TEMA 44.- La Prosa Medieval

27
TEMA 44 LA PROSA MEDIEVAL. LA ESCUELA DE TRADUCTORES DE TOLEDO. ALFONSO X EL SABIO Y DON JUAN MANUEL ÍNDICE: 1. ORÍGENES DE LA PROSA MEDIEVAL 1.1 Primeras manifestaciones de la prosa 1.2 Prosa romance en los siglos XII y XIII, hasta Alfonso X 2. ALFONSO X EL SABIO. 2.1. El monarca. 2.2. Obra jurídica: las “Partidas” 2.3. Obra histórica. 2.4. Tratados científicos. Obras de recreo. 3. LA ESCUELA DE TRADUCTORES DE TOLEDO 4. LA PROSA EN EL XIV 4.1. Don Juan Manuel. 4.1.1. Vida. 4.1.2. Carácter, estilo y significación de su obra. 4.1.3. Las obras principales. 1. ORÍGENES DE LA PROSA MEDIEVAL 1.1. PRIMERAS MANIFESTACIONES DE LA PROSA La poesía como género literario, épica o lírica, precede a la aparición de una prosa romance, más o menos literaria (incluso las formas dramáticas, con una vocación artística a pesar de su función más doctrinal y práctica, son anteriores a las primeras manifestaciones en prosa castellana). El latín postergaba y contenía la utilización del romance, jerga bárbara, en las obras en prosa destinadas a un público minoritario que sabía y podía 1

description

Tema 44

Transcript of TEMA 44.- La Prosa Medieval

Page 1: TEMA 44.- La Prosa Medieval

TEMA 44LA PROSA MEDIEVAL. LA ESCUELA DE TRADUCTORES DE TOLEDO.

ALFONSO X EL SABIO Y DON JUAN MANUEL

ÍNDICE:

1. ORÍGENES DE LA PROSA MEDIEVAL1.1 Primeras manifestaciones de la prosa1.2 Prosa romance en los siglos XII y XIII, hasta Alfonso X

2. ALFONSO X EL SABIO.2.1. El monarca.2.2. Obra jurídica: las “Partidas”2.3. Obra histórica.2.4. Tratados científicos. Obras de recreo.

3. LA ESCUELA DE TRADUCTORES DE TOLEDO

4. LA PROSA EN EL XIV4.1. Don Juan Manuel.

4.1.1. Vida.4.1.2. Carácter, estilo y significación de su obra.4.1.3. Las obras principales.

1. ORÍGENES DE LA PROSA MEDIEVAL

1.1. PRIMERAS MANIFESTACIONES DE LA PROSA

La poesía como género literario, épica o lírica, precede a la aparición de una prosa romance, más o menos literaria (incluso las formas dramáticas, con una vocación artística a pesar de su función más doctrinal y práctica, son anteriores a las primeras manifestaciones en prosa castellana). El latín postergaba y contenía la utilización del romance, jerga bárbara, en las obras en prosa destinadas a un público minoritario que sabía y podía leerlas en latín. Esto supone un esplendor de la prosa latina, aun tratándose de un latín corrompido y en decadencia, pero siempre superior en posibilidades al lenguaje coloquial romance, en proceso de formación y ebullición en el habla coloquial, carente, por tanto, de una estructura sintáctica, un léxico y un sistema para ser utilizado como vehículo literario de obras “serias”.

Encontramos un gran número de obras históricas y cronicones en la lengua clásica, significativos no sólo por el valor informativo, sino sobre todo por su importancia como fuentes para producciones posteriores. Ejemplos de obras del s. XII son, entre otras, Cronica Najerense, Historia Roderici o Historia Compostelana; del s.XIII (época en la que comienza la producción en romance, conviviendo con la latina) encontramos Chronicon Mundi, del obispo de Tuy (el tudense), De rebus hispaniae, de Rodrigo Ximénez de Rada, arzobispo de Toledo (el toledano). También del XIII vemos otra obra, de impar valor para conocer la concepción

1

Page 2: TEMA 44.- La Prosa Medieval

geográfica del mundo de la Edad Media y acercarnos al mundo simbólico de los bestiarios y lapidarios (Semejança del mundo).

Esta literatura en latín, a la que nos referimos a grandes rasgos, a modo de simple referencia, no se redujo a la historia y la geografía, aunque en este plano estén las creaciones más originales, sino que alcanzó mucha mayor amplitud, sobre todo gracias a las traducciones que comenzarán a generalizarse por el impulso del arzobispo de Toledo, Raimundo (1126-1152). Toledo con su escuela de traductores y eruditos pondrá a disposición de Europa un nutrido grupo de obras científicas, filosóficas, etc., traducidas al latín de los originales árabes, hindúes, persas, griegos. La traducción al castellano sería labor de la siguiente centuria, bajo las directrices de Alfonso X. Pero piénsese que esta labor de traductores le venía a Alfonso de más lejanos tiempos: el s. X con las traducciones catalanas de Barcelona y Ripoll.

Certificar la no existencia de una prosa romance hasta el XIII no significa, claro está, que en este siglo surgieran de la noche a la mañana unas estructuras sintácticas capaces de convertirse en vehículo literario. Las primeras manifestaciones de la prosa escrita no fueron estrictamente literarias. Hay una continuidad de diplomas, fueros, documentos de compra-venta, anotaciones circunstanciales, etc., que introducen palabras del léxico romance en el entramado latino, o incluso están redactados totalmente en romance. La lengua va elevando su nivel de cohesión y regularización, va sometiéndose a una gimnasia interna que posibilitará, junto con el ejercicio de las traducciones, la eclosión de la prosa literaria en el XIII. Es cierto que a los documentos notariales les falta un léxico rico en términos abstractos y una sintaxis, suficientemente variada, para expresar toda clase de relaciones, pero mediante un proceso gradual se producirá un encuentro entre la lengua literaria (latín) y la lengua coloquial hablada por el pueblo (romance), del que nacerá el castellano literario.

En los documentos notariales en latín de todas las áreas peninsulares se van introduciendo, desde tiempos muy tempranos, palabras en romance, muchas veces por desconocimiento de las correspondientes latinas o por presión inconsciente de la lengua que se hablaba en familia. En ocasiones, sobre los mismos documentos latinos, se anotaba la traducción vulgar de ciertos vocablos dudosos; a estas explicaciones se les denominaba glosas, y hacen referencia a otra forma de mezclar el romance en los textos latinos. Merecen nuestra atención las Glosas Emilianenses y las Glosas Silenses, de mediados del X, y que, aunque no tienen ninguna pretensión literaria, presentan mayor trabazón sintáctica, y vienen siendo consideradas como la primera manifestación escrita de prosa en romance, aunque, en realidad, sólo en las Gl. Emilianenses pueda hablarse de frases completas, pues las Silenses presentan solamente palabras aisladas. Aunque debemos señalar que la lengua aparece utilizada con plena conciencia en estas Glosas, anotaciones a una homilía y a un penitencial latino, y que en las Emilianeses, junto a la traducción de pasajes dudosos, como ya decíamos, se da también, en parte, la reproducción de oraciones de uso cotidiano. D. Alonso las calificó como primer vagido de la lengua.

Creemos que el primer documento conservado escrito por completo en romance pertenece al año 1156, y se trata de la Infeudación del Castillo de Alcózar en el obispado de Osma (Soria). Por de pronto nos enseña que ya a comienzos de la segunda mitad del XII existía la costumbre de redactar en romance algunos documentos notariales de asuntos referentes a particulares. Pero el valor es meramente filológico, y como testimonio del proceso de puesta a punto de unas estructuras lingüísticas para la prosa literaria del XIII (Díez Borque).

2

Page 3: TEMA 44.- La Prosa Medieval

1.2 PROSA ROMANCE EN LOS SIGLOS XII Y XIII, HASTA ALFONSO X

En dialecto navarro-aragonés tenemos la obra más antigua de entre las conservadas hasta hoy. Se trata de un grupo de breves narraciones históricas al final del Fuero General de Navarra (último tercio del XII). Literariamente es muy escaso su interés, y no presentan una estructura narrativa, sino la correspondiente al tipo de anales. El único interés es que se alude al rey Artús, tema de tan amplios resultados y consecuencias para la prosa narrativa, años después.

De finales del XII nos ha llegado también un resumen de la Historia Roderici y los Anales toledanos primeros, ya de comienzos del XIII, todavía muy cerca de la estructura expositiva de los anales:

“Passaron los moçarabes a Marruecos ambidos, era MCLXII... Mataron los podestades en Huesca, era MCLXXIII...”

De comienzos del XIII es el Liber Regum en navarro-aragonés, con mayor complicación narrativa, y mayor importancia por su posterior influencia (se trata de un listado de reyes, desde la Biblia y los emperadores romanos hasta Alfonso VIII en Castilla y Ramiro el Monje en Aragón).

Estas obras vistas hasta aquí son significativas por lo que suponen de intento primero de hacer historia en lengua romance, junto a las crónicas latinas que ya hemos considerado, y si bien su lengua apenas entra en los márgenes de la lengua literaria por su falta de originalidad y limitaciones, en estos tanteos se va forjando la lengua alfonsí.

El reinado de Fernando III (1217-1252) marca un momento brillante en la reconquista castellana, a la que acompaña también una protección de la cultura (aunque no con el celo de su hijo). En este ambiente va a comenzar su andadura la prosa literaria castellana, y no sólo por los terrenos de la historia, que quizá sean los más fecundos, sino en los de traducciones de la Biblia, colecciones de exempla y manuales de confesores y predicadores con una vertiente, muy desarrollada, formada por la literatura gnómica. El romance, aunque todavía sin igualdad de derecho, va siendo utilizado junto al latín, en los tratados doctrinales y morales, apólogos y obras históricas, con pretensiones científicas, en la medida en que se puede hablar de ciencia en la Edad Media.

En este proceso de maduración la cultura árabe tiene una misión de primerísima importancia, pues de ella proceden gran parte de los materiales, de modo que las traducciones al romance vienen a ser el ejercicio primero y fundamental del nuevo espíritu, y Toledo vendrá a ser el punto de confluencia de las culturas orientales, hebrea y latino-eclesiástica, como puente hacia Europa. Claro que la labor fundamental corresponde a la época de Alfonso X, pero ya con su padre se ponen en marcha un sistema de actuaciones que madurarán después.

La Fazienda de Ultramar (fechada en la segunda mitad del XII, aunque los estudios realizados demuestran que es posterior) es la obra más importante producida durante el reinado de Fernando III, o quizá ya en los comienzos del reinado de su hijo, pues por su sintaxis compleja está mucho más cerca de las obras de mediados del XIII. Es una traducción en lengua romance de la Biblia, pero no de la Vulgata, sino de un texto hebreo del XII, lo que le añade mayor interés a la obra. A las traducciones del Antiguo Testamento se suman descripciones geográficas de Tierra Santa, pues no hay que olvidar que se trata de una especie de guía de peregrinos. Pero, además, incorpora muy circunstancialmente elementos procedentes de la antigüedad clásica.

3

Page 4: TEMA 44.- La Prosa Medieval

(Aunque está por demostrar, es posible que la compilación y redacción primeras se hicieran en latín, con posterior versión al castellano: Díez Borque).

A esta época pertenecen los Anales Toledanos segundos (compuesto por un mudéjar entre 1244 y 1250), de poco interés literario. Mucho más importantes son los fueros que aparecen en los últimos años del reinado de Fernando III, aun de tratarse de prosa legislativa, es decir, funcional y sin ninguna pretensión artística. Hablamos de los Fueros de Aragón (1247), Fuero de León romanceado (1250), Fuero General de Navarra (1250). Este último, aunque fuera del área lingüística castellana, es el más importante por lo que hay en él de puesta a punto de los procedimientos de narración, existiendo aquí ya un visible avance.

Por último, en el campo jurídico destacaremos el Forum Judicum (traducción del latín), mandada por San Fernando, aunque el texto parece pertenecer al reinado siguiente.

Literatura didáctico-doctrinal

Dentro de este grupo incluimos no sólo la literatura gnómica, sino los manuales de confesores y predicadores y la discusión en forma de debate, de tan amplios rendimientos en poesía, pero que solamente nos ha dejado una muestra en prosa primitiva.

En primer lugar, la Disputa entre un cristiano y un judío (principios del XIII): presenta la discusión, en forma próxima al debate, de dos personas de distinta religión, con una clara intención doctrinal y aleccionadora en las explicaciones que da el cristiano.

La parte teológica es extraordinariamente pobre, por lo que el autor acude a burlas muy simples para encubrir su ignorancia, y que se manifiestan en ataques al pueblo hebreo, pero sin llegar todavía a la imposibilidad de reconciliación (limpieza de sangre, en años posteriores).

Como manual de auxilio a confesores tenemos los Diez mandamientos, dentro de la didáctica eclesiástica con comentarios sobre el decálogo y consejos prácticos sobre cómo ha de procederse en la confesión: preguntas que hay que hacer, penitencia que se ha de imponer, etc. El autor es un fraile navarro que compuso su obra en el primer tercio del XIII.

Las sentenciae, dichos de hombres famosos que condensaban en forma muy resumida la sabiduría, tuvieron amplia difusión, coleccionadas en libro, durante esta época, y fueron de importante ayuda para los predicadores, dando así contundencia y autoridad a los razonamientos de sus sermones. La recolección de sentenciae no es una innovación de la Edad Media, pero sí recibe un fuerte impulso en esta época.

La literatura gnómica deriva fundamentalmente de áreas orientales, y particularmente del árabe, y es muy poca la influencia de la Biblia en esta literatura.

Entre los catecismos político-morales, abundantes en la época de Fernando III y de su hijo, destaca el Bonium o Bocados de oro, inspirada en el Libro de las Sentencias de Abulwafá Mobaxir ben Fátic. La obra está compuesta por un conjunto de sentencias de filósofos griegos, indios, latinos y árabes con alguna biografía intercalada, también utilizada con función ejemplificadora. El recurso estructural para ensamblar las sentencias es la ficción novelesca del viaje de un rey persa a la India para buscar la sabiduría (es uno de los procedimientos más usuales usados en la Edad Media; otras formas son, por ejemplo, la sucesión de relatos para prorrogar una pena de muerte, la utilización del maestro para responder a las preguntas del discípulo, o la relación de cuentos para entretener un viaje).

4

Page 5: TEMA 44.- La Prosa Medieval

En la línea de la obra anterior hay que inscribir el Poridat de poridades (“secreto de los secretos”), también una colección de normas morales y proverbios de procedencia árabe. En esta obra es Aristóteles quien aconseja a Alejandro Magno (debemos tener presente el papel difusor que tuvo la cultura árabe del pensamiento de Aristóteles; aunque no se puede negar tampoco la influencia de una obra latina, Secretum secretorum).

El Libro de los cien capítulos (aunque sólo tiene 50) es, también, una colección de sentencias y máximas morales y políticas, para la formación de reyes, pero también es un manual práctico de actuación para toda persona en general. La principal novedad es la incorporación de algún apólogo (fábula), aunque muy simple y rudimentario. Como es habitual en este tipo de obras, salvo alguna excepción, no se suelen atribuir las máximas a filósofos concretos.

El Libro de los doce sabios o Tratado de la nobleza y lealtad es una muestra primera, y muy sugestiva por ello, de los tratados para la educación de príncipes que se prodigarán en épocas posteriores, penetrando plenamente en el Renacimiento. En este libro un grupo de sabios instruyen a un joven rey sobre sus deberes y cuál ha de ser su forma de actuar en orden a la justicia, la fidelidad... Guarda estrecha relación, aunque sea de origen árabe, con la modalidad europea del speculum principis, que aparece en los Castigos e Documentos por el rey Sancho IV, en la obra de don Juan Manuel e incluso en el Vergel de príncipes, obra ya del XV.

Hay una literatura didáctico-doctrinal con mucha mayor presencia de la narración que, desde un punto de vista literario, nos interesa mucho más porque lo narrativo cuenta ya con un desarrollo amplio, aunque no tenga todavía valor autónomo, sino que su justificación es su utilidad práctica como ejemplo, del que se obtiene una lección moral y en la que se da, de forma condensada, la sabiduría acerca de la vida.

Una utilidad inmediata de estas colecciones de exempla era proporcionar material a los predicadores que no podían reunir por sí solos tantos casos para ilustrar y apoyar sus sermones. En este sentido, la primera colección que se compiló en nuestra nación, en latín fue Disciplina Clericalis (realizada por un judío converso en el XII).

La utilización del exemplo como método adoctrinante supone que las normas morales pretendidas quedan comprobadas en la práctica, utilizando el caso concreto como valor universal.

El Libro de Calila e Dimna (1251) fue mandado traducir por el todavía infante Alfonso del árabe al castellano. Se trata de una colección de fábulas indias que proceden en gran parte del Panchatantra, que fueron reunidas por un médico persa y traducidas, después al árabe en el año 730. Del árabe serán traducidas, a su vez, a otras lenguas (siríaco, hebreo, griego...), y entre ellas, al castellano. Pero en nuestra versión hay omisiones con respecto al original, y añade, a su vez, materiales nuevos que no figuran en éste. El ejemplo se enmarca dentro de un cuadro narrativo, para recalcar la sabiduría cristiana antes que la moral cristiana. El título procede precisamente del primero de los ejemplos incluidos. El resto de la obra, con protagonistas animales, está compuesto por diversas fábulas que relatan distintos personajes (el rey y el filósofo) para apoyar sus opiniones morales. Del conjunto, extraordinariamente rico, podrían destacarse las del monje que vertió la manteca (precedente del tema de “las lechera”), el piojo y la pulga, la rana metamorfoseada, la liebre y los elefantes... El cuento de mayor complicación narrativa y más amplio desarrollo argumental es el de “El ratón cambiado en niña”. De todas las fábulas y

5

Page 6: TEMA 44.- La Prosa Medieval

ejemplos se desprende más una moral civil y práctica que religiosa, basada en la sagacidad, en la astucia y en saber contenerse a tiempo.

(De esta obra conservamos dos manuscritos que traducen el texto árabe, uno en letra de finales del XIV y otro en letra del XV y, además, contamos con otro manuscrito que traduce la versión hebrea del XIII).

El Sendébar o Libro de los engannos e los asayamientos de las mujeres pertenece ya a la época de Alfonso X, pues fue mandado traducir por el infante don Fabrique, hermano del rey Sabio, en 1253. La versión más antigua que se conserva es la española de 1253, traducida de un original árabe perdido, aunque se supone que hubo una versión anterior. Por dos caminos llegó a Europa esta colección: a través de la versión castellana y por medio de la historia de los Diez Visires, que se intercala en Las mil y una noches. Hay versiones en árabe, persa, turca, malaya, y en casi todas las lenguas europeas. El cuadro narrativo en que se van incrustando los cuentos se mantiene bastante fijo en las distintas versiones, pero varían los ejemplos en las diversas colecciones. Su contenido en la versión castellana lo resumimos:

Un horóscopo anuncia grandes desgracias a un príncipe si habla antes de cumplirse un determinado plazo. Entretanto, la madrastra acusa al príncipe de haber querido seducirla, por lo que su padre lo condena a muerte. Se prorroga el cumplimiento de la sentencia siete días, durante los cuales siete sabios, que discuten con la acusadora, van mostrando los engaños y malas artes de las mujeres. Llegado el octavo día se cumple el plazo del horóscopo y el príncipe puede hablar, contando la verdad, que determinará la condena de la madrastra a morir quemada.

El procedimiento estructural está muy próximo al utilizado en Las mil y una noches, aunque quizá se sumen elementos de tradición bíblica: la falsa acusación de la madrastra tiene semejanzas con el relato bíblico de la mujer de Putifar y su relación con José (el hijo de Jacob, abandonado por sus hermanos y recogidos por mercaderes, que lo llevaron a Egipto, y se hizo importante por su capacidad para interpretar los sueños, don entregado por Dios).

Los cuentos que narran los sabios son marcadamente misóginos, por lo que están muy próximos a las colecciones de fabliaux francesas, e inician una larga tradición que se cobrará buenas piezas en nuestra literatura.

Posterior al Sendebar aparecen varias obras que continúan la primera versión castellana. Entre éstas destacamos el Dolophatos, versión catalana en versos de nueve sílabas; la Scala Coeli (s. XV)...

A caballo entre la literatura gnómica y la literatura didáctica, con amplio desarrollo de elementos narrativos, está La Doncella Teodor, compuesta al parecer en la primera mitad del XIII. La estructura de la obra se apoya en un método de preguntas y respuestas.

Todas las formas y estructuras prosísticas consideradas hasta aquí van a desembocar en la época de Alfonso X el Sabio y, bajo su dirección, obtendrán un auténtico impulso que va a conducirlas hacia formas de madurez. Esto nos va a permitir hablar de puestas a punto de la prosa literaria, tras los tanteos y primeras manifestaciones que se han producido hasta este momento de esplendor.

6

Page 7: TEMA 44.- La Prosa Medieval

2.- ALFONSO X EL SABIO

2.1. El monarca.

Alfonso X sucedió en el trono de Castilla a su padre Fernando III el Santo en 1252, y reinó hasta 1284. Política y culturalmente se caracteriza por una gran ambición que le lleva a intentar grandes “hazañas”, aunque como político sus intentos se verán frustrados. Siendo infante intervino al lado de su padre, y en cuyo nombre conquistó el reino de Murcia. Al principio de su reinado reconquistó plazas perdidas, y tomó Cádiz, Cartagena y Niebla. Pero luego fracasó sucesivamente en su intento de conquistar Navarra, Algarve y Gascuña, y aunque llegó a ser emperador de Alemania no consiguió lo que realmente se propuso. Su falta de autoridad provocó la rebelión de su hijo Sancho IV, y cuando murió sólo le obedecía la ciudad de Sevilla. Su papel, en cambio, en la historia de las letras españolas es excepcional.

2.2. Importancia y carácter de su obra.

Alfonso X representa una de las cimas culturales más elevadas de la Edad Media europea.

En torno a la figura del monarca se congregaron estudiosos destacados en las distintas disciplinas, y representantes de las diversas culturas de la época. Sigue la costumbre de que en las versiones de lenguas orientales trabajen en equipo judíos, que hacían una traducción oral al romance, y cristianos, que las trasladaban al latín, como ya se hacían en tiempos del arzobispo Raimundo. Sin embargo, lo más frecuente es que la obra quede en romance, sin su posterior versión al latín. Con estos sabios, por tanto, realizó la tarea de reunir, sistematizar y traducir toda la ciencia conocida de su tiempo.

En cuanto al idioma, es el creador de la prosa castellana, ya que tan sólo bajo la dirección y el impulso de este rey adquiere la prosa la categoría de idioma nacional.

La lengua romance había sido utilizada desde sus comienzos para la poesía, estimada entonces como una manifestación literaria de importancia menor, propias para las canciones del pueblo, relatos épicos y diversiones juglarescas. Sin embargo existía una radical dualidad: para la prosa se hablaba en romance, pero se seguía escribiendo en latín (como lengua culta), aunque precisamente por esto, a medida que avanzaba la Reconquista el romance parecía sustituir al latín (también como consecuencia de la necesidad de la unidad lingüística que exige todo pueblo, que tenía una lengua viva: el romance). Alfonso X determinó como lengua didáctica el idioma vulgar, influido también por sus colaboradores hebreos, siguiendo la secularización de la cultura que se venía sucediendo en toda Europa.

La atención personal del monarca en la producción tan variada de textos, y realizada por colaboradores tan diversos (judíos, árabes y cristianos) no debe inducirnos a pensar en una producción uniforme; esto explica que haya notables diferencias entre algunas partes de su obra. Sin embargo hay que reconocer que el monarca se enfrentó con problemas diversos, dificultando aún más una tarea por sí sola bastante compleja. Nos estamos refiriendo, por ejemplo, a la grafía. Como observa R. Lapesa1, ésta quedó plenamente establecida, y la trascripción de los sonidos españoles sigue las normas fijadas por los escritos alfonsíes hasta el siglo XVI, cuando se producen los grandes cambios fonéticos. Al enfrentarse con una

1 Historia de la lengua española, 6ª edición.

7

Page 8: TEMA 44.- La Prosa Medieval

prosa en la que no sólo era importante “qué decir”, sino que se intentaba el cuidado del “cómo decir”, había que prestar gran atención al léxico y la sintaxis. Se precisaba una frase más amplia y variada que la usual hasta entonces. Ésta se alarga y, evidentemente, necesita conjunciones especiales para expresar la relación entre las distintas oraciones. De esta manera se utilizan partículas desconocidas o poco usadas anteriormente, como para que, comoquier que, siquier... Por otra parte, se necesitaba expresar en castellano conceptos que hasta entonces sólo habían aparecido en lenguas más elaboradas, como el latín o el árabe. Alfonso X explota las posibilidades del castellano, formando derivados sobre palabras ya existentes; a veces las voces castellanas las obtenía por evolución popular; otras veces, echa mano para una adecuada adaptación en la traducción incluso a expresiones juglarescas. Introduce abundantes cultismos (aunque siempre cuida que sean comprendidos por los lectores, de ahí que casi todas sus innovaciones tuvieran arraigo). Cuando tiene que utilizar un término nuevo, frecuentemente cita el vocablo latino o griego y la definición en castellano, para después, una vez presentado, emplearlo como término conocido.

“ficieron los príncipes de Roma un corral, grand, redondo a que llamaban en latín teatro”.

Una de las grandes labores que hizo el rey Sabio fue la de enriquecer el lenguaje, debido a la necesidad de un amplio léxico por parte de la variedad de temas que abonaban los escritos.

No fue realizador directo de todas las obras que se acogen a su nombre, sino su inspirador, pero a él debidas, al fin y al cabo.

2.3. Obra jurídica. “Las Partidas”.

Las Partidas o Libro de las Leyes constituyen el código más importante de toda la Edad Media (antes, las leyes se encontraban en los Fueros particulares de cada población o en las generales de un reino). Según afirma el mismo rey, comenzó su tarea en Sevilla, en 1251, ayudado por una comisión de juristas, con los siguientes propósitos:

- Llevar a cabo la gran recopilación y reforma política deseada por S. Fernando.

- Ayudar a los juristas y a los monarcas que reinasen después.- Dar los medios a sus súbditos para que conociesen el derecho y la

razón.Las Partidas se refieren a las materias siguientes:

1. “Al estado eclesiástico e christiana religión”, código canónico sobre las obligaciones de los clérigos.

2. Sobre “los emperadores, reyes e otros grandes señores de la tierra”, donde expone los deberes y derechos de los gobernantes.

3. “De la justicia y su administración”.4. “Que fabla del humano ayuntamiento matrimonial e del parentesco

que ha entre los homes”.5. Sobre los “empréstitos e compras e cambios e todos los otros

pleitos e posturas que fazen los homes entre sí”.6. Sobre los testamentos y herencias.7. Sobre las “acusaciones e manfechos que fazen los homes e de las

penas e escarmientos que han por ellos”.

En suma, representa un vastísimo conjunto de normas para regular las más diversas acciones humanas y las relaciones entre sí de los individuos y de las clases.

8

Page 9: TEMA 44.- La Prosa Medieval

El monarca tiende a postular por las posturas moderadas (ej: habla sobre la LIBERTAD que tienen que tener judíos y musulmanes, en cuanto a religión y actividades sociales y mercantiles).

Junto a las normas y disposiciones legales una multitud de aspectos cotidianos están minuciosamente anotados en cada una de las partes de la obra, por lo que Las Partidas constituye el más variado y vivo cuadro del medioevo.

Una de las mayores originalidades es la dirección unificadora y universalista (de prácticas y normas jurídicas) inspirada en el pensamiento clásico (Derecho Romano y Justiniano, así como ideas de Aristóteles, Séneca y S. Isidoro), destacando la influencia, entre otras, de la escuela de Bolonia. Constituye, en cierto modo, una meta ideal hacia la que debe encaminarse la legislación y la sociedad.

2.4. Obras históricas. La “Crónica General” y la “Grande e General Estoria”.

A) La Crónica General es la primera de esta especie en nuestra historiografía, pero el texto presenta complicadísimos problemas. Procedentes del taller alfonsí se conocen alrededor de un centenar de “Crónicas Generales” (representan porciones más o menos extensas de lo que hubo/pudo ser de la Estoria de España concebida por el rey), pero la edición definitiva fue publicada por M. Pidal en 1906, con el nombre de “Primera Crónica General de España”. Esta edición se basa en dos códices regios, denominados E1 y E2 (E1: manuscrito del propio rey: desde primeros pobladores peninsulares hasta los árabes / E2: compuesto durante Sancho IV: va desde los árabes hasta Fernando III).

Sin embargo, según Diego Catalán, esta edición no puede identificarse con la “Estoria de España” de Alfonso el Sabio, ya que la subida al trono de Sancho IV significaría una paralización de los talleres alfonsíes de los que quedarían algunos vestigios de la Estoria, que fueron aprovechados por un ordenador anónimo que trató de componer una historia rellenando los huecos existentes (en el s. XIV).

Según D. Catalán, el proceso compilatorio no se llevó a cabo de una manera regular, sino que los historiadores alfonsíes dejaban para una posterior revisión aquellos pasajes en que era más difícil armonizar las fuentes y estructurar un relato aceptable. Esto explica el diferente estado de elaboración en que quedaron los materiales históricos conservados, y los siguientes historiadores anónimos se limitaron a reescribir las partes compuestas.

Debemos exceptuar de esta desvalorización otras redacciones de la “Crónica” que siguieron fielmente el modelo de Alfonso el Sabio, como “Veinte Reyes”, la “Manuelina” y la de “Castilla”, así como los borradores preliminares de la “Estoria”.

Las fuentes de la Crónica General son muy variadas, ya que no sólo se aprovecharán historiadores nacionales, sino también geógrafos y viajeros de la antigüedad clásica. Incluso se sirve de fuentes árabes y mitológicas.

Esta ambiciosa y universal amplitud de miras intensifica el amor nacional, ya que se muestran los sentimientos del historiador ante las glorias o tragedias de la patria (particularmente famoso es el “elogio de España”, que hace eco de la idealización patriótica).

Un aspecto muy importante de la Crónica en su segunda parte (E2), es la utilización que en ella se hace de los cantares de gesta, muchos de los cuales fueron prosificados por estimarlos de positivo valor histórico, entre los que destaca los del Cid, el Cantar de Zamora, las leyendas de los Infantes de Lara, y de Bernardo del Carpio.

En esta segunda mitad de la Crónica –en la edición de M. Pidal– se pierde el sentido universalista de la primera y se acentúan los aspectos particulares. La

9

Page 10: TEMA 44.- La Prosa Medieval

Crónica gana, en cambio, en agilidad narrativa, y se beneficia del avance experimentado por la prosa después del ingente esfuerzo del rey Sabio.

B) Alfonso el Sabio se entregó por completo a la composición de la Grande e General Estoria, preferida a la anterior, según Solalinde, por el carácter universal hacia el que Alfonso el Sabio se inclinaba.

La Grande e General Estoria es una historia universal que comienza con la creación del mundo, pero que no alcanzó sino hasta el Nuevo Testamento, dividida en seis partes. Trata de todos los pueblos de la Antigüedad (en la medida en que las fuentes lo permitían, entre ellas, la principal es la Biblia).

Otorga el autor especial importancia a la mitología, a la que considera como una “historia desfigurada”, y a la que trata de interpretar (esto explica la importancia que le da a Ovidio y a su creación, las Metamorfosis, que considera como la “Biblia de los gentiles”. Después de Ovidio, es Plinio su autor preferido).

A pesar de haber quedado interrumpida, es una obra de gran amplitud, y la más importante de la Edad Media, en cuanto a obra histórica se refiere.

El valor de la obra, afirma Lida de Malkiel, reside en la extensa y detallada selección de las fuentes, y cuando no hay fuentes donde acudir, se adorna el relato con un cúmulo de pormenores imaginarios o digresiones didácticas, frecuentemente ajenas al asunto. Esta tendencia nos conduce a la amplificación por fidelidad a la trascripción, y no por retoricismo.

2.5. Tratados científicos. Obras de recreo.

Además de las obras tratadas anteriormente, encontramos dentro de su producción las de tipo científico, formadas por las siguientes:- Los Libros del Saber de Astronomía. Consisten en una recopilación de las doctrinas de Ptolomeo, en la que se trata de sistematizar los movimientos de los astros y de las constelaciones. Ayudado por los aparatos construidos por los sabios, trató de modernizar los conocimientos de las fuentes originales. Otro libro de conocimientos astrológicos es el Libro de las cruces.- Las Tablas Alfonsíes son el resultado de miles de observaciones realizadas en el observatorio que el rey hizo construir.- El Lapidario trata de las propiedades de las piedras preciosas, a las que se le atribuyen virtudes mágicas. Es una mezcla de ciencia y superstición.- El Setenario es un libro de miscelánea. Encierra fragmentos de temas jurídicos y didácticos (como lo referente al trivium y el quatrivium, las siete artes medievales).- Libros de açedrex, dados e tablas, obra que mandó redactar a la vista de los originales árabes. Alfonso el Sabio dio importancia a los juegos que servían para entretener a la gente en su tiempo libre, y adecuado a todas las edades.

Por último, haremos una breve referencia a su obra lírica que, aunque no forma parte específica del tema, también pertenece al rey Sabio. Fue el autor de las Cantigas, única obra personal del rey. Son una colección de 420 composiciones, escritas en gallego, idioma que prefirió el monarca por su musicalidad. Se conserva en varios códices.

Aunque cultivó también los temas profanos, tienen mayor importancia las de tema religioso, destacando las “Cantigas de Santa María”. Son de distintos tipos: desde las puramente líricas hasta las narrativas, y ofrecen gran variedad de metros, aunque la mayoría tienen la forma de zéjel árabe. Probablemente fueron escritas para ser cantadas con música ya existente.

10

Page 11: TEMA 44.- La Prosa Medieval

La intención de las Cantigas es demostrar la eficacia de la devoción a la Virgen, que siempre ayuda a sus siervos.

3. LA ESCUELA DE TRADUCTORES DE TOLEDO.

La obra de Alfonso X el Sabio no se produce en el vacío, sino en un ambiente culto de cierta densidad en el que se funden las corrientes occidentales (latino-eclesiásticas) y el fuerte influjo oriental. Procedía éste del florecimiento de la cultura árabe en los siglos anteriores, cuyos intermediarios cerca del monarca castellano fueron principalmente algunos colaboradores judíos. Tenía, pues, la prosa antecedentes muy precisos.

El primero y más importante fue el de una larga tradición de versiones al latín de obras científicas y algunas literarias. Y aunque es común el adscribir esta labor, limitándola en el tiempo y en el espacio, a la llamada escuela de traductores de Toledo, debe recordarse que si bien es allí donde el movimiento adquirió mayor ímpetu, hubo otros centros de traducciones en el reino de Aragón y en ciudades como Tarragona, Segovia, León, etc., y que Federico II había llevado a cabo en Sicilia una labor análoga, o al menos paralela, a la de Alfonso X el Sabio.

Entre los iniciadores de las traducciones científicas se cita ya en el siglo X a Gerberto de Aurillac –más tarde papa Silvestre II—, que visitó Córdoba, centro entonces del saber musulmán y judío, y estudió en Ripio y Vic. Otro nombre importante entre los precursores es el de Mosé Sefardí, judío aragonés convertido al catolicismo con el nombre de Pedro Alfonso, el cual compiló en latín su famosa colección de apólogos, Disciplina clericalis, fuente de la difusión en España y Europa de muchos relatos orientales y antecedente de la literatura narrativa con fines didáctico-morales.

Dentro de esta tradición el arzobispo don Raimundo estimuló la formación en Toledo de una escuela de traductores. La ciudad se convirtió en un centro importante de transmisión de la cultura oriental y el saber antiguo al occidente, que así pudo conocer la obra de muchos autores griegos, traducida antes al árabe, reinterpretada y enriquecida por autores musulmanes. Más que de una escuela debería hablarse de un movimiento de versiones al latín, en la que colaboraron en diferentes momentos estudiosos de muy diversas naciones y procedencias junto a los españoles: cristianos, judíos o conversos. Entre todos destacó como iniciador Domingo Gonzalvo, una de las pocas figuras castellanas cuyo pensamiento tuvo irradiación fuera de España en el medioevo.

La labor de la escuela toledana continuó hasta bien entrado el siglo XIII y enlaza, de manera más o menos directa, con los comienzos de las traducciones alfonsinas al romance. La continuidad pudiera estar representada por algunas figuras como la de Hernán el Alemán, traductor de Averroes al latín y luego de los Salmos al castellano, ya en la época del rey Sabio.

4. LA PROSA EN EL SIGLO XIV

Las obras en prosa de este periodo son muy superiores en número a las conservadas de épocas anteriores. La variedad de géneros muestra ya una diversificación y una pluralidad de direcciones que hacen referencia a nuevas posibilidades de expansión de la obra literaria, es decir, a nuevas exigencias del público, aunque siga dominando una literatura doctrinal y moralizadora, de tono grave, dirigida a la clase aristocrática, pero letrada y cortesana. A esta aristocracia

11

Page 12: TEMA 44.- La Prosa Medieval

pertenecen autores como D. Juan Manuel o el Canciller de Ayala, figuras clave de la producción en prosa durante este siglo.

Este aumento de la producción prosística se debe, entre otras cosas, al aumento del público lector (aunque éste siguiera siendo reducido), a la utilización del papel en lugar del pergamino o vitela (que abarata considerablemente el precio de los libros) y, sobre todo, a la dignificación de la prosa en romance, gracias a Alfonso X y sus colaboradores. Lo que hace al s. XIV heredero de un entusiasmo y momento de maduración de un proceso iniciado un siglo antes.

La lengua avanza, y las obras se hacen más literarias: estilo, estructura y géneros se refinan con una nueva vocación estética. Debemos pensar que ésta es la época en la que Boccaccio escribe el Decamerón y Chaucer sus Cuentos de Canterbury. Este cambio de perfiles está en íntima conexión con el progreso y desarrollo de la burguesía, con un cambio de visión de la vida, más pragmática y con una reducción del idealismo religioso, consecuente con un proceso de secularización dado a nivel europeo, que refleja muy bien la literatura, en el predominio de lo narrativo y con el comienzo de su autonomía literaria (v. gr.: desarrollo de los libros de aventuras, que ya no sienten la necesidad de apoyarse ni justificarse en la historia).

No obstante, las distintas obras escritas en este periodo se inscribirán en los grandes grupos de categorías del siglo anterior, pero con una multiplicidad de divisiones que son un buen testimonio de este renacer de la prosa en el XIV.

El reinado de Fernando VI (1295-1312) no constituye, ni en lo político, ni en lo cultural, ni en lo literario en particular un periodo relevante. Su reinado fue luctuoso y catastrófico. De la producción en prosa solamente podemos reseñar dos obras históricas: Crónica particular de San Fernando, que no es sino una continuación y amplificación de la “Primera Crónica General” de Alfonso X, y Crónica de Castilla o del Campeador, con abundantes elementos fantásticos mucho más próximos a la mitificación y deformación del Romancero que a la contención y mayor rigor histórico del “Poema de Mío Cid”.

Es en el reinado de Alfonso XI (1310-1350) donde se inscribe una de las dos figuras más relevantes de la época: don Juan Manuel.

4.1. DON JUAN MANUEL (1282-1348)

Vida Sobrino del rey Sabio y nieto de S. Fernando, desempeñó desde muy joven

importantes cargos políticos. Durante los reinados de Fernando IV y Alfonso XI intervino activamente en las luchas nobiliarias, tomando partido según las conveniencias del momento y los intereses de su casa. Siendo de avanzada edad se retiró al Monasterio de Peñafiel (que él mismo había fundado), para entregarse al reposo y al cuidado de su obra.

Representa un punto culminante de la prosa del XIV, pero también fue poeta, aunque su Libro de los Cantares o de las Cantigas no ha llegado hasta nosotros. Otras obras menores son: Libro de la Caza, la Crónica Abreviada (resumen de la Primera Crónica General), Libro Infinido (muy al gusto de la tradición didáctica de la época), Libro de las armas (de carácter autobiográfico), y un Tractado religioso, en defensa de la Asunción en cuerpo y alma de la Virgen al Paraíso. Se discute la atribución a D. Juan Manuel de la Crónica Cumplida, y se ha perdido además otro libro suyo titulado De las reglas como se debe trovar.

12

Page 13: TEMA 44.- La Prosa Medieval

Aparte de éstas, sus obras capitales quedan reducidas a tres: el Libro del Caballero et del Escudero, el Libro de los Estados y el Conde Lucanor o Libro de Patronio.

Carácter, estilo y significación de su obra.

Don Juan Manuel es el primer escritor castellano preocupado por la posteridad y por la conservación y transmisión de sus escritos (en el prólogo del Conde Lucanor dice que sabe que en los libros hay errores (en las copias realizadas de sus escritos), y advierte al lector que si encuentran fallos, antes de responsabilizarle de esto, que vayan al original, ya que pueden ser de los copistas las erratas).

En numerosos lugares de sus libros puede advertirse que se atormentaba por el concepto que tuviesen los demás sobre los rasgos de su prosa, el contenido de sus obras o incluso su condición de escritor. De aquí las frecuentes alusiones que hace a su propio estilo, y su insistencia en justificarlo. Es constante el afán por perfeccionar sus trabajos literarios, pero, paradojas de la vida, los manuscritos fueron destruidos por un incendio en el monasterio. Lo que tenemos es gracias a copias de otras procedencias, pero no todas se han conservado, como dijimos al principio.

Paralelo al cuidado de sus escritos está el afán por disponer de un estilo propio (también es él el primero en buscar un estilo literario personal). Posee aún reminiscencias de su tío Alfonso X, de quien se muestra directo discípulo, y al que propone como modelo; algunos de esos restos son, por ej, giros sintácticos de sabor oriental, repetición de la copulativa “et”, reiterada utilización del verbo “decir”...

Pero la claridad de estilo es el objetivo fundamental de nuestro autor. Claridad y parquedad de palabras, de las que no quiere usar sino las necesarias. No obstante, por influencia de don Jaime de Xérica, uno de los magnates de Aragón al que había enviado parte del Conde Lucanor, modificó su estilo temporalmente. El nuevo estilo consistió en utilizar una serie de refranes y proverbios, enhebrándolos en un juego conceptista de vocablos (parece adelantar la corriente literaria del XVII); pero el experimento duró poco: al llegar al cuarto libro de la obra tornó a su primer y personal estilo.

Giménez Soler2 afirma que la prosa de don Juan Manuel ya no es la del tiempo de su tío, y aunque no llega a ser la del siglo de oro, está en el punto medio de las dos. La variedad de asuntos que trató lo obligaron a usar un abundantísimo vocabulario y a formar frases, para cuya formación carecía de modelos. A pesar de su rango, aprendió el castellano de boca de gentes ignorantes, pero que conocían el nombre de las cosas, que formaban si era preciso neologismos, que hallaban siempre la frase adecuada, y don Juan Manuel, a pesar de su nobleza, no desdeñó ese hablar, y lo usó, pero comunicándole la nobleza de su estilo (el mismo orgullo que siente por su obra lo siente por la lengua suya, en la que escribe).

La orgullosa conciencia que tiene nuestro autor de su personalidad como escritor se pone de relieve en un aspecto más, señalado por Lida de Malkiel3. Don Juan Manuel huye siempre de autorizarse con libros ajenos o con ejemplos y enseñanzas de la Antigüedad, frente a lo que era práctica tan común en la época; prefiere, por el contrario, ofrecerse a sí mismo como modelo, como autoridad y como fuente, y mostrar su obra como un producto original, fruto de su experiencia y no de sus lecturas. Recomienda frecuentemente sus propios libros e ilustra sus ejemplos con su propia experiencia; hasta los temas más abstractos e intemporales

2 Don Juan Manuel. Biografía y estudio crítico. Zaragoza, 1932.3 Estudios de Literatura Española y Comparada, Buenos Aires, 1966..

13

Page 14: TEMA 44.- La Prosa Medieval

busca el modo de relacionarlos consigo mismo o al menos con gentes de su familia o trato. Con ello, el autor se introduce constantemente en el plano de la ficción, fundiendo su magisterio personal con el valor de su original creación artística.

En la obra de don Juan Manuel predomina, sobre cualquier otro aspecto, el elemento didáctico-moral, fundamentalmente inspirado en la religión cristiana y en los conceptos tradicionales de la Edad Media. En el prólogo del Libro de los Castigos afirma: “La mejor cosa que omne puede aver es el saber... por el saber es el omne apartado de todas las animalias...”.

Esta finalidad didáctica la vemos claramente con el Conde Lucanor, en la forma de un libro de cuentos, en cuyo prólogo el autor matiza que tomó estas formas para que así pudiera ser leído por toda clase de lectores, no como mero entretenimiento, y sus enseñanzas llegaran a todos. Para conseguir su propósito, hace uso del idioma vulgar; por esto teme que se le tome por un juglar callejero, de ahí su cuidado en puntualizar que escribe obra didáctica y doctrinal, único aspecto que puede establecer la necesaria diferenciación. Y para evitar que el público se retraiga si le ofrece simplemente una escueta lección moral, él “se ve forzado” a utilizar formas de narración amenas.

Aspecto básico de la personalidad del autor es el influjo oriental que acoge en su obra. Sobre esto, debemos destacar dos posturas, defendidas por A. Castro y Diego Marín.

A. Castro afirma el orientalismo del autor en su actitud de espíritu, y esto se refleja también en muchos aspectos literarios, tales como:

1. la constante presencia del yo (la repetida apelación a su propia experiencia).

2. El sentido pragmático del saber.3. El convencimiento de que puede servirse a Dios en cualquier

estado, y que la vida ascética y contemplativa no es superior a la vida activa en el mundo.

4. De la literatura oriental es la técnica de encerrar un conjunto de apólogos dentro de un marco general.

5. También debe a esta literatura el ilustrar las reglas morales por medio de cuentos y ejemplos.

Diego Marín, no obstante, señala el lado cristiano-occidental del autor:

1. La diferencia con la literatura árabe se ve en que ésta posee una estructura evanescente, con sus despliegues de fantasía, su alternancia de prosa y verso, y en la obra de don Juan Manuel encontramos, sin embargo, una sobria y bien construida organización de historias y temas; la estructura en nuestro autor se simplifica, omitiendo la inserción de demasiados cuentos subalternos, resaltando más el efecto dramático que el imaginativo o lírico.

2. No encontramos motivos eróticos, tan abundantes en la tradición árabe.

Las obras principales

14

Page 15: TEMA 44.- La Prosa Medieval

1. Libro del Caballero et del Escudero

Trata de diversos problemas del arte de la caballería en forma de consejos que da un anciano caballero a un escudero joven de humilde condición, pero de nobles cualidades. Un rey ha convocado a unas Cortes a las que acude el escudero, pero desconociendo las leyes de la caballería recurre a dicho anciano que le instruye, además, acerca del fin para el que Dios creó los ángeles, el paraíso, el infierno, los planetas, las piedras... El anciano, que había dejado la caballería para convertirse en ermitaño, muere luego, y el joven asiste respetuosamente a su entierro.

El libro, presidido por el ideal caballeresco y el sentimiento religioso, es una especie de enciclopedia de los conocimientos de su tiempo sobre filosofía, teología y ciencias naturales, a la vez que es una interesante pintura de las costumbres de aquella sociedad.

El autor afirma que se propuso escribir su libro “en una manera que llaman en Castilla fabliella”, es decir, en forma de relato o cuento que sirva como soporte a la materia doctrinal (sin embargo, las consideraciones didácticas se sobreponen al elemento novelesco, que todavía aquí no es importante).

2. Libro de los Estados

Aquí se equilibran bastante más los elementos novelescos y didácticos. En él se cuenta la educación de Johás, hijo del rey pagano Morován, por el maestro Turín, que debe ocultarle a su pupilo las cosas desagradables de la vida, sobre todo la muerte. Pero en cierta ocasión se encuentran con un entierro, y el discípulo le hace todo tipo de preguntas al maestro; éste, sin saber qué responder, acude a su ayo cristiano Julio, que explica los misterios de su religión y la doctrina sobre cada uno de los estados sociales, y acaba por convertir al Cristianismo a los tres personajes.

El encuentro de Johás con el difunto es una versión cristiana de la leyenda de Buda (incorporada ya a la Edad Media en el Barlaam y Josafat), pero se diferencia bastante de su modelo. En la obra de don Juan Manuel se estudian problemas en torno a las tres religiones que el autor resuelve, naturalmente, a favor del Cristianismo. Pero el propósito doctrinal del original se torna en la versión de nuestro autor en un tratado práctico de gobierno que, aunque acoge la preocupación por el destino del alma, queda preferentemente absorbido por los problemas inmediatos del mundo, de los que traza un extenso y animado cuadro.

En una forma mucho más amplia que en otros libros suyos, en éste desarrolla las ideas fundamentales sobre la estructura de la sociedad de su tiempo, tomando el esquema común a todas la naciones de Occidente, pero añadiendo las peculiaridades existentes en la España cristiana. Punto esencial es el estudio de los estamentos o grupos sociales básicos de la sociedad medieval (oradores, defensores y labradores) organizados en escala jerárquica, con su diferente estado jurídico y su sistema de privilegios.

Debemos destacar algo que provoca sorpresa, y es que exponga una y otra vez sabios conceptos de tolerancia, de humanidad, de dignidad, sentido del deber, y obligación de justificar con obras su rango.

Por último, esta obra representa una sociedad, la del s. XIV (junto con otros personajes de la época, como el Arcipreste de Hita o el Canciller de Ayala, cada uno con una visión propia), y es quizá su trabajo el que muestra de modo más fiel el espíritu del hombre que pasa de la Alta Edad Media a la baja. Fue de los hombres

15

Page 16: TEMA 44.- La Prosa Medieval

formados en la nobleza del espíritu de un pasado que mantenía vivo; para él aún estaba vigente el espíritu caballeresco, aunque sentía ya que la Castilla de su tiempo no poseía aquella honra que mantuvieron con gestas heroicas sus antepasados.

3. El Conde Lucanor o Libro de Patronio

Es, con mucho, la obra más importante y popular de don Juan Manuel; a ella debe su fama. Es una colección de 50 apólogos en los que se dan consejos para muy diversos problemas: unos que atañen a la salvación de las almas, y otros de las honras, “faciendas” y estados, y a múltiples cuestiones de orden material. Cada cuento consiste en un problema que plantea el Conde Lucanor a su ayo Patronio. Éste le contesta con un apólogo o ejemplo, al cabo del cual añade una moraleja, en forma de dístico, que lo resume.

Los cuentos son de tipo muy vario: hay fábulas esópicas y orientales, alegorías, relatos fantásticos y heroicos, parábolas y cuentos satíricos. Y tan diversas como sus especies son sus fuentes: fábulas clásicas, libros árabes u orientales, relatos evangélicos, crónicas,...; sin contar con los temas de su invención, o los recogidos de fuente oral.

Sin embargo, dista mucho de ser un mero coleccionista refundidor de obras ajenas: él sabe recrear y dar una nueva dimensión a cada asunto, vistiéndolo de observaciones particulares. Rasgos y detalles de su propia minerva. Pero, sobre todo, convierte en suyo cada asunto que toma, por el acento inconfundible de su estilo y de su intencionada y fina ironía. Con él, el apólogo deja de ser una utilitaria fábula moral y se convierte en un vivo cuadro de humanidad y de gracia literaria.

Hay un aspecto de particular interés en esta obra: la gran porción de elementos autobiográficos que recoge. No debe entenderse con esto que los hechos que frecuentemente atribuye a otros personajes o a sí mismo posean realidad histórica, y deban tomarse como datos biográficos. El “biografismo” al que aludimos es de índole moral, es decir, no canaliza hacia su obra sino aquellos temas que le afectan o le preocupan íntimamente. Según Giménez Soler4, todas sus obras son personalísimas y subjetivas; todas giran alrededor de él mismo y son incomprensibles sin un conocimiento de su vida. No toma un texto latino, árabe o francés y lo transporta al castellano por puro juego, sino tan sólo cuando responde a problemas, preocupaciones, temores de conciencia y no pocas veces también al deseo de aclarar o justificar su propia conducta (más claramente que en ninguna otra obra, el autor se personifica en el Conde Lucanor).

Por último, no pocos cuentos de este libro han pasado a la literatura posterior, en forma más o menos transformada. Por ejemplo, el “del mancebo que casó con una mujer muy fuerte e muy brava”, constituye el tema de La fierecilla domada, de Shakespeare; el de los burladores que tejieron el paño mágico, imitado en El retablo de las maravillas, de Cervantes; el de doña Truhana, tomado a su vez del Calila e Dimna, y origen del famoso cuento de la lechera, tantas veces aprovechado por los fabulistas posteriores; el del hombre que era tan pobre que sólo comía altramuces, glosado en una décima de Calderón en La vida es sueño...

4 Op. cit.

16

Page 17: TEMA 44.- La Prosa Medieval

BIBLIOGRAFÍA

- ALBORG, J.L. Historia de la literatura española, vol. I, Gredos, Madrid, 1972.

- DEYERMOND, A. D., Historia de la literatura española, La Edad Media, Ariel, Barcelona, 1973.

- LÓPEZ ESTRADA, F., Introducción a la literatura medieval española, Gredos, Madrid, 1979.

- RÍO, Á., DEL, Historia de la literatura española, I, Bruguera, Barcelona, 1982.

- VÁRVARO, A., Literatura románica de la Edad media, Ariel, Barcelona, 1983.

17