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GOBIERNO DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES DIRECCIÓN GENERAL DE NIÑEZ Y ADOLESCENCIA Situación de niños, niñas y adolescentes en las calles de la Ciudad de Buenos Aires. Informe basado en 1.666 entrevistas realizadas en el Centro de Atención Integral a la Niñez y Adolescencia (CAINA) entre 1991 y 2003. Coordinación : Lic. Julieta Pojomovsky Investigadoras : Lic. Natalia Cillis ∗∗ Lic. María Florencia Gentile ∗∗∗ Buenos Aires, agosto 2006 Directora del CAINA entre 1991 y 2004. Actualmente coordina el área de Capacitación, información, comunicación e investigación (CICI) de la DGNyA. ∗∗ Integrante del Área de Sistematización de Datos del CAINA 2004-2006. Actualmente coordina el área de Información del CICI. ∗∗∗ Integrante del Área de Sistematización de Datos del CAINA en 2003. Posteriormente continuó participando de manera voluntaria de la investigación.

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G O B I E R N O D E L A C I U D A D D E B U E N O S A I R E S D I R E C C I Ó N G E N E R A L D E N I Ñ E Z Y A D O L E S C E N C I A

Situación de niños, niñas y

adolescentes en las calles de la Ciudad de Buenos Aires.

Informe basado en 1.666 entrevistas realizadas en el Centro de Atención Integral a la Niñez y Adolescencia (CAINA) entre 1991 y 2003.

Coordinación: Lic. Julieta Pojomovsky∗ Investigadoras: Lic. Natalia Cillis∗∗

Lic. María Florencia Gentile∗∗∗

Buenos Aires, agosto 2006

∗ Directora del CAINA entre 1991 y 2004. Actualmente coordina el área de Capacitación, información, comunicación e investigación (CICI) de la DGNyA. ∗∗ Integrante del Área de Sistematización de Datos del CAINA 2004-2006. Actualmente coordina el área de Información del CICI. ∗∗∗ Integrante del Área de Sistematización de Datos del CAINA en 2003. Posteriormente continuó participando de manera voluntaria de la investigación.

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INDICE

INTRODUCCION Antecedentes Por qué desde esta institución

OBJETIVO DE LA INVESTIGACION

FUENTE DE DATOS

a-Fuentes primarias b-Fuentes secundarias

ALGUNOS COMENTARIOS METODOLOGICOS RESPECTO

DE LA RECOLECCION DE DATOS LA VIDA EN LA CALLE ¿SÓLO PARA POBRES?

DEFINICIÓN DE LA POBLACIÓN

EDAD, SEXO Y LUGAR DE PROCEDENCIA DE LOS

CHICOS/AS QUE ASISTIERON AL CAINA ENTRE 1997 Y 2003 ¿POR QUÉ ALGUNOS CHICOS Y CHICAS SE VAN A LA

CALLE? Motivos por los cuales se fueron a la calle Motivos por los cuales se fueron a la calle según sexo y edad Última vez que vieron a su familia y motivos por los que se

fueron a la calle LOS CHICOS/AS Y SUS FAMILIAS

Última vez que vieron a su familia Última vez que vieron a su familia según tiempo en la calle y

lugar de procedencia Cantidad de miembros en el hogar Hermanos en situación de calle Influencia del contexto laboral familiar

ACTIVIDADES DE SUBSISTENCIA DE LOS NIÑOS/AS Y

JÓVENES EN LA CALLLE Principales actividades de subsistencia Actividades de subsistencia por sexo y edad Actividades que disminuyeron y se incrementaron en la calle en

los últimos años

p.4 p.5 p.6 p.6 p.7 p.8 p.8 p.10 p.11 p.14 p.14 p.16 p.18 p.19 p.20 p.22 p.24 p.25 p.28 p.29 p.30 p.32

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Entre la difícil situación de las familias y la política de erradicación del trabajo infantil

JUDICIALIZACIÓN DE LA SITUACIÓN DE CALLE DE

NIÑOS, NIÑAS Y JÓVENES Causas judiciales, ingreso a comisarías e institutos Causas asistenciales y causas penales La institucionalización de los chicos/as según edad La institucionalización de los chicos/as según sexo y edad Control social sobre niños y adolescentes de ambos sexos en

situación de calle SITUACION DE CALLE Y ESCOLARIDAD

Situación escolar según edad Máximo nivel de escolaridad alcanzado Comparación entre Capital y GBA ¿Escuela para todos? Desgranamiento Mayor nivel educativo de las mujeres Trabajo y escuela El rol de la escuela

SITUACION DE CALLE Y SALUD

Acciones en salud realizadas desde el CAINA Más acciones en salud realizadas con mujeres Más acciones con embarazo, parto y puerperio Varones y mujeres: ¿comportamientos diferentes en

salud? Motivos de consulta Acciones en salud según edad de los chicos/as La salud y las chicas Acciones en salud según sexo y edad

CONSUMO DE SUSTANCIAS EN LA CALLE

Consumo de sustancias según edad Tipo de sustancias consumidas Consumo de sustancias según sexo

CONCLUSIONES BIBLIOGRAFÍA

p.33 p.34 p.36 p.38 p.40 p.43 p.44 p.46 p.48 p.49 p.50 p.52 p.54 p.54 p.55 p.56 p.56 p.56 p.57 p.57 p.58 p.59 p.60 p.62 p.62 p.63 p.66 p.68 p.81

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INTRODUCCIÓN

Antecedentes

El presente informe preliminar constituye el núcleo principal de una investigación sociológica realizada en el marco de una institución gubernamental de la Ciudad de Buenos Aires a la cual asisten niños, niñas y adolescentes en situación de calle.

Acorde a la disposición Nº 13-DGNyA-04 y Nº 49-DGNyA-05 se nos asignó la responsabilidad de elaborar una investigación cuyo objetivo consistía en profundizar el conocimiento de los perfiles y características sociodemográficas, familiares, económicas, educativas, sanitarias y jurídicas de niños, niñas y adolescentes en situación de calle en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires. Para ello se analizaría y darían a conocer datos relevados en la institución que pudieran ser de utilidad en cuanto a la comprensión de la materia.

A pesar de las dimensiones que han adquirido la temática y la visibilización de esta población de niñas, niños y adolescentes, se carecía de datos confiables acerca del número, distribución, movilidad, rotación, demanda, información sociodemográfica de origen y caracterización general sobre sus problemas, inquietudes, expectativas.

A partir de la experiencia acumulada en más de una década en la coordinación de un Centro de Atención Integral a la Niñez y Adolescencia (CAINA) y del registro que se logró elaborar desde sus inicios hasta fines de 2003 en una Base de Datos propia de la institución, es que se sistematizó, procesó y analizó la situación de más de mil quinientos niños y adolescentes de ambos sexos que viven y/o deambulan y/o trabajan en las calles de la Ciudad de Buenos Aires.

La sistematización de datos relevados, junto a las observaciones, prácticas y reflexiones que hacían al “modo de hacer” institucional, permitieron profundizar el conocimiento de las características y “problemáticas” que definen y rodean a dicha población.

Sabemos que los datos obtenidos no están en condiciones de proyectarse a todo el ámbito de la ciudad, ya que no será la totalidad de la población de niñas, niños y adolescentes en situación de calle de la Ciudad de Buenos Aires la que estudiaremos, sino que en el interior de la misma, nos ocuparemos de quienes concurrieron al CAINA y aceptaron ser entrevistados. Sin embargo, por la importancia cuantitativa (1666 casos) y el período que abarca (1991-2003), podemos contar con un panorama aproximado de la situación que viven estos niños y niñas.

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¿Por qué desde esta institución?

El Centro de Atención Integral a la Niñez y Adolescencia (CAINA) 1 -perteneciente al Gobierno Autónomo de la Ciudad de Buenos Aires- es un Centro de Día para la atención, contención, diagnóstico y acompañamiento de niños, niñas y adolescentes de 8 a 18 años de edad que viven y/o deambulan y/o trabajan en las calles de la Ciudad de Buenos Aires.2

Concebido en 1991, como parte de un programa de atención integral inspirado en la reciente sanción de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, el encuadre adoptado en el trabajo con esta población llevó a proponer, generar y cimentar una institución de puertas abiertas donde los chicos y chicas en situación de calle concurrieran y permanecieran en forma voluntaria, por libre elección, siendo ellos mismos multiplicadores de la oferta institucional en el espacio callejero que compartían. Basado en el paradigma de la protección integral y a diferencia de otras formas de asistencia a la infancia, que no pensaban a las niñas y niños como sujetos de derechos, desde la institución se promovió un abordaje respetuoso de la voluntad e individualidad de cada niño/a.

A partir de la acción cotidiana con la población atendida a lo largo de los años, de la permanente discusión y reflexión sobre la acción por parte del equipo de profesionales y del registro y formalización de las historias personales de los chicos/as se constituye un saber que decidimos compartir. Al contar con una importante base de datos referida a dicha población, a lo largo de un período significativo, consideramos de competencia y responsabilidad institucional difundirlos y permitir el intercambio con otros actores comprometidos con la infancia en situación de alta vulnerabilidad social.

Aunque al CAINA no concurre la totalidad de niñas, niños y adolescentes en situación de calle del área capitalina, su accionar es reconocido como la institución referente3, tanto para los niños/as y sus familiares, como para los 1 Centro de Atención Integral a la Niñez y Adolescencia (CAINA). Depende de la Dirección General de Niñez y Adolescencia, Ministerio de Derechos Humanos y Sociales, Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Aunque las denominaciones de estas instancias gubernamentales han cambiado reiteradamente (Dirección General del Menor, Secretaría de Promoción Social, Secretaría de Desarrollo Social y otras) sus funciones fueron relativamente equivalentes. 2 CAINA. Proyecto institucional,1991 3Según el censo de niños/as y adolescentes en situación de calle desarrollado por Alicia Lezcano (2002:34), frente a los “abusos permanentes, los niños reclaman espacios de contención o lugares de referencia adonde concurrir. Una de las pocas instituciones reconocidas por los niños y adolescentes (40%) es el CAINA y en una medida muy pequeña otras instituciones representadas por ONGs dedicadas a la temática”.

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ámbitos académicos, jurídicos, hospitalarios, educativos y sociales. Entre las razones que nos condujeron a realizar una investigación desde el CAINA, destacamos:

• El arduo desafío y la responsabilidad que significó organizar sistemas de registro de la información más allá de las urgencias diarias.

• La cultura organizacional conformada más allá de la permanencia de los profesionales en la institución.

• Porque a partir de los datos obtenidos se pretende denunciar prejuicios y estigmas que rodean a esta población.

• Porque anhelamos que nuestra investigación pueda llegar a constituir un insumo de utilidad para el diseño y la implementación de políticas sociales de niñez, ineludiblemente universales y no meramente compensadoras de los efectos del mercado.

Aunque el esfuerzo por sistematizar y rescatar la información que se poseía sobre los niños/as en situación de calle existió desde siempre, múltiples y diversos obstáculos condicionaron tal iniciativa.

• Un contexto caracterizado por el tutelaje,4 la mayoría de las veces adverso a las prácticas que se pretendían efectivizar desde la institución.

• Las urgencias de extrema gravedad que se viven cotidianamente en la institución, sumadas a las circunstancias señaladas, provocaban el desánimo y la desmoralización de los actores participantes, que no hallaban estímulos para el registro, la sistematización y la autoevaluación de las acciones desarrolladas, desalentando la revisión crítica.

• La importante rotación del personal abocado a la atención directa de los niños/as y adolescentes en situaciones de alta criticidad, el variable respaldo político en momentos de crisis institucionales, la inestabilidad laboral y los salarios nunca acordes a la responsabilidad exigida

OBJETIVO DE LA INVESTIGACIÓN

Profundizar el conocimiento de las características y problemáticas de la población de niñas, niños y adolescentes en situación de calle que viven y/o deambulan y/o trabajan en las calles de la Ciudad de Buenos Aires, que concurrieron al CAINA durante el período 1991-2003.

FUENTES DE DATOS

4 A pesar de la promulgación de la Ley 114 (1998) de Protección Integral, para el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires, la escasez de recursos alternativos a la ley tutelar, sumado a las prerrogativas judiciales, producía institucionalizaciones ordinarias, habituales e innecesarias como respuesta privilegiada. En este marco, se hacía muy difícil postular opciones diferenciales como las que propugnaba el CAINA, desde la DGNyA.

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A- Fuentes Primarias

Para intentar una aproximación a la temática, hemos utilizado múltiples fuentes primarias de información recolectada a través de distintos instrumentos y sistematizadas con diferentes modalidades:

1) Como parte troncal de la reconstrucción de las historias de los chicos/as, se realizan habitualmente entrevistas personalizadas. Una de las herramientas utilizadas en esta instancia es un cuestionario semi-estructurado que recoge información referida a la mayor parte de los objetivos que posteriormente guiaron la investigación. Se conformó así una Base de Datos propia del CAINA que cuenta con información sobre 1.666 chicos/as que asistieron a la institución entre agosto 1991 y diciembre de 2003.

2) Por otro lado, desde el CAINA se lleva un registro diario de los asistentes que contempla la cantidad y algunas variables descriptivas socio-demográficas (sexo, edad, lugar de procedencia familiar, “parada” o “ranchada”5). Esta información se encuentra sistematizada en otra Base de Datos, también propia de la institución, que cuenta con datos que van desde 1997 hasta 2003.

3) Desde el área Salud del CAINA, a partir de 2004 comenzó a efectuarse una base de datos donde diariamente se especifican las acciones que se desarrollan en salud con las chicas/os que asisten a la institución.6

La información sistematizada en estas tres bases de datos fue tratada estadísticamente a través del procesamiento realizado con programas específicos para ciencias sociales (SPSS), lo cual nos permitió obtener datos cuantificables respecto a la temática indagada.

B-Fuentes secundarias

Algunos de los objetivos planteados han requerido de la utilización de fuentes secundarias de información:

5 Se entiende por “parada” o “ranchada” tanto el lugar físico donde los chicos/as en situación de calle pernoctan o concentran algunas de sus actividades, así como el grupo de pertenencia y socialización que los identifica. 6 En los inicios de la presente investigación se intentó recabar los datos sanitarios a partir de las entrevistas personales realizadas a los chicos/as. Ante la dificultad de apelar a su memoria individual, ya que no recordaban ni tampoco describían fehacientemente las afecciones sufridas por ellos, ya sea antes o después de su situación de calle, decidimos adoptar como datos aproximados las acciones en salud que se efectuaron desde el CAINA durante el año 2004 con esta población.

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• Encuesta Permanente de Hogares (INDEC)

• Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001

(INDEC)

• Encuesta de Condiciones de Vida de los Hogares 2001

(SIEMPRO-INDEC)

• Estadísticas educativas. Dirección Provincial de Planeamiento.

Dirección de Información y Estadística, DGC y E, Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. 2003

• Revista “Chicos de la Calle en Buenos Aires”. Editor responsable: GCBA. (Secretaría de Desarrollo Social y Secretaría de Cultura) Redacción: CAINA. 1997-2001

ALGUNOS COMENTARIOS METODOLÓGICOS RESPECTO DE LA RECOLECCIÓN DE DATOS

Históricamente, toda investigación que intentó abordar esta población, se planteó el tema de la recolección de los datos como un verdadero problema. En particular, la cuestión de la validez de las respuestas obtenidas en un contexto donde las niñas/os y adolescentes entrevistados se encuentran en una constante actitud “defensiva” y recelosa frente a cualquier adulto o desconocido que pretenda indagar acerca de sus vidas, aparece como un tema recurrente. Suelen ser habituales las respuestas evasivas o engañosas, con el fin de ocultar o resguardar sus actividades, compañías o sitios por donde callejean o pernoctan, temiendo sanciones, recriminaciones, agresiones o el propio accionar represivo.

A diferencia de otras investigaciones sobre la temática, este trabajo no pretende constituirse en un censo o relevamiento en el contexto callejero, ni en entrevistas en profundidad o historias de vida de niños/as o jóvenes que están en situación de calle. La modalidad utilizada para el relevamiento de la información en este trabajo se basa en un cuestionario semiestructurado dirigido a los niños, niñas y adolescentes que concurren voluntariamente a la institución. A su vez, dicho cuestionario es parte constitutiva del “momento de entrevista” donde el niño/niña también juega, dibuja, relata historias y conversa con el profesional/operador social con quien ya había entablado previamente un vínculo. La entrevista se realiza de común acuerdo, nunca en forma compulsiva, ni contra su voluntad; se elige el momento adecuado, brindando confiabilidad y validez a las respuestas proporcionadas por el chico o chica. Esta modalidad de abordaje (sumada a la posibilidad de modificar, cotejar y complementar la información a medida que se va reconstruyendo la historia del chico/a) imprime

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a los datos ciertas particularidades diferenciales con el resto de las investigaciones conocidas.7

LA VIDA EN LA CALLE: ¿SÓLO PARA LOS POBRES?

En la mayoría de los centros urbanos del mundo se encuentran personas que viven (o sobreviven), deambulan, trabajan o utilizan el espacio público de manera diferente al resto de la sociedad. Es decir, la calle no significa para ellos y ellas el lugar de paso convencional como para el resto, sino que se constituye con diversas modalidades, en un lugar para “ser”, “pertenecer”, “estar”, “vivir” o “permanecer”.

En los países periféricos el crecimiento sostenido del desempleo, la desigualdad, la vulnerabilidad social y la pobreza han exacerbado la presencia de niños, niñas, jóvenes o adultos deambulando o permaneciendo en las calles de estas ciudades. Esto nos remite a la tentación de intentar explicar unívocamente, la presencia de la población en calle a partir de la pobreza extrema, sin tener presente la coexistencia de otros procesos causales. Es que se ha hecho demasiado visible en el espacio público la imagen de los más pobres de los pobres buscando recursos de supervivencia en la calle... Si bien consideramos que la pobreza, el desempleo, la vulnerabilidad social y la desigualdad, son algunas de las causas principales que explican la presencia de niños/as y adultos en la calle, esta imagen cristalizada no permite ver:

la complejidad de las razones que los impulsan a permanecer allí, ya que si no, habría millones de personas deambulando en las calles, mientras que la mayoría de quienes padecen estas situaciones no divisan la calle como estrategia posible para sobrevivir o modificar su realidad.

la existencia de otros jóvenes y adultos con orígenes socioeconómicos diferentes. Se trata de una porción de población en calle “no tradicional”, heterogénea y variada, imperceptible, más relacionada con las trayectorias de los países centrales8 y que no constituyen objeto ni interés de las políticas públicas.

7Las diferencias principales con otras investigaciones de nuestro país sobre la temática (Lezcano, 2002, Rozé y otros, 1999, Carretero, 1996) residen: a) en el aspecto cuantitativo (ya que nuestro estudio alcanza a 1666 chicos y adolescentes de ambos sexos); b) en la recopilación de información sobre las historias de diferentes chicos/as a lo largo de más de una década y c) en el contexto de confianza que otorga el vínculo que se fue creando entre el adulto entrevistador y el niño/a o adolescente. 8 Según Martín Hopenhayn (2006) en las principales ciudades latinoamericanas se observan nuevas modalidades asociativas donde se destacan “grupos informales como los grafiteros, los skaters, okupas y bandas de música”, que se apropian de determinados territorios urbanos. “La conformación de estas nuevas modalidades asociativas, que son generadoras de identidades sociales, gira en torno a contextos locales... La cotidianeidad se da en torno a ‘vivir sin involucrarse’....” (p. 41) El espacio de encuentro juvenil y el ámbito de socialización más común para estos grupos de pares es la calle.

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Sin embargo, para quien “trabaja” en los países periféricos con niños y jóvenes de ambos sexos en situación de calle le parece algo natural y lógico que esta población se corresponda con los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Y esto es así por varias razones:

• En primer lugar, porque las respuestas sociales (desde las instituciones y desde las relaciones cotidianas) ante esta situación suele atribuir la identidad de “chicos de la calle” sólo a aquéllos que son visibles, fácilmente identificables por su modo de vestir, su falta de higiene, sus lenguajes corporales, sus comportamientos callejeros y sus característicos desplazamientos en grupos de pares. Esta “marcación” (a modo de estigma – Goffman, 1995) permite que sean “foco” y objeto de las políticas sociales o de “protección” tanto gubernamentales como no gubernamentales. Son ellos y ellas la población privilegiada sobre la que se reclama acciones, cuidados, control, cuando no un proceder represivo por su sola presencia en las calles, a la que se considera amenazante.

• En segundo lugar, porque si bien hay otros adolescentes pertenecientes a clases sociales más favorecidas, que se van de sus hogares o que pasan la mayor parte del día en la calle, ni su presencia ni su deambular son claramente identificados, ni suficientemente visibles debido a que sus conductas no son manifiestamente transgresoras, ni “molestas”, ni violentas. Estos niños/as y adolescentes expresan, en parte, similares motivaciones que las de los jóvenes de países ricos y no suelen portar atributos externos que provoquen rechazo o descrédito per se, es decir no se los reduce a seres menospreciados y estigmatizados.

Esta aclaración vale porque –a pesar de ser conscientes que todos los países comparten la existencia de una porción mayor o menor de jóvenes que utilizan la calle de modos “no convencionales o habituales”- nuestra investigación, al estar centrada en la población que concurre a una institución destinada a “niños, niñas y adolescentes en situación de calle”, también tratará de la porción de niños, niñas y adolescentes más expuesta y visible:

• la de los sectores más empobrecidos de la sociedad

• que viven y/o deambulan y/o “trabajan” en las calles de la Ciudad de Buenos Aires

• que concurren o concurrieron voluntariamente a una institución gubernamental (CAINA)

• y que aceptaron ser entrevistados en algún/algunos momentos del período que transcurre entre los años 1991 y 2003.

Es importante aclarar que aunque cuantitativamente su peso sea lo suficientemente importante como para instarnos a generalizar sus resultados,

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reconocemos las restricciones que soporta y el límite inevitable que esta franja del universo de niñas, niños y adolescentes le imprimirá a nuestra investigación.

DEFINICIÓN DE LA POBLACIÓN

El perfil dominante de la población entrevistada comprende a niños/as y adolescentes que viven, deambulan y/o trabajan en las calles de la Ciudad de Buenos Aires y utilizan el ámbito callejero como espacio principal o secundario de su vida cotidiana, considerándolo como fuente de recursos de todo tipo (económicos, de socialización, de esparcimiento y/o de aprendizaje.)

Las actividades que desarrollan para sobrevivir son circunstanciales y abarcan un amplio espectro: mendicidad, venta de estampitas o de otros productos, limpieza de vidrios, cuidado de autos y otras lindantes o efectivamente ilegales como el robo, la prostitución o la compra-venta de drogas.

EDAD, SEXO Y LUGAR DE PROCEDENCIA DE LOS CHICOS/AS QUE ASISTIERON AL CAINA ENTRE 1997 Y 2003

En 2003, del total de asistentes al CAINA, alrededor de un 10 % tenían más de 18 años y un 4 % menos de 8, de los cuales el 50 % eran bebés.

Casi la mitad de los chicos y chicas que concurrieron al CAINA tenían entre 12 y 15 años. Se puede observar que a lo largo del tiempo la tendencia se mantiene.

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Gráfico Nº 1

Asistentes de cada año, según edad

16,8 14,4 18,5 12,9 11,1 11,5 14,7

47,8 56,1 46,345,3 45,7 46,3 46

27,7 21,7 27,328,7 31,8 29,6 29,1

7,7 7,8 7,9 13 11,4 12,5 10,1

1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003

Menos de 12 Menos de 12 aaññosos

517 695 897 898 981 1275 1438

Entre 12 y 15 Entre 12 y 15 aaññosos

Entre 16 y 18 Entre 16 y 18 aaññosos

MMáás de 18 as de 18 aññosos

CENSO 2001

47,9

26,7

18,8

6,7

2318248

Población de 5 a 19 años GBA -INDEC- (en % )

Chicos/as que asisten al CAINA (en %)

12.9 14.4 14.3 14.3 14.9 15.0 14.9 14.5Promedio edad

BASE ENTREVISTA: 1666 chicos /as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003*Para los cálculos se excluyeron los casos sin i nformación FUENTE: CAINA – Area de Sistematización de Datos.

Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social -GCABA- 2003

Este dato, sin embargo, no nos permite concluir que la mayoría de los chicos/as que están en calle tienen esa edad, sino que constituye la franja etaria con mayor presencia en la institución por varios motivos:

el 49% de los chicos/as que asisten o asistieron al CAINA9 afirman haberse ido por primera vez de sus casas hacia la calle, entre los 12 y los 15 años.

los más pequeños suelen estar acompañados en la calle por adultos, mientras que quienes concurren al CAINA, gozan de mayor autonomía o asisten con pares o hermanos. A su vez, los más chicos inspiran en la sociedad sentimientos de amparo, compasión y caridad, lo cual les facilita la obtención de recursos, principalmente económicos, en la calle.

por el contrario, cuanto mayor sea la edad de los adolescentes, la sobrevivencia callejera, se ve obstaculizada por el rechazo y temor que provocan y la represión de la que son objeto. Los encierros suelen ser más frecuentes y prolongados, a lo cual se suman las “sugerencias” judiciales de permanecer en el hogar familiar. Por la edad, presentan condiciones más “propicias” para participar en ilícitos, aunque también algunos/as revelan cansancio por la vida callejera y consideran que es el momento de reencauzar sus vidas, de hacer algo diferente, de “conseguir trabajo”...

9 Fuente CAINA. 1991 - 2003. Base entrevista. 1666 chicos/as.

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En cuanto a la distribución por sexo, en 2003 los varones representaban el 75 % de la población.10

Gráfico Nº 2

Asistentes de cada año, según sexo

84,7 82,9 79,3 78,4 78 76,5 75

15,3 17,1 20,7 21,6 22 23,5 25

1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003

MujeresMujeres

VaronesVarones

517 695 897 898 981 1275 1438

CENSO2001

50,6

49.4

Chicos/as que asisten al CAIN A (en %)Población de 5 a 19 años GB A -INDEC- (en %)

2318248BASE ENTREVISTA: 1666 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003*Para los cálculos se excluyeron los casos sin información FUENTE: CAINA – Area de Sistematización de Datos.

Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social -GCABA- 2003 Analizando los datos comparativos de los últimos años, se verifica que si bien la población de varones siempre fue mayoritaria, la asistencia femenina se fue incrementando paulatinamente, observándose un significativo aumento entre 1997 y 2003 del 64% (variación porcentual). Esto se debe - en parte- a la modalidad de trabajo institucional que prioriza el reconocimiento de los derechos humanos de las niñas y adolescentes, evitando prácticas sociales naturalizadas en la cultura patriarcal que apuntan a la subordinación y discriminación de las mujeres.

Igualmente, debemos tener en cuenta, que este incremento observado en el CAINA, coincide con estudios realizados en otros países de Latinoamérica, los 10 Esta singular composición de la población de niñas/os en calle se verifica con pequeñas diferencias en diversas investigaciones, tanto del país como del exterior. Así, según el Censo realizado en la Ciudad de Buenos Aires sobre los niños/as y adolescentes en situación de calle, dirigido por Alicia Lezcano (2002), la proporción es de 62.6% de varones y 37.4% de mujeres. En Resistencia, Chaco, Argentina (Rozé, 1999), la distribución por sexo es de 81,7% varones y 18,3% niñas. En Puerto Vallarta, Méjico (Fletes Corona, 1999) y en San Pablo, Brasil (Rosenberg, 1994) el porcentaje de niños callejeros es de 70% mientras el de niñas alcanza el 30%. También podemos agregar: Lucchini, 1993, en Río de Janeiro; Ariza Castillo, 1994, en República Dominicana; Pojomovsky, Viñoles, 2001, en Rosario (Arg.); Aragao Martinis, 2002, en San Pablo (Brasil).

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cuales revelan que en los últimos años hay más niñas y adolescentes en las calles y que “si la tendencia era de cuatro hombres por una mujer, ahora tiende a ser de tres por una”. (Fletes Corona, 1999:54)

Casi el 80% de los niños, niñas y adolescentes que recibe el CAINA proviene del Gran Buenos Aires. Si tomamos en cuenta también a quienes proceden del resto de la provincia de Buenos Aires, la proporción asciende al 89%.

Como dato sugestivo, sólo el 9,6% de los chicos/as provienen de la Ciudad de Buenos Aires, lugar donde está emplazada la institución.

Con el transcurso de los años se acentúa esta tendencia de crecimiento de los concurrentes del Conurbano Bonaerense, en detrimento de los que provienen tanto de la Capital como de las otras provincias del país.

Gráfico N° 3

Lugar de procedencia, según año

17 18 15 11 10

72 73 7376 79

1245 4 10

1999 2000 2001 2002 2003

BASE REGISTRO: Cantidad de asistentes por año (se excluyeron los casos sin información)

Asistentes al CAINAEn porcentajes (%)

Capital Federal

Gran Buenos Aires

-incluye Pilar-

Resto de la Prov de Bs As

InteriorExterior

5 4 24

11

761 792 945 1229 1438

Total Bs As:

89%

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social – GCABA- 2003.

¿POR QUÉ ALGUNOS CHICOS Y CHICAS SE VAN A LA CALLE?

A partir de la base de datos del CAINA que da cuenta de 1666 chicos/as que asistieron a la institución y aceptaron ser entrevistados, presentaremos los datos más relevantes que caracterizan a esta población.

Motivos por los que se fueron a la calle

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Los niños/as y adolescentes entrevistados en el CAINA entre 1991 y 2003 respondieron espontáneamente ante la pregunta: “¿Por qué te fuiste de tu casa? (a la calle)”:

Cuadro Nº 1

Motivos por los que se fueron a la calle -respuestas espontáneas-

Violencia familiar

Familia golpeadora/ Abuso - acoso sexual/ Expulsión del hogar

42,2%

Situación económica

Falta de dinero/ falta de trabajo de los padres/ Familia en la calle/ hacinamiento/ Necesidad de trabajar tempranamente

30,7%

Conflictivas familiares varias

Discusión con padres o sus parejas/ Amenazas/ Separación de los padres/ Adopción ocultada/ Otras conflictivas familiares

23,9%

Aburrimiento/ Aventurerismo

9,9%

Ausencia repentina de madre/ padre

Fallecimiento de padres/ Padres presos- internados/ Abandonado

5,9%

Otros 0,5%

BASE ENTREVISTAS: 1.666 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003 *Para los cálculos se excluyeron los casos sin información Base 1.431 - Multiplicidad 1,1

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social -GCABA- 2003

4 de cada 10 chicos/as esgrimieron haber abandonado el ámbito familiar por diversos problemas de violencia, donde se incluyen golpes, maltrato o situaciones de acoso/abuso sexual incestuoso.

Sin embargo, espontáneamente, 3 de cada 10 chicos/as reconocieron que los motivos económicos fueron los que los llevaron a abandonar el hogar. Este porcentaje asciende al 52% en aquellos casos en los cuales los chicos/as comentaron que ningún integrante del hogar tenía trabajo.

16

La mención de la situación económica como motivo de salida del hogar aunque en forma fluctuante, fue incrementando su relevancia a lo largo de los años en los que se efectuaron las entrevistas, verificándose un pico entre 2001 y 2002. De esta forma, se observa un paralelo entre la problemática que sufren los hogares de estos niños/as y la exacerbación de la crisis a nivel país. Es así que en 2001, el 43% de los chicos/as afirmaron que se fueron de sus casas por las múltiples carencias económicas, mientras que durante los 10 años anteriores, la referencia a esta problemática como motivo de salida del hogar, nunca había superado el 30%. A partir de esa fecha, la alusión a la situación económica se mantiene con un elevado nivel de representación, aunque se comprueba un descenso en 2003.

Gráfico Nº 4

BASE ENTREVISTA: 1666 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003*Para los cálculos se excluyeron los casos sin información

33,3%

45,1%43,3%

28,4%24,9%

27,8%29,7%

21,1%19,4%16,1%20,4%

Hasta1993

1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003

Mención de la “situación económica familiar” como

motivo de salida del hogar, a lo largo de la década

Motivos por los que se fueron a la calle-respuestas espontáneas-

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social – GCABA- 2003.

Otros motivos mencionados por los niños/as (Ver Cuadro Nº 1) son los que podríamos agrupar bajo la denominación conflictivas familiares varias -24%- (discusión con padres, madres, padrastros o madrastras; amenazas por parte de algún integrante de la familia ante conductas consideradas “reprochables”, separación de los padres, adopción ocultada, padres/madres alcohólicos o drogadictos, etc.) y el aburrimiento (10%).

Motivos por los cuales se fueron a la calle según sexo y edad

17

Tanto los chicos como las chicas destacaron la violencia como principal motivo de salida del hogar. Mientras este argumento es mencionado por el 50% de las mujeres, en el caso de los varones desciende a un 40%. Debemos recordar que dentro de los problemas de violencia incorporamos el abuso sexual incestuoso y el acoso, situaciones padecidas en la mayoría de los casos, por niñas y adolescentes. Así, el 77% de quienes expresaron este último motivo como causa de salida hacia la calle son mujeres.

A medida que aumenta la edad, la mención de la violencia como motivo de salida del hogar, va incrementándose en el caso de las mujeres, alcanzando su valor máximo en las mayores de 18 años (54%) (Ver Cuadro Nº 3). En tanto, la referencia a la violencia que hacen los varones, disminuye su importancia a partir de los 16 años, momento en el que alcanza su valor más bajo. (35%)

Cuadro Nº 2

Motivos por los que se fueron a la calle según edad y sexo

-respuestas espontáneas-

SEXO EDAD

TOTAL

Varones Mujeres Menos de 12 años

12 a 15 años

16 a 18 años

Más de 18 años

Violencia familiar

42,0% 40,0%

41,0% 45,0%

38,0% 40,0%

Situación económica

31,0% 30,0% 32,0%

31,0% 24,0% 35,0%

Conflictivas familiares varias

24,0% 25,0% 21,0%

10,0% 21,0%

27,0%

Aburrimiento 10,0% 11,0% 6,0% 13,0% 11,0% 9,0% 5,0%

Ausencia repentina de padres

6,0% 6,0% 5,0%

4,0% 5,0% 8,0% 7,0%

Otros 0,5% 0,2% 1,5% 0,6% 0,4% 0,6%

Base 1431* 1094 337 120 649 474 157

BASE ENTREVISTAS: 1.666 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003 *Para los cálculos se excluyeron los casos sin información

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos.

Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social -GCABA- 2003

50%

46%

31%

18

46%

La situación económica es el segundo factor en orden de importancia como mención espontánea y no se encuentran diferencias significativas entre ambos sexos. (30% de varones y 32% de mujeres indicaron la situación económica como motivo de salida del hogar) (Ver Cuadro Nº 2)

Cuadro Nº 3

Motivos por los que se fueron a la calle según edad y sexo

-respuestas espontáneas-

EDAD Y SEXO

Menos de 12 años 12 a 15 años 16 a 18 años Más de 18 años TOTAL

Varones Mujeres Varones Mujeres Varones Mujeres Varones Mujeres

Violencia familiar 42,0% 40,0%

46,0% 44,0%

49,0% 35,0%

49,0% 35,0%

54,0%

Situación económica

31,0% 30,0% 34,0% 24,0% 26,0%

36,0% 32,0%

Conflictivas familiares varias

24,0% 10,0% 8,0% 21,0% 21,0%

33,0% 26,0%

31,0%

17,0%

Aburrimiento 10,0% 14,0% 8,0% 13,0% 7,0% 10,0% 6,0% 4,0% 5,0%

Ausencia repentina de padres

6,0% 5,0% 5,0% 4,0% 8,0% 6,0% 8,0% 5,0%

Otros 0,5% 0,2% 1,8% 0,3% 0,9% 2,4%

Base 1431* 107 13 483 166 363 111 116 41

BASE ENTREVISTAS: 1.666 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003 *Para los cálculos se excluyeron los casos sin información

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social -GCABA- 2003

Cabe destacar que la situación económica es la razón más nombrada por los niños/as menores de 12 años (46%) –sobre todo por las chicas (54%)- y que a medida que aumenta la edad, aunque continúa siendo importante, deja de ser prioritaria como mención espontánea. (Ver Cuadro Nº 3)

Encontramos una leve diferencia en la alusión al aburrimiento como motivo de salida del hogar, según se trate de chicos o de chicas. Mientras que el 11% de los varones manifestaron marcharse por aburrimiento, sólo el 6% de las

54%

19

mujeres mencionaron este motivo en forma espontánea. (Ver cuadro Nº 3) Esta situación podría estar vinculada a los roles tradicionales asignados a la mujer dentro del hogar y por ende con las responsabilidades que les son impuestas a las niñas desde pequeñas: cuidado de los hermanos, aseo de la casa, realización de las compras y la comida (sin olvidar que este hecho puede conducir al aburrimiento por hartazgo). El varón, al no tener un rol claramente asignado dentro del hogar y no hallar “nada útil” para hacer, suele aburrirse también. Las niñas y adolescentes que ejercen estas ocupaciones asignadas, tienen dentro del hogar un espacio de obligaciones, pero también como contrapartida, un cierto lugar de reconocimiento social propio, del que suelen carecer domésticamente sus hermanos varones y que puede resultar entonces, menos expulsivo, aún en situaciones de pobreza y hacinamiento, violencia y alta conflictividad.

Los embarazos producidos en la adolescencia y el cuidado de sus propios hijos, constituyen otro factor decisivo a la hora de decidir marcharse o no del hogar por parte de las mujeres, elemento que presiona para la permanencia, aún a pesar del “aburrimiento por hartazgo” del trabajo doméstico.

Las características y modalidades que muchas veces despliega y practica la escuela, tampoco colabora para que chicos y chicas la aprecien como espacio de referencia y arraigo en el momento de decidir irse a la calle o quedarse en el hogar.

A medida que aumenta la edad, disminuye la mención del aburrimiento como motivo de salida del hogar. A su vez, los chicos/as mencionan que se aburren más en sus casas en la medida en que sus madres, padres/padrastros trabajan fuera del hogar.

Última vez que vieron a su familia y motivos por los que se fueron a la calle

La mayor parte de los niños/as que deambulan y/o viven y/o trabajan en las calles de la ciudad de Buenos Aires, regresan a sus hogares en un lapso menor o igual a un mes (71%).

20

Cuadro Nº 4

Motivos por los que se fueron a la calle según edad y sexo

-respuestas espontáneas-

Última vez que vieron a su familia

Total Violencia familiar

Situación económica

Conflictivas familiares varias

Aburrimiento Ausencia de padres

Menos de una semana 47% 40%

41%

57% 33%

Entre una semana y un mes

24% 27% 21% 24% 26% 19%

Más de un mes hasta seis meses

16% 17% 14% 20%

10% 19%

Más de seis meses 13% 16% 5% 15%

8%

1291 541 416 311 124 67

BASE ENTREVISTAS: 1.666 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003 *Para los cálculos se excluyeron los casos sin información

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social -GCABA- 2003

Cabe destacar que la mayor proporción de niños/as que vuelven a su casa en un período menor a una semana, manifestaron marcharse por la difícil situación económica (60%) o por aburrimiento (57%).

Sin embargo, no deja de ser llamativo que el 40% de los niños/as que refirieron irse por situaciones de violencia o por conflictivas familiares varias, también regresen a sus hogares en un período menor a una semana.

Los niños/as que comparativamente regresan menos a sus hogares son aquéllos que han sufrido la ausencia repentina de los padres (33%), ya sea por abandono, fallecimiento o por encarcelamiento de los mismos. Entre los chicos/as que visitaron o regresaron a sus hogares en un período mayor a 6 meses, se destacan estos últimos con un 28%, mientras que la proporción de chicos/as que manifestaron irse por otros motivos apenas oscila entre el 5 y el 16%.

28%

60%

21

LOS CHICOS/AS Y SUS FAMILIAS

Última vez que vieron a su familia

A diferencia de los preconceptos dominantes acerca de que los chicos/as que están en la calle no tienen familia o han sido abandonados, los niños, niñas y adolescentes que entrevistamos (y que están en situación de calle), respondieron en su mayoría (71%) haber visto a alguien de su familia en un lapso menor o igual a un mes, concentrándose las respuestas particularmente, en el período menor a una semana (47%).

Gráfico Nº 5

47%

24%

16%

13%

Menos de una semana

Entre 1 semana y un mes

Más de un mes hasta 6meses

más de 6 meses

Última vez que vieron a su familia

BASE ENTREVISTA: 1666 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003*Para los cálculos se excluyeron los casos sin información

Un mes o menos:

71%

1447*

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social – GCABA- 2003.

El contacto con las familias de origen es levemente mayor entre las niñas y adolescentes y los niños y niñas de menor edad. El 58% de las chicas que consultamos, nos cuentan que hace menos de una semana vieron a su familia, mientras que entre los varones esta respuesta es mencionada por el 43%. Por su parte, el 60% de los/las menores de 12 años respondieron haber visto a alguien de su familia en la última semana, disminuyendo esta proporción a medida que crecen.

22

Última vez que vieron a su familia según tiempo en la calle y lugar de procedencia

El vínculo frecuente se mantiene también entre aquellos chicos o chicas que reconocen encontrarse en situación de calle desde hace más tiempo que el resto: así, entre quienes hace más de 5 años que se encuentran en la calle, el 65% reconoce haber visto a alguien de su familia en un lapso menor o igual a un mes, concentrándose las respuestas, igual que ocurre con el resto de los entrevistados, en el período menor a una semana (42%). Como puede observarse, las respuestas recogidas dan cuenta de determinados vínculos de referencia y contactos periódicos variables con sus hogares de origen, que siguen sosteniendo aún después de años de permanencia en situación de calle.

Cabe destacar que la distancia entre las calles del centro y el hogar familiar, constituye un factor importante a la hora de analizar la frecuencia de las visitas. A medida que el lugar de origen se va alejando, disminuye la proporción de niños/as que vuelven a sus hogares durante la última semana. Así, mientras que el 55% de los chicos que proceden de las localidades más próximas al centro (Capital y primer cordón del Conurbano) regresaron a sus hogares en la última semana, lo hicieron el 48% de los que proceden del 2º cordón, el 43% de los chicos/as que provienen del resto de la Provincia de Buenos Aires y sólo el 6% de los que proceden del interior del país.

Si bien la distancia puede dificultar la frecuencia de las visitas al hogar, no constituye un real impedimento para retornos más esporádicos. Así, el 44% de los chicos/as que provienen del “resto de la provincia de Buenos Aires” y el 52% de los que vivían con sus familias en otras provincias del país, visitaron su hogar en un período que no supera los 6 meses.

23

!

Cuadro Nº 5

Última vez que vieron a su familia según tiempo en la calle

y lugar de procedencia

Lugar de Procedencia

Última vez que vieron a la familia

TOTAL Capital 1º

Cordón 2º Cordón

Resto de la Prov. de Bs. As

Interior

Menos de una semana 47%

55%

55%

48% 43% 6%

Entre una semana y un mes 24% 23% 22% 28% 23% 21%

Más de un mes hasta 6 meses 16% 13%

13%

15% 21% 31%

Más de 6 meses 13% 8% 10% 9% 13% 11%

Base 1447 193 355 585 165 67

Última vez que vieron a la familia

TOTAL Menos de 1 año De 1 año a 5 años Más de 5 años

Menos de una semana

47%

47% 49% 42%

Entre una semana y un mes 24% 30% 20% 23%

Más de un mes hasta 6 meses 16% 15% 16% 18%

Más de 6 meses 13% 8% 15% 17%

Base 1447 449 528 382

BASE ENTREVISTAS: 1.666 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003 *Para los cálculos se excluyeron los casos sin información

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos.

Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social -GCABA- 2003

24

Cantidad de miembros en el hogar

El 88% de los chicos/as entrevistados vivían con sus hermanos en el hogar antes de irse a la calle.

Gráfico Nº 6

Hermanos con los que vivía

88%

12%Con hermanos

en el hogar

Sin hermanos en el hogar*

14%

16%

29%

22%

19%

1 h

2 h

3 o 4 h

5 o 6 h

más de 6 h70%

Hermanos con los que vivía

Promedio hijosen el hogar:

5

Base: 1336**(que tienen hermanos)

Base: 1179** (que vive con hermanos)

!

BASE ENTREVISTA: 1336 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003, que tenían hermanos (se excluyen casos sin información) FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos.

Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social -GCABA- 2003

*Entre los que no vivían con hermanos:

•El 65% tiene 16 ó más años

•Más del 50% proceden de hogares no conyugales (familiares no nucleares, no familiares) y de otro tipo de hogares (pequeño hogar o familia adoptiva)

•El 18,5% tiene hijos

Sólo el 30% declara vivir como máximo con 2 hermanos, otro 29% menciona tener entre 3 y 4 hermanos, un 22% tiene entre 5 y 6 hermanos y aún resta un 19% que reconoce tener 7 hermanos o más. En promedio tienen 4 hermanos. (Ver gráfico Nº 6)

Según la encuesta de Condiciones de Vida de los Hogares (SIEMPRO-INDEC) (Ver gráfico Nº 7), el promedio de miembros del hogar, en el total de hogares de Capital y GBA es de 3.4, mientras que pasa a ser de 4.3 miembros en los hogares que están por debajo de la línea de pobreza. Por ende, los hogares de los chicos/as del CAINA guardan mayor semejanza con estos últimos ya que allí, el promedio se eleva a 6.9 miembros, de los cuales alrededor de 5 son niños, niñas y/o adolescentes.

Evidentemente, los hogares de los que provienen los niños, niñas y adolescentes entrevistados, se enfrentan a la difícil situación de tener que resolver las necesidades de subsistencia de un número de miembros que duplica a los integrantes de un hogar promedio.

25

Gráfico Nº 7

Conformación del hogar

Tamaño medio de hogares pobres (debajo de la Línea de Pobreza)

Tamaño medio de hogares de los

chicos/as del CAINA

3.4 4.36.9

CAINA

1616Para los cálculos se excluyeron los casos sin información

GBA y Capital 2001

Tamaño medio de los hogares

SIEMPRO-INDEC

BASE ENTREVISTA: 1666 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003 (se excluyen casos sin información)SIEMPRO-INDEC: Encuesta sobre Condiciones de Vida de los Hogares. 2001

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social -GCABA- 2003

GBA y Capital 2001

Hermanos en situación de calle

El 37% de los chicos/as que tienen hermanos/as reveló que alguno/s de ellos también están en situación de calle. Y en muchos de estos casos, más de un hermano aparece en tal situación (el número promedio de hermanos en calle es de 1.6).

Debemos destacar que es la difícil situación económica la mención que aparece como el principal factor de salida del hogar para los grupos de hermanos en calle. Mientras que para el conjunto de los chicos/as entrevistados en el CAINA, este motivo es mencionado en el 31% de

26

los casos, para los que tienen hermanos en calle la proporción asciende al 47%.

Gráfico Nº 8

63%37%

Con hermanos en la calle

Sin hermanos en la calle

Base*: 1258 (que tiene hermanos)*

Hermanos en situación de calle

* Para los cálculos se excluyeron los casos sin información. FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social -GCABA- 2003

Cantidad de hermanos en calle

65%

23%

12%

1 hermano

2 hermanos

3 hermanos o más35%

Promedio hermanos en calle:1.6

Base: 447 (que tiene hermanos en la calle)*

!

!

Estos datos estarían dando cuenta del carácter colectivo (o familiar) de la problemática para muchos de estos chicos/as. Efectivamente, pareciera que los miembros de estas familias atraviesan o están expuestos a situaciones (tanto socioeconómicas como individuales o vinculares) relacionadas con la salida de uno o más de sus hijos hacia la calle. Por lo cual, cualquier accionar que tienda a modificar la situación de un niño/a que permanece en la calle no debiera dirigirse exclusivamente al niño/a, sino apuntar al abordaje comunitario, al fortalecimiento familiar y a la inclusión social.

Influencia del contexto laboral familiar

A lo largo de la década se fue incrementando progresivamente “el no empleo” de todos los miembros del hogar según el relato de los chicos/as concurrentes al CAINA, con un pico en 2002 cuando el 31% de los chicos manifestó que no había nadie en el hogar que realizara alguna actividad remunerada. La mención de este hecho continúa siendo alarmante, aunque

27

se observa un moderado descenso en 2003 (25% de los chicos destacaron esta situación).11

En ese mismo año, el 34% de los padres y padrastros y el 70% de las madres que vivían con los chicos/as -antes de estar en situación de calle –carecían de empleo.

Esta situación, de elocuente gravedad, afecta directamente a los niños y niñas miembros de grupos familiares numerosos. Recordemos que la cantidad de integrantes promedio en las familias de los chicos/as que asistieron al CAINA (6.9 miembros), duplica a la media del aglomerado urbano de referencia. Tal conformación da cuenta del desafío que enfrentan estos hogares al tener que resolver la subsistencia de todos sus miembros, siendo ellos mayoritariamente niños/as y jóvenes y con serias dificultades por parte de los adultos para lograr una inserción laboral.

El no empleo de todos los miembros tiene otros efectos: más de la mitad de los chicos/as procedentes de hogares de este tipo, manifestó que alguno (o más de uno) de sus hermanos también estaba en la calle, disminuyendo al 33% cuando alguien del hogar trabajaba.

Además, el no empleo generalizado en los hogares parece influir en la motivación de la salida hacia la calle. Los chicos/as pertenecientes a estos hogares expresaron como principal motivo la difícil situación económica (52%), mientras que para el resto de los chicos/as ese motivo fue mencionado en el 28% de los casos.

Se observan otras asociaciones sobre el tema, según qué miembro de la familia esté sin trabajo. Analizando la situación laboral de los padres, madres y padrastros (como referentes directos) se advierte que:

-En aquellos hogares en los cuales el padrastro se encuentra sin trabajo, el 62% de los chicos/as manifiesta haberse ido a la calle por distintas formas de violencia ejercidas sobre ellos.

-Cuando es el padre quien se halla sin actividad remunerada, observamos que si bien la violencia es una de las causas principales manifestadas por los chicos/as (48%), dicho motivo es nombrado en igual proporción que la situación económica (47%).

-Por su parte, si es la madre la que no tiene trabajo fuera del hogar, la situación económica (42%) es similar a la mención de violencia (40%) como principales motivos de salida hacia la calle.12

11 Observamos un paralelismo entre la inexistencia de algún miembro del hogar que realice actividades remuneradas con la mención esgrimida por los chicos/as acerca de la “mala situación económica” como principal motivo de salida del hogar. Ambas categorías presentan una tendencia creciente a lo largo de la década, con picos en 2002 y pequeños declives en 2003. 12 Cabe destacar aún que la existencia de un empleo no garantiza la satisfacción de necesidades mínimas por la baja calidad de los mismos, la inestabilidad y los bajos salarios, por lo cual el

28

Aunque según las respuestas de los chicos/as, el padrastro se destaque como la figura familiar que más maltrato ejerce sobre ellos y ellas, también las madres y padres (tengan o no trabajo) aparecen como sujetos pasibles de ejercer violencia en el hogar.

Cuadro Nº 6

Influencia del contexto laboral familiar

Motivos por los que se fueron a la calle

TOTAL Madre trabaja

Madre no trabaja

Padre trabaja

Padre no trabaja

Padrastro trabaja

Padrastro no trabaja

Violencia familia 42,0% 43,2% 40,4% 37,5%

48,2% 49,4% ! 61,7%

Situación económica 31,0% 24,6% 42,1% 27,6% 47,9% 25,7% 38,3%

Conflictivas familiares varias

24,0% 26,9% 20,9% 27,6% 16,5% 25,3% 23,5%

Aburrimiento 10,0% 14,1% 11,0% 16,1% 4,7% 10,3% 1,2%

Ausencia repentina de padres

6,0% 1,8% 1,3% 3,1% 4,7% 1,2% 2,5%

Otros 0,5% 0,8% 0,5% 0,4%

398 520 392 85 253 81

BASE ENTREVISTAS: 1.666 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003 cuyos padres/ madres o padrastros vivían con ellos *Para los cálculos se excluyeron los casos sin información

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social -GCABA- 2003

Tanto el padre como el padrastro sin trabajo exacerban las escenas de violencia familiar, que impulsan la salida hacia la calle. Por su parte, que las madres realicen o no actividades laborales fuera del hogar, pareciera –según los datos-

25% de los chicos/as que se van a la calle por la mala situación económica, manifiestan que sus madres y/o padres o padrastros tienen trabajo.

29

no tener demasiada relación con las situaciones de violencia padecidas por sus hijos/as.

Estas referencias podrían sugerir que “los proveedores típicos” del hogar son quienes más ven afectada su autoestima ante la imposibilidad de obtener un empleo. Según el tradicional modelo familiar patriarcal, mientras que la denominada “inactividad” de las mujeres puede estar asociada a su “rol natural reproductivo” en el ámbito doméstico/privado del hogar, la inactividad entre los hombres, suele sobrevenir en la actualidad como consecuencia de búsquedas infructuosas de reinserción en el mercado laboral, por un período prolongado de tiempo. Esta “inactividad”, en verdad, estaría dando cuenta de un fenómeno de “desocupación encubierta”, que suele impactar en la subjetividad y en la distribución tradicional de roles, lo cual es reconocido como "una fuente potencial de disrupción de la vida familiar, ya que precisamente esos individuos pueden sumirse en una fuerte depresión al no poder continuar asumiendo el papel de proveedores, generando o exacerbando conflictos en el ámbito familiar". (Beccaria, 2003:10)

Pero debemos tener en cuenta también que en los últimos años - y debido a los problemas de empleo de sus parejas o a los bajos ingresos- como estrategia de supervivencia, muchas mujeres, principalmente pertenecientes a los sectores populares13, se han volcado al mercado de empleo. “En no pocos hogares, ello significó que una mujer asumiera el rol de “principal proveedora económica”14, papel que tradicionalmente le estuvo reservado al hombre” (Geldstein, 1994:1). Sin embargo, no abandonaron las tareas y responsabilidades de su hogar, intensificándose así su trabajo y sosteniendo una doble jornada.

El trabajo extradoméstico de las mujeres y sus prolongadas ausencias para poder llevarlo a cabo, modificaron los roles al interior del hogar, provocando cambios en el esquema familiar tradicional.

Los niños/as más pequeños suelen verse afectados por esta situación, producto de la insuficiencia de ofertas estatales de cuidado infantil15. Por ello se quedan largas horas en sus casas, muchas veces sin poder salir, padeciendo angustia o aburrimiento. Las adolescentes por su parte, se ven obligadas a reemplazar a sus madres en las tareas domésticas y atender a sus hermanos/as, con las

13 Se produjo un incremento mucho más significativo en la tasa neta de participación de las mujeres pobres (considerando a las mujeres en edad activa 14 y más años), que aumentó un 53% entre 1994 y 2002 (pasando de 30.4% a 46.5%), en relación con la tasa de las no pobres que sólo se incrementó un 16% (pasando de 51.3% al 59.5%) Base de datos sobre género de la CEPAL (www.eclac.cl/mujer/proyectos/perfiles/comparados/comp_trabajo.htm) Total de aglomerados urbanos. EPH. INDEC 14 Aún a través del Plan Trabajar o del Plan Jefes y Jefas de hogar desocupados otorgados por el Estado. 15 En Argentina las políticas públicas de cuidado infantil son escasas y en algunos lugares inexistentes, delegándose esta responsabilidad en el ámbito doméstico y fundamentalmente en las mujeres. Pareciera interpretarse que si la mujer necesita o quiere incorporarse al mercado de empleo, es su exclusiva responsabilidad resolver de antemano la organización de la familia. “Se sigue sin considerar que el cuidado de la vida humana (...) es una responsabilidad social y política” (Carrasco, 2001).

30

consecuencias señaladas anteriormente respecto al aburrimiento “por hartazgo”, la sobrecarga que soportan y las dificultades para sostener la propia escolaridad.

La calle para otros chicos/as, aparece como una opción de entretenimiento y socialización ante la escolaridad de “baja intensidad” y la escasa oferta de doble turno (pública) con actividades recreativas atrayentes.

Este escenario se ve complejizado aún más, cuando la pareja, fiel al modelo patriarcal, se resiste a que “su mujer” realice actividades fuera del hogar, ahondando conflictivas domésticas.

ACTIVIDADES DE SUBSISTENCIA DE LOS NIÑOS/AS Y JOVENES EN LA CALLE

Uno de los temas más polémicos cuando se habla de chicos/as en calle es el de trabajo infantil, ya que suele equipararse la figura del chico/a en la calle a la de niño/a trabajador/a.

Sin embargo, según los datos de nuestra investigación, sólo 4 de cada 10 chicos/as refirieron estar realizando alguna actividad laboral al momento de la entrevista. Este dato estaría revelando que no todas las actividades que realizan niños y adolescentes de ambos sexos en la calle se construyen y articulan alrededor del trabajo. Gran parte del tiempo en calle lo utilizan en actividades de esparcimiento, diversión, socialización o en el mero “andar”.

A su vez detectamos que no siempre los chicos/as reconocen como “trabajo” a las actividades que realizan en la calle para obtener ingresos. Algunos prefieren reservar la palabra “trabajo” para caracterizar una inserción más formal o estable en el mercado laboral. Así entendido, el “trabajo” se convierte en una actividad opuesta a la situación de calle. El nivel de autopercepción varía según los chicos/as, el grado de ilicitud de las tareas y la representación social que poseen acerca de lo que es naturalmente “aceptado” como “trabajo”.

Por ello utilizaremos el concepto actividades de subsistencia en lugar de trabajo, para englobar a todas las tareas y/o acciones que se realizan en el ámbito callejero con la finalidad de obtener recursos materiales (ya sea en dinero o especie) para los chicos/as mismos, para sus familias, pares o adultos referentes. Este concepto nos parece más abarcativo y acorde a sus propias representaciones.

Al interior de estas actividades encontramos notorias diferencias: algunas requieren de cierto nivel de organización y sistematicidad (vendedores ambulantes, diarieros, limpiavidrios, repartidores de volantes, cuidacoches, abrepuertas de taxis, vendedores de estampitas, malabaristas, etc.). Otras son realizadas de modo azaroso, “cuando pinta” (como suelen decir), o cuando se presenta la ocasión (mendicidad no planificada: pedir dinero en calles, en las boleterías de ferrocarriles, subtes u ómnibus, buscar monedas en los teléfonos públicos, etc.); mientras que otras se relacionan con lo ilícito y la

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explotación sexual y/o comercial (robos, hurtos, prostitución, venta de drogas o armas).

Los chicos/as suelen alternar sin contradicciones, actividades tanto lícitas como ilícitas. “El trabajo se constituye en un recurso más, junto al robo o a otras formas de obtención de ingresos a los que se apela según la circunstancia”. (Kessler, 2004:250). En la mayoría de los casos se estaría pasando de la lógica del trabajador a la lógica del proveedor, ya que la legitimidad no está dada por el origen del dinero sino por su utilización para satisfacer necesidades. Cualquier recurso es legítimo si permite satisfacer una necesidad. (Kessler, 2004)

Debemos aclarar que en algunas investigaciones referidas al ámbito de la calle, varias de las actividades lindantes con lo ilícito o desaprobadas socialmente, que suelen ejercer los chicos y chicas en calle (robo, venta de drogas, prostitución) aparecen frecuentemente subregistradas, (ya que los propios chicos/as no suelen develarlas). Por ello en nuestra investigación, no analizaremos estos porcentajes ya que darían lugar a afirmaciones erróneas.

Principales actividades de subsistencia

Según los datos recogidos por nuestra investigación, 8 de cada 10 chicos y chicas realizaron en algún momento de sus vidas alguna actividad que les generó ingresos y 4 de cada 10, refirió estar realizando alguna actividad laboral (al momento de la entrevista).

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Gráfico Nº 10

2 7.9

1 5 .6

1 3 .1

1 0 .9

7 .6

6 .5

5 .1

3 .7

3 .3

1.2

1.2

0.8

a bre p u e rta s de t a xi

p id e en c a lle / es ta c io n es

ve n de d o r a mb u la n te

c ha n g as

ve n de do r de e sta m p it as

a y u da n t e e nc o m er c io s/ se rvic io s

o f ic io s

c a r to n e ro

c u id a do r d e a u to s

limp iez a

lu st ra bo ta s /l im p iav id rio s

r ep a rt id o r d e vo l a n tes

Características de las actividades de subsistenciaChicos/as que realizaban actividades de subsistencia al momento de la entrevista: 38%*Principales actividades:

BASE ENTREVISTA: 1666 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003.

*505 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003 que realizaban actividades de subsistencia al momento de la entrevista

Otras ocupaciones: 3,1%

Oficios: ayudante de albañilería/panadería/carpintería, pintor, artista, artesano.

Ayudante de comercios/servicios: kiosco/verdulería/, carnicería, repartidor de diarios, lavacopas, mozo, peón.

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social – GCABA- 2003.

Sin olvidar que los chicos “omiten” u “ocultan” las actividades ilícitas y/o vinculadas al delito, observamos que entre los que admiten estar realizando actividades de subsistencia, 7 de cada 10 reconocen realizar actividades con cierto nivel de organización y ordenamiento. Aquí se destacan: abrir puertas de taxis (28%); venta ambulante (13%), changas variadas (11%), venta de estampitas (8%), ayudantes en comercios o servicios (6,5%) y oficios (5.1%).

La segunda actividad que aparece mencionada por los chicos/as (16%) es “pedir monedas” en la calle o en las estaciones de ferrocarril, ómnibus y subtes. El ejercicio de esta mendicidad integraría lo que hemos denominado mendicidad no planificada o azarosa, ya que se diferencia por ejemplo, de la venta de estampitas que estaría requiriendo de cierta estructuración.

Vale destacar que ninguna de las actividades mencionadas se desarrolla en forma exclusiva, sino simultánea y ocasionalmente.

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Actividades de subsistencia por sexo y edad

Abrir puertas de taxi se constituye en una de las actividades prioritarias, tanto para las niñas como para los varones que están en calle, debido a la facilidad de su ejercicio y a los ingresos que puede aportar, cobrando relevancia entre los 12 y 18 años. Si bien a partir de esa edad decrece, se mantiene como una de las principales actividades para los jóvenes, debido al clima callejero que se crea a su alrededor. Hay un escenario que se organiza en las estaciones de ferrocarril, ómnibus, o microcentro donde se ubican las paradas de taxi, en el cual se articulan roles preestablecidos según la edad, el sexo y la imagen que se pretende transmitir. El entorno posibilita también el ejercicio de actividades ilícitas que se suma a la exigencia de permisos, acuerdos tácitos (entre ellos mismos y con la policía), así como el cumplimiento de horarios pautados.

Cuadro Nº 7

Principales actividades de subsistencia por sexo y edad

Sexo Edad Total

Varones Mujeres Menos de 12 años

12 a 15 años

16 a 18 años

Más de 18 años

Abre puertas de taxis 28% 29,0% 24,0% 19,0% 32,0% 29,0% 13,0%

Pide en la calle/ estaciones 16% 13,0% 29,0% 29,0% 19,0% 11,0% 4,0%

Vendedor ambulante 13% 14,0% 10,0% 17,0% 11,0% 13,0% 22,0%

Changas 11% 11,0% 12,0% 4,0% 9,0% 16,0% 13,0%

Vendedor de estampitas 8% 7,0%

10,0% 19,0% 10,0% 2,0% 2,0%

Ayudante en servicios/comercios

7% 8,0% 2,0% 4,0% 11,0% 11,0%

Oficios 5% 6,0% 4,0% 8,0% 9,0%

Cartonero 4% 4,0% 3,0% 2,0% 3,0% 3,0% 9,0%

Cuidador de autos 3% 3,0% 3,0% 4,0% 3,0% 2,0%

Limpieza 1,2% 0,8% 3,0% 0,5% 1,9% 4,0%

505 396 91 48 221 160 45

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social -GCABA- 2003

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Los adultos sin empleo, jóvenes y mujeres embarazadas y/o con bebés, han ido desalojando -por su “rentabilidad”- con el correr de los años a los más pequeños en el ejercicio de esta actividad. Aunque según nuestros datos, casi el 20% de los más chicos abre puertas de taxi, observamos que esta tarea ha ido mermando entre los menores de 12 años. Por el contrario, en los comienzos de la década del ´90 se constituía en la principal actividad junto con la mendicidad no planificada.

Según nuestra investigación, a lo largo de la década, las principales modalidades desplegadas por los más chicos para obtener recursos en la calle son: pedir monedas, vender estampitas, abrir puertas de taxi y vender diferentes productos en forma ambulante.

La venta de estampitas es una actividad que desarrollan en proporciones similares tanto las nenas (10%) como los varones (7%), disminuyendo su relevancia a medida que crecen.

Por su parte, se puede observar que las chicas suelen “mendigar” (29%) más que los varones (13%). Esto responde a uno de los estereotipos de género más difundido, que considera más frágiles y “dignas de compasión” a las mujeres, dándoles más probabilidades de obtención de recursos a través de actividades que expresen esta vulnerabilidad. Si bien la mendicidad decrece con la edad, el comportamiento según sexo difiere. Durante los primeros años es una tarea compartida por ambos, sin distinción de género, pero luego dentro de las actividades mencionadas por los varones, la mendicidad disminuye notablemente, mientras que en las mujeres se mantiene aún con la edad y se activa cuando son acompañadas de sus bebés.

Sin embargo, si bien los varones dicen mendigar menos a medida que van creciendo, según nuestra experiencia, esta actividad adquiere nuevas formas combinadas entre la dádiva, el “apriete”, el “descuidismo” y el delito.

Por su parte, consideramos que la venta ambulante requiere de cierto nivel de organización, presencia y estado de ánimo. Tanto los varones (14%) como las mujeres (10%) ejercen dichas tareas en forma casi equivalente, siendo la actividad principal para ambos a partir de los 18 años.

Los oficios y la ayuda en comercios o servicios, sólo son ejercidos por varones -según nuestros datos- y van cobrando relevancia a medida que crecen en edad.

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Actividades que disminuyeron y se incrementaron en la calle en los últimos años

Tanto abrir puertas de taxi como la venta ambulante constituyen actividades que han disminuido notoriamente en los últimos años, ya que la competencia de los adultos que también realizan “rebusques” callejeros, (incrementada por la exacerbación de la crisis socioeconómica) ha venido desplazando en forma ininterrumpida a los chicos y chicas que ejercían prioritariamente estas tareas.

Por su parte, se destaca que aumentaron en la calle tanto el cartoneo como la actividad de limpiavidrios y la mendicidad en sus distintas variantes.

Gráfico Nº 11

Variación de las actividades de subsistencia a lo largo del período 1991 - 2003

Actividades que se incrementaron o aparecieron

Actividades que decrecieron

•Pide monedas en calle/ estaciones

•Limpia vidrios

•Cartonero

•Vendedor ambulante

•Abre puertas de taxi

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social – GCABA- 2003.

Entre la difícil situación de las familias y la política de erradicación del trabajo infantil

Debido a las condiciones socioeconómicas en que se han visto subsumidas millones de familias, los niños y niñas han sido empujados precozmente a desarrollar estrategias de supervivencia para sí o para sus grupos familiares, con la finalidad de conseguir los recursos faltantes. En todos los casos, esta situación ha generado una modificación en los roles que ejercían los niños/as y adolescentes dentro del hogar, pasando a constituirse en “verdaderos proveedores”, siendo crucial su participación en el ingreso familiar.16 Hasta la

16 Según Hecht (en Fonseca y Cardarello, 1999) existiría una “infancia proveedora” (nurturing childhood) en contraposición a otra “infancia nutrida” (nurtured childhood). La

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propia OIT reconoce que "en muchos casos el trabajo infantil contribuye en medida sustancial al ingreso familiar (...). Esto podría indicar que, para esos hogares, los ingresos de los niños son tan necesarios que pueden marcar la diferencia entre supervivencia y hambre". (OIT, 2002:57)

A nuestro juicio, no todas las actividades laborales están teñidas por la explotación, la peligrosidad y la indignidad y en esa línea, consideramos que habría que hacer una distinción entre el trabajo infantil y el juvenil.

Sin embargo creemos que es objetable considerar como “trabajo” a determinadas actividades ilícitas -venta y tráfico de drogas, robo, prostitución, pornografía- por las condiciones de clandestinidad y muchas veces de explotación en que se ejercen, aunque las mismas conformen un segmento de las actividades de subsistencia que desarrollan los chicos/as y les generen recursos económicos. Consideramos que constituyen las “peores formas” de trabajo infantil y a través de esa mirada debieran examinarse.

La erradicación del trabajo infantil es una meta futura, un camino que el Estado argentino se planteó seguir. El problema radica en que ante la situación actual donde 6 de cada 10 chicos/as menores de 18 años que viven en el Gran Buenos Aires son pobres y, ante la inexistencia de un ingreso universal dirigido a las familias (que cubra como mínimo la canasta básica), o un trabajo digno de los padres de los niños “trabajadores” pobres, se transita forzosamente en un callejón sin salida.

Así, los principios de la política estatal se enfrentan con el dilema planteado por la cruda realidad de las familias que buscan de distintas maneras su subsistencia y las estrategias –a veces iatrogénicas- de erradicación del trabajo infantil esgrimidas por organismos internacionales.

JUDICIALIZACIÓN DE LA SITUACIÓN DE CALLE DE NIÑOS, NIÑAS Y JÓVENES.

Causas judiciales, ingreso a comisarías e institutos

El 73% de los chicos/as que asisten o asistieron al CAINA, tiene o ha tenido alguna causa judicial. De ellos, el 60% carga con causas asistenciales exclusivamente, claro reflejo de la judicialización de su situación de primera remite a “la experiencia de gran parte de los niños pobres en Brasil que, en vez de vivir la infancia como un período prolongado de dependencia y escolarización, se convierten desde temprano en independientes y muchas veces ayudan en el sustento de sus familiares.”(p.17) Por su parte la infancia nutrida perteneciente a los sectores brasileños ricos da cuenta de una niñez eximida de contribuir al presupuesto familiar y en condiciones de vivir la parte “despreocupada” de la infancia.

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calle y que estaría contrastando con el estereotipo clásico de “chico de la calle” igual a “delincuente/pibe chorro”.17 A su vez, el 77% de los chicos/as han circulado alguna vez por comisarías, en promedio 4 veces a lo largo de sus vidas y el 54% por institutos de menores (penales o asistenciales), casi 3 veces en promedio.

Gráfico Nº 12

Institucionalización

73% 77%54%

41%

27% 23%46%

59%

Causas judiciales Ingreso acomisarías

Ingreso aInstitutos

Chicos/as que tienen...

Chicos/as que no tienen...

BASE ENTREVISTA: 1666 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003Para los cálculos se excluyeron los casos sin información

14791436 13911408

Ingreso a hogares (abiertos y cerrados)*

60% que tiene causas asistenciales

exclusivamente (sobre los que tienen causas)

! Promedio cantidad/ veces (sobre los que tienen...)

* Incluye hogares a los que se accede en forma tanto voluntaria como compulsiva, de carácter abierto o cerrado.

4,07% veces ingresaron en promedio a la comisaría (tomando en cuenta solamente a los

que ingresaron alguna vez a comisarías)

! 2,68% veces ingresaron en promedio a institutos (tomando en cuenta solamente a los que

ingresaron alguna vez a institutos)

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social – GCABA- 2003.

Según los chicos/as, entre los que alguna vez ingresaron a institutos de menores, el 56% lo ha hecho por causas exclusivamente asistenciales.

17 Este dato es similar al relevado por el diario La Nación donde se señala que: “en el ámbito bonaerense mientras que cuatro de cada diez chicos son encerrados por causas penales, el resto ingresa en este sistema por necesidades asistenciales, porque su familia no puede hacerse cargo de ellos o porque son víctimas de la violencia.” 13/06/05

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Gráfico Nº 13

Tipo de causas de los chicos/as que ingresaron a institutos

54%46%

Chicos/as que NO ingresaron a INSTITUTOS

Chicos/as que ingresaron a INSTITUTOS

BASE ENTREVISTA: 1666 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003*Para los cálculos se excluyeron los casos sin información.

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social -GCABA- 2003

Tipo de causas judiciales que tenían los chicos/as

Base: 1479*

Base: 720

44%56%

Chicos/as con causas Asistenciales exclusivamente

Chicos/as con causas Penales

Este hecho es más grave aún si tenemos en cuenta que de los chicos y chicas que fueron “tocados” por el sistema judicial por causas meramente asistenciales, según surge de la respuesta de los chicos/as, el 70% ingresó a institutos de menores con diversas modalidades de encierro.

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Gráfico Nº 14

Ingreso a institutos de chicos/as con causas exclusivamente asistenciales

BASE ENTREVISTA: 1666 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003*Para los cálculos se excluyeron los casos sin información

Tipo de causas judiciales abiertas

Base: 1012

40%60%

Con causas Asistenciales exclusivamente

31%

69%

Ingreso a institutos

Base:608*

Con causas Penales

NO ingresaron a INSTITUTOS

Ingresaron a INSTITUTOS

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social – GCABA- 2003.

Sin embargo, la institucionalización de la que son objeto no siempre va acompañada por la privación de la libertad, aunque hay una notoria propensión hacia ella. Así observamos en el gráfico Nº 12 una mayor proporción de chicos/as con causas judiciales (73%) que la de aquéllos que ingresan a institutos (54%). Sin embargo, hay que resaltar que la institucionalización, aunque no implique necesariamente encierro, restringe y coarta la libertad, ya que los chicos/as se ven sometidos a “controles sociales” permanentes, demostración de “buenas prácticas familiares” y confirmación de “verdaderos” deseos de modificar conductas consideradas reprochables.

Los datos precedentes están reflejando algunos de los instrumentos más importantes utilizados por las agencias estatales para criminalizar la pobreza en esta población: la apertura de causas asistenciales, el ingreso a comisarías y el encierro institucional.

Causas asistenciales y causas penales

Debemos destacar que nuestro relevamiento no pretendía indagar en las carátulas de las causas iniciadas a los chicos/as, sino que se basó en la memoria y en las impresiones que habían quedado en el imaginario de ellos y ellas a lo largo de sus trayectorias callejeras.

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Es así como entre sus grupos de pares circulan nomenclaturas de lo más variadas que no siempre se condicen con la terminología jurídica. Entre las causas asistenciales más nombradas por ellos/as se destaca: “amparo”, “vagancia”, “disturbios”, “resistencia a la autoridad”, “fuga de hogar”, que en la práctica jurídica se las suele englobar bajo los términos: “protección de persona” (Ciudad de Buenos Aires) o “art. 10 inc. B”, “averiguación de situación”, “infracción al artículo 10 (Provincia de Buenos Aires).

Todas estas causas asistenciales vienen a castigar el deambular callejero de los niños/as y su situación de pobreza, constituyendo una de las vías de entrada compulsiva al sistema.

Gráfico Nº 15

Judicialización de la situación de calle

73%

27%Chicos/as sin causas judiciales abiertas

Chicos/as con causas judiciales abiertas

BASE ENTREVISTA: 1666 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003*Para los cálculos se excluyeron los casos sin información.

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social -GCABA- 2003

Base: 1408*

100%

93%

10%

2,0%

1,5%

0,5%

expediente tutelar

robo o tentativa derobo

consumo/tenenciadroga

intento homicidio

lesiones graves

otras

Tipo de causas que poseían los chicos/as en conflicto con la ley penal*

40%60%

Tipo de causas judiciales abiertas

Chicos/as con causas Asistenciales exclusivamente

Chicos/as con causas Penales

* Al abrirse una causa penal, paralelamente se inicia otra asistencial. Si el chico/a es menor de 16 años se cierra la causa penal y sigue vigente el expediente tutelar.Base: 404

Respecto a las causas penales, es de destacar que cuando a un niño/a o adolescente se le inicia una causa de ese tipo, en forma simultánea se lo dispone tutelarmente con una causa asistencial, conocida como expediente tutelar. Si el niño/a es menor de 16 años, al ser inimputable se lo sobresee, aunque la causa asistencial continuará abierta hasta que cumpla los 21 años. Si tiene entre 16 y 18 años continúa el proceso penal en su contra y el expediente asistencial también sigue su curso, hasta los 21 años.

Entre los chicos/as entrevistados, que poseen causas penales, el robo o tentativa de robo, representa el 93% de los casos.

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Sin embargo debemos relativizar este dato, ya que si tomamos en cuenta a la totalidad de la población de chicos/as concurrentes al CAINA, sólo un 27% está acusado de robo18 a pesar del control social focalizado sobre ellos. No obstante, la gran mayoría, como vimos, no escapa a la identificación y “marca”, ya que a partir de las causas asistenciales o tutelares se los conduce inevitablemente hacia la criminalización de la propia situación que padecen. Como corolario de este escenario, hay que resaltar que de los chicos/as que han sido captados por el sistema penal, un 51% ya tenía causas típicamente asistenciales.

Según la oportunidad y el momento, observamos –coincidiendo con el estudio de Kessler (2004)- que el robo se transforma en un recurso de obtención de ingresos simultánea o separadamente del trabajo.

En verdad, el delito contra la propiedad o “delito de subsistencia” es la parte más visible de un proceso menos perceptible. La pobreza y la exclusión de los que son víctimas estos chicos/as, generan frustración, cercena proyectos existenciales y promueve violencia social.

La violencia del delito y la desesperación social se intentan resolver con mayor violencia penal. Sin embargo es ilusorio creer que el sistema penal está en condiciones de brindar respuestas a esta situación.

Es muy evidente que ante el debilitamiento del Estado Social, se fortalece el Estado Penal. (Wacquant, 1999) La sensación de inseguridad que inunda el imaginario colectivo vela los actos ilegales de violencia ejercidos por el propio Estado ante la incapacidad de satisfacer las necesidades básicas y de proyectar políticas preventivas para el cumplimiento de los derechos esenciales de la mayoría de la población de niños, niñas y adolescentes.

La institucionalización de los chicos/as según edad

A medida que aumenta la edad, se incrementa también la proporción de chicos/as que han ingresado a comisarías y/o institutos y que tienen causas judiciales iniciadas.

Aún así, es muy llamativa y alarmante la proporción de chicos/as que sobrellevan causas, ingresos a comisarías y/o a institutos a edades tempranas. Aunque parezca inconcebible e inimaginable, el dato revela cómo la maquinaria judicializadora y represiva actúa “exitosa” y precozmente con esta población. Entre quienes tienen menos de 12 años: 4 de cada 10 ya han ingresado alguna vez a un instituto, mientras que más del 50% de los chicos/as de la misma edad tienen causas judiciales iniciadas e ingresos a comisarías.

18 De los 1408 chicos/as concurrentes al CAINA (de los cuales se tiene información acerca de la apertura de causas judiciales), 376 estaban acusados de robo o tentativa de robo, o sea un 27% del total.

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Gráfico Nº 16

73% 75% 73%

83% 83%

51%57%

64%

53%53%

75%

39%

menos de 12 de 12 a 15 de 16 a 18 más de 18

causas judiciales comisarías institutos

BASE ENTREVISTA: 1666 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003Para los cálculos se excluyeron los casos sin información

% de chicos/as con causas, ingreso a comisarías, ingreso a institutos por edad

Total

73%77%

54%

Institucionalización

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social – GCABA- 2003.

Años de edad

Encerrar a los chicos/as en institutos de menores es la práctica que más se incrementa a medida que los chicos/as crecen. Entre los menores de 12 años y los mayores de 18 observamos un incremento del 64% (variación porcentual). A su vez el ingreso a comisarías se destaca también con un incremento del 57%.

Así, entre los que tienen más de 18 años encontramos que el 83% ha ingresado alguna vez a comisarías, casi las dos terceras partes a institutos (64%) y las tres cuartas partes (74%) posee causas judiciales abiertas.

A medida que aumenta la edad (ver cuadro Nº 8) también asciende la cantidad de veces que han ingresado a comisarías (pasando de 2.5 en promedio para los menores de 12 años a 5.5 los mayores de 18); y la cantidad de veces que fueron encerrados en institutos (pasando de 1.6 en promedio para los menores de 12 años a 3.2 en los mayores de 18).

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Cuadro Nº 8

Ingreso a comisarías e institutos según edad

EDAD

TOTAL Menos de 12 años

12 a 15 años

16 a 18 años

Más de 18 años

Ingreso a comisarías 77% 53% 75% 83% 83%

Promedio de veces 4,1 2,5 3,5 4,5 5,5

Ingreso a institutos 54% 39% 51% 57% 64%

Promedio de veces 2,7

1,6 2,4 3 3,2

BASE ENTREVISTA: 1666 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003 Para los cálculos se excluyeron los casos sin información

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social – GCABA- 2003.

En forma inversa, a medida que aumenta la edad va disminuyendo la preponderancia de las causas asistenciales y aumentando la incidencia de las penales. Así, mientras que en los menores de 12 años, 9 de cada 10 chicos/as tienen causas asistenciales, en los mayores de 18 esta proporción pasa a representar a 4 de cada 10.

44

Gráfico N º 17

50% 56%

91%

68%50% 44%

32%9%

menos de 12años

12 a 15 años 16 a 18 años Más de 18 años

Con causas Asistenciales

exclusivamente

Con causas Penales

Tipo de causas judiciales según edad

Edad

BASE ENTREVISTA: 1012 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003 y que tienen causas judiciales abiertas*Para los cálculos se excluyeron los casos sin información

992 58 449 323 122

60%

40%

TOTAL

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social – GCABA- 2003.

Sin embargo no es menor el peso que continúan teniendo las causas exclusivamente asistenciales en estos/as jóvenes y adolescentes, contrariando el imaginario social que identifica al niño/a o joven en calle con el “delincuente”.

La institucionalización de los chicos/as según sexo y edad

La proporción de chicos y de chicas que poseen causas judiciales abiertas no presenta diferencias según sexo (el 71% de las mujeres y el 73% de los varones tienen causas judiciales iniciadas).

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Gráfico Nº 18

Judicialización de la situación de calle según sexo

71%

29%

Chicas sin causas judiciales abiertas

Chicas con causas judiciales abiertas

BASE ENTREVISTA: 1666 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003 *Para los cálculos se excluyeron los casos sin información

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social -GCABA- 2003

Tipo de causas judiciales abiertas

Base: 313

Base: 1012

24%

76%

Con causas Asistenciales exclusivamente

Con causas Penales

Judicializaciónde la situación

de calle.

MUJERES

73%

27% 44%56%

VARONES

Base: 219

Base: 793

Con causas Penales

Con causas Asistenciales exclusivamente

Chicos sin causas judiciales abiertas

Chicos con causas judiciales abiertasBase: 1095

Asimismo, a medida que crecen, aumenta en forma pareja para ambos sexos la proporción de chicos/as con causas judiciales. (Ver gráfico Nº 19)

Sin embargo, si consideramos el tipo de causa, encontraremos variaciones entre varones y mujeres. (Ver gráfico Nº 18) Aunque para ambos sexos predominan las causas asistenciales, las mismas tienen una marcada preponderancia entre las mujeres. Así, mientras que el 76% de las chicas tienen causas exclusivamente asistenciales, esta proporción se reduce al 56% en el caso de los varones.

A su vez, esta diferencia se ve reflejada en el encierro institucional: el 71% de las chicas que permanecieron recluidas en institutos de menores, presentan causas meramente asistenciales, mientras que esta proporción desciende al 53% en el caso de los varones.

46

Gráfico Nº 19

77% 72%74%73%

53%

77% 70% 71%

55%

71%

TOTAL menos de12 años

12 a 15años

16 a 18años

Más de 18años

Causas judiciales según sexo y edad

BASE ENTREVISTA: 1666 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003 *Para los cálculos se excluyeron los casos sin información

Varones

Mujeres

Edad

% Chicos/as con causas Judiciales

1095 313 102 11 472 148 378 106 126 45

73%

27%

Chicos/as con causas judiciales abiertas

Chicos/as sin causas judiciales abiertas

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social – GCABA- 2003.

Si bien con la edad va incrementándose la importancia de las causas penales para ambos sexos, en el caso de las mujeres, siguen predominando los motivos asistenciales, aún en las mayores de 18 años entre quienes el 69% posee ese tipo de causas. Por su parte, entre los varones de la misma edad, sólo el 36% tiene causas asistenciales exclusivamente.

47

Gráfico Nº 20

% chicos/as con causas Asistenciales exclusivamente (sobre los que tienen causas)

% chicos/as con causas Penales

(sobre los que tienen causas)

Tipo de causas judiciales según sexo y edad

BASE ENTREVISTA: 1022 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003 y tienen causas judiciales abiertas*Para los cálculos se excluyeron los casos sin información

56%64%

17% 19%27% 31%

8%

36%

menos de12 años

12 a 15años

16 a 18años

Más de 18años

Varones Mujeres

44%36%

83% 81% 73% 69%

92%

64%

menos de12 años

12 a 15años

16 a 18años

Más de 18años

Edad

40%60%

Causas asistenciales

Causas penales

Base: 1022

56% 76%

Varones Mujeres

793 219

Edad793 219

44% 24%

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social – GCABA- 2003.

La presencia de nenas y adolescentes que deambulan, viven o realizan actividades de subsistencia por las calles despierta mayor indignación y compasión ante el ”abandono” o “riesgo” a los que estarían expuestas. La demanda social -desde individuos o instituciones de lo más diversas- por intervenciones “protectoras” y de “cuidado”, provoca la mayoría de las judicializaciones de las que son objeto las chicas. Más aún, esta “protección tutelar” castiga con mayor rigor a las adolescentes embarazadas o con hijos, por su triple condición de vulnerabilidad: ser mujeres, madres adolescentes pobres y estar en situación de calle.

Por su parte, más varones que mujeres ingresan tanto a las comisarías como a los institutos.

Considerando el ingreso a comisarías podemos observar una diferencia porcentual de 15 puntos entre varones y mujeres. Mientras que el 81% de los varones pasó alguna vez por comisarías, el 66% de las mujeres ha vivido esa situación. (Ver gráfico Nº 21)

En cuanto al ingreso a institutos la diferencia es de 13 puntos. Mientras que el 57% de los varones ingresó a institutos de menores, el 44% de las mujeres estuvieron alguna vez allí.

A su vez, la proporción tanto de chicos como de chicas que ingresan a comisarías e institutos aumenta a medida que crecen en edad.

48

Gráfico Nº 21

89% 86%

36%

63% 66%77%

55%

78%

menos de 12años

12 a 15 años 16 a 18 años Más de 18años

% chicos/as con Ingreso a Comisarías

% chicos/as con Ingreso a institutos

Ingreso a comisarías e institutos según sexo y edad

Edad

BASE ENTREVISTA: 1666 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003 *Para los cálculos se excluyeron los casos sin información

Varones

Mujeres

61% 62%

31%38%

43%

69%

40%

55%

menos de 12años

12 a 15 años 16 a 18 años Más de 18años

Edad

77%

23%

Con ingreso a comisarías

Sin ingreso a comisarías

Varones

Mujeres54%46%

Con ingreso a Institutos

Sin ingreso a Institutos

57%44%

81%66%

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social – GCABA- 2003.

El menor peso aparente ejercido por el sistema represivo sobre las niñas y adolescentes, podría estar motivado por el estereotipo que asocia a la niña que está en calle con la “vulnerabilidad”, la “fragilidad”, es decir con lo “pasivo”, inspirando “compasión” y cuidado. Por el contrario se identifica al varón con la “fuerza”, la “dureza”, la “potencia” y por ende con lo “activo”, despertando “temor” y “rechazo”. “Esta asociación funciona a veces como un resguardo relativo para las chicas frente a las respuestas sociales represivas que desarrollan ciertas instituciones estatales en su contacto con los chicos/as en situación de calle”. (Gentile, 2005) Aún así, consideramos que el hecho destacable es el constante hostigamiento del que son objeto tanto los varones como las mujeres por intentar sobrevivir en la calle.

Control social sobre niños y adolescentes de ambos sexos en situación de calle

Estos datos desnudan el fuerte control social que se está ejerciendo sobre estos chicos/as desde pequeños, las sucesivas institucionalizaciones y la “eficiente” selectividad del sistema que genera una fuerte acción punitiva sobre quienes cargan con el estigma de ser pobres y además estar en la calle.

Aunque discursivamente se enarbola el paradigma de la protección integral basada en la Convención sobre los Derechos del Niño, afirmando que el niño/a es un sujeto de derechos, la mayoría de las prácticas desplegadas no se

49

condicen con tales preceptos, provocando un contrasentido constante, a partir del cual el Estado no logra garantizar y hacer respetar los derechos de los niños/as.

Uno de los puntos más críticos lo constituye la judicialización de un conjunto de situaciones sociales y económicas que deslegitiman a las familias y sus niños/as. La selectividad del sistema opera negativamente contra la población infantil y adolescente más vulnerable: la misma es marcada y “tocada” no tanto por la cualidad de sus actos sino por la situación de peligro potencial en que se encuentra. E inmediatamente es convertida en “peligrosa”, sobre todo en momentos de polarización de la distribución de ingresos y activos, ya que se exigen medidas punitivas que se efectivizan en la práctica, casi indistintamente, en instituciones cerradas de seguridad, “terapéuticas” o socio-educativas.

La respuesta más extendida hacia los sectores de la niñez y adolescencia más desfavorecidos –sin duda- es la variante de encierro institucional, que sigue constituyéndose –a pesar del paso del tiempo- en uno de los principales ejes de la oferta gubernamental y no gubernamental.

Los chicos y chicas en situación de calle constituyen una de las poblaciones predilectas en el proceso de “marcación”, judicialización, estigmatización, segregación y posterior criminalización. Este escenario que otorga al sistema judicial atribuciones excesivamente amplias y no pertinentes, resulta viciado y abusivo, intentando –cuando mucho- reparar lo que no resolvieron otros: economistas, legisladores, funcionarios. Para ello hay que insistir en que el sistema judicial no debe “prevenir” sino simple e indefectiblemente, garantizar, recomponer y exigir el cumplimiento ante derechos vulnerados.

Consideramos que cualquier proceso de desinstitucionalización que se plantee debe reemplazar las actuales políticas punitivas por las ineludibles políticas públicas, que permitan transformar el actual escenario de exclusión social. “La auténtica clave del Estado Social de Derecho consiste en incluir en el sistema de derechos fundamentales, (...) los derechos económicos, sociales y culturales [que se presentan] como exigencias éticas a las que el Estado debe responder.” (Cortina, en Bokser, 2002:57)

SITUACIÓN DE CALLE Y ESCOLARIDAD

Situación escolar según edad

En Argentina es destacable la amplitud de cobertura alcanzada por la educación básica. Coincidiendo con datos a nivel nacional19, sólo el 3% de los niños/as de 5 y más años que asistieron al CAINA no ha concurrido jamás a la escuela.

19 Sólo el 2,2% de los niños/as y jóvenes entre 5 y 19 años del total nacional no asistieron nunca a la escuela. INDEC CENSO 2001

50

Gráfico Nº 22

Situación escolar

9%

88%

3%

TOTAL

Asiste actualmente

No asiste

BASE ENTREVISTA: 1666 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003Para los cálculos se excluyeron los casos sin información

Nunca asistió

20% 11% 5% 5%

73% 87% 93% 93%

2%2%2%7%

Entre 5 y 11años

Entre 12 y 15años

Entre 16 y 18años

Más de 18años

Situación escolar según la edad de los chicos/as

Referencia - INDECDeserción escolar en GBA (población entre 5 y 19 años): 9.4%

1641 146 731 541 181

Análisis Estadístico: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social – GCABA-2003.

Por lo tanto, podemos afirmar que aún en contextos de extrema pobreza, la institución escolar está presente, por lo menos como representación del lugar “donde deben estar los niños/as”. “En los últimos años, han crecido en forma simultánea la pobreza y la cobertura de la educación básica. Sin embargo, el incremento en la cobertura oculta fenómenos de magnitud relacionados con las dificultades de ciertos sectores sociales para completar la escolaridad básica.”(UNICEF, 2004:12)

El incremento de la pobreza, ha puesto en jaque la capacidad del sistema escolar para garantizar no sólo el acceso de los alumnos, sino también su permanencia y promoción (UNICEF, 2004). A las dificultades de retención por parte de las escuelas, debemos agregar la exigencia económica y pedagógica que continúa recayendo sobre las familias. Las mismas, aún en condiciones de extrema vulnerabilidad, deben asumir el costo de la trayectoria escolar y a su vez, estar al tanto de los requerimientos pedagógicos, que suelen superar los conocimientos adquiridos en su momento por los referentes adultos. Simultáneamente, a medida que los chicos/as crecen y los contenidos escolares se vuelven más complejos, las familias perciben a estos últimos como más extraños e incongruentes con sus necesidades inmediatas.

En el CAINA el dato más sensible, es que al momento de la entrevista, el 88% de los chicos/as en situación de calle había dejado de asistir a la

51

escuela (mientras para el conjunto de la población entre 5 y 19 años del Gran Buenos Aires, se registra una deserción del 9.4% -Censo 2001-). Esta circunstancia se agrava con la edad, ya que el 20% de los más pequeños asiste, aunque en forma intermitente, mientras sólo lo hace el 5% de los mayores de 15 años.

Máximo nivel de escolaridad alcanzado e influencia de la situación de calle

Gráfico Nº 23

Máximo nivel de escolaridad alcanzado

CAINA. BASE ENTREVISTA: 1595 chicos escolarizados (que asistieron alguna vez) Para los cálculos se excluyeron los casos sin información

18,2%

23,0%

10,0%

5,8%3,1%

0,5%

1 a 3 años 4 a 6 años 7 años 8 años 9 años 10 a 11 años 12 años Años de Escolaridad

39,4%

Primario completo

EGB completo

Primario Incompleto

Secundario/ polimodalcompleto

EGB Incompleta

281 608 90355 48154 8

Análisis Estadístico: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social – GCABA-2003.

Se observa que casi 6 de cada 10 chicos/as que asisten o asistieron al CAINA no completaron el nivel primario; 4 de cada 10 completaron el antiguo ciclo primario de 7 años o siguieron estudiando unos años más y 9 de cada 10 no llegaron a finalizar la EGB20.

En síntesis, aunque en forma intermitente, con edades mayores (sobreedad) o “rezago escolar”, repitencia, “deserción” y nuevos intentos de vincularse con la escuela, estos chicos y chicas dejan de asistir en su gran mayoría, como máximo en 6º grado (EGB 2). Debemos tener en cuenta que el 73 %

20 Los datos de los chicos/as que asisten o asistieron al CAINA comenzaron a relevarse en 1991. La ley Federal de Educación se implementó gradualmente a partir de 1996. En la Provincia de Buenos Aires se puso en práctica en forma masiva pero gradual, instalándose el 7mo en 1996, el 8vo en 1997 y 9no en 1998. Por lo tanto parte de la información que estamos presentando corresponde al sistema anterior.

52

de los chicos/as que asisten o asistieron al CAINA tienen 14 ó más años y ya deberían entonces, haber completado el antiguo ciclo primario.

A esto debe agregarse que la “deserción” es el resultado de una trayectoria escolar “complicada”, de “baja intensidad” caracterizada por el paulatino “desenganche” de las actividades escolares. (Kessler, 2004).

No hay que olvidar que la escuela aparece vinculada intrínsecamente al ámbito familiar, por lo cual, en la mayoría de los casos, ante regresos más o menos duraderos a su hogar, también se revinculan con la escuela, no importando la época del año, o el tiempo transcurrido desde la última vez que asistió. En algunos casos la atracción que ejerce el ámbito escolar podría llegar a impulsar la vuelta al hogar, como “garantizador” de la concurrencia a la escuela. Aunque estas conexiones y permanencias en la misma suelen ser fortuitas, es importante valorizarlas a la hora de planificar posibles regresos familiares y comunitarios. Esto, debido a que la escuela continúa siendo el ámbito privilegiado para la socialización y el fortalecimiento del lazo social en esta población.

Sin embargo, la sobrevivencia en la calle les trae aparejados a estos chicos y chicas, una serie de obstáculos manifiestos para su permanencia en la escuela que se exacerba a medida que se alarga el tiempo en calle. (Ver gráfico Nº 24) El imaginario escolar tradicional potencia la escisión entre dos mundos: el de la escuela “limpia”, ordenada, disciplinada, con normas y obligaciones a cumplir, contrapuesto a la vida callejera: sucia, desordenada, con restos de pegamento en la ropa, con otras normas…

Si a esto le añadimos la dificultad que tienen los chicos/as que están en la calle para cumplir horarios y poder resguardar sus útiles, la lejanía de sus escuelas de origen, la ausencia de documentos de identidad, el rechazo y estigmatización por parte de los demás alumnos y del sistema escolar en general, la falta de estímulos para soportar el esfuerzo que requiere cumplir con las tareas escolares, comprobaremos que los niños y niñas que se mantienen en la escuela –desde el ámbito callejero- deben sortear una apreciable cantidad de escollos.

53

Gráfico Nº 24

TOTAL

Asiste actualmente

No asiste

Nunca asistió

20% 15% 8% 14% 11% 6% 5% 5%

79% 84% 92% 85% 87% 91% 94% 90%

1% 2% 1% 2% 3% 1% 5%

BASE ENTREVISTA: 1666 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003* Para los cálculos se excluyeron los casos sin información

1641

71 123 143 235 172 252

*

Influencia de la situación de calle en la escolaridad

Más de 1 mes a

6 meses

Más de 1 año a 2 años

Más de 2 años a 4

años

Más de 4 años a 6

años

Hasta una semana Más de

una semana a

1 mes

Tiempo que hace que está en la calle

Más de 6 meses a 1 año

Más de 6 años

177 285

88%

9%

3%

Comparación entre Capital y GBA

Por otra parte, si tenemos en cuenta la localización de la escuela, observaremos que el 37% de los chicos/as -de 14 o más años21- que estaban en calle al momento de la entrevista y que asistieron a escuelas ubicadas en Capital, alcanzaron a cursar parte del secundario. Contrastando con estos datos, sólo el 24% de los chicos/as que asistían a escuelas en GBA –de 14 años y más-, lograron superar los 7 años de escolaridad.

Respecto a los primeros 7 años que antes correspondían a la educación básica obligatoria, los valores son parejos –para los chicos de 14 años y más- para Capital (31%) y Gran Buenos Aires (28%). Esto expresaría el fuerte simbolismo del antiguo ciclo escolar obligatorio que continúa imperando en las familias de estos niños/as, a pesar de la implementación de la Ley Federal.

Los datos oficiales indican que las tasas de escolarización para la Provincia de Buenos Aires muestran una mejoría a partir de la implementación de la Ley Federal22, implicando de alguna manera, la inclusión de nuevos sectores

21 A los 14 años se considera que los chicos/as ya tendrían que estar cursando primer o segundo año del secundario u 8º ó 9º año. Por eso hemos realizado el corte en esa edad. 22 Mientras que para el decil 1 y los niños/as pertenecientes a hogares sin ingresos, la tasa de escolarización de los niños/as entre los 11 y 14 años en 1995 era de 82.9%, en 2003 llegó al 98%. Por su parte, para el mismo decil las tasas de escolarización de los jóvenes de 15 a 18 años en 1995 eran de 40.3%, llegando en 2003 al 72%. Datos correspondientes a la Provincia

54

que tradicionalmente no accedían al sistema educativo. Sin embargo la Provincia de Buenos Aires, pionera en la implementación de la ley, presenta serios problemas en cuanto a la retención de los alumnos.23 Este hecho puede observarse entre los chicos/as que asisten o asistían al CAINA: sólo el 16% de los niños/as de 16 24 y más años, provenientes de GBA, llegaron a completar el 9º año de la escolaridad básica obligatoria, o continuó estudiando unos años más. Al extenderse la cantidad de años del ciclo escolar básico, la gran mayoría no pudo acceder ni a la mínima credencial educativa.

¿Escuela para todos?

de Buenos Aires. Fuente INDEC EPH. Dirección Provincial de Planeamiento. Dirección de Información y Estadística, DGCyE, Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. 23 El incremento más significativo en la tasa de abandono se produjo entre 2000 y 2003 en el primer y segundo año de Polimodal. Así, se pasó de 13.55% en promedio en el año 2000 a 17.15% en 2003. Un informe de la propia DGCyE reconoce que en el Polimodal, pese al incremento de las tasas de escolarización en los deciles más pobres producidos luego de la reforma, desde el año 2002 la cobertura disminuyó casi 5%. Este aumento de la deserción coincide con el período de mayor incremento de la población por debajo de la línea de pobreza e indigencia. En efecto, entre 2000 y 2003 el porcentaje de personas bajo la línea de pobreza en el conurbano ascendió a 25.6% y el de indigencia a 21.4%. Estos indicadores son incluso más alarmantes cuando se considera únicamente a la población que tiene entre 15 y 18 años: en el año 2004, más del 50% de los jóvenes eran pobres y más del 20% indigente. (Periódico de Políticas Educativas Nº 3, julio 2005. CIPPEC. Bs.As.) 24 A los 16 años se considera que ya se debería haber concluido el 9º año y estar cursando 1º ó 2º año del polimodal

55

Gráfico Nº 25

Máximo Nivel de escolaridad alcanzado por niños de 13 a 17 años que dejaron de asistir a la escuela

55%

19%

26%

0

Niños/as 13 a 17 años.

35%

34%

30%

2%

Niños/as 13 a 17 años.

Base Entrevista: 861 chicos/as 13 a 17 años que asistieron a la escuela pero ya no asisten. Para los cálculos se excluyeron los casos sin información

INDEC-EP H. Procesamientos especiales de la Dir. De Estadísticas Sectoriales. Onda Octubre 2 001.

*El estrato social el INDEC lo construye tomando en cuenta el nivel de ingresos per cápita del hogar y el nivel educativo de los miembros adultos . Define 5 estratos, siendo el nº1 el más bajo y el nº5 el más alto

Primario incompleto

Primario completo

Secundario incompleto

Secundario completo

CAINATotal País.INDEC-EPH

Estrato 1.*Total de aglomerados urbanosTotal de aglomerados urbanos

Nivel Socioeconómico

Bajo.INDEC-EPH

24%

34%

41%

Niños/as 13 a 17 años.

2%

Análisis Estadístico: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social – GCABA-2003.

El paradigma de la escolarización universal no se concreta en la realidad cotidiana. El escenario educativo manifiesta una alarmante desigualdad entre los sectores más y menos favorecidos.

Las marcas estructurales de origen evidencian que la prolongación de la obligatoriedad escolar es una cuestión aún meramente normativa e intrínsecamente asociada al contexto que rodea al niño/a, donde la situación socioeconómica familiar juega un papel esencial.

Así, mientras que para el total país, el 24% de los chicos de 13 a 17 años que habían dejado de asistir a la escuela no completó los estudios primarios, en los niveles socioeconómicos más bajos, esta proporción asciende al 35% y entre los concurrentes al CAINA aún más: 55%.

El 41% de los chicos/as entre 13 y 17 años en el total país dejaron de concurrir a la escuela cursando el secundario. Por su parte aquéllos que alcanzaron niveles educativos más altos llegando a cursar parte del secundario -aunque luego dejaron de asistir- representan el 41% en el país. Entre los sectores más pauperizados25, sólo el 30% llegó a este nivel y de los asistentes al CAINA la proporción representa un exiguo 19%.

25 En 2003, la Esperanza de Vida Escolar (edad promedio en años en los que se espera que una persona abandone el Sistema Educativo) para los deciles más pobres (1 y 2) era de 17.8

56

Desgranamiento

Si bien hemos visto que han aumentado las tasas de escolarización en los últimos años, éstas son acompañadas simultáneamente por indicadores que muestran problemas en las trayectorias escolares de los alumnos.26

Entre los chicos/as que asisten al CAINA, aunque casi en su totalidad son matriculados a la hora de iniciar la escuela, a medida que van creciendo en edad se manifiesta un notorio desgranamiento, ya sea porque dejan de asistir o por fenómenos de “sobreedad” o repitencia.

Podemos observar que a medida que los chicos/as crecen, se amplía la distancia entre lo esperado para su edad y lo cursado. (Ver Gráfico Nº 26) A los 12 años, el 76% de los chicos/as en situación de calle que asisten/asistieron al CAINA no había aprobado la cantidad de años correspondientes a su edad cronológica y a partir de los 15 años, más del 90% de los chicos/as no estaba cursando el nivel estipulado.

años y para los deciles más ricos (9 y 10), 23.6 años. “Cobertura del Sistema Educativo y Pobreza”. Dirección Provincial de Planeamiento. Dirección de Información y Estadística, DGCy E, Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. 26 “La problemática asociada a la sobreedad se encuentra atravesada por el nivel socioeconómico de los alumnos. Para el primer y segundo ciclo del EGB, la Argentina presenta una alta tasa de asistencia escolar en el nivel o ciclo teórico correspondiente al grupo de edad. Esta situación comienza a modificarse al llegar al tercer ciclo de la EGB, donde además de descender las cifras totales, se produce una brecha importante entre los niños que provienen de hogares pobres y no pobres. (El 78,9% de los niños de 12 a 14 años de hogares pobres asistían a EGB3, mientras que el 89.4% de los niños no pobres de esa edad asistían al nivel correspondiente.2003) UNICEF (2004:10)

57

Gráfico Nº 26

0%

33% 29%

54% 58%

76% 72%

85%95% 93% 98% 99% 97%

7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 másde 18años

Chicos/as que no cursaron la cantidad de años de escolaridad correspondientes a su edad cronológica

Años de edad

BASE ENTREVISTA: 1595 chicos/as escolarizados (que asistier on alguna vez)Para los cálculos se excluyeron los casos si n informaci ón

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social – GCABA-2003.

58

Cuadro Nº 9 Máximo nivel de escolaridad alcanzado

EDAD Nivel de escolaridad en años aprobados

TOTAL Hasta 9 años

De 10 a 11 años

De 12 a 15 años

De 16 a 18 años

Más de 18 años

1 - 2 años 8,5% 42,0% 12,0% 7,0% 8,0% 8,0%

3 - 4 años 22,5% 58,0% 60,0% 23,0% 12,0% 18,0%

5 - 6 años 26,6% - 27,0% 35,0% 21,0% 13,0%

7 años 23,0% - 1,0% 23,0% 27,0% 29,0%

8 - 9 años 15,8% - - 11,0% 24,0% 23,0%

10 - 11 años 3,1% - - 0,6% 6,0% 7,0%

12 años 0,5% - - - 3,0% 0,5%

1544 19 110 702 514 171

% de chicos/as con primaria completa o más

43% - 1% 35% 60% 60%

BASE ENTREVISTA: 1595 chicos/as escolarizados (que asistieron alguna vez) Para los cálculos se excluyeron los casos sin información

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social – GCABA- 2003.

Entre los 12-15 años, un 30% de los chicos/as sólo llegaron a cursar como máximo 4 años de la escolaridad básica, cuando en realidad les correspondería estar cursando el EGB 3 ó el Polimodal. (Ver cuadro 9) Y entre los de 16 y 18 años, el 20% promedió como máximo los 4 años de escolaridad y el 68%, 7 años o menos, cuando tendrían que estar en el Polimodal o haber terminado de cursar. Entre los mayores de 18 años que ya tendrían que haber culminado la escolaridad media, el 26% cursó sólo 4 años de escolaridad y nuevamente el 68% llegó a cursar 7 años o menos.

Estos datos adquieren significación a la hora de convenir cuál es el lapso mínimo imprescindible para poder incorporar los conocimientos y los instrumentos que permitan participar inclusivamente en la sociedad, así como acceder a un pensamiento crítico.27

27 Según la CEPAL (1994) el nivel educativo mínimo necesario que permite a los individuos escapar de su situación de pobreza en Latinoamérica se sitúa en los 12 años de escolarización. (Es decir, un secundario o Polimodal completo)

59

Mayor nivel educativo de las mujeres

El promedio de años de escolaridad de las chicas y adolescentes que están en la calle, es levemente superior al de los varones (6,1 y 5,6 respectivamente). Si bien una alta proporción de varones y mujeres no llegaron a cursar los primeros 7 años de escolaridad, la situación es más grave para ellos. (60% varones, 48% mujeres).

Cuadro Nº 10

Máximo nivel de escolaridad alcanzado

EDAD Y SEXO

Hasta 11 años 12 a 15 años 16 a 18 años Más de 18 años

Nivel de escolaridad en años aprobados

TOTA

L

Varo

nes

Muj

eres

Varo

nes

Muj

eres

Varo

nes

Muj

eres

Varo

nes

Muj

eres

1 a 6 años 58,0% 99,0% 100,0% 68,0% 58,0% 43,5% 32,0% 41,0% 32,0%

7 años 23,0% 1,0% 23,0% 24,0% 28,0% 26,0% 27,0% 34,0%

8 a 11 años 18,0% 9,0% 18,0% 28,0% 41,0% 30,4% 27,0%

12 años 1,0% 0,5% 1,0% 1,6% 7,0%

1544 115 14 527 175 398 116 127 44

BASE ENTREVISTA: 1595 chicos/as escolarizados (que asistieron alguna vez) Para los cálculos se excluyeron los casos sin información

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social -GCABA- 2003

La no diferencia de sexo, en cuanto a la franja de los 7 años de escolaridad cumplidos (22% varones, 25% mujeres) estaría indicando nuevamente, la alta valoración que se sigue otorgando a la finalización de la escuela primaria en el imaginario de los sectores populares.

A su vez, un 27% de las chicas lograron superar la antigua escolaridad básica, mientras, que sólo un 17% de los varones lo consiguió.

Al incluir la variable edad, vemos que las mujeres se siguen destacando en cuanto al mayor nivel educativo alcanzado respecto de los varones. Entre los 12 y 15 años, mientras que el 68% de los varones no llegó a completar la antigua escolaridad básica, esta proporción desciende al 58% para el caso de las mujeres. A esa edad, ya el 18% de las chicas había llegado a completar entre 8 y 11 años de escolaridad, mientras sólo lo había logrado el 10% de los

60

chicos. Entre los 16 y los 18 años, la mayor parte de las chicas (41%) había cumplimentado entre 8 y 11 años de escolaridad, contra un 28% de los varones. A su vez, el 44 % de los chicos a esa edad no había culminado los años del antiguo ciclo primario. Entre los mayores de 18 años el 7% de las mujeres había logrado completar todo el ciclo secundario (o Polimodal completo) mientras que sólo el 1.6% de los varones había completado ese nivel.

Esta diferenciación entre varones y mujeres no es exclusiva de los chicos y chicas en situación de calle, sino que es una característica compartida con el resto de los jóvenes, cualquiera sea el nivel social: las mujeres suelen estar más años en la escuela que los varones y acceder a mayores niveles educativos.28 Por un lado, las chicas presentan un mayor “rendimiento educativo” con menores índices de repitencia y “abandono” que les permite una mayor permanencia en la escuela y por el otro, suelen soportar “mejor” las diversas “frustraciones”.

Según nuestra investigación ellas salen más tardíamente que los varones del hogar hacia la calle29, quizás por mayores temores que los chicos a la hora de decidir irse de sus casas, o por “soportar” durante más tiempo las situaciones que padecen, o por considerarse más necesarias en su hogar. Perciben el ámbito educativo como uno de los pocos espacios alternativos, liberador de tensiones y exigencias domésticas ya que suelen permanecer dentro de su casa, cuidándola cuando los adultos se ausentan, se encargan de sus hermanos, cocinan, limpian, lavan… En este sentido, algunas investigaciones que estudiaron el tema de los alumnos y las alumnas destacaron que la vivencia de la cotidianeidad escolar es diferente para ambos: la modalidad organizativa de la escuela se adecúa mejor a las características de la socialización temprana que reciben las chicas en su hogar (Braslavsky, 1984) constituyendo para ellas un espacio privilegiado de convivencia social (Yannoulas en Redondo, 2002), que intentarán conservar cumpliendo con su papel de alumnas. Puede pensarse también que los varones tienen una visión más polarizada de la escolaridad, es decir, que estudian si perciben que

28 Según el Censo Nacional de 2001 la cobertura en el secundario para los varones es del 79,3% y para las mujeres asciende al 82,7% (población de 13 a 18 años). Respecto al rendimiento educativo (tasas de repitencia y abandono interanual) los datos indican que las mujeres están en mejor situación:

Tasas de repitencia de los niveles primario y secundario según sexo. (2000)

Tasa de abandono interanual, niveles primario y secundario según sexo.

Nivel de enseñanza

Mujeres Varones Total Nivel de enseñanza

Mujeres Varones Total

Primario (EGBI y II)

5,28 7,65 6,49 Primario (EGBI y II)

1,56 3,0 2,29

Secundario Secundario EGBIII 6,78 10,09 8,44 EGBIII 6,40 10,14 8,27 Polimodal 4,18 6,67 5,45 Polimodal 16,18 19,02 17,51

Fuente: MECyT, Dirección Nacional de Evaluación de la Calidad Educativa, 2000 29 Según los datos de nuestra investigación: mientras un tercio de los varones (el 32,5%) efectúan su salida del hogar entre los 10 y los 12 años, entre las mujeres casi el 40% lo hace entre los 13 y los 15 años.

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pueden llegar a progresar. Por el contrario, las mujeres suelen hacer el esfuerzo, aún sin este aliciente.

A su vez, en las escuelas hay una distribución diferencial de las sanciones, según se trate de varones o de mujeres. Así, ellos reciben muchas más suspensiones y reprimendas porque suelen “molestar en clase” y transgredir más las normas que sus compañeras. Como consecuencia, los varones suelen cargar con mayores tasas de extraedad y repitencia, (Morgade, 2001) que signan una trayectoria escolar de “fracasos”.

Trabajo y escuela

Tanto desde el imaginario social como desde los organismos internacionales y el “discurso” de las políticas públicas, se considera que escuela y trabajo son incompatibles entre sí. Tienden a presentar esta relación de un modo unívoco y lineal, con aseveraciones tales como que “existe una cadena perversa entre el trabajo infantil y el fracaso escolar” (UNICEF, 2002:7).

Sin embargo, diversas investigaciones sostienen que en algunos casos, pese a lo deplorable que nos pueda resultar, trabajo y escuela no resultarían inconciliables. A veces “el trabajo infantil se constituye como estrategia de supervivencia familiar que (...) permite o incluso garantiza una forma muy particular de escolarización (pudiendo llegar a constituirse no sólo en un impedimento, sino también en una oportunidad). O, dicho de otra manera, el aporte del trabajo de los niños constituye el sustento económico necesario (...) para que no abandonen la escuela”. (Horn, 2004:39)

De este modo, el trabajo de los niños/as y jóvenes, así entendido, no sería el principal responsable de las “malogradas” trayectorias escolares, debido a la incidencia de otros factores como las propias condiciones materiales y culturales de vida, el tipo de organización escolar y las prácticas pedagógicas que darían cuenta, una vez más, de la multidimensionalidad del problema.

El rol de la escuela

Las condiciones estructurales que definen a estos niños/as y adolescentes, no dejan de indicar un rumbo casi fatídico: sin embargo, la presencia de la escuela ha logrado mantenerse a duras penas como referente simbólico en el proceso de desmoronamiento social.

Ante los ámbitos informales y desregulados por los que suelen transitar (el barrio, la calle, la casa, los amigos), la escuela se constituye casi en la única institución que atraviesan, intentando articular y contener no sólo a los niños sino también a sus familias. (Tiramonti, 2004b). Seguramente la respuesta no está en la escuela, pero la escuela no está fuera de ella.” (Redondo, 2002:205) Para los chicos y chicas que están en la calle, haber perdido el espacio escolar es como haberse alejado del último ratio de certeza.

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De hecho, el tiempo de permanencia de esta población en la calle está marcado por la distancia temporal con el último día que asistieron a la escuela.

A pesar de lo dicho, reconocemos la coexistencia de mecanismos expulsores desplegados por algunas escuelas que afectan principalmente a quienes no se adaptan al ritmo y la cultura escolar estipulada.

LA SALUD Y LOS CHICOS/AS EN SITUACIÓN DE CALLE

Vivir, trabajar o simplemente deambular en las calles de la ciudad connota innumerables peligros de morbimortalidad para los niños, niñas y adolescentes que están en esa situación. Las condiciones de vida que deben soportar, las dificultades para conservar la higiene, el consumo de drogas, los accidentes callejeros, la mala alimentación, las inclemencias del tiempo, los abusos sexuales y violaciones, las riñas y lesiones entre ellos/as y con la policía – entre otras- exigen contemplar con seriedad la problemática de la salud para esta población y en este contexto.

La mayoría de los chicos y chicas que están en la calle sólo accede al sistema de salud cuando las dolencias son graves o el dolor se les hace insoportable. Utilizan preferentemente la emergencia, tienden a ser inmediatistas porque viven el “día a día”: pretenden que sus afecciones se resuelvan en esa consulta, evitando retornar posteriormente para acceder a un diagnóstico evolutivo; tampoco manifiestan demasiado interés en cumplimentar prescripciones de carácter preventivo. Investigaciones realizadas en diversos países refieren una situación similar a la que conocemos aquí: (Villarosa y Bunchaft, 1993 - Salvador Bahía, Brasil-; (Monge y Ubilluz, 1999 - Lima, Perú).

A menudo tratan de ser acompañados por algún adulto para no ser discriminados o denunciados a la policía o la justicia.... por el propio sistema de salud.30 Se trata de un adulto al que pudieron haber conocido en forma circunstancial, un vendedor/a ambulante o algún referente u operador social perteneciente a alguna instancia institucional. En otras oportunidades, es la misma policía quien lo acerca al centro asistencial, principalmente cuando se trata de hechos delictuosos, accidentes, heridas cortantes, descompensaciones por abuso de drogas, abandono, violencia o lesiones de orígenes diversos. Así como otros pacientes en condiciones de extrema vulnerabilidad social, los niños/as y adolescentes en situación de calle no suelen poseer documento de identidad, lo cual sumado a la ausencia de un “adulto responsable” o referente familiar y el temor a ser denunciados policial o judicialmente, se

30 La legitimación otorgada por el servicio de salud a la intervención judicial es muy alta. Según un estudio basado en 100 entrevistas semiestructuradas realizadas en 1997 a médicos pediatras que atendían chicos/as en situación de calle, el 60% de los médicos daba intervención policial o judicial siempre, sin discriminar la dolencia presentada, por el sólo hecho de ser menor e indocumentado. (Pojomovsky y otros, 1999)

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constituyen en obstáculos que en algunos casos, pueden impedir su atención en salud. (Altamirano y otros, 2002)

En los inicios de esta investigación, se intentó recabar los datos sanitarios a partir de las mismas entrevistas realizadas a los niños/as y adolescentes que estaban en calle y concurrían al CAINA. Ante la dificultad de apelar a la memoria individual que no describía ciertamente sus afecciones antes o después de su situación de calle, decidimos adoptar como datos aproximados las acciones en salud que se efectuaron desde la propia institución durante el año 2004 y que permiten acercarnos a las dolencias y patologías manifestadas en el espacio callejero.

Acciones en salud realizadas desde el CAINA:

Más acciones en salud con mujeres:

Al analizar la relación entre género y salud, se advierte que si bien las mujeres representan el 25% de la población que asiste al CAINA, esta proporción asciende al 35% del total de los chicos/as atendidos en salud.

Gráfico Nº 27

Atención en salud desde el CAINA

BASE REGISTRO: 1258 chicos/as que asistieron al CAINA en 2004BASE SALUD: 204 chicos/as atendidos en salud desde el CAINA en 2004.

880 acciones realizadas en salud desde el CAINA en 2004.

Varones

Mujeres

Chicos/as que asisten

al CAINA

Chicos/as atendidos en

salud

Acciones desarrolladas

en salud

75%65%

48%

25%35%

52%

1258 204 880

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social – GCABA-2003.

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Si consideramos ahora el conjunto de acciones ejercidas desde la institución, observamos que de cada 10, más de 5 acciones se concentran en las niñas y adolescentes mujeres.

Más acciones con embarazo, parto y puerperio

Mientras que las 307 acciones en salud llevadas a cabo con 118 varones concurrentes al CAINA durante el año 2004, promedian sólo 2,6 por varón, en el caso de las 404 acciones desarrolladas sobre las 63 mujeres concurrentes, se llega a duplicar tal cifra, alcanzando un promedio de más de 6 acciones por niña o adolescente. (Hemos excluido a los niños/as de 3 ó menos años, por tratarse de los hijos/as de las adolescentes concurrentes al CAINA, ya que distorsionaría el análisis de los comportamientos según sexo.)

Esta brecha tan marcada entre ambos sexos puede explicarse por el seguimiento y contención institucional durante el embarazo, parto y puerperio, donde se alientan y activan prácticas preventivas. Así, entre las chicas embarazadas, el promedio de acciones en salud con cada una de ellas, asciende a 34, llegando en un caso a contabilizar 90 acciones en el año.

Varones y mujeres: ¿comportamientos diferentes en salud?

Si excluimos las acciones relacionadas con el embarazo, parto y puerperio veremos que el promedio de acciones para ambos sexos, casi se equipara, ya que mientras con los varones se desarrollaron 2,6 acciones en promedio por año, con las chicas se realizaron 3. Esto nos estaría indicando un comportamiento similar de los varones y las mujeres en situación de calle, en cuanto al registro y significación de la enfermedad y el momento en que aceptan ser atendidos en salud. Sus demandas suelen ser igualmente puntuales e intermitentes.

Motivos de consulta

El accionar en salud que más se destaca desde la institución corresponde a embarazo, parto y puerperio, representando el 28% del total de acciones.

Patologías diversas que pueden incluirse en la categoría “enfermedades de la piel y el tejido subcutáneo”: impétigo, pediculosis, escabiosis, dermatitis, micosis, hiperqueratosis en plantas de pie, representan el segundo motivo de consulta (14%). Ciertas características propias de la vida callejera tales como las dificultades en la higiene; dormir entre cartones, frazadas o colchones sucios; intercambiarse ropa; o no sacarse el calzado para evitar robos, propician este tipo de afecciones y dificultan cualquier tratamiento.

El control pediátrico cobra gran relevancia (13%): se incluyen allí fundamentalmente las acciones preventivas efectuadas con los hijos/as de las jóvenes y adolescentes que concurren a la institución (el 86% de estas acciones se desarrollan con niños/as de 3 años o menos).

65

Gráfico Nº 28

880 acciones realizadas en salud desde el CAINA durante el año 2004. BASE SALUD:

Varones

Motivos de consulta en saludPrincipales motivos de consulta en salud

Total

2%

3%

3%

3%

6%

7%

8%

8%

13%

14%

28%

Enfermedades del sistema génito-urinario

Control ginecológico

Enfermedades del sistema nervioso

Chequeo general

Enfermedades del sistema respiratorio

Enfermedades infecciosas y parasitarias

Traumatismos, envenenamientos y cortaduras

Control odontológico

Control pediátrico

Enfermedades de la piel y del tejido subcutáneo

Embarazo, parto, puerperio

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social – GCABA-2003.

El control odontológico también cobra relevancia en el accionar cotidiano de la institución (8%). Esta práctica –producto del constante esfuerzo de articulación interinstitucional- se ha constituido en uno de los principales logros epidemiológicos, ya que muchos de estos adolescentes no habían concurrido jamás al dentista, llegándose a establecer una vinculación de confianza entre los chicos/as y el equipo odontológico, que posibilitó no sólo la atención de las urgencias sino también, el desarrollo de acciones preventivas y programadas.

Salvo que los accidentes callejeros les exijan una derivación hospitalaria inmediata, la mayoría de los traumatismos, cortaduras, quemaduras, fracturas, esguinces constituyen demandas importantes por parte de los chicos/as que están en calle y asisten al CAINA (8%).

Acciones en salud según edad de los chicos/as

Si recordamos que casi la mitad de los chicos/as que concurren al CAINA tiene entre 12 y 15 años, observaremos que este dato no se corresponde con el despliegue de acciones en salud desarrolladas desde la institución. El porcentaje aparece invertido: casi la mitad de las acciones en salud corresponden a chicos y chicas que tienen entre 16 y 18 años, mientras que sólo 1 de cada 4 acciones se refieren a la franja de edad que mayoritariamente concurre al CAINA. Es que este grupo etario asume las características más prototípicas de la población en calle, de los chicos/as que –como dijimos - sólo consultan ante la urgencia o el dolor agudo, los “más difíciles” para ingresar y continuar en el sistema de salud.

66

Por su parte debemos tener en cuenta que el 65% de las acciones en salud desarrolladas con los chicos y chicas entre 16 y 18 años, corresponde a acciones realizadas con mujeres. Es también entre los 16 y 18 años, donde se concentra la mayor parte de consultas relacionadas con el embarazo. (71% de las acciones de embarazo, parto y puerperio se desarrollan entre los 16 y 18 años) Por ello se agrupan las acciones en esta franja etaria, ya que los motivos de consulta en salud vinculados con el embarazo revisten una modalidad de atención y controles más constantes y periódicos.

Cobran relevancia también los controles y consultas pediátricas por diversas afecciones de niños/as hasta 3 años de edad, ya que las adolescentes y jóvenes siguen recurriendo al CAINA para realizar los controles a sus hijos/as. Estas consultas sumaron un total de 169 acciones lo cual representa el 19% del total de acciones efectuadas desde la institución.

Cuadro Nº 11

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social -GCABA- 2003

La salud y las chicas

Más del 50% de las acciones desarrolladas en salud con las mujeres corresponden a embarazo, parto y puerperio.

Asistentes al CAINA. Año 2004

Edad N % %Menor de 3 años 169 19.3Más de 3 hasta 11 años 19 2.1De 12 a 15 años 228 25.9 43.7De 16 a 18 años 397 45.1 28.1Más de 18 años 67 7.6 9.9Total 880 100 100.0

18.4

Acciones en salud según edad. Año 2004

67

Gráfico Nº 29

462 acciones realizadas en salud con mujeres, desde el CAINA durante el año 2004. BASE SALUD:

Varones

Motivos de consulta en salud de las niñas y adolescentes

Principales motivos de consulta en salud de las mujeresTotal

1%

1%

2%

3%

4%

4%

5%

5%

8%

9%

53%

Enfermedades del sistema nervioso

Chequeo general

Traumatismos, envenenamientos y cortaduras

Enfermedades del sistema génito-urinario

Enfermedades del sistema respiratorio

Enfermedades infecciosas y parasitarias

Control odontológico

Control ginecológico

Enfermedades de la piel y del tejido subcutáneo

Control pediátrico

Embarazo, parto, puerperio

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social – GCABA-2003.

En los últimos años se ha incrementado el número de adolescentes embarazadas y madres concurrentes al CAINA (por ejemplo en 1997 concurrieron a la institución 3 adolescentes en alguna etapa de su embarazo, mientras en 2004 fueron 14) Las mismas iniciaron y transcurrieron sus embarazos en situación de calle, algunas en pareja, otras solas.

Este nuevo escenario permitió activar desde la institución acciones propicias para la atención en salud tanto de la madre como del hijo (embarazo, parto y primeros meses de vida del bebé) y promover un espacio para la reflexión y el reconocimiento sobre su nueva identidad como mujeres, adolescentes y madres, intentando garantizar la no vulneración de sus derechos y fomentando su autonomía.

Desde el imaginario social la maternidad adolescente es considerada per se como una problemática de riesgo social debido a la connotación negativa que surge básicamente al asociar el factor “edad” con la posible “incapacidad” para asumir en forma adecuada la crianza de un hijo. Ni qué decir cuando se trata de adolescentes embarazadas en situación de calle, donde este tipo diverso de ser madre, es reforzado en su significación negativa como maternidad “peligrosa” y “excluida” de las normas sociales vigentes.

En este sentido, es que la mayoría de los servicios hospitalarios despliegan sus intervenciones profesionales centrándose en esta concepción de “situación de

68

riesgo” para la atención de estas maternidades, produciendo de este modo, una notable estigmatización de esta población, con las consecuentes prácticas diferenciales, que en algunos casos obstaculizan e impiden un tratamiento igualitario al de las mujeres adultas. Un ejemplo de estas prácticas lo constituye la exigencia de que un adulto familiar responsable efectivice la externación hospitalaria de la madre y el bebé luego del parto, tan sólo por la condición de “menor” y aún en ocasiones donde no se evidencia “riesgo social”, produciendo de este modo hospitalizaciones evitables e innecesariamente prolongadas.31

Considerar que la maternidad en la adolescencia, no constituye en sí misma una situación de “riesgo”32 se enmarca en la perspectiva que identifica a las jóvenes como sujetos de derechos y no como portadoras de “factores de riesgo”. (Altamirano, 1999) Son variadas y complejas las causas que inscriben a estas adolescentes madres en situaciones “riesgosas” como ser: los factores socioeconómicos (alimentarios, sanitarios, habitacionales, laborales, educacionales), las problemáticas afectivas, las conflictivas familiares, la discriminación y estigmatización de las que son objeto y la propia situación de calle en que se encuentran.

Más aún, desde la experiencia con estas madres hemos podido observar que el embarazo puede llegar a constituirse en una oportunidad que les posibilita la salida de su situación de calle enmarcada en un proyecto de vida diferente, el abandono de prácticas de consumo perjudiciales para su salud y el inicio del cuidado propio y de su bebé.

Acciones en salud según sexo y edad

Si consideramos ahora las acciones en salud que se realizan indistintamente con ambos sexos - sin tener en cuenta embarazo, parto y puerperio por corresponder sólo a las mujeres-33 observaremos que tanto las chicas como los chicos en situación de calle concurren a la consulta médica por los mismos motivos, no encontrándose diferencias significativas entre ambos sexos.

Cuadro Nº 12

Motivos de consulta en salud sin considerar embarazo, parto y puerperio (ya que es una circunstancia propia de las mujeres) 31 En 2005 se aprobó la resolución Nº 1342 de la Secretaría de Salud del GCBA donde se deja sin efecto dicha práctica. 32 “Existe experiencia acumulada que demuestra que con un apropiado soporte psicosocial y con adecuados controles prenatales, los resultados obstétricos en las madres adolescentes son comparables, o casi tan buenos como los que se observan en mujeres mayores de 20 años” (Olausson y Cnattingius, 1997; Gale y Seidman, 1989; Laoy Ho, 1997 citados en Portnoy Fabián, 2005. 33 Para hacer un análisis adecuado por sexo hemos decidido no considerar embarazo, parto y puerperio ya que remite a un estado propio de las mujeres, convirtiéndose entonces en una constante. Consideramos que es útil separar esta categoría y comparar las cuestiones que efectivamente pueden ser variables.

69

SEXO EDAD

TOTAL Varones Mujeres

Menos de 12 años

12 a 15

años

16 a 18 años

Mas de 18 años

Enfermedades la piel y tejido subcutáneo

20,0% 21,0% 18,0% 9,0%

28,0%

23,0% 16,0%

Control pediátrico 18,0% 17,0% 19,0% 57,0%

Control odontológico 12,0% 12,0% 11,0% 3,0% 16,0

% 15,0% 14,0%

Traumatismos, envenenamientos cortaduras

10,0% 13,0% 5,0%

20,0%

12,0% 7,0%

Enfermedades infecciosas y parasitarias

10,0% 11,0% 7,0% 2,0%

14,0% 12,0%

16,0%

Enfermedades del sistema respiratorio 8,0% 8,0% 9,0%

17,0% 3,0% 6,0% 2,0%

Chequeo general 4,0% 6,0% 2,0% 5,0% 8,0% 5,0%

Enfermedades del sistema nervioso 4,0% 4,0%

3,0% 4,0% 0,4% 3,0% 5,0%

Control ginecológico 4,0% 11,0% 4,0% 0,6% 5,0% 7,0%

Enfermedades del sistema genito urinario

3,0% 1,0% 6,0% 3,0% 2,0% 3,0%

880 418 216 188 181 222 43

Base Salud. 880 acciones realizadas en salud durante 2004. FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos.

Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social -GCABA- 2003

El motivo de consulta que más se destaca es el que se refiere a distintos problemas de la piel, proporción que asciende a valores cercanos al 20% en ambos sexos. Es entre los 12 y los 15 años cuando alcanza mayor relevancia (28%). Esta patología merece atención especial, ya que en caso de no poder implementar medidas preventivas, el contagio es generalizado.

Otras consultas mayoritariamente femeninas como las enfermedades del sistema génito-urinario así como los controles ginecológicos (Papanicolao, colposcopía) (17%) encuentran en la institución un espacio privilegiado por parte de aquellas adolescentes que lograron establecer vínculos de confianza con el equipo de salud.

El 17% de las acciones desarrolladas con los niños y niñas menores de 12 años responden a patologías respiratorias (gripes, broncopatías, neumonías, asma, faringitis). Es un dato relevante, ya que si bien éstas afectan a los niños/as cualquiera sea el sector social a que pertenezcan, se potencian entre los pequeños recientemente ingresados a la vida callejera, por las condiciones de vida y por su vulnerabilidad inmunológica.

70

A pesar de las dificultades para alcanzar ciertos parámetros preventivos con esta población, se ha insistido y logrado la efectivización de controles y chequeos preventivos (4%) por fuera de la urgencia o la patología aguda, especialmente en los pre-púberes a partir de los 12 años. La menor proporción de mujeres respecto a los varones en este ítem se explica por el ejercicio de otras prácticas preventivas, ya mencionadas, como los controles ginecológicos.

CONSUMO DE SUSTANCIAS EN LA CALLE

Según los datos recogidos en nuestra investigación, el 71% de los chicos/as que asisten o asistieron al CAINA reconoce consumir o haber consumido alguna sustancia. Del total de niños/as y jóvenes, el 53% reveló estar consumiendo drogas al momento de realizarse la entrevista entre 1992 y fines de 2003.

Podemos decir que en el ámbito de la calle encontramos efectivamente muchos consumidores (o abusadores de drogas), pero no un número significativo de adictos o dependientes: las proporciones de adictos que hemos observado en nuestra práctica cotidiana desde el CAINA no difieren significativamente con las registradas para cualquier otro grupo social.

Hay que destacar que no siempre existe dependencia física y ésta varía según la sustancia, el estilo de uso de la misma y el contexto que la acompaña. Si se trata de pegamento por ejemplo, comprobamos que al brindar un espacio afectivo, contenedor, recreativo y de resolución de algunas de las necesidades más inmediatas, el consumo desciende, no observándose síndrome de abstinencia sostenido y manifiesto al suspender la inhalación (esto en términos generales)

34.

34 El accionar del CAINA, con respecto a la mayoría de las sustancias que consumen los chicos/as en situación de calle, opera como una instancia de “reducción del daño” en el sentido de ofertar espacios alternativos que les permiten distender la continuidad del consumo.

71

Consumo de sustancias según edad:

Gráfico Nº 30

Consumo de drogas

TOTAL

Consumió alguna vez

Nunca consumió

40%65%

81% 82%

60%35%

19% 18%

Menos de 12años

Entre 12 y 15años

Entre 16 y 18años

Más de 18años

Base: 1125* 92 539 433 147

EdadAlguna vez consumió drogas (consume en la actualidad + consumió anteriormente)

29%

71%

BASE ENTREVISTA: 1666 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003*Para los cálculos se excluyeron los casos sin información

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social -GCABA- 2003

Si se analizan las variaciones según edad, podemos observar que a medida que los niños y adolescentes de ambos sexos en la calle crecen, consumen más drogas. Así, mientras que el 60% de los niños/as menores de 12 años manifiesta no haber consumido nunca, esta proporción desciende al 18% para los mayores de 18 años. 35

Tipo de sustancias consumidas

Según los datos de nuestra investigación, en cuanto al tipo de drogas, los chicos/as que asisten o asistieron al CAINA reconocen usar por lo menos dos sustancias (1,98) (Ver Gráfico Nº 31) de manera alternada o simultánea (policonsumo), modificándose los hábitos a medida que van creciendo y permaneciendo en situación de calle.

La supuesta elección de una droga “de preferencia” está íntimamente relacionada con el poder adquisitivo, la accesibilidad, la facilidad de manipulación y los requerimientos de la ritualidad grupal. Pero fundamentalmente, con la oferta disponible y variable según los vaivenes de los circuitos coyunturales del narcotráfico.

35 Debemos tener presente que éste es un tema difícil de abordar con los chicos/as y seguramente este dato está subrepresentado.

72

Gráfico Nº 31

Consumo de drogas

71%

29%

Consumió alguna vez

Nunca consumió

Alguna vez consumió drogas (consume en la actualidad + consumió anteriormente)

Base:1125*

79%

55%

33%

17%

13%

1%

Marihuana

Pegamento

Cocaína

Pasta Base

Medicamentos

LSD

Consume actualmente 53%

No consume actualmente pero consumió 15%

Sustancias consumidas actualmente

Multiplicidad: 1.98Base: 667

El consumo de Pasta Base aparece

con intensidad a partir del año 1999

BASE ENTREVISTA: 1666 chicos/as que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003*Para los cálculos se excluyeron los casos sin información

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social -GCABA- 2003

Cuadro Nº 13

Sustancias consumidas según edad

EDAD

TOTAL Menos de 12 años

12 a 15 años

16 a 18 años

Más de 18 años

Marihuana 79% 40% 75% 84% 91%

Pegamento 55% 90% 65% 47% 41%

Cocaína 33% 10% 27% 34% 53%

Pasta Base 17% 15% 19% 23%

Medicamentos 13% 3% 13% 15% 13%

LSD 1% 3%

BASE ENTREVISTA: 667 chicos/as que consumían drogas al momento de la entrevista y que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social -GCABA- 2003

Multiplicidad: 1.98 1.43 1.95 1.99 2.24 Base 667 30 271 262 96

73

Al uso de estas sustancias se agrega el hábito del consumo generalizado de alcohol y tabaco.

La cantidad de sustancias psicoactivas que combinan, también se incrementa con la edad y con el tiempo de permanencia en calle.

Los menores de 12 años usan más de una droga con un promedio de 1,43 sustancias, que se eleva a 2,24 en los mayores de 18.

Entre quienes están en la calle desde hace poco tiempo también aparece la mezcla de sustancias, marcando una tendencia ascendente entre 1.64 en promedio (hasta dos meses de permanencia en calle) y 2.10 cuando hace más de 4 años que refieren una experiencia callejera. Como vemos, cuanto más tiempo hace que están sobreviviendo en la calle, prueban y combinan más sustancias, lo cual les causa un mayor deterioro psicofísico.

Contrariamente a lo que se supone desde el imaginario social, la sustancia que los chicos/as reconocen consumir en mayor proporción es la marihuana (79%) y en segundo lugar el pegamento (55%) (Ver gráfico Nº 31). También es importante el consumo de cocaína (33%) y a partir de 1999 comienza a adquirir relevancia la pasta base (17%) por ser la droga más ofertada en los barrios populares y en la propia calle. Es una sustancia de bajo costo, altamente adictiva y extremadamente tóxica (más dañina aún que la cocaína inhalada), que agudiza la vulnerabilidad social de esta población. (Osimani y Galeano, 2004) “Produce una fuerte sensación de euforia, similar a la experimentada por el pegamento pero con una mayor e intensa necesidad de seguir consumiendo, utilizando dosis mayores” (Ciganda en Osimani y Galeano, 2004:35)36

Cuadro Nº 14

Sustancias consumidas según tiempo en calle

TIEMPO EN CALLE

TOTAL Hasta 2 meses

Más de 2 meses hasta

un año

Más de un año hasta

4 años

Más de 4 años

Marihuana 79% 70% 76% 79% 83%

Pegamento 55% 59% 56% 60% 51%

Cocaína 33% 16% 26% 34% 40%

Pasta Base 17% 12% 15% 15% 19%

Medicamentos 13% 5% 16% 11% 16%

36 En nuestra investigación no aparece mencionado específicamente el consumo de “paco”, un residuo de la pasta base, muy barato y adictivo, el cual se extiende a partir de 2004. Asimismo hay que destacar que sus efectos son altamente deteriorantes entre quienes lo consumen, que les dificulta ostensiblemente la concurrencia en un horario definido y la permanencia por varias horas en la institución.

Multiplicidad: 1.98 1.64 1.90 1.99 2.10 Base 667 61 110 193 264

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BASE ENTREVISTA: 667 chicos/as que consumían drogas al momento de la entrevista y que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social -GCABA- 2003

Y aunque es común que chicos/as en situación de calle aparezcan a la vista de todos “bolseándose” o inhalando pegamento, esto no significa, como vimos, que sea la única sustancia que consumen. En realidad, mucho es una cuestión de edad: los más chiquitos tienen mayor accesibilidad a esta sustancia por su bajo costo, además utilizan envases fácilmente ocultables (sachets de leche, bolsas de polietileno) y su efecto euforizante es inmediato.

Según los datos de la investigación (Ver cuadro Nº 13), puede observarse que el 90% de los niños menores de 12 años consumidores, inhala pegamento, pero a medida que crecen, disminuye este consumo. Cuando llegan a la adolescencia es usual –como una cuestión ritual o de crecimiento- probar otras sustancias (marihuana, cocaína, pasta base, etc.). El consumo que más preponderancia adquiere con la edad, es el de marihuana, alcanzando entre los mayores de 18 años la misma relevancia que tenía el pegamento cuando eran chicos (91% de estos jóvenes que consumen drogas, fuman marihuana). Por su parte, el consumo de cocaína y pasta base también aumenta con la edad, aunque sin llegar a la preeminencia de la marihuana37.

Sin embargo, como dato interesante, estamos advirtiendo que jóvenes de 18 años o más, continúan consumiendo o vuelven a consumir pegamento, como una forma de regresión o vuelta a la infancia o por su bajo costo. Así, en esta franja etaria encontramos que el 41% reconoce seguir inhalando pegamento además de las sustancias ya mencionadas.

Consumo de sustancias según sexo

Los datos obtenidos rechazan el supuesto que sostiene que los varones que viven o deambulan en la calle consumen más drogas que las chicas. Observamos niveles de consumo similares en ambos sexos: el 71% de los varones y el 70% de las mujeres reconocen estar consumiendo o haber consumido en el pasado. La diferencia está planteada desde el propio universo: por cada 10 varones que viven, deambulan o trabajan en la calle, hay 3 chicas en esta situación. Y también por las sustancias: las mujeres consumen más pegamento (72%) que los varones (59%) y también más medicamentos (19% mujeres, 13% varones). Además, según las respuestas brindadas por los chicos/as, las mujeres consumen en promedio

37 Cabe señalar que para esta población, al igual que para otros grupos sociales, con la edad se incrementa también el consumo de alcohol y tabaco. El no considerarlas –por parte de los chicos/as- como drogas y no registrarlas como sustancias prohibidas, impidió el relevamiento del dato.

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más variedad de sustancias que los varones. Mientras que las chicas consumen en promedio 2.3 tipos de drogas, los chicos consumen 1.93.

Cuadro Nº 15

Sustancias consumidas según sexo y edad EDAD SEXO Hasta 15 años

De 16 a 18 años

Mas de 18 años

TOTAL

Var

ones

Mu

jere

s

Var

ones

Mu

jere

s

Var

ones

Mu

jere

s

Var

ones

Mu

jere

s

Marihuana 79% 79% 80% 71% 75% 84% 82% 91% 90% Pegamento 55% 51% 72% 66% 73% 41% 70% 31% 76% Cocaína 33% 31% 39% 24% 29% 32% 39% 49% 68% Pasta Base 17% 16% 18% 14% 8% 17% 23% 20% 33% Medicamentos 13% 12% 19% 11% 19% 14% 21% 12% 14% LSD 1% 1% 4%

BASE ENTREVISTA: 667 chicos/as que consumían drogas al momento de la entrevista y que asistieron al CAINA entre 1991 y 2003

FUENTE: CAINA – Área de Sistematización de Datos. Dirección General de Niñez y Adolescencia. Secretaría de Desarrollo Social -GCABA- 2003

Teniendo en cuenta tanto el sexo como la edad, vemos que a medida que crecen en edad, los varones inhalan menos pegamento, mientras las mujeres más. En tanto el 76% de las mujeres mayores de 18 años reconoce inhalar pegamento, la proporción desciende al 31% en el caso de los varones.

Por otro lado, las mujeres consumen cocaína en mayor proporción que los varones, y esta diferencia se incrementa con la edad. Tanto los varones como las mujeres incrementan el consumo de marihuana, cocaína y pasta base con la edad.

Multiplicidad: 1.98 1.90 2.28 1.86 2.04 1.88 2.35 2.07 2.81 Base 667 530 137 242 59 206 56 75 21

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CONCLUSIONES

“La utopía es la verdad del futuro” (Víctor Hugo)

La vida en la calle de centenares de niños, niñas y adolescentes oculta trayectorias biográficas tan disímiles como complejas. Resulta difícil apresarlas en categorías rígidas, en lógicas que intentan definir tipologías que permitan diseñar acciones consecuentes. La dificultad reside en la riqueza de situaciones que aluden a la vida misma… También en asumir una mirada distinta que pretende abarcar dimensiones no abordadas hasta el momento.

El discurso del sentido común no hace más que corroborar un hecho que se impone, que se mira pero no se ve, que duele pero no lastima.

Los llamados “chicos de la calle” en la Ciudad de Buenos Aires, al igual que en otros centros urbanos del mundo, representan la cara más visible de una situación social que se sustenta, indudablemente, en la más absoluta injusticia. Por eso, no nos limitamos a la habitual dimensión de la pobreza, reconocemos otras: el universo de chicos que viven y/o deambulan y/o trabajan en las calles de la ciudad no abarca sólo a los sectores más pobres de la población; también encontramos sectores medios. Además, no todos los pobres, sino sólo un segmento reducido de ellos –y por múltiples razones que hemos tratado de dilucidar- buscan sobrevivir, enfrentando los peligros y los pesares que la vida callejera acarrea. Pero también, perciben y hasta “disfrutan” de las ventajas que les otorga la “libertad”. La calle ofrece múltiples alternativas, posibilidad de esparcimiento y sensación de autonomía al escapar de las obligaciones domésticas impuestas por su medio de origen, conseguir y manejar sus recursos propios. Por eso resultó relevante analizar no sólo por qué las niñas, niños y adolescentes “eligen” recorrer el espacio urbano de la calle, sino por qué se quedan en ella….

Nuestra investigación estuvo guiada por un permanente desafío: sacar a la luz y hacer más palpable y comprensible la situación de casi dos mil niños y niñas que de algún modo habían buscado en el espacio callejero y en un Centro de Día, respuestas a situaciones concretas de exclusión.

Una serie de interrogantes nos orientaron a lo largo del proceso de investigación ¿Cuán diferentes del resto de la infancia y adolescencia son estos chicos y chicas que sobreviven como pueden en las calles de la ciudad? Y si son diferentes: ¿dónde radica la diferencia? ¿Cuán diferentes son sus familias de las de los sectores populares de donde provienen? ¿Por qué la mayoría de los chicos y chicas pobres de sus mismos barrios no salen a las calles “del centro” en busca de recursos, compañía y diversión? ¿Por qué “estar” y a veces “permanecer” en la calle los convierte en “menores”, los “marca” y les delinea un recorrido del que les será muy difícil escapar? ¿Por qué se van de sus hogares familiares? ¿Lo hacen de una vez y para siempre? ¿Asistieron a la escuela o siguen yendo? ¿Qué problemas de salud tienen? ¿Están en

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condiciones de acceder al sistema sanitario? ¿En qué difiere ser niña o niño y “estar” en la calle? ¿Qué significaciones rodean la vida callejera como fuente de recursos materiales y simbólicos al atraer grupos y/o individuos que la utilizan de forma no “convencional”?

Los resultados más relevantes obtenidos a partir de las entrevistas realizadas en el CAINA a 1666 niños y adolescentes de ambos sexos entre 1991 y 2003, aportan hallazgos que dan por tierra los supuestos considerablemente difundidos. Y en otros casos, permiten profundizar temáticas tan “sensibles” sobre las que algunos sectores pretenden simplificar en sus dimensiones e implicancias. A continuación, una síntesis de los resultados:

• Los niños, niñas y adolescentes que sobreviven en las calles de la ciudad subvierten con sus prácticas las normas de cualquier pretendida administración simplista al suponer que su presencia responde a motivaciones tangibles, lineales y directas. En el espacio urbano no son seres anónimos ni desconocidos, sino que su visibilidad, exposición y movilidad transforman un lugar de paso, un “no lugar”, en un territorio “habitable” que les permite construir parte de su historia, relaciones e identidad.

• Aunque no todos los chicos y chicas que viven o pasan la mayor parte del día en las calles de la ciudad, que construyen sus vidas fuera del ámbito familiar o escolar pertenecen a los sectores de mayor pobreza o indigencia, su exposición pública y extrema visibilidad los convierte en el paradigma de las situaciones de miserias que acarrea la vida en los centros urbanos. Sin embargo, pensamos que es erróneo el deslizamiento mecánico que asocia al “chico/a de la calle” con el “chico/a pobre”, ya que hay chicos/as de otros sectores sociales que también se encuentran “en situación de calle”, es decir que la usan para fines “no convencionales”. Pero al constituir un sector prioritario al cual se dirigen las políticas sociales, el que recurre con mayor asiduidad en búsqueda de los recursos y ofertas institucionales -entre las que se encuentra el CAINA- es el que fue analizado también en nuestra investigación.

• Su reconocimiento como fenómeno social obliga a contemplarlo en su multidimensionalidad: reparar en las relaciones de género, las relaciones inter-generacionales dentro de la familia y en la sociedad actual, la influencia de los medios de comunicación, las distintas respuestas institucionales (especialmente las represivas que “crean” y refuerzan la propia población de chicos/as “de” la calle al contribuir al alejamiento familiar).

• Ocho de cada diez chicas y chicos que concurrieron voluntariamente al CAINA desde la calle provenían del Gran Buenos Aires y sólo 1 de cada 10 vivía en la Ciudad de Buenos Aires. Este dato –corroborado desde otros

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ámbitos institucionales- no hace más que reforzar la necesidad de un abordaje sistémico a nivel del área metropolitana.

• Casi la mitad de los niños y niñas tenían entre 12 y 15 años, tendencia que se mantiene a lo largo de los años.

• Cada 3 varones que asistieron a la institución, concurrió una mujer. Esta proporción se ha ido incrementando en los últimos años.

• Atravesar la situación de calle constituye una alternativa menos probable para las nenas que para los varones; su menor presencia en el espacio callejero así lo denota. La estructura social de género está presente en todo el análisis de la investigación, revelando evidentes diferencias en cuanto a la experiencia y sobrevivencia en la calle según se trate de varones o mujeres, demostrando que la misma se articula como una trayectoria típicamente masculina. Aunque la presencia de niñas y adolescentes en la calle es cada vez mayor, a la hora de tomar la decisión de salir de sus hogares hacia la calle, las chicas evalúan seriamente los “costos” que pueden traerles aparejados. Muchas optan por permanecer en el ámbito doméstico, aún cuando ello suponga escenarios de violencia, conflicto y hasta de abuso o incesto. La vida callejera implica trayectorias peligrosas y de padecimientos extremos tanto para varones como para mujeres que impiden establecer una jerarquía de “riesgos”, pero la perspectiva o probabilidad de tener que soportar violencias, violaciones y abusos, sin duda es mayor para ellas. Para aquéllas que transitan una experiencia de vida en la calle, es común la necesidad de “masculinizarse” con el fin de autoprotegerse.

• La impronta que sobre ellas ejerce el hogar se manifiesta también en su menor y más tardía salida, preservando un vínculo con la familia más asiduo que los varones, aunque la violencia o los abusos sexuales constituyan los motivos principales que las empujaran a tal decisión.

• Los motivos que esgrimen los 1666 niños y niñas entrevistados para haber tomado la decisión de irse de sus hogares familiares son variados y a veces, contradictorios. Muchas veces cuesta diferenciar las “verdaderas” causales ya que los desencadenantes suelen ser intempestivos y abrumadores confundiendo u ocultando las historias previas. Por ello incluimos categorías que brindan un pantallazo sobre la variabilidad y complejidad a la hora de implementar acciones puntuales. Así, las razones que llevaron tanto a las nenas como a los varones a irse de sus hogares se concentran fundamentalmente en situaciones de violencia - que incluyen golpes, abuso /acoso sexual- (42%) y motivaciones de índole económica –falta de dinero, desempleo de los padres, hacinamiento- (31%). Las conflictivas familiares -discusiones, amenazas, separación de los padres, adopciones ocultadas- (24%) también son mencionadas como unos de los principales desencadenantes de la situación de calle. El aburrimiento en sus casas (10%), el no tener qué hacer o por el contrario el exceso de tareas domésticas también suelen desatar ansias de “libertad” o “aventura” y la

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salida a la calle se convierte en un recurso utilizado tanto por los chicos como por las chicas.

• Es destacable que la mayor parte de los chicos/as que deambulan y/o viven y/o trabajan en las calles de la Ciudad de Buenos Aires regresan a sus hogares en un lapso menor a un mes (71%), concentrándose la mayoría en la categoría “menos de una semana”, aún cuando la causa de abandono del hogar haya sido prioritariamente la violencia o conflictivas familiares.

• La relación frecuente con sus familiares se mantiene aún entre aquellos niños, niñas y adolescentes que están en situación de calle desde hace varios años. Esto, por un lado, demuestra que estos chicos no deberían ser tratados como “chicos abandonados” o “sin familia”. Y por otro lado, las visitas, los vínculos referenciales no totalmente quebrantados en general, dan pie para idear estrategias y políticas vinculadas al ámbito familiar y comunitario.

• Aunque la distancia entre el centro y los barrios de donde proceden llegan a dificultar las visitas que hacen a sus hogares, esto no se traduce en impedimentos de peso. Aunque sí se resaltan los encuentros familiares más fluidos entre los chicos y chicas que proceden del primero y segundo cordón del conurbano bonaerense que entre quienes tienen su hogar familiar en el tercero, en el resto de la provincia de Buenos Aires o en el interior del país.

• Otro dato que alude a la necesidad de mantener los vínculos con el ámbito familiar, se refiere a la cantidad de hermanos en calle que tiene cada niño o niña que está en esa situación. Cuatro de cada diez chicos/as que tienen hermanos/as reveló que alguno/s de ellos también están en situación de calle (y de ellos, el 65% tiene uno y el 35% entre dos y más en idéntica situación). En estos casos mencionan que la difícil situación económica vivida en el hogar es el principal factor que los llevó a irse hacia la calle. Vale la pena recordar en este sentido, que la cantidad de miembros de los hogares de donde provienen estos chicos/as (7 miembros) casi duplica al tamaño medio de los hogares pobres (debajo de la línea de pobreza) de Capital y del Gran Buenos Aires.

• Aunque las condiciones de no empleo tienden a bajar levemente en los últimos años, encontramos que en 2003 el 34% de los padres y padrastros y el 70% de las madres de estos niños y niñas estaban sin empleo.

• La situación laboral afecta de diferente manera según quién sea el miembro del hogar que esté sin trabajo:

1. Si es el padrastro, vimos que el 62% de los chicos/as padece situaciones de violencia que los empujan a la calle.

2. Cuando es el padre quien se encuentra sin actividad remunerada y por ende permanece en el hogar, las situaciones de violencia (48%) se equiparan a la situación económica como motivos para irse de la casa (47%)

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3. En los casos en que la madre se encuentra sin trabajo fuera del hogar predominan la mención de la violencia y de dificultades económicas en proporciones similares (40 y 42% respectivamente) como desencadenantes de la salida del ámbito familiar

• Permanecer (y sobrevivir) en la calle requiere de estrategias adaptativas que son ensayadas por los niños y niñas con éxito variable: en algunos casos la calle se convierte en un ámbito de padecimientos insoportables, mientras que en otros les permite encontrar cierta cuota de respuesta a sus vacíos.

• Nuestro análisis no se limitó sólo a indagar los motivos por los cuales se van de sus hogares, sino entender “por qué se quedan” en la calle. Los amigos, los noviazgos en calle, la “libertad” sin ataduras, el trabajo o el robo, la ruptura o desaparición de los vínculos familiares, el consumo de drogas, el ejercicio de la prostitución pueden aferrar sus vidas a este ámbito. Y aunque reconozcamos (y los chicos mencionen) razones válidas o “explicaciones” para quedarse en la calle, ello no quita que la misma se convierta también en fuente de peligros o padecimientos

• La sobrevivencia en la calle no implica necesariamente para esta población la realización de tareas laborales y aún muchas de las que realizan, no son consideradas por ellos como “trabajo”. Según los datos que se desprenden de nuestra investigación, 4 de cada 10 chicos/as estaban realizando alguna actividad laboral al momento de la entrevista. Muchas de sus prácticas callejeras se articulan alrededor de lo que denominamos “actividades de subsistencia” que, aunque les permiten obtener recursos materiales (en dinero o especie) para sí mismos, sus familias, pares o adultos referentes, incluyen también actividades azarosas (mendicidad no planificada), o lindantes con la ilicitud y el robo.

• Las “peores formas” de trabajo infantil como la venta de drogas, robos organizados, prostitución, pornografía les generan recursos económicos, pero la incorporación a sus redes de explotación comercial y/o sexual implica generalmente el alejamiento de los recorridos habituales que realizan los demás niños, niñas y adolescentes en situación de calle, evitando concurrir a espacios institucionales.

• No es menor la importancia que inviste el tema de la edad en cuanto a la consideración del “trabajo infantil” y el “trabajo juvenil”. En ese sentido, no todas las actividades laborales están teñidas por la explotación, la peligrosidad y la indignidad, por lo que sería útil imaginar acciones conjuntas de capacitación laboral y educación para apuntalar la decisión de llevar adelante un proyecto diferente y superador de la vida callejera.

• Los chicos y chicas que están en la calle “omiten” u “ocultan” mencionar las actividades ilícitas y/o vinculadas al delito. Entre quienes admiten realizar actividades de subsistencia en el ámbito callejero, 7 de cada 10 efectúan tareas con cierto nivel de organización y ordenamiento: abrir

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puertas de taxis (28%); venta ambulante (13%); changas variadas (11%); venta de estampitas (8%), ayudantes en comercios y servicios (6,5%) y oficios (5,1%). La mendicidad no planificada o azarosa como pedir monedas en la calle o en las estaciones de subte o ferrocarril alcanza un 16% del total. La mayoría de estas actividades nunca se desarrollan de manera continua sino simultánea y ocasionalmente.

• Estas ocupaciones varían según la edad: las estrategias que despliegan los más chicos para obtener ingresos económicos están relacionados con abrir puertas de taxi, pedir monedas, vender estampitas y diversos productos en forma ambulante.

• Encontramos algunas diferencias en cuanto al sexo: las nenas suelen mendigar más que los varones y a medida que crecen mantienen esta tarea, activada aún más cuando son mayores y están acompañadas por sus bebés.

• Los varones señalan mendigar menos a medida que crecen en edad, aunque según nuestra experiencia, esta actividad adquiere nuevas formas combinadas en la calle entre la dádiva, el “apriete”, el “descuidismo” y el delito mismo.

• Los oficios y la ayuda en comercios o servicios –según nuestros datos- son mayoritariamente ejercidos por varones y van cobrando relevancia a medida que aumentan su edad.

• Tanto abrir puertas de taxi como la venta ambulante son dos actividades que han disminuido notoriamente en los últimos años. La competencia con los adultos que también practican el “rebusque” callejero han desplazado a los niños y niñas de estas tareas. Como consecuencia de la exacerbación de la crisis socioeconómica, aumentaron en la calle el cartoneo, los limpiavidrios y la mendicidad en sus distintas variantes.

• Uno de los estereotipos más difundidos es el que lleva a asociar el chico/a que está en la calle con el “pibe chorro”. Sin embargo, a pesar que el 73% de los chicos/as que asistieron al CAINA entre los años 1991 y 2003, había tenido alguna causa judicial, la mayoría de éstos (60%) tenía sólo causas asistenciales. Una vez abiertas, dichas causas llevan a que estos chicos y chicas sean encerrados tanto en comisarías como en institutos de menores.

• Las continuas institucionalizaciones de las que son objeto, no siempre implican privación de la libertad aunque el ejercicio de esta última, para esta población, se ve restringida por “controles sociales” a través de la demostración, que deben realizar, de buenas prácticas familiares y de intenciones de modificar conductas consideradas reprochables.

• La criminalización de la pobreza manifiesta su origen en la “marca” que se registra a partir de la apertura de causas tutelares o asistenciales, que desencadenan estigmatizaciones y proyectan en los chicos y chicas un

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destino delictuoso ineludible o lo que se conoce como “profecía autocumplida”. Entre quienes tienen más de 18 años, el 83% ha ingresado alguna vez a comisarías, casi las dos terceras partes a institutos y las tres cuartas partes registra causas judiciales abiertas.

• Entre quienes tienen menos de 12 años, 4 de cada 10 chicos y chicas ya han ingresado alguna vez a un instituto, mientras que más del 50% ya tienen causas judiciales iniciadas e ingresos a comisarías.

• La judicialización no presenta diferencias por sexo, aunque sí en cuanto a tipo de causa, destacándose las asistenciales para las mujeres. Esto termina perjudicándolas, ya que en nombre de la “protección” y el cuidado de la vulnerabilidad de las nenas y adolescentes en situación de calle, se propone el encierro como respuesta predilecta a las situaciones de abandono o “riesgo” a las que estarían expuestas, victimizándolas más que a los varones.

• Las sucesivas crisis socioeconómicas y el consecuente desempleo y pobreza, la carencia de políticas universales dirigidas hacia las familias y la infancia en general, ha determinado un accionar interrumpido, segmentado y enfocado hacia las cuestiones más urgentes y visibles que se evidencian muchas veces en el ámbito de la “seguridad” y la penalización. La figura predominante de nuestros países ha sido la de asociar el “chico de la calle” con el peligroso y el delincuente. Estigmatizar a los chicos y chicas que están en la calle implica –entre otras cosas- negarles la posibilidad de vivenciar, incluso a veces desde el propio espacio callejero, un camino diferente que rechace las significaciones que la sociedad les atribuye de manera escandalosa.

• El escenario callejero otorga al sistema judicial un ámbito propicio para la sospecha, marcación, judicialización, segregación y posterior criminalización. La infancia callejera es convertida en peligrosa sobre todo en momentos de exacerbación de la polarización en la distribución de ingresos y activos, ya que se exigen medidas punitivas que se efectivizan en la práctica, casi indistintamente, en instituciones cerradas de seguridad, terapéuticas o socio-educativas. El Estado de derecho requiere más políticas sociales, económicas y culturales y menores atribuciones penales.

• De los 1666 chicos y chicas entrevistados en el CAINA entre 1991 y fines de 2003, sólo el 3% de quienes tenían más de 5 años no habían concurrido jamás a la escuela. Aunque la cobertura de la educación básica se ha incrementado en los últimos años y la escuela –de muchas maneras- está presente, los niveles de incremento de la pobreza dificultan notoriamente la permanencia de la población infantil más pobre en los espacios escolares. Seis de cada diez chicos/as no habían completado el ciclo primario; 4 de cada 10 completaron el antiguo ciclo primario de 7 años y 9 de cada 10 no llegaron a finalizar la EGB.

Al momento de la entrevista, el 88% de los chicos/as en situación de calle, habían dejado de asistir a la escuela. Y los que continuaban, lo

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hacían en forma intermitente, con una trayectoria escolar complicada, definida como “de baja intensidad”.

• Las mujeres, suelen estar más años en la escuela que los varones y acceder a mayores niveles educativos, pudiendo relacionar este dato con su salida más tardía hacia la calle que los varones.

• En algunas ocasiones, las actividades de subsistencia realizadas por los chicos/as o adolescentes no resultan inconciliables con la asistencia a la escuela. El aporte obtenido por sus actividades suele resultar indispensable, justamente, para que no abandonen el ámbito escolar. Aunque la permanencia en el espacio callejero supone el alejamiento o la irregularidad en cuanto a la concurrencia, las modalidades que vienen adoptando muchas escuelas en cuanto a la permisividad y “tolerancia” posibilitan la no ruptura o clausura con ese ámbito. Que la asistencia a la escuela esté irremediablemente asociada a la permanencia en el hogar, debiera permitir el despliegue de propuestas políticas de erradicación del trabajo infantil de manera equilibrada, prudente y racional. No es suficiente una beca de estudio de bajo monto en un contexto familiar de amplias necesidades insatisfechas. Se hace indispensable reconsiderar la diversidad de situaciones que se plantean, tanto desde el ámbito familiar/comunitario, como el callejero, para configurar una verdadera red que incluya estos espacios y no operar exclusivamente sobre los efectos más visibles y parciales de la cuestión.

• La mayoría de los chicos y chicas que están en la calle sólo accede al sistema de salud cuando las dolencias son graves o el dolor se les hace insoportable.

• La carencia del documento de identidad, la ausencia de un “adulto responsable” o referente familiar, el temor a ser denunciados policial o judicialmente pueden convertirse en verdaderos obstáculos e impedir su atención en salud.

• Las patologías que se presentan más frecuentemente en el ámbito callejero están vinculadas con las condiciones de vida, con el dormir entre cartones o frazadas, con las complicaciones para su higiene, que les ocasionan enfermedades en la piel y el tejido subcutáneo como impétigo, pediculosis, escabiosis, dermatitis, micosis e hiperqueratosis en las plantas de pie.

• Como consecuencia de riñas y accidentes que sufren en la calle manifiestan traumatismos diversos, cortaduras, quemaduras, fracturas, esguinces, algunos de los cuales requieren de internación hospitalaria, con las dificultades que esta decisión conlleva.

• Los problemas odontológicos y las patologías respiratorias (gripes, faringitis, broncopatías, neumonías, asma) también son frecuentes. No hay

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diferencias significativas entre las consultas en salud que realizan los varones con respecto a las mujeres.

• Las situaciones asociadas al embarazo, parto y puerperio, así como la posterior atención de sus bebés, involucran a las adolescentes en una relación de mayor adhesión con el sistema sanitario, si son acompañadas y estimuladas en el cuidado de su salud.

• La maternidad en la adolescencia no constituye en sí misma una situación “de riesgo”. Sin embargo al asociar la variable edad con la posible “incapacidad” y la sobrevivencia callejera, se refuerza la significación negativa. A partir de la experiencia con estas madres, hemos podido observar que el embarazo puede llegar a constituirse en una oportunidad que les posibilita la salida o el alejamiento de su situación de calle enmarcado en un proyecto de vida diferente, el abandono de prácticas de consumo perjudiciales para su salud y el inicio del cuidado propio y de su bebé.

• En cuanto al consumo de drogas, podemos decir que el 71% de los chicos/as que asistieron al CAINA en el período mencionado, reconoció consumir o haber consumido alguna sustancia.

• El ámbito callejero se presenta como propicio para el acceso y consumo de drogas. El consumo forma parte del proceso de construcción de una identidad colectiva, de socialización y de integración al grupo. Pero el mismo tiene más que ver con la conducta social que con personalidades tóxico-dependientes. De hecho, una vez alejados de la calle suelen suspender el consumo. A lo largo de los años, no hemos vislumbrado entre los chicos y chicas que están en la calle un número de adictos que difiera del de cualquier otro grupo social. (Es cierto que la investigación abarca hasta 2003 y la difusión del “paco” en esos momentos era de reciente data).

• A medida que crecen y que más tiempo permanecen en situación de calle, los niños y adolescentes de ambos sexos, consumen más drogas y más combinaciones realizan

• El policonsumo es casi una constante: los chicos y chicas reconocían usar por lo menos dos sustancias de manera alternada o simultánea. Además de las funciones de socialización que éstas cumplen, muchos chicos/as tienen una clara noción sobre los efectos (aún los nocivos) que las distintas drogas generan en ellos y las utilizan según el estado que imaginariamente pretendan alcanzar.

• La supuesta “elección” de una droga de preferencia está supeditada al poder adquisitivo, la accesibilidad, la facilidad de manipulación y los requerimientos de la ritualidad grupal, así como los vaivenes y circuitos coyunturales del mercado ilegal. En el período que abarca nuestra investigación, encontramos que el 79% de los chicos/as consumía

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marihuana y el 55% pegamento, 33% cocaína y a partir de 1999, pasta base (17%)

• En cuanto al sexo, las chicas consumen sustancias en la misma proporción que los varones, aunque más pegamento y medicamentos que ellos. A medida que crecen, tanto en varones como en mujeres se incrementa el consumo de marihuana, cocaína y pasta base.

• Las modalidades del consumo responden a prácticas sociales que admiten múltiples dimensiones. Así, resultan ineficaces las acciones y las políticas sustentadas en definiciones parciales y sesgadas, como el delito o la enfermedad. Es importante recordar que el momento de la desintoxicación es también el momento del aislamiento y la ruptura con el medio callejero: las situaciones que se crean a partir de la separación del grupo de referencia y del contexto social, demandan tal exigencia desde los propios chicos/as que, muchas veces terminan imposibilitando la cura o, en todo caso, la disminución del consumo. Tanto el abordaje como el tratamiento requieren la atención de episodios agudos así como del acompañamiento y la reinserción en ámbitos referenciales confiables.

• Una situación similar se plantea con muchas de las instituciones alternativas temporarias, en caso de que el niño, niña o adolescente que está en la calle no pudiera volver de inmediato a su hogar familiar. Muchas veces las exigencias que se les plantean son de tal magnitud que, además de no adecuarse a los procesos singulares que vive cada niño/a, no se reconoce que a la calle no fue “de una vez y para siempre” y que, por lo tanto, el salir de ella requiere de ciertas flexibilidades como el permitirle irse y volver a entrar de la institución en diferentes momentos, respetando etapas y procesos. Las estrategias superadoras de la vida callejera debieran desarrollarse desde la cotidianeidad institucional, en forma complementaria con las otras acciones educativas, recreativas, lúdicas y en la medida de lo posible acompañada de procesos de revinculación familiar.

• Si intentamos delinear una aproximación a un perfil de las niñas, niños y adolescentes en situación de calle de la Ciudad de Buenos Aires y que concurren mayoritariamente al CAINA, a partir de un universo cuantitativamente significativo y que recorre un período de más de una década, podríamos señalar algunas tendencias que se consolidan con el tiempo: cada vez hay más niñas (mujeres) en la calle; más chicos y chicas provenientes del Gran Buenos Aires en desmedro de la Capital; en su casi totalidad son argentinos y la poquísima población infantil y juvenil extranjera proviene de países limítrofes (menos Chile y Bolivia) y a pesar de estar en la calle, continúan manteniendo el vínculo con sus familias de origen. Estas niñas y niños entrevistados no son tan diferentes del resto de los sectores populares, de sus vecinos del conurbano bonaerense. Es verdad que las familias de donde proviene la mayoría de los chicos/as entrevistados en el CAINA son más numerosas que el promedio de las familias pobres del conurbano bonaerense y

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que dejan de asistir a la escuela antes que el resto. Sin embargo, no llegan a constituir aglutinamientos sociales “específicos”, ni categorías ni modalidades que permitan concentrar acciones o propuestas específicas para esos grupos familiares, ya que no padecen exclusiones diferentes a las de sus vecinos. Queremos decir con esto, que tal “problemática” excede la delimitación de un campo, que son más las similitudes con el resto de los sectores populares que las particularidades halladas.

• La falta de recursos, trabajo, vivienda, que afectan a amplias franjas de los sectores populares y a las familias de los chicos/as en situación de calle en particular, se constituye en la práctica cotidiana con esta población en un serio obstáculo, poniendo de manifiesto que el acompañamiento integral que se intenta realizar con los/las jóvenes –desde un dispositivo estatal- encuentra importantes limitaciones en un contexto de escasez de políticas públicas universales que contemplen a la totalidad de niños, niñas y adolescentes y de superposición de programas focalizados inconexos y desarticulados entre sí, que tienden a brindar respuestas parciales, fragmentadas, asistencialistas, acotadas en el tiempo, sin fondos públicos permanentes y sujetas a los vaivenes políticos. Una propuesta tan “simple” como “volver a la escuela y a la familia” se transforma para estos chicos y chicas en una quimera difícil de alcanzar por las limitaciones y obstáculos que rodean esa “vuelta”.

• Es imperioso, por lo tanto, generar políticas universales y una más justa y equitativa redistribución del ingreso tendientes a promover una solución estructural a la situación de extrema pobreza que atraviesan miles de niños, niñas y adolescentes y sus familias, promoviendo su inclusión y permanencia en sus comunidades de origen y garantizando el cumplimiento de derechos básicos (salud, educación, trabajo, alimentación).

• También es necesario no fragmentar la atención basándose en problemáticas colaterales que suelen aparecer asociadas a la situación de calle como el trabajo infantil, la explotación sexual, la drogadicción, etc., sino proyectar hacia el abordaje transversal de la temática y a la articulación entre las distintas áreas políticas y disciplinarias: económicas, laborales, de derechos humanos y sociales, salud, educación y cultura del Gobierno de la Ciudad y de la provincia de Buenos Aires.

• Los diferentes perfiles de niñas y niños en calle abarcan dimensiones como la edad, que estén acompañados por sus padres u otros referentes adultos, con pares en “ranchadas” o solos; las motivaciones que los llevaron a irse de sus hogares; la posibilidad o no de contención o respaldo familiar; tiempo de permanencia en la calle; modos de subsistencia… Se pueden establecer así singularidades al momento de plantear políticas sociales destinadas a esta población. Las respuestas cortoplacistas y masivas por sí solas, sin acompañamiento profesional con conocimiento en la temática, suelen conducir a interminables recorridos donde el circuito casa-calle-

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institucionalización no se detiene, provocando reiteraciones y destinos anunciados.

• Con frecuencia resulta erróneo suponer que cuanto más tiempo haya permanecido en calle, más difícil será la vuelta al hogar o a alguna institución de manera temporaria. Muchas veces el hartazgo que acompaña a algunos adolescentes con largo tiempo en calle, plantea una búsqueda y una oportunidad para salir de ella. Un verdadero modelo de intervención integral debe llevar adelante un proceso combinado entre el fortalecimiento del vínculo familiar junto a las redes barriales y la consideración de las singularidades de cada niño/a, sus tiempos, sus temores, deseos….

• Las modalidades y dimensiones de “núcleos duros” de chicos y chicas ya “cronificados” o con mucho tiempo en calle, con vínculos familiares y comunitarios rotos, –que muy probablemente (la experiencia en otros países de la región así lo indican) persistirán en los espacios urbanos- requieren de respuestas simultáneas y diversificadas que incluyan la implementación de proyectos creativos, sustentables y superadores de la vida en la calle, que generen autonomía y no propongan recursos tutelares o clientelares tanto para los chicos y chicas como para sus grupos familiares.

• La calle proporciona muchas más cosas que suciedad, miseria, enfermedad, violencia y exclusión. Depositar el énfasis exclusivamente en estos aspectos conduce a diagnósticos apresurados y erróneos. Señalamos en la investigación que en la calle también hay placer, por lo cual “competir” con lo que ella brinda es bastante problemático y hasta “desigual”. Hay que considerar la difícil cotidianeidad de los barrios de origen de estos chicos/as, la escasez de recursos materiales, simbólicos e institucionales y las respuestas que la calle ofrece. La ruptura de redes comunitarias, la limitada oferta de instituciones públicas y específicas para niños, niñas y adolescentes, las escuelas que no logran contener, los obstáculos en el acceso a la salud y la falta de articulación formal entre todos los sectores se revelan insuficientes a la hora de incluir a estos niños/as y sus grupos familiares.

• Desde las propias políticas sociales se insinúa una tenue y complicada tensión entre: responder desde la calle o desde espacios institucionales a sus necesidades básicas; promover sus expresiones lúdicas, recreativas, educativas y culturales y resistirse a que se conviertan en “consumidores de servicios” donde se corre el riesgo de fraccionar su identidad social y colaborar en el arraigo de la vida callejera sin perspectiva de cambio. La ilusión de encontrar en la calle libertad, ausencia de normas y reglas parentales, el placer, las drogas, el encuentro con pares, la diversión, el reconocimiento identitario, se reactivan decididamente cuando se trata de considerar el alejamiento de la calle.

• En este sentido, si durante muchos años la diferenciación entre chicos “de” y “en” la calle, atravesó tanto los diagnósticos como las políticas, en la

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actualidad se han achicado notoriamente las supuestas diferencias con el resto de las niñas/os y adolescentes de sectores populares o empobrecidos. Esta comprobación tiende a revalorizar tanto las acciones que tiendan a disminuir el peligro de vida en la calle como a desplegar propuestas cuyo objetivo apunte a una verdadera inclusión social, para los niños y sus familias.

• Reconocemos que en éste como en otros “problemas” sociales no hay soluciones mágicas. Los datos que obtuvimos a lo largo de más de una década nos permitieron trascender el sentido común y desconfiar de lo visible y “molesta” que resulta la presencia de niños, niñas y adolescentes en el espacio público. La “realidad” que pudimos construir difiere del sentido común estigmatizante y culposo que definitivamente no colabora en el diseño de políticas públicas. Muy poco se habla del mundo adulto que se esconde tras de estos chicos/as, que no sólo permiten y naturalizan situaciones degradantes, sino que también se benefician con su existencia. (nos referimos por ejemplo al ferretero o al comerciante que les vende sustancias o medicamentos para consumir, al taxista, al proxeneta, al policía…)

• Más que la pobreza en sí, destacamos que la violencia estructural descubre el abismo entre potencialidades y la dura realidad que le “toca” padecer a una parte de la infancia y adolescencia privada de sus derechos y obligándola a vivir un ciclo “diferente” en la calle.

• Muchas veces desde el imaginario social –y aún desde algunas propuestas políticas- se piensa que el proceso de salida de un niño o niña de la calle consiste en “colocarlos” nuevamente en sus hogares o en instituciones que suplanten las carencias que venían sufriendo. La experiencia suele demostrar que el proceso es bastante más complejo que el mero suplir necesidades, acentuado por las dificultades psicológicas que operaron durante las separaciones y reencuentros familiares, además de las singularidades que se presentan en estos ámbitos.

• Si consideramos los perfiles sociodemográficos singulares, familiares y sociales hallados, así como las motivaciones que se vienen desplegando para empujar a los chicos y chicas a irse de sus hogares, las condiciones materiales y simbólicas de los barrios de donde provienen, las dificultades, las expectativas, las potencialidades, podríamos establecer algunas orientaciones que permitirían guiar los abordajes hacia esta población.

Ya que la mitad de los chicos y chicas que viven y/o trabajan y/o deambulan en las calles de la ciudad de Buenos Aires tienen entre 12 y 15 años y provienen en un altísimo porcentaje del conurbano bonaerense, especialmente del 2º y 3º Cordón y las motivaciones que los llevan a irse de sus hogares están centradas tanto en las escenas de violencia intrafamiliar como en las angustiantes situaciones socio-económicas que padecen, donde el no empleo o la pobreza e indigencia son casi constantes, es que consideramos:

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Generar empleo decente en los hogares familiares de donde provienen los niños y niñas que están en situación de calle, ya que el núcleo duro está dado por la carencia de trabajo más que de ingresos.

Promover un ingreso universal por hijo en todos los hogares que garantice sus derechos.

Las acciones preventivas debieran subrayarse en las zonas de vulnerabilidad detectadas, o sea en el 2º y 3º cordón del conurbano con centros de atención integral a los grupos familiares, con servicios interdisciplinarios que aborden las distintas manifestaciones de la violencia que se expresa en los hogares.

Intentar romper el frecuente circuito “maldito” de padrastro sin trabajo, con presencia constante en el hogar, violento, que abusa o maltrata prioritariamente a las niñas.

El análisis de los lugares de procedencia de las niñas y niños que están en situación de calle permiten delinear un mapeo territorial no sólo por zonas, sino aún por barrios donde específicamente se presentan los mayores déficits de estructuras básicas, sanitarias y educativas.

Finalmente, más allá de reconocer el carácter local y urbano de esta población infanto juvenil, el Estado a través de la implementación de políticas públicas se constituye más que nunca en el espacio “natural” para la resolución de situaciones de profunda inequidad y exclusión social como las que hemos descrito.

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