia personal, en lugar de hacerlo a través de los

elementos comunes de las religiones teístas, como la revelación directa, la fe o la tradición.

Esta concepción está basada en la creencia de que Dios existe y creó el universo físico, pero

no interfiere con él. Por ello no toma posición sobre lo que hace Dios fuera del universo, en

contraste con las tres grandes religiones monoteístas.

Los deístas también tienden a rechazar los hechos sobrenaturales (milagros, profecías, etc.) y

afirman que Dios no influye de ninguna manera en la vida de los humanos, ni en las leyes del

universo. Por ello, a menudo utilizan la analogía de Dios como un relojero. Dios sería un relojero

que creó y dio cuerda al universo, sin ninguna otra intervención sobre él. Los deístas creen que el

mayor don divino a la humanidad no es la religión, sino la habilidad de razonar.

El deísmo cobró notoriedad en los siglos XVII y XVIII durante la Ilustración, especialmente

en el Reino Unido, Francia y los Estados Unidos, principalmente entre aquellas personas

educadas como cristianas que vieron que no podían creer ni en la Trinidad divina, la divinidad de

Jesús, los milagros ni en la infalibilidad de la Biblia; pero que sí creían en un solo dios. Voltaire o

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Hume son ejemplos de pensadores deístas, que considera que el acceso a Dios solo es posible

mediante la razón.

2º. Argumentos filosóficos para demostrar la existencia de Dios:

Dios para muchos filósofos no es sólo el Ser en el que se “cree” con una fe ciega que no

precisa demostración, sino que han intentado definirlo y demostrar su existencia. Tres han sido

los tipos de argumentaciones más importantes que se han dado:

a) Argumento ontológico: dado que Dios es perfecto, tiene que tener todas las perfecciones

que podamos pensar. La existencia es una de estas perfecciones, por tanto, Dios al ser perfecto,

tiene que existir. Anselmo de Canterbury, filósofo medieval, fue el más firme defensor de este

argumento.

b) Argumento cosmológico: el cosmos, el universo y todos sus seres son finitos, no tienen la

causa en sí mismos, sino que proceden de otros seres anteriores. Debe de haber, por tanto, un Ser,

que sea causa de sí mismo, que no proceda de nadie anterior y que fuera la causa del universo y

de sus primeras criaturas. Tomás de Aquino, entre otros, defendió este argumento.

c) Argumento teleológico: el mundo es demasiado complejo como para que pueda haber

surgido por azar o causalidad. Todos los seres del universo y el universo en su totalidad

mantienen un orden tal, que es imposible que no haya sido diseñado por un ser infinitamente

omnipotente y sabio: Dios. Aparte de Tomás de Aquino, este argumento fue defendido por

Descartes y también aceptado, aunque con matices, por autores deístas como Hume

3º. Argumentos filosóficos para negar la existencia de Dios:

Las posturas filosóficas que ponen en duda la existencia, o al menos la posibilidad de un

conocimiento por parte del hombre del Ser divino, se han dado prácticamente desde la aparición

de la filosofía. Ya en el siglo V antes de Cristo, filósofos como Demócrito y Protágoras ponían en

duda la posibilidad de conocer o afirmar la existencia de dios. Demócrito defendió la existencia

de un universo compuesto de átomos y sin intervención alguna de los dioses; Protágoras, por su

parte defendió que no podemos demostrar la existencia o inexistencia de los dioses. También este

filósofo, para denunciar el carácter antropológico de los dioses en las religiones, manifestó para

gran escándalo de muchos de sus contemporáneos, que si los animales hubieran podido crear una

religión, seguro que habrían creado a sus dioses con rasgos físicos y el comportamiento de la

especie animal creadora de semejante religión.

Las posturas críticas contra el teísmo y deísmo son fundamentalmente dos: agnosticismo y

ateísmo.

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Agnosticimo: el agnosticismo es una postura filosófica o personal que, a grandes rasgos,

considera inaccesible para el ser humano todo conocimiento de lo divino y de lo que trasciende o

va más allá de lo experimentado o experimentable. Mientras que el ateísmo niega la existencia de

un dios como ente sobrenatural en el que se concentra lo divino y permite creer en fenómenos

sobrenaturales que trascienden lo natural, el agnosticismo es una doctrina basada en las

observaciones y experiencias, y por lo tanto, declara imposible por parte de la razón humana ir

más allá de la experimentación o comprobación empírica. En otras palabras, para un agnóstico, la

verdad sobre la existencia de Dios es incognoscible. Kant fue el filósofo agnóstico más célebre.

Ateísmo: aunque como ya hemos dicho el ateísmo es una postura filosófica muy antigua, es

en el contexto contemporáneo, y especialmente en Occidente, donde el fenómeno del ateísmo, lo

mismo que el agnosticismo, ha cobrado mayor importancia. El desarrollo del ateísmo corre parejo

con el portentoso desarrollo de la ciencia y el avance del laicismo. Ante el hecho constatable de

que todas las culturas han tenido dioses y religión, el ateísmo lo explica como una tendencia del

hombre, fundamentada en una serie de factores:

- Existencia de fenómenos y hechos en la naturaleza inexplicables racionalmente en aquel

momento.

- Impotencia y limitaciones del hombre.

- Dificultad humana de entender que un universo tan complejo sea debido exclusivamente

al azar.

- Imprevisibilidad del futuro.

- Conciencia de que vamos a morir.

El ateísmo no es una postura homogénea, sino que existen muchas posiciones ateas, el punto

en común de todas ellas es la de negar la misma existencia de Dios. Tres son los argumentos más

importantes para justificar la inexistencia de un Ser superior:

1º. Argumento del desacuerdo inter-religioso: este es un argumento usado en las discusiones

acerca de la existencia de Dios por parte de los defensores del ateísmo. Consiste en señalar las

diferencias y las contradicciones entre las religiones, y consecuentemente señalar que no pueden

ser todas ciertas. El análisis de las distintas religiones muestra que sus contenidos son muy

heterogéneos y a veces contradictorios, entonces, ¿cuál es la religión verdadera?, ¿y las falsas?

2º. Argumento por pedido de demostración: este argumento afirma que no son los ateos los

que “tienen que demostrar” que Dios no existe, sino los filósofos teístas los que tienen que dar

pruebas científicas que prueben su existencia, dado que sin ellas la apelación a una facultad

distinta de la razón justificaría por igual la existencia de Dios que de cualquier ser mitológico.

3º. Argumento por la existencia del mal: se conoce con este nombre al argumento con el que

se pretende demostrar la inexistencia de Dios entendido en su forma judeo/cristiana, al observar

una contradicción entre dos de las cualidades que se le atribuyen: la bondad, y la omnipotencia.

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Esto se hace señalando la existencia del mal en el mundo, y planteando que si Dios es bueno, no

puede ser omnipotente, pues no evita el mal; si por otra parte, Dios fuera omnipotente acabaría

con el mal, y si no lo hace es porque no es bueno. Al ser esto contradictorio, no puede haber una

deidad con estas características atribuidas.

Algunos filósofos ateos destacados han sido:

Feuerbach, en esta línea del humanismo ateo, considera que Dios es la “proyección” que el

ser humano hace de sus máximas virtudes, su esencia: bondad, inteligencia... pero elevadas al

infinito. Pero al actuar de este modo, el ser humano sitúa fuera de sí su esencia, lo que provoca la

alienación.

Marx, siguiendo a Feurbach, también considera que la idea de Dios implica una alienación.

La religión es una forma de alienación por tres razones:

1ª. Porque es una experiencia de algo irreal, es una experiencia de algo que no existe.

Siguiendo a Feuerbach, Marx considera que no es Dios quien crea al hombre sino el hombre a

Dios. En la religión el hombre toma lo que considera mejor de sí mismo (voluntad, inteligencia,

bondad...) y lo proyecta fuera de sí, en el ámbito de lo infinito; a su vez, esta proyección se vive

como una realidad que se enfrenta al propio sujeto que la ha creado. Si la religión supone la

existencia de Dios como algo infinito, lo hace oponiendo a ella el mundo finito, incluido el

hombre mismo, desvalorizando su propio ser y su propio destino, desvalorizando el mundo

humano frente a la calidad absoluta de la realidad divina, realidad, meramente inventada por el

hombre.

2ª. La religión también es alienación porque desvía al hombre del único ámbito en donde le

es realmente posible la salvación y felicidad, el mundo humano. Al consolar al hombre del

sufrimiento que en este mundo le toca vivir, sugiriendo que en el otro mundo le corresponderá la

justicia y la felicidad plena, le resta capacidad, energía y determinación para cambiar las

situaciones sociales, políticas y económicas que son las realmente culpables de su sufrimiento. En

este sentido hay que entender la célebre afirmación de Marx, que define la religión como el “opio

del pueblo”. La religión legitima y refuerza la injusticia social al adormecer al pueblo

canalizando sus energías hacia un más allá inexistente e imposibilitando la transformación de la

realidad.

3ª. Finalmente, su crítica a la religión se extiende también al hecho de que la religión suele

tomar partido no por las clases desfavorecidas sino por la clase dominante, perpetuando a ésta

en el poder, legitimando el estado de cosas existente, dando incluso, en casos extremos,

justificaciones teológicas al dominio de un grupo social sobre otro (pensemos, por ejemplo, en la

justificación divina del poder político del emperador medieval o del monarca absoluto del

Antiguo Régimen…)

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Por las razones citadas, Marx consideró que era necesaria la superación de la religión que

pasa necesariamente por la superación del sistema de clases sociales, que no es un fenómeno

natural sino una construcción histórica. Esta construcción tiene su origen en la injustificada

apropiación, por parte de unos pocos, de los medios de producción. En las sociedades de clases,

la mayoría oprimida y explotada trabaja para la minoría dominante, que le devuelve solo una

parte de la riqueza que su trabajo genera (lo mínimo para garantizar su subsistencia y

reproducción) y se apropia del resto (la plusvalía). La alienación religiosa es, por consiguiente,

una consecuencia de una alineación anterior: la económica. El ser humano necesita creer en

Dios, en un mundo irreal y perfecto porque vive a disgusto en su mundo real, necesita huir

porque está alienado en su vida cotidiana, por vivir en una sociedad de clases opresora en la que

no puede realizarse como ser humano ni ser auténticamente feliz.

A diferencia de Feuerbach, que creía posible una superación intelectual de la religión, Marx

creyó siempre que lo fundamental sería la necesaria modificación de las condiciones económicas

que han hecho posible la propia religión, es decir, la desaparición del orden social creado a partir

de la existencia de la propiedad privada, desaparición que solo será posible si el pueblo oprimido

aúna sus fuerzas y se organiza para transformar de manera radical la estructura social del mundo

real. En la sociedad comunista no existirá la religión pues en esta sociedad no existirá la

alienación, y ya se ha dicho que la religión aparece como consecuencia de la alienación

económica. En la sociedad comunista no habrá lugar para la religión, dado que el ser humano

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será feliz en su vida terrenal y no necesitará ya consuelos ficticios ni esperanzas sobrenaturales

para encontrar sentido a su existencia.

Nietzsche, filósofo nihilista (activo) y vitalista, por su parte, entiende que Dios es un concepto

inventado y vacío, es “nada” (de ahí su nihilismo. Proviene del latín nihil = nada. El nihilismo

(activo) afirma que no existe un fundamento último de la moral, el conocimiento, la verdad ... de

las ideas en general, tal como defiende el nihilismo pasivo, y que todas nuestras ideas al respecto

son una invención o creación humana, más concretamente de los sacerdotes y los filósofos,

aunque hemos llegado hasta el punto de creer nuestras propias “mentiras”) La idea de Dios debe

ser, según él, eliminada, porque es como una enfermedad que nos impide apreciar la única

realidad tangible: la vida, el cuerpo. Afirma: “Dios ha muerto”, y podría haber añadido: “¡Viva el

hombre!” o el superhombre. El vitalismo nietzscheano defiende la vida como realidad radical, y

considera que Dios es un concepto anti-vital en tanto que promueve una moral de esclavos,

heterónoma, y que creer en su existencia es una señal de debilidad vital y de miedo.

4º. La teodicea y el problema del mal:

La teodicea es una disciplina filosófica que tiene como objetivo hacer compatible

racionalmente la existencia del mal y la existencia de un Dios bondadoso y todopoderoso: ¿cómo

puede Dios, siendo infinitamente bueno y todopoderoso, permitir la existencia del mal en el

mundo por Él creado? Esta es la pregunta que la teodicea debe responder.

Como dijo ya en su momento el filósofo griego Epicuro la existencia del mal físico

(terremotos, virus, bacterias, sequías…) y del mal moral (mentira, guerras, asesinatos…) parece

destruir toda creencia en Dios, porque o bien no es realmente bueno, pues permite el mal

pudiendo evitarlo, o bien desea erradicarlo, pero no puede, de lo que se seguiría que es

bondadoso, pero no todopoderoso. En definitiva, ¿cómo podemos hacer compatible la existencia

de un Dios omnipotente y bondadoso con la existencia del mal en el mundo?

A continuación exponemos los cinco argumentos más célebres que se han dado en la historia

de la filosofía para intentar responder satisfactoriamente a esta espinosa cuestión:

1º. El mal existe, pero es necesario para obtener un bien mayor. Si pudiésemos comprender la

estructura y funcionamiento global del Universo, veríamos que el mal es inevitable y, en la

mayoría de los casos, un medio para lograr un bien mayor posterior. Así, el dolor que nos

provoca el dentista es un medio para lograr la salud bucal posterior, las guerras son mecanismos

para mantener el control demográfico de la humanidad…

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2º. El mal existe pero es un producto de la acción humana. Esta sería la célebre postura

defendida ya en la Edad Media por Agustín de Hipona. El mal es el resultado de la libertad

humana, que debe ser respetada por una auto-exigencia del mismo Dios. Dios nos ha hecho libres

y nos quiere libres, aún sabiendo que con frecuencia usaremos mal esa libertad. No obstante, solo

porque somos libres puede Dios ser justo al premiar o castigar al hombre.

El problema, en cualquier caso, no acabaría aquí, porque aunque considerando que el mal

que infringe el hombre es fruto de su voluntad, esta razón no serviría para explicar el mal que

provocan, por ejemplo, los desastres naturales: inundaciones, terremotos, maremotos, etc.

3º. El mal existe y es responsabilidad exclusiva del ser humano, mejor dicho de la sociedad.

El hombre es bueno por naturaleza: inocente, solidario, confiado…, pero la sociedad nos hace

egoístas, competitivos, envidiosos. Esta es la tesis sostenida por el filósofo ilustrado Rousseau.

4º. El mal no existe. Es una apariencia derivada de las limitaciones del entendimiento humano.

El hombre no puede comprender la realidad en su conjunto y el motivo último de las cosas.

Como decían los estoicos, la mayoría de los males son males simplemente porque el hombre los

considera así según sus intereses, es decir, son males para nosotros, pero para el Todo no lo son.

En realidad, el Universo es ordenado, armónico, bello y bueno. Por eso, como decía también San

Agustín, en realidad el mal no es nada “entitativo”, no tiene realidad ontológica, lo que el ser

humano llama “mal” es simplemente “ausencia de bien”. Así, la enfermedad no es un mal,

simplemente es ausencia de salud.

Como es fácil ver al leer estos argumentos, la cuestión del mal es muy compleja y en

absoluto fácil de solucionar, siendo un problema metafísico-teológico plenamente vigente en

nuestros días. A cada argumento a favor de Dios, puede oponérsele un contra-argumento, de tal

manera que racionalmente resulta casi imposible resolver este problema.

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