Sobre todas aquellas cosas que parecen olvidarse

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Sobre todas aquellas cosas que parecen NO TENERSE EN CUENTA. No he encontrado otra forma de reaccionar a los hechos acaecidos en torno al claustro de profesores del centro en los últimos días. La única defensa, razón o argumento que conozco es el de la palabra, y con ella, como arma en esta carta, me dispongo a describir el sentir de este grupo de maestros. Un grupo que estos días ha vivido en carne propia hasta qué punto pueden dañarte el desamparo, el desconsuelo y la impotencia. Es por eso que quien habla ahora no es un maestro o maestra, no al menos como soléis verlos. Quien habla ahora mismo es la persona que hay detrás de esa figura, la persona que mora dentro de cada uno de nosotros, maestros/as, esa persona a quien raramente algunos se paran a conocer. Porque sí, porque somos personas. Y las personas tienen sentimientos. ¿Os habíais parado a pensarlo? Y los sentimientos pueden herirse. Todos conocemos a alguien con especial habilidad para ello. Nosotros también. De hecho, así nos sentimos ahora. Cada mañana 25 personitas entran a cada clase. Cada una de ellas con sus cosas, sus misterios, sus miedos, sus ideas y sus propios sentimientos. Todo eso a lo que cada uno de nosotros/as tenemos que hacernos cuando entramos en un aula. ¿Lo habían pensado así? Por favor, asegúrense de pensarlo y entenderlo antes de continuar con esta lectura. Eso es parte de la realidad de las aulas. Sólo una parte de todo ese profundo mundo que es un colegio y de lo que entienden sólo los que están dentro. Quien está fuera puede imaginárselo, puede montarse ideas o puede haber oído mucho hablar de ello, pero nada que se imagine fuera de un aula se acerca ni un ápice a lo que realmente ocurre cada día, precisamente por eso, porque cada día es nuevo y diferente. Aquí no montamos frigoríficos, no llenamos paquetes de fideos. Aquí recibimos cada día gente con carácter, personalidad, miedos e ilusiones diferentes. Cambiantes. Nuestra profesión está VIVA. ¿Lo habían pensado así? Asegúrense de pensarlo y entenderlo antes de continuar, por favor. Y cada día hay que estar, a las duras y a las maduras, porque este es nuestro trabajo. Un trabajo que sale de la vocación y de la voluntad y habilidad de transformarte en cada momento en aquello que se necesite; maestro, confidente, confesor, psicólogo, enfermero, fontanero, limpiador, cambiador, informático, improvisador, poeta, músico, actor, ayudante de lo que sea, cuentacuentos, científico, electricista…… Una vez más, ¿Lo habían pensado así? Asegúrense de ello. Y en todo ello, porque trabajamos con personas, con aquellas personas que son las más importantes de cada casa, mezclando siempre SENTIMIENTO, esa palabra mágica que algunos se empeñan en hacer trizas valiéndose de la mentira y la calumnia, sin otro apelativo posible que no sea el de “desalmados”. Gente que es incapaz de medir las consecuencias de sus propios actos y que ya han hecho mucho más daño del jamás podrían imaginar. Así pues, padres, madres, componentes en general de la comunidad educativa: Si en estos días nos ven tristes, con la vista perdida y fuera de lo que solemos ser, no pregunten por qué. No se molesten porque no vamos a contestar. Lo único que podemos afirmar es que las lágrimas que han caído por aquí en estos días, las lágrimas de mis compañeras, son las de todos nosotros/as. Y lo serían de cualquier docente del mundo que se hubiera tropezado con esta situación. Impotencia y vergüenza. Eso sentimos.

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Escrito diirigido a toda la comunidad educativa.

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Sobre todas aquellas cosas que parecen NO TENERSE EN CUENTA.

No he encontrado otra forma de reaccionar a los hechos acaecidos en torno al claustro de profesores del centro en los últimos días. La única defensa, razón o argumento que conozco es el de la palabra, y con ella, como arma en esta carta, me dispongo a describir el sentir de este grupo de maestros. Un grupo que estos días ha vivido en carne propia hasta qué punto pueden dañarte el desamparo, el desconsuelo y la impotencia.

Es por eso que quien habla ahora no es un maestro o maestra, no al menos como soléis verlos. Quien habla ahora mismo es la persona que hay detrás de esa figura, la persona que mora dentro de cada uno de nosotros, maestros/as, esa persona a quien raramente algunos se paran a conocer.

Porque sí, porque somos personas. Y las personas tienen sentimientos.

¿Os habíais parado a pensarlo?

Y los sentimientos pueden herirse. Todos conocemos a alguien con especial habilidad para ello.

Nosotros también. De hecho, así nos sentimos ahora.

Cada mañana 25 personitas entran a cada clase. Cada una de ellas con sus cosas, sus misterios, sus miedos, sus ideas y sus propios sentimientos. Todo eso a lo que cada uno de nosotros/as tenemos que hacernos cuando entramos en un aula.

¿Lo habían pensado así? Por favor, asegúrense de pensarlo y entenderlo antes de continuar con esta lectura.

Eso es parte de la realidad de las aulas. Sólo una parte de todo ese profundo mundo que es un colegio y de lo que entienden sólo los que están dentro. Quien está fuera puede imaginárselo, puede montarse ideas o puede haber oído mucho hablar de ello, pero nada que se imagine fuera de un aula se acerca ni un ápice a lo que realmente ocurre cada día, precisamente por eso, porque cada día es nuevo y diferente. Aquí no montamos frigoríficos, no llenamos paquetes de fideos. Aquí recibimos cada día gente con carácter, personalidad, miedos e ilusiones diferentes. Cambiantes. Nuestra profesión está VIVA.

¿Lo habían pensado así? Asegúrense de pensarlo y entenderlo antes de continuar, por favor.

Y cada día hay que estar, a las duras y a las maduras, porque este es nuestro trabajo. Un trabajo que sale de la vocación y de la voluntad y habilidad de transformarte en cada momento en aquello que se necesite; maestro, confidente, confesor, psicólogo, enfermero, fontanero, limpiador, cambiador, informático, improvisador, poeta, músico, actor, ayudante de lo que sea, cuentacuentos, científico, electricista……

Una vez más, ¿Lo habían pensado así? Asegúrense de ello.

Y en todo ello, porque trabajamos con personas, con aquellas personas que son las más importantes de cada casa, mezclando siempre SENTIMIENTO, esa palabra mágica que algunos se empeñan en hacer trizas valiéndose de la mentira y la calumnia, sin otro apelativo posible que no sea el de “desalmados”. Gente que es incapaz de medir las consecuencias de sus propios actos y que ya han hecho mucho más daño del jamás podrían imaginar.

Así pues, padres, madres, componentes en general de la comunidad educativa:

Si en estos días nos ven tristes, con la vista perdida y fuera de lo que solemos ser, no pregunten por qué. No se molesten porque no vamos a contestar. Lo único que podemos afirmar es que las lágrimas que han caído por aquí en estos días, las lágrimas de mis compañeras, son las de todos nosotros/as. Y lo serían de cualquier docente del mundo que se hubiera tropezado con esta situación.

Impotencia y vergüenza. Eso sentimos.

Os necesitamos. A todos y a todas. Necesitamos vuestro apoyo en esta maravillosa función que es la educación. Necesitamos remar todos en la misma dirección, comunicarnos, entendernos, ayudarnos y poner de nuestra parte, porque si no nada tiene sentido.

Hoy todos los compañeros/as, cara a cara y justo tras hablar del tema que nos está dañando estos días, nos hemos mirado por dentro, y nos hemos dado cuenta de que, por causas como la que nos ocupa, cada día nos cuesta más levantar este delicado castillo de naipes que tenemos que poner en pie para desarrollar nuestra función.

¿Llegará el día en que no tengamos fuerzas?

¿Lo vais a permitir?

La cuestión es que mañana, como cada día, aunque esta vez con el corazón un poco más roto, volveremos a ponernos nuestro mono de trabajo y a dar el cuerpo y el alma en cada una de nuestras clases, y a quien se permita el lujo de dudarlo, se le invita a que pase y vea. Como volveremos a trabajar y a poner todo nuestro empeño en ello, parecerá como si nada hubiese pasado.

Pero sí.

Ha pasado.

Con falsedades, se nos ha herido, y con falta de responsabilidad se ha hundido el dedo en esa herida y se ha retorcido hasta límites inalcanzables.

Y a todo lo bueno que se ha hecho estos años atrás en este centro, mediante este grupo de maestros y maestras se le ha prendido fuego.

Todas las preguntas respondidas, las muestras de cariño, el trabajo, pagado y no pagado, las preocupaciones que nos hemos llevado a casa, las palabras que eran necesarias, los consuelos cuando eran requeridos, el brazo por encima cuando era lo que se necesitaba, todos y cada uno de los miramientos que se han dedicado...han sido reducidos a cenizas.

Nos cuesta creerlo, pero no nos queda más remedio. Nos han dado con ello en la espalda.

¿Qué cara quieres que se nos quede?

¿No entendéis que atacar de esa manera a uno de nosotros es atacarnos a todos?

No, está claro que hay quien no lo entiende. Y si lo entiende, le da igual.

Jamás valdrá la mentira como arma para que este claustro de profesores, este grupo de trabajadores comprometidos con sus funciones se descomponga.

Desde este claustro, lo único que queremos es que aquellos que valoráis nuestro trabajo lo sigáis haciendo, que aquellos que no lo habéis hecho hasta ahora empecéis a hacerlo y que aquellos que no queréis valorarlo, hagáis el menor ruido y daño posible, sobre todo, en beneficio de vuestros propios hijos/as y sus compañeros/as.

A partir de mañana, la persona que escribe esta carta volverá a meterse dentro de la figura del maestro/a de escuela que cada día llega a clase y adora su trabajo, por más que haya quien se empeñe en en intentar que lo odiemos.

No lo conseguiréis.

Sois pocos y breves.