Sotelo Fuentes

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Capítulo 1 : la revolución al rosismo: diarios, memorias y autobiografías de algunos protagonistas (1810-1835) Griselda Sotelo

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Sotelo, Griselda: “De la revolución al rosismo: diarios, memorias y autobiografías de algunos protagonistas (1813 – 1835) en Fradkin, R y Gelman, J. Doscientos años pensando la Revolución de Mayo (Buenos Aires, Sudamericana, 2010). Pág. 30 - 125

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Capítulo 1

: la revolución al rosismo: diarios, memorias

y autobiografías de algunos protagonistas

(1810-1835)

Griselda Sotelo

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i ~ H n 1826 el Poder Ejecutivo Nacional envió al Congreso C o n s -

M J tituyente u n proyecto que tenía por propósi to la creación de

u n m o n u m e n t o conmemorativo de la Revolución de Mayo.

Este hecho abrió u n debate en el seno del Congreso y en la

prensa sobre cuáles eran los nombres que debían figurar en el

m o n u m e n t o como protagonistas de la revoluc ión . 1 Estas dife

rencias, sin embargo, coexistían con u n amplio consenso sobre

algunos aspectos centrales para caracterizar el acontecimiento

que l laman la atención por lo distantes de la imagen que, con

posterioridad, c o m p o n d r í a n los relatos históricos sobre el

m i s m o . E n primer lugar, había u n acuerdo sobre su principal

objetivo: la libertad y la independencia de los pueblos de Amé

rica, no m e n c i o n á n d o s e en ningún m o m e n t o la preexistencia

de u n a nacionalidad argentina. E n segundo lugar, se entendía

que el proceso había tenido por causa u n a mezcla de azar y

aprovechamiento de la oportunidad abierta por el contexto de

crisis de la corona española ante las invasiones napoleónicas .

Este debate q u e d ó finalmente inconcluso debido a la disolu

ción del Congreso y, al poco tiempo, a la conclusión del inten

to de centralización política, el úl t imo de este tipo hasta la

caída de Rosas en 1852.

Desde la disolución del lazo colonial , las Provincias U n i d a s del

Río de la Plata h a b í a n vivido u n proceso de crisis política en el

U n análisis de este debate en Wasserman 2001.

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cual se dir imieron las bases del nuevo poder. E n consecuencia

se vieron constantemente frustrados los intentos por construir

y legitimar u n Estado que abarcase a la mayor parte de los pue

blos que habían pertenecido al Virreinato del Río de la Plata

ante u n a realidad en la cual, en cambio, se consol idaron nue

vas soberanías a u t ó n o m a s que conformaron las provincias. E n

este convulsionado contexto se inscriben los primeros relatos

sobre la Revolución. Queremos remarcar que, al igual que en el

caso del debate de 1826, los textos seleccionados nos presentan

u n conjunto de problemas e imágenes — q u e refractan este pro

ceso abierto por sucesos de u n a evidente cercanía temporal

para autores que fueron par t í c ipes— m u y distintos a aquellos

que posteriormente, ya a partir de la consol idación del régimen

rosista en Buenos Aires y al surgimiento de la generación ro

m á n t i c a (los cuales se verán en la siguiente selección) , confor

m a r í a n las primeras versiones manifiestamente históricas sobre

aquel pasado.

Los textos aquí presentados tienen por tanto una característica

fundamental que los diferencia del resto de los seleccionados

en este libro: por tratarse de escritos producidos por protagonis

tas y testigos de los acontecimientos revolucionarios, son testi

monios de primera mano . Así, muchos buscan el objetivo de

justificar acciones en las que cumplieron algún rol o se incl inan

partidariamente por algunos personajes o grupos de acuerdo

con sus afinidades políticas. U n a clara muestra es la biografía

que Manuel Moreno escribe sobre su hermano Mariano, la cual

tiene el propósi to de encarnar la revolución en su figura, en

contraposición a la de Cornel io Saavedra. Todos los autores de

esta primera selección reconocen su cercanía con los hechos re

latados, y esto es además evidente por la forma de diarios, bio

grafías y memorias que tomaron sus escritos. La única excep

ción es la de T o m á s G u i d o , que escribió su Reseña Histórica en

1855 con expresas intenciones de producir u n relato de tipo

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histórico y a quien, si b ien podría formar parte del grupo si

guiente, se lo incluye aquí debido a su reconocida participación

en el proceso revolucionario.

Los pasajes seleccionados en este primer capítulo pertenecen a

u n conjunto amplio y heterogéneo de autores que dividimos en

dos partes, considerando el m o m e n t o en que escribieron sus

obras. La primera está integrada por quienes lo hicieron al calor

de los acontecimientos o en fechas muy cercanas. Es, por ejem

plo, el caso del texto de Manuel Moreno, publicado en Londres

en 1812, o el del D e á n Gregorio Funes, de 1816. T a m b i é n el de

Manuel Belgrano, cuya autobiografía data de 1814, aunque fi

nalmente fue publicada m u c h o m á s tarde. Los de la segunda

parte, en cambio, escriben en u n momento posterior, cuando la

interpretación sobre la revolución se encuentra permeada por

u n a visión crítica acerca de u n a actualidad que se presenta

como consecuencia no querida del proceso abierto en 1810. Es

el caso de los escritos de Cornel io Saavedra, José María Paz, Ig

nacio Núñez, Francisco Saguí y T o m á s de Iriarte.

U n caso particular es el de Juan Manuel Beruti, quien escribió

u n diario que abarca ambos períodos, ya que va desde 1790

hasta su muerte en 1856. Lo interesante aquí es que pueden

verse con claridad, en u n m i s m o texto, ciertos cambios en la

percepción general sobre la revolución que encontramos por

separado en los dos grupos anteriores. Así, mientras el primer

grupo hizo en sus escritos u n a condena del per íodo colonial , y

resaltó los factores externos como causantes de la revolución, el

segundo se inclinó a compartir u n a visión negativa del proceso,

debido sobre todo al faccionalismo posterior, al que en general

le dan u n a fecha de nacimiento: la asonada del 5 y 6 de abril de

1811, primer acontecimiento donde, movil izados por los alcal

des de barrio, sectores populares de la c a m p a ñ a de Buenos

Aires presentaron u n petitorio a las autoridades, en contra de la

orientación morenista del gobierno. E n el diario de Beruti, en-

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tonces, se condensan estas dos visiones, percibiéndose la trans

formación del opt imismo inicial en u n marcado pesimismo a

medida que avanzan los sucesos.

Mención aparte merece el Diario de un soldado, ya que descono

cemos quién lo escribió, y comprende u n lapso m u y breve,

desde 1806 hasta 1810 ( interrumpiéndose el relato el 18 de

mayo) . E n este caso, aún cuando ni siquiera llegaron a relatarse

los sucesos de la revolución (aunque sí otros previos de gran

importancia para aquéllos) , consideramos que se trata de u n a

fuente de gran valor, ya que se presume que fue escrito por u n a

persona que no formaba parte de la élite, a diferencia de los au

tores nombrados que pertenecían a sectores letrados, militares y

comerciantes. E l estilo de este diario difiere por completo del

resto, caracterizándose principalmente por sus rasgos de orali-

dad, otra pista que nos guía a pensar que no tenía vinculación

con los grupos más ilustrados de la sociedad de su tiempo.

Para concluir, cabe destacar algunos elementos presentes en

todos estos relatos. E n primer lugar, el papel asignado a las i n

vasiones inglesas como precedente inmediato de vital impor

tancia para explicar los sucesos posteriores. E n segundo lugar, el

hecho de que los autores señalen con orgullo el carácter i n

cruento del primer momento de la revolución. E n tercer lugar,

como ya se dijo, la imagen desencantada, sobre todo en los es

critos m á s tardíos del grupo, ante el carácter faccioso desenca

denado por la dinámica política que se abrió a partir de la revo

lución. Finalmente, y tal cual ilustrara el debate de 1826 que

citamos al principio, la concepción de la revolución como u n

acontecimiento en el cual los pueblos americanos se reapropia-

ron de sus derechos soberanos ante la caída de la corona espa

ñola por las invasiones napoleónicas . Así, siguiendo la tradi

ción política pactista, los pueblos a través de sus instituciones

corporativas (los cabildos) reasumían el poder. N i u n principio

de nacionalidad (que resultaría anacrónico buscar en esta

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etapa), ni u n a instancia distinta a la que la propia administra

c ión colonial había creado y señalado jurídicamente como de

tentadora de la soberanía, aparecen por tanto como fuentes de

legitimidad de la ruptura colonial .

Sobre este úl t imo punto vale recordar que toda u n a tradición

historiográfica, que nació u n a generación m á s tarde y cuya ima

gen modél ica construyó Mitre, vio en la revolución la concre

c ión de u n a nacionalidad previamente existente (y a partir de

allí juzgó también el período posterior, s in tomát icamente en

tendido como de " a n a r q u í a " ) . Para esto, se recortaron, reinter-

pretaron y estilizaron los testimonios de los protagonistas,

abriendo feroces debates que, s in embargo, ocultaron elemen

tos centrales para comprender los acontecimientos. Por eso,

a d e m á s del valor testimonial de los textos, tal vez sirva recordar

que estas fuentes históricas no sólo aportan elementos para la

reconstrucción del pasado, sino que también se vinculan a u n

presente que las lee de cierta forma. La invitación a u n a lectura

m á s atenta y crítica c o n relación a aquella en clave nacional no

se debe por tanto a u n a ingenua creencia en la transparencia de

estos relatos, s ino a u n posicionamiento en u n horizonte inter

pretativo distinto que, si bien creemos m á s exacto, fue abierto

ya hace u n b u e n tiempo por historiadores que se distanciaron

de aquel paradigma.

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I . DIARIO DE U N SOLDADO

Sobre el autor

El autor de este diario, que abarca desde 1806 hasta ma-jfO de 1810 (de hecho interrumpe su crónica el 18 de mayo de 1810), es completamente desconocido. El único dato que se tiene lo ofrece en una referencia que hace de sí mismo, el l 5 de enero de 1807 al contar que recibió un convite organiz a d o por el Cabildo y la Real Audiencia, donde revela pertenecer al "5 de Patricios".

La particularidad y la excepcionalidad del texto dentro del acervo documental del período residen en que fue escri-i i ) por alguien que no pertenecía a la élite, a diferencia del resto de los autores tratados en este capítulo. El autor posee una cultura letrada bastante pobre y rudimentaria, su cróni-i .i carece de cualquier pretensión analítica y constituye un i dato día a día de los acontecimientos y de los rumores que circulan entre los habitantes de la ciudad de Buenos Aires.

Diario de un soldado (1960)

El texto Diario de un soldado fue editado por primera vez en 1960 por iniciativa de la Comisión Nacional Ejecutiva

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encargada de las celebraciones del 150° aniversario de la Revolución de Mayo, y forma parte de una colección documental adquirida en 1956 por el gobierno nacional con destino al Archivo General de la Nación.

El mismo narra minuciosamente la llegada de noticias de Europa, los enfrentamientos con los ingleses, los aspectos organizativos de las milicias, los anuncios del Cabildo, los sucesos políticos, etc. La oralidad del texto y la incipiente opinión pública son acaso las principales protagonistas del documento, el cual abunda en el uso de la primera persona del plural así como expresiones como "se dize que", "es noticia y vos cumon de este suceso", "mucho se habla", "eñoro la verdad". Otra cuestión que llama poderosamente la atención es el conocimiento que posee el autor de la situación internacional y, sobre todo, la clara conciencia de que lo que pasa entre las coronas europeas tiene inmediatas repercusiones en el Río de la Plata. Los acontecimientos del Alto Perú y de la Banda Oriental también forman una parte muy importante de sus preocupaciones.

Selección de fragmentos

[El autor describe numerosas intervenciones populares ocurridas luego de las invasiones inglesas. En el relato, el "pueblo" hace su aparición para impedir que Sobremonte siga siendo virrey y encumbrar a Liniers, el "reconquistador" de,Buenos Aires]

(El 14 de agosto de 1806) "Se abrió Cabildo publico adonde concurio toda la Ciudad a tratar/ Si devian rezevir el Si VIIc\ Sobremonte que estava cerca de Lujan en camino | . . I I . I ( . I . I (lapital con 3 mi l cordoveses esta mañana ubo en

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Cabildo unos partidos aunque el populacho quando el Sr. Rejenti Obispo y otros masjistrados se presentaron al Cavil-do digo en su balcón a preguntar al pueblo si eran gustosos que fuesen governados por Sobremonte y viniera a esta ciudad todos respondieron que nó nó nó nó no lo queremos muera ese traidor nos a vendido es desertor en el caso mas peligroso nos a dejado se a uido con 9 mi l onsas de oro queremos a Dn. Santiago Liniers de Virey y si intenta Sobre-monte venir a Governar respondió el pueblo que antes permitirían el pueblo se le cortaran a todos la caveza Viva Viva Viva á nuestro General Liniers tiraron todos el sombrero a el aire que parecía el día /del Juicio de la gritería (. . .)"

(Diario de un soldado 1960: 39)

(El 6 de noviembre de 1806) "Pareze que según dizen que pretende [el Cabildo] que las milicias de Bs. As. estean bajo el mando del Sr. Inspector y el pueblo no pienza en eso ni quiera estar sujetos a ningún mando de oficial veterano y de milizias que Governavan en tiempo de la perdida de Bs. As. de suerte que no asan guardias ni fatigas ni andan abochornados en vista de &cc."

(Diario de un soldado 1960: 72)

(El 6 de febrero de 1807) "En este dia demostró esta capital darse quejosa sobre los echos de S.E. y Real Audiencia Pidió el Pueblo cabildo abierto concurio Gritando la autoridad quitada a S.E. y fuera la Real audiencia omito los de-setinos que en este dia pedian Presto se junto en cánido el Sr. de linier Audiencia cavildo y un cresido N° de vezinos el Sr. obispo a la <La> gritería del Pueblo salió al Balcón el Sr. de liniers a sosegar el Pueblo les dijo que se concedería quanto pedian y que se estava tratando/ acuerdo de lo que justamente pedia y añadiendo la sigurancia de la patria se

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clevia tratar i no de entretenimientos que causavan la Perdida de la capital."

(Diario de un soldado 1960: 140)

[El soldado hace referencia a la defensa de la "patria" y también describe las fiestas populares en ocasión de la jura de Fernando Vi l , luego de rechazadas las invasiones inglesas]

(El 9 de febrero de 1807) "En este dia dizen amanesido varios Pesquinos quitase el Gobierno a Sobremonte. las ca-vezas a 4 oidores meno el Sr. rejente y Plata dentro de unas oras para la seguridad de la patria. Balgame dios se tema a unas fatales fines desta trajedia y Prosimo a ser atacados del Enemigo los ánimos destos abitantes mui desmaiados al ver que se a estado sacrificando con sus fondos y vidas solo para el fin de defender a la patria y aver esperimentado en este tiempo los funestos fines que nos acavan de suseder y desengañar el fruto de todo"

(Diario de un soldado 1960: 141)

(El 21 de agosto de 1808) "En este dia se a echo la Jura de nuestro monarca Sr. Fernando 7 o con toda solemnidad se pusieron Sobre las armas todos los cuerpos ubo Grandas Alegrías y fiestas y todo el Pueblo enlaminado por 13 dias Seguidos y salvas de toda la Artillería de mar y tieras"

(Diario de un soldado 1960: 212)

[En los siguientes fragmentos el soldado da cuenta de un conocimiento muy detallado de la situación internacional, producto de las noticias traídas por los barcos al Rio de la Plata. Se describe la alianza de España, Portugal y Gran Bretaña ante la Francia napoleónica y también se relata la abdicación de Fernando VII en Bayona]

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(El 24 de noviembre de 1806) "Es Notorio sin duda Pofan a mandado fijar en los Parajes públicos de maldona-do unos carteles, su contenido se asa saver a la nación española que la Gran Brataña - España y Portugal se an unidos y declarados enemigos contra / El usurpador de los Reinos Buenaparte que últimamente ententa aserse dueño de la mas parte de España y destronar a la lusitania tengaislo por savidos amados aliados que la Gran Brataña a dispuesto un Exercito de 25 mil hombres para la concervazion de dichos reinos: lusitania y España &cc. esto no se crea sino nos asa antes desconfiar de pofan —core vozes que la Escuadra de pofan a aprasado asa dias un cúter que venia despaña con pliegos de Emportancia. la sarteza asta este dia no se sabe."

(Diario de un soldado 1960: 89)

(El 14 de agosto de 1808) "En este dia se a determinado el dar a saver al Publico el contenido de los Pliegos que se dize en el dia de aier 13. Se dize que son de buenaparte. dando a saver a esta america que femando 7 o havia rennun-ciado en Bonaparte el reyno de España y Bonaparte lo paso a su ermano José y que carlos 4 a y femando 7 o dizen / los ha-vian mandado a París y le ha señalado de 4 a 6 millones de libras francesas para su manutención esta noticia tan funesta a la monarquía Española á causado un trastorno a esta Capital también se dize que Bonaparte a traido a francia al gran Señor de Turquía con engaño pareze que se sospecha del contenido de estos pliegos en este dia se á puesto preso al oficial que los trajo á bordo de la comandata de esta badia."

(Diario de un soldado 1960: 211)

(El 23 de agosto de 1808) "En este dia a llegado una Corbeta procedente de Cádiz que Salió el 24 de Junio con

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pliegos para esta America conducida por un Brigadier caballero cruzado con la favorable noticia que la españa á declarado la guerra a la francia y hecho la paz con la Inglaterra y también que todas las tropas francesas que habia en Portugal y demás partes de <de> españa a sidas degollados que el Rey Nuestro Sr. Fernando 7 o se halla en Baiona pero que estava Seguro y que la guardia Imperial francesa lo guardava (. . . )"

(Diario de un soldado 1960: 212)

[El soldado muestra su desaprobación ante los levantamientos contra la autoridad virreinal sucedidos en Charcas y en La Paz en 1809]

(El 12 de agosto de 1809) "En este dia dizen que llego del perú un estreordinario según core a traido malas noticias que en la paz sucedia lo mismo que sucedió en charcas dios nos de una paz y unión."

(Diario de un soldado 1960: 270)

(El 28 de octubre de 1809) "Se an rezivido noticias del perú por 2 chasques que an entrado oy se dize que las cosas de la Paz y charcas se están acordando piden a la fia de per-don y que ellos an obrado como izo montevideo negar lauto-ridad solecitan Perdón y reconosaran y se someterán a la autoridad Real ven que le van uopas de todas partes conua Ellos."

(Diario de un soldado 1960: 277)

[Sobre la importancia que tenía la religión para el autor]

(El 12 de diciembre del 1806) "Pareze que este jeneral pienza difarente de la promesa de Beresfort. no deja de causar maior santimientos a nuestra Sta. relijion el verse tan cercano a ella un Prafanador della Pidamos a Dios no parmita

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que su santa ley sea Profanada —antes sea venzedora a los que ententan escuraserla—.

el Nuevo General a mandado Publicar en maldonado unas Proclamas asiendo saver a la nación española que venia a protejer la endepandencia y librarlos del Yugo suprimido que traia la orden de su rey de no aseries daño antes les Preo-pmcionaria quanto desearen dizen de Montevideo que a pasado una embajada pidiendo a nuesro Sr. virey le entregua toda la america del Sur pues traia orden de su monarca de tomar posasion della. Y en caso de resistencia usaría toda la reguridad que en estos casos parmita la Güera. Pareze que se le respondió con ygual tono de arogancia que deseava quanto antes que atacase con su ajercito que se defandaria y que estuviera a la rasulta si de su corte tenia la orden de tomarla de la despaña la tenia de defenderla asta morir."

(Diario de un soldado 1960: 99-100)

[Descripción de la coyuntura revolucionaria. Se relatan los intereses que había en juego acerca de la legalización del libre comercio, los rumores acerca de la posible destitución del virrey y la tentativa de los europeos de armar a las mil i cias peninsulares que habían protagonizado la asonada de 1809. El último fragmento califica a la proclama del 18 de Mayo de 1810, que inicia la famosa Semana de Mayo, como una "revoluzion"]

(El 4 de septiembre de 1809) "Mucho se abla sobre el perjuicio que a de causar a Esta capital y perú si se / varefica El permiso del comercio libre muchos se an de rouinar de los que tienen acopiados Jeneros en sus Almasenes sin aver pagado derechos a su Entreduzion pues casi todo fue Entre-ducido por contravando."

(Diario de un soldado 1960: 273)

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(El 29 de abril de 1810) "De resulta del contenido de los Impresos de Goianeche se esta fermentando en los Ente-riores de los amaricanos del perú y Buenos Ayres un odio contra El Govierno y Europeos nada favorable según se Es-pliquen Diariamente."

{Diario de un soldado 1960: 293)

(El 5 de mayo de 1810) "No ay duda se esta ablando cada dia con libartad que se quiera quitar el mando al Señor virey y que la Real Audiencia es sumamente perjudicial que sus ministros tienen Grande culpa en que se aumenta las discordias del Gobierno."

(Diario de un soldado 1960: 293)

(El 8 de mayo de 1810) "se dize que los Europeos an dado aviso al sr. virey que en ciertas casas del pueblo se están Juntando tratando cosas que se eñora.

an solecitado al señor virey que tratase de mandar las armas a los cuerpos que El Sr. linier avia manado desarmar En I o de Enero de 1809."

(Diario de un soldado 1960: 293)

(El 16 de mayo de 1810) "Cada dia van las cosas en peor en peor se dize quieran quitar el mando al Señor virey formar una Junta y Dizen que se a rezevido noticia que la es-paña se a perdido y que los españoles quieran entregar al franzes estos Dominios, estas noticias an causado un Gran sentimiento a todo Europeo aunque se dize con duda de Sierto no savemos."

(Diario de un soldado 1960: 293)

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(El 18 de mayo de 1810) "Se a dado Al publico la Prodama del Señor virey core por caveza al Principio del Nuevo I >iario desde Este dia adelante Revoluzión"

(Diario de un soldado 1960: 294)

[Sobre el papel de las noticias y el rumor en los últimos años del período colonial]

(El 4 de noviembre de 1806) "(.. .) este Pueblo esta tan deseoso tener noticias de Montevideo sobre lo que se dize de maldonado mucho se dize de lo que esperamos en dios no sea todo verdad/ ayga alguna ravaja por otro lado las malas noticias son algunas o mas salir ciertas a lo que esperamos salir de Dudas el prosimo coreo."

(Diario de un soldado 1960: 71)

(El 30 de enero de 1807) "Dizen que en caso de rendir la Plaza aquel Governador tienen proietado antes clavar lartilleria y con camisas de fuego pegar fuego a los Buques del puerto. Salvo la verdad que de quanto doi por noticias. Se a dicho i se dize en esta capital lo cierto es que las noticias malas siempre salan ciertas y ojala fuesen inciertas despaña desde maio nada savemos nos causa asombre el ver la total abandona y poco aprecio que se nos reprasenta avien-do tantos Barquitos chicos que en otras Güeras an abundando Dios save el motivo/ destas fatales anuncias de descuidos."

(Diario de un soldado 1960: 133-134)

(El 19 de febrero de 1807) "Se acava de puplicar el l r

vando por el rey y real Audiencia Privando que en los cafés ni calles no ayga converzeciones motivo de tanto que se a ablado y se abla privándolo en las casas ygualmente y que

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no aiga pandilla que pasan de 3 ombres y que desde las l) di la noche an de estar todas seradas las casas de Abasto y cafa so pena de cantidad crecida de penas y otras."

(Diario de un soldado 1960: 150)

(El 25 de junio de 1809) "(...) pero El Publico aquí crea que quando la Gazeta inglesa lo dize sera cierto nada se crea ni se deve crer todo a de ser mentida quantas noticias funestas nos quieran con Ellas confundir los ánimos Españoles."

(Diario de un soldado 1960: 258)

H . IUAN M A N U E L BERUTI

Nació en 1777 en la ciudad de Buenos Aires en el seno de una familia de españoles de gran consideración social, avecindados en el Río de la Plata desde 1754. Estudió en el Real Colegio de San Carlos y transcurrió su vida en puestos de funcionario gubernamental sin grandes ascensos (principalmente vinculado a la Oficina de Control de Artillería y luego a la Contaduría de la Aduana, donde permaneció hasta su jubilación en 1827). Finalmente, y luego de haber rendido el examen correspondiente, fue nombrado contador público nacional en 1837. Murió en Buenos Aires en 1856 a los 79 años.

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Memorias curiosas (2002) [1942

Memorias curiosas constituye el diario escrito por Juan Manuel Beruti desde sus trece años hasta el año de su muer-i r en 1856. Si bien el autor empezó a escribir este diario en l 790, el mismo se inicia con una enumeración de alcaldes Ordinarios, procuradores, gobernadores y luego virreyes desde 1717 realizada por un autor anónimo y facilitado a Beruti "por un amigo" en 1789. El texto fue publicado re-l lén en el año 1942 en la Revista de la Biblioteca Nacional, fe< ha en que el original fue facilitado por la familia Rocha en cuyo poder se encontraba.

Es difícil saber cuál era el propósito del autor al escribir este diario, pero su escasa participación en los vaivenes revolucionarios y su carácter contemporáneo a los hechos permiten sostener que no es un texto "justificatorio" de su ac-i ion política ni un intento de "limpiar su honra" para con sus familiares.

En el texto se pueden ir apreciando, además de una pro-,icsiva extensión en la información y detalles al calor de la

(reciente efervescencia política, las distintas impresiones i|ue van generando los hechos en el autor, sus cambios de parecer, ambivalencias e incluso diversas posiciones respecto a determinados personajes. Así, a una primera visión de la revolución como una mutación de gobierno que permitía evadir la amenaza francesa, sucede una pronta reinterpretación del período colonial en términos negativos y, finalmente, sobreviene una búsqueda desesperada por el orden perdido. El valor de Memorias curiosas, entonces, reside en que sus opiniones reflejan en buena medida un sentir más generalizado, acaso una incipiente opinión pública dentro de la ciudad de Buenos Aires pero, sobre todo, la sensación de perplejidad y desilusión frente a un proceso que no se de-

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sarrollaba como se esperaba y que era necesario devolver t su cauce. En este sentido, tras la ilusión de una revolución caracterizada por el orden y sosiego, sobreviene el desem an to cada vez más hondo que le producen las luchas facciosa^ la militarización, la falta de respeto a las jerarquías y la intei vención de los sectores populares.

Selección de fragmentos

[Sobre los sucesos de Mayo]

(19 de mayo de 1810): "El Cabildo de Buenos Aires con acuerdo de los jefes militares y demás vecinos y ciudadanos condecorados determinaron poner a cubierto estas provincias del Río de la Plata de las asechanzas e insultos de nuestros enemigos máxime viéndonos sin representación soberana legítima, pues ésta había caducado con la pérdida de Sevilla, e igualmente la autoridad del excelentísimo señor vi rrey por falta de aquella de la cual dependía; y por lo mismo determinaron hacérselo saber a su excelencia para que en su virtud abdicara el mando en el excelentísimo Cabildo, para que éste con anuencia del pueblo tratase de formar el gobierno que debíamos adoptar."

(Beruti 2002: 137)

(30 de mayo de 1810): "No es posible que mutación como la anterior se haya hecho en ninguna parte con el mayor sosiego y orden, pues ni un solo rumor de alboroto hubo, pues todas las medidas se tomaron con anticipación a efecto de obviar toda discordia, pues las tropas estuvieron en sus cuarteles, y no salieron de ellos hasta estar todo concluido, y a la plaza no asistió más pueblo que los convoca-

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para el < aso, teniendo éstos una cabeza que en nombre l i l i is, y de todo el pueblo daba la cara públicamente y en nombre hablaba; cuyo sujeto era un oficial segundo de H ales cijas de esta capital don Antonio Luis Beruti. Ver

il H I I lamente la revolución se hizo con la mayor madurez y ,nn r io c|ue correspondía no habiendo corrido ni una sola i " U de sangre, extraño en toda conmoción popular, (...) I la cosa fue dirigida por hombres sabios, y que esto se ' i i b a coordinando algunos meses hacía (. . .)"

(Beruti 2002: 141)

|'.i ibte la asonada del 5 y 6 de abril de 1811]

(6 de abril de 1811): "Amanecieron en la plaza Mayor di esta capital todas las tropas de la guarnición formados y una multitud de gente campestre, que la noche antes habían Venido de todos los partidos de la campaña citados por sus llcaldes, los que no sabían (según ellos mismos decían) para qué los habían traído, extrañándose por este inmenso pueblo, la novedad que ocasionaba esta gente, y mucho más M I que todas las tropas de infantería, caballería y artillería li ii madas sin saber el objeto de ello; y sólo sí extrañándose el (|ue no se encontraba entre ellos el regimiento de América (< uado después de la instalación de la Junta) sino que estaba en su cuartel; ( . . .)"

(Beruti 2002: 164)

"Estos jefes expatriados y algunos de los vocales, como Teña y Vieytes, fueron los que a costa de sus vidas y haciendas depusieron al virrey Cisneros del mando, formaron la lunta y dieron libertad a la patria, pues fueron los cabezas y ( audillos de la revolución; y sentaron en la silla a Saavedra, que no contribuyó en cosa alguna a ello; antes al contrario

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se retiró sabiendo la cosa a su chacra por no intervenii eá ella, de donde lo trajeron casi a la fuerza para que estuviera .1 la cabeza de su tropa, como lo hizo sin salir de su cuartel, fl instalada la Junta en atención a ser jefe del cuerpo principal de la nación se le hizo presidente y el pago que les ha dado es el que queda relacionado a unos hombres a quienes debe todo su ser, pudiendo haberse hecho vocales si hubieran querido, pues en sus manos estuvo, y si no lo hicieron f u l (como ellos mismos los dos jefes se lo dijeron a la Junta) porque no aspiraron a mandos ni tenían ambición de ellos sino de ver a su patria libre, y esto era el interés que tenían y no el de engrandecerse."

(Beruti 2002: 165)

"Para lograr sus ideas y voltear a los buenos patriotas se valieron los del partido contrario de la gente del campo, y para ello citaron a la gente para la noche del día 5, por medio de sus alcaldes y respectivos tenientes de barrio, a los corrales de Miserere, y como las tropas estaban por suyas, o por lo menos no se desconfiaba de los cuerpos, como al contrario sí del de América, las hicieron que estuvieran todas en sus cuarteles. Como a eso de la medianoche se mandó a poner las tropas en la plaza Mayor, se hizo venir al Cabildo y a todos los vocales que ya estaban en sus casas, y a eso de las 2 de la mañana del día 6 entraron los campestres de los cuales se valieron suponiéndolo pueblo, para hacer lo que queda dicho, y el Cabildo débil otorgó cuanto en nombre de este supuesto pueblo pidieron en su nombre los faccionistas de la maldad; todo lo cual se hizo con el mejor orden, sosiego y arreglo que se podía desear, sacando partido en cuanto quisieron los satélites del despotismo, suponiendo pueblo a la última plebe del campo, con desdoro del verdadero del vecindario ilustre y sensato de esta ciu-

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id q u e ha quedado burlado y no fue llamado para nada; f i 1 bien sabían los facciosos que si hubiera llamádose al u l u l e r o pueblo, no habría logrado sus planes el presiden-

i' VÍ >lteando a los insignes patriotas que a la fuerza de las Irmas expatrió contra razón y justicia, únicamente porque

.111 adictos a sus ideas, y temía descender de la silla que

tu upaba." (Beruti 2002: 165 y 166)

(Significado atribuido al izamiento de la bandera celeste y

l»lanca|

(5 de diciembre de 1812): " (...) habiendo tenido el pueblo el gusto de ver que en la misma asta de bandera se p u s o por el gobierno en la parte superior un gallardete de 11 >lor celeste y blanco, divisa de la patria, que dominaba la bandera española de amarillo y encarnando que estaba deb a j o de la nuestra, preludio de que pronto declararemos nuestra independencia sacudiendo y apartándonos de la dominación del tirano gobierno español, que por espacio de trescientos años nos ha tenido tiranizados, privándonos de nuestra libertad y derechos naturales; habiendo igualmente iluminádose la ciudad."

(Beruti 2002: 220)

|Sobre las consecuencias del proceso revolucionario]

(Aumento al año 1814): "Cosas raras se ven en las revoluciones y mudanzas de gobierno, así también la vemos en la nuestra, siendo una de ellas el tener que obedecer a sujetos incapaces de ser cosa alguna en los anteriores, y que nunca habrían salido a más que una mediana condecoración, y cuando a más alta, también habrían sido sus méritos

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en heroico abultados, es el caso que por sus oficios unos y los otros por sus clases y principios no saldrían de la mera clase de ciudadanos, y los tenemos en los primeros rangos y empleos sin mérito alguno, y sólo si, por suerte, o fortuna que los acompaña, quedando los de mérito y distinciones por sus principios postergados y abatidos, (...)"

(Beruti 2002: 251)

(2 de octubre de 1820): "Desgraciado pueblo, que no hay gobierno que se ponga que los malvados no traten de quitarlo porque no es de su facción, de manera que no hay orden, subordinación ni respeto a las autoridades, cada uno hace lo que quiere, los delitos quedan impunes y la patria se ve en una verdadera anarquía, llena de partidos y expuesta a ser víctima de la ínfima plebe, que se halla armada, insolente y deseosa de abatir la gente decente, arruinarlos e igualarlos a su calidad y miseria."

(Beruti 2002: 321)

I I I . MANUEL MORENO

Nació en Buenos Aires en 1781 y se educó en el Real Colegio de San Carlos. En 1810 ya llevaba diez años trabajando en la administración colonial. Cuando su hermano Mariano Moreno emprendió el viaje a Londres en el cual murió, Manuel lo acompañaba como su secretario. Volvió

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de Europa en 1813 y fue nombrado secretario de Estado p o r el Triunvirato. En 1817 fue arrestado y desterrado a los Estados Unidos. Allí se graduó en medicina en la Universi-dad de Maryland. De regreso en Buenos Aires en 1821 fue designado director de la Biblioteca Pública y profesor de i|uímica en la LIniversidad. Se asegura que fue el primero en Buenos Aires en enseñar y publicar un curso de química, lo que le valió el apodo de "Don Oxide" entre sus enemigos políticos.

Ocupó una banca en la legislatura y fue reelegido por varios períodos. En el Congreso Constituyente de 1824, representando a la Banda Oriental, defendió junto a Dorrego la forma federal de gobierno. Para fines de 1828 regresó a Inglaterra como encargado de negocios. Rosas lo nombró ministro plenipotenciario en 1832, y permaneció en ese puesto hasta que fue exonerado por el gobernador Valentín Alsina. Regresó a Buenos Aires en 1853, donde murió cuatro años más tarde.

Vida y Memorias de Mariano Moreno (1968) [1812]

Esta obra fue escrita por Manuel Moreno inmediatamente después de fallecido su hermano Mariano. A pesar de un prólogo donde busca asegurar la objetividad, las memorias son claramente un homenaje postumo a su hermano. Fueron escritas velozmente con el fin de publicarlas en Europa, ya que aparecen en Londres en una fecha tan cercana a los acontecimientos como 1812 (publicadas en inglés en el volumen 33 de la revista Monthly Magazine), lo cual transforma la obra en una de las primeras versiones de los antecedentes y de los inicios de la Revolución. Estas memorias fueron escritas con un fin claro: son un alegato para Europa a

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favor de la Revolución, y personifican este proceso en la figura del secretario de la Primera Junta de Mayo.

En cuanto a la interpretación brindada por Manuel Moreno sobre el proceso revolucionario pueden destacarse varios elementos. En primer lugar, el régimen colonial es caracterizado como un sistema tiránico, despótico y opresor. También se desconoce la autoridad de la Junta de Sevilla sobre los dominios coloniales, alegando que al no admitir la representación igualitaria entre España y sus colonias, es tan tiránica como los antiguos reyes. Sin embargo, éstas no son las causas que derivaron en una demanda independen-tista. Moreno asevera que los "reformadores de América" no ponían en duda su fidelidad a la metrópoli y que sólo querían mejorar la condición de los habitantes de América, haciendo respetar el contrato social que unía a España con las demás partes del imperio. La metrópoli es señalada como la que primero rompe este pacto, y la oposición de los peninsulares residentes en América a los cambios es lo que agudiza la guerra civil y radicaliza inevitablemente el proceso revolucionario. Casi al final del relato, Moreno desliza la posibilidad de que Hispanoamérica rompa vínculos con la metrópoli en caso de que ésta persista en su intención de mantener en el abatimiento a las colonias americanas.

Selección de fragmentos

[Sobre el gobierno colonial]

"Por los años de 1796 se estableció en Buenos Aires una escuela de náutica, y una academia de dibujo y escultura, costeada por los fondos del consulado, un cuerpo meramente de comercio, erigido para promover los objetos del

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i ráfico del país, juzgar por las causas mercantiles, y fomentar l l industria. En tres años que corrieron hasta que se dio < uenta a la corte de Madrid de la erección de estas escuelas, pues el despotismo había ordenado que toda distribución de fondos aun de cuerpos particulares estuviese sujeta a la inspección del ministerio, salieron excelentes jóvenes que pudieron dirigir las embarcaciones a Europa, Lima, La Ha-l u n a y otros puntos. Pero este adelantamiento provechoso a l a colonia, y útil al fomento de sus artes e industria, no podía menos que disgustar a los que fundaban su interés en l a ignorancia y abatimiento de sus naturales."

(Moreno 1968: 23-24)

"Pero aún suponiendo que el código de un conquistad o r esté erigido para la felicidad de los países conquistados, y no para la ventaja exclusiva del estado padre, ¿No es notorio que los reyes de España han saltado por los reglamentos más respetables, y no han hecho obedecer más voz que la de su ciego capricho en toda la extensión de sus dominios? ¿No es cierto que sin embargo de lo úue prescriben las leyes sobre cualquier punto, el ministerio ha mandado casi siempre lo contrario, y que la única razón de sus decisiones era en todos casos la mera voluntad del Monarca? ¿Mas dónde está esa admirable sabiduría y suavidad que tanto se decantan, y que se nos echa en cara por comprobante de nuestra injusticia e ingratitud? ¿Es sabiduría y suavidad condenar a quince millones de habitantes a vegetar en la ociosidad y pobreza, cerrar sus puertos a todo comercio exterior, mantenerlos en una clausura inalterable, impedir sus adelantamientos y civilización, descuidar las ventas de sus producciones, y reducirlos por un miserable intercurso con solo su metrópoli a inmensas privaciones? ¿Es sabiduría y suavidad sujetar aquellos países al gobierno militar y despótico de los

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virreyes, que sin más freno que el de una insignificante ceremonia de residencia al fin de los cinco años de su mando, de que frecuentemente se les dispensaba por la corte bajo cualquier pretexto frivolo, tenían en sus manos durante ellos las vidas, propiedades y honor de los vecinos? (...) ¿Es sabiduría y suavidad haber condenado a los indios a la condición de tributarios de la Corona, y arrebatar a esta infeliz raza la mitad del fruto de su trabajo regado con sus lágrimas en las minas, por una contribución personal que aunque parece muy pequeña considerada en abstracto, es intolerable y ruinosa respectivamente a las facultades del que la exhibe? ¿Es sabiduría y suavidad mandar arrancar las viñas que se habían plantado en el territorio, para que no perjudicasen al consumo de los vinos de la península?"

(Moreno 1968: 25-26)

[Acerca de las invasiones inglesas]

"Los asuntos de la Colonia iban tomando un aspecto muy diferente del que habían tenido desde la fundación de aquel pueblo. La invasión inglesa había despertado a los habitantes de la apatía en que los conservaba su sistema de gobierno. Antes de esta época las materias políticas eran indiferentes a una población que vivía tranquilamente al otro lado del océano, y que, sujeta a un régimen inalterable, no experimentaba más novedades que la periódica mutación de sus jefes locales. (...) La parte directiva de aquel cuerpo político estaba en la península, y ésta era la que, haciendo escuchar su sola voz en la extensión de sus dominios, gobernaba no sólo sus pueblos, sino las opiniones. La ciudad se había perdido en poder de jefes españoles, que habían causado por sus deshonrosos manejos tanto perjuicio al pueblo que mandaban, como descrédito a los que invistieron con

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cargos que no merecían. La multitud, descontenta con un yugo extraño que por la primera vez se le imponía, se reunió I >< >i sí misma, deseosa de vindicar su gloria, y sin aterrarse Con lo arduo de una empresa, que quizá pudo parecer teme-i . i i i a , emprendió reconquistarse para un rey, cuya antigua dominación amaba, o a que estaba acostumbrada. (...) Las a i mas que habían manejado con desgracia unas manos mer-( enanas, pasaron a las de los patriotas reunidos por el peli-gro público."

(Moreno 1968: 64-65)

| Sobre la crisis metropolitana desatada en 1808 ante la abdi-I ación del monarca español en Bayona y la formación de Iuntas en la Península)

"Después de las transacciones de Aranjuez y Bayona, la gran máquina del imperio español quedó no solo privada tlel resorte que mantenía la unidad de todas sus partes, sino también combatida de principios contrarios que obraron su efectiva disolución. Todos saben que en la constitución de esta monarquía el rey era el único vínculo que ligaba sus varios estados. Un monarca inexperto se echó en brazos de los enemigos de su fortuna y de la de su pueblo. Un usurpador diestro.se declara dueño del patrimonio de su amigo, y logra transferir a su hermano la misma silla en que se habían sentado los Reyes Católicos. Nuevo orden de cosas es producido por las agitaciones de un pueblo que quiere vengar sus agravios y defender su libertad. Los principios de la autoridad empiezan a ser discutidos, y no era ya tiempo de respetar los establecimientos antiguos que habían causado tantos males."

(Moreno 1968: 78)

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"Es indudable que la junta provincial de Sevilla no tenía derecho alguno para abrogarse exclusivamente la representación del monarca cautivo, enviar a la América emisarios que fascinasen el ánimo del pueblo, y empezar a usar como por asalto de las prerrogativas de una soberanía que nadie le había conferido. ¿Podrían ocultarse a los americanos las nulidades y vicios con que se presentaba esta autoridad desconocida y suplicante? De ningún modo. Aún cuando aquellos pueblos no hubiesen reflexionado sobre defectos tan palpables, la poca destreza de los peninsulares los hubiera hecho advertidos. (...)

Jamás ha dado la América un motivo fundado de poner en cuestión su fidelidad ejemplar hacia la Madre Patria; pero aunque faltasen otros datos más irrefragables de su decidida adhesión a la metrópoli, el hecho solo de haber admitido las gestiones ilegítimas de una ciudad particular que le hablaba en nombre del monarca, sería suficiente para confundir a los que atacan por este respecto los sentimientos americanos. Esta palabra fidelidad no es en sí misma ningún derecho abstracto, que obliga a las colonias a estar unidas materialmente y en todos eventos a su metrópoli; no es otra cosa que la obligación que aquellas tienen de cumplir por su parte el contrato social que liga las partes del estado; pero siendo esta obligación mutua en todos los miembros que forman el cuerpo político, tan deber es de la Madre Patria ser fiel a sus colonias, como de éstas a ella. A buen seguro que la España no querrá entrar en el examen de quién ha sido el primero en faltar a pactos tan sagrados."

(Moreno 1968: 99-100)

[Acerca de la formación de la Primera Junta en Mayo de 1810]

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"Seguidamente se procedió a la celebración del Congre-\< > el día 22, con el mayor orden y quietud, y de la decidida pluralidad de votos resultó la necesidad de formar una junta que gobernase legítimamente las provincias, y vigilase sobre los peligros que les amenazaban. Los magistrados no se des-I nielaron en aprovechar los últimos momentos de sacar par-lido de estas circunstancias, y don Baltasar Hidalgo de Cis-neros apareció a la cabeza de un cuerpo de gobierno, Iorinado por el Cabildo si facultad alguna, y como por sorpresa, contra la expresa voluntad del Congreso. El disgusto que produjo generalmente esta intriga la hizo de poca duración, y el día 25 se instaló con universal alegría la Junta gubernativa, que ha subsistido hasta el presente, para regir provisionalmente el virreinato hasta la reunión de un congreso general, formado de los diputados de todas las provincias."

(Moreno 1968: 107)

|En estos párrafos el autor realiza una serie de generalizaciones sobre las revoluciones de Hispanoamérica, afirmando que existe una regularidad en tales eventos]

"Sobre esta idea, me detendré un poco a considerar que las revoluciones de América no sólo han sido necesarias, sino también justas y legítimas. Lo primero resulta claramente del estado de verdadera disolución obrada en el gobierno nacional por la invasión francesa. En cuanto a lo segundo, si todavía se quiere que las colonias cerrasen los ojos a la urgencia del caso, y a todos los peligros que les amenazaban, sea permitido fijar ciertos principios, que constituyen la estabilidad de todos los gobiernos, y que aunque bien sabidos, se afecta no obstante desconocer cuando se fundan intereses sobre la opresión de nuestros semejantes. Todo país que se halla bajo una constitución t i -

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ránica tiene derecho para romperla. Toda insurrección que se dirige a libertar una provincia de la opresión es legítima. (...) ¿Cuál era el estado en que se hallaba la América al tiempo de caer la familia de los Borbones? Sin Constitución propia, sin representantes, sin defensores, agobiada con impuestos y contribuciones forzosas, cuya distribución no podía examinar, no contaba ninguno de los privilegios que pudieran hacerla gloriar con el augusto nombre de libre. Yo no pretendo inculcar sobre las extorsiones que ha sufrido el Nuevo Mundo del yugo de sus poseedores; basta hacer ver que no era libre para demostrar que era esclavizado. Sus leyes estaban formadas por los conquistadores, y aun cuando éstas fuesen las más adecuadas para su gobierno, ni había restricciones que se opusiesen a los abusos del poder, ni cuerpo propio que vigilase sobre la observancia de la Constitución."

(Moreno 1968: 109)

[Sobre el origen de las revoluciones desatadas a partir de 1810 en toda Hispanoamérica!

"Sus nuevos gobiernos han reconocido a Fernando VII , protestado sus tiernos sentimientos a sus hermanos de la Península, y aun procurado socorrerlos de todos modos. Hasta aquí nada hay que rompa la buena inteligencia que es necesaria a la gran causa de España. Pero el gobierno metropolitano desaprueba las alteraciones de América, e insiste en que se le reconozca por soberano universal, y arbitro de las necesidades y derechos de sus colonos. He aquí la fuente de todas las desgracias, de los odios, de las guerras civiles y del desafecto. Es seguro que la España para continuar la guerra no necesita de la esclavitud de las demás partes del imperio, y que cuanto mejor gobernadas

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y más felices se hallen éstas, tanto más vigor deben dar al estado para sus generales esfuerzos. (...) En lugar de inten-tai esclavizar las colonias, o continuar la opresión que existía en tiempos de los reyes, debiera haberlas ayudado a levantarse de su abatimiento. La España misma debía haber quebrado unas cadenas que el despotismo y la ignorancia habían forjado."

(Moreno 1968: 114-115)

| Acerca de la expedición militar enviada al interior por la Primera Junta]

"La expedición no se enviaba contra los pueblos; estos eran hermanos, y tenían los mismos deseos que la capital; se dirigía sí contra los gobernadores de las provincias, coligados criminalmente para oponerse a la propagación del nuevo sistema, y estorbar que la voluntad de sus pueblos se explicase libremente sobre la materia; se dir i gía contra el influjo de esa clase miserable de hombres sin sentimientos, predicadores fanáticos de los derechos de la metrópoli y perturbadores de la tranquilidad del país que los mantiene. Éstos eran los enemigos que las armas de los patriotas iban a batir. (...) Los pueblos recibieron entonces con las más tiernas demostraciones de fraternidad y reconocimiento a un puñado de hombres libres que iban a auxiliarlos. (...)

Muchos motivos había para sospechar el encono de los mandatarios antiguos, y el de los españoles europeos; pero nunca se llegó a pensar que su pasión se excediese al punto que se vio después."

(Moreno 1968: 121-122)

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[Dinámica del proceso revolucionario]

"Desde que por efecto necesario de las conspiraciones del partido europeo se precipitaron los negocios, contra el propósito de los reformadores, al estado de una perfecta Involución, fueron ya diferentes los deberes que cargaron sobre la junta. El pueblo, que la había constituido sin otro objeto que el de mejorar su condición, esperaba entonces de ella su conservación misma; y para esto era preciso destruir a los enemigos de la causa del país, lo cual no podía conseguirse dispensándoles beneficios."

(Moreno 1968: 139)

"Que la América se muestre inobediente a los decretos de los gobiernos españoles; que no los respete con la escrupulosa sumisión que a Fernando; que la representación de este monarca empiece a ser examinada, y, lo peor de todo que puede suponerse, que se prepare a romper los vínculos que la ligan a la Península; son puntos que importan solo a los españoles europeos, y que es bien aflijan únicamente a ellos. El resto del mundo debe alegrarse de que una parte considerable del género humano, habitadora del país de las riquezas y de la abundancia, salga por fin de la opresión que los siglos de la ignorancia y de la violencia (por desgracia no pasados aún para la España) le habían ocasionado, y que una serie extraordinaria de sucesos políticos ha venido a concluir."

(Moreno 1968: 174)

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I V . GREGORIO FUNES

Nació en la ciudad de Córdoba en 1749. Inició sus estudios de latinidad en el Colegio de Montserrat; en 1773 se ordenó presbítero y en 1774 alcanzó el título de doctor en reí ilogía en la Universidad de Córdoba. Continuó luego sus

i indios en España, recibiéndose de bachiller en Derecho I i \ 11 en 1777 en la Universidad de Alcalá. En 1804 fue delgado deán de la Iglesia Catedral de Córdoba y goberna-

doi y vicario general del obispado; en 1807 fue nombrado i< •' ior del Colegio de Montserrat y, un año después, de la Universidad de Córdoba, donde introdujo un novedoso plan de reformas destinadas a estimular el estudio de las i i• neias, renovando así la tradicional curricular de cuño es-II ilástico propiciada por la ratio studiorum jesuítica. Para ello fundó una cátedra dedicada a la enseñanza de la geometría, 11 .n itmética y el álgebra e incentivó el estudio de la física expelí mental.

Fue uno de los pocos miembros de la élite cordobesa (|ue se plegó al movimiento revolucionario desencadenado

[ t i l mayo de 1810. Viajó a Buenos Aires en calidad de repre-NI i liante de Córdoba y desde entonces desempeñó una pro-lílica labor intelectual y política en el gobierno a través de la dirección del periódico La Gaceta, conjuntamente con Ma-n i ñ o Moreno. Sin embargo, se alió a Saavedra en la defensa de la incorporación de los diputados del interior al gobierno puivisional por lo que, una vez instaurada la Junta Grande, tli anzó un importante protagonismo.

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Durante el Primer Triunvirato fue encarcelado acusado de haber participado de la sublevación del cuerpo de Pan i cios contra el gobierno producida en diciembre de 1811. A partir de ese episodio, y durante algunos años, permaneció casi ajeno a la vida política y se dedicó a escribir su Ensayo de la historia civil del Paraguay, Buenos Aires y Tucumán. En 1816 se reincorporó a la vida política y fue elegido diputado por Córdoba al Congreso Constituyente que se reunió en Tucumán. A partir de entonces se dedicó al periodismo y al ejercicio de la profesión de abogado. Años más tarde se vinculó con Bolívar y con Sucre y fue designado deán de la Catedral de La Paz en la República de Bolivia. En 1826 fue electo diputado por Córdoba al Congreso Constituyente que tuvo por sede a Buenos Aires. Murió en Buenos Aires en 1829.

Bosquejo de nuestra Revolución desde el 25 de mayo de 1810 hasta la apertura del Congreso Nacional, el 25 de marzo de 1816 (1960) [1816-1817]

Los fragmentos seleccionados forman parte de un trabajo titulado Bosquejo de nuestra Revolución desde el 25 de mayo de 1810 hasta la apertura del Congreso Nacional, el 25 de marzo de 1816. El mismo constituye un apéndice del tomo tercero del Ensayo de la historia civil del Paraguay, Buenos Aires y Tucumán, editado en Buenos Aires entre 1816yl817.

Funes presenta a la Revolución de Mayo como el producto de una coyuntura histórica proporcionada por la crisis del imperio español a la vez que sostiene que las condiciones para el movimiento revolucionario estaban dadas previamente y que sólo faltaba la presentación de un momento adecuado para que éste se iniciara. Algunos tópicos recurrentes del Bosquejo... son la presentación de Buenos Aires como

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'el motor de la revolución" y de la revolución como una insul ina civilizadora, así como la apelación a las ideas de corte iiisnaturalista para justificar como un acto legítimo la recu-l>i i.ición de los derechos naturales usurpados a los american o s por el gobierno tiránico de España. Al mismo tiempo, • \piesa una permanente preocupación por las consecuencias de la lucha facciosa y de la anarquía desencadenadas por la i evolución y las guerras de la independencia debido a que, según su parecer, éstas ponen en peligro el modo republica-n i ) de gobierno y pueden conducir a nuevas situaciones de despotismo. Sin embargo, su visión fuertemente optimista .obre el proceso revolucionario le permite afirmar que los < (inflictos políticos son naturales y propios de cualquier so-i ledad en estado de revolución y que de ninguna manera deben conducir a la claudicación de la lucha por una causa (|ue es presentada siempre como justa y legítima.

De acuerdo con una carta enviada a los comisionados de la Asamblea Electoral de Córdoba, fechada el 10 de enero de 1816, Funes escribió esta obra con el doble propósito de servir a sus compatriotas, "presentándoles una historia de su origen única en su género, una historia de América escrita por un americano en medio de esta revolución", así como de liberarse, por medio de su posterior publicación y comercialización, del enorme peso de sus deudas.

Selección de fragmentos

"Un número de hombres atrevidos en quienes el eco de la libertad hacía una impresión irresistible, se unen secretamente exponiendo su tranquilidad, su fortuna, su vida; con tal de extirpar la tiranía, levantan el plan de esta revolución. Sin fuerzas, tienen el atrevimiento de provocar los resenti

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míenlos de un virrey poderoso; sin experiencia, encuentran arte de adormecer la vigilancia de los ministros; sin dinero, ganan la voluntad de mucha fuerza armada; sin autoridad, reinan en el corazón de los ciudadanos. Todo así dispuesto, revienta por fin el volcán, cuyo ruido había resonado sordamente, y una Junta de nueve sujetos con poderes amplios reemplazó el 25 de Mayo de 1810 al Virrey Cisneros. Este fue el primer paso de nuestra revolución. Revolución hecha sin sangre, producida por el mismo curso de los sucesos, anhelada por los buenos, y capaz de producir los más ventajosos efectos.

Aunque las consideraciones de que hemos hecho mención parece que inducían a declarar una independencia absoluta, no llegó a este extremo la Capital. Ella estimó que salvar con el primer paso el intervalo inmenso de la servidumbre a la libertad, era un esfuerzo prematuro reprobado por la ley del acrecentamiento progresivo.

A más de esto, aunque no ignoraba que el goce de los derechos sociales era un objeto unido al corazón de muchos americanos, no ignoraba tampoco que había entre ellos, ya unos hombres tímidos que, queriendo hacer una fábula del género humano, reprobaban el bien que no venía por un medio pacífico; ya otros egoístas que, sin amor a la patria, desconocían la más heroica de las pasiones, ya en fin otros ignorantes, para quienes la falta de principios hacía que mirasen la esclavitud como su estado natural.

Así por hacer una tentativa de estos espíritus, como por dejar que el tiempo y los sucesos no abriesen la carrera del nuevo destino, limitó por ahora su plan la Capital a un solo medio que podía salvarnos sin peligro. Este fue el que las provincias bajo el nombre de Fernando VII tomasen la primera influencia en los negocios públicos. Todo inducía a esta novedad: el gobierno peninsular parecía ya insuficiente

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para garantir la existencia de la patria: sus resortes habían |i ulido la elasticidad. Las mismas provincias españolas estallan en contradicción más o menos con su autoridad: sus piovidencias eran rechazadas o mal obedecidas; las bases de la monarquía se veían desquiciadas: los miembros de este vasto cuerpo todos dispersos, no tenían una atadura política que los uniese; este defecto de unidad lo hacía inanimado y

n i fuerzas; era dudoso si la Junta Central por sí sola pudo establecer la Regencia; en fin, la América era parte integrante de la Monarquía, y por tanto gozaba los mismos derechos que la España."

(Funes 1960: 9-11)

V . MANUEL BELCRANO

Nació en 1770 el seno de una de las familias comerciantes más importantes de Buenos Aires. Realizó estudios superiores en la península, en la Universidad de Salamanca. Fue designado secretario del Consulado desde 1793, con atribuciones para redactar una memoria anual. Entre las principales iniciativas de Belgrano en el Consulado se destacan: premios para fomentar la agricultura, artes y comercio, escuela para los hijos de los labradores, escuelas gratuitas para niñas, etcétera.

Durante las invasiones inglesas, Belgrano formó parte de las milicias que lograron recuperar la ciudad. En ocasión

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de la crisis metropolitana desatada en 1808, fue uno de los que participó en las gestiones para coronar a la Infanta Carlota como Regente del Río de la Plata. En 1810, participó en reuniones secretas con otros jóvenes ilustrados llegando a un acuerdo con el representante de las fuerzas milicianas criollas, Saavedra, para hacerle saber al virrey de la necesidad de un cabildo abierto. Instalada la Junta de gobierno, fue nombrado vocal de la misma y comandante en jefe de las fuerzas expedicionarias que marcharon a sofocar la resistencia que ofrecía Paraguay al gobierno revolucionario de Buenos Aires. Esta expedición fue derrotada y Belgrano dio cuenta de sus impresiones en la parte de su autobiografía t i tulada Expedición al Paraguay. En 1811 fue designado coronel del Regimiento de Patricios, en reemplazo de Saavedra y un año más tarde se puso al mando del Ejército del Norte. En ese destino y a través de una resolución que se hizo famosa, izó una bandera de color celeste y blanco pidiendo al triunvirato que la reconociera como símbolo del gobierno revolucionario. El gobierno revolucionario no accedió a su petición. Al mando del Ejército del Norte, Belgrano triunfó sobre los realistas en las batallas de Tucumán y Salta, pero fue derrotado en Vilcapugio y Ayohúma.

En 1814, una vez creado el Directorio, fue enviado junto a Rivadavia como emisario diplomático a Europa. De regreso en Buenos Aires fue reemplazado por San Martín en el mando del Ejército del Norte y se lo designó jefe de las tropas que debían llegar a un acuerdo con las fuerzas arti-guistas en la Banda Oriental. En el Congreso de Tucumán, realizado en 1816, Belgrano propuso que se estableciera una monarquía constitucional representada por la antigua nobleza incaica, pero su proyecto no prosperó. Murió en 1820.

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Autobiografía del general Don Manuel Belgrano que comprende desde sus primeros años hasta la revolución del 25 de Mayo (1960) [1877] Autobiografía del general Belgrano. Su expedición al Paraguay (2000) [1855]

Todo parece indicar que Belgrano empezó a escribir esta autobiografía en 1814. Ésta forma parte de sus Memorias y fue publicada recién por Bartolomé Mitre en 1877 en la tercera edición de su Historia de Belgrano y de la independencia argentina. La segunda parte de las Memorias, que trata sobre la expedición al Paraguay, y la tercera y última parte, que da cuenta de la batalla de Tucumán, fueron incluidas en el primer tomo de las Memorias postumas del general Paz, en 1855.

En este escrito Belgrano manifiesta su impotencia ante la obstinada resistencia que mostraba la corona española ante muchas de las iniciativas que impulsaba desde el Consulado. Belgrano se lamenta también por la actitud de los comerciantes monopolistas los cuales, según su interpretación, sólo buscaban enriquecerse y no estaban preocupados por el progreso de estas regiones. Sin embargo, éstas no eran razones suficientes para que Belgrano viera corno necesaria e inevitable una ruptura del lazo colonial. En diálogo con un oficial inglés capturado en el transcurso de las invasiones inglesas, ambos coinciden en señalar que la independencia de América no es algo que pueda suceder en el corto plazo. El hecho que viene a cambiar esta situación para Belgrano es la crisis metropolitana desatada en 1808, la cual es presentada como un designio de Dios. A partir de allí, desde las gestiones con la infanta Carlota hasta la defensa de Liniers, todas las acciones de los revolucionarios tenían como objetivo asegurar la libertad y la independencia de América. Por último, en su relato de la expedición al Paraguay detalla la hosti-

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lidad de la población local hacia los ejércitos pórtenos, \á que indica los recelos que tenían otras regiones del Virreina to para adherir al proceso revolucionario tal como lo enten dían los dirigentes porteños.

Selección de fragmentos

[En este párrafo, Belgrano da cuenta de su estadía en Europa |

" C o m o en la época de 1789 me hallaba en España y I revolución de Francia hiciese también la variación de idea y particularmente en los hombres de letras con quienes 11 taba, se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, se guridad, propiedad, y solo veía tiranos en los que se opo nían a que el hombre, fuese donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la naturaleza le habían concet 11

do, y aún las mismas sociedades habían acordado en su es tablecimiento directa o indirectamente."

(Belgrano 1960 : 956)

[Acerca de su paso como secretario del Consulado establee i do en Buenos Aires en 1 7 9 4 ]

"En fin, salí de España para Buenos Aires: no puedo decir bastante mi sorpresa cuando conocí a los hombies nombrados por el rey para la Junta que había de tratar de agricultura, industria y comercio, propender a la felicidad de las provincias que componían el Virreinato de Buenos Aires, todos eran comerciantes españoles; exceptuando uno que otro, nada sabían que su comercio monopolista, a saber, comprar por cuatro para vender por ocho con toda seguridad. (...)

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Mi ánimo se abatió y conocí que nada se haría a favor as provincias por unos hombres que por sus intereses i» ulares posponían el del común. Sin embargo, ya que l a s obligaciones de mi empleo podía hablar y escribir

K tan útiles materias, me propuse, al menos, echar las l i l l a s que algún día fuesen capaces de dar frutos, ya por-algunos estimulados del mismo espíritu se dedicasen a

uliivo, ya porque el orden mismo de las cosas las hiciese n i n a r .

I s< ribí varias memorias sobre la planificación de escuel a escasez de pilotos y el interés que tocaba tan de cerca a . (mierciantes, me presentó circunstancias favorables para siablecimiento de una escuela de matemáticas, que con-

i i i a condición de exigir la aprobación de la Corte, que i i a se obtuvo y que no paró hasta destruirla; porque aun españoles, sin embargo de que conociesen la justicia y [dad de estos establecimientos en América, francamente (ponían a ellos, errados, a mi entender, en los medios de r . i v . i r las colonias. (...)

i M Í O S varios objetos de utilidad y necesidad promoví, poco más o menos tuvieron el mismo resultado, y toca-

il i |ue escriba la historia consular, dar una razón de ellos; i M i, por lo que hace a mi propósito, que desde el princi-

de 1794, hasta Julio de 1806, pasé mi tiempo en igual u n o , haciendo esfuerzos impotentes a favor del bien pú-D; pues todos, o escollaban en el gobierno de Buenos

I I o en la Corte, o entre los mismos comerciantes, indivi-II que componían este cuerpo, para quienes no había | razón, ni más justicia, ni más utilidad, n i más necesi-I que su interés mercantil; cualquiera cosa que chocara } él, encontraba un veto, sin que hubiese recurso para ata-

(Belgrano 1960 : 9 5 7 - 9 5 8 )

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Page 23: Sotelo Fuentes

[Sobre las invasiones inglesas]

"Sabido es la entrada en Buenos Aires del General Be-resford con 1400 y tantos hombres en 1806: hacía diez años que era yo capitán de milicias urbanas, más por capricho que por afición a la milicia. Mis primeros ensayos en ella fueron en esta época. El Marqués de Sobremonte, virrey que entonces era de las provincias, días antes de esta desgraciada entrada, me llamó para que formase una compañía de jóvenes del comercio, de caballería y que al efecto me daría oficiales veteranos para la instrucción: los busqué, no los encontré, porque era mucho el odio que había a la milicia en Buenos Aires; con el cual no se había dejado de dar algunos golpes a los que ejercían la autoridad, o tal vez a esta misma que manifestaba demasiado su debilidad. (...)

Aquí recuerdo lo que pasó con mi corporación peninsular, que protestaba a cada momento de su fidelidad al rey de España; y de mi relación inferirá el lector la proposición tantas veces asentada, de que el comerciante no conoce más patria, ni más rey, ni más religión que su interés propio; cuanto trabaja, sea bajo el aspecto que lo presente, no tiene otro objeto ni otra mira que aquél: su actual oposición al sistema de libertad e independencia de América no ha tenido otro origen como a su tiempo se verá. (...)

Sabido mi arribo por varios amigos, me estimularon para que fuese a ser uno de los electores: en efecto los complací, pero confieso que desde entonces, empecé a ver las tramas de los hombres de nada, para elevarse sobre los de verdadero mérito; y no haber tomado por mí mismo la recepción de votos, acaso salen dos hombres obscuros, más por sus vicios que por otra cosa, a ponerse a la cabeza del cuerpo numeroso y decidido que debía formar el ejército de

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Buenos Aires, que debía dar tanto honor a sus armas. Recayó .il tin la elección en dos hombres que eran de algún viso..."

(Belgrano 1960: 958-960)

11 Málogos con Crawford, oficial inglés prisionero en 1806]

"...desplegó sus ideas acerca de nuestra independencia, acaso para formar nuevas esperanzas de comunicación con estos países, ya que les habían sido fallidas las de conquista: le hice ver cuál era nuestro estado, que ciertamente nosotros queríamos el amo viejo o ninguno; pero que nos faltaba mucho para aspirar a la empresa y que aunque ella se realizase bajo la protección de Inglaterra ésta nos abandonaría si se ofrecía un partido ventajoso a Europa y entonces vendríamos a caer bajo la espada española; no habiendo una na-(ion que no aspirase a su interés sin que le diese cuidado de los males de las otras; convino conmigo y manifestándole (iianto nos faltaba para lograr nuestra independencia, dif i -i ió para un siglo su consecución.

¡Tales son en todo los cálculos de los hombres! Pasa un año y he aquí que sin que nosotros hubiéramos trabajado para ser independientes, Dios mismo nos presenta la ocasión con los sucesos de 1808 en España y en Bayona. En efecto, avívanse entonces las ideas de libertad e independen-(i a en América y los americanos empiezan por primera vez a hablar con franqueza de sus derechos."

(Belgrano 1960: 962-963)

| Acerca de las gestiones para coronar como monarca a la infanta Carlota]

"Llegó en aquella sazón el desnaturalizado Goyeneche: Despertó a Liniers, despertaron los españoles y todos los

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jefes de las provincias: se adormecieron los jefes americanos, y nuevas cadenas se intentaron echarnos y aún cuando éstas no tenían todo el rigor del antiguo despotismo, contenían y contuvieron los impulsos de muchos corazones que, desprendidos de todo interés, ardían por la libertad e independencia de la América, y no querían perder una ocasión que se les venía a las manos, cuando ni una vislumbre habían visto que se las anunciase. Entonces fue, que no viendo yo un asomo de que se pensara en constituirnos, y sí, a los americanos prestando una obediencia injusta a unos hombres que por ningún derecho debían mandarnos, traté de buscar los auspicios de la infanta Carlota, y de formar un partido a su favor, oponiéndome a los tiros de los déspotas que celaban con el mayor anhelo para no perder sus mandos; y lo que es más, para conservar la América dependiente de la España, aunque Napoleón la dominara; pues a ellos les interesaba poco o nada ya sea Borbón, Napoleón u otro cualquiera, si la América era colonia de la España. Solicité, pues, la venida de la infanta Carlota, y siguió mi correspondencia desde 1808 hasta 1809, sin que pudiese recabar cosa alguna... (...)

Desgraciadamente cuando llegaba a sus manos una memoria que le remitía para tan importante objeto, con que yo veía se iba a dar el primer golpe a la autoridad española, arribó un ayudante del virrey nombrado, Cisneros, que había desembarcado, y todo aquel plan varió. Entonces aspiré a inspirar la idea a Liniers de que no debía entregar el mando por no ser autoridad legítima la que lo despojaba. Los ánimos de los militares estaban adheridos a esta opinión: mi objeto era que se diese un paso de inobediencia al ilegítimo gobierno de España, que en medio de su decadencia quería dominarnos; conocí que Liniers no tenía espíritu n i reconocimiento de los americanos que lo habían elevado

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j sostenido, y que ahora lo querían de mandón, sin embar-g( i de que había muchas pruebas de que abrigaba, o por opi-ii i o n o por el prurito de todo europeo, mantenernos en el abatimiento y esclavitud."

(Belgrano 1960: 963-964)

| Sobre los acontecimientos de Mayo de 1810]

"Estas eran mis ocupaciones y el desempeño de las obligaciones de mi empleo, cuando habiendo salido por algunos días al campo, en el mes de mayo, me mandaron llamar mis amigos a Buenos Aires, diciendo que era llegado el i aso de trabajar por la patria para adquirir la libertad e independencia deseada; volé a presentarme y hacer cuanto estuviera a mis alcances: había llegado la noticia de la entrada de los franceses en Andalucía y la disolución de la Junta Ceñir, d; éste era el caso que se había ofrecido a cooperar a nuestras miras el comandante Saavedra. (...)

No puedo pasar en silencio las lisonjeras esperanzas que me había hecho concebir el pulso con que manejó nuestra revolución, en que es preciso, hablando verdad, hacer justicia a don Cornelio Saavedra. El congreso celebrado en nuestro estado para discernir nuestra situación y tomar un partido en aquellas circunstancias debe servir eternamente de modelo a cuantos se celebren en todo el mundo. Allí presidió el orden; una porción de hombres estaban preparados para, a la señal de un pañuelo blanco, atacar a los que quisieran violentarnos; otros muchos vinieron a ofrecérseme, acaso de los más acérrimos contrarios después por intereses particulares; pero nada fue preciso porque todo caminó con la mayor circunspección y decoro. ¡Ah, y qué buenos augurios! ¡Casi se hace increíble nuestro estado actual! Mas si se recuerda el deplorable estado de nuestra

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educación, veo que todo es una consecuencia precisa de elll y sólo me consuela el convencimiento en que estoy de que siendo nuestra revolución obra de Dios, él es quien la ha de llevar hasta su fin, manifestándonos que toda nuestra gratitud la debemos convertir a S.D.M. y de ningún modo a hombre alguno."

(Belgrano 1960: 967-968)

[Belgrano y su expedición al Paraguay]

"Me hallaba de vocal de la Junta Provisoria cuando, en el mes de agosto de 1810, se determinó mandar una expedición al Paraguay en atención a que se creía que allí había un gran partido por la revolución, que estaba oprimido por el gobernador Velazco y unos cuantos mandones. (...)

Luego que salí del Tacuarí y entré en una población, empecé a observar que las casas estaban abandonadas, y que apenas se habían presentado dos vecinos en aquellos lugares; ya empecé a tener cuidados, pero, llevado del ardor y al mismo tiempo creído del terror de los que habían huido de Campichuelo, de Itapúa y de Tebicuary, seguí mi marcha a Santa Rosa; allí me reuní con el mayor general, y seguí a pasar el expresado río Tebicuary, límites de las M i siones con la provincia del Paraguay, también con la idea de encontrar algunos del partido, que tanto se nos había decantado que existían.

Se pasó el Tebicuary, y nuevas casas abandonadas, y nadie aparecía: entonces ya no me apresuré a que las carretas siguiesen su marcha, ni tampoco el general Rocamora, porque veía que marchaba por un país del todo enemigo, y que era preciso conservar un camino militar, por si me sucedía alguna desgracia, asegurar la retirada."

(Paz 2000: 537, 551)

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V I . CORNELIO SAAVEDRA

Cornelio Saavedra nació en Potosí en 1759. A los ocho . i n o s se trasladó a la ciudad de Buenos Aires junto a su famil i a v r. los catorce ingresó al Real Colegio de San Carlos. I i uno era frecuente entre los vecinos de buena posición económica y social ocupó diversos cargos en el gobierno virrein a l En 1797 el Cabildo lo designó regidor cuarto y al año Moliente regidor tercero; en 1801 fue elegido alcalde de secundo voto y juez de menores y en 1804 segundo cónsul del ( (msulado de Buenos Aires.

Su carrera militar comenzó durante las invasiones inglesas. En 1806 fue nombrado jefe del Regimiento de Patri-i i o s y a partir de entonces su figura adquirió una notable j'.i.ivitación en el seno de los sectores criollos. Defendió al virrey Liniers en la jornada del 1° de enero de 1809 y poste-i i i )imente alcanzó un papel decisivo en los acontecimientos i evolucionarlos, siendo elegido presidente de la Junta de gobierno instaurada el 25 de mayo de 1810.

Apenas establecido el nuevo gobierno surgieron tensiones acerca de la dirección que debía tomar la revolución, que cristalizaron en la formación de las tendencias saave-d i ista y morenista. Dichas tensiones alcanzaron su punto de uiptura con la formación de la Junta Grande que incorporab a a los diputados del interior, en su mayoría aliados a Saa-

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vedra, .il gobierno provisional formado en Buenos Aires. Moreno se opuso a esta decisión, renunció a su cargo de secretario de la Junta y marchó en misión diplomática a Londres, en cuyo viaje falleció el 4 de marzo de 1811.

Aunque el alejamiento de Moreno fortaleció a los saa-vedristas, la figura de su líder fue muy cuestionada debido a su supuesta vinculación con la asonada del 5 y 6 de abril de 1811. En esas jornadas, grupos de habitantes de los suburbios movilizados por varios alcaldes de barrio y jefes militares produjeron un levantamiento y exigieron al gobierno una serie de medidas que fortalecieron a los saavedristas en detrimento de la Sociedad Patriótica, compuesta por grupos morenistas. Ese mismo año, Saavedra fue enviado al norte para reorganizar el ejército que había sido recientemente derrotado por los realistas. Allí permaneció hasta que, poco tiempo después, el Primer Triunvirato lo excluyó del gobierno acusándolo de haber liderado la asonada de abril.

En 1814, la Asamblea del año X I I I , mediante un juicio de residencia, lo condenó a destierro perpetuo y pidió su captura pero Saavedra se fugó a Chile, donde las autoridades le dieron asilo. En 1818 el directorio declaró la nulidad de procedimientos del proceso realizado contra Saavedra y lo reincorporó al ejército con el grado de brigadier. Al año siguiente se desempeñó como delegado directorial en la campaña de Buenos Aires. En 1822 se acogió a la ley de retiro militar sancionada por el gobierno de Martín Rodríguez. Sus últimos años transcurrieron en su estancia de Zarate junto a su familia, donde escribió sus Memorias. Murió el 29 de marzo de 1829.

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Memoria autógrafa ( 1 9 6 0 ) [ 1 8 3 0 ]

Cornelio Saavedra escribió sus Memorias en 1829, poco intes de morir, con el objetivo de legar a sus hijos una biografía de su vida política que les permitiera conocer su histo-i i i y poder defender su honor, en caso de que volviera a ser I lustionado después de su muerte.

A través de las páginas de las Memorias, Saavedra inten-I.I i i-saltar dos cuestiones importantes. Por un lado, el papel piotagónico que había cumplido en el origen y desarrollo del proceso emancipador por la importante gravitación que había alcanzado como jefe del Regimiento de Patricios du-i.inte las invasiones inglesas y por su conciencia personal K cica de la situación política en España y el Río de la Plata

t u los decisivos años que precedieron a la Revolución de M.vyo. Para Saavedra, el origen del proceso emancipador se encuentra en las invasiones inglesas, no sólo por el fortalecimiento que significó para los grupos criollos su exitosa defensa de la ciudad, sino también por la inacción del gobierno virreinal y la frialdad de la corte española ante sus n iunfos frente a los invasores.

Pero si es en las invasiones inglesas donde se encuentra el origen del proceso emancipador, éste es también el fruto de la coyuntura de crisis del imperio español desencadenada .i partir de 1808. Saavedra se presenta a sí mismo como un líder que fue capaz de comprender y aprovechar esta situa-( i o n con el propósito de iniciar el movimiento emancipador . Respecto de la legitimidad de dicho movimiento, Saavedra la encuentra en la voluntad emancipatoria del pueblo de Buenos Aires (representado fundamentalmente por las milicias) así como en la idea, propia del lenguaje pactista, de la legítima reasunción de los derechos de los americanos posibilitada por la ausencia del monarca.

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La otra cuestión que ocupa las Memorias es el intento de Saavedra de restaurar su honor y dignidad frente a las afrentas y persecuciones sufridas a lo largo de su vida por los gobiernos que le sucedieron en la dirección de la revolución. Con este objetivo, sostiene que no tuvo ningún vínculo con los acontecimientos del 5 y 6 de abril de 1811 y que, independientemente de las intenciones, éstos produjeron un gran daño a la revolución. En la búsqueda de explicaciones a la difamación y persecución que debió padecer, Saavedra hace referencia a la lucha facciosa desatada a partir de la revolución. En efecto, los intentos de individuos advenedizos, que no habían tenido participación alguna en las jornadas decisivas del movimiento revolucionario, por ocupar cargos importantes en el gobierno habían sido el móvil de las acciones llevadas a cabo en forma sistemática para difamar y eclipsar su figura. Por otra parte, Saavedra sostiene que estas conductas facciosas no sólo afectaron a su persona, sino también desvirtuaron los verdaderos propósitos de la revolución, vinculados originariamente a la legítima lucha por la libertad de los americanos.

Selección de fragmentos

[Saavedra se refiere a los problemas que produjo la solicitud de disolución de las milicias formadas durante de las invasiones inglesas]

"Este también fue el origen de los celos y rivalidades que asomaron entre patricios y europeos. Acostumbrados éstos a mirar a los hijos del país como a sus dependientes y tratarlos con el aire de conquistadores, les era desagradable verlos con las armas en la mano, y mucho más el que con

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(Has se hacían respetables por sus buenos servicios y por su «!*<. isión a conservar el orden en la sociedad."

(Saavedra 1960: 1041)

"Los franceses por aquella época, activaban con fuerzas muy respetables la ocupación y conquista de la España. Las gacetas nos anunciaban batallas ganadas todos los días por [os españoles, mas ellas mismas confesaban que gradualmente las provincias enteras estaban ya subyugadas. A la vt i dad, ¿quién era en aquel tiempo el que no juzgase que Napoleón triunfaría y realizaría sus planes con la España? Esto era lo que yo esperaba muy en breve, la oportunidad o tiempo que creía conveniente para dar el grito de libertad en estas partes. Esta la breva que decía era útil esperar que madurase. A la verdad, no era dudable que separándonos de la metrópoli cuando la viésemos dominada por sus invasores ¿quién justamente podía argüimos de infidencia o rebelión? En aquel caso nuestra decisión a no ser franceses, de consiguiente quedaba justificada ante todos los sensatos del mundo nuestra conducta."

(Saavedra 1960: 1050)

[Saavedra se refiere a la reunión celebrada el 19 de mayo entre los jefes de la fuerza armada y el virrey Cisneros, a propósito de la solicitud de convocatoria a un Cabildo Abierto, realizada por los criollos]

"Viendo que mis compañeros callaban, yo fui el que dijo a S.E.: «Señor, son muy diversas las épocas del I o de enero del año 1809, y la de mayo de 1810, en que nos hallamos. En aquélla existía la España, aunque ya invadida por Napoleón, en ésta toda ella, todas sus provincias y plazas están subyugadas por aquel conquistador, excepto sólo

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(¡ádiz y la isla de León, como nos aseguran las gacetas que acaban de venir y V.E., en su proclama de ayer. ¿Y qué señor? —¿Cádiz y la isla de León son España? —¿Este territorio inmenso, sus millones de habitantes, han de reconocer soberanía en los comerciantes de Cádiz y en los pescadores de la isla de León7. —¿Los derechos de la corona de Castilla a que se incorporaron las Américas, han recaído en Cádiz y la isla de León que son parte de una de las provincias de Andalucía? —No, señor; no queremos seguir la suerte de la España, ni ser dominados por los franceses: hemos resuelto reasumir nuestros derechos y conservarnos por nosotros mismos. El que a V.E. dio autoridad para mandarnos, ya no existe; de consiguiente tampoco V.E. la tiene ya, así es que no cuente con las fuerzas de mi mando para sostenerse en ella». Esto mismo sostuvieron todos mis compañeros. Con este desengaño concluyó diciendo: «Pues, señores, se hará el cabildo abierto que se solicita». Y en efecto se hizo el 2 0 2 del mismo mayo."

(Saavedra 1960 : 1 0 5 2 )

[Sobre la naturaleza atribuida al proceso revolucionario]

"La destitución del virrey y creación consiguiente de un nuevo gobierno americano, fue a todas luces el golpe que derribó el dominio que los reyes de España habían ejercido en cerca de 3 0 0 años en esta parte del mundo, por el injusto derecho de conquista y sin justicia: no se puede negar esta gloria a los que por libertarla del pasado yugo que la opri-

Los editores del texto de Saavedra comentan a pie de página

(nota 1, p. 1052), que si bien en los manuscritos consultados dice "el

r K M TK"1 0 M A Y ° " ' D A C O N T E D M I E N T O *1 Saavedra se refiere es al Cabildo Abierto del día 22 de mayo.

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ITlía, hicimos un formal abandono de nuestras vidas, de nuestras familias e intereses, arrostrando los riesgos a que Con aquel hecho quedamos expuestos. Nosotros solos, sin p u rédente combinación con los pueblos del interior, man-dados por jefes españoles que tenían influjo decidido en ellos, confiados en nuestras pocas fuerzas y su bien acreditad o valor y en que la misma justicia de la causa de la libertad imericana, les acarrearía en todas partes prosélitos y defen-lores. Nosotros solos, digo, tuvimos la gloria de emprender i.in abultada obra. Ella por descontado alarmó al cúmulo de l .pañoles que había en Buenos Aires y en todo el resto de las provincias, a los gobernadores y jefes del interior, y a todos los empleados por el Rey, que preveían llegaba el término del predominio que ellos les daban entre los americanos. En el mismo Buenos Aires, no faltaron hijos suyos, que miraron con tedio nuestra empresa: unos le creían inverifi-• ahle por el poder de los españoles: ouos la graduaban de lo( ura y delirio, de cabezas desorganizadas: otros en fin, y eran los más piadosos, nos miraban con compasión, no dudando que en breves días seríamos víctimas del poder y furor español, en castigo de nuestra rebelión e infidelidad i ontra el legítimo soberano, dueño y señor de la América, y de las vidas y haciendas de todos sus hijos y habitantes, pues hasta estas calidades atribuían al Rey en su fanatismo. ¿Será I icíble que al fin éstos han salido más bien parados que no pocos de nosotros? Pues así sucedió. No pocos de los que en el año 10 y sus inmediatos eran o fríos espectadores de aquellos sucesos o enemigos de aquellas empresas, y proyectos de la libertad e independencia, cuando vieron que el fiel de la balanza se inclinaba a favor de ellos, principiaron también a manifestarse patriotas y defensores de la causa y por estos medios han conseguido reportar el fruto de nuestras Litigas, mientras algunos de mis compañeros de aquel tiem-

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po y las familias de los que han muerto, sufren como yo no pocas indigencias, en la edad menos a propósito para soportarlas o repararlas con nuestro trabajo personal. Sin embargo, ellos y yo, en el seno de nuestras escaseces y desde el silencio de nuestro abandono y retiro, damos gracias al Todopoderoso por haber alcanzado a ver realizada nuestra obra y ala América toda independiente del dominio español. Quiera él mismo también la veamos libre del incendio de pasiones y facciones que en toda ella han resultado en estos últimos años."

(Saavedra 1960 : 1 0 5 5 - 1 0 5 6 )

[La Revolución de Mayo de 1 8 1 0 ]

"La historia de este memorable suceso, arranca su origen de las anteriores: Que la América marchaba a pasos largos a su emancipación, era una verdad constante, aunque muy oculta en los corazones de todos. Las tentativas de Tupac-Amaru, de La Paz y de Charcas, que costaron no poca sangre, y fueron inmaduras, acreditan esta idea. No creíamos se aproximaría tan pronto tan deseada época; mas los sucesos la trajeron a las manos, y no quisimos dejarla pasar. Las dos invasiones inglesas nos pusieron las armas en la mano para defendernos. Esto ocasionó se avivasen los celos y las rivalidades entre americanos y españoles, y esto nos dio a conocer que los leones de Iberia devoraban corderos indefensos pero no hombres: esto finalmente fijó el 1 0 de enero de 1809 , la superioridad de las nuestras sobre las de aquéllos. La invasión de Napoleón a la España; la destitución del rey Fernando, sus abdicaciones a favor de su padre el rey Carlos IV, y las de éste en la dinastía del mismo Napoleón: el reconocimiento que se hizo del nuevo rey losé, hermano de aquel en la misma Corte de Madrid, y obediencia que le

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ti ibtttaron los grandes y nobles del reino en la mayor parte; la ocupación de casi toda la Península, excepto Cádiz y la Isla de León: el abandono que experimentamos de aquella Corte cuando se le pidieron auxilios de tropas y armas para repelerla segunda expedición inglesa, y su insultante contes-ia< ion de «defiéndanse ustedes como puedan, etcétera, etcé-ici.i», ¿qué otro resultado habían de tener que el de desenro-Ihi y hacer salir a luz el germen de nuestra libertad e independencia? Es indudable en mi opinión, que si se unían las cosas a buena luz, a la ambición de Napoleón y a la de los ingleses, en querer ser señores de esta América, se debe atribuir la revolución del 25 de Mayo de 1810. . . Si no hubieran sido repetidas éstas, si hubieran triunfado de nosotros, si se hubieran hecho dueños de Buenos Aires: ¿qué sería de la causa de la patria, dónde estaría su libertad e independencia? Si el trastorno del trono español, por las ai mas o por las intrigas de Napoleón que causaron también el desorden y desorganización de todos los gobiernos de la citada Península, y rompió por consiguiente la carta de incorporación y pactos de la América con la corona de Castilla; si esto y mucho más que omito por consultar la brevedad no hubiese acaecido ni sucedido, ¿pudiera habérsenos venido a las manos otra oportunidad más análoga y lisonjera al verificativo de nuestras ideas, en punto a separarnos para siempre del dominio de España y reasumir nuestros derechos? Es preciso confesar que no, y que fue forzoso y oportuno aprovechar la que nos presentaban aquellos sucesos. Sí, a ellos es que debemos radicalmente atribuir el origen de nuestra revolución, y no a algunos presumidos de sabios y doctores que en las reuniones de los cafés y sobre la carpeta, hablaban de ella, mas no se decidieron hasta que nos vieron (hablo de mis compañeros y de mí mismo) con las armas en la mano resueltos ya a verificarla. Haré justicia en esta parte,

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y doile a cada uno lo que es suyo y así se conservarán los derechos de todos."

(Saavedra 1960: 1056)

V I L JOSÉ MARÍA PAZ

Nació en Córdoba en 1791. Siendo joven estudió filosofía, artes, latín, derecho y matemáticas. En 1810 fue capitán de milicias de Córdoba y en 1812 se alistó en el Ejercito del Norte por entonces al mando de Belgrano. Combatió años más tarde en la guerra contra el Brasil; luego participó en las guerras entre unitarios y federales y derrotó a Facundo Quiroga en las batallas de La Tablada y Oncativo. Capturado en los momentos previos a un gran enfrentamiento con Estanislao López, sufrió ocho años de cárcel. Cuando Rosas le permitió salir del encierro y tener a la ciudad de Buenos Aires por cárcel, no tardó en escaparse y luego tomar partido por distintos grupos antirrosistas. Residió largo tiempo en Río de Janeiro y murió en Buenos Aires en 1854.

Memorias postumas (2000) [1855]

Las Memorias fueron escritas durante el presidio sufrido entre los años 1831 y 1839 y en 1849 las completó. El propósito de Paz al escribir estas memorias era que circularan

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pii'lérentemente dentro de su círculo familiar y no que fue-ran publicadas; por ello, la edición corrió por cuenta de sus lu jos el año posterior a su fallecimiento, en 1855. Estas memorias abundan en detalles acerca de los sucesos políticos y militares de los que fue protagonista. Sin embargo, en diver-K is tramos, Paz reflexiona sobre los grandes problemas que, I su parecer, impedían la realización plena del proyecto revolucionario que él describe como la "causa de la libertad" y que identifica como el faccionalismo, la anarquía, el caudillismo y las continuas guerras civiles. Esta temática recorre toda su obra. En el relato predomina una difusa identidad .imericana, pero el autor también menciona a la "República Argentina" y a las "provincias argentinas", lo que habla a las i l.iras de lo avanzado que estaba el proceso de afirmación de una identidad argentina o rioplatense al momento de su redacción.

Selección de fragmentos

[Paz explica el significado que tuvo el juramento hecho por el ejército a la bandera celeste y blanca desplegada por Bel-grano en 1812]

"Allí tuvo lugar la solemnidad del juramento, que se recibió al ejército, de defender el nuevo pabellón celeste y blanco, que adoptaba nuestro país. Todos comprendíamos y comprenderá cualquiera, que era un paso decidido a nuestra independencia política, pero nada hubo de explícito. (...)

Así comprendí y así pienso que comprendieron todos mis compañeros este augusto y patriótico acto, sin que dejásemos de estar firmemente persuadidos de que ni nuestros trabajos ni la marcha de la revolución podían tener

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otro término que nuestra absoluta independencia de la Es paña."

(Paz 2000: 68-69)

[Sobre los acontecimientos de abril de 1811]

"Casi con la revolución de Mayo tuvieron nacimiento los partidos que han despedazado después la república. El movimiento del 5 y 6 de abril, de que hace mención la memoria, fue el primer paso anárquico, después del establecimiento de la Junta Provisoria del año de 1810. Por poco que se medite, un ojo medianamente ejercitado puede entrever en esos primeros partidos, no obstante las infinitas y aun esenciales modificaciones que han sufrido, el origen de las dos fracciones que hasta ahora dividen la República Argentina."

(Paz 2000: 17)

[Naturaleza de las montoneras)

"Para comprender el ardiente entusiasmo que animaba a los montoneros, forzoso es referirnos al estado de nuestra naciente civilización. Atendido él, les fue muy fácil a los caudillos sublevar la parte ignorante contra la más ilustrada, a los pobres contra los ricos, y con este odio venían a confundirse los celos que justa o injustamente inspiraba a muchos la preponderancia de Buenos Aires. Aun diré más, y que quizá fue la causa más poderosa, las fuertes prevenciones que había engendrado en el paisanaje la indisciplina y altanería de las tropas de los primeros ejércitos y las exacciones gravosas a que los sujetaban.

Llegó a ser tan poderoso ese sentimiento de oposición en las montoneras y sus jefes al gobierno y a las tropas regladas, que sofocó hasta el noble entusiasmo de la independen-

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i la; nadie se acordaba de los ejércitos españoles que amagaban por distintos puntos, y es seguro que se les hubiera visto penetrar en nuestro territorio sin que se hubiesen reconciliado los ánimos. Quizá cuando la conquista se hubiese avan-

ido mucho, la magnitud del peligro nos hubiera reunido. Debo exceptuar a la heroica provincia de Salta, que

pagó también su tributo a las discordias civiles, y que como hemos visto hizo una guerra encarnizada al ejército del general Rondeau, pero nunca se debilitó su ardor patriótico, ni su amor a la causa de la independencia."

(Paz 2000: 284-285)

"No será inoficioso advertir que esa gran facción de la república que formaba el partido federal no combatía solamente por la mera forma de gobierno, pues otros intereses y otros sentimientos se refundían en uno solo para hacerlo uiunfar. Primero era la parte más ilustrada contra la porción más ignorante. En segundo lugar, la gente del campo se oponía a la de las ciudades. En tercero, la plebe se quería sobreponer a la gente principal. En cuarto, las provincias, celosas de la preponderancia de la capital, querían nivelarla. En quinto, las tendencias democráticas se oponían a las miras aristocráticas y aún monárquicas que se dejaron traslucir cuando la desgraciada negociación del príncipe de Luca. Todas estas pasiones, todos estos elementos de disolución y anarquía se agitaban con una terrible violencia y preparaban el incendio que no tardó en estallar. En Buenos Aires mismo fermentaban los partidos internos, que aunque no participasen de las ideas de afuera como un todo, se servían de aquellos como instrumentos que les facilitasen su acceso al poder; puede creerse que sin los estímulos que recibían desde la capital, los disidentes jamás hubieran logrado un triunfo tan completo."

(Paz 2000: 295-296)

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[Viene relatando cómo familias muy prestigiosas de la élite local en las regiones de Salta, Jujuy y Tucumán, entre los que se encontraban alcaldes y curas entre otros, se pasaban al ejército real y formaban parte de su caballería. A continuación explica la reacción de la gente de la campaña ante el paso del Ejército del Norte|

"Hay más aún que decir en honor del general Belgrano. Hasta que él tomó el mando del ejército se puede asegurar que la revolución, propiamente hablando, no estaba hecha en esas mismas provincias que eran el teatro de la guerra [Salta, Jujuy, Tucumán y Córdoba]. Cuando en principios de este mismo año (1812), emprendió el general Pueyrredón su retirada con el ejército, nadie (con muy raras excepciones) se movió de su casa, y esos sáltenos y jujeños tan obstinados y patriotas, como valientes guerreros después se quedaban muy pacíficamente para esperar al enemigo y someterse a su autoridad, sin excluir muchos empleados y militares que no estaban en servicio activo."

(Paz 2000: 52)

"No puedo prescindir de emitir una observación que siempre torturó mi espíritu y que ahora mismo gravita sobre mi alma. ¿Por qué nuestro país, que tantos sacrificios hizo para llevar a otros del continente la libertad, no ha obtenido el homenaje de gratitud que le era debido? ¿Por qué nuestros ejércitos que recorrieron la América del Sud prodigando su sangre, no lograron, de los mismos pueblos que habían libertado la benevolencia y el reconocimiento que merecían? ¿Ha sido efecto de la ingratitud de éstos o de una fuerza repulsiva de nuestros guerreros y de nuestros gobiernos, que al paso que hacían el bien tenían la funesta habilidad de

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revestirlo de formas desagradables, para perder el derecho al agradecimiento?*

(Paz 2000: 80-81)

| Sobre la revolución en el Alto Perú]

"Potosí es el pueblo que menos simpatía tuvo por la revolución. Su grandeza y riqueza provenía del laboreo de las minas que están a su inmediación, en el célebre cerro que lo domina; el progreso de esos trabajos se fundaban en la mita y otros abusos intolerables que un sistema más liberal debía necesariamente destruir; eran, pues, sus intereses, en cierto modo, que hacían inclinar la opinión (a que debe agregarse el inmenso número de empleados de la Casa de la Moneda y Banco de Rescate) a favor de la causa real, o, lo que es lo mismo, en la conservación de la antigua opresión.

(...) Forzoso es decir que la aristocracia del Perú nos era desafecta, desde que Castelli, con poquísimo discernimiento, la ofendió, provocando los furores de la democracia. Creo hasta ahora que ésta ha sido una de las causas que ha hecho del Perú el último baluarte de la dominación española, y el taller de esos ejércitos que volaron a todas partes para conservarla y extenderla.

(...) En Potosí nos tomó el 25 de Mayo y lo celebramos militarmente; ese día, que para nosotros encierra tantos recuerdos, era casi indiferente a los peruanos. Era la mejor prueba de que el movimiento que agitaba a las Provincias Bajas no había penetrado bastante en aquéllas. El respetable doctor Salinas, que ejercía las funciones de gobernador provisorio, a pesar de su patriotismo y de sus luces, pienso que participaba de la misma indiferencia."

(Paz 2000: 87-89)

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V I I I . IGNACIO NÚÑEZ

Nació en Buenos Aires en 1792. Luego de luchar contra los ingleses en las dos invasiones, en el año 1809 recibió el grado de capitán. Fue partidario de la revolución dentro del bando morenista. En 1813 se empleó en la secretaría de la Asamblea Constituyente. En 1816 fue prosecretario del Congreso de Tucumán. Inclinado a las actividades literarias, fue miembro de la Sociedad del Buen Gusto del Teatro y en 1821 se inició en el periodismo como redactor del Argos de Buenos Aires, de El Centinela y, más tarde, de El Nacional. También fue parte de la Sociedad Lancaster, que inspeccionaba el desempeño de la educación, en 1823. En 1825, Ri-vadavia lo designó secretario de la legación argentina en Londres. Cuando se encontraba en esa capital europea, Núñez publicó, al parecer por encargo de sir Woodbine Pa-rish, el representante diplomático de Inglaterra en el Plata, un trabajo titulado Noticias históricas, políticas y estadísticas de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Su intención fue informar a los políticos europeos sobre aspectos de nuestro país, con un capítulo anexo de documentos. A su regreso, Núñez fue nombrado en 1826 oficial mayor de la secretaría del gobierno nacional y al cabo de tres años, luego de ocupar otros cargos públicos, se retiró a la vida privada. La llegada de Rosas al poder le ocasionó diversos problemas: en

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1837 fue detenido presuntamente por no llevar la insignia punzó. Falleció en Buenos Aires en 1846.

Noticias Históricas de la República Argentina: Aumentada y corregida por el hijo del autor, señor Don fulio Núñez (1960) [1857]

Hacia 1844 Núñez redactó un libro de amenos recuerdos, titulado Noticias históricas de la República Argentina, en el que describe los episodios ocurridos desde las invasiones inglesas hasta la derrota de las tropas revolucionarias en la batalla de Huaqui. Como bien lo ha dejado escrito su autor, la intención no fue escribir una historia, sino "los entretenimientos que me permitan el tiempo que me queda y los elementos que me restan". Estos apuntes históricos fueron recopilados más tarde por su hijo Julio, quien los publicó —después de muerto su padre— en una primera edición en septiembre de 1857. En esta obra, Núñez pone énfasis en la crisis monárquica peninsular como causante de la revolución señalando el carácter improvisado de la misma. También es bien clara la identificación del autor con el grupo morenista, ya que acusa a Saavedra de haber tenido poco entusiasmo en sumarse al movimiento revolucionario.

Selección de fragmentos

| Núñez en este párrafo disiente con la interpretación de Manuel Godoy, el favorito del monarca español Carlos IV, sobre las invasiones inglesas]

"Por lo demás, si a Godoy le ha interesado sostener que

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la invasión de los ingleses no alteró en lo más mínimo la l i delidad de los habitantes de Buenos Aires, y que por consiguiente ella no ha podido tener ninguna clase de influencia en la pérdida de estos países para España, los que han escrito antes que él, aunque enteramente libres de sus pasiones y compromisos, si no han incurrido en la misma equivocación, tampoco han advertido sus verdaderas consecuencias. Esta primera invasión de los ingleses, tan corta y tan desfavorable como lo fue para sus armas, empezó a desmoronar toda la armadura del sistema colonial, porque su primer efecto fue inutilizar completamente todos los hombres a quienes el Rey había confiado su conservación, y formar la necesidad de reemplazarlos con hombres nuevos que tuvieran más interés por la salud pública, que por los derechos de la corona. Yo no haré la biografía de los primeros: una de las ventajas del sistema que he preferido para redactar mis Entretenimientos, es precisamente la de poder hacer juzgar de las personas, por los conocimientos que se den de los sucesos."

(Núñez 1960: 229)

[Luego de relatar los hechos sobre la reconquista de Buenos Aires, el autor hace un balance del significado de la constitución de un poder militar]

"En poco más de cuarenta horas Buenos Aires había triunfado en dos combates, sostenidos en campos de batalla muy distintos, pero con igual energía y decisión: la valentía de los generales ingleses y la cobardía de los militares españoles obraron el prodigio de improvisar en un pueblo pacífico y sometido, ese coraje cívico y guerrero con que pudo aprisionar a Beresford y libertarse de Sobremonte.

Desde entonces debe datarse la nueva carrera que este

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ptís ha recorrido. No se quiera decir con esto que los actos a Que se entregó este pueblo, viéndose abandonado y humi-llado, se ejecutaron en la intención deliberada de preparar Una sublevación contra su antigua dependencia: esto sería desconocer los hechos más evidentes. La mayor de las aspi-i H iones que dominaron entonces, fue la de recomendarse p< H los mismos dictados de lealtad y de nobleza que habían merecido de sus reyes. Lo que se quiere decir es que enton-I es principió en Buenos Aires, y se ha realizado después, lo que en todos los pueblos del mundo que han principiado del mismo modo, esto es, por una paralización en la marcha de los gobiernos, y una injerencia de los pueblos, igualmen-i e accidental pero forzada, en la defensa y conservación de s u s más sagrados intereses. Desde que el virrey legalizó el auio del día 14, Buenos Aires entró bajo el imperio de una constitución nueva y discrecional: en lugar de una cabeza, luvo tres: la Capitanía general, la Real Audiencia y el Cabildo, que debían reunirse o separarse en la dirección de los negocios, según sus privativas vocaciones, y modificando indispensablemente las reglas severas del sistema colonial. (¡ontra los peligros de esta situación anárquica sólo se presentaba un elemento: como dominaba en todos la idea de disponerse a resistir la segunda invasión que amenazaba, la autoridad militar debía sobreponerse en poder y en influencia, especialmente ejercidas por un hombre que imponía no sólo por el mérito que acababa de contraer, sino por una fidelidad acreditada: la idea dominante y el hombre de influencia formaban un punto de reunión, o concentraban el vasallaje; pero si la necesidad de defenderse debía prolongar indefinidamente el estado extraordinario de las cosas que había empezado a cambiar el aspecto político del gobierno, el hombre era el más a propósito para engendrar y generalizar muchas y nuevas disposiciones en el pueblo. El cóman

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ti,inte liniers era hombre de un carácter formal, pero ge roso y condescendiente: su trato era decente, pero famili aspiraba al lucimiento de su carrera, pero sin vanidad ni tentación: él no pudo, por lo tanto, dejar de ser el prii jefe de este país, que recibiese y agasajase con igual afabi dad a los pobres y a los ricos, a los negros y a los blancos, soldado y al oficial, produciendo de este modo un gran tras torno en las viejas y tirantes habitudes. Si el tiempo lo permitiese, los resultados no quedarán ocultos en estos Entretenimientos."

(Núñez 1960: 261-262)

[Acerca del carácter de la Revolución de Mayo]

"Sin debilitar el mérito que contrajeron los pocos hombres a quienes les tocó la suerte de encabezar la revolución de Buenos Aires, puede asegurarse que esta grande obra fue poco menos que improvisada; y por consiguiente, que si ellos no tuvieron tiempo, ni medios de explorar y combinar interiormente los elementos necesarios para llevarla adelante, tampoco los tuvieron para prepararse relaciones con las naciones extranjeras, o aquella protección que habían buscado y encontrado otros pueblos anteriores al de Buenos Aires, en esta misma carrera. Desde la primera hora en que el último representante del Rey de España depositó el cetro en manos de los nueve hombres escogidos para sustituirle en la autoridad virreinal, desde esa misma hora sintieron estos nueve hombres el enorme peso que habían admitido sobre sus hombros, y los peligros que correrían ellos y la revolución si se reducían a conducirla tan desprovistos como la habían principiado. El virrey Cisneros empezó a disputar el puesto desde la noche en que tuvo la debilidad de abandonarlo, apareciendo al frente de los españoles de la capital, cuya resisten-

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da no se ocultaban en sus semblantes, ni en sus palabras, ni en sus acciones: a toda hora llegaban avisos de que en este mismo espíritu se pronunciaba a cada español que recibía la noticia a inmediaciones de la capital, y fácil fue prever por consiguiente cuál sería la conducta que observarían a lo lejos los españoles del Paraguay, Montevideo y Perú, en posesión ile todos los recursos y materiales de guerra, y de una influencia sobre los naturales poco menos que absoluta."

(Núñez 1960: 341-342)

[Acerca de las diferencias entre Moreno y Saavedra]

"Apenas habían pasado seis meses desde la instalación del gobierno primitivo, en cuyo corto período había conseguido dar a la revolución un carácter imponente dentro y fuera del virreinato, cuando se encontró paralizado por una cuestión que empezó entre dos personas, y se hizo muy luego general.

El doctor don Mariano Moreno, uno de los nueve vocales del gobierno, desempeñaba al mismo tiempo las funciones de secretario de todos los departamentos, menos el de hacienda: en uno y otro carácter, él se había constituido en campeador de la revolución (...)

El teniente coronel don Cornelio Saavedra fue nombrado presidente del gobierno desde el día de su instalación, conservándose en su sola persona el tratamiento de excelencia, y los demás signos exteriores de distinción que habían ostentado los virreyes (...) El había entrado en la revolución más bien arreado que convencido: originario de una familia no común, educado entre la clase más vanidosa de los españoles, de costumbres moderadas y timoratas, y con bastante despejo para hacer papel de hombre no común entre la primera clase, o para merecer el dictado de hombre honrado en la clase más inferior de la sociedad, él había disfrutado entre

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los españoles de una consideración que rara vez alcanzaban los naturales del país, consiguiendo por estos medios, más que por su valor o su talento, que se le colocase a la cabeza del regimiento de patricios, cuando el general Liniers organizó un nuevo ejército el año 1806. El regimiento de patri cios [en el que] se reunían muchos de los jóvenes mejor dispuestos de Buenos Aires, de cuyos naturales se formó principalmente, constaba de cerca de dos mi l plazas, y sus hazañas contra los ingleses en aquel año y en el de 1807 le habían granjeado una reputación que imponía dentro y fuera de la capital.

Los primeros hombres que concibieron el pensamiento de cambiar los destinos de estos países, convinieron en que era indispensable la concurrencia de Saavedra, no tanto por lo que importaba la persona de Saavedra, como por lo que importaba el regimiento, en el cual sin duda alguna ejercía una influencia superior a la de los demás jefes y oficiales: más de treinta días se perdieron en diligenciar su disposición a entrar en el movimiento, y más de una vez se propuso por el coronel don Martín Rodríguez que se ejecutase el movimiento sin esperar a Saavedra. El se decidió al fin cuando llegó la noticia de que los franceses habían ocupado a Sevilla, suponiendo por este hecho perdida toda la España; pero siempre bajo el concepto de que sólo se trataba de asegurar estos dominios para el Rey, (...)

[Mariano Moreno]; él se fijaba, como los demás vocales, en que el presidente sostenía el aparato virreinal, no como quien tratase de entretener las preocupaciones populares mientras se obraba la revolución que era preciso en las costumbres, sino como quien estuviese decidido a cambiar de tiranos sin destruir la tiranía; pero en lugar de contenerlo, mucho menos de conUariarlo directamente en el goce de su pomposa representación, el doctor Moreno se limitaba a r i -

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diculizar en los círculos privados los delirios del presidente, y aún la simpleza de los que le cortejaban mirando en él una imagen del soberano, más bien que un delegado del pueblo; y aunque en un sentido general, o puramente abstracto, cada semana, en la Gaceta que redactaba al mismo tiempo que ejercía las funciones gubernativas y ministeriales, doctrinaba sin cesar sobre los verdaderos intereses del pueblo, mostrándole el camino por donde debía ponerse a cubierto de los asaltos de la tiranía, y asegurar los derechos de igualdad y libertad que acababan de recobrarse. (...)

Los progresos de esta disidencia fueron tan rápidos, que en cuatro días ya se marcó como ocupando la primera escala de las disensiones civiles: los unos tomaron el nombre de saavedristas y los otros el de morenistas; pero entretanto la causa general de la revolución marchaba, porque aquellas diferencias no habían roto, ni hubieran podido romper la unidad activa y enérgica con que marchaba el gobierno, a no sobrevenir el lance que es menester detallar en sus principales accidentes."

(Núñez 1960: 343-346)

| En este fragmento Núñez se refiere a la asonada del 5 y 6 de abril de 1811]

"De la ciudad se saltó a los arrabales en busca de máquinas para ejecutar el movimiento, o como entonces se decía, se apeló a los hombres de poncho y chiripá contra los hombres de capa y de casaca. Entre esta población candida e incauta, tan pura en materia de agitaciones políticas, y todavía tan subordinada aún a las más simples autoridades del régimen arbitrario, se encontró cuanto había faltado en la población de la ciudad, esto es, hombres que se prestasen a dar la cara sin embozo, y que creyesen enteramente fácil

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arrastrar aquella clase de población a ejercer en masa el derecho de petición que por primera vez iba a resonar en sus oídos. Entonces se dio la señal: al anochecer del día 5 de abril empezaron a reunirse hombres emponchados y a caballo en los mataderos de Miserere, a la voz del alcalde de barrio don Tomás Grigera, cuyo nombre sólo conocido hasta ese día entre la pobre clase agricultora, principió a ser histórico para este país: a media noche penetraron por las calles de la ciudad, y antes de venir el día ocuparon la plaza Mayor como mi l quinientos hombres, pidiendo a gritos la reunión del cuerpo municipal, para elevar por su conducto sus reclamaciones al gobierno. (...)

Los vocales pidieron que la Municipalidad concurriese a la fortaleza en el arto: eran las dos de la mañana cuando se presentaron los dos alcaldes con los regidores, informando que ellos se habían reunido en su sala de acuerdos insügados por el alcalde Grigera que estaba a la cabeza del tumulto; que este tumulto se formaba de pura gente de las quintas, que habían anunciado tener que hacer peticiones al gobierno, y que en este mismo arto entraban tropas a la plaza animadas al parecer del mismo espíritu. Se mandó que el alcalde Grigera compareciese ante el gobierno, a cuya presencia y la de toda la Municipalidad, se le interrogó por el vocal secretario Vieytes, si era cierto que él había mandado citar y conducido la gente que se hallaba reunida en la plaza; y habiendo contestado que era cierto, agregó que lo había ejecutado por orden del pueblo, el cual tenía que pedir cosas interesantes a la patria.

Reconvenido con entereza por el mismo secretario, por haberse permitido dar tales órdenes sin permiso ni conocimiento de la autoridad, el alcalde sólo contestaba con «el pueblo», sin explicar cuál era ese pueblo, a pesar de que se le apuraba para que lo explicase. (...)

El ejemplo que se tenía a la vista hacía prever a otros el

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mayor peligro de una sublevación en la esclavatura, o en los indios, cuyo número era considerable en el Alto Perú, y en las provincias de abajo hasta la capital (...)

[La gente de la ciudad] se echaban a andar por las calles, y no pocas penetraban a la plaza mayor para reconocer por sí mismas la certeza o la falsedad de la nueva alianza de < barreteras y chiripas que ejercitaba la mordacidad de la servidumbre. (...)

Entretanto el alcalde Grigera desempeñaba la tarea más importante de hacer firmar por los alcaldes y tenientes de barrio, titulándolos órganos del pueblo, la representación que debía elevarse al gobierno de diputados por conducto de la Municipalidad. Todo el día 6 y la mayor parte de la noche se ocuparon en esta operación, operación retardada tanto tiempo no por el número de los concurrentes, sino porque casi todos no sabían escribir y necesitaban buscar quienes firmasen a su ruego, y porque los que sabían escribir no eran tan expertos en el manejo de la pluma como lo eran en el de los instrumentos de labranza. No hay un adarme de exageración: si se exceptuaban los jefes militares, los miembros de la Municipalidad, y media docena de personas cuyos nombres no eran desconocidos, los demás en su totalidad habían sido tan ignorados hasta entonces, como lo fueron desde entonces en toda la revolución."

(Núñez 1960: 452-457)

[Respecto de las consecuencias de la participación popular del 5 y 6 de abril]

"Volvamos ahora la pluma al seno de la capital, en cuyo interior todo parecía montado sobre un terreno movedizo, mientras por afuera todo parecía afirmarse en el grande interés de la revolución.

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La primera y la más grave consecuencia de la conspii.i ción del 5 y 6 de abril, fue la de dar a las disensiones interiores un carácter que impediría dirimirlas por la discusión, o tratarlas bajo formas que no fuesen tumultuosas. Lo que hasta entonces podría considerarse como una cuestión personal entre ciertos individuos, cuestión de orgullo y ambi ción, de enemistades o de celos, se mostró desde aquel suceso con toda la apariencia de una cuestión fundamental sobre el destino de estos países. El partido predominante, que se denominaba saavedrista, tomando el apelativo del presidente, adoptó abiertamente como profesión de fe la opinión que se habían formado desde el principio de la revolución algunos abogados viejos, y las gentes de limitados alcances, esto es, que debían tomarse y conservarse las cosas como las habían tenido y sostenido los españoles, sin otra innovación que en lo personal del servicio público, y sobre todo sin renunciar al deber de invocar el nombre y la autoridad del Rey en los actos del gobierno; de manera que todo debía reducirse a una cuestión entre dos pueblos españoles, limitada a si sería virrey el español Elío o el americano Saavedra, o si sería obispo el español Lué o el americano Funes o si serían oidores los españoles Villota y Caspe o los americanos Medrano y Echevarría, y sin otro objeto en los unos y los otros que el de conservar intacta esta parte de la diadema real, para ser los primeros que la presentasen al monarca cuando éste se viese libre del cautiverio en que permanecía.

El verdadero espíritu de la revolución, que había sido y era el de libertarse de la opresión de los antiguos mandones coloniales, y ponerse en estado de gozar las ventajas de un gobierno civil, o como decía el doctor Moreno, en suma, el de destruir los tiranos sin dejar en pie la tiranía; este espíritu había arrollado a los españoles por todas partes, sin dejarles más que la esperanza de renacer de sus cenizas; la tarea,

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pues, que quedaba entonces a los profesores de aquel princi-pio contradictorio, era la de imponerlo al país, o más bien al pul ido que pretendía un gobierno de su elección, en lugar de la regencia de Cádiz; leyes que protegiesen los derechos I le hombres libres en lugar de leyes de Indias que anatemati-

i n , tolerancia en lugar de inquisición, comunicación I i . i n c a con todo el mundo, sin dejar de invocar el nombre del Rey cautivo mientras fuese conciliable con la satisfacción de estas justas exigencias."

(Núñez 1960: 477-478)

I X . FRANCISCO SAGUÍ

Francisco Saguí nació en 1794 en la ciudad de Buenos Aires. Era hijo de un comerciante español y él mismo se dedicó al comercio comenzando con un capital que le proporcionó su padre. Realizó estudios con Francisco Argerich, dedicándose posteriormente al comercio y las finanzas. Fue miembro del Tribunal de Alzadas durante el gobierno de Rosas y en 1839 cuando sus pares, en asamblea, lo designaron como miembro del Tribunal de Comercio, fue el propio gobernador quien vetó la designación. Murió en 1847 en Buenos Aires.

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Los últimos cuatro años de la dominación española ( 1 9 6 0 ) [1874]

La memoria que escribe Saguí se presume de carácter familiar, cuenta con una manifestación previa del autor donde deja en claro que "establecer la verdad ha sido m i guía". Narrada en 1844, pide que se la publique por lo menos veinticinco años después, algo que hará su sobrino Miguel Esteves Saguí en 1874. Este editor, en un escrito que antecede la obra, señala el hecho de que su pariente no era más que un comerciante, lo que a su entender remarca la excelencia de la obra por estar en inferioridad de condiciones con la "gente de letras". El mismo sobrino resalta además que, luego de que Rosas lo separó del cargo que se le había atribuido, Francisco Saguí se retiró de los cargos públicos en general.

Selección de fragmentos

[En el marco de la primera invasión inglesa ya concretada, se hace mención acerca de la reconquista que se llevará a cabo, distinguiendo la participación de Liniers]

"10. Desde que este benemérito vecindario e ilustre Cabildo salieron del estupor causado por la atrevida conquista, no pensó más ni tuvo otro ahínco que en la posibilidad de la reconquista; y para este fin en tantos cuantos medios le fueran posibles.

Uno de ellos, el principal sin duda, fue hacer pasar a Montevideo al capitán de navio don Santiago Liniers, francés de nacimiento y al servicio de España, vecino de esta capital, y que a la entrada de Beresford se hallaba, como

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hemos dicho, de comandante de la Ensenada: circunstancia por la cual se había libertado del juramento de prisionero.

Se presentó efectivamente, en aquella plaza, para acordar con su gobernador, Ruiz Huidobro, el orden con que debía hacerse y tropas con que podrían contar para la empresa; las cuales, según el mismo señor Liniers refutando el mentiroso parte del comodoro Home Popham al almirantazgo de la rendición de Beresford, consistieron en mil doscientos hombres, la mayor parte vecinos o meros transeúntes, muy particularmente catalanes, a quienes se dio el nombre de miñones, inclusas algunas de marina, marineros y un cortísimo número de veteranos, con algunos franceses corsaristas que accidentalmente se encontraban en aquel puerto, y cien individuos más incorporados en su tránsito de Montevideo a la Colonia."

(Saguí1960:35)

(Condensa la actuación del pueblo, que narra minuciosamente]

"20. El paso dado por el pueblo de ella [la capital del virreinato, Buenos Aires]: sin duda de gigante, cuyas consecuencias futuras ni percibía ni calculaba ¡la deposición de un virrey! cosa nunca vista en las Américas españolas; ese paso fue a todas luces imprescindible. El sagrado deber de su dignidad, de su conservación y seguridad era el solo objeto que le impulsaba a darle."

(Saguí 1960: 42)

[Acerca de la segunda invasión inglesa]

"Desatendidos los trabajos y ocupaciones diarias, era sabido que si se necesitaba del comerciante, del letrado, del

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labrador, del hacendado, del jornalero, del artesano o del empleado público: de todo hombre cualquiera que fuese, pobre o rico, proletario o capitalista, era preciso buscarle en las plazas o en los cuarteles."

(Saguí 1960: 46)

[Sobre el papel de los esclavos en la defensa de la ciudad]

"Hasta los esclavos en esta defensa se manifestaron no sólo con la mayor lealtad y valor, sino hasta con una admirable humanidad. (...) su comportación fue tal y tan benemérita que mereció del virrey Liniers a nombre del Rey la l i bertad de veinte de esos infelices a la suerte, y de seis a elección, incluso uno por parte de aquél. El Cabildo la dispuso también de veinte a la suerte y cinco a elección, comprendidas las viudas cuyos maridos hubieran muerto de resultas de las acciones de los días I o al 5. Los mismos comandantes de los cuerpos con el auxilio de algunos particulares contribuyeron a la libertad de algunos otros: digna y preciosa acción, ya que la brutal esclavitud era un sistema; ¡hasta que época más venturosa echase los fundamentos de su abolición!"

(Saguí1960:86)

[Luego de un desarrollo minucioso de los acontecimientos de la "Semana de Mayo", Saguí condensa sus pareceres]

"Muy pocas horas dijimos que estuvo por última vez Cisneros en el poder; y efectivamente la noche de ese mismo día 24 la Junta fue informada por el comandante Saavedra y por Castelli de la mucha agitación que se manifestaba en una parte del pueblo en razón de no haberse llevado a efecto la total, la absoluta separación del virrey en la participa-

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I i o n del mando; pero mucho más por haberle dejado el de las armas.

Esta circunstancia causó en las tropas, y muy particularmente en las del cuerpo de patricios que eran los que imponían entonces, una excitación y una efervescencia alarmantes. Era ella aún mayor y fomentada por los discursos patrióticos y entusiastas del capitán de una de sus compañías don Feliciano Antonio Chiclana, del doctor don Mariano Moreno, don Juan Larrea (español) y de otros varios; a todo lo cual se agregaban las ardorosas palabras de los fogo-D is Beruti y French. (...)

104. Llegó la mañana del 25, en que muy temprano se había reunido el Cabildo, ocupándose de un oficio de la Junta que a las nueve y media de la noche anterior le había remitido, haciéndole saber el estado de agitación que ya hemos mencionado. (...)

Hallábase el Cabildo contestando a esta nota, y lo hacía no tan sólo en el sentido de no admitir la renuncia, sino de hacer responsable a la Junta si no evitase las funestas consecuencias con el poder de las armas. Habíase reunido una multitud de pueblo (como se dice en el acta capitular) agregados a los individuos de la noche precedente; y que se habían amanecido apostados en una fonda de la plaza, todos armados. Eran capitaneados por French, Beruti, don Vicente Dupuy y algunos otros. Enviólos la reunión en diputación para que se apersonasen en la sala capitular, solicitando de ella previo permiso; y le expusieran lo disgustado que se hallaba y la conmoción que agitaba al pueblo por la permanencia de Cisneros como presidente de la Junta y con el mando de las armas: que el Cabildo se había excedido de las facultades que le habían sido acordadas (...)

(...) creyendo el Cabildo que debía ya usarse de la fuerza para contener a estos hombres, hizo comparecer a los jefes

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y comandantes. Estos, tan lejos de apoyar o convenir con sus intenciones, le contestaron sin vacilar y decididamente, que: según el estado de las ocurrencias y como se hallaban las cosas, ni ellos mismos contaban poderse sostener, pues hasta se les tenía por sospechosos.

Según esto, y como si hubiese sucedido para corroborar lo que acababan de decir, la misma gente que no había desamparado la plaza, sino más bien aumentándose, sospechosa de la convocatoria hecha a los comandantes, y violenta ya por su tardanza, se fue ella misma a la sala capitular. Encontrándola cerrada empezó a dar fuertes y repetidos golpes a la puerta, clamando a gritos: que quería saber de que se trataba. (...)

Los diputados de la reunión vuelven a apersonarse en la sala; y exponen que, no tenían por bastante la separación de Cisneros; y pues que todos los individuos de la Junta habían hecho su renuncia, el pueblo reasumiendo la autoridad que confiriera al Cabildo, determinaba y era preciso por no querer ya la existencia de aquella que se procediese a constituir otra nueva Junta. Proponían y nombraban para presidente de ella al comandante general de armas, don Cornelio Saavedra, y para vocales a los señores Castelli, don Manuel Belgrano, don Miguel Azcuénaga, don Manuel Alberti, don Domingo Matheu y don Juan Larrea (estos dos últimos españoles) y para secretarios a don Juan José Paso y don Mariano Moreno, con voto igual a los demás.

Contesto el Cabildo que para proceder con mejor acierto y sin el escandaloso alboroto que se notaba, representase el pueblo eso mismo por escrito. (...)

Después de un largo intervalo, apareció la presentación popular firmada por un considerable número de personas de todas clases y condiciones. Sucedió no obstante, que al querer el Cabildo oír de boca del mismo pueblo la ratificación de su contenido, para lo cual salió en cuerpo a las gale-

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i i . i s altas, vio que no había reunidos sino los mismos o poco m a s individuos que los que habían concurrido antes. Enton-I es el síndico procurador, que era el alma de aquella corpo-t a c i ó n , tuvo valor bastante para preguntar en alta voz «¿Y dónde esta el pueblo7»: interpelación que fue contestada con amenazas de violencia. Intimidados pues los del Cabildo, se i e i naron a convenir precipitadamente con cuanto se pedía, aprovechando las horas antes que llegase la noche.

106. Sucedió así, que todo quedó despachado y con-l luido en poco tiempo. Decretar, juramentar, recibir e instal a r la nueva Junta con los mismos individuos designados p o r el pueblo: todo fue obra sucesiva y del instante; todo según los términos de la petición popular, y bajo las mismas prescripciones que había determinado para la primera.

Concluyó así ese día por siempre memorable 25 de mayo de 1810: Día que admirablemente vinieron los sucesos preparándole, para empezar en él por sacudir el duro yugo del dominio que nos empequeñecía; y para desplegar nuestros labios con libertad: para pensar y sentir con ella y por e l l a . Ese fue el día en que un corto número de denodados patriotas, sin plan, sin combinación, sin acuerdo de los demás pueblos; faltos de todo, si no es del ardiente entusiasmo que eléctricamente por todos se comunicaba: hicieron que esta capital y con ella enseguida todo el virreinato del Río de la Plata, llevase a cabo todo sin pensarlo tan impor-i.mte e incruenta mudanza; y que diese a la nación española e l : adiós perpetuo de su imprudente sistema colonial: despedida que sin las malhadadas circunstancias de aquella nación, quizás hubiérase retardado medio siglo. Y el sol de este día, el sol hermoso de mayo, en los quince años de dura, tenaz y sangrienta guerra que la España sostuvo por recobrar la Libertad Esclava: fue siempre y de año en año saludado y vitoreado por los valientes hijos de la capital de Buenos

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Aires: única de sus antiguas colonias, donde una vez arrollado, jamás pudo ya ni un solo día desplegar la España su pendón de Castilla, ni reconquistar la enseña de su acabada dominación!"

(Saguí 1960: 121-124)

X . TOMÁS DE IRIARTE

Tomás de Iriarte nació en la ciudad de Buenos Aires el 7 de marzo de 1794. A los diez años fue enviado por sus padres a España. Entre 1809 y 1814, luego de haber realizado estudios en la Real Academia de Segovia, luchó contra las tropas napoleónicas en diversas batallas. En 1816 viajó a América secundando al general De La Sema en la campaña realista al Perú. Sin embargo, según señala en sus Memorias, su verdadero designio era incorporarse a las filas de los inde-pendentistas. Al bordo del barco que lo conducía a América, se integró a una sociedad secreta compuesta por españoles liberales contrarios a Fernando VII, llamada Logia Central La Paz Americana del Sud, cuyo objetivo era "formar una nueva patria en América, si se veían obligados a abandonar la península para evitar los furores de aquel déspota sanguinario" (en referencia a Fernando VII). A su llegada al Perú participó en diversas acciones del ejército realista hasta que finalmente, ese mismo año, se incorporó a las filas de los revolucionarios.

no

Al llegar a Buenos Aires se puso a disposición del gobierno de la revolución. Sin embargo, debido a que consideraba a Pueyrredón un gobernante despótico, pronto se sumó como agente de Alvear en una sociedad secreta cuyo objetivo era realizar actividades conspirativas contra el gobierno. En 1824 fue secretario de Alvear en una misión diplomática enviada por el gobierno de las Provincias Unidas ante el presidente Monroe de los Estados Unidos de América. En 1828 trató de impedir el movimiento encabezado por Lavalle, por lo que luego del triunfo del general unitario fue desterrado nuevamente a Montevideo. A su regreso fue reincorporado al ejército y militó en las filas de los federales disidentes. En las elecciones provinciales de 1833 fue elegido diputado por la facción de los "lomos negros" que apoyaban a Balcarce, y luego, en 1834 (caído Balcarce), fue nuevamente desterrado y se marchó a Montevideo, donde luchó bajo las órdenes de Lavalle y de Paz. Murió en Buenos Aires el 26 de mayo de 1876.

Memorias (1944)

Tomás de Iriarte escribió sus Memorias entre 1835 y 1847, luego de haber realizado diversos trabajos, especialmente sobre temas militares. A través de la obra, que abarca un extenso período comprendido entre 1794 y 1847, Iriarte presenta impresiones e ideas acerca de los personajes y los sucesos de la época en que vivió. Además, describe con gran minuciosidad aspectos de la geografía, la economía y las costumbres de los lugares de España y América que conoció en sus viajes.

Las Memorias permanecieron inéditas hasta 1944, año en que comenzaron a ser publicadas en cinco tomos, a

m

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saber: I) La Independencia y la anarquía; II) Napoleón y l.i libertad hispanoamericana (que cronológicamente es anterior al Tomo I); III) Rivadavia, Monroe y la guerra argentino-brasileña; IV) Juan Manuel de Rosas y la desorganización nacional; V) Luchas de unitarios, federales y mazorqueros en el Río de la Plata.

En el Tomo I , del cual se han seleccionado los fragmentos expuestos a continuación, Iriarte describe con gran minuciosidad sus vivencias desde el viaje a América en 1816 hasta la década de 1820. Se trata de un relato justificatorio de su accionar en los diversos sucesos de la década revolucionaria, cuyos principales tópicos son la adhesión a la revolución por tratarse de la causa de la libertad (cuyo significado es por demás impreciso), la preocupación por la instauración de gobiernos despóticos y la crítica a la construcción de liderazgos inmerecidos, como consecuencia de las posibilidades abiertas por "la carrera de la revolución".

Selección de fragmentos

[1816. Iriarte se refiere a la importancia de las sociedades secretas en las revoluciones, mientras se encuentra junto al ejército realista en Potosí]

"Es inconmensurable el poder e influjo de una asociación semejante siempre que sus miembros se entiendan bien; es para los negocios políticos como en la mecánica la palanca de Arquímides; y dígase lo que se quiera toda vez que no corrompan ni se desvíen del objeto original por ocuparse del interés individual, en un país en revolución no puede marcharse sin ellas. Algún tiempo he sido de opinión contraria, pero la experiencia me ha enseñando después,

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bien a mi costa, que cuando un poder tiránico se entroniza en un país, no hay medio más eficaz para derribarlo que la reunión de los hombres libres de más saber en sociedades ie< retas; sin que por esto deje de conceder que es preciso di solverse y marchar franca y públicamente luego que se ha obtenido el fin de la asociación, porque es incuestionable que las sociedades secretas cuando se prolonga su existencia i oncluyen por establecer otra tiranía."

(Iriarte 1944: Tomo I , 48)

| Acerca de la constitución de liderazgos en la época revolucionaria]

"Lo único que yo no podía aprobar de los actos del general Belgrano, era el rigor con que trataba a los jefes y oficiales, enseñado yo desde mis más tiernos años a servir por principios de honor, y habiéndolos después practicado en el curso de mi carrera militar en España, miraba con repugnancia el tratamiento ignominioso de los oficiales del ejército, estos eran aherrojados y recluidos en calabozos como el último soldado. Yo era entonces muy joven para disimular la impresión desagradable que había hecho en mí un sistema tan opresivo y contrario a los principios republicanos, venía de servir en una monarquía y jamás los había visto practicar. Helgrano se apercibió sin duda del mal efecto que produjo en mi ánimo, y un día me dijo: 'amigo Iriarte, yo conozco bien a nuestros paisanos, créame Ud., pero sin este rigor que mi corazón y mis principios repugnan, no se podrían hacer buenos soldados de los americanos; es preciso que pase todavía mucho tiempo para que el punto de honor sea el móvil de sus acciones, las masas están muy atrasadas en nuestro país, no tenemos costumbres.' Belgrano tenía razón, pero yo nunca aprobaré su sistema, era demasiado tirante;

113

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más bien diré, destruía el germen del honor, que es el mayor estimulante para los que siguen la carrera de las armas."

(Iriarte 1944: 124)

[1816. Iriarte, que acaba de separarse del ejército realista para incorporarse a las filas de los independentistas, se refiere a las perspectivas abiertas por la revolución a sus partidarios]

"Cometí una ligereza, y aún hoy la estoy sintiendo: ellos me servirían para hacer ver a muchos fatuos, que yo me había educado en los campos y familiarizándome con el mido de las balas; que mi patriotismo era más bien probado que el de muchos que se jactan de ser patriotas del año 1810, puesto que si abrazaron la causa de la revolución fué porque no les quedaba otro recurso, porque estaba en sus intereses y se les abría un nuevo y gran campo para hacer una carrera que sin la revolución jamás podían esperar. ¿Qué extraño, pues, que se manifestasen tan decididos? pero yo, ¿qué bienes podía esperar mayores que los que disfrutaba? Yo no hablo de todos, reconozco el mérito que contrajeron muchos patriotas, pero podía negarse que un crecido número siguieron, como Vicente, al ruido de la gente?"

(Iriarte 1944: 128)

[Sobre el gobierno directorial]

" M i ilusión se iba disipando gradualmente, y observando los hombres y las cosas, conocí muy pronto que el sistema que regía en Buenos Aires era arbitrario y despótico, pero disfrazado con la máscara de la libertad, y adornado con las formas republicanas; yo comparaba lo que había visto con lo que estaba viendo, y concluía siempre, que aún

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lu jo el espantoso despotismo del rey Fernando, la tiranía era más soportable que la que ejercía el gobierno directorial, y me lamentaba interiormente que siendo la causa tan justa, i.m buena, tan sagrada, estuviese consignada su defensa a i.m inicuos opresores; pero yo era patriota por principios, y unía bastante buen sentido para no confundir los abusos del poder con la santidad de la causa; y una buena dosis de razón, y filosofía para no arrepentirme por cuanto veía, del paso que había dado."

(Iriarte 1944:141)

|Iriarte se ha asociado a una sociedad secreta en Montevideo, como agente de Alvear, para derribar el gobierno de l'ueyrredón]

"(...) desde que puse el pie en Buenos Aires conocí el sistema despótico y arbitrario con que el país era regido, e idólatra de la libertad, como siempre lo he sido, deseaba ardientemente la caída de un tal gobierno, y me era muy l i sonjero cooperar yo mismo a un f in tan laudable. Yo no conocía el país ni los hombres de la revolución, ni los tortuosos senderos de la intriga; estaba enteramente ciego, pero me había sacrificado para restaurar la libertad, sin sospechar entonces que los hombres de la revolución no trabajan para establecerla, sino para satisfacer su ambición e intereses privados y por saciar su venganza. Es decir, que mis intenciones eran puras, pero sin saberlo, yo mismo me hice instrumento de las miras anárquicas y depravadas de una r • * ti

facción. (Iriarte 1944: 162)

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[Sobre el "estado del país" en 1818|

"Así, la autoridad del jefe supremo era nominal, y el círculo de su acción tenia un radio tan limitado que a excep ción de las provincias de Cuyo, donde sus procónsules donn naban con un absolutismo sin medida, la de Tucumán donde estaba estacionado nuestro ejército, y la de Buenos Aires, silla del gobierno, las demás puede decirse que eran independientes de hecho. Un estado tan precario había relajado los resortes del patriotismo, y el espíritu público que al principio de la revolución obró prodigios, casi había desaparecido."

(Iriarte 1944: 145)

[Iriarte se refiere al peligro que enfrenta la sociedad luego de la revolución: el desborde de las clases inferiores]

"La crisis más peligrosa para todo el país que entra en la carrera de la revolución, es aquella en que las clases inferiores del pueblo desbordadas y sin freno por haber perdido las leyes su prestigio, se sobreponen a las altas clases convirtiéndose la sociedad en un caos de anarquía y desorden: el pueblo de Buenos Aires estuvo entonces amenazado de disolución y el triunfo de los montoneros fue una consecuencia precisa de la tiranía del directorio y por lo tanto éste el autor de los males que más tarde sufrió el país."

(Iriarte 1944: 232)

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X I . TOMÁS G U I D O

Hijo de una familia de comerciantes españoles, nació • n Uuenos Aires en 1788. Se educó en el Real Colegio de San • arlos pero pronto abandonó los estudios por falta de re-I n i sos. En 1806 se alistó como soldado en el batallón de Mil u mes. Una vez producidos los sucesos de Mayo, fue nominado secretario de Mariano Moreno en su viaje a Inglaterra i n 1811. A su vuelta colaboró en la campaña libertadora de i hile y en 1817 fue incorporado como teniente al ejército de San Martín. Luego de la entrevista de Guayaquil continuó i elaborando con Bolívar y Sucre. En 1828, enviado por Ri-vadavia, suscribió el tratado de paz con Brasil que dio por f i nalizada la guerra que enfrentaba a ambos países. En las dé-i adas posteriores sirvió en los gobiernos de Rosas y de l Irquiza ocupando diversos cargos. Falleció en 1866.

2 5 de Mayo de 1810. Reseña histórica ( 1 9 6 0 ) [ 1 8 5 5 ]

Tomás Guido escribió este breve ensayo en mayo de 1855, cuando estaba en Montevideo. Un mes después fue publicado por El Plata Científico y Literario, revista que circulaba tanto en Buenos Aires como en Montevideo y que contenía artículos sobre legislación, jurisprudencia, economía-política, ciencias naturales y literatura. Allí publicaban muchos de los que formaron parte de la generación del 37. Este escrito de Guido está visiblemente influido por el ambiente romántico de la época.

117

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Como protagonista principal de la revolución la minoría ilustrada que se reunía secretamente en casa de Vieytes, en aras de planear la definitiva independencia de España. El énfasis puesto en la acción de estos pocos esclarecidos también puede verse en la "Biografía del General Belgrano", de Mitre, publicada dos años después en Galería de Celebridades Argentinas. Guido mismo relata haber participado de las reuniones de los revolucionarios, cuando fue presentado y recomendado por el doctor don José Darregueyra, íntimo colaborador del grupo.

Selección de fragmentos

[Acerca de las reuniones donde tenían lugar los planes inde-pendentistas]

"La preponderancia que adquirió el regimiento de patricios de Buenos Aires, el I o de Enero de 1809, sobre los tercios de españoles, bajo la dirección de Don Martín de Ál-zaga, decididos a deponer al general Liniers defendido por los patricios, reveló al pueblo de Buenos Aires la existencia de un poder que hasta entonces no había tenido ocasión de ensayar, y la autoridad del virrey vino a quedar bajo la única salvaguardia de los batallones nacionales.

Resuelto así un problema que pendiera de este hecho, empezaron a trabajar más desahogadamente, aunque en reuniones secretas, los pocos ciudadanos preocupados de la idea grandiosa de la emancipación de su patria. La casa del señor Vieytes en la calle Venezuela, y la de Don Nicolás Rodríguez Peña, en la calle de la Piedad tras de la iglesia de San Miguel, servían frecuentemente de punto de reunión a los iniciados en el pensamiento de formar un gobierno inde-

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pendiente de la antigua metrópoli. Se inventaban excursiones al campo y partidas de caza para disfrazar el verdadero miento de este figurado pasatiempo. (...)

Con habilidad y cautela se predisponía el ánimo de los i indadanos a favor del derecho inconcluso de América para i liidar de su propia suerte, desde que la presión del Rey y la ocupación de la Península por tropas francesas, había desquiciado la máquina gubernativa y dejado a los pueblos a merced de sus propios instintos. La España había dado el ejemplo erigiendo sus juntas y proclamando la mayor parte de las provincias una especie de soberanía independiente, hasta que se instaló la Junta Central, cuya legitimidad, sin embargo, fue disputada y contrariada por alguna de las secciones de la misma España."

(Guido 1960: 4311-4313)

[Guido describe las dificultades a las que tenían que hacer frente los revolucionarios antes de la deposición del virrey]

"MienUas corrían así las cosas, flaqueaba y empalidecía la autoridad del virrey y la de la Audiencia, a medida que se debilitaba la metrópoli con los reveses de su heroica lucha contra el conquistador francés. No obstante, los hábitos del coloniaje, la influencia de los magistrados peninsulares, las poderosas relaciones mercantiles y políticas con España, el gran número de empleados españoles, una extensa población del mismo origen, ciegamente orgullosa de su dominio tradicional, la veneración supersticiosa del monarca, la indiferencia o inercia inseparables en los naturales de una servidumbre secular y por último, dos cuerpos de línea del fijo y de dragones, levantaban una barrera al parecer insuperable, para un círculo pequeño de hombres, que si bien animosos, apenas contaban con el apoyo de una parte de la fuerza armada. (...)

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¿Impondríase por programa del cambio proyectado declaración inmediata de la independencia del territorio virreinato? ¿Convendría desafiar las preocupaciones y 1 intereses compactos, de una oposición fundada en la con ciencia de los unos y en la conveniencia de los otros? Por ín t imo que fuese este deseo en los promotores de la resol ción, ninguno tuvo por sensatez la idea de una separación absoluta. Se convino en aplazar un hecho que la vista men . perspicaz divisaba en el horizonte, y se acordó promover la instalación de una junta que gobernase al virreinato a nombre de Fernando VII . Los votos profundos de los autores de la revolución no quedaron cumplidos sino el 9 de Julio de 1816, con la solemne declaración de la Independencia nacional. (...)

Amaneció por f in el 22 de Mayo de 1810 y la campana del Cabildo y una citación especial a vecinos notables convocaban al pueblo para resolver sobre su suerte, en medio de la agitación excitada de intento por los autores de la revolución. La mult i tud atraída mas bien por la curiosidad, que por la tendencia a innovaciones que no comprendía, servía grandemente a los agentes revolucionarios, para imponer con su presencia, al propio tiempo que seguidos de corta clientela trataban de excitársela con sus instigaciones."

(Guido 1960: 4316-4317)

[Sobre los acontecimientos del 25 de mayo de 1810|

"Era ya la alta noche, cuando se tuvo la certeza de la citación a un nuevo cabildo popular, y la probabilidad de una nueva elección en la mañana siguiente, de acuerdo con los intereses del pueblo. Pero ¿quiénes serían los candidatos de la nueva junta? ¿Quiénes satisfarían las miras de

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i i l u c i l o s hombres generosos, empeñados con rectitud de • i ' iritu en fundar un gobierno ilustrado y patriota? Ningu-I I I i ile los asociados se prestaba a ocupar puestos públicos. I I desinterés de los pudientes, en servicio de la causa que il H.izaron de corazón, se había convertido en una religión • omún. Ninguno de ellos ambicionaba más que la ventura d. la patria.

En tal perplejidad, redactaron varias listas, en que se leía uno a uno nombres aceptables; pero nadie completaba el número previsto para integrar la junta. Ansiábase pues IK ir salir de unas vacilaciones que podrían ser funestas, si la elección recaía en personas discordes con el f in de la revolución. (...)

Desde luego volvieron todos a ocuparse de los candidatos, y cuando parecía agotada la esperanza de poderse concertar, Don Antonio Luis Bemti, pidió se le pasase papel y tintero, y como inspirado de lo alto, trazó sin trepidar los nombres de los miembros que compusieron la primera junta. En seguida leyendo la lista por él confeccionada, dirigióse a sus colegas diciéndoles: 'He ahí, señores, los hombres de que necesitamos'. La aprobación y el contento de los asociados no pudo ser más unánime. Todos demostraban un grato asombro por el acierto de la elección propuesta por el señor Bemti. Era éste un empleado antiguo y probo de la contaduría del tesoro, fogoso proclamador de los principios liberales, y uno de los agentes más activos de la libertad de su país.

Aceptada la lista de este ciudadano, mandóse circular rápidamente entre los llamados a cooperar para su triunfo. En la mañana del 25 de Mayo la campana del Cabildo llamaba al pueblo, y la municipalidad citaba los notables para su salón de despacho. Los ciudadanos de todas condiciones acudían de tropel atraídos por la novedad. Las tropas per-

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manecían en sus cuarteles y los invitados tomaban asiento en la sala capitular. El alcalde de primer voto anunció a loa espectadores el objeto de aquel llamamiento. Se entablaron debates animados entre los adictos del antiguo régimen y entre los propugnadores de la revolución. El pueblo aguardaba impaciente, no pocas veces fue interrumpida la grave sesión por la vocería popular animada por tribunos ardientes. La multitud no abandonó la plaza, corredores, aposentos del antiguo Cabildo, sino cuando se anunció el acuerdo, y se proclamó la nueva junta.

A las tres de la tarde un bando solemne, publicaba el acuerdo del Cabildo abierto, instalando una nueva junta gubernativa en nombre de don Fernando VII, compuesta de los preclaros ciudadanos citados a continuación:

Presidente: don Cornelio Saavedra. Vocales: los señores Azcuénaga, Castelli, Belgrano, La

rrea, Matheu y Alberti. Se habían cumplido los votos de los verdaderos patrio

tas. El destino futuro de la patria pendía de la capacidad y virtudes de los elegidos del pueblo. A estos denodados campeones incumbía la difícil y honrosa tarea de encaminar la opinión pública hacia el sagrado fin promovido por un puñado de ciudadanos intrépidos.

A la primera junta tocaba el deber descorrer el velo de la política opresora de la metrópoli europea y de despertar el espíritu de independencia en una población aletargada por el abatimiento congenial a los pueblos despolitizados por tres centurias. A ella incumbía la tarea de propagar los primeros elementos de los derechos sociales y políticos ignorados para la mayoría de los colonos, y echar los fundamentos de una nueva nación. (...)

Graben los argentinos en el corazón y en su memoria

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1, ,s preclaros nombres de los autores y fundadores de la independencia de la patria, y pase su recuerdo imperecedero de generación en generación bajo las bendiciones de la re-l mblica, y del respeto que les tributa la historia. 1 ' Y (Guido 1960:4320-4321)

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Puentes

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