SINOPSIS

FICHA TÉCNICA ARTÍSTICA

SOBRE LA HISTORIA

SOBRE EL MONTAJE

EL DRAMATURGO Y DIRECTOR

EL INTÉRPRETE

PRENSA

RIDER TÉCNICO

CONTACTO

Ana vive atada a una pared de roca, en el vientre de una cueva.

Está enferma. Sabe que le queda muy poco tiempo de vida

porque ya ha perdido el apetito casi por completo, así como la

habilidad para mantenerse en pie. Por eso lleva la vida de un

animal moribundo, la triste y limitada rutina de una perra vieja que,

no obstante, aún puede ladrar, argumentar, recordar.

Y eso es lo que hace Ana cuando recibe visitas. Ladra. Recuerda.

Añora su romance con Dios, cuando se ordenó novicia en el

convento de las Carmelitas de la Caridad, en Torrelaguna.

Describe tanto sus éxtasis místicos como la sordidez de la carne.

Juzga. Separa el bien del mal. El amor del odio. Lucha. Y de

catarsis en catarsis, se suceden una guerra civil, un Apocalipsis y

un espacio nuevo, el espacio sin forma, en el que Ana cría a sus

dos hijos mellizos, frutos de una violación, y se pregunta de qué

está hecho el auténtico amor…

¿De qué sirve una luz entre tanta oscuridad?

Intérprete: Julio Rojas Texto y dirección: Sergio Martínez Vila Espacio Escénico: Estudio Albahaca Iluminación/Vestuario: Antonio Al'lés Maquillaje: Antonio Mahugo Cartel y diseño: Elena Garrido Fotografía: Tania Salvatella Género: tragicomedia. Duración: 70 minutos. Producción y distribución: www.losbarbarosdistribucion.com REPRESENTACIONES:

LA FÁBRICA DE LUZ (Madrid) Octubre – Noviembre 2013 www.lafabricadeluz.net

LA SELECTA (Buitrago de Lozoya) Enero 2014 www.laselecta.cc

Festival “ATENEO, MUCHA VIDA” (Ateneo de Madrid) Febrero 2014 www.ateneomuchavida.es

La madre tolerante es el monólogo de Ana González Vegas, una

monja que se descubre mucho más predispuesta para el ejercicio

del odio que para el ejercicio del amor, y cuya vida no es más que

una lucha por hacer que lo segundo le gane la partida a lo

primero. En el seno de esta lucha se desarrolla toda su vida, desde

la adolescencia hasta la decrepitud.

Del mismo modo que la necesidad de amar y la necesidad

de odiar se alternan vertiginosamente en el texto, una necesidad

de otro tipo se erige como protagonista absoluta de la pieza: la

necesidad de conflicto. Desde el primer momento, Ana cuestiona

los motivos por los que alguien querría ir a un teatro a que le

contasen una historia (máxime cuando la realidad que ella vive – y

la que nosotros vivimos también - urge que la atención se

desplace allí donde las cosas ‘suceden’, no donde son

‘representadas’). La veta meta-discursiva del monólogo acaba

por fagocitar al personaje y a su conflicto, sin más motivo que el

de liberarlo de sus cadenas; unas cadenas que, como dice la

propia Ana al comienzo de su relato, “sólo existen para ser vistas,

para nada más”.

Aprender a amar es el único conocimiento verdaderamente

indispensable para emprender un cambio, una revolución. La

madre tolerante no pretende contar otra cosa, aunque sea desde

las catacumbas de su propio descontento.

Un óvalo de reminiscencias maternas acoge a la

protagonista del relato y, al mismo tiempo, la aprisiona. Se trata de

una superficie de arena que delimita el marco de acción de Ana,

puesto que la cadena que lleva al cuello no la permite

desplazarse más allá de ese espacio, ni vislumbrar siquiera la boca

de la cueva en la que está cautiva.

Su vestuario es un hábito religioso de aspecto nauseabundo,

manchado y agujereado por inclemencias de todo tipo. A pesar

de los remendones, es un uniforme que tiene ecos de los primeros

eremitas de la fe católica, aquellos que se retiraban a los confines

más apartados para dejarse morir en la fe más austera y en la

privación más absoluta.

Las cadenas son un elemento fundamental del montaje, y no

sólo por su potencia simbólica. Ana comparte su historia desde un

lugar que está irremediablemente definido por su limitación física,

por el peso, la textura, el olor, la temperatura y la ‘visión’ de sus

cadenas. Asimismo, distintos eslabones cuelgan del techo de roca

y rozan al público en su recorrido hacia los asientos. Y es que no

tenemos nada aferrado al cuello que nos impida salir a ver la luz…

¿o sí?

La música tribal y el punk-rock puntúan tanto el primitivismo

desde el que habla Ana como su abierta radicalidad. Y es que

cuando no parece haber salida, un movimiento esclarecedor

suele ser el que investiga los cimientos, los orígenes… y ahí están la

percusión, la repetición incansable de un solo ritmo, de un solo

latido, y cómo no, el grito.

SERGIO MARTÍNEZ VILA Sergio Martínez Vila es escritor y alterna la narrativa en prosa con su faceta como guionista y dramaturgo.

Licenciado en Comunicación Audiovisual, ha cursado también dos años de la diplomatura de Dirección de Cine en la ECAM (Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid).

Su andadura teatral comenzó en el marco de la Universidad Complutense con el grupo Ponte Crema, para el que escribió y dirigió cuatro espectáculos premiados en el certamen universitario entre los años 2004 y 2008.

Recientemente ha co-escrito el espectáculo El banquete, dirigido por Sonia Sebastián y estrenado en julio de 2013 en la Sociedad Cervantina, así como la muestra experimental Los No Lugares, coordinada por el dramaturgo José Manuel Mora y dirigida por Carlota Ferrer para las Naves del Español (Matadero de Madrid). Ambos montajes formaron parte de la programación del Fringe 2013.

En su haber, los volúmenes de cuentos El salto (relatos para un gran cambio) y El mundo como podría haber sido, guiones de largometraje (Pirámide, Esclavos) y textos teatrales como Vacaciones, Palermo, El alambre en la frente, La ventana’(adaptación teatral de El túnel de Ernesto Sábato), Sutura y Judit triunfante (o el océano contra las rocas).

En la actualidad, trabaja en los distintos formatos de un proyecto titulado El pasajero separado: novela, teatro, ensayo / manifiesto y serial audiovisual.

JULIO ROJAS

Formado en Arte Dramático por el Laboratorio de Teatro William Layton, y en diversos talleres con profesionales como José Carlos Plaza, John Strasberg o Miguel Tubía. Ha cursado esgrima escénica con Jesús Esperanza y flauta travesera en el Conservatorio de Música de Sabiñánigo (Huesca). En el año 2013 le podremos ver en montajes como la adaptación libre de El Banquete de Platón para el Festival Fringe 2013; Lorca al Vacío, dirigida por Sonia Sebastián en el Teatro de Cámara Cervantes; la performance Nietzsche: entre presencia y cotidianidad, de la compañía Vladimir Tzekov; y en el CDN con La Ceremonia de la confusión, de María Velasco y dirigida por Jesús Cracio. En febrero de 2012 comienza el rodaje de la película La Venta del Paraíso, dirigida por el nominado al Goya Emilio Ruiz Barrachina. Se estrena en abril de 2013 tras presentarse en el Festival Internacional de cine de Morelia (México), en la 50º edición del Festival Internacional de cine de Gijón o en el Festival de cine Internacional de Nueva York, donde gana el premio a mejor guión. Su experiencia en teatro se completa con montajes como No necesito saber tu nombre y Seis personajes en busca de autor (ambas dirigidas por Mar Díez), Venecia 2100 (de Carlos Rubio y Pablo Fresno para Microteatro pro dinero), Palermo (Primer premio al mejor texto en el Certamen de la Complutense 2008), Desde y hacia de Carmen Losa o Raccord, de Rodolf Sirera (Premio MAX a mejor texto en catalán o valenciano, 2002) Ha compaginado su trabajo en teatro con el campo audiovisual: cortometrajes como el presentado en el CINEMAD, Gente Bonita o La Timba, y el largometraje mencionado, La venta del paraíso.

Crítica de Xoel Yáñez, El club Express http://elclubexpress.com/blog/2014/02/21/la-madre-tolerante-luz-oscura-y-vida-muerta/ La madre tolerante, luz oscura y vida muerta El Ateneo de Madrid acogía los pasados 16 y 17 de febrero, en el marco de su ciclo Ateneo Mucha Vida, la representación de La Madre Tolerante, una inquietante historia que Ana Gonzáles Vegas nos cuenta en primera persona. Penetramos en la oscuridad de una caverna. Allí se esconde el ocaso de Ana. Su final parece condenado a prolongarse eternamente. Vive – si cabe la palabra – encadenada a la roca. Se arrastra moribunda. Pesan los años. Pesan las llagas en su cuerpo y en su alma. Apenas puede erguirse, pero guarda fuerzas para bramar la rabia que acumula en sus recuerdos. Y lo hace sin miramientos, sin discreción, desde la honestidad más primitiva. Como el animal que enjaulado no puede, ni quiere, ocultar su duelo. Nos mira. Intimida su sinceridad. Esa con la que sin vacilación arranca cada palabra de sus entrañas. Escupe su vida sin descuidar el más mínimo detalle. Y así se sucede la flagrante historia. Revela primero sus años de juventud, cuando en su búsqueda del auténtico amor gozaría de un romance con Dios que le llevaría a ordenarse novicia en el convento de las Carmelitas de la Caridad. Después llega una Guerra civil con la que lidiar, un apocalipsis, dos hijos mellizos fruto de una violación y un sin fin de atrocidades. Vapuleada y maltratada, su camino hacia el amor verdadero se ve truncado por la irrebatible necesidad de odiar. Pero Ana no cesa en su empeño. Entonces, los sentimientos más extremos se dan la mano para hacerse inseparables. El brillante texto de Sergio Martínez Vila conjuga amor y odio, virtud y vileza, surrealismo y realidad. Y

PRENSA

consigue provocarnos de manera sensata agitándonos entre el shock y la sonrisa. La dirección escénica, que también corre a su cargo, hila fino huyendo de artificios y agarrándose a la esencia. Sólo importa Ana, y no hace falta más. La interpreta Julio Rojas de forma impecable. Enfunda con valor su hábito añejo y emprende con franqueza y absoluta sinceridad un delirante viaje de estados y sensaciones. La vida de esta madre tolerante nos cautiva. Imposible dejar de observarla hasta que la escasa luz se apaga. Entonces dejamos a Ana. La abandonamos sin socorrer su tortura irremediable. Allí permanece; encadenada por dios, por su hijo, por la vida… Por esas cadenas que quizás nosotros también estamos arrastrando.

Crítica de Estrella Savirón, A golpe de efecto http://www.agolpedeefecto.com/teatro_2014/teatro_madre_tolerante.html En escena, una mujer sobre un manto de pequeñas piedras, vestida con hábitos de monja, con una cadena que rodea su cuello y limita sus movimientos, una fiera, un animal atrapado, salvaje, primitivo, básico. Comprendemos por sus palabras que se encuentra en una cueva oscura y húmeda, encerrada en ese lugar por su propio hijo, ¿pero que ha pasado para llegar a esa situación?. Julio Rojas es LA MADRE TOLERANTE, en una obra escrita y dirigida por Sergio Martínez Vila y llevada a escena después de un trabajo conjunto entre director y actor, dos jóvenes que han llevado a escena una obra unipersonal con diversos personajes que nacen y viven a través de la voz de Ana González Vegas ‘La madre tolerante’. Ana González Vegas nos explica su vida desde el nacimiento de su vocación religiosa, como fueron sus experiencias, y su existencia antes, durante, y después de ‘el gran cambio’. Julio Rojas da vida de forma espléndida a esta mujer, una monja aparentemente llena de amor que encierra una asesina psicópata. La historia comienza de forma extrañamente creíble, los sucesos de la vida de Ana pueden parecerse a otras historias de personas que sienten una vocación pero que chocan con la oposición familiar, pero a medida que la acción transcurre, la historia se va separando de un suelo firme y entra en un proceso de ficción surrealistas con tintes de extrema realidad, original y contundente. Un drama con toque de humor negro, negrísimo, una obra provocativa, irreverente, valiente, donde la dualidad amor / violencia, amor / odio,

marcan todos los momentos de la vida de Ana y de su familia. El amor puesto a prueba hasta sus máximas consecuencias. Toda la obra trata de reformular la idea del amor, para tratar de descubrir si realmente el sentimiento que ofrecemos es amor o en realidad es odio encubierto. En un original y novedoso ejercicio de provocación constante, Ana come carne cruda, escupe, se rasca compulsivamente con un animal lleno de pulgas, interacciona con el público, mirándolo directamente, preguntando, apoyándose sobre las personas más cercanas, y aunque es verdad que algunas personas pueden sentir rechazo por alguna de las palabras de esta mujer, en este experimento de expresión sin tapujos, tiene más importancia el fondo de la cuestión que las formas. Ana muestra sus fortalezas y sus flaquezas, reproduciendo los mismos vicios e incluso agrandándolos a medida que la vida avanza y entra en una espiral donde amor y odio se llevan al extremo. Como

consecuencia de tanto

amor ‘psicópata’ el amor y el odio se funden ya que ambos caminan de la mano por un filo hilo y en este caso, las personas a quien más ama Ana son al final, las que más odio le ofrecen.

Al final, el público como espectadores de esta obra, tal vez al igual que Ana, seamos supervivientes de este ‘gran cambio’, y escuchamos atentamente como esta mujer ha sobrevivido a la catástrofe junto a su hijo, y sabemos con toda seguridad que de no estar encadenada, inexorablemente nos devoraría. (Reflexión que creo todos entenderéis después de ver la obra). Un drama irónico, con toques de humor negro, original, duro, provocativo, con un texto original y contundente, una excelente interpretación y que después de digerir el primer impacto, es más que disfrutable.

Comentario de Adolfo Simón, Que revienten los artistas http://querevientenlosartistas.wordpress.com/2014/02/18/la-madre-tolerante-en-ateneo-mucha-vida/ Durante dos meses, en el emblemático Ateneo de Madrid se está desarrollando un programa de actividades culturales de muy distintos tipos. Profesionales de todas las artes han invadido todos los rincones del lugar para demostrar que este espacio sigue siendo un punto para encuentros artísticos. Hoy se ha mostrado en un espacio íntimo, la trasgresora propuesta de Sergio Martínez Vila: La madre tolerante, inquietante y surrealista obra en la que un ser comparte con los espectadores su biografía personal, llena de fantasmas y muerte. Un trabajo actoral arriesgado en un espacio de arena circular. Crítica de Antonio García, FronteraD http://www.fronterad.com/?q=bitacoras/elgallinero/teatro-en-peluqueria Un teatro en la peluquería

—La Belleza Oculta es una peluquería. —¿Una peluquería?, ¿por qué hablamos en El Gallinero de una peluquería? —¿Acaso las gallinas no tenemos que atusarnos las mechas? —Bueno. Sí… Atusarse las alas está bien, ¿no? —Sí. Claro que sí. Pero es que además La Belleza Oculta ha sido galería de arte contemporáneo y ahora es una sala de teatro. La primera planta está dedicada al estilismo y en la planta baja nos encontramos con La fábrica de la luz. La sala de teatro. —¡Qué cosas hacen ahora! Y ¿dónde esta eso? —En el sótano de la Calle Limón 19. —Pues yo paso por allí y no he visto nada de todo eso que me cuentas. —Tienes que estar atenta, mujer. Tienes la cabeza a pájaros todo

el santo día. No hay nada en la calle que nos indique que ahí hay una sala de teatro; pero la hay. —Porque tú lo digas. Te lo estás inventando, que yo sé que tú eres muy de eso de inventar. —No digas memeces. Este fin de semana me acerqué a ver La madre tolerante, un monólogo interpretado con maestría por el joven Julio Rojas. Muy bueno su trabajo, muy guapo, muy entregado, sin un momento de tregua. —La madre tolerante... eso... ¿de quién es? ¿de algún griego? —El autor y director es otro joven. —Yo que pensaba que el teatro ya no se escribía, que hay el teatro que hay y punto. —Boberías que te entran en la chaveta. El autor es Sergio Martínez-Vila. Muy apañao. Un dramaturgo con un peculiar universo, degenerado, ético, sugerente. —No suena mal. —No es que no suene mal, es que suena bien. Es bueno no perder de vista a este chico. Te lo digo yo. —Ah, bueno, si lo dices tú. ¿Y la sala? —La sala es pequeña. De ladrillo. Como la mayoría de los sótanos del centro de la capital. Entrarán veinte sillas. Se ha inaugurado con este espectáculo y piensa dedicarse a las artes escénicas modernas. Merece la pena conocerlo. Han puesto imaginación en estos tiempos raros para el teatro emergente. Sus dueños son acogedores y el ambiente que se respira es bastante cercano. —Ay, hija, no lo sé. A veces entrar en esas salas tan pequeñas me da una cosa que no se qué, algo de apuro, es como entrar en la intimidad de una casa. Que me da reparo, vamos. —Todo lo contrario. Ponen las cosas fáciles. Convierten el teatro en un banquete para unos cuantos elegidos. Parece que hacen las cosas con mimo, bien hechas. —Pues me acercaré. —¿A la sala o a la peluquería? —A las dos. Por la mañana a la peluquería. Por la tarde, al teatro. —Harás bien. —¿Dónde has dicho que estaba? —En la Calle Limón 19. En el barrio de Malasaña.

RIDER TÉCNICO

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