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    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y PortugalSistema de Informacin Cientfica

    Juan Luis SariegoLa cruzada indigenista en la Tarahumara

    Alteridades, vol. 12, nm. 24, julio-diciembre, 2002, pp. 129-141,Universidad Autnoma Metropolitana Unidad Iztapalapa

    Mxico

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    Alteridades,ISSN (Versin impresa): [email protected] Autnoma Metropolitana UnidadIztapalapaMxico

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  • ALTERIDADES, 2002 12 (24): Pgs. 129-141

    La cruzada indigenista en la Tarahumara*

    JUAN LUIS SARIEGO RODRGUEZ**

    The indigenist crusade in the Tarahumara region. This essay examines the four main issues concerning political relations between the Mexican government and the indigenous peoples (Tarahumara, Tepehun, Pima and Warojo) from the Chihuahua Sierra in the 20th century. It deals with a polemical view in regards to the possibilities of sociocultural and ethnic change, a permanent renewal of the ideal of indigenous commonality, a claim to over- come the traditional struggle between the Indians and mestizos and a set of ideologies and experiments as far as development is concerned. Key words: indigenism, autonomy, integration, Sierra Tarahumara, inter-ethnic relations.

    La Sierra Tarahumara fue a lo largo del siglo XX un te- rritorio predilecto para las reflexiones y los experimen- tos indigenistas. Las primeras propuestas fueron obra del gobernador Enrique Creel, quien en 1906 trat de hacer realidad sus concepciones sobre el problema in- dgena, plasmndolas en una Ley de civilizacin y me- joramiento de la Raza Tarahumara (1906). Despus, en los aos posteriores a la Revolucin, la Sierra de Chihuahua fue escenario de la aplicacin de las refor- mas educativas y agrarias con las que los gobiernos fe- derales trataron de enfrentar la situacin de atraso y abandono de las regiones indgenas del pas. Final- mente, desde 1952, la Tarahumara se convirti en una regin estratgica para poner a prueba las tesis y los programas del indigenismo oficial, en especial a partir de la creacin del Centro Coordinador Indigenista de la Tarahumara (CCIT), segundo en su gnero que el Ins- tituto Nacional Indigenista (INI) implant en el pas. Las tres ltimas dcadas del siglo se vivieron en la Tarahu-

    mara con los mismos signos y augurios de que el indigenismo, entendido ste como un discurso y una prctica pblica orientados a integrar los pueblos in- dios a la cultura y a la economa nacionales, estaba llegando a su fin. A pesar de esos inconfundibles sn- tomas y como en el resto del pas, no puede decirse sin embargo que estemos hoy asistiendo al surgimiento de un nuevo modelo de relaciones institucionales del Estado y la sociedad civil con los pueblos indios de la Tarahumara.

    Este trabajo trata de rastrear e interpretar dicha historia regional del indigenismo durante el siglo XX. Pretendo entender, explicar y evaluar estas polticas a la luz de su propia coherencia interna y de sus resulta- dos, pero sobre todo a partir de su compatibilidad, ca- pacidad de adaptacin y concordancia con la cultura de los pueblos indios que viven en la Sierra de Chihuahua.

    Aunque me centro ms especficamente en las no- ciones y prcticas indigenistas nacidas en el seno de las

    * Artculo recibido el 04/10/02 y aceptado el 30/10/02. Este artculo fue originalmente presentado como disertacin para obtener el grado de Doctor en Ciencias Antropolgicas en el Departamento de Antropologa de la UAM-I.

    ** Profesor investigador de la Escuela Nacional de Antropologa e Historia, Unidad Chihuahua. Calle Dcima 1608, Colonia Centro, 31000, Chihuahua, Chih. Correo electrnico: [email protected]

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    instituciones pblicas y gubernamentales, no puedo dejar de lado dos referentes obligados sin los cuales re- sultara imposible entender esta historia: los plantea- mientos de la etnografa y la antropologa acadmicas y la experiencia y programas de los misioneros catli- cos en la Tarahumara. Con la antropologa acadmica, el indigenismo oficial mantuvo por pocas un intercam- bio de ideas, no siempre compartidas, y en las concep- ciones y prcticas de los misioneros jesuitas hall una fuente de inspiracin, pero tambin un motivo de com- petencia y disputa.

    La Sierra Tarahumara constituye un vasto territorio de cerca de 65,000 km2, que corresponde a la porcin chihuahuense de la Sierra Madre Occidental y abarca 20 municipios de este estado. A pesar de la depredacin

    Cuadro 1 Poblacin tarahumara, tepehuana, guarija y pima en el estado de Chihuahua por municipio

    (1990, 1995)

    Municipio Localidades Poblacin Densidad Hablantes de lengua indgena P-5HLI* PIC** PIE*** % (1) de 5 aos y ms (1) (1) (1) (2) indgenas

    Municipio Total Total A Hab./km 2 Tarahumara Tepehuano Pima Guarijo Total B C D=B+C Total D/A%

    Edo. Chih. 13,583 2793,537 11.3 59,867 3,986 448 613 64,914 15,945 80,859 - 2.9

    Balleza 410 16,884 2.4 6,023 31 - - 6,054 1,458 7,512 7,318 44.5

    Bocoyna 459 25,824 9.2 5,186 - 1 1 5,188 1,244 6,432 6,759 24.9

    Carichi 228 8,188 2.9 2,717 - - - 2,717 489 3,206 4,604 39.2

    Guachochi 1,158 38,770 8.9 19,721 120 1 3 19,845 4,345 24,190 31,040 62.4

    Guerrero 417 40,209 7.2 333 2 1 - 336 95 431 3,432 1.1

    Nonoava 59 3,246 1.2 304 - - - 304 66 370 898 11.4

    Alta 2,731 133,121 5.3 34,284 153 3 4 34,444 7,697 42,141 54,051 31.7 Tarahumara

    Batopilas 440 11,109 5.4 3,373 - - - 3,373 711 4,084 5,438 36.8

    Chinipas 166 7,233 3.2 115 - - 93 208 52 260 1,388 3.6

    Gpe. y Calvo 902 42,593 4.6 4,326 3,722 - - 8,048 1,909 9,957 10,341 23.4

    Guazapares 415 9,078 4.2 2,122 - - 2 2,124 576 2,700 4,548 29.7

    Maguarichi 92 2,095 2.2 500 - - - 500 107 607 389 29.0

    Morelos 354 8,167 6.1 1,183 17 - - 1,200 296 1,496 1,838 18.3

    Moris 139 5,132 2.3 3 1 9 87 100 29 129 589 2.5

    Ocampo 180 7,499 3.7 51 - 4 - 55 11 66 1,150 0.9

    Temosachi 164 7,409 1.3 45 - 229 - 274 72 346 1,446 4.7

    Urique 909 19,271 4.9 8,039 2 - - 8,041 1,863 9,904 11,778 51.4

    Uruachi 325 8,587 2.8 862 - 1 420 1,283 295 1,578 1,901 18.4

    Baja 4,086 128,173 3.7 20,619 3,742 243 602 25,206 5,921 31,127 40,806 25.9 tarahumara

    Total 6,817 261,29 4.3 54,903 3,895 246 606 59,650 13,618 73,268 94,857 28.0 tarahumara

    * P-5HLI=Poblacin de 0 a 4 aos en viviendas cuyo jefe(a) o cnyuge habla alguna de las cuatro lenguas indgenas (tarahu- mara, tepehuano, guarijo y pima).

    ** PIC= Poblacin indgena (de los cuatro grupos tnicos sealados) censada por el Instituto Nacional de Estadstica, Geografa e Informtica en el Conteo de Poblacin de 1995.

    *** PIE= Poblacin indgena (de los cuatro grupos tnicos sealados) estimada segn el Instituto Nacional Indigenista, 1990. Fuentes: (1) INEGI: Conteo de Poblacin de 1995, resultados definitivos, 1996.

    (2) INI: Indicadores socioeconmicos de los pueblos indgenas de Mxico, 1993.

    de que ha sido objeto, la Tarahumara sigue constitu- yendo una de las regiones de mayor biodiversidad en Amrica del Norte. La rudeza del clima se combina con el espectculo de un paisaje lleno de contrastes entre las tierras fras de las cumbres montaosas, cubiertas de conferas con altitudes de cerca de 3,000 metros sobre el nivel del mar, y las profundas barrancas y ca- ones por donde, en medio de viejos pueblos mineros, serpentean ros y arroyos origen de las grandes cuencas fluviales del Mayo, el Fuerte y el Yaqui, que irrigan los fr- tiles valles agrcolas prximos a las costas del Pacfico del noroeste de Mxico.

    No obstante, antes que nada, la Sierra, como ha- bitualmente la denominamos en Chihuahua, es una tierra india. En ella vivan en pocas prehispnicas

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    grupos de base econmica agrcola, pero sobre todo ca- zadora y recolectora, hablantes de lenguas del tronco uto-azteca, asentados en pueblos de ranchera1 de acuerdo con un patrn sumamente disperso y liga- dos a sistemas de organizacin completamente ajenos a las concentraciones urbanas y a las formas estatales y mucho ms proclives a la movilidad geogrfica y a la autarqua de los ncleos familiares. Tras largos pe- riodos de etnocidio, acoso y aculturacin, han sobrevi- vido a nuestros das cuatro de estos grupos: los ra- rmuri o tarahumaras, los dami o tepehuanes, los ooba o pimas bajos y los warij o guarijos, etnias que suman una poblacin de cerca de 100,000 habitan- tes (cuadro 1).

    Tras examinar los mltiples aspectos que estn implicados en el concepto de indigenismo, considero que hay cuatro grandes temas o vertientes interre- lacionadas, que constituyen el ncleo central del dis- curso y la prctica institucional del indigenismo en la regin:

    a) Una particular y polmica visin del indio y de sus posibilidades de cambio social.

    b) Una actualizacin permanente del ideal del comu- nitarismo indgena, entendido ste como la forma social ms propicia para asegurar el cambio so- cial de los grupos tnicos.

    c) Un afn orientado a transformar las concepciones y prcticas de las relaciones intertnicas entre indios y mestizos.

    d) Un conjunto de filosofas y experimentos en tor- no al desarrollo de los pueblos indios.

    Miradas primitivistas y reformadoras sobre la Tarahumara

    El indigenismo es, antes que nada, una propuesta te- rica sobre la identidad y el cambio social de los pueblos indios. En la Tarahumara, este dicurso se encuadra en el marco de las reflexiones y polmicas que diferentes corrientes de la antropologa han construido en torno a los grupos tnicos que habitan este territorio del oeste chihuahuense. Porque aunque muy lejana de los grandes centros neurlgicos del quehacer intelectual y universitario, la Sierra de Chihuahua se convirti en un lugar de apasionada predileccin para los viaje- ros y etngrafos casi desde la poca en que la antropo- loga comenzaba a hacerse ciencia a finales del siglo XIX.2 Desde entonces a la fecha, creo que se han desa- rrollado dos discursos distintos y contrastados sobre la identidad y las posibilidades del cambio social de los grupos tnicos.

    El primero de ellos, que me atrevo a denominar primi- tivista, ha consagrado y defendido una visin preservacio- nista de la Sierra Tarahumara entendiendo sta como uno de los pocos reductos del hombre natural, como el ltimo territorio donde es posible encontrar una mues- tra genuina y excepcional de la resistencia cultural al cambio. La constatacin tiende a derivar en una apo- loga de la resistencia a la aculturacin, en una crtica, a veces despiadada, a la civilizacin y a la modernidad. Es sta la mirada fascinada de los etnogrfos que, como el noruego Carl Lumholtz, descubrieron con asombro, al final del siglo XIX, la existencia de los tarahumaras o rarmuri y proyectaron en ellos la imagen de los ltimos

    1 En una de las tipologas ya clsicas sobre los sistemas sociales de los grupos indios del noroeste mexicano y suroeste norteamericano hacia 1600, Edward H. Spicer (1976: 8-15) ha encuadrado a las etnias serranas de Chihuahua y Sonora dentro del modelo que l denomina poblaciones de ranchera (the ranchera peoples): pequeos asentamientos no compactos ni articulados entre s, dispersos en las montaas y barrancas, entre las cuales las familias podan circular segn las estaciones agrcolas o los ciclos de la recoleccin silvcola. En muchos casos, la morada predominante eran simples refu- gios tales como cuevas en las laderas rocosas o chozas con mampostera de piedra y adobe en los valles y barrancos. Su economa se sustentaba en una agricultura bsica soportada en tres cultivos (maz, frijol y calabaza), pero especialmente en la recoleccin y la caza. Aunque se intercambiaban artculos suntuosos, no exista un comercio regular ni especializado ni mucho menos ciudades mercado.

    Desde el punto de vista poltico no existieron instituciones que fueran ms all de las unidades familiares extensas o de los pequeos grupos de asentamientos, ni formas de control militar o administrativo que trascendieran a otras comuni- dades o etnias. La guerra, aunque poda ser comn por pocas, no significaba conquista territorial ni subordinacin tribu- taria de un grupo sobre otro. No hay referencias explcitas a un sistema organizado de autoridades y, en la mayora de las crnicas sobre los tarahumaras, slo se alude a la existencia de caciques y lderes militares con ocasin de las rebeliones, y shamanes a los que los misioneros identifican con hechiceros, pero no a una estructura religiosa-sacerdotal o militar. En suma, la Sierra Tarahumara conformaba un territorio multitnico (tarahumaras, warojos, pimas, tepehuanes, jovas, tubares) de pequeos asentamientos dispersos, autnomos e independientes poltica y econmicamente unos de otros.

    2 En otro lugar (Sariego, 1999) he analizado con ms detalle la historia de la antropologa en Chihuahua y he planteado que sus temticas ms reincidentes son aquellas que tienen que ver con la identidad de los grupos tnicos de la Sierra. En par- ticular, sobresalen en nmero y diversidad los estudios sobre los rarmuri que han merecido una mayor atencin por parte de la antropologa que la otorgada a los dame, warij y ooba. En cuanto a la poblacin mestiza de la regin, numrica- mente tres veces superior a la indgena, los estudios etnogrficos estn an por emprenderse.

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    caverncolas de Amrica, recnditos en la fragosidad de las barrancas de la Tarahumara. A ellos, senten- ciara el viajero noruego, la civilizacin [...] ningn beneficio les presta, [sino, por el contrario] sacude rudamente las columnas del templo de su religin (Lumholtz, 1985, t. I: 403). O es la mirada de natura- listas, como el etnobotnico norteamericano Edward Palmer, el militar Frederick Schwatka, los arquelo- gos y etnohistoriadores Adolph Francis Bandelier y Aquiles Gerste, que levantaron un registro sistemtico de los indgenas de Chihuahua, rememorando en ellos el prototipo casi mtico del hombre primitivo, identi- ficado con la naturaleza y practicante de rituales pro- piciatorios dirigidos al Sol y la Luna. La constatacin de estos signos de primitivismo llega incluso a opacar las evidentes mellas que el progreso, encarnado en la expansin de capitalismo minero, forestal y ferrocarri- lero, estaba provocando en la Sierra de Chihuahua al final del siglo XIX.3

    Desde otra perspectiva, este mismo discurso primi- tivista vuelve a cobrar actualidad en una vasta literatura mdica que consagra la capacidad de resistencia fsica del rarmuri, al que se le llega a asociar con el signi- ficado del hombre de los pies ligeros capaz de perse- guir y dar alcance al venado y experto en correr y resis- tir hasta la extenuacin sin que su capacidad anaerbica y cardiovascular muestren signos de cansancio. El ra- rmuri, dir un etnlogo norteamericano, es el moderno espartano (Groom, 1971: 304), que vive, danza y corre consagrando el principio de la resistencia fsica, sin el cual no podra sobrevivir en un medio tan hostil como el de la Sierra.4

    Tambin la mirada primitivista se hace eco en las interpretaciones sistemticas de los primeros antrop- logos acadmicos que, como Carlos Basauri, Wendel C. Bennett y Robert M. Zingg recorren la Tarahumara a finales de los aos veinte. Desde corrientes acad- micas distintas, los tres coinciden en constatar que los rasgos culturales arcaicos de los rarmuri y su resisten- cia al cambio social predominan sobre cualquier forma de aculturacin y modernidad. El primero de estos autores, emisario de la Secretara de Educacin Pblica, tras verificar que los tarahumaras conservan todas las supersticiones inherentes a un tipo de civilizacin primitiva (Basauri, 1990: 281), acaba por reconocer con pesimismo la inviablidad de cualquier reforma edu- cativa entre los grupos tnicos de la sierra chihuahuense.5

    Desde una posicin muy distinta, la de Antonin Ar- taud, un dramaturgo y poeta surrealista francs que se interna en el territorio tarahumara a mediados de los aos treinta, tambin los rarmuri aparecen como la expresin ms acabada del hombre puro, autntico, no contaminado por la civilizacin, una raza principio en la que, a travs de rituales como el del consumo del jcuri o peyote, el mito y la realidad se fusionan.6

    Asumiendo una postura diferente, la concepcin primitivista es tambin propia de antroplogos desen- cantados de la poltica indigenista del Mxico postrevo- lucionario, que entienden el atraso de las etnias serra- nas de Chihuahua, no tanto como un proceso autnomo de resistencia sino como el resultado del abandono en que el gobierno y la nacin las han sumido. Es sta la posicin de antroplogos crticos de los aos cuaren- ta y cincuenta como Fernando Jordn.7

    3 Adolph Francis Bandelier, arquelogo y etnohistoriador de origen suizo que estuvo estrechamente ligado a Lewis Henry Morgan, recorri en 1884 la regin de Casas Grandes y Janos donde investig las relaciones culturales entre los indios pue- blo, del sur de Estados Unidos, y los grupos tnicos de la sierra sonorense y chihuahuense (Bandelier, 1923-1927 y Brown, 1996). El padre Gerste excav en diferentes lugares de la Sierra Tarahumara en 1892, identificando ciertos elementos de la cultura material y simblica de los rarmuri (Gerste, 1914). Edward Palmer y Frederick Schwatka tambin recorrieron la Sierra Tarahumara a finales del siglo pasado: el primero elabor un amplio registro etnobotnico y el segundo consign las modalidades de la aculturacin indgena entre 1889 y 1890 (Watson, 1886; Schwatka, 1893).

    4 Los estudios de mdicos y antroplogos fsicos sobre la resistencia fsica de los rarmuri, su potencia anaerbica, sus bajos ndices de cardiopatas, sus dotes de cazadores de venados y su renombrada fama como corredores son numerosos, en especial a raz de la participacin de un grupo de ellos en la prueba de maratn de las olimpiadas de Amsterdam en 1928. Puede verse una resea de esta bibliografa en Kennedy (1996: 262).

    5 La obra de Bennett y Zingg (1978) es una de las etnografas ms clsicas sobre los tarahumaras. Tras analizar minucio- samente el origen de los diferentes rasgos culturales de la vida rarmuri, los autores concluyen que en ella predominan aquellos que son anteriores al influjo de la colonizacin. Desde varios ngulos y con diferentes argumentos, la monografa de Basauri, escrita al final de los aos veinte (Basauri, 1929), abundaba en detalles que venan a confirmar la tesis de que los tarahumaras vivan en condiciones de autntico primitivismo, sobre el cual ni el proselitismo religioso ni la obra civiliza- dora de los misioneros haban hecho mella alguna.

    6 Desafo al progreso y a la ciencia mdica, menosprecio mgico por la civilizacin, comunismo espontneo. Estos son los trminos de Artaud para referirse a los rarmuri en su Viaje al pas de los tarahumaras (Artaud, 1984). Ante los ojos de nuestro visitante y espectador europeo ellos aparecen como nicos, como sobrevivientes de los desastres de la civilizacin, como genuinos actores en el teatro de la crueldad del mundo. Su primitivismo rebasa el plano de lo meramente etno- grfico; expresa el estado de pureza del hombre en el grado y la poca donde cultura y naturaleza se confundan.

    7 A lo largo de varios artculos periodsticos (1948, 1954) y de su Crnica de un pas brbaro (1989 [1956]), Jordn confirma, como lo hicieran antes los evolucionistas decimonnicos y los viajeros europeos de principios de siglo, que la Sierra

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    El segundo discurso etnogrfico sobre la Tarahu- mara y sus indios es el que denomino reformista, porque cree y apuesta por la reforma y el cambio en las formas de pensar y vivir de las etnias serranas. Es la propuesta y la mstica de la transformacin social y es, al mismo tiempo, la secuela de muchos y variados experimentos dirigidos a cambiar y reformar la cultura indgena.

    Dos sectores institucionales, agentes de estos ex- perimentos del cambio indgena, son los principales de- fensores de esta visin: el de los misioneros catlicos (en especial los jesuitas) y el de los indigenistas guber- namentales. Quizs hayan sido el celo y la competen- cia mutua los que los han llevado a demarcarse entre s hasta llegar a parecer opuestos, pero en realidad su punto de partida es idntico: una fe ciega, a veces no suficientemente certificada en las evidencias etnogr- ficas, de que el indio puede y debe cambiar.

    Mas si el punto de arranque es similar, el de llegada es distinto: los indigenistas gubernamentales creen en la transformacin cultural del indio a partir de su con- versin en ciudadanos de la nacin y, para ello, dos instrumentos emergen como estratgicos: el primero, la educacin entindase castellanizacin, escolariza- cin, aceptacin de los lemas del progreso y asimilacin de los valores de la cultura nacional y nacionalista y, el segundo, la lucha por el control de los recursos te- rritoriales la tierra y el bosque, lo que forzosamente lleva a replantear el sistema de dominacin y explota- cin derivado del modelo de relaciones intertnicas tpico de la Tarahumara. Es sta la imagen de los pri-

    meros maestros agraristas e indigenistas que, imbuidos del ideario cardenista y de los principios de la escue- la rural, llegan a la Tarahumara a finales de los aos treinta y logran la hegemona del CCIT al inicio de la d- cada de los cincuenta. Su ms destacado exponente habr de ser el antroplogo Francisco M. Plancarte, a quien, por cierto, la historia oficial de la antropologa mexicana adeuda un merecido reconocimiento.8 Tam- bin es ste el ideario poltico y programtico del CCIT- INI durante las dos primeras dcadas de labor indige- nista en la Tarahumara.

    Hasta las postrimeras de los aos sesenta, el enfo- que del cambio que postulan los misioneros jesuitas es una combinacin entre la asimilacin del dogma y la moral catlicas y la aculturacin educativa. En las tres ltimas dcadas, en cambio, la Iglesia local asume que la conversin religiosa entre los grupos tnicos, despus de cerca de cuatro siglos de cristianizacin, ya se ha dado: los tarahumaras ya han raramurizado el dogma y la moral cristianas hasta confundirlos con sus propios smbolos y rituales en los que es imposible trazar con precisin la frontera entre lo cristiano y lo indgena. Por ello, la cristianizacin ya no puede ser entendida sino en trminos de una pastoral de acom- paamiento, en la que ms que imbuir dogmas y con- tenidos morales, hay que ser respetuosos y atentos ante los signos religiosos de los pueblos indios de la Tarahumara.9

    Una ltima versin de las tesis reformadoras es la de quienes, desde una postura posmodernista,

    Tarahumara es el territorio del primitivismo cultural, pero l asume una postura crtica muy distinta de la de aquellos otros: el primitivismo es sinnimo de atraso, miseria y abandono. Denota no la fortaleza, sino la agona de una cultura indgena que, aunque no es culpable de su situacin desventajosa, no tiene futuro alguno que no est del lado del progreso y la evo- lucin de la nacin. Ms que condenado a desaparecer, el indio est llamado a conocer su liberacin y sta, por parad- jico que parezca, slo podr provenir de su ineludible enemigo histrico, el mestizo y su civilizacin.

    8 El anlisis ya clsico de Plancarte sobre el problema indgena tarahumara (Plancarte, 1954) es al mismo tiempo una et- nografa y una propuesta sistemtica de intervencin social en los mbitos de la educacin, la reforma agraria, el desarrollo agropecuario, la apropiacin indgena de las riquezas forestales, la salubridad y, en general, el desarrollo de los grupos tnicos de la Tarahumara.

    9 Esta perspectiva puede constatarse en los estudios de Robles (1992) y Velasco (1987).

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    interpretan el cambio social de los tarahumaras como un proceso sin orientacin y sentido, fruto de la des- composicin profunda e irreversible de la identidad rarmuri que resulta de la migracin y la pobreza y es secuela de la miseria. Recuperando la terminologa de Artaud, los rarmuri, seran, segn estos postulados, actores de una obra sin libreto y sentido, sujetos pasi- vos de una historia cuyo fin apocalptico no puede ser sino su lento y definitivo etnocidio. Es esta la lectura de antroplogos como Juan Cajas Castro (1991).

    El discurso y la prctica indigenista sobre la comunidad

    De todos los principios que han regido el discurso y la accin institucional de los indigenistas, hay uno que sobresale y permea todos los dems: el que establece que el cambio social slo es posible a partir de que el indio asuma de buen grado o como resultado de la imposicin formas comunales y colectivas de organi- zacin social, lo que, en la Tarahumara, signific a lo largo de cuatro siglos propugnar por la vida en comu- nidad, la fijacin sedentaria de los indios en el territo- rio, la creacin de pueblos, la aceptacin de un rgimen centralizado de autoridad y representacin polticas y, en general, la conformacin de patrones de accin en los que el individuo apareciera subordinado a la co- munidad. En definitiva, una defensa a ultranza de lo que podramos llamar un comunitarismo indigenista. Por lo que se refiere en particular a la accin guberna- mental, este comunitarismo tom como sustento una serie de referentes etnogrficos, teorizaciones y expe- riencias propios de las formas de organizacin social del mundo indgena mesoamericano, marcadamente diferentes a las de los grupos tnicos de la Tarahumara10 y construy sobre esa base comunitarista programas de accin para el desarrollo, el territorio, los sistemas de gobierno y las relaciones intertnicas que, por su pro- pia naturaleza, tuvieron un xito limitado.

    Aunque este precepto comunitarista dirigi la accin indigenista de la Iglesia y del Estado por cerca de cua- tro siglos, siempre enfrent entre los grupos tnicos de la Tarahumara variados estilos de oposicin, que fueron desde la revuelta armada hasta la aceptacin negociada, pasando por la resistencia pasiva. La ltima razn de ser de esta oposicin tiene que ver con la in- compatibilidad entre el comunitarismo indigenista y las formas sociales autctonas de organizacin de los pueblos indios de la Sierra de Chihuahua.

    El comunitarismo indigenista tuvo sus expresiones iniciales en los pueblos de misin de la poca colonial, versin local de las reducciones jesuticas. En ellas, los misioneros quisieron prefigurar en un tiempo y en un espacio histricos la utopa de la ciudad sagrada. De ah, la lucha por imponer a los indios la aceptacin de su condicin de miembros de pueblos y naciones, la propiedad y el trabajo comunales, la fijacin territorial, el sistema de gobierno y de cargos, la prctica institu- cionalizada de los tribunales y de la justicia indgenas.

    Las rebeliones cclicas que se repiten a lo largo de los siglos XVII y XVIII atestiguan el fracaso de la polti- ca de reduccin. En 1767, cuando los jesuitas son ex- pulsados de la Tarahumara, los indgenas se reapropian de muchos de los elementos culturales que se les ha- ban impuesto, pero tambin vuelven a recrear en sus pueblos y rancheras la autonoma poltica, la liber- tad de adscripcin, la movilidad territorial y la economa diversificada.

    En las primeras dcadas del siglo XX, el sueo del comunalismo indigenista recobra vigencia, ahora por obra de las propuestas del gobernador Creel quien, tras la promulgacin de la Ley de Mejoramiento de la Raza Tarahumara, experimenta la conformacin de co- lonias o pueblos tutelados por la presencia del Estado, en donde se haga realidad la ruptura del indio con su medio de origen y con su cultura. El ensayo queda inconcluso por el estallido de la Revolucin pero, en cierto sentido, revive en las colonias catequistas que los jesuitas implantan en lugares como Sisoguichi y Norogachi. De nuevo aqu, la escuela y la explotacin cientfica y moderna de la tierra se convierten en los dos vectores de la accin indigenista, al mismo tiem- po que, otra vez, se manifiesta la resistencia a la fija- cin territorial y a la tutela de la Iglesia y el Estado.

    En los aos treinta, al calor de las reformas car- denistas, el principio del comunalismo indigenista se presenta en la Tarahumara al amparo de un discurso y una prctica radicalizados en los que las etnias son vistas cuasi como nacionalidades inmersas en el Esta- do nacional. Es entonces cuando surge por primera vez en la Tarahumara el tema de la autonoma indgena, defendida, entre otros, por una comisin gubernamen- tal que, a instancias del presidente Crdenas, recorre el territorio serrano en 1936 y llega a proponer la auto- noma poltica de esta etnia y el reconocimiento explcito de su sistema de gobierno (Departamento del Trabajo, 1936). La expresin ms acabada de este indigenis- mo son las celebraciones peridicas de los congresos

    10 Estos principios bsicos de la doctrina oficial indigenista sobre la comunidad, el gobierno, los sistemas polticos, las regio- nes, los territorios, las relaciones intertnicas y el desarrollo indgenas se resumen en los planteamientos de Aguirre Beltrn (1956, 1967, 1991) y de Aguirre Beltrn y Pozas Arciniega (1981).

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    tarahumaras y la constitucin, en 1939, del Consejo Supremo Tarahumara, organismo concebido por sus promotores como un autntico representante poltico de los indgenas ante el Estado.

    Finalmente, desde los aos cincuenta, la tesis del comunalismo indigenista se concreta en la aplicacin de las teoras sobre la comunidad que derivan de la et- nografa mesoamericanista, donde la comunidad es identificada como el ncleo principal de la territoria- lidad y de la organizacin indgena en el que se agru- pan los clanes residenciales y calpules (vase figura 1). Simultneamente, la comunidad es considerada como el destinatario primordial de los cambios sociales.

    En sus mltiples modalidades este comunitarismo indigenista choca con las evidencias etnogrficas. Ni ncleo familiar, ni comunidad, ni pueblo significan en la Tarahumara lo que en Mesoamrica connotan. En- tre los rarmuri la herencia es bilateral, no hay clanes ni linajes, mucho menos calpules residenciales. Por el contrario, la dispersin territorial impone un sistema de organizacin social basado en la unidad familiar, el rancho, la ranchera y la red del tesgino, a travs de la cual, como brillantemente lo ha explicado Kennedy un ecologista cultural que trabaj en la Sierra en 1960, los rarmuri viven y expresan su sentido de sociabilidad. Es en las tesginadas donde opera el sen- tido de pertenencia tnica, donde se ejerce el liderazgo, la autoridad basada en el prestigio, los intercambios

    matrimoniales y comerciales y hasta la violencia. Pero esta institucin difusa, que muestra el alto grado de adaptacin indgena a las condiciones del territorio y a las posibilidades de acceder a sus recursos, se adapta mal al esquema oficial indigenista de la ciudad prima- da mestiza y su hinterland indio. Los propios indige- nistas de la Tarahumara lo acabarn reconociendo y con ello aceptarn una de las profundas races de su fracaso.

    Indigenismo y relaciones intertnicas

    El indigenismo ha significado no slo una etnografa justificada del cambio y una defensa a ultranza del comunitarismo, sino tambin una concepcin de las relaciones intertnicas. Al respecto, descubro en la Tarahumara tres momentos y formulaciones.

    La primera la denomino proteccionista y en ella los grupos indgenas fueron definidos, en relacin con los mestizos, como una minora racial en condiciones de inferioridad social, incapacidad jurdica, atraso cul- tural, precariedad econmica y, por lo mismo, necesita- da de proteccin, ayuda, tutela y sujeta a un rgimen de excepcionalidad jurdica y poltica. La debilidad del in- dio justifica que su civilizacin requiera de mecanis- mos de proteccin y segregacin. El Estado y la Igle- sia sern quienes habrn de llevarlo gradualmente de

    Figura 1 Esquema general de articulacin entre los niveles de organizacin socioterritorial

    en el rea indgena mesoamericana y de la Sierra Tarahumara

    Pueblo Pueblo Pueblo

    Calpul Clan residencial Grupo vecinal Grupo de ranchos

    Linaje

    Familia

    Familia

    Familia Otros

    ranchos

    Red del tesgino

    Modelo mesoamericano Modelo tarahumara Modelo tarahumara (Aguirre Beltrn y Pozas) (Bennett y Zingg) (Kennedy)

    Elaborado a partir de Aguirre y Pozas, 1981: 26-70; Bennett y Zingg, 1978: 296 y 507 y Kennedy, 1970: 99-130.

    rancho

  • La cruzada indigenista en la Tarahumara

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    la mano hasta convertirlo en ciudadano. Para ello, el modelo ideal es el de la comunidad autosuficiente, se- gregada y cerrada al influjo laico y mestizo externo, la repblica de indios y los medios ms apropiados son la escolarizacin, el adoctrinamiento religioso y la re- duccin en misiones, pueblos y colonias.

    Esta fue la nocin de las relaciones intertnicas que perme no slo la experiencia de los pueblos de misin en la poca colonial, sino tambin las reformas jurdi- cas y los experimentos indigenistas de los liberales chi- huahuenses encabezados por el gobernador Creel en los inicios del siglo XX.

    La segunda manera de entender y promover las rela- ciones intertnicas la caracterizo como incorporacio- nista. Segn sus promotores, para ingresar al progreso y a la civilizacin la nica salida del indio es asimilarse a la cultura hegemnica mestiza y nacional. En conse- cuencia, las polticas proteccionistas y segregacionis- tas deben ser eliminadas y, en su lugar, debe fomentarse el mestizaje biolgico, pero sobre todo cultural y civi- lizatorio.

    Las tesis incoporacionistas estuvieron vigentes en la Tarahumara en dos ciclos: en la poca entre las re- formas borbnicas y el periodo liberal (de 1767 a 1900) y entre 1920 y 1950. En el primer lapso, se foment la disolucin de los pueblos de misin, la libertad de ads- cripcin del indio, su integracin a la economa capi- talista de las minas y centros madereros. Fue cuando llegaron masivamente los mestizos a la Sierra de Chi- huahua y se dio la expropiacin progresiva de los te- rritorios indios. El segundo momento de la experiencia incorporacionista tuvo lugar en los aos de la postre- volucin y se expres en el discurso de la mexicani- zacin del indio.11 Su institucionalizacin ms acaba- da fueron los internados de indgenas, promotores de su castellanizacin y de su incorporacin a la economa moderna, a travs de la capacitacin en artes y oficios. Otra de las manifestaciones ms claras e importantes de este programa de mexicanizacin fue la implan- tacin de la reforma agraria en los pueblos y ranche- ras de la Sierra que se llev a cabo desde el final de los aos veinte hasta la dcada de los cincuenta. Lo ms

    representativo de este proceso es que vino a imponer el modelo del ejido como esquema territorial de apropia- cin de los recursos naturales y como estructura de organizacin poltico-agraria, subordinando a l las concepciones y prcticas indgenas ligadas al territorio y a la jurisdiccin tradicional del gobierno indgena.

    Finalmente la tercera va explicativa de las relaciones intertnicas es la que proviene de la teora de la inte- gracin, las regiones de refugio y el proceso dominical, que el terico oficial del indigenismo, Aguirre Beltrn formula desde las oficinas centrales del INI. El mo- delo, con algunas reformas secundarias, seguir vigen- te hasta nuestros das. Pero la integracin se estrella abiertamente con la experiencia reiterada de los indi- genistas de la Tarahumara, que asumen con claridad

    11 En la Tarahumara, quizs nadie como el economista Moiss de la Pea enunci con mayor nitidez el significado y las con- notaciones del trmino mexicanizacin del indio: ...si bien el indio ocupa el estrato social ms bajo, su absorcin o mexi- canizacin es un fenmeno que cada da adquiere mayor importancia, no slo por medio del mestizaje, muy poco activo mientras aqul se mantiene en su estado de primitivismo, sino ms bien por su lenta adaptacin a los modos de vida de la poblacin mayoritaria; de suerte que despus de dos o tres generaciones de vivir este pobre ser, dotado de las muy dbiles armas de su cultura autctona, en frecuente contacto comercial con los mestizos acaba confundindose con stos, una vez que alcanza a dominar la lengua nacional sin restos de acento extrao, que hace suyos los nuevos mtodos de produc- cin y viste, se alimenta y se aloja en consonancia, e inclusive acaba, en la generalidad de los casos, por olvidar la lengua materna y algunas buenas y malas costumbres que no encajan en la nueva sociedad de la que forma parte. En estas con- diciones, una vez que el indio se ha salido de s mismo y se apropia el ropaje cultural de su hermano mayor, es una unidad que se resta al gran problema de la incorporacin y superacin indgena (De la Pea, 1945: 3).

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    que la presencia mestiza se vuelve un serio obstculo para el desarrollo de los indgenas. As, la lucha del CCIT por la restitucin y el reparto equitativo de la tierra, la explotacin de los recursos forestales en beneficio de los indgenas, el respeto por sus garantas y dere- chos individuales y colectivos y, en general, las tareas del desarrollo de los grupos tnicos de la Tarahumara, lejos de resolver las ancestrales disputas intertnicas, tienden a exacerbarlas. En cierta forma, el indigenismo en la Tarahumara no slo no logra resolver las contra- dicciones intertnicas sino que incluso desmiente los postulados optimistas del integracionismo, que apues- tan por la superacin de stas.

    Ideologas y modelos de desarrollo

    El ltimo de los aspectos implicados en la nocin y experiencia institucional del indigenismo es el del desarrollo. Al respecto, puede decirse que no fue sino hasta la instauracin del INI en la Tarahumara, en 1952, cuando comenzaron a emprenderse de forma sistem- tica planes y programas gubernamentales orientados a enfrentar la situacin de pobreza de las poblaciones indgenas de la Sierra de Chihuahua.12 De entonces a la fecha, dos han sido las principales estrategias se- guidas: la accin integral y las polticas sectoriales.

    Entre 1952 y 1972, las labores del CCIT estuvieron guiadas por el principio de la accin integral: una vez investigadas las condiciones culturales y las posibilida- des de desarrollo de la zona, era preciso definir acciones conjuntas y articuladas en materia de promocin eco- nmica, fomento educativo, integracin geogrfica, imparticin de servicios mdicos, atencin de las deman- das agrarias y de justicia y en todos aquellos aspectos ligados al mejoramiento de las poblaciones indgenas.13

    Lo ms caracterstico de la aplicacin de la accin integral en la Tarahumara fue que la explotacin de los recursos madereros se concibi como el eje y motor esencial del desarrollo indgena. La centralidad de lo forestal en mi opinin, el error estratgico ms grave del indigenismo oficial en la Tarahumara se tradu- jo en el control paternalista del INI sobre la gestin y operacin productiva de los ejidos. Aunque induda- blemente trajo aparejado el reparto de utilidades, la creacin de escuelas, clnicas, caminos y dems infraes-

    tructura, as como una relativa mejora en las condi- ciones de vida de los rarmuri, nunca logr, sin em- bargo, volverse compatible con la lgica de la economa indgena, tradicionalmente sustentada en la combinacin diversificada de estrategias productivas (caza, pesca, recoleccin, agricultura y ganadera a pequea esca- la), la configuracin de los territorios con independen- cia de los ejidos y, en general, en interpretaciones no occidentales sobre el bienestar, muy ajenas a los le- mas de la acumulacin, la ganancia y el progreso.

    La autogestin indgena del proceso de produccin y comercializacin forestal y la reinversin de sus be- neficios en infraestructura de equipamiento y servicios, ideal propugnado por el INI, nunca fue una realidad y el sueo desarrollista jams logr la aceptacin desea- da. Despus de ms de dos dcadas de experimentos y ensayos, el indigenismo oficial tuvo que reconocer que la operacin a escala del negocio forestal slo po- da ser viable con el concurso de las empresas made- reras privadas. En cierta forma, este modelo de desarrollo puso al descubierto una notoria discrepancia entre las concepciones y metas del gobierno y las de los indgenas, en relacin con su bienestar: mientras para el primero ste dependa en esencia de la integracin productiva de la Tarahumara a la economa nacional, los segundos, en cambio, vislumbraban su mejora en trminos de au- tosuficiencia alimentaria y autonoma cultural.

    Ante la evidencia de que los frutos del desarrollo tar- daban en llegar a la Tarahumara, el gobierno decidi, a mediados de los aos setenta, suplantar la accin integral por un conjunto de polticas sectoriales. Las tareas que tradicionalmente el INI y el CCIT haban ve- nido desempeando en los campos de la educacin, el fomento al desarrollo forestal y agropecuario y la or- ganizacin de los ncleos indgenas fueron gradual- mente transferidas a una serie de dependencias, insti- tuciones, planes y empresas pblicas como la Direccin General de Educacin Indgena (1973), la empresa pa- raestatal Productos Forestales de la Tarahumara (Pro- fortarah, creada en 1972 y desaparecida en 1988), el Plan Tarahumara, la Coordinacin General del Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados (Coplamar, en 1977), el Programa Nacional de Solida- ridad (Pronasol, en 1990) y sus Fondos Regionales y, ms recientemente, el Programa de Educacin, Salud y Alimentacin (Progresa, en 1997).

    12 En efecto, la propuesta sobre educacin y desarrollo agrcola planteada por el gobernador Creel qued trunca a raz del esta- llido de la Revolucin y la poltica de establecer varios internados indgenas al inicio de los aos treinta tuvo un alcance limitado, ya que esta medida no fue acompaada de programas econmicos.

    13 El principio de la accin integral aparece en muchos de los textos de su terico ms sobresaliente, Aguirre Beltrn. Por lo que a la Tarahumara se refiere puede verse Romano (1962).

  • La cruzada indigenista en la Tarahumara

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    Al inicio de los aos setenta, el INI modific sus tesis oficiales por una versin ms matizada del integracio- nismo, que fue conocida bajo el trmino de neoindigenis- mo.14 Sin embargo, en la prctica, las concepciones del indio derivadas del neoindigenismo fueron pragmtica- mente suplantadas en especial, despus de 1982, por categoras generales como las de marginacin y po- breza extrema, a la par que la accin indigenista se asumi como parte de una poltica sectorial ms amplia, diseada para atender las demandas de los grupos ms desfavorecidos de la sociedad. Progresivamente, esta carencia de un discurso y de un programa de accin especficos sobre la poblacin indgena fue pri- vativa de los organismos y planes sectoriales para los que lo indgena slo era asimilable y manejable en tr- minos de marginalidad social, es decir, de carencias. Fue as como una visin peyorativa y excesivamente eco- nomicista del mundo indgena fue postergando aquellos otros aspectos que, ms all de connotar la pobreza, explican las diferencias de este sector con respecto al resto de la poblacin nacional y dan razn de las cau- sas profundas de su marginacin y pobreza.

    Desde principios de los aos ochenta los programas sectoriales comenzaron a adoptar algunos de los pos- tulados del etnodesarrollo, que propugnaba considerar las capacidades organizativas y productivas de las co- munidades indgenas como el activo ms importante para superar su situacin.15 Esta nueva filosofa sobre el desarrollo se tradujo en la creacin, mediante decreto presidencial de junio de 1986, de una serie de ins- tancias de participacin indgena en los programas del INI, tales como los Comits Comunitarios de Planeacin (Cocoplas), los Comits Consultivos Estatales y el Co- mit Consultivo Nacional. Esta misma orientacin ha estado presente en la conformacin de los Fondos Re- gionales del Pronasol y del Progresa.

    Muchas de estas nuevas estrategias de accin es- tn teniendo, sin embargo, un xito muy limitado en la Sierra Tarahumara y ello se debe, entre otras cau- sas, a su falta de compatibilidad con las formas autc- tonas de organizacin social y a su desvinculacin de las visiones de los grupos indios sobre su propio futuro

    y bienestar.16 Por otra parte, en los timos aos, la real economa de la Sierra Tarahumara parece mover- se de acuerdo con razonamientos y tendencias aje- nas al discurso indigenista y a los programas oficiales de atencin a la pobreza, cuyo xito es precario. En par- ticular, asistimos en las dos ltimas dcadas a un auge inusitado de la economa del narcocultivo (mariguana y amapola) y del narcotrfico y su secuela de violencia que cada vez se propaga ms en los pueblos de la Sie- rra y que continuamente acecha la paz y la convivencia. Adems, y desde 1995, ha entrado en operacin un macroproyecto turstico El Plan Barrancas del Co- bre que amenaza con convertirse en una forma ac- tualizada de asedio al control indgena sobre sus terri- torios. Todo ello no es sino un sntoma ms de la crisis generalizada del indigenismo en la Tarahumara.

    14 Pueden verse al respecto los principales planteamientos de este neoindigenismo en Bez-Jorge (1978). 15 Esta tesis fue reafirmada en la Segunda Reunin de Barbados (celebrada en 1977) en donde se insisti en la autogestin

    y autodeterminacin de las comunidades indgenas. Surgi as el concepto de etnodesarrollo, que se ha definido como el ejercicio de la capacidad social de un pueblo para construir su futuro, aprovechando para ello las enseanzas de su expe- riencia histrica y los recursos reales y potenciales de su cultura, de acuerdo con un proyecto que se defina segn sus pro- pios valores y aspiraciones (Bonfil, 1982: 133).

    16 Los esquemas semiempresariales y colectivistas propugnados por los Fondos y las empresas de Solidaridad son poco com- prensibles desde la lgica de la dispersin demogrfica, la economa de alcance domstico, la ausencia de una cultura de comercializacin y las concepciones sobre el bienestar de los rarmuri.

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    Cuadro 2 Discursos y polticas indigenistas sobre el desarrollo en la Sierra Tarahumara

    Discurso Modelo y periodo Estrategias de accin Respuestas indgenas hegemnico

    PROTECCIONISTA 1. PUEBLOS DE MISIN - Reduccin territorial - Persistencia de la dispersin territorial (1600-1767) - Aculturacin religiosa - Resistencia y rebelin. Reapropiacin

    - Campesinizacin simblica - Imposicin de formas de gobierno - Apropiacion de tcnicas agrcolas,

    ganaderas y forestales. - Apropiacin de formas de gobierno

    indgena

    2. LIBERALISMO - Colonias indgenas - Oposicin al abandono territorial (1880-1920) - Civilizacin educativa - Rechazo al sistema educativo

    - Penetracin capitalista (minas, - Prdida de territorios y recursos nat. explotacin forestal, ferocarriles) - Nuevas rebeliones indgenas

    INCORPORACINISTA 1. MESTIZAJE CULTURAL - Leyes de desamortizacin de la tierra - Prdida de territorios y recursos O ASIMILACIONISTA (1767-1880) - Desintegracin de pueblos de misin naturales

    - Colonizacin minera y ganadera - Dispersin territorial - Consolidacin del gobierno indgena

    2. MEXICANIZACIN - Fomento a la implantacin mestiza - Defensa territorial a travs del ejido (1920-1936 - Reparto irregular de la tierra - Mantenimiento de los sistemas Y 1939-1952) - Aculturacin educativa a travs de hereditarios de propiedad dispersa

    internados indgenas - Adaptacin y rechazo a la - Capacitacin para economa de aculturacin educativa

    mercado

    AUTONOMISTA RECONOCIMIENTO DE - Creacin del ejido de la Tarahumara - Defensa de la tierra LAS NACIONALIDADES - Cooperativas forestales y mineras - Mantenimiento de la economa de (1936-1939) - Reparto de tierras en zonas irrigadas subsistencia

    - Educacin bilinge - Rechazo a la proletarizacin - Reconocimiento del sistema de - Consolidacin del gobierno indgena

    gobierno y justicia indgena - Interlocucin con el Estado nacional - Consejo Supremo Tarahumara va Consejo Supremo Tarahumara

    INTEGRACIONISTA INTEGRACIN DE LAS - Principio de la accin integral - Afectacin del ecosistema del bosque REGIONES DE REFUGIO - Centralidad de la economa forestal - Diversidad econmica (1952-1977) - Subordinacin de la agricultura - Rechazo al principio de acumulacin

    - Castellanizacin, aculturacin educ. - Apropiacin del aparato escolar - Difusin del sistema mdico nacional - Persistencia de la medicina indgena

    PARTICIPACIONISTA NEOINDIGENISMO - Creacin de grandes empresas y - Prdida sustantiva de recursos (1982-2000) planes de integracin econmica maderables y biodiversidad

    (Profortarah, Coplamar) - Persistencia de la economa indgena - Explotacin intensiva del bosque - Migracin rural y urbana - Dependencia de la economa - Creciente participacin indgena en

    nacional y extranjera comercio de mercancas bsicas - Mecanismos asociacionistas de re- - Reapropiacin de esquemas organiza-

    gulacin de la participacin indgena tivos para consolidar el gob. indgena - Ecoturismo sin participacin indgena - Defensa del territorio - Expansin de la narcoeconomia - Cultura de la violencia

    INTERCULTURALISTA PLURALISMO - Reconoc. de la pluralidad cultural - Reafirmacin de la cultura indgena CULTURAL - Reconocimiento jurdico del sistema - Logro de alternativas interculturales

    de gobierno y justicia indgenas de bienestar social (desarrollo sus- - Reforma agraria con criterios tnicos tentable, salud integral, educacin)

    de apropiacin de la tierra - Control indgena sobre los recursos - Educacin bilinge e intercultural naturales - Sustitucin del concepto de - Cdigo electoral de acuerdo a usos y

    desarrollo por el de bienestar costumbres - Creacin de mecanismos institucio- - Participacin indgena en los

    nales de comunicacin y traduccin programas de desarrollo serrano intercultural entre sistemas poltico- - Consolidacin de microeconomas que econmico nacional e indgena aseguren alimentacin y bienestar

    - Estatuto de autonoma conforme los cdigos indgenas

  • La cruzada indigenista en la Tarahumara

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    Conclusiones

    El cuadro 2 resume, en sus aspectos ms relevantes, la historia del indigenismo en la Tarahumara durante el siglo XX. Como se puede observar, a lo largo de varias pocas se fueron imponiendo diferentes discursos he- gemnicos, modelos y estrategias de accin. Frente a ellos, se impulsaron tambin una serie de tcticas de resistencia (violenta o pasiva), de asimilacin y de ne- gociacin de los grupos indgenas.

    En esta larga historia, creo que han predominado dos propuestas: una, paternalista, que pretende reem- plazar la voz indgena e imponer una forma de organiza- cin y desarrollo; otra, indianista, que defiende la inde- pendencia indgena y su cerrazn en islas culturales. Me inclino a pensar en la viabilidad de una salida in- tercultural que, adems de ser acorde con los tiempos de globalizacin que vivimos, desemboque en una au- tntica experiencia de autonoma indgena, expresa- da en trminos territoriales, de reconocimiento de los sistemas de gobierno y justicia, de bsqueda de meca- nismos institucionalizados de comunicacin intercul- tural y de sustitucin del concepto de desarrollo por el de bienestar.

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