SUPLEMENTO CULTURAL - HP 763

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“Estoy intentando encontrarme a mí como persona, a veces eso no es fácil de hacer. Millones de personas viven toda su vida sin encontrarse” Por: Juan L. Simental Págs: 4 y 5 Marilyn, el ángel que quería ser feliz Comunicante Comunicante Comunicante SÁBADO 02 DE JULIO DE 2016 SUPLEMENTO CULTURAL 84 El arte de contar historias Pacheco, Onetti, Hesse, Hemingway, Nabokov, Kafka, además del oficio de escritor, compartieron los días de julio La hipótesis de Bernardo Reyes “En este ocaso de mi vida solo un deseo me queda: la dicha de mi país, la dicha de los míos”, palabras de Porfirio Díaz en el exilio. Murió el 2 de julio de 1915 Enrique Krauze Pág. 8 Edición Comunicante Págs. 6 y 7

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Marilyn, el ángel que quería ser feliz

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“Estoy intentando encontrarme a mí como persona, a veces eso no es fácil de hacer. Millones de personas viven toda su vida sin encontrarse”

Por: Juan L. Simental Págs: 4 y 5

Marilyn, el ángel que quería ser feliz

ComunicanteComunicanteComunicanteSÁBADO 02 DE JULIO DE 2016 SUPLEMENTO CULTURAL 84

El arte de contar historias

Pacheco, Onetti, Hesse, Hemingway, Nabokov, Kafka, además del oficio de escritor,

compartieronlos días de julio

La hipótesis de Bernardo Reyes“En este ocaso de mi vida solo un deseo me queda: la dicha de mi país, la dicha de los míos”,palabras de Porfirio Díaz en el exilio. Murió el 2 de julio de 1915

Enrique Krauze Pág. 8Edición Comunicante Págs. 6 y 7

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Maria Anna Walburga Ignatia, hermana mayor de Mozart, fue una niña prodigio como su hermano. Ambos unidos por la mutua admiración infantil y la interpretación musical, fueron exhibidos por su ambicioso padre por las cortes de Viena y París. Pero mientras Wolfgang Amadeus continuó con su carrera musical, Maria Anna tuvo que abandonarla por su papel de madre y esposa. La madre de los dos, Anna Maria Mozart, murió el 3 de julio de 1778.

Cuartetas proféticas, escabrosas y desiguales

(Nació el 1 de julio de 1961)

“La vida es solo un viaje”,

Lady Di.

El año de 1555, Nostradamus publicó el primer tomo de sus profecías, los llamó

“Centurias” y se los dedicó a su hijo César. Cada uno constaba de cien cuartetas. Su contenido era confuso, sus ciclos tan arbitrarios como su mismo origen. Según su propia presentación: “Se trata de nocturnos cálculos proféticos (…) que han sido escritos más que de acuerdo a las reglas de la poe-sía, con el entusiasmo lírico y el instinto natural, según el cálculo astrológico y conforme a los años, meses y semanas de las regiones,

países y de las grandes ciudades de Europa, África y algunas partes de Asia…“Cualquiera podría argüir que más me valdría callar, pues la cantidad es demasiado fácil, aunque muy difícil de entender. La mayoría de mis cuartetas proféticas son escabrosas y desiguales. Uno no encuentra un camino en ellas, ni existe interpreta-ción alguna. Pienso dejar por escrito los años, los lugares y las regiones en que las profecías tendrán lugar, comenzando con esta fecha, el 15 de marzo de 1547. Después seguirán otro tanto, siete mil (…) cuando los

enemigos de Jesucristo y su Iglesia aumenten en número”.Desafortunadamente, Nostra-damus nunca reveló esa clave geográfica, por temor, al parecer, a la Santa Inquisición. Pero esa calculada vaguedad no sirvió para distraer a la Santa Inquisición; al contrario, se convirtió en una par-te esencial de las mismas profe-cías. Cuanto más imprecisas, tanto más improbable su refutación; cuanto más enigmáticas, tanto más entusiasta su interpretación. Los oráculos son por definición imprecisos: entre más impresio-

nantes las perspectivas del futuro, tanto más real su posibilidad de verdad, por lo menos así lo presen-ta el sano sentido común.Por lo que respecta a las profecías, no se abandonó solo a su talento astrológico; pidió prestado donde le podían prestar, complicó todo lo que se parecía a una poética de la profecía: lo bíblico y lo cabalístico, la sabiduría de los calendarios con las sentencias del erudito. (“Nos-tradamus y otros charlatanes”, Eric Eisenhauer; Nexos, 1 de marzo de 2012. Edición Comunicante. Nostra-damus murió el 2 de julio de 1566).

Nomás por hablar de algo...La Efeméride

Julio 3 de 1955, las mujeres mexicanas votan por primera vez en elecciones federales. Por supuesto que es una fecha que debe conmemorarse. Sin embargo, en un país donde el patriarcado aún subsiste, incluso en el presente 2016 hay mujeres a las que sus maridos ordenan por quién deben sufragar.

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nada más tome agua? ¡Claro, tu consentida es mi hermana, porque ella sí está flaca!

Si Shakespeare estuviera escuchando, hubie-ra desechado su tragedia de “Otelo” por consi-derarla un “lecho de rosas” en comparación con el drama que estaba viviendo en ese momento.

-Claro que no -la interrumpo antes de que ella decida cortarse las venas con una chaquira-. Me refiero a que si el pantalón te queda “perfec-

tamente bien” -recalco las palabras, pronunciándolas lentamente-, y la prenda se encuentra en buen esta-do, solo pido que me digas la causa, razón o circuns-

tancia que te orilló a tomar una decisión como esta -este breve discurso me dejó mentalmente exhausta.

-Lo que pasa es que no está a la cadera y si lo llevo así -y señala el lugar donde generalmente se encuentra la cintura-, voy a parecer una “señora”.

Sus palabras me dejaron pensando. Por más que meditaba, no era razón suficiente el “parecer señora” para deshacerse de ropa en buen estado. Decidida, llevé el pantalón a mi recámara, don-de me lo medí. ¡Exactamente! El pantalón era a “la cintura” y estaba segura de que me quedaría perfecto si yo lograba encontrar la cintura por algún lado.

SÁBADO 02 DE JUlIO DE 2016

3SATÍN Y SEDA

La moda trepadora… abusa con los años

Moda: Uso pasajero en materia de trajes o cos-tumbres; Estar de moda,

ser moda o de moda. Usarse una prenda de vestir, tela, color, etcé-tera, o practicarse una cosa. Per-teneciente a la edad actual, llevar atuendo de acuerdo a la época. Contrario a lo antiguo. La Pontifi-cia y Real Academia Española.

Moda: Recordatorio que tienen los hijos adolescentes hacia sus pa-dres en cuanto a la forma de vestir de ellos. Prendas de las que tene-mos repleto nuestro clóset y son un insulto a las actuales pasarelas de París. “Costumbrita” que tiene un adolescente para vestirse en forma idéntica a la de sus amigas. El siem-pre “fachoso” y nunca igualado Vulgo.

-Este pantalón no me lo voy a poner nunca -dice Yaya al tiempo que saca un pantalón que, a simple vista, está en perfec-to estado, por lo que lo tomo después que ella lo desdeña y lo avienta a la cama.

En la primera inspección, la prenda no tiene ninguna costura mal hecha, la bastilla está im-pecable, el cierre funciona a la perfección y no hay ninguna gota que indique que fue salpicado por clo-ro u otro blanqueador que hiciera de las suyas.

Con desconcierto afirmo (¡y con pre-caución! Es bien sabido que hay etapas en la maduración humana que deben tomarse con tiento y prudencia, ya que los estudio-sos indican que, de enfrentarlos sin tomar en cuenta sus sentimientos, forma de pen-sar y temperatura ambiental, puede deses-tabilizarlos emocionalmente):

-No veo nada malo en este pantalón, ¿acaso ya no te queda? -nunca debí men-cionar este aspecto, pero me di cuenta de mi error cuando ella se volteó a encararme, incrédula ante mis palabras y con firmeza exclamó:

-¡Por supuesto que no! ¿Me estás diciendo que estoy gorda? Si quie-res ya no como nada, ¿quieres que

En la primera inspección, la prenda no tiene ninguna costura mal hecha

Desistiendo de la búsqueda (estaba hecha un perfecto óvalo), lo situé entre la costilla flotante y dos dedos arriba del ombligo. Quedó perfecto, me acomodé con cautela la blusa y salí directamen-te a la calle. Estaba segura de que mis demás pantalones eran a la cintura, pero al traer uno que real-mente era, vi la diferencia, ¡y esta era radical!

Cabe señalar que durante mi juventud solamente usé pantalo-nes en este estilo, pero creo que el tiempo ha borrado cualquier ves-tigio de la entonces conocida “cin-tura” y, con ello al mismo instante, la sonrisa de mi boca.

Mi figura lucía normal, como cualquier persona que es portadora de un cuerpo de “Twinki Wonder” y todo estaría perfecto si no fuera porque a la media hora sentí que me estaban “ahorcando”. La in-comodidad del pantalón no me permitía ni siquiera sentarme, se me figuraba que se me iba a subir al nivel de la nariz y, temiendo “desaparecer de la vista y sumergirme en los pantalones”, opté por seguir de pie, aun-que cada tres minutos luchaba por bajarme el pantalón de donde “estuviera trepado”.

La lucha llegó a su nivel máximo a las dos horas, cuando una amiga (tierna amiga, por cierto) me vio caminar, tratando de bajar el pantalón. Me siguió unos pasos y después se adelantó y me detuvo la marcha con un:

-Querida, ¿qué haces con esos pantalo-nes de “señora”?

Una, debí haberle dicho a mi queridísima amiga que estaba ha-blando precisamente con una “señora”; dos,

uno se puede vestir como le dé la gana; tres, es una de las 345 cosas que le debe importar un comino; y, cuatro, tiene toda la razón.

¿Conoce de moda? Está en un error, esta se debe sentir y si siente que lo “ahorcan” de la cintura para abajo, deséchelo. Eso seguramente está totalmente pasado de moda.

Decidida, llevé el pantalón a mi recámara,

donde me lo medí

Si Shakespeare estuviera escuchando, hubiera

desechado su tragedia de “Otelo”

Nadia Bracho

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Marilyn, el ángel que quería ser felizPor Juan L. Simental

“Estoy intentando encontrarme a mí como persona, a veces eso no es fácil de hacer. Millones de personas viven toda su vida sin encontrarse”

“¿Puede un hombre sonreír cuando contempla a la mujer más triste del mundo?”

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SÁBADO 02 DE JUlIO DE 2016

JAMES

Quería ser feliz. Tal fue el argu-mento central con el que es-cribió la histo-ria de su vida. Y no era solo querer: lo nece-sitaba. Para eso nació y para eso vi-vió en la fugacidad de su tiempo breve, sus años pocos que, sin embargo, bastaron para dejar el estigma de su presencia, única, inigualable. Fábula triste del ángel caído que quiso ser feliz.

Muy pronto quedaron atrás los primeros años, los de la juventud, cuando solo era una más entre las tantas que, como ella, soñaban con cuentos de hadas y príncipes, y ese telón de fondo que cae con las pala-bras: “y vivieron felices para siem-pre”. Pero un día el sueño terminó.

A la distancia que es el tiempo, los recuerdos junto al policía de Los Ángeles que él fue se iban di-solviendo y eran -ya solo- la cándi-da memoria que se reserva para los recuerdos de poca monta, esos que, sin embargo, por alguna razón sen-timental no se desechan del todo. En su caso, había una razón para no olvidar del todo: en ese tiempo, el primero, ella fue feliz, sin matices ni adjetivos. Por eso a veces dedi-caba un poco de su tiempo para recordarle: James, el hombre anó-nimo que ella rescató del olvido

perpetuo de ha-ber sido apenas uno entre tantos, apenas, porque -a partir de enton-

ces- el nombre suyo se asociará por siem-

pre al nombre de ella.Ella tenía 16 años y se

llamaba entonces Norma Jean Baker. Él, James Dougherty, fue policía y fue, a los 16 de Norma, el primero de sus tres esposos. James murió de leuce-mia el 15 de agosto de 2005, a los 84 años de edad. Fin de su historia.

JOE

Después de James llegó a su vida uno de los ídolos que entonces nutrían la fantasía del sueño americano: Joe Di-Maggio, el segundo de sus esposos. Norma Jean Baker ya no existía; su lugar había sido ocupado por la ru-bia que encarnaba el sueño febril de todo hombre: Marilyn Monroe, naci-da en 1946 de las manos de Ben Lyon, uno de los tantos cazatalentos de Ho-llywood. Sin embargo, como escribie-ra el gran Borges alguna vez: no fue feliz. Lo de ambos fue satisfacer con su pública historia la íntima historia de los otros.

En el secreto de su vida de dos, la realidad era otra. El ídolo de las Ligas Mayores era celoso y violento, y constantemente la agredía con su

bate: “hacía cosas con él y gri-taba, ‘¡gózalo p…!’”. Un día todo terminó.

Entonces vino él, el hombre definitivo en la historia de Ma-rilyn.

ARTHUR

Igual que ella, vino de abajo, creció en la calles y se hizo a sí mismo. Un día comenzó a es-cribir y tal fue su talento que en 1949 ganó el Premio Pulitzer con la “Muerte de un viajante”, que exhibió “el carácter ilusorio del sueño americano”. Su nom-bre, Arthur Miller, el dramatur-go e intelectual.

De acuerdo con Marilyn, na-die llegó a comprenderla como lo hizo él. El 29 de junio de 1956, “El Gran Cerebro Norteamerica-no” y “El Gran Cuerpo Nortea-mericano” se casaron. La histo-ria, sin embargo, tampoco tuvo el final feliz que ella ansiaba.

En 1961, Miller presentó “Vidas rebeldes”, la novela que John Huston llevó después al cine y con la cual el dramaturgo quiso demostrar al mun-do que la rubia que el 19 de mayo de 1962 cantó a John F. Kennedy aquel famoso “Happy birthday, Mr. Presi-dent”, no era solo eso: la estrella hueca y banal. Pero no funcionó. Afirma Ka-rina Sainz Borgo: “‘Vidas rebeldes’ fue

“¿Qué tan bueno es ser Marilyn Monroe? ¿Por qué no puedo simplemente ser

una mujer normal?”

El 29 de junio de 1956, “El Gran Cerebro Norteamericano” y “El Gran Cuerpo

Norteamericano” se casaron

“Ojalá que la espera no desgaste mis sueños”

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Marilyn, el ángel que quería ser felizPor Juan L. Simental

“Estoy intentando encontrarme a mí como persona, a veces eso no es fácil de hacer. Millones de personas viven toda su vida sin encontrarse”

“¿Puede un hombre sonreír cuando contempla a la mujer más triste del mundo?”

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SÁBADO 02 DE JUlIO DE 2016

LA SEXUALIDAD Y LA SERIEDAD

“Uno de los vicios de los malos periodistas (y de los malos periódicos) es reducir la noticia a su mínima expresión. Olvidan los argumentos de fondo, hacen triviales las ideas, omiten detalles, todo en su afán por exhibir el costado sensacionalista (y vendedor) de la historia. Son los periodistas que cada vez que oyen el nombre de Arthur Miller corren al archivo a buscar la foto de Marilyn. Reaccionan así porque son haraganes y no tienen ideas. No hay manera más trivial de tratar un hecho que publicar fotos vie-jas con comentarios agregados a último momento. Es lo que hacen a menudo con ella…“Honestamente, no creo que alguien pueda explicar por qué el recuerdo de Marilyn sigue tan vivo en la memoria de los Estados Unidos y de tanta otra gente. Es un romance misterioso que yo -especial-mente yo- no puedo aclarar…“Alguna vez escribí que Marilyn fue más allá de lo que la psique colectiva de los norteame-ricanos estaba dispuesta a tolerar en aquellos años. Marilyn fue la prueba de que la sexualidad y la seriedad no podían convivir en la misma persona”. (“Arthur Miller: ‘Marilyn fue la prue-ba de que la sexualidad y la seriedad no podían convivir en una persona’”, Héctor D’Amico; La Nación, 27 de noviembre de 2015).

el regalo de Arthur Miller que mató a Marilyn Monroe. Fue un regalo envenenado de Miller a su mujer”. Y tal vez tiene razón.

“‘¿Puede un hombre sonreír cuando contempla a la mujer más triste del mundo?’, le dice el vaquero interpretado por Clark Gable a Roslyn, la mu-jer divorciada a la que Marilyn dio vida como si invocara a su propio fantasma” (“Vidas rebel-des, el regalo de Arthur Miller que mató a Marilyn Monroe”, vozpopuli.com; 11 de junio de 2015). No pudo, Arthur Miller, luego de la filmación se iría de su vida.

Para ser feliz le habría bas-tado tan poco. “Estaba orgullo-sa de cómo lavaba los platos y sostenía los vasos en alto para inspeccionarlos. Jugaba al bád-minton con verdadera sagaci-dad (…), era ella misma, y era jovial, ruidosa, sonriente, afec-tuosa. Dormía hasta tarde, se preparaba el desayuno y salía a dar un paseo por el bosque sin más compañía que el gato” (“Marilyn-An Unestold Story”,

Norman Rosten).Quería ser feliz, eso era todo.Quedó al final el ángel, “era nuestro

ángel”, como escribió Norman Mailer. El ángel que, aunque caído, dejó la este-la de su presencia “tan espléndida, cle-mente, graciosa, complaciente y tier-na, que hasta el músico más mediocre confiaba su propia carencia de arte a la magia evanescente de su violín”.

“¿Qué tan bueno es ser Marilyn Monroe? ¿Por qué no puedo simplemente ser

una mujer normal?”

“Ojalá que la espera no desgaste mis sueños”

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“Escribo novelas para recrear la vida a mi manera”, Arturo Pérez-Reverte

Pacheco, Onetti, Hesse, Hemingway, Nabokov, Kafka, además del oficio de escritor, compartieron los días de julio

Edición Comunicante

El arte de contar historias

Las batallas en el desiertoI

El mundo antiguo

Me acuerdo, no me acuerdo: ¿qué año era aquél?; Ya había supermercados pero no televisión, radio tan sólo: Las aventuras de Carlos Lacroix, Tarzán, El Llanero Solitario, La Legión de los Madrugadores, Los Niños Catedráticos, Leyendas de las calles de Mé-xico, Panseco, El Doctor I.Q., La Doctora Corazón desde su Clínica de Almas. Paco Malgesto narraba las corridas de toros, Car-los Albert era el cronista de futbol, el Mago Septién trasmitía el beisbol. (…) Íbamos a ver películas de Errol Flynn y Tyrone Power, a matinés con una de episodios completa: La invasión de Mongo era mi predilecta. (…) Volvía a sonar en todas partes un antiguo bolero puertorriqueño: Por alto esté el cie-lo en el mundo, por hondo que sea el mar profundo, no habrá una barrera en el mundo que mi amor profundo no rompa por ti…

La cara del Señorpresidente en donde-quiera: dibujos inmensos, retratos idealiza-dos, fotos ubicuas, alegorías del progreso con Miguel Alemán como Dios Padre, ca-ricaturas laudatorias, monumentos. Adula-ción pública, insaciable maledicencia pri-vada. Escribíamos mil veces en el cuaderno de castigos: Debo ser obediente, debo ser obediente, debo ser obediente con mis pa-dres y con mis maestros. (…) Era el mundo antiguo. Los mayores se quejaban de la inflación, los cambios, el tránsito, la inmoralidad, el ruido, la delincuencia, el exce-so de gente, la mendici-dad, los extranjeros, la corrupción, el enrique-cimiento sin límite de unos cuantos y la mise-ria de casi todos… José Emilio Pacheco. (Na-

ció el 30 de junio de 1939).

El pozo

Aquello pasó un 31 de diciembre, cuando vivía en Capurro. No sé si tenía 15 o 16 años; sería fácil de-terminarlo pensando un poco, pero no vale la pena. La edad de Ana María la sé sin vaci-laciones: 18 años. 18 años, porque murió unos meses después y sigue teniendo esa edad cuando abre por la noche la puerta de la cabaña y corre sin hacer ruido, a tirarse en la cama de hojas…

Era una noche caliente, sin luna, con un cielo negro lleno de estrellas. Pero no era el calor de esta noche en este cuarto, sino

un calor que se movía entre los árboles y pa-saba junto a uno como el aliento de otro que

nos estuviera hablando o fuera a hacerlo…En el mundo de los hechos reales, yo no volví a ver

a Ana María hasta seis meses después. Esta-

ba de espaldas, con los ojos cerrados, muerta, con una luz que hacía va-cilar los pasos y que le movía ape-

nas la sombra de la nariz. (…) Ella abre

la puerta de la cabaña y entra corriendo. Des-

nuda, se extiende sobre la arpillera de la cama de hojas…

Juan Carlos Onetti. (Nació el 1 de ju-lio de 1919).

El lobo esteparioTractat del lobo estepario

No para cualquiera

Érase una vez un individuo, de nombre Harry, lla-mado el lobo estepario. Andaba en dos pies, llevaba vestidos y era un hombre, pero en el fondo era, en verdad, un lobo estepario. Había aprendido mucho de lo que las personas con buen entendimien-to pueden aprender, y era un hombre bas-

tante inteligente. Pero lo que no había aprendido era una cosa: a estar satisfe-cho de sí mismo y de su vida. Esto no pudo conseguirlo…

El lobo estepario tenía, por consi-guiente, dos naturalezas, una humana y otra lobuna; ese era su sino. (…) En Harry, por el contrario, era otra cosa;

en él no corrían el hombre y el lobo paralelamente,

y mucho menos se prestaban mu-

tua ayuda, sino que estaban en odio constan-te y mortal, y cada uno vivía exclusivamen-

te para martirio del otro, y cuando

dos son enemigos mortales y están dentro

de una misma sangre y de una misma alma, entonces resulta una vida imposible… Hermann Hesse. (Nació el 2 de julio de 1877).

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LolitaI

Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Peca-do mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la len-gua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta.

Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita…

Señoras y señores del jurado, la prueba número uno es lo que en-vidiaron los serafines de Poe, los errados, simples serafines de nobles

alas. Mirad esta maraña de espinas… Vladimir Nabokov. (Muere el 2 de julio de 1977).

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Carta al padreQueridísimo padre:

Hace poco me preguntaste por qué digo que te tengo miedo. Como de costumbre, no supe darte una respuesta, en parte precisamente por el miedo que te tengo, en parte porque para explicar los motivos de ese miedo nece-sito muchos pormenores que no puedo tener medianamente presentes cuando hablo…

En esa misma proporción estaba tu supe-rioridad espiritual. Tú habías llegado tan lejos debido única y exclusivamente a tu propio es-fuerzo, por consiguiente tenías ilimitada con-fianza en tu opinión. Eso para mí, de niño, ni siquiera era tan fascinante como lo fue más tarde para el adolescente. Desde tu butaca go-bernabas el mundo. Tu opinión era acertada (…) y tu confianza en ti mismo era tan grande que no necesitabas ser consecuente para tener siempre razón… Franz Kafka. (Nació el 3 de julio de 1883).

París era una fiestaI

Un buen café en la Place Saint-Michel

Para colmo, el mal tiempo. Se nos echaba encima en un solo día, al acabarse el otoño. Teníamos que cerrar las ventanas de noche por la lluvia, y el viento frío arrancaba las hojas a los árboles de la place Contrescarpe. Las hojas se pudrían de lluvia por el suelo, y el viento arrojaba lluvias al gran autobús verde en la parada de término, y el Café des Amateurs se llenaba y el calor y el humo de dentro empañaban los cristales. Era un café tristón y mala sombra, y allí se agolpaban los borrachos del barrio y yo me guardaba de entrar porque olía a cuerpo sucio y la borrachera olía a acre. Los hombres y mujeres que frecuentaban el Amateurs andaban bebidos casi siempre, o sea siempre que el dinero les alcanzaba; general-mente pedían vino, litros o medios litros…

Te he visto, monada, y ya eres mía, por más que esperes a quien quieras y aunque nunca vuelva a verte, pensé. Eres mía y todo París es mío y yo soy de este cuaderno y de este lápiz… Ernest Hemingway. (Se suicidó el 2 de julio de 1961).

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SÁBADO 02 DE JUlIO DE 2016

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“Pobre de México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”

“En este ocaso de mi vida solo un deseo me queda: la dicha de mi país, la dicha de los míos”, palabras de Porfirio Díaz en el exilio. Murió el 2 de julio de 1915

Por Enrique Krauze

La hipótesis de Bernardo Reyes

¿Cuál fue el “hu-biera” crucial de Porfi-rio Díaz? No me cabe duda: la negación de abrir paso al general Bernardo Reyes.

Según Luis Gonzá-lez (“La ronda de las generaciones”), Reyes pertenecía a la segun-da generación del ci-clo porfiriano, la de los “Científicos” (nacida entre 1841 y 1856). No todos sus miembros formaban parte de aquel grupo de tecnócratas encabe-zados por el eficaz secretario de Ha-cienda José Yves Limantour, y en el cual brillaba –entre muchos otros– el jurista e historiador Justo Sierra, fu-turo ministro de Instrucción Pública. Los militares de la generación, entre los que descollaba Reyes (nacido en 1849), eran sus adversarios acérrimos.

Pero la misión histórica de todos cabía en una palabra: consolidación. No solo se sentían responsa-bles sino herederos de la era de “Paz, Orden y Progreso” crea-da por Díaz y su generación. Pero antes de pensar siquiera en re-gir al país había que despejar una inmensa incógni-ta: ¿cuándo, a quién y cómo dejaría el poder Porfirio Díaz? ¿Lo deja-ría alguna vez?

Díaz gobernó con su propia generación has-ta principio de los años noventa, cuando el reti-ro, la edad y la muerte diezmaron a sus coetáneos y fran-quearon el paso a aquella segunda generación. Tras su quinta elección

consecutiva (1900-1904), Díaz

visitó a Bernardo Reyes (gobernador de Nuevo León), elo-gió enfáticamente su gestión (cosa rara en él) y lo trajo a la Ciudad de México para reorganizar el ejército. Reyes cumplió con creces su cometido. Escribe Luis González: “aumentó los salarios de la tropa, y… dotó a México de una musculatura muy presentable”. Este desempeño es-tableció su calidad de heredero, que Reyes remachó con un gesto de lealtad: escribió una biografía de Díaz. Por su

parte, el grupo Científico perfiló a su rival Limantour. Para Porfirio era el

momento de decidir. Pero, como era su costum-bre, se eligió a sí mismo.

Fue un error histórico. Anclado en su generación

y su época, Díaz no comprendía ni justifica-

ba las nuevas corrientes; Re-yes, más joven y alerta, introdujo reformas sociales en su estado (campañas sanitarias, servicios públicos, leyes laborales y de instrucción, regulación del trabajo ru-ral). Por eso, entre 1904 y 1908 su populari-dad fue en aumento.

Cuando en la famosa en-trevista con James Creelman

(1908) Díaz anuncia que no buscará la reelec-ción en 1910 y da la bienvenida a la contienda electoral, el reyismo consolida su presencia. Reyes no solo conquista a su propia generación sino a muchos personajes

de la generación si-guiente (la “Genera-ción Azul”, crítica y escéptica, nacida de 1857 a 1872, entre la que se encuentra Ve-nustiano Carranza) y aun de la generación propiamente revolu-cionaria (1873-1888). Para Díaz, esa era la segunda (y últi-ma) oportunidad de salvar a su régimen. Fatalmente, la desa-provechó.

El paso de la estafeta a Reyes era la escena crucial del libreto que Díaz no supo escribir. De haber cedido el poder, un sector de la clase media se habría incorporado a la vida política impulsando por la vía de la reforma (no de la revolución) los necesarios cambios sociales: sindicalismo libre, control de los recursos naturales, edu-cación masiva, incluso una reforma agraria (aunque es probable que la

situación en Morelos habría encontrado fuertes re-

sistencias). En cual-quier caso, inha-

bilitar a Reyes y enviarlo al exilio fue el segundo y definitivo error histórico de Por-

firio Díaz.La anticlimáti-

ca vuelta de Reyes en 1911 y su injustificable

rebelión contra Madero fueron intentos desesperados por regresar las manecillas del reloj. Tal vez pagó su servilismo a Díaz con su martirio.

Nos queda un consuelo: de haber sido presiden-te, acaso su hijo Alfonso no habría sido el mara-villoso escritor que fue.

(Letras Libres, 20 de julio de 2015. Edición Comunicante).

“Ese gallo quiere ‘maiz’”, Díaz

refiriéndose a los periodistas críticos al

régimen

“Perro con hueso en la boca, ni

muerde ni ladra”

“El único pecado de Porfirio Díaz fue envejecer”, dicho por Álvaro Obregón