Taller de cuentos maravillosos séptimo grado

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El Dragón Dorado y el joven cocinero

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El Dragón Dorado y el joven cocinero. Érase una vez, hace mucho tiempo, que nació la primera hija de los reyes de Eulandia. Este país se encontraba próximo a una montaña mágica donde habitaba el gran Dragón Dorado. Alrededor de la cueva que le servía de morada habitaban salvajes animales. Los reyes, entre otras cosas, eran ricachones y testarudos pero buenos y simpáticos. La princesa, llamada Raquel, era muy fea y testaruda como sus padres. Los reyes hicieron una gran fiesta por el cumpleaños de su hija a la que invitaron a todos los vecinos de la región, incluyendo a la malvada bestia. El Dragón Dorado asistió a la fiesta, bebió y bailó mucho. La celebración fue muy entretenida. Los trajes de los invitados eran muy antiguos, elegantes y sofisticados. El baile del dragón fue estúpido y, por sus malos pasos, se resbaló y cayó. Todos se rieron de la bestia. El dragón se enojó y raptó a la princesa Raquel pero antes, hechizó a los habitantes del castillo y a los asistentes de la fiesta convirtiéndolos en ardillas. Solamente se salvó un joven cocinero porque se escondió dentro de un cuarto encantado para superar hechizos, cosa que él no sabía. El joven decidió buscar ayuda y salvar a la princesa. Para ello buscó y buscó hasta que encontró a una anciana que le dio una espada encantada capaz de matar dragones. La anciana también le dijo que para llegar a la cueva del malvado animal, debía pasar por difíciles pruebas: atravesar un aro de fuego, escalar una montaña que era muy empinada y, finalmente, vencer a los salvajes animales que habitaban allí. El joven así lo hizo y luego de superar las tres pruebas, consiguió su propósito y llegó al escondite de la bestia. - ¡Devuélveme a la princesa!- el muchacho le dijo al animal al encontrarlo. -¿Qué me das a cambio?-contestó el Dragón. -Te entregaría hasta mi vida si fuera necesario. -Veo que la quieres demasiado –agregó la bestia. -Por supuesto, es una persona muy importante para mi vida- y sin más palabras, el cocinero le clavó una espada en lo más profundo del corazón del animal. De esta manera, el gran Dragón Dorado conoció su muerte y el joven cocinero salió victorioso del castillo con la princesa en brazos. Años después, el muchacho y la princesa se casaron y vivieron felices por siempre.

Fin. Autores: Agustín Saucedo y Estefanía Fideli.

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Había una vez, en un lejano palacio en Eulandia, un rey y una reina que eran muy fiesteros y

muy bellos. Los monarcas tenían una hija tan linda que atraía a cualquiera.

Los reyes hicieron una gran fiesta para celebrar el cumpleaños número quince de la princesa.

A la celebración invitaron al Dragón Dorado y a los habitantes del pueblo. Los invitados se

vistieron con trajes reales, hubo bebidas alcohólicas y bailaron música electrónica.

Al cabo de una hora, el dragón estaba tan ebrio que resbaló y cayó al suelo. Todos se rieron

de él. Entonces, como era muy malvado, raptó a la princesa y convirtió a los habitantes del

pueblo en ardillas con un fuego mágico que lanzaba de su boca. Solamente se salvó un joven

cocinero que se escondió en un armario del palacio que era mágico.

Al día siguiente, el joven, que era muy valiente y apuesto, pidió ayuda a las ardillas para

salvar a la princesa. En eso estaba cuando apareció un hada madrina que le obsequió un

espejo que lo protegería de los hechizos del villano.

El joven llegó a la guarida del dragón luego de pasar por tres pruebas: en la primera tuvo

que pasar un puente encima de un volcán sin mirar abajo, en la segunda tuvo que adivinar el

nombre del padre del dragón, que era contrario al nombre de su hijo, y, por último, debió

atravesar las llamaradas que salieron de la boca de la bestia.

Si bien el joven logró salir victorioso de las tres pruebas, el villano le lanzó un hechizo que

no afectó al muchacho ya que éste usó en su defensa el espejo que le había obsequiado el

hada. No obstante, el joven cocinero se hizo el dormido y, cuando el malvado salió tranquilo

de su guarida pensando que el muchacho estaba muerto, el cocinero aprovechó y liberó a la

princesa. De esta manera, la salvó de un trágico destino y, al pasar los años, se casaron,

tuvieron hijos y vivieron felices por siempre.

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Hace mucho tiempo, los reyes de Eulandia tuvieron su

primera hija llamada Fiona. Con los años, la princesa se

convirtió en una linda joven que vivía en un castillo arriba

de una montaña muy cerca de la ciudad.

Los reyes organizaron una fiesta en el castillo por el

cumpleaños de su hija. Los invitados se disfrazaron de

payasos.

A la fiesta, también invitaron al Dragón Dorado. Mientras

la bestia bailaba cayó una banana de una bandeja y se

patinó. La mayoría de los invitados se rieron de él y el

Dragón Dorado los hechizó a todos.

Por suerte se salvó el cocinero del palacio porque cuando

era bebé su mamá, que era bruja, le dio una pócima en

contra de brujerías. Cuando el cocinero se dio cuenta de lo

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que había pasado en el palacio fue a buscar a su madre. Ella

le aconsejó que fuera muy discreto y que, si quería salvar a

los habitantes y a la princesa, debía acabar con el Dragón

Dorado.

El cocinero tuvo que atravesar todas las pruebas que

había dejado el Dragón Dorado para evitar que alguien

rescate a la princesa: pasó por un camino de piedras

flotantes, más tarde por uno de piedras calientes y, por

último, se enfrentó con feroces animales.

Cuando Hernán, que así se llamaba el cocinero, se

enfrentó finalmente con el Dragón Dorado, tuvieron una

charla:

-Nunca pensé que los humanos tuvieran tanto poder. –dijo

la malvada bestia.

-Dame a la princesa y devuelve a los reyes y a los habitantes

a la normalidad. –dijo el joven.

-¡Jamás! La princesa es mía y los habitantes también.

-¡Entonces te mataré! –amenazó al cocinero y, luego, le

clavó un cuchillo en el corazón.

La princesa apareció de repente y los habitantes del reino

volvieron a su normalidad.

Después de muchos años la princesa y joven cocinero se

casaron.

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Hace mucho tiempo, en un lejano castillo que era grande, alto y muy viejo,

nació la primera hija de los reyes de Eulandia. La princesa era rubia y muy

bella.

Los reyes hicieron una gran fiesta para celebrar el nacimiento de su hija a

la que invitaron a todos los vecinos de la región, entre ellos, al poderoso

Dragón Dorado. El Dragón Dorado asistió a la fiesta, bebió y bailó mucho. La

fiesta era muy aburrida porque pasaban música ochentona y todos se

estaban por quedar dormidos cuando, el malvado dragón se resbaló y se

cayó.

Todos los presentes se rieron de él. Entonces, la bestia se enojó y raptó a la

princesa pero antes de irse, hechizó y convirtió en ardillas a los habitantes

del castillo y a todos los asistentes de la fiesta. Solamente se salvó un joven

cocinero. El joven decidió buscar ayuda y salvar a la princesa, a los reyes y a

todos los que estaban hechizados.

Para poder llegar a la cueva del dragón, el joven cocinero tuvo que

atravesar un bosque encantado en el que había zombis, ogros y soldados de

metal que usaban espadas de platino. El lugar era terriblemente asqueroso

porque los seres sobrenaturales despedían un olor muy desagradable y,

para atravesarlo, el joven cocinero tuvo que matar a todas las criaturas que

estaban allí.

Finalmente, el valiente muchacho llegó al castillo del Dragón Dorado. Una

vez allí, mató al malvado animal con una espada mágica que le había robado

a uno de los soldados de metal pero, antes de darle muerte, se dirigió a la

bestia de esta manera:

- Devuélveme a la princesa y deshace el hechizo que convirtió en ardillas

a la gente de Eulandia.

- Primero tendrás que derrotarme – contestó el animal.

- Entonces lucharé contigo por la vida de la princesa – afirmó el joven.

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Cuando el dragón murió, el hechizo acabó y el joven regresó al pueblo

llevando a la princesa con él. Nuevamente, los reyes de Eulandia celebraron

una fiesta para festejar el rescate de la niña y todos vivieron felices para

siempre.

Autores: Nahuel y Nicolás.

Alumnos de 7° A

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