Tema 5 .- Racionalismo y Empirismo -...

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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA 2º Bachillerato Tema 5.- Racionalismo y Empirismo (1) _____________________________________________________________________________________________ Tema 5.- Racionalismo y Empirismo 1. Características generales del racionalismo 2. Descartes: el Método, la duda metódica y el cogito 3. La doctrina de las tres sustancias 4. Características generales del empirismo 5. Hume: teoría del conocimiento 6. Hume: crítica al principio de causalidad 7. Hume: crítica a la idea de sustancia 8. Hume: la moral emotivista 1. Características generales del racionalismo Se conoce con el nombre de racionalistas a un grupo de filósofos que viven entre el siglo XVII y XVIII. En sentido general se dice “racionalista” de todo el que cree que la razón es la principal fuente de conocimiento. Pero, dado que desde los presocráticos, es decir, desde el nacimiento de la filosofía, todos los filósofos intentan dar una explicación racional del mundo, tendrá que haber algún motivo por el que los historiadores reservan el nombre de racionalistas para un grupo concreto de ellos. Y éste es el de que consideran que la razón es la única fuente de conocimiento. Esto los diferencia: 1) por un lado, de los filósofos medievales que se atenían también a la fe, la tradición y la autoridad; y 2) por otro, de un grupo de filósofos llamados empiristas que viven también entre los siglos XVII y XVIII, y que consideran que la razón ha de trabajar siempre con los datos de la experiencia. Veamos cuáles son los rasgos comunes a todos los racionalistas. 1. Consideran que el entendimiento sólo conoce directamente sus propios contenidos , a los que denominan ideas o conceptos (idealismo o subjetivismo).

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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA 2º Bachillerato Tema 5.- Racionalismo y Empirismo (1)

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Tema 5.- Racionalismo y Empirismo

1. Características generales del racionalismo

2. Descartes: el Método, la duda metódica y el cogito

3. La doctrina de las tres sustancias

4. Características generales del empirismo

5. Hume: teoría del conocimiento

6. Hume: crítica al principio de causalidad

7. Hume: crítica a la idea de sustancia

8. Hume: la moral emotivista

1. Características generales del racionalismo Se conoce con el nombre de racionalistas a un grupo de filósofos que viven entre el siglo

XVII y XVIII. En sentido general se dice “racionalista” de todo el que cree que la razón es la principal fuente de conocimiento. Pero, dado que desde los presocráticos, es decir, desde el nacimiento de la filosofía, todos los filósofos intentan dar una explicación racional del mundo, tendrá que haber algún motivo por el que los historiadores reservan el nombre de racionalistas para un grupo concreto de ellos. Y éste es el de que consideran que la razón es la única fuente de conocimiento. Esto los diferencia: 1) por un lado, de los filósofos medievales que se atenían también a la fe, la tradición y la autoridad; y 2) por otro, de un grupo de filósofos llamados empiristas que viven también entre los siglos XVII y XVIII, y que consideran que la razón ha de trabajar siempre con los datos de la experiencia.

Veamos cuáles son los rasgos comunes a todos los racionalistas.

1. Consideran que el entendimiento sólo conoce directamente sus propios contenidos, a los que denominan ideas o conceptos (idealismo o subjetivismo).

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2. De entre estas ideas, algunas son elaboradas por el entendimiento (o por la razón), sin ayuda de los datos provenientes de los sentidos. Por este motivo se dice que son innatas. Estas ideas innatas constituyen los primeros principios del conocimiento.

3. Si los racionalistas ponen como fundamento del saber a las ideas innatas, es porque consideran que lo obtenido a través de los sentidos es confuso. Ello se debe a que cuando la mente recibe datos procedentes del exterior se limita a recibirlos pasivamente, mientras que cuando elabora los propios contenidos es activa (digamos que es ella la que maneja la situación). Al ser la mente la que elabora sus contenidos los ve de modo claro y distinto. Está segura de ellos. Tiene certeza acerca de sus conocimientos. Por ello los racionalistas entienden la verdad como certeza.

4. Las matemáticas es la única ciencia cuyos contenidos son elaborados por el entendimiento, por lo que éste puede tener certeza de ellos. Por esta razón, los racionalistas parten de las matemáticas para elaborar un método universal que sea aplicable a las otras ciencias. A partir de las ideas innatas elaboradas por el entendimiento se desarrolla deductivamente todo el conocimiento, construyendo lo complejo a partir de lo simple, siguiendo el proceder de la geometría, que, a partir de puntos, líneas y superficies, puede construir (es decir, deducir) todos sus objetos.

5. La metafísica es la ciencia que trata del ser. Pero ahora se considera que el ser de las cosas reside en el entendimiento; por lo que, en cierta forma, ser es ser conocido. Por ello la metafísica se convierte, ante todo, en gnoseología o epistemología (teoría del conocimiento).

6. Los filósofos racionalistas más importantes son: Descartes, Malebranche, Pascal, Spinoza y Leibniz.

Biografía de DESCARTES René Descartes nació el 31 de marzo de 1596 en la Turena (Francia). Su familia, pertenecía a la baja nobleza. De 1604 hasta 1614 estudió en el colegio de la Flèche, escuela regida por los jesuitas. En 1616 se graduó en derecho por la Universidad de Poitiers. Sin embargo, no se encontraba realmente satisfecho de la enseñanza que había recibido. Descartes se interesó pronto por las Matemáticas, única disciplina que puede considerarse un "auténtico saber" porque es la única que nos aporta "certeza", es decir, es la única de la que no podemos dudar, la única que estamos seguros que no nos engaña. Este motivo impulsa a Descartes a abandonar sus estudios y dedicarse al esparcimiento y a viajar; piensa que lo que no ha encontrado en los libros y en las explicaciones de sus maestros podrá hallarlo en el “gran libro del mundo”, experimentarlo por su propia cuenta.

En 1618 se alista en el ejército del príncipe Mauricio de Nassau, hijo de Guillermo el mudo, en Holanda. En 1619 se traslada a Alemania, donde se incorpora al ejército del duque de Baviera. Ese mismo año descubre su verdadera vocación: la filosofía.

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Va a vivir a París y finalmente se retira a Holanda, lugar que se convirtió en el refugio de numerosos filósofos y científicos debido a su tolerancia y donde Descartes vivió con algunas interrupciones hasta 1649. En 1649 es invitado por la reina de Suecia a Estocolmo con el fin de instruirla en su filosofía. Y mientras permanecía en Suecia, el 11 de febrero de 1650, muere de una neumonía. El duro invierno sueco así como el hábito de la reina de reunirse con él en la biblioteca a las cinco de la mañana, mellaron la salud de nuestro filósofo, que estaba acostumbrado a una vida más reposada: Descartes pasaba muchas horas reflexionando y escribiendo en la cama hasta las once de la mañana. Fue enterrado en Estocolmo pero más tarde su cuerpo fue trasladado a París (1666).

2. Descartes: El Método, la duda metódica y el cogito Para el racionalismo, la única autoridad posible es la razón, de la que participan todos los hombres y que ofrece las máximas garantías de certeza cuando se aplica con un método correcto. El problema del método, se convierte en la cuestión fundamental. Al examinar las disciplinas y artes que ha estudiado desde su juventud, destaca las matemáticas. El método que él ha utilizado en las matemáticas y que tanto éxito le ha hecho cosechar va a intentar aplicarlo al conocimiento en general.

Reglas del Método Regla 1.- No admitir jamás como verdadera cosa alguna sin conocer con evidencia que lo era; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención y no comprender, en mis juicios, nada más que lo que se presentase a mi espíritu tan clara y distintamente que no tuviese motivo alguno para ponerlo en duda.

Regla 2.- Dividir cada una de las dificultades (lo complejo) que examinare en tantas partes (lo simple) como fuese posible y en cuantas requiriese su mejor solución.

Regla 3.- Conducir ordenadamente mis pensamientos, comenzando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo (por deducción) poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más compuestos; y suponiendo un orden aun entre aquellos que no se preceden naturalmente unos a otros.

Regla 4.- Hacer en todo enumeraciones tan completas y revisiones tan generales que estuviera seguro de no omitir nada.

La duda metódica Una vez descritos los pasos del método matemático, Descartes los va a aplicar a la

filosofía para encontrar una primera evidencia que, a modo de axioma, sirva para fundamentar todo el saber. Es decir, necesitamos una evidencia absoluta. ¿Qué es una certeza absoluta? Aquella de la que no se puede dudar bajo ninguna circunstancia. Para encontrarla Descartes va a seguir el siguiente proceso: dudará metódicamente de todo hasta encontrar algo de lo que sea imposible dudar, y que, por tal motivo, sea absolutamente cierto. La duda metódica no es una duda psicológica. Se trata de coger todas nuestras certezas y ver si podemos encontrar alguna razón, por extravagante que pueda parecernos, para ponerlas en duda. Si pese a todos nuestros intentos, encontramos algo de lo que sea imposible dudar, esa será la certeza absoluta que andamos buscando.

La aplicación de la duda metódica la realizará, no sobre cada una de las proposiciones que conforman nuestro saber, sino sobre los cimientos de ese saber, de modo que si los cimientos no aguantan, el edificio del saber caerá.

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1) Duda de los sentidos.- La primera y más obvia razón para dudar de nuestros conocimientos se halla en las falacias de los sentidos, que nos inducen a veces a error. Ahora bien, ¿qué garantía existe de que no nos inducen permanentemente a error? La mayoría de los hombres consideran muy improbable que los sentidos nos engañen siempre, pero la improbabilidad no equivale a la certeza y, por eso, la posibilidad de dudar del testimonio de los sentidos no queda totalmente eliminada. Habrá que poner, por tanto, entre paréntesis todo el saber fundado en la experiencia, es decir, las ciencias experimentales.

2) Duda de la realidad.- Cabe, pues, dudar de que las cosas sean como las percibimos por medio de los sentidos, pero ello no nos permite dudar de que existan las cosas que percibimos. De ahí que Descartes añada una segunda razón, más radical, para dudar: la imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño. A veces los sueños nos muestran objetos con extremada viveza, y al despertar descubrimos que tales universos no tienen existencia real. ¿Cómo distinguir el estado de sueño del de vigilia y cómo alcanzar certeza absoluta de que el mundo que percibimos es real? Podemos plantearnos si toda nuestra vida no será un prolongado sueño de gran intensidad. Habrá que poner en duda, no sólo

el conocimiento que tenemos del mundo fuera de nosotros, sino la propia existencia de ese mundo.

3) Duda del entendimiento.- La imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño permite dudar de la existencia de las cosas y del mundo, pero no parece afectar a ciertas verdades, como las matemáticas: dormidos o despiertos, “los tres ángulos de un triángulo sumarán 1800” y “2 + 3 siempre serán 5”. De donde podemos concluir que las verdades matemáticas, generadas por el entendimiento, resisten este proceso de duda, o, lo que es lo mismo, la duda afecta a la realidad sensible pero no al entendimiento mismo.

De momento parece, pues, que hemos encontrado esa certeza absoluta que estamos buscando, pero alguien

podría preguntar todavía, ¿y si, por alguna extraña razón, el entendimiento nos engañase siempre? Esto es difícil de admitir, pero, ¿y si nuestro entendimiento, ese mismo entendimiento que hace de las matemáticas una ciencia tan segura, estuviese constituido de tal manera que nos engañase acerca de la validez extramental de sus conocimientos? Para ilustrar mejor esta duda Descartes la plantea de la siguiente manera: imaginemos, dice, un genio maligno muy poderoso, que me obliga a engañarme aún en los casos en que creo estar absolutamente cierto de algo.

La cuestión ahora es si hay la posibilidad de encontrar algo que, pese a todo, sea indudable; alguna certeza que resista todo el proceso de la duda. Pues bien, a lo largo de todo el proceso sí que hay algo que permanece indudable, a saber, que dudo. Puedo dudar de cualquier cosa, pero precisamente por ello me será imposible dudar de que dudo. Más aún, puedo, incluso, dudar de que dudo, pero con ello sigo dudando. Que dudo es una evidencia absoluta.

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Puesto que dudar es una forma de pensar, tenemos la certeza absoluta de que pensamos, y por lo tanto, de que, aunque sea como meros entes pensantes, existimos. Esto lo expresa Descartes con el celebérrimo “pienso, luego existo” “Cogito ergo sum”. La certeza absoluta de que existo como ser pensante se convierte, pues, en el fundamento absoluto del saber, el primer principio del conocimiento que andábamos buscando.

Con esto hemos cumplido el primer paso del método que Descartes aplica ahora a la metafísica o filosofía. Tenemos una primera evidencia, un primer principio del que partir. Descartes quiere, ahora, demostrar que a partir de la existencia de mi conciencia, de mi pensamiento, se puede “demostrar” deductivamente que existen otras cosas.

El cogito y las ideas Descartes se plantea ahora cómo se puede justificar demostrativamente o

intuitivamente la existencia de algo aparte del yo. Descartes lo va a hacer analizando el propio pensamiento (puesto que el pensamiento es lo único que tenemos seguro, de momento) para ver si hay algo en él, que me permita salir de él hacia el mundo.

El pensamiento consiste en una actividad en la que manejamos ideas. Estas ideas pueden ser de tres tipos:

1) Adventicias: son aquellas que parecen provenir de la experiencia externa. Y decimos que parece porque la existencia de tal exterioridad es lo que se trata de fundamentar. No nos sirven por tanto para seguir, si no queremos caer en un círculo vicioso.

2) Facticias: Son ideas construidas en la mente a partir de las anteriores: por ejemplo, la idea de “centauro”, que es una construcción a partir de las de “hombre” y “caballo”. Lógicamente tampoco nos sirven.

3) Innatas: Son ideas que, no formándose a partir de la experiencia, ni por composición a partir de las de la experiencia, no pueden ser más que innatas, lo cual quiere decir que son ideas que desarrolla la razón por sí misma. Son ideas tales como las de extensión, pensamiento, infinitud.

Precisamente esta última idea innata, la de infinitud, es la que le va a dar pie a Descartes a reconstruir todo el sistema del saber. Para ello va a sostener implícitamente, una serie de consideraciones provenientes de la teología medieval.

1) Considerar que el mal sólo se puede definir como algo negativo, como la ausencia de algo, del bien

2) Allí donde no hay ausencia de nada (en lo infinito) no puede haber mal y por lo tanto se da la perfección. Infinitud y perfección son, pues, términos idénticos

3) La idea innata de infinitud nos lleva a la también innata de perfección.

4) La idea de Dios es la idea de un ser infinito, o lo que es lo mismo, un ser perfecto. La idea de Dios es una idea innata.

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El problema es demostrar que tal Dios (del que, de momento, sólo tenemos una idea en la mente), además existe. Para ello, Descartes echa mano de tres argumentos diferentes:

1) El argumento ontológico de San Anselmo de Canterbury

2) Parte de la idea de un ser perfecto que se halla en nuestra mente. Sobre esta idea aplica una serie de presupuestos de origen escolástico tales como: que todo lo que existe tiene que tener una causa eficiente de su existencia y que la causa de algo no puede ser inferior a lo causado. Puesto que yo, que tengo tal idea, no tengo en mí las perfecciones que encuentro en esta idea, tiene que haber una realidad que sea causa de ella. Esta es Dios.

3) Parte, una vez más, de la idea de un ser perfecto. Pero yo que tengo esa idea no tengo en mí esas perfecciones que encuentro en ella. Si yo fuese la causa de mí mismo me hubiera dado esas perfecciones que encuentro en la idea (porque la voluntad siempre es movida por el bien claramente conocido). Por lo tanto, tiene que haber un ser que me ha producido, que tiene en sí esas perfecciones.

Si Dios existe (y Dios como ser perfecto tiene los atributos de la sabiduría infinita, el poder infinito, de la veracidad infinita, de la bondad infinita, etc.), es incompatible con la existencia del genio maligno anteriormente postulado; lo que en términos filosóficos quiere decir, que la existencia de Dios me garantiza la validez de las leyes del entendimiento para el mundo. Esto es, el entendimiento no puede engañarme. Cuando uso correctamente el entendimiento puedo estar seguro de aquello que conozco como cierto. Pero aquello acerca de lo cual tengo certeza es lo matemáticamente formulable: lo cuantificable. Del mundo externo sólo puedo tener en consideración, pues, lo cuantificable; y lo cuantificables es únicamente la extensión (en aquel momento). Las cualidades, al no ser cuantificables, quedan descartadas. Mundo y extensión son, para Descartes, lo mismo.

Nos encontramos, entonces, con tres ámbitos de la realidad distintos, a los que Descartes llama sustancias: el alma, Dios y el mundo.

3. Las tres sustancias: hombre, mundo y Dios Descartes define la sustancia como “una cosa que existe de tal manera que no necesita

de ninguna otra para existir”. Según esta definición sólo Dios sería propiamente sustancia, pero Descartes argumenta que “sustancia” es un término análogo y que tiene varias formas de significar según se refiera a la sustancia creadora o a las sustancias creadas. Así, podemos llamar también sustancias a aquellas “cosas que sólo necesitan el concurso de Dios para existir”, pero no de las otras sustancias creadas. De este modo considera también sustancias a la sustancia corpórea o extensa (mundo) y a la sustancia pensante.

La sustancia pensante se rige por leyes propias que no coinciden con las que rigen para la sustancia extensa. Cada yo, cada conciencia individual, es una sustancia pensante. Además, cada sustancia pensante es simple y por tanto indivisible y como consecuencia es inmortal, ya que toda destrucción natural se produce por división. Descartes utiliza también las expresiones alma, conciencia, yo, pensamiento, sujeto, para denominarla.

La sustancia corpórea es el reino de lo cuantitativo, su estudio corresponde a la física (cinemática) y en ella rige un determinismo absoluto. Descartes usa también los nombres de extensión y mundo para referirse a ella.

Además de las sustancias, hay los atributos y modos.

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1) Los atributos son lo que constituye la esencia o naturaleza de una sustancia. El atributo de los cuerpos es la extensión; el de la conciencia, el pensamiento; y los de Dios son infinitos de los cuales conocemos su infinita bondad, la eternidad, la veracidad, la omnisciencia, la omnipotencia, etc.

2) Los modos son las distintas formas de manifestarse los atributos. Así la extensión puede darse como figura o como movimiento; el pensamiento puede darse como imaginación, sensación, deseo, recuerdo, duda, etc., aunque todos estos modos son reductibles a dos generales: entendimiento y voluntad.

SUSTANCIAS ATRIBUTOS MODOS

S. pensante

(Yo, conciencia, alma)

Pensamiento

Imaginación, memoria, sensación, duda, deseo, etc.

S. Infinita (Dios)

Infinitos: Eternidad, Omnipotencia, Omnisciencia,

etc.

No tiene

S. Extensa

(Cuerpo, mundo físico)

Extensión

Figura, movimiento

Además de sustancias, atributos y modos, se puede hablas de accidentes, pero a diferencia de aquellas no tienen realidad objetiva alguna.

El mundo físico.-

La física trata de la tercera sustancia: los cuerpos, cuyo atributo es la extensión. La extensión es reductible a cantidad y tiene como modos fundamentales la figura y el movimiento, a los que Descartes llama a veces cualidades primarias, para distinguirlos de las cualidades secundarias (color, olor, sonido, etc.) las cuales sólo tendrían una validez subjetiva.

Todo lo concerniente al mundo físico se puede explicar a partir de los cuerpos, los movimientos de los cuerpos y la causalidad eficiente. Los cambios se producen siempre por un desplazamiento de la materia. Para que una cosa provoque un cambio en otra debe incidir sobre ella directamente (por contacto). Consecuentemente todo el mundo es explicado en términos mecánicos. Todos los seres, incluidos los seres vivos, son máquinas muy complejas. Por eso se dice que la física de Descartes es mecanicista. Además toda esta gigantesca máquina está regida por leyes mecánicas, no hay por lo tanto libertad, ni azar. Por eso se dice que la física de Descartes es determinista.

El hombre.-

El hombre es un ser compuesto de dos sustancias: extensa y pensante. Dos sustancias separadas, hasta tal punto que, según Descartes, la muerte no se produce porque se separe el alma del cuerpo, sino que, como cualquier máquina, éste deja de funcionar.

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El conocimiento sensible depende sólo de la sustancia extensa. Comienza cuando las cosas emiten ciertos efluvios que impresionan los órganos de los sentidos, produciendo en ellos ciertas modificaciones. Las modificaciones en los sentidos externos provocarían, a su vez, modificaciones en una parte del cuerpo llamada sentido común. El sentido común transmite, a su vez, las modificaciones de su estado a otra parte llamada imaginación. Tanto las modificaciones del sentido común como las de la imaginación deben ser entendidas también

como figuras diversas, que no tienen por qué parecerse a las figuras que llegaron del cuerpo a los sentidos externos. En la imaginación las figuras pueden quedar retenidas durante un tiempo, y en esto consiste la memoria.

En la parte del cerebro donde está localizada la imaginación y el sentido común, se originan los movimientos de los espíritus animales (corrientes nerviosas), que al desplazarse más hacia unos sitios que hacia a otros provocan los movimientos de los músculos. De este modo podemos decir que la imaginación es la que mueve el cuerpo.

Este proceso, que es un proceso puramente corporal, es común a hombres y animales, por lo que los cuerpos de los seres vivos no son sino máquinas. Lo que diferencia al hombre es la posesión de un yo o conciencia, que no es

cuerpo.

No obstante, Descartes supone que en el hombre se produce una interacción entre el alma y el cuerpo, y da de ella una explicación un tanto pueril: el alma y el cuerpo se unirían en la glándula pineal (en la base del cerebro). Los efectos que puede tener esta interacción son los siguientes:

El pensamiento se da de dos modos: como entendimiento o como voluntad. El entendimiento, a su vez, puede darse bajo los modos de sentir, imaginar o concebir. Estos diversos modos de darse el entendimiento surgen de la interacción que tiene con la imaginación:

1) Cuando el entendimiento es pasivo, y es determinado por la imaginación y el sentido común, entonces sentimos.

2) Cuando el entendimiento es activo, y determina a la imaginación, imaginamos.

3) Cuando actúa solo concebimos.

En la voluntad radica la posibilidad de error. Cuando algo es claro y distinto la voluntad no puede más que asentir a ese conocimiento. Pero la mayoría de nuestros conocimientos no son claros y distintos y entonces es la voluntad la que se pronuncia sobre ellos. La voluntad es libre y puede pronunciarse sobre cualquier cosa, por lo que tiene un campo de acción mayor que el entendimiento, es más, tiene un campo de acción infinito. Y es por esto que Descartes llega a decir que es por la voluntad por la que nos asemejamos a Dios. En Dios voluntad y entendimiento se identifican.

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4.- Características generales del empirismo Se conoce como empirismo a una corriente filosófica que se desarrolla entre los siglos

XVII y XVIII paralela al racionalismo (Descartes, Spinoza, Leibniz) y cuyos máximos representantes son naturales de las Islas Británicas (por lo que en ocasiones se conoce a esta corriente filosófica con el nombre de empirismo inglés).

El nombre se debe a que, frente a los racionalistas, consideran que todo nuestro conocimiento proviene de la experiencia. Esta definición, sin embargo, no es muy precisa pues, en este mismo sentido, serían empiristas los filósofos escolásticos o el mismo Aristóteles. Debemos, por lo tanto, establecer con mayor precisión qué es lo que caracteriza a esta corriente filosófica.

Para los empiristas, el ser de las cosas (objeto del conocimiento) se da en la conciencia (en este sentido, siguen siendo idealistas). No hay, por lo tanto, acceso a las cosas en sí, pues aun en el caso de que existan tales cosas en sí sólo podrán ser conocidas a partir de las representaciones mentales o ideas.

Todo nuestro conocimiento parte de la experiencia; lo que quiere decir, simplemente, que no hay ideas innatas, que todas las ideas son productos de sensaciones.

La experiencia es la única fuente de conocimiento. Para los racionalistas sólo podemos tener certeza acerca de aquello que el entendimiento construye por sí mismo, al margen de la experiencia, ya que la experiencia produce ideas confusas. Para el empirismo, en cambio, sólo tienen validez aquellas ideas que son recibidas de modo pasivo por el entendimiento, en las que éste no pone nada de sí.

No hay ideas innatas: Locke sostiene que el entendimiento es, al nacer el individuo, como un papel en blanco en el que no hay nada escrito. Con esto pretende negar la existencia de ideas innatas. Va contra los principios empiristas suponer que el entendimiento pueda construir por sí mismo conceptos, al margen de toda experiencia.

La intuición es el modo adecuado de acceso al conocimiento. Pero cuidado, los racionalistas hablan de intuición intelectual, y los empiristas de intuición empírica, y más concretamente, de intuición empírica interna, que son aquellas en que lo intuido son las huellas que las sensaciones sensibles dejan en la mente (las intuiciones empíricas externas son aquellas en que lo intuido son las cualidades de las cosas).

Erigen como modelo del saber a las denominadas ciencias empíricas: Fundamentalmente la física y dentro de ésta a la mecánica, que adquiere en esta época, de manos de Newton principalmente, un gran desarrollo. La razón de que antepongan la física a las matemáticas como modelo de saber, se debe a su punto de partida: los empiristas consideran que todo conocimiento válido ha de proceder de la experiencia, y la física respeta más este principio que las matemáticas. Esto no quiere decir que los empiristas renieguen de la concepción moderna según la cual las leyes de la naturaleza están escritas en caracteres matemáticos, pues estos constituyen en lenguaje de la mecánica.

Se interesan más por el valor técnico-práctico del conocimiento, orientado a la resolución de los problemas humanos, que por el conocimiento en sí.

Al negar la existencia de ideas innatas, todo conocimiento ha de ir de la experiencia a sus principios (leyes). Por eso anteponen el método analítico-inductivo al sintético deductivo.

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Biografía de David Hume.-

Nace en 1711 en Edimburgo (Escocia). A instancias de su familia estudia jurisprudencia, pero su verdadera pasión es la filosofía y la literatura, por lo que marcha a Francia con intención de dedicarse al estudio de estas disciplinas. Posteriormente desempeñó los cargos de bibliotecario de la Facultad de Derecho de Edimburgo, secretario de la Embajada inglesa en París (lo que le permitió establecer relaciones con los filósofos franceses de la Ilustración) y subsecretario de Estado. Murió en Edimburgo en 1776.

5.- Hume. Teoría del conocimiento Hume lleva el principio empirista de que todo conocimiento está basado en la experiencia hasta sus últimas consecuencias. Su propósito es llevar a cabo un “sistema completo de las ciencias”, fundamentado en un adecuado análisis de la naturaleza humana. Aplicando el método inductivo, que luego criticará, Hume tratará de descubrir las leyes psicológicas que explican la asociación de ideas en la mente y fundamentar con ello el conocimiento humano. El gran proyecto de crear un sistema único de las ciencias desembocará en algo menos ambicioso: un análisis crítico de los límites del conocimiento humano. El objetivo principal de este análisis ha de ser el acabar con las discusiones absurdas de la metafísica tradicional, determinando con precisión el alcance y límites del entendimiento humano.

Elementos del conocimiento

Todo nuestro conocimiento se elabora a partir de las percepciones. Hume designa con este nombre tanto a los contenidos de conciencia como a los actos en que se presentan tales contenidos. Abarcan, por lo tanto, el mismo campo que las ideas de Descartes.

Las percepciones pueden ser de dos tipos:

PERCEPCIONES

IMPRESIONES

De SENSACIÓN

De REFLEXIÓN

IDEAS

SIMPLES

COMPLEJAS LEYES DE

ASOCIACIÓN

Semejanza

Contigüidad espacio-temporal

Causalidad

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a) Impresiones: son los actos inmediatos de la experiencia. Como las experiencias pueden ser externas o internas, distinguiremos dos tipos de impresiones:

1) Impresiones de sensación: mediante las que conocemos las cualidades de los objetos del mundo externo.

2) Impresiones de reflexión: mediante las que conocemos nuestros estados de conciencia.

b) Ideas: copias o huellas derivadas de las impresiones cuando éstas han desaparecido; por lo que no aportan ningún contenido de conocimiento nuevo que no haya sido dado por la impresión correspondiente. Las ideas se diferencian de las impresiones: 1) son más débiles que las impresiones, y 2) pueden aparecer en un orden temporal distinto.

Hemos de tener en cuenta que puede haber impresiones de reflexión que deriven de ideas Voy viajando en un coche y de la carretera me llegan una serie de sensaciones (impresiones de sensación) a mi mente dejando en ella una idea: la imagen de un gato despanzurrado; esa idea suscita a su vez otra impresión (impresión de reflexión): asco, la cual puede suscitar a su vez otra idea: el recuerdo del asco que sentí, que puede suscitar otra impresión: sentimiento de culpa.

La actividad dinámica del sujeto: la producción de ideas complejas

El sujeto produce ideas complejas agrupando las impresiones o ideas simples siguiendo tres leyes de asociación:

a) Ley de semejanza: Nos hace agrupar ideas en virtud de un parecido o identidad. Está en la base de la creación de conceptos empíricos (cuando a una diversidad de individuos los denominamos con la misma palabra “hombre” al encontrar semejanzas entre ellos)

b) Ley de contigüidad en el espacio y en el tiempo: Tendemos a establecer una relación entre las ideas en base a su proximidad temporal o espacial. Así, ante un color amarillo, una superficie de madera lisa, y cuatro patas, que se encuentran todas unidas en determinada posición, en un espacio próximo, y en un mismo tiempo, las agrupamos en una idea compleja: una mesa,

c) Ley de causalidad (relación causa-efecto): Cuando varias ideas se suceden de modo constante, establecemos entre ellas una relación de necesidad a la que llamamos ley causal.

Los tipos de conocimiento

Hay únicamente dos tipos de conocimiento válidos:

1) El conocimiento de proposiciones que representan relaciones entre ideas.- Estas proposiciones surgen de establecer relaciones entre las ideas respetando únicamente el principio de no contradicción. Las ideas pueden corresponder a algún contenido o no. Estas proposiciones son siempre verdaderas, por definición; y además son de tal naturaleza que del análisis del sujeto de la proposición se infiere el predicado de la misma (proposiciones analíticas). Este es el único campo de conocimiento donde es posible la certeza, pero para ello se ha renunciado de

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antemano a decir nada acerca de la realidad. Todas las proposiciones de la lógica y de las matemáticas son de este tipo.

2) El conocimiento de proposiciones que representan hechos: Está constituido por todas las proposiciones que se refieren a datos de hechos (obtenidos a partir de las percepciones). Estas proposiciones no se basan en el principio de no contradicción. La verdad de este tipo de proposiciones se obtendrá a partir de la experiencia (proposiciones sintéticas). Este tipo de proposiciones es el que constituye las ciencias empíricas; sólo nos ofrecen un conocimiento probable

El problema del método

Hume niega validez al método deductivo, tanto en su variante escolástico-aristotélico como en su versión cartesiana. La crítica a la deducción aristotélica es la misma que ya había formulado Descartes (a través de silogismos no sabemos nada nuevo que no esté incluido ya en las premisas). Pero Hume extiende su crítica al método deductivo cartesiano: Descartes y los racionalistas parten de ideas simples dadas en la intuición para constituir ideas complejas por un proceso de síntesis; pero para ello necesitan recurrir en un primer momento a ideas innatas (generadas por el entendimiento), que Hume rechaza la existencia de ideas innatas. Hume también critica la validez del método inductivo. El método inductivo consiste básicamente en pasar de un número limitado de observaciones a proposiciones universales. Hume rechaza la validez de este método pues, según él, no hay nada que nos permita pasar de un número “n” de experiencias - por muchas que sean - a una ley general universalmente válida y necesaria, pues aunque una ley se confirme en “n” número de experiencias, nunca podremos estar seguros de que se confirmará a la “n + 1”. Pero aunque el método no tenga un valor real, este tipo de proceder tiene un cierto fundamento psicológico: EL HÁBITO, LA COSTUMBRE.

6.- HUME: Crítica al principio de causalidad

El principio de causalidad, en su formulación general, dice: “Todo lo que empieza a existir (cualquier suceso que se produzca) tiene una causa”. Dicho principio constituye el núcleo explicativo de la ciencia de occidente o, dicho de otro modo, el razonamiento científico se fundamenta en el principio de causalidad: la filosofía (modelo de todo el saber) era la ciencia que pretendía conocer todas las cosas por sus últimas causas. La ciencia física acababa de poner de manifiesto de la mano de las leyes de Newton: “toda acción origina (es la causa) de una reacción de la misma intensidad y de sentido contrario” o “una fuerza constante produce (es la causa de) una aceleración constante”

Pues bien, Hume niega valor al principio de causalidad. Para que tal principio fuese necesariamente verdadero tendría que ser:

1) O una relación entre ideas (proposición analítica), cosa que no es.

2) O un conocimiento de hechos (proposición sintética), cosa que tampoco es:

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a) Nuestro conocimiento de hechos se limita a impresiones actuales e ideas actuales.

b) El principio de causalidad incluye la idea de que entre causa y efecto hay una conexión necesaria, de modo que, siempre que se produzca la causa ha de darse el efecto; dicha conexión necesaria es la que nos legitima para hacer predicciones. Pues bien, de tal conexión necesaria no tenemos impresión ninguna.

Nos encontramos ante una mesa de billar y observamos que una bola blanca se acerca hacia la bola roja y poco después vemos que dicha bola roja se pone en movimiento; en virtud de las leyes de asociación antes enumeradas tenemos tendencia a pensar (a imaginar) que la bola blanca es la causa del movimiento de la bola roja. Ahora bien, con dicho pensamiento, nos diría Hume, hemos ideo demasiado lejos, más allá de lo que nuestra experiencia nos muestra, pues nuestras percepciones sólo nos autorizan a establecer su sucesión y nunca cualquier otra clase de relación; seamos correctos y analicemos los hechos con exactitud: ¿Qué nos muestran nuestras impresiones?, solamente los hechos siguientes: a) una bola blanca en movimiento aproximándose hacia la bola roja; b) a continuación, dicha bola roja en movimiento; y nada más, no tenemos ninguna impresión de conexión, sólo de sucesión.

COSTUMBRE Y CREENCIA

Y, sin embargo, ¿no resulta evidente la causalidad?: esta mañana y ayer y anteayer, e innumerables días a lo largo de mi vida he puesto la leche al fuego y siempre se ha calentado, luego ¿no es manifiesto que el fuego es la causa de que la leche se caliente? Hume nos dirá que no. Fuego y leche caliente son dos hechos que se nos muestran uno tras otro, pero como en el caso del movimiento de las bolas de billar, por más que miramos por ninguna parte descubrimos la conexión causal (conexión necesaria) entre uno y otro. Mas nosotros estamos convencidos que el fuego caliente la leche y de que siempre será así. Objeción de Hume: esa convicción es una inferencia ilegítima, una deducción carente de fundamento y fruto de una imaginación que traspasa los límites de la experiencia.

Entonces, ¿por qué yo creo en el principio de causalidad? Dicha creencia no es más que un hábito, una costumbre originada en nosotros por un proceso psicológico derivado de una asociación por contigüidad espacio temporal. Así, cuando observamos que dos o más fenómenos se suceden en el espacio o en el tiempo de manera más o menos regular se desarrolla en nosotros el hábito o la costumbre de creer que aparecerán los segundos cada vez que vemos aparecer los primeros; pero, por una parte, nuestro hábito o nuestra costumbre carece de todo fundamento objetivo, es mero producto de nuestra particular psicología y, por otra, como mero producto subjetivo se basa en ciertos prejuicios, como puede ser el creer que la naturaleza no cambia o que los sucesos ocurren siempre en el mismo orden o de que podemos conocer sus mecanismo de relación, etc.

Es decir, cuando hemos observado que varias ideas (o grupos de ideas) se suceden entre sí, se desarrolla en nosotros un hábito o costumbre, en virtud de los cuales tendemos a creer que existe una relación entre ellas. Ahora bien, ¿qué sucede en estos casos? Sucede que nuestra imaginación, empujada por dicho hábito tiende a ir más allá de la experiencia y a establecer una relación real entre dichas ideas, y la intensidad de dicha tendencia es proporcional a la frecuencia de repetición (implicación de la crítica al método inductivo)

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La crítica de Hume al principio de causalidad no se limita a su aplicación en los fenómenos físicos, sino que se lleva a cabo también con relación a nuestra propia actividad voluntaria. Por ejemplo, nosotros podemos decir que movemos los brazos cuando queremos, pero carecemos de todo tipo de evidencia causal (de toda evidencia de una conexión necesaria) entre mi voluntad y mis actos y, en este sentido, podríamos señalar otros muchos ejemplos de orden análogo.

No obstante, si nos fijamos un poco en la crítica al principio de causalidad llevada a cabo por Hume, en ella reaparece continuamente (valga la paradoja) la “causalidad”; por ejemplo: las impresiones originan (son causa) de las ideas; la imaginación hace surgir (causa) en nosotros ideas carentes de sentido; la sucesión o contigüidad en el tiempo o en el espacio de dos hechos hace nacer (causa) en nosotros la creencia, el hábito o la costumbre de esperar el segundo fenómeno cuando ha aparecido el primero; es decir, parece como si en nuestros contenidos mentales dicho principio se encontrara continuamente presente. ¿Qué dice Hume respecto a esto?

Hume podría admitir cierto nexo causal entre percepciones, pues, en el fondo, en eso consisten las leyes de la asociación (una impresión nos hace recordar otra); pero lo que siempre negará será el valor objetivo de dicho principio. De esta manera, si le preguntamos ¿existe algún tipo de conexión entre cosa y cosa?, la respuesta será: “no lo sabemos”. ¿Existe alguna conexión entre las impresiones o entre las ideas y las cosas? o, dicho de otra manera, ¿quién origina nuestras impresiones?, la respuesta será idéntica: “no lo sabemos”. Las impresiones y las ideas se encierran en sí mismas y no sabemos a qué corresponden. En los filósofos anteriores nuestras ideas se correspondían con la realidad porque de un modo u otro, eran causadas por dicha realidad; en Hume, los puentes con la realidad (con las cosas) se encuentran rotos.

Planos ontológico y gnoseológico

De todo lo dicho anteriormente podemos deducir que Hume distingue dos planos en su crítica del principio de causalidad:

a) Plano ontológico (plano de la realidad): En este campo Hume niega radicalmente la causalidad. Niega, por lo tanto, que la causalidad sea algo real que se da en el

mundo, en las relaciones entre las cosas.

b) Plano gnoseológico (plano del conocimiento): En este campo, Hume sí admite la causalidad. Forma parte de las leyes que rigen el funcionamiento de la imaginación, pues funciona como una “ley de nuestro modo de pensar las cosas”, debido a la experiencia acumulada que nos determina a creer en su necesidad.

7.- HUME: Crítica a la idea de sustancia Recordemos que, en la tradición aristotélica, la sustancia era el soporte de los accidentes, siendo éstos los únicos perceptibles a través de los sentidos. Dicho de otra

manera, se postulaba la existencia de la sustancia ante la imposibilidad de imaginar que las cualidades que nos muestran nuestras ideas puedan subsistir por sí mismas.

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El proceder de Hume a este respecto es muy sencillo, a saber: ¿Tenemos alguna impresión de la sustancia? No. Luego no podemos tener ningún conocimiento de ella. En este sentido, la idea de sustancia no es nada, salvo una colección de cualidades particulares unidas por la imaginación. Pero, según la filosofía anterior, sustancia era la cosa en sí. ¿Qué es para Hume la cosa en sí? No lo sabemos.

Crítica de la sustancia extensa cartesiana.- Recordemos que Descartes distinguía entre cualidades secundarias y cualidades primarias. En lo que respecta a las cualidades secundarias (colores, olores, etc.) el propio Descartes estaba de acuerdo en que no existen en los objetos, sino que son percepciones subjetivas de la mente, sin modelo objetivo al que representar. Pues bien, en lo que respecta a las cualidades primarias (figura, movimiento) Hume defiende que son cualidades que dependen de las secundarias, ya que sólo a través de éstas llegamos a aquéllas; en efecto, no percibimos el movimiento si no percibimos una figura que se mueve. Y no percibimos la figura, si ésta no posee un color, o una textura, o incluso un olor. Pero si estas cualidades no responden, como sostenía el propio Descartes, a nada objetivo, ¿por qué suponer que la figura sí?

Crítica a la sustancia infinita - Dios - cartesiana.- De Dios no hay percepción, en eso está de acuerdo todo el mundo. Aquéllos que defiende la existencia de Dios, la demuestran recurriendo a principios causales (Tomás de Aquino, Descartes) o a ideas innatas (Descartes). Pero ya hemos visto que Hume niega valor a las ideas innatas, no puede haber ideas sin la impresión correspondiente. Y también hemos visto que niega validez objetiva al principio de causalidad, éste no es más que fruto de la dinámica combinatoria de la imaginación. Luego, no hay base alguna para sostener la existencia de Dios. A veces Hume dice que tampoco hay base para sostener su no existencia, con lo que su posición parece ser el agnosticismo.

Crítica de la sustancia pensante cartesiana.- Aún admitiendo la validez de todo el proceso de la duda metódica, ésta únicamente nos demuestra que hay pensamientos indudables, pero no que hay algo tras esos pensamientos, es decir, no que haya una sustancia - llámese alma, conciencia o yo - en la que se dan esos pensamientos. Si nos atenemos al principio de que toda idea ha de responder a una impresión, hay efectivamente impresiones internas, de reflexión, por ejemplo, angustia, agrado, etc. Pero no hay impresión alguna de conciencia. Todo lo más, suponemos que tras esas impresiones dispersas hay algo que las unifica, pero es una suposición indemostrable.

RECHAZO DE LA METAFÍSICA: FENOMENISMO Y ESCEPTICISMO.-

Si entendemos que la metafísica es el saber que intenta desentrañar el ser de las cosas (la realidad última), la teoría del conocimiento de Hume conduce a la negación de la metafísica. Esto se debe a que, según Hume, sólo podemos contar con nuestras impresiones, pero: 1) no puedo saber a qué se deben mis impresiones de sensación, ni por lo tanto qué valor pueden tener mis ideas y las impresiones de reflexión; y 2) de la realidad externa no puedo tener conocimiento estricto.

Por todo ello el conocimiento se reduce a ser conocimiento de puros fenómenos (la expresión “fenómeno” hace referencia a lo que, simplemente, aparece, lo que se muestra).

Las posiciones empiristas llevadas por Hume a su extremo, nos colocan en la situación de no poder fundamentar el conocimiento. Sólo tiene valor lo obtenido a través de las

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impresiones peno no conocemos la procedencia de éstas, ni siquiera si responden a una causa externa. No hay un método válido, como mucho la validez depende de nuestra costumbre (y de las creencias generadas por la costumbre). No hay sustancias en las que se den las cualidades que conocemos a través de las impresiones.

Esta posición que niega la posibilidad de fundamentar el conocimiento es conocida como escepticismo. Y el escepticismo conduce al relativismo: no existe una verdad objetiva y común, cada cual, encerrado en su subjetivismo, posee su verdad individual y distinta.

8.- HUME: La moral emotivista Todo conocimiento es: 1) o conocimiento de relaciones de ideas; o, 2) conocimiento de hechos. Pero los juicios morales no pretenden ser una cosa ni otra. Los juicios morales dicen algo más que enunciar meros hechos, someten a una valoración tales hechos; valoración que tales hechos no traen consigo. Por ejemplo, el juicio “No se debe robar”, enuncia algo diferente a que un robo se dé o no se dé, de hecho; emite una valoración acerca del hecho de robar. Pero, en qué se basa esta valoración?

El bien y el mal morales no podemos descubrirlos en los actos, pues no son características objetivas de éstos, que se puedan descubrir mediante un riguroso análisis de los mismos; sino que se encuentran en nuestros sentimientos; se impone, pues, mirar hacia nuestro interior.

El emotivismo moral.-

Muchos filósofos anteriores a Hume fundamentaban la moral en una supuesta naturaleza humana, pero tal naturaleza humana no existe. La expresión de esa naturaleza humana en la modernidad es la conciencia, el yo, del que, como hemos visto, no hay conocimiento alguno. Lo único que hay propio del sujeto, que procede de la interioridad del individuo, son impresiones de reflexión. Estas impresiones de reflexión son (al menos una buena parte de ellas), lo que se conoce como sentimientos. Pues bien, los sentimientos son la única base sobre la que, según Hume, se puede fundamentar la moral. Cuando emitimos un juicio de valor acerca de un hecho, lo único que estaríamos haciendo es expresar los sentimientos que nos produce ese hecho; sentimientos que se reducen a dos básicos: agrado o desagrado. Así, cuando emitimos el juicio de valor “No debes robar”, lo que en el fondo estamos diciendo es “Me desagrada que robes”, Pues bien, a esta postura que parte de que la moral se funda en los sentimientos se la conoce como emotivismo moral. En este sentido, Hume distinguió el papel que en la moral desempeñan las facultades cognoscitivas del que desempeñan las facultades emotivas. Las facultades cognoscitivas aportan datos, nos presentan los elementos y las circunstancias que se hallan presentes en determinados hechos; pero las emotivas son las que descubren el auténtico valor moral. Por supuesto, mientras no conozcamos todas las circunstancias y elementos que contribuyen a un determinado acto no podremos establecer un adecuado juicio moral; pero no obstante conocimiento y juicio moral son dos cosas completamente diferentes. A este respecto, Hume distinguió entre error de hecho y error de derecho (o error moral). Se da el error de hecho cuando ignoramos las circunstancias que contribuyeron a una acción; en cambio se tiene un error de derecho (un error moral) cuando determinados actos no despiertan en nosotros los sentimientos que debieran despertar.

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Utilitarismo.- Pero aún hay más, aún podemos preguntarnos por qué algunas acciones nos desagradas y otras nos agradan. Según Hume nos agrada lo que es socialmente útil, y nos desagrada lo que es socialmente perjudicial. El robo nos desagrada porque es perjudicial para la sociedad; y hemos de tener en cuenta que el hombre es un ser social, que necesita de la sociedad para vivir, y tales valores no son sino una expresión de defensa de la sociedad. A las posturas que pretenden fundamentar la moral en base a la utilidad social o individual que reporta se las conoce como utilitaristas.

La función de la simpatía.- Otro elemento importante en la concepción humeana de la moral es la simpatía. El término “simpatía” ha de entenderse en su sentido etimológico como “conexión de páthos”, es decir, conexión de padecimientos, pasiones, estados de ánimo: “simpatía” sería la cualidad que nos permite “padecer con”. Es un hecho la comunicación de estados de ánimo, de padecimientos que observamos en los seres humanos. Pues bien, ¿cómo se produce esta comunicación de estados de ánimo entre los hombres? Hume lo explica así: a partir de la conversación con los otros, o a través de signos externos tales como la expresión del rostro, los gestos, etc., podemos hacernos una idea de las pasiones de ese individuo. Esa idea de sus pasiones puede adquirir tal vivacidad que se convierte ella misma en una pasión (una impresión de reflexión) para nosotros. Así surge la simpatía mediante la cual nos colocamos en el lugar del otro, “padecemos con” él. Ahora bien, ¿qué es lo que nos permite hacernos una idea de las pasiones de los otros? Las dos leyes básicas de asociación: la semejanza y la contigüidad. Por el hecho de pertenecer a la especie humana ya tenemos una serie de semejanzas con los otros hombres que nos permiten hacernos cargo de su estado de ánimo (en palabras de Hume: “...nos es imposible advertir en los demás una pasión o principio cuyo paralelo no encontremos en nosotros mismos”). Si además existen otras semejanzas como la lengua, el país, el carácter, etc., se facilita la simpatía. Es necesario además que estemos en relación con las personas para que se produzca la simpatía, es decir, que exista una contigüidad entre ellas y nosotros.