La belleza de la santidad:El arte sacro y laNueva EvangelizaciónJem Sullivan

servicio de información católica

Serie de la Nueva Evangelización Herramientas para la Nueva EvangelizaciónAnexo A

Editora General

Michelle K. Borras, Ph.D.

Directora del Servicio

de Información Católica

Fotografía

Thomas Serafin

© Derechos de Autor 2012, Caballeros de Colón.Todos los derechos reservados.

Las obras citadas son propiedad de sus respectivos autores.

Las citas de las Escrituras están adaptadas de la versión en inglés Revised Standard Version, Catholic Edition (San Francisco: Ignatius, 1994).

Las citas de las Escrituras en españolprovienen de Biblia Clerus, de laCongregación para el Clero, Santa Sede,Ciudad del Vaticano, en clerus.org.

Imagen de la portada

Detalle de la Virgen María inclinándose sobre el niño Jesús. Del Muro de la

Natividad, Capilla de la Sagrada Familia, Consejo Supremo de los Caballeros de

Colón, New Haven, Connecticut. Los mosaicos de la capilla fueron realizados

por el Padre Marko Ivan Rupnik, S.J. y los artistas del Centro Aletti en 2005.

nihil obstat

Susan M. Timoney, S.T.D.

Censor Deputatus

imprimatur

Cardenal Donald Wuerl

Arzobispo de Washington

Arquidiócesis de Washington

4 de septiembre de 2012

El Nihil Obstat y el Imprimatur son declara-

ciones oficiales de que un libro o folleto

están exentos de errores doctrinales o

morales. No implica de forma alguna que

quienes han otorgado el Nihil Obstat y

el Imprimatur estén de acuerdo con el

contenido, las opiniones o las declaraciones

que en ellos se expresan.

La belleza de la santidad: El Arte Sacro y la Nueva Evangelización

Jem Sullivan

Contenido

1 De la vista a la contemplación y a la adoración 2 De lo visible a lo invisible 4 Mirar con los “ojos de la fe” 6 El reto de una “disonancia sensorial”

Cuatro razones para poner al arte sacro al servicio de la Nueva Evangelización 9 Jesucristo, el icono de Dios 10 El testimonio de la historia del arte cristiano 11 Respuesta ante la belleza de la fe 12 Una “cultura de imágenes” y la Nueva Evangelización

Hacia otra forma de mirar 15 El despertar de los sentidos espirituales 17 Lectio Divina adaptada al arte al servicio de la Nueva Evangelización 20 Purificación de los sentidos para Dios

22 La belleza de la santidad 24 Fuentes

26 Acerca del autor

Contenido

1 De la vista a la contemplación y a la adoración 2 De lo visible a lo invisible 4 Mirar con los “ojos de la fe” 6 El reto de una “disonancia sensorial”

Cuatro razones para poner al arte sacro al servicio de la Nueva Evangelización 9 Jesucristo, el icono de Dios 10 El testimonio de la historia del arte cristiano 11 Respuesta ante la belleza de la fe 12 Una “cultura de imágenes” y la Nueva Evangelización

Hacia otra forma de mirar 15 El despertar de los sentidos espirituales 17 Lectio Divina adaptada al arte al servicio de la Nueva Evangelización 20 Purificación de los sentidos para Dios

22 La belleza de la santidad 24 Fuentes

26 Acerca del autor

Detalle de San José durmiendo.

Muro de la Natividad, Capilla de la Sagrada Familia.

Consejo Supremo de los Caballeros de Colón, New Haven, Connecticut.

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De la vista a la contemplación y a la adoración

En numerosas ocasiones el Papa Benedicto XVI llamó la atención sobre la importancia del arte sacro para la nueva evangelización. Una de estas ocasiones fue la presentación del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica a la Iglesia uni-versal. El Compendio, que es una de las primeras publica-ciones de su pontificado, contiene unas catorce obras de arte sacro. Al presentar el Compendio, el Santo Padre hizo notar que “El arte ‘habla’ siempre, al menos implícitamente, de lo divino, de la belleza infinita de Dios... Las imágenes sacras, con su belleza, son también anuncio evangélico y manifiestan el esplendor de la verdad católica... estimulan a todos, creyentes y no creyentes, a descubrir y contemplar el fascinante e inagotable misterio de la Redención, dando siempre nuevo impulso al intenso proceso de su incultura-ción en el tiempo”.1

Al tiempo que reflexiona sobre el llamado y los retos de la nueva evangelización, la Iglesia nos invita a reflexionar nuevamente sobre la relación del arte sacro con la evan-gelización y la catequización. ¿Cuál es el valor catequético de las imágenes sacras? ¿Cómo puede servir el arte sacro

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para ayudar a la formación en el contenido de la fe cristiana? ¿Pueden las obras maestras del arte servir como poderosas herramientas para la nueva evangelización en nuestros días y en esta era?

De lo visible a lo invisible

El Catecismo de la Iglesia Católica hace notar que el arte sacro “es verdadero y bello cuando corresponde por su forma a su vocación propia: evocar y glorificar, en la fe y en la adoración, el Misterio trascendente de Dios, belleza sobreeminente e invisible de Verdad y de Amor, manifestado en Cristo, ‘Res- plandor de su gloria e Impronta de su esencia, en quien reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente... El arte sacro verdadero lleva al hombre a la adoración, a la oración y al amor de Dios Creador y Salvador, Santo y Santificador”.2

Por lo tanto, el papel del arte sacro en la nueva evange-lización es conducir a los fieles de la vista, a la contemplación y a la adoración de Dios. Porque, como afirmó el Papa Bene-dicto, las grandes obras de arte “son un signo luminoso de Dios y, por ello, una manifestación, una epifanía de Dios”.3 Una imagen sacra de Cristo, de la Santísima Virgen María, la Madre de Dios, o de un santo cristiano brinda una visión terrenal de las realidades eternas, “un acercamiento al cielo”, por así decirlo.

El Catecismo describe el objetivo de la catequesis litúrgica como “introducir en el Misterio de Cristo (mistagogia), pro-cediendo de lo visible a lo invisible, del signo a lo significado, de los ‘sacramentos’ a los ‘misterios’”.4 Los sacramentos,

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instituidos por Cristo, son el medio privilegiado mediante el cual los fieles participan en su misterio salvífico a través del misterio de la Iglesia. En esta economía sacramental, el arte sacro que nos predispone a la presencia sacramen-tal de Dios puede servir como un presacramento, como dijo San Juan Pablo II para describir el arte sacro y la arquitec-tura de la Capilla Sixtina.

Limitar la función de las imágenes sacras a meras repre- sentaciones decorativas o estéticas de ideales socio cul- turales, como sucede a menudo, es como perder una nota alta en la sinfonía litúrgica compuesta por las imágenes sacras, la arquitectura, la música y los ritos. Es obvio que las imágenes sacras expresan realidades humanas, sociales y culturales, y que agregan valor estético a los espacios inte-riores y exteriores de catedrales, capillas e iglesias. Pero las imágenes sacras son también un medio indispensable de instruir a los fieles sobre el contenido de la revelación divina y estimular y nutrir su fe. Con la ayuda del arte sacro, catequistas, predicadores y maestros de la fe repiten la pe- dagogía divina de la historia de la salvación en la que están inseparablemente ligados el testimonio de las “palabras” y el de los “actos” de Dios.

San Juan Pablo II llamó la atención sobre el valor pe- dagógico de las imágenes sacras en su Carta a los artistas de 1999 cuando escribió, “las expresiones figurativas de la Bi- blia representaron incluso una concreta mediación catequética”.5

Es decir, que cada domingo, mientras los fieles escuchan la verdad del Evangelio proclamado y responden profesando su fe en el Credo, estas mismas verdades de la fe se revelan

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en el arte sacro que los rodea. Las enseñanzas de la Iglesia y las doctrinas condensadas en una página del Catecismo encuentran formas complementarias de expresión en el arte sacro y la arquitectura. De este modo, el arte sacro – pinturas, mosaicos, vitrales, esculturas, música sacra – se convierte en un “Evangelio visual” por medio del cual los fieles miran, escuchan y tocan los misterios de la fe con el fin de encarnar sus verdades en la santidad de la vida y el testimonio cristiano.

Mirar con los “ojos de la fe”

Uno de los primeros en confirmar el papel de las imá-genes sacras fue el Papa San Gregorio Magno. En su carta a Serenus, Obispo de Marsella en 599 AD, escribió, “La pin-tura se usa en las iglesias para que los analfabetas, al menos mirando las paredes, puedan leer lo que no son capaces de descifrar en los códices”.6 El movimiento que va de la vista, a la contemplación y a la adoración de Dios se realiza a través de palabras escritas o dichas, y a través de las imágenes sacras.

Durante siglos, las imágenes sacras se crearon con la catequesis en mente. Por supuesto, la apropiación de los signos y símbolos en las imágenes sacras se basaba en la eficacia de la predicación y en la enseñanza en comunión con la “visión de fe de la Iglesia”. Pero el objetivo pedagógico de una imagen sacra no es provocar en los espectadores un ejercicio meramente intelectual o didáctico. Es despertar en ellos el asombro y la maravilla, quizás incluso un embe-

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lesamiento del alma mediante una visión de la belleza di- vina, con la esperanza de que encomienden su vida a dicha belleza y busquen una vida de santidad. Como dice el Pre- facio para Navidad (I): “En el misterio de la Palabra hecha carne, la luz de tu gloria brilló ante nuestros ojos con nuevo resplandor, para que, conociendo a Dios visiblemente lle- guemos al amor de lo invisible”.

La cuestión es llevar a los fieles a percibir lo Invisible en lo visible, a aprender una nueva forma de mirar y escuchar que los lleve a la contemplación, la devoción y la adoración de Dios. De este modo, en nuestra época el arte sacro sirve a la nueva evangelización en la transmisión de la fe cristiana.

La afirmación del Papa Gregorio citada anteriormente adquiriría una forma visible específica en la proliferación del arte y la arquitectura cristianos durante la Edad Media. Una catedral gótica, como la Catedral de Chartres, sirvió efec-tivamente como “catecismo de piedra”, como una homilía en vitrales, expresando para los fieles con arte y arquitec-tura la fe que profesaban en el Credo y cuya proclamación escuchaban en las Escrituras. Al colocar piedra sobre pie-dra labrada en una construcción visible a millas de distan-cia y luminosa gracias a los vidrios de colores, los artesa-nos medievales, de hecho, estaban esculpiendo y pintando el mensaje salvífico de la historia bíblica, explícito y bello como su fe. De ese modo, un peregrino que entrara a la Catedral de Chartres era atraído a una “lectura” del pa- sado histórico de la Biblia hecho visible en su arte y arqui-tectura sacros. Al mismo tiempo, a través de su mirada y su oído, se insertaba en un presente sacramental hecho total-mente realidad en la liturgia.

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El reto de una “disonancia sensorial”

A lo largo de los siglos cristianos, el arte sacro sirvió como medio de evangelización al expresar, comunicar y nutrir la fe de los cristianos. En épocas pasadas, momentos de la vida de Cristo, de la Virgen María, los santos, y los sucesos y personajes bíblicos fueron una fuente inagotable de inspi-ración para el arte, la arquitectura, la música y la literatura. En palabras de San Juan Pablo II, “La Sagrada Escritura se ha convertido así en una especie de ‘inmenso vocabulario’ (Paul Claudel) y de ‘Atlas iconográfico’ (Marc Chagall) del que se han nutrido la cultura y el arte cristianos”.7

Hoy, la herencia artística sacra occidental apenas resuena en la imaginación religiosa común. El tesoro visual de la fe en el arte cristiano solo ocupa un lugar insignificante en la planificación pastoral, la liturgia, la catequesis y la evan-gelización. Para las generaciones más jóvenes, es particu-larmente real la pérdida del conocimiento y el acceso fácil a la tradición cristiana del arte sacro. Nacidos y educados en la llamada Era de la Información e inmersos en inter-net y las tecnologías de la comunicación, los jóvenes reco- nocen instantáneamente imágenes y sonidos de películas populares, música, comerciales y publicidad. A diferencia de generaciones anteriores, están saturados, consciente o inconscientemente, de valores transmitidos por la cultura visual y sensorial que los rodea. Incluso se ha empezado a hablar de “sobrecarga sensorial” y “adicciones sensoriales” en quienes están inmersos en la cultura mediática de hoy.

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Al responder al llamado de la nueva evangelización, nos preguntamos, ¿no podría la inmensa herencia del arte cris-tiano y la belleza de la santidad que expresa en formas sen-soriales formar e influenciar también a estas generaciones?

También reflexionamos acerca de la sorprendente para-doja que sigue siendo un reto para la nueva evangelización. La paradoja adquiere la forma de una disonancia sensorial que marca la relación del arte cristiano con la cultura contem-poránea. La disminución del papel y el lugar del arte cris-tiano en la liturgia, la catequesis y la evangelización ha tenido lugar precisamente en el momento en que la cultura mediática popular, tanto en contenido como en medios de comunicación, se ha vuelto cada vez más sensorial y visual. La vida diaria está saturada de imágenes, palabras y soni-dos destinados a cautivar la mente, la voluntad, los senti-dos y las emociones, mientras que la experiencia diaria o semanal de la liturgia, la catequesis y la evangelización a menudo están privadas de belleza. Mientras la cultura que nos rodea apela constantemente a las experiencias visuales y sensoriales, el lugar y el papel de las expresiones senso-riales de la fe en la comunidad cristiana han disminuido significativamente.

Esta disonancia sensorial ofrece uno de los muchos retos para la nueva evangelización. Sin duda, la disonancia sen-sorial entre la experiencia invasora de la cultura visual por un lado, y la vida de fe de la Iglesia por el otro, afecta el corazón mismo de la misión de la Iglesia, que es evan-gelizar la cultura.

Detalle del niño Jesús envuelto en pañales con

los brazos extendidos como si estuvieran en la cruz.

Muro de la Natividad, Capilla de la Sagrada Familia.

Consejo Supremo de los Caballeros de Colón, New Haven Connecticut.

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Cuatro razones para poner el arte sacro al servicio de la Nueva EvangelizaciónCon el fin de hacer una nueva propuesta efectiva del men-saje del Evangelio para aquellos que están moldeados por una cultura sensorial, ¿podemos permitirnos pasar por alto el arte sacro como herramienta de la nueva evangelización? ¿Podrían las obras maestras del arte servir para formar a los hombres y mujeres de hoy al igual que lo hicieron con gene- raciones pasadas de fieles? Aquí tomamos en cuenta cuatro razones para descubrir de nuevo la belleza de la santidad del arte sacro al servicio de la tarea de evangelización de la Iglesia.

Jesucristo, el icono de Dios

En primer lugar, la defensa del lugar del arte sacro en la nueva evangelización es, por necesidad, teológica. San Juan Damas-ceno, defensor de las imágenes sacras contra los iconoclastas de Siglo VIII, escribió: “En la antigüedad Dios el incorpóreo y no circunscrito no fue representado en imágenes. Mas ahora que Dios ha aparecido en la carne y ha vivido entre los seres humanos, hago una imagen del Dios que puede ser visto. No adoro la materia, adoro al Creador de la materia, quien se hizo materia por mi causa, que quiso tener su morada en la materia y que a través de la materia obró mi salvación”.8

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San Pablo resume el principio de la Encarnación que inspira imágenes sacras genuinas en su canto de alabanza al afirmar en la fe, “Cristo es la imagen (icono) del Dios invisible” (Colosenses 1, 15). Cuando Dios ingresó a la his-toria humana en la persona de su Hijo, Cristo llenó nuestro mundo sensible con su presencia. El mundo, que ya refle-jaba la belleza de Dios, para Él se volvió transparente. Imá-genes de belleza a través de las cuales se vuelve visible el misterio invisible de Dios ahora forman parte esencial de la adoración cristiana. Ahora la materia realmente importa.

Como lo afirma el Cardenal Joseph Ratzinger, quien después sería el Papa Benedicto XVI, en El espíritu de la liturgia,

“La ausencia total de imágenes no es compatible con la fe en la encarnación de Dios”.9 Y como observó San Juan Pablo II, “En efecto, el Hijo de Dios, al hacerse hombre, ha introducido en la historia de la humanidad toda la riqueza evangélica de la verdad y del bien, y con ella ha manifestado también una nueva dimensión de la belleza, de la cual el mensaje evangélico está repleto”.10 Las obras maestras de arte cris-tiano que “hablan el lenguaje de la Encarnación” se convier-ten en instrumentos de la nueva evangelización, en cuyo corazón se encuentra la encarnación de Dios en Jesucristo.

El testimonio de la historia del arte cristiano

En segundo lugar, existe el testimonio cumulativo e inneg-able de la historia. Del arte de las primeras catacumbas cris-tianas a las basílicas románicas y la iconografía bizantina, de la elevación de las catedrales góticas al caudal creativo

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del Renacimiento y más allá, la historia de la Cristiandad está inextricablemente vinculada con su heren-cia artística. Pasar por alto o ignorar todo este tesoro acumulado del arte cristiano y de su historia arquitectónica contradice la más básica de las experiencias humanas: la de la imaginación arraigada a la memoria.

Hablando de los íconos sacros, el Concilio Segundo de Nicea afirmó, “Conservamos intactas todas las tradiciones de la Iglesia, escritas o no escritas, que nos han sido trans-mitidas sin alteración. Una de ellas es la representación pictórica de las imágenes, que está de acuerdo con la pre- dicación de la historia evangélica”.11

Respuesta ante la belleza de la fe

En tercer lugar, en la formación de la fe hay una base humana o antropológica para el uso de las imágenes sacras. El Catecismo habla de la fe como una respuesta de toda la persona humana, que comprende el intelecto, el corazón, los sentidos, la emo-ción, la memoria y la voluntad. Una formulación sistemática podría conducir a la aceptación teórica (en términos del Carde-nal Newman) del misterio de la Encarnación, pero la fe no puede y no debe detenerse aquí. La evangelización efectiva se dirige a una total aceptación real del intelecto, el corazón y la voluntad. La arquitectura y el arte sacros hacen partici-par a los sentidos, por lo que esta evangelización y formación catequéticas incluyen todo el ser humano, impulsándolo a una conversión y un discipulado de toda la vida.

La revelación divina moldea no solo el contenido de la evangelización y la catequesis, sino los métodos mediante

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los cuales esta revelación es revelación Divina compartida, comprendida a medida que la comunicación de Dios en la historia humana, transmitida en las Sagradas Escrituras y la Tradición Sacra, se desarrolla gradualmente como una “peda-gogía divina”, es decir, como la forma concreta a través de la cual Dios comunica, enseña y nutre una relación de alianza con la humanidad.

El Catecismo de la Iglesia Católica describe esta pedagogía divina cuando señala que, “Antes de revelarse al hombre en palabras de verdad, Dios se revela a él, mediante el lenguaje universal de la Creación, obra de su Palabra, de su Sabiduría”. De este modo, “por la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor”.12

En la Encarnación, la pedagogía divina se desarrolla como historia humana en la persona de Jesucristo, la Palabra hecha carne. La Palabra de Dios, Jesucristo, es el icono, la imagen del Dios invisible. Esta “pedagogía divina” se revela en una sin-fonía de “palabras” y “actos” que incluyen a toda la persona humana en la respuesta y relación de la fe. Esta pedagogía divina también moldeará los diversos medios por los que la Iglesia da testimonio del Evangelio en la nueva evangelización.

Una “cultura de imágenes” y la Nueva Evangelización

Una cuarta y última razón para poner al arte y a la arqui-tectura al servicio de la evangelización, es cultural. Es de todos sabido que vivimos en medio de una cultura mun-dial en la que dominan imágenes múltiples, que moldean y definen el valor y la identidad de la gente. Comerciales de

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televisión, espectaculares publicitarios, internet, blogs, vi- deojuegos – estos medios visuales comunican el contenido y los valores de la cultura, para bien o para mal. Esta cultura sensorial presenta diariamente imágenes fragmentadas que, de manera sutil o no, trivializan y denigran la digni-dad de la persona humana, crean necesidades superficia-les y consumistas y nos alejan de las realidades espirituales.

¿Cómo puede la Iglesia “hacer creíble la creencia”, en pala-bras del escritor estadounidense Flannery O’Connor, para las generaciones de YouTube, Twitter y Facebook? Con el fin de implicar de manera eficiente a los fieles que están mol- deados por esta cultura sensorial, ¿puede la Iglesia darse el lujo de prescindir del arte sacro y la literatura como he- rramientas de la catequesis y de la nueva evangelización? ¿Podrían las imágenes sacras servir para sanar, transformar y elevar las experiencias sensoriales mismas que inundan nuestra cultura visual?

El Papa Benedicto XVI habla sobre el reto que representa una “cultura de imágenes” cuando afirma:

De la secular tradición conciliar aprendemos que también la imagen es predicación evangélica. Los artistas de todos los tiempos han ofrecido, para contemplación y asombro de los fieles, los hechos más sobresalientes del misterio de la salvación, presentándolo en el esplendor del color y la perfección de la belleza. Es éste un indicio de cómo hoy más que nunca, en la civilización de la imagen, la imagen sagrada puede expresar mucho más que la misma palabra, dada la gran eficacia de su dinamismo de comunicación y de transmisión del mensaje evangélico. Las imágenes sacras transmiten el mismo mensaje evangélico que las Escrituras con palabras y pueden ayudar a despertar y nutrir la fe de los creyentes.13

Muro de la Natividad, Capilla de la Sagrada Familia.

Consejo Supremo de los Caballeros de Colón, New Haven Connecticut.

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Hacia otra forma de mirar

El despertar de los sentidos espirituales

Los seres humanos están creados para la belleza. La persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, es un ser al mismo tiempo corpóreo y espiritual, un espíritu corpóreo. Como unidad de cuerpo y espíritu, los seres humanos expresan y perciben realidades espirituales mediante signos tangibles, más especialmente mediante signos y símbolos sa- cramentales. La encarnación de la persona humana no es un accidente de la naturaleza o un subproducto de com-binaciones moleculares fortuitas. Por el contrario, nuestra encarnación como criaturas deseadas por Dios es una pre-condición necesaria para recibir la revelación de Dios y para la respuesta humana de la fe.

La persona humana, que Dios creó por amor, es un don de amor para darlo a los demás con amor. Y la forma en que Dios se comunica con la humanidad corresponde a la forma en que nos creó. Esta antropología cristiana confi- gura los métodos y los medios de la nueva evangelización.

De una antropología cristiana que ve a la persona humana como un espíritu encarnado, fluye un entendimiento del propio acto de fe. La fe cristiana es la libre respuesta de la

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persona humana completa – intelecto, voluntad, memoria, emociones y sentidos – al Dios que se revela a sí mismo. En otras palabras, la persona humana, creada por Dios como una unidad de cuerpo, alma y espíritu, responde en la fe a la divina Revelación a partir de esta misma unidad encarnada.

La doctrina patrística de los “sentidos espirituales” o “los cinco sentidos del alma”, pone de relieve el hecho de que la persona humana posee facultades o poderes mediante los que experimenta la invisible realidad de Dios. Las obras maestras del arte sacro implican estos “sentidos espirituales” cuando contemplamos, escuchamos, tocamos, probamos o miramos la belleza de Su santidad. Cuando una persona se enfrenta a una obra maestra del arte cristiano, sus “sentidos espiri-tuales” se sienten implicados de un modo que la llevan de lo visible a lo invisible, del signo a la realidad que significa, de las percepciones sensoriales a los misterios de la fe. En palabras del Patriarca Ecuménico Bartolomé I, “Escuchar la Palabra de Dios, contemplar la Palabra de Dios, tocar la Palabra de Dios son modos espirituales de percibir el mis-terio divino único”. El patriarca afirmó aun:

Los iconos son un recordatorio visible de nuestra vocación celestial; son invitaciones a elevarnos más allá de nuestras preocupaciones superfluas y reducciones serviles del mundo. Nos estimulan para buscar lo extraordinario en lo más ordinario, para llenarnos con la misma belleza que caracteriza la divina maravilla del Génesis: “Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno” (Génesis 1, 30-31). Los iconos enfatizan la misión fundamental de la Iglesia de reconocer que todas las personas y todas las cosas son creadas y llamadas y ser “buenas” y “hermosas”...”. De hecho, los iconos nos recuerdan otra forma

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de mirar las cosas, otra forma de experimentar realidades, otra forma de resolver conflictos”.14

Entre los primeros objetivos de la nueva evangelización se encuentra conducir a las personas a esta “otra forma de ver las cosas”, así como despertar y nutrir la fe de aquellos que han perdido la práctica de la fe en una sociedad secu- larizada. La recuperación de la doctrina patrística de los “sentidos espirituales” será vital para los esfuerzos de re- novar y nutrir la fe en nuestro tiempo.

Lectio Divina adaptada al arte al servicio de la Nueva Evangelización

En nuestros días, la práctica de la lectio divina ha recibido una atención renovada. El Papa Benedicto XVI ha hablado en diversas ocasiones de la necesidad de recuperar esta antigua práctica espiritual. En palabras del Santo Padre, “La lectura asidua de la sagrada Escritura acompañada por la oración realiza el coloquio íntimo en el que, leyendo, se escucha a Dios que habla y, orando, se le responde con con-fiada apertura del corazón... Estoy convencido de que, si esta práctica se promueve eficazmente, producirá en la Iglesia una nueva primavera espiritual” 15

¿Puede la práctica de la lectio divina adaptada a la aprecia-ción de las obras del arte cristiano servir como medio con-creto para implicar a los fieles en la nueva evangelización?

En una cultura sensorial se ha hecho natural leer, escuchar y ver con prisa, incluso frenéticamente. Con información

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siempre nueva y mejorada y nuevas tecnologías de comuni-cación, la forma en que la mayoría de la gente experimenta hoy el mundo ha cambiado drásticamente. En el mejor de los casos, ahora tenemos acceso instantáneo a gran canti-dad de noticias, opiniones e información acerca del mundo, junto con medios de comunicación sofisticados y eficientes impensables en épocas anteriores. En el peor de los casos, la capacidad humana innata para la reflexión, la receptividad, el silencio interior y la docilidad de la contemplación se ha erosionado continuamente. En el intento por adaptarse al ritmo del incesante tráfico de información, imágenes y soni-dos, disminuye la capacidad de escuchar con atención, de mirar en forma meditativa y de leer con devoción. Al tiempo que nuestros sentidos físicos, a través de los cuales perci-bimos el mundo, están sobrecargados con múltiples imá-genes y sonidos despiadados, nuestros “sentidos espirituales”, a través de los cuales percibimos a Dios, están cada vez más desprovistos de ejercicio, alimento y luz.

En contraposición a una cultura sensorial que vive a toda velocidad, la tradición espiritual cristiana de la lectio divina ofrece una forma diferente de leer y escuchar. Este antiguo enfoque de la Sagrada Escritura también es diferente de la exégesis bíblica, la hermenéutica y el estudio teológico de la Palabra de Dios. La lectio divina es una lectura espiritual de la Sagrada Escritura que armoniza los “sentidos espirituales” para escuchar a Dios en silencio, para leer las palabras de Dios de manera meditativa y reposar en su presencia. El cris-tiano avanza, con el Espíritu Santo, en unión con Jesucristo,

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el Verbo viviente hecho carne, a través del misterio Pascual de su vida, muerte y Resurrección.

Cuando se aplica a las obras de arte cristianas, la prác-tica de la lectio divina puede fomentar una forma piadosa de mirar que integra la oración, la fe y la vida cotidiana. Man-teniendo el lugar único y privilegiado de la Sagrada Escri- tura como la Palabra de Dios inspirada, la práctica de la lectio divina puede transformar la forma en que vemos el mundo como una obra de Dios, y cómo llegamos a reconocer y man-tener la dignidad de toda persona humana, hecha a la ima-gen de Dios, como la coronación de la creación.

La práctica de la lectio divina adaptada a las obras de arte cristianas también puede servir como una ayuda práctica en la nueva evangelización, ya que lleva a los fieles a adquirir la capacidad de maravillarse como niños, de mirar con los “ojos de la fe” y escuchar con los “oídos del corazón”. Siguiendo el patrón de la lectio divina, los fieles son invitados a integrar intelecto, emociones, voluntad y sentidos en una respuesta de fe al Dios que se revela a sí mismo. Finalmente, una forma de mirar y escuchar informada por la lectio divina proporciona una alternativa cristiana a la deshumanización y las múlti-ples distracciones del paso acelerado de la cultura sensorial.

En la nueva evangelización, la Iglesia ofrece tradiciones cristianas de oración como un antídoto para los excesos de una cultura visual. El objetivo de la lectio divina es la contem-plación piadosa de los misterios de la fe. Estar simplemente en presencia de Dios en lugar de hacer, es el propósito de la contemplación, el estado final de la lectio divina. El que está inmerso en la Palabra de Dios debe superar la tentación del

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activismo espiritual que tiende a igualar el crecimiento de la vida espiritual con la multiplicación de oraciones o activi-dades espirituales. La receptividad a la gracia de Dios y la apertura al poder curativo de la Palabra de Dios reemplazan la ansiedad, el esfuerzo sostenido de la vida espiritual. En la contemplación, la mirada espiritual se fija simplemente en el rostro de Jesucristo. El crecimiento en santidad y la conversión continua de la vida se experimentan como un puro regalo que fluye de la contemplación del Único que revela el amor eterno de Dios.

En efecto, como lo enseña el Catecismo, la oración con-templativa es “mirada de fe fijada en Jesús... Esta atención a Él es renuncia a mí. Su mirada purifica el corazón. La luz de la mirada de Jesús ilumina los ojos de nuestro corazón; nos enseña a ver todo a la luz de su verdad y de su com-pasión por todos los hombres... Las palabras en la oración contemplativa no son discursos sino ramillas que alimen-tan el fuego del amor”.16

A lo largo de las etapas que incluye la lectio divina (lectura devota), meditatio (meditación), oratio (oración) y contemplatio (contemplación), el fiel ingresa en los misterios de la fe que transmiten las obras de arte cristianas. A través de la lectio divina, incluso puede ser conducido a un encuentro con la divina belleza del amor Trinitario que se revela en el rostro humano de Jesucristo, la Palabra hecha carne.

Purificación de los sentidos para Dios

“Bienaventurados los limpios de corazón”, dijo Jesús, “porque verán a Dios” (Mateo 5,8). “Ver a Dios” es tanto un don sobre-

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natural de la gracia como la vocación de todo cristiano.17 Pero, ¿qué significa limpiar el corazón con el fin de “ver a Dios”? ¿Cómo sirven las obras maestras cristianas a la nueva evangelización cuando llaman hacia una purificación de los sentidos para Dios?

“Ver a Dios” es un deseo que Dios dio a todo corazón humano. Este deseo humano común por trascender con-duce a cada persona al Único que puede satisfacerlo. Como enseña el catecismo, “Las bienaventuranzas nos enseñan el fin último al que Dios nos llama: el Reino, la visión de Dios, la participación en la naturaleza divina, la vida eterna, la filiación, el descanso en Dios”.18

Sin embargo, “ver a Dios” no es simplemente una promesa que se cumplirá en el futuro, en la vida eterna y en el des-canso final en Dios. Crecer en pureza del corazón también nos transforma en el presente. En el aquí y ahora, el que limpia el corazón mediante la purificación de los sentidos – vista, oído, tacto — recibe una visión terrena y parcial de Dios.

Esta es la promesa de la bienaventuranza y es donde entra el arte cristiano. Porque la contemplación de la belleza divina y la belleza de la fe expresadas en las obras maestras del arte cristiano brindan una forma concreta de purificar nuestros sentidos en previsión de la visión eterna prometida de Dios. Las obras de arte genuinas ofrecen medios privile-giados mediante los que podemos purificar nuestra visión y nuestro corazón para “ver a Dios” ahora y en la vida futura.

El Cardenal Joseph Ratzinger afirmó esta capacidad del arte cristiano para purificar los sentidos cuando dijo:

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Admirar los iconos y las grandes obras de arte nos conduce a un camino interior, a un camino de superación de nosotros mismos; de este modo, en la purificación de la visión que es una purificación del corazón, nos revela la belleza, o al menos un rayo de ésta. De este modo somos puestos en contacto con el poder de la verdad... La real apología de la fe cristiana, la más convincente demostración de su verdad contra toda contradicción, son los santos, y la belleza que la fe ha generado. Hoy, por fe de crecimiento, debemos conducirnos a nosotros mismos y a las personas que conocemos a un encuentro con los santos y a ponernos en contacto con su belleza”.19

La belleza de la santidadLa vida de los santos que menciona el Cardenal Ratzinger ejemplifica la belleza de la santidad. Los santos nos muestran una imagen viviente de la belleza en una vida de armonía, agraciada por el Espíritu Santo y perfeccionada en el amor divino. En este sentido se dice a menudo que los santos son como las obras de arte: seres humanos cuya apertura al Espíritu Santo les permitió purificarse y moldearse en ico-nos únicos de Jesucristo en el mundo. Quizás por ello, muchas personas, incluso las que han sido moldeadas por una con-cepción del mundo secularizada y racionalista, se ven atraí-das por la vida de los santos, a veces de manera irresistible. Tampoco es de extrañar que a lo largo de los siglos los artis-tas hayan buscado inspiración y temática en la vida de los santos. Su santidad y virtud se captan como belleza.

Así como uno se deleita con un soneto de Shakespeare, siente la atracción del intenso drama visual de luz y sombra

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en una pintura de Caravaggio, o se conmueve escuchando uno de los mejores ejemplos de la música sacra de Bach, los cristianos se maravillan ante la belleza de una vida santa purificada y totalmente vivida para Dios.

Al admirar las virtudes de la vida de un santo, expresa-das con formas artísticas, la Iglesia invita a los fieles a imi-tarlo en una vida de discipulado y búsqueda de la santidad. San Juan Pablo II observó, “Según la expresión del Génesis, a cada hombre se le confía la tarea de ser artífice de la pro-pia vida; en cierto modo, debe hacer de ella una obra de arte, una obra maestra”.20

La vida de los santos y el arte que representa la belleza de su santidad pueden atraer a aquellos que se han alejado de la práctica de la fe y revitalizar la fe de los creyentes. Pueden guiarnos a todos en la vida espiritual, en la imitación de los santos. La belleza de la santidad que irradia la vida de los santos se convierte así en un camino preeminente para la nueva evangelización.

En la entrevista del Informe Ratzinger concedida hace déca-das, el Cardenal Joseph Ratzinger nos condujo al lugar del arte cristiano en la nueva evangelización cuando dijo, “La única apología verdadera del cristianismo puede reducirse a dos argumentos: los santos que la Iglesia ha elevado a los altares y el arte que ha surgido en su seno. El Señor se hace creíble por la grandeza sublime de la santidad y por la mag-nificencia del arte desplegadas en el interior de la comuni-dad creyente... Si la Iglesia debe seguir convirtiendo, y, por lo tanto, humanizando el mundo, ¿cómo puede renunciar en su liturgia a la belleza que se encuentra íntimamente unida al amor y al esplendor de la Resurrección? 21

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Fuentes

1 Benedicto XVI, Presentación del Compendio del Catecismo de la

Iglesia Católica, 28 de junio de 2005, 7.

2 Catecismo de la Iglesia Católica (=CIC), 2502.

3 Encuentro del Santo Padre Benedicto XVI con el clero de la

Diócesis de Bolzano-Bressanone, 6 de agosto de 2008.

4 CIC, 1075.

5 Juan Pablo II, Carta a los artistas, 5.

6 San Gregorio Magno, Epistulae IX, 209.

7 Juan Pablo II, Carta a los artistas, 5.

8 San Juan Damasceno, Sobre las imágenes sagradas, 17.

9 Joseph Ratzinger, El espíritu de la liturgia, Ediciones Cristiandad, 2007

10 Juan Pablo II, Carta a los artistas, 5

11 CIC, 1160.

12 CIC, 2500.

13 Cardenal Joseph Ratzinger, Introducción al Compendio del

Catecismo de la Iglesia Católica, 20 de marzo de 2005. 5.

14 Patriarca Bartolomé I, Intervención en el Sínodo sobre la

Palabra de Dios en la vida y la misión de la Iglesia. Octubre

de 2008.

15 Benedicto XVI, Discurso al Congreso Internacional en el XL

aniversario de la Constitución conciliar “Dei Verbum”, 16 de

septiembre de 2005.

16 CIC, 2715-2717.

17 Cf. CIC, 1716-1728.

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18 CIC, 1726.

19 Cardenal Joseph Ratzinger, La belleza de las cosas,

la contemplación de la belleza, Mensaje de su Eminencia Cardenal

Joseph Ratzinger en el Mensaje de Comunión y Liberación

en Rimini, agosto de 2002.

20 Carta a los Artistas, 2.

21 Joseph Ratzinger con Vittorio Messori, El Informe Ratzinger:

Una entrevista exclusiva sobre el Estado de la Iglesia

(San Francisco: Ignatius Press, 1985), 129-130. 30.

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Acerca del autor

La Dra. Jem Sullivan es autora de The Beauty of Faith: Christian Art

and the New Evangelization de Our Sunday Visitor. Se ocupa de

numerosas iniciativas de la nueva evangelización en el Santuario

de San Juan Pablo II, en Washington, D.C.

Acerca del Servicio de Información Católica

Desde su fundación, los Caballeros de Colón han participado en

la evangelización. En 1948, los Caballeros pusieron en marcha el

Servicio de Información Católica (SIC) con el fin de proporcionar

publicaciones católicas de bajo costo para el público en general

así como para parroquias, escuelas, casas de retiro, instalaciones

militares, centros penitenciarios, legislaturas, la comunidad

médica y cualquier persona que las solicite. Durante más de

60 años, el SIC ha impreso y distribuido millones de folletos y miles

de personas se han inscrito en nuestros cursos de catequesis.

“Servicio de Información Católica” es una marca registrada de Caballeros de Colón.

418-

S 9

/17

Serie de la Nueva Evangelización

1 ¿Qué es la Nueva Evangelización?

parte i “porque tanto amó dios al mundo” 2 “Creo en ti”: La cuestión de Dios en el mundo moderno 3 Los Misterios de la vida de Jesús 4 Un Dios que es tres veces amor 5 “¡Hemos venido a adorarlo!”: Una introducción a la oración en la Escuela de Benedicto XVI

parte ii “llamados a amar...” 6 Llamados a amar: La teología del amor humano de Juan Pablo II 7 A imagen del amor: El matrimonio, la familia y la nueva evangelización 8 Siguiendo al amor, pobre, casto y obediente: La vida consagrada

parte iii ... en la iglesia, la esposa del cordero 9 “Que se haga en mí”: María, el origen de la Iglesia10 Con el corazón del Esposo: El Sacerdocio Ministerial11 La transfiguración del mundo: Los Sacramentos12 Luz y silencio: Un diario eucarístico

parte iv “amando en obra y en verdad” 13 ¿Para qué sirve la libertad?14 Justicia: Sobre la dignidad del trabajo15 Justicia: El Evangelio de la Vida

parte v “nos amó hasta el fin”16 La dignidad de la persona que sufre17 “Estuve muerto, pero ahora vivo...”: Muerte y Vida Eterna

apéndices: herramientas para la nueva evangelización A La belleza de la santidad: El Arte Sacro y la Nueva Evangelización B La tecnología y la Nueva Evangelización: Criterios para reflexionar

Las obras maestras del arte sacro reflejan la nueva dimensión de la belleza que llegó al mundo con Jesucristo, la “ima-gen del Dios invisible” (Colosenses 1,15). Las obras de arte que nos llevan de la mirada, a la contemplación y a la adoración, nos permiten encontrarnos con la divina belleza del amor Trinitario revelado en el rostro humano de Cristo.

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“El arte ‘habla’ siempre, al menos implícitamente... de la belleza infinita de Dios”.

— Papa Benedicto XVI

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