Sixto Paz - Donde El Corazon Es El Agua - Paititi La Mitica Ciudad R-007 Nº029 - Año Cero -...

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    Pertenece a: VíctorFco. Carrasco FerradalnvestigadorOVNI

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    Estas frases constituyen un mgnsajecríptico,no demasiado' complicado riedescifrar:nos están diciendoque aquellugar del que hablan las leyendas, y quetan infructuosamente buscaron los con-quistadores en su insaciable sed de oro,está lejos de ser alcanzado por cualquie-ra que vaya con mezquinas intenciones.

    Si el aviso es parte de la leyenda,nadie Io sabe; pero hasta la fecha, diezexpediciones científicashan fracasado ensu intenlo de alcanzar lo que por ahora esconsiderada la meca arqueológica demuchosm investigadores. Hastalos heli-cópteros y avionetas que se aventuran aingresar en la zona sufren extrañas ave-rías o se encuentran con un clima pro-penso a los cambios repentinos, quehace aparecer tormentas cuando nadielas espera. Y las fotografías tomadasporsatélite encuentran siempre el Iugarcubierto por espesas nubes. Todo indicaque esta zona parece ser especial y quecuenta con una extraña protección quelamantiene oculta en la maraña de la selva,lejos de los hombres enfermos de ambi-ción y riqueza.

    Paitities una puerta, no sólo a unmundo que interrumpiósu pafiicipaciónen el devenir de la humanidad hace qui-nientos años; es una puerta a otra dimen-sión, donde el tiempo detenido tambiénha capturado el entorno.

    Se sabe que el gran tesoro guardadoen la región prohibida, aquel que fueraarrebatado en las mismas narices de losexpoliadores europeos, no estaba forma-do precisamente por joyas y doradometal. Paititiguarda el conocimientodeuna estirpe de hijos de dioses, de sacer-

    dotes de cultos solares, como fueron losdruidas o los egipcios.Se oculta allí lahistoriasecular de un pueblo que unió laTierra con el Cielo, capitalizandoy sinteti-zando todo el saber de las culturasque loprecedieron.

    En busca de la luz

    En Paititi-cuentan los ancianos de lospueblos olvidados de los Andes- viveellnca Rey Soberano lntipchurrín(HijodelSol), quien hasta hoy reina en silencio,preparándose para restaurar el interrum-pido orden del Universo. Según dicenlossabios descendientes del que fuera ellmperiodel Sol, actualmente gobierna elespíritu de la oscuridad. Por ellodeberestaurarse la luz, e imponerse el reinodel Sol en la Tierra.

    lr a este rincónolvidadodel mundosupondría una verdadera prueba de fe yconfianzaen la pureza de las propiasintenciones, así como en la protecciónpor parte de fuerzas superiores, queacompañan al que está buscando la luzpara vivirlay compartirla.No faltarían lospeligros naturales, como las anacondas,de hasta ocho metros de largo, que pue-den tragarse un toro entero después deestrujarlo con sus anillos; enlos ríos, ade-

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    más de infinidadde serpientes, convivenpeces que no se quedan atrás en voraci-dad; y en las tierras, las arañas alcanzantamaños descomunales; las hormigascaníbales, que van en inmensas mana-das, son un gran ejemplode organiza-ción, arrasando todo lo que encuentran asu paso. Todo esto sin contar los jagua-res y algunas tribus de aborígenes queson antropófagos.

    Todas estas "minucias"no consiguie-ron desanimarnos ni impedirque nos sin-tiéramos identificados con los alcancesde tamaña aventura, por lo que prepara-mos la expediciónque partiría de la ciu-dad del Cuzco. De entre las casi cien per-sonas que entusiastamente se habíanofrecidopara integrar elgrupo, sólo sietereunían las condiciones necesarias decompromisoespiritual, desapego, madu-rez y espíritude aventura. Tenían que serpersonas afines que pudieran funcionaren equipo como un solo hombre, vibrandoa niveles muy altosy sutiles, de maneraque se pudiera contar como ayudacom-plementaria la percepciónsutily extra-sensorial, en la que habíamos trabajadointensamente. Finalmente, formaronelcuerpo expedicionario personas que pro-cedían de Perú, Brasil,Honduras, ElSalvador y_ Estados Unidos.

    Días antes de la partida recorrimos laciudad imperial,ynos acercamos a la igle-sia colonialde Santo Domingo,construidasobre el que fuera SantuarioMayorde losincas, el Gran Templo del Coricancha(Patio del Sol).En su interior,pudimosdescender tras el altar mayor, hasta laboca de entrada de la Gran Chingana,que es un túnel que comunica el santua-

    rio con la impresionante fortalezatemplode Sacsayhuamán, situada en lo alto deun cerro muypronunciado y áspero.Construida con piedras de hasta 360toneladas, queda muy cerca de la llama-da zona X donde se multiplican losado-ratorios y cavernas que van en diversasdirecciones. Este túnel fue usado por elpríncipe inca Choque Auqui,quien aban-donó el palacio de Amarucancha lleván-dose la momiade su padre HuaynaCapac y su doble escultórico(una estatuade oro que envolvíasu corazón momifica-do) llamado Wauke, para fugarse de lametrópolien compañía de los Amautas(maestros), Quipucamayocs (archiveros),Willajs(sacerdotes), Ajillas(vírgenes delsol), Orejones (nobles)y algunos guerre-ros, burlando alas huestes de Atahualpa,que aterrorizabanla capital al haberseimpuesto sobre la nobleza cusqueña.

    Habíamos conseguido el permiso delGobiernopara realizar la incursión másallá del Parque Nacionaldel Manu,en lareserva mundial ecológica intangible;unterritorioque no ha sido cartografiadoporel ejércitoy que continúa inexploradoenla actualidad. Contábamoscon los escá-sos mapas existentes, y con las fotogra-fías tomadas desde avión y satélite,muchas de ellas cubiertas de nubes.Nuestro equipo consistía en material de

    campaña para tierra cálida, comosacosde dormir muyfinosy frescos, tiendasligeras, cuerdas con ganchos, pequeñas

    balsas de goma, ponchos de plásticopara la lluvia,sombreros, mosquiteros,repelentes de insectos, etcétera.

    Un trayecto casi ¡mpracticable

    Nos embarcamos en direcciónhacia ElManu en un camión de carga que normal-mente llevaba bidones de gasolina, petró-leo y queroseno a los pueblos más aisla-dos de la selva. No era fácildisponer devehículosque se aventuraran hacia lasselvas del Madre de Dios,pues los estre-chos caminos de tierra permanecían con-

    vertidos en lodazales la mayor pafte delaño y la maleza tendía a cubrirlos.Sabíamos que debíamos tener muchocuidado, porque en la zona por la cual seaccedía a los camiones abundaban losdelincuentes,que solían atacar a loscamiones que circulaban por caminossolitarios, sobre todo cuandosospecha-ban que viajabanen ellos turistas.

    Aquellos impresionantes caminosafir-mados de tierra y piedra, que subían enzig-zag lasempinadas cuestas, se estre-chaban al borde de inenarrables precipi-cios, hasta permitirel paso de un solovehículo. Alcabo de largas horas deascenso y centenares de peligrosas cur-vas, llegamosa la Puna, la parte más alta

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    al pie de los glaciares. Sentíamos unintenso frioque nos obligabaa abrigarnuestro cuerpo quemado porel fuefie solserrano, mientras el recorrido noscubríacompletamente de polvo;el terreno desi-gual de la carretera sacudía a qu¡enesnos encontrábamos en la parte posteriordel camión. No faltaronlos peligrosenalgunas curvas estrechas, cuando nosveíamos obligados a retroceder haciacualquier pequeño recodo, mientras unarueda quedaba colgando sobre el abismo.

    Alcabo de tres días llegamosaShintuya, último centrocivilizado,forma-do por una pequeña misiónde padresdominicosa orillasdel río navegable delMadre de Dios. Habíamos descendidodesde la localidad deTres Cruces por elvallede Cosñipata hasta Pilcopata, dondese encuentra parte del camino inca,siguiendo hasta la confluenciade los ríosTono y Cosñipata, donde nace el Madrede Dios para unirse después con el PiñiPiñi, que se convierteen el AltoMadre deDios. EnShintuya conseguimos descan-sar y asearnos para continuar en bote através de los ríos. Alquilamospara ellouna barca a motor de las que tripulanalgunos de los indígenas occidentaliza-dos: una embarcación larga y estrecha,con un viejomotor de usos agrícolasadaptado y hélice aftesanal.

    Atrapados entreIas rocas

    Alembarcarnos, el excesivo peso delgrupo y los equipos hizoque la barcaquedara casi al mismo niveldel agua, conlo que esta penetró en gran cantidad ynos obligó a desalojar la embarcación.Cuando por fín se encendió el motor,logramos flotarmelor y remontar, no sindificultad,el caudaloso y ancho río; pudi-mos verificarsus innumerables peligrospor los rápidos, remolinosy gruesos tron-cos que arrastraba con violenciqzElbar-quero no se inmutaba ante las dificulta-des, mientras su hijomenor, de unoscinco años de edad, extraía el agua queentraba por los huecos del fondo delbotecon una botella de refresco.

    Alcabo de cinco horas de denodadoesfuerzo por vencer la corriente,llegamosa la desembocadura del río Palotoa. Nosencontramos con un cauce de menorvolumen deagua que el anterior, pero deigual fuerza. Comoen algunos lugares elbote tocaba fondo, decidimos bajarnosycaminar hacia la orilla,mientras el equiposeguía en la embarcación. No fuefácilandar en el agua, sintiendoque el torren-te le arrastraba a uno; además, corríamosel peligrode que nuestros pies quedaranatrapados entre las grandes rocas, Noshabíamos llevado también una soga paraalcanzar la orilla,pero cuando llegamos ala embarcación,el barquero, inexplicable-mente, cometióel error de encender elmotor de la barca. El resultado no se hizoesperar: la hélice quedó completamente

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    El viajea Paititi suponía unaduraprueba de fe y autoconfianza. A la fuertecorriente de los ios había que añadir la

    presencia de serpientes venenosas,arañas, pirañas y hormigas caníbales.

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    Continuamos el caminoayudándonoscon una tangana o Palo, Y llevando 1acuerda sobre nuestros hombros.Segúnavanzábamos, las orillasdesaparecían yse convertíanen pantanos, por lo quedebíamos cruzar de un lado a otro del ríovenciendo la corrienteque nos empuiabay haciendo grandes esfuerzos por mante-nernos en pie sin tropezar con las piedrasoue había baio nosotros.

    ' Habíamos llegado a la zona desPuésde la época de las lluvias,por lo que pro-bablemente nos encontraríamos con unmenor caudal de agua, que nos dificulta-ría el avance en bote, obligándonos arealizar Ia marcha a pie. A quince kilóme-tros de la desembocadura del río Palotoase hizo imposible que el bote nos siguieraacompañando, por lo que despedimos albarquero y seguimos adelante cargandonuestros equipos, ayudándonos con loscasi treinta kilos de ropa y unos veinte desal y alimentos que traíamos de regalopará los indiosmachiguengas, naturalesde la zona y cuidadores del acceso aesos lugares sagrados.

    Confidencias simbólicas

    En un recodo del río, donde las orillasconservaban algo de arena limPiaYsobresalían grandes rocas del agua,observamos humo entre la selva; había-mos llegado a una pequeña aldea machi-guenga, donde se nos recibiÓcon muchaóurioé¡¿ad, ya que aquella gente no solíaver personas ajenas a su tribu'Encontramos a una niña de trece años

    llamada Josefina, evangelizadapor los

    dominicosdel shintuya,que hablabaespañol y nos sirvióde intérprete iunto asu esposo, un hombre joven y fuerte lla-mado Pancho, quien sólo hablaba Yentendía su propiodialecto.Unos regalosnos ayudaron a comunicarnos con ellos, yseñalarles nuestra intención de que nosguiaran hasta un lugar sagrado para ellosflamadoPusharo. Allí seencontraba unagigantesca pared de piedra llenadepetroglifos,que representaban un mapade la-ruta al Paititiy en donde pensába-mos hacer algunas meditacionesy prácti-cas psíquicas de dermóptica (percepción

    de la historia impregnadaen los objetos através del tacto). Fue una gran suerteconocer a Pancho, Pues era uno de loshijos del jefe de la tribu,que moraba pre-cisamente en la aldea principal,muycerca de Pusharo.

    Establecimosnuestro campamento enla orilla opuestaa Ia aldea, donde prepa-ramos una fogata Para que el humoespantara a los mosquitos, abejas, avis-pas y moscas que revoloteabana nuestroalrededor y nos obligaban a dejarnospuestos, a pesar del intenso calor, losgorros mosquiteros,las camisas demanga larga y hasta los guantes.

    Por la tarde, cruzando el río en unasbalsas de troncos amarrados, apareció ungrupo de aborígenes casi desnudos, con

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    taparrabos, collares de semillas en lospechos y unos cerquillosde Plumasnegras en la frente, así como un pequeñodisco de plata cosido a la nariz. En susmanos blandían unos grandes arcos y fle-chas de madera de chonta, dura y flexi-ble. En ese momento llegaron tambiénPancho y Josefina, él vestido con camise-ta y pantalón cortoy ella, con un vestidoseñcillomuyoccidental; su intención,según Josefina, era presentarnos sus res-peios y, claro está, que les hiciéramosregalos al resto de sus parientes. Trasrecibir ropa, sal y alimentos, los guerrerossonrierony nos indicaronque nos dabanautorizaciónpara que pasáramos lanoche allí, atenciónque nos apresuramosen aoradecer.

    A[uellaprimeranoche en las riberasdel río fue una experienciaúnica. Losmosquitos se habían esfumado, el climaera fresco y muy agradable.No lopénsa-mos dos veces y decidimos salira daruna vuelta alrededor del campamento.

    Al día siguientenos despertamos muytemprano, aprovechando para bañarnosen el río. Aún estaba fresco el ambiente,pero los mosquitos Ya emPezaban ahacerse presentes, por lo que había quedesnudarse casi sobre el agua, e introdu'cirse en ella con el mosquitero. Arañaspardas se deslizaban bajo nuestros pies,a la cacería de moscas y otros insectos.Desarmamos el campamento y aguarda-mos la venida de Pancho, quien llegó alcabo de un rato acompañado de su espo-sa Josefina y de su perrita Lulú. Nosmira-mos mutuamente al recordar que en elmapa del Cuzco, el confeccionadopor losmisioneros, había, además de montañasy ríos, un extraño dibujode unas avesacompañadas por la figura deun hombrecon su mujer y su perro. Era una increíbley simbólicacoincidencia.

    Con su conocimientoY exPeriencia,Pancho colocó parte de nuestro equipomás pesado sobre una balsa construidapor é1, a la que subió con su esposa y sumascota, mientras nosotros caminába-mos por las orillas.Nuevamente tuvimosque pasar una y otra vez de un lado aotro del río, siguiendo las cambiantesriberas que desaparecían en algunoslugares, obligándonoscasi a nadar vesti-

    dos entre las raícessumergidas

    delos

    árboles.

    Elguardián de la ribera

    Pasadas las horas nos detuvimosadescansar cuando de pronto, un hombrebajo y delgado de apariencia cuzqueña,ve6tidoa la usanza de la siena, salióentre la jungla. El colorcobrizode su pielera diferenteal de los machiguengas, queson más bien amarillo.orientales.Aquelindividuose dirigióal único de nuestrogrupo que hablaba quechua, AníbalLa

    Torre, ex-comandante del ejército,y lepreguntó hacia dónde nos dirigíamos.Nuestro compañero le contestó, tratando

    de evadirse, que íbamos a Pusharo. Elextraño replicó:

    - ¿Y no van a ir al Paititi? Yo vengo deallá.

    Los demás no entendíamos quechua,pero bastó que se repitiera la palabraPaititipara que nos acercáramos y rodeá-semos a los dos. Fue entonces cuandoaquel hombre se dirigióa todos en per-feóto español,y nos pidióque nos sentá-

    ramos. Una vez situados en semicírculoasu alrededor, guardamos silencioy él sedirigióa nosotros de la siguiente manera:

    lYo sé que ustedes van al Paititi,peroles digo que, si no están antes en armo-nía material, mental y espiritual,nopodrán llegary ningunode ustedessobrevivirá.

    -Pero usted Puede ver que no somosmalas personas, ni tenemos malas inten-ciones -, le replicó el ingenierosalvadore'ño Francisco Quezada.

    -¿Tú puedes ver miaura? ¿Puedesleer mi pensamiento? Entonces, ¿por quéquieres que yo te evalÚe? La naturalezase encargará de probarlos. Nadie puedeengañar a las fuerzas de la naturaleza,que adquiere las formas más diversasfara cerrar el paso a quien viene a profa-har lo que es sagrado - contestó aquelhombre,'que con cada planteamiento ibacreciendo en presencia y sabiduría.

    -Por favor. ¿No podría usted guiarnoshasta el lugar? - dijoel catedrático hon-dureño RodolfoCepeda.

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    En las proximidadesde Pusharo, las riberasdel río cambiaban y desparecían misteriosa-

    mente en el horizonte, obligando a losexpedicionarios acruzarloa pie una y otra vez,

    mientras el equipo iba enla canoa

    -Vayan, vayan. --Yal decir esto son-rló por vez primera,- Yo estaré observán-doles en todo momento... ¡Vayan y cum-plan el pacto, la alianza que tienen conlos Hermanos Mayores

    Después de decir esto se levantóy sedespidió de nosotros, desapareciendo tanextrañamente como antes había apareci-do. Todos quedamos fuertemente impre-sionados por dicho encuentro, tomamosnuestras mochilas y partimosrío arriba. Alcabo de una hora se rompióel silencioypreguntamos a Pancho, a través deJosefina, quién era ese señor.

    -Es Altomisayo,un maestro y un hom-bre sabio.- contestó.

    -¿Y qué hace aquí?- preguntamos, enmedio de nuestra confusión.

    -¡Es el guardián de la riberal Él cuidaquiénes suben con el río.

    -¿Y sube mucha gente por el río?-¡No ... ¡Nadie sube por el río - dijo.-Entonces, ¿qué hace ese señor cui-

    dando el lugar?

    -Eltiene que estar allípara cuando

    alguienvenga; tiene que ver si le dejapasar o no- fue su escueta respuesta.Pudimos averiguardespués que el tal

    Altomisayoera un maestro chamán de lapuna, perteneciente a la comunidad(Ayllu)de Qeros, que se traduce en que'chua, igualque en el idiomamachiguen-ga, por "santuario".Aquelhombre perte-necía a una comunidadde individuosquevivíana los pies del nevado de Qoyllority(Estrellaresplandeciente o blanca), cui-dando el acceso directopor el glaciarhasta el valle prohibidode los Amaruu"hombres serpiente".

    Ciudadde luz

    Transcurrierondos días antes de quepudiésemos llegar a la aldea principal.Tras saludar al jefe y a la tribu,y hacerlos regalos correspondientes, tuvimosque esperar a que nos diesen la autoriza-ción para cruzar el río Siskibeniay llegaral mapa de piedra cubierto por la exube-rante vegetación, Ya allí,desmalezamosel lugar y armamos el campamento dispo-niéndonos a trabajar.

    No fue fácilconvencer a los machi-guengas de que nos permitierancruzar elcañón o mecanto (Pongo de maisnique),que se abría ante nosotros en direcciónalas nacientes del río Siskibenia, porquesegún ellos, más allá vivíanlos "hombresvestidos de blanco", y se les tenía prohibi-do ir allí.Más difícil seríaconvencerlesdespués para que nos guiaran, pero sugenerosa reciprocidadles indujofinal-mente a hacerlo hasta el final delcañón,cuatro kilómetrosmás arriba, desdedonde regresaron a toda prisa.

    Teníamos ante nosotros la inmensidadde la selva y por lo menos 45 kilómetroshasta la meseta del Pantiacolla, en unterritorioinexplorado.Habíamos avanza-do hasta allí recorriendomás de 90 kiló-metros por la jungla, cruzando casi tres- F

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    Gigantesca pared de piedra llena depetroglifos.Para los machiguengas, éstaconstituye la única puerla de acceso al reino dePaititi, lamorada de los hombres-serpiente.

    cientas veces los ríos desde la unión delMadre de Dios y el Palotoa, y ahora nonos podíamos echar atrás. Aunque notuviéramosguías debíamos dejarnos con-ducir por el instintoy la intuición.

    Habrían de pasar tres días más, y cru-zar de nuevo el río, antes de llegaral pie

    de la gran meseta del Pantiacolla.Habíamos tenido que dejar nuestro equi-po en la entrada del cañón ante la imposi-bilidadde cargarlo con nosotros; nuestraropa estaba completamente raída, y lasbotas, cortadas por las piedras y corroí-das por la permanente humedad. Desdenuestra ubicación,pudimosobservar laextraña forma de la meseta, que en unextremo presentaba algo parecido a ungigantesco rostro humano. Tambiénvimos la entrada de la caverna en formade corazón que conducía hasta el interiorde la montaña. El problemaera llegarhasta ella, por cuanto se encontraba avarios cientos de metros de altura, conuna intrincada selva de por medio.A pesar de que contábamos conmachetes para abrirnospaso por Ia espe-sura, al cabo de unas horas no habíamosavanzado más allá de treintametros, locual nos obligóa abandonar nuestraintencióny buscar alguna senda disimula-da entre los árboles, que cada vez secompactaban más. La búsqueda infruc-tuosa nos condujo a tomar ladetermina-ción de aguardar alguna manifestaciónexterior, como por ejemplo, la presenciadel Altomisayo,para lo cual armamos unaimprovisadachoza con ramas, y espera-mos meditando y soportando una intensalluviaque duró casi veinticuatro horasy

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    elevó el nivel del río hasta donde nosencontrábamos.

    Totalmente mojados y sin alimentos,que se habían agotado en la ruta, esperá-bamos alguna señal. En nuestras medita-ciones tuvimos visionesque nos daban aentender que al cruzar el cañónya habrí-amos traspasado el umbraly la puertahacia aquel reinointerior,pero que aúnno estaba dispuesto que aquella ciudadde luz fuera abierta al mundo, Flnalmentedecidimos regresar, venciendonuestraambición de culminarla aventura comohubiésemos querido.

    El poder de hacer y desear

    Cuando al cabo de tres días llegamosal cañón de Pusharo, nos encontramoscon toda la tribumachiguenga, que nosestaba aguardando ansiosamente, muypreocupados por nosotros. Se alegraronmucho de vernos, y al contarles los deta-lles de la ruta, el jefe de la tribu,el ancia-no Cachán, dijo:

    -¿Pero por qué se han ido tan lejos, sia través de la piedra podían haber entra-do al Paititi?

    Entonces se acercó a la piedra de lospetroglifosy colocando sus manos sobreella, se puso a cantar,

    Esperamos a que terminara, observán-dole detenidamente.

    -¿Han visto? -preguntó,-Así sepuede abrir la puerta y entrar.

    Aquella mismanoche en el campa-mento, reflexionamossobre el significado

    de lo que nos acababan de decir;comen-

    zamos a percibirque aquello era parle deun camino iniciáticodonde la primerapuerta que debía abrirse era la de nuestrointerior,y que sólo llegaríamos al finalcuando el desprendimientoy la confianzaen lo superior nos permitieran dejarnosguiar por nosotros mismos.

    Nuestra inquietud creciente nos llevóarepetir la enseñanza transmitida por elviejocacique, mantralizando palabras a

    las que asignamos un valorespecial porsu capacidad para hacernos vibrar,comopor ejemplo"zin-uru",que significa"llave".El resultadofue una intensa luzazul quebrotaba de la piedra y nos envolvía,mien-tras nuestros dedos y frentes perdíanpoco a poco contacto conla masa dura yfría. Eramostransportados en el tiempoyen el espacio a unas profundascavernas;allí escuchamos en medio de la oscuridadlos rugidos de unos jaguares que nosmotivarona avanzar por la luz que se ibamaterializando en la imagen que tenía-mos delante. Después salimos por untúnel cuyaboca tenía formade puerta tra-pezoidal y comunicaba al exterior, a unalerruza desde donde se veía un vallecir-cular.

    Descendimos por un caminohasta laciudad, observando sobre las paredes depiedra un gran disco de oro, con elrostrosemejante al de un hombre. Ya en laparte más profunda fuimosrecibidos poralguien vestidode blanco que nos pidióque le siguiéramos. Así llegamos a unasala, a través de la cual accedimos a loque parecían ser unos libros o archivosen unas placas de metal. La sensaciónfue inmediata; todos experimentamosunaauténtica expansión de consciencia.

    Durante el desarrollo de la experienciano perdimos en ningún momentola con-ciencia;por el contrario, poseíamos unagran lucidezque nos permitíacaptarmuchas cosas imposiblesde narrar en elbreve espacio de estas páginas. Tambiénaprovechamos para orar y envolver alplaneta en luz, sabiendo que estábamosdentro de las fronteras de la GranHermandad Blanca,en donde se tiene "elpoder de hacer y desear",

    Alretornar de aquel traspaso dimen-sional, un fuerte vientofríose abatiósobre el cañón, golpeando la piedra sobrela que nos hallábamos,mientras lanochetranscurría limpiay clara, con un cielolleno de estrellas,

    Por la mañana nos despedimos de latribu,agradeciéndoles toda su ayuda, yaque gentilmentehabían preparado unabalsa de troncos amarrados para que vol-viésemos por el río hacia Shintuya, quehabía crecidocon la intensa lluvia.Además, nos habían traído frutay yucas(mandioca). Aquellashumildes y sencillaspersonas nos sonrieron, dándonosaconocer que ellos se habían percatado deque ya no eramos los mismos que cuan-do habíamos llegadoallí. Estaban terri-blemente felices

    del resultadode un viajeque para nosotros no había hecho másque empezar.., Q

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    Acebal.Directo¡ade producción:GuadalupeGisbert. Áyudantede producción:Rosa María

    MartÍnez.Directorde suscripciones:RafaelCaballero. Distribución:ESPANA: Gesdisa. c/

    MiguelYuste, 26. 28037Madrid. Tel. (91) 304 1345. ARGB,I'I'INA:ImporfadorEd. Vanidades, C.4.,

    Peru, 269-3o. Buenos Aires.Disfribuclón caplfal:Vacca¡o S¡áLnchez Cía., Moreno, 749-9". Buenos

    Aires.Disfr¡óuc¡ón¡¡úerior DistribuidovaBeltrán,S.A.C. Santa Magdalena, 541. Buenos Aües.

    Depósito Legal:M-27522-1991.Precio 325 Ptas.Canarias 350Ptas.on

    e¡rlOfiI*n" 29AÑO CEBO esmiembro de la Asociac¡ón de Revislasde lnfomación(ABl).Asociada a la Federación lnternacional de Prensa Per¡ódim(F|PP)."Beseruados todos los derechos. De conlomidad con lodis"pueslo en el ari.534-bisdel Código Penal vigente, podlán sermstiga-dos con penas de multa y privaciónde libertadquienes reprodujeran oplagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artíst¡m o científicafijada en cualquier tipo de soporte sin la precepliva autorización".

    4/ÁrloCERO

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    :: ," ó3: ...::':.:r:tiartill¿,de, llqG¡e§=:. . - ' :::.I.Ía§FBitQ§-'..,. ::,

    24Glaves del Año GeroNessie da señales de vidaEl lago de Bañolas "prediio"la erup-

    ción del EtnaVisiónartificialpara los ciegos

    Disuelta la lglesia del Díaque se avecrna

    Secta de "contactados"condenadapor asesinaio

    Jesucrísto, Vistopor Sánchez Dragó,Premio Planeta

    El hombre lobo erótico de llilontevideoControlmental en e[ espacioUna piedra desvela el origen

    de los canariosUn nuevo planeta en los límites

    dél sislema solarLa polémica búsqueda de

    civilizaciones extraterrestresOVNI§de orlgen terestreEmbarazo y b¡oética

    Descubierto el primérpáiaro venénoso

    32Libros. Crímic. Discos.C¡ne

    44,'La Gaia de Pardora

    Eldragón.'. Coñan,Doyle,:.. Es increíble -..Lá sxtraña historia dé Jsan.Ilórkot

    ' ¿Quemadqras edrateffeskes?,

    it

    tlllr.

    IIr-

    i-.:,:

    'a

    .ASÍTUNCION.E,I,A,TELEPATÍA

    Se manifiesta en nuestra üda cotidiana conuna frecuencia asombrosa, aunc[ue no

    seamos óonscientes de ello. Descubra susaptitudes telepáticas.

    ffiffi.ELQUTMTSTfi,SDE HOYPor primera vez, los practicantes

    españoles de este Arte milenariodesvelanpúblicamentelos secretos desu incesante búsqueda.

    ffiffirSE.ECERC.E EL GBAN

    TERREMOTOUn período de terremotos y catástrofesnaturales, vaticinadopor las profecías

    indígenas y üdentes, es temidotambiénhoy por algunos geólogos.

  • 8/20/2019 Sixto Paz - Donde El Corazon Es El Agua - Paititi La Mitica Ciudad R-007 Nº029 - Año Cero - Vicufo2

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    ffiffi ffiELPRIOR.H,TODESIóNUna sociedad

    secreta que preten-de haber sido Iapropulsoradel

    Temple, laRosacruz, la

    Masonería y la uni-dad europea, diri-gida por

    conocidosartistas, científicosy políticos.

    LOSGUERREROSDELARCO

    IRISFrente a la aliena-ción, la contamina-

    ción y la crisis,estos guerreros

    planetarios propo-nen el cambio delaconciencia indivi-dual y de la actitud

    colectiva.EEU6ÉU=

    IlxLJ¡I*A-\*

    §Mn|auEJss vlssNr§

    ffiffi¿DONDEESTA L.H,M.ETERrfi,

    OSCUR.E?Descubrirla naturaleza de esa materia

    invisible,que conforma las cuatro quintaspartes del Cosmos, es el mayor reto al que

    se enfrentan los modernos cosmólogos,

    ffiffiSTXTOPf,,Z EN BUSC.EDE

    PE,TTITIEl conocido y controvertidocontactado

    peruano narra su fascinante expediciónenbusca de Paititi,la mítica ciudad andina

    cuyo acceso estaría reservado a los seres

    N intenso rugido conmoüóel suelo del restaurante enque nos encontrábamos. Lo primeroque se me ocurriófue comentarel estruendoso funcionamientodel metroen El Cairo, hasta que alguien exclamó: "¡es un terremo-to :'. Víentonces que los empleados se abalanzabanhacia las escaleras, y ese fue también mi impulso inme-diato de superuivencia; pero cuando llegué a ellas com-

    probé gue mis amigos seguíanen torno a la mesa, protegiendo su cabe-za bajo aquella o entregándose serenamente a su destino, y me reunícon ellos. Aún nohabía cesado aquel zumbi-do, gue duró más de un minuto,cuando com-prendimos c[ue se trataba del primercoletazode un proceso de transformaciónplanetariaque sospechábamos se iniciaríaen aquellasfechas y tendría comoepicentro las tierrasegipcias, tanpoco propicias a los seísmos.Eran las 15'15 del 12 de octubre. Y en los docedías siguientes se sucederían en Eg"ipto sacu-didas de menor intensidad y otros aconteci-mientos nada llamativospero aún más trascen-dentes, amén de otros seis teremotos deconsiderable intensidaden diferentes zonasdel planeta...

    ¿Nos estarnos adentrando en el períodocataclísmico, anunciado por antiguas profe-cías y modernos videntes, en el que la Tierrasukirá u¡ brusco pero necesario proceso depurificacióny transformación?Tendremos queesperar escasos meses p.üa comprobarlo.

    Desde esta ventana mensual no nos cansa-mos de insistiren una idea, fundamental para

    entender los agitados tiempos que tenemos ladicha de üvir, y actuar en consecuencia:transformaciónes Ia palabra clave, renovacióna todos los niveles.La"casua-Iidad"quiere que la mayoría de los contenidosde este númerose articulenen torno a la Transformacióny a la Búsqueda: Ia transmuta-ción gue - desde los orígenes de su A¡te en el antiguo Egipto- vienenbuscando los alquimistas,la mutaciónradical de la concienciade laque hablan los Evangelios, el cambio individualy planetarioal que seenfrentan los Guerreros de Gaia, la búsqueda del Yo profundoa travésde los doce arquetipos o la odisea de los científicosen pos de la mate-ria oscura, a la que no dudan en calificarcomo Santo Grialde la cosmo-logía... En esa búsqueda interminable fuera y dentro de nosotros mis-mos -{omoen la del míticoPaititi-el corazón es el guía. Para caminarseguros en esta época de seísmos individuales,colectivosy planeta-rios, sóloes necesário abrirlocon valentía y dejarnos tlevar por él' Q

    ffiffi¿cuÁLEs

    su JTRQUETTPO?Un completo test que nos per-mite descubrir de qué manerainfluyenen nuestra personali-dad y vida cotidiana los doce

    héroes interiores.

    ¡¡loctno/s

    de corazón puro.

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