Sierra La Vida

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La vida cotidiana: libertad, amor y esperanza. Gabriela Sierra 1 ---------------------------------------------------------------------------------------------------www.fronteraseducativas.iteso.mx E n e r o 2 0 1 0 La vida cotidiana: libertad, amor y esperanza. Gabriela Sierra. A ceptar la invitación para escribir, compartir y expresarme acerca de la vida cotidiana significa la posibilidad de enfrentarme a mí misma, a mis apren- dizajes, decires y quereres. Es atreverme a poner en palabras una certeza que me ha acompañado desde hace tiempo. La forma como organizamos la cotidianidad depende de nuestra manera de ver las cosas y esta manera, a su vez, la define, por eso, más que comprenderla solamente como una suma en la que se acumulan nuestras actividades (incluyen- do el pensar y el sentir), es importante caer en la cuenta de cómo las articulamos, simbolizamos y representamos porque esto nos ayuda también a conocernos y a re-conocernos en ella, en lo que hacemos y en nuestras relaciones. Para entender mejor la vida cotidiana es importante caer en la cuenta de que en ella están presentes, aunque sea en forma inconsciente, nuestros ritos, nuestras costumbres, nuestras rutinas y creencias. En ella, se representan y le damos vida a nuestros mitos personales y sociales surgidos de nuestra historia. Me explico mejor. Si gracias a la educación familiar recibida he aprendido que soy una persona responsable, la forma como voy a organizar mi cotidianidad favorecerá y cultivará esta idea que tengo de mí misma. Lo que aprendí de las relaciones, de la salud, del manejo del dinero... le da una estructura a la organi- zación de mi vida habitual. Estructura que ofrece seguridad y dirección. Y a la vez posibilidad de renovación. Voy a compartir con ustedes algunas de mis reflexiones que se destilan y se asientan en mi corazón gracias a las actividades que realizo y a la forma cómo las represento para mí y para los y las demás. Escribo en tono personal y parto de mi experiencia con el deseo de que ustedes puedan encontrar alguna pista para alumbrar su propia cotidianidad. Mi vida de cada día se compone de mil detalles, de miradas, sonrisas, sue- ños, momentos de oración, de frustración, de canto y de amor. Tristezas y gozos. Temores y esperanzas. Todos los días salimos Miguel (mi esposo) y yo a caminar temprano y vemos juntos a la luna y al lucero de la mañana. Al llegar, preparo el café, recojo el periódico y desayunamos juntos. Platico con Miguel, espero a Diego, contesto el teléfono. Leo las noticias, es algo que me interesa mucho. Antes de irme a trabajar, hago la comida, pongo la lavadora, dejo dinero para el

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  • La vida cotidiana: libertad, amor y esperanza. Gabriela Sierra 1

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    Enero

    2010

    La vida cotidiana: libertad, amor y esperanza.

    Gabriela Sierra.

    Aceptar la invitacin para escribir, compartir y expresarme acerca de la vida cotidiana significa la posibilidad de enfrentarme a m misma, a mis apren-dizajes, decires y quereres. Es atreverme a poner en palabras una certeza que me ha acompaado desde hace tiempo.

    La forma como organizamos la cotidianidad depende de nuestra manera de ver las cosas y esta manera, a su vez, la define, por eso, ms que comprenderla solamente como una suma en la que se acumulan nuestras actividades (incluyen-do el pensar y el sentir), es importante caer en la cuenta de cmo las articulamos, simbolizamos y representamos porque esto nos ayuda tambin a conocernos y a re-conocernos en ella, en lo que hacemos y en nuestras relaciones.

    Para entender mejor la vida cotidiana es importante caer en la cuenta de que en ella estn presentes, aunque sea en forma inconsciente, nuestros ritos, nuestras costumbres, nuestras rutinas y creencias. En ella, se representan y le damos vida a nuestros mitos personales y sociales surgidos de nuestra historia.

    Me explico mejor. Si gracias a la educacin familiar recibida he aprendido que soy una persona responsable, la forma como voy a organizar mi cotidianidad favorecer y cultivar esta idea que tengo de m misma. Lo que aprend de las relaciones, de la salud, del manejo del dinero... le da una estructura a la organi-zacin de mi vida habitual. Estructura que ofrece seguridad y direccin. Y a la vez posibilidad de renovacin.

    Voy a compartir con ustedes algunas de mis reflexiones que se destilan y se asientan en mi corazn gracias a las actividades que realizo y a la forma cmo las represento para m y para los y las dems. Escribo en tono personal y parto de mi experiencia con el deseo de que ustedes puedan encontrar alguna pista para alumbrar su propia cotidianidad.

    Mi vida de cada da se compone de mil detalles, de miradas, sonrisas, sue-os, momentos de oracin, de frustracin, de canto y de amor. Tristezas y gozos. Temores y esperanzas. Todos los das salimos Miguel (mi esposo) y yo a caminar temprano y vemos juntos a la luna y al lucero de la maana. Al llegar, preparo el caf, recojo el peridico y desayunamos juntos. Platico con Miguel, espero a Diego, contesto el telfono. Leo las noticias, es algo que me interesa mucho. Antes de irme a trabajar, hago la comida, pongo la lavadora, dejo dinero para el

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    agua y las tortillas o el pan. Ya en la oficina, contesto mailes, preparo mis clases, tengo juntas. A veces, me tomo un rico cafecito con otro hijo... En la noche, para cenar vemos televisin y platicamos sobre el programa. La hija me comenta de los avances de su tesis... hay ratos en los que quiero que ya acabe de llegar la no-che para acostarme y descansar... Conozco y valoro mis rutinas que me ayudan a hacer todo lo que hago y, a veces, las rompo para encontrar la novedad que se encierra en ese da.

    La anterior puede ser leda solamente como una lista de acciones, sin em-bargo, hay en ella una organizacin implcita que me ayuda a vivirme como ma-m-esposa que trabaja y que quiere mucho a sus hijos y a su esposo, que quiere cumplir con todo y cumplir muy bien. Al redactarla, me doy cuenta de que esta organizacin ha sostenido la idea que tengo de que quiero cumplir muy bien con mis obligaciones de mam y de esposa para luego, poder cumplir, tambin muy bien, como mujer que trabaja fuera de la casa. En fin.

    Pero... hay tambin, ocultas en esta lista y su organizacin algo ms profun-do que le da sentido a mi cotidianidad y que me sostiene en mis deseos.

    Considero que la vida de cada da: Es el nico lugar y el nico espacio en el que puedo expresar mi amor, mis

    deseos, mis incertidumbres... Es la que me abre al significado de ser persona en este mundo tan difcil

    y contradictorio y sin embargo, tan interesante, atrayente y fuerte... Es como una maestra que me ensea lo que puedo aprender acerca de

    los y las dems, del amor, del dolor, del goce y del esfuerzo para construir nues-tros sueos...

    Es mi nica oportunidad para vivir y expresar el entretejido con el que est hecho mi deseo y mi compromiso con ese misterio que llamamos vida.

    Quiero ahora reflexionar con ustedes sobre cuatro aspectos de la cotidia-nidad que se derivan de mis consideraciones acerca de la vida de todos los das:

    1.- La vida cotidiana: un camino para abrir nuestros sentidos.Con Luca, mi nieta de casi 3 aos, he aprendido, entre otras cosas, a re-disfrutar del parque que est cerquita de mi casa, a gozar de la alegra de mojarme las ma-nos simplemente para sentir al agua corriendo entre mis dedos, a bailar con la msica que a ella le gusta dejndonos llevar por su ritmo sin importarle ni a ella ni a m si bailo bien o no.

    Al llegar al parque, la nia corre de mi mano hasta llegar a donde estn los columpios y escoge al que se quiere subir, me pide que la mezca fuerte, lo hago

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    y le gusta mucho, cuando se cansa quiere que la baje y elige corriendo a cual otro juego se quiere subir. En general, escoge juegos en los que hay otros nios o nias, porque le gusta observarlos y luego imita sus expresiones. Le encanta el resbaladero y poco a poco se ha ido soltando de la mano de Miguel cuando se desliza. Es muy buena para el futbol! Y ha pasado de slo observar a quienes juegan a participar como goleadora, aunque a veces no se levanta del suelo.

    Generalmente, sta es nuestra rutina en el parque. Luca ha avanzado en seguridad con ella misma y ya no necesita tanto de nuestras manos, aunque a ve-ces, si se cae, regresa a lo que ella conoce, se toma de mi mano y cuando vuelve a estar segura, se suelta y corre otra vez.

    Qu he aprendido con Luca?, qu he re-aprendido en el parque?, qu me ha regalado la vida en esos ratos? He aprendido a mirar su alegra; he aprendi-do a poner atencin a su sonrisa; he observado y alentado su deseo de atreverse a hacer cosas nuevas; he escuchado su gozo cuando se relaciona con otros nios para jugar con ellos. Me he relacionado con otras abuelas y abuelos y con paps y mams jvenes con quienes he platicado mientras mecemos los columpios.

    Estos aprendizajes me han ayudado a relacionarme de una manera nueva con mi cuerpo ya de abuela. Con mi cuerpo que me ha ayudado a volver a sentir mi fuerza gracias al deseo amoroso que se ha abierto paso y ha permitido que la vida penetre con sus sonidos, sus texturas, sus olores y colores, con toda su intensidad.

    He podido compartir tambin con Miguel, observar y gustar de su sonrisa cmplice ante los atrevimientos de la nieta. Su amor de apoyo para cuando me canso.

    Transitar de ver a mirar (y descubrir esas piedritas chiquititas que tienen diferentes colores con las que se puede jugar) Caminar de or a escuchar (el len-guaje diferente de los nios y las nias que contiene tonos de voz que matizan lo que quieren decir) Avanzar de probar a gustar (reconocer los sabores que gustan, que disgustan, que son nuevos y, por lo tanto, hay que dedicarles tiempo para de-gustarlos) De percibir a contactar (detenerme para sentir la mano chiquita llena de ternura que me hace una caricia, o que, simplemente se posa en mi brazo) De simplemente oler a evocar.

    Este abrir mis sentidos me ayuda a ser ntima conmigo misma, con Luca y con la vida, porque con este abrirme es mi cuerpo-alma quien se expresa en una sola unidad desde una profundidad de corazn desconocida para m. Y al expre-sarme desde esta profundidad entro en relacin, salgo al encuentro.

    Pero hay todava ms. Abrir mis sentidos me ha ayudado tambin a evocar otras historias, a imaginar a otros nios solos, abandonados o enfermos, a pensar en mi corazn en otras abuelas y abuelos que no pueden abrazar a sus nietos, en esposas que no comparten esa complicidad cotidiana con sus parejas. Gracias a

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    mis sentidos, me abro no slo a lo que sucede fuera de m sino que puedo entrar a mi interioridad y traer a m otras experiencias que me unen con otras personas, a su soledad, a su dolor que intuyo. Es como si abrir mis sentidos me ayudara a descentrarme de m misma y pudiera extender mi comprensin a otras personas y situaciones vitales que se convierten tambin en parte de mi cotidianidad.

    Por eso abrir mis sentidos me lleva a la trascendencia y a la espiritualidad, entretejo historias, salgo de m misma, me relaciono, evoco a otras personas y situaciones... ir al parque con Luca no es slo ir al parque... es la oportunidad de encontrarme con el dinamismo de la vida y dejarme transformar por ella.

    2.- La vida cotidiana: un encuentro en el tiempo.Hace unos meses, una nochecita, Gabi, mi hija, me platic de los cambios que estaba viviendo en su cuerpo, con cautela y con gozo silencioso nos aventuramos a pensar en un posible embarazo, que cuando ya fue certeza llen mi corazn de estrellas.

    Cmo es que una noticia que rompe la cotidianidad me ayuda a com-prenderla mejor?, cmo se relaciona esta experiencia con la vida cotidiana? La vida de todos los das est abierta tambin a las noticias ms inesperadas que nos cambia el mundo pre-hecho y conocido. Un amigo perdi su trabajo y nos pre-ocupa... un hijo tiene planes y nos pide ayuda... una hermana se enferma... nos llega la sorpresa de un viaje... se nos presentan situaciones cotidianas que nos involucran y este compromiso afectivo modifica nuestra manera de vivir el tiem-po ya que nos pide una respuesta que nos saca de nuestros esquemas.

    Se puede tener la tentacin de acomodar rpidamente lo que nos per-turba, ya que nos desacomoda el mundo que hemos construido. O podemos permitir que la noticia que nos inquieta se vaya abriendo paso en nuestro sentir y en nuestro pensar para que demos con una manera ms natural de fluir con ella en nuestro tiempo y en nuestro espacio. Cualquiera de las dos opciones es una seal de nuestra manera de vivir.

    Al fin y al cabo la cotidianidad es tan fuerte que vamos asimilando lo que nos impresiona y poco a poco pasa a ser parte de ella. Se representa en la pola-ridad de como nos dejamos impactar por la novedad el esfuerzo para que no haya olas en nuestra vida.

    Vuelvo a la experiencia del tiempo en la vida de todos los das. Cuando Gabi me dio la noticia de su embarazo, reviv en ese solo momento mi experien-cia de cuando ella naci, los aciertos y los errores con los que ha caminado mi maternidad y mi deseo y compromiso de seguir trabajando para que el futuro sea cada vez ms vivible.

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    Record la paciencia de esperar nueve largos meses para poder abrazar a esta nueva vida. Y reconoc la maravilla de este tiempo que va forjando el cuerpo-alma de un beb con lentitud, precisin y belleza.

    Vibro con la diferencia temporal entre la mam joven y la abuela. El tiempo pasa en forma distinta para cada una de las dos. Para ella comienza un futuro nue-vo, desconocido. La vida le da esta maravillosa oportunidad de amar, de cuidar y de ser casa para un nuevo ser, de abrirle el mundo, de encontrar con su pareja una relacin ms fuerte y profunda, amorosa y compartida, lo que sucede al tener un hijo cuando hay amor entre los dos.

    Para m es la posibilidad abierta de re-encontrar en mi pasado ms antiguo mi expresin de mujer, de soar el futuro y tejer en el presente unas cobijitas que lleven impreso el amor que siento.

    Porque la vida cotidiana se hace de pasado / futuro concentrado en un presente. Ya los filsofos existencialistas nos ayudaron a comprender que esta condensacin del tiempo permite que las personas podamos planear desde nuestra historia sin vernos atrapadas por ella. Es un espacio para la libertad y para soar lo que queremos alcanzar.

    Por otra parte, esta libertad que alcanzamos con el tiempo en la cotidiani-dad nos contrapone con nuestras necesidades de organizacin, de planeacin, de proyeccin. Necesidades muy importantes, nos permiten prever el futuro y nos ofrecen una orientacin que nos ayuda a tener seguridad y direccin.

    Sin embargo, la vida de todos los das es ms bien desordenada. Ya me iba al trabajo, contest una llamada y me entretuve... una amiga necesita un ratito de ser escuchada y se desorganiz mi agenda, llegu tarde a la junta... puse a cocer la verdura y no sale el vapor de la olla y ya me quiero ir... los coches caminan ms despacio porque hubo un choque... llovi y se descompuso el semforo...

    Podemos percibir este desorden como una interrupcin a nuestros planes y entonces buscamos la forma de volver a lo planeado, podemos percibirlo tam-bin como una prdida de tiempo que nos molesta, o podemos apreciarlo como una llamada de la vida que se conecta con nuestro corazn profundo de una manera nueva y nos invita a tener paciencia, cario por lo inesperado, apertura y flexibilidad. Al cabo de todos modos voy a llegar a la junta.

    La organizacin necesaria y la desorganizacin necesaria son dos formas valiosas y complementarias de vivir el tiempo cotidiano. Una nos ofrece orienta-cin, la otra nos abre a lo espontneo, a la creatividad. Las dos nos enriquecen.

    Gabi y su beb descompusieron mi cotidianidad de mujer trabajadora y me ofrecieron la posibilidad de sacar de m los sueos que componen mi futuro y de encontrar, espero, la sabidura y el amor de la madre antigua. Al desorganizar mi vida, me ayudaron a encontrar nuevos matices de lo que creo de m misma.

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    3.- La vida cotidiana: un tiempo para vivir nuestra esperanza.Hace unos pocos meses, cerca ya de las elecciones, se empez a hablar, a discutir, a pensar en la posibilidad del voto nulo y apareci Fidel (un perrito cuyo dueo lo propuso como candidato, para no votar por los de siempre) una alternativa diferente, ldica, para expresar el desacuerdo con los partidos y su modo de go-bernar. Esta situacin vino a romper la estructura conocida acerca del perodo electoral y se fue introduciendo en la vida cotidiana. Se discuta en las comidas, se hablaba de ella en el caf, se lea en los peridicos...

    Este modo de participacin poltica no fue validado por todas las personas, sin embargo, en las discusiones, en las reflexiones compartidas, en la inquietud que despert, se vislumbraba algo que llamo esperanza.

    La esperanza comprendida como el compromiso de hacer realidad lo posi-ble. Como una fuerza vital que motiva, impulsa y sostiene, que nos ayuda a lograr, a realizar nuestras potencialidades. Es la fuerza que nos regala el deseo.

    Esta esperanza le da sentido y orientacin a nuestra vida. Qu s est en mis manos cambiar?, a qu s me puedo comprometer?, cmo organizo mi vida para que sea posible realizar mis sueos?, para que se incorporen en ella los sueos que comparto con mi familia, con las personas con quienes trabajo, con mi comunidad? Es un fuerte cuestionamiento porque muchas veces s queremos alcanzar algo pero no con la suficiente fuerza como para que este deseo oriente y nos ofrezca opciones para re-ordenar la cotidianidad. Para que podamos transitar del deseo a la accin.

    Martin Buber describe dos necesidades bsicas en el ser humano. Cada una de stas, contiene diferentes actitudes ante la vida. La necesidad de seguri-dad y la necesidad de realizacin. No son contradictorias sino complementarias.

    La de seguridad puedo ejemplificarla con la rutina cotidiana que es econ-mica en tiempo y en esfuerzo y que encierra una gran sabidura. Si me doy cuenta y valoro lo que ya s, la forma como me organizo, mis primeras respuestas, puedo descubrir que contienen un saber personal/social que me ayuda a sacar adelante el trabajo y el esfuerzo de la cotidianidad. Puedo o no, quedarme ah.

    Un peligro que intuyo en la posibilidad de detenernos en la seguridad que nos ofrece la rutina es el de que al cumplir lo que se espera de nosotros, al re-petir las acciones que me ayudan a portarme como persona buena y eficaz, al ser aceptada por mi medio social desde esta rutina, se estanque mi saber y me convierta en mera repetidora, sin novedad ya en la vida.

    Sin embargo, a la rutina puedo convertirla en el piso bsico para lograr la realizacin. Para hacer realidad mis sueos, mis esperanzas. Desde su seguridad puedo cuestionarme para abrirme a lo nuevo, para darle cabida a la transforma-cin cotidiana que trae la esperanza.

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    Vista as la esperanza en la cotidianidad representa no slo una oportuni-dad para explorar el mundo propio sino tambin nos ayuda a conocer los propios sentimientos y a darnos cuenta de como las propias acciones afectan e influyen el mundo propio y en la comunidad con la que compartimos la vida.

    Qu futuro quiero hacer posible para Luca?, cmo me gustara que fuera la vida para el beb de Gabi?, qu ciudad me comprometo a construir desde mi saber y desde mi deseo?, qu deseo para mis estudiantes y cmo me compro-meto con este querer?

    Avanzar del mundo conocido a la esperanza nos invita a abandonar la es-fera de tranquilidad en que nos envuelve la cotidianidad conocida y dejarnos orientar por el deseo, abrirnos en libertad a las diferentes posibilidades atrevin-donos a soar. As s puede ser la esperanza parte viva en nuestra vida habitual.

    Lo cotidiano, entonces, nos muestra el da a da que va apareciendo de una forma que puede ser rutinaria y, como seal, nos ayuda por lo conocido y as lo podemos dejar.

    Desde otra perspectiva, esta misma cotidianidad es el mbito para la espe-ranza al ser capaces de trascender la seguridad para avanzar hacia el encuentro que nos transforma, que hace realidad lo posible.

    Cuando le brindamos la casa a un hijo que necesita un tiempo de paz aun-que se rompa la comodidad establecida, cuando puedo atender a quien toca mi puerta y me doy un espacio para escucharlo, cuando extiendo mi tiempo de trabajo porque un alumno no tiene claridad para avanzar en su tesis, cuando es-cucho el llanto de un amigo que siente miedo a morir, cuando doy un abrazo al compaero que ya no sabe qu hacer con su culpa, cuando escucho el sinsentido oscuro que deja a veces el proceso de la enfermedad... brindar, acoger, atender, extender, acompaar, escuchar, abrazar... parecen acciones pequeas que, si se engarzan a la esperanza hacen realidad el encuentro que nos humaniza.

    4.- La vida cotidiana: un compromiso para generar comunidad.Recuerdo a Lourdes, mi amiga, que se atreve a vivir un nuevo amor y deja su mundo conocido para explorar otras rutas; viene a mi corazn Mara Elena y su esfuerzo cotidiano para aceptar con amor su lucha por su salud; pienso en mi pap de 91 aos y su gusto por vivir; Mara que ha llenado su vida con la alegra de las nias desamparadas; vienen a mi corazn las personas migrantes con su esperanza de encontrar un mundo mejor en medio de la violencia que se genera con la pobreza... mis hermanas y hermanos y tantas personas amigas con quienes trabajo y abren mi corazn y me invitan a que los y las acoja.

    La vida familiar es, de por s una comunidad. Quienes vivimos juntos nos

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    comprometemos a poner en comn nuestros haceres para que la vida resulte lo ms placentera posible. No es fcil, pide apertura y capacidad para entretejer en comn y confrontar los significados de la experiencia de vida ms all de los he-chos que muchas veces pueden tener mltiples interpretaciones y que pueden estructurarse para encubrir y justificar situaciones de injusticia en las relaciones de autoridad, de control, de dominio, de gnero.

    Por ejemplo, cul es el sentido de la limpieza cotidiana?, de quin es la responsabilidad de limpiar?, de la esposa-mam, de la persona que ayuda con el aseo o de todas las personas que integran la familia? Para qu hago todos los das la comida y quiero que me quede rica?, se toma en cuenta el esfuerzo que esto supone o se ve solamente como una responsabilidad ma por ser mujer? Cmo se comprende la responsabilidad econmica y la distribucin de papeles respecto al manejo del dinero?, el hombre controla los gastos de su esposa a travs del uso de la tarjeta de crdito?, la mujer, aunque trabaje, no aporta al gas-to familiar porque ste depende del marido? Cmo respeto los silencios de lo que no se comparte?, se respetan los espacios privados de los hijos e hijas o se revisan con el pretexto de ordenar porque es mi casa y tengo derecho a hurgar en lo que no es mo? Expreso lo que me duele?, hay espacios para compartir la intimidad de los sentimientos?, con quin s o no comparto?, cmo se hacen estas diferencias?, escucho?, me escuchan?

    La familia extensa. Los hermanos hemos crecido, cada una y cada uno tiene su propio espacio, sus problemas y sus modos de resolverlos... los esposos y las esposas de los hijos e hijas necesitan tambin un espacio aceptado, valorado y respetado dentro del ncleo de la familia de origen... llegan los nietos y las nietas a quienes ya no me toca educar... puedo respetar las diferencias entre perso-nas tan cercanas y generar una comunidad con tantos modos distintos de vivir?, o tengo fijo, aunque sea encubiertamente el modelo familiar en que fui educada y con el que he estructurado la vida y desde este modelo enjuicio a quienes no son semejantes a m?

    La vida en el trabajo de todos los das es otra forma de generar comunidad. Se comparten ideales, dificultades, problemas, no siempre desde la misma pers-pectiva pero s en una misma bsqueda. Junto con personas que pueden no ser mis amigas trabajo todos los das para transformar una manera de comprender las relaciones humanas, estamos llevando a cabo acciones que nos son relevantes con la esperanza de cambiar aunque sea poquito a la sociedad en que vivimos. Sin embargo, hay que tomar en cuenta las estructuras de domino y de poder que se pueden enmascarar an en las instituciones que tienen grandes idearios... y as como es responsabilidad personal estructurar desde la justicia las relaciones que

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    se establecen con una institucin, tambin es necesario expresar y sacar a la luz lo que se encubre y que impide la realizacin de la obra que se comparte.

    Los amigos y las amigas que nutren el corazn. Que extienden la capacidad de amar, de escucha, de conocer. Tambin con ellos y ellas formamos comunidad... ms an, desde nuestra cotidianidad formamos comunidad con cada una de las personas que vivimos en la tierra, sin distinciones, ya que compartimos con ellas nuestra humanidad ms profunda aunque sea en diferentes matices y grados.

    Desentraar estas formas cotidianas de hacer comunidad, dejarme interpe-lar por ellas, renovarlas para el encuentro que humaniza, atrevernos a cambiar lo que ya no nos satisface ni tiene sentido... son acciones alimentadas por el deseo que pueden incorporarse a nuestra vida de todos los das para favorecer que sta exprese nuestra ms profunda humanidad. sa que es el espacio para el amor.

    Para terminar quiero decir: es en la vida cotidiana donde se genera y cons-truye el Reino. Da a da, pasito a pasito. Con nuestras luces y sombras, sin perder la esperanza. Este Reino que nos convoca y compromete. Que se hace con ac-ciones pequeitas. Que nos invita cada da a organizar y a articular nuestra vida desde la libertad y el encuentro. Que hace de la cotidianidad el momento cordial para la convivencia con otras personas dueas de un rostro y de un corazn, en palabras de Leonardo Boff.

    Bibliografa: El Manantial Escondido. Thomas Hart. Ediciones Descle de Brower. Bilbao 1997

    Para Encontrar a Dios abre tus Sentidos. Anselm Grn. Editorial Lumen. Argentina, 2002

    Escuchar con el Corazn. Joan Chittister. Editorial Sal Terrae. Espaa, 2005.

    El Placer de cada Da (tomos 1 y 2) Thomas Moore. Ediciones Plural. Espaa, 1997.

    El Cuidado del Alma (tomos 1 y 2) Thomas Moore. Editorial Urano. Barcelona, 1993

    La Compasin en la Vida Cotidiana. Henry Nowen. Ediciones Lumen. Argentina, 1996.

    Dilogo y otros escritos. Martin Buber. Ropiedras. Barcelona, 1997

    El Experimento Esperanza. Jrgen Moltmann. Ediciones Sgueme. Salamanca, 1977.

    Cuidar la Tierra. Leonardo Boff. Ediciones Dabar. Mxico, 2001