Siglonuevo · con el Diario de Ana Frank , ... Ana Frank, que es producir un libro que ... da entre...

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34 Sn Siglo nuevo lo mismo un instrumento para interpre- tar una pieza dentro de una orquesta sin- fónica que para un bolero, me parece que el dominio de este instrumento nos hace converger tanto a periodistas como nove- listas y uno escoge en qué área se mueve”. Pese a ser un lector implacable, Zepe- da Patterson no puede decir con exacti- tud si un libro o un autor marcó su vida. En la entrevista que reproduce masgdl. com explica: Me costaría trabajo señalar al- guna influencia puntual, porque como lector autodidacta, uno es caótico y azaroso; enton- ces hay épocas en que ciertas lecturas influ- yen, pero hoy por hoy me costaría trabajo decir cuál es el libro que me cambió la vida. Incluso hay libros que fueron fundamentales, luego los relees y ya no lo son tanto. Cuando te- nía 14 o 15 años, leer Pedro Páramo fue una revelación absoluta, la potencia que tenía para dejarte sumido en evocaciones. Quince años después, leer Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar fue otro momento, di- gamos, apoteótico. Puedo releerlo, y ya no me provoca lo mismo. Sin dejar de creer que es una gran novela. Pero eso no quita su intención de re- comendar la lectura, a aquellos que aún no se sumergen en el mundo de los libros les recomienda iniciar con las novelas de suspenso. “Introducirse en la literatura es muy fácil a través del thriller, del misterio, me parece que la novela negra es un punto de entrada espectacular”, dijo en el pro- grama Página Dos de la cadena española RTVE en diciembre de 2014. CRISTINA RIVERA GARZA C ristina Rivera Garza es originaria de Matamoros, Tamaulipas, pero toda su vida ha sido un constante ir y venir de una ciudad a otra, de un país a otro, pues ha sido catedrática en universidades de México y Estados Unidos. Ha escrito novela, ensayo y poesía e historia y ha sido condecorada con los premios más codiciados de México. En el programa Palabra de autor de Ca- r r nal Once TV conducido por la periodista y también escritora Mónicas Lavín, Cris- tina recordó aquellos libros que poblaron su infancia. Cristina Rivera Garza. (Foto: Cortesía Cristina Rivera Garza) “Lo que leía eran libros de aventuras, de historias de grandes científicos, mi conocimiento de Marie Curie, de sus pre- mios nobeles y sus descubrimientos vie- nen de esa época, exploradores y físicos y cosas por el estilo y, por supuesto, hasta llegar al gran momento, al gran encuentro con el Diario de Ana Frank, que no sé si a ti también te pasó pero suele ser, platicando con varias escritoras, sobre todo, parece ser un libro que cumplió con la función que quería, se supone, Ana Frank, que es producir un libro que cambiara vidas”. En el libro Lectoras de Juan Domingo s s Argüelles (Ediciones B, 2012) Cristina profundiza en el tema de los libros que marcaron su vida. Hace no mucho Edmundo Paz Soldán pu- blicó un ensayito maravilloso sobre la biblio- teca de su padre. Describía, ahí, los libros que leyó o con los que tuvo contacto antes de lle- gar a los verdaderamente literarios. Se trata de una colección rara pero bastante extendi- da entre clases medias latinoamericanas del tercer cuarto del siglo XX de libros de ciencia popular, biografías nacionales, best sellers norteamericanos, historia europea y relatos semieróticos. Si habría que empezar por al- gún lado, honestamente habría que empezar por ahí. A la biblioteca de mi padre, que en- tonces era un científico en ciernes, habría que añadirle relatos de aventuras etnográficas en tierras lejanísimas, biografías de los ganado- res del Premio Nobel, particularmente en la rama de la biología, y los libros adquiridos especialmente para ‘las niñas’: El Diario de Ana Frank, sin el cual habría tardado k k más tiempo para pensar que eso (y eso aquí era definición medio abierta y escandalosa de la escritura) era algo que quería hacer de grande. Ahora que recapacito en ello: las bi- bliotecas de los familiares donde pasábamos vacaciones tuvieron su influencia también. En casa de una tía que estudiaba medicina encontré, y leí por completo durante un vera- no angustioso y lleno de hipocondría, unos li-

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Siglo nuevo

lo mismo un instrumento para interpre-tar una pieza dentro de una orquesta sin-fónica que para un bolero, me parece que el dominio de este instrumento nos hace converger tanto a periodistas como nove-listas y uno escoge en qué área se mueve”.

Pese a ser un lector implacable, Zepe-da Patterson no puede decir con exacti-tud si un libro o un autor marcó su vida. En la entrevista que reproduce masgdl.com explica: Me costaría trabajo señalar al-guna infl uencia puntual, porque como lector autodidacta, uno es caótico y azaroso; enton-ces hay épocas en que ciertas lecturas infl u-yen, pero hoy por hoy me costaría trabajo decir cuál es el libro que me cambió la vida. Incluso hay libros que fueron fundamentales, luego los relees y ya no lo son tanto. Cuando te-nía 14 o 15 años, leer Pedro Páramo fue una revelación absoluta, la potencia que tenía para dejarte sumido en evocaciones. Quince años después, leer Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar fue otro momento, di-gamos, apoteótico. Puedo releerlo, y ya no me provoca lo mismo. Sin dejar de creer que es una gran novela.

Pero eso no quita su intención de re-comendar la lectura, a aquellos que aún no se sumergen en el mundo de los libros les recomienda iniciar con las novelas de suspenso.

“Introducirse en la literatura es muy fácil a través del thriller, del misterio, me thriller, del misterio, me thrillerparece que la novela negra es un punto de entrada espectacular”, dijo en el pro-grama Página Dos de la cadena española RTVE en diciembre de 2014.

CRISTINA RIVERA GARZA

C ristina Rivera Garza es originaria de Matamoros, Tamaulipas, pero toda su

vida ha sido un constante ir y venir de una ciudad a otra, de un país a otro, pues ha sido catedrática en universidades de México y Estados Unidos. Ha escrito novela, ensayo y poesía e historia y ha sido condecorada con los premios más codiciados de México.

En el programa Palabra de autor de Ca-Palabra de autor de Ca-Palabra de autornal Once TV conducido por la periodista y también escritora Mónicas Lavín, Cris-tina recordó aquellos libros que poblaron su infancia.

Cristina Rivera Garza. (Foto: Cortesía Cristina Rivera Garza)

“Lo que leía eran libros de aventuras, de historias de grandes científicos, mi conocimiento de Marie Curie, de sus pre-mios nobeles y sus descubrimientos vie-nen de esa época, exploradores y físicos y cosas por el estilo y, por supuesto, hasta llegar al gran momento, al gran encuentro con el Diario de Ana Frank, que no sé si a ti también te pasó pero suele ser, platicando con varias escritoras, sobre todo, parece ser un libro que cumplió con la función que quería, se supone, Ana Frank, que es producir un libro que cambiara vidas”.

En el libro Lectoras de Juan Domingo Lectoras de Juan Domingo LectorasArgüelles (Ediciones B, 2012) Cristina profundiza en el tema de los libros que marcaron su vida.

Hace no mucho Edmundo Paz Soldán pu-blicó un ensayito maravilloso sobre la biblio-teca de su padre. Describía, ahí, los libros que leyó o con los que tuvo contacto antes de lle-gar a los verdaderamente literarios. Se trata de una colección rara pero bastante extendi-

da entre clases medias latinoamericanas del tercer cuarto del siglo XX de libros de ciencia popular, biografías nacionales, best sellersnorteamericanos, historia europea y relatos semieróticos. Si habría que empezar por al-gún lado, honestamente habría que empezar por ahí. A la biblioteca de mi padre, que en-tonces era un científi co en ciernes, habría que añadirle relatos de aventuras etnográfi cas en tierras lejanísimas, biografías de los ganado-res del Premio Nobel, particularmente en la rama de la biología, y los libros adquiridos especialmente para ‘las niñas’: El Diario de Ana Frank, sin el cual habría tardado de Ana Frank, sin el cual habría tardado de Ana Frankmás tiempo para pensar que eso (y eso aquí era defi nición medio abierta y escandalosa de la escritura) era algo que quería hacer de grande. Ahora que recapacito en ello: las bi-bliotecas de los familiares donde pasábamos vacaciones tuvieron su infl uencia también. En casa de una tía que estudiaba medicina encontré, y leí por completo durante un vera-no angustioso y lleno de hipocondría, unos li-