Siete Razones Para Acabar Contigo - Carlos Ciudad

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SIETERAZONESPARAACABARCONTIGO

CarlosCiudadFernández

SIETERAZONESPARAACABARCONTIGO

BohodónEdiciones

SieterazonesparaacabarcontigoPrimeraedición:noviembrede2014©Delaobra:CarlosCiudadFernández©BohodónEdicionesTMS.L.www.bohodon.esSectorOficiosNº728760,TresCantos(Madrid)e-mail:[email protected]:978-84-15976-91-2ISBN-E-Book:978-84-92926-76-3Depósitolegal:M-29449-2014Nosepermitelareproduccióntotaloparcialdeestelibro,nisuincorporaciónaunsistemainformático,nisutransmisiónencualquierformaocualquiermedio,seaesteelectrónico,mecánico,porfotocopia,porgrabaciónuotrosmétodos,sinelpermisopreviooporescritodeleditor.DiríjaseaCEDRO(CentroEspañoldeDerechosReprográficos,www.cedro.org)sinecesitafotocopiaroescanearalgúnfragmentodeestaobra

PRÓLOGO

Existen sombras que son más visibles en la oscuridad. Sombras que sondensas y perceptibles, que se sienten en el ambiente aun antes de que sehayanmaterializado frente a los ojos.Durante el día podrían cruzarse sinproducirelmásmínimoefecto,peroenlanochesoninquietanteseinciertas.Aquellapasóa tresmetrosdeunatemorizadoPabloSagasta,quedespertósobresaltado,congotasdefríosudorresbalandoporsusienizquierda.Bajo las pesadas mantas de la cama, demasiado blanda para su gusto,

respiróprofundamente,segurodehaberdespertadodeunadelasparanoicaspesadillasquesolíanasaltarlecadavezque,comolapasadanoche,elsueñole encontraba sobrio ymalhumorado. En esas ocasiones, escasas por otraparte, en lasquedormía con lamente sin embotarpor sus adicciones, losfantasmasdelpasadoacudíanincesantes,enalgunasocasionesimpidiéndoledescansar; en otras, manteniéndole durante horas en un estado depermanente vigilia, antesala siempre de una irracional descarga defrustracióncontra sus semejantes.Porqueal llegar lamañana,eso lo teníaclaro,éldebíaconvertirseenelfantasmadelosdemás.Eralaúnicamaneradesobrevivir.Sinembargo,lasensacióndeaquellanochedistabademasiadodelcarácter

oníricoeimaginariodesusvisioneshabituales.Noformabapartedelasexperienciasdelpasado,noeraelreflejode su vulnerabilidad, ni le producía vergüenza. Todas esas cosasacostumbraban a acercarse a él, flotando en un espacio indefinido. Peroaquello era dolorosamente real, y físico. Creía haber percibido de formanítida el paso de una figura a los pies de la cama, fugaz, amenazante yesquiva,comosiúnicamentepretendieraadvertirledealgo,deformacasualyalmismotiempoconsciente.Segirópesadamentealaderechaahogandounquejidoytanteólamesilladeoscuramaderaenbuscadelinterruptordelalamparilla.Una luz tenue inundó laampliaestancia.Todoparecíaencontrarseensu

lugar,comocuando,unashorasantes,habíaentradoporprimeravezenlahabitación.Lasalacontabaconunescritorioantiguo,unadeaquellasmesasaltas con diminutos cajones en la parte superior, una silla con patastorneadas y filigranas talladas en la carcomidamadera, con un incómodoasientodecuerosujetoconenormesclavosdecolorbronce,unarecargada

lámpara de seis brazos oscilando en lo alto del elevadísimo techo y unagruesa puerta de roble, protegida por un inmenso cerrojo de hierro, deaquellosque se abrían conpesadas llavesnegras.Sobre laparedencaladatansólohabíadoscuadros,noexcesivamentegrandes,conpaisajesvacíosalos que no habría prestado lamásmínima atención ni aunque los hubieraestadocontemplandodurantemeses.«Encerradoenunamalditacelda»,volvióapensar,comohorasatrás.Sin

embargo,elcarteljuntoalapuerta,queindicabaunamásqueevidenterutade escape en caso de incendio, le demostraba que era perfectamente libreparasalirdeallí.«Siesquehubieraalgúnsitioalque ir,con laqueestácayendo»,sedijo.Porque fuera nevaba; lo hacía desde la tarde anterior, y aunque eraimposible percibirlo a través de las ventanas, no le cabía duda de que asíseguía siendo. A buen seguro no le habría importado que aquel edificioquedarasepultadoparalosrestos.Siempreycuandoélestuvierayafuera,ylejos,aserposible.Enunmomentodelucidez,recordóqueestabaallíparadisfrutardelareconfortantesensaciónqueproporcionaelpoder,yquealdíasiguiente encontraría, sin duda, la ocasión de resarcirse de sus malassensaciones. Y lo mejor de todo era que nadie esperaba la sorpresa quehabíapreparado.Consultó su reloj digital―probablemente su último nexo de unión con

una juventud terminada demasiado tiempo atrás―, que portaba en sumuñecaizquierda.Las5:05.Llevabacasidosdíassinprobarunasolagotadealcohol,yaquelloeramásquesuficienteparaterminarconsupacienciayconvertir la estancia en una dolorosa penitencia. Se preguntó a qué horaabriríanelbardeaquelhotel,perdidoenmediodelanadamásabsoluta,yprometiéndosequeera laúltimavezque salíadecasa sinunascuantiosasprovisionesparasoportarlaslargasnochesdeinsomnio.Apagó nuevamente la luz y se giró tres veces de forma violenta, de un

ladoaotrodelacama,haciendogolpearelcabecerodeforjacontralapared,tratando de encontrar la posición que le permitiera volver a conciliar elsueño.Aunquedudabaquefueraposible.Suspiróconfuerzapararelajarse.La habitación volvió a quedar en absoluto silencio; ese silencio tenso,profundoeinfinito,quetannerviosostornaalosque,comoPabloSagasta,vivíaninmersosenunavidaintensaydesenfrenada.Fue entonces cuando escuchó el crujido, casi imperceptible. Un leve

crepitar,asuizquierda,comoeldeunaarticulaciónqueseestira,oeldeun

cuidadosopaso sobreun suelo escasamente firme.Enprincipio lo ignoró,bostezandosonoramenteycerrandolosojosconfuerza.Esetipodesonidoserancontinuos en sumodernopisode la capital, yhabitualmentepasabaninadvertidosdentrodelambientequeacompañabaalasnochesenlaciudad.Ladiferenciaenestecasoesquesetratabadeunruidopuntual,aislado,quedestacabaporquesesuperponíaaunsilenciosepulcral.Segundosdespuéssearrepintió de no haberlo advertido, en elmomento en que sintió, o acasoescuchó ―eso nunca lo sabría―, una respiración. De nuevo, se sintióinvadido por la inquietante sensación de una presencia en la estancia. Lasumadeseñaleseralosuficientesignificativacomoparanoatenderaloqueparecíaconvertirseenunarealidadinapelable.Habíaalguienmásdentrodeesahabitación.Abrió los ojos, esta vez impulsados como por un resorte, y un intenso

calor ascendió hasta invadirle la cabeza por completo cuando observó,recortadacontraelcontornodelpesadoventanal, lafiguradeunapersona.Nofuecapazdedetenerseaidentificarlascaracterísticasdelasombraquetenía enfrente. Creyó entonces escuchar su nombre, pronunciado en unsusurro ronco y metálico, casi imposible de identificar como una vozhumana. El miedo le paralizó por completo, impidiéndole reaccionar atiempo.Todoocurrió enunade esas secuencias irreales en lasque los segundos

transcurrenconaparentelentitud,cuandoelsúbitodespertardelossentidospermite captar todos aquellos detalles que nunca se habrían percibido enotras condiciones. En aquel momento, el sueño, la incertidumbre y lasorpresa, pasaron a un segundo plano, mientras un terror irracional seapoderabadeformairremediabledelamentedePabloSagasta.Lafigurasedeslizó desde la ventana a gran velocidad. Se le acercaba, flotando en lapenumbra,comosisuspiesnotocaranelfríosuelo,conunmovimientotanhipnóticocomoamenazante.Fueenelinstanteenquesesituójuntoallechocuando susmás negativos presagios tomaron forma, llegando a sumentecomo un torbellino que encendió todas las alarmas en su cerebro,alertándoledelinminentepeligro.Un destello refulgió en la oscuridad. La sombra portaba algún objeto

metálico en lamano izquierda, que se hizovisible en elmomento enqueelevaba el brazo por encima de su cabeza, cuando la escasa claridadprocedente de la ventana incidió sobre ella. Antes incluso de que Pablopudiera llegar a pensar siquiera en gritar pidiendo ayuda, su asaltante

describió un arco descendente con el brazo, en unmovimiento preciso ycertero,sinelmásmínimoatisbodeduda.Apenasungruñidohabíasalidodesuinteriorcuandonotóunasensación

fría y lacerante abriéndose paso a través de su garganta, perforándole elcuello e impidiéndole emitir sonido alguno. El estallido de dolor fueinstantáneo. Sintió cómo sus facciones se deformaban en una horriblemueca involuntaria, los ojos cerrados, las mandíbulas chirriando por lainsoportable presión. Y, sin embargo, fue consciente, en un fogonazo delucidez, de que lo peor estaba por llegar. Trasladó toda la tensión a losbrazos y a las manos, y aferró fuertemente las sábanas que, revueltas,cubríanelcolchón.Clavólasuñasytironeóviolentamentehastaarrancarlafundaporelextremoinferiorderecho.Sintióenesemomentoquelefaltabaelaire.Tratódeabrirlabocaenun

último espasmo, en busca de algo respirable, notando únicamente cómotodo se inundaba con el sabor metálico y la desagradable calidez de lasangre.Comenzóanotarunprofundoysúbitomareo,ydeseócontodassusfuerzas―laspocasquelerestaban―perderlaconscienciayolvidarlotodo.Sin embargo, unas desagradables oleadas de sensaciones continuabaninvadiéndole,mientras los segundos caían, gota a gota, recreándose en lagrotescaescenaqueprecedíaasuincomprensiblefinal.Lo siguientequePabloSagastavio,y seguramente loúltimoquepodría

recordar, fue la figura juntoaél, inclinándoseparamirarle fijamentea losojos, abiertos de par en par en un espantado gesto. No habría podidodistinguir en ningún caso el color de aquellos ojos, pero brillabanintensamente,comosimostraranuninapropiadoydesconcertanteregocijo.Porquequienseencontrabaanteél, lejosdemostrarreparo,repugnanciaoarrepentimientoporhaberapuñaladoaunhombreindefensoysorprendido,aparentaba sencillamente felicidad y satisfacción.Además, lo había hechoconabsolutasangrefría,sinnecesidaddeensañarse,conunúnicoycerterogolpe, seguro de no fallar y convencido de alcanzar su objetivo, sin latorpezaylapremurapropiasdelqueactúamotivadoporunimpulso.Ensusmovimientos no se intuía rabia, ni miedo, ni la más leve inseguridad.Actuaba movido por el convencimiento, como un profesional dedicado aunatareaimpersonalyrutinaria.Finalmente, el asesino giró nuevamente la cara hasta quedar frente a

Pablo,contemplandosusúltimosestertores,comosinecesitaraalmacenarsuagonizante imagen en lamente. Postrado e incapaz ya de realizar elmás

levemovimiento,lavíctimacontemplódenuevolaalegríaenlamiradadesu agresor. Fue entonces cuando lo reconoció, en un instante final deconsciencia;unfogonazoquenolepermitiríarealizarmayoresreflexiones.Loslabiosdelafigurasemovieronpronunciandounasúltimaspalabrasquenocomprendió.Pablomantuvo losojosabiertos, fijos en lapared frentea la cama.Con

aquelobjetoaúnprofundamenteclavadoen lagargantayyasinsercapazsiquiera de sentir dolor ―menos aún de realizar el titánico esfuerzo dearrancárselo―,seabandonóa lasensaciónde ingravidez,yvioalagresorgirarsey caminar lentamentehacia lapuerta,mientras su imagen sehacíaprogresivamentemás borrosa, hasta desaparecer, sumida de nuevo en unaoscuridadque,estavezsí,parecíadefinitiva.

PRIMERAPARTE

CAPÍTULO1

El9deenerode2009marcóunantesyundespuésenlavidadelasochopersonasquecomponíanStrategies&ServicesIberia.Otalvezenladesiete,porqueenelcasodePabloSagasta,elconcepto«después»formapartede lamás insondablede las incertidumbresdelserhumano.Quizáporqueaveceselhumorescondeloquenoquiererecordarse,lasmalaslenguashablabandeque,ensucaso,aquellafechahabíamarcadosolamenteunantes.El resto demadrileños lo recuerdan como el día de la gran nevada que

colapsólaciudad;aquellaquefuecapazdeparalizarlacapital,quebloqueólascalles,produjocentenaresdeincidentesyobligóacerrardurantevariashoras el tráfico aéreo. Un fenómeno que alimentó las conversaciones depasilloy ascensordurante semanas, en lasque todosnarraban suspropiasexperiencias, cuyo único interés radicaba en ser escasamente habituales yque,miradasenperspectiva,notienenabsolutamentenadadeapasionantes.Muchos consideraron una aventura el peregrinar de los viandantes queabandonabansusvehículosasusuerte,elespectáculodeunaccidente,olahermosaestampadelosjardinesvecinalescuajadosdeblanco.Sinembargo,para nosotros, aislados en aquel hotel de la Sierra de Madrid, lameteorología era un hecho circunstancial, puesto que nuestraspreocupaciones tendrían otra forma: la de nuestro jefe, yaciendo sobre laampliacamateñidadeunintensorojoporlaabundantesangrederramada,sin dejar la más mínima duda de que en aquella gélida noche se habíacometido un crimen. Y eso, por supuesto, sí que resulta digno de sercontado.Lo recuerdo con absoluta nitidez. Desperté con un intenso dolor de

cabeza, perforándome el ojo derecho de forma inmisericorde. Traté deincorporarme hasta en tres ocasiones y, cuando al fin lo logré, me dirigíhaciaelbañoparaenterrar lacabezaenaguahelada.Amenudoamanecíacon esa sensación, producto de un mal descanso, casi más necesitado decaféyanalgésicosquedeoxígenopararespirar.Almenoselfríosirvióparareducir la sensación palpitante de dolor. Pude agradecerlo posteriormente,yaqueaúntardaríahorasenpoderdejarcaeralgoenelestómago.Recogí la ropaque tenía pulcramente dispuesta sobre la antigua silla de

madera y cuero, yme vestí apresuradamente, observando por los grandesventanales un panorama blanco, impoluto, intensificado por la nieve quecaía,furiosa,delplomizocielo.Elhorizontesepercibíadistorsionado,ylos

enormes pinos que circundaban el recinto se agitaban con violencia,arrastrados por el viento del Norte. El camino de acceso al hotel seencontraba completamente cubierto por la nieve, que alcanzaba más demediometro de altura junto a la pared del pequeño cobertizo demaderasituadoalsurdeledificioprincipal.Elpequeñoautobúsqueeldíaanteriornos había conducido hasta allí estaba literalmente sepultado, se habíaconvertido en una enorme masa blanca, sólo identificable por los quesabíamos qué escondía realmente. Aquello solo podía significar queestábamos aislados y que habrían de pasar varias horas antes de que lasmáquinas tuvieran a bien limpiar el camino que la tarde anterior se veíaserpentear, ascendiendo hacia el privilegiado enclave en el que nosencontrábamos.Mesentédenuevoenlacamaparaatarloscordonesdemisbotas,recién

adquiridas en una de esas impersonales grandes superficies, habitadas apartes igualespordevotosdel ejercicio físicoy falsospretendientesdeunnuevoysanoestilodevidaalqueseguramente, jamásaccederánporfaltadeauténticavoluntad.Fueenmitaddelasegundalazadacuandoescuchéelgrito.Estridente,aterrorizadoydesgarrador,atravesólosgruesosmurossinapenas amortiguarse. Creí reconocer en él la voz aguda y nasal de ElisaCebrián, la sempiterna secretaria de la compañía, que se alojaba en unahabitaciónubicadaenelmismosectordondeestabalamía.Saltédelacamaymedirigíhacialapuertasinrepararenquehabíadejado

bota ymedia sin atar, y solo tuve tiempo de echar un fugaz vistazo amideslustradoreflejoenelenormeespejoquependíadeformainestablesobreelescritorio.Apesardesuexageradainclinación,productosindudadeunarudimentariasujeción,que incrementabaelyadeporsí respetable tamañode mi cabeza, percibí con claridad los signos de cansancio en mi rostro.Leves ojeras, piel pálida y desprovista de brillo, y una casi imperceptiblecaídadelpárpadoderecho,comoefectocolateraldeldolorosoepisodioquemeacompañabaenlamañana.―Buen aspecto llevas para una emergencia ―me dije a media voz,

esbozandounatímidasonrisa,pococonvincente,amilamentablereflejo.Los de naturaleza cínica tendemos a este tipo de reflexiones en los

momentosde tensión.Losqueademáshemosconfirmadonuestrocinismopor el camino, solemos―por añadidura― verbalizarlo de la forma másinoportuna.Por fortuna,nosiemprehaygentealrededorparaescucharnos.Pensé―esta vez en voz baja― que almenos en esta ocasiónme estaba

ahorrandolasmiradasdedesaprobaciónquehabitualmenteacompañanmis,porotraparteinvoluntariassalidasdetono.Nopudedejardefelicitarmeporello.Al cruzar elmarcode la puerta fui literalmente atropelladoporRoberto

Caballero,queseapresurabaporelpasillo,siguiendoelindudableorigendelos gritos y emitiendo una incomprensible retahíla de sonidos histéricos,algo que, por otro lado, se repetía cada vez que se encontraba en unasituaciónquelegenerabamásnerviosismodelquesulistón―bastantebajoenlamayorpartedeloscasos―lepermitíasoportar.Decidíoptarporlaposturacomprensivaynorecriminarlenada.Después

de todo, cuando uno se encuentra alertado por una situación apremiante,bien puede pasar por alto ciertas actitudes y ahorrarse las filípicas paramomentosmáspropicios.Meapresuré en seguir aRoberto, pensandoquetal vez, cuando todo se calmara, tendría ocasión de recordarle que es demalaeducacióncorrerporlospasillosdeloshoteles.AlfondodelcorredorseentreveíalafiguradeElisa,sentadaenelsuelo,

aferrándose las rodillas convehemenciahastadejarse losnudillosblancospor la fuerza ejercida, presa de descontrolados temblores que rozaban laconvulsión.Elsonidodeunsollozomonótonoyafectadoinundabaellargopasilloabovedado.Anuestraespaldaseescuchabantambiénlasapresuradascarreras de otras personas, empleados y huéspedes, supuse, que seaproximaban también para descubrir los motivos de aquel inesperadoescándalo,querompíalaprevisiblepazdeunentornocomoaquel.CruzamospordelantedelahabitacióndeElisa.Observéquelapuertase

encontrabaentreabierta,comosihubieransalidodelahabitacióndeformamomentánea,conlaintenciónderegresardeinmediato.Únicamentellamómiatenciónelhechodeverel teléfono,unodeesosaparatosantiguos,decolor negro, en los que se marcaba girando una rueda con huecos paraintroducir los dedos, con el auricular descolgado reposando sobre elescritorio.Porlodemás,todoseencontrabaensulugary,denoserporlaropa de la cama anárquicamente revuelta sobre el colchón, cualquierahubierapodidodecirquehacíadíasqueningúnhuéspedsealojabaallí.Eneltiempoenelquemedeteníaarealizarestasobservaciones,Roberto

alcanzó el final del largo corredor y, arrodillado junto a la visiblementeafectadaElisa,tratabadeobtenerdeellaalgunaexplicacióncoherente.―¡Elisa!―ledecía, y la zarandeaba con evidente premura, pero con la

delicadeza propia del que sospecha que tiene entre manos un asunto de

extremagravedad―.¿Quéhapasado?Tranquilízate,porfavor…Lejos de atender a las preguntas deRoberto, la pobremujer continuaba

debatiéndose entre hipidos y convulsiones, presa de un ataque de histeriaanteelque,pordescontado,yoestabalejosdesabercómoreaccionar.Porprudencia,yporquereconozcoquemeincomodanlasmuestraspúblicasdecompasión,mequedé plantado enmedio del pasillo, esperando la llegadadel resto de las voces que se escuchaban al fondo, con la vergonzosaesperanza de que, rodeado de más personas, mi inoperancia y pasividadpasarandesapercibidas.Elmomentodetensiónnoseprolongómásalládediezoquincesegundos,

eternosencualquiercaso,perodisimuléconeficaciacuando,alverapareceratrespersonasalfondo,comencéarealizardescontroladosaspavientosconlosbrazos,comosolicitandopresurosamenteayuda,notantoparaElisa,sinoparamí.Cuandoalcaboestuvieronaladistanciasuficientecomoparaqueme escucharan, completé mi actuación con un intento de instruccionesorganizativas,quenotardaríaenjuzgarbastanteridículas.―¡Rápido! ¡Es Elisa, se encuentra en estado de shock! ―grité, y

dirigiéndomealtercerodelosreciénllegados,unempleadodelhotelalqueno recordaba haber visto la tarde anterior, añadí―: ¡Traedle un poco deagua,porfavor!El joven uniformado corrió solícito en su busca, como si se le hubiera

encomendadounatareavital,desumarelevancia,claveenlaresolucióndelaemergencia.Mepreguntécómohabríareaccionadodehaberlerequeridounabombonadeoxígeno.Al tiempo, JuliaBarcelóyErnestoSanjuányahabían alcanzadonuestra

posición. Ambos se agacharon para auxiliar a la mujer, a la que nuestrapresencia, al contrario de lo que habría cabido esperar, parecía poner aúnmás nerviosa. Las palabras pugnaban por salir de su boca, en unaexplicaciónquenuncaterminabadedefinirse.Desde mi posición ligeramente apartada, comencé a comprender el

mensajequetratabadeenviarnos.Susojos,hinchadosyenrojecidosporlasdescontroladaslágrimas,sedirigíanhacialaespaldadelostrescompañerosque en aquel momento la atendían junto al suelo. También con la manoparecía apuntar en aquella dirección, a pesar de que los temblores queacompañabansumovimientohacíannecesariaunabuenadosisdeinventivaparadeducirsusignificado.―¡E…es,Pa…ahí,blo!

Aquellasecuenciadesonidoscondujomimiradahacialaderecha,dondelaúltimapuertadelpasilloaparecíafirmementecerrada.―PorDios, Elisa, no llores, respira hondo―la voz de Julia trataba de

sonartranquila,apesardesuinherenteagudeza―.Dinosquétehapasado.―Será mejor que la llevemos a su habitación mientras pedimos ayuda

―propusoErnesto,quetalvezeraelprimeroendeciralgocabal.Yomanteníalavistafijaenlapuerta.Meacerquélentamente,afianzando

cadapaso,presodeunagrantensión.Elpicaportecrujióbajolaaccióndemi mano. Empujé la pesada puerta lo suficiente como para abrirla unoscentímetrosymeasoméalinterior,temeroso,peroconvencidodeencontrarrespuestas a una situación que era, como poco, impropia del lugar, de lahoraydelmotivoqueallínoshabíaconducido.―Chicos ―escuché el sonido de mi propia voz como un eco difuso,

externoamipersona―,creoqueyaséquélepasa…Minutosdespuésllegaríaapensarquetalveznohabíasidolaformamás

apropiadadedarlanoticia.Sinembargo,notédeinmediatocómocaptabalaatencióndetodoslospresentes.Elrocedelasropasevidenciabaquealgunodeellosseestaba incorporandoconapremio,conel findeacercarsehastami nueva posición, para poder comprobar qué era aquello que habíadescubierto.Sinembargo,fui incapazdesabercuáldelostresera,porquemi vista estaba fija en el interior de la amplia estancia. Y, sinceramente,dudoquehubierasidoposiblesacarmedeaquelestado.Mesentíparalizadoduranteunossegundos,quesemeantojaroneternos,

lamanoderechasosteniendoelpicaporteconfuerza.Duraronjustohastaelmomento en que una espontánea blasfemia salió del interior de ErnestoSanjuán,queobservabaporencimademihombrolaescena,arrancándomedelmorbosoensimismamientoquemeprovocaba lavisión.Percibíenesemomento que había permanecido con la boca entreabierta, y la cerrébruscamente,pensando,enunnuevoalardedeinapropiadavergüenza,queteníalasuertedenohabersidoobservadopornadieentodoesetiempo.Elinteriordelahabitaciónera,enesencia,idénticoaldelamía,salvotal

vezporalgúnnimiodetalledecorativo,deesosqueloshotelesutilizanparavenderunafalsaimagendeexclusividadasusclientes.Tengo,dehecho,elrecuerdodehabersentidounapunzadadeorgulloalconstatarqueloscuadrosdemihabitaciónteníanmucho más valor artístico. No obstante, cualquiera habría coincididoconmigo en valorar esas apreciaciones como insustanciales, casi

irreverentes,envistadelaimagenquepresidíaelcentrodelasala,dondeseencontrabalaenormecama.Envueltoenuncaóticoamasijodesábanas,prácticamentearrancadasdela

parte inferior del colchón, y firmemente aferradas por unasmanos rígidasqueseclavabanentrelospliegues,losojosdesproporcionadamenteabiertosenunamuecadeevidentedoloryaparentesorpresa,lamandíbulaapretadafuertemente pero, a todas luces de forma insuficiente para contener eltorrente de sangre derramada a través de los labios, yacía Pablo Sagasta.Muerto,constatédeinmediato.Yapesardetodo,lomásllamativonoeraelhechodedarconelcadáver

del jefe, víctima de un acto de clara violencia perpetrado enmedio de lanoche.Despuésdetodo,detrásdelmisteriodeunapuertacerradajuntoalaque se viven momentos de histeria y conmoción, uno siempre esperaencontraralgo sorprendente.Ypeseaqueesa imagen loera, esnecesarioreconocer que, a veces, hay casos en los que, como este, se rozaba loinverosímil. Porque, a diferencia de lo que cabía pensar, el cadáver en símismonoera lomásgrotescode laestampa,sinoelmodoenqueparecíahaber muerto. No hacía falta ser un profesional en la materia paradictaminarlascausas,yaque,rematandolaescena,cruelmenteenterradoenlagargantadelavíctima,seobservabaunpioletdeescalada.

CAPÍTULO2

Losmomentos posteriores al hallazgo se encuentran sumidos en una especie de nebulosa enmimente.Debosuponerqueenalgúnmomentoelrestodehuéspedesdelhotel―oloqueeslomismo,mis compañeros de trabajo― terminaron por llegar hasta la escena del crimen, pero lo único querecuerdo es encontrarme, de pronto, rodeado por todos ellos, junto al quicio de la puerta, sin queningunodenosotrosseatrevieraadarelpasoycruzarelumbralparaexaminarelcuerpodePablo.Enelmomentoenquesentícómo lamultitudseagolpabaamiespalda,

pugnando sinéxitoporconseguirunaposiciónprivilegiadaparaatisbar elinterior del cuarto, reaccioné, echándome a un lado. Traté de dar mediavueltayapartarmedelojodelhuracán,queactuabacomounimánparaloscuriosos.Confiesoqueúnicamentequeríaevitarqueelempujedelrestomecondujeraaserelprimeroenaccederalinterior,yalaobligacióndetomarlainiciativaqueesohabríaconllevado.Porestemotivo,optésindudarloporactuarjustoenelsentidoopuesto.―Creoqueserámejorquevayamosallamaralapolicía.Nopareceque

podamos hacer mucho más aquí ―comenté apagadamente mientrasapartabaaErnestoconunlevegestodelbrazoizquierdo.―Leacompaño―lavozsurgiódelaparteinferior,donde,agachado,un

hombretrajeadoayudabaaJuliaaasistiraunamuyafectadaElisa―.Vengaconmigo,porfavor.Mientrasesperabaaqueseincorporaraparamarcarmeelcamino,observé

losrostrosconocidosdelrestodepersonasdelgrupo,conciertacuriosidaddetectivesca.Dealgunamanerahaycosasquemeresultaninevitables,ypormucho que pudiera sentirme imbuido del ambiente de tensión general,mantuvemihabitualpropensiónafijarmeenlasactitudesdelagente,tareaqueporotrapartellevabaejerciendoentremiscompañerosdesdeelmismodíaquelosconocí.Seguramenteporeso,unsimplevistazomesirvióparacaptar varios aspectos interesantes. Lo que viene a ser información deutilidad,porsiluegomepreguntan,pensé.Ernesto Sanjuán se encontraba visiblemente nervioso, pero trataba de

controlarsusemocionesdetrásdeunsemblanteserio, impropiodeél,quetendíanormalmenteamostrarse locuaz,paramigustodeunamaneraalgoforzada. Noté que tensaba con fuerza sus angulosas mandíbulas, de talmanera que los tendones se le marcaban en ambos laterales de la cara.Apoyabadistraídamenteelcododerechoenelmarcodelapuerta,enalto,

aprovechando para llevarse la mano a la cabeza de forma frecuente,despeinandosuabundantecabellooscuro.Ignoroloqueestaríapasandoporsu cabeza, pero reconozco que, con un punto demaldad,me pregunté si,como socio único de Pablo que era, se estaría planteando la herenciaempresarialqueleesperabatrasestosacontecimientos.Roberto Caballero tenía un aspecto preocupante. Su ya de por sí

vulnerableimagen,marcada,pesealajuventud,porunaincipientecalvicieyunas formasclaramente redondeadasa lo largode todasu fisonomía, seveíaagudizadaporungestodeevidentepánico.Parecíadesbordadoporlasituación,consuspequeñosojosvidriososylabocatemblorosa,comosiseesforzaraenormementeporcontener las lágrimas.En realidad,dudoqueanadie le hubiera extrañado que se echara a llorar, pero al mismo tiempopenséquenodebíaencontrarseprecisamenteapenadopor lapérdida,algoporloquedeningunamanerapodríaculparle.Porsuparte,JuliaBarcelócontinuabaarrodilladaenelsuelo,juntoaElisa

Cebrián, mostrando, tal vez por aprensión, un absoluto desinterés por laimagenalotroladodelmuro.Encambio,parecíaderrocharempatíahacialaafectada secretaria, lo cual tampoco me extrañó, puesto que siempre lashabía visto bastante unidas, seguramente por lo que tenían en común.Ambas llevaban varios años compartiendo confidencias en la oficina,frisaban la cuarentena y solíanmantener largas conversaciones en las queúnicamenteErnestosepermitíaellujodeparticipardecuandoencuando,altiempoquelosdemásnossentíamosinhabilitadosparahacerlo.PocoapocoElisaparecíarecomponersey,delamismamaneraquehabía

tenido el dudoso privilegio de ser la primera en toparse con la escena,también era la única que había reaccionado de la forma más natural.Reconozcoque,enaquelmomento,penséqueera laúnicapersonaquesecomportaba con genuina sinceridad en aquel pasillo, por mucho que esapercepciónmeincluyera,dejándomeenelmismopésimolugarquealresto.Finalmente, observé a los dos últimos en incorporarse al grupo, que

aparecían anormalmente relajados, como si su presencia allí se debieraexclusivamente a la obligación por interesarse por los acontecimientos derelevancia, sean de la naturaleza que sean. De alguna manera, ambosparecían preferir encontrarse en cualquier otro lugar. Jorge Ferrer era micompañero demayor confianza, puesto que de algunamanera había sidoquienmeacogióamillegadaalacompañía,perosolíacomportarsecomounperfectoimbécilenpresenciadeNataliaVega,algoqueocurríacadavez

con mayor frecuencia. Ambos mantenían una relación de tintes casiadolescentesy, aunquedesconocíamosel alcanceexactode sus escarceos,resultabaunsecretoavocesquesuscontinuasdiscusionesycompeticionesescondíanalgomásqueunamalsanarelaciónprofesional.Jorgeerauntipointeresante,bienparecidoygranconversador.Vestíacon

eleganciainclusoenaquelmomento,ynomepasódesapercibidoqueaunahoratantempranasulargocabellorizadoycastañoseencontrabaperfectaycuidadosamentedespeinado,comoporotraparteerasucostumbre.Parecíasentirciertacuriosidad,pero semostrabamuycalmado,comodenotabaelhecho de que rodeara distraídamente la cintura de Natalia con el brazo.Aquel gesto, que me constaba no tenía nada de casual, me producía unaincomprensiblepunzadadecelos.Digo incomprensible porque, para ser sincero,Nataliame resultaba una

mujerabsolutamenteexasperante.Supongoque,dealgunamanera,lodeloscelos respondemás al sentimiento, casi físico, que suscita aquello que esinalcanzable, y no a algo más profundo, porque Natalia era, es,condenadamente atractiva. Con su casi metro ochenta de estatura, unospenetrantesojosverdesyuna larguísimamelenaazabache,presentabaunaimagendinámicayexitosa,loquelaconvertíaenunodelosgrandesvaloresdelaempresa.Y,paracolmo,ellalosabía,porloquesolíamantenerunairedeabsolutasuficiencia,algoque,seguramenteabasederepetición,habríacomenzadocomofachada,ypasadoarealidadconeltranscurrirdeltiempo.Incluso en una situación como aquella, exhibía un profundo desdén, lamiradaclavadaenelcadávercomosiestuvieraasistiendoaunespectáculorutinarioparaella.Encerrado, pues, en mis propias deducciones, seguí en silencio a aquel

hombre,quesupuseseríaeldirectordelhotel,oalgoparecido.Mecondujoalolargodelcorredor,giróalaizquierday,sinmolestarseenecharunsolovistazo a su espalda, enfiló en dirección a las amplias escaleras queconducían a la planta baja. Bajó los peldaños con decidida agilidad,mientrasyocontinuabaprudentementeagarradoalabarandillademadera.Unavezabajosegiróbrevementehaciamí,conunamediasonrisaenlos

labios que percibí como una cortesía ensayada durante largos años deprofesión.―Llamaremos desde mi despacho. Es por aquí ―dijo señalando en

direcciónalarecepcióndelhotel.Rodeamoselmostradordemadera,detrásdelqueseencontrabaelmismo

jovenalquehabíaenviadominutosatrásaporunvasodeaguaparaElisayque, por cierto, creo que jamás llegó a completar su tarea, a pesar de suprestanciainicial.Cuandolotuvemáscercaconstatéqueerapocomásqueun niño asustado. No debía tener más de veinte años y toda su cara seencontrabasalpicadaporloquedebíanserlosúltimosretazosdeuntardíoacné juvenil. En la solapa de su uniforme portaba una pequeña chapa delatónconsunombre.AlejandroMínguez,rezaba.―Alex,¿hanllegadoyalosdemás?La pregunta de su jefe sonaba autoritaria, aunque lo cierto es que ni se

molestóenmirarlealacara.―No―vacilóel recepcionista―.LlamóOlgaharáunos tres cuartosde

hora.Hancortadolacarreteraestanocheynopuedensubirdesdeelpueblo.―Loquemefaltaba―respondióelhombredeltraje,poniendolosojosen

blanco―.Anda,llevaatodosloshuéspedesalcomedormientrasllamoalapolicía.Serámejorqueesténtodosaquíabajo.Tras labreveconversación,el joven inclinó levemente lacabezaamodo

derespetuososaludo,aloquerespondíconun casi imperceptible movimiento de cejas. Después pasamos de largo,cruzandolapuertasituadaalfondodelrecintoderecepción.Habíaunasaladereducidasdimensiones,conunamesarectangularyunadeterioradasilladeoficina,queenalgúnmomentodesuexistenciadebióserdecolorazulmarino, pero que ahora presentaba un tono grisáceo. Sobre la mesa, unordenador, probablemente adquirido en la misma época, puesto que elmonitorparpadeabadeformaparticularmentemolesta,emitiendoimágenesenlasquelamayorpartedecoloresparecíandiferentesvariantesdelverde.Elhombrecruzóconprisaunasegundapuerta,situadaaladerechadela

sala,sobrelaquecolgabaunrelojcircular,deplástico,comoaquellosqueelespañolmediodisponeentodaslascocinasynuncaconsulta,detalsuertequepuedenpasar años sinmover una sola aguja y sin que nadie llegue aadvertirlo.Marcaba las ochoymedia de lamañana, aunque no era difícilponerenentredichosufiabilidad.Accedí a la sala contigua cuando el director ya mantenía una anodina

conversaciónalaquenopresténingunaatención.Enrealidad,estabamuchomás atento al contraste entre su despacho y el cubículo del recepcionista,queera,comopoco,llamativo.Nohabíadudadequenosehabíareparadoengastosalahoradedecorarlasala,ysospechéque,seguramenteenotrascircunstancias, aquel hombrenohabríadudadoenproporcionarme toda la

informaciónposiblesobreelmobiliarioyladecoración.Laestanciaestabapresididaporunaimponentemesadecaoba,brillantey

lujosa, sobre la que se disponían pocos elementos, cuidadosamentecolocadosenunordenqueparecíaproductodeunconcienzudoestudio.Alotro lado aparecía un enorme sillón alto, tapizado en cuero negro, conbrazosdemaderaajuegoconelrestodelosmuebles.Pensé, con un punto sarcástico, que mientras el pobre Alex se dejaba laespaldaenaquellasilladesvencijada,eljefebienpodíaecharselasiestaensu sillón, que probablemente era calefactable y vibratorio, y que tal vezdisponíadeotrasnumerosaspropiedadesdesconocidasparamí.Otrosdospequeños butacones servían para acomodar a las visitas, aunque a mí nodebíaconsiderársemecomotal,puestoqueenningúnmomentomeinvitóatomar asiento.Mientrasmededicaba aobservar las valiosasobrasde arteque adornaban las paredes, completamente forradas enmadera noble, unavozmehizoreaccionar,descubriendoquellevabaunbuenratoensimismadoenlaobservacióndeldespacho,sinprestaratenciónalaconversacióndemiacompañante.―¿Perdón?―preguntéamododedisculpapormidistracción.―Digoquecómose llamael finado―contestóconunpequeñodejede

exasperación.―Pablo, Pablo Sagasta ―me apresuré a informarle―. Es el director

generaldelaempresa.―SunombreesPabloSagasta―sedirigíadenuevoalteléfono―.Nosé

si dispondránde losmedios necesarios, peropor lo quehemos sabido lascarreterashanquedadocortadasporlanieve,demodoqueelaccesodebederesultarmuycomplicado.Realizóunapequeñapausa,conelceñofruncido,yañadió:―Sí, por favor, vengan lo antes posible. Comprenderá que la situación

aquíesbastante tensa.Lagenteestámuyasustadayalguiendebehacersecargodetodoesto.Medije,recordandolasreaccionesdetodoslospresentesenelpasillodel

primerpiso,que lociertoesquenoparecíahabercundidoelpánicoenelpiso de arriba. No obstante, comprendí que aquel hombre necesitabaquitarse―conperdón―elmuertodeencimacuantoantes.―PreguntenalllegarporBenjamínFernándezdeCastro.Gracias,buenos

días―concluyó.«Mira qué bien, nos ha tocado lidiar con un grande de España», pensé

divertido.Finalizadoelaviso,Benjamín―quemedisculpeporlaosadíadetratarle

por su nombre de pila― parecía haberse quitado un peso de encima.Levantólavistaymesonrióconforzadaamabilidad.Percibíensucaraunsentimiento de superioridad. A buen seguro me juzgaba, y no le culpo,porquemientrasyoaparecíacompletamentedesaliñado,conunosvaquerosviejos,ungruesojerseydelanagrisymisbaratasbotasdemontaña,élseerigíacomounafiguradistinguidayelegante,consucarísimotrajederayadiplomática, la camisa blanca perfectamente planchada, una brillantecorbatarojayloszapatosnegrosimpolutos.Pensé en disculparme por no haberme llevado el traje de las bodas a la

excursiónporelmonte,peromecontuveenelúltimoinstante,porque,alfiny al cabo, cuando las circunstancias te obligan a pasar un tiempo encompañía de alguien―ydesconocía de cuánto podría llegar a tratarse eneste caso―, el esfuerzo empático suele reportar mayores beneficios. Demodoquememantuvecortés,limitándomeapreguntar:―¿Podránenviarayuda?―Supongoque sí. LaGuardiaCivil ya está en camino―su afirmación

denotaba bastante desconfianza―. Dadas las circunstancias, dicen queharántodoloposibleporfacilitarelaccesoalosserviciosdeemergencia.―Porlomenostenemosmotivosparaquenosdenunpocodeprioridad,

¿no?―Eso espero, pero mientras tanto será mejor que esperemos en el

comedor ―de nuevo señaló la puerta con gesto de invitación―. Allí almenosestaránmáscómodos.Nosreunimosenelrestaurantedelhotel.Constabadedossalasunidaspor

un imponente arco de madera de roble, que aún conservaba el brillo delbarnizenalgunaszonas,sibienelrestonoeraajenoalpasodeltiempo.Eltechoestabaforradodelmismomaterialy,enelextremoquedabaalazonatraseradelhotel, lamaderatambiénservíapararodear laampliachimeneade mampostería que, en aquel momento, se encontraba encendida,proporcionando al entorno un cierto encanto.A su alrededor se disponíanvariossillonesdecueroverde,oscurosyconalgunasdecenasdeañosasusespaldas.Elrestodelasparedeserandesólidapiedra,yseencontrabanadornadas

con numerososmotivosmontañeros, que incluíanmúltiples fotografías delos alrededores, cuadros que, por su aspecto, debían ser obra del mismo

autordelosquehabíarepartidosporlosmurosdelashabitacionesdelpisosuperior, e incluso algunos tapices que demostraban que, en ocasiones,mantenerlatemáticapermiteciertaslicenciasequivocadas.Lasmesas,todasellaspequeñas,sedistribuíanespaciosamentealolargo

delasuperficiedelsalónopuestoalachimenea.Seencontrabanpreparadasparaundesayunoque,dadaslascircunstancias,nadiesehabíamolestadoensolicitar.Personalmentepensaba―yasí se lohice saber a Jorge―que lasituaciónmeresultaba incomprensible.Despuésde todo,nipodíamossaliral exterior, impedidos a todas luces por el temporal, ni mucho menossolucionarnadaenel interior,por loque tampoco leencontraba sentidoamantenernoshambrientos.Finalmente, lo que a todos nos había llamado la atención eran las dos

grandes vitrinas que escoltaban, a ambos lados, la chimenea central, cuyocontenido no podía pasarnos desapercibido. Aquellos armarios eran pocomenosqueunmuseoenminiatura sobreel emplazamiento;humilde,peroreveladorauntiempo.Conteníatodotipodeobjetos,muchosdeloscualesconfiesodesconocer

porcompleto.Síidentifiqué,noobstante,algunosdeellos,incluyendounagranmochila,variostramosdecuerdadediferentesgrosoresycolores,unanotable colección de mosquetones, dos cascos, varias sofisticadas poleas,cuatrocintasparalacabezaprovistasdepequeñaslinternas,unenormerelojdepulsera,numerososcramponesdediferentestamañosy,finalmente,unasoberbiacoleccióndepiolets,enperfectaordenaciónportamaño.Enlahileradeestosúltimosaparecíaamenazanteunhueco,unaausencia,

similar a la de un diente en una estropeada sonrisa, que habría sido tancasualcomoimperceptibledenoser,claroestá,porquetodoapuntabaaqueelobjetoquedebíaocuparesaposiciónseencontrabaenlaplantasuperior,alaesperadeseranalizadocomoarmahomicida.

CAPÍTULO3

Sentados en los sillones junto a la chimenea, nos encontrábamos los siete compañeros, junto aldirectordelhotel; lascabezasagachadas,enunsilencioapenasrotoporalgunosmurmullosquenoexpresabansinoincredulidadporlasituaciónque,deimproviso,sedesarrollabaanuestroalrededor.Porque detrás de todo aquello, que ya de por sí era suficiente para alterar los ánimos del grupo,subyacíaunapreguntaquetodoelmundodebíahacerse,peroquenadiehabíaosadoverbalizarenlasúltimas tres horas.Hasta aquelmomento, en el queNataliaVega tomó aire trabajosamente, y así,como quien constata una evidencia sin más intención que rellenar un incómodo silencio, decidióponerlascartassobrelamesa.―¿Osdaiscuentadeunacosa?―renunciódeformaclaraaposarlavista

enningunodenosotros,supongoqueenuninusualarrebatodeprudencia―.Estamosaisladosporlanieve.Nohaymaneradesalirdeaquí.Nideentrar―añadió,enigmática.―¿Quéquieresdecir?―preguntóde inmediatoRoberto.Quiseenaquel

momentoachacarsuincapacidaddeductivaalosnervios,quedesdeluegoleteníanatenazadodesdeeldescubrimientodelcadáver,perolociertoesquela pregunta evidenciaba incluso una mayor ingenuidad de la que lepresuponía.Nome pasó desapercibido que, a juzgar por lamirada que lelanzó,seguidadeunmovimientodeojosendirecciónalaltotecho,Natalianodebíaalbergarunaopiniónmuydiferentealamía.―Rober, está bien claro ―su tono estaba a medio camino entre la

condescendencia y la paciente didáctica―, nosotros no podemos salir deaquí,ytampocohabrápodidoentrarnadie...―DemodoquequienquieraquehayamatadoaPabloestabaaquíanoche,

yaquídebedeseguir―completóJorge,porsiacasoquedabaalgunaduda.―¿Ysisetratadeunsuicidio?Robertobuscaba,casicondesesperación,unateoríamenoscomprometida

paralaseguridaddelresto.―Pueshabría tenidomuchasotras formasmás sencillasdehacerlo, ¿no

crees?―replicódenuevo Jorge―.Además, no sé loquehabrásvisto tú,peroamímeparecebastantedifícilclavarseesacosaenelcuello...―¿Túcreesquenoesposible?Roberto no tenía argumentos para poner en duda la lógica de su

interlocutor.Apesardequemiintenciónnoeraecharmásleñaalfuego,nofuicapaz

decontenerme,ysopeséqueañadiruncomentariodeescasadelicadezapor

mipartebienmerecíalapena,contaldeverlacaradeRoberto.Demodoque señalé, inequívocamente, a la vitrina que contenía la colección deinstrumentosdeescalada.―Si aún dudas, ahí tienes unos cuantos, por si quieres hacer alguna

prueba.ObservéqueJorgeahogabaunarisaantemiocurrencia.―¿Cómo puedes ser tan insensible? ―me recriminó Julia, que seguía

atentaacualquiernecesidaddeElisa―.¿Notedascuentadeloserioqueesesto?―Tienes razón, disculpadme―me retracté de inmediato, consciente de

quehabíasobrepasadoellímitedelosocialmenteadmisible―.Nopretendíamolestaranadie.Ernestotercióenesemomento,tratandodeponerpaz.―Venga,dejemosesetema―modulósuvoztratandodetranquilizarlos

ánimos―.Estamostodosmuyimpresionados,yserámejorqueesperemosaquevengaalguienparaesclarecerestetema.Denadasirvequeempecemosadesconfiarunosdeotros.Se acercó a Roberto y posó la mano derecha paternalmente sobre su

hombro. Ernesto tenía una habilidad especial para tratar todo tipo desituaciones de tensión. Dominaba con absoluta naturalidad el lenguajegestual, algo que yo jamás había conseguido perfeccionar, pese a misnumerosas participaciones en todo tipo de actividades formativas sobrecomunicación no verbal, que para él constituían un pilar de nuestracompañía y el principal secreto del éxito. Probablemente me mostrabaincapazdesobrepasarlabarrerademipropioescepticismosobreesetipodeteorías,perolociertoesqueélhabitualmenteconseguíaquetodoelmundose mostrase atento a sus palabras, mientras yo solía necesitar algúndesagradableexabruptoparalograrunefectosiquierasimilar.Ernestoera,además,elperfectocontrapuntoalpropioPablo,yaqueeste

últimohabitualmentesemovíaporimpulsosdescontrolados,loquelehacíamásconflictivoeneltrato,perotambiénmuchomásprevisible.Ernesto,porel contrario, siempre semostraba comedidoy nuncadecía unapalabra demás. Con él tenías siempre la certeza de que cada frase había sidoseleccionadaparalaocasión,loqueconfrecuenciahacíaquelosdemásnossumiéramos en interminables debates sobre los dobles sentidos de susintervenciones.―Como bien dice Roberto, creo que no debemos descartar ninguna

posibilidad―continuó,conscientedequelaintencióndelotroeradesecharla mayor parte de las opciones―, y tratándose de Pablo ya sabéis quepodemosesperarcasicualquiercosa.―Esqueestonopuedeestarpasando...―Elisaarticulósuprimerafrase

coherentedesdequelaencontramosenelpasillo.Precisamente,eraellalaquemásmepreocupabaenaquelmomento.Una

vezhuboconseguidorecuperarlacalma,graciasalosdenodadosesfuerzosdeJulia,seencerróenunprofundomutismo,queúnicamenterompíaparaasentircuandoalguienseleacercabaparapreguntarsiseencontrababien.Peroaunasí,suaspectoresultabasobrecogedor.Teníalosojosenrojecidos,hinchados como si hubiera pasado días enteros derramando lágrimas deformadescontrolada;labarbillaselecontraíaespasmódicamentedecuandoen cuando, como si en cualquier momento fuera a explotar de nuevo.Llevaba,además,sucortamelenadespeinada,yrequeríaconurgenciaunanueva aplicacióndel tinte rubioqueutilizaba invariablementedesdehacíaaños.Lasarrugasdelrostroselemarcaban,haciéndoleaparentar,almenos,diezañosmásdelosquetenía.Añadiendo una nueva variable a la situación, Natalia contraatacó,

dirigiéndoseestavezaBenjamínFernándezdeCastro:―Y aparte de nosotros, ¿había más personas en el hotel? El director

levantólacabeza,alertadoporlaveladainsinuación.―Sinceramente, señorita, espero que no esté pretendiendo insinuar que

algunodenosotros...―Sólo lopreguntoporcuriosidad.Yonosoyquiénparaacusaranadie,

claro está ―le cortó Natalia, restando importancia a sus palabras, peroconsciente de que una vez expuesta la idea, el efecto que tuviera ya noformabapartedesuresponsabilidadmásdirecta.―Comprendo sus dudas, pero respondo personalmente de todos mis

empleados ―recuperó la altivez después de la sorpresa inicial―. Encualquier caso, para su información y tranquilidad, le diré que solamenteAlejandro, en recepción,mi sobrinoÁlvaro, que les trajo ayer tardehastaaquí, y que está preparando sus actividades del día de hoy, y yomismo,hemospasadolanocheenelhotel.Hizo una breve pausa, entre dramático y ofendido, esperando nuestras

reacciones, algo que debió decepcionarle, porque ninguno de nosotrosmostró mayor interés en el asunto. Una vez superado el momento, serecompusoparatratarderecuperarsubienfingidacordialidad.

―De todosmodos, señores, lomejor seráque esperemos a los expertos―nos regaló una sonrisa taimada, producto de un esmeradoentrenamiento―. Lamentablemente, nuestro servicio de cocina no hapodidoacudirestamañanaporqueelcaminohaquedadobloqueadodurantela noche, de manera que no estoy seguro de poder ofrecerles gran cosamientrasesperan.―Puesseríatodoundetalle...―contesté,conunvolumenalgomayordel

quehabríaqueridoemitir.―Veré qué puedo hacer. Pero, por favor, pónganse cómodos; la espera

puede ser larga―indicó, al tiempo quememiraba para recriminarmemifaltadecortesía.Segiróy,razonablementealiviado,echóaandarendirecciónalapuerta

batientequedabaaccesoalacocina.Lasdoshorassiguientespasaroncomounlentoyparsimoniosogoteode

segundos.Decidíapartarmeligeramentedelgrupoymesentéjuntoaunadelasventanaslateralesdelsalón,contemplandocómoenelexteriorlanieveseguía cayendo, implacable, cubriendo incluso las ramasmásbajas de losárbolesquerodeabaneledificio.Apesardequelasvistaserandiferentesalasqueteníaaccesodesdelaventanademihabitación,laestamparesultabaprácticamente idéntica, y a aquellas alturas ya me sentía completamenteincapazdedecirquéhabíaencadaunadelasdirecciones,porquelavisióndelmantoblanco era comoundesierto, eterno, inabarcable, en el quemepreguntabasieraposibleorientarse.Alotroladodelcomedorcontinuabanlosmurmullosdemiscompañeros.

Realmentenoesquemeimportaragrancosaloquetuvieranquecontarse,pues suponía que las conversaciones se distribuirían entre el «no puedocreerqueestoestépasando»,el«yoyaveíavenirquealgoibaapasaraquí»y el «tú quién crees que habrá podido ser». De alguna manera, el temaresultaba entretenido.No podía evitar pensar que, en cualquiermomento,vería abrirse las puertas de entrada de par en par, la nieve entrandoimpulsadaporelviento,enremolinoserráticos,yqueallí,frenteanosotros,con el gesto adusto y altanero, ataviado con alguna suerte de anacrónicotraje,surgiríalaimponentefiguradealgúninvestigadorclásico,dispuestoadesentrañarlosnumerososinterrogantes.Enlugardelcélebredetective,elquecruzóelumbraldelapuertafueel

esmirriado recepcionista, portandounapesadabandeja, que se sostenía enun equilibrio inestable sobre sus temblorosas manos, y que dejó con un

ruidosogolpeenlaprimeramesadelaestancia,loquesirvió,porotraparte,para llamar laatenciónde todos lospresentessinnecesidaddepronunciaruna sola palabra. Benjamín Fernández de Castro observaba desde elrecibidor,negandocon lacabezaconunclarogestodedesaprobación.Enrealidad, pensé que habríamirado al pobremuchacho con lamisma caraindependientementedeloquehubierahecho,pueslaanimadversiónqueleprovocabaeramanifiesta,aunqueesoeralodemenos.Eldesayunoestabaservido, y yo tenía demasiadahambre comopara entretenerme en realizarconjeturasque,porotrolado,noconducíananingunaparte.Nopuedo calificarlo de nadamás quedecepcionante.A estas alturas no

esperabaundespliegueespectaculardignodeunestablecimientohotelerodegran lujo, pero esperaba que las dos horas transcurridas hubieran bastadopara preparar algo que nos mantuviera entretenidos y satisfechos durantetiemposuficiente.Demodoquesospechoque,amododerepresaliapormiúltimo y mordaz comentario, Benjamín había tomado la decisión dehacernosesperarunbuenratoantesdeencargaraltalAlejandroquefueraala cocina y nos ofreciera cualquier cosa que encontrara en la exiguadespensa.La bandeja metálica contenía siete tazas desportilladas, sin su

correspondienteplato,unpardecartonesdeunahastalafechadesconocidamarcadeleche,yunbuenpuñadodecucharillas,sobresdecafésolubleyté.Enunpequeñocuencodecristalseagolpabanpequeñosterronesdeazúcarque, por su estado, debían llevar meses en ese lugar, chocandorepetidamente unos contra otros. Finalmente, en un plato de grandesdimensiones se disponían envoltorios individuales de pequeñas galletas,magdalenas y algún otro tipo de comestible de origen industrial.Decepcionante,comopoco.―Por fin algo que llevarse a la boca ―comentaba Jorge animado a

medidaqueseacercaba.―No cantes victoria―respondí,mirando con gesto de sincera disculpa

haciaelrecepcionista―.Noteofendas,chaval.Alejandro se ruborizó de inmediato, consciente de lo incómodo de la

situación que su jefe le había dejado entre manos. A modo de gesto encontrade su superior, estuve tentadode invitarleaunirseanosotros,peroestimé que no era conveniente agregarle una presión adicional de la que,sospechaba,noseríacapazdesalirairoso.―Lesruegonosdisculpen.Elserviciodecocinanohapodidoveniresta

mañana,ydebíantraertodolonecesarioparaestosdías.―Notepreocupes―tercióJulia,conciliadora―,nocreoqueningunode

nosotrosestépensandoenbanquetesenunmomentocomoeste,¿verdad?Vi que Roberto asentía con complacencia. Jorge, que acababa de llegar

juntoalamesa,abriólabocaparadarlaréplica,yencontestaciónrecibióunfuertecodazodeNatalia,que le recomendabamantenerseensilencioynohacernos partícipes de su valiosa opinión.Yo compartía su valoración,pero también me abstuve de hacerla pública. Con seguridad resultabapreferiblecomeralgo,porquesi loqueAlejandrocomentabaeracierto, lasituaciónsólopodíaempeorarenlaspróximashoras,yacabaríaporresultarbastantecrítica.Decidí,noobstante,queun sarcasmodisfrazadodecorrectacortesía era

lícito.―Que aproveche―dije, dirigiéndome a todos y a ninguno a unmismo

tiempo,mientrasmeservíalecheenunadelastazasvacías.―Miraqueeresdesagradecido,Nate―merecriminóJulia―.Nopuedes

pasartelavidaexigiéndoleimposiblesatodoelmundo.Lesonreí,conscientedequeenelfondomereñíaconunaespeciedetono

maternal, que solía utilizar con todo el mundo, pero que en mi caso meconstaba como sincero. En realidad, Julia sabía que la situación meresultaba tan incómodaquemiúnica reacciónespontáneaeraaquella, conindependenciadequesepudierainterpretarcomohumordeescasogustoo,directamente, comomala educación.En lo que sí convine con ella fue enquemicomportamiento,anivelgeneral,estababastantelejosdeserelmásapropiado.Durante losminutos siguientes dimos buena cuenta del frugal desayuno

que, si bien no mejoraba las expectativas levantadas por su aspecto, almenos resultabaunalivioparaelestómago,quesentía revueltoacausa,apartes iguales, del hambre y de la sensación dejada por las imágenescontempladasalolargodelamañana.Resultacuriosalaformaenlaqueelser humano modifica sus percepciones cuando desatiende sus horarioshabituales de alimentación. Tal vez por eso, poco a poco la situación detensiónfuetornándoseentedioyaburrimientoporlaobligadainactividad.Fue poco después del mediodía cuando un potente ruido monótono,

procedente del exterior, vino a romper nuestro estado de marasmo yaletargamiento. Anteriormente ya había recuperado mi posición junto alventanal,pero,peseamiubicación,noconseguídescubrirsuorigenatravés

deloscristales.―¿Quéeseseruido?―mepreguntóJorgedesdeelotroladodelasala.―Ni idea. No se ve nada. Debe de provenir del otro lado del edificio

―repliquéseñalandohacialazonadelaentrada.―Voy amirar, así almenos tengo algo en qué ocupar el tiempo―dijo

Jorge,queselevantódeunsaltoyseapresuróasalir.Elsonidoseintensificóhastaqueparecióformarpartedelentornointerior

delcomedor,haciendovibrarlevementealgunosdeloscristales.Parecíaelrugido de un motor potente, como el que hiciera un camión de grandesdimensiones.Supusequesetrataríadeunamáquinaquitanieves,queveníaaliberarnos de nuestro encierro forzoso en lo alto de la colina. Sentí unaoleada de sincero agradecimiento, aunque me temía que el día no habíahecho más que comenzar. De hecho, lo más probable es que la rápidaactuacióndelosserviciosdeemergenciasnosedebiera,precisamente,alanecesidad de permitirnos a nosotros salir de allí, sino más bien a la dehabilitarelaccesoaotros.Esdecir,queuncamino libredenieve,enestecaso,noparecíaservircomosoluciónparaelasunto,sinocomounafuentedenuevascomplicaciones.Mis sospechas no tardaron en hacerse realidad, puesto que poco tiempo

después Jorge volvió a presentarse ante los demás, con amplia sonrisa,satisfecho,comosilosproblemasestuvieranapuntodeterminarse.Atodaslucesnohabíapensadoenqueahoranostocaríadarmúltiplesexplicacionesacercadelosterriblesacontecimientosdeldía.―¡Yavienenasacarnosdeaquí!Jorge estaba particularmente exultante, como si tuviera la imperiosa

necesidaddevolveracasa.―Notepongastancontento,queestonosehaterminadonidebroma.EltonodeNataliaerapurocontraste,muchomássobrioypesimista,ya

mijuicio,tambiénmásperspicaz.―¿Por qué no? ―Roberto continuaba haciendo alarde de sus

inexplicablesataquesdeingenuidad.―¿Tú crees que alguien habría venido tan rápido si no tuviéramos un

asesinosueltoporaquí?―leespetóNatalia―.Porloqueaellosrespecta,nosotrosnospodíamoshaberquedadoaquíencerradoseltiempoquefueranecesario.―Es cierto, hay un cadáver y diez sospechosos bien custodiados en un

recintocerrado―completé―.Elsueñodetododetective.

Enefecto,todaslaspiezasdelrompecabezasdebíanencontrarsedentrodelas gruesas paredes del hotel. A aquellas alturas yo ya había perdido laesperanza de rehacer lasmaletas y volver a casa.No obstante, la idea devolveraencerrarmeeneldescuidadoapartamentoquemehabíaacogidolosúltimos tres años tampoco me resultaba especialmente atractiva. Bienpensado,esodeformarpartedeunainvestigaciónpolicialnodebíaresultarnada aburrido, y prometía ser lo más interesante que hubiera vivido enmuchotiempo.Tantaspelículasacabanporfalsearleaunolaspercepcionesdeloqueesonounajornadadediversión.Enesemomento,BenjamínFernándezdeCastrovolvióapresentarseenel

recibidorprincipaly,abriendolapuertadeentrada,dejópasoaunaparejade la Guardia Civil, que por el momento parecían más ocupados ensacudirse la nieve de los hombros que en poner los cinco sentidos en laobservacióndellugar.―Porfavor,pasemostodosalcomedorparapoderhablarmástranquilos

―Benjamínsedirigíaalosdosreciénllegados,aunqueenrealidadadvertíaamigrupoquenadieseibaairdeallísinhaberdemostradotenerlasmanoslimpiasentodoaquelasunto.

CAPÍTULO4

ElcapitánRicardoBenaventeapenassuperaríaelmetrosetentadeestatura,peroerarecioyfornidohastaunlímitecasiestereotípico,loqueleconvertíaenunaespeciedeanimalfurioso,conelqueeraconvenientecruzarsedeperfil,sinfloriturasnialardesdefalsavalentía.Apesardequedebíahabersobrepasado ya los cincuenta años, conservaba una considerable mata de pelo cano, lacio y conapariencia indomable. Lucía, asimismo, una abundante perilla que combinaba con el resto de unabarbaquedebíallevarvariosdíassinafeitar,porloquesuaspectoresultabadescuidado,algoquesereforzabaalavistadesuuniformearrugado,einclusodescolorido.Suvozeraprofundayronca,deesas que llevan encima variosmiles de cigarrillos y que terminan por ser una inequívoca seña deidentidaddesusdueños.Adecirverdadno levi fumar,peroapestabaa tabaconegrodesdevariosmetrosdedistancia,ytantosudentaduracomosusdedosamarilleabandeformaperceptible.LeacompañabaeltenienteAldana,querespondíaalnombredeFernando,

aunque no parecía que hiciera demasiado uso del mismo. Presentaba unfuertecontrasteconsusuperior,puestoqueeraaltoyespigado,conelpelocastañoperfectamenterecortado,lasfaccionessuavesyagraciadas,deltipoqueposeenaquellosquealprincipiosiempreresultansimpáticos.Elmismouniformeparecíamuchomáselegantesobresushombros.Presentabaunosmodalesinfinitamentemásrefinadosyunavoztempladayagradable.Habrían constituido, por tanto, la pareja perfecta para interpretar los

papelesdepolibuenoypolimalo,deno serporqueenelmundo real lascosas se hacen como se hacen, y las investigaciones se resuelven conmétodos que resultan bastantemásmundanos de lo que lamayoría de lagentepiensa.BenjamínFernándezdeCastrolesprecedía,enactitudservilyreverencial,

al tiempo que trataba de ponerles en antecedentes sobre la situación, casisiempredirigiéndosealcapitánBenavente,algoquenomecausósorpresaalguna, puesto que ya había dado sobradas muestras de tener unos muyclaros conceptos sobre la importancia de la jerarquía, sospecho que nosolamenteanivelprofesional.―Comoles ibadiciendo,aprimerahoradeestamañanaescuchamosun

gritodesgarradorenlaprimeraplanta,dondeseencuentranlashabitacionesdeloshuéspedes,aquípresentes.―¿Quéesprimerahoradelamañana?¿Lassiete?¿Lasocho?―elprimer

cortedeBenaventefuetajante,comolacaídadeunhacha.―Nosabríadecirleexactamente,capitán―Benjamínbuscóconlamirada

aElisaparaquecorroborarasuaproximación―.Supongoqueunpocoantes

de las ocho, porque me encontraba en el despacho desde hacía pocosminutos,ycomienzoinvariablementetodoslosdíasalassieteymedia.Aldana tomaba notas en respetuoso silencio en una libreta gastada,

mientraselotrocontinuabaconsumalhumoradointerrogatorio.―Yestos...―realizóunacasiimperceptiblepausaparacontarnos―siete,

¿sontodosloshuéspedesquehantenidoestanoche?―Asíes,capitán.―¿Quién más ha pasado aquí la noche?―las preguntas eran directas,

comosaetazosimplacables,quizámásporeltonoqueporsucontenido,queen cualquier caso juzgué razonable―. ¿Cuántos empleados trabajan en elhotel?―Entotalunosquince,perosolamente treshemospasadolanocheaquí

―explicóBenjamín―.Elrestohanquedadobloqueadosenelpuebloestamañanaynohanpodidoacudirasuspuestosdetrabajo.―Reúnalos a todos de inmediato―ordenó Benavente con autoridad―.

Ahoravamosaverquétenemosarriba.Mientras el director partía raudo en busca del joven recepcionista y del

que aseguraba era su sobrino, el resto acompañamos a la pareja de laGuardiaCivilescalerasarriba,formandounacuriosacomitiva.Enrealidadhabríabastadoconqueunodenosotroslesindicaraelcamino,peroparecíaexistirunacuerdo tácitoentre todosparamantenernosunidosmientras lascircunstancias lo permitieran y no comenzara la ronda de acusacionescruzadasalaquenosveíamosirremediableabocados.Porotrolado,yatítulopersonal,añadiréque,alaspocasganasquepodía

tener de volver a contemplar el cadáver, se sobreponía la morbosacuriosidad por saber cómo se desenvolvían aquellos dos en tan inusualsituación,yquédetallespodíanhaberpasadodesapercibidosparanuestrosojos,legosenlarecopilacióndepruebasforenses.EnausenciadeFernándezdeCastro,eraErnestoquienhacíalasvecesde

anfitrión, cicerone, o comoquiera que se llame al que hace este papel encircunstanciastanparticulares.Probablementenisiquieraexistaunapalabraquedefinaalapersonaqueconducealasautoridadeshacialaescenadeuncrimen, pero tal y como está el mundo lomismo es buenmomento paraacuñaruntérminoapropiado.―Verá, resulta que todos nosotros somos compañeros de trabajo. El

tristemente fallecido se llamaPabloSagasta, y es nuestro director general―lesexplicabapaciente―.Habíamosvenidoapasarunpardedíasen la

montaña, aislados de nuestra rutina habitual, con el fin de fortalecer loslazosinterpersonalesyrealizarunosejerciciosdecooperaciónytrabajoenequipo.―Muyinteresante―contestóescuetamenteeltenienteAldana.Por su parte, Benavente no escondía su absoluto desinterés por las

explicaciones de Ernesto, a pesar de que este intentaba ofrecer su mejorimagendecolaboraciónydisponibilidad,queleconocíamossobradamentedesutratoconlosclientesmásimportantes.―Ennuestronegocio,eltratopersonalesunaprioridadabsoluta,ydamos

unenormevalor al compañerismo―lasexplicacionesproseguían, apesarde todo―. Este tipo de actividades son muy comunes en las grandesempresasdelsector,peroennuestrocasonosjactamosdepodercomponeruna pequeña familia, sin necesidad de renunciar al empleo de medidasmotivacionales,quedemuestransermuyefectivas.―¿Yquiéndicequeencontróelcuerpo?―Benaventecortóderaíztodas

las superfluas explicaciones, demostrando que no tenía la más mínimaintencióndeescucharniunasolapalabrademás.―FueElisa―respondióErnesto, sin perder la compostura nimostrarse

desairadoporlafaltadetactodelcapitán.Paradarleunamayorintensidadalmomento,alguienhabíadejadocerrada

la puerta de la habitación de Pablo. El grupo se detuvo junto a ella, casiconteniendolarespiración.―¿Esaquí?―preguntóBenavente.Elisaasintióamododerespuesta,yeltenienteAldanaabriólapuertasin

ningúnasomodeduda.―¿Te imaginasqueahoranoesté?―susurréa Jorge,queme respondió

fingiendoungestodeafectadasorpresa.Evidentemente, no fue el caso. El cuerpo de Pablo Sagasta continuaba

dispuestodeformagrotescasobrelacamadesuhabitación.Porprimeravezreparéenlaexpresióndesucara,cenicientaycarentedetodobrillo,peroalmismotiempoexpresivayreveladora.Losojos,aúnabiertosdeparenpar,seencontrabanfijosenalgúnpuntodeltecho,ligeramenteescoradosalladoizquierdo, y el rictus de la boca evidenciaba que había fallecido con ungestodeprofundatensión.Supusequeeltrancehabríasidodoloroso,loquenoeradeextrañaralavistadelaespantosaherida,queseabríaendiagonala lo largo de la garganta, prácticamente desde el inicio de la clavículaderechahastaelmentón.

BenaventeyAldanaentraroncondesenvolturaenlasala,dejandoalrestodelgrupodenuevoagolpadocontraelmarcodelapuerta,sinqueningunode nosotros se atreviera a cruzar la línea invisible que nos separaba de laescena.―¿Algunodeustedesentróenlahabitaciónestamañanaohatocadoalgo

tras el descubrimiento? ―preguntó Aldana mientras se ajustaba unosguantesdelátexenambasmanos.TodaslasmiradasrecayeronenElisa,puestoquehabíasidoellalaprimera

enllegar.Contrariamentealaactituddelaquehabíahechogalaalolargode la jornada, tomó lapalabraconciertoaplomo,conscientedeque todosapuntaríamosaqueprobablementeeralaúltimaenhabervistoaPabloconvida.―Yo entré, pero estoy prácticamente segura de no haber tocado nada

―comenzóunaexplicaciónqueesperabahaberescuchadoanteriormente―.Pablomepidióanocheque ledespertaraa lassieteymedia.Queríaserelprimero en bajar porque debía tener algo especial preparado para elcomienzodeldía;legustabamuchosorprendernos.―Unaformamuyelegantededecirlo―tercióRoberto.―¿Qué quiere decir con eso? ―Aldana debía sentir una importante

curiosidad por lamanifiesta animadversión quemostraban algunos de loscomentariosquehabíapodidoescuchar.―Digamos que sus sorpresas tendían a resultar desagradables para los

empleados―puntualizóJulia.―Ledivertíamuchoponeralagenteensituacionesincómodas,fomentar

la rivalidad entre compañeros y ese tipo de cosas ―añadió Elisa, queretomaba así el hilo de su argumentación―. El caso es que a las siete ymediaenpuntolollaméporteléfonodesdeelfijodemihabitación.―¿Yacudióenpersonaalnoobtenerrespuesta?―inquirióelteniente.―Node inmediato.Supusequesehabría levantadoantesyestaríaen la

ducha,demodoqueordenéunpocolahabitaciónparahacertiempoyvolvíallamarporteléfonounosdiezminutosmástarde.Tampococontestó.Laatenciónde todoelgrupoestabapuestaenel relatodeElisa,queera

completamentenuevopara todos.Enrealidad,era laprimeravezenhorasqueElisaeracapazdeenlazarvariasfrasesconsecutivassinecharseallorarde formadescontrolada.Advertíque tambiénJorge semostrabaextrañadoporelcambioquelapresenciadelaGuardiaCivilhabíaobradoenella.―Probéentoncesconelmóvilytampocoobtuverespuesta,yfueentonces

cuandoempecéaponermenerviosa.―Es comprensible―explicóErnesto―,Pablono se separadel dichoso

móvilpornadadelmundo.Escasicomounaprolongacióndesumano...―Por eso decidí acercarme directamente a su habitación, aunque

reconozcoquemetemíabastantelareacciónquepudieratener―losojosdeElisaseibanenturbiandopocoapoco,amedidaquerevivíalosmomentosanterioresaldescubrimiento.―¿Porquéteníamiedo?¿Eraagresivo?―preguntóAldana.―Intimidantemásqueagresivo―intervinoJorge―,¿verdad,Rober?Robertolefulminóconunamiradaglacial,manteniéndoseensilencio.No

obstante, el mensaje había llegado con claridad, y ahora también los dosguardias eran partícipes de lo que todos sabíamos, y es que Roberto seencontrabasometido,porpurotemor,alosirracionalesarrebatosdeunjefeque únicamente era capaz de respetar a aquellos que de alguna manerahabíantenidoelvalordehacerlefrente.―Señores, nos estamos desviando. Prosiga ―ordenó de nuevo,

autoritario,elcapitánBenavente.―Pues eso, que en ese momento me preocupé y decidí ir en persona.

Llamé a la puerta con bastante insistencia antes de decidirme a girar elpicaporte.―¿Quéocurrióentonces?―Abrí la puerta muy lentamente, esperando encontrarme a Pablo

dormido, o la cama vacía. Había bastante luz, porque la persiana seencontrabasubidaylascortinasabiertas.Apenashabíadadounospasosenelinteriorcuandoloviahí,tumbado,contodaesasangre.―¿Nopensóenacercarseparacomprobarsiaúnestabavivo?―Aldana

tratódedarlealapreguntauntonosuaveytranquilizador,paranoincurrirenunaespeciedeacusaciónporomisióndesocorro.―No ―respondió Elisa, tratando de justificarse―, me impresionó

demasiado.Creoquegrité,retrocediendo.Despuésyasólorecuerdovermesentadafuera,enelpasillo,yel tumultoqueseformabaamedidaque losdemásibanapareciendo...Elisa enmudeció de nuevo, y los demás permanecimos a la espera,

mientras los dos guardias examinaban la habitación minuciosamente,buscandoevidenciasdelapresenciadealgoextrañoofueradelugar.Con elmismo tono seco y escueto que había empleado desde el primer

momento,Benaventeordenóasusubordinadoquecontactaraconelcuartel

para organizar todo el operativo necesario. La logística, dijo, seríacomplicada, pero había que cumplir religiosamente con todo elprocedimientohabitual,yseprecisaríalaasistenciadelforenseydeunjuezpara proceder al levantamiento del cadáver. Igualmente, alguien deberíacontactardespuésconlafamiliadeldifunto,silahabía,einformarlesdeloocurrido.Dejamoselpaso francoaunAldanaquesaliócabizbajoenbuscadeun

pocode privacidadpara realizar las llamadas necesarias, al tiempoque elcapitán se aproximaba a Pablo para observar de cerca las lesionesproducidasporelinstrumentodeescalada.Observéqueseinclinabahaciaelcuerpodesdeunlateraldelacama,ytanteabaconlosdedosenlaalmohada,juntoalacabezalevementeinclinada.―Señora,¿alentrarnovioesto?BenaventesedirigíadenuevoaElisa.Entrelosdedosenguantados,conel

pulsofirmeylavozdesafiante,sostenía,casiconunaactitudrayanaenlaamenaza, un pequeño papel pulcramente doblado. Lo desplegó y bajó lamirada, con la boca entreabierta, para observar su contenido. En pocossegundosvolvíaacontemplarnosfijamente,valorándonoscomoelcazadoraunapresa.Susojossaltabandeunoaotro,mientrasbuscabalafrasemásadecuada.―Espero―comenzó―,quealgunodeustedespuedaexplicármelo...

CAPÍTULO5

Benaventemostró una cuartilla, aireándola con vehemencia frente a nosotros, como si estuvieradispuesto a emplearla como arma arrojadiza o fuera la prueba irrefutable que demostraba nuestraculpabilidad. Algo en lo que, tal vez, no anduviera muy desencaminado, a juzgar por el mensajeimpresoenlanota.Engrandesletrasdeimprenta,mayúsculas,clarasydeunafuenteanodinaymuycomún,seleía:QUE EL CIELO EXISTA, AUNQUE NUESTRO LUGAR SEA EL

INFIERNOElcapitánnosdesafiabaconlamirada,buscandoennuestrosojosalguna

reacción al texto. Noté su decepción al contemplar que sus sieteinterlocutoressemanteníaninexpresivos,inmóviles,acasoconmovidosporloquelapresenciadelpapelimplicaba,osorprendidosporlosignificativodelmensaje.Finalmente,Benaventerompióelsilencioparatratardellegaral punto que, en un principio, había pensado que alcanzaría sin palabras,contandosimplementeconsuhabilidadparacalaralagente:―¿Pretenden hacerme creer que siete personas han entrado en esta

habitación,yqueningunosehadadocuentadequelavíctimateníaunpapeljuntoalacabeza?¿Nolespareciósuficientementesospechosoelasunto?―Como comprenderá, capitán, no estamos habituados a tratar con

cadáveres, y mucho menos, claro está, a examinarlos a continuación―repliquéparadefendernos―.Yalehemosdichoquenonosatrevimosaentrarenelcuarto;comoparaponernosaregistrarlaescena...Benaventesuspiróconhastíoyprefiriócambiardeestrategia.―¿Yalmenos tiene sentidopara algunodeustedes?Robertoy Julia se

apresuraronanegarconlacabeza,queriendodesvincularseporcompletodelasituación,comosiestapudieravolverseinopinadamenteensucontra.―Sin duda se trata de un mensaje lleno de ira―aseveró Ernesto, que

debía sentir que era demasiado el tiempo que llevaba sin adquirirprotagonismoyque,además,eradeesetipodepersonasquesiententeneruna especie de responsabilidad para dar la cara cuando el resto decide nohacerlo―.Ydebodecirque laalusiónal infiernonoestámal traída.Contodoelrespeto,porsupuesto.―¿Ahora te vas a poner tú también cínico?―le espetóNatalia, en una

inesperadadefensadelavíctima.

―Hagaelfavordeexplicarse―requirióelguardiacivil.―Puesestábienclaro,capitán.Serémásexplícito,yaquelopregunta.Lo

queyodeduzcodeestehallazgoesqueexisteunaalusiónclaraalhechodequePablomereceestarenelinfiernotrassumuerte.Juntoasuasesino,talvez.―Muy agudo, caballero―ironizó el guardia―. ¿Alguna brillante idea

más?―Lociertoesqueno,perotalvezescondaunmensaje.Ustedessonlos

expertos―replicó,molestoporeldespreciorecibido.Conscientedequeaquellavíanoparecíaconducir aningunaconclusión

útil,Benaventeoptóporindagarsobreunaspectodiferentedelaescena:―¿Qué me dice del arma homicida? ¿Le sugiere algo? ―inquirió,

asumiendoqueErnestocontinuaríaacaparandolasrespuestas.―Se trata de uno de esos instrumentos de escalada, un... ―dudó,

buscandoel términoadecuado―.Discúlpeme,perono soymuyduchoenestostemasydesconozcolostecnicismos.―Sellamapiolet―lavozproveníadelexteriordelahabitación,dondeel

teniente Aldana venía acompañado por el joven Alejandro, BenjamínFernándezdeCastroysupresuntosobrino,quenoeraotroqueelconductordelvehículoquenoshabíatransportadolatardeanterior.―¿Yestequiénes?―elpasodeltiempohacíacrecientelaexasperación

deBenavente,quehabíaabandonadoporcompleto lasescasas intencionesdemostrarseamablequehubieratenido.―EsmisobrinoÁlvaro―intercedióFernándezdeCastro―.Trabajacon

nosotros preparando las actividades al aire libre que se organizan con losgrupos que nos visitan.Es un excelente escalador y gran conocedor de lazona―añadió, a pesar de que nadie le había pedido explicación algunasobrelashabilidadesdelmuchacho.Lejosdemostrarseavergonzadopor lapresentación―loqueamijuicio

habría sido más lógico―, Álvaro Guillén, cuyo apellido supe en algúnmomento indeterminado posterior, parecía enorgullecerse de lapresentación, en una actitud excesivamente infantil. Se trataba de un tipoatlético, pequeño y fibroso, que apenas alcanzaría los veinticinco años deedad. Lucía una cuidada melena rubia, tenía el rostro afilado, tal vez noagraciado, pero sí interesante, y su mirada grisácea destilaba la altivez yseguridadpropiadelosquesesientensegurosdesuscondiciones.Lo cierto es que, sin ningún tipo de razón objetiva,me había resultado

antipático desde el mismo momento en que le vi al volante de aquelvehículo,amediocaminoentreunafurgonetagrandeyunautobúspequeño.Lehabíasaludadoconunlevegestodecabezaynohabíallegadoacruzarpalabraalgunaconélentodoeltrayecto,aunquesímehabíasorprendidosucapacidadparapasargranpartedelviajedeshaciéndoseendetallessobrelasactividades que tenía preparadas para el día siguiente; ocultando, eso sí,ciertos detalles para mantener un cuidado misterio, y aprovechando parahacer una nada disimulada propaganda sobre sí mismo, en la que supreparación y experiencia parecían dignas de un tipo acostumbrado acoronar«ochomiles».Mealegrarépor él si algúndía lo consigue,pero lodudomucho.En lo poco que tuve ocasión de observar de él en el transcurso de las

siguienteshoras,nohicesinoconfirmarmissospechas.ÁlvaroGuillénnoera nada más que un niño rico que había decidido dedicar su ingentecapacidad adquisitiva al mundo de la aventura. Una especie de versiónmodernay alternativadel clásico jovende familia acaudalada, quedecideconvertir sus aficiones en algoparecidoaunaprofesión.Pura fachada, enmi opinión, pero supongo que también es lícito que haya alguien que sededique a ciertos menesteres, tan diferentes a los que los demás nosatrevemosaafrontar.El caso es que Benavente debía albergar ideas, si no iguales, al menos

parecidasalasmías,ynorealizóningúnesfuerzoenocultarsussuspicaciaspor el hechode que, aparentemente,Guillén era el único de los presentescon una supuesta pericia en elmanejo de aquel objeto que había servidocomoarmahomicida.―¿Debo deducir que ese piolet ―comenzó señalando el instrumento,

grotescamenteenterradoenlagargantadelavíctima,ydotandoalapalabradeunciertotonosarcástico―leperteneceausted,señorGuillén?―Enefecto,esmío―respondióGuillén,manteniendolacalma,comosi

lapreguntahubierasidorutinaria.―¿Dóndeloguardaba?―Puesesteenconcretoestabaenlavitrinadelcomedordelaplantabaja.

Así sirve también como decoración ―Álvaro sonrió al guardia, con ungestoquesemefiguróunpuntodesafiante.―¿Bajollave?―elcapitánestrechabaelcercodeformaimplacable.―Alavistaestáqueno.Enlosañosquellevamosaquínuncahabíamos

sufridoninguna...―fingióbuscarlapalabraadecuada―,sustracción.

―De manera que cualquiera habría tenido fácil acceso al arma―reflexionóenvozaltaBenavente,sospechoqueconlaintencióndehacersobrevolaralgunassospechassobreelgrupo―.¿Cuándovioporúltimavezelobjetoencuestión?―Diríaqueayerporlanoche―Guillénrespondíaconagilidad.―¿Diríaodice?―Noesporresultarpuntilloso,peroentiendaquelosdetallespuedenser

vitalesalahoradeesclarecerloshechos―terció Aldana, tratando de suavizar la premeditada agresividad de susuperior,yalavistadequeGuillénparecíamolestarseantelapregunta―.¿Recuerdalahoraalaquevioelpioletporúltimavez?―Estuverevisandoelmaterialparahoyantesdeirmeadormir.Supongo

que serían cerca de las doce, y no eché en falta ningún objeto. Siento nopoderprecisarleelminutoexacto,agente―ironizóÁlvaroGuillén.―Está bien, es suficiente para acotar algo mejor la hora a la que se

cometió el crimen―repuso Aldana, ignorando la provocación del jovenguía―.Porelmomento.De inmediato, deduje que la frase tenía una intención puramente

conciliadora. A juzgar por el semblante del capitán Benavente, él habríaelegidouna contestacióndiferente para este caso.Noobstante, el tenientetratabademanejarlasituaciónconunarazonabledosisdemanoizquierda,intuyendoque,dadaslascircunstancias,aquellacasateníatodoslosvisosdeacabarconvertidaenunajauladegrillos.Larealidad,noobstante,eraquelainformaciónproporcionadaporÁlvaro

Guillén distaba mucho de ser concluyente. Aquello situaba la muerte dePablo en una horquilla de tiempo comprendida entre la medianoche y lahoraenlaqueElisadescubrieraelcadáver,algoquecualquieradenosotrospodría haber indicado sin necesidad de interrogatorio alguno, pues todoshabíamosestadoenpresenciade lavíctimanomuchotiempoantesdeesemomento.De repente,me sorprendíverbalizandomiopinión,momento tras el que

recibí un conveniente codazo en las costillas, con el que Jorge Ferrermerecomendabamantenermeenunprudentesilencio.―Si tiene alguna mejor estimación de la hora, por favor, no dude en

compartirla con nosotros ―Benavente enrojecía por momentos―. De locontrario,absténgasedehacercomentariosinútiles.―Usted perdone, capitán, no era mi intención―me disculpé, más por

compromisoqueporarrepentimiento.Benaventesegiródenuevohaciaelcuerpotendidosobrelacama,mudo

testigo de aquella absurda situación. Frunció el ceño, como si necesitaratomarseunossegundosdereflexiónantesdedecidirsobreelsiguientepasoadar.Selenotabaincómodo,perointuíquelemolestabamáselhechodenodisponerdelosmediosmaterialesyhumanossuficientesasualrededor,queporverdaderaafectaciónanteloshechos.Penséque,habitualmente,eltrabajosucioseloharíagentecomoAldana,yqueeranlascondicionesdecontorno las que le habían puesto en aquel lugar. Finalmente, y aúndándonoslaespalda,dijo,autoritario:―Yahorahaganelfavordevolveralcomedordelaplantabajayesperen

allí. Iniciaremos los interrogatorios individuales tanprontocomohayamoscompletadoelexamendelaescena.La palabra interrogatorio quedó flotando en el aire, como una niebla

densa. La confusión era palpable en el ambiente, y se tradujo en que, enrealidad,ningunodenosotrosseatrevióadarunsolopasoenbuscadelasescaleras.Sibieneraciertoquelaafirmacióndelguardianoteníanadadeextraño, puesto que entraba dentro de la lógica que nos interrogaraexhaustivamenteyunoauno, lafrasehabíacontenidounpuntodeveladaamenaza,quebienpodríaserproductodelhastíodeBenavente,obienunacuidadosayorquestadaestrategiaparadelataralculpable.―Señor deCastro...―añadió entonces el capitán, consciente de que el

grupohabíapermanecidoinmóvil.―Asusórdenes―FernándezdeCastro empleó la fórmula castrensede

formaridícula,yseacercóaBenaventeconpequeñosyapresuradossaltitos,quedando a la espera, con una actitud servil queme resultó a un tiemporepugnanteysospechosa.―Porfavor,habilítenosunasalaparaqueeltenienteyyopodamoshablar

concadaunodeustedes.Enprivadoysininterrupciones―precisó.―Porsupuesto,capitán.Puedenutilizarmidespacho, juntoalmostrador

derecepción.Allíestaráncómodosydispondrándetodalaprivacidadqueseanecesaria.―Perfecto.―Pues si no dispone usted nada más, nos retiramos para que puedan

seguirconsutrabajo.―Sólounacosamás―añadióBenavente,cuandoyahabíacomenzadoel

revuelopropiodeladisolucióndelgrupo.

Detrás de un excesivo tono casual, ciertamente producto de unapremeditaciónestudiada,Benaventeparecíaesconderalgunasuertedetrucopolicial.Ajuzgarporlosrostrosdemiscompañeros,lallamadadeatenciónhabía causado en ellos un efecto similar al que pude sentir enmímismo:alerta. La alarma silenciosa activándose súbitamente en una fracción desegundo,elgolpedecalorqueasciendedesdelomásprofundoyseinstalaenlacabeza,preocupante,enunasensaciónquesoloseconsiguecuandosepasadelarelajaciónalatensiónsinapenastiempoparaasimilarlo.Yeso,sinningúngénerodedudas,es loqueaquelcapitán, toscoyenaparienciacarente de toda psicología, consiguió haciéndonos creer que habíamosconseguidosuperar, ilesos, laprimerapartede la ineludiblecazadebrujasqueseteníaqueavecinar.Así pues, alguna suerte de resorte quedó accionado en nuestro interior,

dejándonos irremediablemente tensos, a la espera de conocer el contenidode la idea peregrina, fuese cual fuese, que Benavente había tejido en su―empezabaasospecharlo―retorcidamente.―SeñorGuillén―aquí el guardia optó por introducir una nueva pausa,

disfrutandodelmomento―,ensuopiniónprofesional,¿cuáleselgradode,digamosexperiencia,queesnecesarioparamanejarelpioletconladestrezanecesariaparahaceresto?Terminósupreguntaseñalando,sinmirar,haciaelcadáver,ydejóasísu

sentencia,comosinohicierafaltaningunaotraexplicaciónadicional.Desconozco si Álvaro Guillén era consciente de las implicaciones que

podía tener su respuesta, pero la realidad es que su salida fue, sin dudaalguna, la que mejor podía convenir a sus intereses. Si él, como únicoexperto―al menos de forma reconocida― en la materia, aseveraba queerannecesariashabilidadesespecialesparaelmanejodeaquelinstrumento,estaba claro que se dejaría a símismo en evidencia,mientras que la ideacontrariadejabarecaerelpesodelaculpabilidadenelconjuntodelgrupo,comosilaresponsabilidadpudieradividirseenfraccionesindependientes.A pesar de todo, su contestación me resultó lo suficientemente natural

comoparasersincera.―Medisculparáquenoseamuypreciso,porquedesconocíaqueunpiolet

pudierautilizarseparaalgoasí―comenzóexcusándose―,peroyodiríaquecualquierapodríahaberlohecho,¿noleparece?Enaquelmomentomedijequetalvezlehabíasubestimado.

CAPÍTULO6

LaprimeraensometersealinterrogatoriodelaparticularparejadecivilesfueElisaCebrián.Enunprimermomentomepareciólógicoqueasífuera,porquedespuésdetodo,habíasidolaprimeraentoparse con la escenadel crimen.De algunamanera, tenía sentidoque las pesquisas siguieranunacronologíaacordealasucesióndeloshechos.Almismotiempo,algomedecíaquetodoelcircoquesehabíaorganizadoentornoalacamadePabloSagastanohabíasidosinounparipéquelaautoridadhabíaorquestadoparaobtenerunavaloraciónpreliminar.Yesomeconducíaapensarquenoscitaríanenordeninversoalamagnituddelassospechasquealbergaransobrecadaunodenosotros,comosideesamaneralossospechososmásprobablespudieranobservarenelprocesocómoelcercoseibaestrechando alrededor de ellos, propiciando que cometieran algún fallo.Además, lasmentiras quetuvieran que verterse en aquella sala contenían un mayor riesgo de desmoronarse cuando ya sedispusieradeinformaciónprovenientedeotrasfuentes,acasomásfiables.Porotrolado,tambiénmeresultóinteresanteobservarcómoelpasodela

mañanaparecíahaberobradounmilagroenelánimodelapropiaElisa,queenelmomentodecruzarelumbraldeldespachodeBenjamínFernándezdeCastro aparecía relajada, lo que contrastaba con aquellas escenas dehisterismoquehabía protagonizadopoco tiempo atrás.En su rostro no seleía tampoco asuncióno resignación, sino alivio, como si todo aquellonohubiese sido más que un incómodo trance, desagradable pero necesario,para alcanzar un estado mejor. Con independencia de lo justificado queestuviera aquel comportamiento, no dejaba de resultar curioso, y mepreguntésialguienmáshabríapercibidoaquelinesperadogiroensuactitud.―ParecequeElisaestáahoramuchomástranquila,¿verdad?Casicomo

siaquínohubierapasadonada―lodejécaercomoquienrompeelhielodeunasituación incómoda,hablandodel tiempo,yenunaparte,paraquenomeoyerantodos.―La impresión ha sido grande, pero ella es fuerte ―la defendió de

inmediatoJuliaBarceló,alaquehábilmentemehabíaacercado,asabiendasdequeeralaquemásinformaciónpodríaproporcionarsobreElisa.―Ya,sí,tienesrazón―concedí,antesdedejarelsilencioflotando,como

unamudainvitaciónalaconfidencia.―Peroesque,claro,bienmirado,todoestoesunalivio―soltóentonces

Julia―. No me malinterpretes, pero Pablo llevaba demasiado tiempobuscándoseproblemascontodoelmundo.―Yademásasínoslibramosdesalirahífuera,quenoestáeltiempopara

andar como si fuéramos cabras, ¿no?―forcé una sonrisa ingenua, comoqueriendodistenderlasituación,sinterminarderesultarirreverente.

Julia correspondió a mi sonrisa, pero se cuidó mucho de emitir másopinionessobreeltema.Habíasidoprudente,sinduda,peroconsideréquesu actitud formaba parte de ese sentir general que decía que ante estatragedia la conmoción era un sentimiento admisible, pero que ciertamentenoacababadesuscitardemasiadapena.Encualquiercaso,nohabríapodidoprofundizarmuchomásensuopinióninmediatasobreeltemaporque,talycomomeesperaba,cuandoElisaregresóalsalónnotardónidossegundosenhacerleungestoelocuenteconlacabezaaBarceló.Eralasiguiente.Yoentréencuartaposición,despuésdelbrevísimoturnoquecorrespondió

a Roberto Caballero. Con un cierto toque de maldad, que reconozcoabiertamente, pensé que le habían largado a toda velocidad, hartos deescucharelmachacóntaconeodemicompañerosobreelsuelo,productodesu exasperante manía de mover arriba y abajo la pierna a vertiginosavelocidad. Lo repetía de forma inconsciente cada vez que se encontrabanerviosoporcualquiermotivo.Esdecir,atodashoras.Laesperahasta aquelmomentonohabía sidodemasiado larga,perome

habíaresultadosuficientecomoparaevaluarlasreaccionesamialrededor.Aquellos minutos habían transcurrido con una profunda calma, quecontrastabaconelnerviosismoquenoshabíaacompañadoenlosprimerosmomentosdeespera.Dealgunamanera,elsubconscientedetodosnosotrosempezabaaasimilarlasimplicacionesdeaquellarocambolescahistoria.Lasconversaciones habían empezado a desvanecerse detrás de una cortina deprudencia,yencualquiermomentoera fácilpercibir lasmiradasde reojo,maldisimuladas,quetodosnoslanzábamosdeformaindiscriminada,enunpuerilintentoportraspasarlabarreradelospensamientosdelresto.Aquella,para más señas, parecía la única alternativa posible para obtenerinformación,porque lapreguntaque todosnoshacíamosalmismo tiempoera, como poco, incómoda de realizar. Confieso que habría disfrutadomuchoacercándome,flemático,aalgunodeellos,parasoltarun«perdona,¿has sido tú?», y ver la cara del interpelado, pero aquella broma pesadahabríaconstituido,demanera inequívoca,una transgresiónde la línearojaquenodebesertraspasadabajoningúnconcepto.Unadeesascosasqueniseenseñanniseaprenden,peroquecualquieracondosdedosdefrentesabe,ointuye,desdesiempre.Así pues,me levanté de inmediato y en silencio en cuanto Robertome

lanzó el elocuente gesto que indicabaque era el siguiente en pasar por elimprovisadoconfesonario,porllamarlodealgunamanera,inapropiada,eso

sí, porque desde luego era ingenuo pensar que se pudiera escuchar unaconfesión allí dentro.Crucé el salón, con la desagradable certezade tenerunos cuantos pares de ojos clavados en mi nuca, y me apresuré hacia eldespachodeldirector,traselmostradorderecepción.La estampa que encontré dentro no me sorprendió lo más mínimo. El

capitán Benavente se hallaba repantingado sobre el lujoso sillón deFernández deCastro, en actitud relajada, con la pierna izquierda sobre larodilla opuesta, y con toda la pinta de encontrarse demasiado cómodo.Pensé, y una vez más me abstuve de decirlo, que en cualquier momentoecharía mano a un cajón de la mesa y sacaría un puro y una botella dearmañac,comoayudaparapasareltediosotrance.EltenienteAldana,ensupapeldesubordinado,ocupabaunodelosasientosparalasvisitas,almismolado de lamesa que yome encontraba y, apoyado sobre lamesa, tomabanotasafanosamenteensuminúsculalibretita.Necesitaríamuchaspáginas,ounaletraridículamentepequeña,pararegistrartodoloquesehablaraentreesascuatroparedesalolargodeldía.―Su nombre... ―me espetó Benavente, sin un saludo previo y sin

invitarmeatomarasiento.―Nathan Wallace ―respondí con todo mi acento de origen, sin

españolizarlapronunciación,comosolíahacercuando,alcontrarioqueenestaocasión,deseabaseramableyevitarconfusiones.No lo deletreé hasta queAldana, visiblemente tenso por su incapacidad

pararegistrarundatotansimplecomoelnombredeunsospechoso,melorequirió.―¿Inglés?―Benaventeeradesesperadamenteparcoenpalabras.

―Escocés,comoelgüisqui―lesonreí,burlón.―Hablabiennuestroidioma,porloqueheoído―prosiguiótrasaclararse

la garganta, con un sonido que me sonó a advertencia para que, en losucesivo,nomepasaradelisto―.¿MuchosañosenEspaña?―Unoscuantosya,sí.―¿Tambiénenlaempresa?―No tanto.Soyelnuevo,comoquiendice.Llevomásomenosunaño

conellos―señaléhacialapuerta.―Bien,bien,yahoraqueyanoshemossituado,serámejorqueentremos

enmateria―dijoentoncespausadamente,dejando tiempoparael tenienteterminaradeanotarsusprimerasimpresiones.

―SeñorWallace,¿podríadecirnoscuándovioporúltimavezalavíctima?―preguntóAldanamientras golpeaba la libreta con el bolígrafo, trazandounalíneadivisoria.―Ayer,despuésdelacena―respondí―.Nossoltóunpequeñodiscurso

en lamismamesa.Un tostón,comodicenaquí,simepermiten laopiniónpersonal.Subíalahabitaciónencuantotuveoportunidad.―¿Ustedsolo?―Simepreguntasifuisoloamihabitación,larespuestaessí;perosilo

quequieresaberessifuielúnicoenmarcharse,entonces,no―reflexionéuninstante―.Noslevantamosdosotres,sinorecuerdomal.―Deacuerdoallistadoquenoshanfacilitadoenelhotel,suhabitaciónse

encontraba en el mismo pasillo que la de Pablo Sagasta ―Benaventepronuncióelnombreporprimeravez―.¿Escorrecto?―Sí,escorrecto―asentí.―¿Noescuchóningúnsonidoextrañodurantelanoche?―Senota que nome conoce, capitán―contuve la risa―.Por la noche

pierdoporcompletolaconsciencia.Tengoelsueñodemasiadopesado.―¿Esoesunno?―inquiriódenuevo,conundejededesesperaciónenla

voz.―Definitivamente.Noescuchénadaanormal.―Descríbanos entonces cómo se enteró de la noticia, por decirlo de

algunamanera―preguntóAldanasinapenaslevantarlavistadelalibreta.―Puesfueunosminutosdespuésdelevantarme.Meestabavistiendo,con

granesfuerzoporotraparte,yescuchéungrito.Muycinematográfico,sisemepermitelaexpresión.―¿LaseñoraCebrián?―Benaventemeinstabaaserconcreto.―En efecto, aunque en un primer momento era difícil saber su

procedencia,yameentiende.Rápidamentefuihacialapuerta,salíalpasilloyfuiliteralmenteatropelladoporunbólidoenformadeRobertoCaballero.―De manera que fue él quien llegó primero hasta la habitación de la

víctima―reflexionóAldanaenvozalta.―Sí,perocreorecordarquefueaatenderaElisa,queestabasentadaenel

suelo, frente a la puerta, totalmente colapsada. Al momento llegarontambiénErnestoyJulia.―¿Quéhizousted?―Nomesientomuyorgulloso,peroparaserlesincerodebodecirqueno

hicenada...

―Sinembargo,suscompañeroscoincidenenque,dejandoaunladoalaseñoraCebrián, usted fue el primero en acceder a la habitación del señorSagasta―meescupióBenavente,acusatorio.―Sí,bueno,escierto―reconocí―.ElisabalbuceabaelnombredePablo

yviquelapuertaestabaentreabierta,asíquenopudereprimirlacuriosidadymeasomé,yasabe.Reconozcoquemicomportamientonofueunejemplodesolicitud,peroesotampocoesundelito,¿verdad?―No,eso―yelénfasisenlapalabrahizoqueunescalofríomerecorriera

elespinazo―,no.Durante algunos minutos, Aldana se encargó de preguntarme sobre

algunos detalles sobre los minutos posteriores al descubrimiento, de unaforma tan vaga y carente de interés, que consiguió hacerme dudar de lacapacidadinvestigadoradeaquellosdos.Noobstante,algomedecíaquelesestabasubestimando,yquedealgunamanera,suexperiencia,susmodos,oalgunainformaciónquehabíanrecogido,o imaginado,sincompartirlaconnosotros,lesconferíanunaventaja.―¿Cómo diría que era su relación con Pablo Sagasta, señor Wallace?

―volvióderepentealacargaBenavente.―Anivelprofesionaldiríaquecorrecta―respondí, tratandodesuavizar

larealidad.―¿Yanivelpersonal?―Inexistente―zanjéelasuntocondeterminación,aunqueelsilenciode

misinterlocutoresmeobligóaextendermeenlasexplicaciones―.Pablonoeradadoaconfraternizarconsusempleados;seesforzabaenmantener lasdistancias,pordecirloconsuavidad.―¿Sabeustedsiteníaalgúnenemigo?―¿Dentroofueradelaempresa?―preguntéporinercia.―¿Puede responder a las dos preguntas? ―inquirió Benavente con

curiosidad.―Enrealidadaningunadeellas.Desconozcocuáleseransus relaciones

conlagentedelexterior.Ydentrodelapropiaempresa,ciertamentenoeseltipomáspopular.―Ya...EltonodeBenaventeeraclaro:noleestabaresolviendoniunasoladesus

dudas.El capitán se arrellanó en el sillón, resoplando, como si la tarea que

desempeñaba leprodujeraunprofundoaburrimiento.Sinembargo,percibíundestelloensusojos,elbrillodequiensesabeseguroensuposición,ycapacitado para manejar los hilos de la situación. De repente supe quepreparaba algo. Y, bien porque el guión de su estrategia así lo decía, oporqueelmismocrucedemiradas lehabíacreadounaespeciedesintoníacon mi línea de pensamiento, mantuvo el tenso silencio durante largotiempo,evaluándome.―SeñorWallace―resolvió al cabo―, supongoque es usted consciente

dequeesextremadamenteimportantedeterminarsialgunodeustedesteníaalgúninterésparticularenhacerdañoaPabloSagasta.―¿Por?―medejéllevarporlaobviedad.―Comprenderáque,dadas lascircunstancias, elnúmerode sospechosos

se reduce a las personas que se alojaban ayer en el hotel. Hasta queencontremosunhilodelquetirar,elrepartodesospechasestaráequilibrado―lanzóeldardoentonocómplice.―¿Intenta decirme que si busco un móvil entre mis compañeros seré

menossospechosoqueellos?―Puedellamarlocomoustedquiera―sonrióconunamuecaquedejaba

claroquenoeraungestonaturalenél.―Curiosamaneradeinvestigar.―Lesorprenderíaverlosresultadosqueda.Lagentecantaóperacontal

dequitarseresponsabilidadesdeencima.―Pues si no le importa, yo prefiero guardarme esa carta para otro

momento―repliquécontodaladignidadquepudesacar―.Yahora,sinotieneningunapreguntamás...―Solamenteuna―meretuvo,pegadoalasiento,esperandootrogolpede

efecto.Sostuve la mirada de Benavente sin emitir el más leve sonido,

manteniéndomealaexpectativa.Teníaquereconocerqueaquellaformadebuscarculpablespodía llegara tenersentidoyaserefectiva,pormásquemeresultarapocoprofesional.Enalgúnmomento,elmiedo,olamalafe,ounpocode las dos cosas, entrarían en escenaparamanchar el nombredealgunodenosotros;eracuestiónde tiempo.Yapartirdeesemomento, laguerraderumoresestaríaservida.Fueraculpableono,elprimeroenrecibirlasacusacionesdelrestonodudaríaensacararelucirsuspropiasconjeturas,pordespecho,portemor,oporpuroinstintodefensivo,tantodaba,yaquelloterminaríaporconvertirseenunaguerradeacusacionescruzadas.Eltrabajo

de los guardias se aceleraría, y su única dificultad residiría en saberdistinguirunahistoriaconalgúnfondooculto,ysepararladetodalaretahíladeinvenciones,exageracioneseinventivasdeunaaudienciaquesóloejercíasunaturalpropensiónaalejarsedelpeligro.Que aquel grupo constituía un nido de víboras no habría pasado

desapercibidoa aquellosdos investigadores, eso estabamásque claro.Loquesuscitabamisdudaserasabersitambiénhabíandescubiertoque,hastala fecha, todo el grupo había estado frágilmente cohesionado por laexistenciadeunenemigocomún,deundepredadorqueahora,borradodelmapa,yyaciendoominosamente sobre suspropios fluidos,abríaunsinfínde opciones, imposibles de abarcar por completo.Con toda seguridad, lasrelacionesentrenosotrosquedaríanirremediablementedañadas.Pensé,yrápidamentemereprendíporlaocurrencia,queencuantosaliera

deaquelcuarto iríaaproponeramiscompañerosunaapuestasobrequiénsería el primero en empezar a arrojar basura sobre el tejadodel resto.Noobstante,yateníamipropiaquinielaenlacabeza.Imaginabacondesagradocuálpodríaserelefectodetodoaquello,cuando,deunplumazo,elcapitánmesacódenuevodemisreflexiones.―SeñorWallace, ¿qué piensa queme van a contar de usted los demás

cuandoleshagalamismapregunta?―Me muero de ganas por saberlo, capitán ―la chulería no tiende a

salirmeasídenatural,perodadaslascircunstanciasmeresultóinevitable―,demodoqueleagradeceréquemelocuentecuandolosepa.Almarcharmedelasala,measegurédequeelportazoseescucharanítido,

amododedespedida.

CAPÍTULO7

Alolargodelescasotrayectoqueseparabaeldespachodeldirectordelcomedor,tuvetiempopararecrearmeendosreflexiones.Porunlado,mesentíapletórico.Sencillamenteporelhechodehaberplantadocaraauntipoque,atodasluces,noteníalacostumbredeserreplicadopornadie.Mehabíalargadoconlareconfortantesatisfaccióndedejarlaúltimapalabraflotandoenelviciadoaire,conesasensaciónplacenteraqueteembargacuandotesientesvencedorenunduelodialéctico.Enocasiones,lossentimientosmáspuerilespuedenresultarlosmásgratificantes.Sinembargo,porotroladoydeformaprogresiva,seibaabriendopasoen

mispensamientoslacertezadequehabíacometidounerror,yquehabríadepagar un elevado precio por aquella inyección de endorfinas, o decualquieraque fuese la invisible sustanciaquímicaquemehacía sentir enuna nube de autosatisfacción. Porque no había ni lamásmínima duda deque,habiéndoletocadolasnaricesaldueñoyseñordelainvestigación,meestaba ganando un buen número de papeletas para convertirme en elsospechosoprincipal.Ylociertoeraque,conindependenciadelotranquilaquemantuvierami conciencia, aquel tipo tenía suficiente autoridad comoparahacermelavidaimposibleduranteuntiempo,aunque solo fuera para hacerme repetir las mismas respuestas una y otravez,hastalasaciedad,enbuscadealgunaincoherenciaoerrorenmiversióndeloshechos.En cualquier caso, y como la vida me había enseñado en muchas

ocasiones que de nada sirve lamentarse por lo que ya no tiene remedio,decidí disfrutar de mi efímera e infantil victoria, y crucé, triunfal ysonriente, el umbral del gran salón. Los indescifrables murmullos que sehabíanescuchadodesdeelexteriorenmudecieroncomoporensalmoy,derepente, un buen número de pares de ojos me asaltaron con ávidacuriosidad.Penséquealgoenmigestorevelabaloquehabíaocurridoenlasala de interrogatorios, y tardé unos segundos en recapacitar y descubrirque, en realidad, lo quemis compañeros esperaban era saber quién era elsiguienteenpasar.Mesentíazoradopormiegocentrismoyterminéporcaeren que mi precipitada huida me había impedido saber a quién tenía queenviaraldespachodeFernándezdeCastro.Toméasiento,encogiéndomedehombros,comosilacosanofueraconmigo.Aldanano tardóenaparecerpor lapuertaparahacerunelocuentegesto

conlamanoaNataliaVega,querápidamenteselevantó,dirigiéndosehacia

el guardia con un seguro contoneo. Antes de dejarle el paso franco, eltenientemelanzóunamiradaquejuzguérecriminatoriaycondescendiente.Nuncasupesiconellamereprendíaporentorpecereldesagradabletrabajoqueteníanquedesempeñarosi,porelcontrario,secompadecíademíportenerquelidiarconlaagresividaddesusuperior,contralaque,obviamente,élnoquería,nidebía,sublevarse.Talvez,medije,habíaunpocodelasdoscosas.Sentíunasúbitaoleadadesimpatíaporaquelmuchacho,queparecíasinceroynoble.Los interrogatorios se prolongaron durante buena parte de la tarde, y el

transcurrirdeltiemposumióelánimodelgrupo en una especie de depresión postraumática, que en gran parteachacabamásalaburrimientoquealatristeza,pormuyhumanoqueresulteconfundir ambos términos. La realidad era que todo aquello suponía unengorro para el grupo, que se había ahorrado una apasionante jornada deaventuras al aire libre, tanto más apetecible cuanto más se alejaba elmercuriodelcero,ynoprecisamenteporarriba,peroqueseveíaenredadoentretodaslasformalidadespropiasdeunainvestigacióncriminal.Lo llamativo, o almenos así supuse que sería para cualquier espectador

externo,eraquenuestrosrostrosnomostrabanladescomposiciónpropiadeldolor o la pena, ni siquiera del miedo. Habíamos asistido al grotescoespectáculo de la contemplación del cadáver de una persona con la quehabíamos pasado largas y tal vez no agradables horas, pero aquellacircunstancia se vivía con esa especie de indiferencia que en realidad sesientecuandonoexisteniunamínimarelaciónconlavíctima.Habríasidomuydesconsideradotomarselasituacióncomodignadecelebrarse,peromehabría jugado la mano mala ―tampoco había que abusar―, a quecualquieradenosotroshabríaafirmado,fueradetodapresión,queelmundoeraunpocomejorsinPabloSagasta.Aunque,obviamente,habríasidounaimprudencia supina ―aparte de una soberana estupidez― reconocerlopúblicamente.De las diligencias oficiales que tuvieron lugar en el hotel en las horas

posteriores no tuvimos apenas noticia, puesto que la Guardia Civil nosrecomendó, de la manera en que solo pueden hacerlo los que tienen unaautoridadfueradetodadiscusión,quenosmantuviéramosrecluidos,yaserposible callados, en el gran salón de la planta baja. Allí, junto a lainquietantevitrinadelapareddelfondo,cuyohueco,parecidoaunasonrisamelladaqueatraíadeformahipnóticaeincomprensible,supequedealguna

manera se las habían arregladopara facilitar el acceso a algunas personasmás.Así, el forense había certificado lamuerte, pormás que esa tarea lapudierahaberrealizadocualquierpersona,porinútilquefuera,yeljuezdeinstrucción había autorizado el levantamiento del cadáver y precintado lahabitación de Pablo para que la investigación pudiera seguir en busca depruebas.Pasadas las diez de la noche, y habiéndose confirmado que, por el

momento, se desaconsejaba que abandonáramos el lugar―desconozco sipor circunstancias meteorológicas o prácticas―, nos sirvieron una cenacuandomenostanlamentableeinsípidacomoladelanocheanterior.Enlamesareinabaunsilenciosepulcral,solorotoporelmonótonotintineodeloscubiertos sobre la porcelana. Fue necesario que Jorge Ferrer apurara sutercera copa de vino para que reuniera el valor suficiente como paradesinhibirseycomenzaraponerlascartassobrelamesa.―¿Sabéisqué?―susmejillasenrojecidasnopresagiabanningúnmensaje

positivootranquilizador;menosaúnmístico―.Vamosaestarmuchomejorsinél.―Jorge, por favor, no digas nada de lo que puedas arrepentirte ―le

reprendióErnesto,sinapenasconvicción.―Pues yo creo que tiene razón ―terció Natalia, sin dar más

explicaciones.Jorge le lanzó una mirada elocuente, a medio camino entre el

agradecimientoyelflirteo,antesdeproseguir.―No hay que ser hipócrita, es mi opinión―su voz sonaba levemente

pastosa―.Si hoyhubiéramos salido a hacer el indio por lamontañay sehubierapartidounapiernahabríamosestadocontentosporlibrarnosdeélunpardemeses,¿no?―Noslotomamoscomounabajalaboralalgomáspermanente―ironicé

paraapoyarlesindecirloalasclaras.―Unpocodejusticiadevezencuandonovienemal―lasalidadeElisa

nospillóatodosporsorpresa,porquerarasvecessueducaciónlepermitíaexpresarseconsemejantelibertad―,paravariar.Ernesto, que hasta entonces parecía el único dispuesto a defender lo

innegablede ladesgracia, tampoco fuecapazde replicaralcomentariodeElisa.Enesemomento fuiconscientedequePabloSagastadespertabaunverdaderoyvisceralodioenelgrupo.Lahistoriadecadaunocontabaconmotivossuficientesparaello,yantesdetodoaquelloeranormalyfrecuente

quecualquieradenosotrosaprovecharacualquierocasiónparadespellejarlo,almenosverbalmente.Yporlaespalda,queloscobardessiemprevivimosmás tranquilos. Sin embargo, que la reacción comenzara a reproducirse,aunquetímidamente,despuésdeunaagresióntanflagrante,hablabamuchodelossentimientosdetodos.Supusequeningunoloreconoceríadeformatanabiertaantelosinvestigadores,peroelmensajeeraclaro.―Amíme sigue preocupando una cosa―Roberto intervino con claras

muestrasdeazoramiento―.¿YsielquelehahechoestoaPablotienemásobjetivosensupuntodemira?―Te recomiendo que duermas con un ojo medio abierto, Rober ―la

carcajada de Jorge resultó demasiado estridente y forzada, y no fuesecundadapornadie.De alguna manera resultaba inquietante saberse encerrado en un lugar

comoaquel,presumiblementeenpresenciadeunasesino,aunqueelestadogeneraldenerviosismonoestabatanacordeconesaposibilidad.LociertoeraquetodoparecíaproductodeunajustedecuentaspersonalconPablo,yla lógica no invitaba a pensar que el resto nos encontráramos en seriopeligro.EsopensabahastaqueJulia,quesehabíamostradomuyausentealolargodetodalanoche,ofrecióunanuevaopción.―¿Y si hay alguienmás en el hotel?No sé, alguien que pudiera haber

llegadoantesquenosotrosyestuvieraescondido―aventuró.―¿Unclientecabreado?―eldardololanzóNatalia,peroJulianopareció

inmutarse,comosilaposibilidadfueraplausible.―Dios sabe que sobra gente en el mundo con motivos para querer

sacarnosatodosdelacirculación―sentenció.La conversación se prolongó durante unos minutos más, aunque en un

tono más distendido, con ese sentido del humor que se exprime en lassituacionesmás complicadas, comouna válvula de escape, una terapia dechoquecontralostemoresmásviscerales.Pormimentepasólaimagendeuna figura, de riguroso negro, agazapada en cualquier rincón de aquelcaserón infame, esperando su momento. Habría sido, con seguridad,demasiado parecido a una mala película de sobremesa. Sin embargo, nopodíadejardedarlevueltasalaúltimaafirmaciónqueJuliahabíalanzadoalaire. Por lo visto, existía la posibilidad de que hubiera personas, así, enplural, víctimasdeun irracional descontento connuestras actividades.Medijeque,alserunreciénllegado,desconocíamuchosdetallesdelahistoriaanteriordelacompañía,ymepreguntésitodoaquellotendríarazóndesero

no pasaba de conjetura, o de sutil maniobra de distracción. En cualquiercaso,carecíadesentidootorgarlemáscréditodelnecesario.Decidí retirarme temprano, a sabiendas de quemi precipitada huidame

convertiríaenelcentrodelasconversacionesdelosdemás.Apesardetodo,laideadequemiscompañerosmedespellejaranvivoenmiausencianomeresultabatandesagradablecomoladetenerquesoportarquelohicieranconotroenmipresencia.Despuésdetodo,dijeranloquedijeran,yonoestaríaallíparaescucharlo,demodoqueseríacomosijamáshubieseocurrido.Conunpocodesuerte,además,laelaboracióndecomplejasteoríassobreelcasoles apartaría de la única conversación típica de pasillo que conseguíaentretenermedemanerasincera:culparaPabloSagastadelosinnumerablesmalesdelmundo.Aquello era una especie de afición entre los empleados de Strategies&

Services y, aunque pudiera resultar una exageración para el observadorexterno,todosconvenían,oconveníamos,endestacarquenoseencontrabatanlejosdelarealidad.Siexistía,ohabíaexistido,algúngestodemaldadpura en el mundo, y era ajeno a Pablo Sagasta, seguramente habría sidoporquetuvounmomentodedescuido.Ascendílasescalerasconlentitudyenfiléelpasillo.Medetuvefrenteami

puerta durante unos segundos. Al fondo se escuchaban voces, en tononeutro,casianodino.LaentradaalahabitacióndePablopermanecíacerradacon dos tiras de cinta amarilla y brillante, dispuestas en forma de cruz.Escenadelcrimen,medije.Pormásque tratéde recrear la imagenenmicabeza,meresultabaimposibleimaginarmeaBenaventerecogiendohebrasdetejidodelsueloconayudadeunaspinzas,nifotografiando,conprecisaproximidad, lassalpicadurasdesangresobreelmullidoedredón,enbuscade un patrón, de una distancia o un ángulo de incidencia, capaces depermitirle adivinar la fuerza del impacto. Todo eso sonaba demasiadotécnico. Sin embargo, no había duda de que se desarrollaba una febrilactividadenelinteriordelaestancia.Laluzdelasbombillassefiltrabapordebajodelapuertay,decuandoencuando,lasombradeunafiguraalotroladointerrumpíaelpasodelaluzduranteunosinstantes.Aquellanoche, el regresoamicuartomesirvióparacomprobarque, en

ocasiones,haycosasqueracionalmentenotienenningunarazóndeser,peropueden terminar afectándote. Me sentía tranquilo, sosegado, casi con lasensación de encontrarme sedado, en un punto intermedio entre lainconscienciaylaalerta.Sinembargo,unapartedemimentehabíaquedado

encerradaenunbucleinfinito,atascadaenaquellaabsurdateoríaqueJuliahabía dejado caer, seguramentemás preocupada en evitar que el grupo sefracturara en unamarea de sospechas, que en la verosimilitud de su idea.Resultabaduroencontrarseencerradoentrecuatroparedessabiendoloquehabía ocurrido, pero aúnmás inquietante era pensar quepodía existir unaexplicación alternativa, alguna presencia adicional, desconocida,amenazante.Incapazdealejareltorrentedepensamientos,memetíentrelassábanasymedejéllevarporelsueño.Eldíahabíasidodemasiadolargo.En algún momento impreciso de la noche recuperé parcialmente la

conciencia.Haciendohonoraldicho,abríunojo,omedio,porquelociertoesquemicerebrofueincapazdeformarimagenalguna.Teníalabocasecacomo un desierto de arena, las piernas me pesaban como si estuvieranlastradascondecenasdekilosdeplomo,ylacabezamefuncionabavariasmarchaspordebajodelohabitual.Habíaunaúnicapercepciónrealistaenelentorno,lúgubreyoscuro.Unsonidoquebrandoelsilenciosepulcraldelaestancia, comoeldel rozamientodeuna telaque semueve, rítmicamente.Sentíafrío.Lapenumbrayelcansanciomeimpedíanenfocarlavistaenningúnpunto

de la habitación, pero tenía la inquietante sensación de encontrarmeacompañado. Incorporarme del lecho me resultaba una tarea titánica einaccesible, pero realicé un enorme esfuerzo por tratar de distinguir algoentrelassombras.Fueentoncescuandocreívislumbrarle.Sentada sobre el butacón de cuero, con una rigidez deshumanizada, una

especie de figura ―etérea, difuminada por la nebulosa del sueño y eldesconcierto―vigilabami descanso. Tragué saliva con enorme dificultadenelinstanteenquedistinguí,aduraspenas,lasfaccionesdePabloSagastaenlaimageninmóvilquesemostrabaalospiesdelacama.Recuerdoqueno fui capaz de preguntarme otra cosa que no fuera el por qué, de entretodoslospobresdiablosquepermanecíamosallí,ficticiamente confinados en el hotel, aquel maldito fantasma tenía queaparecérsemejustoamí,conlaspocasganasqueteníadevolverleaverlacara.La visión tardaría pocos segundos en desvanecerse. Únicamente los

necesarios para que aquel leve sonido que me había sacado de miensoñaciónfuesecobrandounafuerzainusitadayterminaraporconvertirseen unos sonoros golpes, como de puñetazos sobre la robusta puerta demadera,conlosquealgúnhijodemalamadrehabíadecididodespertarme.

CAPÍTULO8

EldesgraciadoencuestiónnoeraotroqueBenjamínFernándezdeCastro,quienacuciadopor lainsistenciadelaGuardiaCivil,habíarecibidoelengorrosoencargodedespertarnosalamanecer,paraconducirnosdenuevoalsalónprincipaldelhotel,engrupoydeimproviso,ysupusetambién,conlaguardiamásbajaqueenlajornadaanterior.Felicitémentalmentealosinvestigadoresencuantofuiconscientedeque,apesardequelaestrategiaeramotivosuficientecomoparaentrarenunestadodealerta,elsueñomeloimpedíasinquepudieraoponerresistenciaalguna.BenaventeyAldana tenían el aspectodenohaberdormido en semanas,

pero su rostro denotaba ―al margen del evidente cansancio, que habíaadoptadolaformadeunasojerasprofundasyvioláceas―latensiónpropiade quien se encuentra profundamente concentrado en alguna tarea querequiere toda su atención. Nadamás poner el primer pie en la sala, notécómo los ojos del capitán me perforaban sin atisbo de misericordia. Enrealidad, lo más probable era que la mirada despreciativa fuera dirigidacontra el grupo o, al menos, contra algunos de sus integrantes, porquedespués de todo me negaba a pensar que yo hubiera sido el único encomportarse con cierta rebeldía, pero como en otras ocasiones, elegocentrismomeobligóacolgarmeelcarteldeprotagonista,magnificando,parabienoparamal,laimportanciademisaportacionesalahistoria.―Aquílostieneatodos,capitán―anuncióeldirectordelhotel,comosi

noresultaraevidenteelhechodevernosallí,tanpresentescomoaturdidos.Contuvemisdeseosdecuadrarme,pegarunsonorotaconazoenelsueloy

realizarunsaludomarcialdeformaampulosayexagerada.Elgesto,enmicabeza, se veía hilarante, perome constaba que Benavente, allí plantado,conelceñotanfruncidoquelemarcabaunaincontablecantidaddearrugas,no lo encontraría gracioso ni por asomo. En cualquier caso, no dudó unápiceentomarlapalabra.Elfactorsorpresaobligaba.―Señores, créanme cuando les digo que soy el primer interesado en

terminarcontodoesto,asíqueserébreve.Sinembargo,sugestocontradecíasuspalabras,puesdabalasensaciónde

estardisfrutandodelmomento.La expectación era creciente. Parecía claro que si Benavente nos había

sacadoa todaprisadelacamaeraporqueexistíaunapoderosarazónparahacerlo. Y para más señas, el motivo no era que llevase toda la nochetrabajando, ni que aquel fuera el último paso necesario para dar por

concluidalainvestigación.Parecíahaberencontradoalgo.―Hetenidounequipocompletoenbuscadepruebasdurantelasúltimas

horas y hemos encontrado algunas cosas que necesito que me aclaren―aseguró, al tiempoquegolpeabaconvehemenciaunacarpetita rojaquehabía llevado bajo el brazo durante todo ese tiempo sin que ninguno denosotrosllegaraarepararenella.Elsilencioseinstalóotravezenlaestancia.Lancéunpardemiradasde

soslayo,aunladoyotro,tratandodeevaluarsialgunodelospresentesdabamuestras de tener alguna idea remota sobre lo que pudieran haberencontrado al registrar la habitacióndePablo.Laprudencia, por unavez,habíaconseguidodominarnuestras reacciones,causandoenelcapitánunasuertedeexasperación,comoladequientrataconalguienqueesincapazdecomprenderunconceptosencillo.Delacarpeta,Benaventeextrajoentoncesungruesopuñadodefoliosmecanografiadosygrapadosporunaesquina,ylos aireó con fuerza frente a nuestros ojos, como si el simple hecho demostrar aquello fuera una prueba acusatoria e irrefutable, capaz deavergonzarnoscomoacríosdescubiertosenplenatravesura.―¿Quéeseso?―meatrevíapreguntardeformasincera,parahacerlever

queelnumeritoprovocabamásdesconciertoquetemor.―Vaya, señor Wallace, debo reconocer que me sorprende su pregunta

―respondióBenavente con cierta sorna―.¿Deverdadno sabedequé setrata?―Se lo juro ―y en esta ocasión me esforcé en resultar serio y

convincente.Despuésdetodo,eracierto,ynoteníanilamásmínimaideadecuálerael

contenido de esos papeles. Más bien, en mi interior, esperaba que lasautoridades encontraran pruebas más mundanas, como la huellasanguinolentadeunapisadaenelsuelo,o lafibradeunaprendadevestirquenopertenecieraalavíctima.Perono;aquelpuñadodefoliosarrugadoseratodoloqueBenaventeparecíanecesitarparalanzarsudedoacusatoriocontranosotros,locualnodejabaderesultarintrigante.―Bien, pues ya que ignora de qué va todo esto―me espetó antes de

encararse tambiénconel restodelgrupo―, siento ser el que lesdigaqueestánustedesdespedidos.De cuantas afirmaciones hubiera podido realizar el capitán frente a

nosotrosaquellamañana,conseguridadesaeraunadelasmásinesperadas.Enunprimermomentomedijequedebíaseralgúntipodebromapesada,o

peor aún, el comienzo de una nueva estratagema que se escapaba a mientendimiento y deducción, pero Benavente se mantenía impasible, y eltono de su voz había sonado absolutamente serio y sincero. El casocomenzabaaalcanzarcotasdesurrealismoquerayabanlo inverosímil.Enunlapsodeveinticuatrohoras,noshabíamosquedadoaisladosporlanieveenmediode lamontaña, el tiranodemi jefe había aparecidobrutalmenteasesinadoy,ensuobligadaausencia,uncapitánde laGuardiaCivilhabíasido el encargado de revelarnos la noticia de un despido masivo.Sencillamente,erademencial.Tras el enmudecimiento inicial, y una vez superada la sorpresa por la

noticia, todaslasmiradassedirigierona lafiguradeErnestoSanjuán,queeraelúnicoconlosgalonessuficientescomoparasaberyexplicardequéibatodoaquello.Noobstante,silosabía,seestabaesmerandoenocultarlo,y su rostro evidenciaba exactamente lo contrario. Sin embargo, debíasentirse responsable de encabezar nuestros intentos por esclarecer de quéhablabaBenavente.―Le confieso, capitán, que estamos desconcertados. ¿Podría aclararnos

quéhanencontrado?―Nomesorprendequeloesté―cadapalabradeBenaventeeracomoun

cuchillo―.Sucartadedespidoeslaúnicaquenohemosencontrado...ElcapitánsostuvolamiradadeErnestoconcaradedecirlequenoteníaun

as en lamanga, sino un póquer de jotas, y el resto de la barajamarcada.Pisaba sobre seguro,y lo sabía,mientras losdemásnosesforzábamosporhacerequilibriossobrelacuerdafloja,sinbarra,sinred,yconunagenerosadosisdealcoholenlasangre.Esocomopoco.―Pordifícilquemeresultecreerquenosabendequélesestoyhablando,

se lo explicaré ―prosiguió el guardia―. Entre la documentación de lavíctima hemos hallado estos papeles. Son cartas de despido, formulariosrellenados a mano, de puño y letra del señor Sagasta, con el nombre deustedesseis,ylafechadehoy.―YfaltaladeErnesto―dijoJulia,másafirmandoquepreguntando.―Enefecto,nohaydocumentoalgunoanombredelseñorSanjuán.Oal

menos, nosotros no lo hemos encontrado, que no es lo mismo―insinuóBenavente.―Coneldebido respeto,capitán,nocreoqueseaprudente lanzarcierto

tipo de acusaciones sin profundizar antes en el tema ―se defendióErnesto―.Debedehaberalgunaexplicaciónplausible.

―Sitieneustedalguna,estaréencantadodeescucharla.―En primer lugar, es preciso que todos sepáis ―esto iba más para

nosotrosqueparaél―quedesconocíaporcompleto laexistenciadeestascartas. Y por supuesto no he sustraído la mía. Además, tiene perfectosentidoquenoexista;despuésdetodo,Pabloyyosomos―Ernestodudóencorregir el tiempo verbal― socios, por lo que no tiene poderes paradespedirme,pordecirlodealgunamanera.―¿Yalrestosí?―preguntésorprendido―.¿Sincontarcontigo?―Probablemente. Pablo poseía ―el cambio de tiempo fue sutil, pero

premeditado― ciertos poderes, y así lo establecía nuestro acuerdo. Noconsintióenfirmarlodeotramanera.―¿Y eso en qué posición nos deja ahora? ―inquirió Natalia, que

empezabaarumiarlasconsecuencias.―Paraserte sincero,no tengoni idea―Ernestodejabaclaros signosde

encontrarsesobrepasadoporelaluvióndepreguntas.―Elcasoes,señorSanjuán,queustedpareceelúnicobeneficiadoporla

ausenciadePabloSagasta,¿noleparece?―Benavente aprovechó la brecha creada en el ánimo de Ernesto, queempezaba a sudar, preso del nerviosismo―. Si no me equivoco, ahoratendríavíalibreparahacerseconelcontroldelacompañía.Sincontarconqueahoratieneplenalibertadparaconvertirseenelsalvadordetodosestosseñoresque,porloqueseve,desdehoyestánenelparo...Sentí un repentino respeto por aquel capitán de la Guardia Civil, que

acababademontartodaunahistoriadeintrigasyconspiracionesentornoanosotros, y ponía contra las cuerdas a aquel que consideraba como suprincipalsospechoso.―Insistoenquenoteníaniideadetodoesto―sequejóelaludido.―Eso tampoco cambia las cosas ―terció Aldana, para sumarse al

acoso―.Aunenelcasodequeignoraraelaparentepropósitodeliquidarlaempresa, lamuerte de Sagasta le deja franco el paso para hacerse con elcontroldetodo.―De acuerdo con sus razonamientos ―Ernesto recobró la compostura

paraintentardefendersedelasacusaciones,quepaulatinamenteestrechabanelcercoentornoasupersona―,cualquieradelosdemáshabríatenidounbuen móvil, como el de conservar su puesto. ¿Por qué no se molestantambiénencomprobarsiningunodeellosconocíalasintencionesdePablo?ErnestoSanjuán siempre sehabíadestacadopor ladefensaquehacíade

nuestros intereses, en especial frente a Pablo. Sin embargo, en aquelmomento boqueaba como pez fuera del agua; había renunciado porcompleto a esos principios, que solían ser su mayor orgullo, y luchabadesesperadamente por quitarse el peso de las miradas de encima. Laacusaciónrebotabadeunladoaotro,añadiendounaconfusiónadicionalalasituación. Su argumento era frágil y adolecía de precisión, pues estabadirigidoauncolectivoynoaun individuoenconcreto,peroaquel eraelcaldo de cultivo perfecto para que empezaran a airearse los trapos suciosquecadaunodenosotrosquisierasacararelucirsobreelresto.Apesardeque el riesgome incumbía tanto comoa cualquier otro, las circunstanciascomenzabanaresultarme,comopoco,entretenidas.―Descuide,loharemos―concedióAldana.―De paso, aprovecharemos para preguntarles por qué hay huellas de

cincopersonasdiferentesenlacarteradondeelseñorSagastaguardabalospapeles ―Benavente parecía dispuesto a desmontarnos lentamente,desplegandoconcuentagotas toda la informaciónde laquedispusiera.Noenvano,nosllevabatodaunanochedeventaja.―¿Dequién?―preguntóentoncesRoberto.―¿Yquétieneesodesignificativo?―añadióJorgeconunadesidiaque,

paralosqueleconocíamosmejor,resultabaenexcesofingida.Benaventealternólasmiradasaunoyotroysonrió.Estabadisfrutandode

lo lindo, y me pregunté si ya dispondría de todas estas pruebas en elmomento de interrogarnos uno a uno la jornada anterior. Imaginé que eramásqueposible,peroquehabíaciertas informacionesquepodían resultarmás efectivas si se difundían en público; detalles poco precisos,incriminatorios,peroambiguos,queselanzabanalairecomounanzueloalaesperadepescaralgúnpececillodespistado.―Interesantespreguntas,sinduda―respondióenigmático.Nolefaltaba

razón, pues Roberto parecía preguntarse si sus huellas estarían entre lasencontradas,mientras Jorge asumía que las suyas podían estar allí, por elmotivo que fuera, lo cual le obligaba a restarle importancia al hecho. Elcapitán mantuvo la tensión durante varios segundos más, valorando elsentidodelascuestiones,yacasoalaesperadequealgunomáscometieralaimprudenciadedescubrirse conalgunapregunta, omejor aún, conalgunaexplicación que no viniera al caso. Excusatio non petita, accusatiomanifesta,medije,orgullosopormidemostracióndecultura.Meabstuve,noobstante,decompartirloconlosdemás,porsiacaso.

―Señor Caballero ―se dirigió a Roberto―, aún no sabemos de quépersonassonlashuellas,únicamentequehaycincodiferentes,suponemos,incluyendoa lavíctima.Encualquiercaso,noseríaprudentepormiparterevelar más información si la tuviera. Y, señor Ferrer ―se giró haciaJorge―, sí, me parece bastante significativo. Ignoro cuál es elfuncionamiento de su empresa, pero en la mía solemos ser bastanterespetuososconlaspropiedadesdenuestrossuperiores.Además,porloqueestoy pudiendo colegir, tampoco se puede decir que ninguno de ustedesmantuvieraunarelación,digamos,deamistad,conPabloSagasta.Deahímicuriosidadporeltema.Como sime hubiera leído el latinajo en el pensamiento, o al contrario,

como si hubierahechocasoomisode él,Elisa se apresuróa compartir suexcusaconelgrupo.―Esprobablequealgunasdeesashuellasseanmías.Amenudoleordeno

―otra vez la ambigüedad asociada al tiempo verbal― los papeles en lacartera.Benavente escudriñó, enigmático, el rostro de la secretaria, tal vez

tratando de descifrar si la revelación era producto de su necesidad dequitarse de enmedio lo antes posible. Sopesé unmomento la situación y,valorandolasimpatíaqueElisamedespertaba,decidíecharleuncapotedela mejor manera que sabía: dejándome en evidencia con una especie dechisteadestiempoyquedandocomounperfectoimbécil.Encualquiercaso,yamehabíaganadoapulsolaanimadversióndelcapitán.―Puesyorecuerdohaberledejadounpósithacetressemanasencimade

la cartera, así que a lo mejor también están las mías ―revestí de falsacandidezmihonestaconfesión.EnlosojosdeBenaventevislumbréquedeseabacruzarmelacaraconsus

enormesmanoso,comopoco,llevarmearastrasalcuartelilloparaversimederrumbabadepuromiedo.Supequedebuenaganamehabríaquitadoelbuen humor a golpes, pero en su lugar respiró profundamente paratranquilizarsemientrasAldana, siempremáscentradoen loque importabaantesqueenrencillasdepatiodecolegio,tratabadeaprovecharlaocasiónparaescarbarenlasinceridaddeElisa.―¿Cuándo fue la última vez que tuvo acceso a los papeles del señor

Sagasta?―La verdad es que debió ser antes de Navidad ―repuso Elisa tras

reflexionarunosinstantes―.Ahoraquelodice,estosúltimosdíassecuidó

biendenoencargarmeningunatareadeesetipo.―Demodoqueustedtampocopudoverlassupuestascartasdedespido,

¿noesasí?―No,nosabíanada―Elisaagachólacabeza,comosiseavergonzarade

nopoderofrecerotrarespuesta.Benaventerehusóhacerningunavaloraciónadicional.Ysihabíarecogido

algunapruebamásdurantelanoche,simplementeseabstuvodecompartirlaconnosotros.Porelcontrario,nosinformódequeelaccesoalhotelhabíasido restablecido en las últimas horas, y que éramos libres de prepararnuestros equipajes, ya que ―suponía― a ninguno nos haría graciaquedarnosallíotranoche,dadaslascircunstancias.Hastaesemomentonocaíenque,enefecto,habíavidafueradeaquellas

cuatroparedesdemampostería.Seguramentepor el estrésde la situación,nohabíallegadoaecharenfaltaestarencasa,ypreferiblementesolo,lejosdetodoaquelbullicioydelasmiradassuspicacesqueselanzaban,amodode granadas demano, entre los que habíamos tenido el dudoso honor decompartirlashorasdeesperaeincertidumbre.Asípues,lainsistencianofuenecesaria, y rápidamente nos apresuramos en preparar nuestros aparejosparalapartida.Alcapitánnovolveríaaverlehastavariosdíasdespués.Soloel teniente

Aldanaseaproximóanosotroscuando,ateridosporelintensofríoqueaúndominaba el lugar, esperábamos, arrebujados, la llegada del pequeñoautobúsquehabríadellevarnosdenuevoalacapital.Fueparcoenpalabras,y bastante menos cordial de lo que se había mostrado en las horasanteriores.Dealgúnmodo,comprendoqueladispersióndelossospechososdebede ser una circunstancia bastante incómodapara un investigador, asíqueledisculpéeldesplante,achacándoloalatensiónqueproduceperderdevistaaunobjetivo.Alfinyalcabo,eltiposeguíaresultándomesimpático,poralgunarazóndesconocida.Antesdegolpearelmetaldelacarroceríaamododepermisoparalapartida,asomólacabezaporlapuerta,aúnabierta,ynosinformódeque,mientrascontinuaranlasdiligenciasysemantuvieranlassospechassobrenosotros,teníamosterminantementeprohibidosalirdelpaís,ynos recomendabamantenernos localizables sinoqueríamosque seemitiera algún tipo de orden de arresto sobre nosotros. En otras palabras,cadaunoensucasayaesperar.ÁlvaroGuillénguioelvehículocolinaabajo,aunavelocidadqueseme

antojó excesiva. Tenía que reconocerle cierta pericia al volante de aquel

trasto,peropreferídespotricar,entonobajoyconfidencial,sobresufaltadesentidode la responsabilidad.Ciertamente, el camino era transitable, perotalveznoeraelmomentomás idóneoparadedicarsea irderallycon unpuñado de pasajeros a bordo. A él, aquello parecía importarle más bienpoco,ydesconozcosisedebíaaunexcesodeconfianza,alaimpulsividadde su juventud, o a que directamente su cabeza sólo servía para llevarridículos gorritos de lana, siempre de marca y algo ladeados hacia laderecha.Una vez hubo pasado el peligro del descenso, alcanzamos la carretera

nacional y pude relajarme. Miraba distraído por la ventanilla cuandoobservémovimientoamilado.MirédereojoparavercómoNataliaVegaseaproximabaalapartefrontaldelvehículoytomabaasientojuntoaGuillén,enesaplazaabatiblequeseubicajuntoalapuertadeentrada,yquesiempremehaparecido,apartedemuypeligrosa,unespacioprohibido,reservadoafiguras relevantes. A saber: conductores de reemplazo, guías turísticos yprofesoresdeexcursión,poreseorden.Habrá quien me tache de cotilla, pero no pude evitar escuchar su

conversación, pues me pillaba relativamente cerca. Tampoco hice el másmínimoesfuerzoporevadirmedeella,todoseadicho.―Esunalástimaquenohayamospodidosalirdeexcursión,¿verdad?CreoconocerenalgoaNatalia,ysupedeinmediatoqueaqueltonodulce

ymelifluoescondíaunobjetivoposterior.―Sí, una pena... Pero bueno, siempre podemos ir en otra ocasión

―Guillénentróaltrapoinclusomásrápidodeloqueesperaba―,siquieres.―Genial,teníamuchasganas,ytúparecescontrolarmuchoeltema.El chaval estaba visiblemente encantado por los halagos, y comenzó a

parlotearanimadosobreactividadesalairelibre,proponiéndoletodotipodeposibilidades a las que él, con toda amabilidad, la acompañaría. Justocuandoempezabaacomentarquelosinicioseranunpocoduros,peroqueterminabaporconvertirseenunaespeciededroga,porculpadenoséquéabsurda sustancia que segregaba el cerebro, Natalia lo cortó, y en tonoaparentementecasualsoltólapreguntaquemepusoenalerta:―Oye,¿yhasconseguidoquetedevuelvanelpiolet?Porel tonoinoportunodelapregunta,dedujequelaconversaciónnoles

pillabadenuevas,yquedealgúnmodoestabanretomandountemadelqueyahabíanhabladoconanterioridad.―¿Túquécrees?―respondióélcondecepción―.Mehandichoqueva

paralargo,peronosécuántoeseso.Paramíqueesosbuitresseloquedanynovuelvoaverlo.―Ya, lo siento ―comprendió ella, y realizó una pausa, como si se

detuvieraapensarconprofundidadenalgo―.Debedeserraro,¿no?―¿Elqué?―Pues eso, ver un objeto tan cotidiano para ti―buscó las palabras―,

convertidoenunarma...―No lohabíapensadodeesamanera,peroes cierto.Aunque laverdad

―convirtió su voz en un susurro―, la elección no esmala, no sé si meentiendes.Natalia hizo un gesto afirmativo, como si estuviera de acuerdo con él.

Mientras tanto, yo mantenía la vista fija en la ventanilla, sin mirar enrealidadaningunaparte.Eché tambiénunvistazoatrás,confiandoenqueningún otro viniera a interrumpir la conversación, que se había puestodemasiadointeresantecomoparaperderlaocasióndeescucharsufinal.―La verdad es que ahora esos cacharros me parecen todavía más

peligrosos―ellaprofirióunarisita,suaveydesganada―.¿Yde verdad piensas que cualquiera puedemanejarlo de una forma tan

sencilla? Ya sé que es contundente, y afilado, pero no sé, se me hacedifícil...Guillén apartó la mirada de la carretera y centró los ojos en ella, que

seguía manteniendo el rostro impasible, cargado de inocencia. Luz roja.Alerta. Los ojos y los oídos se me abrieron el triple de lo que estaban,aunque no sabría decir si era porque deseaba escuchar la respuesta deljoven, o porqueme producía pánico observar su falta de atención en unaactividadenlaque―llámenmedramático―nosibalavida.―DecirlelocontrarioalaGuardiaCivilhabríasidocomotirarunapiedra

contra mi propio tejado, ¿no crees? ―Guillén constató algo que ya meimaginaba.―Claro―elladejóelterrenoabiertoparainvitarleacontinuar.―Para serte sincero, creo que un manejo así requiere cierta precisión.

Quierodecir,queungolpeasí,dadoalaprimera,necesitaunabuenadosisdedeterminación.Comopoco,elquelohizosabíaqueeranecesarioponercuidado,yasabes.―Comprendo ―Natalia sabía tan bien como yo que Guillén ya había

cogidocarrerilla,yquesoltaríadecorridotodasuopiniónsobreelcaso.―De cualquier forma, hay otra cosa de la que sí estoy seguro, y que

tampocohedicho―denuevobajóeltonopararemarcarlaconfidencia.―¿Cuál es? ―ella no hizo el más mínimo esfuerzo por controlar las

muestrasdecuriosidad.―Porelángulodeentradayladireccióndelcorte―realizóunpequeño

ademán apuntando a su propia yugular―, me juego el cuello a que elasesinoeszurdo.

CAPÍTULO9

Traselregreso,ErnestoSanjuánnoscomunicóque,entantosedisponíaaaclararlasituacióndelacompañíay,consecuentemente, lanuestra, seríaoportunoque todosnos tomáramosunasemanadedescanso. Bajo mi punto de vista no existía gran cosa que esclarecer en ese sentido, porque enausencia de herederos legales―yPablo Sagasta no los tenía―, era lógico pensar que la empresaquedaraensusmanos.Portanto,nuestrodestinolaboralformabatambiénpartedelasdecisionesquetendríaquetomar.Sospecho, no obstante, que el giro de ciento ochenta grados que sus

particulares circunstancias habían dado le abrumaban en exceso,impidiéndole manifestar lo que pensaba. No niego, eso sí, que sucomportamiento estaba bien aconsejado por la prudencia, porque unaactividad inmediata le habría puesto aúnmás en el punto demira de lasinvestigaciones, y él, en su papel de afectado compañero, incapaz decentrarse, o necesitado de reflexionar antes de decidir qué camino seguir,conseguíaecharfueraunabuenacantidaddebalones,locual,habidacuentadelasituación,noeracosadesdeñable.Porotraparte,aquellasemanadeobligadoasuetonoeraplatodelgustode

ningunodenosotros.Pormuchoquenofueraderecibodespreciarunosdíasextrasdedescanso,lasincertidumbresquenuestrofuturopróximoalbergabannodejabanlugaralarelajación.Sabiendoquenoteníadóndeir,ignorandosiposteriormentecontaríaconunsustentogarantizado,yconelconvencimientodeque,tardeo temprano, atendería a unosgolpes en la puerta para encontrarme con ladureza del rostro de Ricardo Benavente bajo el umbral, habría preferidoteneralgúnentretenimientomásqueeldepasarmeeldíaencasa,dándolevueltas a la cabeza. Así de caprichoso es el destino, que permitía que,incluso desde la tumba, Pablo Sagasta fuera capaz de limitar nuestralibertad.En esos días solo coincidí con Jorge Ferrer. Le llamé yo, después de

setentaydoshorasdeencierro,hartodequemicerebropidieraagritos―yapartesiguales―airefrescoycerveza.Nosencontramosalapuertadeunatasca,enunacalleestrechajuntoalaPlazadeJacintoBenavente.Malditalagraciaquemehacía la irónica coincidenciade apellidos.Noobstante,medijequeelescritor,ylaplazaencuestión,habíanrecibidosunombreantesque el capitán de la Guardia Civil, y que, por tanto, no tenía derecho a

recelardeningunodelosdos.La conversación había transcurrido por unos derroteros más que

previsibles, que pasaban de lamundana climatología a las dudas que nossuscitabaelfuturo.EnapenasunosdíasvolveríamosaaquelpisodelBarriode Salamanca, convertido en oficina, y era una absoluta incógnita lo quepodríamos llegar a encontrarnos allí. Y el problema estaba en que lasposibilidades eran antagónicas: tan pronto podíamos vernos en la calle,comoreadmitidosennuestrotrabajoy―dichoseadepaso―liberadosdelo peor que tenía el mismo. Y el futuro que se abría detrás de esas dosposibilidades era tan diferente, que uno no sabía si refugiarse en laesperanzaomentalizarseparaelgolpe.―A lomejor es tumomento de volver a casa―me dijo Jorge con un

puntonostálgicoenlavoz,nosésisincerooinducidoporlamediadocenadecañasquesehabíaventiladoenpocomenosdeunahora.―Yonotengocasa.Enmi cabeza, la afirmación sonaba a tipo duro, a rebelde desarraigado,

pero él me miro como si, en realidad, la frase estuviera revestida de unpatetismodignodecompasión.―No seas así, hombre. En el fondo, las cosas sólo pueden cambiar a

mejor―sentenció.Leyómigestodeextrañezaantesdeexplicarse.Yeranecesario,porque

unosminutosantesJorgebalbuceabacomounniñoasustadoqueestuvieraapuntodeperderunbienmuypreciado.―Quierodecirquelomásseguroesquepodamosseguircomosiempre,

peromejor―continuó―. Imagínate:Ernesto se queda con todo, nosotrosseguimoshaciendonuestrotrabajo,yelimbécildePablitocriandomalvasysinpoderhacernoslavidaimposiblealosdemás.―Sí, sería como haber estado a las puertas de la muerte para curarse

milagrosamente―reí.―Ya sé que está feo decirlo, pero elmundo es un poquitomejor sin él

―dijoentoncesmuyserio,yapurósuséptimovaso,dejándoseuncercodeespuma sobre el labio superior―.Y por fortuna todavía quedan valientescapacesdehacerjusticia...Había amargura, y odio, y tal vez algo de satisfacción en sus palabras.

JorgeFerreracostumbrabaabromearconcualquiertema,yeracapazdeverlasnoticiasmásnegativasbajounprismadiferente;esomegustabadeél.Pero aquella noche hablaba con el corazón. Estaba aliviado, y acaso

agradecido, por haberse librado del opresivo Sagasta. También había quetener agallas para atreverse a reconocerlo, aun sabiendo que talesafirmacionessolopodíanconducirleaautoincriminarse.A la mañana siguiente tenía resaca. La noche se había terminado por

alargarmásdelorecomendable,yJorgesehabíaempeñadoenbrindarporelfinadoenmúltiplesocasiones,algoquedetancínicoresultabadivertido.Aunque,conseguridad,denohabermediadoelalcohol,habríaresultadodemuchopeorgusto.El caso es que aquellos excesos dejaron paso, necesariamente, al

consabido martilleo en las sienes y a una profunda sensación dedeshidratación. Traté de solucionar ambas cuestiones de un plumazo,ingiriendo dos analgésicos y varios vasos de agua, queme revolvieron elvacíoestómagoymegeneraronunasdesagradablesnáuseas.Aúnnohabíalogradodecidirmeametermebajounaduchafríaobajounamantacaliente,cuandounrepentinotimbrazomehizosaltardelsillón.Descolgué de mala gana el telefonillo y proferí una suerte de pregunta

gutural, una frase hecha que ni yo mismo, sin la distorsión propiaintroducidaporelaparato,fuicapazdeentender.Yallí,desaliñado,sucio,ycon mis escasas neuronas dedicadas a construir un único pensamientobasado en una futura renuncia a ingerir todo tipo de bebidas alcohólicas,escuchéjustolasseispalabrasmenosconvenientesquesemepodíanhaberocurrido.―¡Capitán Ricardo Benavente, abra la puerta!―rugió la inconfundible

voz.En aquel instante descubrí que, lejos de todos los remedios caseros y

seudocientíficoscontracualquiersíndromedeabstinencia, lamejor terapiaposiblees lavisitadelaGuardiaCivil.Lamenteactúasiguiendocaminosinsondablesy,enocasiones,consiguesorprendernos,porejemplo,lograndoqueelniveldeconscienciapasedeldepariapusilánimealdemáximaalertaen cuestión de segundos. Por eso, cuando abrí la puerta de la vivienda, apesar de que mi aspecto seguía siendo tan deplorable como el de unosminutos atrás, mis capacidades mentales se habían repuesto como porensalmo.BenaventeyAldanavestíandeuniforme,detalmodoquesupresenciaya

infundía cierto respeto inicial. Dieron por sentado que había abierto lapuerta gustosa y servicialmente, y que no era en absoluto necesario pedirpermisoparainvadirlaintimidaddemicasa,puesentraronentromba.Solo

alobservareldesordenqueimperabaenelinteriorparecierondarsecuentadequehabríasidomásprudentemantenerciertasreservasantesdedarporsentadoqueteníanlibertaddemovimientos.Toménotadequeenelfuturodebía contar con algunas botellas vacías, ceniceros llenos y ropa suciaaleatoriamentedispuestaporlasestancias,comomedidadisuasoriaparalasvisitasinoportunas.―Confío en que no lleguemos enmalmomento―se disculpó Aldana,

tratando de enmendar lo que su exceso de confianza les había llevado ahacer.―No,descuide,laReinaMadrellegaráaesodelasdoce.Aúnmesobra

tiempoparaordenartodoestoantesdequeaparezca.Benaventeenarcóunaceja,sopesandosidebíapasarporaltomisarcasmo

omelanzabaundirectoenplenacaraparaenseñarmeamantenerlasformasdelante de la autoridad. Obviamente no lo haría; y por eso, también deforma evidente, yo había decidido quemi comentario era factible en eseambiente y no en otro, donde a buen segurome podría costar una paliza―merecida,porotraparte―.―Los chistes, mejor para cuando hayamos terminado, ¿estamos? ―se

limitóacontestarme.Dibujé mi mejor y más falsa sonrisa, en un pequeño gesto de sentido

arrepentimiento.―Claro, claro. Iba a ofrecerles un té con pastas, pero en vista de que

tienenprisa,estoyasudisposición.¿Enquépuedoayudarle,capitán?―Enalgomásque la últimavez, espero―se enardecía pormomentos,

favoreciendomi estrategia de amargarle el interrogatorio―.Tenemos quehablarsobrePabloSagasta,comoseimaginará,señorWallace.―Porsupuesto.¿Algunanovedadenlainvestigación?Enunprincipio,ambosignoraronmipregunta,apesardequemiintención

noeramostrarmecortés.Alcontrario,teníaverdaderacuriosidadporsabersi habían dado con algúnhilo del que tirar. Finalmente, fueAldana quienofrecióalgoparecidoaunarespuesta:―Verá, lo cierto es que nos encontramos ante un caso particularmente

curioso.―¿Porqué?―meinteresé.―Contamosconunamuerteviolenta,paralaquesorprendelaescasezde

pruebasfísicas.Elautorpusoverdaderocuidadoenborrarsurastro,locualdemuestra una gran sangre fría, tratándose de un hecho tan violento.

Digamosque laeleccióndelarmanoes lamás inteligente,peroseutilizóconunalimpiezaquesorprende.―¿Unusoprofesional,quieredecir?―aventuré.―Esposible,peronoconcluyente―concedióAldana―.Porotrolado,la

lógicadicequeelnúmerodesospechososesrestringido,ypareceexistirunaespecie de pacto de silencio entre ellos. Todos ustedes ofrecen la mismacoartada y aseguran no haber escuchado nada ni tener pista alguna queaportarsobreloquesucedióaquellanoche.―¿Porquésenieganacolaborar?―preguntóBenavente,completandola

reflexióndesusubordinado.―Talveznotengamosnadaqueaportar―concluí,sereno.―Esoesimposible,yustedlosabe,Wallace,asíquepruebeconotracosa

quepuedacreerme.Meencogídehombrosamododedisculpa.Apesardequenoteníaganas

deayudarles,unaideasemeescapódeloslabios:―Entoncestendránquebuscarelhechoquediferencieacadauno.―Ahí es donde queríamos llegar ―Aldana estaba inusualmente

participativo, supongo que pensando en que las probabilidades de obteneruna respuesta coherente por mi parte aumentaban empleando su tonocomedido―. Las coartadas coinciden, y hasta cierto punto puede sercomprensible,asíquenosquedapensarenelmóvil.―¿Losdespidos?―sugerí.―Demasiadas coincidencias ―repuso Benavente―. Un grupo cerrado,

todosconidénticacoartadayconidénticomóvil.Hayalgoraroentodoeso,¿nocree?―Esonomecorrespondeamídecidirlo―medefendí.―Porsupuesto―aceptóAldana―,perotodoesonoshallevadoapensar

que, o bien el asesinato estaba orquestado por todos, o bien una de esascircunstanciasesfalsaynosestáconduciendoauncallejónsinsalida.―Denuevo,insistoenquenosémuybiencómoayudarlesenesesentido.―SeñorWallace, seré directo con usted―se notaba que Benavente se

sentíaincómodocontantoparloteo―.Tenemosmotivosparapensarquelascartasdedespidosonfalsas.―¿Yquémequierendecirconeso?―Sencillamente,quealguienintentadesviarnosdelalíneacorrectaenla

investigación―reflexionóAldana.―Sialguien intentahacernospensarque todosustedeshabrían tenidoel

mismo motivo para borrar del mapa a Sagasta, probablemente es porque

hayaalgunarazónmuchomássólidaparahacerlo.―Asíquequierenustedescentrarseeneltemadelmóvil,¿noesasí?Muy

deHolmes―sonreí, aunqueningunodeellosmostró lamás leveempatíaantemigesto.―Enefecto,necesitamos saberquépudo llevaracadaunodeustedesa

desearquealgoasíocurriera―respondióAldana,sinmás,dejandoque lasugerencia flotara hastamis oídos, como si de aquellamanera no pudieranegarmeaofrecerleunavaliosainformación.Nopude evitar una risaun tantonerviosa.Losmétodosde aquellosdos

erantodavíamásrudimentariosdeloquehabíasospechadoinicialmente,ymepreguntésiacudíanamíacuciadosporladesesperaciónqueproducelaausenciaderesultadosalpasareltiempo.―¿Pretenden entonces que les cuente por quémotivo habría deseado la

muerte de Pablo?―mi confusión era sincera―. Con el debido respeto,resultaunpocoridículo.Ydudomuchoquevayanalograrresultadoalgunodeesamanera.Niconmigo,niconlosdemás.―Nadie ha dicho que tenga que contarnos sus motivos, señorWallace

―contestó,escueto,Benavente.Entonces lo comprendí. Aquel tipo no esperaba que me delatara;

solamente pretendía que rompiera aquello que él había denominado comopactodesilencioyque,trasvariosdíasrumiandolasituación,cadaunodenosotros se dedicara a acusar al resto de componentes del grupo. Lainsinuaciónquehabíahechoelprimerdíanoeraunpalodeciego,productodeldesconciertoinicial,sinolaestrategiaquehabíandecididoseguirdesdeelprimermomento.Bien mirado, la treta tenía algo de sentido. Benavente había sido lo

suficientemente sutil como para percibir las pequeñas grietas que existíanentrenosotros.Solobuscabaelhuecomáspropicioparainsertarlapalancade las dudas y comenzar a desmoronar el muro generado por nuestromutismo. Pensé que tenía perfecta coherencia. En algún momento, lapresión obligaría a alguno a aventurar una acusación velada, quizásencubierta tras un posiblemóvil, y aquel resquicio, bien aprovechado, seconvertiríaenunafuentedeacusacionescruzadas.Solamentequedaríasermetódico,yunpocoespabilado,paraconseguirsepararelgranodelapajaydarconlaclavequeresolvieraelmisterio.―Así pues ―indicó Benavente―, dejemos las cosas claras: tengo la

impresión, y creo no equivocarme, de que todos y cada uno de ustedes

odiaban a Pablo Sagasta. He oído demasiadas veces el cuento de sucomportamiento como jefe, pero hay ciertos toques viscerales en laspalabrasde algunosde sus compañeros, quemehacenpensar que existenmotivosmásprofundosparaalbergaresossentimientos.―Muyperspicaz―volvíapicarle.―Lacuestiónesmuysencilla, señorWallace―laboca se le llenabade

falsa cortesía cada vez que pronunciabami nombre; por cierto, de formabastantedeficiente,inclusoparaunespañol―.¿Sabeusteddealgunarazónpor la que alguno de sus compañeros pudiera desear la muerte de PabloSagasta? E insisto, no me cuente rollos laborales, que de esos tenemostodos.Enunsoloinstantetoméladecisión.Miactitudnoeramuyvaliente,pero

siquería librarmedeaquel tipo tancorreosonomequedabamás remedioqueofrecerlealgoquemeconvirtieraenunabnegadocolaborador.Además,habíaotroasuntoqueempezabaareconcomerme,yesquedesconocíaconcuántosdemiscompañeroshabríanmantenidolamismaconversaciónantesqueconmigo.Denadaservíamantenerunalealtadvestidadesilenciosilaruedayahabíaechadoaandar.―¿Quierequelehagaunalista?Yconesacómplicedeclaracióndeintenciones,estampémifirmasobrela

propuestademitraición.

SEGUNDAPARTE

CAPÍTULO10

Enocasiones,PabloSagastaseodiabaasímismo.Enunprincipiolohabíahechoreservadamente,en silencio, casi como si aquello supusiera un motivo de incuestionable vergüenza y necesitaraocultarlo a toda costa.Más tarde había terminado por convertirse en una incómoda rutina, en unoscuro nubarrón que le sobrevolaba.Así,muchasmañanas, cuando el Sol comenzaba a filtrarse atravésdelasrendijasdeunapersianaquejamáscerróbien,yelreflejo,proyectadodeformadirectasobre su cara, le hacía abrir los párpados cuando apenas llevaba un par de horas de descanso, semaldecíaporsuserrores.En esos días se levantaba como un autómata y pasaba varios minutos

observándose en el espejo. Ineludiblemente encontraba un rostroblanquecino,conlabarbasinrecortarpugnandoporabrirsepaso,enormesbolsasbajounamiradavacuaydesolada,deojoshinchadosyenrojecidosporelhumoyelagotamiento.Ylopeordetodoesquelodeplorabledesuimagennorepresentabaniunadécimapartedecómosesentíapordentro.Lomaloera,dehecho,todoloquenoseveía:labocasecacomoesparto,

elsabordelgüisquibaratoinundándoleelpaladar,lapermanentesensacióndenáuseasyaqueltaladroqueinvariablementeleperforabalassienes,quele impedía girar la vista hacia los lados ni mover la cabeza a mayorvelocidaddeloqueloharíaunatortuga.Pablo Sagasta odiaba la resaca y se odiaba a símismo cada vez que la

sufría. Algo que, por otra parte, se repetía hasta tres o cuatro veces porsemana. Bebía porque esa era su terapia para obtener un sosiego que elmundo realnopodíaofrecerle.Lohacía,auna sabiendasdecuáles seríansus consecuencias horas después, e ignorando, sin signos dearrepentimiento, la espiral autodestructiva en la que se hundía. Jamás seplanteó dejarlo, ni realizó aquel tipo de ingenuas promesas que se habíahechocuandoeramásjoven.Cuando,alcabodedosaños,suorganismologróasumirqueaquelmodo

devidaeraimposiblederevertir,lasresacascomenzaronadesvanecerseenlacostumbreyobservóconcuriosasatisfacciónquepodíacometertodotipode excesos sin necesidad de sufrir las desagradables consecuencias deantaño. Fue entonces cuando comenzó a odiarse por lo contrario, poraquellosdíasenlosquenobebía,yenlosquelascircunstanciasleimpedíanconvertirseeneltipodehombrequequeríaser.La sobriedad le convertía enun tipo reservado,prudente, inclusoafable.

Unhombrenormal,tananodinoqueelresultadoseleantojabaexasperante.

Por el contrario, la embriaguez le desinhibía hasta tal punto que supersonalidad sevolvía arrolladoraydeslumbrante.Elhombredenegociostriunfador,agresivoyautoritario,aquelqueeracapazdeinfundirrespetoyhasta temorensussemejantes,salíaarelucir tras laprimeracopaconunafuerza inusitadaydesbordante.Por eso solíadecirqueel alcohol lehabíallevado a la cima.Lagente tendía a sonreír ante lo que considerabanunabroma,yéloptabapornosacarlesdesuerror,conlasuficienciadequiensesabeconlaventajadetenertodalainformación.Lociertoesque,conindependenciadecuálfueralacausa,erainnegable

quehabíaconseguidollegarmáslejosdeloquelohacíalamayorpartedelosmortales, almenos en lo que a cuestiones profesionales se refería. Y,despuésde todo, ese ámbito era el únicoque considerabaverdaderamenteimportante; el resto de cuestiones no pasaban de sermeras distracciones,destinadasacubrirnecesidadesfisiológicasosociales tansuperfluascomopasajeras.Paramayororgullo,Pablosiemprehabíaconsideradoquesuslogroseran

producto exclusivo de su esfuerzo y sus habilidades. Se consideraba unsupervivientey,porunacuestióndeprincipios,despreciabaatodoaquelqueconsiguierasusobjetivosdeunmododiferentealsuyo.Habíacrecidoenunambientealquesepodíacalificardecualquiercosaexceptodefamiliar:sumadremurió cuando apenas contaba con unosmeses de edad, por lo quenuncaechóenfaltasufigura,ysupadre,uncoroneldelejércitoquepasabamásdeochomesesal año fueradecasa,delegóporcompleto sus laboreseducativas enuna escuelamilitar en laquePablopasódoce años interno.Aquel ambiente hizo de él un joven rígido y disciplinado, maniático delordenyconvencidodequeelmundosolopodíafuncionarsometidoaunaestricta jerarquía, en cuya estructura había que ascender por todos losmedios posibles, ya que la posición en la escala era lo único que podíaconferirciertopoderyunaventajasobreelresto.Años después se licenció en Administración de Empresas, obteniendo

unos resultados brillantes, que le abrieron de par en par las puertas denumerosascompañías.Libredecualquiersuertedeatadurasentimentalconsuentorno,optóporabandonarelpaísyrecalóenunagigantescaasesoríaempresarial con sede en Washington D.C. En pocos meses, su innataambiciónyunadedicación rayanaen loobsesivo, lehicierondestacarporencima de muchos de sus compañeros más veteranos, y ascendió en elescalafón a una velocidad vertiginosa, haciendo levantar todo tipo de

suspicaciasentre lamayorpartede laplantilla.Lejosdeachantarsepor lapresióndelosrumores,Pablosecrecíaantelamanifiestaanimadversióndesus compañeros y las muestras de admiración y felicitaciones de sussuperiores.Cuando,alcabodeunlustro,contabaconuncontratodeseiscifrasyse

encontraba al frente de una división al completo, de forma inopinada ysorpresiva tomó ladecisióndeabandonar la empresay regresaraEspaña,donde ―decía― aquel mercado era una mina de oro aún por explotar.Aquel reto era, sin duda, una luz hipnótica y brillante que atraía a PabloSagasta como si fuera un mosquito. Y así, con un currículo abrumador,cargadodeideasyambiciones,peroconlaincertidumbredequiensearrojaa una profunda sima de fondo desconocido, recaló en Madrid, buscó unsocio dispuesto a plegarse a sus caprichos y fundó Strategies& ServicesIberia,enunaépocaenquelaconsultoríaempresarialaúneraunacompletaentelequiaparalamayorpartedesectores,enlosquesevivíaenunpasadomuchomástradicional.Durante los primeros meses de su actividad, Pablo se desvivió por

completoporlosresultadosdesucompañíay,apesardequefuelentamenteincorporando nuevos trabajadores a la plantilla, se involucró de formapersonal en todos y cada uno de sus trabajos. Sus primeros clientes―unbufete de abogados, una empresa constructora de tamaño medio y unaemergentecadenadesupermercados―semostraronentusiasmadosconlosresultados obtenidos por las reestructuraciones recomendadas.El prestigiodePabloSagasta subió como la espuma, y la facturación deStrategies&Servicessequintuplicóentansolosietemeses.Lasperspectivasdecrecimientoparecíanilimitadas,peroélseencontraba

obsesionadoporelcontrol,yesafuelarazónporlaquedecidió,deformaunilateral ―y por añadido incomprensible para la mayoría―, detener laescalada de su empresa.De forma oficial, argumentó que era unamedidadestinadaamantenerlaexcelenciaensusresultadosyeneltratopersonal,casifamiliar,consusclientes.Larealidad,biendiferente,eraquenopodíasoportar la idea de que su compañía realizase tareas que él no podíasupervisarpersonalmente.Sicontinuabacreciendo,corríaelriesgodenosercapaz de controlar a todos y cada uno de sus empleados. Su exacerbadanecesidad de protagonismo cortó de raíz toda posibilidad de convertir supequeñacompañíaenunagranpotencia.A pesar de las reticencias de su socio,mantuvo una reducida cartera de

clientes,con resultadosnotables,ysusedeubicadaenun lujoso inmueblede la calleLagasca, de talmanera que ninguno de sus trabajadores podíatomarsuspropiasdecisiones.Desdeallí,nosolocontabaconaccesototalaldesarrollodelostrabajosquerealizabacadaunodeellos,sinoqueademásdisponíadetodalainformaciónposiblesobrelascostumbresquetenían.Laoficinaeracomounapequeñaviviendafamiliarenlaquenadiepodíasaliroentrar sin encontrarse sometido a la supervisión permanente de Sagasta,quien, amén de conocer todos los movimientos realizados entre aquellascuatro paredes, se permitía la licencia de opinar sobre cualquier tema, ycensurar todos aquellos comportamientos que, en su elevado concepto, seapartabandelaestrictaortodoxiadesusmétodos.Pablo era sabedor de que el ambiente a su alrededor tendía a volverse

tenso, ydeque sus empleadosmanteníanuna falsa cordialidad al tratarle,cuando en realidad sentían un profundo rechazo ante lo que considerabanuna intolerable invasión de su privacidad, pero aquello funcionaba, y lohacíaconlaprecisióndeunmecanismoperfectamenteengrasado,produciendoresultadosinmejorables.Despuésdetodo,elfinerasuficientecomopara justificar losmedios, y él se encontrabamuy lejosdequerer atodas aquellas personas; eran simples herramientas de las que podíadisponerasuantojoyque,paramayortranquilidadporsuparte,manteníansu fidelidad a la compañía gracias a generosas retribuciones salariales, nosiempremerecidas,porotraparte.El 23 de diciembre de 2008 Pablo Sagasta anunció la última de sus

grandesestrategiasdecontroldelpersonal.EralaúltimajornadadetrabajoantesdequeStrategies&Servicescerrarasusactividadesanuales.Acudióalaoficinamásdeunahoraantesdeloqueenélerahabitualyseacomodóen su enorme sillón de cuero negro. Ante él, la pantalla del ordenadorlanzaba destellos que se reflejaban en el amplio ventanal, y el cursorparpadeaba esperando que las palabras salieran de sus dedos.Durante lossiguientes sieteminutos tecleó furioso, comoen él erahabitual, al tiempoqueunatímidasonrisapugnabaporhacerseunhuecoatravésdesuslabios,cerradosconfuerza,comocadavezquenecesitabaconcentrarseenalgo.Elcorreoelectrónicoqueaquellamañanabrotódesusimplacablesdedos

estaba dirigido a todos los empleados de la compañía. En un tono tanescuetocomoautoritario,lesemplazabaaunareunióndeurgenciaquedebíacelebrarsealas19horasdeaquellamismatarde.Delaformamáscrípticaposible,sereferíaalcontenidodelamismaaludiendoalapresentaciónde

los resultados del ejercicio presente, así como al planteamiento de losobjetivosparaelfuturo,sinconcretarningúndetalle.Asimismoapelabaalaextremaimportanciadelosanunciosqueallíserealizarían,manifestandosudeseodeque todos reservaranunhueco en su agendapara el evento, queresultaría de ineludible importancia para todos los trabajadores. Eraconscientedequelarecomendaciónseríainterpretadacomounaorden,yenningún momento dudó de que alguno de ellos cometiera la osadía deausentarse. Pulsó el botón de envío y esperó paciente, con los dedosentrecruzados y una enorme copa de su mejor coñac deshaciendolentamentecuatrolágrimasdehielo.Apenashabíaamanecidocuandotomóelprimersorbo,yelardordellíquidorecorriéndoleelinteriordelpecholereconfortócomoenpocasocasiones.Parasusatisfacción,losmurmullosnosehicieronesperarcuandoelresto

del personal acudió a su puesto aquella mañana. La incertidumbre delmensajecumplíaelobjetivodedespertarelinterés,oalmenoslacuriosidad,detodosellos;elhorariodelareunión,estratégicamenteseleccionadoparaúltima hora de la tarde, en la que todos partían para sus vacaciones deNavidad, era, no obstante, elmotivo principal de los comentarios que, entono bajo y casi secreto, se proferían en los pasillos del amplio piso. Eraevidente que Pablo podía haber escogido cualquier otromomento del díapara su convocatoria, pero sabía que el impacto seríamuchomayor si lagenteseveíaobligadaasometersea laautoridadde loque,a todas luces,erauncaprichodespóticodesusuperior.Durantetodalamañanaseregodeóen las miradas que disimuladamente le perforaban la espalda,recriminándoleel retrasoensudescanso.Disfrutóde la sensacióndurantehoras, y aderezó su sentimiento de poder dejando, voluntariamente y a lavistadecualquieraqueentrara,sobrelamesadecaoba,suagendaabiertaenla página del 23 de diciembre, completamente desierta de toda cita oactividadhastalahoradelareunión.Dehecho,seaseguródequetodoslevieran ocioso, dedicando largos ratos a unas cuidadosas y estudiadasincursiones por la sala principal, que albergaba a la mayor parte de losempleados,ysinpermitirseelmásmínimocomentarioacercadelcontenidoqueteníapreparadoparalatarde.Pabloentróradianteenlasaladereunionesconochominutosderetraso,y

observóatentoelhastíoyelmalestardesuaudiencia.Setomósutiempoenprepararlapresentaciónaudiovisual,disfrutandodelacrecienteimpacienciaconlaquelemirabany,finalmentecomenzósudiscursocuandoyahabían

transcurridoveinteminutosdesdeeliniciooficialdelaconvocatoria.―Compañeros―invariablementeempleabaestafórmulaparadirigirseal

grupo, consciente de que el apelativo de igualdad era un acto depremeditadocinismo―,enprimerlugaragradezcoatodosvuestrapresenciaestatarde.Porfavor,disculpadmeporlaescasaantelaciónconlaqueosheavisado;supongoqueelhorariotampocoossupondráunproblema―hizouna pausa exageradamente dramática y prolongada―. Después de todo,ahora tendremos tiempo de sobra para descansar, y además todos somosprofesionales y entendemos que las circunstancias son siempre las quemarcanlasnecesidadesdenuestradedicación,¿verdad?Elcomentariofuerecibidoconunsilenciosepulcral,ysolounodeellosse

removióenlasillaconvisibleincomodidad.―Noos preocupéis, seré breve―añadió, clavándole los ojos con gesto

agresivo―.Perovayamosalgrano,osenosharátarde.Nomegustaríaserresponsabledequeanadieterminenporecharledecasa.Ahogóunacarcajada,felicitándoseensilencioporsuúltimaocurrenciay,

aclarándose la garganta, comenzó su discurso. Durante más de cuarentaminutos desgranó los detalles de la presentación que había preparadopersonalmente sobre los resultados de la compañía, y también sobre lasperspectivas y objetivos que había fijado para el siguiente ejercicio. Nohabíagrandessorpresas,yeraconscientedequeelinterésquedespertabasehacíaprogresivamentemásescaso.Poresohabíadecididodejarlasorpresaparaelfinal.Cuando Pablo pulsó por última vez el botón de su puntero, la pantalla

quedó en negro y sumió la estancia en una sorprendente penumbra,haciendo que los presentes comenzaran a removerse nerviosos en susasientos,colocandolosfoliosruidosamente,enungestoqueindicabaqueseencontrabandispuestosa salirhuyendo.Seacercóalmarcode lapuertayaccionóelinterruptordelaluzsindejardehablar:―Antesdequeosmarchéis,dejadmequeosrobeunosminutosmás.Los

magníficos resultados queos acabode presentar son resultadode ungranesfuerzo por parte de todos los integrantes de esta compañía, y esa debeseguirsiendonuestraseñadeidentidad.Creoqueanadieseleescapaqueseavecinan tiempos complicados, y la única forma de mantenerse en elmercado es diferenciarse del resto, de manera que os animo a seguirmejorando en vuestra dedicación. En compensación,me gustaría tener undetallecontodosvosotros,conunagratificaciónqueesperoseadevuestro

agrado.Laincredulidadsedibujóenelrostrodelaaudiencia.Aquelladeclaración

de intenciones resultaba sorprendente, como si cualquier gesto degenerosidad fuera impropio de la situación. Ligeramente molesto por lareacción,Pablosedemoróunossegundosmásantesdeproseguir:―He decidido que a la vuelta de las vacaciones organizaré un pequeño

viaje para el grupo.Seránunas jornadas de convivencia, dispuestas en unentornoaislado,enlasquerealizaremosactividadesdeequipo.Porunlado,confío en que apreciaréis estas jornadas como unos días de relax que laempresa os ofrece como premio al esfuerzo; pero también espero que losejerciciosquerealicemossirvancomoexperienciacomúnparaelconjunto,y que nos ayuden a mejorar la comunicación y la colaboración entrenosotros. El objetivo se centra en que, a partir de un conocimiento máspersonaldelgrupo,fueradeunámbitoestrictamenteprofesional,seamoscapacesdecomprendermejor lamentalidadyhabilidadesdecadauno,conelfindemejorarnuestrosresultadosglobales.La sorpresa inicial había dadopaso a una serie de expresiones que iban

desde el desagrado manifiesto a la incapacidad absoluta de transmitircualquiertipodesentimiento.―Además, será divertido ―apostilló Pablo con la más falsa de sus

sonrisaspintadaenlacara―.Aúntengoalgunosdetallesquepulir,demodoqueosinformarépuntualmentedeldestinoylasfechasdurantelosprimerosdíasdelañopróximo.Yahora,todoelmundoacasa.¡Felicesfiestas!Aún con la estupefacción inundando sus rostros, los empleados se

levantarondesusasientosmanteniendounrelativosilencioydesfilaronconlentitudhacialapuerta,murmurandotímidasdespedidasyfelicitaciones.Pablo observó sus gestos con la atención del detective que intenta

determinar la sinceridad de un sospechoso. Percibió varias miradas deincredulidad y disgusto cruzadas furtivamente entre algunos de losintegrantesdelgrupo,tomandobuenanotadequiénesparecíanmásreaciosaparticipareneldesarrollodesuidea.Enalgúnmomentodesearíanhabermostrado mayor entusiasmo; para las represalias, su memoria eraprodigiosa,aunqueellosnotuvieranmásqueunalevesospechaalrespecto.Unoaunofuedespidiéndosedeellosconunasonrisatorcida,deesasque,

afuerzademantenersedurantedemasiadotiempoininterrumpido,terminanpor convertirse en una mueca capaz de demostrar más repugnancia queamabilidad.Viéndolessalir,deseótenerlacapacidaddeleersusmenteso,al

menos,deescuchar lasconversacionesquemantendríannadamáspisar lacalle, o quizá en sus casas, cuando la privacidad les permitiera dar riendasuelta a sus opiniones y sentimientos al respecto. Sin embargo, no eranecesariotenerhabilidadesespecialesparaimaginar,conbastanteprecisión,quépensamientosdesfilabanporsuscabezasmientrascruzabanfrenteaél,rehuyéndole lamirada, enunaactitudamediocaminoentreel temoryelreproche.«Meodian»,pensóconregocijoPabloSagasta.Fueentonces,alconstatar

suprotagonismo,fueraestepositivoono,alsaberquesupoderalcanzabaacontrolarlasriendasdetodasaquellaspersonas,cuandolaartificialsonrisase transformó de una vez por todas, en un gesto de sincera y genuinafelicidad.

CAPÍTULO11

Ernesto Sanjuán odiaba a Pablo Sagasta. Enmascarado detrás de las bondades de una relaciónprofesionalprósperayfructífera,suinteriorardíaenunresentimientoferoz,comoelquepuedasentiruncautivohaciaaquelqueleretieneencontradesuvoluntad.PorqueasíescomoErnestoSanjuánsesentía:secuestrado,coartadoensusdecisiones,eclipsadoporelegodesbordantedelque,aunsiendosusocioenelplanooficial,secomportabacomoundespóticosuperioratodoslosefectosprácticos.Ambos se habían conocido en una época en la que cualquiera habría

pensadoque resultaban complementarios.Uno,Ernesto, poseía una innatacapacidadcomunicativa,unaretóricapulcrayconvincentequeleconvertíaen un peligroso negociador, dotado de una fachada siempre cordial y deapariencia inofensiva, detrás de la que escondía objetivos reales, siempreclaros,perodifuminadostraslacortinadehumoquecreabasulenguaje,tanpomposo como certero. Contaba, además, con una incuestionable solidezfinancieraquelehacíaatractivoparacualquieremprendedornecesitadodefondos. El otro, Pablo, poseía un talento natural para la búsqueda deoportunidades de negocio, una capacidad de trabajo que sobrepasaba conholguraladelamediayunestilodecomunicacióndirectoyagresivo,queaun contrastando con el de la otra parte, solía resultar igual de efectivo.Aquella dualidad, de empatía y temor, puesta al servicio de un objetivocomún,resultabacasiinfalible.Sagasta y Sanjuán formaban una pareja atípica, casi como la de un dúo

cómicodedicadoaponerenescenaunespectáculobasadoenelcontrapuntode sus caracteres. Ese contraste, que amenudo parecía fruto de unamuycuidadaestrategia, había sido, noobstante, productode lamás caprichosacasualidad. Durante el desarrollo de unas jornadas informativas enBarcelonaqueversabansobreuntemaque,adecirverdad,ningunodeelloshabía sido capaz de retener en su memoria, y a las que ambos habíanacudido más motivados por el cumplimiento de compromisos contraídos,que por auténtico interés profesional, habían sido presentados por unconocidocomún.La primera conversación había resultado distendida y superficial, pero

hizo,entodocaso,queseoriginaseungermendecuriosidadentreambos.EnErnestoSanjuán,Sagastaviolaoportunidaddetomarelimpulsoconelque había fantaseado durante largo tiempo. Por eso, y ante la posteriorsorpresadelprimero,tomólainiciativaycomenzóatentarasufuturosocio

lentamente, generándole una gran curiosidad por la posibilidad deemprenderlacreacióndeunacompañíallamada,enpalabrasdeSagasta,aintroducir nuevos conceptos de organización empresarial en el sectorprivadoespañol.Strategies & Services nació siete meses después. A pesar de que la

experiencia de Sanjuán como abogado le hizo encargarse de todos lostrámitesparalacreacióndelasociedad,subuenafehizoquecreyerajustoconcederlelosmayorespoderesasusociodentrodelacompañía,comounaespecie de reconocimiento al hecho de que Pablo Sagasta había sido elpromotorde la ideay elque, endefinitiva, estaba llamadoa establecer elmodo en el que se desarrollaría toda la actividad posterior. Lo quedesconocía en aquelmomento era que ese reparto no había sido solo unaconcesiónporsuparte,sinoquesetrataba,además,delarepresentacióndelosúnicostérminosqueSagastaestabadispuestoa tolerar.Noenvano,ensu inamovible opinión, todo el valor de esta unión lo aportaba, en primerlugar,suidea,yensegundolugar,sutrabajo.Como contrapartida, Pablo Sagasta delegó la mayor parte de las tareas

administrativas en su socio, que desde el primermomento se encargó dedesarrollar toda la estructura financiera y de conformar una plantillacompetenteapartirdelascondicionesqueSagastasugirióparasusfuturosempleados. Aquella estrategia, sin llegar a comprometer sus ansias decontrol, suponía suficiente concesión como para aparentar ser un justorepartodeatribuciones.Así,almenos,locontemplóErnestoSanjuándurantelosprimerosmeses

de relación. Se encontraba profundamente satisfecho con lo que habíaconseguido:habíamultiplicadoportressusemolumentosconrespectoasuanterior ocupación, poseía un puesto de directivo en una compañíaemergente y con gran futuro, sentía que su opinión se valoraba y teníacapacidaddedecisiónenmuchosaspectos.Almargendetodoaquello,selehabían asignado todas las responsabilidades comunicativas tanto internascomo externas, lo cual le permitíamantenerse en contacto con numerosaspersonas,habilitándoleparadesarrollarlibrementesufluidaverborrea.Algoque,pordescontado,seencontrabadentrodesusactividadesfavoritas.Todoaquello parecía un premio más que suficiente para hacer compensar elriesgoqueconllevabasu inversión.Tampoco leeraajenoelhechodequePablo Sagasta era quien realmente movía todos los hilos en su extrañarelación de pareja, pero en un primer momento, aún embargado por lo

halagüeñodesusperspectivas,optópornoconcederleexcesivaimportancia.Lacordialidadentreambossemantuvodurantevariosaños,hastaquela

sombra del inconformismo comenzó a cubrir las expectativas de ErnestoSanjuán.Apesardesucondicióndesocio,elaumentodelosbeneficiosdela compañía no redundó en sus propias ganancias de una maneraproporcional.Aquellono lehubiera resultadoespecialmentemolestosinohubierapercibidoconsuspropiosojoselmodoenelqueelniveldevidadesu compañero crecía desmesuradamente con el paso del tiempo. Fiel a sufilosofía de aversión al enfrentamiento directo,ErnestoSanjuán programóunacuidadosaestrategiadeinternacionalizacióndelacompañía,atravésdelacualesperabaaumentarsuinfluenciay,consecuentemente,elvolumendesucuentabancariaque,sinhaberllegadoasufrirestrecheces,comenzabaaantojársele insuficiente.Trabajó duro en su propuesta hasta que consideróque era incuestionablemente atractiva, y la planteó con total confianza enuna de las numerosas reuniones que solían mantener para programar lasactividadesdecadanuevoejercicio.―No―elmonosílabopronunciadoporPabloSagasta,quenisiquierase

habíadignadoagirarsemientrasobservabalacalledesdeelventanaldesudespacho,seleclavócomounasaetaenvenenadaenelcentrodelpecho.―Obviamente pueden existir muchos flecos sueltos sobre los que

tendremos que profundizar antes de tomar una decisión, pero sin duda setrata de una oportunidad sin precedentes para nosotros ―reaccionóconciliadorErnestoSanjuán―.¿Quéesloquetecausadudasenconcreto?―Yonohedichoquetenganingunaduda.―¿Entonces?―Entoncesesquenomehasescuchado,Ernesto―Sagastasegiróhacia

suinterlocutor,conlamediasonrisadeautosuficienciaadornandoladurezadesurostro―.Sencillamentehedichoqueno.―¿Aqué?―A todo, Ernesto, a todo. Sabes que soy ambicioso, pero esto queme

planteas es una locura. Y no sé tú, pero yo creo que estamos bien comoestamos.―Talveztúestésbien―Ernestocomenzabaaimpacientarseanteloque

erauninesperadorechazofrontalasusideas―,peroyosientoquemeestoyestancando; considero que es momento de que adquiera mayorprotagonismoy de que eso se refleje en el reparto de los dividendos. Poreso,hepensado...

―Ernesto, no te pago por pensar ―le atajó Pablo, consciente de lasimplicacionesdesumensaje.―¿Cómoteatrevesasoltaresosininmutartesiquiera?Sabesquesomos

socios, y lo mínimo que puedes hacer, aunque no lo sientas, es tratarmecomotal.Pormuchoqueseastúquiendirigeloquehacemosyloqueno,estacompañíaestantuyacomomía,ynovoyatolerarquemeninguneesdesemejanteforma―Ernestotratabademantenerlacomposturasinprescindirdeunápicede firmeza,pero la furiapugnabaporabrirsepasoa travésdesuslabios.Pablo Sagasta emitió una sonora carcajada, metálica y artificial, cuyo

único objetivo era medir la resistencia de su interlocutor. A pesar de sucarácter impulsivo, en este tipo de ocasiones mostraba una asombrosafrialdad.―Te guste o no, Ernesto, esta empresa es todo lo que es gracias a mí

―prosiguió―.Asíqueteagradezcoenormementelafidelidad,peropiensoseguirtomandotodaslasdecisionesqueconsidereoportunas.Yahora,sinotienesinconveniente,tengomuchascosasquehacer.Cierralapuertaalsalir,porfavor―seregodeó.Ernesto optó por plegar velas y se dirigió airadamente hacia la salida.

Tomóelpicaporteviolentamenteconlamanoizquierdaytiródelapuerta.Respiróhondoantesdecruzarelumbraly,enelúltimoinstante,escuchóasu espalda la puntilla a la desagradable conversación que acababa demantener.―Por cierto, Ernesto―el tono de Sagasta tenía más de burlón que de

beligerante―, te recuerdo que si no te gusta mi estilo eres libre demarcharte. No tendré inconveniente en comprar tu parte de la compañía.Despuésdetodo,yanotenecesitoparanada...Aqueldesagradableincidenteterminóporromperlafrágilcuerdaqueles

unía. Ernesto vivía con la constante sensación de que alguna trampa leesperabaalavueltadecadaesquina,yeraconscientedequeteníatodaslasde perder en una confrontación directa, puesto que su socio habíademostradosobradamentequenoteníaningúntipodeescrúpuloalahoradedespejarsucaminodecualquierincómodoobstáculo.Porestemotivo,ytalvez también porque no deseaba que sus disputas personales afectaran alresto de las personas, había mantenido en el más absoluto secreto lasdiferenciassurgidasentreellos.Sunaturalezaoptimistayconciliadorahizoel resto, y le permitió mantener una falsa cordialidad, al menos en sus

manifestacionespúblicas,queapartirdeentoncescuidó, sicabe,conmásdetalle.Coneltiempo,Ernestodesarrollóunacualidadpaternalistahaciaelresto

de compañeros en la empresa, hacia los que sentía una mayor simpatía,aunque esta no dejaba de basarse en el hecho de compartir una opresióncomún.Decualquiermodo,sesentíaresponsableporhaberlesllevadohastaesasituación,ycontinuabapensandoque,despuésdetodo,suinfluenciayresistencia a la autoridad despótica dePabloSagasta eramayor de la quepodría tener cualquiera de ellos. Aquella actitud de adalid de las causasperdidas le motivaba más que cualquier otro objetivo profesional, perotambién le supuso numerosos conflictos adicionales con su socio.Ernestosospechabaque,alcontrarioqueél,Pablobuscabademanerapremeditadaestos enfrentamientos, tratando de encresparle con cualquier excusa,buscando algún resquicio en su defensa para propinarle la patada que leapartaradefinitivamentedesucamino.En lamañanadel23dediciembrede2008,ErnestoSanjuánacudióa la

oficinaconunaalegríaespecial.Laideadepasarunalargasemanasintenerquever,escuchar,sentir,osiquierapensarenSagasta,erasuficientemotivopara convertir aquel día en una jornada de celebración. Cuando se sentófrente a su pequeño escritorio, se repitió a sí mismo que aquel día seesforzaría especialmente en ignorar todamuestra hostilidadyprovocaciónquepudierarecibir,yquenodejaríaquenadaleestropearalajornada.Teníaprevistoreunirsecongranpartedesufamiliaaquellamismanoche,algoqueno había podido hacer a lo largo de muchos meses, y su ilusión por lallegadadeesemomentosehabíaacrecentadoconellentotranscurrirdelasjornadasprevias.Encendió el antiguo ordenador de sobremesa y descubrió en su reflejo

sobrelaoscurapantallaqueinclusosonreía,algoqueraravezeracapazdehacer metido entre aquellas cuatro paredes. No obstante, la triunfalsensación duraría únicamente los minutos que tardó en advertir que subandeja de entrada contaba con un mensaje nuevo. El nombre de PabloSagastayaquellapalabra:URGENTE,enenormesletrasmayúsculascomoúnicapista,bastaronparaborrarlelasensacióndebienestardeunplumazo.A pesar de que su posición le impedía participar abiertamente en las

pequeñasreunionesquesecelebraron,deformaclandestina,conelobjetivodeproferirlamentacionesycríticasapartesiguales,Ernestocompartíahastalaúltimapalabradeloqueallísedecía.Oalmenosdeloqueélimaginaba

queseestabadiciendo,porquelamayorpartedelagentehabíaaprendidoasercautaensuscomentarios,porlacuentaquelestenía.Encualquiercaso,resultababastanteclaroquelaintencióndePabloera,simpleyllanamente,ejercersuroldedictadorcaprichoso,marcardistanciasydejarclaroquesuvoluntad era lo únicoque en aquel lugar se tenía que cumplir a rajatabla.Porque, más allá de eso, Sanjuán estaba seguro de que la convocatoriavespertinaestabavacíadecontenidosútilesourgentes.Dehecho,conocíagranpartede loquepodría llegarapresentarPablo,ydesde luegonoeramerecedordeningúntipodesolemnidad,sinounatediosarepeticióndelomismoquellevabanviendoduranteaños,muyasupesar.Ernestoacudióalasalaminutosdespuésdelahoraacordada,asabiendas

dequeelretrasopremeditadodePabloseríaaúnmayor.Estabaconvencidodequeelobjetivoeraalargarentodoloposiblelajornadayque,portanto,aqueldía, lahabitualpremuraconlaqueSagastasolíagestionar todossusmovimientos, se convertiría enuna indignanteparsimonia,de laqueharíagalacontodalanotoriedadquelefueraposible.LaentradadePablo,y sus falsasy rectificadasdisculpas, fuerondeuna

teatralidad tan cínica que le resultaron lamentables, incluso para aquelhombre, al que sabía capazde lasmás sucias estrategias.Ernestoobservócon atención las caras del resto del auditorio y descubrió en ellas eldesprecioqueélmismosentíayreprimíaaduraspenas.Aaquellasalturasdeldíayanisiquieraeracapazdeconsolarsepensandoeneldescansoquetendríaapartirdeesamismanoche,yúnicamentepodíafocalizarsumenteenrememorar,comoenunapelícula,escenasquealimentaranelrencorquesentíaporsusocio.Sentadoallí,conlahumillaciónañadidadeencontrarseen el lado equivocado de la barrera, se dijo, por primera vez en muchotiempo,que elmomentode abandonar el barco se estaba aproximandodeformairremediable.Entonces, mientras se hallaba sumido en un vórtice de oscuros

pensamientos,PabloSagastasesacóaquelasdelamanga,yenunarranquededesconocidademagogiasacóalaluzlaabsurdaideadelasjornadasdeconvivencia,y lavendiócomounpremiomotivadorcuando,bien losabíaErnesto, era el más elaborado de los castigos. El impacto de la noticiaterminódedescolocarsusideas,ytuvoquerealizarauténticosesfuerzospormantenerse en silencio, evitando que la reunión se alargara con nuevasdiscusiones en las que―de eso no quedaba duda alguna― tendría comosiempretodaslasdeperder.

Rumiandoaúnlanoticiaydeseosodellegaracasa,aalgúnlugarsegurodondedarriendasueltaasufrustraciónyenfado,Ernestocruzólasalatrassus compañeros y lanzó una última mirada, elocuente y recriminatoria aPabloSagasta,quesonreíamezclandodesprecioysatisfacciónenungestocaracterístico,queúnicamenteéleracapazdearticular.Nopronuncióniunasola palabra, pero en sus ojos percibió cómo le desafiaba a rebelarsepúblicamente contra sus decisiones. Resultaba imposible saber si laprovocación era real o si, por el contrario, su mente envenenada habíaurdidoaquellateoríavencidaporlaamarguradesusituación.«Algún día te hundirás, y sólo le pido al cielo poder ver esemomento.

Seré yo mismo el que te empuje contra el fondo, no lo dudes», pensóErnestoSanjuánantesdebajarlacabezayenfilarhaciaelpasillo.EnaquelmomentoconstatóqueelhechodepensarenunPabloSagasta

desaparecido,arruinado,muerto incluso―puestosapedir―,habíasido lasensaciónmásreconfortantequehabíaexperimentadoenmeses.

CAPÍTULO12

Roberto Caballero odiaba a Pablo Sagasta. Lo hacía, por explicarlo de forma resumida ysimplificada, porque aquel hombre tenía el inquietante don de encontrar siempre la manera deempequeñecerle,dedejaralmásvergonzosodescubiertosusdebilidadeseinseguridades,ydehacerlesentir,endefinitiva,comounperfectoinútil.En honor a la verdad, aquella habilidad no resultaba especialmente

meritoria, porqueRobertoCaballero aunaba, en una sola personalidad, unelevadoporcentajedeloscomplejosquepuedenmarcaraunhombreadulto,locual,porotraparte,élmismonoignoraba.Supresenciafísicanoproducíarechazoenlagente,perosíunaespeciede

desagradable compasión. Su cabeza era pequeña, con escaso pelo, fino ycon tendenciaaengrasarse fácilmente.Teníaunosdiminutosojososcuros,incisivos prominentes y pómulos descolgados, que le daban un aspectocomo de roedor humanizado. En consonancia, el resto de su cuerporesultabapequeñoyblando,apesardesuconstitucióndelgada.Elconjuntoensínoleconvertíaenunhombrefeo,algoqueRobertohabríapreferidoatodasluces,puesconservabalacreenciadequelospocoagraciadossolíandesarrollar otro tipo de habilidades, de aquellas que les permitíandesenvolverse en la sociedad con ciertas probabilidades de éxito. Pero, adiferencia de los que a su juicio poseían unos rasgos marcadamentedesagradables,elsuyoeraunfísicoanodinoyvulgar,ylehacíamantenerladolorosa certeza de que su atractivo, si existía, se mantenía aletargadodebajodeunsinfíndeimperdonablesdefectos.Tal vez influenciado por la imagen que le devolvía el espejo, Roberto

había desarrollado una timidez que se explicabamás como una patologíaque como un rasgo de su personalidad. Porque, a pesar de quemanteníagrandes amistades capaces de trascender con el paso de los años,conformandouncírculodeconfianzaenelquepodíallegarapasarporuntipo entrañable, elmundoexterior le producíaun temor irracional, que enmuchasocasionesnosololeimpedíaverbalizarsusopiniones,sinoqueenmuchoscasosleproducíaunmalestarfísico,somático,queahondabaensuimagendesvalida.Debajode todaaquellacortezadedebilidad,seescondíaunamenteque,

sin llegar a ser brillante, sí poseía numerosas virtudes. Roberto era untrabajador sistemático, pulcro y ordenado, y poseía una capacidad de

sacrificio superior a la media. De resultas de aquello, siempre fue unempleadodisciplinadoycumplidor,deaquellosdelosquenocabeesperarsoluciones brillantes e innovadoras, pero sí trabajos correctamenteejecutados dentro de unos plazos establecidos, algo que siempre le habíavalidounrelativoreconocimientoyrespetodentrodelosescasosentornoslaboralesenlosquesehabíamovido.A sabiendas de ello, Caballero siempre mostró una tendencia natural a

refugiarseeneseentornoprofesionalque,aunnoproporcionándolegrandessatisfacciones, al menos no le deparaba importantes disgustos. La vidapersonal siempre le había producido mayores quebrantos, y la inestableseguridaddelquesabe loque tienequehacer lehabíapermitidocapeareltormentoso temporal de su existencia. Al menos, eso sí, hasta que PabloSagasta irrumpió en su vida para empujarle hasta el fondo de sus propiasmiserias.CuandoRobertoCaballerofirmósucontratoconStrategies&Services,lo

hizo convencido de que su peculiar perfil encajaría a la perfección en elpapelque estaba llamadoadesempeñar.Almenosasí se lohizo saberunmuy sonriente Ernesto Sanjuán, que le había asegurado que la compañíanecesitaba urgentemente los servicios de un empleado minucioso yanalítico,concapacidadesquenosebasabantantoenelinstintocomercial,o en el trato conunos clientesque exigieranuna exhaustivagestiónde lapresiónpersonal.―Enlavariedad―habíaafirmadoSanjuán―,estáelgusto.Ycualquier

empresa moderna aprovecha las diferentes fortalezas de cada uno de suscomponentes.Eseeselsecretodenuestroéxito,ytúpuedesserunapiezafundamentaldenuestroesquema―pormásquelafrasesonaraaeufemismobarato,enbocadeSanjuánsonabaconvincente.Robertoeraconscientedequelarealidadnopodíaadaptarsedeformatan

adecuada a sus preferencias, pero se arriesgó a creer a aquel hombre quedestilaba empatía y comprensión por los cuatro costados, y que parecíadispuestoaapadrinarle,proporcionándolelastareasquemejorseajustaranasus habilidades. Lo que Caballero desconocía en ese momento era queErnestoSanjuánteníalimitacionesensucapacidaddedecisión,yqueelquerealmente controlaba aquel negocio era el otro socio, cuyas conviccionesterminaríanpormanifestarseconsustancialesdiferencias.Roberto Caballero conoció a Pablo Sagasta tres días después de

incorporarse a la empresa. Elisa Cebrián le informó de que el director le

esperabaensudespacho,advirtiéndoledequesuhumoraquellamañananoeraprecisamentepositivo.Noobstante,tratódetranquilizarleconpalabrasvacías;peroensumirada

pudo percibir un chispazo de sincera compasión que le produjo unnerviosismoañadido.―¿Quería verme? ―Roberto asomó tímidamente la cabeza por una

estrecha rendija de la puerta del despacho principal de la oficina,recriminándosequesuvozsonaratemblorosaeinsegura.―PasaRoberto,notequedesenlapuerta―eltonodeSagastaeracordial,

pero tan frío y cortante como una hoja de acero―. Y haz el favor dehablarmedetú,quenosoyniviejoninoble.Caballeroentróenlaestancia,aúnrecelosodelasituación,yanteelgesto

de su interlocutor, tomó asiento frente a él. Notaba las pulsacionesgolpeándolelassienesydisimulóunafuerte inspiraciónenunaespeciedebreve quejido al dejarse caer sobre el mullido sillón negro. La siguientefrasedeldirectoracrecentóaúnmássuestadodealerta.―Pensarásseguramentequetehehechovenirporquenohabíamostenido

laoportunidaddeconocernosantes,peronoesasí―dejóunapausaenelaireparacomprobarelefectodesuspalabras―.Tehe llamadoporqueherecibidoestamañanaunallamadaparahablarsobreti.DeLatorre.AugustoLatorreeraelprimerclienteasignadoaRobertoCaballero.Erael

dueñodeunacadenade talleresmecánicos situadosal surde lacapital,yhabíacontratadoaStrategies&Servicesconelfinderealizarunaprofundaremodelacióndesuestructuraempresarial.Eldíaanterior,sinprevioaviso,Caballero había sido enviado amantener una reunión con él, que sirvieracomo punto de partida de los estudios que serían necesarios para aquellatarea. Roberto se había sentido sobrepasado por la intensa batería depreguntas a la que aquel tipo le había sometido sin ninguna preparaciónprevia.Habíarequeridotodosurepertoriodeevasivasparaganaruntiempodel que no disponía, y regresado a la oficina con una profunda desazón,sospechando que su actuación había sido, cuando menos, pocotranquilizadora para su cliente. Por un lado, se decía a sí mismo que sureciente incorporación era motivo más que suficiente para su pobrerendimiento; sin embargo, por otra parte, no podía evitar sentir que sushabilidades se encontraban lejos de satisfacer las necesidades propias deaquel trabajo. Los inicios―eso siempre lo supo― solían ser duros, peroindudablemente se enfrentaba a un reto mucho más complejo que en

ocasiones anteriores, y en el fondo no sentía que la experiencia fuera amejorarsusituación.LamiradapenetrantedePabloSagastadevolvióaRobertoalarealidad.El

director le contemplaba expectante, esperando algún tipo de explicación.Caballerodedujoqueaquelhombrenopensabacontarlecuálhabíasidoelasunto de la conversación con Latorre, al menos hasta que él mismo sehubieradelatado.Aquellaactituderapreocupantementesibilinaporque,dealgún modo, le obligaba a realizar una peligrosa autocrítica. Si erademasiado duro consigo mismo, tal vez revelara errores que su jefedesconocía,perosisemostrababenévolo,corríaelriesgodequeleacusarandeesconderlarealidad.Laprimeragotadesudorlecorriólentaporlasienizquierda.―Bueno,enrealidaddesconozcolosdetallesdeloquequisieraconsultar

contigo ―Roberto probó con una respuesta vacía que devolviera lainiciativaasuinterlocutor.―No te hagas el listo conmigo―le espetó―.Sabes perfectamente que

Latorrequedómuydescontentodespuésdevuestrareunión.Ymásvalequehayaunaexplicaciónrazonable,porqueesunodenuestrosmejoresclientes;notenemosmargendeerrorconél.―Lo cierto es que no había dispuesto de demasiado tiempo para

estudiarmelosdatosdesucaso―sejustificóCaballero―.La convocatoria fue bastante precipitada y traté de recoger todas sus

inquietudesparadarleunarespuestalomásrápidaposible.―Mira, chico―el desprecio en el tono de Sagasta iba en vertiginoso

ascenso―,enestenegocionopuedespermitirquenadievayapordelantedeti.Losclientesesperanqueseastúelquelesolucionelascosasaellos,ynoalrevés.Comocomprenderás,nopuedoconsentirqueningúnclientevengaa quejarse de que le envío a un novato que, textualmente, no sabe lo quetienequehacer,yqueademásnisiquieraescapazdefingirlocontrario.―Loentiendo,Pablo.Lapróximavez...―Lapróximavezquevayastesabráshastalatalladecamisaqueutiliza

―leatajó―.Meda igualel tiempodelquedispongas,ymeda igualquelleves aquí tres horas o tres años. Te doy veinticuatro horas para que tepongas al día. Mañana vuelves a visitarle y arreglas esto sin falta, ¿estáclaro?―Perfectamente―musitóCaballero.―Pues entonces desaparece demi vista antes de queme arrepienta.No

suelo dar oportunidades a la gente, Roberto. Has tenido suerte; hoy mepillasdebuenhumor―ironizósincontemplaciones.Caballero se dirigió hacia la salida con la cabeza agachada, sintiendo

cómolosojosselenublabanyluchandoporcontenerlatensiónacumulada.―Roberto, otra cosa ―le llamó justo antes de que girara hacia el

pasillo―.Piensollamarlepersonalmentemañanaporlatarde.Teconvienequemedigaqueseequivocócontigoyqueeresungenio.Sinoesasíyapuedesempezarabuscarteotracosa,porqueaquínovuelves,¿estamos?Muchosmesesdespués,RobertoCaballeroaúnera incapazdeexplicarse

cómosacóadelanteaquellasituación.Enelmejordeloscasos,únicamentele habría costado un buen número de noches de insomnio, todas las quefueron necesarias para obtener un digno conocimiento de los temas queteníaentremanos.Sinembargo,elefectocolateraldeaquellacharla, lejosde suponerle una inyección de motivación para esforzarse, producto delorgullo, la rabia, o ambas cosas, le sumió en una pesarosa sensación depánicoantelaposibilidaddecosecharunfracasoensutrabajo.Conelpasodeltiempoterminóporconvertirseenunapiezaválidaenel

tablerodeStrategies&Services,perolohizoacostademinarsuautoestimahastaunoslímitesquesobrepasabanlosqueparaéleranpartecomúndesuexistencia. El miedo a cometer errores se implantó con firmeza en supensamiento y acrecentó su inseguridad natural hasta convertirse en unaobsesión.LaconsecuenciainmediatafuequeRobertoseviorepentinamenteabsorbido por unasmaratonianas jornadas de trabajo que, no obstante, levalieronunreconocimientopúblicoporpartedeErnestoSanjuán,quenuncaperdíalaocasióndeelogiarlepúblicamente.Por el contrario, y de eso Roberto era consciente, Pablo Sagasta había

marcado con una enorme cruz negra su nombre desde aquel primerdesagradableepisodio.Ysihabíaalgoquetodostuvieranclaroallí,eraquelasopinionesdeldirectorgeneraleranrígidaseinamovibles.Lejos,además,de tratarle con el desprecio de la indiferencia, Sagasta jamás perdía laocasión de atacar a su empleado bajo cualquier pretexto.Independientementedeque los resultadosdeRoberto fueran satisfactorioscon cualquiera de sus clientes, Sagasta siempre encontraba sobradosmotivosparadespreciar sus logrosodestacar sus errores,y lohacía,paramayor escarnio, con grandes aspavientos y descalificaciones,preferiblemente cuando disponía de un nutrido público como testigo.HabitualmentetodossolíanmostraruntímidoapoyoaRobertoenprivado,

pero ninguno osaba jamás cuestionar las valoraciones del director, por loque,deformainvoluntaria,elmensajecalólentamenteenelsubconscientede toda la compañía, haciendoqueRoberto terminara etiquetadodedébil,pusilánimeeincapacitadoparaafrontarauténticosretosprofesionales.YCaballero,quetalvezteníapartedetodasaquellasdudosascualidades,

se limitó a acatar la opinión general sin realizar excesivos esfuerzos endemostrar lo contrario. Llegó un momento en que su objetivo prioritarioparacadadíaerahuirdelapresenciadePabloSagasta,tratandodepasarlomásdesapercibidoposibleymarcandocomountriunfocadajornadaenlaqueeracapazdevolveracasapor lanochesinhaberescuchadoinsultooreprochealgunoporpartedeél,overgonzantesmuestrasdecompasiónporparte del resto. Tanto daba, cualquiera de las dos opciones erasuficientementehumillante.En lamañana del 23 de diciembre de 2008RobertoCaballero se sentía

inusualmentellenodeenergía.BajódelautobústratandodeconvencerseasímismodequeelmotivoeraqueaqueleraelúltimodíaantesdeunasemanacienporcienlibredePabloSagasta,peroenrealidadexistíaotrarazón,másoscuraeinconfesable,paraelaumentodesubienestar.Llevaba ocurriendo al menos dos meses. Roberto Caballero despertaba

todaslasnochessobresaltadoporunsueño,recurrenteyrepetitivo,quenoporello resultabamenos inquietante.Conducíaunenorme todoterrenoporunamplioyvacíobulevarque le resultabadesconocido,disfrutandode lasensacióndepoderydelavelocidad.Derepente,unafigurasurgíadesdeelfrondosoarbustodelamedianaycomenzabaacruzarlacalleconlentitud.Justoenelmomentoenqueibaahundirelpiederechosobreelpedaldelfreno,reconocíaaPabloSagasta,quelejosdeinmutarseporelvehículoquese le aproximaba, se detenía frente a él, mirándole con aquella sonrisadesafianteysocarrona.Entonces,cegadoporunrepentinoarrebatoderabia,todas y cada una de las veces, Roberto desplazaba ligeramente la piernahacia el bloque central del salpicadero y apretaba con absolutadeterminación el acelerador, experimentando un súbito regocijo, cuyoclímaxlesobreveníaenelmomentodelchoque,cuandosentíaelcrujidodelascaderasdePabloSagastayobservabasucuerposalirdespedidocomounmuñecode trapopor encimade la luna frontal.Después, comoaccionadopor un resorte, despertaba, empapado en sudor, pero con una sensacióntriunfalinundándolelacabeza.Robertosedeslizócomocadamañanaensuasiento,enfrascadoenestos

pensamientos, reflexionandosobresusentidomásprofundo,e imaginandoquesucerebrotratabaúnicamentededejarsalirelodioylafrustraciónenun comportamiento violento, pero ficticio. Sabía que su naturaleza leimpedíaplantarcaraaaquelqueleatemorizabadesemejanteforma,yporeso sentía que su respuesta era inofensiva, una pataleta que no debíaconllevarmayores inconvenientes ni consecuencias.Llegado a este punto,supensamientosiemprelellevabaaplantearsesiseríacapazdehaceralgotan brutalmente premeditado como en su sueño. Con frecuencia, y paramayorintranquilidad,concluíaquetalvezexistíaunmecanismointeriorqueseaccionaríasinprevioavisollegadoelcaso.Aquellamañana, no obstante, sus elucubraciones no fueronmuchomás

allá, puestoque elmensaje dePabloSagasta destacando en la bandeja deentradalesacóporcompletodesuspensamientos.Dealgunamanerahabíaalbergado la esperanzadepasar inadvertido laúltima jornadadel año.Talerasuobsesión,quecontrolabaminuciosamente loshorariosycostumbresdePabloSagasta,ytratabadeadecuarlossuyosconelfindeevitarcruzarseconél.Por eso, la convocatoria cayócomoun jarrode agua fría sobre sudespejada cabeza y lemantuvo desconcentrado durante buena parte de lamañana.Sepreguntósiseríaacertadofingirunaindisposiciónfísicaquelelibraradelamargo tragodeescucharaldirectorycontemplardenuevosudesdeñosamiradaescrutadora.Desechólaidearápidamente,sabedordequeese tipo de excusas merecerían ―y con razón― una instantáneareprobaciónporpartedeSagasta.Ademáshabríaimportantesrepresalias,yaquelloeralosuficientementedisuasoriocomoparanoplanteárselo.A la hora convenida, Roberto optó por la solución que había estimado

comomásdiscreta,ysepreocupóenacercarseasuscompañerosparaacudiralaconvocatoria,conlaesperanzadeesconderseentreelrelativobullicio.El número de personas era a todas luces insuficiente como para sentirseinvisible,peroprobablementebastaraparaqueSagastanopudieradirigirseaéldeformapersonal.Cruzóelumbralde lapuerta incrustadoentredosdesuscompañeros, la

cabeza agachada y fingiendo buscar algo en el bolsillo interior de sudeslustradachaqueta.Levantólavistaconforzadodisimuloparacomprobar,conrenovadoalivio,quePabloSagastanoseencontrabadentrodelasala.Fue entonces cuando logró relajarse, intentando disfrutar de los minutos―pocosabuenseguro―detranquilidadquelerestaban.Fueronmás de los que esperaba. Pablo Sagasta se demoró lo suficiente

comoparaqueRobertoempezaraapensarquetodohabíasidounacuidadatomaduradepelo.Sinembargo,nolemolestaba,porquepreferíaperdereltiempo a pasarlo en compañía de aquel hombre. Finalmente Sagastairrumpió en la habitación y desarrolló un discurso al que Caballero fueincapazdeprestaratención.Dehecho,aquelhabíasidounodelosprincipalesmotivosdepresiónpor

parte de su jefe.Después de unamultitud de reprimendas, Roberto habíaperdidolacapacidaddemantenerseatentoalaspalabrasdePablo.Comoenotrasocasiones,yapesardesentirseparapetadopor lapresenciadel restode sus compañeros, tuvo que centrar todos sus esfuerzos en contener lasensacióndetensión.Focalizósuvoluntadenunvanointentodecontrolarlarespiraciónyreducirlapresióndesuspropiasmanos.Robertollevabalasuñasinusualmentelargas,yelmotivonoeraestéticoenabsoluto,sinomásbien disuasorio, ya que le servía para identificar su estado de nervioscuando,alcerrarelpuño,lasuñascomenzabanaclavárseleenlapalmadelamano.Duranteun larguísimo tiempo semantuvoalerta, esperandoelmomento

enquealgúnmalintencionadocomentario se lanzara, cual saeta, contra supersona. Lo hubiese o no, solía interpretar como un ataque cualquierafirmaciónquepudiera realizarPabloSagasta,peroenaquellaocasiónnoencontrónielmás leve resquiciode reprocheensuspalabras.Aliviadoalverquelacharlallegabaasufin,serepantingóensusillaysuspiró,talvezdemasiado fuerte. Fue entonces cuando, como un inesperado mazazo,escuchólasorpresafinalquelesteníanpreparada.¿Convivencia?Debía tratarse deunabromapesada.Hacía tan solounas

horas, Roberto se sentía reconfortado por la idea de pasar más de unasemanasinnecesidaddesentirlaincómodapresenciadePabloSagastaasualrededor, pendiendo comoespadadeDamocles sobre su frágil cabeza.Yahora,derepente,sentíaquetodasesasesperanzassedesmoronabancomoun castillo de naipes, y que todos esos días, lejos de ser relajantes, seconvertiríanenunacontinuaypermanentetortura,enlatensaesperaparalallegadadeunacontecimientoqueleangustiabamuchomásdeloqueestabadispuestoinclusoareconocer.Desdeaquelprecisoinstante,RobertoCaballeroseríaliteralmenteincapaz

deconcentrarseencualquierotracosa.Sihastalafecha,loúnicoquelehabíahechosoportarlaslargasjornadas

de tenso trabajo era la certidumbre de que al final de cada día podría

desaparecer y olvidarse de ese ambiente, ahora, la idea de la convivenciarepresentabaunadesusmástemidaspesadillas.Unfindesemanacompleto,setenta y dos interminables horas en compañía de Pablo Sagasta,ofreciéndole cientos y cientos de oportunidades para la crítica y lahumillación públicas. Se preguntó si todo aquello era un montajepremeditadoparahacerquesederrumbaradefinitivamente,interpretándolocomo un ataque personal. La idea sonaba paranoica, pero él sabía queSagastaeracapazdeurdir lasmássibilinasconspiraciones.Másaún,sisetratabadehacerledañoaél,suvíctimafavorita.Eraimposiblenoodiaraunpersonajeasí.Cuando la reunión finalizó, Roberto sentía fuertes palpitaciones en la

cabeza y en el pecho. Una ponzoñosamezcla de terror irracional y rabiacontenidapugnabaporabrirsecaminodentrodesucuerpo.Sintiónáuseasytuvo que apoyarse ligeramente sobre una de las paredes de la estancia,disimulandoparanollamarlaatencióndelresto.AlaespaldadeErnestoSanjuán,Robertoavanzóhacialapuerta,sudando

copiosamente, nervioso y concentrado en bajar la vista y controlar unosimpulsoscadavezmáspróximosasaliralexterior,probablementedeformaexplosiva. Con el rabillo del ojo creyó percibir cómo Pablo Sagasta lemiraba mientras caminaba. No consiguió reunir el valor suficiente comopara alzar la cabeza y sostenerle la vista, pero por un momento estuvosegurodequeSagastasonreía,yquelohacíaconunamuecaentreburlonaycínica,conlaque,porunlado,ledesafiabaadejartraslucirelmásmínimodescontentoconsusplanes,yporotro leenviabaunmensajeclaro:podíahacerloquequisieraconél,ytodaaquellaestrategiaestabadiseñadaparaconseguiramargarlelavidadeformadefinitiva.Repentinamente, y sin mediar voluntad alguna de por medio, Roberto

recreódenuevolasimágenesdesusueño.Llegaroncomounfogonazodeluz inesperado, y le inundaron el cerebro con la triunfal sensación delatropello,conesaliberaciónquelehacíasentirtanculpablecomofeliz.Laideachocófrontalmenteconelodiovisceralqueleconsumíaporcompletosegundos atrás y, por primera vez desde que comenzó a experimentaraquellasimágenesoníricas,sesintiócapazdellevarlasacaboenlarealidad.Así,mientraspasabajuntoaPabloSagasta,aúnrehuyéndolelapenetrante

mirada oscura, sólo podía pensar en una cosa: «Daría cualquier cosa porestaralvolanteahoramismo...»

CAPÍTULO13

Natalia Vega odiaba a Pablo Sagasta gracias a una combinación de sensaciones, que habíanevolucionado desde una ligera atracción hasta la desilusionante constatación de su arraigadamisoginia.Hubountiempo,enefecto,enquehabíacontempladoaaquelhombreconunaadmiraciónconsiderable,basadaenelrespetoqueleproducíaencontraraunapersonaquehabíamedradoensucarrera a través de su esfuerzo personal y, por añadido, de la convicción de que un fin prósperojustifica con creces los medios más cuestionables. Y esa actitud, desafiante y rebelde, le habíaresultadoinclusoatractivaanivelpersonal,aunqueesoNataliaselohabíaguardado,especialmenteporque el paso del tiempo le había hecho sentir verdadera vergüenza por el desatino de su propiojuicio.Por eso, como en toda gran admiración truncada, su opinión había

experimentado un giro radical cuando, finalmente, el verdadero perfil dePabloSagastaterminóporimponersealacortinadehumoquegenerabasuarrolladorapersonalidad.Yella,queera indiscutiblemente intensa,para lobuenoyparalomalo,pasódesersuprimeradefensoraaconvertirseenlamás feroz de sus críticas; siempre, eso sí, manteniendo la prudencialdistancia necesaria para evitar un choque directo en el que, claro estaba,teníatodaslasdeperder.NataliaVegaposeíadosseñasclarasdeidentidad,quelahacíandestacar

de manera notoria en cualquier lugar en el que se encontrara y paracualquieractividadquedecidierarealizar.Porunlado,suaspectoresultabatanimponentecomoenvidiable.Poseíaunosojoshipnóticos,deuncolortanindefinido como llamativo, entre el verde y el gris, enmarcados por unasfaccionesdignasdeunaportadaderevistadebelleza,conpómulosaltosyperfecta dentadura blanca. Todo ello se acompañaba de una figuraextraordinaria, tal vez con un ligero exceso de delgadez, muy acorde, entodocaso,consuaparienciadeprofesionaldelaimagen.Aquellapresencia,de tintes exóticos poco habituales en las latitudes que ella frecuentaba,ejercíaunaespeciedehechizoenelrestodelaspersonas,puesresultaba,auntiempo,intimidatoriaeinalcanzable.Por otro lado, poseía unamente brillante, capaz de destacar en losmás

diversos ámbitos. Su capacidad analítica era portentosa, poseía memoriaeidética, y sus cualidades se veían reforzadas por una lengua mordaz yagresiva, que la convertían en una hábil negociadora. Aquello, muy porencima de su aspecto―que ella consideraba como una ventaja útil, peroaccesoria―,eraloquerealmenteleproducíaunmayororgullopersonal.

Sin duda, el conjunto era de un valor incalculable para cualquiercompañía, y ella lo sabía, a pesar de que solía tratar el tema con sumaprudencia, consciente de contar con un arma de doble filo, pues desde suadolescencia,NataliaVegahabíasidoblancode tantasadmiracionescomoenvidias.Lamayorpartedeltiempo,aquellaanimadversiónmanifiestaalaque se había visto sometida en tantas ocasiones le servía de motivación,puestoquenohabía sensaciónmásplacenterapara ellaquever cómo susdetractores se veían en la obligación de rendirse ante la evidencia de susuperioridad; en otras ocasiones, aquella continua beligerancia con elmundo le hastiaba profundamente, hasta el punto de convertirse en unaespecie de paranoia que la conducía a defenderse de maneradesproporcionada ante cualquier comentario que considerara como unaagresión. Y, dicho sea de paso, el listón de lo que consideraba o no unataque,habíadescendidonotoriamenteconelpasodelosaños.Natalia Vega llegó a Strategies & Services como una fuerza de la

naturaleza,impetuosaeimparable.FirmósucontratovariosmesesantesdegraduarseconhonoresenunatitulaciónconjuntadeDerechoyDireccióndeEmpresas, llegando precedida de la merecida fama que le confería suinmaculado expediente. Incluso antes de hablar con ella por primera vez,Ernesto Sanjuán ya estaba convencido de que era una oportunidadinteresante para la empresa. Cuando finalmente se conocieron, quedódeslumbradoporelhalodeinsultanteseguridadquedestilabaaquellachicaque,asusveintidósaños,yaparecíainfinitamentemáscapacitadaparatodo,quecualquierotroqueladoblaraenedadyexperiencia.En su fuero interno, Natalia estaba exultante por la oportunidad

profesionalquese leabría inesperadamente,pero seesforzópormanteneraquellafrialdadquesiempreleresultabatanconvincente,yqueparecíaabrirpuertasconasombrosafacilidad.Sinembargo,existíaunamanchaoscuraentodaaquellasituación,quehabíaconseguidorobarleelsueñodurantevariassemanas. Por los pasillos de la universidad, que con frecuencia eran unhervidero de aleatorias rumorologías, Natalia había escuchado diversasversionesacercadelahistoriadesucontratación,enmuchasdelascualesexistíaundenominadorcomúnquehablabadequegranpartedelméritodesuselecciónsedebía,enlasversionesmássuaves,aunacuestiónpuramenteestética, y en lasmásmalintencionadas, a algún tipo de chantaje o favorfísico.Aquelestigmaparecíaperseguirledespiadadamente,yexasperabaaNataliaporencimadecualquierotracosa.Noesquelaopinióndeunaralea

de inmaduros le afectara de manera especial, pero aquel manifiestomenosprecio a sus méritos ―que eran, sin ningún género de dudas,estrictamente académicos― le resultaba ofensivo y repugnante a partesiguales.Porque Natalia no sabía hacer las cosas de otra manera, pero también

alentada por la necesidad de acallar todos los comentarios, alusiones einvencionesqueinundabansuentorno,sedispusoarealizartodoelesfuerzoquefueranecesarioparadestacarensunuevodesempeño.Alcabodecuatromeses su cartera de clientes era tan amplia que ni tan siquiera losconsultores más experimentados alcanzaban a comprender cómo lo habíalogrado.Sinembargo,susresultadoseranincuestionablementebuenos,yloselogios, tanto internos como externos, no se hicieron de rogar.Natalia seencontrabaenormementesatisfechaconloquehabíaconseguido,apesardeque durante ese tiempo se había visto obligada a renunciar a todamanifestacióndevidasocial.Echabaenfaltatodasaquellascosasqueeranpropiasdelanecesidaddediversióndesuedad,perotodoaquelsacrificiovaldría la pena con tal de ver a todos aquellos envidiosos conspiradoresobligadosareconocerquesehabíanequivocadoal juzgarlaconsemejanteligereza.Durante este periodo de tiempo, la relación de Natalia Vega con Pablo

Sagastafueejemplar.Enella,eldirectorgeneralhabíaencontradonosolounamentequeparecíadiseñadapararesultarunaprolongacióndesusideasymétodos,sinounaempleadacuyaabnegaciónsobrepasabalos límitesdequien únicamente busca prestigio o remuneración por su trabajo. NataliaVega no mostraba fisuras en su determinación, no cometía errores y,además,sudescaroyseguridaderantangrandesquenodudabaendiscutirabiertamentelasideasdelpropioSagasta.Laosadía,paraasombrodetodos,lejosdemolestaraPabloSagastaparecíaagradarle,comosiseencontraraaburridodequetodossussubordinadosagacharantemerososlacabezaantecadaunadesusintervenciones.Aquel buen entendimiento derivó poco a poco en una especie de

camaradería que terminó despertando toda clase de suspicacias dentro deStrategies & Services. Ella era consciente de que las apariencias podíanconducir―deformanatural,yacasocomprensible―adespertaresetipodeopiniones, pero por una vez no se sentía recelosa por el hecho de ser elcentro de los rumores.De algunamanera, valoraba su relación conPabloSagasta, no solo porque le estaba reportando una magnífica reputación

profesional,sinoporque,además,laideadellevarlasituaciónaunterrenomáspersonaltampocoterminabaderesultarledesagradable.Sinembargo,aquellassensacionesnopasabanderesultarplatónicaspara

ella, que tenía muy claro que no debía mezclar el trabajo con lossentimientos, entre otras cosas porque aquello serviría como excusa paraquelasmalaslenguasatribuyeransuéxitoacuestionesquenadateníanqueverconsusresultados.Porestemotivoalcanzóunaespeciedecompromisoconsigomisma,paratratardeaprovecharsedelainerciadelasituaciónsinperder el control de todo lo que ocurriera. Continuó, pues, realizandopequeñas concesiones de índole aparentemente personal, pero siempremanteniendounaciertadistanciaconrespectoaaquelladelgadabarreraquetenía claro que no atravesaría. Y, a diferencia de lo que pudiera parecer,conservabaeseinestableequilibriosinexcesivascomplicaciones.En toda esa historia, que Natalia creía controlada, solamente existía un

resquicio, un riesgo que, incomprensiblemente, no había calculado. Amenudo, en el futuro, se recriminaría su egocentrismo; ese pensamientocentradoensuspropiaspercepcionesquelehabíaimpedidodarsecuentadeque existían dos protagonistas, dos agentes que participaban en la extrañarelaciónque launíaconsu jefe.Así,despuésdehaberdedicadoímprobosesfuerzosaestablecerloslímitesquenoestabadispuestaasobrepasar,fueconscientedequehabía trazadouna líneaunilateral e invisible, sincontarcon que, tal vez, Pablo Sagasta tenía unos planes diferentes para ambos.Paracuandolodescubriera,yaseríademasiadotarde.Ocurrió una noche, tras una cena aparentemente informal queNatalia y

Pabloimprovisaroncomocelebracióndelúltimodeloscontratosquehabíanlogrado firmar con un importante cliente, y que les había mantenidoatareadosdurantemásdeveintedíasconsecutivosdearduasnegociaciones.Comoeracostumbre,ellaapenashabíaprobadobocado,mientrasélhabíadado cuenta de suficiente comida como para alimentar a una personadurante dos días completos. Y, como también ocurría con frecuencia,Sagasta no había permitido que su vaso permaneciera vacío ni un soloinstante. En aquel momento lo agitaba haciendo tintinear el hielo,observandocómolaambarinabebidagirabadejandopequeñasyrelucienteslágrimassobreelcristal.―Sindudahacemosunbuenequipo―dijoPablo,queserecostósobreel

asiento, clavando una intensa mirada en Natalia, que empezaba apreocuparseporlacopiosaingestadealcoholdesudirector.

Ellapermanecióensilencio,conlaesperanzadeque,mostrandounaciertaapatía,laveladallegaraaunforzadofinal,ypreguntándosedequémanerapodría eludir, sin resultar descortés, la más que segura invitación querecibiríaparallevarlaencochehastasudomicilio.―Natalia―susurróalcaboPablo,conuntonoqueterminódeencender

todaslasalarmasensuinterlocutora―,¿algunaveztehedichoqueeresmimejorempleada?Sinofueraporquenosotrossolosnoseríamoscapacesdemantener todo el volumen del negocio, te aseguro que prescindiría uno aunodelosdemás.―Venga,noseasadulador,queyanosconocemos...―No, no ―Sagasta agitó una mano en un gesto teatral, pero

descontrolado―, hablo completamente en serio. Entre tú y yo existe unaquímicaespecial,yesonomelopuedesnegardeningunamanera.Nataliaimaginóunbaratodestellocinematográficoenlatorcidasonrisade

suinterlocutor.―Dejémosloenquetrabajamosbienenequipo.Laamenazadequelaconversaciónterminaraenunapersonaleincómoda

declaracióndeintencionessehacíacadavezmáspatente.―Muchomásqueeso,Nati.―Tehedichomilvecesquenomellamesasí;nomegusta,¿deacuerdo?

Y ahora vámonos, por favor. Se está haciendo tarde y mañana hay quemadrugar.Contratodopronóstico,PabloSagastaaccedió.Pagólacenaconunbillete

de 200 euros, que en sus manos parecía tan rutinario como una vulgarmoneda, y salieron a la calle. El viento era frío y hacía la nocheprofundamentedesapacible.AquellosirvióaPabloSagastaparanoaceptarunanegativaasubiralcoche,aduciendo,porunlado,quecontrolabaloquebebía,yporotro,aquede locontrarioseexponíaaunevidenteriesgodecogerunapulmonía.Sabiendoqueladiscusiónsehabríaprolongadoyquenoeradelosqueaceptanunnoporrespuesta,finalmenteaccedió.Sagastacondujoagranvelocidadporlasampliasyvacíasavenidasdela

ciudad,comosideaquellamanerapudierademostrarqueseencontrabaenperfectaposesióndesuscapacidadesfísicas,pormásqueresultaraclaroquenoeraasí.Sonreía de una manera diferente, en silencio, con los ojos extraviados,

fijos en un fondo difuso y lejano. Creaba una barrera invisible einfranqueable que Natalia no deseaba atravesar bajo ningún concepto.

Detrás de ella se escondía alguna idea y, por primera vez desde que leconociera, y por algún extraño motivo, la presencia de Pablo Sagasta leresultó inquietante, haciéndole comprender todas aquellas historias quehabíaescuchadoenbocadelosdemás,yquenuncahabíalogradoasimilar.Conunbruscofrenazo,elvehículosedetuvofrentealamplioportaldela

casa deNataliaVega.A la derecha, el cubículo por el que habitualmenteasomabalaincipientecalvadelhistóricoporterodeledificio,aparecíavacío.La mujer, que hasta el momento había contado con la más que probablevigilancia de aquel peculiar personaje, se maldijo por la ausencia detestigos.―¿Loves?Niunsolorasguño.PabloSagastasonrió,obligándolaaresponderdeidénticamanera,aunque

forzadamente.Élnoparecióapreciarlafalsedaddelgesto,apesardequenohabíahechoesfuerzoalgunoporocultarlo.―Bueno, gracias por traerme―se obligó a responder Natalia mientras

posabalamano,conciertoalivio,sobrelamanilladelapuerta.Inesperadamente,Pabloaccionóconlaizquierdaelmandoquebloqueaba

los seguros de las puertas, mientras posaba la derecha sobre una de lasrodillasdeella,haciéndolasobresaltarsedeformarepentina.―Espera,¿porquétienestantaprisa?―Ya te lo he dicho, es tarde. Y mañana tenemos que trabajar, ¿no?

―respondió,tratandodeparecerespontánea―.Novamosatirareltrabajodeunmesporculpadeunaresaca.―Tú siempre tan responsable y tan profesional. No te preocupes por

mañana;teprometoqueeljefenotevaadecirnadasillegastarde.EnaquelmomentoNataliapensóquesólolehabíafaltadoguiñarleelojo

para terminardecomponerunapatéticaescenadeseducción.Porun lado,resultaba cómico observar la triste interpretación de aquel hombre, cuyasformas sehabían igualadoa lasdecualquierade losperdedoresa losqueVegasehabíaacostumbradoatrataralolargodelosaños,porobradeunainapropiadadesinhibición.Porotro lado, leapenóverquehabíaadmiradoprofundamente laseguridadydesenvolturadeun tipoque,al final,estabaterminando por caer en los mismos errores que el resto, haciendo que elmito se desmoronara de forma desilusionante. Finalmente completó sucuadrode sensaciones con el temordedescubrir que la situación requeríaalgúntipodeintervenciónporsuparte.SiaccedíaalosevidentesdeseosdePabloSagasta,estaríacomportándose talycomolagentepensaba, locual

no era una opción; de lo contrario, sabía que la reacción de su jefe sería,quizánoimprevisible,perodesdeluegoindeseable.Aquellareflexióncruzóporsumenteenapenasunpardesegundos.Los

quePabloSagastahabíanecesitadoparaaproximarseaellamásdeloquelasimplecordialidadrecomendaba,ysubirlamano,enungestocasual,varioscentímetrosalolargodesupierna.AlanarizdeNataliallegódeimprovisouna vaharada alcohólica, desagradable y espesa, como una nube tóxica.Sintióunarepentinanáusea,quelahizoreaccionardeinmediato.―Pablo,creoquenoesunabuenaidea―dijo,yconsuderechaatajóel

ascensodeladesujefe.―Nati, no tienes de qué preocuparte ―respondió él, como si hubiera

previsto cierta resistencia inicial y tuviera perfectamente medido cómosuperarla―.Relájate,¿quieres?―Eresmi jefe,ynocreoque seaapropiadoqueconfundamos lascosas

―tratóderazonar.―Créeme,noesningunaconfusión.Yolotengomuyclaro―lasúltimas

palabras se diluyeron en un susurro gutural, emitidomientras se acercabamásaella,casirozándolelacara―.Ymeparecequetútambién.―Porfavor,para―Vegaintentómostrarsefirme,perolavozlesalióen

unhilo,casicomounsollozo.―Séquequiereslomismoqueyo,nopuedesocultarlo...En elmomento en que los labios de Pablo Sagasta llegaron a rozar los

suyos, un interruptor saltó en el cerebro de Natalia Vega, que hasta elmomento se había sentido paralizada por la búsqueda de una decisióncorrecta,quelepermitierasalirairosadelasituación.―¡Hedichoqueno!―exclamóenun tonoque sobresaltó aSagasta, al

tiempoque,deunfuerteempellón,lelanzabahaciaatrásconviolencia.La sorpresa inicial dejó paso a una expresión de rabia en el rostro de

Pablo.Enunsoloinstante, lanubeetílicaenlaqueparecíaflotarsehabíadisipado como por ensalmo, dejando paso a un gesto duro y apenascontroladoporunafuertecontraccióndelamandíbula.Nataliacreyóinclusointuir el palpitar de la sangre en la sien de Sagasta, cuyo rostro seencontrabaahoraenrojecidoyalbordedelcolapso.―¿Quédemoniosestáshaciendo?DondeNataliaesperabaunrugido,sólohabíaunafraseglacial,enuntono

demasiadocomedidocomopararesultartranquilizador.―Losiento,Pablo―seexcusó―,peronadadeestomeparecebien.

―¿Yentoncescómoesquellevasmesessiguiéndomeeljuego?―Pabloparecíasinceramentesorprendido.―Sólo trataba de mantener un entorno cordial. Jamás pensé que lo

interpretaríasdeotraforma.―¿Creesquesoyestúpido,Nati?―derepente,Sagastahabíarecuperado

el aplomo perdido―. ¿De verdad piensas que puedes venirme con esas?Sabesperfectamenteporquéteelegíparatrabajarconmigo...―¿Qué quieres decir con eso?―Natalia sintió un nudo en la garganta,

temiéndoselarespuesta.―Con lo lista que eres,me sorprendequeno lo hayasdeducido tú sola

―ironizóPablo―.Peroseréclarocontigo:trabajasamiladoporqueereslaúnicaempleadaconlaquemerecelapenaseralgomásqueunjefe.―¿Ysinoacepto?―Entonces nome vales paramuchomás que el resto.Ya que te causa

tanta sorpresa―seburló―, te doyunpar de días para pensarlo.Y ahoradesaparecedemivistaantesdequemearrepienta,ohagaquetearrepientas.Larecorrióconlamiradaenungestoelocuenteydesbloqueólaspuertas,

dejándolefrancalasalida.Con un río de lágrimas pugnando por abrirse paso a través de sus ojos,

NataliaVegasalióprecipitadamentedelcocheycorrióhaciaelportal.Asusambiciososojos,aquellanochehabíasidoelfinaldesucarreraen

Strategies&Services,yquiénsabía siencualquierotro lugar,puestoqueloscontactosdePabloSagastaseramificabanporlosmásdiversossectoresyámbitos.Aun a sabiendas de eso, cuando el plazo de dos días expiró,Natalia se

mantuvofirmeyrechazócualquierposibleoferta,sentimentalofísica,quesu jefe pudiera hacerle. Durantemucho tiempo debatió consigomisma sihabíatomadoladecisióncorrecta.Unayotravezchocabacontralamismadudaexistencial,yserepetíaqueaquellonohabíasidosinoelvilchantajedeundepravado.Lalógicaindicabaquesuopcióneralamásadecuada,yque mostraba un perfecto ejemplo de ética y entereza. Pero, al mismotiempo,tambiénlehacíapreguntarsesinosehabríaprecipitadoatendiendoasuspropiosprejuicios.Lasombradeladuda,noobstante,tardópocassemanasendisiparse.La

relaciónconPabloSagasta,queantañohabíasidoprósperaygratificante,sedeterioródemanera inmediatay se convirtió enuna constante tortura.Loqueensumomentohabíaconsideradounsanoycasiingenuoflirteo,pasóa

transformarse en un acosomanifiesto.Enunprincipio él había tratadodeaproximarse a ella, de una forma tosca y desagradable. Ante la firmenegativadeNatalia,Pablocambiósuestrategia,decididoaatacardeformainmisericordeasuempleada,conscientedequeteníalasarténporelmango.PabloSagastainicióasíunacampañadedesprestigiohaciaNataliaVega.

A nivel profesional, la relegó de todas sus funciones de responsabilidad,rebajó de forma drástica todos sus incentivos económicos y derivó susprincipales clientes a otros compañeros, al tiempo que la amenazaba conbloquearsuaccesoacualquierotropuestodetrabajoenlaciudadsioptabapor abandonar la empresa. No solo pensaba en hacerle daño, sino queademás necesitabamantenerla cerca para poder observar el efecto de susdecisiones.Anivelpersonal, loscomentariosdePablosobrelaligerezadeNatalia,ysobrelosmediosquehabíaempleadoalolargodeltiempoparallegar a obtener sus discutibles éxitos, se prodigaron con crecientefrecuencia, y trascendieron el nivel de la propia compañía, donde, porproximidad,carecíandeexcesivarepercusión.Natalia trató de huir. A pesar de sus esfuerzos por hacerlo de forma

discretaydecontarconunascredencialesincuestionables,fuerechazadaencuantos intentoshizoporcambiardeempleo.LasombradePabloSagastaera excesivamente alargada, y su influencia se había extendido de formarápidayeficaz,cercenandoporcompletotodassusopcionesdesalida.Lejosde resignarse, intentó encontrar alternativas con mayor ahínco, pero seestrelló una y otra vez contra el gruesomuro de contención que se habíacreadoasualrededor.Atrapada,humilladayoprimidapor la fuerzadeuncruelSagasta, terminópordesistirysedejóllevar,presadeladesidiayladesesperanza,haciaunestadodetristeconformismo.El paso de los meses hizo de Natalia Vega un alma taciturna y

desapasionada, cuyo único alimento se basaba en acrecentar su profundaanimadversiónhaciaPabloSagasta,alqueculpabademanerainequívocadesu desdicha, especialmente en el aspecto profesional. Aquel déspota sinescrúpuloshabíaminadosuconfianza,habíatratadodeaprovecharsedesuposicióncon fines indignosy, sobre todo, lahabíaatacadodondeeramásvulnerable, haciéndole pensar que había estado a punto de venderse de laformamásíntimayexecrable.Ella,quehabíapasadolamayorpartedesuvidaluchandopordestacar,evitandoquecualquierméritofueraachacableasufísico,quehabíadeseadoinclusoennumerosasocasionespoderescapardelaprisiónenlaquesucuerpoparecíaencerrarasupropiotalento,había

terminadoporsucumbirantesuspropiosmiedoseinseguridades.Lamañanadel23dediciembrede2008Nataliapasólosveinteprimeros

minutos de su jornada laboral observando la pantalla del ordenador.Cualquiera habría confundido su gesto con aburrimiento, o incluso con laconcentraciónpropiadequienseobligaafocalizarsuatenciónenunatareaque no le resulta agradable. Sin embargo, ella se limitaba a abandonar sumenteacualquierpensamientobanal,enunintento,tandesesperadocomopatético,decontrolarlasnáuseas.Pormuyenérgicayconfiadaquepudierapareceraojosdelresto,Natalia

Vega tenía que realizar ímprobos esfuerzos para sobreponerse a larepugnancia que le causaba la proximidad de Pablo Sagasta, con susmiradas,cargadasdelasciviaycondescendencia,consutratodenigranteydespreciativo,quederrochabasincambiarunápiceaquellasonrisaconquelaobservaba,comoamenazándola.Ylavida,conaquellaconstanteamenazapendiendo sobre su cabeza, resultaba profundamente estresante; más auncuandoenlaconvocatoriasevislumbrabaalgunamotivaciónoculta,unodeesos inesperados giros dramáticos con los que Sagasta solía adornar susdespiadadosataques.Eldíatranscurriótranquilo,peroelinexorableylentopasodeltiempole

resultaba casi insoportable. Como era su costumbre, Natalia habíaplanificadoy completado con antelación todas sus tareas, cumpliendo consus planes, aunque estos conllevaran la realización de actividades queconsiderara impropias de su puesto y preparación. Aquello, que resultabatan frustrante, se camuflaba detrás de su profundo sentido de laresponsabilidad y, de alguna manera, ese era su único mecanismo dedefensa.Amenudosedecíaquetalvezuncomportamientointachableeraelúnico camino posible hacia la solución de su conflicto, y si bien eraconscientedequesetratabadeunareflexiónuntantoingenua,tambiéneralaúnicamaneradeencontrarmotivosparadarunpasotrasotrocadadía.Alahoraconvenidasedirigióalasaladereuniones,acompañada,como

lamayorpartedelasveces,porJorgeFerrer,quesehabíaconvertidoenunaespecie de sombra protectora, produciéndole una sensación levementereconfortante,aunqueaqueltipotuvieraciertatendenciaaagobiarlemásdeloque le habría resultadodeseable.Tomóasiento, adoptandounaposededesidia,yesperóensilencio,cortandoderaízcualquiertipodeconversaciónque el resto tratara de entablar con ella.Únicamente podía pensar en queaquelloterminaracuantoantes,yenquepudierasalirarespiraralairelibre

ycomenzarunasvacacionesqueesperabaliberadorasyterapéuticas.Cuando Pablo Sagasta irrumpió en la sala, alardeando de su retraso, y

comenzó su cuidado discurso, Natalia fue consciente de que su rostro sehabía torcido en unamueca de inmenso desagrado. En especial, había ungestodeSagastaqueleproducíaunrechazotanirracionalcomoinmediato.Entrecerraba levemente el ojo izquierdo y levantaba, de forma casiimperceptible, la ceja derecha, en una muestra de reflexión. Estabaconvencidadequesesentíainclusoatractivoenaquellapose,peroaellalerecordaba demasiado a aquella noche, frente al portal de su casa, y lerevolvíaelestómagocadavezquelohacía,sindudavoluntariamente.Tras largos minutos de tediosa y vacía charla, Sagasta soltó su bomba

informativa.Natalia sintióque se le secaba labocadegolpe, como si eseindescriptible calor que sube desde las entrañas hasta lo más alto de lacabeza, cuandodepronto seesconscientedeunamalanoticia, lahubieraabrasadopordentro.Deunsoloplumazohabíasidocapazdearruinarlelasvacacionesconlaideadetenerquepasartodounfindesemanasoportandosusimperdonablessalidasdetono.Enuninstantedelucidez,Nataliallegóala conclusión de que todo tenía que responder a un objetivo concreto. Leconocía,ysabíaquejamásdabaunpasoenvano.Yaquellodelasjornadasdeconvivencia sonaba,conpeligrosaclaridad,aunaestrategiaorquestadapara ponerla entre la espada y la pared, para obligarla a experimentar unacercamientoforzoso.Leaterró,derepente,pensarencuánlejosseríacapazdellegarPabloSagastaparareclamaraquelloquepensabalepertenecíaporderecho.Enesemomento, imaginándoseacosadaporaquelservilydespreciable,

sintiócómoalgosemovíaensuinterior.Encuestióndesegundos,eltemory la incertidumbre,elmiedoa loquepudierasuponeraquelviaje,dejaronpasoaunsentimientodeiradesatada.Elcerebroseleinundóconunodiocomoelquejamáshabíasentidoporningunaotrapersona,unrencorqueledejabainclusounsaboramargoenelpaladar.Sintiódeseosdeescupirlealacara.Cuando la reunión finalizó, Natalia Vega recogió apresuradamente y se

dirigió hacia la puerta. Pablo Sagasta la recorrió con la mirada, dejandoentreveraquelcolmilloamarillentoqueaparecíacuandosusonrisaeramástorvayretorcida.Llegóasentirseinclusosuciaantelaevidenciadelgestodesujefe,peroseobligóasostenerlelamirada.«Juroquesimetocasunsolopeloseráloúltimoquehagas»,pensó,ypor

unmomentotuvolacertezadequeélhabíasidocapazdeleerlaamenazaensu rostro.Cuando pasó junto a él, aún clavándole los ojos, creyó percibiruna especie de inquietud en el rictus inamovible de Sagasta, como si lahubieraescuchado.Nataliase juróque,apartirdeentonces, lascosasseríanbiendiferentes.

No importabaelprecioque tuvieraquepagar,ni lodrásticasque tuvieranqueresultarsusacciones.Sonrió,porprimeravezentodoeldía,consincerarelajación.

CAPÍTULO14

JorgeFerrer odiaba a PabloSagasta.En un principio lo había tomado por un tipo excesivamentepagado de sí mismo, uno de esos oportunistas a los que las mieles del triunfo les llegan taninesperadamente,quenecesitanpregonaraloscuatrovientoselincuestionableméritodesuslogros.Aquelhombredabala impresióndeestarconvencidodetodocuantodecíaohacía, teníaunhumorcínicoyagudo,ytodoelaspectodeserelperfectoprototipodemujeriegodemedianaedad,capazdehacerqueeltiempoleconviertaenmaduro,peronuncaenviejo.Pormuchoquealfinallecostasereconocerlo,aquelladescripciónnoandabalejosdelavisiónqueteníadesímismoparaunfuturoamedioplazo.Aprimeravistalehabíaresultadosimpáticoyadmirable,loquelellevabaaprestarunacuriosaatenciónacuantosmovimientosrealizaba.Elpasodeltiempo,noobstante,leharíacambiardeopinión,ytransformaríaaPabloSagasta,primeroensurival,yfinalmenteensuenemigo.Asídecaprichosaresultaaveceslaexistencia.Jorge Ferrer era uno de los consultores más veteranos de Strategies &

Services,talveznoenedad,perosíenloqueapermanenciaenlaempresaserefería.Habíasidounaparteactivadelgrupoensusprimerospasos,ysesentía partícipe del éxito que habían alcanzado. Su relación con PabloSagasta se había desarrollado históricamente en unos términos bastantecordiales.Comosuperior,eraexigenteentodaslastareas,yuntantobruscoen las formas, pero sabía valorar el esfuerzo y pagaba puntual ygenerosamente. Aquello cumplía con creces las expectativas de un jovenque,asusescasosveinticuatroaños,teníaclaroquealguienconsuaspecto,labiaycartera,teníatodounmundodeoportunidadesasuspies.Porque ante todo, Jorge Ferrer era bien parecido; él lo sabía, y eso le

inclinaba, de formanatural, a aprovecharsede sudon.De algunamanera,todas las personas cuentan con alguna característica principal y distintiva,aquella que espontáneamente describe el resto de la gente cuando lepreguntan por ella. Los hay que destacan por un carácter optimista osimpático, losque lohacenporsuscapacidades intelectuales,y losquesedistinguenporalgúnrasgofísicoparticular,yamenudoconcreto;enelcasode Jorge Ferrer, todo elmundo, sistemáticamente, se refería a esa bellezaqueera,aun tiempo, tan imprecisacomoevidente.Aquellapropiedaderaproducto de unas facciones perfectamente esculpidas y a un físico bienproporcionado y atlético que le conferían un cierto aire a actor deHollywood, carente de imperfecciones, como si su imagen en vivo fueracomounafotografíapulcramenteretocada.Asípues,susprimerosmesesenStrategies&Servicessirvieronparaque

seconsolidaseensupapeldesolteroexitoso,ylepermitieronentablaruna

relacióninteresanteconPabloSagasta.Enningúncasoselespudollegaraconsiderarcomobuenosamigos,peroentreelloshabíasurgidounasuertedeempatía y de compañerismo, que incluso les llevó a compartir algunosescarceosnocturnosenlosque,deformasana―almenosenloqueaellosrespectaba―,competíanporlograrelmayornúmerodeconquistas.Y sin embargo, como siempre que dos grandes egos coinciden en el

restringidoespaciodeun lugarcomún,aquel tratoagradableyespontáneoterminó derivando en rivalidad cuando, inevitablemente, ambos se fijaronunmismoobjetivo,que ibamásalláde loquepudieranconseguir enunanoche cualquiera y en un entorno desconocido, neutral e indiferente paraambos.Aquelobjetivoera,comonopodíaserdeotramanera,unamujer,yrespondía,paramásseñas,alnombredeNataliaVega.Apenas un mes después de la contratación de Natalia y de su notoria

irrupciónenlaempresa,tantoJorgecomoPablohabíancomenzadoamoversus fichas, de forma lenta y segura, a sabiendas de que se trataba de unobjetivo más complicado que en anteriores ocasiones, por cuanto laproximidad diaria obligaba a tomar ciertas precauciones, restringiendo losriesgos propios de la situación. Precisamente por eso, los dos habíandecidido mantener en secreto su actitud, al menos hasta que fueraimprescindiblemostrarlascartas.Ambospensaronque,paracuandollegaraesemomento,lascosasestaríanlosuficientementeclaras.Ocurrióunanoche,en laque,productode lacasualidad,coincidieronen

un localque solían frecuentarentre semana,yque solíaatraeramúltiplestrabajadoresa losque la jornada laboral se lesestiraba lo suficientecomopara justificaresesalto,conceptualmentedistante,queseparaelordenadorde la barra del bar. La clientela la solían componer hombresdescuidadamente encorbatados ymujeres ataviadas con traje de chaqueta,todosconelmaletíncargadodefrustracionesyunaacuciantenecesidaddesocialización,rápida,esosí,paraencajarensusmásqueapretadasagendas.―¿Quétepareceelnuevofichaje?La pregunta de Pablo Sagasta, aparentemente casual y adornada con el

tintineodeunvasoagitadoconlafuerzajustaparahacerlosonar,cogióporsorpresaaFerrer,quenoesperabamantenerestetipodeconversacionesconsujefe.―¿Natalia? Pues parece una chica muy preparada, ¿no? Creo que ha

cogidolaondamásrápidodelonormal―Jorgeoptóporunasalidaporlatangente―.Supongoqueestaréiscontentosconella.

Sagastaestallóenunacarcajada,atodaslucesfalsayforzada,yposóunamanosobreelhombroderechodesuinterlocutor.―Noteconocíalavenapolítica―bromeó.JorgeFerrerseencogiódehombros,manteniéndoseensilencio.Sabíaque

pisabaunterrenoescasamentefirme,yqueelhombrequeteníafrenteaélnosacabalostemasdeconversaciónsincontarconalgúnobjetivoconcreto.―Pues sí, estamos muy contentos, creo que ha sido un gran acierto

―prosiguióSagasta, con la sonrisa socarrona aflorandode nuevo―.Peroqueríasaber tuopinión,comocompañerosuyo,yasabes.Además,sedicequeos lleváisbastantebien,yque lahasacogidode formamuyaltruista.Demasiado,enrealidad,parasertú,¿verdad?Ahí estaba. Sagasta había levantado su primer as, aparentemente

despreocupado,perodemostrandoquetratabadeconducirlehaciaalgúntipodeconfesión.―Sólotratodeseramable;sernuevoesmásdifícildeloqueparece―se

defendió Ferrer, arrepintiéndose de inmediato de la escasa solidez de suargumento.―VengaJorge,nomevengasconeso―elrostrodeSagastaseendureció

repentinamente―.Sólotefaltadecirmequeteparecemuysimpática,peroque apenas te has fijado en ella físicamente, porque tu ética te impidemezclareltrabajoylavidapersonal.Jorgesesintióacorralado.Eraconscientedequenegarlaevidencianole

permitiría llegar a buen puerto, por lo que decidió que debía mostrarsenatural, realizando pequeñas concesiones que no le comprometieran enexceso.―No quería decir eso, y lo sabes ―Ferrer sacó a relucir su mejor

sonrisa―.Lachicaesguapa,esonosepuedenegar.―¿Guapa?―Sagastavolvióareír―.¿Traigoaunaquepodríaestarenun

catálogo de Victoria Secret y sólo se te ocurre decirme que es guapa?Sinceramente, no te reconozco, Jorge―le palmeó la espalda―.Esperabaunpoquitomásdeti.―¿Quéesperabas?―Un poquito de entusiasmo, nada más. Un «te estaré eternamente

agradecido,Pablo»―bromeó.―¿Es queme la has traído amí?―Ferrer optó por seguirle la gracia,

aunqueintuíaquetodoaquelloconducíaauncallejónsinsalida.―No,no,no,deesonada―denuevoelgestoadustopusodemanifiesto

el carácter bipolar de Pablo―. De hecho, ahora que lo mencionas, te locomentaba para advertirte de que no quiero que te acerques demasiado aella,yameentiendes.―¿Teparecequehablodemasiadoconella?―Jorgesonómásdesafiante

deloquehabríadeseado.―Mira,chico,tetengoaprecioyporesotepongosobreaviso.ANatalia

la he traído para mí, y harías bien en no meterte en medio. Además, esmuchamujerparati.Haypartidosquesólopodemosjugarlosdeprimera,¿estamos?Sin esperar respuesta, Pablo Sagasta apuró el vaso de un trago, se giró

displicente y enfiló hacia la salida sin despedirse. Territorio marcado;objetivo cumplido. Jorge Ferrer quedó inmóvil, acodado sobre la barra yhaciendoesfuerzospornosalirtrasélconalgunaréplicaingeniosa,quenohabía sido capaz de improvisar en el momento adecuado. Aquella nochevolviósoloacasa.Una breve conversación había sido lo único necesario para que Jorge

empezara a recelar de su jefe. A partir de aquella noche, Pablo Sagastasurgió ante él como un duro rival, un tipo ante el que debía mantenersealerta. Las sospechas empezaron a invadirle de forma un tanto paranoica.Ferrersesentíaobservado,vigilado,comosiSagastaanduvieraescondido,agazapado, esperando cualquier despiste suyo para lanzarse a su caza.Deforma inconsciente, comenzó a mostrarse más distante con Natalia Vega,intuyendo que Sagasta podría tomar represalias si, de forma unívoca,decidíaqueJorgeseextralimitabaensurelaciónconella.Por otro lado, aquella situación generaba un efecto colateral inevitable.

NataliaVegasehabíaconvertidoenunobjetivomuchomáscomplicadodealcanzar.Yanosólosetratabadeunapersonaquepasabamásdediezhorasaldíasentadaapocosmetrosdeél,sinoqueademássuponíaunmotivodediscordia con un hombre que tenía poder e influencia sobre él y sobre sufuturo.Yesasdificultades,aquelpeligroquesubyacíabajounarelaciónenapariencia formal y aséptica, de forma paradójica le confería un atractivosuperior. Su percepción de Natalia Vega, que antaño había sido muypositiva, se elevó hasta extremos a los que no estaba acostumbrado, y seconvirtióenunaobsesióncomplicadadesobrellevar.A menudo, Jorge Ferrer se sorprendía ensimismado, lanzando miradas

furtivas hacia la mesa de su compañera, contemplando embelesado susmovimientos, frágiles y enérgicos a un tiempo. Trató de continuar sus

acercamientos durante varias semanas, pero manteniendo siempre laprudencia, aprovechando cada instante en el que Pablo Sagasta seencontraba fuera del edificio, o forzando encuentros casuales en lostrayectosqueamboscompartíanentre laoficinay laparadademetromáscercana,queapenasledabanparaunosexiguosminutosdecompañía.Finalmente,JorgeFerrertuvoqueadmitirdosrealidadesqueleresultaban,

simultáneamente,preocupantesytormentosas.La primera de ellas era que sus sentimientos haciaNataliaVega habían

sobrepasado lo que esperaba de ellos cuando la conoció. Su irresistibleatractivo,yaquellaespeciedearrebatorebeldequeembargaalquellevaacabotareasquesabeprohibidas,sehabíanconfabuladoparagenerarensuinteriorsensacionesdesconocidas.Él,quedurante todasuexistenciahabíacontrolado por completo sus relaciones, que había sido dueño y señor detodas ellas, y que las había iniciado y finalizado a su antojo, empezaba atemerqueestecasoseleestabaescapandodelasmanosyque,talvez,Diosnoloquisiera,habíaempezadoaenamorarse.Lasegunda,queresultabaaúnmásdolorosadereconocer,eraque,pocoapocoyapesardesusesfuerzos,ella parecía estar decantándose por Pablo Sagasta. Algo que, pordescontado,eracompletamentesuperiorasusfuerzas.Laalargadasombradeloscelosrealizósutriunfalapariciónenelinterior

deJorgeFerrer,yconsiguióenrareceraúnmássudifícilrelaciónconPabloSagasta, con quien ya nunca volvió a compartir una velada amistosa. Lomáscomplicadonoeraconvivirconunambientedecompetencia,algoporlo que ya había pasado en momentos anteriores de su vida; lo quemortificaba a Ferrer hasta la desesperación era la posibilidad del fracaso.SabíaquenoseríacapazdesoportarlaideadeveraNataliajuntoaaqueldespreciable extorsionador, pero era consciente de que esa opción seencontraba mucho más próxima que otra en la que él mismo salieravictorioso.SusreflexionesinternaslecondujeronhastalaconclusióndequepreferíarenunciaraNataliaVegaantesqueverlaenbrazosdesuoponente,de modo que optó por el despliegue de una subrepticia campaña dedesacreditacióndePabloSagasta,confiandoenque,enelpeordeloscasos,ambosperderíansusopcionesrespectoaella.Aquellaestrategialesirvióparacomprobarquesuprimererrorhabíasido

pensarqueNataliateníaunaespeciedeobligacióncontraída,quelaabocabairremediablementeaelegirentreunodeellos,locualseencontrababastantelejos de la realidad. Descubrió asimismo que la proximidad que ella

mantenía con Pablo Sagasta era más producto del interés personal en sucarreraquedeotracosa.Almenosesloquequisoentender,porquedelasconversaciones que mantuvo con ella ―numerosas, pero demasiadocrípticas y reservadas― era muy difícil inferir alguna idea concreta ydefinida.De resultas de aquel rocambolesco triángulo, Jorge Ferrer extrajo una

valiosa amistad con Natalia Vega, de la que terminaría por sentirseorgulloso, si bien seveía empañadapor el constante recuerdodeque, porunavez,quizá laquemásque lehabía importado,nohabíasidocapazdecumplir sus objetivos. Por otra parte, también fue la causa de que aquelmuro que había contenido durante largo tiempo la tensión existente entrePabloSagastay élmismo, terminarapordesmoronarseydejara el campoabierto para que la rivalidad que les había enfrentado terminara porconvertirse,directamente,enenemistad.Ocurrió cuando, tras haberobservadoqueNataliaVega llevaba semanas

comportándose de una manera extraña, demasiado reservada, alicaída yausente, Jorgedecidióplantarse frente a ellaypreguntarle sinpreámbulosqué le ocurría.Vegaopusounadébil resistencia inicial, argumentando sinconvicciónqueseencontrabaalgosobrepasadaporunas indefinidas tareaslaborales,peroterminóclaudicandoysehundiófrenteasusojosencuantoFerrerinsistióconalgomásdevehemencia.LahistoriaqueNataliarelatóaJorgeFerrerquedaríagrabadaafuegoenel

centrodelpechodeesteúltimo.Hablabapocomenosquedeuninaceptableacoso, hablaba de ofertas deshonestas a cambio de oportunidadesprofesionales, de dudas, de entereza y de resistencia, y hablaba de durasrepresalias,deamenazasencubiertasymalintencionadasinfluencias.Aqueldía,FerrerdescubrióquelacapacidaddePabloSagastaparaexprimirhastala última gota de los que le rodeaban era inmensa e indiscriminada, yaprendióquetodoloqueélhabíainterpretadocomounaextorsióncontrasupropia persona, quedaba reducido a una nimiedad en comparación con loqueaquelhombrehabíaintentadohacerconNataliaVega.Jorge Ferrer se enfureció. No con ese tipo de malestar que acomete a

cualquieraanteunainjusticiaqueenelfondonilevanileviene,sinoconlafuerza desgarradora del que ve, cargado de impotencia, cómo se atropellasincompasiónaunapersonaqueatesoragranpartedesusaprecios.Porunmomentosopesólaideadeabandonar,evaluósusopcionesdedesaparecerdelmapa,deretirarsedeaquellaabsurdacontiendaycubrirselosojosconel

velode la ignorancia,perono fuecapazdeclaudicar sinmás.Entreotrascosas porque había pasado demasiado tiempo y se sentía tácitamenteinvolucrado en todo cuantopudiera concernir aNataliaVega.Tuvo, pues,queprometersequenoladejaríasola,almenoshastaqueellafueracapazdeencontraruncaminoquelesepararadeSagastaydesuperversoyamplioradiodeinfluencia.Finalmente llegó a la conclusión de que permanecer allí era una buena

idea.Lohabría sido solopor elhechodeestar encompañíadeellayportener la oportunidad de ofrecerse como apoyo en esa situación surrealistaquevivía.Pero,sobretodo,loeraporquePabloSagastasehabíaconvertidoen alguien a vigilar de cerca, y porque manteniéndose a esa corta perosegura distancia, sabía que, tarde o temprano, terminaría encontrando elmododecompensartodaslasafrentassufridasporambos.Tardaríaensaberlaformayelmomento,peroadoptólainfinitapacienciadequienesperasuinstanteparalafríayreconfortantevenganza.Cuando,enlamañanadel23dediciembrede2008cruzólapuertadela

oficina,NataliaVegayaseencontrabaensusitio.Enunaprimerareacción,Ferrer contuvo un suspiro y se obligó a dirigirle un saludo formal, nidemasiado distante ni demasiado cálido. En aquel lugar siempre erapreferible guardar las formas lomáximoposible.Sin embargo, en aquellaocasión la respuestadeella fue tan imperceptiblequeaduraspenashabíalogrado distinguir un saludo en sus palabras. QueVega no se encontrabacómoda entre esas cuatro paredes, y con Sagasta a pocos metros dedistancia,eraalgoqueanadieseleescapaba,perosuactituddeesamañanaeraespecialmentepreocupante.Mientras ponía en marcha el ordenador, Jorge la contempló con

curiosidad; parecía sumida en profundos y oscuros pensamientos, ajena atodoestímuloexterno.Eraunaimagencasionírica,inquietanteyatractivaaun tiempo, y ardía en deseos de acercarse a descubrir losmotivos que laproducían, pero no consiguió reunir el valor suficiente. No obstante, susdudasquedarondespejadaspocosminutosdespués,cuandoélmismoleyóelmensaje por su propia cuenta. De hecho, no tardó en percibir que eldesánimonosoloocupabalamentedesucompañeramáscercana,sinoqueel resto de los presentes, con el transcurrir de lamañana, se encontrabanvisiblementemolestosporaquellaconvocatoriainciertayadestiempo,queparecíaser,sinmás,productodelcaprichodeunamentemanipuladora.Una cosa estaba clara: cualquiera que fuera elmotivo por el que Pablo

Sagastaqueríamantenerunacharlacontodosellos,podríaesperaralmesdeenero. Jorge dudaba que se pudiera tratar de una especie de felicitaciónnavideña,algoquenohabíasucedidoenlosañosprecedentes,yasusojos,loúnicoquepodríaresultarleagradabledeescucharantesdelasvacaciones,era que su jefe fuera a exiliarse a otro país durante meses, o que seencontraraaquejadodealgunaenfermedadincurable.Nopudoevitarsonreírante su trasnochada idea. Tal vez resultara cruel, pero pensándolo bien,dudabaquealguiensefueraaentristecerporunanoticiadeesanaturaleza.Lajornadatranscurrióconesetedioqueacompañaalasgrandesesperas.

Conindependenciadelashorasquequedaranparasufin,JorgeFerrerfueincapazdeconcentrarseenningunatarea,yterminópordejarsellevaranteelincesanteperolentogoteardelossegundos.Amedidaqueseacercabalahoradelareunión,comenzóaobservarconmayordetenimientolosgestosyreaccionesdeNataliaVega,alaquesehabíaofrecidoaacompañarhastalasala,conelfindeevitarcualquierencontronazoincómodoymolestoconeldirector. Aunque, bien mirado, su propia presencia, lejos de ser unatenuante,probablementeaportaríamáscargaalchoque.Unpardeminutosantesdelassietedelatarde,Nataliacomenzóarecoger

lascosasquesedisponían,comosiempre,enperfectoordensobresumesa.Jorgeseprecipitóahacerlopropioparaqueellanotuvieraqueesperarle,oquizá precisamente pormiedo a que no lo hiciera. El caso es que agolpócontraun rincón losmontonesdepapeles,arrojóvariosobjetosdentrodelcajón superior, y agarró sin mirar la cartera y el abrigo, plantándose deinmediatofrenteaNataliaVega,ofreciéndoleunacompañíasilenciosa,queesperabaleresultarareconfortante.―¿Vamos?―tratódesonreírletranquilizador,aunquenologróemitirmás

queunamueca.Ellaasintióconungestoqueafirmabacon resignación,aunquemalditas

lasganasdepasarporeltrago.Juntos,yenvueltosenunincómodosilencio,sedirigieronhacialaampliasalasituadaalfondodelpiso.Jorge Ferrer asistió impasible a la charla, que encontró vacía y

prescindible.LequedóclaroquelaúnicamotivacióndeSagastaeramantenerlesentensiónunascuantashorasmásdelacuenta,como quien golpea la mesa con el puño en un alarde de fuerza y poder.Cuandofinalmenterealizóelanunciodelasjornadasdeconvivencia,Ferrertuvoqueahogarunacarcajada.Conciertosarcasmo,felicitómentalmenteaSagastaporsugolpedeefecto,aunquesuácidohumorterminópordisiparse

cuando observó, con gran preocupación, el congestionado rostro de unaNataliaVegaque,atodasluces,luchabacontraelnerviosismoquelehabíageneradolanoticia.Resultabaevidenteque,pormuydesagradablequesonaraparaél la idea

depasarunfindesemanaenpresenciadeaquelhombre,paraNataliadebíaser poco menos que una pesadilla. Por un momento incluso llegó apreguntarsequéotrashistoriaspodríaesconderSagastaconcadaunodelospresentes, puesto que ninguno semostraba precisamente extasiado con laidea. De hecho, era Pablo el único quemantenía una sonrisa, falsa, peroabierta. Jorge se dijo que tampoco Sagasta tenía necesidad de pasar untiempo con sus empleados y socios, pero parecía que su necesidad deamargarlelavidaalprójimoseanteponíaasuspropiasaficiones,siesquelastenía.Denuevoescoltandoasucompañera,Ferrersedirigióhacialasalida.El

recorrido era corto, pero le resultó suficiente para observar cómo SagastarepasabaconlamiradaaNataliaVega,empequeñecidaporeldisgusto.Unaarcada le ascendió desde la boca del estómago; los oscuros ojos dePablobrillabandedeseo,ehicierondenuevoaflorarlairaenelinteriordeJorge.De buena gana se habría lanzado contra él en aquel preciso instante paraborrarle del rostro aquel gesto de prepotente felicidad. Una vez más secontuvo,preguntándosecuántasocasionesmásseríannecesariasparaqueseprodujese la explosión, para que la tensa cuerda que mantenía la débilestabilidadentrelostressaltaraenpedazosylesalpicaraparalosrestos.Enun último fogonazo, se imaginó inmerso en un estallido de violencia,largamentecontenida.Tras suspárpadoscerrados, la imagende símismo,golpeando despiadadamente a un indefenso Pablo Sagasta, sematerializó,haciéndolesentirunasuertedeagradablerelajación.«Tenpaciencia,Jorge,quedamenosdeloqueesperas.»

CAPÍTULO15

ElisaCebriánodiabaaPabloSagasta.Escondido trassucarácterapocadoyasustadizo,unrencortan reprimido como desproporcionado ardía voraz y espontáneo. Y, a pesar de que su naturalezatímiday reservada le impedíadejar traslucirciertasopiniones,eran frecuentes lasvecesen lasquepensabaquelasostenibilidaddeaquellacontenciónpendíadeunhilodemasiadofino,siempresujetoalinminenteriesgoderomperse.En general, la vida de Elisa Cebrián había transitado por caminos

retorcidos y empinados. Hija única ―acaso producto de un error odescuido― de un matrimonio de avanzada edad, había terminado porsacrificarsusestudios,ypeoraún,granpartedesuadolescenciayjuventud,para dedicarse por entero al cuidado de sus progenitores, aquejados dediversas y serias dolencias, y sin los recursos necesarios para buscarsoluciones alternativas. Aquella experiencia la había convertido en unapersona de enorme madurez, pero de temperamento gris. Transcurridosvariosañosdepenalidadesenlosquenohabíatenidoocasióndepasarmásde tres horas seguidas fuera de su casa, sus padres habían muerto,inopinadamente,enunlapsodeapenascincosemanas.En esemomento huyó de la casa que la había acogido durantemás de

veinteaños,ydeaquelpueblodelaprovinciadeÁvila,enlosqueguardabatodossusrecuerdos,lamayorpartedeellosdolorosos,atormentadaporunaculpabilidad que se le había instalado en el corazón el mismo día quedescubrióqueelfindesutragediafamiliarúnicamentehabíadejadoalivioensuinterior.Aojosdemuchosdesusvecinos―yloqueeramásgrave,delossuyos―,suhuidaerapocomenosqueunadeslealtadalamemoriadesufamilia, pero aquella había sido la única soluciónposible a la permanentesensacióndeasfixiaquelehabíaembargadoduranteaños.Comoparamuchosdelosquemarchanenbuscadeuncaminoindefinido

ensuvida,setrasladóalacapitaldelpaís.ElpasodeltiempotrajoaElisaCebriándiferentesmotivosparalaesperanza.Nohabíanpasadomásdetressemanasdesdesu llegadaaMadrid,cuandoconocióalhombreconelquepasaríaelrestodesusdías.RespondíaalnombredeHoracioy,comoella,seencontraba allí solo, en busca de un lugar en el mundo y una segundaoportunidad en la vida. El paralelismo de sus situaciones les unióirremisiblemente, y contrajeron matrimonio pocos meses después, conenorme modestia y un escaso puñado de invitados, reunidos en una

impersonaliglesiadelbarriodeCarabanchel,enunalluviosayfríatardedeabril que poco contribuyó al escaso lucimiento del suceso.De estemodo,Elisa dio carpetazo a la que había sido una vida familiar de sacrificiosinfructíferos,paracomenzarunanueva,enlaquesesentíalibreyvivaporprimeravez,yquelereportaríalosmomentosyrecuerdosmásfelices,quevaloraba intensamente por más que fuera consciente de que mejorar supasadonoentrañabaningunadificultad.Por otro lado, en un terrenomás práctico ymenos emocional, constató

que,aunqueelmundorealnotiendeacompensarlasinjusticiasdelpasado,existenciertosmomentosen losque la fortunasecruzaenelcaminoparaofrecer inesperadas oportunidades. Strategies& Services supuso para ellauna especie de tabla de salvación, puesto que le permitió acceder a unmercado laboral que se le había cerrado en banda, un mundo cruel yaséptico que no podía comprender la ausencia de formación, que noentendía que aquel currículo vacío no manifestaba una incapacidad paraadaptarse al moderno panorama profesional, sino la desgracia de habercarecido de mejores oportunidades. Por eso, aquel puesto de asistentepersonal, tal y como lo había llamado un sonriente Ernesto Sanjuán alofrecérselo,eraunodelosmayoresregalosquelehabíanhechoensucortaperointensavida.Elúnicoproblemaera―esonolosabríahastadespués―queaquelhombrecorrectoyafablequelahabíacontratadonoibaaser,endefinitiva,alqueterminaríaporasistir.ElisaCebrián,queeraingenua,perointeligente,calóaPabloSagastaalos

pocos minutos de conocerle. Fue en el despacho de este último, al queaccedió acompañadadeSanjuán, que si bien le había advertidodel fuertecarácter del director, se había cuidado bien de revestir la crítica ―si lahabía―deunapátinadepalabreríahuecayrimbombante.―Pablo, perdona que te moleste, sólo te robaré un segundo, lo juro

―habíacomenzadoSanjuán,asomandolacabezaporelquiciodelapuertaen un gesto de cortesía―. Quiero presentarte a nuestra nueva asistentepersonaldedirección.SunombreesElisa.ConunmovimientoteatralqueaCebriánseleantojóensayado,seapartó

a la derecha para dejarla a la vista, pues se había quedado tímida ydiscretamenteenunsegundoplanodelaescena.―Muchogusto―musitódesde el fondode la sala, a unvolumenen el

queresultabadifícilescucharla.―¿Asistentequé?Avecesnoentiendonimediapalabradeloquedices,

Ernesto.¿Cuándovasaempezarahablarcomounapersonanormal?―seburló Sagasta sin apenas levantar la vista de la pantalla de su portátil―.Supongoqueeslasecretarianueva,¿no?―Nome seas anticuado, hombre―replicóSanjuán,molesto―.En una

empresa moderna como la nuestra no nos podemos permitir vivir de losclichés...Espocoelegante.―Sí,sí,sí,esoyamelohascontado,socio―aquellaúltimapalabrasonó

a Elisa tan bienintencionada como una puñalada por la espalda―. Ycuéntame, entonces, ¿cuál es la brillante preparaciónde esta señorita paratandignopuesto?Mevaleconunresumenrápido:formación,experiencia,referencias…,lotípico.BienporqueSanjuánadivinóqueElisaestabademasiadocohibidacomo

para contestar a una pregunta tan comprometida, o bien porque sentía lanecesidaddejustificarseensudecisióndecontratarla,fueélquientomódenuevolapalabra:―Lociertoesquese tratadesuprimeraexperienciaprofesional,por lo

que no disponemos de referencias previas, pero hay cosas igualmenteimportantes,y lagentenecesitaoportunidades,¿verdadElisa?Enloqueamí respecta, tengo plena confianza en sus capacidades, y creo que unapersona con su entusiasmo y abnegación siempre será beneficiosa para lacompañía.ElisaviocómolacejaizquierdadePabloSagastaseenarcabaenungesto

de estupefacción. Sanjuán continuaba parloteando sobre algo relacionadoconlosvaloresylafidelidadempresarialquenoalcanzóaentender.Desdeel sillón, al otro lado de lamesa, el director esperaba paciente el fin deldiscurso, perfilando una sonrisa socarrona en el rostro, duro y bronceado.Finalmente realizó un inequívoco gesto con la mano, invitándoles aabandonarlaestanciacomosifueranunaincómodavisitaqueunonecesitadespacharloantesposible.Y,almismotiempo,amododedespedida,llególa frase lapidariaqueconstatabaqueelparipéde laspresentacionespodíadarseporfinalizado:―Esperoquealmenossepahacerbienelcafé.Yhablar,yaqueestamos,

novayaaserquenecesitevenirsiemprecontigoparaquelarepresentes...Desde aquel primer y embarazoso encuentro, Elisa Cebrián no pudo

sacarsejamásdelacabezaqueestabaallíencontradelavoluntaddequienrealmentetomabalasdecisiones,quelaconsiderabaínfimamentepreparadaparacualquiertareaquesesalieradelvergonzantebinomioquesuponíanla

fotocopiadoray lacafetera.Talvezporeso,pero tambiénporqueElisanosabíahacer lascosasdeotramanera,volcótodosuinterésencumplirconeficaciaconcuantastareasselepresentaron.Eraciertoquedesconocíaporcompleto los entresijos del negocio, pero aprendía deprisa y ponía grandedicacióna todas lasactividades,con laminuciosidadpropiadequienseencuentra profundamente agradecido por una inmerecida oportunidadbrindada.Alorgulloqueellamismasentíaporeldesarrollodesuactividad,pronto

sesumóelreconocimientoporpartedelamayorpartedesuscompañeros,alosquesiempreayudabacondesinteresadagenerosidadyquelaveían―enpalabras textuales de Ernesto Sanjuán― como el pequeño engranaje quehacíamoverseelcomplejomecanismodelacompañía.Aquellaafirmación,que apestaba a charla barata demotivación personal, no dejaba de ser enpartecierto,puestoquepocoapocoseconvirtióendepositariadelamayorpartede lossecretosyutilidadesdelgrupo,algoqueenglobabaconceptosdispares,queibandesdedetallescomolaubicacióndelmaterialdeoficinahastaaspectoslogísticosdegranrelevancia,comoeralaorganizacióndelosviajes y desplazamientos que con mucha frecuencia requerían losconsultores.Durante todo este proceso, Elisa no había dejado de sentirse

menospreciada en sus capacidades por parte de Pablo Sagasta, al que lecostabareconocerlosaciertosdesuasistente,peroquenoperdíaocasiónderecordarle que su presencia allí era poco menos que un acto de caridadhumana.Esaposicióndesupuestobenefactorleresultabalosuficientementesólida como para no hacerle dudar de aprovechar el trabajo deElisa paraasuntosdeíndolemáspersonal.Ella,porsuparte,apesardeserconscientede que sus obligaciones no podían incluir actividades como recoger lostrajes de Sagasta de la tintorería, o comprar carísimos regalos decumpleañosparalaúltimaconquistadeldirector,sedecíaqueaquelcaminoeraelúnicoposibleparalograr laconfianzayelrespetodesujefe,por loquelasacometíaconidénticadiligencia.Deuna formaquede tan lentaeracasi imperceptible,aquella intachable

fidelidad terminó por dar sus frutos, y Pablo Sagasta comenzó a darpequeñasmuestrasdeagradecimientoporeltrabajodesarrolladoporElisa.En ocasiones, incluso llegaba a comportarse con auténtica amabilidad, loqueleproducíaunasuertedesatisfacciónpersonal.Ellaatisbóciertorespetopor parte de su jefe, y fantaseaba a menudo con que en algún momento

recibiría algún tipo de felicitación pública. Por primera vez, comenzaba asentirquepodríaexistirunmundoenelqueno toda lagenteconsiderabaquesuesfuerzonoeramásqueunaobligación,yqueportantonomerecíaningúntipodereconocimiento.FueentoncescuandoElisadedujoquesusituacióneralosuficienteestable

como para plantearse aumentar su familia. La noticia de su embarazo notardóenproducirsey,altiempoqueseconvertíaentodounacontecimientosocial en la sede de Strategies & Services, plagado de buenos deseos ymanifestacionesdesinceraalegría, fuerecibidaporPabloSagastaconunaindiferenciaquerayabaeneldesprecio.Eldirectordespachólanoticiaconunmurmullodeenhorabuenaysinapenaslevantarlavistadesuspapeles,encogiendoloshombros,comosisepreguntaraquélehacíamerecedorderecibirsemejanteinformación.En un primer momento Elisa achacó la reacción a alguna carencia de

habilidadessocialesporpartedeSagasta.Noleeradesconocidasufaltadeempatíaconlamayorpartedesussubordinados,ysupusoquesimplementetratabademantenerlasdistanciasparaevitarqueseprodujeraalgúntipodeconfusiónenlajerarquíaestablecida.Enrealidadnoleparecíaunadisculpaválida, puesto que no compartía aquel afán elitista demantener el estatusque Sagasta preconizaba con verdadera vehemencia, pero decidió que eramás sencillo fingir que respetaba su decisióndemantenerse almargendecualquier aspecto de índole personal que aconteciera a sus empleados.Ladistanciapodía ser innecesaria, pero tal vez cobraba sentido a algúnnivelqueelladesconocía.Sin embargo, los verdaderos motivos de su comportamiento salieron a

relucirmesesdespués,cuando,a lospocosdíasdedara luz,Elisadecidióacudira laoficinaparahacer lapresentaciónensociedaddeFernando, sureciénnacido.LarecepcióndeCebriánenlaampliasalaquealbergabaalamayor parte de la plantilla de Strategies & Services fue emocionante ybulliciosa, y la obligó, en contra de lo que le habría gustado, a derramaralguna lágrima.Recibió numerosasmuestras de afecto, y el bebé pasó debrazo en brazo durante varios minutos sin apenas inmutarse, a pesar derecibirtodounrepertoriodecarantoñas,lamayorpartedelascualescarecíadetodosignodedelicadeza.Durante todo este tiempo, Pablo Sagasta permaneció encerrado en su

despacho,algoquenoextrañóaElisa,acostumbradacomoestabaaquesujefe hiciera auténticos esfuerzos por noversemezclado enningún tipode

actodesocialización.Noobstante,entendióquehabríasidounadescortesíaporsupartenoacercarseasaludarleenprivado,porloquerecogióalniñodelosbrazosdesuscompañerosysedirigióhaciasudespacho.―¡Elisa! ¿Por fin de vuelta? ¿Cómo te encuentras? ―la cordialidad

parecíaanormalmentesincera.―Pasabaporaquíyhedecididosubirahacerosunavisita,yasídepaso

traigoaFernandoparaquetodosleconozcan.―Bien, bien, me alegro de verte con ganas de volver con nosotros.

¿Cuándoteincorporas?Tengounmontóndecosasatrasadasparalasquetenecesito.―Bueno, tendrán que esperar un poco ―Elisa esbozó una sonrisa,

convencida de que seguía una broma de Sagasta, agradable, aunqueinesperada―.Mibajaterminaenjunio.El rostro de Pablo Sagasta se ensombreció de forma súbita, como si

acabaraderecibirunanoticiatanimpactantecomodesagradable.―¿Cómoque en junio?Eso es dentro de cuatromeses;Elisa, déjate de

bromas―lareprendió.―Claro,esloqueduralabaja.La estupefacción inundaba la mente de Cebrián, que a duras penas era

capazdecomprenderqueaquellaconversaciónseestuvieraproduciendo.―Siestásbienparavenirdevisitatambiénloestásparaveniratrabajar,

¿verdad?Esoestodoloquenecesitosaber.―Nopuedesestarhablandoenserio...―Sagastacontinuabaimpertérrito,

como si fuese innecesario aclarar que hablaba con absolutoconvencimiento―.¿Quéquieresquehagaconelniño?―Hazloquetedelaganaconél,noesmiproblema,peroquieroverteen

tusitioellunesalasochodelamañana.Sideverdadteimportatutrabajonotendrásinconvenienteenadaptarteasusnecesidades.Además―señalócon dejadez al pequeño bulto que ella acunaba entre sus temblorososbrazos―,élnosevaaacordardenada,descuida.Elisa Cebrián estaba paralizada, y unas lágrimas que no tardarían en

comenzar a brotar le nublaron lamirada sin que pudiera hacer nada paracontrolarlo.―Pero tengo derecho a...―comenzó en un último arranque de fuerza,

desesperadoyllenoderabia.―Sí,tienestodoelderechoquequieras,Elisa―leatajódeinmediato―,

peroyotambiéntengoderechoahacertelavidaimposible,oaponerteenla

callecuandomeconvenga,¿aquesí?Sagasta sopesó el efecto de sus palabras con una pausa prolongada y

aquellasonrisa,torcidaymaliciosa,asomandoporlacomisuradeloslabios.―Elquemandaeselquedecidecómoseaplicanlasreglasdeljuego.Si

noquieres atenerte ami sistemaa lomejor esquedeberíasbuscarteotro,¿deacuerdo?Piénsatelo,peronomucho,porquelomismollegastarde...Ahíterminótodalaconversación.ElisaCebriánsegiró,cegadaporlaira,

yabandonólaestancia.Apesardelasinteresadaspreguntasquerecibióalvolveralasalacomún,noquisoresponderaningunacuestión.Al comienzo de la semana siguiente, Horacio se quedó cuidando del

pequeño, por completo ajeno a la tensa situación que se producía en suentornomáscercano,mientrasqueElisaCebrián,odiándoseasímismayasudirector,abríalapuertadelaoficinayocupabasupuestosiendo,comosiempre había sido costumbre, la primera en llegar. A las preguntas querecibió tras su más que inesperado y precipitado regreso, respondió consilenciosasyturbiasmiradas,tanelocuentesqueningunodesuscompañerostuvo el atrevimiento de escarbar más en los motivos. Tampoco eran, endefinitiva,muydifícilesdeimaginar.El23dediciembrede2008ElisaCebriánencontróunsobrecerradosobre

la mesa de la exigua estancia que ocupaba, junto al despacho de PabloSagasta.Eradepapelmanilayestabadesgastadoysucio,comosihubierasido recicladounayotravezparahacerde él unusoque sobrepasara loslímites del ahorro razonable. No existía ninguna pista acerca de sucontenido, únicamente un mensaje escueto, garabateado en color azul,directamentesobrelasuperficiedelmismo,conunrotuladorindeleble,querezaba: «No lo abras hasta que yo te lo diga». En la escritura, CebriánreconociólaletrapicudayapresuradadePabloSagasta.Venciendo la creciente curiosidad por abrirlo, y aprovechando que una

línea de luz blanquecina se colaba por debajo de la puerta del despachoprincipalde laoficina, signo inequívocodequeSagastahabíamadrugadoaquella mañana, Elisa tomó el misterioso sobre y se encaminó hacia lapuerta.Habíanpasadovariosmesesdesdeque,deformatantaimada,PabloSagasta le hubiera negado su derecho a la baja maternal, y Cebrián aúnnotaba un sabor amargo, como de bilis, en la garganta, cada vez que seencontrabaenpresenciadeél.Pasóporunaépocamuycomplicada,ydenohaber sido por la infinita ayuda que los padres de Horacio les habíanprestado, jamás habría logrado mantener su puesto de trabajo, sometida

comoestabaalyugodesemejantetirano.Aquelempleo,queensudíafuerauna bendición caída del cielo, había terminado por convertirse en unaconstante fuente de amargura, que amenazaba siempre con consumir susdebilitadasfuerzasylasdesufamiliaenpleno.Sinembargo,Cebriánhabíaadoptadounaactitudpragmática,asabiendasdequenecesitabaagarrarseaaquelpuestodelaformaquefueraposible.Únicamentelohabíaconseguidoa base de recordarse que se estaba jugando el futuro de su pequeño, y decomportarse de la forma más profesional, impersonal e indiferente conPabloSagasta.Supapelcomoasistentelaobligabaatrabajarjuntoaélconexcesiva frecuencia, pero siempre intentaba mantener un mínimo trato,basado en la comunicación escrita y en un comportamiento que, de tanserio,resultabainclusosolemneysepulcral.Por eso, aquellamañana se limitó a llamar a la puerta, esperar a que le

concedieranpermisoparaentrar,ymostrarelajadosobreaPabloSagasta,sintansiquieradespegarloslabios.―BuenosdíasElisa,veoqueyahasencontradoelregaloquetehedejado

―Cebrián sospechaba que Sagasta era consciente de que la exasperabacuandosemostrabafalsamenteafableconella,algoque,porotraparte,élsolía repetir casi con deleite, como si disfrutara provocándola―. No tequedesenlapuerta,pasaysiéntate.Ellaobedecióysesituóenlacómodabutacadepielnegra,conextrañeza.

Noseleescapóqueaqueleraunprocedimientoanormal,puestoquejamáslahabía invitadoa tomarasientoen todoel tiempoque llevaba trabajandoparaél.Sinduda,aquelhombreteníaundonparacrearexpectaciónentornoasupersona,esohabíaquereconocerlo.Conunelocuentegesto,invitóasuasistenteaabrirelsobre.Elisa rasgó la solapa con tanta delicadeza que, contra todo pronóstico,

permitiría proporcionarle un nuevo uso. Extrajo un folleto desplegable,donde predominaba el verde, dotado de una más que dudosa calidad deimpresión, y que parecía ser la propaganda barata de un establecimientohotelero de baja calidad. En el encabezado se leía un nombre anodino enletrasrojasdeformatoantiguo,superpuestassobrelafotografíadeunacasade piedra de grandes dimensiones y aspecto descuidado. Le seguían unasucesióndeimágenesquerepresentabandiferentesestancias.Enelreverso,Cebrián observó un amplio listado amodo de propuesta de actividades yuna dirección que identificó con un pequeño pueblecito de la sierramadrileña, cuyonombre le sonaba, pero en el que, por descontado, jamás

habíapuestounpie.Conciertadecepción,Elisaconstatóqueelcontenidodelsobre tampoco

servía para disipar sus dudas, demodo que sostuvo lamirada de Sagastaduranteunossegundosantesdepreguntar,dadoqueélnoparecíadispuestoasolventareltemadeunaformarápida,sindivertirseasucosta.―¿Ybien?―preguntósinmolestarseenparecereducada.―Yaveoquetienespocasganasdejugaralasadivinanzas.Siempretan

responsable,tandeseosadevolveratusquehaceres―seburlóSagasta.Hartadeaquellasituaciónquenoconducíaaningunaparte,semantuvoen

absolutosilencio,convencidadesostenerelpulso.SiSagastapretendíaqueellamostrara elmásmínimo interés, no estabadispuesta a concederle eseplacer.Finalmente,élretomólapalabra:―Verás,tenecesitoparahaceralgunasgestiones.Hedecididocrearunas

jornadas de convivencia para los empleados de la compañía, para quepodamospasaruntiempojuntos,apartadosdelalocuradeldíaadía―Elisanodabacréditoa loqueestabaescuchando―.Necesitoquecontactesconeste hotel y hagas una reserva para todos nosotros. El segundo fin desemana de enero; de jueves a domingo, y con un pack completo deactividadesengrupo.En los siguientesminutos, Sagasta desgranó un breve discurso sobre el

valordelequipoylaimportanciadeunbuenambienteenelentornolaboral,queaElisaseleantojódelomáscínico.Y,sinembargo,élhablabaconunsereno convencimiento que solamente se podía atribuir a una radicaltransformacióndepersonalidadoalgúntipodeplanpsicopático.Elisapreferíanopensarennadaconcreto.Finalmente,leindicóqueharía

elanuncioaquellamismatarde,enlareunióndelassiete,ylerogóquenodijera ni una sola palabra a los demás. Elisa se dijo que, aunque quisierarevelarlo,nodeseabaserlaportadoradetannefastasnoticias.―Bueno, Elisa, ¿qué te parece la idea? Suena divertido, ¿verdad?

―inquirió.―Mucho―ironizóella.―Vengamujer,dimequépiensas.Sinceramente.―Pues pienso que algunos de nosotros no podemos permitirnos pasar

variosdíasfueradecasa,yquebastantecontroladosestamosaquíya...―leespetóenunarrebatodesinceridad,delquesearrepintiódeinmediato.Levemente avergonzada, se levantó paramarcharse,mientras él profería

una sonora carcajada, complacido ante la salida de tono de su siempre

comedidasecretaria.―Elisa, déjameque te dé un consejo―hizoque ella se girara antes de

cruzar el umbral―.Enestemundo siemprehayquemantener cerca a losenemigos, por lo que pueda pasar. Eso te incluye, por lo que puedoimaginar.Ellareprimióun impulsoque la instabaa lanzarsecontraél,armadacon

cualquier utensilio que pudiera encontrar, y agredirlo para borrar aquellasonrisa desafiante y calculada. A ella, que era de natural pacífica, lesorprendía que hubiera alguien capaz de hacerle perder los nervios consemejante facilidad. Finalmente sólo consiguió reunir el valor suficientecomoparalanzarleunaréplicamordaz:―Talvez,peroyotendríacuidadoporsisemeacercandemasiado...Tanorgullosaporsuatrevimientocomosatisfechaporlaimpresiónquela

amenaza había causado en su petulante interlocutor, cerró la puerta a suespalda,sinconcederleopciónalgunaaresponder.

CAPÍTULO16

JuliaBarcelóodiabaaPabloSagasta.Delargo,aqueldebíaserelmayorsinvergüenzaconelquesehabíacruzadoentodasuvida,contandoademásconquelalista,cuandounasuperabaloscuarenta,comenzabaaser,de tan larga,casi imposiblederecordar.Sinembargo,enaquelranking ficticioysubjetivo,nodudabaen situarle en lomásalto,puesacumulabaméritos conuncontinuogoteodedespropósitos.Juliasospechaba,porañadido,quesucomportamientodeslealnorespondíasiempreaunaegoístabúsquedadesupropiobeneficio,sinoque,enocasiones,elmerohechodeperjudicaralosdemáserasuficienterecompensacomoparajustificarsuscensurablesdecisiones.Hubountiempo,pasadoyenterradoenlomásrecónditodesumemoria,

enqueJuliaBarcelóhabíapensadoentérminosopuestos,cuandolafiguradeSagastaresultabamuchomásdignadereconocimiento.Talvezporesolacrudarealidadhabíacontribuidoamultiplicarlasensacióndequeélmerecíatodasuanimadversión,yque,inclusocuandolaobjetividadmásrazonablesugeríaqueexistíanaspectosgenuinamentepositivoseneltalentodeaquelhombre,siempreresultabasencilloencontrarargumentosqueevidenciasenlapreponderanciadesuversiónmásruin.Duranteaños,Juliahabíasidocapazdesostenerunnegociopropioenel

campodelasactividadesturísticas,quehabíaheredadodesupadre,AndreuBarceló,unodeesospocoshombresque,asujuicio,habíadestacadoporsuintegridad y por haber logrado hacerse a sí mismo, a base de esfuerzo ysacrificio.Habíacomenzadocolaborandoestrechamenteconél,aprendiendolos entresijos del negocio familiar, hasta que un infarto se lo llevara pordelante en cuestión deminutos,mientras arreglaba el jardín―que era supasión personal― en su ostentosa vivienda a las afueras de Palma deMallorca.Desde ese momento, y sobreponiéndose a la durísima sensación de

abandono que experimentó al encontrarse sola al frente de la compañía,consiguió conservar cuanto su progenitor le había dejado en herencia, yterminó por convertirse en una orgullosa y próspera empresaria, cuyosresultados poco tenían que envidiar a los que su padre había logrado. Almenos,hastaquePabloSagastasecruzaraensucamino.Ocurrióapenasunpardeañosdespués,cuandoeldueloporlapérdidade

supadrehabíadejadouncasi inapreciableposodenostalgiaenelcorazóndeJulia,yeldolorsehabíaidotornandoenunasinceraadmiraciónanteelmodoenqueAndreuBarcelóhabíasidocapazdetomarelapellidodeuna

humildefamiliadepescadoresparatornarloenunreferentesocialentodalaisla. Como tantos otros en su posición, Julia Barceló se encontró, en losaños de frenética actividad de principios de siglo, con una incuestionableoportunidad de crecimiento, y recurrió a los servicios de consultoría deStrategies&Services,unacompañíaderecienteaparición,cuyapropagandahacíaalardedenumerososresultadossorprendentes,logradosgraciasasusrevolucionariastécnicasdegestión,queprometíanunmeteóricoincrementoenlafacturación,enpocosmesesycasiparacualquiersector.Enlosprimeroscompasesdesurelaciónprofesional,Juliahabíarecibido

lavisitadePabloSagastayhabíaquedadoencandiladapor ladesbordanteseguridaddeaqueltipo,quehabríasidocapazdeconvencerladecualquiercosa. Con una ciega confianza, en exceso próxima a una ingenuidad quehabría de recriminarse después, Barceló siguió de forma literal todas lasinstruccionesrecibidas,espoleadaademásporunosprometedoresresultadosiniciales.Losingresosdelapequeñacompañíasemultiplicaronporcuatroen losprimeroscincomesesde intervención,porelefectodeunaseriedeinversionesinmobiliariasdedudosaseguridad,queJulia,apesardealbergarimportantes reticencias interiores, aceptó como parte de la estrategia decrecimientodesunegocio.Talvezporquesospechabaqueaquellosmovimientosteníanmuypocode

convencionales,ymenosaúnrelacionadosconsusectordeactividad,nosesorprendiócuando,enelexiguoplazodedocedías,recibiódosdemandasylavisitadeuninspectordelgobiernobalear.Unjuicioatípicamenterápidoterminócontreintaysieteañosdenegociofamiliarenapenascuatromeses,yJuliaBarcelóquedóarruinadadelanochealamañana,mientrasSagasta―que había cubierto a la perfección todas sus responsabilidades en elcontrato firmado con la recién liquidada empresa― salió completamentelimpiodelprocesojudicial,comosisetrataradeuntrámitealqueestuvieraacostumbrado.CuandoJuliapulsóelbotóndelporteroautomáticoenelseñorialedificio

del Barrio de Salamanca, su mente era un torbellino de sensacionescontrapuestas.NohabíatenidoniunasolanoticiadeStrategies&Servicesdesdeeldíaquesehabíaemitidolasentencia,tressemanasantes,ydesdeaquelmomentohabíaalternadolatristezayladesesperaciónporlapérdidadesu legadofamiliar,conunasordasensaciónde indignación,puestoqueno dejaba de considerarse una víctima del nefasto ―o acasomalintencionado― asesoramiento de Pablo Sagasta. Había mantenido un

intensodebateinternoantesdedecidirseaviajaralacapitalparareclamarlasresponsabilidadesqueconsiderabajustas,peroalmismotiemposesentíaatemorizada. En aquel entramado de términos económicos y judiciales,sentíaquesedesenvolvíaconlatorpezapropiadelosignorantes,mientrasel asesor parecía dominar la situación, incluso cuando todas las pruebasacusatorias le apuntaban directamente.No obstante,mientras subía por laamplia y lujosa escalera demármol, se dijo que debíamostrarse fuerte einflexible.Después de todo, era ella la que tenía que exigir explicacionesporelresultadodelasoperaciones;yademás,parasudesgracia,yanoteníanadaqueperder.―¡DoñaJuliaBarceló!¡Peroquéagradablesorpresa!Porcontra,eltonodePabloSagastanoevidenciabasorpresaalguna,como

siaquellarepentinavisitarepresentaraelpredeciblecontenidodeunsecretoavoces.EldesconciertoseapoderódeBarceló.Ensucabeza,aquellaescenadebía

haberse iniciado de otro modo. Su entrada debería haber sido agresiva yaltanera, y Sagasta tendría que haberse mostrado avergonzado y contrito,necesitado de desplegar toda suerte de disculpas y explicaciones. Sinembargo, arrellanado sobre el amplio sillón, no daba ni la más mínimamuestra de tensión.O su recepción estaba cuidadosamente prevista o, sinmás,aqueltipoteníatanpocosescrúpulosqueeracapazdeenfrentarsealasituación sin el más leve pestañeo. Por un momento, la idea de que lainocencia del gestor era tan genuina como su alegre recibimiento le hizodudar de si había exagerado indignándose de aquella forma. Tuvo queobligarse a desechar la idea, reafirmándose en su firme opinión sobre elasunto.―Peronotequedesahíparada.Porfavor,pasaytomaasiento―lainvitó

con la fingida afabilidad que utilizaba cuando tenía un interés claro en laconversación―.Nosabescuántosientoquelascosasnohayanidobieneneljuicio.―Ya...ElmonosílabosaliódelabiosdeJuliacomosifueraunautómata.Aquello

sonaba más a condolencia que a disculpa, pero contenía un tono tanrutinario como el que habría empleado para referirse a un esguince detobillo.Desde luego, si Pablo Sagasta sentía algo no era culpabilidad porhaber llevado a su cliente a la quiebra. O al menos lo fingíaextraordinariamentebien,cosaqueresultabaaúnmásenervante.

―Créeme, se trata de una situación muy atípica. Una entre un millón,diría yo ―explicó Sagasta, como si le costara entender lo que habíaocurrido―.Lasprobabilidadesdequetuvieraalgunaconsecuencianegativaeranridículas.―¿Intentasdecirmequehetenidomalasuerte?―Bueno,técnicamentenoeslegal,claro,perolociertoesqueestetipode

operaciones son muy comunes, y raras veces terminan investigándose enprofundidad.Barceló se rehízo repentinamente y sintió cómo la bilis ascendía por su

garganta.Comenzóadestilarunodioirracionalantelafríadesidiadeaquelhombre,capazdesimplificar la situacióncalificandodemala fortunaalgoque había motivado él, pero que era a ella a quien había dejado en laestacada.Todoellosinmoverunsolomúsculode lacara,sinunamínimamuestradecompasiónoremordimiento.―¿Cómo te atreves a decirme eso?―le espetó―. ¿Cómo te atreves a

hablarmeconesatranquilidad,comosiestonofueracontigo,cuandosabesperfectamentequeereselculpabledequeahoraestéenlacalleyarruinada?―Metemo,Julia,queteequivocas.Yonosoyculpabledenada,yasílo

dicelasentencia―sonrióconcinismo―.Tútomastetodaslasdecisionesyteresponsabilizastedeellas.Sinoconocíaslosriesgos,nopaguesconmigotuignorancia.Barceló reprimió las ganas de encaramarse a la mesa y abofetearle, de

borrar aquella mueca de autocomplacencia. Sintió cómo una lágrima, amedio camino entre la rabia y la impotencia, rodaba lenta por sumejilladerechaycaíacreandounapequeñamanchasobre lamullidamoquetadeldespacho.―Mira, Julia, los negocios son así; a veces van bien y a veces no.

Comprendo que estés enfadada, pero te aconsejo que en lugar de buscarculpablesatusituaciónempiecesaplanteartecuáldebesertupróximopaso.No te lo digo como asesor, sino como amigo...―las últimas palabras seclavaronenelpechodeJuliacomounasaetaenvenenada.―Vetealinfierno―susurrómientrassegirabaparaenfilarlasalida.―Julia, espera. Sé que estás atravesando un mal momento.

Económicamente ―precisó―. Quiero que sepas que lamento que hayasperdidotunegocio,yqueestoydispuestoacontarcontigoparaqueteunasamiequipo.Tómalocomounacompensación,porlasmolestias...La frase quedó flotando en el espacio que les separaba, como una nube

tóxica,amenazandoconasfixiara Julia,queapenaspodíadarcréditoa loque estaba escuchando.La faltade escrúpulosdeSagasta sobrepasaba loslímitesdelmínimorespeto.Lehizosentirnáuseas.―Puedesguardartetodotudinerodondetequepa―leescupió,antesde

abandonarlaestancia.Laúltima frase lehabíadejado laamargasensacióndehaberganadoun

duelo dialéctico, pormuy inútil que aquello resultara para solucionar susverdaderos problemas. La sensación de triunfo no le serviría para hacerfrente a sus innumerables créditos, pero le resultaba completamenteinconcebibleelrebajarsedesemejanteforma.Lejosseencontrabadesaberque,finalmente,tendríaqueacabararrepintiéndosedesuspropiaspalabras.JuliaBarcelóentróaformarpartedelaplantilladeStrategies&Services

nueve meses después de su último y desagradable encuentro con PabloSagasta.Nuevemesesquehabíansidolosnecesariosparaquelasituaciónfinanciera de Julia se hiciera del todo insostenible. Desbordada por lasdeudas contraídas antes de la liquidación de su empresa, e incapaz deencontrarunempleosólidoque lepermitieraenderezarel rumbo,sehabíavisto obligada a claudicar, aceptando la oferta ―que por otra parte eragenerosa en términos económicos―que Pablo Sagasta le había hecho.Apesar de que la situación le resultaba vergonzosa, había sido la únicasolución posible, puesto que además, sospechaba que las influencias deSagasta habían sido lo suficientemente fuertes como para cerrarle otrasposiblesalternativas.―Soyconscientedequehemostenidonuestrasdiferenciasenelpasado,

pero aunque me pese, me siento obligada a agradecerte que me des estaoportunidaddeseguiradelanteconmivida―Juliahabíaensayadodecenasdeveceselmododeenfrentarseaaquelmomento,paraelquenolequedabamásremedioquearrojarsuorgullocontraelsueloypisotearlo,ofreciendolaimagendequesuhumillacióncarecíaporcompletodeimportancia.―Nomelasdesamí―Sagastaparecíainusualmenterelajado―.Ernesto

hainsistidotantoquenomehaquedadomásremedioquedejarlehacer.―Encualquiercaso...Julia tenía preparada otra retahíla de palabrería barata, de la que no se

creía ni una cuarta parte, y que hablaba de la profesionalidad comoinstrumentoparasuperarbarreras,peronollegóaexponerlas.―En cualquier caso, dado que creo en muchas cosas, pero no en la

caridad,más te vale funcionar bien y no darme problemas―le espetó―.

Además,entenderásque,dadotuhistorialdeirregularidades,nomequedamásremedioquevigilartedecerca;novoyapermitirquemearruinesamítambién...Acompañósuúltimafraseconunasonrisasardónica,comosihubierauna

irremediablenecesidadde enfatizar la ironía.Barceló reprimióunamuecade desagrado en un ejercicio de autocontrol, sintiendo que no podíapermitirsequelafachadadecordialidadquesehabíapropuestomantenersedesmoronase en el primer envite. Pero, indudablemente, aquel hombreposeía el don innato de despertar toda clase de odios en su entorno. Sepreguntó, antes de marcharse para afrontar su primer día, cuánto tiemposería capaz de soportar aquella situación sin recurrir a algún género deagresión.A pesar de que el paso del tiempo hizo que Julia Barceló se ganara el

respeto de cuantos trabajaban a su lado, que la definían como unamujerfirme, eficiente y de arraigadas convicciones, aquel reconocimiento jamásllegó a traspasar la dura coraza interpuesta por un Pablo Sagasta que,incluso a veces de manera fingida y premeditada, se empecinaba encuestionar cuantas iniciativas partían de su empleada. De algunamanera,Juliasospechabaqueenrealidadéleraconscientedesuvalía,puestoquedeotro modo jamás habría consentido que terminara formando parte de suplantilla, pero la realidad era que el halo de desconfianza que Sagasta lehabía impuesto siempre resultaba beneficioso para los intereses delempresario.MientraslareputacióndeBarcelósemantuvieraenentredicho,ella,siemprenecesitadadedemostrarsuscualidades,secuidaríamuchodecometererroresensutrabajo.Yalmismotiempo,aquellasituaciónminabadeformacontinuadalaconfianzaqueJuliapudieraconservarensímisma,con lo que Sagasta se aseguraba el poder en la relación, interceptandocualquierposibilidaddemaniobraevasivaporpartedeBarceló.Los movimientos de Sagasta parecían estudiados por un experimentado

estratega.Enlamayorpartedelasocasiones,eracapazdeconvertirlosmáspequeños detalles en mensajes de reproche y desconfianza. Julia Barcelócobrabamenosqueel restode losconsultoresysededicabaa losclientescon los contratos menos jugosos y a los negocios menos propensos a laespeculación.Inclusoselehabíannegadobeneficiosconcedidosalrestodesus compañeros, aspectos tan rutinarios comodisponer de una llave de laoficina o contar con una tarjeta de crédito de la empresa para los gastosoriginados en sus desplazamientos.Y lomás hiriente de todo aquello era

que Pablo Sagasta ni siquiera se cuidaba de esconder sus motivos paraejercerestasrestricciones,aireandodeformapública,yacasoenocasionesescandalosa,quenoconfiabaniunápiceenlahonestidaddeBarceló.Julia se sentía mucho más agraviada en términos personales que en lo

estrictamente profesional. Tras la liquidación del negocio familiar, habíaperdidoporcompletolailusiónporelmundolaboral,perocadaunodelosgiros y subterfugios creados por aquel déspota eran una agresión directacontra su ética. Ella, que había admirado la integridad y honradez de supadreporencimadecualquierbeneficioeconómico, sesentíahumilladayanuladay,apesardequeeraconscientedequecontabaconel respetodetodoslosdemás,sospechabaquelasemilladeladesconfianzaqueSagastase había encargado de sembrar en todos y cada uno de sus compañeros,terminaríaporgerminar.Serepetíaunayotravezquesupresenciaallíeratemporal,quenohacíasinocubrirlanecesidadesencialdeganarselavida,yqueaqueltránsitonopasaríadeserunaetapaoscuraydesagradabledelavida, necesaria por otra parte, hasta que se topara con una oportunidadmejor.El únicoproblema es queno existía una fecha concreta, ni parecíaprobablequeseestuvieraacercando.El23dediciembrede2008JuliaBarcelóencontródosmensajesdePablo

Sagastaensubandejadeentrada.Unadobleracióndeprepotenciagratuitaque también logró duplicar la sensación de exasperante desdén que leprovocabasuconstanteproximidad.EnelprimeroSagastaleinformabadequelarelevabaal frentede las tareasdeconsultoríaquehabíacomenzadotres semanasatrásparaunclienteque sededicabaal turismo rural.Yellacreíasaberporqué.AquelhabíasidoelprimerclienteconelqueJuliahabíasidocapazdeatisbarunchispazodemotivaciónensuinterior.Bienpodíatratarsedeunpuntodeinflexiónensupercepcióndelarealidad,aunqueellalo achacaba al hecho de que, por primera vez, volvía a vérselas frente afrenteconunsectorqueconocíabien. Ignorabasi suasignación inicial sedebía a un malintencionado intento de reabrir viejas heridas, apelando aunasrelacionessentimentalesburdas,peroelcasoesquehabíaconseguidosalir reforzada de la experiencia. Por eso, se mostraba suspicaz ante elcambio de rumbo, ya que todos los indicios apuntaban a que Sagasta noaprobabaelhechodequeellasesintieracómoda,pormásqueaquellosólopudiera redundar en un mejor resultado para su compañía. La versiónoficial, no obstante, hablaba de una reestructuración más eficiente deltiempo, y de la previsión de un aumento sustancial de la actividad

económica del cliente, algo que aconsejaba la aparición de alguna figuradotadadeunamayorexperienciaqueella.En el fondo, enterrada entre las líneas, aparecían veladas alusiones a la

desconfianza que Julia generaba en sus superiores, que consideraban―oconsideraba,sinmás―queelparecidoconsucasopersonalpodríallegaraafectar al rendimiento y a la ecuanimidad de Julia a la hora de tomardecisiones estratégicas de relevancia. Barceló estaba convencida de queaquella acusación era manifiesta, y que no estaba siendo susceptible enexceso, demodo que se encontró legitimada para enfurecerse ante lo queparecíaunanuevamaniobradedesprestigiohaciasupersona.Además, estabaaquelotrocorreo.Lamisteriosaycríptica convocatoria.

Una reunión que tenía toda la pinta de tratarse de un capricho destinadoúnicamenteagenerarmalestar,yunnuevoejerciciodeeseabusodepodergratuitoquePabloSagastaera tandadoadesplegar, comosi se trataradeunaterapiadestinadaareforzarsucuestionablederechoalaopresión.Porlobajo, maldijo su mala suerte y, de paso, al que consideraba único eintencionadoresponsabledesuprecariaydeprimentesituación.Porotro lado,a Julianose lehabíaescapadoque,aprimerahora,Elisa

Cebriánhabíaaccedidoprecipitadamentealdespachodeldirector,portandounsobrecerrado,nitampocoelhechodequepocodespuéshabíaregresadoa su cubículo, en absoluto silencio, con una palidez mortal pintándole lacara y un desagrado que resultaba evidente en todos sus gestos. Habíapasadohoraselucubrandosobrequéhabríaocurridoenelinteriordelasala,perocuandotratódepreguntaraCebrián,ellalesalióporlatangente,conevasivasdesesperadas.Aquellosolopodíasignificardoscosas: laprimera,que fuera lo que fuese lo que Pablo había contado a Elisa, era malo; ysegundo, que Cebrián había recibido órdenes expresas de mantener ensecreto laconversación,probablementebajoamenazas,contodaseguridadporqueSagastadeseabaguardarsebajolamangaelplacerdecomprobarenprimerapersonaelefectocausadoporaquelloquetuvieraqueanunciar.Elrelojtardótodaunaeternidadenalcanzarlassietedelatarde.Juliase

sentíacomosihubierapasadovariosdíassobrelasilla,sinmásocupaciónqueladelatediosaespera.Enrealidad,sumentehabíacontinuadoconunafebril actividad de la que apenas había llegado a ser consciente. Seencontraba atascada en una espiral de elucubraciones que no conducían aningunaparte,peroqueleresultabanauntiempoinevitableseinquietantes.Tenía la certeza de que lo que escondía el intencionado secretismo de

Sagasta no le iba a gustar, y su cabeza solo alcanzaba a desear, de formacompulsiva,quealmenosnosetrataradealgúntipodenuevahumillaciónque hubiera diseñado específicamente contra ella. Era, no obstante, unanheloenelquenoponíaexcesivasesperanzas.Despuésdetodo,cuandosetratabadeél,pensarmaleracasisiempreunagarantíadeacierto.La torturadel lento transcurrirde lossegundosseprolongótambiéna lo

largodelaprimerapartedeldiscursodePabloSagasta.Habíallegadotarde,demasiado tarde como para―en un hombre como él―no tratarse de unactopremeditado.Todoelloparadespuésdeshacerseenunasparsimoniosasexplicaciones sobre unos resultados que jamás se había dignado encompartir con los empleados.Para Julia, estabaclaroqueeldirector teníaunadobleintencionalidad.Porunlado,seallanabaelcaminoconuntemafarragoso y aburrido que, por contraste, convirtiera cualquier posterioranuncioenunmensaje impactante.Porotrolado,pensóquesededicabaaentretenerles, sin más, con el objeto de amargarles el inicio de lasvacaciones.Finalmente,elfluirdelaspalabrascontinuóhastadesembocarenunaidea

que atravesó la mente de Julia Barceló como un fogonazo, y que tardóvariossegundosenprocesar.Ahíestaba,porfin,elobjetivodetodaaquellapantomima.Jornadasdeconvivencia,eseerael términoqueelmuycínicose había preparado para sorprenderlos. A ella le sonaba a profundamentesectario,perodudabaqueesapudieraserlaverdaderaintencióndeSagasta.Enelpasado,ellamismahabíaorganizadoalgúneventodeesanaturalezaparagrandescompañíasen las islas,queseutilizabanapartes igualesconfines tan dispares como el premio al esfuerzo y el lavado corporativo decerebro. Pero aquella no era una gran empresa, no había necesidad deorganizarnadaparaquetodosellosseconocieran,ynisiquierahacíafaltabuscar un entorno amplio para someterles a un adoctrinamiento dirigido,porqueellosyaseencontrabanconfinadosenunespacioqueSagastapodíacontrolarconcomodidad.Asípues,¿dóndeestabaeltrucodetodoaquello?¿Quépretendíahacerconellos?Cuandocomenzaronaabandonarlasala,lamentedeJuliaBarcelóeraun

torbellino de ideas. Se sentía como una paranoica, buscando extrañasexplicaciones y descartando la mayoría por no resultarle lo suficientecrueles. De alguna manera, buscaba además la forma de convertirse a símisma en la víctima principal de la estratagema. A esa conclusión no laconducía el afán de protagonismo, sino ese irracional miedo que a veces

conducealaspersonasaerigirsecomoblancodetodaslasdesgracias.AlpasarjuntoaSagasta,élseleacercó,tantoquepudosentirsualiento

sobrelaorejaizquierda,mientrassusurraba:―Tal vez te llame durante estos días. Supongo que algo sabrás sobre

organizarestetipodecosas...Ellaasintióensilencio,singirarlavista,yesperandoelgolpe,porqueera

demasiadoevidentequetendríaquellegar.―Lástima que no tengamos a mano a tu padre para ayudarnos, ¿no?

―añadióentonces―.Despuésdetodo,élsíquedebíasaberdeltema;atinotefuetambiéncomoaél,esoestáclaro...La frase quedó flotando en el corto espacio que les separaba. Un odio

exacerbado surgió de lo más profundo de su interior, y Julia trató deproyectarloconunamiradahomicidaymalintencionada.Soñabaconeldíaen que pudiera decir definitivamente adiós a Pablo Sagasta. Lo haría contodo el desprecio que fuera capaz de reunir y, a ser posible, viéndolopadecer de lamisma formaque ella lo había hecho en el pasado.Tal vez―sedijoentonces―quedarapocoparalallegadadeesemomento.

CAPÍTULO17

Yaséquemevasadecirquenopodemospermitirnos―seguircreciendodesmesuradamente,yqueelsecretodenuestroéxitosebasaenqueseamos,oseas,capazdecontrolartodoloquesemueveaquídentro,peroestamosallímitedenuestracapacidad,Pablo―ErnestoSanjuánensayabaunavezmáseldiscursovictimistaconelquejustificabalaidoneidaddesusrepetitivaspropuestas.―¿Cuántasvecesmáspretendeshacermeperderel tiempoconlamisma

queja?Desdeelotroladodelamesa,Sagastaparecíarepetirunmanidoreproche

conelhastíodequiensabequenolevaldráparamucho.Enestaocasión,almenos,lohacíamanteniendolacalma.―Lasqueseannecesarioparaqueabraslosojos.Pablo elevó la cabeza y giró los ojos hacia arriba, la boca ligeramente

abiertaenungestoamediocaminoentreelagotamientoyelrechazo.Alomejor,sedecía,siempezabaaresponderleconladisplicenciapropiadeunadolescente, por empatía con su situación familiar, Sanjuán dejaría depresionarleconlamismahistoriadetodaslassemanas.―Mira, ya no te estoy hablando de que cambiemos nuestro modelo

―prosiguióErnesto, ignorandoeldesprecio―,solocreoque lagenteestáyalosuficientementecargada,yquevasiendohoradequetraigamosalgúnrefuerzo.―Si tienen tanto que hacer, que trabajen más horas, no es tan difícil

―Sagastasentíacómolapacienciaempezabaaagotársele.―¿En qué siglo crees que vives?No puedes dedicarte a exprimir a tus

empleadoscomosifuerannaranjas,Pablo.Tienenderechosyelloslosaben.―Tenéis―ledesafió.SagastaobservócondeleitecómoelrostrodeErnestoSanjuánsecontraía

en una mueca de desesperación, pero decidió, en un último arrebato deinusualcompasión,noseguirprolongandosusufrimiento.―Bueno, Ernesto, de acuerdo―cedió―. Consiento en que contrates a

otrapersona,peronoquieroqueafectealascuentasnienunsoloeuro.Teadvierto que cualquier pérdida de beneficios que suponga saldrá de tupropiomargen. Respondes por el nuevo hasta sus últimas consecuencias,¿estamos?―Estamos―respondióSanjuánconunasonrisatriunfal.

―Muybien,pues tienes tressemanasparabuscaraalguiencompetente.Si no lo encuentras olvídate del tema y nome vuelvas a hacer perder eltiempo.―De hecho, ya lo he encontrado. Te lo presentarémañanamismo si te

parece ―a Sanjuán le faltaba poco para empezar a palmotear conentusiasmo.Sagasta le despidió con un gesto de la mano. Aquel charlatán se había

permitido el lujo de contratar gente sin consultarle. Eso explicaba sucreciente necesidad de convencerle de la necesidad de su incorporación.Aquella libertad gratuita era intolerable y le enfurecía, pero decidióguardarse la ira para un momento más propicio. Con un poco de suerte,aquel nuevo fichaje resultaría un fiasco, y entonces Pablo encontraría lamaneradedeshacersetantodeélcomodesudesesperantesocio.El entramado había empezado a tejerse en el interior de su retorcido y

brillante cerebro, y culminaría con un golpe maestro que él mismo seencargaríadedar,llegadoelcaso.Porelmomento,comenzaríasometiendoal nuevo a una presión insoportable, y poco a poco las circunstanciasacabarían inclinándose a su favor. Sagasta quedó paralizado durante unosinstantes, fantaseando con el momento en que la compañía quedaradefinitivamentebajosuexclusivocontrol.Aquellaperspectiva lehizomásllevaderaladesesperantecargadesaberserodeadodeunhatajodeperfectosinútiles.A lamañana siguiente, Ernesto Sanjuán accedió al despacho deSagasta

con un rostro radiante, apenas contenido, y acompañado por un tipodesgarbado, de pelo claro y algo desaliñado, de piel clara, ligeramenteenrojecida,yataviadoconuntrajeanacrónico,evidenciaincuestionabledeun gusto bastante dudoso. Mal comienzo, si su intención era causar unaprimera impresiónpositiva.Eldirector sedijoqueni siquiera le resultaríanecesariopredisponerseasermáscríticodelonormal.―Pablo,tepresentoaNathanWallace,nuestranuevaincorporación.―Nate,porfavor―corrigióelreciénllegadoextendiendolamanoenun

gestocortés.―¿Unguiri?―seleescapóaPabloSagasta.―Británico,Pablo,peroformadoprofesionalmenteenlosEstadosUnidos,

algoquemeconstaseráde tuagrado―salióalpasoSanjuán, tratandodesalvarlamásqueseguraofensa―.Supreparaciónesintachableytieneunagranmotivación;parecehechoparaestepuesto.

Sagasta escrutó su rostroconcuriosidad.Parecíademasiado jovencomopara estar realmente tan bien preparado. Murmuró unas palabras de fríabienvenidaydespuéssegiróinterrogativohaciaSanjuán.―Lo digo en serio, Pablo. He participado en multitud de procesos de

selección a lo largo de mi carrera ―Ernesto se mostró henchido deorgullo―, y jamás había visto a nadie con semejante entusiasmo por untrabajo en concreto. Nathan ha estudiado con enorme precisión toda latrayectoriadelacompañía,ypreparadosusentrevistascomosiestafueralaúnicaopciónposibleparaél.Sugradodecompromisoessobresalienteynocreoqueexistaunaopciónmásrecomendable.Casimeatreveríaadecirquesabe más de nuestros negocios que nosotros mismos... ―rio Sanjuán, altiempoquepalmeabaafectuosoaWallaceenelhombroizquierdo.Sagastaenarcóunaceja,sorprendidoanteelinusualinterésqueaqueltipo

parecíahabermostradoparalograrhacerseconunhueco.Lociertoeraque,independientemente de losmotivos que tuviera, y de lo deplorable de suaspecto,sídemostrabaunbuenmanejodeotrosaspectosintangiblesensuactitud, tan segura como servicial. Observó con detenimiento a aquelhombre y no tuvo más remedio que reconocer que poseía algún tipo demisterioso encanto, una especie de halo de competencia y confianza. Lesorprendió positivamente que fuera capaz de sostenerle la mirada confacilidad,congestoimpasibleyunpuntodesafiante.Supodeinmediatoquedetrásdeaquellaapariencia frágil seescondíaun temperamentopoderoso.La determinación inundaba de manera natural los gestos del lechosobritánico.Sagastaconfiabaensuintuición,ypormuchoquelepesase,teníaquereconocerque,porunavezysinquesirvieradeinfelizprecedente,teníaquedarlelarazónaErnestoSanjuán:esehombresabíaloquesetraíaentremanos.Molestopornohaberencontradodeunprimervistazoelresquicioporelqueatacaral recién llegado,Pablooptóporcambiardeestrategiaypensó que tendría que buscar la manera de explotar las cualidades quepudieraatesorar.Durantelossiguientescuarentaycincominutos,ErnestoSanjuánreunióal

resto de la plantilla, de un modo informal, en una sala de aquel pisoreconvertido en oficina, y que en su día, varias décadas atrás, habría sidounamodernayfuncionalcocina.Deaquellostiempossoloquedabauntenuerastro,enformadeunaneverabajayunmugrientomicroondas,queabuenseguro habían conocido tiemposmejores.Uno a uno, los componentes deaquelgrupo,queconstituíanunaespeciedefamiliapeculiaryheterogénea,

saludaron al recién llegado y desplegaron ante él manidas palabras deacogida, que resultaban tan estereotípicas como poco convincentes. Larealidaderaqueningunodelospresentesparecíadisfrutarconsupresenciaenaquellugar,yademástampocosemolestabanendisimularlo,comosieltiempo hubiera corrido en su contra y ya se encontraran cansados yhastiados,hastaelpuntodehaberperdidoelpudorpropiodeaquellosqueaúnseesfuerzanporescondersusfrustraciones.No obstante, Nathan no dio en ningún momento signos de mostrarse

impresionado o cohibido por aquel enrarecido ambiente que parecíadominar la convivencia del grupo. Más aún, parecía tan sumamenteconcentrado en sus propios pensamientos, que semostraba casi indolenteante todos los gestos de agotamiento que irradiaban del resto detrabajadores.SoloErnestoSanjuánparecía interesadoenproporcionarunaimagenpositivaydinámica.―Será mejor que dejemos que Nate ocupe su sitio y empiece a

familiarizarseconsusnuevasocupaciones―proclamósindirigirseanadieenparticular―.Teacompañaréatumesa.Nodudesenacudiracualquieradenosotrosparaloquenecesitesenestosdías,¿deacuerdo?―acompañósurecomendacióndeunaelocuentemiradaal restode lospresentes, tratandodeextraerdeellosunmínimogestodeentusiasmo.Pocos minutos después, y tras haber completado la ronda de

presentaciones,Sanjuándejóalreciénllegadoinstalándoseensupuestodetrabajo,queparecíahaberse improvisadoenmediode la sala, enun lugardondenuncanadieparecíahaberpensadoencolocarunamesa.―Estoy convencido de que le has causado una magnífica impresión a

Pablo―le indicó Sanjuán apoyando lamano sobre su hombro―. Prontodescubrirás que, aunque es un hombre un tanto brusco al que a veces lepierdenlasformas, tambiénesunprofesionalbrillante.Túante todono tepreocupes; si trabajas bien te ganarás su respeto mucho antes de lo quepuedaspensar.―Heinvestigadobastantesobreéldurantelasúltimassemanas―replicó

Nathanparasorpresadelotro―;parececlaroque lehan idomuybien lascosas.―Trabajando duro. Precisamente por eso creo que conseguirás

impresionarlesimantienesestamismaactitud,compañero.―Ernesto,noengañesalchico―elquesehabía inmiscuidonoeraotro

queJorgeFerrer,quien,desdesumesa,situadafrentealadeNathan,nose

habíaperdidoelmásmínimodetalledelaconversación.―NoempecemosJorge,dejaqueélmismosaquesuspropiasimpresiones.

Sabesquenoesbuenopredisponeralagente.Sobretodocuandosetienenideastandrásticascomolastuyas―lereprochó.―Sieslisto,ymáslevaleserlo,novaatardarnidosdíasencalaraese

déspota―lavozdeFerrersehabíaconvertidosúbitamenteenunsusurro.Sanjuán puso los ojos en blanco y, negando con la cabeza en un

inequívocogestodedesacuerdo,sealejódelamesaparadesaparecerporelmismopasilloporelquehabíanaccedidoalasala.WallaceescrutóelrostrodeFerrer,queparecíaafable,peroconsumidoporunasuertedepesimismoimpuesto.―Essocioynolequedamásremedioquedefenderledecaraalagalería

―explicó Ferrer―, pero en el fondo está tanto o más quemado quecualquieradenosotros.Yteaseguroquepiensalomismodeél.―¿Tanmaloes?―Malo no, peor, pero no te preocupes, que lo vas a descubrir tú solito

―la permanente sonrisa de Ferrer no parecía acompañar al discursofatalista―.Pero bueno,Ernesto tiene razón en que no deberíamos crearteninguna imagendel jefe, pormuchoque él sebasteparadarse a conocer.Asíque,simeaceptaselconsejo,ándateconpiesdeplomoytratadepasardesapercibidotodoloquepuedas.Vivirásmejor.―Seagradeceelconsejo,perocreoquesabrécuidarme.Supongoquees

cuestión de tomarse las cosas con buen humor, ¿no crees? ―contestóNathan―.Además, tenía tantas ganas de trabajar aquí, que seguroque loveotodoconotrosojos.JorgeFerrerobservóconcuriosidadasunuevocompañero,preguntándose

dedóndesacaríaaquellaenfermizamotivación.Todoshabíansidonovatosenalgúnmomentodesusvidas,yhabíanconstruidocastillosenelaireconsus expectativas, pero aquel tipoparecíapensarque estabapredestinadoatrabajarallí,yesoleresultabasorprendente.―Por cierto, para que veas que sí que somos capaces de tomarnos las

cosasconhumor,quesepasqueaquíalaempresanolallamamosStrategies&Services―sonrióFerrerdemediolado―.PorabreviarlallamamosSS,queademásesmuyapropiado.Nathan soltó una carcajada, franca y limpia, como si hubiera escuchado

únicamente el chiste y pudiera ignorar por completo las cínicasconnotaciones que poseía. Después se le quedó mirando con creciente

expectación, como si esperara algún tipodemensaje adicional, unanuevabromaoalgunasuertedeexplicaciónquequitaragravedadalmensajequeleenviabaFerrer.―Sin duda tienes una actitud muy positiva ―musitó Jorge antes de

recuperar su amplia sonrisa para dar por concluida la recepción―.Bienvenidoalinfierno,compañero.

TERCERAPARTE

CAPÍTULO18

Porsimplificar,acostumbroadecirquesoybritánico.Y,sinembargo,aúnhoy,continuosintiendounapunzadadeinexplicableremordimientocuandolodigoenpúblico,porque,aunqueseacierto,fuieducadoparapregonar,porencimadetodolodemás,elorgulloporminacionalidadescocesa.Enmicasa―omejordicho,encasademipadre―,serbritánicoseconsiderabacomounaclaradeshonra,yque alguien pudiera llegar a considerarte inglés, incluso a modo de ingenua y bienintencionadageneralización,setomabacomounaofensaimperdonable.No en vano, nuestro apellido ―Wallace― atestiguaba el origen de la

familia,yeralaseñadeidentidadque,deformacasiobligatoria,habíaqueexhibir,casicomounapruebadepurezadesangre.Enlomásprofundodemiinterior,yotambiénmesentíaorgullosodeeseapellido,perodealgunamanera experimentaba una especie de absurda rebeldía que me llevaba arenegarde todoaquello, soloporelhechode llevar lacontraria.Supongoque,dehaber sidomipadreunacérrimodefensordel reino,yomehabríaacabado convirtiendo en lo contrario, y habría aprovechado cualquierocasiónpropiciaparalucirelkilt.Enestecaso,metocó,odecidí, justo locontrario.NacíymecríeenunadelasmásdistinguidascallesdelaNewTownde

Edimburgo.Todamiinfancialapaséenunadeesascasasvictorianasdedosplantas, con la fachada de piedra oscurecida por el paso del tiempo y lacontaminación, las ventanas y la ancha puerta demadera, siempre reciénpintadas de un azul tan intenso como patriótico, y pequeñasmacetas conflores blancas en los alféizares. Aquel era el hogar que mi padre habíacreado como su propio elogio personal a su orgullo nacionalista, y nuncadudaba en explicar detalladamente a cualquier visitante losmotivos de laeleccióndeloscoloresqueadornabanelexterior.Porqueinclusoendetallestanescasamenterelevantescomoese,elcriteriodemipadreseimponíapordefinición en cualquier decisión que fuera necesario tomar en nuestrafamilia.Aquelcriterioincluíanosóloloreferentealacasa,sinotambiénaotros aspectos cotidianos, como el colegio al que asistía, la ropa queutilizaba y los libros que podía leer. Hasta donde recuerdo, todami vidagirabaentornoaunasrutinascuidadosamenteseleccionadaspormipadre,ylamáslevedesviaciónleenfurecíademaneratalqueparecíaqueelmundoestuvieraapuntodecolapsar.Seguramente,laúnicadecisiónlibrequetomómimadrefue lade llamarmeNathan,creoqueenhonoraunbisabueloal

quenuncaconocíydelquedesconozcotodoexceptoelnombre.Sospechoquemipadrehabríapreferidootro,perosupongoqueenalgúnmomentodesuvidahabríasentidoqueerajustotenerundetallepositivohaciamimadre,lo que le habría llevado finalmente a concederle esa petición. Además,despuésdetodo,casicualquiernombrehabríalucidoigualdebienjuntoalilustreapellidofamiliar.Mi padre se llamaba Gerald, y descendía de una larga estirpe de

empresarios afincados en la capital. Para mayor ensalzamiento de susideales, poseía un alto cargo de directivo en el Royal Bank of Scotland,dondesehabíaganado,apartes iguales,el respetoyel temordeunagranmayoríadesussubordinados.Sudedicacióneraincuestionable,puestoquerara vez aparecía por casa antes del anochecer, para alivio mío por otraparte,ysus logrosprofesionalesdebieronsernotables.Almenoseseeselrecuerdo que conservo de lo queme decían aquellas insoportables visitasque solíanacompañarnosen lasveladasque solíaorganizar casi todos losviernes, en las que recibía a empresarios y banqueros, tan desconocidoscomo identificables,pueseran inquietantementeparecidosaél,nosóloensuformadehablar,sinoinclusoenlosmodalesylavestimenta.Aquellaactitudsuya, tanprofesionalcomodeshumanizada,eralamisma

queaplicabaensuvidapersonal.Eraunhombreserio,estrictoyrígido,conlas ideas claras y el firme convencimiento de que sus imposicionesconstituían el único caminoposible hacia un funcionamiento adecuadodelas cosas. Gobernaba ―y esa es la única palabra que permite definir larealidad― la casa con mano dura y una disciplina que rayaba en laobsesión,yatajabacondurezacualquiersalidadetonoque,deformarealoimaginaria,percibieraenmimadreoenmí.Por el contrario,mimadre era unamujer generosa y amable, aunque al

mismotiemporesultabaapocada.Norecuerdo,dehecho,habervistoenellaninguna expresión que fuera más allá de una tímida sonrisa, como sisiempreseesforzarapornodejartraslucirsusestadosdeánimo.Conelpasodel tiempo, llegaría a la conclusión de que aquello formaba parte de unaactitudquehabíaaprendidoatomarconelfindeevitarconflictosencasa.Imaginabaqueensujuventudhabríasidomuydiferentey,siempredeformasecreta, reprochaba a mi padre que le hubiera robado la libertad demostrarsetalycomoeraenelfondo.Recuerdoqueenciertaocasiónlleguéa preguntarle cómo había sido su vida antes de conocer a mi padre. Sinllegarsiquieraamirarmealosojos,contestóconevasivas,diciéndomeque

nolorecordaba,yqueloimportanteerapensarenelpresente,ysobretodoenelfuturo.Séquementía;simplemente,laverdadleresultabademasiadodifícildeaceptar.MimadrerespondíaalnombredeAlice,yprocedíadeStirling,dondemis

abuelosregentabanunabonitacasadehuéspedesenlasafuerasdelaciudad.Antesdeconoceramipadretrabajabacomoenfermeraenunaclínicalocal,y la abandonó para seguirle a la capital, a pesar de que sentía un intensoapego por aquel lugar. Por extensión, yo también guardaba unmuy gratorecuerdodeStirling,apesardequefueroncontadaslasocasionesenlasquemipadreconsintióvisitaramisabuelosmaternos.Nisiquieraenverano,yaquedeformarutinaria,pasábamoscadamesdejulioenunalujosaviviendaen Saint Andrews, pues según él no había ningún sitio en el mundo quecontaraconmejorescamposdegolf,niconmayorhistoriauniversitaria,pormásaquellofuerairrelevanteparavalorarunlugarcomodestinovacacional.Y,porsiesofuerapoco,nohabía tampoco lugarconmejores frambuesas,apostillaba. Un razonamiento al que jamás encontré excesivo sentido, adecirverdad.El caso es que mis recuerdos de Stirling son, aunque escasos,

verdaderamentebuenos.Meencantaba la casademisabuelos, aisladaporentonces en la larga recta de la Causewayhead Road. Era una modestaconstruccióndemaderaque,segúndecían,miabuelopintabareligiosamentedeblancotodoslosveranos,siempreenhorizontal,siguiendoladisposicióndelosgrandeslistones.Teníaunaentradaasfaltada,conunmuretedepocaalturaque loseparabade lacarretera,yunpatioen laparte traseradondemisabueloscultivabandiferenteshortalizas.Comolacapacidaddelacasano era excesiva, durante nuestras escasas estancias, mi abuela siemprecolocabaenlapuertauncartel,tambiéndemadera,enelque,congrandesletrasnegrasescritasamano,seinformabadequenoexistíanplazaslibres.TeníadoceañoslaúltimavezquevisitéStirling.Mipadresehabíaidode

viaje a Londres, malhumorado, seguro que por la combinación de doshechos igualmente desagradables: el primero, que marchaba a un lugardondeperdíaporcompletosuinfluenciaypodersobrelagente;elsegundo,que aquel lugar era para él el deshonroso símbolo del sometimiento deEscocia. Cuando llamó para informarnos de su llegada y de quepermaneceríaallíalmenosdurantecuatroocincodías,mimadreya teníauna pequeñamaleta preparada.Me hizo prometer quemantendría nuestraescapada en secreto, y juntos tomamos un destartalado autobús hacia

Stirling,dondemiabuelonosesperabaenaquelviejoRoverdecolorrojoenelqueiba,henchidodeostentosoorgullo,atodaspartes.Yonoalcanzabaaencontrarleelatractivoalvehículo;despuésdetodo,lomejorqueteníaeraesa insignia en forma de barco vikingo, y la había perdido muchos añosatrás.Mimadreestabarelajada,yporprimeravezenmuchotiempopenséque

era feliz. Cuando le pregunté, me aseguró que era porque tenía muchasganasdeverasuspadres,perosospechoquehabríasido igualdefelizencualquierotrositiodelmundo.Loquemarcabaladiferenciaeraotracosa.Aqueldíaaprendíque,enmuchasocasiones,laausenciadelomaloproducemássatisfacciónquelapresenciadelobueno.A la mañana siguiente me despertó temprano, con una irreconocible

sonrisapintadaenelrostro.―Levántate,quieroenseñartealgo.Vencíelsueñoporquehabíaalgoenlacarademimadrequemedecíaque

aquello,fueraloquefuera,ibaamerecerlapena.Mevestírápidoylaseguí.Recorrimos la carretera en dirección al pueblo, hasta cruzar el famoso

puente sobre el río Forth.A continuación, en lugar de internarnos por lascalles,comohabitualmentehacíamos,giramosaladerechaparaascenderlapequeñacolinaporunestrechocamino.Enlomásaltodelmontículo,alquenunca antes me habían llevado, descubrí un gigantesco cañón de hierroforjado.Miré amimadre suplicante, y ella, entendiéndome sin necesidadalgunadepalabras,asintióensilencio.Me encaramé al cañón y sentado sobre él observé aquel paisaje que

quedaríagrabadoenmimente comoúltimo recuerdode esa ciudad, en laquemimadresehabíatransformadodenuevoenloquenuncadebióhaberdejado de ser.Ami derecha, el imponente castillo de Stirling se elevaba,comounapoblaciónfortificada,dominandoelvalledesdelasalturas.Enelhorizonte,lasvistaseranmuysimilaresalasquesepodíanobservardesdeel propio castillo, con los larguísimos meandros del río Forth en primerplano,queparecíandetenidosdeformatalqueunonopodíasabersiibanovenían.Yalolejos,siguiendoladireccióndelacarreteraqueconducíaalacasa de mis abuelos, en lo alto de otra colina y rodeada por un bosqueoscuro y frondoso, la enorme torre, el otro gran emblema de la ciudad,erigidaenhonordelhéroenacional.Entonces, por primera y última vez en su vida, mi madre me contó la

historiadeaquellugar;unadeesasquesiemprehabríaesperadoescucharde

bocademipadre,quehablabasobregrandesydesigualesbatallas,sobrelalibertad, sobre la furia de aquellos hombres que tantos siglos atrás habíandefendidosustierrasysusvidasdeunejércitoinvasorparaelquenoeransino bárbaros. Esa historia, y los símbolos que habían quedado allí, mehicieroncomprenderpartedelaspalabrasdemipadre,ymeacercaronaéldeunamaneraquemeeradesconocida.―¿Porquénuncavenimosaquí?Mimadre,quehastaaquelmomentohabíasidocapazdelucirunasonrisa

casi radiante, ensombreció de repente, como si mi pregunta le hubieracausadounasuertedeincomodidadodesazón.―AStirling,me refiero―completé la frase,comosicon laexplicación

ellafueraasuspiraraliviada.―Atupadrenolegustademasiado.Lamiréconunamezcladecuriosidadyextrañeza,porqueenmiinfantil

proceso deductivo, había supuesto que un lugar tan emblemático comoaquel, tan lleno de historia y de simbología escocesa, debería haber sidopocomenos que un paraíso para las convicciones demi padre.Mimadremirabaalinfinito,desatendiendomisilenciosasúplica.―Loentenderáscuandoseasmayor―zanjólaconversación,haciéndome

verqueexistíanrazonesdepesoparaquelascosasfueranasí,peroquenoeramomentoparaconocerlas.Despuésdeaqueldía rememorésuspalabrasconfrecuencia, tratandode

encontrar ese mensaje oculto que durante años me empeñé en intentarreconocer. Se equivocaba: nunca lo entendí. Y ahora sospecho que ellatampocoesperabaquelohiciera.PasamosotrosdosdíasenStirlingantesdevolveracasa,en losquemi

madrerecuperóelbuenhumor,comosiaquelmomentodeincomodidadenloaltodelacolinanosehubierallegadoaproducirnunca.Supongoqueellaestabatanlejoscomoyodeolvidarlo,peroambosnosesforzamosenfingirquenohabíansidomásquetresfrasescasualessinimportancia.En cualquier caso, la poca o mucha trascendencia que tuvieran esos

momentossediluyeronenelmomentoenquevolvimosapisarnuestracasadeEdimburgo.Llegamosyamediadalatarde,empapadosporunarepentinalluviaquenoshabíasorprendidonadamássalirdeWaverleyyque,enlosescasos cinco minutos que podía durar el trayecto, había bastado paradejarnosenelmismoestadoenquehabríamosquedadodehabercaídoaunestanque.

Insertó la llave en la cerradura de la puerta principal, sonriéndomedivertidaporlaestampaqueofrecíamos.Derepente,elgestodelacaraseleborró por completo, convirtiéndose en una mueca, que en un principiointerpreté como sorpresa, pero que se fue definiendo hasta adquirir unaclaridadmeridiana.Lapuertade la casa sehabía abierto sinnecesidaddegirar la llave las dos vueltas que eran necesarias. Alguien había entradoantesquenosotros,yloquesentíaellanoeraotracosaquemiedo.Cruzó el umbral sigilosa, como si necesitara pasar inadvertida. Soltó la

maleta junto a la puerta y avanzó lentamente por el pasillo, sin apenaslevantar la vista del suelo enmoquetado, sobre el que caían, con unafrecuenciaconstante,gotasdeaguaqueresbalabandesucabezaysuabrigo.Laseguíhastaquesedetuvobruscamentebajoelmarcodeentradaalsalónprincipal.Measométímidamentetrasella,manteniéndomeprudentementeasuespalda.Sentadoenelampliosillóndecuerorojo,conunvasollenodeScotchhastatrescuartosdesucapacidad,elceñofruncidohastaunextremodolorosoyunamiradaquesemefigurócapazdeatravesar lasparedes,seencontrabamipadre.―Headelantadoundíalavuelta―susurróenuntonosuaveymelifluo,

tan amenazante como cualquiera de sus más enérgicos arrebatos decólera―.¿Vasaexplicarmedóndeoshabíaismetido,Alice?―Gerald,porfavor,noteenfades.―¿Tepuedesimaginarloqueesvolveracasayencontrarquetufamilia

hadesaparecido,sinmás?Creoquetengoalgodederechoaenfadarme―eltono continuaba siendo tranquilo, pero el rostro de mi padre se ibacontrayendo poco a poco, casi de forma imperceptible, adquiriendo unatonalidadrojiza.―Nate,subeatuhabitaciónacambiarte,tevasaresfriar―mimadrese

dirigióamíconlaexcusa,aunqueenrealidadtratabadeevitarmipresenciaenelsalón.La obedecí de inmediato. Subí corriendo los escalones de madera,

impulsándomenosoloconlaspiernas,sinotambiénapoyandoconfuerzaelbrazo derecho sobre la barandilla. Llegué arriba, entré en la habitación ycerrélapuertaatodavelocidad,justoatiempoparaqueelsonidodelprimergolpe llegara amortiguado hastamis oídos, como si se tratara del portazoquedierafinamiinfancia.

CAPÍTULO19

Los tres años posteriores al que había sido, por descontado, nuestro último viaje a Stirling, seconvirtieron en poco menos que una pesadilla. Con frecuencia, los malos sueños combinan unadesmesurada angustia con el alivio que proporciona la certeza de saberse dentro de un mundoimaginario del que se termina saliendo antes o después. Aquello, sin embargo, carecía de ambosextremos.Por un lado, la sensación más negativa estaba atenuada, como si

simplemente se tratara de una sombra, traduciéndose en un temorpermanente que pendía sobre nuestras cabezas, siempre amenazando concaeryhundirnosunpocomásenelabismodelaincomprensión.Porotro,lapartemásesperanzadorasedifuminabaconelpasodeltiempo,yhacíaquelacertezadeldespertarfueseagotándoseconelpasodelassemanas.Yesoeralopeordetodo,porqueapesardequeaquellonofueratanasfixiantedeformacontinuada,lasensacióndequeseextenderíahastaelmismoinfinitoresultabainsoportable.Mipadrenuncanosperdonóaquellaescapadaasusespaldas.Paraél, la

ofensa había sido demasiado grave, por más que a mí me resultaranindescifrables losmotivosqueconvertíannuestrasaccionesenunaafrentatanreprochable.Él aseguraba que nuestra ausencia le había causado una enorme

preocupación, que había estado a punto de sufrir un ataque ―así lollamaba―alcomprobarquemimadreyyohabíamosdesaparecido, juntocon buena parte de nuestra ropa, y sin proporcionar explicación alguna.Personalmente creo que sus aseveraciones rozaban el cinismo, puesto querecordaba con absoluta claridad su rostro a nuestra llegada, y este podíaevidenciar cualquier cosa excepto preocupación.Más allá de todo eso, lasituaciónlehabíaproporcionadolaexcusaperfectaparadesarrollarsubienensayadovictimismoy,enconsecuencia,paraestrecharelagobiantelazodesucontrolsobrenuestrasvidas.Aquellos hechos, además, fueron los desencadenantes de una actitud

inesperadamenteviolentaporsuparte.Enelpasado,mipadrepodíahabersido tachado de muchas cosas, pero, al menos que yo supiera, nunca deviolento.Sinembargo,aquellatardehabíacomenzado,comoaccionadaporun interruptor, una imparable espiral de furia, descargada sin excepciónsobremimadre,quepocoapoco se ibaconsumiendocomounavelaque

agota los últimos milímetros de su mecha, resistiéndose a su inexorablefinal.Enloqueamírespecta,reconozcoquenuncasufríunodeestosepisodios,

almenosenloqueaefectosfísicosserefiere.Sinembargo,nofueronpocoslosmomentos en los que habría deseado que así fuera, porque, de algunamanera,necesitabasentirqueteníaunmotivoclaroparadecantarmeporelodioenaquellaluchadesentimientosquesedesatabacontinuamenteenmiinterior. Quizá porque había algo que me impedía definirme de maneraincuestionable, me limité a acrecentar mi tendencia a la simple rebeliónpacífica,esosí,deacuerdoalaseguridadquemeconferíaelhechodeganaralturaypresencia.Asíycontodo,elhechodevercómomimadreperdíadeforma progresiva toda su vitalidad me bastaba para posicionarme, sinningúngénerodedudas,desuparte.Durantetodoesetiempo,tratédecentrarmeenevitarqueellasehundiera

por completo, y dejé en un segundoplano el hechode que la agresividadverbal y el desprecio de mi padre creciera de forma incontrolada hastaconvertirseenalgoaloquepodíahabermellegadoaacostumbrar.Hastaquederepente,undía,elmundovolvióacambiar,asacudirseradicalmenteparatrastocardenuevonuestrasinestablesvidas.Eraelmesdeabrilyyoteníaquinceaños.Volvíadeclaseyalgirar laesquinavivarias figurasmoverse juntoa la

puerta de entrada de casa y descender portando un bulto de gran tamañohaciaunaambulanciaque,malaparcadaacasiunmetrodedistanciadelaacera,lanzabagiratoriosdestellosnaranjas.Comoaccionadaporunresorte,la garganta se me cerró con un nudo que me impedía respirar connormalidad. Quedé paralizado, observando desde la distancia la escena ytemiéndome que fuera el preludio de una tragedia que me sentía porcompletoincapazdeafrontarenesemomento.Cuandofinalmenteconseguíreaccionarcorrídesesperado,precipitándome

hacia la puerta. Aparté con brusquedad a dos curiosos que se manteníanestáticos, con un pie en el primer escalón que daba acceso a la vivienda,desoyendo por completo sus enérgicas quejas. Crucé la puerta esperandoencontrarmeunaescenadantesca,ounamultitudpolicialdeambulandoporel interior del salón. Sin embargo, no había ningún revuelo. Tan sólo,apoyandoelhombroizquierdosobrelajambadelapuerta,seencontrabamimadre,mirandoalsueloconexpresiónvacía.Suimagen,aunquedesvalidaytriste,mellenódealivio.Estabaasalvo,y

aquello sólo podía significar que en la ambulancia se trasladaba a otrapersona diferente. Me acerqué y le sujeté ambos brazos con mis manos,tratandodesacarladeeseestadodeconfusiónybloqueomentalenelqueserefugiaba, tal vez incluso voluntariamente. Tal era su preocupación porconservarlasformas.―¿Quéhapasado?―preguntécontodalasuavidadquemepermitiómi

estadodenervios.Tras un pequeñomomento de vacilación por su parte―que seme hizo

eterno, y en el que no dejó traslucir ni la más mínima emoción―, mecontestó:―Tupadre―nuevapausa―;hamuerto.―¿Dequé?―apenaspodíaasimilarlainformación―.¿Cómohasido?―Le encontré cuando volvía de la compra. Estaba ahí sentado, en su

sillón,inmóvil,tranquilo,comosisehubieradormido.En esemomento, la primera y única lágrima que derramó aquella tarde

cayórodandoporsumejilladerecha.―¿Quévamosahacerahora,Nate?―Vivir,supongo―respondí.Así se zanjó la conversación, y no volvimos a hablar del tema durante

muchotiempo.Esta experiencia supuso la primera piedra en la escalera que acabaría

construyendo haciami actual cinismo.Me di cuenta cuandome descubríreflexionandosobreeltema,yllegandoalaconclusióndequeaquelataqueque mi padre había pronosticado que sufriría, a causa de nuestro viaje aStirling,lehabíallegadocontresañosderetraso.Yaunquedeformasincerapensaraquehabríapreferidoliberarmividaporotrosmedios,acasomenosdrásticos, la realidad es que su muerte abría una puerta que yo deseabacruzarmás que ninguna otra cosa en el mundo. Y no estaba en absolutodispuestoapermitirqueelsentimientodeculpabilidadempañaseelhechodequefinalmentelascosastuvieranelaspectodecambiaramejor.Enterramos a mi padre en el cementerio de Rosebank una triste y fría

mañana, bajo un cielo plomizo y rodeados de una enorme cantidad depersonas desconocidas que, no sé si por ignorancia o condescendencia,parecían profesarle un profundo respeto, en algunos casos rayando en laveneración. Por delante de mí desfilaron aquella mañana numerosaspersonas,queensumayorpartemeerandesconocidasyque,supongo,enalgunaocasiónhabríancompartidoconélalgúntipodeexperiencia.

Respondíacadagestoypalabradecondolenciaconunleveasentimientode cabeza, sin excesiva afectación, en una actitud que consideré losuficientemente inexpresivayvacíacomoparanocomprometermea tenerque explicar por qué, en unmomento, en teoría tan doloroso,mis ojos semanteníansecossinningúntipodeesfuerzo.Mimadre, por el contrario, parecíamuchomás afectada. Supuse que, a

pesar de que aquel hombre había convertido su existencia en un infierno,ellahabríaconservadoconelpasodeltiempopartedesusrecuerdos,yqueen algunos de ellos vislumbraría los motivos que le habían llevado acompartir suvidaconmipadre,pormuy lejanosyabsurdosquepudieranparecer. En algúnmomento llegué a pensar en preguntarle por este temapensandoque,dealgunaforma,unmayorconocimientodelpasadopodríaconducirmeaconservarunamemoriamáspositiva,yacasomásjusta,demipadre. Sin embargo, al final me abstuve de hacerlo porque, en realidad,llevaba una fuerza en el interior que me obligaba a sentir solo rencor yresentimiento,y tambiénporquesospechabaquesiencontrabaelmás leveresquiciodebondadenmipadre,suausenciamepesaríadeformamuchomás negativa. Me prometí, por tanto, que seguiría considerándolo unenemigodemifelicidadparaloquemequedaradevida.Sinduda,asítodoresultaríamuchomásfácil.Tal y como habría predicho sin apenas meditarlo, a partir de aquel día

nuestra existencia experimentó una mejora sustancial. No tardé en dejartraslucir el alivio que me había supuesto su fallecimiento, y pronto nisiquieramantuveesalevesensacióndeculpabilidadporalegrarmedeunascircunstancias tan trágicas; mi madre, por su parte, se esforzaba pormantenerunaimagendeduelo,aunqueyo,quelaconocíamuybien,sabíaqueensuinteriorseagolpabansensacionesquedistabanmuchodeloquesepermitíaaparentar.Reconozco, no obstante, que lo hizo bien, porque su transformación se

obró de una forma tan progresiva que nadie jamás dudó de que su dolorfuera fingido, y de que su recuperación no era sino parte del efectoanestésicoqueelpasodeltiempoejercesobrelasheridasdelalma.Alcabodeunosmeses,yaeraotramujer.Habíarecuperadosusantiguasamistades,salíadecasaconasiduidadysonreía.Habíansidonecesarioscasidieciséisañosdemividaparadarmecuentadelvalordeesepequeñogesto.

CAPÍTULO20

Eldíademidecimoséptimocumpleaños,mimadremeanuncióqueseiba.

―Nate,tenemosquehablar.Midesconciertofueinmediato,porqueeltonodesuvozeradesenfadado,

casi alegre,mientras esas escasas palabras conformaban el perfecto iniciopararevelarunamalanoticia.―Teparecerá extraño, y la verdad esqueno sémuybien cómodecirte

esto―prosiguió con visible nerviosismo ante la falta de reacción pormiparte―.Elcasoesquehedecididoabrirunanuevaetapaenmivida,yparaesonecesitomarcharme.―¿Adónde?―MevuelvoaStirling.Herecuperadomiantiguoempleoenlaclínica.Y

notevoyaengañar,meapetecemuchovolver.Esperoquenoteimporte.―¿Meestásdiciendoquevayacontigo?Empiezolauniversidaddentrode

tressemanas,¿recuerdas?Miconfusiónibaenaumento.Porsupuesto,mealegrabadequemimadre

quisiera volver a trabajar, pues era consciente del sacrificio que habíasupuestopara ella renunciar a suvocación en el pasado, pero, tal vezporprimera vez en mi vida, la idea de abandonar Edimburgo me disgustabaprofundamente. Aquel verano había sido admitido en la Facultad deDerecho,yteníagrandesexpectativaspuestasenminuevavida,porloqueloúltimoquedeseabaeradejartodoaquello,acambiodeunfuturoinciertoenotrolugar.―No, no te pido que vengas conmigo―se apresuró a sacarme de mi

error―. Creo que puedes arreglártelas solo. Puedes quedarte en casa siquieres y venir a visitarme siempre que necesites algo. No estaremos tanlejos.―Reconozcoquetampocoestoysegurodequererquedarmeenestacasa

―reflexionéenvozalta.Esoeracierto.Habíanpasadocasidosañosymediodesdelamuertedemi

padre, y lo cierto es que a menudo me preguntaba por qué seguíamosviviendo en aquel lugar, tan lleno de unos recuerdos amargos que ambosqueríamosdejaratrás.Pormásquehabíamostratadodeeliminardelacasatoda muestra de presencias pasadas, existían elementos imborrables,

vivencias que estaban firmemente asidas a las paredes, a los muebles, aaquellas ventanas azules con sus florecillas blancas y a nuestro propiointerior.―Lo suponía. Por eso he pensado que podemos vender la casa.Con lo

quesaquemospuedesvivirdondequieras.¿Teparecebien?Aquella búsqueda demi consentimientome reveló que, en realidad, yo

debíaserlaúnicatrabaquelamanteníaancladaasuindeseablepasado.Dejé caer la tostada del desayuno a medio mordisquear y me levanté

impulsado por una fuerza desconocida. Abracé a mi madre de formadesesperada y atípica, pues ninguno de los dos éramos muy dados aexcesivasmanifestacionesdeafecto,perolaocasión,sinduda,lomerecía.De modo que al final así lo hicimos. Ella se trasladó a Stirling para

comenzar una nueva vida y yo alquilé un pequeño apartamento de unahabitación,enunazonatranquilaconexcelentesvistasalainmensamoledeHolyrood Park, que se elevaba imponente frente a la ventana del salón.Habría encontrado otras opciones más próximas a la zona universitaria,seguramente también más económicas, o incluso lujosas, pero me habíadecantado por aquel lugar que, sin encontrarse lejos del bullicio de laciudad,me permitía contar con aquel rincón apartado, queme confería lacapacidaddeevadirmedelmundo.Allípasaríalossiguientescincoañosdemiexistencia.Asistíaamisclases

en un histórico edificio de gran tamaño, situado en el extremo de SouthBridge,alqueseaccedíaporuntriplearcodepiedra,yqueestabaformadoporuncuadradodelargospasillosytechosaltos,dispuestosalrededordeungran patio central. Pronto descubrí que había tomado una muy acertadadecisión, puesto que mi dedicación no me suponía grandes esfuerzos, yencontré en mi actitud la misma pasión que había visto en mi madre alhablardesu recuperadaprofesión.Fueademásun tiempoenquedescubrítambiénuna realidaddiferente,plenadediversionesyactividadesquemeeran desconocidas.Mimultiplicada libertadme permitió pasar una buenacantidaddetiempoenlosnumerososlocalesque,enelentornodeCowgate,podían encontrarse casi en cualquier esquina de aquel histórico barrio.Desarrollé una vida social intensa y, por primera vez en mucho tiempo,comencé a sentirme como uno más dentro de aquel mundo que hasta lafechamehabíaestadovetado.Deentretodaslaspersonasalasquetuvelasuertedeconocerenaquellos

años, hubo solo una que me dejó huella. Herbert Flanagan era profesor

titular de Derecho Laboral desde hacía bastantes años, y contaba con elreconocimiento y el respeto de toda la comunidad académica. De origenirlandés, había abandonado su Cork natal para acudir a la mismauniversidadenlaqueentoncesejercía.Erauntipodeunoscincuentaaños,deestaturamásbienbaja,conescasopelo,raloyblanco,yllevabasiempreunaspequeñasgafasredondas,sospechoquebastanteinútiles,caídassobrelaanchanariz.Poseíaunainfinitapacienciayuncarácterafable,ysinlugara dudas había nacido para enseñar.Era capaz de transmitir ideas como elmejororador,ysiempreconseguíaconvertirenatractivahastalamásdensay sesuda explicación, por lo que sus clases se encontraban atestadas dealumnos.A diferencia de lo que ocurría con la mayor parte de sus colegas, el

profesor Flanagan era accesible y cercano, y con frecuencia se le podíaencontrar en los amplios pasillos del edificio, enfrascado en animadasconversacionesconalgunosdesusjóvenesalumnos.Algoque,enopinióndemuchosdesusanticuadoscompañeros,erapocomenosqueundescensoalaindignidad,peroqueenlasuyaconstituíaunsanoejerciciodereflexión,conelqueasegurabaaprendermuchomásqueenlosáridoscoloquiosqueseorganizabanconfrecuenciaenlasaladeconferenciasdelauniversidad,por muy prestigiosos y válidos que fueran sus ponentes. Él creía en lasabiduría innata de todas las personas, y encontraba en la juventud lafrescuradeideasquesuámbitoprofesionalnoleconfería.Mirelaciónconélcomenzóduranteunmesdejulio,entremisegundoy

tercercurso.Flanaganbuscabaentrelosalumnosquienleayudaraenciertastareas documentales, que resultaban seguramente demasiado tediosas paraunprofesor.Yo,quehabíaasistidoenprimerafilaatodasycadaunadesusclasesduranteelaño,concrecienteadmiración,yquehabíaobtenidounosresultadosbrillantes en su asignatura,mepresenté voluntario, y por algúncaprichodeldestino,meseleccionóentreunbuennúmerodeaspirantes,apesardequejamásmehabíadirigidolapalabraantesydequenoposeíademímásreferenciaquelaquesugeríaelevidenteinterésdemicandidatura.El trabajo en sí era, como sospechaba, insignificantey aburrido, pero lo

ciertoesquemepermitiópasarlargasyproductivashorasjuntoaFlanaganen el archivo de la biblioteca, en George Square. En un principiohablábamosdemanerabastanteformalsobremisestudiosysusclases,conlasqueeraespecialmenteautocrítico,pormásqueyoinsistíaenquemuchosdenosotroslasencontrábamosinspiradoras,comocontrapuntoalhastíoque

otrasmateriasnossuscitaban.Porsuparte,élseacusabaconfrecuenciadenosercapazdeinnovarañotrasaño.Poco a poco, aquel tema de conversación se fue agotando, e

irremediablemente se trasladó, casi de forma imperceptible, hacia terrenosmásprivados,yunbuendía,sinsaberbienelporqué,lecontémihistoria,tal vez escasa en cuanto a duración, pero lo suficiente intensa como pararesultarreseñable.Lejosdemostrarlaindiferenciapropiadequiennoseveafectado por lo que oye, escuchó con interés mi desahogo y atendió concreciente preocupación al frustrante relato de miedo, indignación yresentimientoqueresumíaunainfanciaque,alcontrariodeloquepensaba,estabamuylejosdehaberdejadoatrás.Lológicohabríasidoqueaquellaconversaciónlahubieramantenidocon

cualquierademiscompañeros,ysinembargono fueasí,porqueeldíaenque lapresiónde todosesos recuerdossehizodemasiadofuerte,eldíaenque explotaron en un torrente de amargo rencor, fue el profesor Flanaganquienestuvoallí,asintiendoensilencio,sinelmáslevegestodecompasiónocondescendencia.Ytambiénfueélquiendecidióqueunabuenapartedemipasadodebía liberarsecuantoantes,yquebienmerecíaunaalcohólicaterapiadechoque.TambiénfueFlanaganquienseofrecióaacompañarmeenesaespeciedecatarsispersonalyquien,finalmente,terminóllevándomea casa de madrugada cuando, después de haber pasado por todos losposiblesestadosdeánimoyembriaguez,mederrumbésobrelamesadeunpub.Lejos, además, de reprocharme mi actitud descontrolada, quizá por el

hechodehabersidoinstigadordetodoaquello,medejóenlacama,sumidoenunamezcladesoporyeuforia.Antesdesalirdelahabitaciónmediounpardepalmaditasenelhombroizquierdoy,depalabra,meconfirmóloqueyoyahabíacomenzadoaatisbarmientrasmesumíaenladulcenubedelainconsciencia.―Ahora,amigomío,yaereslibre.Ningunodelosdosvolvióamencionarunasolapalabrasobreesanoche,

porqueentrenosotros,ysobreaqueltema,yaestabatododicho.En cualquier caso, la experiencia sirvió para sellar entre nosotros una

relaciónquealgodebíaparecersealaamistad,tanraracomoentrañable,queyo exhibía con orgullo y que él no se esforzaba en ocultar. Aquello nodejabaderesultaraúnmásextraño,porcuantosusconsecuenciaspodíansernegativasparaFlanagan,enesemundoclasistaenelquevivíainmerso.Y

así, de alguna manera que muchos habrían interpretado de formamalintencionada, ambos ocupamos los huecos vacíos en la vida del otro.Flanaganseconvirtióenunaespeciede figurapaternalconmigo,yquieropensarque leayudéasuperarsusoledad,queeraalgode loque jamássequejaba, pero que se dejaba traslucir en todo aquel tiempo que pasabasumergidoensutrabajo,susclasesysusestudiantes.Yosuponíaqueeraeltipo de vida que había elegido, pero siempre sospeché, sin poder llegar aconfirmarlo,quesupasadotambiénescondíasuspropiosfantasmas,yquepartedesuincansablededicaciónnoerasinoelcastigo,olaterapia,quesehabíaautoimpuestoparanodejarlugaralaliberacióndesuspensamientos.Por desgracia, para cuando al fin alcanzara el suficiente valor como parapreguntarle por este extremo, ya sería imposible, porque unAstonMartinDB9yasehabría llevadosuvidaparasiempre,enunamaldita tardeenlaquedecidióquepodíacruzarLothianRoadsinprestaratenciónaltráfico.A pesar de su trágico final, siempre he preferidomantener un recuerdo

diferente―mejor―de loqueelprofesorFlanagansupusoenmivida.Elhechodeque, sinningúnmotivoaparente, fuera laúnicapersonaenañosconlaquehabíapodidocompartirlaansiedaddemipasado,habríabastadoparaotorgarleunlugardeimportanciaenmihistoria.Y,sinembargo,hubomás.Apenas un par de meses antes de mi graduación, recibí una llamada

telefónicadeFlanagan,quemeurgióareunirmeconélensudespachodelaEscueladeLeyes.Pormásquemeesforcéen sonsacarleelmotivoporelquemostrabataninsistenteapremio,senegóadespejarmisdudashastaquemetuvieracaraacara.Lociertoesqueaquellatardenocontabaconplanesespecialmenteatractivos,ylacuriosidadmeinvadiódeinmediato,demodoque salí de casa sin percatarme de que había comenzado a llover coninsistencia.Alcancé los soportales de South Bridge completamente empapado y

ateridodefrío.Ajuzgarpor lasmiradasquemededicabalagente,dedujeque mi aspecto debía resultar lamentable, e incluso un punto cómico.Ignorandoporcompletoacuantosmecrucéporelcamino,subíalacarreralasampliasescalerashastaelsegundopisoymedirigí,yacasisinaliento,haciaeldespachodelprofesor,dejandouninterminablereguerodegotasdeaguaporelsuelo,comosidealgunaformamarcaraelcaminoderegresoalexterior.Suspiréprofundamenteantesdegolpearlapuertaconlosnudillos.Trasel

incomprensiblemurmullo que se escuchó al otro lado, giré el picaporte yasomé lacabeza.Flanagan levantó lavistadesuescritorio sonriendo.Lasgafaslecaíanridículamentesobrelapuntadelanariz.―Pasa,Nate,notequedesahí.Entré,cerrandolapuertaamiespalda,peromequedéparado,alaespera

desusindicaciones,pensandosidebíaonotomarasiento,arriesgándomeaestropearladelicadatapiceríadelsillónqueteníadispuestopararecibiralasvisitas.―Porfavor,pontecómodo―indicó,advirtiendoelorigendemiduda―.

Santocielo,¿cómoseteocurresalirasíalacalleconlaqueestácayendo?¿Puedo ofrecerte un té? ―Gracias ―respondí, consciente de que me loprepararíadetodosmodos.Selevantóparsimoniosamentedesuviejabutaca,seacercóalaestantería

principalyextrajounpardebolsitasdeunacajadeEarlGrey.Accionóelhervidor de agua y, mientras esperaba, me miró fijamente, con la mediasonrisa aún dibujada en los labios, en una actitud que ya no sabía sicatalogardeinapropiadaburlaomoderadaalegría.―Supongo,Nate―aprovechólainnecesariamencióndeminombrepara

realizarunapausaexageradamentelarga―,queteestaráspreguntandoquéquierocontarte.―Seríatodoundetalle,Herb―yotambiénutilicéconsornasunombrede

pila,no solopor la repetición, sinoporqueambos sabíamosquemehabíacostado años acostumbrarme a llamarle así, prescindiendo de losformalismospropiosdenuestraposición.―Noseasimpaciente―contestó,delaformamáspróximaaunadisculpa

queencontró―.Tehellamadoporquemegustaríahablardetufuturo.―Debesdeestarbromeando,¿no?―Enabsoluto.Elporveniresalgomuyserio.La conversación memantenía profundamente desconcertado, no porque

considerarapocorelevantemifuturo,sinoporqueerauntemasobreelquehabíamos departido en numerosas ocasiones y siempre con idéntico einfructíferoresultado.Nuestra visión del asunto difería ostensiblemente, y aquel era nuestro

principalpuntodedesencuentro.Desdehacía tiempo,Flanagan insistía enquemeveíacomounaespeciedesucesorparasupuesto,yhabíaprocuradoconvencermedeelloendemasiadasocasiones.Pormiparte, lejosdeestardeacuerdoconsu ideadevermeconvertidoendocente, teníaplanesmuy

diferentesparacuandoterminaramisestudios.Hacía cercadeunpar de añosque tenía decididoquenecesitabaprobar

nuevasexperiencias,aserposiblemuylejosdeallí.Mehabíapasadomediavida huyendo―solamente a medias― de unos recuerdos que necesitababorrardemimente,ysolohabíaconseguidoapartarmeunascuantasmillasdemi lugardeorigen.Estaba,pues,decididoa terminarmi licenciaturaymarcharmeacualquierotrolugardelmundo,poniendodepormediotodaladistanciaquemefueraposible.Flanaganconocíamis inquietudes,yparaentoncesyaestabaconvencido

dequeelviejoprofesorhabíadesistidodesuintentoderetenermeasulado.Había, por tanto, algo en su apremio y solemnidad que no terminaba deencajarentodaaquellahistoria.¿Quéargumentopretendíautilizarestavez?En el fondo, yo temía la situación como a un mal sueño; era tanta lainfluenciaqueaquelhombreeracapazdeejercer sobremivolublemente,quemeaterrabapensarqueterminaradandoconlateclaquehicieracambiarmi―hastalafecha―inamovibledecisión.Seacercóamí,tendiéndomeunatazahumeanteyaromática,ycongesto

serio puso su mano derecha sobre mi cabeza, en actitud paternalista yprotectora.―Nate,yasabesquellevoañosintentandoconvencerteparaqueprosigas

aquícontuvidaacadémica.Creoqueeslamejoropciónparati,yaquetienesunbrillantefuturopordelante.―Creo que hemos hablado lo suficiente de esto ―repliqué de

inmediato―.Pensabaque…―Espera, espera―me cortó, alzando la mano―, déjame terminar, por

favor.Lemiré a los ojos, detectandounpunto de emoción contenida, como si

aquelloquepugnabaporsalirdesuslabiosfueraunaincómodarevelación,ungranesfuerzoquehacíacasicontrasupropiavoluntad.Mepreguntésiestabaapuntodeclaudicar,encuyocasomeresultabaincomprensibleparaqué me había hecho ir hasta allí con semejante urgencia; o si, por elcontrario,estabaapuntodedescargarelúltimoargumento,eldesesperadointentofinalporhacermecambiardeopinión.Yo,porsupuesto,nopensabahacerlo, pero había aprendido a no subestimar nunca su capacidaddialéctica.―Supongoquesiguesteniendolaintencióndemarchartedespuésdeeste

semestre.

―Sinduda―respondícontodalafirmezaquemefueposible,perollenodedesconfianza.―Quizáhayallegadoelmomentodeayudarteaconseguirlo,despuésde

todo―musitóconevidentepesar.Habríaesperadocualquiertipodesorpresa,peronoesa.Enciertaocasión,

enunadenuestrasmásairadasdiscusiones,mehabíallegadoaasegurarqueno participaría en esas tonterías de juventud, y que si quería estrellarmecontraelmundorealeralibredehacerlo.Sabíaquenoerasinoproductodesu frustración, pero no dejaba de ser una declaración de intenciones quecontrastabaconsunuevodiscurso.―¿Cómodices?―Hehecho todo lo que estaba enmimanopara convencerte, pero eres

jovenyesjustoqueelijascuálestucamino.Ensumomento,yotampocopodíapensarenotracosaquenofuerasalira

conquistarotrosterritorios.Sonrió con un cierto deje de amargura, como si de repente todo el

cansancio de los años hubiera caído de golpe contra sus hombros. Por unmomentosentíunaespeciedepunzadadeculpabilidad;lacertezadequeleestaba fallando, después de todo lo que había supuesto para mí, meconsumía.Noobstante, seguía,apartes iguales, intrigadoe ilusionadoporsucambiodeestrategia.―Sóloesperoquelascosastevayanbienynotengasquearrepentirtede

tusdecisiones.―No lo haré―traté de parecer seguro, a pesar de que los nerviosme

consumían.―Verás,sitehellamadonoessóloparadecirtequenoseguiréinsistiendo

en que te quedes conmigo y que comprendo tus ambiciones ―en esemomentomedicuentadequesusrodeosnosedebíanexclusivamenteaunafándemantenerelinterésenlaconversación,sinotambiénalhechodequenoteníaclarocómollegaralcentrodelacuestión―.Tantoesasíquevoyaayudarteacumplircontuabsurdosueñodegrandeza―bromeó.―¿Enserio?¿Yenquéestabaspensando?―Siteinteresa,tengounaofertaparati.Otraoferta,claroestá.―Soytodooídos.―Elcasoesquelehehabladodetiaunviejoamigo:LarryHenderson.

Fuimoscompañerosenlauniversidad.Luegoélsemarchóyyomequedéaquí,perohemosmantenidoelcontactoalolargodelosúltimosveinticinco

años.Dio un sorbo a su taza de té, mientras yo me retorcía las manos

frenéticamente,tratandodeanticiparmeaaquelloquefueraaofrecerme.Nodeseabahacermeilusiones,peromeresultabainevitablesuponerquedebíaseralgo interesanteparamí.Noenvano,Flanagansehabíapasadomesestratandoderebatirmisaspiraciones.―Larry lleva unos años organizando un máster destinado a abogados

empresariales en su universidad. He pensado que puede ser una buenaopciónparati;túconsiguestuobjetivodesalirdeaquí,yyometranquilizopensandoquenotedesligasporcompletodelmundoacadémico―sonrió,buscandomicomplicidad.―Suenabien―respondí,intentandoreprimirlaimpaciencia―.¿Ycómo

delejosdicesqueestá?La respuesta llegó a mis oídos como una especie de música celestial,

elevándome a un estado de felicidad superior. De cuantas opciones mehabríapodidoplanteara lo largode losúltimosaños,aquellaerasindudauna de las mejores. En un complicado ejercicio de contención, conseguíreprimirelimpulsodelevantarmedelasientoyabrazarle,aunquesospechoque el gesto, por muy inapropiado que resultara, no le habría supuestoningunaincomodidad.En cualquier caso, las cuatro palabras seguirían resonando dentro demi

cabezahastamuchotiempodespuésdesalirdeldespacho.―Bastante,esenColumbia.

CAPÍTULO21

PreparéaconcienciamitrasladoalosEstadosUnidos,desdeelmismomomentoenqueaceptélapropuestadelprofesorFlanagano,loqueeslomismo,apenastreintasegundosdespuésderecibirlaoferta. Los meses siguientes a aquel encuentro en el despacho fueron frenéticos e intensos, ysupusieronesainyeccióndeánimosquehabíanecesitadodurantetantotiempo.AtravésdeHerbertFlanaganentréencontactoconLarryHenderson,que

resultó ser un tipo bastante agradable y distendido, y que me prestó unavaliosísimaayudaentodoslospreparativos,nosésiporqueleinteresabamiincorporacióna sugrupodeestudiantes,o si se lo tomabacomoun favorpersonalhaciasuviejocolega.Encualquiercaso,mesobrabanlosmotivosparamostrarmeagradecidoaambos,yasílohicesaberencuantasocasionesme fue posible, por más que ellos siempre se esforzaran en restarimportanciaasudedicaciónyapelarancontinuamentealhechodequeeramuydifícilnodejarsellevarporelentusiasmoque,alparecer,yomostrabaporlasituación.Talveznolesfaltabarazón;aquelfueunpuntoálgidoenmiestadodemotivaciónpersonal.Ahora,desdelaperspectivaqueconfiereel tiempo, me resulta un tanto ingenuo pensar que una situación tanindefinidayetéreameprodujerasemejanteilusión,comosisetrataradeunaaventura única e incomparable, pero lo cierto es que nunca me habíadedicadodeigualmaneraaningunaactividad.A pesar de la sensación de estar viviendo un sueño hecho realidad, la

partidamedejóunaextrañasensacióndevacío, laimpresióndequehabíallegadodemasiadorepentinamente,sinexplicaciónnimotivo,yquedurantemuchotiempoheachacadoalasoledaddelmomento.Mimadre,conlaquehabíaperdidobastanteelcontactodesdesuregresoaStirling,nopudo―onoquiso―venir adespedirmeal aeropuerto.Talvez resultabademasiadoduroparaella,otalveznoeraconscientedequehabríandepasarmuchosmeses,acasoaños,hastaquetuviéramoslaocasióndevolveravernos.Decualquier modo, el resultado era el mismo. Acudí solo a la bulliciosaterminal,ysinnecesidaddeningunalacrimógenadespedida,toméunavióndelaBritishenuna―paravariar―soleadamañanadeseptiembre.Miestadodenerviossehizopatentedurantetodoeltrayecto,enelqueno

conseguí mantener la atención en nada durante períodos de tiemposuperiores a los cinco minutos. De resultas de esto, el viaje―escala enHeathrow incluida―me resultó insoportablemente tedioso,ymepermitió

reafirmarmeenlaideadequehabríadepasarbastantetiempoantesdequeme decidiera a repetirlo en sentido inverso. Así y con todo, lo que mástiempologróocuparmefueelestudiodetodalainformaciónqueelprofesorHendersonmehabíaenviado,tantosobremisfuturosestudios,comosobrelaciudaddeNuevaYorkengeneral.Aterrizamos en el aeropuerto internacional JFK con escrupulosa

puntualidad.Trasunaexasperanteesperademásdetrescuartosdehora,unadesagradablemujerdemedianaedad,dotadadeunrostrotananodinocomoamargado,me interrogódurante largo tiempoacercade losmotivosdemientradaen losEstadosUnidos.Haciendogaladeuna infinitapaciencia, leexpliquécontodolujodedetallescuáleramidestino,midedicaciónymilugar de residencia, realizando un titánico esfuerzo por no caer en latentacióndeironizarsobresuspreguntasysobrecómosureiteraciónpodíallegaraconsiderarseinsultante.―Bienvenido a los Estados Unidos de América, señor ―me liberó

finalmentedelatorturainquisitiva,esosí,conunacorrecciónimpropiadequiensededicasistemáticamenteaponerendudalabuenaintencióndesuinterlocutor.―Gracias, que tenga una buena tarde ―respondí con toda la flema

británicaquepude.Enlasalidafuirecibidoporunodeesosgolpesdecaloralosqueaúnno

había acostumbrado a mi cuerpo, criado en el gélido norte del viejocontinente.Eramediatardeyelcielohabíaadquiridoeltonogrisáceoqueleproporciona esa nubosidad difusa y uniforme que casi parece humo, y através de la que el Sol se abre paso a duras penas, produciendo unasensaciónbochornosaydesagradable.Me apresuré hacia la larguísima fila de taxis amarillos, que aparecían

comoenunaprocesióndevehículos,todosiguales,todosviejosyabollados,de esosque son inequívocamente americanosyde losquenunca llegué aidentificarsumarca.Mesubíenelprimeroy fui recibido,poresteorden,porunoloragrioypenetrante,uncúmulodegenéricasuciedad,compuestadepapelesarrugados,botesderefrescosyenvoltoriosdeplástico,yporlaabierta sonrisa de un conductor de raza hispana que me dio una efusivabienvenidaymepreguntópormidestinoenlaciudaddeNuevaYork.Le indiquéconseriedadunasseñascorrespondientesalUpperWest,que

Hendersonmehabíaproporcionadodíasantes,enunvanointentoporevitarsu conversación, a la que, desgraciadamente, me había visto condenado

desde que puse la mano en la manija de la puerta del coche. Aquel tipodepartió durante más de un cuarto de hora sin recibir más que secosmonosílabosporrespuesta,algoquenoparecíaincomodarlelomásmínimo,pormásqueparamíresultaraenormementeembarazoso.Justo cuando estaba al límite de mi aguante, agotado de observar con

estuporcómolaanchuradelaautopistatriplicabaladecualquiercarreteraprincipal de Escocia, y prácticamente dispuesto a atajar la verborrea delconductor,realizamosunpronunciadogiroalaizquierdayEdwin,nombreal que respondía mi obligado compañero de viaje, señaló al frente,mostrándomelavisiónquequedaríagrabadaenmiretinaparalosrestos,yque me hizo olvidar por un momento mi ferviente deseo de salir conurgenciadeaquelhabitáculo.Frente a mis ojos, recortado en un horizonte de postal, se elevaba,

sobrecogedor,elperfildelskylinedelaGranManzana.TaleralaatenciónquehabíasidocapazdeprestaralaguíadeviajedeHendersonque,enmiignorancia, no fui capaz más que de identificar un par de edificiosemblemáticos,aquellosquecualquiera,hayaestadoonoallí,podríarecitarde memoria. Pero no me importó, en primer lugar porque, a mi juicio,contabacontodoeltiempodelmundoparaconocerhastaelmásrecónditorincón de la ciudad, y en segundo lugar, porque la imagen era tansobrecogedoraeimpactante,comofríaeimpersonal.Meencantaba.Tratédegrabartodoslosdetallesquemefueronposiblesenlamemoria,

perolociertoesqueelpaisajenotardóencambiardenuevocuando,alospocosminutos,elvehículoseinternóenuntúnel,pésimamenteiluminado,yenelqueelruidodelosmotoresreverberabadeformahorrísona.Duranteuntiempoquemeparecióeterno,circulamosinmersosenlapenumbra,estavez,porsuerte,ensepulcralsilencio.Cuandodenuevolaluzdeldíailuminóelmundoanuestroalrededor,ya

nosencontrábamosdentrodeesascallesquealgúndíallegaríanaresultarmemásfamiliares.Por el momento, no obstante, cruzamos innumerables manzanas, todas

iguales,perfectamentecuadriculadas,atestadasde tráfico.Aquiendespuésme preguntara, contestaría que ese interior deManhattan no es algo quepuedacatalogarsedebonito,especialmentesegúnesaconcepciónquedelaestéticaurbana tenemos loseuropeos.Puederesultaranodino, repetitivo,eincluso deprimente, pero tiene una luz especial, un encanto que jamás hevueltoaencontrarenningúnotrolugardelmundo.Lainformaciónvisualte

golpea por tantos flancos, con tanta intensidad, que nadie puede resultarindiferenteanteesemundodecontrastesquesedespliega,abrumador,antelossentidosdelreciénllegado.Enesospensamientos―probablementeproductodelcansancio―andaba

sumido, cuando el taxi se detuvo con suma brusquedad. La desagradablevozdeEdwin,alquellevabaignorandoporcompletodurantetantotiempoque casi había logradoolvidarle,me sacó demi estado de casi voluntariacatatonia.―Amsterdamconlacientocuatro,señor―anuncióconciertacortesía,y

alpuntoañadió―:Sonsesentaytresconcincuenta.Le tendí unbillete nuevo, presididopor la pensativa efigiedeBenjamin

Franklin, al quemiró con codicia antes de arrancármelo de lamano, casicomo sime estuviera resistiendo apagarle, ymeofrecióun cochambrosocambio,quemásparecíasacadodelospapelesarrugadosdelsuelodeltaxiquedinerodeverdad.Malhumorado,bajédelcochenegándoleapropósitocualquier tipodedespedidaoagradecimiento.Paramiscuidadosmodales,probablemente aquello podía representar un desplante en toda regla; a él,presiento que no sólo no le importó, sino que, cobrada la carrera, leimportaba más bien poco lo que hiciera yo, ni lo descortés que pudieraresultar.GraciasalasprecisasdescripcionesdeHenderson,encontrésindificultad

el edificio donde se hallaba el apartamento queme había conseguido. Setratabadeunodeesosrepetitivosinmueblesdeladrillorojo,conseisosieteplantasymúltiplesventanitasadornadascon ridículosbalconesen losquenocabíanmásdedospersonas,deperfil,yencuyasfachadasserpenteabanlasescalerasde incendios,metálicase inestables.Nunca tuve lanecesidaddeemplearlas,perosospechoquenotodoslostramoshabríansidocapacesdesoportarelpesodelosvecinos.Unconserjeque,ajuzgarporsuavanzadaedad,debíaencontrarseallípor

necesidadovocación,meentrególasllavesdeunapartamentosituadoenlatercera planta, tras analizar durante varios minutos, minuciosa ydesconfiadamente, el nombre inscrito en mi pasaporte. El piso en sí mesorprendiógratamente,setratabadeunodeesostípicosqueaparecenenlasseriesdetelevisión,compuestoporunagranestanciaquehacíalasvecesderecibidor, salón, comedory cocina, todoaun tiempo,decoradoconciertaextravagancia, con las paredespintadas en tonos coloridosy chillones, unsuelodemaderavisiblemente rayadoymueblesde todo tipoyestilo,que

parecían haberse ido incorporando al lugar década tras década, dejandoimpresa la huella de tiempos mejores. Completaba mi nuevo hogar unpequeñodormitorioconunacamadegrantamañoyunbañoqueclamabaagritosunalimpieza,cuandonounacompletarenovación.Encualquiercaso,ellugarnomeresultóenabsolutodesagradableymesentícomounhombrenuevo,dispuestoadejaratráselpasadoyconstruirunanuevaexistenciaenunlugardesconocido.Desdeelprincipio.A diferencia de lo que había recreado dentro de mi cabeza en tantas

ocasionesdurantelosúltimosmeses,miestanciaenColumbianoresultótansignificativa como había esperado. Es cierto que mis estudios resultaronproductivos,ytambiénloesqueelprofesorHenderson,enhonorasuviejoamigo,nodejópasarniunasolaoportunidaddeayudarmeencuantascosasme fueron necesarias con el paso del tiempo. Tampoco sería justo el noreconocerquelaslíneasqueadornaríanmicurrículomeabrieronpuertasenelfuturo.Sinembargo,todasaquellasexperienciasacadémicasnoformanpartedel

repertorio de recuerdos que componen esa época de mi vida. Aquel ir yvenirdeclases,deseminariosydecharlas,nofueronmásquelainevitablerutinaquediocoherenciaalaverdaderahistoria.Esinnegablequeelfondoyelambienteformanpartedeesarealidad,perosonaspectossuperfluos,sinprofundidadnicalado.Nadahabríacambiadosi,enlugardeunestudiantedeposgrado,mehubieraconvertidoenpsiquiatra,oenguardiadeseguridaddelMet,oenuntrajeadodependientedeMacy’s.Cualquieradeesasvidas,o de alguna otra de las infinitas posibilidades queme habría otorgado laciudaddeNuevaYork,habríasidoparteunirrelevanteescenario.Porqueenmediodetodaaquellarealidad,enelcentrodeunmundoque

ennadasediferenciabadeldeotrostantosmillonesdeanónimosindividuos,el destino quiso que emergiera otra historia; la real, la verdadera, la queestaballamadaaagitarloscimientosdemiexistenciaunavezmás,ylaqueendefinitivaterminaríasiendolasemilladeaquelloenloquemeacabaríaconvirtiendo.Loúnicotrascendenteseríaelhechodequeaquelescenariomellevaraal

momento preciso, un 27 de diciembre, y al lugar exacto, en el mismocorazón de Manhattan, en el que mi camino chocara, violenta eirremisiblemente,coneldeLucía.

CAPÍTULO22

De la formamás absurda e inesperada, porunode esos caprichosos azaresdel destino, conocí aLucía, inmersoenunaescenasurrealistaquehabría resultadomáspropiadeunapelículabaratadesobremesa que de la vida real. He procurado, a lo largo de los años, evitar toda mención a esteepisodiodemipasado,delquecontadísimaspersonastienennoticia.Pese a las insistentes recriminaciones demimadre, e inclusodel propio

profesor Flanagan, había tomado la decisión de quedarme a pasar las dossemanasdevacacionesnavideñasenNuevaYork.Mehabíanaseguradoquela ciudad se convertía en un lugar mágico, inundado por un espírituimposibledepercibirencualquierotraépocadelaño,ydudédesi tendríanuevas oportunidades de observarlo en el futuro. De haber sabido que lamagia consistía en una desproporcionada multiplicación del número depersonasenlascalles,queseagolpabanenunamasaincontrolablefrentealoscomercios, ignorandoel fríoy las inclemenciasdel tiempo,ydehabertenidolacerteza,además,dequeaquellaconstituiríamiúltimaoportunidadde visitar a mi antiguo profesor en Edimburgo, seguramente habríaregresado y la historia de mi vida habría sido muy diferente de allí enadelante.Sinembargo,unavezmásoptéporlacuriosidadyeldesapego,yaúnhoy

mepreguntocuálhabríasidoladecisiónmáscorrecta.Amenudomerepitoque es una discusión que carece por completo de fundamento porque,después de todo, cuando uno toma una bifurcación en el camino, es casiimposible saber qué te habría esperado en el lado contrario. Trato deimaginarlocomounaalternativatranquila,undiscurrirapaciblequenomellevaría ni a las elevadas cimas ni a las profundas simas por las quetranscurriría mi futuro, pero la realidad es que jamás sabré si esa vidaparalela, producto de la imaginación, no esmás que el espejismo quemimentehacreadopararecriminarsesuspropiasdecisiones.Elcasoesque,desoyendotodaslasllamadasquereclamabanmipresencia

enelviejocontinente,preferí explorarunpocomásel lugarqueentoncesme acogía, a pesar de que no había perdido el tiempo en absoluto en losmesesprecedentes,almenosencuantoacuriosidadturísticaserefiere.En la mañana del 27 de diciembre, cuando aún no había alcanzado el

suficiente nivel de saturación motivado por las aglomeraciones humanas,me encaminé al Rockefeller Center, dispuesto a visitar aquel centro

neurálgico de las fiestas, con el imponente abeto presidiendo la enormeexplanada y la descomunal pista de patinaje atestada de centenares depersonasdeseosas,nosésidepracticaralgodeejercicio,odepoderdecirquehansidoparteactivadeesaextendidatradición.Apesardequenopuedoalardeardeserunconsumadopatinador,locierto

es que no me defiendo―ni me defendía―mal en esas lides.Me habíaenfundado lospatinesnumerosasvecesa lo largodemivida,ymesentíabastante seguro de mis propias capacidades. Sin embargo, tras pagar elalquiler del equipo me mantuve a la espera durante bastante tiempo,observandoeldenso tráficoque semovía a lo largode lapista comounagrancorrientedeagua,conunaciertasincroníaquearrastrabaalosmenosdiestrosy frenaba,para su continuadesesperación, a losmás aventajados.Dealgunamanera,yaentonces,enlafrialdaddequienobservaeldiscurrirde las cosasdesde el exterior, intuíaque aquella actividad sevolveríaporcompleto diferente en ese lugar. Sencillamente porque el número depersonas,incalculable,excedíaloquelasmásbásicasmedidasdeseguridadhabríanrecomendado.Traspasarvariosminutosadicionalescalculandoelmejormomentopara

lanzarmealinteriordelapista,aprovechéelrevuelogeneradoporunacaídamúltiple para entrar a formar parte del remolino de incautos. Procuréubicarme alejado de los laterales, en los que se agolpaban los insegurosneófitos,cuidándomealmismotiempodenoacercarmetampocoalascallesinteriores, dondeunbuennúmerode exhibicionistaspugnabanpor ser losmás rápidos o realizar lasmás arriesgadas acrobacias. La actitud de estosúltimos me resultaba, desde luego, mucho más temeraria, y en no pocasocasionesuninoportunocrucemehizodesearleamásdeunounadolorosacaída. Finalmente, como casi siempre en estos casos, las cosas nodiscurriríanexactamenteporlosderroterosquehubieradeseado.Me deslicé suavemente durante bastante tiempo por la enorme pista,

notandolagélidabrisagolpeándomelacara.Lasensaciónresultababastantemás agradable de lo que había supuesto en principio, y poco a pococomencéaganarconfianzayapreocuparmemenosporlaseguridaddemismovimientos.Esefuemiprimererror.Elsegundofueacercarmedemasiadoaunnutridogrupo,compuestopor

variosjóvenesque,ajuzgarporsushabilidades,debíanestarprestandoaúnmenosatenciónaloqueocurríaasualrededor.Sinembargo,suvelocidadmeobligabaaesforzarmeenseguirlos,ylohabíatomadocasicomounreto

personal.Cosaque,porotraparte,habríasidomejornoconseguir.Todo ocurrió en lo que me pareció una décima de segundo. Estaba

cruzandojustopordelantedelinmensoabeto,observandocómo,desdelasbarandillas de la amplia escalera, los niños miraban con fascinación alcentrodelapista,saludandoconlamanooincapacesdecontenerlasganasdeentraraformarpartedelespectáculo.Enmediodelgriteríogeneral,creíescuchar el inequívoco sonido de una cuchilla derrapando contra el hielo,apenas unos metros por delante de mi posición. De repente, el grupo demuchachos queme precedían se abrió en abanico, como una bandada depájaros o de aviones de combate rompiendo una perfecta formación. Sedesplegarona izquierdayderecha,dejandounpasillo librefrenteamí.Alfinaldeeseimprovisadocorredor,cortoyestrecho,unachica,deespaldasatoda laactividadquesedesarrollaba trasella,pugnabaporponerseenpietrasunainfortunadacaída.Desdeelprimermomentosupequefrenareraimposibleyque,sitrataba

deesquivarla,probablementeacabaríaporllevarmepordelanteacualquieradelosquelaflanqueabanporamboslados,demaneraquetoméladecisión―estúpida por otra parte― de alertarla con un grito gutural eincomprensible, carente de todo mensaje, para después cerrar los ojos yapretarlosdientes,comosielhechodeasumirelimpactofueraaminimizarsusefectos.Algoque,pordescontado,noocurrió.Enrealidad,apesardemiinstintivareaccióninicial,noperdídetalledel

choque, puesto que finalmente abrí de nuevo los ojos, justo paraencontrarme con lamirada, entre sorprendida y atemorizada, de la chica,que aún agazapada sobre el hielo, con la rodilla derecha en tierra, habíagiradolacabezaenunánguloimposible,talvezconlaesperanzadequeelrevuelogeneradoasualrededornotuvieranadaqueverconsupersona.En un último y desesperado intento, traté de girar el cuerpo hacia la

izquierda, sin excesivo éxito. Mi rodilla derecha impactó violentamentecontralacabezadelachica.Apesardequeportabaungruesogorrodelanaverde, supede inmediatoque los efectos seríanbastantevisibles.Escuchéungolpesordoy,casideformainstantánea,unaoleadadedolormesubióportodalapierna,comounlatigazo.Deresultasdelgolpe,voléporencimadesucabezaenungiroacrobáticoqueterminóconmigopegandodellenosobre el hielo y haciéndome deslizar varios metros más. A pesar de loaparatosodemicaída,resultabaclaroquelapeorpartenomehabíatocadoamí.

Desdemiposición,observécómoellacaíaaplomo, inconsciente,yconunapreocupantemancharojizaempapándolelentamenteellateralizquierdode lacabeza.Variaspersonas seacercaronhastael lugar,peroningunodeellosseatrevióareaccionarfrentealasituación,esperandolallegadadelospropiosserviciosdeemergenciadelainstalación.―Lahamatado―bromeóunimberbeadolescenteunpardemetrosami

espalda.Tras perforarle con unamirada que debía ser una indescriptible mezcla

entreodioytemor,meacerquécojeando,conlamismaclaraindecisiónquemanifestabantodoslospresentes.Bienessabidoquelasangreylafaltadereacciones físicas son los elementos indispensables para bloquear al máscomúndelosmortales,peroaunasíresultabainquietantelanegligenciadelosque rodeaban la escena, plenosde curiosidad, pero sin lamásmínimaintencióndeintervenirenlamisma.Fueron necesarias seis horas de angustiosa espera para que la chica

recuperara la presencia de ánimo. La ambulancia había tardadomenos dediezminutos en llegar y, desde allí, la condujeron a un enorme complejohospitalariojuntoalEastRiver.Pormiparte,habiendocomprobadoquemislesionesnopasaríandeuna incómodamolestiaqueseprolongaríadurantevariosdías,yembargadoporunenormesentimientodeculpabilidad,habíaseguido a la ambulancia a bordo de un taxi, al que había prácticamenteasaltado en la esquina de la Sexta Avenida. Ya en el hospital, habíaaguardadopacienteenlasaladeespera,haciéndomeacompañarúnicamentepor tres cafésde ínfimacalidadyunpardechocolatinasqueconseguí enunamáquinaexpendedora.En todo aquel tiempo, no solo no había tenido noticia alguna sobre el

estado de salud de la accidentada, sino que tampoco había hecho acto depresencia en la sala ninguna persona que se hubiera identificado comofamiliaroamigo.Comoyo,habíaidoapatinarcompletamentesola,un27dediciembre,enelRockefellerCenter,ynohabíamásremedioquecruzarlosdedosyesperaraqueellamismamerevelarasuidentidad,porqueaesterespecto, dado mi nulo parentesco con la víctima, tampoco nadie en elhospitalquisodarmemayoresdetalles.Finalmente, convencido de que solo una buena dosis de valentía y

desparpajo me sacarían de dudas, bridándome de paso la oportunidad depresentar mis más sinceras disculpas, acabé por colarme en la sala deurgencias,aprovechandoelrevuelogeneradoporlallegadadeunheridode

balaque,alparecer,habíatenidoladesgraciadaideadeperpetrarunatracoenunatiendadecomestibles,regentadaporunpuertorriqueñoalquelaideahabía resultadomenos apetecible y que había decidido zanjar la situaciónporlavíamásrápidaqueconocía.Encontréalachicatrasunacortina,tumbadaenunacamillaestrechaque

habíavividotiemposmejores, ligeramenteconmocionada,peroconsciente,alfinyalcabo.Llevabamediacabezavendada,dejandoescaparporelladoderecho lo que se adivinaba como una tupidamelena rizada, de un colorcastañoclaro.Meacerquéaellaconlentitudycarraspeédeformadiscretaparacomprobarsipodíaprestarmeatención.―Disculpa―musitéconunatimidezquellegóasorprenderme.Lachicagirólacabezaymeobservóconcuriosidadcreciente.Alcabome

di cuenta de queme había quedado callado durante un tiempodemasiadolargo,mirandoaquellosojosquenuncaolvidaría,almendradosybrillantes,queposeían talprofundidadqueeracompletamente imposiblenoperderseensuinterior.―Nomeconoces―reaccionéalfin―,mellamoNate.Ellapermanecióensilencio,esperandoalgunaexplicaciónpormiparte.―Seguramentenorecuerdesnadadeloquehapasado.Metemoquesoy

elresponsabledeesevendaje.Loschicosqueibandelantedemíseabrieronde repente y no pude hacer nada para frenar. No sabes cuánto lo siento.¿Cómoteencuentras?Cuando ya había empezado a temer que el golpe hubiera afectado a su

capacidaddialéctica,merespondióesbozando,contra todopronóstico,unaafablesonrisa:―Comosimehubierabebidotresbotellasdetequila.Aquella frase consiguió descolocarme por completo. Por un lado, me

sorprendióel sonidodesuvoz,cristalino,pero firme.Unavozquehabríapodidoescuchardando lasnoticias en laBBC,peroquealmismo tiempoeracapazdetransmitirmuchacalidez,graciasaalgúnmatizquenolograbaidentificar. Por otro lado, el sentido del humor parecía surgir de formaespontáneaynatural,sinningúnatisbodesarcasmooacusación,loquemeagradódemaneraespecial.Rematando todo aquello, su inglés, aunque correcto, no era su lengua

materna.Lossonidosestabanenexcesomarcados,convocalesdemasiadoabiertasyalargadas,loqueresultabaindiscutiblementeexótico.―Me lo imagino―ensayé una ligera sonrisa―. ¿Qué te han dicho los

médicos?Heintentadopreguntar,peronisiquierasabíatunombre…―Algoasícomoquetengounafuertecontusión,peroquelaspruebasno

revelan ninguna lesión interna. Creo que tengo que quedarme enobservaciónestanoche,perosobreviviré,siesloquetepreocupa.Penséquehabíaeludidodeformavoluntariamipreguntaimplícitasobre

su identidad. Me sorprendió que, a pesar de lo reciente de su golpe,pareciera perfectamente lúcida, y trataba de evaluar si yo merecía laconfianzasuficientecomoparadarmemásinformación.―¿Quéhoraes?―preguntóderepente.―Lasochoydiez―consultédistraídamentemireloj,sinpercatarmedela

intencionalidaddesupregunta―.Hasestadoinconscientevariashoras.―Losé.¿Túhasestadoaquítodoestetiempo?―Sí,aunquehetenidoquecolarmeparaentraraverte.―¿Porqué?―¿Queporquémehecolado?Porquenadiequería…―No,¿porquéhasesperadotantashoras?Había sido capaz de darle la vuelta a la situación, y de este modo

proseguía, con lógica desconfianza, indagando en mis motivaciones paraestarallí.Decidísincerarme.―Al principio porque estaba muy preocupado. Temía poder haberte

causado algún daño importante y me sentía terriblemente culpable ―lerespondíabriendolaspalmasdelasmanoshaciaarriba.―¿Yluego?―Luegopasaronunpardehorasyempezóaresultarmeextrañoquenadie

vinieraalhospitalpreguntandoporti.Algún familiar, algún amigo. Los de la entrada seguían sin tener la másmínimaintencióndedecirmequiénerasyquétepasaba,peronopodíairmesinsaberqueestabasbien.Mirespuestaparecióapaciguarlaporelmomento.Observé,noexentode

orgullo, que la situación la conmovía de alguna manera, como si letransmitiera una cierta alegría, que en cualquier caso, se esforzaba porocultar. De cuantas cosas podrían haberme llamado la atención en aquelprimercontacto,fuesuprudencia,sucelosacautela,laquemásmeimpactó.Porque en un momento en el que podría haber sentido una enormevulnerabilidad,secuidabadeformaespecialdenodejarsalirmásdeloquedeseaba, demostrando un control absoluto sobre sus emociones. Sucapacidad,endefinitiva,meresultabaadmirableyextrañaauntiempo,yno

podía evitar que la curiosidad me atrajera de forma irremediable,haciéndome pensar que, en condiciones normales, su magnetismo debíaalcanzarcotasdesconocidasparamí.―Unavezmás,sientoelaccidente―volvíaexcusarme,probandosuerte

paraversienestaocasiónrecibíaunarespuestamáspositiva.―No es tu culpa, supongo ―reflexionó―. Había demasiada gente, y

encontrarte de repente a alguien tirado por el suelo no debe de ayudardemasiadoamantenerseenpie,¿noteparece?Asentícomplacidoanteelreplieguedesuhostilidadinicial,pensandoque

ensusituaciónyohabríareaccionadoconmayoragresividad.―Laverdadesquenohabíapatinadomásqueunascuantasvecesenmi

vida y me había pasado media mañana arrastrándome por el suelo―prosiguió―. Imagino que casi fue una suerte que no provocara unincidentemásgrave.―Decualquiermanera, lomenosquepuedohaceresacompañartehasta

quepuedasvolveracasa,¿nocrees?Memiróenarcandolacejaderecha,comosidenuevotrataradeevaluarel

objeto de mi propuesta. Reconozco que tal solicitud, en un desconocido,puede llegar a resultar sospechosa, pero en mi descargo diré que en elofrecimiento no mediaba ninguna intención oculta. Sencillamente meencontrabamovidoporunaespeciedeinstintodeprotección,originado,contoda seguridad, por ese sentimiento de culpabilidad del que difícilmenteseríacapazdedesprendermesinrealizaralgúnsacrificio.―Sinotienesinconveniente,claro―rectifiquépararestarimportanciaal

asunto.―Noeseso,noteofendas.Esquemeresultaextrañoquenoteimporte

pasar la noche en este sitio, velando por la recuperación de una perfectadesconocida.¿Estássegurodequeesloquequieres?―¿Por qué no? ―me encogí de hombros distraídamente, tratando de

colaborar en la relajación de un ambiente, que por extraño resultabatenso―.Laverdadesquetampocotengonadamejorquehacer.―Teagradezcoelgesto,peronoesnecesario.Yavesqueestoybien;has

cumplidodesobra.―No esmolestia―concluí la discusión―. ¿Tienes sed? Iré a buscarte

algodebeber,simedejan.―Gracias.Mientrasme acercaba de nuevo a lamáquina expendedora, en busca de

unabotelladeagua,seguíadándolevueltasalsurrealismodelasituación.Aesas alturas era consciente de que ella tenía razón: se encontrabarazonablementeestableyeraperfectamentecapazdecuidarsesola.Peroesoeralodemenos.Aquellaenigmáticamuchachaposeíaunafuerzadiferente,algunacualidadindefiniblequehacíaquelaideadepasarlanochejuntoaesa camilla vieja del hospital, lejos de resultarmegravosa, seme antojaracasideseable.Por otro lado, seguía llamándome la atención el hecho de que hubieran

pasado tantas horas sin que ningún conocido se personara para hacersecargodelasituación.Eraevidentequelachicaeraextranjera,locualpodíaexplicar en parte que no conociera a demasiada gente en la ciudad.Reflexionandosobreesteextremo,lleguéalaconclusióndequemipropiocaso tampoco habría sido diferente. Me imaginé tendido en la mismacamilla,tratandodediscernirquiénpodríaejercerdecompañeroenmicaso,yelresultadofuealgodesalentador.Abuenseguro,elprofesorHendersonhabríasidoelprimero,acasoelúnico,enpreocuparsepormiestado,puestoqueenaquellostresmesesescasosmicapacidaddesocializaciónnohabíadado excesivos frutos entre la gente de Columbia, que solía ser muyindependiente,oprovenirdegruposcerrados, conformadosmucho tiempoatrás.Enese instante,conlabotellaenfriándomelamanoderechayviéndome

reflejadoenelcristaldelamáquina,sentíunaespeciedeconexiónadicionalconella,quien,comoyo,parecíasumergidaenunmundoqueleeraajeno,que semovíaaunavelocidaddistintaa la suya, amenazandosiemprecondejarla atrás en sumovimiento. Comprendí que no tenía otra opción queacompañarlayconvertirmeenaquelloqueparecíano tener.Depaso, a lomejor,yoconseguiría tambiénalgoparecido.Inclusolagentesolitaria,medije,necesitaaalguiendevezencuando.Regresé junto a la camilla con todo el sigilo que me fue posible,

sospechando que aún podía ganarme una reprimenda, y la consecuenteexpulsión del centro, si alguien descubría que estaba allí sin autorizaciónalguna.Tuvelasensacióndequemeestabaesperando,comositemieraquelodelaguanohubierasidomásqueunavulgarexcusaparasalirhuyendo,conlaintencióndenovolveraaparecer.Percibíalivioensumiradacuandoletendílabotella,yconfiesoquedisfrutéconlasensación.―Gracias―dijodébilmente,ynosupesisereferíaalabebidaoalhecho

dequenohubieraoptadoporabandonarlaasusuerte.

―Séque no es asuntomío, pero, ¿no quieres que llame a nadie?―meatrevíapreguntarle―.Almenosparacuandosalgasdelhospital.―No conozco a nadie en Nueva York ―bajó la vista, levemente

avergonzada,yamododeexcusaañadió―:Llevoaquípocotiempo.―¿Estássola?―lapreguntafuetalvezdemasiadodirecta,peromesurgió

espontánea,sinpararmeapensarensusconnotaciones.―Ahorayano―dijo,ysusonrisafuesinceraporprimeravezdesdeque

laconociera―.Porcierto,mellamoLucía.

CAPÍTULO23

Existen personas que quedan unidas por una simple cuestión de atracción; otras que compartensueñosyaficiones,quesiguencaminoscondenadosacruzarseporquesusexistencias,porseparado,buscanlosmismosobjetivos;lashay,porúltimo,queseencuentranenmomentosenlasqueelmundoasualrededorlesexigelaconvencióndelacompañía.Lucíayyo,comopartedeesteúltimogrupo,estábamos,víctimasdeunretorcidoyparadójicocapricho,unidosporlasoledad.La soledad era, de hecho, nuestra seña de identidad en una ciudad tan

vertiginosa y llena de vida como anónima e impersonal. La soledad noshabíahechoparecercomounamanchasobreunasábanablanca,entretantasytantaspersonasque,enaquellasfechas,sedejabanllenarporlacompañíadelossuyos,permitiéndose,almenosduranteunosdías,escondersedesusmiseriasbajounamáscaradefelicidad.Lasoledad,endefinitiva,noshabíaconducido, en una fríamañana de diciembre, al lugarmás concurrido delplaneta,dondelacompañíaeraobligadayelbulliciocolapsabalossentidosconstatando que, a pesar de que pareciera imposible, podías pasarinadvertidoentretantoscentenaresdepersonas.Seguramente,comonosotros,otrasmuchasalmassolitariasseencontraban

allíaqueldía,refugiándosedelsilenciodelasparedesdesuscasas.Perodeentre todos ellos, nosotros éramos los que habíamos ido a chocar, de laforma más literal posible, y aquello había acabado por darnos motivossuficientescomoparatenerlaimpagableeinfravaloradaoportunidaddelacompañía.Lashorasquepasamosenelfríohospital,ylassiguientesenelexterior,

sirvieron para hacernos descubrir que, fuera de aquel incidente, nuestrosmundos estaban completamente vacíos de aquellos intangibles que amenudosedestinanallenarlos.Yasí,talvezimpulsadosporelmiedo,oporeseinstintonaturalquellevaalagrupamientoacasicualquierespecie,naciónuestrarelación.Sinromanticismosniexcesos,deunaformaprácticaque,afortunadamente,ningunodelosdospodríaecharseencaraenelfuturo.Lucíahabíapasadoal finaldosdíasenobservación.Asu lado,yohabía

permanecidotodoeltiempovelandosudescansoysurecuperación,pormásqueellainsistió,primeroconvehemencia,yluegoconcrecientetimidez,enquememarchara.De lamisma forma, loque enprincipiohabía sidounapresencia autoimpuesta por el sentimiento de culpabilidad, se habíaterminado convirtiendo en algo que deseaba. Para cuando al cabo los

médicos la liberaron de su obligado reposo, ambos sabíamos cuál era elcamino que habíamos emprendido; posteriormente, mi empeño en seguiracompañándola hasta su total reposición no resultaría más que unaestrategia, tácitamente aceptadapor ella, paramantenermea su ladohastaqueocurrieraloqueambossabíamosquepasaría.Para mí, aquella era la primera relación que transgredía los límites del

anonimatode unpar de días.Lucía se convertía en el primer ser humanoconelqueconvivíadeunaformaquepudieracatalogarsedevoluntaria.Poreso, representaba un reto nuevo, una realidad que me atemorizaba y mellenaba de curiosidad a partes iguales. Finalmente, en esa lucha desensaciones encontradas, fue la segunda laque se impusodemaneramuynotoria, puesto que ―como ya había empezado a intuir desde nuestraprimeraconversación―ellaposeíaunmagnetismoespecial.Lucíaeraenigmática,misteriosa,unacajaqueconteníainfinidaddesobres

cerrados,dehistoriasocultasydesecretosqueparecíanrequerirvariasvidaspara ser desentrañados. Por contra, en otras ocasiones su comportamientoeraabierto,dulceycariñoso,yaquellaalternanciaderealidadesseconvirtióen una espiral irresistible parami inexperto corazón. Cada nueva historiaqueconocíadeellasedesgranabadandolugaraincógnitasadicionales,detal manera que llegué a pensar que me dosificaba la información concuentagotasparamantenersiempreintactomiinteréshaciasupersona.Algoque,porotraparte,erainnecesario,porquealaspocassemanasdenuestroencontronazoyameencontrabaenganchadoaellayconvencidodequeunasuertedeindescifrabledestinolahabíapuestoenmediodelmío,comounaseñalqueeraimposibledeignorar.En cualquier caso, de alguna forma llegué a recomponer parte de su

pasadoabasedefragmentosinconexosyensumayorpartecarentesdetodavaloraciónsubjetivaporpartedesuprotagonista.Aquelmundonoerasinoun conjunto de relatos que, con toda frialdad, hablaban de personas queparecían ajenas a ella. Siempre supuse que con aquella actitud, Lucía selimitabaaproteger sumemoriadealgúnacontecimientodelpasado,de lamismamanera que yo me esmeraba en mantener la historia de mi padreoculta bajo una impersonal mención a su fallecimiento, con la que meresultabasencilloeludirel tema.Despuésdetodo,eranpocaslaspersonasqueseatrevíanaseguirpreguntandodespuésdeconocerelfataldesenlace.Además, jugaba en mi favor el hecho de que casi todos atribuían mimutismosobreeltemaaunrecuerdodeafectadatristeza,locualresultaba

muchomáscoherentequelaverdaderamotivacióndemisreaccionesanteelasunto.Lucía era española. Su nacionalidad, que obviamente fue una de las

primerascosasquedescubrídeella,resultóunacompletasorpresaparamí,quemehallabaconvencidodequeenaquellaslatitudestodoelmundoeraprototípicamente moreno y de tez oscura. Aquella reflexión le resultócómica,ymeaseguróqueenEspañahabíanumerosaspersonasconelpelorubio, como ella.Desde luego no logró convencerme con ese argumento,puesto que el cabello de Lucía distaba enormemente de lo que yoconsiderabacomorubio,perotanconvencidaaparecíaquepreferíomitirmiopiniónalrespecto.EnelfuturodescubriríaquelapercepcióndelcolordelpeloresultabamuchomásabiertaenelsurdeEuropaqueenellugardelqueyoprocedía.Eralamayordecuatrohermanos,ytambiénconmigosecomportabacomo

tal enmuchas ocasiones, quizá no sólo por la costumbre, sino porque erasieteañosmayorqueyoyeso lehacía sentirque tenía infinidaddecosasqueenseñarme,pormásquemeesforzaraendemostrarunamadurezquetalvez no poseía en realidad. De cualquier modo, mi resistencia a suproteccionismonodejabadeserpartedeunaaparienciaquemeesforzabaen mostrar; en realidad, aquella sensación de percibir una sincerapreocupación por mi persona era nueva y reconfortante, apartado comoestabadelosafectosdelafamiliaylasamistades.Procedía de una larga saga de hosteleros que habían regentado un

restaurantedurantegeneracionesenunalocalidadturísticadelsurdelpaís.Nunca llegué a descubrir cuál era; sus descripciones eran tan vagas eimprecisas, quepormás esfuerzosquehe realizadoposteriormente, nohelogrado identificar de qué lugar hablaba. Era un detalle al que noproporcionaba importancia alguna, porque―afirmaba muy rotunda― notenía lamásmínima intención de volver allí.Como cualquier otra tajantepromesasurgidadeunirracionalorgullo,supongoquenolacumpliría.Únicamentemecontóque,alcumplirlosdieciocho,semarchódesulugar

de origen, desvinculándose por completo del negocio familiar, y porextensión de sus padres y hermanos, a los que no había vuelto a ver.Noparecía arrastrar excesivo pesar por este hecho, pero su desarraigo no seencontrabamuy lejosdelqueyomismohabíapodidoexperimentaren losúltimostiempos,porloquenoencontréjustojuzgarloacertadoonodesudecisión.

Luego había recalado en Madrid, un lugar que también me eradesconocido en aquel momento, y sobre el que me regaló intensas yapasionadasdescripciones.Enunprincipioasumíqueelentusiasmoporlaciudad escondía aquella imagen que se había generado a través de sussueñosdejuventud.AlgoparecidoalomíoconlaciudaddeNuevaYorkyque, por desgracia, se había idodesmoronando lentamente con el pasodelos meses. A sus ojos,Madrid aparecía casi como un ser vivo, como unmundoespecialyenconstantemovimiento,una tierraprometida tan llenadeoportunidadesqueeraimposibleabstraersedelaprofundaatracciónquelegeneraba.En efecto, también en estome sentía identificado. Ella, como yo, había

puesto gran parte de sus esperanzas en el hecho de buscar su sitio en unlugar grande y anónimo, en un entorno en el que ―como en una tablarasa― todo el futuro estabapor escribir. Si lo logróo no, es algoquenollegaríaaaclararme,peropersonalmente lodudo.Lapruebaesqueestabaallí, a miles de kilómetros de distancia, sin familiares, sin amigos, yencomendandopartedesuvidaaunperfectodesconocido.Sinduda, todoapuntabaaque, comoenmicaso, la tierraprometidahabía resultadomáshostilde loesperado,yaqueprobabasuerteenelsiguienteescalóndesulistadelugaresalosquehuir.Aquel último salto, aunque reciente, era el mayor de los enigmas

asociados a Lucía. Se lo pregunté una tarde, cuando paseando porBroadway, comenzóahablarmede laGranVíamadrileña, quepese a sermuchomenossugerenteparalossentidos,ellaasegurabaqueposeíamuchomásencanto,muchamáshistoriaymuchamáspersonalidadquetodoaquelbombardeodeneonesycartelespublicitariosquejalonabanlasfachadasdela imponente avenida que cortaba en diagonal la perfecta cuadrícula deManhattan.―No te ofendas―comencé con la disculpa, puesto queya conocía sus

fuertesarrebatos,productodeuncarácterindómito―,perohayunacosadetiquenoentiendo.―Dimecuál.En esta ocasión se tomó con buen humor mi comentario y esbozó una

sonrisafranca.―MeresultadesconcertantelaformaenquehablasdeMadrid.―¿Porqué?―Puesporquealescuchartecualquierapensaríaquesetratadellugarmás

fascinante del planeta―expliqué―. Eso me hace preguntarme qué estáshaciendoaquí.―Conocerte a ti ―respondió con gesto burlón y golpeándome

suavementeconuncodoenelcostadoizquierdo―,¿teparecepoco?―Hablo en serio ―me detuve sosteniéndola firmemente por un

hombro―,¿porquétefuiste?―Que un lugar sea mágico no significa que todo lo que hay allí sea

bueno,¿noteparece?―Sinduda,peromepreguntoquépuedesertanmalocomoparahacerte

abandonarunlugarquetegustatanto.¿Dequéintentabasescapar?―Haycosasqueesmejorolvidar,Nate,peronopiensesnada raro, solo

queríacambiardeaires―merespondiócondespreocupación.Perodetrásdeaquelcomentariodistraídoseescondíaunamiradaglacial

que la transportaba muy lejos de allí, donde ni el atractivo fulgor deBroadway, ni lo que era peor, yo mismo, podíamos hacer nada porrescatarla.Recuerdo mi estancia en la ciudad de Nueva York como la época más

reseñable y feliz de toda mi―por otra parte aburrida― existencia. Paraalguien como yo, que había puesto todos sus esfuerzos y desvelos endestacar en los aspectos más académicos y profesionales, el cambio deprioridadesfueradical.DesdeelmomentoenqueLucíasemecruzóenelcamino―algo con lo que solíamos bromear una vez quedó claro que elchoque no había tenido mayores consecuencias―, me volquécompletamenteenella.Ennosotros.Comocontrapartida,micapacidaddeatenciónatodoloquenofueranuestrarelaciónquedóreducidaalamínimaexpresión.Comencéa faltaramisclasesenelmásterconpreocupanteasiduidad,e

inclusolleguéarecibiralgunapaternaladvertenciaporpartedemimentor,que trataba demotivarme apelando al modo, poco ortodoxo, a través delcual había logradomi plaza en aquel difícil curso.Lejos de atender a susreclamaciones,memantuveabstraídodurantelosmesessiguientes,yacabésiendo expulsado de la universidad por el motivo más absurdo. Olvidépersonarmeenlatrascendentalreuniónenlaquecadaunodelosestudianteseraasignadoaunaimportanteempresaparalarealizacióndesusprácticas,yaquello me proporcionó el boleto de salida, que mis profesores habríandeseadodarmemuchoantes.

No le di mayor importancia. Para entonces mi único pesar habría sidohaberlefalladoalprofesorFlanagan,quetantosesfuerzoshabíadedicadoamicarrera,arrojadaporlabordaporculpademiencaprichamiento,perolocierto es que Flanagan ya había sufrido el fatal accidente que se llevó suvida, por lo que al menos me quedó el cínico consuelo de no haberpermitido que mi antiguo profesor me viera desperdiciar la que estaballamada a ser gran oportunidad demi vida profesional. Seguramente, alládondeesté,nomelohabráperdonado,peroenaquelmomentomeconvinosersuperficial.Tal vez, desde un punto de vista práctico, aquello fue una soberana

estupidez por mi parte, pero en honor a la verdad, aún hoy no sabríarespondera lapreguntadesicometíonounerror.Únicamentesentíaqueestabaposponiendomisoportunidadesenposdedarleotradimensiónamividapersonal.Ylociertoesquemereforzabaelhechodedarmecuentadeque esa actitudme conducía a un bienestar que superaba con creces todasatisfacciónquehubieralogradoalolargodemipasado.Decía, pues, que aquel fue un tiempo tan intenso comogratificante. Sin

duda, laquímicade lamenteesunmisterio insondable.Bastaunpequeñoestímulo, un detalle, para que el cerebro sea capaz de convertir unaexistenciacarentedemotivaciones,pesimistayretraída,enunaexplosióndejúbilo incontenible. Y el límite se encuentra en esa delgada línea que secruza con esos enamoramientos propios de la inmadurez, en los que lassensacionesestántanprofundamentemagnificadas,quesehacedemasiadocomplicadodiscernirlorealdeloimaginarioyloobjetivodelosubjetivo.Así de sencillo resulta voltear el estado de ánimo de las personas; así denecioeselserhumano,tancapaz―porsuerteopordesgracia―deolvidarelpasadoparavivirelpresente.ElidílicotriánguloqueLucíayyoformamosconlaGranManzanaduró

algomásdesietemeses.Untiempoquededicamosamalgastarmigenerosaherenciaenunavidacompletamentededicadaalocioya laexhibicióndenuestrareciénestrenadafelicidad.Conelpasodelassemanas,sinembargo,comencé a notar queLucía hablaba con creciente frecuencia deEspaña yqueinsistía,conveladasalusiones,enenseñarmesuidiomanatal,pormásquenuestracomunicaciónen inglésnuncahubieraresultadounadificultadparaella.Todasmissospechascobraronsentidolamañanaposterioralafestividad

del4dejulio,comosiLucíahubieramedidolostiemposenunaestrategia

perfectamenteorquestada.Trasunalarguísimanoche,enlaquerecorrimosgranparte de los locales demodade la ciudad, dilapidandouna auténticafortuna en alcohol y fingiéndonos imbuidos por un orgullo nacional queninguno de los dos ―por descontado― sentíamos, me levanté con unamonumental resaca.Aún con el cerebro abotargado por la somnolencia ycon un intenso zumbido resonando en el indefinido espacio entre ambosoídos,medirigíalsalóndemiapartamento,atraídoporelruidodelavajillaentrechocandoyporundeliciosoaromaacaféreciénhecho.Apoyadasobrelabarradelacocina,conelrostrorelajado,radiante,yla

larguísimamelena, húmeda, cayéndole por encima del hombro izquierdo,me miraba con intensidad. Apenas una sonrisa se perfilaba en su rostrolimpioyterso.Lapreguntallegócuando,olvidándomedetodomimalestarfísico, me acercaba a ella preguntándome por los motivos que habríaencontrado para malgastar su vida con alguien como yo. Fue certera,incisiva, falsamente natural, de esas que parecen casuales, pero que nosirvensinoparaencenderlasalarmasencualquierambientedetranquilidad.―Nate―meperforóconunamiradaque,aunllenadecariño,escondía,

sinduda,segundasintenciones―,¿túechasdemenosEscocia?―No, laverdadesqueno―desvié eldisparoconcontundencia, con la

ingenuaesperanzadequeaquellodesmontarasuargumentación.Memirócomosisupieraqueestabamintiendo,recriminándomelafaltade

sensibilidad hacia mis orígenes. Lo entendía, puesto que, por más quehubieracontestadosinceramente,tambiénsabíaquemehabíaapresuradoacontestarparanoprofundizarenel tema.Noobstante, tratédesuavizarelefectodemispalabras.―Quierodecirqueaquíyahoratengotodoloquenecesito.Nohaynada

queecharenfalta―probésuertematizandomispalabras.―¿Nisiquieraatumadre?Leconcedílarazón,asintiendoensilencio.Hacíavariassemanasqueno

hablabaconellayni siquierahabía reparadoensi suausenciasignificabaalgo importante para mí. De alguna manera, me bastaba con saber queestababien.Mehabíadejadoabsorberdetalmaneraporotrosasuntos,queapenasrecordabalaúltimavezquehabíasentidolanecesidaddeverla.Derepente,unapunzadade remordimientosme inundó,al tiempoquenotabasurgirun irracionalrencorhaciaLucía,quehabíaconseguidodespertarmiculpabilidadconunsimplecomentario.Prontomedaría cuenta, sin embargo, deque sus intencionesno estaban

dirigidas a remover el interior de mis sentimientos; antes bien, estabapreparando el camino para sacar a la luz su verdadero objetivo. Lo dijoapenasunosminutosdespués,cuandoyahabíabajadolaguardia,denuevoempleando aquel tono casual y despreocupado, que en su caso resultabamucho más revelador y peligroso que cualquier otro, mientras ahuecabadistraídamenteunodeloscojinesdelsofá.―Necesitovolver―dijo,sinmás.―¿Volveradónde?―sencillamenteintentabaganartiempoparapensaren

las implicaciones de aquella petición, a través de una patética estrategiaconsistenteenhacermeelingenuo.―Tío, lo sabes perfectamente―seme encaró en español, como en un

acto reflejo, consciente de que yo aún no era capaz de entendermás quepalabras sueltas―. Necesito volver a casa, a España. Necesito saber quepuedohacerloyquepuedoenfrentarmeatodoloquedejéallí.―¿Te refieres a tu familia? ―pregunté, pensando que únicamente se

sentíaculpableporhaberlesdejadoenlaestacadasindarmásexplicaciones.―Supongo.Por sumirada, una vezmás, supe quementía, y que debía haber otros

fantasmasalosqueenfrentarsedetrásdesuarrebatoderepentinavalentía.―Entenderásquemesorprenda.Despuésdetodo,nuncahabíasdichoque

quisierasvolver.―Yasabesquenomegustahablardeltema―seexcusó,unavezvencido

su primer impulso―, pero es algo que tengo que hacer. No podré seguiradelantepreguntándomesilohabríaconseguido.Además,aquítampocohaytantasoportunidadescomopensaba.Míranos―abriólosbrazosdisplicente,abarcandounvacíoinmensoquerepresentabanuestracarenciadetodolujo.Reconocí que no le faltaba razón en su último argumento. La vida en

NuevaYorknoestabaresultandoprecisamenteuncaminoderosas.Amboshabíamos saltado de un empleo a otro sin excesivas esperanzas, y nohabíamos durado más de cinco semanas en ninguno de ellos. Hasta elmomento,misrentasmepermitíansubsistirconciertadignidad,enunniveldevidaqueseencontrabaporencimademisposibilidadesreales,yyahabíaempezado a preguntarme durante cuánto tiempo conseguiría hacersosteniblelasituación.Sopeséduranteunsegundomisopcionesylleguéalaconclusióndeque,

puestosairaunlugardesconocido,almenosenEspañaestaríaconella,yesobastabaparahacermesentirseguro,apesardequelasombradelpasado

deLucía, indefinida e incierta, seguía planeando sobremi cabeza sin quefueracapazdediscernirsusimplicaciones.Adecirverdad,mismotivosparaestarenunouotrolugareranigualdebuenos,odemalos.―Entoncesestásdecididaamarcharte.¿Yquépasaconmigo?Nisiquiera

conozcoelidioma.Le pregunté sobre mí, únicamente esperando algún gesto de buena

disposición por su parte, alguna frase que me revelara si realmente menecesitabade lamismamaneraqueyoa ella.Pormásque supieraque laindependenciadesucarácternolahacíamuydadaaesetipodeartificialescomplacencias, en algún oscuro rincón de mi interior aún conservaba laesperanzaderecibiralgúnrefuerzodevezencuando.Surespuesta,porelcontrario,nopudosermásfría.―Seguroquetelasarreglasbien―meanimóantesdelgolpe,decididoy

cargadodeseguridad―.Estoydispuestaaseguiradelante.Contigo,osinti.

CAPÍTULO24

Conmigo,osinmí.Suspalabrashabíansonadocomoungolpeenlabocadelestómago,unimpactocapazdecortarlarespiración,delosquenopermitenningunareacción,talvezmásporlasorpresaqueporsuviolencia.Aunsiendoconscientedequeprobablementeterminaríaporformarpartedemiinterminable lista de equivocaciones, en aquelmomento solo existía una opción posible: conmigo;conella.Llegamos aMadrid a finales de septiembre. En tan sólo un año, aquel

castillo de naipes queme había creado en torno al sueño americano, quehablaba de una meteórica carrera profesional, se había desmoronado porcompleto.Enrealidad,yotratabaportodoslosmediosdenopensareneseextremo y de observar la situación bajo la perspectiva de la compañía deLucía, a la queme aferraba con absoluta ferocidad, tratando de obviar elhechodequeellasemostraramuchomásemocionadaporvolverasulugardeorigenqueporhacerloamilado.Habríasidofácilparacualquierapensarquelahabíaseguidocegadopor

suinfluencia,yqueenrealidadnomedabacuentadequenoerasinopartedelequipajequesetraíadesuperiploporelextranjero,unrecuerdoexóticodel que podría seguir haciendo uso hasta que el regreso a la rutinaevidenciarami incuestionable inutilidad.Enel fondoeraconscientedemiposición,peroamisescasosveinticuatroaños,laideaderecomponertodaunavidasinsupresenciasemehacíainsoportable.Además,pormuchoquesupiera que no nos encontrábamos en elmismo punto de la relación,missentimientoserancompletamentereales,vívidosysinceros.Lucíaeracomounacatarsisdemiexistencia,comounacorrientemarina

contralaquenosepuedeluchar.Seríaunanecedadpormipartenegarquelaquería.Quizáshastaelpuntodenoimportarmecruzaraquelabismosobrelacuerda floja; laqueríacon laseguridaddequienpiensaquenihubo,nihay, ni habrá, nada comparable ni parecido. Y, de alguna manera, esasensaciónnocambiónunca. Incluso talvezdeuna formamenospasional,más amortiguada y ensombrecida por el veneno del tiempo, así hapermanecidohasta elpresente.Nocreo,dehecho,que la sensaciónacabeporvolatilizarseenloquemequededevida.En principio nos establecimos en una diminuta buhardilla próxima a la

PlazadeAntónMartín,queunantiguoconocidodeLucíanosconsiguióaunprecioque,deprimerasmeparecióridículo,acostumbradocomoestabaa

losalquileresenManhattan,peroqueprontodescubriríaquenopasabadeserrazonable.Elambientedeaquellugarmedevolvióalarealidaddelviejocontinente, tan alejado de la espectacular opulencia de las infinitas yasépticasavenidasneoyorkinas.Salvandolasdistancias―decíaaLucía―,se asemejaba un poco al estilo, entre encantador y decadente, que en sumomentomehabíaatraídodemiresidenciadeuniversitarioenEdimburgo.Ella aguantó estoicamentemis comentarios al respecto durante un par desemanas,antesderecordarmequenotardaríaendarmecuentadeque,alahora de crear ambiente, los bárbaros del norte no sabíamos ni la décimapartedeloquesabíanporallí.Consusmatices,acabaríapordarleunarazóna medias, no porque lograra convencerme, sino porque sabía que jamáspodríadefendermisargumentosconelejemploqueobtendríaarrastrándolahastalarecónditaEscocia.Encualquiercaso,comoaella, laciudaddeMadridmefueabsorbiendo

poco a poco. Ella se desenvolvía con absoluta soltura por todas aquellascallejuelas intrincadas del centro, y ambos habíamos desarrollado unahabilidadespecialparaunasubsistenciabasadaenlaescasezderecursosyunaimaginacióndesbordante,poreseorden.Apesardelaprecariedaddelasituación,mesentíacompletamenterealizado.Pocas semanas después de nuestra llegada, me descubrí capaz de

comenzaracomunicarmeverbalmentecon relativa independencia.Realicéimportantesesfuerzosenmilabordeaprendizajedelidioma,ylaaperturaybuenadisposicióndelagentehizoelresto.Vivíaunanuevaetapa,diferente,unpuntobohemiayllenadenovedades.YlavivíaconLucía,quelamayorparte del tiempo semostraba radiante por haber vuelto al lugar en el queasegurabaencontrarsemásadaptada.Frutodeestafelicidad,nuestrarelaciónrecuperólafluidezdelosprimeros

meses,hastaelpuntodequellegóelmomentoenqueempecéadejaratráslasdudasquemehabíasuscitadolarepentinadecisióndeLucíadevolveraEspaña,comosiyonoexistieradentrodesusplanesdefuturo.Asumíqueaquellonohabíasidomásquelapresiónpasajeraejercidaporunanecesidadde autoafirmación por su parte, y que realmente yo formaba parte de esepequeñocírculodecosasque todoserhumanonecesitaparahacerencajarlas piezas de su complicado universo. Me reconfortaba pensar en micontribución a su felicidad, por mucho que eso no fuera más que unaconjeturaqueellanomehabíaconfirmadoexplícitamente.Hubo unmomento en que incluso consideré posible que aquella barrera

que Lucía había decidido interponer entre su pasado y mi conocimiento,acabaríaporderrumbarse.Con la infinitapacienciadeunbuen jugadordeajedrez,busquélaoportunidaddevolverasacararelucireltema,esperandouna respuesta positiva por su parte. Tras no pocas semanas de ensayos yrecreaciones de una posible conversación, la ocasión se me presentó,inopinadamente,unalluviosatardedefebrero.El aguacero nos había sorprendido en uno de los largos paseos que

acostumbrábamos adar por las tardes, con el únicoobjetivodeperdernosentre la historia y el ambiente de la capital española. Caminábamosapresuradamente,calleLuchanaabajo,conscientesdeloinútilqueresultabala premura de nuestros pasos, que no evitarían que nos empapáramos encuestióndepocosminutos,riéndonosacausadelcómicoresbalónquehabíasufrido un desafortunado viandante, que con toda dignidad se habíalevantado mirando al suelo, como culpando al pavimento de su falta decuidado.Justoantesdellegaralabocadelmetro,Lucía,quehabíatomadoapenas

dosotresmetrosdeventaja,sefrenóensecojuntoaunportalpróximoalaesquina.Setratabadeunodetantosedificiosdeporteeleganteydistinguidoqueadornabanelbarrio,conlaaltísimapuertaenmaderaderoble,llenadeplacasdoradas,ylafachadapulcramentepintadadecoloramarillento,comoeldelaarenadeplaya.Ungrannúmerocuatro,talladoenpiedra,presidíaelzaguán.Derrapéconelpiederechopara tratardedetenermicarrera juntoaella,

que permanecía como una estatua, completamente petrificada, observandoaquellalujosaportada,comomeditandosidebíaentrarenaquellugar―talvez,medije―a resguardarsede la lluvia.Descartécaside inmediatoesaopción, puesto que las escaleras del subterráneo se abrían apenas a unadecenademetrosdenuestraposición,yporloincomprensiblequeresultabasuinmovilidadfrenteatantasopcionesdecobijo.―¿Quépasa?¿Porquéteparas?Se mantuvo impertérrita, observando con fijación la entrada e

ignorándome, como si mi presencia fuera parte de un paisaje urbanosuperfluoycarentedetodointerés.―Lucía,¿estásbien?Entonces, sin responder ami pregunta, como si sencillamente estuviera

hablándosea símisma,musitóconunhilodevoz loúltimoqueesperabaescuchar, y lo que, por otra parte, pensé que me daría la perfecta

oportunidaddeconoceralgomássobreella.―Estaeramicasa...―¿Tucasa?¿Túvivíasaquí?En un primer momento, mi comentario fue de sorpresa. Aquel

emplazamientonoencajabaenabsolutoconloqueeradeesperardeella.Lahistoria de la chica que había salido precipitadamente de la casa de suspadres,sinmásrecursosquesusganasdehacersupropiavida,noparecíaguardarningunarelaciónlógicaconelhechodehabervividoenunodelosbarriosmásdistinguidosdelacapital,enunedificioque,aunqueignorabacómoerapordentro,a juzgarporelexterior,conseguridadseencontraríalejosdeseruntuguriocomoelqueenaquellaépocanosacogíaaambos.Al cabo de un par de larguísimos minutos ―que transcurrieron en un

sepulcralsilencioquenomeatrevíaromper―,Lucíameagarróytiródemíhacia las escaleras que daban acceso al suburbano. Por sumejilla corríanvariasgotas,yeraimposibledeterminarsisetratabadelluviaodelágrimas.Encualquiercaso,ensuimagentraslucíatodounfondodevulnerabilidad,comosi lavisiónde suantiguohogarhubiera sidounhecho traumáticoeinesperado. Aquello no hacía sino incrementar mi creciente desconcierto,porque me resultaba inconcebible pensar que pudiera haber olvidado suanterior lugar de residencia, por más que esa fuera la única posibleexplicaciónasusorprendentereacción.Unavezinstaladosenelvagóndelmetro,observéquesusfacciones,antes

contraídas en un gesto de tensión, comenzaban a relajarse, como si ponerdistanciaconaquellugarresultaraunalivio.―¿Estásbien?Leacariciélamejilla,aúnhúmeda,consuavidad.―Sí, Nate, no te preocupes. Es sólo que me ha pillado de sorpresa.

Supongoqueibademasiadopendientedenocaerme,yencontrarmeasíconlacasa,tanderepente,mehatraídomuchosrecuerdos―seexcusó.―¿Estássegura?Mehaparecidoqueteafectabamuchopasarporallí.Me lanzóunamirada fría,casidesafiante,queme invitabaadeclinaren

miintentodeobtenermayoresdetallessobreelepisodioqueacabábamosdevivir.Opté,pues,porcambiardeestrategia.―¿Ycómoesquevivíasenunlugarcomoese?Probé con el tonomás casual y desenfadado que encontré enmi escaso

repertorio.―¿Quéquieresdecir?

Su reaccióna ladefensivapusoenevidenciaqueel tactonoeraunodemispuntosfuertes.Meexcusébalbuciendounatristeyreprobablecomparativaentreelnivel

deaquellaresidenciaydelaactual,paracontinuarinmersoenunaespiraldedesafortunadosargumentos.―Sicreesquepuedesconseguiralgomejorde loque tenemosyasabes

dóndeestálapuerta.Yvuelveacontármelocuandoloconsigas;seguroquelahistoriaesdelomásinteresante―zanjólaconversaciónconeltonomásdesagradablequeconsiguióreunir.A pesar de que me deshice en disculpas y apelé a todo tipo de

explicaciones, que incluían mi precario dominio del idioma y mi sincerapreocupación por su felicidad y bienestar, no me dirigió la palabra en elresto del día. Una semana después sólo había sido capaz de sacarlemonosílabos. Fueron necesarios diecinueve días ―que conté con laobsesióndequienrealizaunacuentaatrásparasalirdeprisión―paraquerecuperaraunciertotonodenormalidadconmigo.Tras aquellas largas jornadas de silencio, que habían convertido el día a

díaenunatorturaparalamente,suresentimientopareciódesvanecersealamismavelocidadquehabíasurgido.AquelhabíasidoelprimerepisodiodeunapreocupantebipolaridadenLucía,cuyapresenciaenMadridalternabamomentos de desenfrenada euforia con actitudes que oscilaban―sin quemediaramotivo alguno―entre la agresividad y la depresión. Paramayorconfusión, lamayor parte de las veces resultaba imprevisible saber a quérespondían,porquedelamismaformaqueenocasioneseracapazdetrocarunacontecimientodesgraciadoenunaoportunidad incomparable, enotroscasoselmásmínimocontratiempolasumíaenelpesimismomásobstinadooenlairamásinexplicable.Intentandoarrojaralgomásdeluzsobreloqueocurríaenelinteriordesu

mente, llegué incluso a merodear en numerosas ocasiones por lasinmediaciones de aquel edificio, sospechandoque escondía la clave de suinestabilidadoque, almenos, era responsabledehaberdesencadenadoenella sensaciones que hasta la fecha habían permanecido dormidas, ocontroladas.Recorrí todaslascallesquecircundabanlaglorietadeBilbao,observécondetenimientoatodasycadaunadelaspersonasconlasquemecrucé,yleíunayotravezlasplacasidentificativasquesedisponíanjuntoalportal para anunciar los diferentes negocios y oficinas instaladas en elinmueble.

Sin éxito.El número cuatro de la calleLuchana, rodeadode unhalo demisterioquemipropiamentehabíacreado,semetióenmispensamientos.Acabé por desistir de mi empeño en descubrir algo cuando se me hizoinsostenible explicar elporquédemis continuas salidas en solitario, paralas que no tenía ninguna justificación lógica, o almenos ninguna que noincorporara alguna inapropiada mención al pasado de Lucía. El paso deltiempofueamortiguandomisinseguridadesacercadeltema,comotambiénlo hizo con las tiranteces surgidas entre nosotros por su causa, pero elfantasmadeladudasiempresemantuvoallí,sobrevolandomicabezacomosisimplementemerealizaraunaveladaadvertencia,esperandoelmomentopropicioparacaersobremí;algoque,afuerzadeesperar, terminépordarporimprobable.Hastaqueocurrió.Fue al verano siguiente, durante unas breves vacaciones que nos

permitimos, como celebración de que ambos habíamos sido capaces demantener nuestro último empleo durante el tiempo suficiente como paraahorrar algo de dinero.Lucía, quemantenía numerosos contactos allá pordonde pasaba, consiguió un destartalado apartamento en un pueblo de lacosta de Almería por un alquiler irrisorio. Lejos de tratarse de un lugarparadisíaco, aquello, según decía ella, era el perfecto estereotipo de losveraneosespañolesdelosañossesenta,locualleresultababastantecómico;amí,cualquierlugarquecontaraconmásdecincodíasconsecutivosdesolmeparecíaperfecto,ymássiLucíaestabapresente.El atardecer de nuestro cuarto día de descanso nos sorprendió en una

pequeña cala pedregosa que habíamos descubierto, casi por casualidad, apocoskilómetrosdelpueblo.Lucía se había quedado profundamente dormida sobre la amplia toalla

roja,yyohabíapasadolosúltimoscincuentaminutosapoyadosobreelcodoizquierdo,giradohaciaella,resistiendoenaquellaposiciónúnicamenteportenerelprivilegiodecontemplarlaserenidaddesurostro,tanatípicaenlosúltimos tiempos.Eldíahabía transcurridode formacasiperfecta,y sentíaunaenormedicharecorriéndomepordentro,quecasimehacíaolvidartodaslaspreocupacionesdelpasado.La brisa creció en intensidad y comenzaba a refrescar cuando Lucía

entreabriólosojos,aúnembargadaporlasomnolencia,yesbozóunaligerasonrisa.―Mehedormido―constató,comosisetrataradeinformaciónnovedosa

ynecesaria.

―Lo sé, llevo un buen ratomirándote―solté enmedio de una sonoracarcajada.―¿Deverdad?¿Yquépensabasdemí?Y así, aun a sabiendas de que ella esperaba iniciar una de esas

conversaciones absurdas en las que la gente declara su adoración portriplicado,regodeándoseenempalagosasafirmaciones,volvíalacargaconmis desafortunadas ideas. Y, si bien es cierto que por primera vezconseguiría satisfacerpartedemicuriosidad,mehe repetido todosycadauno de los días desde aquelmomento, que habría hechomuchomejor enrealizaruncomentarioromántico,manoseadoyvacío.En su lugar, me metí en el fango hasta las rodillas, y observé cómo

aquellasarenasmovedizasmeabsorbíanhastaatraparmedefinitivamente.―Puespensabaenqueyanomeimporta tantoquenoquierascontarme

nadadetupasado―reflexionéenvozalta,viendocómosucaracomenzabaa mostrar alguna arruga, producto de un repentino estado de alerta―.Entiendoquehayaspasadoporsituacionesqueprefierasdejaratrás,yquemispreguntasnoteayudan,precisamente.―Teloagradezco.Notienenadaquevercontigo,yalosabes.―Además―proseguí―,viéndonosaquí,enestesitio,hepensadoquelo

que importa es que seamos felices. Tal vez merece mucho más la penapensarenelfuturo,¿noteparece?―¿Intentasdecirmealgo?―Seme ha ocurrido una idea―de repente, todas las frases que había

recreado enmi cabeza se volvieron difusas e imposibles de reproducir―.Noesalgoenloquetengamosquepensarahoramismo,peroalomejorenunfuturo,nosé...―Nate,meestáspreocupando,¿quéesloquequieres?Entonces,trasunahondísimarespiraciónquemeprodujounfuerteardor

enlospulmonesyunconsiderableaumentodelatemperaturademicabeza,verbalicé la que, hasta la fecha, considero la mayor estupidez que de miboca ha salido a lo largo de mi dilatado historial de desafortunadoscomentarios.―¿Notegustaríatenerunhijo?De alguna forma,me encontraba preparado para cualquier reacción que

ella tuviera, excepto para la que finalmente se impuso al resto. Habríacomprendidoque explotara enuna carcajada ante unaocurrencia un tantodisparatada; habría comprendido que se bloqueara por completo,

preguntándose si aquello era una broma o simplemente una locuradesencadenadaporelexcesoderadiaciónsolar;inclusohabríacomprendidoquesemolestaraconmigoporsacaralaluzuntematanserioenmediodeunasrelajantesvacaciones.Pero finalmente, ninguna de esas posibilidades, para las que me

encontrabamentalmentepreparado,sematerializó.Ensulugar,elrostrodeLucía se contrajo de repente, en unamueca que dejaba traslucir un dolorcasi físico.Laprimera lágrimasedeslizósilenciosapor lamejilladerechaantesdequeningúnsonidoahogadosalieradesugarganta.Sutezenrojeciódeformasúbita, los tendonesdesuesbeltocuellose tensaroncomosifueraasufrirun ataque, y sus labios se fruncieron con violencia hasta formar un cercoamoratado.Entonces rompió a llorar. Desde luego, no por alegría o emoción, pero

tampococonlaafectacióncontenidaqueproducelatristezaoeldisgusto.Elsuyonofueunsollozo tímidode losquese intentanreprimir,sinoquedegolpe, como accionada por un interruptor, prorrumpió en un llantodesgarradoryagónico,descontroladoeimpactante,quesobrevinocomounaconvulsiónyquenacíadelomásprofundodesuinterior.Enesemomentofuiyoelquemesentíincapazdereaccionar,deconsolarla,puesparecíaquemis palabras hubieran sido capaces de arrancarle un pedazo de su alma,produciéndole un dolor incomparable, del que sobra decir que me sentíaresponsable.Durantevariosminutosno fuecapazdepronunciaruna solapalabra,no

hizo elmásmínimo esfuerzo por contener su dolor y se dejó llevar hastamostrarse ausente.En no pocas ocasiones nuestrasmiradas se cruzaron y,porprimeravezdesdequelaconocía,loúnicoqueviensusojos,apartedesu evidente desconsuelo, fue odio. Un odio envenenado, visceral eimposible de reprimir. Hubiera deseado que lo manifestara de algunamanera,permitiéndomeobtenerunapequeñapistasobresusorígenes,perono lo hizo. Sencillamente me perforó con aquellos puñales, reluciendo acausade las lágrimas,y creandounmuro invisiblededensa tensiónentrenosotros. Por último se levantó apresuradamente y huyó de mi lado,corriendocomosielmismomallaestuvierapersiguiendoparadarlecaza.Conelcieloyaadquiriendountonocasivioláceoamiespaldayelaroma

del mar convertido en una amarga sensación, me quedé allí sentado, sinfuerzasparalevantarme,

elbrazoligeramenteextendidoendirecciónalaestelaquesuhuidaparecíahaberdejadoenelambiente.Soloalcanzoarecordarque,sumidoenlamásabsoluta estupefacción, sentí que aquel momento se convertía en elprecipitado final de una historia que no deseaba dar por concluida. Enmuchasocasiones,elmiedoaquealgoparecidoocurrieramehabíaasaltadoconlacrudezadeunmalsueño,perojamáshabíalogradollegaraimaginarelmodoenqueunasolaescenaescapazdedesgarrarlasentrañas.Supequemeencontrabaanteunmomentodelquenosabríarecuperarme.Exhausto y desesperado,mederrumbé, ignorando las punzadas de dolor

quemeproducían los riscos sobre la piel, testigosmudosdemis terriblescertezas.

CAPÍTULO25

Lucíamedejósolamentedosdíasdespuésdelepisodioenaquellamalditaplaya,enlaquemehabíadejado llevar por uno de esos impulsos que te conducen a expresar un sentimiento tan real comocomprometido.Almenos,esosí,mehabíaservidoparaaprenderunavaliosalección,yparahacermeprometerquejamásvolveríaacometersemejanteerror.Fuerondosdías,perobienpodríanhabersidotansólounashoras,porque

precisamente fue el tiempo que transcurrió hasta que tuve auténticasevidenciasdequetodohabíaterminado.Frecuentemente,conposterioridad,mantendríaunimproductivodebateconmigomismosobreeltema,tratandode discernir si aquella ruptura se había producido en algúnmomento delpasado.Porejemplo,enlaaisladacaladeAlmería,ofrenteaeseenigmáticoportal de la calle Luchana. La verdad es que no tiene demasiadatrascendencia, pero es parte de la condición humana el hecho deautoimponerse castigos de tal naturaleza porque, por inexplicable queresulte,enocasionesesmásdifícilaceptarlarealidad,talcuales,queurdirretorcidashistoriasen tornoaella, tejidaspor lanecesidadde liberarsedeunaculpa,oloqueespeor,decargarseconella.Regresé a Madrid solo, casi de inmediato, al descubrir vacío el

apartamento que había sido testigode nuestras vacaciones, y seguramentedenuestrosúltimosinstantesdecomplicidadydicha,delosqueúnicamenteguardabarecuerdosempañadosenlamemoria,distorsionadosporelhechodeconocereldesenlacequenohabíasidocapazdeanticipar,odeaceptarcuando,estimo,existíanpruebassuficientesparahacerlo.Elviajedevueltaseconvirtióenunapesadilla,amargaydesagradable.A

bordodeundestartaladovagónde tren, traqueteando a lo largodemediopaís, pasé largas horas contemplando un paisaje vacío que desfilaba anteunosojos, losmíos,quemiraban sin lograrver,quecadapocos segundosquedabaninundadosporunaslágrimasque,sintratardesercontenidas,sederramabanmejillaabajo.Agradecí,esosí, laasépticareaccióndecuantaspersonasmecrucéeneltrayecto,puestoqueniunasoladeellastuvoabiendetenerse para preguntarme por el motivo de mi pública desdicha. Esaactitud, que en otros momentos de mi vida podría haber consideradodescortés, me permitió encerrarme en mí mismo durante el tiemposuficiente, y me evitó tener que dar unas explicaciones de las que, pordescontado,aúnnodisponía.

Giré la llave de la entrada del piso deAntónMartín con un nudo tripleatascado en la garganta, atenazado por la tensión y elmiedo, y sin sabermuy bien si realmente deseaba encontrar a Lucía al otro lado del dintel.Porque,porun lado,necesitabaverla,mirarlaa losojosypreguntarlequéocurría. Habría dado cualquier cosa por conocer cuál era esa ofensa tangrandequemicomentarioescondíaparahacerlahuirdesemejanteforma.Ysin embargo, por otro lado, esperaba tener algo más de tiempo paraenfrentarmealasituación,porquemellenabadepánicoescuchardesuboca lo que yo ya había deducido, o tener que volver a contemplar subellísimo rostro estropeado por el dolor, el rencor, o lo que quisiera quehubieraproducidotalreacciónenella.La llamé con timidez mientras avanzaba por el estrecho pasillo, y

únicamenterecibíuncrujidoeneltechoporrespuesta.Allínohabíanadie.Crucéel salónconmayor relajación, recriminándomemipropiasensaciónde alivio, sin saber si ella había vuelto a casa, y preguntándome dóndehabría idoensudesconcertantehuida.Obtuve la respuestaenelmomentoenqueentréaldormitorioparadeshacerelpesadoequipaje.Sobre la vieja y descolorida colcha azul, doblada con evidente

precipitación en cuatro partes desiguales, encontré una hoja de papel.Melancé con determinación sobre ella y la sostuve con firmeza mientrasrespiraba profundamente, anticipando que su contenido sería importante.Conmanostorpesytemblorosas,despleguéelpapelfrentealosojosyleíun texto escrito a mano, que hasta el más inexperto grafólogo habríacatalogadodedesequilibradoynervioso,yquedecíalosiguiente:Nate, cuando leas estas palabras ya me habré marchado. Otra vez. No

puedo decirte adónde, porque ni siquiera yomisma lo sé. Únicamente tepidoquenointentesbuscarme;necesitoespacioparapensar,yasudebidotiempovolveré,siesqueconsigoencontraralgunaexplicaciónquedarte.Antetodo,debessaberquenadadetodoestoesculpatuya.Teagradezco

todosycadaunodelosdíasquehemospasadojuntos.Séquenosiemprehesido capaz de demostrártelo, pero es justo que sepas que, en muchasocasiones, has conseguido hacerme creer en algo que pensaba que seríaimposibleparamí.Puedesestarsegurodequemeheesforzadoenormementeenmirarhacia

adelante,perocomosupongoquehabrásdeducido,existen manchas en el pasado que me han perseguido incansablemente

durante todo este tiempo.Desearíahaber sido capazdeolvidar todas esas

cosas,deofrecertetodoaquelloqueundíafuiyquenocreoquevuelvaaser. Por eso, y porque no es justo que te siga envenenando con misproblemas,deboirme.Nomeodies.Concariño:

LucíaP.S.:Volveréenunosdíasarecogerelrestodemiscosas,peromidecisión

estátomada.Porfavor,nohagasestomásdifícildeloqueyaes...Leí y releí las revelaciones de Lucía durante varias horas, tratando de

buscar elmensaje oculto entre sus líneas, intentando comprender qué eraaquello que la conducía a apartarse de mí, sin contar siquiera con miopinión.Constatéunayotravez,conmachaconaactitudmasoquista,quesudespedida era definitiva e irreversible, y maldije mi suerte, golpeando elcolchón, ahogando gritos de desesperación en unos almohadones querecibieron,sinmerecerlo,elviolentocastigodemiindignación.Más allá de lo que resultaba evidente en el texto, la frase que no podía

sacarmedelacabezaeraaquellaanotaciónfinal,casicasual,enlaqueveníaa informarme de que volvería a pasar por el apartamento, y en la queveladamente me invitaba a no estar presente para evitar una escenaincómoda y lacrimógena. Supuse que buscaría el momento más propicioparaacudir;algunoenelquelasprobabilidadesdeencontrarmeallífueranmínimas.Con ese convencimiento, decidí quemi opciónmás segura parapoderverlaeraesperar.Esperareltiempoquefuerapreciso.Y fueron necesarios nada menos que dieciocho días. Los pasé allí

encerrado,comosicumplieraunacondenaabsurda,comosinonecesitaramás actividad que la de realizar muescas en la pared para no perder lanoción del tiempo. Sobreviví con lo imprescindible y malgasté mis díasrememorando tiempos mejores, imaginando posibles historias queexplicaran el desenlace, y convenciéndome de que debía existir algunaforma de resolver el problema con algún cambio en mi propiocomportamiento.Obtuvecientosdeconclusiones,detodotipoycondición,ytodasseborrarondeunplumazounmiércoles,alasnuevedelamañana,cuandoescuchéelsonidodelallavepugnandoporabrirlapuerta.Repitiendolacautelosaytensaapariciónqueyohabíaprotagonizadocasi

tres semanas atrás, Lucía apareció sigilosa en el salón. La diferencia fueque, en aquella ocasión sí que había alguien esperando. Me encontró

sentado en el viejo sofá, descuidado, con el rostro sin afeitar desde hacíamuchosdías,losojosenrojecidosporelinsomnio.―Lucy...En dieciochomalditos días había tenido tiempomás que de sobra para

preparar numerosos discursos, románticos, ofendidos, desesperados,recriminatoriosysuplicantes.Yaquelnombre,esequeellaodiaba,peroqueenmísalíaespontáneoen losmomentosdemayor intimidad, fue loúnicoqueconseguípronunciaralverlaaparecer.―Hola, Nate ―dijo tratando de ocultar su sorpresa, con escaso

convencimiento―.Noesperabaque estuvieras aquí.Si loprefierespuedovenirenotromomento.―No,noimporta.Teheestadoesperando.―Ya... ―dejó la frase inconclusa, flotando en un aire denso y

sobrecargado―.Voyarecogeralgunascosas,entonces.Asentí en silencio y la vi desfilar frente a mí, con el paso agotado, en

dirección al dormitorio. Podría haberle lanzado algún comentario de esosquesehacenalaspersonasconlasquelohascompartidotodoenelpasadocuando ya no queda nada que decir.Algo del tipo «tienes buen aspecto»,peromeabstuveporquelehabríamentidodescaradamente.En primer lugar, porque mi impulso no era hacer un comentario

impersonal y vacuo, sino lanzarme con desesperación en busca derespuestas, de un relato verosímil que diera algo de significado a misufrimiento,quemepermitieraencontraralgúnculpable,ellaoyo,sobreelquedescargarmi iraymi frustración.Ensegundo lugar,porquealabar subuen aspecto habría resultado incluso cínico, teniendo en cuenta que suaparienciaeratodoloopuestoabueno.Lucíahabíaperdidoalmenoscincokilos,teníaelrostroafilado,comosiúnicamenteunafinacapadepiel,céreaydescolorida,llegaraataparlaprominenciadesuspómulos.Suvestimentaysupeinadopugnabanporserlapartemásdescuidadadesuimagen,ysusojeraseraninclusomáspronunciadasquelasmías;parecíacomosihubierapasadolasúltimastressemanasenpermanentevigilia.Endefinitiva,todasuanatomíaysuporteeran laviva imagende ladesolación; losgestosy losandareseranlospropiosdealguienquerespiraysemueveporlainerciadelo físico, pero que hace tiempo que ha dejado de vivir en una realidadsaludable.Nisiquiera laseguí.Estabaparalizado.Apesardequeeraconscientede

quepodíaestarantemiúltimaoportunidadderetenerla,dedecirlequeme

daba igual todo lo que hubiera pasado anteriormente, me encontrababloqueadoporcompleto.Escuchélosmonótonossonidosdelaspuertas,loscajones y las cremalleras abriéndose y cerrándose rítmicamente, comocomponiendo una tétrica melodía de despedida. Y no fui capaz dereaccionarhastaquecasitrescuartosdehoradespués,regresóalsalón,conuna bolsa deportiva de color negro colgada del huesudo hombro derecho,desequilibrándolaporcompletoconsupeso.―Déjame ayudarte ―me incorporé con más energías de las que creía

disponer.―No es necesario, no pesa ―respondió impulsando la bolsa para

recolocarla―.Enfin,creoqueesmejorquemevaya.Puedestirartodoloqueencuentresynoquierasconservar.―Espera. Sólo unmomento―intenté aplazar sumarcha yme armé de

valor―.Lucy,necesitohablarcontigo,nopuedesmarcharteasí...―Porfavor,nohagasestomásdifícil...―suplicó.―Me lo debes―noté cómo el calor de la indignaciónme subía por la

espalda―. ¿Crees que puedes irte de esta manera, sin una miserableexplicación?¿Creesque tienesderechoaarruinarme lavida sinnecesidadde decirme por qué, que puedes dejarme aquí, preguntándome el resto demis días cuál es mi problema?―el labio inferior me temblaba, sin quepudiera hacer nada por controlarlo―. ¡Te recuerdo que estoy en este paísporti!―¿Quieres saberlo? ¡No tienes ni idea,Nate! ¡No sabes ni unamaldita

palabradeloqueesarruinarlelavidaaalguien!Toda mi rabia explotó en un solo instante. Cubrí la distancia que nos

separaba en una décima de segundo, cegado por una ira incontenible,dispuestoaarrancarlehasta laúltimapalabradesuhistoria.Laagarréconfuerzaporloscodosyleclavélosojosconfiereza.Fueentoncescuandomefijéensumirada,lamismaquemehabíadirigidotressemanasatrás,enlaplaya, justo antes de romper a llorar con desesperación, con ese rostroretorcidoqueformaríapartedemispesadillasduranteelrestodemisdías.Ylabesé.Confuerza,condesprecio,conunadeterminacióndesesperada,

comosi fuera laprimeravezy sabiendoque,conseguridad,era laúltimavezquelohacía.Notéqueseesforzabaennoresponderamireacción,yalos labiosme llegó el sabor salado de las lágrimas, de las suyas y de lasmías,queseuníanporúltimavezparasellarunadespedidacrueleinjusta,que creaba un insondable abismo entre nosotros, separándonos

definitivamenteyrompiendoenpedazosloúnicoqueconsiderababuenoenmivida.Cuando, al cabo de varios segundos,me aparté de su lado, el rostro de

Lucía era inexpresivo y estaba vacío de todo sentimiento. Sus pupilas seperdíanenelinfinito,lamandíbulalecolgabainerteyeralavivaimagendeladerrota.Aquelmuroalquesehabíaaferradoconabsoluta ferocidad, laparedquehabíaprotegidocelosamenteel recuerdode supasado, sehabíaderrumbado definitivamente.La puerta que conducía a la oscuridad de sumenteseabríadeparenpar,ylaoportunidaddecruzareseumbralresultabademasiadotentadoracomoparadejarlapasar,apesardequesusreticenciashubieran sido tan firmes, y que conformaran, por tanto, una advertenciaclaradequeexistíanciertoslímitesquenoeraconvenientesobrepasar.―Porfavor―volvíasuplicar―.Te juroquenovolveréapedirtenada.

Desapareceréparasiempresiespreciso,peronopuedovivirniundíamáspreguntándomequéteocurre.Oquémeocurreamí.Por supuesto que habría sido capaz de vivir, pero hay veces que los

sentimientosconsiguencrearundramadelanadamásabsoluta.Dehecho,esanadahabría sidoampliamentepreferible.No tardaría enaprenderque,enocasiones,losmotivosqueconducenalrestodelaspersonasvanmuchomásalládeloqueegoístamenteafectaaunomismo.Hepasadoelrestodemis días deseando borrar de mi mente lo que escuché aquella tarde, sinlograrlo.Maldiciendo,porañadidura,miinsaciablecuriosidad.Lucía tomó asiento en el sofá, invitándome a acompañarla, con la

tranquilidaddequiensabequeesemomentoeselúltimoquetiene,elúltimoquecomparte.Laslágrimashabíandejadoderodarporsusmejillas,dejandopasoaunaexpresiónduraycondescendiente.―Prométeme ―dijo entonces con una calma aterradora―, que jamás

dirásanadieloquetevoyacontar...

CAPÍTULO26

ElrelatodeLucíasecompuso,enrealidad,deunaamalgamaderecuerdosinconexos,quedesgranódeformadesordenadaeintensa.Noobstante,meatrapódeunaformaquenocreíaposible.Cientosdeimágenessecrearonenmimente,conformandounaespeciedepelícula,dramáticayabsorbente,conlaque tuveque recomponermentalmente todos los acontecimientosquehabíamosvivido juntos, yqueapartirdeentoncescomenzaronacobrarunsentidodiferente.Yaterrador.Comoensumomentosíhabíallegadoarevelarme,alcumplirlamayoría

de edad huyó del hogar de su infancia mediterránea para marcharse a lacapital,conunamaletaqueconteníamuchomásdeetéreasesperanzasquede certidumbres y contenido material. Deambuló, durante un par desemanas,decasaencasadealgunosconocidos,hastaqueobtuvounempleocomocamareraenunbardecopasdelcentro,conelqueconsiguióciertaestabilidadeconómica.Disfrutó de su recién estrenada independencia, y asumió que sería

necesariounlargotiempoparadarconelsenderoqueencaminarasuspasoshacia donde el destino la llamara. Hasta que su existencia dio un giroinesperado, sin previo aviso, una noche de miércoles, días antes de laNavidad.Se encontraba a punto de echar el cierre después de una larga jornada,bastante improductiva por otra parte, cuando un grupo de seis o sietepersonas irrumpió ruidosamente en el local, tratando de prolongar ladiversióndeloqueparecíaunaclásicareunióndeamigosycompañeros,delasquetantoseprodiganenesasfechas.El grupo permaneció en el establecimiento por espacio de

aproximadamentedoshoras,tiempoqueresultósuficienteparaqueunodesuscomponentes,unhombrepróximoalacuarentena,ataviadoconuntrajeitaliano y corbata de seda roja, se le acercara con descaro durante mástiempodelquehabríasidonecesarioparaobtenerunassimplesbebidas.Setrataba de un tipo maduro, fornido, de facciones duras, al que los añoshabían proporcionado ciertos destellos blanquecinos en el cabello,abundante, pero pulcramente recortado. Sin llegar a ser bien parecido,poseíaunaextrañasuertedeatractivofísico,potenciadoporunapresenciaimplacable,quedesprendíaseguridadydesenvoltura,yquedesplegóentremedias sonrisas y halagadores comentarios, emitidos con una voz que enocasiones resultaba potente y varonil, y en otras suave ymeliflua, y que

manipulaba a su antojo.Seguramentemásmotivadapor la curiosidadqueporcualquierotracosa,Lucíaconsintióendarlesunúmerodeteléfono.La primera llamada llegó en la noche de Año Nuevo, en la que ella,

carente de algún otro plan más adecuado a su situación, accedió aacompañarleaunafiestasinplantearexcesivosinconvenientesnihacermáspreguntasdelasnecesarias.EltiposeplantóenelportaldesucasaabordodeunflamantedeportivoBMWdeimpolutocolornegro,quecondujoconsoltura,noexentadeagresividad,hastaunlujosochalésituadoenunbarriodistinguidodelnorteenelque,pordescontado,ellanohabíapuestounpieentodoeltiempoquellevabaestablecidaenMadrid.Sesentíatanfueradelugarcomoimpresionadaporesosambientesalosquejamáshabíasiquieraaspirado.Aquella fue la primera de una serie de deslumbrantes citas, que se

prolongaron durante tres o cuatro meses, y en las que Lucía recibióinnumerables regalos, que incluían carísimos vestidos de diseño, joyas ytodasuertedeaccesorios,quesevioobligadaa lucirconasiduidaden lasnumerosas cenas con las que él solía agasajarla, y en las que conoció losmásreputadosrestaurantesdelacapital.De este modo, casi sin darse cuenta, se vio envuelta en una extraña

relacióndeparejaconunhombreque,nosololedoblabaenedad,sinoquea todas lucesproveníadeunmundodesconocidoyopuestoalsuyo.Lejosdeamedrentarseporladisparidaddesusmodosdevida,decidiódisfrutardelaoportunidadqueeldestino lebrindabayseentregóporcompletoaunavida de despilfarro desenfrenado, que disfrutó hasta el límite de susambiciones.Eraconscientedequetodoaquellosobrepasabaloverosímil,ysuponíaquenopodríaprolongarseeneltiempo,porloquejamásseplanteóhaciadóndepodríaconducirle,peroeltiempopasabasinqueningunodelosdosdieseverdaderossignosdeterminarlarelación.Cuando llegó el verano, se encontraba ya tan inmersa en la nueva

situación y tan acostumbrada a su reciente tren de vida, que no dudó enaceptar la propuesta de convivencia que aquel hombre le expuso unatardecer, viajando a bordo de un crucero, con la isla de Mykonosreluciendo,dorada,enelhorizonte.Paraentonces,ellayahabíadejadoatrástoda sospecha sobre la honestidad de su pareja, y se dejó llevar por elentusiasmodedarunnuevopasoadelante.Unenormepiso,de techosaltos, relucientesuelodemaderaysuficiente

cantidaddemármolcomoparaforrarporcompletosuantiguoapartamento,

losacogiójuntoa laGlorietadeBilbao,yseconvirtióensunuevohogar,superandoholgadamente lasmásoptimistasde lasexpectativasquepodríahaberseimaginadopocotiempoatrás.Aquellugarleencantaba,yconstituíala perfecta prueba de que ella misma había menospreciado el auténticoalcancedesusituación.Hastaentoncesnohabíasidocapazdepensarenunplazomuchomáslargodeunaspocassemanas.Derepente,noobstante,sesorprendió fantaseando con un verdadero porvenir contenido entre lasparedesdeaquellalujosavivienda.Laconvivencialevinoprontoademostrardoscosas.Laprimerafueque,

sinnecesidaddepasarmástiempoconél,yahabíaconocidolamejorpartede aquel hombre; la de los regalos, las atenciones y las inesperadasescapadas,cuyasfrecuenciassevieronprogresivamentereducidas,comosihubieraentradoenaquellacasaenformadetrofeo,paraformarpartedeunmobiliario, exhibible, pero inútil. La segunda y más preocupante, que éltenía una cara oculta, un lado oscuro e inquietante, que solamente salía arelucirenladiscretaprotecciónquelosmurosdelacasaleproporcionaba.Queteníatendenciaaabusardelabebidaeraalgoquenolehabíapasado

desapercibidoconanterioridad.Enunprincipio,lohabíaachacadoaquelassituaciones de sus encuentros, siempre en actos más o menos sociales,justificaban una ingesta algo excesiva de alcohol. Sin embargo, pudoobservarqueelsalóndelacasacontabaconunmueble,decortemodernoytamaño considerable, bien nutrido de todo tipo de bebidas, de las que élhacíaunusoregularydiario,desproporcionadoenocasiones,sinnecesidaddequemediaramotivoaparente.Por otro lado, constató que también solía llevarse el trabajo a casa, por

describirlodealgunamanera.Solía atender llamadascasi constanteshastabienentrada lanoche,en lasquesuactituddepermanenteseguridadsolíadegenerar hacia un comportamiento dominante y agresivo, que debíaninfundir un respeto rayano en el temor.O, almenos, esa era la impresiónque obtenía cuando, desde el amplio salón, escuchaba la voz graveelevándoseporencimadelsuaveronroneodelamúsicaclásica,quesonabacomofondoeneldespachoalquenuncalainvitóaentrar.Con el paso del tiempo, la coincidencia de estos dos factores se hizo

patentedeformaprogresivamentemenosdiscreta,hastaelpuntodeque,enocasiones, Lucía se despertaba, sola en la enorme cama, en mitad de lamadrugada, alertada por los iracundos gritos que, desde el despacho, seproferíansinningúntipodeprecauciónodecoro.Ellasemanteníaentonces

a la espera, confiando enque cesaran cuanto antes, y sehacía la dormidacuando él acudía finalmente al lecho, diciéndose que, al menos, el tratohacia su persona, aunque frío, continuaba sin dar muestras evidentes dedeterioro.Logrómantenerestaincómodaestabilidadhastaqueunembarazovinoaarruinartodossusesfuerzosenloqueadiscreciónserefería.Lo había mantenido oculto durante semanas, muchas después de

descubrirlo,ysóloalgunasdespuésdeconseguirasumirlo.Elprocesohabíaresultado indiscutiblemente arduo, puesto que se había tratado de algoinesperado, y por añadido, indeseable. Meditó sus opciones en soledaddurante larguísimas horas, en ausencia de cualquier apoyo externo,descubriendoconpavorquelacapacidaddeabsorcióndeaquelhombrelahabíaapartadosinremisióndecualquierotrocontactosocialanterior.Y,sinembargo,enningúnmomentofuecapazdereunirelvalorsuficientecomoparaponerfinasuestadodeformadrástica.Algoenlomásprofundodesuinteriorlaimpelíaaseguiradelante,aunqueleaterrabalaideadequeéllodescubriera.Finalmente, llegó el inevitable día en que los cambios en su físico se

hicierontanevidentescomodifícilesdeocultar,por lo que, haciendo acopio de todas sus energías, reveló la impactantenoticiaduranteunacenaenunlocalderenombre,acontecimientoqueyasehabíaconvertidoenunagenuinararezaensurutinadiaria.Lareacciónnosehizoesperar.Élpusofinalaveladaconprecipitación,visiblementemolesto,demostrando una fuerte necesidad de autocontrol, y la acompañó hasta elcoche sujetándola por un brazo, con firmeza, pero sin elmenor atisbo deagresividad. Permaneció en un silencio sepulcral durante todo el trayecto,ignorando por completo todos los comentarios con los que ella trataba deiniciarunaconversación,decididaasuperar la incertidumbregeneradaporelmutismodelqueélhacíagala.Elpasode losminutos, sin embargo, latranquilizó,puespensabaqueeltranscursodeltiempocorríaensufavor.Seequivocaba.La explosión se produjo dentro de la residencia, donde él conseguía

desinhibirse y superar la presión de la imagen pública que manteníapermanentemente en el exterior. Se desahogó durante largos minutos,vociferandouna intensa filípica, adornada con todo tipo demenosprecios,insultosyreproches,proferidosenelevadísimavoz,ydestinadosaevaluarunaconductaque,asusojos,resultabairresponsableyegoísta,pormásqueLucía no fuera capaz de discernir el por qué. Cuando al cabo pareció

disminuireltonodesuagresividad,ellaintentódefenderseconunaseriedeargumentossentimentales,quehabíapreparadoaconcienciayque,parasusorpresa, fueron inmediatamente silenciados conuna sonorabofetada,quecercenóderaízcualquierposiblediscusiónenesadirección.AquellanocheseprodujounpuntodeinflexiónenelcaminodeLucíay

ensurelaciónconaquelhombre.Lofueparaél,queapartirdeentoncessesintió autorizado a convertirla en el centro de sus críticas, arrebatos yfrustraciones, y lo fuepara ella, quedejó caer el velo invisible que, hastaentonces,lehabíaocultadoentresombraselverdaderocarácterdeaquelquesiempre le había parecido un inmerecido regalo caído del cielo, y cuyocomportamiento anterior siempre había asociado a una intensaresponsabilidadlaboral,queejercíaconexitosavehemencia.Los meses posteriores se convirtieron en una pesadilla para la

convivencia.Aquellaprimeramanifestacióndeviolenciafísicanoserepitió,pero los ataques se sucedieron en una suerte de agresiones verbales,motivadasporcualquiercausa,porabsurdaquefuera,ycuyafrecuencianodejódecrecer.LejosdeproducirunefectoderechazoenLucía,reaccionabacon una especie de humillada resignación, que lentamente degeneró ensentimientodeculpabilidad.Enalgunosmomentosdelucidez,sedecíaqueaquello no era sino una espiral autodestructiva sin sentido, pero lamayorparte de las veces sentía que todo lo que necesitaba era comportarse conabsoluta sumisión para que élmantuviera la calma, y cualquier alteraciónera percibida, con frustración, como un imperdonable error en sucomportamiento.Almismotiempo,sesentíaaterradacadavezquepensabaenelfuturo.A

sus diecinueve años, se consideraba de pleno incapacitada para saliradelante con el bebé, y aquello era más que suficiente para retener ydescartar cualquier idea de abandonar la confortable vivienda de la CalleLuchana, donde, aun sintiéndose anulada, consideraba que el pequeñotendríatodassusnecesidadesperfectamentecubiertas.Decidió,pues,quelamejor estrategia era permanecer allí, discreta y silenciosa, a la sombra deaquelhombrequeeraauntiemposalvadoryverdugodesuexistencia,yloqueeramásimportante,deladesuhijo.Adiario,serepetíaqueaqueleraelsacrificionecesarioparaque,almenosél,tuvieraunaoportunidaddignaenlavida.Unanoche,reciéncomenzadosuoctavomesdeembarazo,Lucíadespertó

sobresaltada por una serie de dolores, desconocidos hasta la fecha, que

atenazaban su vientre, y que la llenaron de ansiedad. Él había regresadotarde a casa, apenas cuarenta y cinco minutos antes, tambaleándoseruidosamente y chocando contra lamitad delmobiliario de la casa.Lucíatratóderelajarse,respirandodeformaprofundayrítmica,procurandoevitarcualquiermolestiaquepudieradespertarledelprofundosueñoenelque,ajuzgarporlossonorosronquidosqueescuchaba,debíaencontrarsesumido.Noobstante, lejosderemitir, lasensacióndedolorsefueincrementando

progresivamentehastaunpuntoenelquetuvoquereconsiderarsuposturainicial.Optópordespertarle,conelmáximotactoposible,peroalertándolede su inminente necesidad de ayuda. Él, aún afectado por su estado deembriaguez,tardóenreaccionar,desperezándoseconparsimoniosalentitud.Lasituacióncrispaba losnerviosdeLucía,que terminó recriminándole supasividad y, en el mismo gesto, cometiendo un grave error del que notardaríaenarrepentirse.Porque,de repente,eldesesperado reprocheque lanzabasevolvióensu

contra sin que mediara ningún otro motivo que el de la respuesta a supetición.Losojosdeél,inyectadosensangreporelinsomnioylosexcesos,sevolvieronhaciaella,conscientesyfuribundos,anunciandounatormentaa punto de descargar, llenando el interior de Lucía de un temor súbito ydesconocido.Aquelhombreconelquellevabaviviendocercadedosaños,quehabíalogradodeslumbrarlaconsumagníficodesplieguederecursos,alquehabía tenidoque aprender a tolerar paranoperder suposición, yqueestaba llamado a ser el padre de su futuro hijo, definitivamente explotócontraella.Todo comenzó con un fuerte empellón que la lanzó hacia los pies de la

cama,dondeúnicamentelogrómantenerelequilibriolanzandoaciegasunapierna hacia el suelo. Él se levantó con una agilidad impropia para suestado,impensableenaquelmomento,yseplantófrenteaella.Sinmediarpalabra la agarrócondurezapor amboshombrosyhundió losdedosparazarandearladescontroladamente.Aúnnohabíacomenzadoallorar,cuandosintióqueunamanoenorme,ásperayabierta,lecruzabalacara,dederechaaizquierda,lanzándolacontraelcálidosuelodemadera.Segundosdespués,aquellasmismasmanoslaayudabanaincorporarse,y

seconvirtieronendospuños,quesucesivamenteimpactaronensupómuloderecho y por debajo de la mandíbula. Lucía notó el sabor de la sangreinundándolelaboca,yunmareoabriéndosepasoensucabeza.Conscientedesu indefensión,sedejócaernuevamentealsuelo,ovillándosedeforma

instintivaparaprotegerse.Fueentoncescuandocayóenlacuentadequenoeraúnicamentesuvida

laquedebíaproteger.Girólacabezahaciaarribaenunánguloimposible,yobservóelrostrodesuagresor,completamentedesencajado,cegadoporunaira irracional. Tenía el cabello completamente descolocado, los nudillosdespellejados por los golpes, y la boca se le torcía en un tic nervioso.Instintivamente,cerrólosbrazossobreelvientreparadefenderlo.Élpercibió sugestoy, comomovidoporunodioexacerbado, lanzóuna

violenta patada hacia la abultada barriga de Lucía. Sonó un chasquidocuando,productodelimpacto,unodelosdedosdelpiedescalzosefracturó,haciéndoleproferirunaullidodedolor.Enunprimermomento,Lucíasintióinclusounextrañoregocijoporlalesiónqueélhabíasufrido,perosupodeinmediatoquelasconsecuenciasseríanaúnpeoresparaella.Paraellos.Totalmentefueradesíyvociferandotodotipodeimproperios,elhombre

descargó todosupesoy lagolpeóenelvientreconel talón,paradespuésrepetirlo una y otra vez hasta agotarse. Lucía perdió la cuenta de losimpactos sufridos y se abandonó por completo hasta perder levemente laconsciencia. Únicamente entreabrió los ojos, sumida en una nebulosa dedolor,cuandoloescuchómarcharse,mientrasasegurabaquelapróximavezno la dejaría vivir. Después observó el charco de sangre que crecíalentamente bajo su cuerpo y, apoyando la cabeza sobre el suelo, permitióque la oscuridad la invadiera, dejándose caer en los brazos de lainconsciencia.Lucía completó su relato constatando lo obvio. El bebé que esperaba

nunca llegó a nacer y, aunque las cicatrices del cuerpo terminaroncerrándoseyquedandocomomarcascasi inapreciables, lasdelcorazón lapersiguieron, la perseguían, y la perseguirían como un fantasma hasta elúltimodesusdías.Milesdehorasdespués,ymilesdekilómetrosalejadadeaquellugar,elrecuerdohabíacontinuadotanvívidoytaninaceptablecomoel primer día. Desconocía, en aquel punto, si su cuerpo seríafisiológicamentecapazdeconcebirnuevamente,peroestabaseguradequesu interior, yermo y envenenado por una incomprensible injusticia, jamáspodríavolverapasarporesetrance.―Ahorayasabestodoloquequerías,¿no?―concluyólevantándosedel

asiento, los ojos enrojecidos por la intensidad del relato―. Espero quepuedascomprenderquenopuedoseguiradelante.Asentíensilencio,conunnudocolapsándomelagargantayllevándomeal

borde de la asfixia, sobrecogido por una historia tan indignante comodesgarradora. La rabia y la impotencia afloraron a través de mis ojos, altiempoquemeinundabanelinterior.―¿Cómosellama?―Nate, por favor, no empieces de nuevo.No quiero saber nadamás ni

recordarnadamás.¿Quéganaríassabiéndolo?¿Quépretendeshacer?―Lebuscaré―respondísinapenaspensar.―Essuficienteconquearruinaramivida.Noarriesguestambiénlatuya

―concluyóLucía,peroensuspalabrasasomóunatisbodeduda,unaligeravacilaciónquemehizopensarque,enelfondo,noledesagradabalaideadequealguienbuscara la justiciaqueellanohabíaencontradoensuanteriorvida―.Creoqueesmejorquemevaya.Finalmentenegócon la cabeza, comodesechandouna ideadescabellada

queseabríapasoensumente,antesdegirarseyenfilarhacialapuertacondecisión.―¡Lucía! ―la llamé con una voz tan potente que llegó incluso a

sorprenderme―.Leencontraré,contuayudaosinella.Arrastré las últimas palabras en un susurro largo y emponzoñado. Las

sienesme latían con violencia, y enmi interior sentía crecer la furia y ladeterminación, mientras la observaba alejarse de mí a todos los nivelesposibles.Abrió la puerta con parsimonia y cruzó el umbral antes de detenerse de

nuevo,inmóvilyrígida.Notéquealgohabíacambiadoinclusoantesdequeellamanifestarareacciónalguna.Finalmentegirólacabezay,evidenciandounenormeesfuerzo,pronunciólasdospalabrasquequedaríanclavadasenmi corazón para siempre; aquellas que me acompañarían hasta el últimomomento,recordándomequesudescanso,yelmío,dependíandeloqueyofueracapazdeextraerdeellas.―PabloSagasta―escupió,antesdedesaparecerparasiempre.

EPÍLOGO

Rodeé la fecha con un rotulador de color rojo sobre el recién estrenado calendario de 2009. Setratabadeunodeesoscuadernosdeanillasquellevanunabasedecartón,dobladasobresímisma,yquealdesplegarseloconviertenenunprismaqueseapoyaporel ladoopuestoalmuellemetálico.Nueve de enero. Faltaban únicamente dos días, y pensé que resultaba curioso elmodo en que losinstantes finalesdeuna esperapueden transcurrir con exasperante lentitud, aun cuandohaspodidoresistirduranteunlarguísimotiempo,sinsentirlaapremiantenecesidaddesullegada.A efectos prácticos, cualquiera habría deducido que lamarca roja en el

papel representaba un rutinario recordatorio para alertarme sobre aquellasabsurdas jornadas de convivencia, que nuestro director había decididoregalarnos,enunactodedesprendidagenerosidad,conunosfinesdifusos,que se encontraban a medio camino entre la táctica de fidelización y elsectario lavado de cerebro. Sin embargo, a mis ojos, el círculo rojo,levementealargadoensuextremoderecho,eramásbien la representacióndeunanecesidaddeliberación,deunmomentoclave,destinadoacambiarparasiempremipercepcióndelajusticia;lametainexcusableyanheladadeunalarguísima,eterna,carreradefondo.Habíapasado lamayorpartede las fiestasnavideñas encerrado en casa,

sin más actividad que la de reflexionar concienzudamente, hasta la másabsoluta saciedad, sobre si estabadispuesto a llevar la situaciónhasta susúltimasconsecuencias.En innumerablesocasioneshabíaencontradodudasaparentementeirresolubles,lógicosreparosenlarealizacióndeactosdelosquejamásmehabríasentidocapazdellevaracaboenelpasado.Pero,comoentantasotrasocasiones,rememorabalaimagendeLucía,la

de sus lágrimas rodándole por las mejillas, la de su gesto de resignadaimpotencia,ladesufiguraalejándosedemí,conpasolentoeindeciso,sinmás equipaje que una exigua bolsa de viaje, la de su boca moviéndosemaquinalmenteparapronunciarunúltimonombreyconvertirmimenteenun infierno de odio y de rencor. En esos momentos, consciente de queaquellaeralaúnicaydeprimenteimagenquemimenteeracapazderecreardeella,mereafirmabaenquenoteníamásopcionesnialternativas.Elviajeestabaprogramadodesdeantesdelasvacacionesy,aunquetodos

teníamosuna ideageneral sobreeldestino, losdetallesno seconfirmaronhasta aquel miércoles, día siete. Un escueto correo electrónico nosinformaba de que al día siguiente, a las siete de la tarde, un vehículo

recogeríaatodoslosempleadosparaconducirnosaunretiradoparajedelasierramadrileña donde, almargen de todas las experiencias propias de laconvivenciadelgrupo, realizaríamosunarutadesenderismoyactividadesenlanieve,programadasparaelviernesporlamañana.Unabrevereseñaenletrapequeñaindicabaelnombreyladireccióndelalojamientoprevisto.La búsqueda en Internet me llevó menos de 15 segundos. El

establecimiento disponía de una página web que se me antojó muydeficiente,pocointuitivayconescasainformacióndeutilidad.Sinembargo,lagalería fotográfica era extensay completa, y abarcabagrancantidaddeestanciasydetalles,asícomoescenas,aparentementealeatorias,tomadasenlos exteriores del emplazamiento. Asimismo, se mostraban diversasinstantáneasdegruposdepersonasquerealizabantodasuertedeactividadesenlamontaña―ofrecidasporelestablecimiento,equipamientoincluido―,y cuyos rostros emanaban felicidad y diversión, a pesar de encontrarseprecariamente sujetos a una cornisa, con el vacío a sus pies.Comoenunrompecabezas, las piezas sueltas de las últimas semanas empezaron aencajar,dandoformaaunplanconcreto.Apesardelasincertidumbres,memanteníatranquilo,porquesentíaqueel

finqueperseguíaestabaporencimadecualquierposibleconsecuenciaquepudieratener.Encualquiercaso,empleéelrestodeldíaenrecopilartodalainformaciónposiblesobreellugar,atravésdelasimágenesylasopinionesque,alolargoyanchodelared,vertíanpersonasanónimasquecompartíansusexperienciaseimpresionessobreelhotel.El traslado se realizó puntualmente el jueves por la tarde, según lo

acordado.Uncieloplomizoyun intensofríonoshabíanacompañadoa lolargodetodalajornada.Traselanochecer,elmercuriocontinuabacayendoenpicadoylanocheprometíasergélidacomopocas.Eltrayectonosllevóaproximadamentehoraymedia; tiempoquedediquéa la reflexiónyenelquenolleguéacruzarmásdedospalabrasconningunodemiscompañeros,queseagruparonenlaparteposteriordelvehículo,comorememorandolostiemposdeadolescenciaenlosquetodoelinterésdeunviajesecentrabaenencontrar una ubicación privilegiada en esta zona del autobús.Aduciendocierta propensión al mareo y balbuciendo una poco consistente excusabasada en el sinuoso trazado del camino, me senté en primera fila ycontemplélaslucesrojasalolargodelacarretera,comoundesfileinfinitoque salía de la capital en la clásica rutina de todas las tardes. Allí memantuveaislado,enabsolutosilencio,durantetodoelcamino,ignorandoel

bullicio a mi espalda, que incluía algún comentario, entre jocoso ymalintencionado, sobre mi escasa sociabilidad y mi manifiesta falta defortaleza y espíritu. Nada, en definitiva, que no hubiera escuchado enmultituddeocasionesanteriores,niquemerecieralamásmínimareacciónpormiparte.Eranochecerradacuandofinalmenteelpequeñoautobúsalcanzólacima

de la colina y se dirigió, entre el crujir de la grava, hacia el edificioprincipal, deteniéndose frente a la puerta de entrada. El parecido delestablecimiento con las fotografías que había revisado en los últimos díasera puramente circunstancial. Achaqué no obstante las diferencias a laescasailuminaciónexterioryalambienteneblinosoquerodeabaelentorno,situado a considerable altitud.El frío cortaba la respiración, hasta resultardoloroso,yunafinanevadacaíaconsuavidad,sinllegaraserauguriodelaimplacableventiscaquecaeríasobrenosotrosalolargodelanoche.El recibimiento no fue particularmente hospitalario. Una muchacha de

rostroagradable,perovisiblementecansada,productodeunlargoturnodetrabajo que debía estar próximo a finalizar, repartió los ocho llaveroscorrespondientes con inexpresivogesto.Se tratabade llavesmuy simples,como las que puedan servir para el acceso a cualquier sala de escasarelevancia,unidasmedianteunaargollaaunvoluminosotacodemadera,deforma troncocónica,con losbordes redondeadosporel inevitablepasodeltiempo,yunosnúmerosenlabase,escritosamanoconrotuladorindeleble.Observéquelasllavessealmacenabanenunviejocasillerodemaderaconlos números indicados en pequeñas chapas de latón situadas en el marcoinferior,yquecadaunodeellosconteníainicialmentedosjuegosdellaves.Trassubiralaprimeraplanta,constatéquelasuertemehabíaubicadojuntoalahabitacióndeElisaCebriányque,asuvez,ellaocupabalacontiguaaladeldirectorgeneral,demostrandoqueladistribuciónnosehabíarealizadoaleatoriamente.La cena se sirvió puntualmente a las nueve de la noche, en una mesa

alargada que compartimos los ocho, a modo de ejercicio inicial deconvivencia.Nossirvieron,sinposibilidadalgunadeelección,unrevueltodeverduras,quereconozcomesorprendióporsuapreciablecalidad,yunode esos lomos de algún pescado perteneciente a una especie indefinida,insípidoyalgopasado,quedejababastantequedesear.Encualquiercaso,todo bastante acorde con el nivel general de las instalaciones. Aún nosencontrábamosapurandolosúltimosrestosdelpostre,cuandoPabloSagasta

golpeóampulosamentesucopaconunacucharilla,paracaptar laatenciónde todos,comosi fueraaofrecernosunaprimiciadegran relevanciay, loque es peor, como si la mesa estuviera compuesta por varias decenas depersonas,yelevarunpuntolavoznofuerasuficienteparahacersenotar.Decualquier modo, un gesto muy propio de él, producto de su incesantenecesidaddedestacarporencimadetodoydetodos.En realidad, no me siento capacitado para reproducir fielmente su bien

ensayadodiscurso,quehabríapreparadodurantelargotiempoconundobleobjetivo:motivación y advertencia, los dos grandes pilares de su filosofíaempresarial.Paraserprecisos,debomatizarquenicompartimoselconceptodemotivación,nipiensoquelaimportanciadeambospilaresfueralamismaparaél.Decualquiermodo,laestrategiadePablosiempreeralamisma.Loque él entendía pormotivación no dejaba de ser un ensalzamiento de lascapacidades de la compañía, que no del individuo, y venía a decir,veladamente, que su gestión había sido exitosa y encomiable, siempredisfrazandoelasuntocongrandescircunloquiossobreelvalordelequipoyelresultadocolectivo.Por otro lado, la advertencia tenía siempre mayor peso, porque cada

discursoestabaapostilladoporafirmacionesqueseresumíanenquenadieestabaexentodelosriesgosdeunnegocioimplacable,yquesoloaquellosque estuvieran concienciados por completo de la necesidad de dedicaríntegramente sus vidas al ámbito profesional, tendrían la impagablerecompensadeléxitoalalcancedelamano.En resumidas cuentas, el discurso de aquella noche versó, una vezmás,

sobreestasideas,ydesdeluegohabríasidomuysorprendentequePablosesaliera de estos parámetros, aun en un ambiente tan distinto al habitual.Bastaronlosdosprimerosminutosdemonólogoparaquelamayorpartedelospresentesllegáramosalaconclusióndequenoíbamosaescucharnadanuevo, ningún aleccionamiento que no hubiéramos recibido ya eninnumerablesocasiones.Desconectéunosquincesegundosdespuésdequecomenzara la explicación sobre cómo superaríamos la incipiente crisiseconómica,graciasauncasidesinteresadosobresfuerzoquetodos,abuenseguro,realizaríamosenbeneficiodelgrupo.Soporté los siguientes quince minutos cuidándome mucho de asentir y

ensayarungestodegenuinaatencióncon relativa frecuencia; la suficientecomo para resultar creíble, pero no tanta como para conducir a ciertassospechas sobre su veracidad, aprovechando casi siempre esas pausas que

los oradores experimentados realizan de forma consciente, buscando lasreaccionesde suauditorio.Ycuandoal cabodiopor finalizada la cena,yunavezquedóclaroquenadiemásteníaintencióndealargarlavelada,dejépasar otros breves segundos antes de levantarme y murmurar una breveexcusaquemepermitierarefugiarmeenmihabitación,algoque,porsuerte,secundaron varios de los integrantes del grupo. Acto seguido, me dirigíhaciael exteriordel edificio, aduciendoquenecesitaba tomaralgodeairefresco, y crucé por delante la recepción del hotel, ya desocupada y aoscuras.Pasabanpocosminutosde lamedianochecuando regresé al interior.Me

aproximédenuevoalsalónprincipal,cuyaslucesseencontrabanapagadas,ydondereinaba lacalma.Envariaságileszancadasrecorríelespacioquemeseparabadelavitrinayquedéfrenteaella,observandoconembelesoelbrillante filo de los piolets. Allí de pie, dejé que mi imaginación volarádurantealgunosminutosantesdedirigirmeamihabitación.Fijélaalarmadelteléfonomóvilalas5:15,locoloquéenmodosilencioy

me metí en la cama sosteniéndolo en la mano izquierda. Dudaba que susonidopudierallegaraalertaraalgunodemisvecinosdehabitación,peropreferísercautelosoyasegurarmedeserelúnicoque llegaraaadvertir lavibracióndeldespertador.Esosiesqueconseguíaconciliarelsueño,puestoque el paso del tiempo tan sólo conseguía acrecentar el nudo que poco apocosemehabíaidoformandoenlabocadelestómago.Mantuvelosojosfijos en el alto techo, respiré hondo y traté de encontrar la relajaciónsuficiente para conciliar un sueño que estimaba imprescindible si queríaafrontar el día siguiente con cierta dignidad. Eliminé todo atisbo deconexióncon la realidadymeabandonéa lacálidasensacióndesentirmecubiertoporlasmantas,estiradashastalaalturadelabarbilla.Permanecídurantehorassumidoenunaindefinidaduermevela,enlaque

los momentos de consciencia se intercalaban con sensaciones oníricasindescifrables,dandolugarasituacionesenlasquelosestímulosreales,lospocos que podían existir en aquel lugar, se confundían con aquellos quefueran exclusivamente producto de mi anodina imaginación. De repente,sentí la vibración del teléfono en la mano y, como por ensalmo, medesperecé de golpe, sintiendo una súbita inyección de adrenalina. Saltécomounresortey,conlasangreaúngolpeandoconinusitadafuerzaenlassienes,meenfundéenunospantalonesoscurosyun jerseynegrode lana.Mecalcéunaszapatillasviejas,tancómodascomosilenciosas,ysaquédel

bolsillolateraldelamochilaunosguantesnegrosdematerialsintético,quehabía adquirido meses atrás y que habían demostrado ser muy eficacescontraelfrío,aunqueenestaocasiónsucometidofueraotro.Finalmentemecalé elviejogorrogrismarengoquemeacompañabadesdehacíamuchosinviernosymedirigícondecisiónhacialasalida.Elpasilloseencontrabaenlamásabsolutapenumbraaaquellahoradela

noche.Asomélacabezaymiréenambasdirecciones,tratandodeverificarlaexistenciadealgunapresenciaquepudieradaraltrasteconmiescapadanocturna.Latemperaturaenelexteriordelashabitacioneserainferior,peroapenaslonoté,imbuidocomoestabaporunaasombrosadeterminación.Avancé con lentitud por el corredor, tenso y angustiado, convencido de

queencualquiermomentopodríavermesorprendidoporalguien,ataviadode aquella guisa y en horario tan intempestivo. Alcancé el inicio de laescalerayelprimerescalóndemaderacrujióbajomipeso.Sibienfueunsonido breve y casi normal en un edificio de esas características, en micabeza sonóatronadory estrepitoso,demaneraqueoptépordescender elresto de tramos con la espalda pegada a la pared, convencido de que lafijacióndelosescalonesalmuroseríamásconsistente.Alalcanzar laplantabajarespiréaliviadoymedirigíhaciaelmostrador

de recepción, que estabadesierto, como imaginaba.Rodeé la encimerademaderaeiluminéconlapantalladelmóvillasplacassituadasenelcasillero.Medetuvejuntoalaqueindicabaelnúmerouno.Cogílallaveylaguardéenelbolsillocontrarioalqueportabalademipropiahabitación.Acontinuación,volvísobremispasosyascendídenuevoporlaescalera,

de puntillas, sintiéndome ligero, tal vez por la certeza de que pronto medesprenderíadelmayordelospesos,quemeacompañabadesdehacíatantotiempoyque,porfin,estabatancercadedesaparecerdeladoloridaespaldadel recuerdo. Disfrutando del momento, recorrí el largo pasillo, casirecreándome con cada paso, hasta detenerme frente a la pesada puerta,coronadaporungrannúmerounodehierroforjado.Sosteniendoelarmaconlamanoderecha,comprobéporúltimavezque,

aunconelguante,elpasotransversaldelfiloporlayemadeldedoproducíaun roce áspero, como el de una cuchilla de afeitar sobre una incipientebarba. Sonreí, satisfecho por su contundencia. Echémano al bolsillo paraextraer la llave,y aprovechéparapalparunavezmás lapequeñacuartilladobladaquellevabaenelbolsillo,introducidaenunafinafundadeplásticoparapreservarlade todocontactoexterno.Haciendogaladeunenvidiable

pulso,introdujelallaveenlacerradurayesperéunossegundos,aguardandounaposiblereacción,enformadesonido,queprovinieradel interiorde laestancia.Silencio.Giré la llave con absoluta delicadeza hasta notar el leve crujido que

indicaba que el paso estaba libre y, sin devolver la llave a su posiciónoriginal,accionéelpicaporteyabrílapuertaunoscentímetros,losuficientecomoparatenerunaperspectivapreviadelinterior.Laoscuridaderamayorqueenelcorredor,perodespuésdeaqueltiempodesigilososmovimientosenlapenumbradelanoche,teníalavistaacostumbrada.Sobrelacama,elbultoinmóvildePabloSagastadescansabasinemitirelmásmínimosonido.Recuperé la llave, atravesé el umbral y cerré con idéntico cuidado la

puerta ami espalda.Meencontraba tranquilo, animoso, casi exultante.Lasensacióndepodereraabsoluta,plenay reconfortante,yporunmomento lleguéadesearquedespertarayfueraconscientedetodoloqueibaaocurrir.Derepente,uncrujidoquebróelsepulcralsilenciodelaestancia,haciendoqueunasúbitaoleadadecalorme trepara por la espalda.Me agaché para ocultarme al pie de la cama ycambié el arma a la mano izquierda, la buena, aferrándola con fuerza,dispuesto a adelantarme a cualquier movimiento que realizara, acasoalertadopormipresencia.Duranteunosminutosquesemehicieroneternosmemantuveentensión,

aunquealaespera,pensandoqueerapreferiblenoprecipitarserevelandomipresenciademasiadopronto.Lasextremidadesmedolíanporelesfuerzodemantenermeenunprecarioequilibrioy,enlacabeza,lasangremegolpeabafuriosamente,produciéndomeauntiemposatisfacciónymiedo.Finalmente,cuandoconseguíconvencermedequelasombraqueyacíasobreellechonoemitíaruidoalguno,medecidíaactuar.Me incorporé de nuevo, desplazándome hacia la ventana, por el lado

derecho de la cama. La sensación de peligro había desaparecido, laconcienciadequeaquellopodíaconducirmealabismodelarrepentimientoeraunsilenciosoecodelpasadoqueapenashabíadejadodeescuchar.Enmiinterior solo existía lugar para el rencor, para la venganza. De formavoluntaria respiré hondo, dando un paso al frente. El momento habíallegado.Meabalancé sobre él, sin llegar apreguntarmecómoeraposibleque se

mantuviera dormido pese a mi proximidad y a la brusquedad delmovimiento.Fueentonces, enun solo instante, conel enormecuchilloya

alzadosobremicabeza,cuandomiplansedesmoronócomouncastillodenaipes.Antemisojos,ahorasíconcentradosenlafiguradelacama,yacíaPablo Sagasta, asesinado. La grotesca imagen del piolet enterrado en sugarganta se clavó en mis retinas, produciéndome un impactodesproporcionado.Alguiensemehabíaadelantado.Lejos de sentir alivio por el inesperado hallazgo, o liberación por ver

cumplidomimayoranhelo,ladecepciónmeinundóysentíunarepentinaeinexplicable rabia. Todo el esfuerzo realizado, la planificación, las largashorasdereflexiónyconvencimiento,sehabíandisipadoenunsolosegundo,arrebatándome la posibilidad de ver cumplidas mis insaciables ansias devenganza.Enaquelmomento,frentealcadáverdelhombrequedespreciaba,medijequemipresenciaallínopodíaquedarcomounmerorecuerdodemimente.Saquéelpapeldelafundadeplásticoylodesdobléparaleerporúltima

vezlacitadeBorges,aquellaquemehabíailuminadoparaaceptarquetalvezsoloquienesmerecedordelinfiernopuedeencontrarladeterminaciónpara enviar allí a otro ser humano, por mucho que lo merezca.Arriesgándomeaquelapruebademipresenciasoloconsiguieraacarrearmeproblemas en el futuro, pero necesitado de dejar alguna huella quemanifestaraauntiempoconformidadyfrustración,volvíaplegarlanotayladepositéjuntoalacabezadeSagasta.Deseécontodasmisfuerzasque,desdedondequieraqueestuviese,Lucíasupieraperdonarmeporloquenohabíalogradohacer,otalvezporloquesíhabríahecho,aunqueellanuncallegaraaentenderlo.Despuésdetodo,deallídondesoloelamorescapazdellevarte,quizásel

odioseaelúnicocapazdehacerteregresar.

Marzo2012–Agosto2013