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    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y PortugalSistema de Informacin Cientfica

    Zepke, StephenHACIA UNA BIO-POLTICA DEL FUTURO: NIETZSCHE CONTRA EL PRESENTE

    Nmadas (Col), nm. 37, octubre, 2012, pp. 13-27Universidad CentralBogot, Colombia

    Cmo citar? Nmero completo Ms informacin del artculo Pgina de la revista

    Nmadas (Col),ISSN (Versin impresa): [email protected] CentralColombia

    www.redalyc.orgProyecto acadmico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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    HAciA UnA Bio-PoLTicA DeL fUTURo:nieTZscHe CONTRA eL PResenTe*

    Stephen Zepke**

    Traduccin del ingls: Santiago Restrepo*** Revisin de la traduccin: Mnica Zuleta Pardo****

    el artculo propone una lectura de nietzsche desde una nueva filosofa del futuro, entendida como una ruptura con el presente y como el surgimiento de algo que en dicho presente no se puede explicar. Desde esta mirada, se presenta una perspectiva alternativa frente a muchas de las ideas actuales sobre la bio-poltica y el capitalismo contemporneo. As, se concluye que el trabajo de un individuo excepcional retiene la capacidad de singulari-zar los procesos que producen la subjetividad contempornea, creando un exterior interior, un futuro libre de

    lo humano y afirmativo en vez de nihilista.

    Palabras clave: nietzsche, bio-poltica, ontologa, voluntad de poder, esttica, arte.

    o artigo prope uma leitura de nietzsche desde uma nova filosofia do futuro entendida como uma ruptura com o presente e como o surgimento de algo que em dito presente no se pode explicar. Desde este olhar, apresentada uma perspectiva alternativa frente a muitas das ideias atuais sobre a biopoltica e o capitalismo contemporneo. Assim, conclui-se que o trabalho de um indivduo excepcional retm a capacidade de singularizar os processos que produzem a subjetividade contempornea, criando um exterior interior, um futuro livre do humano e

    afirmativo em vez de niilista.

    Palavras-chave: nietzsche, biopoltica, ontologia, vontade de poder, esttica, arte.

    This article suggests a reading of nietzsche from a new philosophy of the future, understood as a rupture with the present and the raising of something in explainable in the mentioned present. from this point of view an alter-native perspective about many of the current ideas on politics and contemporary capitalism is exposed. Thus, a conclusion arises: the work of an exceptional individual is able to singularize the processes that originate contemporary subjectivity, creating an exterior interior; a free human future, affirmative instead of nihilist.

    Key words: nietzsche, bio-politics, ontology, will to power, aesthetics, arts.

    * El presente artculo es resultado de un proceso de investigacin de largo aliento sobre las relaciones entre Esttica, Poltica y Filosofa, que el autor ha venido desarrollando a lo largo de los ltimos aos.

    ** Doctor en Filosofa de la Universidad de Sidney (Australia). Investigador independiente, vive actualmente en Viena (Austria). E-mail: [email protected]

    *** Antroplogo con estudios de Filosofa y de Maestra en Economa. E-mail: [email protected]

    **** Psicloga, sociloga y filsofa. Doctora en Historia. E-mail: [email protected]

    PARA UMA BioPoLTiCA Do fUTURo: nieTZsCHe CONTRA o PResenTe

    ToWARDs A Bio-PoLiTiCs of THe fUTURe: nieTZsCHe AGAINST THe PResenT

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    tiles para superar los desafos que enfrentamos. Pero su insistencia en la distancia y la soledad del espritu noble del futuro y en la otredad del futuro parece irre-levante en medio de las redes digitales hiperconecta-das que determinan nuestro presente. Este es el estatus ambivalente de su pensamiento clarividente y redun-dante a la vez que debemos comprender, pues de lo contrario, Nietzsche corre el riesgo de verse reducido a un manitico excntrico o, peor, a un soador mstico.

    Entonces, nuestra primera pregunta es qu armas nos ofrece la crtica de la modernidad de Nietzsche para la gran guerra (2005: Ms all del bien y del mal, 1) que es liberar al futuro del presente? Al final de su vida, Nietzsche dud de que alguien lo hubie-ra escuchado y puede decirse que sus dudas estaban justificadas. Sin embargo, no solamente rechaz cual-quier responsabilidad en ello argument que todos sus libros eran anzuelos y que no fue su culpa no ha-ber pescado nada: No haba peces (Nietzsche, 2005: Ms all del bien y del mal, 1), sino que interpret esta situacin como una evidencia de que l estaba en lo cierto. En el Prefacio a El Anticristo escribe:

    Este libro pertenece a los menos. Tal vez no viva to-dava ninguno de ellos. [] Cmo me sera lcito confundirme a m mismo con aquellos a quienes ya hoy se les hace caso? tan slo el pasado maana me pertenece. Algunos nacen de manera pstuma. [] Odos nuevos para una msica nueva. Ojos nuevos para lo ms lejano. Una conciencia nueva para las ver-dades que hasta ahora han permanecido mudas []. Pues bien! Slo esos son mis lectores, mis lectores predestinados: qu importa el resto? El resto es simplemente la humanidad. Hay que ser superior a la humanidad por fuerza, por altura de alma por desprecio (1982: Prefacio).

    Este pasaje concentra la relevancia ambigua de Nietzs-che: se aprecia su distancia obstinada, su desprecio por las masas y esa superioridad desdeosa que parece ne-gar cualquier posibilidad de una poltica colectiva, y tambin se escuchan con claridad las primeras notas de una crtica biopoltica. Sus futuros lectores necesitarn una fisiologa nueva: orejas, ojos y una conciencia nue-vos para articular experiencias nuevas. La filosofa en el sentido nietzscheano no es nada menos que un progra-ma de resistencia biopoltica.

    Va parecindome cada vez ms que el filsofo, en cuanto es un hombre necesario del maana y del pasado maana,

    se ha encontrado y ha tenido que encontrarse siempre en contradiccin con su hoy: su enemigo ha sido siempre el

    ideal de hoy.

    Friedrich Nietzsche

    enemos hoy odos para Nietzsche?1. An es posible or al superhombre del pasado maa-na, en medio de la cacofona de nuestro pre-

    sente? Todava tiene alguna relevancia la estridente crtica de la modernidad de Nietzsche? Si Nietzsche va a ser odo hoy, estas preguntas deberan plantearse en relacin con nuestros mecanismos contemporneos de control biopoltico que se han apoderado de los pro-cesos vitales de la vida biolgica. Quiero argumentar ac que el concepto de Nietzsche de un futuro intempestivo es todava actual y nos convoca a filosofar con un marti-llo, pero siempre y cuando dirijamos los golpes hacia los grandes dolos de nuestro tiempo: nuestras prtesis digi-tales. Para Nietzsche, el futuro solamente puede surgir de una crtica del presente que consiga escapar de sus condiciones contemporneas para reafirmar el horizon-te inhumano e invariable del devenir de la vida. Para que esto ocurra, la ontologa trascendental nietzscheana del devenir o la voluntad de poder, como l la llamaba debe afirmarse una vez ms, pero no abstractamente como un ejercicio acadmico de erudicin o, peor, como una expresin cuasimstica de la fe. Si el destino del fu-turo, o el destino del devenir en s, radica en su encar-nacin, nuestro desafo, entonces, no es tanto pensar el futuro, sino ms bien producirlo, producir sensaciones intempestivas que escapen a nuestro tiempo, pero que al hacerlo rompan su continuidad y hagan explotar su autoevidencia. Nietzsche lo expres de forma dramti-ca: cmo podemos dejar de ser humanos y convertirnos en dinamita? (Nietzsche, 2005, 1997a). Este futuro de dinamita es un exterior interno que confronta nuestro tiempo con su alteridad, con su otredad, para producir una ruptura a travs de la cual pueda fluir la inexhausta y fecunda voluntad de vida (Nietzsche, 1996a: De la superacin de s mismo). La crtica de la modernidad de Nietzsche nos proporciona, an hoy, muchas intui-ciones sobre la vida contempornea y muchos consejos

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    Pero es posible que esta biopoltica de lo nuevo, del futuro, emerja hoy en da, cuando el capitalismo pa-rece haber instrumentalizado con tanta eficacia la nove-dad, la creatividad e incluso el futuro mismo (nuevos productos, industrias creativas y mercados de futu-ros)?, o cuando las fuerzas afirmativas parecen haber quedado capturadas en los dudosos entusiasmos que expresamos por aquello que nos gusta? Nietzsche te-na indicios de que todo esto sucedera, y por eso insiste en diferenciar entre un futuro del hombre (Morgen) y el futuro intempestivo del superhombre (bermorgen). Pero como esta diferencia es trascendental, ya que re-fleja su distincin ontolgica entre ser y devenir y su encarnacin en la negacin (humana) y en la afirma-cin (superhumana) de la vida, su frmula de una nue-va sensibilidad biopoltica puede parecer un programa reductivo de no-compromiso. Alternativamente, algu-nos pensadores recientes han sugerido que la biopo-ltica est marcada por el surgimiento del capitalismo como una ontologa del devenir, argumentando que nuestras nuevas prtesis tecnolgicas han capturado la fuerza viva (la voluntad de poder), o que el capitalismo neoliberal ha hecho de la fuerza radical de afirmacin su propia lgica. En este ensayo me propongo refutar ambos escenarios, mostrando cmo el pensamiento de Nietzsche puede ofrecernos formas concretas de com-promiso poltico.

    Este compromiso comienza desde una crtica inma-nente del presente que pretende revaluar sus valores. Es solamente a travs de esta revaluacin que se esta-blecer un pathos de la distancia (Nietzsche, 1997b: 257) entre lo humano, demasiado humano, y el super-hombre del futuro que crea una ruptura con el presen-te. Pero esta distancia no delimita una diferencia entre lo humano y lo que va ms all, sino que ms bien es el principio crtico inmanente de la voluntad de poder un principio de desequilibrio como lo llama Klos-sowski (1997: 103) mediante el cual la humanidad logra su autosuperacin (Nietzsche, 1997b: 257). En otras palabras, no superaremos los valores trascenden-tes que definen lo humano al plantear una alternativa que ocupe su lugar. Ms bien, el proceso afirmativo de la crtica produce una nueva estructura de pensamiento y vida desde el interior de las condiciones del presente. La crtica obliga al presente a producir aquello que ex-cede sus condiciones de posibilidad, pues es solamen-

    te mediante la produccin de un futuro intempestivo semejante como la voluntad-de-poder puede retornar eternamente en tanto que principio de vida2. La crtica de Nietzsche del presente se inmiscuye, entonces, con lo cotidiano, con el propsito de convertirlo en un ex-trao para s mismo. Este extrao sera el futuro, pero el futuro solamente puede producirse dejando el pre-sente, lo cual no quiere decir abandonndolo, sino ha-ciendo que se desprenda de s mismo. Como lo formula Nietzsche:

    Si uno quiere llegar alguna vez a vislumbrar en lonta-nanza nuestra moralidad europea, a fin de compararla con otras moralidades precedentes o futuras, ha de hacer como hace un viajero que quiere conocer la al-tura de las torres de una ciudad: a tal efecto, el viajero abandona la ciudad (2001: 380)3.

    Anturio blanco, acuarela, 1998 (35 cm x 25 cm) martha bohrquez

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    Para revaluar la moralidad, por ejemplo, uno debe con-siderarla desde un punto exterior a s misma, un punto ms all del bien y del mal. Pero este exterior no es tras-cendente, sino que lo producen aquellos que tienen la fortaleza para ir fuera [] ms all (2001: 380), a un lu-gar libre de la suma de juicios de valor dominantes que son parte de nuestra carne y de nuestra sangre (2001: 380). La crtica inmanente encarna este pasaje como un tipo de biopoltica pero, a diferencia de Foucault, que entiende este trmino como referencia a las tcnicas po-lticas usadas sobre poblaciones, para Nietzsche la bio-poltica comienza con lo individual y su autocrtica. Esto hace de la superacin una prctica necesariamente situa-da y una forma extrema ciertamente de lo personal es poltico, una micropoltica afectiva. As planteada, la autocrtica de lo individual supera el presente, pero tam-bin supera nuestra aversin (demasiado dialctica) a ste. Nietzsche contina:

    El hombre de ese ms all, que quiere tener a la vista los ms altos criterios de valor de su tiempo, necesi-ta antes, sobre todo, para conseguirlo dominar esta poca en s mismo sta es la prueba de su fuerza y, por consiguiente, no slo su poca, sino tambin su aversin y contradiccin existentes hasta ahora frente a esta poca, su sufrimiento por este tiempo, su falta de adecuacin a este tiempo (2001: 380).

    La crtica no revala el presente al negarlo, porque la negacin define la naturaleza humana del presente que debe ser superado; en cambio, revala la negacin como afirmacin, con el fin de darle al presente un nuevo fu-turo4. Los nicos que pueden emprender esta tarea son los artistas, porque ellos tienen la capacidad de crear. Arte y nada ms que arte!, grita Nietzsche: Es el gran instrumento que posibilita la vida, la gran seduccin de la vida, el gran estimulante de la vida (1967: II, 853). Tenemos que ser artistas-filsofos, poetas de nuestra vida (2001: 299), personas capaces de seleccionar aque-llo que en nuestro presente va ms all de ste, capaces, esto es, de desarrollar nuevos ojos y odos para sentir ese futuro, de desarrollar una nueva fisiologa capaz de abar-carlo. El arte lo es todo para Nietzsche porque crea lo que an no es; es la base no solamente de su ontologa sino de su poltica. La poltica es una guerra que se libra entre fuerzas (valores) fisiolgicos en torno al destino del futuro. El futuro de la humanidad puede, o bien negar la vida al postular un maana (Morgen) en continuidad con

    un hoy un futuro nihilista o, como Nietzsche lo llama, el futuro como progreso (1967: 62)5, o bien afirmar la vida al emerger como la discontinuidad del presente, como un futuro radical que se enfrenta contra el presen-te (bermorgen). El artista, argumenta Nietzsche y esta es la esencia de su poltica, crea algo que no niega el presente, sino que afirma lo que supera su humanidad y tambin su presente. Este es el gran estilo o, como comenta Deleuze con precisin (2004: 254), es el estilo como poltica. El artista se define por su generosidad, por la fuerza de lo que crea. As que, si bien es cierto que no hay creacin sin destruccin, la destruccin sola-mente es un resultado. Sin embargo, no hay creacin ex nihilo, porque un artista solamente puede crear lo intem-pestivo o el tiempo futuro seleccionando lo que excede a su tiempo y espacio en su propio tiempo y espacio.

    El artista es una una seal del futuro, una seal que apunta hacia afuera desde los bordes mismos del presen-te; tiene la capacidad de:

    Adivinar los casos en que, en medio de nuestro mundo moderno y su realidad, sin ninguna reserva o restric-cin artificiales ante la realidad, las grandes almas son an posibles, cuando se presenten en condiciones ar-mnicas y proporcionadas, hacindose duradera y pro-totpica por su visibilidad y ayudando por consiguien-te, a crear el porvenir, excitando el celo y el espritu de imitacin (1986: II, 99).

    Desde los horrores del presente, el artista afirma todo lo que escapa a ste. Expresa as la fuerza de supera-cin de la voluntad de poder, una fuerza que es el ex-terior interno de todo lo que la niega. La externalidad inmanente de la fuerza gentica se aprecia en el famoso recuento que hace Nietzsche del nihilismo europeo en La genealoga de la moral. All, argumenta que a pesar de que la ciencia es la ltima versin del ideal asctico del hombre, pues sta renuncia al cuerpo en nombre de una verdad ms elevada, esta voluntad de nada lleva empero en su interior su propia superacin, que es el poder de querer. El hombre, escribe Nietzsche, pre-fiere querer la nada a no querer (1996b: III, 1). Cuan-do entendemos la voluntad de verdad de la ciencia de esta manera, afirma Nietzsche, ocurre algo extrao: [] la voluntad de verdad cobra consciencia de s mis-ma como problema (1996b: III, 27). Esta conciencia crtica se sita de inmediato en nuestro mundo, pero

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    solamente como aquello que lo transforma, como aque-llo que encarna el principio trascendental de la vida. Nietzsche concluye triunfalmente: Todas las grandes cosas perecen a sus propias manos, por un acto de au-tosupresin: as lo quiere la ley de la vida, la ley de la autosuperacin necesaria que existe en la esencia de la vida (1996b: III, 27). Por lo tanto, la afirmacin crtica de la voluntad de poder crea un problema para el pre-sente que, sin embargo, est afuera, pero no ms all, del presente. El ms all es ms bien la garanta tras-cendente del presente humano, de los valores universa-les que justifican la negacin por parte de la humanidad de todo aquello que la amenaza. La moral de los escla-vos, argumenta Nietzsche, dice no, ya de antemano, a un afuera, a un otro, a un no-yo; y ese no es lo que constituye su accin creadora (1996b: I, 10). No es cierto que las masas no sean creativas, lo son. La dife-rencia radica en cmo y en qu crean. Las masas crean de acuerdo con los valores humanos consagrados como medida de todas las cosas, preservando un presente vivido a costa del futuro (1996b: Prlogo, 6). Por su parte, el artista del futuro afirma lo que escapa a la humanidad, lo que la excede, y en ese autosuperarse construye un exterior que puede producir un cambio multiplicador que opera a escala de una sociedad, una cultura, una edad o una poca. Esto es lo que hoy en da llamamos micropoltica. Pero no es una poltica que exprese objetivos o cuestione directamente lo existente. Es, ms bien, una poltica de experimentacin e inven-cin, una poltica de creacin que no ofrece un progra-ma, sino solamente un mtodo que supone convertirse en un artista, crear valores distantes de los actuales para abrirse as a un futuro indeterminado.

    Nuestros valores se expresan primero en nuestras per-cepciones y sentimientos y luego en nuestros deseos y

    creencias. Adems, Nietzsche argumentara que si bien las palabras son signos de los conceptos, los conceptos son signos de sensaciones recurrentes, expresiones de nuestras vivencias internas (1997b: 268). Las sen-saciones en s mismas son interpretaciones de la exis-tencia, valoraciones que niegan o afirman los poderes de la vida y, por lo tanto, dice Nietzsche: [] todas las percepciones estn permeadas por juicios de valor (1967: 305). Como resultado, es lcito someter a exa-men a todo individuo para ver si representa la lnea as-cendente o la lnea descendente de la vida. Cuando se ha tomado una decisin sobre esto se tiene tambin un canon para saber lo valioso que es su egosmo (Nietzs-che, 1989: 33). El individuo que se sita en la lnea as-cendente posee, segn Nietzsche, un cuerpo bendecido por una sensibilidad animal, una sensibilidad que no se opone a lo humano, sino que es lo que hay de ani-mal en lo humano. Esta sensibilidad animal revala los valores humanos al afirmar su propia voluntad de po-der, deleitndose en la intoxicacin del acto creativo, entusiasmndose con la crueldad de ejercer una fuer-za superior y disfrutando los xtasis de la sexualidad (1967: 805)6. Este sentimiento liberado del bienestar animal y este deseo son los que constituyen el esta-do esttico (1967: 801), haciendo del arte nada menos que la perfecta seguridad funcional de los instintos in-conscientes reguladores (1996b: I, 10).

    Con el artista animal tenemos un sentido claro de las dimensiones biopolticas del futuro y de la crtica o revaluacin inmanente de los valores humanos que se requiere para crearlo. Pero para determinar el valor que esta forma ontolgica de la poltica tiene para no-sotros hoy en da, debemos confrontarla con la perspec-tiva que nos indica que las formas contemporneas del capitalismo han logrado ubicarse con xito justamen-

    Cultivo de zanahoria, dibujo sobre bolsas de t recicladas montado sobre lienzo, 2002 (150 x 22 cm) | martha bohrquez

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    te all, en la interfaz entre una ontologa trascendental de la creacin crtica (voluntad de poder) y su encar-nacin situada dentro del devenir-otro de los cuerpos humanos. Esta confrontacin requiere un breve pano-rama de esta perspectiva antes de que podamos con-siderar su posible impacto en nuestra pregunta acerca de la relevancia de Nietzsche para el presente. Matteo Pasquinelli (2008) argumenta que el capitalismo ha es-tablecido una relacin parastica y directa con nuestras pulsiones inconscientes e instintivas a travs de la pro-duccin de bienes-del-afecto, al permitir que modu-le directamente no slo nuestras metas instintivas, sino tambin su intensidad. En vez de reprimir estos esp-ritus animales, como los llama Pasquinelli, el capitalis-mo procura amplificarlos con el fin de maximizar sus ganancias. Sus ejemplos son justamente aquellos que Nietzsche emplea para tipificar el vigor animal del artista (1967: 802): la sexualidad y la crueldad violenta del instinto de supervivencia. Desde esta perspectiva, el capitalismo biopoltico es una especie de afirmacin financiera de nuestra sensibilidad animal, una forma de control que opera a travs de la monetizacin. La idea es lo suficientemente simple: si nuestro deseo noble (como lo planteara Nietzsche) de sexo y violencia se sa-tisface por medio de las imgenes-producto (pornogra-fa y porno violencia) que divulgan los medios masivos de comunicacin, entonces la creacin de nuevos pro-ductos (una necesidad constante para el capitalismo de acuerdo con la ley de los retornos decrecientes) se con-vierte en la encarnacin del devenir en s mismo. As pues, en este sentido, el capitalismo ha capturado el

    principio de desequilibrio de la voluntad de poder y lo ha convertido en su principio ms importante para ge-nerar ganancias.

    La tecnologa digital permite esta aceleracin de la produccin y el consumo deseantes, al insertar los im-perativos capitalistas en las redes neurolgicas y ner-viosas de nuestro cuerpo y cerebro. Esto produce una mutacin conectiva, como la ha llamado Franco Berardi (2005), que aleja nuestras subjetividades de las identi-dades tradicionales y las lleva a un dividuo o un yo disuelto flexible, que est en su forma tanto de traba-jador como de consumidor en un estado permanente de reinvencin personal. Esta produccin incesante de diferencia mercantilizada ha envuelto al mundo en su red mundial (World Wide Web), para llegar hoy en da a lo que Berardi llama capitalismo molecular: un estado en el cual la produccin de mercancas de la informa-cin ocupa cada uno de nuestros momentos7, situacin en la que nuestra integridad fisiolgica y sicolgica se ve pulverizada constantemente, y nuestro valor ms importante para el capitalismo es nuestra diferencia fragmentada respecto a nuestro propio ser. En cada momento de la vida, dice Berardi en su estilo tpica-mente apocalptico,

    [] la mquina humana est ah, pulsando y disponi-ble, como una expansin cerebral a la espera. La ex-tensin del tiempo est meticulosamente celularizada: es posible movilizar clulas de tiempo productivo pun-tual, casual y fragmentariamente. La recombinacin de estos fragmentos se realiza automticamente en la red (2011: 90).

    La interfaz no solamente subsume cada uno de nues-tros deseos y pensamientos, sino que los valora de acuerdo con su diferencia. El capitalismo le ha dado un valor (monetario) relativo a la distancia creativa del fu-turo y su atractivo exterior, y simplemente la ha puesto a trabajar. Steven Shaviro formula lo anterior de una manera desprevenida: No podemos escapar de la l-gica de los productos y el mercado apelando a anhelos y esperanzas utpicos de redencin. Pues estos anhelos son los que nos motivan a ir de compras (2006: s/p). Uno de los ejemplos de Shaviro es relevante para nues-tro caso, pues se enfoca en el arte: este autor argumen-ta que el surgimiento reciente del cine poscinemtico incorpora los experimentos formales radicales de la

    Astromelia, acuarela, 1996 (50 cm. X 10 cm) | martha bohrquez

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    vanguardia en las estructuras genricas de las pelculas clase B, evaporando as sus ambiciones transformativas (y, con frecuencia, explcitamente polticas) en un via-je recalentado pero vaco de afectos cinticos (Shaviro, 2010). Desde su punto de vista, el arte ya super lo hu-mano, pero no ha llevado a una revaluacin de los va-lores en el sentido nietzscheano, sino a una revaluacin de los afectos en tanto que productos. Berardi afirma algo similar: para l, la interfaz digital ha producido la utopa ms eficiente hasta el momento: la utopa de un espacio virtual infinito en el que miles de millones de usuarios se encuentran y crean su realidad econmica, cultural y squica (2011: 53). Pero esta utopa es en realidad una distopa, porque conduce a la desapari-cin de lo humano o, quizs, a la sumisin de lo humano a la cadena [inhumana] de automatismos tecnolings-ticos (2011: 53). La humanidad ha sido superada, pero en su lugar nos hemos convertido en una sociedad de esclavos netos que trabajan en una conexin celular permanente (2011: 115).

    Maurizio Lazzarato presenta una explicacin conside-rablemente ms sobria de este proceso que se enfoca en la manera en que la tecnologa digital se ha inserta-do en la interfaz entre los procesos trascendentales de la ontognesis (la voluntad de poder de Nietzsche) y su encarnacin como poder de autosuperacin sensual e intelectual del cuerpo8. De forma similar a Pasqui-nelli y Berardi, Lazzarato argumenta que la tecnolo-ga digital ha surgido en la interfaz entre la produccin y la recepcin de la sensacin, imponindole un siste-ma capitalista de circulacin a la habilidad que tiene la sensacin de multiplicarse y transformarse a s misma. Como resultado, el poder de revaluacin o invencin y la distancia intempestiva que ste implica, se han visto, dice Lazzarato, objetivados dentro de lmites precisos, en un dispositif tecnolgico (2007: 111). El capitalismo biopoltico ha tomado un sentido ontol-gico, en la medida en que ahora es el productor de la creatividad (esto es, de la ontognesis). Consecuente-mente, la creacin (o el devenir), como proceso ontol-gico (es la produccin de vida, como en Nietzsche), no se subsume simplemente en los procesos capitalistas y digitales contemporneos, sino que ahora stos la pro-ducen. La creacin sigue siendo creacin de una dife-rencia inmanente y crtica, por qu no?, que produce un nuevo futuro entre ms nuevo mejor. Pero este

    modo de produccin es una expresin del capitalismo, ms que su resistencia (Lazzarato, 2007: 116). Superar se ha convertido en la lgica misma del capital, que de este modo reclama cualquier futuro. Nuestra hi-ptesis, escribe Lazzarato, es que la proliferacin de mundos posibles es la ontologa de nuestro presente (2007: 177).

    Berardi resume esto en una declaracin sucinta: afir-ma que nosotros vivimos en el futuro del no futuro (2011: 50). El futuro ya no es una promesa de emanci-pacin de las formas actuales de control, sino ms bien la promesa de que se harn eternas. A qu se debe esta desesperanza distpica? Se debe, segn Berardi, a que el capitalismo molecular fragmenta nuestra energa nerviosa y cognitiva y la recombina dentro de la red, en una revaluacin biopoltica de nuestra fisiologa y sico-loga que hace imposibles tanto la conciencia individual como la colectiva. Resulta interesante que la resisten-cia que Berardi sugiere ante este proceso sea casi exac-tamente contraria a la de Nietzsche: donde Nietzsche defiende la gran salud del superhombre y su fuerza explosiva de devenir, Berardi sugiere una teora im-plosiva de la subversin, basada en la depresin y el agotamiento (2011: 138).

    A pesar de la indudable brillantez de estos anlisis de los mecanismos biopolticos contemporneos, quie-ro tratar de defender el concepto nietzscheano de un futuro intempestivo e insistir en que an puede tener relevancia transformativa. A esta tarea contribuye el he-cho de que el mismo Nietzsche parece haber anticipa-do algunos de los desarrollos que hemos visto descritos arriba con horrorizado entusiasmo. Las descripciones nietzscheanas, custicas y, sin embargo, profticas, de su propia modernidad, nos ofrecen varias sugerencias sobre cmo criticar nuestro presente de una manera que nos permita superarlo. Tres aspectos de estas des-cripciones son importantes aqu: primero, el hedonismo autoindulgente de la humanidad, que le hace imposible criticarse a s misma; segundo, la obsesin de la huma-nidad con su propia inteligencia, que hace que se delei-te en una especie de arrogancia computacional tambin conocida como ciencia; y tercero, el sorprendente cla-mor de Nietzsche de que el capitalismo biopoltico no es un obstculo, sino, ms bien, una etapa necesaria ha-cia un nuevo futuro.

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    La crtica, lo sabemos, es el primer paso hacia la su-peracin del hombre y, sin su efecto de distanciamien-to, no podemos hallar el impulso para dar el salto hacia el futuro9. Pero el espritu de la modernidad nos ha inoculado contra la crtica, distrayndonos con entre-tenimiento u obsesionndonos con datos. Ay!, se lamenta Nietzsche: Llega el tiempo del hombre ms despreciable, el incapaz ya de despreciarse a s mismo (1996a: Prlogo, 5). El hombre moderno es adicto a los afectos histrinicos y efmeros cuyo disfrute ubi-cuo ha banalizado la afirmacin al convertirla en una cuestin de gustos. Este hombre moderno, argumenta Nietzsche, es el ltimo hombre o el hombre final, un humano que ha descubierto la felicidad al remo-ver todo aquello que era duro y cruel en la vida. En vez de todo esto, la cultura se ha convertido en una especie de narctico que le administra un poco de veneno de vez en cuando: eso produce sueos agradables (1996a: Prlogo, 5). Quin nos contar la historia completa de los narcticos?, pregunta Nietzsche, es aproxima-damente la historia de la cultura, de la llamada cultura superior! (2001: 86). Todava hay mucho trabajo, pero el trabajo es entretenimiento, que llena la vida con pequeos placeres que no molestan. Tal como la gen-te dice con orgullo hoy en da: [] todo va bien, en lo que sera la versin contempornea del burro rebuz-nador de Nietzsche, cuyo grito vaco y repetido Si-iii simplemente afirma la monotona de nuestros placeres. El placer de comprar, de poseer, de sentirnos orgullosos acerca de nuestra conformidad e insignifi-cancia. Este disfrute vaco y acrtico simplemente con-firma nuestra esclavitud biopoltica, y aunque abarca lo nuevo, lo hace solamente como una negacin de cual-quier exterior a aquellos deseos y sensaciones que de-terminan nuestro presente. Todos quieren lo mismo, todos son iguales: quien tiene sentimientos distintos marcha voluntariamente al manicomio (1996a: Prlo-go, 5). Esta es la esencia de la mentalidad de rebao: simplemente repite lo que existe, toma los afectos y los valores que le dan y agradece el hecho de limitarse a darle clic al mouse con diligencia (1997b: 192).

    Esto no quiere decir que la vida humana narcotiza-da sea inspida o descolorida. La modernidad se ca-racteriza por lo que Nietzsche llama el bullicio de la feria (2001: 4), un intenso rango de experiencias que, sin embargo, se vuelven inofensivas al verse restringidas

    al mbito del entretenimiento cultural (pagado, por su-puesto), y al ofrecernos un ms all exttico que nos eleva a un momento de sentimiento intenso y eleva-do (2001: 86), a pesar de encontrarnos en un cine, por ejemplo, y no en una iglesia. Nos transportamos a ele-vaciones de la experiencia que no podemos esperar en nuestras vidas normales y quedamos con la sensacin de estar santificados, purificados por ese poder ms ele-vado. Es el poder de los ideales ascticos, pero conver-tidos en una forma embriagadora de entretenimiento, latigazos ideales (2001: 86) como Nietzsche los llama. As pues, si bien pareciera que participamos constante-mente en una abundancia de experiencia, dicha abun-dancia confirma un simple hecho: Nada es bello, slo el hombre es bello: sobre esta ingenuidad descansa toda esttica, ella es su primera verdad (1989: Incursiones de un intempestivo, 20). Para Nietzsche, la industria del afecto no produce arte sino un antiarte en el que los artistas glorifican los errores religiosos y filosficos de la humanidad (1986: I, 220). El ejemplo favorito de Nietzsche es Richard Wagner, pero su ridiculizacin de Wagner tambin podra aplicrsele fcilmente a los antiartistas (1989: Incursiones de un intempestivo, 9) de hoy en da, especialmente a aquellos que ganan fortunas en Hollywood, todos ellos grandes descubri-dores en el reino de lo sublime, tambin de lo feo y ho-rrible, y descubridores an ms grandes en el producir el efecto, en la puesta en escena, en el arte de los esca-parates, todos ellos talentos que superaban en mucho a su genio (1997b: 256; vase 2001: 4). Este arte de volar alto (1997b: 256) con afectos cada vez ms in-tensos es escapismo antes que superacin, un romanti-cismo recargado que confirma la cristiandad al tiempo que niega a Dios y que no podra estar ms alejado del sobrio clasicismo que define la esttica de Nietzsche. Contra todo esto, Nietzsche esgrime, como remarca Deleuze, el amanecer de la contracultura (2004: 253).

    De igual manera, y en una frase que es enteramente aplicable a la obsesin actual con los medios masivos de comunicacin, Nietzsche condena a los fanticos de la expresin a cualquier precio (1997b: 256), por-que tal expresin no sirve sino para confirmar lo que ya todos saben y sienten, dando cabida al lugar comn de los pulgares arriba. Para Nietzsche, una fcil comuni-cabilidad de la necesidad (lo que actualmente significa, experimentar slo vivencias comunes y estndar) tie-

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    ne que haber sido la ms poderosa de todas las fuerzas que han dominado a los hombres hasta ahora (1997b: 268). La descripcin precisa de Nietzsche de la biopo-ltica actual no niega la importancia de la diferencia o de lo nuevo dentro del capitalismo contemporneo, ni la intensidad de la experiencia contempornea, sino que sostiene que estos clamores simplemente confor-man y confirman los valores humanos que son su con-dicin. Este argumento, me parece, no es refutado por la afirmacin de la mutacin poshumana que conduce a un futuro ciberntico nuevo, ocasionada por la ace-leracin tecnolgica y la explotacin de la produccin afecto/consumo que han generado los medios digita-les. Nietzsche admite casualmente la importancia de las prtesis tecnolgicas del hombre, pero lo que es impor-tante sobre estos desarrollos, puntualiza, no es la ma-nera como fragmentan en apariencia la integridad de la sicologa y la corporalidad humanas, sino la manera como hacen an ms ubicuos los valores humanos.

    gentes y saben todo lo que ha ocurrido (1996a: Pr-logo, 5). Pero como en el caso del entretenimiento, este saber se basa en la suposicin de universalidad de los valores humanos y en el ms all cientfico de la verdad asctica establecida. Infotretenimiento! Este saber cientfico remueve el devenir de la historia y lo convierte en un servidor de la verdad, un acto que, nos dice Nietzsche, desarraiga el porvenir (1997a: II, 7). Los hombres modernos no son ms que enciclopedias ambulantes (1997a: II, 4) que reducen las fuerzas del devenir histrico a la informacin, permitiendo que sean instrumentalizadas por las demandas de una tec-nociencia capitalista. Nietzsche tiene claridad sobre el futuro que esto producir: un futuro en el que la acti-vidad humana se restringir a un trabajo productivo lo ms productivo posible [que le permitir a] la cien-cia, desde el punto de vista econmico, [ser] cada vez ms utilitaria (1997a: II, 7). Nietzsche llama a esto ni-hilismo porque es el punto en el que la vida trata de destruirse a s misma. En una sentencia que tiene ecos incmodos hoy en da, escribe: Son esos hombres to-dava, o quizs slo son mquinas de pensar, de escribir, de hablar? (1997a: II, 5).

    El pesimismo de Nietzsche respecto a la ciencia se ex-tiende a una visin asombrosamente proftica del capi-talismo contemporneo. Casi podramos considerar que las descripciones distpicas de autores como Berardi y dems, sobre el control biopoltico actual, son un plagio (con mala consciencia) del trabajo de Nietzsche:

    Una vez poseamos la administracin econmica co-mn de la tierra que pronto ser inevitable, la hu-manidad podr encontrar su mejor significado como una mquina al servicio de esta economa como un mecanismo tremendo compuesto de engranajes cada vez mejor adaptados; como un incremento cada vez mayor de todos los elementos dominadores y contro-ladores; como un todo de una fuerza tremenda, cuyos factores individuales representan fuerzas mnimas (Nietzsche, 1967: 866).

    En este extrao eco del Fragmento sobre las m-quinas de Marx en los Grundrisse (2007), Nietzsche postula la ciencia como la condicin de posibilidad de la economa moderna, pero plantea que en un revs fatdico la elevacin de la ciencia ha llevado en reali-dad a su servilismo, pues ha quedado definida com-pletamente por los objetivos de la economa que sta

    Frailejn, tcnica mixta, 1996 (80 cm x 80 cm) martha bohrquez

    Por razones similares, Nietzsche condena a la ciencia. El ltimo hombre, argumenta, es un tipo cientfico poseedor de una gran inteligencia: Ellos son inteli-

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    misma posibilita. Como resultado, la ciencia y el saber que produce no pueden descubrir (esto es, inventar) un futuro que no tenga la economa como fin, lo que signifi-ca, como lo presenta Marx, la supeditacin total del in-telecto general al capital10. Pero para Nietzsche esto no significa el fin de lo humano, ni mucho menos: la ciencia es la versin ms refinada de los viejos valores humanos e Internet no hace ms que confirmar este hecho. Esto no quiere decir que los valores humanos no cambien, pues claramente lo hacen, sino que estos cambios deben verse como relativos, cambios que dejan en su puesto las estructuras humanas, demasiado humanas, de la nega-cin y la piedad (el ideal asctico de la verdad).

    Lo que el capitalismo contemporneo significa, enton-ces, es una especie de nivel estacionario de la humani-dad (Nietzsche, 1967: 866). Pero ste no es un motivo para desesperar, pues anuncia una transformacin que debe tomar lugar.

    En oposicin a este empequeecimiento y adaptacin del hombre a una utilidad especializada, se requie-re un movimiento contrario la produccin de un hombre sintetizador, compendiador, justificador para cuya existencia esta transformacin de la humanidad en una mquina sea una precondicin, en tanto base sobre la cual l pueda inventar esta forma superior del ser []. ticamente, esta maquinaria general, esta solidaridad de todos los engranajes, representa un mximo en la explotacin del hombre; pero presupone

    a aquellos gracias a quienes esta explotacin tiene sen-tido (Nietzsche, 1967: 866)11.

    Es aqu donde emerge con mayor claridad la res-puesta de Nietzsche a la representacin apocalptica del capitalismo contemporneo: considera que un movimiento contrario es inevitable (Nietzsche, 1967: 866). Por qu? Es inevitable porque la voluntad de poder en tanto que fuerza de superacin es el princi-pio de la vida y, en la medida en que la vida se vive, las negaciones que la humanidad inventa no son impor-tantes, porque la vida siempre encuentra un camino a travs de las grietas. Si bien este argumento descansa sobre un axioma ontolgico, tiene implicaciones estra-tgicas de tipo directamente poltico. Los crticos po-soperastas italianos tratan de tomar distancia dentro del capitalismo a travs de la estrategia marxista de la negacin (quizs donde mejor se aprecia es en la defi-nicin de Hardt y Negri de la poltica como un estar en contra12 o en el rechazo del trabajo del marxismo autnomo, aunque tambin es evidente en el concepto de sabotaje de Pasquinelli). Para Nietzsche, estas re-sistencias nunca funcionarn porque la distancia que consiguen permanecer relativa al y dentro del sistema al que se oponen, en la medida en que com-parten los valores negativos en los que en ltimas se basa el capitalismo. En vez de esto, Nietzsche trata de afirmar aquello que dentro del capitalismo permitir que la vida lo supere.

    Borrachero, acuarela, 1995 (40 cm x 35 cm) | martha bohrquez

    Anturio de luna, acuarela, 1994 (40 cm x 40 cm) martha bohrquez

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    Estrategia aparte, sin embargo, todava podra argu-mentarse que las afirmaciones ontolgicas de Nietzs-che no se libran de los reclamos de que el capitalismo contemporneo subsume del todo no slo a lo huma-no, sino tambin al superhombre. No hay duda de que para Nietzsche el superhombre es mltiple, fractal, y escapa a cualquier tipo de valores humanos (1997b: 212), aquello especial esencialmente supranacional y nmada del ser humano, lo cual, hablando fisiolgi-camente, posee como tpico rasgo distintivo suyo un mximo de arte y de fuerza de adaptacin (1997b: 242). El superhombre es, tal como insiste Deleu-ze, un ensamblaje nmada de fuerzas subindividua-les en constante cambio, en una constante realizacin de nuevas conexiones y en permanente experimen-tacin e innovacin. De acuerdo. Pero qu ocurri-ra si este estado subindividual de fuerzas conflictivas (fluctuaciones e intensidades) fuera la ontologa del capitalismo contemporneo? Qu pasara si el capi-talismo contemporneo impusiera en realidad un yo disuelto? Si esto fuera cierto, la necesidad nietzschea-na de la distincin fundamental entre el hombre y el superhombre sera superada por el mismo sistema que supuestamente esta diferencia debera derrotar. Esta posibilidad redefinira el campo poltico de lucha como aquel del yo disuelto en s mismo. Si bien he in-tentado mostrar cmo podramos entender la subjeti-

    vidad contempornea como todava humana, a pesar de la fragmentacin debida a las prtesis tecnolgicas, tambin deberamos tomar en serio la idea de que la figura del artista-filsofo es la de una personalidad flexible, un trabajador creativo en el capitalismo cognitivo. Si esto es as, entonces, qu diferenciara al yo disuelto de un superhombre del de otro que simplemente encarna una etapa ms avanzada de la instrumentalizacin de la humanidad?

    Esta pregunta nos lleva de regreso a la agenda pol-tica de aquellos pensadores que, como hemos visto, la han respondido de forma negativa. Esta negacin, y el desespero que despierta, estn basados en la suposi-cin de que el capitalismo contemporneo ha subsu-mido cualquier sentido de resistencia colectiva. Este es un problema que Nietzsche no tiene, en la medida en que para l, el superhombre es un actor definitiva-mente singular y nico, un individuo superior capaz de encarnar la voluntad de poder en un acto crtico y afirmativo. Segn Nietzsche, que le tiene un odio es-pecial a la democracia y al socialismo, la poltica que privilegia lo colectivo es contraproducente porque consagra la ley de la mediocridad como el bien so-cial definitivo. Entonces, la cooptacin capitalista de la colectividad dentro de esta red de individualidades disueltas no significa el fin de la esperanza poltica,

    Cultivo de calndula, acuarela, tcnica mixta, papel de arroz, 2002 (120 cm x 22 cm) | martha bohrquez

    Cultivo de maz II, tcnica mixta, papel de arroz, 2002 (120 cm x 22 cm) | martha bohrquez

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    sino ms bien lo contrario, porque la colectividad del rebao adquiere su significancia poltica verdadera al producir su propia superacin en un individuo que expresa la forma superior de todas las cosas. Este indi-viduo revive lo colectivo dentro de s mismo, regresn-dolo renacido dentro de la expresin sinttica de todo lo que busc y an busca superar. El superhombre es-tara doblemente disuelto: su subjetividad individual y humana se disuelven al expresar la multitud que es condicin suya, mientras que las pretensiones polticas democrticas del rebao se disuelven en la distancia crtica singular del superhombre que las transforma. Esto es lo que plantea Nietzsche cuando afirma que el tipo superior del superhombre es tanto mltiple como entero (1997b: 212; vase 1967: 883). El superhombre es un yo-disuelto que condensa todos los momentos revolucionarios de la historia, todas las erupciones pre-vias del futuro, en un slo salto glorioso en el que todo aquello de valor en las masas retorna a una expresin indeterminada que le da una fuerza plstica a la volun-tad de poder. La autosuperacin es la dominacin y re-valuacin de la historia en nombre del futuro, es ese momento en el que, como Nietzsche afirm en la lti-ma carta que escribi, todo nombre en la historia es un yo (1959: 153; vase 2001: 34). Un yo disuelto en el espacio abierto del devenir, un acto crtico de autosupe-racin que transforma las cosas ms notorias en cosas inslitas [] solo aquel que construye el futuro tiene derecho a juzgar el pasado (1997a: II, 6).

    El devenir se encuentra sin duda dentro de los pro-cesos que definen nuestro presente. Las caracters-ticas de los hombres ordinarios y mediocres, como los describe Nietzsche, son claramente reconocibles. Ellos son til[es], laborioso[s], utilizable[s] y diestro[s] en muchas cosas [] charlatanes, pobres de volun-tad y extraordinariamente adaptables (1997b: 242). Para Nietzsche, son precisamente estas caractersticas las que significarn que el hombre fuerte tendr que resultar ms fuerte y ms rico que acaso nunca hasta ahora gracias a la falta de prejuicios de su educacin, gracias a la ingente multiplicidad de su ejercitacin, su arte y su mscara (1997b: 242). El superhombre es un yo disuelto porque el rebao humano tambin est disuelto, el superhombre es simplemente el momen-to crtico y transformativo de ese movimiento histrico. De este modo, el superhombre se introduce en toda

    piel, en todo afecto: se transforma permanentemente (1989: Incursiones de un intempestivo, 10). En pala-bras de Nietzsche: Sera completamente indigno de un espritu profundo el ver ya una objecin en la mediocri-dad en s. sta es incluso la primera necesidad para que sean lcitas las excepciones: una cultura elevada est condicionada por la mediocridad (1982: 57).

    Como hemos visto, la metodologa de Nietzsche es una especie de biopoltica artstica que involucra la re-valuacin de la fisiologa y la sicologa en la memoria, el lenguaje y la percepcin. El olvido desempea un pa-pel crucial en la esttica de Nietzsche, porque permi-te tomar distancia frente al pasado desde lo cual podr surgir el futuro. De manera similar, uno debe olvidarse del presente, ausentarse del afn incesante del mun-do moderno donde uno siente vergenza de quedarse quieto. Hoy en da, se piensa con el reloj en la mano, como tambin se come al medioda con los ojos pues-tos en las noticias del mercado de valores (2001: 329). Al olvidar las negaciones pasadas y presentes de la vida, se hace posible horadar el espacio y el tiempo reque-ridos para producir una nueva perspectiva. El aspecto

    Orqudeas, acuarela, 1994 (50 cm x 70 cm) martha bohrquez

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    lingstico de este proceso radica en ver las cosas que no tienen nombre y no pueden ser nombradas, y darles un nombre: Los originales son principalmente quie-nes han puesto nombre a las cosas (2001: 261). En trminos de Deleuze y Guattari, esto significa crear conceptos. Las percepciones tambin deben volverse selectivas: Distanciarse de las cosas hasta el punto de dejar de ver lo que ellas tienen de suyo y as tener que aadir mucho al mirarlas, para seguir vindolas( 2001: 299). Este es el lado creativo de la crtica, una especie de distorsin subjetiva de la percepcin que hace que las cosas aparezcan de acuerdo con las metas propias y no con las de los dems. Todo esto, en suma, debe-mos aprenderlo de los artistas, dice Nietzsche (2001: 299; vase 1997a: II, 6). Este es un trabajo de compo-sicin cuidadoso y paciente que durante largo tiempo [se ha estado] amontonando, ahorrando y guardando (1989: Incursiones de un intempestivo, 44). Esto es lo que Nietzsche afirma haber aprendido de los anti-guos: un gran estilo de simplificar y ordenar, de afir-mar las apariencias, un proceso que en ltimas equivale a crear o lo que l llama fabular la realidad. Slo de esta manera veremos lo que hay de necesario en las cosas, lo que es verdadero en stas, porque lo nece-sario y lo verdadero son en ltimas valores que sola-mente pueden juzgarse de acuerdo con el futuro que crean. Esto es justamente lo que Foucault tomar de Nietzsche, un mtodo de genealoga que no descubre

    la historia, sino que la interpreta en nombre del futuro que quiere crear. Como lo expresa Foucault en un be-llo pensamiento, el conocimiento no est hecho para comprender; est hecho para cortar (1977: 154).

    Para formularlo en trminos an ms contempor-neos, lo anterior significa revaluar el conocimiento y la experiencia de manera que no sean solamente informa-cin, que no puedan resumirse en Wikipedia o buscarse en Google, para afirmarlo todo de forma que retorne en y como una nueva sensibilidad y conciencia. Esto es la poltica como mtodo ms que como programa, porque estas nuevas sensaciones no determinan de antemano la fisiologa que es capaz de apreciarlas. Nietzsche sugiere que cada individuo emprenda estas revaluaciones por s mismo, una y otra vez; que cada percepcin sea una creacin esttica y cada pensamiento una irrupcin de lo desconocido. De esta forma, el futuro surgir como algo intempestivo, como nuestra mayor esperanza, pero tambin, debe decirse, como algo totalmente exterior al individualismo complaciente que domina la vida con-tempornea. Tenemos hoy en da la capacidad para escuchar a Nietzsche? Nietzsche vive en el futuro, te-nemos hoy la fortaleza para unirnos a l? Vive en lo oculto, de manera que puedas vivir para ti mismo! Vive ignorante acerca de lo que tu poca considera como lo ms importante! Coloca entre tu presente y tu persona al menos la piel de tres siglos! (2001: 338).

    Notas

    1 Mi inspiracin para esta pregunta y para mis intentos por responderla proviene del ensayo Nomadic Thought de Gi-lles Deleuze, publicado en 1973, que termina con la siguiente pregunta: Quines son los nietzscheanos hoy en da? (2003: 260). Este ensayo es una respuesta que trata de dar cuenta de algunos de los desarrollos que sobre este tema se han dado du-rante los ltimos cuarenta aos.

    2 Aqu me baso en la interpretacin de Deleuze sobre el eterno retorno. Segn l, al eterno retorno: Se le conoce apropiadamente como una creencia del futuro, una creencia en el futuro. El eterno retorno afecta solamente lo nuevo, lo que se produce bajo la condicin de incomparecencia y por intermediacin de la metamorfosis. Sin embargo, no causa el

    retorno de la condicin ni del agente: por el contrario, los re-pudia y los expele con toda su fuerza centrfuga. [] Es en s mismo la novedad completa, nueva (1994: 90).

    3 La figura de mirar hacia atrs o hacia abajo desde la lejana es recurrente en la obra de Nietzsche, ya sea desde las mon-taas habitadas por Zaratustra (quien tambin desciende para ensear sobre su distancia) o desde las dimensiones csmicas de una lejana constelacin desde donde la tierra se aprecia como un astro autnticamente asctico (1996: III, 11).

    4 Roberto Esposito es quizs el analista ms prominente de la biopoltica nietzscheana. Su trabajo ejemplar es compatible en trminos generales con el que realizo aqu, aunque Espo-

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    sito desarrolla su lectura de Nietzsche dentro de un anlisis ms amplio de lo que l llama inmunidad (en trminos de Nietzsche, el nihilismo o el poder reactivo de las instituciones modernas) y comunidad. Sin embargo, Esposito hace nfasis en la fuerza deconstructiva (2008: 78) de la crtica de Nietzs-che, que al negar la negacin inmunitaria es doblemente negativa (2008: 96). Como se har evidente, yo insisto ac en la condicin necesariamente afirmativa del futuro, su fuerza necesariamente no-dialctica.

    5 Tal como Nietzsche escribe en otra parte, la humani-dad no representa una evolucin hacia algo mejor, o ms fuerte, o ms alto, al modo como hoy se cree eso. El pro-greso es meramente una idea moderna, es decir una idea falsa. [] Una evolucin posterior no es sin ms, por una necesidad cualquiera, una elevacin, una intensificacin, un fortalecimiento. (1982: 4).

    6 Tocar msica, bromea Nietzsche, es otra forma de tener hijos (1967: 800).

    7 Berardi argumenta que es posible definir el capitalis-mo contemporneo como semiocapitalismo porque la for-ma general de los productos tiene un carcter semitico y el proceso de produccin es cada vez ms la elaboracin de signos-informacin (2011: 106).

    8 Debo sealar que el trabajo de Lazzarato en el que me baso, en particular Videophilosophie (2002), aborda el pen-samiento de Henri Bergson y no tanto el de Nietzsche. Pero, como es evidente, considero que los argumentos de Lazzarato tambin se le pueden aplicar a Nietzsche.

    9 Al comienzo de Zaratustra, el equilibrista (que representa lo mejor de la humanidad, esto es, las personas que buscan el peligro) cae hacia la muerte cuando el bufn aparece desde

    atrs. Pero el bufn no lo empuja, sino que salta sobre el equi-librista hacindole perder el equilibrio y caer hacia la muerte. Esta es una alegora de la afirmacin que consigue superar con xito al hombre y al hacerlo lo destruye, pero no solamen-te negndolo sino como consecuencia del salto creativo. El xi-to de la crtica causa la destruccin del hombre, pero ste no es su propsito, sino solamente su resultado.

    10 En su maravilloso trabajo Nietzsche and the Vicious Cir-cle, Pierre Klossowski ha llevado a su punto ms lejano su lectura de la obra de Nietzsche: El punto de partida de los proyectos [de Nietzsche] est en la dependencia de la econo-ma moderna de la ciencia, pues no puede sostenerse por s misma alejada de ella: descansa en los poderes monetarios, las corporaciones y en sus ejrcitos de ingenieros y traba-jadores, sean calificados o no; y en el nivel de produccin; estos poderes no pueden desarrollar sus propias tcnicas ex-cepto a travs de formas de conocimiento requeridas por la manipulacin de los objetos que producen y a travs de las leyes que gobiernan el intercambio y el consumo de esos productos (1997: 149).

    11 La clarividencia de esta nota tarda de Nietzsche pare-ce extenderse a un rechazo del neoliberalismo: Es claro que lo que yo combato es el optimismo econmico: como si incrementar el gasto de todo el mundo implicara ne-cesariamente incrementar el bienestar de todo el mundo. Me parece que lo correcto es lo contrario: el gasto de todo el mundo equivale a una prdida colectiva: el hombre se ve disminuido as que uno ya no sabe cul fue el objeti-vo de este enorme proceso. Un objetivo? Un nuevo obje-tivo? eso es lo que la humanidad necesita (1967: 866).

    12 En Zepke (2012) discuto con ms detalle la idea dialc-tica y no-nietzscheana de la poltica de Hardt y Negri.

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