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1 Cómo llevarnos bien con los demás (Mateo 7.3–12) Con la lección titulada «No juzguéis», dimos comienzo a un estudio de Mateo 7.1–12, un pasaje que nos enseña (entre otros principios) a llevarnos bien con los demás. 1 Prometí extraer del texto seis sugerencias acerca de las relaciones interpersonales. La primera sugerencia fue la siguiente: Tenemos que dejar de tener un espíritu de juicio. En relación a este principio, propuse que Jesús estaba desalentando por lo menos cinco prácticas comunes, a saber: Dejar que nuestros antecedentes, prejuicios y preferencias influyan en nuestros juicios. Hacer juicios apresurados, sin tratar de contar con todos los hechos ni conocer todas las circunstancias. Hacer juicios sobre los motivos de los demás. Interpretar de la peor manera posible lo que hacen las personas, en lugar de interpretarlo de la mejor manera. Ser severos, implacables y extremadamente críticos en los juicios que hacemos, en lugar de atemperarlos con misericordia y amor. Los anteriores son defectos universales. Es probable que usted conozca a alguien que sea culpable de todos ellos, ¿verdad que sí? Después de haber hecho la pregunta ante- rior, permítame disculparme. Fue una pregunta tramposa. Si pensó en alguien, puede que usted haya juzgado a esa persona. Probablemente, como mínimo, le hice culpable de aplicar 7.1, 2 a alguien más y no a sí mismo. Lo hice deliberadamente para introducir el segundo principio en cuanto a llevarnos bien con los demás. 1 La lección «No juzguéis» apareció en la edición anterior, «El Sermón del Monte, núm. 2». HAGA LOS CAMBIOS NECESARIOS (7.3–5) Si lo que deseamos es llevarnos bien con los demás, nuestro principal interés tiene que ser el hacer los cambios necesarios en nuestras propias vidas. Cuando se trata de la necesidad de cambiar, por lo general, preferimos poner la mirada en los demás, en lugar de ponerla en nosotros mismos. Jesús lo entendía, pues dijo: ¿Y por qué miras la paja 2 que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga 3 que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano (vers. os 3–5). Este pasaje tiene un toque humorístico. Trate de imaginar a un hombre de cuyo ojo sale un enorme tronco, mientras forcejea para posicionarse y poder ver una paja en el ojo de otro hombre. (¿Logra ver usted el enorme tronco oscilando de un lado a otro, mientras las personas a su alrededor tienen que agacharse para evitar ser golpeados en la cabeza?) Jesús deseaba que viéramos lo ridículo que es que actuemos como jueces cuando nosotros podríamos estar en peores condiciones que aquellos a quienes estamos juzgando. 4 Puede que Cristo haya estado pensando en la hipocresía de los escribas y los fariseos, sin embargo, 2 La KJV consigna «mota», palabra antigua que quiere decir «una partícula muy pequeña». (The American Heritage Dictionary , 4ª ed. [2006], s. v. “mote” [«mota»]). 3 Hay quienes creen que esta palabra se refiere al madero que sostenía una casa, o a la viga que sostenía el techo. De cualquier modo, se trataba de una enorme pieza de madera. 4 Un hombre con un tronco en el ojo, que le ofrece ayuda a otro con una paja en el ojo, es más o menos equivalente a que yo trate de ayudarle a alguien a que le crezca el cabello. (Sucede que soy «calvo por delante» [Levítico 13.41].)

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Cómo llevarnos bien con los demás

(Mateo 7.3–12)

Con la lección titulada «No juzguéis», dimos comienzo a un estudio de Mateo 7.1–12, un pasaje que nos enseña (entre otros principios) a llevarnos bien con los demás.1 Prometí extraer del texto seis sugerencias acerca de las relaciones interpersonales. La primera sugerencia fue la siguiente: Tenemos que dejar de tener un espíritu de juicio. En relación a este principio, propuse que Jesús estaba desalentando por lo menos cinco prácticas comunes, a saber:

Dejar que nuestros antecedentes, prejuicios y •preferenciasinfluyanennuestrosjuicios.Hacer juicios apresurados, sin tratar de •contar con todos los hechos ni conocer todas las circunstancias.Hacer juicios sobre los motivos de los •demás.Interpretar de la peor manera posible lo que •hacen las personas, en lugar de interpretarlo de la mejor manera.Ser severos, implacables y extremadamente •críticos en los juicios que hacemos, en lugar de atemperarlos con misericordia y amor.

Los anteriores son defectos universales. Es probable que usted conozca a alguien que sea culpable de todos ellos, ¿verdad que sí?

Después de haber hecho la pregunta ante-rior, permítame disculparme. Fue una pregunta tramposa. Si pensó en alguien, puede que usted haya juzgado a esa persona. Probablemente, como mínimo, le hice culpable de aplicar 7.1, 2 a alguien más y no a sí mismo. Lo hice deliberadamente para introducir el segundo principio en cuanto a llevarnos bien con los demás.

1 La lección «No juzguéis» apareció en la edición anterior, «El Sermón del Monte, núm. 2».

Haga los cambios necesarios (7.3–5)Si lo que deseamos es llevarnos bien con los

demás, nuestro principal interés tiene que ser el hacer los cambios necesarios en nuestras propias vidas. Cuando se trata de la necesidad de cambiar, por lo general, preferimos poner la mirada en los demás, en lugar de ponerla en nosotros mismos. Jesús lo entendía, pues dijo:

¿Y por qué miras la paja2 que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga3 que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano (vers.os 3–5).

Este pasaje tiene un toque humorístico. Trate de imaginar a un hombre de cuyo ojo sale un enorme tronco, mientras forcejea para posicionarse y poder ver una paja en el ojo de otro hombre. (¿Logra ver usted el enorme tronco oscilando de un lado a otro, mientras las personas a su alrededor tienen que agacharse para evitar ser golpeados en la cabeza?) Jesús deseaba que viéramos lo ridículo que es que actuemos como jueces cuando nosotros podríamos estar en peores condiciones que aquellos a quienes estamos juzgando.4

Puede que Cristo haya estado pensando en la hipocresía de los escribas y los fariseos, sin embargo,

2 La KJV consigna «mota», palabra antigua que quiere decir «una partícula muy pequeña». (The American Heritage Dictionary , 4ª ed. [2006], s. v. “mote” [«mota»]).

3 Hay quienes creen que esta palabra se refiere almadero que sostenía una casa, o a la viga que sostenía el techo. De cualquier modo, se trataba de una enorme pieza de madera.

4 Un hombre con un tronco en el ojo, que le ofrece ayuda a otro con una paja en el ojo, es más o menos equivalente a que yo trate de ayudarle a alguien a que le crezca el cabello. (Sucede que soy «calvo por delante» [Levítico 13.41].)

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las verdades del pasaje nos condenan a todos. ¡Qué fácil es ver las faltas de los demás, mientras pasamos por alto las nuestras! Piense en la historia del rey David en 2º Samuel. David cometió adulterio con Betsabé y luego hizo que mataran al esposo de esta (11.1–17). Cuando Natán fue a David y le contó el relato del hombre rico que mató la oveja del hombre pobre, David quería «ahorcar» al ofensor5 (12.1–6). Sin embargo, cuando Natán dijo: «Tú eres aquel hombre» (12.7a), en lugar de un ahorcamiento, Da-vid estaba preparado para tener un culto de oración (12.13; Salmos 51; 32). En lo que respecta a llevarse bien con los demás, Jesús quiere que primero nos examinemos a nosotros mismos para ver qué cambios necesitamos hacer nosotros.

Por cierto, la primera parte de Mateo 7.3 puede agregar otro punto a la lista de las prácticas relacionadas con el espíritu de juicio que eran cen-suradas por Cristo. La palabra griega que se traduce como «mirar» (ble÷pw, blepo) tiene una «mayor vi-vacidad» que la palabra usual para «ver», y expresa «una contemplación más absorta y seria».6Significaescudriñar, examinar con detenimiento. Una paja no es fácil de ver. Cuando alguien le dice: «Tengo una paja en el ojo», es probable que no pueda verla amenos que haya suficiente luz ymiremuydecerca. Por lo tanto, podríamos añadir la siguiente característica, demasiado frecuente, a la lista de los malos hábitos en cuanto a hacer juicios: Buscar lo peor de las personas en lugar de lo mejor, esmerarse en examinar cada palabra y acción, en un intento por encontrar alguna falta para criticar. Así fue como los escribas y los fariseos estaban tratando a Jesús.

Muchos comentaristas y algunos traductores creenqueCristousólasfigurasdela«paja»y la«viga» porque estos elementos tienen la misma composición. Una es muy pequeña y la otra es muy grande, sin embargo, ambas podrían haber estado compuestas de madera. La NIV consigna «una viruta de aserrín» y «una tabla».

La posibilidad de que la paja y el tronco se com-pongan del mismo material hace pensar en algunas ideas interesantes. Es un hecho de la naturaleza humana que a menudo somos muy susceptibles a las faltas de los demás, que también tenemos en nuestra propia vida. Los sicólogos le llaman a esto «proyección», a saber: proyectar en la vida de los demás lo que vemos en la nuestra. Asumimos que

5 Estaba listo para hacer que le dieran muerte.6 W. E. Vine, Merrill F. Unger y William White, Jr., Vine’s

Complete Expository Dictionary of Old and New Testament Words (Diccionario expositivo completo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento de Vine) (Nashville: Thomas Nelson Publishers, 1985), 59.

todo el mundo es como nosotros, que otros piensan y sienten igual que nosotros. También es un hecho que nuestros propios pecados, por lo general, no nos parecen tan malos como los mismos pecados en la vida de otros. En sus muy famosas «conjuga-ciones emotivas», Bertrand Russell ilustró la man-eracomovemoslassituaciones:«Yosoyfirme;túeres obstinado; él es un tonto cabeza dura. Yo lo he reconsiderado; tú has cambiado de opinión; él ha retirado su palabra».7 Si desea un ejemplo bíblico de esto, lea la historia de Judá y su nuera Tamar (Génesis 38). Cuando a Judá se le dijo que Tamar «[había] fornicado» y que «[estaba] encinta», él estuvo dispuesto a hacer que la mataran (vers.º 24); sin embargo, cuando Tamar probó que Judá era el padre de la criatura (vers.º 25), no se volvió a tocar el tema de la pena capital (vers.º 26).

Si Cristo deliberadamente ilustró lo que deseaba transmitir con dos artículos hechos de madera, ten-emos entonces la absurda situación de un hombre con un pecado del tamaño de un tronco, actuando como si fuera superior al hombre que tiene el mismo pecado, pero del tamaño de una paja. Pablo escribió sobre esta clase de inconsecuencia en Romanos 2.1–3, diciendo:

Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo. Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad. ¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios?

¿Cómo caracterizó Jesús a los que actuaban de esta manera? Jesús no se anduvo con rodeos; en la primera parte de Mateo 7.5, dijo: «¡Hipócrita!». Ser hipercríticos nos vuelve hipócritas. Si continuamente estamos criticando a los demás, estamos dando a entender que nuestro expediente está limpio, que nuestra vida es recta; de otro modo, no estaríamos en condiciones de juzgar. Al mismo tiempo, tenemos estos postes telefónicos8 saliendo de las cuencas de nuestros ojos.

Como ya lo dije y lo repito, cuando de juzgar se trata, tenemos que comenzar con nosotros mismos. Jesús dijo: «saca primero la viga de tu propio ojo». Es fácil confesar los pecados de otros; es difícil confesar nuestros propios pecados. Pablo alentó

7 Bertrand Russell, «Brains Trust», radio difusión de la BBC, 26 de abril de 1948 (www.stoneforest.org/critical.html.; Internet; consultado el 6 de mayo de 2008).

8 Un poste telefónico es un «tronco» o «viga» que conocen mis oyentes. Use un término que conozcan sus oyentes.

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el que nos examináramos a nosotros mismos, en diferentes contextos: «Examinaos a vosotros mis-mos […] probaos a vosotros mismos» (2ª Corintios 13.5); «… pruébese cada uno a sí mismo»; «Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados» (1ª Corintios 11.28, 31). Es posible aplicar de manera especial Romanos 14.13. La traducción de Phillips consigna este versículo de la siguiente manera: «Por lo tanto, dejemos de estar lanzándo-nos miradas críticas unos a otros. Si hemos de ser críticos, seamos críticos de nuestra propia conducta, y cerciorémonos de no estar haciendo nada que haga tropezar o caer al hermano» (énfasis nuestro).

Aun cuando se trata de examinarnos a nosotros mismos, no está de más usar un poco de sentido común. No estamos hablando de una malsana ob-sesión con fracasos y debilidades personales, lo que Warren W. Wiersbe ha llamado «una perpetua autopsia».9 Sin embargo, si deseamos llevarnos bien con los demás, nuestro primer interés tiene que ser en hacer cambios necesarios en nuestra propia vida. Si comenzamos con nosotros mismos, estaremos menos predispuestos a tener un espíritu de juicio. Tenemos que esforzarnos por quitar todos los pecados tamaño viga de nuestras vidas, sin embargo, el contexto indica que es el pecado tamaño viga por tener un espíritu de juicio el que necesita ser quitado.

Ahora podríamos dejar los versículos 3 al 5, pues ya hemos abarcado el énfasis primordial de losmismos;sinembargo,hayunaverdadalfinalde la sección que no quiero dejar pasar.

ayude a los demás con Humildad y sensibilidad (7.5b)

Si verdaderamente amamos a alguien y vemos pecado en su vida, trataremos de ayudarle a eliminar ese pecado.10 Esto es lo que se encuentra implícito en la última parte del versículo 5: Después de que Jesús mandó a cada uno sacar primero la viga de su propio ojo, dijo: «entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano» (énfasis nuestro). Jesús dijo que nuestra más alta prioridad es ocu-parnos de nuestros propios pecados, sin embargo, no prohibió que le ayudáramos a un hermano con sus pecados, una vez que nuestras vidas lleven un buen rumbo.11 Hay muchos pasajes que enseñan

9 Warren W. Wiersbe, The Bible Exposition Commentary (El comentario de exposición bíblica), vol. 1 (Wheaton, Ill.: Victor Books, 1989), 29.

10 Estoestáimplícitoenunadelasdefinicionesclásicasdel amor: «El amor busca lo mejor para el ser amado». El verdadero amor no puede desentenderse del pecado de un ser querido, pecado que puede condenar su alma. Vea también Mateo 18.15.

11 Se podría trazar un paralelo con Mateo 5.23–24, donde

sobre la necesidad de ayudar a otro a eliminar el pecado de su corazón y de su vida:

Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, con-siderándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo (Gálatas 6.1, 2).

Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados (Santiago 5.19, 20).

La ilustración de Jesús de la paja en el ojo, que se recoge en Mateo 7.3–5, destaca la necesidad de ayudar. El globo ocular y los párpados son extremadamente sensibles. Aun la más diminuta paja en el ojo es algo serio. Si usted tiene hijos, es probable que haya percibido la angustia en la voz cuando uno de ellos clama, diciendo: «¡Tengo algo en el ojo!».

La ilustración también indica la actitud que debe adoptar el que da la ayuda. Si yo tengo algo en el ojo y usted se ofrece ayudarme a sacarlo, desearé que sea cuidadoso y comprensivo como nunca. Así de sensibles debemos ser al tratar a los demás. Pablo dijo que a tal persona se le ha de restaurar «con espíritu de mansedumbre» (Gálatas 6.1; énfasis nuestro).

Todos somos pecadores ante la presencia de un Dios santo, ante el cual compareceremos un día para ser juzgados. Todos necesitamos de ayuda espiri-tual, por lo tanto, estemos dispuestos a ayudarnos unos a otros; sin embargo, al hacerlo, brindemos la ayuda con cuidado y compasión.

reconozca que cada quien es diferente, y aprenda a tratar

con los que son difíciles (7.6)Hemos llegado al versículo sobre los «perros»

y los «cerdos» (vers.º 6). He aquí un enigma: Este versículo parece contrario al espíritu de lo que Jesús había estado diciendo. ¿Deberíamos andar llamán-doles a los demás «perros» y «cerdos»? Creo que Cristo añade esta declaración para equilibrar lo que acababa de decir. No hemos de ser hipócritas, criti-cones, que se erigen a sí mismos como inspectores de defectos; sin embargo, tampoco hemos de ser ingenuos. Dios nos dio un sentido común y espera que lo usemos al tratar con las personas. No hemos

Jesús dijo: «… reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda». El propósito de Cristo no era desalentar las ofrendas; más bien, estaba recalcando lo que se necesitaba hacer antes de presentar una ofrenda.

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de ser insensibles ni hipercríticos, pero tampoco hemos de ser descuidados ni ingenuos.

Si Jesús nos hubiera dado solamente los ver-sículos 1 al 5, podría habernos dejado vulnerables, con temor de hacer algún juicio, pues podríamos equivocarnos, y no quisiéramos que tal juicio nos atormente.En el versículo 6, noobstante, infirióque tenemos que hacer ciertos juicios acerca de los demás, e ilustró esta verdad haciendo referencia a los perros y a los cerdos, diciendo: «No deis lo santo12 a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen».

Antesdeanalizarelsignificadodelaspalabrasde Cristo, necesitamos entender la naturaleza de los perros y de los cerdos, especialmente en aquellos tiempos. Ambos eran considerados ani-males inmundos según la ley de Moisés.13 Al leer «perros», no crea usted que se trataban de mascotas consentidas como las que algunos tienen, sino de carroñeros agresivos, salvajes y sucios que andaban en manadas. El término «perros» se usa a veces en la Biblia como metáfora de los pecadores (Mateo 15.26; Filipenses 3.2; Apocalipsis 22.15). En la men-talidad judía, el cerdo era la representación misma de la inmundicia. En vista de esto, es probable que la mayoría de los cerdos, o tal vez, todos, eran los que andaban a sus anchas por Palestina.

Esto último es lo que muchos comentaristas no toman en cuenta. En su esfuerzo por explicar el versículo 6, dicen que la expresión «se vuelvan y os despedacen» tiene que ser una referencia a los perros, no a los cerdos. Puede que tal sea el caso,14 pero insistir en cuanto a que los cerdos no pueden despedazarnos, revela cuánto ignoran sobre los cer-dos. No han estado cerca de una puerca que tratará de arrancarle la pierna a quien sea, si cree que se ha acercado mucho a sus cerditos recién nacidos. No conocen la agresividad de los cerdos salvajes que, comparativamente, se cuentan entre las más peligrosas criaturas.15

12 Algunos han sugerido que, en lugar de «lo santo», la palabra en el texto debe ser traducido como «pendiente o arete», pero «el texto es aceptable [y comprensible] tal como está» (Robert H. Mounce, Matthew [Mateo], New Interna-tional Biblical Commentary [Peabody, Mass.: Hendrickson Publishers, 1991], 65).

13 El cerdo fue designado específicamente como «in-mundo» (Levítico 11.7), el perro era «inmundo», ya que no tiene la pezuña dividida y tampoco rumia (vers.os 3, 4).

14 Muchos estudiosos están convencidos de que Mateo 7.6 es un ejemplo de paralelismo invertido, en el que la últimaparte(«sevuelvanyosdespedacen»)serefierealaprimera parte («los perros»).

15 Donde vivo, podemos hablar del famoso razorback de años pasados. En otros lugares, los predicadores pueden

Teniendo presente la actitud de los perros y de los cerdos, mire nuevamente el versículo 6. Jesús presentó una vez más escenas de lo ridículo. Habló primero de dar «lo santo a los perros». No hay manera de que un perro cruzado aprecie lo santo o lo sagrado. Hay quienes creen que el pasaje se refierea la impensable situaciónen laqueunsacerdotetomaracarnedelaltardelossacrificiosy la arrojara a una manada de perros. Es algo que jamás se haría.

Luego, Jesús hizo referencia a «[echar] perlas delante de los cerdos». Del mismo modo que los perros no pueden apreciar lo santo, tampoco los cerdos apreciarían jamás las perlas. Tan pronto descubrían que las perlas no eran alimento (y tal vez habiéndose quebrado un diente tratando de comerse las gemas), estarían en efecto dispuestos a volverse y despedazar a quien se las dio. Recuerdo hace mucho tiempo cuando me levantaba antes del amanecer para alimentar a los cerdos. En el momento que los cerdos me oían mezclándoles su alimento en un viejo cubo de metal, se desquicia-ban. Al acercarme a su corral pegaban chillidos y todos se encaramaban unos sobre otros. Me costaba vaciarles el alimento en su comedero, dentro del cual invariablemente había por lo menos tres o cuatro cerdos hambrientos. Puedo asegurarle que si en aquel comedero yo hubiera vaciado perlas, en lugar de una mezcla de granos molidos con leche, apenas los cerdos lo notaran, ¡habría orado para que la cerca pudiera contenerlos!

Ahora tenemos que preguntar: «¿Quiénes son los “perros” y los “cerdos” a quienes Jesús se re-firió?».Esunapreguntaqueserespondemejoralpreguntar primero: «¿Qué es “lo santo” y qué son “lasperlas”?».Jesússerefirióalreino(laiglesia)como la «perla preciosa» (Mateo 13.45–46; énfasis nuestro). Al mensaje acerca del reino (la iglesia) se le llama las buenas nuevas —el evangelio— (vea Mateo 4.23; 9.35; 24.14). La Palabra de Dios es santa (Romanos 1.2; 2ª Pedro 2.21), y a ese mensaje santo selerefierecomoaun«tesoro»(2ªCorintios4.7).

Siendo así todo lo anterior, la mayoría de los comentaristas creen que Cristo estaba advirtiendo acerca de dar la Palabra a individuos que no tienen aprecio de lo espiritual, a saber:

los que continuamente desechan la verdad, •aquellos para los que el evangelio es «locura» •(1ª Corintios 1.18, 23; 2.14),la clase de personas de las cuales se habla •en Tito 1.15, «los corrompidos e incrédulos»,

referirse al jabalí, al saíno o al pecarí.

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cuya mente y conciencia «están corrompi-das».

Puede que Jesús haya tenido presente a los escribas y los fariseos que rehusaban aceptar Sus palabras. A algunos comentaristas les ofende esta interpretación del versículo 6,16 sin embargo, yo creo que es la explicación más sencilla del pasaje, y que es congruente con otros pasajes de la Escritura. Cuando Jesús dio «la comisión limitada», les dijo a Sus discípulos que cuando fueran rechazados, habían de sacudir el polvo de su calzado17 y seguir adelante (Mateo 10.13–14).18 Cada vez que los judíos rechazaban el mensaje de Pablo, este se volvía a los gentiles (Hechos 13.44–51; 18.5, 6; 19.9; 28.17–28).

Es un juicio difícil de hacer. No tenemos el derecho de decidir de antemano que alguien es un «perro» o un «cerdo». El amor siempre cree lo mejor, y deberíamos darle a todo el mundo la oportuni-dad de oír el evangelio (Mateo 28.18–20; Marcos 16.15–16). Por otro lado, si continuamente tratamos de enseñar a alguien y somos rechazados continu-amente, en algún momento, el sentido común y el principio de ser buenos administradores de nuestro tiempo dirán: «Deja de echar tus perlas delante de los cerdos y busca a otro a quien enseñar».

Sin embargo, el punto principal que deseo re-saltar en este momento, es que, en las ilustraciones que usa Jesús en 7.1–12, Este aclaró que tenemos que relacionarnos con muchas clases diferentes de personas, y que tenemos que aprender a tratarlas según corresponda. Nos encontraremos con per-sonas sufriendo con pajas en sus ojos, individuos que merecen nuestro amor y atención. También nos encontraremos con cerdos y perros a quienes jamás podremos ayudar. Resistirán todos los esfuerzos que hagamos por acercarnos a ellos. Lo único que les interesará de nosotros será determinar cómo despedazarnos. Lo mejor que podemos hacer con estas personas es dejarlas solas.

Considere la ternura que tuvo Jesús para con la mujer que le lavó los pies con sus lágrimas (Lucas 7.36–50) y para con la mujer sorprendida en adulterio (Juan 8.2–11). Haga un contraste entre esto y las duras denuncias que hace de los obstinados escribas y fariseos en Mateo 23. Una y otra vez, dijo:

16 Un documento cristiano primitivo no inspirado, la Didaché, utiliza Mateo 7.6 para enseñar que la Cena del Señor jamás debe ser dada a los no bautizados.

17 Esta era una manera simbólica para indicar «no tendré nada más que ver con usted».

18 Jesús mismo se abstuvo de lanzar Sus perlas a los cerdos. En ocasiones, no respondió a los fariseos (Mateo 15.2, 3; 21.23–27). No le habló a Herodes (Lucas 23.9).

«¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!» (vers.os 13, 14, 15, 23, 25, 27, 29; énfasis nuestro).

Cristo no dijo que les disparáramos a los perros ni a los cerdos. Solo dijo que los dejáramos solos. El consejo de Pablo es apropiado aquí: «Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres» (Romanos 12.18; énfasis nuestro).

tome la decisión de confiar en dios (7.7–11)

Esto nos lleva al gran pasaje sobre el poder de la oración: versículos 7 al 11. La primera vez que leímos estos versículos, podríamos pensar que Jesús había terminado el tema de las relaciones interpersonales. Sin embargo, el versículo después de este pasaje (vers.º 12), hace una transición con las palabras«Asíque»yluegodalainstrucciónfinalsobre cómo llevarse bien con los demás, a saber: la Regla de Oro. Las palabras «Así que» indican que Jesús estaba terminando Su tema —resumiéndolo, llevándoloasufin.Entonces,dealgunamanera,losversículos7al11serefierenaltemageneralencuanto a llevarse bien con los demás. Abordaré de-tenidamente estos versículos en la siguiente lección, «UstedpuedeconfiarenDios».Porelmomento,mipropósito es mostrar cómo encaja este pasaje en el contexto del tema que nos ocupa.

Por un lado, no hemos de tener espíritu de juicio, debemos ser misericordiosos y amables. Por otro lado, no hemos de ser ingenuos; necesitamos saber cuándo sacudir el polvo de nuestros pies. Estos juicios son difícilesdehacer.¿Cómoevitarserfirmescuandodebemos ser tiernos, o evitar ser tiernos cuando debemosserfirmes?Losversículos7al11nosdanlarespuesta:DebemosconfiarenDios:

«Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?».

¡Qué declaraciones más grandes! ¡Dios responde la oración! Del mismo modo que un padre amoroso responde a las necesidades de sus hijos, así también Dios nos responde a nosotros.

Este pasaje se relaciona con el presente tema de varias maneras. Por ejemplo, Dios tiene mise-ricordia de nosotros, y esto lleva implícito que debemos tener misericordia de los demás. Recalca especialmente que podemos acercarnos a Dios con nuestras necesidades, en este caso, la necesidad

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de saber cómo tratar a los demás. En relación con esto, el mensaje es parecido al de Santiago 1.5a: «Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios».

El versículo 11 dice que Dios «dará buenas cosas a los que le pidan». Puedo escuchar a alguien decir: «Una casa más grande sería bueno… o más ropa… o un trabajo mejor remunerado», pero ¿qué son realmente las «buenas cosas»? ¿No son los dones espirituales las mejores cosas? Entre ellas está el espíritu de discernimiento: la capacidad de saber cómo tratar con toda clase de personas. Si usted realmente desea llevarse bien con las personas, si las relaciones son importantes para usted, entonces pasará mucho tiempo orando.

viva de conformidad con la regla de oro (7.12)

Llegamosporfinalversículo12.Esteversículoha sido llamado el punto culminante del Sermón del Monte. Ciertamente, sirve de culminación para el análisis sobre cómo llevarnos bien con los demás. El pasaje comienza diciendo: «Así que,…». En un sentido, resume todo lo que se ha dicho sobre las relaciones humanas en el sermón, sean relaciones con hermanos o con enemigos, con amigos o con ad-versarios. Concretamente, resume todo lo que hemos aprendido en 7.1–11 acerca de cómo llevarnos bien con los demás, diciendo: «Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas». Por lo general, lo expresa-mos así: «Haz con los demás como quieres que los demás hagan contigo». Es probable que esta sea la aseveración más universalmente conocida de Jesús. Casi todo el mundo admira estas palabras; incluso los que no viven de conformidad con el precepto, admiran el principio.

Antes de Jesús, muchos habían expresado el principio del versículo 12 en negativo: «No hagas con los demás, lo que no quieres que los demás hagan contigo». Entre los que así lo expresaron se encuentran: Sócrates, Aristóteles, Hillel (el conocido maestro judío), Confucio y Buda. No obstante, Jesús fue el primero en expresarlo positivamente: «Haz con los demás…». Todo cambia cuando se pasa del enfoque negativo al positivo. La aseveración nega-tiva era más que todo una cuestión de protección de uno mismo, mientras que la positiva es una cuestión de olvido de uno mismo. Es posible cumplir con la negativa no haciendo nada,19 mientras que solo se

19 Los «cabritos» de Mateo 25 podrían haberse salvado en base a la expresión negativa de la regla (vers.os 31, 32, 41, 42).

puede cumplir con la positiva, haciendo el bien. Ni siquiera se tiene que ser religioso para cumplir con lafilosofíanegativa,puesesunaformanaturalistade ver la vida. Sin embargo, la segunda constituye la base de la religión pura. Jesús dijo: «… esto es la ley y los profetas» (vers.º 12b). La NIV consigna: «… esto resume la ley y los profetas». En otras palabras, la Regla de Oro resume las enseñanzas antiguotesta-mentarias acerca de las relaciones humanas.20

Estepasaje seubica alfinaldel análisispararesumir lo que vino anteriormente, sin embargo, también se encuentra aquí porque enuncia un principio que tiene que ver con numerosas otras situaciones que pueden surgir en las relaciones humanas. Imagínese que usted tuviera un libro que tratara sobre todos los posibles problemas de las relaciones interpersonales. Trate de visualizar cuán grande sería el volumen. Luego, imagine que usted está interactuando con alguien y surge una crisis. Entonces, se entrega usted a la frenética tarea de pasar las páginas del libro para encontrar cómo manejarla. Después de una hora o algo así, encuen-tra la respuesta que necesita y alza sus ojos; la otra persona ya no está. En lugar de darle a usted tal volumen, esto fue lo que en efecto dijo Jesús: «He aquí cómo manejar esa o cualquier crisis: Pregúntese, “¿Y qué tal si la situación fuera al revés? ¿Cómo querría que me trataran?”. Entonces, trate de esa forma a la otra persona».

¡Qué sencillo es y, sin embargo, qué profundo! ¿Puede usted imaginarse cómo serían las cosas si todo en la vida se condujera sobre este fundamento? ¿Qué tal si todos los negocios se llevaran de esta forma? ¿Qué tal si todos los hogares, todas las es-cuelas, todas las naciones, todas las congregaciones, honraran este principio?

Permítame hacer una pausa una vez más para decir que el Señor espera que hagamos uso del sen-tido común. Mateo 7.12 da por sentado que, cuando nos ponemos en el lugar de la otra persona, seremos lo suficientemente buenos como para no desear nada malo, y que seremos suficientemente sabios como para no desear nada insensato.21 De otro modo, el ebrio podría razonar, diciendo: «Lo que yo deseo que la gente me dé es alcohol, así que haré con ellos lo

20 En otra parte, Jesús dijo, en efecto, que el amor al prójimo era un resumen de la ley y los profetas en cuanto a cómo tratar a los demás (vea Mateo 22.37–40). La Regla de Oro nos ofrece una guía práctica a usar cuando amamos a nuestro prójimo.

21 Adaptación de J. W. McGarvey y Philip Y. Pendleton, The Fourfold Gospel or A Harmony of the Four Gospels (El evangelio en cuatro partes o armonía de los cuatro evangelios) (Cincinnati: Standard Publishing Co., 1914), 265.

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que quisiera que hicieran conmigo: le daré a todo el mundo bebidas alcohólicas». Para usar una ilus-tración personal, yo podría razonar, diciendo: «Me gusta comer hígado con cebolla,22 así que la próxima vez que tenga que preparar una comida, cocinaré hígado con cebolla para mi esposa» —a pesar del hecho de que ella aborrece tal comida.

Sin embargo, creo que la mayoría de nosotros entiende de qué trata la Regla de Oro. El pasaje hace referencia a verdades generales que aplican a todas las personas. Todos deseamos ser tratados con ternura y compasión, así que debemos tratar a los demás de este modo. Nos gusta que se nos aprecie, así que debemos expresar aprecio por los demás. Queremos que los demás piensen lo mejor de nosotros, esto es, que interpreten de la mejor manera posible lo que hacemos, así que debemos hacer lo mismo por ellos. La lista puede ampliarse. Queremos que los demás traten de entendernos, que cubran nuestros errores con el manto de la bondad, que nos perdonen, por lo tanto, tratemos a las personas de la misma manera como nos gustaría que nos traten a nosotros.

¿No sería maravilloso si viviéramos en un mundo en el que todos trataran a los demás así? ¿No sería maravilloso si nosotros tratáramos a todo el mundo así?

conclusiónHe oído que a Gandhi23 le impresionó inicial-

mente el cristianismo, especialmente las grandes enseñanzas que se encuentran en el Sermón del Monte, incluida la Regla de Oro. Cuando se le preguntó por qué no era cristiano, respondió con tristeza que no había visto a un solo cristiano que viviera de acuerdo con esos principios. ¿Vivo yo de acuerdo a los principios que hemos estudiado? ¿Y usted?

Mateo 7.1–12 es seguido por estas conocidas palabras:

Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan (vers.os 13, 14).

¿Será justo sugerir que la puerta es tan estrecha

22 El hígado (sea de ternera o de cerdo) cocinado con cebolla, es un plato bastante común en los Estados Unidos. A algunos les gusta esta olorosa combinación, pero hay otros que la detestan.

23 Mahatma Gandhi (1869–1948), dirigente del movi-miento nacionalista de la India, fue uno de los líderes más influyentesdelsigloveinte.

que solamente dejará entrar a…

los que no tienen espíritu de crítica?•los que primero se preocupan por hacer •cambios en su propia vida?los que cuyo esfuerzo por ayudar a otros se •caracteriza por la humildad y sensibilidad?los que reconocen que todos somos difer-•entes y que han aprendido a lidiar con quienes son difíciles?losquehantomadoladecisióndeconfiar•en Dios?los que viven de conformidad a la Regla •de Oro?

Sí, yo sé que Mateo 7.13, 14 tiene que ser aplicado a más que las relaciones humanas, sin embargo, no hay duda de que incluye lo presente. ¡Qué impor-tante es aprender a llevarnos bien con los demás!

¿No ha tratado a los demás como debió haberlo hecho? Tampoco yo. ¿No es maravilloso saber que Dios, por Su gracia, nos perdonará tales defectos si nos arrepentimos y tomamos la determinación de mejorar en el futuro?24 La presente lección dio inicio con la idea de que primero tenemos que hacer cambios en nuestra propia vida. Es hora de exami-narnos a nosotros mismos. Si su vida está clamando por grandes cambios, y le podemos ayudar, por favor háganoslo saber.

Apuntes para predicar y enseñarCuando use este sermón, sería conveniente en-

fatizar que los cambios que más desesperadamente se necesitan son los cambios espirituales. Dígales a los no cristianos cómo ser salvos (Juan 3.16; Mar-cos 16.16) y a los cristianos extraviados cómo ser restauradosaunavidafielenelcuerpodeCristo(Hechos 8.22; Santiago 5.16).

La Regla de PlataOtras culturas tienen reglas similares a la Regla de

Oro. La Regla de Plata, defendida por el confucian-ismo, dice: «No hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti». La Regla de Plata es un mandamiento pasivo, mientras que la Regla de Oro requiere una respuesta activa de parte de los creyentes.25

24 La determinación de mejorar en el futuro es parte del verdadero arrepentimiento.

25 Larry Calvin, The Power Zone (La zona de poder) (Fort Worth, Tex.: Sweet Publishing Co., 1995), 166.

Autor: David Roper©Copyright 2012, por LA VERDAD PARA HOY

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