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Solucionario: “La metamorfosis y otros relatos de animales”

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Solucionario

“La metamorfosis y otros relatos de

animales”

Este título también dispone de guía de lectura y ficha técnica

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«La metamorfosis» (pp. 41-97) I (pp. 41-59) 1. Gregor Samsa se transforma en «un monstruoso bicho». La

descripción de su metamorfosis hace pensar en una cucaracha o un escarabajo, aunque el narrador elude dar detalles: se menciona a propósito «la dura coraza de su caparazón», así como «sus muchas patas» (p. 41). Tampoco se comenta la causa del cambio; sólo sabemos que esa noche Gregor tuvo «sueños intranquilos», pero desconocemos si éstos guardan algún tipo de relación con su metamorfosis.

2. El protagonista se da cuenta muy pronto de que no está soñando porque todo cuanto lo rodea sigue igual que siempre; su habitación continúa siendo su habitación y el muestrario de tejidos que está encima de la mesa le recuerda quién es: un representante de comercio.

3. Gregor cree que su profesión es muy dura porque tiene que soportar una gran tensión, sobre todo a causa de los viajes que está obligado a realizar: «los quebraderos de cabeza por los transbordos ferroviarios, las comidas irregulares y de baja calidad y, a todo esto, un trato humano siempre cambiante, nunca duradero, que jamás llega a ser cordial» (p. 42). Además, está convencido de que trabaja más que otros representantes y de que sufre una presión excesiva por parte de su jefe. Mantiene ese trabajo no porque le guste, sino a causa de su familia, ya que al parecer los padres de Gregor deben saldar una deuda; su intención es despedirse dentro de cinco o seis años, una vez haya reunido el dinero que su familia necesita. Por lo tanto, Gregor no disfruta haciendo su trabajo; al contrario, se siente alienado y sometido a un orden que él no controla (como más adelante pone de relieve la visita del gerente, al irrumpir en la vida privada de Gregor). En clase podría debatirse acerca de las consecuencias de realizar un trabajo que no nos gusta.

4. La madre se dirige a él con voz «suave» para recordarle que ya son las siete menos cuarto de la mañana. Poco después, el padre golpea la puerta «levemente, pero con el puño» y exclama: «Gregor, Gregor, ¿qué está ocurriendo?» (p. 44); al cabo de un rato, vuelve a insistir «con voz más grave» (p. 45). La hermana, por su parte, lo llama también, pero su tono suena «dulcemente preocupado»; además, se muestra solícita al preguntar a Gregor si se encuentra bien y si necesita algo.

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Enseguida nos damos cuenta de que entre ambos hermanos hay

una cierta complicidad, una buena relación; también parece que Gregor se lleva bien con su madre. En cambio, el padre se presenta ya como una figura de autoridad dentro de la familia, insinuando el conflicto generacional con el hijo.

5. Los cambios en la voz de Gregor son un indicio importante de su transformación. Al principio de esta primera parte, todavía puede comunicarse con los demás: cuando su madre le apremia para que salga de la habitación, Gregor le contesta que enseguida se levanta; el narrador apunta que «tal vez la puerta de madera hizo que no se notara la modificación en la voz de Gregor, pues la madre se contentó con estas palabras y se apartó de allí» (p. 44). En ese momento, además, el personaje cree que los cambios en su voz son sólo «un síntoma temprano de un resfriado en toda regla, enfermedad profesional de los viajantes de comercio» (p. 45). Poco después, cuando llega el gerente de la empresa para la que trabaja, Gregor trata de explicar, siempre a través de la puerta, que no sale porque se siente indispuesto, pero que en breve lo hará; entonces, el gerente pregunta a los padres de Gregor: «¿Han logrado ustedes entender una palabra?». Es decir, a Gregor ya no se le entiende y ello causa preocupación en la madre. La mujer cree que su hijo está enfermo y pide a Grete, su otra hija, que llame al médico. El gerente, por fin, sentencia: «Era una voz de animal» (p. 52). Gregor, por su parte, se encuentra más tranquilo, acepta su situación: «Ya no se comprendían sus palabras, pero a él le habían parecido suficientemente claras, mucho más claras que antes, tal vez porque se le había acostumbrado el oído» (p. 52).

6. A Gregor no le cuesta demasiado apartar la colcha que lo cubre; sin embargo, no acaba de controlar sus patas: cuando mueve una, le siguen todas las demás. Dicha falta de control sobre su nuevo cuerpo hace difícil la operación de abandonar la cama: por fin logra incorporarse, pero acaba golpeándose contra los pies del lecho. Después de varios intentos, cae de la cama con todo su peso. Aunque la alfombra amortigua parte del golpe, Gregor se hace daño en la cabeza.

7. Se trata del gerente de la empresa donde está empleado Gregor. Ha ido a buscarlo porque el joven no ha llegado a su hora al trabajo. El hombre no se muestra nada comprensivo: según él, «los comerciantes, mirando por nuestro negocio, hemos de sobreponernos frecuentemente a leves malestares» (p. 49).

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Acusa a Gregor de abandonar sus obligaciones e insinúa que tal

vez no quiere salir de la habitación porque, como cree el jefe de ambos, ha malversado dinero de la empresa.

8. Tras la visita del gerente, Gregor desea salir de la habitación y dejarse ver. La reacción de su familia se le antoja fundamental: «Si se asustaban, Gregor ya no tendría ninguna responsabilidad y podría estar tranquilo. Si lo asumían con serenidad, tampoco tendría ningún motivo de intranquilidad y, si se apresuraba, podría estar a las ocho en la estación» (p. 51).

9. Después de abrir la puerta con mucho esfuerzo, Gregor muestra a los demás su nuevo aspecto. El gerente es el primero en verlo: parece horrorizado, pues se tapa la boca con la mano y retrocede unos pasos. La madre trata de acercarse a Gregor, pero cae al suelo y hunde el rostro en el pecho, suponemos que de pena o terror. El padre es quien tiene una reacción más extrema: «cerró su puño con expresión agresiva, como si quisiera hacer retroceder a Gregor hacia su habitación; luego se volvió con inseguridad mirando al salón, se cubrió los ojos con las manos y empezó a llorar con tal desgarro que su fuerte pecho temblaba» (p. 54). Cuando el gerente trata de salir de la casa de los Samsa y Gregor abandona la posición vertical para caer al suelo apoyando en él sus patitas, la madre se incorpora, extiende los brazos y grita socorro. Con la confusión, el gerente logra huir y es entonces cuando el padre de Gregor con una mano coge un bastón y con la otra un periódico, obligando a su hijo a retroceder hasta la habitación.

10. Parece que el padre de Gregor no puede o no quiere aceptar la transformación de su hijo. Sin embargo, es el primero en tratar a Gregor como a un animal: para ahuyentarlo y obligarlo a entrar en su habitación, golpea el pie contra el suelo, da silbidos y agita el bastón y el periódico. Cuando Gregor trata de pasar a través de la puerta de su cuarto y se queda encallado en el marco de ésta, el padre lo empuja sin demasiadas contemplaciones. Luego cierra la puerta con ayuda del bastón.

11. El inicio de «La metamorfosis» plantea varias incógnitas. El lector desconoce por qué Gregor se ha transformado en un insecto. Es decir, debe aceptar desde el principio que se ha producido una trasgresión de las leyes físicas (en el mundo empírico no es posible que un hombre se transforme en un insecto); pero además, debe aceptar otro tipo de trasgresión, en este caso de las leyes sociales, pues no parece aceptable que unos padres, ante semejante tesitura, nieguen su ayuda al hijo y reaccionen como lo hacen los padres de Gregor.

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Por otra parte, la actitud del protagonista también es llamativa,

porque acepta su situación y porque parece que está más preocupado por llegar tarde al trabajo que por el hecho de haberse transformado en un insecto. Al tener el lector que aceptar lo inexplicable, aumenta la sensación de absurdo: el mundo representado carece por completo de sentido.

12. VOCABULARIO: muestrario: ‘colección de muestras de mercaderías o productos’. marquetería: ‘trabajo de ebanistería, utilizando maderas finas’. parapetarse: ‘resguardarse, esconderse como defensa’.

II (pp. 59-78) 1. La leche dulce con pan es la bebida preferida de Gregor; por esa

razón, Grete se lo prepara. Sin embargo, no parece que la joven disfrute teniendo que ocuparse de su hermano. Se diría más bien que éste le inspira repugnancia; por eso, tras la primera noche, cuando entra en la habitación de Gregor, mira al interior «con intranquilidad» (p. 62) y se lleva el cuenco de leche con la ayuda de un trapo, procurando no tocarlo con las manos. Más tarde, barre la comida del suelo y la tira precipitadamente al cubo de la basura. Además, se diría que Grete no quiere ver a Gregor y que siente hacia él un asco insuperable. Por ese motivo, cuando entra en la habitación del hermano se apresura a abrir las ventanas para ventilar la estancia.

2. Desde el principio queda claro que Gregor ya no puede comportarse como una persona. Resulta significativo que deteste la leche dulce que le ha preparado su hermana, cuando antes era su bebida favorita. Prefiere, en cambio, el queso, las verduras y la salsa putrefactos que Grete le deja sobre un papel de periódico.

3. Ahora la habitación le da miedo: al estar él a ras del suelo, las paredes le parecen muy altas. Por eso se esconde debajo del sofá: probablemente ahí se siente más a resguardo. Dicho sentimiento de desprotección podría relacionarse con el creciente aislamiento de Gregor dentro de su familia y su progresiva pérdida de identidad.

4. Desde la transformación de Gregor, ninguno de los otros tres miembros de la familia quiere quedarse a solas con él en la casa. La criada, que no puede soportar la situación, suplica que la despidan, cosa que ocurre, de manera que la madre y la hermana de Gregor tienen que encargarse de las tareas del hogar.

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El estado de ánimo de la familia empeora: la madre, el padre y la

hermana se muestran inapetentes. 5. La ausencia de rebelión por parte de Gregor tiene que ver con su

sentido de la responsabilidad: mantener a su familia es para él un deber moral. En ello ha invertido todas sus energías, como demuestra su intensa dedicación al trabajo: «de la noche a la mañana, había pasado de modesto dependiente a representante, cuyas posibilidades eran muy distintas y cuyos éxitos laborales se transformaron pronto en dinero contante y sonante, que fue puesto sobre la mesa a disposición de la asombrada y dichosa familia» (pp. 65-66). Por otra parte, puede advertirse en Gregor un importante complejo de inferioridad: por eso, no espera el agradecimiento de los demás. Al contrario, siempre se siente culpable, así que, en vez de enfadarse con el padre –pues el dinero que éste ha ahorrado podría haber acortado el tiempo de trabajo en la empresa-, lo que lamenta es no poder seguir manteniendo a su familia: cuando escucha a sus padres y hermana hablar de dinero, él arde «de vergüenza y tristeza» (p. 67).

6. Gregor comprende que Grete no soporta su visión, por lo que decide colocar una sábana encima del sofá. De ese modo, cuando se esconde debajo de éste, la sábana lo cubre por completo, ocultándolo a la vista de los demás. Efectivamente, parece que Grete recibe el gesto de su hermano con alivio.

7. Aunque al principio Gregor desea que la habitación se vacíe, luego se da cuenta de que los muebles le recuerdan su existencia humana. Influye en él la opinión de su madre, a la que llevaba mucho tiempo sin ver –pues ésta no entra nunca en su habitación-, para quien retirar los muebles implicaría renunciar «a toda esperanza de mejoría» (p. 71).

8. Gregor se encuentra muy confundido con todo ese trasiego (la madre y la hermana moviendo los muebles). En su desesperación por que no le vacíen enteramente el cuarto, trepa hasta una foto que está colgada en la pared y aprieta su vientre contra el cristal. Cuando Grete lo descubre, trata de evitar que la madre lo vea; sin embargo, ésta advierte su presencia y, horrorizada, se desmaya. Entonces Grete, que hasta entonces se había ocupado de Gregor, se muestra agresiva con él: mientras grita su nombre, alza el puño «con mirada penetrante» (p. 75). Luego va al cuarto contiguo a buscar sales para la madre y, accidentalmente, hiere a Gregor en la cara con uno de los frascos.

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En vez de socorrer al hermano, Grete «se llevó consigo los frascos

como pudo, fue con ellos adonde estaba su madre y cerró la puerta con el pie», dejando a Gregor encerrado en el salón (p. 75). Dicho gesto marca el abandono de Grete, el definitivo distanciamiento entre los dos hermanos y anticipa el fracaso final de Gregor.

9. Cuando Gregor se fija en su padre, se hace las siguientes preguntas: «¿era ése su padre? ¿El mismo hombre que permanecía sepultado en la cama cuando Gregor partía hacia un viaje comercial?, ¿el mismo que lo recibía en bata desde su sillón, la tarde que le correspondía volver?, ¿el mismo que, no pudiéndose levantar, alzaba los brazos en señal de alegría?», etc. (p. 76). Ahora, en cambio, viste un uniforme como el que llevan los botones y no se parece en nada al hombre débil y enfermo que Gregor recuerda: «Bajo sus pobladas cejas, la mirada de sus ojos era viva y estaba alerta. Su pelo blanco, antes revuelto, había sido ahora domado por un exacto y reluciente peinado a raya» (p. 77). También le llama la atención su «rostro furioso» y en especial su enérgico modo de levantar los pies. Gregor se asombra de «lo enormes que eran las suelas de sus botas», de lo que inferimos hasta qué punto se siente amenazado por la severidad del padre. Podría plantearse el paralelismo (y el contraste) que hay con respecto a la evolución de los dos personajes: mientras la situación del hijo se degrada progresivamente, el padre es cada vez más autoritario y dominante.

10. El final de la segunda parte es simétrico con respecto al de la primera: también ahora se produce una agresión del padre hacia el hijo. Aquél lanza a Gregor varias manzanas, obligándole a huir, aunque una se incrusta en su coraza, hiriéndole en la espalda. El desenlace de la segunda parte marca una nueva etapa en el aislamiento de Gregor, así como en el sometimiento de éste a la autoridad del padre. Se diría que en este punto la expulsión de Gregor con respecto del núcleo familiar resulta definitiva.

11. VOCABULARIO: amodorrado: ‘soñoliento, adormecido’. opíparo: ‘copioso o espléndido; dicho de una comida o banquete’. encono: ‘rencor, animadversión’. librea: ‘uniforme para cargos subalternos’.

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III (pp. 78-97) 1. No. Grete va distanciándose cada vez más de su hermano, hasta

que deja de arreglarle el cuarto y de ocuparse de él. La madre no soporta la visión del hijo. El padre se mantiene siempre lejos de Gregor y no trata nunca de comunicarse con él.

2. A lo largo del relato, Gregor ha ido acumulando algunas heridas: las que, en la primera parte, se hace en la boca y los costados y, en la segunda parte, la herida fruto del ataque paterno, que tarda más de un mes en cicatrizar («la manzana permaneció empotrada en su carne como visible recordatorio, pues nadie se atrevía a quitársela», p. 78). Por esa razón, Gregor no puede moverse como antes. Él cree que su estado hace que sus padres y hermana se compadezcan de él y dejen algunas tardes la puerta del salón abierta, permitiéndole ser testigo, desde la oscuridad de su cuarto, de las conversaciones de los demás.

3. La vida de los Samsa se va normalizando poco a poco, adaptándose a las nuevas circunstancias. Ahora todos sus miembros se han puesto a trabajar: el padre es botones en un banco, la madre cose para una empresa y la hija trabaja de dependienta. Ya no hablan entre ellos como antes, porque están muy cansados.

4. Es cierto que la familia tiene dificultades económicas; por eso, despiden a la sirvienta que les quedaba y contratan a otra que va a la casa por las mañanas y las tardes para realizar los trabajos más duros. El resto de las tareas tienen que hacerlas la madre y la hermana. Por esa razón, Gregor entiende y asume su propio abandono. Lo cierto es que Grete se ocupa cada vez peor de él: «metía con el pie cualquier alimento en su cuarto cada mañana y cada mediodía, cuando iba al trabajo, y luego, sin fijarse en si le había gustado o –como era lo habitual- si lo había dejado intacto, lo recogía por la noche con un golpe de escoba» (p. 82). Por otra parte, la habitación de Gregor está muy descuidada, llena de suciedad que Grete ya no limpia. Se podría decir que se ha roto la escasa comunicación que, al principio del relato, existía entre los hermanos. Aunque en este punto de la narración, la indiferencia hacia Gregor es general, la comparten todos los miembros de la familia. Ello hace que a veces, aun justificando a sus padres y hermana, Gregor experimente conatos de rebeldía (piensa en ir la despensa y comer lo que le apetezca), que nunca se materializan.

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5. En absoluto; parece que disfruta tratando mal a Gregor. Lo

provoca llamándolo «viejo escarabajo». El día que Gregor trata de defenderse, dando la impresión de querer atacarla, ella no sólo no se asusta sino que lo amenaza con una silla. Los intentos de emancipación de Gregor resultan siempre inútiles.

6. Los tres caballeros son fanáticos del orden, de modo que el cuarto de Gregor empieza a llenarse con las cosas que no encuentran acomodo en otros sitios. Por ese motivo, cada vez hay menos espacio en la habitación y Gregor apenas puede moverse.

7. Además del problema de la movilidad, Gregor ya no asiste –ni tan siquiera de lejos- a las veladas vespertinas de su familia. Con los nuevos inquilinos, la puerta que da al salón permanece siempre cerrada. Parece que Gregor siente envidia del trato que sus padres y Grete dispensan a los tres caballeros.

8. Gregor apenas come y sus heridas limitan sus movimientos. Además, dado que nadie limpia su habitación, su caparazón está lleno de polvo y su aspecto es lamentable: «Sobre su espalda y en sus flancos había hilos, pelos, restos de comida» (p. 87). Su apariencia física expresa, en efecto, su degradación anímica y espiritual: cada vez se siente más solo y más aislado; más deprimido, por lo tanto.

9. Tal vez porque la música le recuerda su lado más humano (más refinadamente humano) y la antigua complicidad con la hermana, pues, antes de su transformación, Gregor quería enviar a Grete al conservatorio.

10. Los tres caballeros no se horrorizan, al contrario de lo que cabría esperar. La visión de Gregor parece divertirles, aunque también se enfadan, no se sabe si a causa del comportamiento del padre –que trata de ahuyentar a Gregor- o porque descubren que, durante ese tiempo, han convivido con un insecto. Por eso, amenazan con irse de la casa. Se trata de un indicio más de la degradación de Gregor, que ya no es capaz de inspirar ni tan siquiera horror. Sus padres y hermana ni lo miran, su indiferencia es total. No lo consideran una persona, sólo un insecto. Por eso Grete advierte a sus padres: «no podemos seguir así. Si vosotros no caéis en la cuenta, yo sí caigo. No quiero pronunciar ante este monstruo el nombre de mi hermano, solamente os digo: tenemos que intentar librarnos de él» (p. 90).

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11. Gregor ha sufrido un proceso de animalización motivado sobre

todo por la reacción de los demás y no tanto por su transformación en insecto. Grete, por ejemplo, está convencida de que el bicho no es Gregor, porque si lo fuera «hubiera comprendido hace tiempo que no es posible la convivencia de seres humanos con un animal así, y se hubiera ido voluntariamente» (p. 91). Tal vez por esa razón, Gregor se deja morir, para librar a su familia de su presencia. Sin embargo, nadie parece advertir su sacrificio, su autoinmolación. Al contrario, la sirvienta, que es quien descubre el cadáver, exclama groseramente: «¡Mírenlo, ha reventado! ¡Ha reventado para siempre!» (p. 93). Los padres de Gregor parecen aliviados e invitan a los tres caballeros a abandonar la casa. Una nueva etapa se abre ante ellos mientras la sirvienta se deshace del «cachivache» (p. 96).

12. Se dedican a descansar y a pasear; el narrador, adoptando la perspectiva de los personajes, apunta a propósito que «no sólo se habían ganado aquella interrupción de su trabajo, sino que la necesitaban ineludiblemente» (pp. 95-96).

13. Respuesta libre. Puede llamarse la atención acerca de la posición central que, tras la muerte de Gregor, adopta el padre. Éste insta a las mujeres a olvidar el pasado y les pide un poco de consideración, a lo que ellas responden solícitamente haciéndole arrumacos. Resulta irónico que el padre salga fortalecido con la desaparición del hijo (el relato podría incluso sugerir una lectura en clave edípica); de igual modo, no deja de ser curioso el optimismo de los personajes con respecto a su futuro, como si se hubiesen quitado de encima el pesado lastre que era Gregor. La última imagen (Grete, en el tranvía, levantándose la primera y estirando «su cuerpo juvenil», p. 97) resulta simbólica en este sentido.

14. Respuesta libre. La transformación de Gregor en un insecto podría ser la metáfora del individuo inadaptado. Al inicio de la obra vemos a Gregor alienado con respecto a su trabajo y sin acabar de encajar dentro de su familia (como se diría en el lenguaje coloquial, Gregor era un «bicho raro»). Su metamorfosis va a acentuar su aislamiento, su dificultad para adaptarse a un medio que lo trata con hostilidad (la severidad del padre, el control de la empresa). En este sentido, el cambio que experimenta Gregor y su aniquilación final funcionarían como un símbolo de la impotencia del individuo frente a un orden superior que lo somete, desposeyéndolo de su identidad.

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15. La vaguedad con la que se describe a Gregor acentúa la

ambigüedad de la obra (se apela a la imaginación del lector para reconstruir los efectos de la metamorfosis). Los escasos datos acerca del aspecto físico de Gregor contrastan, en cambio, con los detalles que el narrador aporta con relación al mundo interior del personaje. En «La metamorfosis» importa sobre todo retratar el estado anímico de Gregor, narrar sus sensaciones y sentimientos. Por ese motivo, toda la narración (en tercera persona) está sometida a la perspectiva del personaje protagonista, cuyo punto de vista es el dominante.

16. VOCABULARIO: anuencia: ‘consentimiento’. perentorio: ‘urgente, apremiante’. «El topo gigante» (pp. 99-114) 1. Precisamente porque el topo gigante constituye un descubrimiento

excepcional, llama la atención el escaso interés que la comunidad científica siente hacia él. Parece que todo el problema reside en que la persona que ha redactado el informe es un sencillo maestro rural. Por ello, al erudito que recibe al maestro no le impresiona el tamaño del topo (dos metros). Podría debatirse en clase acerca de los canales de transmisión del conocimiento (científico, humanístico) y de las muchas o pocas posibilidades de llevar a término estudios que no discurran por los cauces oficiales.

2. Al narrador le interesa sobre todo defender la honradez del maestro y no tanto sus conclusiones. De hecho, compila y reúne todo lo que encuentra acerca del caso, pero evita leer el informe del maestro. Resulta un poco extraño, entonces, que trate de difundir una información que no contrasta con la fuente primera.

3. El maestro se disgusta porque no cree necesario que nadie defienda su honradez. Además, piensa que ese segundo informe lo perjudica, pues muchos de los datos que figuran en él son erróneos. Piensa también que el narrador «pretendía quitarle su fama de primer difusor público del topo» (p. 103). Por su parte, el narrador cree que el maestro no tiene la exclusividad sobre el tema. Podría debatirse en clase acerca de la necesidad, a la hora de redactar un trabajo, de citar las fuentes y no atribuirse los hallazgos o descubrimientos de otros.

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4. De su texto el narrador dice que «tal vez no era bueno, tal vez no estaba escrito con suficiente convicción» (p. 105). Además, él es un comerciante; es probable, por lo tanto, que no tuviera las competencias adecuadas para redactar un informe de esas características. El narrador también aventura la siguiente explicación: «puede que el momento de la aparición no fuera oportuno. El descubrimiento del topo, que no era tan lejano como para haber sido olvidado por completo, no había calado en general, por lo que mi escrito no podía provocar respuesta; y por otra parte, sí había pasado suficiente tiempo como para que se desvaneciera el mínimo interés que había suscitado» (pp. 105-106). Además, los que leen su escrito creen que el asunto no merece semejante esfuerzo y algunos confunden, incluso, el presente informe con el que en su día redactó el maestro. No obstante, el narrador piensa que él tiene más posibilidades de divulgar el descubrimiento gracias a sus contactos en la ciudad. De hecho, ha aparecido un protector de la causa, un comerciante que podría hacer que mucha gente se interesara por el topo gigante.

5. El narrador cuenta cómo la gente de la ciudad se organiza en grupos que influyen en las opiniones de los individuos. Éstos carecen de libertad o autonomía, pues se mueven al son de los demás: «En la ciudad, cualquier reclamo congrega a mucha gente; lo que preocupa a uno enseguida preocupa a todos» (p. 109). Podría debatirse en clase acerca de la ciudad como espacio donde el sujeto pierde su individualidad para asimilarse al colectivo.

6. A partir de la p. 111, el narrador utiliza el condicional y las estructuras hipotéticas y de probabilidad para relatar lo que podría haber sucedido de haber tenido éxito su iniciativa: si un catedrático de cierta importancia hubiera reparado en el descubrimiento, habría encargado el estudio del caso a un estudiante; éste habría visitado al maestro, habría estudiado los escritos sobre el topo gigante y habría publicado un artículo que habría dotado de argumentos científicos el descubrimiento del topo gigante. Entonces el maestro podría recibir una beca, abandonar el campo y trasladarse a la ciudad, o, lo que en realidad es más que probable, habría quedado en un segundo plano: tras reconocerle su mérito y esfuerzo, la comunidad científica se habría apropiado con toda seguridad de su logro y habría prescindido de sus servicios.

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7. VOCABULARIO: nimio: ‘insignificante, que carece de importancia’. avieso: ‘retorcido, malo’. gorjeo: en el texto con sentido metafórico, ‘gorgorito, canto de

algunos pájaros’. pescante: ‘en los carruajes, asiento exterior desde donde el

cochero gobierna las mulas o caballos’. «Chacales y árabes» (pp. 115-119) 1. Parece que los chacales ven en el narrador al Mesías que puede

liberarlos del yugo opresor. Podría representar a Dios, pues los chacales le dicen: «te hemos esperado desde tiempos inmemoriales; mi madre te esperó, y su madre, y una tras otras todas sus madres, hasta llegar a la madre de todos los chacales» (p. 116). La idea de la redención divina se concreta más adelante, cuando los chacales dicen al narrador que su deber «es poner fin a la lucha que divide el mundo en dos» y le piden que degüelle a los árabes utilizando unas tijeras «ayudado de tus manos todopoderosas» (p. 118). Sin embargo, el desarrollo del relato, y sobre todo el desenlace, insinuaría que los chacales se equivocan al confiar su destino a otro, pues sólo ellos pueden conquistar su liberación, su redención, al ser los únicos responsables de su suerte.

2. Los chacales desean la pureza, pero no pueden resistirse al olor de la sangre y la carroña (lo más opuesto a la pureza). Cuando los árabes dejan el cadáver en el suelo, los chacales, «como si fueran atraídos por cuerdas a cuyo dominio no pudieran sustraerse, se acercaron lentamente frotando el suelo con el cuerpo» (p. 119). Podría decirse que su instinto los esclaviza, que no son capaces de dominar sus impulsos.

3. Muchos críticos han querido ver en los chacales una figuración del pueblo judío. Los árabes representarían entonces a los gentiles (aquellos que, desde el punto de vista de los judíos, profesan otras religiones). El dilema de los chacales (defender la pureza o comer la carroña) aludiría al dilema de muchos judíos: abrazar el sionismo (adherirse al movimiento que reivindica Palestina como tierra legítima de los judíos) o asimilarse a la mayoría. Al final del cuento, los chacales sucumben a la dominación del árabe, que les lanza la carroña al tiempo que los azota con un látigo.

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No obstante, hay otras interpretaciones: con este relato, Kafka

podría querer representar la dificultad que entraña toda rebelión, indispensable para alcanzar la libertad, así como la imposible emancipación del hombre.

4. VOCABULARIO: aprisco: ‘paraje donde los pastores recogen el ganado para

resguardarlo de la intemperie’. fuego fatuo: ‘inflamación de ciertas materias que se elevan de las

sustancias animales o vegetales en putrefacción, y forman pequeñas llamas que se ven andar por el aire a poca distancia de la tierra, especialmente en los lugares pantanosos y en los cementerios’.

«El nuevo abogado» (pp. 121-122) 1. Bucéfalo era el caballo de Alejandro Magno, el célebre rey de

Macedonia (s. IV a. C.), hijo de Filipo II, que conquistó el Imperio Persa, incluyendo Siria, Judea, Egipto y Mesopotamia. Bucéfalo sólo se dejaba montar por Alejandro y con él llevó a cabo importantes hazañas (por ejemplo, la invasión de India).

2. Respuesta libre. Podría pensarse que en la sociedad moderna ya no se conquistan nuevos territorios: las puertas de la India (que en su día flanqueó Alejandro a lomos de Bucéfalo) han sido sustituidas por las puertas del Palacio de Justicia. El estado burocratizado ha dejado atrás definitivamente las naciones guerreras y heroicas. El caballo podría simbolizar los impulsos del hombre, las fuerzas que provienen de su interior, aquí debidamente domesticados, ahora que Bucéfalo se ha convertido en un doctor en derecho, en un fiel servidor del estado.

3. VOCABULARIO: amanuense: ‘copista, escribiente’. «Un cruzamiento» (pp. 123-125) 1. Respuesta libre. Se trata de un animal «imposible», no sólo desde

el punto de vista empírico, también existencial, pues su naturaleza es intrínsecamente contradictoria: el instinto del felino se contradice con la docilidad del cordero. Además no encuentra su lugar en ninguna especie: «Huye de los gatos y quiere atacar a los corderos» (p. 123).

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2. No parece que su vida sea satisfactoria: su existencia es marginal, inadaptada. El día que los niños traen corderos y gatos no se produce «ninguna escena de reconocimiento» (p. 124). Vive en soledad y únicamente se siente tranquilo en compañía del narrador, no por fidelidad, sino por hallar en él cierta protección.

3. Es probable que el narrador proyecte en este animal cruzado su propia rareza, su naturaleza de ser inadaptado. Seguramente por ese motivo al animal se le atribuyen rasgos humanos, en concreto sus «comprensivos ojos humanos que exigen un trato benevolente» (p. 125).

4. Toda la descripción del animal inspira un gran desasosiego; tal vez por eso, el narrador cree que lo mejor sería acabar con su vida, matarlo. Sin embargo, no se ve capaz, en parte porque ha recibido el animal en herencia y en parte porque parece que le conmueve su mirada, esos «comprensivos ojos humanos».

«Informe para una academia» (pp. 127-137) 1. El narrador dirige su informe a los «distinguidos señores de la

Academia» con el objeto de explicar el proceso por el cual abandonó su estado simiesco y se convirtió en hombre.

2. Fue capturado en la Costa de Oro (antiguo nombre de Ghana, país del continente africano) por la firma Hagenbeck. El lector del relato, escrito en 1917, no tendría dificultad en identificar este nombre con Carl Hagenbeck, conocido zoólogo y director de circo alemán que vivió entre 1844 y 1913. El simio del cuento cayó en una trampa cuando bajó a la orilla del río: recibió dos disparos, uno en la cara y otro debajo de la cadera.

3. Lo llaman así porque la bala que lo hirió en la mejilla le dejó «una gran cicatriz pelada y roja». Al narrador le disgusta este sobrenombre, pues le parece «repugnante» y «absolutamente inadecuado» (p. 129).

4. La jaula era estrecha y muy incómoda, ya que, por sus dimensiones, no podía ponerse de pie ni apenas moverse.

5. Entiende que no «había salida» (p. 131), de modo que se esfuerza por imitar el comportamiento humano. Sólo así, dejando de ser un mono, conseguirá abandonar la jaula. Ello implica renunciar a la libertad, someterse a las normas de los hombres.

6. La descripción de los tripulantes hace que el lector ponga en cuestión la naturaleza supuestamente humana de estos personajes y se pregunte acerca de quién está más cerca de lo animal, Peter o los hombres que lo rodean.

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De este modo, Kafka nos hace partícipes de su visión, altamente

crítica, de la sociedad humana, embrutecida, superficial, en la que todos sus miembros se parecen porque se comportan de idéntico y estúpido modo.

7. Para Peter es muy sencillo imitar a los hombres: básicamente aprende a fumar en pipa y a beber aguardiente.

8. El hecho que marca su inclusión en el grupo de los hombres es la capacidad de imitar su lenguaje. El día que Peter dice una palabra («¡Hola!») con voz humana, se convierte definitivamente en uno de ellos.

9. Opta por hacerse artista de variedades, es decir, dedica su vida a entretener a los demás y a sacar provecho de ello.

10. Probablemente, ya que la profesión de Peter (superficial y vacua, destinada a entretener a seres igualmente superficiales y vacuos) desmerece a ese supuesto «europeo medio».

11. Parece que de ella le atrae su naturaleza todavía medio salvaje, que tal vez le recuerde la libertad perdida, asociada al estado animal. Es posible que por esa razón no soporte verla durante el día, cuando se hace más evidente en la mirada de la mona «esa locura animal perturbada por el amaestramiento» (p. 137).

12. VOCABULARIO: yugo: en sentido metafórico, ‘ley o dominio superior que sujeta y

obliga a obedecer’. entrepuente: ‘espacio que hay entre las cubiertas de una

embarcación’. receso: ‘pausa, descanso, interrupción’. «La preocupación del padre de familia» (pp. 139-140) 1. La naturaleza del Odradek es doble, como la voz que le da nombre

(de origen eslavo y de origen alemán). Es animal y cosa al mismo tiempo: su aspecto recuerda a un carrete de hilo pero se sostiene sobre dos patas; es ágil en sus movimientos y habla, pero parece que no es mortal.

2. El narrador señala a propósito que la forma del Odradek que se diría que está «escindida», para añadir que, sin embargo, «no se ven parches o puntos de fractura que lo demuestren»; también apunta que «el conjunto parece carente de sentido, pero, a su manera, está acabado»; por último, dice que ríe, pero que «se trata del tipo de risa que puede producirse sin la ayuda de pulmones» (p. 140).

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3. Tal vez le angustie que el Odradek no tenga fin; ello desafía toda

comprensión humana. Por otro lado, la imagen del Odradek es la de un ser degradado, que rueda por las escaleras y deja hilos a su paso. Comunica un desasosiego de difícil interpretación.

4. La figura del padre es central en este relato, aunque comparta protagonismo con el Odradek, pues representa, como en otros relatos de Kafka, el apego al orden, la jerarquía, la opresión. Este hombre en concreto siente un profundo desasosiego cuando contempla el Odradek porque este extraño ser pone en evidencia las limitaciones de la existencia, potencia la angustia ante lo que no puede ser comprendido o dominado (el destino de los hombres y su final en la muerte).

5. VOCABULARIO: travesaño: ‘pieza de madera o hierro que atraviesa de una parte a

otra’. «El buitre» (pp. 141-142) 1. Como en otros textos de Kafka, los personajes no se sorprenden

ante lo extraño o lo imposible. Este tipo de reacción acentúa los rasgos absurdos de la realidad representada, produciendo el extrañamiento del lector.

2. Es difícil dar respuesta a la reacción final del personaje. Una lectura alegórica del texto podría llevarnos a pensar en la representación de la existencia a través de la imagen del buitre que ataca y hiere al hombre. La angustia de una vida asediada por el dolor y la incertidumbre bien podría acabar en el momento de la muerte; de ahí que el personaje, al morir, se sienta aliviado.

«Una pequeña fábula» (p. 143) 1. La conclusión de este cuento brevísimo es muy pesimista, pues

para el ratón (¿metáfora del ser humano?) no hay salvación posible: morirá en la trampa o devorado por el gato.

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«Investigaciones de un perro» (pp. 146-185) 1. La voz del relato pertenece a un perro. La narración se construye,

por tanto, en primera persona. 2. Ya viejo, vive apartado, sin tener apenas contacto con otros de su

especie: «Retirado, solitario, exclusivamente dedicado a mis desesperadas pero irrenunciables investigaciones, así vivo yo» (p. 146). Aunque no todos comprenden su manera de vivir, el narrador dice sentirse respetado. Da la impresión de estar conforme con el tipo de vida que ha escogido para él.

3. Ese es el drama inherente a la condición canina (podríamos leer también «condición humana») que tematiza el relato: los perros aspiran a vivir juntos (por ello establecen leyes y normas que todos comparten), pero en realidad prevalecen las «inabarcables diferencias de clase, tipo y ocupaciones» (p. 147). Por otra parte, el narrador sufre a causa de su marginalidad, de su incapacidad para integrarse en el colectivo: «¿Por qué no hago como los demás, por qué no vivo en armonía con mi pueblo y acepto dócilmente lo que rompe la armonía, tomándolo como un pequeño error en el gran balance?, ¿por qué siempre le doy la espalda a lo que felizmente nos une y no a lo que, claro está que de forma inevitable, nos arranca del círculo de nuestro pueblo» (p. 147).

4. El narrador recuerda algo que vio cuando era un cachorro: un día topó con un grupo de siete perros, que, acompañados de música, bailaban haciendo complicadas cabriolas y piruetas. El narrador recuerda que estos perros «no hablaban, no cantaban, callaban con contumacia, pero hacían música extrayéndola del vacío» (p. 149). La música también lo afectaba a él, pues, sin que pudiese hacer nada para evitarlo, empezó a aullar y a girar en círculos. Lo llamativo de la escena es que tanto entonces como ahora el narrador piensa que la música es una creación de los perros, cuando todo nos hace pensar que, en realidad, lo es del hombre, sólo que éste no aparece en escena. Lo que es incomprensible para el narrador (el arte de los siete perros) tiene para nosotros una explicación bastante sencilla: se trata de perros amaestrados que bailan al son de la música. En el relato, no obstante, los perros no pueden ver a los hombres y buscan otras razones para explicar su mundo.

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5. Al narrador le desespera el silencio de los perros bailarines; dice

incluso que éstos violan la ley, pues «la ley ordena contestar a todo el mundo» (p. 153). Más adelante explicará que precisamente el silencio (el de los demás y el suyo propio, pues él también experimenta la tendencia canina de permanecer callado) hace que se encienda (¿qué se angustie?). Ello no evita, al contrario, que él se haga todas las preguntas, aunque no pueda contestarlas, y ni tan siquiera lo detiene saber que morirá rodeado de silencio (pp. 159-160). La angustia del narrador es parangonable a la del hombre, que tampoco halla respuesta a los grandes interrogantes de la existencia: ¿de dónde venimos?, ¿hay un dios?, ¿qué ocurre tras la muerte?, ¿cuál es el sentido de la vida?

6. Según la ciencia de los perros, el alimento se encuentra en la tierra y la tierra necesita agua; por eso, las madres, cuando destetan a sus crías y las dejan libres, les dicen: «¡Haz aguas siempre que puedas!» (p. 155). Es decir, creen que su orina fertiliza la tierra. También piensan que determinados cantos y movimientos pueden acelerar la producción de alimentos. Si extrapolamos estos elementos a la realidad, es posible que Kafka esté aludiendo aquí a las dos maneras de aprehensión del mundo: la científica y la teológica, pues una se basa en la observación y en el empirismo (por muy ridículas que pueda parecernos la ciencia de los perros) y la otra en el pensamiento mágico (si los perros bailan y cantan, es decir, si llevan a cabo determinados rituales, reciben más alimentos).

7. Al narrador sólo le interesan sus congéneres; está convencido de que «todo el saber, la totalidad de las preguntas y las respuestas, está contenida en los perros» (p. 157). Aspira a incrementar el conocimiento de su especie, con la certeza de que la verdad les permitiría ascender a «una libertad superior» (p. 158). Este deseo de libertad puede ser, de nuevo, extrapolado a la condición humana.

8. Los perros voladores flotan en las alturas. Como en la escena de los perros bailarines, el narrador no percibe la presencia de los hombres, quienes tendrían a los perros subidos en sus regazos; de ahí, la impresión de que flotan.

9. Él, al contrario que muchos de sus semejantes, no soporta el silencio, es decir no soporta no obtener respuesta a las cuestiones fundamentales. Siendo joven, intentó combatir esa angustia haciendo preguntas sobre todo (es decir, tratando de comprender a los demás y a sí mismo); en ese sentido, siente que ha fracasado porque no ha obtenido las respuestas que esperaba.

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10. Al principio, la obsesión del narrador por la condición canina se mantiene a un nivel puramente especulativo; sin embargo, un día siente la necesidad de ir más allá y realizar una serie de experimentos que le permitan responder a la pregunta fundamental «¿De dónde toma la tierra el alimento que nos da?» (p. 170). Partiendo de la creencia aceptada por todos de que los cantos, danzas y dichos sirven para que el alimento caiga desde arriba, el narrador arriesga la hipótesis de que estas ceremonias deberían dirigirse al suelo y no, como comúnmente se hace, a las alturas. Con el objeto de subrayar lo que para él son contradicciones científicas, el narrador cuenta que, cuando llegaba la época de la cosecha, se «limitaba a concentrarse en el suelo, lo arañaba al danzar, giraba la cabeza para aproximarme a la tierra lo más posible» (p. 172). «Más tarde –prosigue- hice un agujero para el hocico y canté y declamé de tal manera que sólo me oyera la tierra y nadie más, ya estuviera junto a mí o a una altura superior» (pp. 172-173). Sin embargo, apenas obtiene resultados: no parece existir ninguna relación entre el modo de llevar a cabo estos ritos y la obtención de la comida: «A veces no obtenía la comida y ya estaba a punto de alegrarme de mi descubrimiento, cuando volvía la comida como si, habiendo sido confundido por mis anteriores acciones, se reconocieran las ventajas que reportaban y pudiera renunciar sin problemas a mis gritos y saltos. A veces la comida llegaba con mayor abundancia que antes, pero luego faltaba por completo» (p. 173). Otro de los experimentos que lleva a cabo consiste en no coger los alimentos que llegan desde las alturas y dejarlos caer al suelo: normalmente, la comida caía al suelo, pero en algunas ocasiones se quedaba flotando en el aire hasta que caía o desaparecía por completo. Este experimento –descrito ya por la ciencia, como descubrirá el narrador- demuestra «lo que ya se sabía, que el suelo no toma su alimento sólo verticalmente desde arriba, sino también en oblicuo, incluso en espiral» (p. 174). El tercer experimento descrito consiste en retroceder ante el alimento para comprobar que el suelo no atrae la comida sino el perro; no obstante, pronto abandona este experimento porque requiere una gran capacidad de autocontrol, pues «no aguantaba mucho tiempo tener un buen bocado ante los ojos y al mismo tiempo experimentar científicamente» (p. 174).

11. Decide ayunar para proseguir con sus experimentos, evitando la visión de la comida y, por consiguiente, evitando la tentación. Débil y desfallecido, concluye que «nadie se ocupaba de mí, nadie, ni bajo la tierra ni sobre ella, desde las alturas» (p. 180).

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12. Respuesta libre. Puede debatirse hasta qué punto las

investigaciones del narrador reflejan el empeño científico de los seres humanos de conocer el mundo y conocerse a sí mismos. Los perros del relato no ven a los hombres, del mismo modo que éstos no ven a Dios. El retiro del narrador, su ayuno, ¿está tal vez aludiendo a la soledad del hombre, a ese silencio de Dios? ¿El hambre que padece es una metáfora del hambre de conocimiento, nunca satisfecha, del ser humano?

13. VOCABULARIO: azorarse: `sobresaltarse’.

resollar: ‘respirar fuertemente, haciendo ruido’. lisonjear: ‘adular, agradar’. baluarte: en sentido metafórico, ‘defensa, orgullo’. inane: ‘vano, inútil, sin gracia’. exégeta: ‘persona que interpreta o comenta un texto’. renqueante: ‘que anda oscilando a un lado a otro, a trompicones’.

«La madriguera» (pp. 187-223) 1. Podría tratarse de un tejón, porque, como el animal del relato, es

omnívoro y construye madrigueras que contienen varias galerías. 2. Se acerca a la vejez, como él mismo subraya en varias ocasiones. 3. Construir la madriguera; a este objetivo dedica todos sus

esfuerzos, hasta el punto de no pensar en otra cosa. 4. De ambos: el narrador es consciente de las amenazas externas,

pero también teme a los enemigos provenientes del interior, de presencia mucho más esquiva. Por eso dice de ellos lo siguiente: «Son seres del interior de la tierra y ni siquiera las leyendas logran describirlos. Incluso el que ha sido su víctima apenas los ha visto. Se aproximan, se oye el roer de sus garras debajo de ti, en la tierra, que es su elemento, y ya estás perdido» (p. 189).

5. La madriguera, que se ha ido ensanchando y complicando con el tiempo, tiene varias entradas, una plaza mayor, donde el narrador guarda sus provisiones. Posee también plazas secundarias, circulares, y muchas galerías. Su estructura recuerda a la del laberinto.

6. La madriguera no tiene una segunda o tercera plaza mayor; sus enemigos podrían encontrarlo en la plaza mayor y aniquilarlo con facilidad. Además, las paredes de la construcción no son suficientemente sólidas, sobre todo las que conducen a la salida exterior.

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7. No, porque se siente vulnerable y desprotegido. Sale de todos

modos, pues así evita la estrechez y la incomodidad de las galerías; por otro lado, la comida es mejor en el exterior, cuando logra cazar, lo cual tampoco resulta sencillo.

8. Ni tan siquiera está seguro de que el silbido sea real: tal vez sea el ruido del aire que se filtra en las galerías, o tal vez provenga de un animal.

9. Podría tratarse de «pequeños seres trabajando» (p. 211) o tal vez de un animal cuya especie desconoce, o de una manada que quisiera invadir la madriguera. También especula con la posibilidad de unos animales que sólo estén de paso y que no tengan la intención de atacarlo. Se le ocurre que éstos son muy pequeños, porque no logra verlos. Después de excavar, de destruir partes de la madriguera para volverlas luego a reconstruir, piensa que el ruido proviene seguramente de «un animal y no precisamente de muchos y pequeños, sino de uno grande» que «avanza perforando la tierra con facilidad» y que traza círculos alrededor de la madriguera (p. 217).

10. Después de tratar de mejorar su defensa, parece que decide esperar al invasor con la secreta esperanza de que éste acepte negociar (el narrador podría entregarle parte de sus provisiones), aunque lo más plausible es que, si ese momento llega, los dos preparen «las garras y los dientes con renovada hambre» (p. 222).

11. El final queda abierto: «todo permaneció inalterado», dice el narrador. Por lo tanto, no sabemos si más tarde la amenaza acabará materializándose, pues la incertidumbre no se resuelve. Puede debatirse en clase hasta qué punto este tipo de desenlaces frustran las expectativas del lector o contribuyen, en cambio, a potenciar los sentidos del relato: en este caso, la apertura final dota al texto de una mayor ambigüedad, haciéndolo más inquietante.

12. Muchos críticos han leído este relato como una metáfora de las relaciones del escritor (el tejón) con la obra literaria (la madriguera). Pero podrían hacerse otras interpretaciones. Una lectura existencial vería en la construcción del tejón una metáfora de la existencia humana: aunque el personaje pone gran empeño en edificar la madriguera, con el propósito de defenderse de los enemigos del exterior, no puede evitar que la amenaza llegue desde dentro. La incertidumbre, que al fin y al cabo, domina al personaje, definiría también la condición humana.

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13. VOCABULARIO: martinete: ‘mazo de gran peso’. desidia: ‘negligencia, inercia’. denuedo: ‘esfuerzo, valor’. «Josefina, la cantante, o el pueblo de los ratones» (pp. 225-

243) 1. En realidad es un misterio, pues el canto de Josefina «no es nada

extraordinario» (p. 226). 2. Ninguno, el canto de Josefina es un vulgar silbido. Como admite el

narrador, «todos silbamos pero, claro está, nadie reconoce esto como arte» (p. 227). Además, es posible que la calidad del silbido de Josefina sea incluso inferior al de otros miembros de su especie.

3. Porque hacen que su silbido sea único: «la peculiaridad estriba en que alguien se disponga solemnemente a hacer lo que se hace cotidianamente» (p. 227), es decir lo que convierte el silbido de Josefina en arte es el gesto. Más adelante, el narrador describe la posición que adopta la cantante antes de empezar su actuación: «la cabeza echada hacia atrás, la boca entreabierta y los ojos mirando hacia lo alto» (p. 228). Josefina, que no canta especialmente bien, se comporta como una diva y así la tratan todos los demás.

4. No, «aspira a ser admirada de la manera en que ella determina» (p. 228). Ha renunciado a ser comprendida, segura de que nadie puede apreciar la pureza de su canto.

5. Josefina se cree tan superior que piensa que ella es la que protege a su pueblo. El narrador, en cambio, lo niega.

6. Los ratones no tienen una infancia auténtica; apenas nacen pasan rápidamente a la etapa adulta. Ello tiene como consecuencia «una especie de infantilismo inextinguible e imposible de erradicar» (p. 235). Por eso son frívolos y a veces se comportan de manera irresponsable, como niños. Tal vez por este motivo aprecian el canto, vulgar y mediocre, de Josefina.

7. Así no tendría que preocuparse por conseguir su alimento diario. Sin embargo, el pueblo de los ratones no atiende su petición y, aunque ella hace de todo para lograr su propósito (abreviar sus coloraturas, por ejemplo), los ratones, con su negativa, cuestionan la perdurabilidad de su arte.

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8. Perfectamente. Ello nos lleva a pensar que el canto de Josefina en

realidad es prescindible. Es más, a ella le sucederá lo que a todos: obtendrá «la redención del olvido» (p. 243).

9. Respuesta libre. Puede debatirse en clase a propósito de la originalidad/falta de originalidad, grandeza/mediocridad de algunos de los artistas que hoy gozan de mayor éxito: ¿un fenómeno como, por ejemplo, el de Operación Triunfo, podría explicarse a partir del cuento de Kafka?

10. VOCABULARIO: perentorio: ‘urgente, apremiante’. coloratura: ‘en el canto adorno vistuosista de una melodía’. amilanarse: ‘desalentarse, abatirse’. ladino: ‘astuto, sagaz’. CUESTIONES GENERALES: 1. No. Como sugiere Miguel Salmerón en la introducción, pueden

establecerse diversas categorías: a) animales-hombres (o antropomorfizados), bien porque la transformación se ha producido en un sentido o en el otro (Gregor en «La metamorfosis» y Peter el Rojo en «Informe para una academia»); b) animales que se comportan como hombres (Bucéfalo en «El nuevo abogado», los chacales de «Chacales y árabes», el narrador de «Investigaciones de un perro», el tejón de «La madriguera», los personajes de «Josefina, la cantante, o el pueblo de los ratones»); c) animales que presentan algún antagonismo con respecto al hombre («El buitre»); d) animales grotescos (el Odradek en «Preocupaciones del padre de familia», el extraño animal, que es mitad gato y mitad cordero, en «Un cruzamiento», y «El topo gigante»). En todos los casos, los animales presentan evidentes correspondencias con el ser humano tal y como lo concibe Kafka: su presencia nos habla de la deshumanización del individuo (Gregor, Peter el Rojo); de la pérdida de la identidad ante lo burocrático, lo mecanizado y lo colectivo (Bucéfalo); de su incomprensión ante el mundo (el tejón obsesionado con defenderse del peligro, el perro investigando el origen de la comida, el Odradek revelando al hombre sus insuperables limitaciones).

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2. Los narradores de los relatos casi siempre se expresan en primera

persona; suelen ser, además, los protagonistas de las historias, como sucede en «Informe para una academia», «La preocupación del padre de familia», «Investigaciones de un perro» o «La madriguera». En alguna ocasión el narrador, aun expresándose en primera persona, se presenta más bien como un testigo de la historia, como en «Chacales y árabes» y «Josefina, la cantante, o el pueblo de los ratones». En «La metamorfosis», en cambio, encontramos un narrador en tercera persona, aunque la perspectiva que éste asume es la del protagonista: Gregor Samsa. En unos casos y en otros, Kafka narra siempre «desde dentro», es decir, en el texto predomina el punto de vista de los personajes y el narrador nunca tiene más información que la que éstos poseen.

3. Los relatos de Kafka ponen de manifiesto cómo el ser humano está obligado a agruparse, a vivir con otros, dado que de ello depende su propia supervivencia. No obstante, la vida en sociedad impone una organización que acaba sometiendo al individuo: es lo que le sucede, por ejemplo, a Bucéfalo en «El nuevo abogado», pues su valor y arrojo terminan siendo domesticados por la ley. El orden social puede adoptar diversas formas según en qué ámbito se materialice (el trabajo, la familia, la academia, etc.), convirtiendo en monstruos a aquellos individuos que tienen dificultades para adaptarse a dicho orden: la transformación de Gregor puede leerse como la respuesta del personaje a la autoridad de la empresa y a la del padre; a su vez, la «humanización» de Peter el Rojo refleja la parte más grotesca del hombre. A los personajes kafkianos les espera, en definitiva, la soledad, el aislamiento, la incomprensión de sus congéneres e incluso la muerte: pensemos en el tejón de «La madriguera», encerrado en su deficiente construcción, obsesionado con el ataque de sus enemigos. Las esperanzas de redención, de conquista de libertad de los protagonistas de estos relatos se ven, en fin, siempre frustradas, como pone de manifiesto el desenlace de «Chacales y árabes», donde el mundo representado se divide irremediablemente en víctimas y victimarios.

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4. A menudo el conflicto generacional aparece ligado a la presencia

tiránica del padre, una de las figuraciones más importantes de la represión en la obra de Kafka (con frecuencia los críticos aducen razones biográficas, dadas las complejas relaciones del autor con su padre). Los textos donde esta temática tiene mayor protagonismo son «La metamorfosis», «Un cruzamiento» y «La preocupación del padre de familia». En el primero, el padre de Gregor va evolucionando como personaje hasta revelarse al lector como la encarnación del orden; sólo así entendemos el intenso sentimiento de culpa que genera en su hijo. En «Un cruzamiento», el protagonista no es capaz de deshacerse de su extraña mascota (una aberración, pues su existencia desafía las leyes de la naturaleza) porque, como admite él mismo, el animal es una herencia paterna. Más críptico en este sentido, «La preocupación del padre de familia» pone el acento en la incomprensión que el narrador siente hacia el Odradek, criatura que lo sobrevivirá (como es ley de vida que los hijos sobrevivan a los padres).

5. Son varios los textos de Kafka que admiten esta categoría, en especial «La metamorfosis», «Un cruzamiento», «Informe para una academia» y «La preocupación del padre de familia» (sobre todo gracias a sus protagonistas, pues resultan risibles al tiempo que trágicos). En ellos, lo grotesco proporciona al lector una imagen distorsionada de la realidad y subraya, con esa mezcla de seriedad y absurdo, el sinsentido del mundo representado (que no es otro que el sinsentido de nuestro mundo). De este modo, lo normal (la vida extremadamente pautada de Gregor, por ejemplo) deviene anormal, o dicho de otro modo, lo familiar sufre un proceso de desrealización: un híbrido de gato y cordero puede ser una mascota; un simio, un conferenciante; un ser que es mitad cosa y mitad animal, hecho de hilos raídos, puede acabar convirtiéndose en la grotesca metáfora de la existencia.