Siria, medio oriente y el mundo. por mariela cuadro

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Siria, Medio Oriente y el mundo. Por Mariela Cuadro Suele exigirse a quien se dedica al estudio de las RRII que otorgue respuestas y dé soluciones a los desafíos que propone la “realidad”. Con bastante menor frecuencia, en cambio, se le pide que formule preguntas. Ante los sucesos en Siria no existen respuestas fáciles. Y, curiosamente, la intervención militar en nombre de la defensa de los DDHH se ha convertido en una de éstas. En efecto, la mayor parte de los especialistas, acompañados por la amplísima mayoría de los medios de comunicación, la apoyan, si no directamente, sí de modo indirecto. Entre estos últimos parece pertinente resaltar el caso de Al-Jazeera en su versión en inglés. Su política editorial ha experimentado un giro radical en los últimos años que se graficó en el apoyo a la intervención militar por parte de la OTAN en Libia en el año 2011 y en su cobertura tendenciosa hacia una política del mismo tipo, esta vez en Siria. El análisis debe descartar cualquier lectura que vaya en la dirección de pensar este giro como una evolución en términos de bondad del medio. En efecto, haciendo un seguimiento de su cobertura de la “Primavera árabe”, es posible notar un desbalance en la atención prestada al conflicto en Siria, por un lado, y a aquél en Bahréin y Yemen, por otro, por poner sólo unos ejemplos. La atención de Al-Jazeera inglés se centró casi exclusivamente en la cuestión siria una vez “finalizado” el conflicto en Libia con el asesinato del ex presidente Muammar Gaddafi. A partir de entonces, otros acontecimientos, también importantes y también ligados a las revueltas árabes, como la intervención de las tropas del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG 1 ) en Bahréin o las revueltas que allí o en Yemen se despliegan, apenas si fueron cubiertos. Al igual que en Siria, tanto en Bahréin como en este último país, el conflicto está lejos de haberse solucionado y pueden contarse en ambos países una importante cantidad de muertos y violaciones a los DDHH políticos de todo tipo. Como se decía más arriba, la ligereza con la que se encaran las intervenciones militares en países del hemisferio sur ha habilitado el terreno para que la discusión en torno del conflicto en Siria pase por el eje intervención/no intervención, en lugar de dedicar esa energía a la búsqueda de una salida negociada. Este resquemor a la apuesta al diálogo entre las fuerzas internas que se baten en el país árabe está basado en el hecho de que el conflicto ha sido desde un comienzo internacionalizado. Por un lado, porque no se pueden despegar los acontecimientos en Siria de las revueltas populares que desde fines del año 2010 tienen lugar en los países árabes. Por otro lado, 1 Arabia Saudita, E.A.U., Omán, Kuwait, Bahréin y Qatar –este último sede de Al-Jazzera-

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Suele exigirse a quien se dedica al estudio de las RRII que otorgue respuestas y dé soluciones a los desafíos que propone la “realidad”. Con bastante menor frecuencia, en cambio, se le pide que formule preguntas. Ante los sucesos en Siria no existen respuestas fáciles. Y, curiosamente, la intervención militar en nombre de la defensa de los DDHH se ha convertido en una de éstas. En efecto, la mayor parte de los especialistas, acompañados por la amplísima mayoría de los medios de comunicación, la apoyan, si no directamente, sí de modo indirecto. de comunicación, la apoyan, si no directamente, sí de modo indirecto. Entre estos últimos parece pertinente resaltar el caso de Al-Jazeera en su versión en inglés. Su política editorial ha experimentado un giro radical en los últimos años que se graficó en el apoyo a la intervención militar por parte de la OTAN en Libia en el año 2011 y en su cobertura tendenciosa hacia una política del mismo tipo, esta vez en Siria. El análisis debe descartar cualquier lectura que vaya en la dirección de pensar este giro como una evolución en términos de bondad del medio. En efecto, haciendo un seguimiento de su cobertura de la “Primavera árabe”, es posible notar un desbalance en la atención prestada al conflicto en Siria, por un lado, y a aquél en Bahréin y Yemen, por otro, por poner sólo unos ejemplos. La atención de Al-Jazeera inglés se centró casi exclusivamente en la cuestión siria una vez “finalizado” el conflicto en Libia con el asesinato del ex presidente Muammar Gaddafi. A partir de entonces, otros acontecimientos, también importantes y también ligados a las revueltas árabes, como la intervención de las tropas del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG ) en Bahréin o las revueltas que allí o en Yemen se despliegan, apenas si fueron cubiertos. Al igual que en Siria, tanto en Bahréin como en este último país, el conflicto está lejos de haberse solucionado y pueden contarse en ambos países una importante cantidad de muertos y violaciones a los DDHH políticos de todo tipo. Como se decía más arriba, la ligereza con la que se encaran las intervenciones militares en países del hemisferio sur ha habilitado el terreno para que la discusión en torno del conflicto en Siria pase por el eje intervención/no intervención, en lugar de dedicar esa energía a la búsqueda de una salida negociada. Este resquemor a la apuesta al diálogo entre las fuerzas internas que se baten en el país árabe está basado en el hecho de que el conflicto ha sido desde un comienzo internacionalizado. Por un lado, porque no se pueden despegar los acontecimientos en Siria de las revueltas populares que desde fines del año 2010 tienen lugar en los países árabes. Por otro lado, porque al ser Siria un aliado fundamental de Irán, en el conflicto han intervenido abierta o solapadamente: Israel, los países de la península arábiga (sobre todo, Arabia Saudita y Qatar), las potencias

Transcript of Siria, medio oriente y el mundo. por mariela cuadro

Siria, Medio Oriente y el mundo.

Por Mariela Cuadro

Suele exigirse a quien se dedica al estudio de las RRII que otorgue respuestas y dé soluciones a

los desafíos que propone la “realidad”. Con bastante menor frecuencia, en cambio, se le pide que

formule preguntas. Ante los sucesos en Siria no existen respuestas fáciles. Y, curiosamente, la

intervención militar en nombre de la defensa de los DDHH se ha convertido en una de éstas. En

efecto, la mayor parte de los especialistas, acompañados por la amplísima mayoría de los medios

de comunicación, la apoyan, si no directamente, sí de modo indirecto.

Entre estos últimos parece pertinente resaltar el caso de Al-Jazeera en su versión en inglés. Su

política editorial ha experimentado un giro radical en los últimos años que se graficó en el apoyo

a la intervención militar por parte de la OTAN en Libia en el año 2011 y en su cobertura

tendenciosa hacia una política del mismo tipo, esta vez en Siria. El análisis debe descartar

cualquier lectura que vaya en la dirección de pensar este giro como una evolución en términos de

bondad del medio. En efecto, haciendo un seguimiento de su cobertura de la “Primavera árabe”,

es posible notar un desbalance en la atención prestada al conflicto en Siria, por un lado, y a aquél

en Bahréin y Yemen, por otro, por poner sólo unos ejemplos. La atención de Al-Jazeera inglés se

centró casi exclusivamente en la cuestión siria una vez “finalizado” el conflicto en Libia con el

asesinato del ex presidente Muammar Gaddafi. A partir de entonces, otros acontecimientos,

también importantes y también ligados a las revueltas árabes, como la intervención de las tropas

del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG1) en Bahréin o las revueltas que allí o en Yemen se

despliegan, apenas si fueron cubiertos. Al igual que en Siria, tanto en Bahréin como en este

último país, el conflicto está lejos de haberse solucionado y pueden contarse en ambos países una

importante cantidad de muertos y violaciones a los DDHH políticos de todo tipo.

Como se decía más arriba, la ligereza con la que se encaran las intervenciones militares en países

del hemisferio sur ha habilitado el terreno para que la discusión en torno del conflicto en Siria

pase por el eje intervención/no intervención, en lugar de dedicar esa energía a la búsqueda de una

salida negociada. Este resquemor a la apuesta al diálogo entre las fuerzas internas que se baten

en el país árabe está basado en el hecho de que el conflicto ha sido desde un comienzo

internacionalizado. Por un lado, porque no se pueden despegar los acontecimientos en Siria de las

revueltas populares que desde fines del año 2010 tienen lugar en los países árabes. Por otro lado,

1 Arabia Saudita, E.A.U., Omán, Kuwait, Bahréin y Qatar –este último sede de Al-Jazzera-

porque al ser Siria un aliado fundamental de Irán, en el conflicto han intervenido abierta o

solapadamente: Israel, los países de la península arábiga (sobre todo, Arabia Saudita y Qatar), las

potencias europeas con mayor peso en la Unión Europea (UE), Estados Unidos, Rusia, China,

Irán y Turquía, por nombrar los actores estatales con mayor protagonismo.

La revuelta en Siria encuentra las mismas explicaciones que los movimientos contestatarios que

desde diciembre del año 2010 hicieron temblar a los gobiernos árabes. Por un lado, el rechazo a

un régimen autoritario con potestad soberana y exclusiva sobre todas las instituciones del Estado

que ha llegado a banalizar la utilización de los más feroces métodos represivos. Por otro lado, la

instauración - alentada por el Occidente septentrional - de ciertas pautas neoliberales en el plano

socio-económico que, entre otras consecuencias, implica una desigualdad creciente potenciada

por el retiro del Estado de los ámbitos más sensibles a nivel social. En este contexto, el aumento

en los precios de los alimentos en un 30% durante junio y diciembre del año pasado, según la

FAO2, no hizo más que agravar la situación. Por último, el fuerte peso demográfico de una

juventud que, dotada de altos niveles de educación formal, no logra insertarse a nivel laboral3,

pero tampoco en el estrecho ámbito político.

Las respuestas de los distintos gobiernos y las relaciones de los distintos países con ellos hicieron

que el desarrollo de los sucesos tomara rasgos singulares:

- En Túnez, el proceso democrático se despliega sin demasiadas dificultades, resultando

victorioso el partido islámico Al-Nahda, luego de las manifestaciones que tuvieron lugar entre

diciembre 2010 y enero 2011 y que el ex Presidente derrocado, Ben Ali, se refugiara en Arabia

Saudita con el permiso de la Casa de Saúd.

- En Libia, las fuerzas de la OTAN y los “rebeldes” asesinaron al ex Presidente Muammar al-

Gaddafi. A partir de entonces, la mayoría de los medios de comunicación internacionales que

habían apoyado la intervención militar, dejaron de informar. Según pudimos conocer, la situación

es cuanto menos desordenada, no pudiendo el Consejo Nacional de Transición4 centralizar el

poder y desarmar a las milicias armadas por esa misma entidad y por la OTAN. Los distintos

grupos que ejercen el poder en distintas zonas geográficas del país han sido denunciados por

organizaciones defensoras de los DDHH.

2 http//:www.fao.org/worldfoodsituation/wfs-home/foodpricesindex/en 3 Ésta también es una consecuencia del achicamiento del Estado que fuera el que, con anterioridad al neoliberalismo, absorbiera a la masa de profesionales.4 Entidad reconocida como gobierno libio por la mayoría de los países del mundo, con las excepciones notables de Bolivia, Cuba, Ecuador y Venezuela, entre otros.

- Luego de un año de enfrentamientos armados entre defensores y detractores del gobierno del

Presidente Saleh, Yemen ha vivido una suerte de llamado a la participación popular para

refrendar en el poder a su Vice-presidente, Mansur Hadi, quien, de esta manera, se ha convertido

en el nuevo mandatario. De todas formas, Yemen dista de ser un Estado unificado; el país se

encuentra dividido fundamentalmente en tres regiones: norte, centro y sur. En el norte, los

Huthis, tribu shiíta, han aprovechado el conflicto y han incrementado los niveles de autonomía en

su región. Algo parecido puede decirse con respecto al sur, en el que militantes de Al-Qaeda,

grupos autonomistas y fuerzas nacionales y de Estados Unidos, luchan por el control del

territorio. El centro, si bien más controlado por el nuevo gobierno, no está exento de luchas

intertribales. El ex Presidente, luego de retirarse del poder secundado por un plan de pacificación

pergeñado por el CCG, se dirigió a Estados Unidos, según se sostiene, para recibir tratamiento

médico.

- En Egipto, el Consejo de Seguridad de las Fuerzas Armadas (SCAF, por sus siglas en inglés),

luego de sostener que entregaría el poder a civiles en junio del 2011, ahora sostiene que lo hará

en mayo de este año. No sin razón, los sectores que aún permanecen en las calles exigiendo su

inmediata disolución, dudan de esta aseveración. Entre tanto, se desarrollan las elecciones y los

Hermanos Musulmanes, que ocupan la enorme mayoría de los asientos parlamentarios, por

momentos parecen defender al SCAF. Entre tanto, continúa la represión y los juicios militares

contra presos políticos y Estados Unidos continúa enviando a los militares anualmente 1300

millones de dólares en concepto de “ayuda”. A esto se puede sumar que, unas semanas después

de levantada la Ley de Emergencia, un partido de fútbol deja casi un centenar de muertos como

resultado de la no injerencia de las fuerzas de seguridad, enviando el mensaje de que sin esa

poderosa arma en manos de las fuerzas armadas, reina el caos.

- En Bahréin, luego de un impasse generado por la represión llevada a cabo por el CCG, se

multiplican las manifestaciones de una población mayormente shiíta y, por ello, acusada de estar

asociada a Irán, y se multiplican, también, los muertos y las denuncias de violaciones de los

DDHH.

Si hicimos esta reseña apresurada acerca de la situación actual en los países meso-orientales que

atraviesan un proceso de reconfiguración de sus relaciones de poder internas con impacto a nivel

regional, es para situar el conflicto en Siria en un contexto más amplio y, de esta manera, romper

con el aislamiento discursivo que la selectiva cobertura mediática y el selectivo tratamiento por

parte de especialistas en RRII, le imponen. Siria forma parte de todos estos procesos, sin dejar de

tener sus propias especificidades. Rápidamente: las manifestaciones comenzaron el 26 de marzo

del año 2011 en Deraa, provincia sureña, y, dada la respuesta represiva del régimen, se

diseminaron por el resto del territorio. Asimismo, y al aumentar la belicosidad de la respuesta del

gobierno, lo que comenzó como una serie de protestas pacíficas, exigiendo las reformas

prometidas por Al-Assad al llegar al poder en el año 2000, en unos meses dejó de serlo. Los

grupos armados (Ejército Sirio Libre –ESL- y Consejo Militar Revolucionario Supremo) que el

gobierno sirio rotula como “terroristas” y sus enemigos como “luchadores democráticos”, están

formados por sectores que han desertado del ejército, a los que se han sumado civiles y que han

sido armados militar y logísticamente por los países enemigos del gobierno. La oposición siria no

constituye un grupo homogéneo. Entre los distintos grupos armados y los políticos civiles,

nucleados en torno del Consejo Nacional Sirio (CNS) en el exilio, pero también del Movimiento

Nacional para el Cambio que acusa al anterior de ser islamista, existen marcadas diferencias. Si

bien el ESL reconoció al CNS como representante sirio, esta última institución pretende una

subordinación de los militares al ala civil que, de momento, los primeros no están dispuestos a

aceptar. Hay voces que ya han calificado a esta situación, bastante confusa, de guerra civil. A

estos rasgos particulares del conflicto, se agrega la especificidad, quizás de mayor impacto en el

plano internacional, de que el gobierno de Damasco es un histórico aliado regional de Irán.

De allí que sea polémico el hablar de la situación actual en Siria sin tener en cuenta esta

dimensión. Pues ésta explica el grado de intervencionismo que es ejercido por otros países en el

conflicto. Fundamentalmente, se trata de detener a Irán en su vocación nuclear. En este punto, los

intereses de los países noroccidentales, de Israel, de Turquía y de los países de la península

arábiga, se encuentran. Para Estados Unidos y las potencias europeas, la cuestión no es tanto el

“peligro para la humanidad” que pudiera implicar un Irán nuclear, sino más bien el hecho de que

funcionaría como un nuevo balanceador de poder a nivel mundial. Lo mismo puede decirse para

Turquía y los países de la península arábiga, pero esta vez en el plano regional. El enfrentamiento

entre Irán y Arabia Saudita se remonta a 1979, año de la Revolución Islámica y del comienzo de

la lucha por la hegemonía regional entre ambos países. Israel, por su parte, continuando con la

línea de victimización que guía su política exterior, teme por su existencia. En este punto es

necesario no pasar por alto las efectivas amenazas que, en su construcción de hegemonía

regional, Teherán ha lanzado contra Tel Aviv.

Todos estos países interesados han intervenido de manera abierta o encubierta. Arabia Saudita,

secundado por Qatar, ha movilizado la Liga Árabe (LA) de una manera que contrasta fuertemente

con el quietismo de la organización con anterioridad a la invasión de Irak en el año 2003. Como

sucesos destacables, la organización internacional, que estuvo a punto de suspender a Siria

acusándola de violación de los DDHH, ha elaborado un plan de pacificación del país árabe que

supone el abandono del cargo del presidente alauita, Bashar Al-Assad; ha organizado misiones de

observación, detenidas por Riad, que durante los meses que funcionaron sirvieron para disminuir

el grado de violencia entre las partes enfrentadas5; y ha participado de la Conferencia “Amigos de

Siria” que tuvo lugar hace unas semanas en Túnez. Todas las políticas en este sentido estuvieron

dirigidas no sólo a poner fin al conflicto, sino a hacerlo en una dirección bien determinada: el

cambio de gobierno. Las potencias noroccidentales, por su parte, se han pronunciado a favor de

cada una de las declaraciones de la LA y han buscado formalizar las distintas intervenciones a

través de la aprobación de una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas

(CSNU) en la cual se ofrecía apoyo para facilitar una “transición política” hacia la democracia. Si

bien se expresó una y otra vez que dicha resolución no habilitaría la intervención con la finalidad

de llevar a la práctica un nuevo cambio de régimen en la región de Medio Oriente, el texto hacía

referencia al plan de la LA que implicaba hacer a un lado a Al-Assad. El antecedente de la

resolución 1973, respecto al conflicto en Libia, llevó a China y a Rusia a utilizar en esta

oportunidad el veto del que son beneficiarios. Esto último no implicó una luz verde por parte de

Beijing y de Moscú que continúan presionando a Assad para que se siente a negociar. De hecho,

bajo la presión de los rusos, el gobierno sirio se abstuvo de utilizar la aviación y armas pesadas en

la represión.

El Estado de Israel, por su parte, tiene un perfil más bajo con respecto a Siria, concentrado como

está en su enfrentamiento directo con Irán. En los últimos meses hemos sido testigos de una

fuerte escalada verbal por parte de las distintas autoridades y funcionarios israelíes planteando la

necesidad de atacar Irán ante la supuesta inminencia (negada incluso por la inteligencia de

Washington) de su conversión en potencia nuclear. En cuanto a Teherán, no ha intentado ocultar

lo mucho que le interesa apoyar al actual gobierno sirio y demostrar poderío militar ante las

amenazas israelíes: el envío de dos buques de guerra al puerto sirio de Tartous en el Mar

5 Los reportes de dichas misiones, por otra parte, se encuentran bien lejos de lo que a diario transmiten los medios de comunicación internacionales.

Mediterráneo así lo atestigua. Es éste el segundo movimiento de este tipo que la potencia persa

realiza desde 1979.

Las intervenciones en nombre de la democracia (liberal) y los DDHH, sobre cuyo carácter

universal e individual es posible y necesario reflexionar, se han vuelto una constante en la

política internacional. Al respecto es necesario, por un lado, no dejar de enunciar que el respeto a

los DDHH de los países que se encuentran al frente de estas intervenciones no ha sido tan

inmaculado como se pretende (allí están, entre otras, la política migratoria restrictiva de muchos

de los países europeos y las torturas que aún siguen siendo aplicadas por Washington a los presos

de la “Guerra Global contra el Terror”, entre otras). Y, por otro lado, es necesario también llamar

la atención sobre la homologación que se ha dado entre DDHH y libertades y derechos políticos.

Los DDHH, tal como están expresados en la Declaración no significan sólo eso, comprenden

también derechos económicos y sociales: al trabajo, a la salud, a la alimentación, a la vivienda.

Derechos que sólo algunos países –entre los que no se encuentran ninguno de los fomentadores

de la intervención a Siria- pueden ufanarse de respetar.

Tanto la política israelí como la iraní, sumado al hecho de que Rusia y China se están preparando

efectivamente para la posibilidad cada vez más cercana de un enfrentamiento bélico, y al

aumento del intervencionismo de Washington y las potencias europeas en la región, hace que una

intervención militar en Siria sea un opción cuanto menos peligrosa para ser la única que

verdaderamente se baraja.

Mediterráneo así lo atestigua. Es éste el segundo movimiento de este tipo que la potencia persa

realiza desde 1979.

Las intervenciones en nombre de la democracia (liberal) y los DDHH, sobre cuyo carácter

universal e individual es posible y necesario reflexionar, se han vuelto una constante en la

política internacional. Al respecto es necesario, por un lado, no dejar de enunciar que el respeto a

los DDHH de los países que se encuentran al frente de estas intervenciones no ha sido tan

inmaculado como se pretende (allí están, entre otras, la política migratoria restrictiva de muchos

de los países europeos y las torturas que aún siguen siendo aplicadas por Washington a los presos

de la “Guerra Global contra el Terror”, entre otras). Y, por otro lado, es necesario también llamar

la atención sobre la homologación que se ha dado entre DDHH y libertades y derechos políticos.

Los DDHH, tal como están expresados en la Declaración no significan sólo eso, comprenden

también derechos económicos y sociales: al trabajo, a la salud, a la alimentación, a la vivienda.

Derechos que sólo algunos países –entre los que no se encuentran ninguno de los fomentadores

de la intervención a Siria- pueden ufanarse de respetar.

Tanto la política israelí como la iraní, sumado al hecho de que Rusia y China se están preparando

efectivamente para la posibilidad cada vez más cercana de un enfrentamiento bélico, y al

aumento del intervencionismo de Washington y las potencias europeas en la región, hace que una

intervención militar en Siria sea un opción cuanto menos peligrosa para ser la única que

verdaderamente se baraja.