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    San Agustn:

    DE LA PREDESTINACIN DE LOS SANTOS

    INDICE

    CAPTULO 1: RESPONDE AGUSTN A LAS CARTAS DE PRSPERO E HILARIOCAPTULO II: EL PRINCIPIO DE LA FE ES TAMBIN UN DON DE DIOSCAPTULO III: CONFIESA AGUSTN SU ANTIGUO ERROR ACERCA DE LA GRACIACAPTULO IV: TODO LO HEMOS RECIBIDO DE DIOSCAPTULO V: LA GRACIA DIVINA ES LA QUE DA VENTAJA A LOS BUENOS SOBRE LOSMALOSCAPTULO VI: LOS CAMINOS DE DIOS SON INESCRUTABLESCAPTULO VII: LA FE, FUNDAMENTO DEL EDIFICIO ESPIRITUALCAPTULO VIII: LA ENSEANZA DEL PADRE ES OCULTSIMA

    CAPTULO IX: REIVINDIA AGUSTN SU DOCTRINA DEFENDIDA EN OTRO TIEMPOCAPTULO X: DIFERENCIA ENTRE LA PREDESTINACIN Y LA GRACIACAPTULO XI: ESTABILIDAD DE LAS PROMESAS DIVINASCAPTULO XII: QUE NADIE ES JUSTIFICADO EN VIRTUD DE LOS MERITOS FUTUROSCAPTULO XIII: EL BAUTISMO NO ES EFECTO DE LA PRESCIENCIA DE LOS MERITOSFUTUROSCAPTULO XIV: LOS PELAGIANOS, CONDENADOS POR LA ESCRITURA Y LATRADICINCAPTULO XV: JESUCRISTO, EJEMPLAR PERFECTO DE LA PREDESTINACINCAPTULO XVI: DOBLE VOCACIN DIVINACAPTULO XVII: LA VOCACIN PROPIA DE LOS ELEGIDOSCAPTULO XVIII: DIOS NOS ESCOGI PARA QUE FUERAMOS SANTOS EINMACULADOSCAPTULO XIX: EL PRINCIPIO DE LA FE ES TAMBIN OBRA DE DIOSCAPTULO XX: DIOS DISPONE Y CONVIERTE LAS VOLUNTADES HUMANAS PARA ELREINO DE LOS CIELOS Y LA VIDA ETERNACAPTULO XXI: CONCLUSIN

    ***

    CAPTULO 1RESPONDE AGUSTN A LAS CARTAS

    DE PRSPERO E HILARIO

    1. Yo s que el Apstol dijo en su Epstola a los Filipenses: A m no me es molesto elescribiros las mismas cosas, y para vosotros es seguro.1[1] No obstante, escribiendo sobre elmismo asunto a los Glatas, juzgando haberlos instruido ya suficientemente y cuanto le pareca

    1[1] Fil. 3.1

    http://predestinacion/cap_001.htmhttp://predestinacion/cap_002.htmhttp://predestinacion/cap_003.htmhttp://predestinacion/cap_004.htmhttp://predestinacion/cap_005.htmhttp://predestinacion/cap_006.htmhttp://predestinacion/cap_007.htmhttp://predestinacion/cap_008.htmhttp://predestinacion/cap_009.htmhttp://predestinacion/cap_010.htmhttp://predestinacion/cap_011.htmhttp://predestinacion/cap_012.htmhttp://predestinacion/cap_013.htmhttp://predestinacion/cap_014.htmhttp://predestinacion/cap_015.htmhttp://predestinacion/cap_016.htmhttp://predestinacion/cap_017.htmhttp://predestinacion/cap_018.htmhttp://predestinacion/cap_019.htmhttp://predestinacion/cap_020.htmhttp://predestinacion/cap_021.htmhttp://predestinacion/cap_021.htmhttp://predestinacion/cap_020.htmhttp://predestinacion/cap_019.htmhttp://predestinacion/cap_018.htmhttp://predestinacion/cap_017.htmhttp://predestinacion/cap_016.htmhttp://predestinacion/cap_015.htmhttp://predestinacion/cap_014.htmhttp://predestinacion/cap_013.htmhttp://predestinacion/cap_012.htmhttp://predestinacion/cap_011.htmhttp://predestinacion/cap_010.htmhttp://predestinacion/cap_009.htmhttp://predestinacion/cap_008.htmhttp://predestinacion/cap_007.htmhttp://predestinacion/cap_006.htmhttp://predestinacion/cap_005.htmhttp://predestinacion/cap_004.htmhttp://predestinacion/cap_003.htmhttp://predestinacion/cap_002.htmhttp://predestinacion/cap_002.htmhttp://predestinacion/cap_001.htm
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    necesario, por el ministerio de su palabra, les dice: De aqu en adelante nadie me causemolestias;2[2] o como se lee en otros cdices: Nadie me sea importuno.

    Pero yo, aunque confieso que me desagrada el que no se crea lo que se asegura en tantosy tan patentes lugares de las divinas letras acerca de la gracia de Diosla cual no es gracia s senos da conforme a nuestros mritos, sin embargo, no acierto a encarecer cunto estimo vuestra

    solicitud, carsimos hijos Prspero e Hilario, y esa vuestra caridad fraterna, por la cual con tantocelo deseis que no sigan en su error los que de aquella manera piensan que, despus de losnumerosos libros y epstolas mas en que he tratado acerca de esta cuestin, an me peds queescriba ms acerca de ella; y siendo tanto lo que por todo esto os estimo, no osar afirmar que osestimo cuanto debo. Por eso he tomado la resolucin de escribiros nuevamente, para exponer, noporque lo necesitis vosotros, sino por mediacin vuestra, lo que ya crea haber expuestosuficientemente.

    2. Habiendo, pues, considerado con la debida reflexin vuestras cartas, me parece entenderque estos hermanos con quienes ejercitis tan piadosa solicitud deben ser tratados del modo quetrat el Apstol a aquellos a quienes dijo: Si otra cosa sents, esto tambin os lo revelar

    Dios,3[3] a fin de que no acepten como mxima aquel apotegma potico que dice: Confe cadauno en s mismo, y no incurran por l en el anatema que se dijo no potica, sino profticamente:Maldito sea el hombre que confa en otro hombre.4[4] Porque, ciertamente, an estn stos aciegas acerca del misterio de la predestinacin de los santos. Pero si es verdad que piensan deotro modo acerca de ella, Dios se lo dar a conocer mientras caminan por el conocimiento de lafe, a que ya han llegado. Por eso, despus de decir el Apstol: Si otra cosa sents, esto tambin oslo revelar Dios. Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos unamisma cosa.

    Porque ya esos hermanos nuestros, hacia quienes se muestra tan solcita vuestra piadosacaridad, han llegado a creer, con la Iglesia de Cristo, que todo el gnero humano nace sujeto a laculpa del primer Adn, de la que nadie puede libertarse si no es por la justicia del segundo Adn.Y tambin creen y confiesan que las voluntades humanas son prevenidas por la gracia divina,concediendo que nadie por su propio esfuerzo se basta para comenzar o consumar ninguna obrabuena. Permaneciendo, por tanto, firmes en la creencia de estas verdades que han llegado aconfesar, estn ya muy distantes del error de los pelagianos. Y as, si caminaren en ellas ehicieren oracin a aquel que da el don del entendimiento, aunque acerca de la predestinacinpiensen de otra suerte, Dios los iluminar tambin acerca de esta verdad. Pero no por esodejemos nosotros de ejercitar tambin con ellos el afecto de nuestra caridad y el ministerio denuestra enseanza, conforme nos lo conceda aquel a quien hemos pedido que nos inspire decirlesen este escrito lo que para ellos fuere ms til y conveniente. Pues quin podra saber que noquiere Dios realizar en ellos este bien por medio de nuestro ministerio, por el cual les servimosen la libre caridad de Cristo?

    ***

    2[2] Gl. 6.17

    3[3] Fil. 3.15-16

    4[4] Jer. 17.5

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    CAPTULO IIEL PRINCIPIO DE LA FE ES TAMBIN

    UN DON DE DIOS

    3. Demostraremos, pues, primeramente, que la fe, por la que somos cristianos, es un don de

    Dios; y lo probaremos, a ser posible, con mayor brevedad de la que hemos empleado en tantosotros y tan abultados volmenes. Pero, ante todo, juzgo que debo responder a todos aquellos queafirman que los testimonios que he aducido acerca de este misterio solamente tienen valor paraprobar que la fe procede de nosotros y que nicamente el aumento de ella es debido a Dios;como si no fuese El quien nos da la fe, sino que sta es aumentada por El en nosotros en virtudde algn mrito que empez por nosotros. Mas si la fe, con que empezamos a creer, no se debe ala gracia de Dios, sino que ms bien esta gracia se nos aade para que creamos ms plena yperfectamente, por lo cual primero ofrecemos nosotros a Dios el principio de nuestra fe, para quenos retribuya El luego lo que de ella nos falta o cualquiera otra gracia de las que por medio de lafe pedimos, tal doctrina no difiere en nada de la proposicin que el mismo Pelagio se vioobligado a retractar en el concilio de Palestina, conforme lo testifican sus mismas actas, cuando

    dijo que la gracia de Dios nos es dada segn nuestros mritos.4. Mas por qu no hemos de escuchar nosotros contra esta doctrina aquellas palabras delApstol: O quin le dio a l primero, para que le fuese recompensado? Porque de l, y por l, ypara l son todas las cosas.5[1] Porque de quin, sino de El, puede proceder el mismo principiode la fe? Pues no se debe decir que de El proceden todas las dems cosas, exceptuada solamentesta; sino que de l, y por l, y para l son todas las cosas. Quin dir que el que ya haempezado a creer no tiene ningn mrito de parte de aquel en quien cree? De ah resultara que alque de esta manera previamente merece, todas las dems gracias se le aadiran como unaretribucin divina, y, por lo tanto, la gracia de Dios nos sera concedida segn nuestros mritos;mas para que tal proposicin no fuese condenada, la conden ya el mismo Pelagio.

    Quien quiera, pues, evitar el error de esta doctrina reprobable, entienda con toda verdad eldicho del Apstol: Porque a vosotros os es concedido a causa de cristo, no slo que creis en l,sino tambin que padezcis por l.6[2] Ambas cosas son un don de Dios, pues tanto la una comola otra se asegura que nos son dadas. Porque no dice el Apstol a fin de que creis en El msplena y perfectamente, sino para que creis en El. Ni dice de s mismo que alcanz lamisericordia para ser ms creyente, sino para ser creyente; porque saba que l no haba dado aDios primero el principio de su fe y despus le haba retribuido Dios con el aumento de ella, sinoque el mismo Dios que le hizo apstol le haba hecho antes creyente.

    Consignados estn tambin por escrito los comienzos de su vida de creyente, cuyahistoria es famossima por su lectura en toda la Iglesia. Porque estando an l apartado de la fe,que pretenda destruir, siendo acrrimo enemigo de ella, de repente fue convertido a esta mismafe por una gracia poderossima; fue convertido por aquel que deba realizar tan estupendoprodigio, conforme a lo que haba dicho el profeta: No volvers a darnos vida para que tupueblo en ti se regocije?;7[3] para que no slo el que no quera creer se hiciera creyente,

    5[1] Rom. 11.35-36

    6[2] Fil. 1.29 Comp. 1 Cor. 3.5-6; 1 Ped. 1.20-21

    7[3] Sal. 85.7 (BJ)

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    querindolo l mismo, sino tambin para que el mismo perseguidor padeciera persecucin por ladefensa de aquella fe que antes l mismo persegua. Porque, ciertamente, le fue dado por Cristono solamente el creer en l, sino tambin el padecer por l.

    5. Y as, recomendando aquella gracia que no es dada en virtud de algn mrito anterior,

    sino que es ella la causa de todos los buenos mritos, dice: No que seamos competentes pornosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia vienede Dios.8[4] Fijen aqu su atencin y ponderen debidamente estas palabras los que piensan queprocede de nosotros el principio de la fe, y de Dios solamente el aumento de ella.

    Pues quin no ve que primero es pensar que creer? Nadie, en efecto, cree si antes nopiensa que se debe creer. Y aunque a veces el pensamiento precede de una manera taninstantnea y vertiginosa a la voluntad de creer, y sta le sigue tan rpidamente que parece queambas cosas son simultneas, no obstante, es preciso que todo lo que se cree se crea despus dehaberlo pensado. Y eso aunque el mismo acto de fe no sea otra cosa que el pensar con elasentimiento de la voluntad. Porque no todo el que piensa cree, como quiera que muchos piensany, sin embargo, no creen. Pero todo el que cree, piensa; piensa creyendo y cree pensando.

    Luego si nosotros, por lo que respecta a la religin y a la piedad

    de la cual habla elApstol, no somos capaces de pensar cosa alguna como de nosotros mismos, sino que nuestrasuficiencia proviene de Dios, cierto es absolutamente que no somos tampoco capaces de creercosa alguna como de nosotros mismos, no siendo esto posible si no es por medio delpensamiento; sino que nuestra competencia, aun para el comienzo de la fe, proviene de Dios. Portanto, as como nadie se basta a s mismo para comenzar o consumar cualquiera obra buenalocual admiten ya estos hermanos, como lo manifiestan vuestros escritos, as resulta que nuestracapacidad, tanto en el principio como en el perfeccionamiento de toda obra buena, proviene deDios; del mismo modo, nadie se basta a s mismo para el comienzo y perfeccionamiento en la fe,sino que nuestra competencia proviene de Dios. Porque la fe, si lo que se cree no se piensa, esnula y porque no somos capaces de pensar cosa alguna como de nosotros mismos, sino quenuestra suficiencia proviene de Dios.

    6. Se ha de evitar, pues, oh hermanos amados del Seor! , que el hombre se engra contraDios, afirmando que es capaz de obrar por s mismo lo que ha sido una promesa divina. PorVentura no le fue prometida a Abrahn la fe de los Gentiles, lo cual crey l plenamente, dandogloria a Dios, que es poderoso para obrar todo lo que ha prometido? El, por tanto, que espoderoso para cumplir todo lo que promete, obra tambin la fe de los Gentiles. Por consiguiente,si Dios es el autor de nuestra fe obrando en nuestros corazones por modo maravilloso para quecreamos, acaso se ha de temer que no sea bastante poderoso para obrar la fe totalmente, desuerte que el hombre se arrogue de su parte el comienzo de la fe para merecer solamente elaumento de ella de parte de Dios?Tened muy en cuenta que si alguna cosa se obra en nosotros de tal manera que la gracia de Diosnos sea dada por nuestros mritos, tal gracia ya no sera gracia. Pues en tal concepto, lo que se dano se da gratuitamente, sino que se retribuye como una cosa debida, ya que al que cree le esdebido el que Dios le aumente la fe, y de este modo la fe aumentada no es ms que un salario dela fe comenzada. No se advierte, cuando tal cosa se afirma, que esa donacin no se imputa a losque creen como una gracia, sino como una deuda.

    8[4] 2 Cor. 3.5

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    Mas si el hombre puede adquirir lo que no tena, de tal suerte que puede aumentar tambin lo queadquiri, no alcanzo a comprender por qu no se ha de atribuir al hombre todo el mrito de la fesino porque no es posible tergiversar los evidentsimos testimonios divinos, segn los cuales estpatente que la fe, en la cual tiene su principio la piedad, es un don de Dios; como lo declara eltestimonio en que se dice que Dios ha repartido a cada cual la medida de la fe.9[5] Y aquel otro:

    Paz sea a los hermanos y amor con fe de Dios Padre y del Seor Jesucristo.10[6] Y as otrossemejantes. No queriendo, pues, por otra parte, oponerse a tan evidentes testimonios y queriendo,por otra, adjudicarse a s propio el mrito de creer, trata el hombre de conciliarse con Diosatribuyndose a s mismo una parte de la fe y dejando la otra para Dios; pero tan insolentemente,que se adjudica a s mismo la primera, concediendo a Dios la segunda, y as en lo que afirma serde ambos, se coloca a s mismo en primer lugar, y a Dios en segundo trmino.

    ***

    CAPTULO III

    CONFIESA AGUSTN SU ANTIGUO ERROR ACERCA DE LA GRACIA7. No senta as aquel humilde y piadoso Doctorme refiero al muy bienaventurado SanCipriano cuando deca: En ninguna cosa debemos gloriamos, porque ninguna cosa es nuestra.Para demostracin de lo cual aleg el testimonio del Apstol, que dice: Qu tienes que no hayasrecibido? Y si lo recibiste, por qu te gloras como si no lo recibido?11[1] Por cuyo testimoniosingularmente yo mismo me persuad del error en que me encontraba, semejante al de estoshermanos, juzgando que la fe, por la cual creemos en Dios, no era un don divino, sino que proce-da de nosotros, como una conquista nuestra mediante la cual alcanzbamos los dems donesdivinos por los que vivimos sobria, recta y piadosamente en este mundo.

    No consideraba que la fe fuera prevenida por la gracia, de suerte que por sta nos fueseotorgado todo lo que convenientemente pedimos, sino en cuanto que no podramos creer sin lapredicacin previa de la verdad; mas en cuanto al asentimiento o creencia en ella, una vezanunciado el Evangelio, juzgaba yo que era obra nuestra y mrito que proceda de nosotros. Esteerror mo est bastante manifiesto en algunos opsculos que escrib antes de mi episcopado.Entre los cuales se halla el que citis vosotros en vuestras cartas, en la cual hice una exposicinde algunas sentencias de la Epstola a los Romanos.

    Pero habiendo revisado ltimamente todos mis escritos para retractarme de mis errores, yhaciendo esta retractacin, de cuya obra ya tena concluidos los dos volmenes, cuando yo recibvuestros escritos ms extensos, al censurar aquel opsculo en el primero de dichos volmenes, heaqu el modo en que me expres: Y disputando tambin sobre lo que Dios podra elegir en elque an no haba nacido, al cual dijo que servira el mayor, y del mismo modo, qu podrareprobar en el mayor, cuando tampoco haba nacidoa los cuales hace referencia, aunqueescrito mucho ms tarde, este testimonio de un profeta: A Jacob am, mas a Esa

    9[5] Rom. 12.3

    10[6] Efe. 6.23

    11[1] 1 Cor. 4.7

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    aborrec12[2], llegu en mis razonamientos hasta afirmar lo siguiente: No eligi Dios, portanto, las obras que El mismo haba de realizar en cada uno segn su presciencia, sino la fe, demodo que conociendo por su presciencia al que haba de creer, a ste escogi, al cual donara suSanto Espritu para que por medio de las buenas obras consiguiese la vida eterna.

    An no haba yo inquirido con toda diligencia ni averiguado en qu consiste la eleccin

    de la gracia, de la cual dice el Apstol: As tambin aun en este tiempo ha quedado un remanenteescogido por gracia.13[3] La cual ciertamente no sera gracia si le precediera algn mrito; pueslo que se da no como gracia, sino como deuda, ms bien que donacin es retribucin de algnmerecimiento. Por consiguiente, lo que dije a continuacin: Pues dice el mismo Apstol Diosque hace todas las cosas en todos, es el mismo,14[4] siendo as que nunca se ha dicho: Dioscree todas las cosas en todos, y lo que despus aad: Luego lo que creemos es mrito nuestro,mas el obrar bien es de aquel que da el Espritu Santo a los que creen, de ninguna manera lohubiera yo dicho si ya entonces hubiera sabido que tambin la fe es uno de los dones de Dios quenos son dados por el Espritu Santo. Ambas cosas las realizamos nosotros por el consentimientodel libre albedro; y ambas cosas, no obstante, nos son dadas tambin por el Espritu de fe y decaridad. Pues no solamente la caridad, sino, como est escrito, amor con fe de Dios Padre y del

    Seor Jesucristo.15[5] Tambin lo que afirm poco ms adelante: que nuestro es el creer y elquerer, mas de Dios el dar a los que creen y quieren el poder obrar bien por el Espritu Santo, porquien la caridad ha sido derramada en nuestros corazones; esto ciertamente es verdadero; pero,segn la misma norma, ambas cosas provienen de Dios, porque El dispone la voluntad, y ambascosas son nuestras, porque no se realizan sin nuestro consentimiento. Y as lo que tambin dijedespus: Que ni el querer podemos, si no somos llamados; y cuando, despus de ser llamados,hubiremos dado nuestro consentimiento, aun entonces, no basta nuestro querer ni nuestrocaminar si Dios no concede sus auxilios a los que caminan, conducindolos a donde los llama;y lo que aad finalmente: Est manifiesto, por tanto, que no del que quiere ni del que corre,sino de Dios, que tiene misericordia, proviene el que podamos obrar bien; todo esto esabsolutamente verdadero.

    Mas acerca de la vocacin o llamamiento, que es conforme al designio divino, disert conmucha brevedad. Porque no es tal el llamamiento que se hace de todos, sino solamente el de loselegidos. De aqu lo que afirm poco despus: As como en los que Dios elige no son las obras,sino la fe, el principio del mrito, para que por el don de Dios se pueda obrar el bien, as en losque condena, la incredulidad y la impiedad son el principio del merecimiento del castigo, paraque este mismo castigo sea causa de que ejecuten el mal. Mucha verdad dije en todo esto; peroque el mismo merecimiento de la fe fuese tambin un don de Dios, esto ni lo dije ni juzgu porentonces que deba investigarse.

    Tambin asegur en otro lugar: El hace obrar el bien a aquel de quien tiene misericordia yabandona en el mal a aquel a quien resiste. Pero tanto aquella misericordia se atribuye al mritoprecedente de la fe como este endurecimiento a la precedente iniquidad. Lo cual es

    12[2] Rom. 9.13

    13[3] Rom. 11.5

    14[4] 1 Cor. 12.6

    15[5] Efe. 6.23

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    indudablemente verdadero. Pero an deba investigarse si tambin el merecimiento de la feproviene de la misericordia de Dios, esto es, si esta misericordia se verifica en el hombre porquecree o cree por que se efecta antes en l esta misericordia. Pues leemos lo que nos dice elApstol: He alcanzado misericordia del Seor para ser fiel;16[6] no dice porque era fiel. Al quees fiel se concede, por tanto, esta misericordia, pero tambin se le concede para que sea fiel. Y

    as, con toda exactitud afirm en otro lugar del mismo libro: Porque si no es por las obras, sinopor la misericordia de Dios, como somos llamados a la fe y por la que se nos concede a loscreyentes el obrar bien, tal misericordia no debe rehusarse a los mismos Gentiles, si bien escierto que no apliqu all toda mi diligencia para estudiar cmo se verifica ese llamamiento enconformidad con los designios de Dios.

    ***

    CAPTULO IVTODO LO HEMOS RECIBIDO DE DIOS

    8. Ya veis lo que en aquel tiempo pensaba acerca de la fe y de las buenas obras, aunque miesfuerzo se diriga a recomendar la gracia de Dios. La misma doctrina veo que profesan ahoraesos hermanos nuestros, quienes, habindose interesado por la lectura de mis libros, no se haninteresado tanto en sacar de ellos conmigo el fruto conveniente. Porque, si lo hubiesenprocurado, hubieran hallado resuelta esta cuestin, conforme a la verdad de las divinasEscrituras, en el primero de los dos libros que, en el comienzo de mi episcopado, dediqu a lafeliz memoria de Simpliciano, obispo de Miln y sucesor de San Ambrosio. A no ser que, porcaso, no los hayan visto; si as es, procurad que lleguen a sus manos para que los conozcan.

    Del primero de estos libros he hablado primeramente en el segundo de las Retractaciones,donde me expreso de la siguiente forma: De los libros que compuse siendo ya obispo, los dosprimeros, que tratan acerca de diversas cuestiones, estn dedicados a Simpliciano, prelado de laIglesia milanense, en cuya sede sucedi al muy bienaventurado San Ambrosio. Dos de cuyascuestiones, tomadas de la Epstola del apstol San Pablo a los Romanos, las coment en elprimer libro. La primera de ellas trata sobre lo que escribi el Apstol: Qu diremos, pues? Laley es pecado? En ninguna manera, hasta donde dice: Quin me libertar de este cuerpo demuerte? Gracias doy a Dios por Jesucristo Seor nuestro. 17[1] Sobre cuya cuestin estaspalabras del Apstol: La ley es espiritual, mas yo soy carnal,18[2] y las restantes, en que sedeclara la lucha de la carne contra el espritu, las expuse como si aun se tratara del hombreconstituido bajo el yugo de la ley y no libertado por la gracia. Pues fue mucho ms tarde cuandocomprend que tales palabras pudieran tambin referirsey con mayor probabilidadal hombreespiritual.

    16[6] 1 Cor. 7.25

    17[1] Rom. 7.7-25

    18[2] Rom. 7.14

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    La segunda cuestin de este primer libro comprende desde aquel pasaje donde dice: Y no sloesto, sino tambin cuando Rebeca concibi de uno, de Isaac nuestro padre,19[3] hasta dondedice: Si el Seor de los ejrcitos no nos hubiera dejado descendencia, como Sodoma habramosvenido a ser, y a Gomorra seramos semejantes. Para resolver esta cuestin se ha trabajado, enefecto, por el triunfo del libre albedro de la voluntad humana; pero es indudable que venci la

    gracia de Dios. Y no poda llegarse a otra conclusin, entendiendo bien lo que con toda verdad yevidencia afirma el Apstol: Porque quin te distingue? o qu tienes que no hayas recibido? Ysi lo recibiste, por qu te gloras como si no lo hubieras recibido? 20[4] declarando lo cual, elmrtir Cipriano lo expres cabalmente con este mismo ttulo, diciendo: En ninguna cosadebemos gloriamos, porque ninguna cosa es nuestra. Ved aqu por qu dije ms arriba queprincipalmente por este testimonio del Apstol me haba convencido yo mismo acerca de estamateria, sobre la cual pensaba de manera tan distinta, inspirndome el Seor la solucin cuando,como he dicho, escriba al obispo Simpliciano. Porque este testimonio del Apstol, en que, pararefrenar la soberbia del hombre, se dice: qu tienes que no hayas recibido? no permite a ningncreyente decir: Yo tengo fe y no la he recibido de nadie. Pues con estas palabras del Apstolsera totalmente abatida la hinchazn de semejante respuesta. Ni tampoco le es lcito a nadie

    decir: Aunque no tenga la fe perfecta o total, tengo, no obstante, el principio de ella, por el cualprimeramente cre en Jesucristo Porque tambin aqu le ser respondido: o qu tienes que nohayas recibido? Y si lo recibiste, por qu te gloras como si no lo hubieras recibido?

    ***

    CAPTULO VLA GRACIA DIVINA ES LA QUE DA VENTAJA A LOS BUENOS

    SOBRE LOS MALOS

    9. Mas lo que esos hermanos piensan, esto es, que acerca de la fe inicial no puede decirse:qu tienes que no hayas recibido?, porque esta fe se conserva an en la misma naturaleza, quese nos dio sana y perfecta en el paraso, aunque ahora est viciada, no tiene valor alguno para loque pretenden demostrar, si se considera la razn por la que habla el Apstol. Porque trataba lde que nadie se gloriase en el hombre, pues haban surgido algunas reyertas entre los cristianosde Corinto, de suerte que algunos decan: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yode Cristo21[1]; de aqu que l interviniera y viniese a decir: Sino que lo necio del mundoescogi Dios, para avergonzar a los sabios; y lo dbil del mundo escogi Dios, para avergonzar alo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogi Dios, y lo que no es, para deshacer loque es, a fin de que nadie se jacte en su presencia.22[2] Donde claramente aparece la intencindel Apstol contra la humana soberbia, a fin de que nadie se glore en el hombre ni, por ende, ens mismo.

    19[3] Rom. 9.10-29

    20[4] 1 Cor. 4.7

    21[1] 1 Cor. 1.12

    22[2] 1 Cor. 1.27-30

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    Finalmente, despus de decir: a fin de que nadie se jacte en su presencia, para demostrar en loque debe gloriarse el hombre, aadi a continuacin: Mas por l estis vosotros en Cristo Jess,el cual nos ha sido hecho por Dios sabidura, justificacin, santificacin y redencin. De aqu esque luego lleve su intento hasta decir con severa reprensin: Porque an sois carnales; pueshabiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, no sois carnales, y andis como

    hombres? Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos,no sois carnales? Qu, pues, es Pablo, y qu es Apolos? Servidores por medio de los cualeshabis credo; y eso segn lo que a cada uno concedi el Seor. Yo plant, Apolos reg; pero elcrecimiento lo ha dado Dios. As que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que dael crecimiento.23[3] Veis aqu cmo el Apstol no pretende otra cosa sino que se humille elhombre y sea glorificado Dios solamente. Y cuando habla de lo que se planta y de lo que seriega, no dice que el que planta y el que riega sean algo, sino quien da el crecimiento, que esDios, y hasta lo mismo que el uno planta y el otro riega no se lo atribuye a ellos, sino al Seor,diciendo: Yo plant, Apolos reg; pero el crecimiento lo ha dado Dios.

    Por eso, insistiendo en el mismo propsito, lleg a decir: As que, ninguno se glore enlos hombres.24[4] Ya antes haba dicho: El que se glora, glorese en el Seor.25[5] Despus de

    cuyas palabras y de otras que con ellas se relacionan, a este mismo fin se dirige su intencin,diciendo: Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en m y en Apolos por amor devosotros, para que en nosotros aprendis a no pensar ms de lo que est escrito, no sea que porcausa de uno, os envanezcis unos contra otros. Porque quin te distingue? o qu tienes queno hayas recibido? Y si lo recibiste, por qu te gloras como si no lo hubieras recibido?26[6]

    10. Ahora bien: sera del todo absurdoa lo que yo entiendosuponer que en este clarsimopropsito del Apstol, por el que se combate la humana soberbia, a fin de que nadie se glore enel hombre, sino en el Seor, se insinan los dones divinos meramente naturales, bien se entiendaaquella naturaleza cabal y perfecta que fue dada al hombre en su primitivo estado o biencualquier otro vestigio de esta naturaleza viciada. Pues por ventura se juzgan ms aventajadoslos hombres unos a otros por estos dones nativos, que a todos son comunes? Ya antes, aqu habadicho el Apstol: Porque quin te distingue?; y luego aadi: o qu tienes que no hayasrecibido? Podra, en efecto, algn hombre hinchado decir contra otro: Me da ventaja mi fe,Me da ventaja mi justicia; o cualquiera otra cosa semejante. Pero saliendo el santo Doctor alpaso de tan hinchados pensamientos, qu es lo que t tienesdiceque no lo hayas recibido?Y de quin lo has recibido sino de aquel que te da ventaja sobre el otro, a quien no concedi eldon que a ti te ha concedido? Si, pues, todo lo que tienesaadelo has recibido, de qu te jactas como si no lo hubieras recibido? Acaso, pregunto, pretende el Apstol otra cosa sinoque quien se glora, se glore en el Seor? Mas nada tan opuesto a este propsito como elgloriarse alguno de sus mritos, como si se los hubiera granjeado l a s mismo y no la gracia de

    23[3] 1 Cor. 3.3-7

    24[4] 1 Cor. 3.21

    25[5] 1 Cor. 1.31

    26[6] 1 Cor. 7.7.6-7

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    Dios; aquella graciadigopor la que los buenos aventajan a los malos, no la gracia natural,que es comn a buenos y malos.

    Adjudquese, enhorabuena, a la naturaleza esa gracia, por la cual somos animalesracionales y que nos da ventaja sobre los brutos; y adjudquese tambin a la naturaleza esa gra-cia, por la cual los tipos hermosos se aventajan a los deformes; los hombres de agudo

    entendimiento, a los de entendimiento tardo, y as otras cualidades semejantes; mas aquel que erarecriminado por el Apstol no se engrea ciertamente contra ningn irracional ni contra otrohombre por causa de alguna gracia natural que en l pudiera existir, aunque fuese de nfimovalor; sino que se hinchaba vanamente, no atribuyendo a Dios alguno de los dones pertenecientesa la vida santa, siendo entonces cuando mereci escuchar esta reprensin: Porque quin tedistingue? o qu tienes que no hayas recibido?

    Y aunque sea un don de la naturaleza el poder tener la fe, acaso lo es tambin el tenerla?Porque no es de todos la fe,27[7] siendo as que es propio de todos el poder tenerla. Porque nodice el Apstol: Qu cosa puedes t tener que no hayas recibido el poder tenerla?, sino quedice: qu tienes que no hayas recibido? Por tanto, el poder tener la fe, como el poder tener lacaridad, es propio de la naturaleza del hombre; mas el tener la fe, del mismo modo que el tener la

    caridad, slo es propio de la gracia en los que creen. Y as, la naturaleza, en la que nos fue dadala capacidad de tener la fe, no da ventaja a un hombre sobre otro, mas la fe da ventaja al creyentesobre el incrdulo. Y por eso, cuando se dice: quin te distingue? o qu tienes que no hayasrecibido?, quin osar decir: Yo tengo la fe por mis propios mritos y no la he recibido denadie? ste tal contradira por completo a esta verdad evidentsima, no porque el creer o el nocreer no pertenezca al albedro de la voluntad humana, sino porque la voluntad humana es pre-parada por el Seor en los elegidos. Y, por tanto, a la esfera de la fe, que reside en la voluntad,corresponde tambin lo que dice el Apstol: Porque quin te distingue? o qu tienes que nohayas recibido?

    ***

    CAPITULO VILOS CAMINOS DE DIOSSON INESCRUTABLES

    11. Muchos son los que oyen la voz de la verdad, pero unos la creen y otros la contradicen.Luego unos quieren creer, mas los otros no quieren. Quin es el que esto ignora? Quin elque lo puede negar? Pero como el Seor es quien prepara la voluntad en los unos y en los otrosno, debe distinguirse muy bien qu es lo que proviene de su misericordia y qu de su justicia. Heaqu que dice el Apstol: Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos s lo hanalcanzado, y los dems fueron endurecidos; como est escrito: Dios les dio espritu de estupor,ojos con que no vean y odos con que no oigan, hasta el da de hoy. David dice tambin: Seavuelto su convite en trampa y en red, en tropezadero y en retribucin; sean oscurecidos sus ojospara que no vean, y agbiales la espalda para. 28[1]

    27[7] 2 Tes. 3.2

    28[1] Rom. 11.7-10

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    He aqu patentes la misericordia y el juicio de Dios; la misericordia en la eleccin, que logralcanzar la justicia; el juicio, en cambio, en los que fueron endurecidos en su ceguera. Y noobstante, aquellos, porque quisieron, creyeron; stos, porque no quisieron, no creyeron. Lamisericordia y la justicia se han verificado en las mismas voluntades. Esta eleccin es, pues, obrade la gracia, no ciertamente de los propios mritos. Ya antes el Apstol haba dicho: As tambin

    en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia. Y si por gracia ya no es por obras;de otra manera la gracia ya no es gracia.29[2] Gratuitamente, por tanto, han conseguido laeleccin los que la han conseguido, no precediendo ningn mrito de ellos, de suerte que dieranantes alguna cosa por la que les fuese retribuida; gratuitamente los hizo salvos. Los otros, encambio, que se endurecieron en su ceguera lo que all mismo no se oculta, fueron reprobadosen castigo de su contumacia. Todas las sendas de Jehov son misericordia y verdad.30[3] Peroinescrutables sus caminos.31[4] Por tanto, inescrutables son tambin la misericordia, por la cualgratuitamente salva, y la verdad, por la que justamente condena.

    ***

    CAPTULO VIILA FE, FUNDAMENTO

    DEL EDIFICIO ESPIRITUAL

    12. Pero por ventura nos argirn: El Apstol hace distincin entre la fe y las obras, puesafirma que la gracia no procede de las obras, pero no dice que no proceda de la fe. As es enverdad; pero el mismo Jesucristo asegura que la fe es tambin obra de Dios, y nos la exige paraobrar meritoriamente. Le dijeron, pues, los Judos: Entonces le dijeron: Qu debemos hacer paraponer en prctica las obras de Dios? Respondi Jess y les dijo: Esta es la obra de Dios, quecreis en el que l ha enviado.32[1] De esta manera distingue el apstol la fe de las obras, ascomo se distinguen los dos reinos de los Hebreos, el de Jud y el de Israel, a pesar de que Jud esIsrael. Del mismo modo, por la fe asegura que se justifica el hombre y no por las obras, porqueaqulla es la que se nos da primeramente, y por medio de ella alcanzamos los dems dones, queson principalmente las buenas obras, por las cuales vivimos justamente. Porque dice tambin elapstol: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don deDios;33[2] esto es, y lo que dije: por medio de la fe, no es por vosotros, porque la fe estambin un don de Dios. No por obras, para que nadie se glore.

    Porque suele decirse: Tal hombre mereci creer, porque era un varn justo aun antes deque creyere. Como puede decirse de Cornelio, cuyas limosnas fueron aceptadas y sus oraciones

    29[2] Rom. 11.5-6

    30[3] Sal. 25.10

    31[4] Rom. 11.33

    32[1] Juan 6.28-29

    33[2] Efe. 2.8-9

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    odas antes de que creyera en Cristo; sin embargo, no sin alguna fe daba limosna y haca suoracin. Porque cmo poda invocar a aquel en quien no haba credo? Mas si hubiera podidosalvarse sin la fe de Cristo, no le hubiera sido enviado como pedagogo, para instruirle, el apstolPedro, puesto que si Jehov no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican.34[3]

    Y he aqu lo que se nos arguye a nosotros: La fedicenes obra nuestra, y de Dios

    todo lo dems que atae a las obras de la justicia, como si al edificio de la justicia noperteneciera la fe; como si al edificiodir mejorno perteneciera el fundamento. Mas si, antetodo y principalmente, el fundamento pertenece al edificio, en vano trabaja predicando el queedifica la fe si el Seor no la edifica interiormente en el alma por medio de su misericordia.Luego se debe concluir que cuantas obras realiz Cornelio antes de creer, cuando crey ydespus de creer, todo ello se ha de atribuir a Dios, a fin de que nadie se glore.

    ***

    CAPTULO VIII

    LA ENSEANZA DEL PADREES OCULTSIMA

    13. Por eso el mismo Jesucristo, nico Maestro y Seor de todos, despus de haber dicho loque antes record: Esta es la obra de Dios, que creis en el que l ha enviado, aadi en el mismodiscurso: Mas os he dicho que aunque me habis visto (obrar milagros), no creis. Todo lo que elpadre me da,.35[1] Qu quiere decir vendr a m sino creern en m? Mas el que esto se efectees el Padre quien lo concede. Y as dice poco ms adelante: No murmuris entre vosotros.Ninguno puede venir a m, si el Padre que me envi no le trajere; y yo le resucitar en el dapostrero. Escrito est en los profetas: Y sern todos enseados por Dios. As que todo aquelque oy al Padre, y aprendi de l, viene a m.36[2] Qu significa todo aquel que oy al Padre,y aprendi de l, viene a m sino que ninguno hay que escuche al Padre y aprenda su doctrinaque no venga a m? Porque si cualquiera que ha escuchado al Padre y aprendido su doctrinaviene, luego el que no viene no ha escuchado al Padre ni aprendido su doctrina. Porque si lehubiese escuchado y la hubiera aprendido, vendra. Pues ninguno le escuch y aprendi de Elque no viniese, sino quecomo dice la misma Verdadtodo significa todo aquel que oy alPadre, y aprendi de l, viene.

    Ciertamente est muy lejos de los sentidos corporales esta disciplina o escuela en que elPadre ensea y es escuchado para que se venga al Hijo. All est, adems, el mismo Hijo, puestoque es su Verbo, por quien de esta manera ensea; lo cual no hace por medio de los odos delcuerpo, sino del alma. Y est tambin all juntamente el Espritu del Padre y del Hijo, pues estemismo Espritu no deja tampoco de ensear ni ensea separadamente. Porque sabemos que soninseparables las obras de la Trinidad. El es, en verdad, el Espritu Santo, de quien dice el

    34[3] Sal. 127.1

    35[1] Juan 6.36-37

    36[2] Juan 6.43-45

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    Apstol: teniendo el mismo Espritu de fe.37[3] Pero se atribuye principalmente al Padre estaenseanza, porque de l es engendrado el Unignito y de l procede el Espritu Santo; mas seraprolijo dilucidar esto aqu ms ampliamente, y creo, por otra parte, que habr llegado ya avuestras manos mi obra en quince libros acerca de la Santsima Trinidad.

    Muy lejos estrepitode los sentidos corporales esta escuela, en la que Dios ensea y

    es escuchado. Nosotros vemos que muchos vienen al Hijo, puesto que vemos que muchos creenen Jesucristo, pero no vemos cmo ni dnde hayan escuchado al Padre y aprendido de l. Estaes, ciertamente, una gracia secretsima; pero que tal gracia existe, quin lo podr poner en duda?Esta gracia, en efecto, que ocultamente es infundida por la divina liberalidad en los corazoneshumanos no hay corazn, por duro que sea, que la rechace. Pues en tanto es concedida en cuantoque destruye, ante todo, la pertinacia del corazn. Por eso, cuando el Padre ensea y esescuchado interiormente para que se venga al Hijo, destruye el corazn lapdeo y le convierte encompasivo y tierno, conforme lo prometi por la predicacin del profeta.38[4] As es ciertamentecmo forma a los hijos de la promesa y labra los vasos de misericordia, que prepar para gloriasuya.

    14. Por qu, pues, no ensea a todos para que vengan a Jesucristo sino porque a los queensea, por su misericordia les ensea, y a los que no ensea, por su justicia no les ensea? As,pues, de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.39[5] Pero secompadece, prodigando beneficios, y endurece, como retribucin de los vicios, O si, por ventura,estas palabras, como algunos han querido ms bien interpretar, se refiriesen solamente a aquelcon quien habla el Apstol, dicindole: Pero me dirs..., para que se entendiese que era l quienhaba dicho: De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer,endurece, del mismo modo que lo que sigue, a saber: Por qu, pues, inculpa? Porque quin haresistido a su voluntad?, acaso a esto respondi el Apstol: OH hombre! , falso es lo que hasdicho? No, sino que respondi: Mas antes, oh hombre, quin eres t, para que alterques conDios? Dir el vaso de barro al que lo form: Por qu me has hecho as? O no tiene potestadel alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso de honra y otro paradeshonra?40[6] , con lo dems que sigue y que vosotros conocis perfectamente.

    No obstante, el Padre ensea en cierto modo a todos para que vengan a su Hijo. Pues noest escrito vanamente en los profetas: Y todos sern enseados por Dios.41[7] Y despus dehaber aducido este testimonio, se aade seguidamente: As que, todo aquel que oy al Padre, yaprendi de l, viene a m.42[8] Porque as como de un maestro que ensea solo en una ciudaddecimos con entera verdad: Este es el que ensea aqu a todos, no porque todos vengan aaprender con l, sino porque ninguno de los que all aprenden aprende si no es de l, del mismo

    37[3] 2 Cor. 4.13

    38[4] Eze. 36.25-27; 11.19

    39[5] Rom. 9.18

    40[6] Rom. 9.19-21

    41[7] Juan 6.45

    42[8] Juan 6.45

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    modo, con toda razn decimos que Dios ensea a todos que vengan a Jesucristo no porque todosvengan, sino porque nadie puede venir de otra manera.

    Mas en cuanto al porqu no ensea Dios a todos, nos declar ya el Apstol lo que lepareci suficiente: porque queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soport con muchapaciencia los vasos de ira preparados para destruccin, y para hacer notorias las riquezas de su

    gloria, las mostr para con los vasos de misericordia que l prepar de antemano paragloria.43[9] Por eso, la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan,esto es, a nosotros, es poder de Dios.44[10] Y estos solos son todos a los que Dios ensea paraque vengan a Cristo, estos solos los que quiere que se hagan salvos y que vengan alconocimiento de la verdad. Pues si hubiera querido ensear tambin, para que viniesen a Cristo,a todos aquellos otros que tienen por insensatez la predicacin de la cruz, sin duda alguna queellos tambin vendran. Porque no puede engaarse ni engaar el que dice: todo aquel que oy alPadre, y aprendi de l, viene a m. Ni pensar, por consiguiente, que deje de venir alguno quehaya escuchado al Padre y aprendido su doctrina.

    15. Y por qupreguntanno ensea a todos? Si decimos que aquellos a quienes no

    ensea no quieren aprender, se nos replicar: Cmo se cumple entonces lo que se dice en elSalmo: No volvers a darnos vida para que tu pueblo en ti se regocije? O si es que Dios no dael querer a los que no quieren, con qu fin, segn el precepto del mismo Seor, ora la Iglesiapor sus perseguidores? Pues as tambin le plugo a San Cipriano interpretar lo que decimos en elpadrenuestro: Hgase tu voluntad, como en el cielo, as tambin en la tierra;45[11] es decir, ascomo se cumple tu voluntad en aquellos que ya han credo, y que son como el cielo, as tambinse haga en aquellos que no creen, por lo cual son todava tierra. Pues por qu pedimos por losque no quieren creer sino para que Dios obre en ellos el querer?

    Acerca de los Judos, dice claramente el Apstol: Hermanos, ciertamente el anhelo de micorazn, y mi oracin a Dios por Israel, es para salvacin.46[12] Qu es lo que pide por los queno creen sino que crean? Pues no de otro modo pueden conseguir la salvacin. Por tanto, si la fede los que oran es la que dispone para la gracia de Dios, cmo la fe de aquellos por quienes sepide que crean podra prevenir a dicha gracia? Cuando lo que se pide por ellos es precisamenteesto: que les sea concedida la fe que no tienen.

    Por eso, cuando se predica el Evangelio, unos creen y otros no creen; porque los quecreen, cuando suenan exteriormente las palabras del predicador, escuchan interiormente la vozdel Padre y aprenden de l; mas los que no creen, aunque oyen exteriormente, no escuchan niaprenden interiormente; es decir , a unos se les concede el creer y a los otros no se les concede.Ningunodicepuede venir a m si el Padre, que me envi, no le trajere.47[13] Lo cual msclaramente se dice despus. Porque hablando un poco ms adelante de dar a comer su carne y a

    43[9] Rom. 9.22-23

    44[10] 1 Cor. 1.18

    45[11] Mat. 6.10

    46[12] Rom. 10.1

    47[13] Juan 6.44

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    beber su sangre, y como algunos de sus discpulos dijesen: Dura es esta palabra; quin la puedeoir? Sabiendo Jess en s mismo que sus discpulos murmuraban de esto, les dijo: Esto osofende?48[14] Y poco despus aade: Las palabras que yo os he hablado son espritu y son vida.Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jess sabaagrega a continuacin elevangelistadesde el principio quienes eran los que no crean, y quien le haba de entregar. Y

    dijo: por eso os he dicho que ninguno puede venir a m, si no le fuere dado del Padre. Luego seratrado por el Padre, escucharle y aprender de l para venir a Cristo no es otra cosa que recibirdel Padre el don de la fe para creer en Cristo. Y as, el que dijo: Ninguno puede venir a m, si elPadre que me envi no le trajere, no distingui a los que escuchaban de los que no escuchaban,sino a los que crean de los que no crean.

    16. Por consiguiente, tanto la fe inicial como la consumada o perfecta son un don de Dios. Yas, quien no quiera contradecir a los evidentsimos testimonios de las divinas letras, de ningunamanera puede dudar que este don es concedido a unos y negado a otros. Mas por qu no seconcede a todos, es cuestin que no debe inquietar a quien cree que por un solo hombreincurrieron todos en una condenacin indiscutiblemente justsima; de suerte que ninguna

    acusacin contra Dios sera justa aun cuando ninguno fuera libertado. As consta cun inmensaes la gracia de que sean libertados muchsimos; y qu es lo que a stos se les debera, ellosmismos lo pueden reconocer en los que no son libertados; a fin de que quien se glora, no seglore en sus propios mritos, viendo que stos de por s son iguales a los de los mismoscondenados, sino que se glore en el Seor.

    Mas por qu salva a uno con preferencia a otro? Insondables son los juicios de Dios einescrutables sus caminos! Mejor nos ser escuchar y decir aqu la palabra del Apstol: Masantes, oh hombre, quin eres t, para que alterques con Dios?,49[15] que no lo que nosotrossolemos asegurar como si supiramos lo que quiso que permaneciese oculto el que no pudoquerer ninguna cosa injusta.

    ***

    CAPTULO IXREIVINDIA AGUSTN SU DOCTRINA DEFENDIDA

    EN OTRO TIEMPO

    17. Respecto a lo que me recordis que yo escrib en mi opsculo contra Porfirio, intituladoSobre el tiempo de la religin cristiana, lo dije precisamente con el propsito de omitir all unams diligente y trabajosa discusin acerca de la gracia, aunque sin dejar de indicar su verdaderasignificacin, porque no quera exponer en aquella obra lo que podra exponer en otrascircunstancias o ser expuesto por otros escritores. Y as, respondiendo a esta cuestin, que se mehaba propuesto: Por qu Jesucristo vino al mundo despus de pasados tantos siglos?, afirmentonces entre otras cosas: Por tanto, ya que no se objeta contra Cristo el que no todos los hom-bres sigan su doctrinapues ellos mismos comprenden que tampoco se argira legtimamentede esta manera contra la sabidura de los filsofos ni contra la revelacin de sus dioses; mas

    48[14] Juan 6.60-65

    49[15] Rom. 9.20

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    qu podrn responderme, si, dejando a salvo la profundidad de la sabidura y ciencia de Dios,en la que tal vez se oculta algn otro designio ms secreto, y sin perjuicio, no obstante, de otrascausas, que pueden investigar los sabios, yo les dijere aqu solamente, en gracia a la brevedad enla presente cuestin, que Jesucristo entonces quiso y se dign manifestarse a los hombres ypredicarles su doctrina cuando saba y donde saba quines eran los que haban de creer en El?

    Pues en todos aquellos tiempos y lugares en que no fue predicado el Evangelio conoca por supresciencia que, respecto a la predicacin de su doctrina, haban de ser los hombres como en losdas de su presencia corporal en la tierra lo fueron, no ciertamente todos, pero s muchos, que noquisieron creer en El, a pesar de haberle visto resucitar los muertos, y como vemos tambin queson ahora muchos, quienes, a pesar de cumplirse con tanta evidencia las predicciones de losprofetas, no quieren creer an, prefiriendo con refinada malicia resistir a Dios antes que ceder ala divina autoridad, tan cerca y tan evidente, tan sublime y tan sublimemente manifestada cuantoel corto y dbil entendimiento humano debera con ms razn rendirse a la verdad divina. Qutiene, pues, de extrao que Cristo. no quisiera manifestarse ni ser predicado en los primitivostiempos del mundo, conociendo como conoca por su presciencia que todo el orbe de la tierraestaba habitado por tantos infieles, que ni por las predicaciones ni por los milagros haban de

    creer en El? Ni tiene nada de increble que todos los hombres fueran entonces tan incrdulos,cuando nosotros mismos nos asombramos de ver que lo han sido y lo siguen siendo igualmentedesde la venida de Cristo hasta nuestros das.

    No obstante, desde el principio del gnero humano, unas veces de una manera ms ocultay otras ms clara, segn que fue divinamente previsto conforme a la conveniencia de lostiempos, nunca dej Dios de enviar sus profetas ni faltaron en el mundo quienes creyeran en El;as desde Abrahn hasta Moiss, y tanto en el pueblo israelita, que por singular y misteriosodesignio de Dios fue un pueblo proftico, como entre los dems pueblos Gentiles aun antes deque Jesucristo se manifestase al mundo en carne mortal. Y puesto que en los libros sagrados delos Hebreos se hace mencin de algunos, ya desde los tiempos de Abrahn, que no eran de sufamilia ni del pueblo de Israel o de alguna sociedad agregada al pueblo israeltico, los cuales, sinembargo, llegaron a participar de este misterio de la fe en Cristo; siendo esto as, por qu nohemos de creer tambin que aqu y all, entre los dems pueblos infieles, hubo asimismo otroscreyentes, aunque no se hallen recordados en aquellos libros?

    As, pues, el poder salvfico de esta religin, por la cual solamente, siendo ella la nicaverdadera, se promete verazmente la verdadera salud, no falt jams a nadie que fuese digno deser salvo; y si a alguno le falt, fue por no ser digno. Y desde la primera de las generacioneshumanas hasta la ltima ser perpetuamente predicada, a unos para su recompensa, a otros parasu justa condenacin. Y por eso, aquellos a quienes de ninguna manera les ha sido predicada losprevi Dios en su presciencia que no haban de creer; y a quienes, no habiendo de creer, les hasido, sin embargo, predicada, para su ejemplo lo ha sido; mas aquellos a quienes les es predicadaporque habrn de creer son los que Dios dispone para el reino de los cielos y para la compaa desus santos ngeles.

    18. Acaso juzgis que todo esto que he afirmado sobre la presciencia de Jesucristo, sinperjuicio de los ocultos designios de Dios ni de otras causas, lo he querido afirmar porque mepareciese suficiente para convencer a los incrdulos, que me haban propuesto esta cuestin?Puede haber algo ms verdadero que la presciencia de Jesucristo sobre quines habran de creer,cundo y en qu lugares?

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    Pero si, despus de haberles sido predicado Jesucristo, habran de conseguir la fe por s mismos ohabran de recibirla como un don de Dios; es decir, si los que han de creer solamente son objetode la presciencia divina o tambin de la divina predestinacin, esto no juzgu necesario inquirirloni declararlo entonces. Por tanto, aquello que afirm: que entonces quiso Dios manifestarse alos hombres y que les fuese predicada su doctrina cuando saba y donde saba que haban de

    creer en El, podra tambin entenderse as: Entonces quiso Jesucristo manifestarse a loshombres y que les fuese predicada su doctrina, cuando saba y donde saba quines haban sidolos elegidos en El antes de la creacin del mundo.

    Pero como estas afirmaciones hubieran despertado la curiosidad del lector para investigardoctrinas que hoy por la censura del error pelagiano es preciso discutir con ms erudicin y mstrabajo, me pareci que entonces era suficiente afirmar lo dicho con la mayor brevedad, dejandoa salvo, como ya indiqu, la alteza de la sabidura y de la ciencia de Dios, y sin perjuicio de otrascausas, acerca de las cuales juzgu que sera ms oportuno discutir en otras circunstancias.

    ***

    CAPTULO XDIFERENCIA ENTRE LA PREDESTINACIN

    Y LA GRACIA

    19. Del mismo modo, cuando afirm que la virtud salvfica de esta religin no ha faltado anadie que fuese digno de ella y que no ha sido digno aquel a quien ha faltado, si se discute oinvestiga el porqu cada uno es digno, no faltan quienes afirmen que por la voluntad humana;mas nosotros sostenemos que por la gracia o predestinacin divina. Ahora bien: entre la gracia yla predestinacin existe nicamente esta diferencia: que la predestinacin es una preparacinpara la gracia, y la gracia es ya la donacin efectiva de la predestinacin.

    Y as lo que dice el Apstol: No por obras, para que nadie se glore. Porque somoshechura suya, creados en Cristo Jess para buenas obras,50[1] significa la gracia; mas lo quesigue: las cuales Dios prepar de antemano para que anduvisemos en ellas, significa lapredestinacin, la cual no puede darse sin la presciencia por ms que la presciencia s que puedeexistir sin la predestinacin.

    Por la predestinacin tuvo Dios presciencia de las cosas que l haba de hacer, por lo cualfue dicho: El hizo lo que deba ser hecho.51[2] Mas la presciencia puede ser tambin acerca deaquellas cosas que Dios no hace, como es el pecado, de cualquier especie que sea; y aunque hayalgunos pecados que son castigo de otros pecados, por lo cual fue dicho: Dios los entreg a unamente reprobada, para hacer cosas que no convienen,52[3] en esto no hay pecado de parte deDios, sino justo juicio. Por tanto, la predestinacin divina, que consiste en obrar el bien, es, comohe dicho, una preparacin para la gracia; mas la gracia es efecto de la misma predestinacin. Poreso, cuando prometi Dios a Abrahn la fe de muchos pueblos en su descendencia, diciendo: Te

    50[1] Efe. 2.9-10

    51[2] Isa. 45, sec. LXX

    52[3] Rom. 1.28

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    he puesto por padre de muchas gentes,53[4] por lo cual dice el Apstol: Por tanto, es por fe, paraque sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia,54[5] no leprometi esto en, virtud de nuestra voluntad, sino en virtud de su predestinacin.

    Prometi, pues, no lo que los hombres, sino lo que l mismo haba de realizar. Porque silos hombres practican obras buenas en lo que se refiere al culto divino, de Dios proviene el que

    ellos cumplan lo que les ha mandado, y no de ellos el que l cumpla lo que ha prometido; de otrasuerte, provendra de la capacidad humana, y no del poder divino, el que se cumpliesen lasdivinas promesas, y as lo que fue prometido por Dios sera retribuido por los hombres aAbrahn. Pero no fue as como crey Abrahn, sino que se fortaleci en fe, dando gloria a Dios,plenamente convencido de que era tambin poderoso para hacer todo lo que haba prometido. Nodice el apstol predecir ni dice prever, porque tambin es poderoso para predecir y preverlas acciones de las dems cosas, sino que dice que era tambin poderoso para hacer, y, porconsiguiente, no las obras extraas, sino las propias.

    20. Ahora bien: por ventura prometi Dios a Abrahn en su descendencia solamente lasobras buenas de los pueblos Gentiles, de modo que prometiese as lo que l hace, y no le

    prometi, en cambio, la fe, cual si sta fuera obra de los hombres, de suerte que para prometer loque l hace tuvo presciencia de la fe que deba ser obra del hombre? No es ciertamente tal lo quedice el Apstol, sino que Dios prometi a Abrahn hijos que seguiran las huellas de su fe; estolo afirma clarsimamente.

    Pero si slo prometi Dios las obras y no la fe de los Gentiles, como quiera que nopueden existir las buenas obras si no es por la feporque el justo por la fe vivir,55[6] y todo loque no proviene de fe, es pecado,56[7] y sin fe es imposible agradar a Dios 57[8], resultarque el cumplimiento de lo que Dios ha prometido depende del poder del hombre. Pues si elhombre, sin la gracia de Dios, no hace lo que le pertenece segn su naturaleza, tampoco podrDios hacer lo que corresponde a la gracia divina; es decir, que si el hombre no tiene la fe de pors, no cumplir Dios lo que ha prometido, a fin de que las obras de la justicia sean dadas porDios. Y, por consiguiente, el que Dios pueda cumplir sus promesas no depender ya de Dios,sino del poder del hombre.

    Mas si la verdad y la piedad no son obstculo para la fe, debemos creer, como Abrahn,que Dios es poderoso para cumplir lo que ha prometido. Porque prometi Dios a Abrahn hijos,que no podran serlo sin tener la fe; luego es Dios quien concede tambin la fe.

    ***

    53[4] Rom. 4.17; Gn. 17.5

    54[5] Rom. 4.16-21

    55[6] Rom. 1.17

    56[7] Rom. 14.23

    57[8] Heb. 11.6

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    CAPTULO XIESTABILIDAD DE LAS PROMESAS DIVINAS

    21. Pero cuando el mismo Apstol dice: Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin deque la promesa sea firme, confieso que me causa indescriptible admiracin el que haya hombres

    que prefieran apoyar toda su confianza en su debilidad a fijarla en la inconmovible firmeza de lapromesa divina. Mas yodir alguienno estoy seguro de la voluntad de Dios acerca de m.Y eso, quin? Ni siquiera t mismo ests seguro de tu propia voluntad, y no temes lo que estescrito: El que piensa estar firme, mire que no caiga?58[1] Si, pues, ambas voluntades soninciertas, por qu no apoya el hombre en la ms fuerte, y no en la ms dbil, su fe, su esperanzay su caridad?

    22. Nos replicarn: Porque cuando se dice: Si creyeres, sers salvo 59[2], la una de estasdos cosas se nos exige y la otra se nos ofrece. La que se exige est en la potestad del hombre; laque se ofrece, en la de Dios. Mas por qu no ambas cosas en la de Dios, lo que se manda y loque se ofrece? Pues cierto es que a Dios se le pide nos conceda lo que manda. Los que ya creen

    piden que se aumente en ellos la fe, y por los que an no creen, pide que les sea concedida y as,tanto en su aumento como en su principio, la fe es un don de Dios. Por eso se dice: Si creyeres,sers salvo; como se dice tambin: Si por el Espritu hacis morir las obras de la carne,viviris.60[3] Y tambin aqu una de estas dos cosas se nos exige y la otra se nos ofrece. Si por elEsprituafirmahacis morir las obras de la carne. Por tanto, el que con el Espritu hagamosmorir las obras de la carne, se nos exige; mas el que tengamos vida, se nos ofrece.

    Por ventura podr satisfacer a nadie el decir que la muerte de las obras de la carne ennosotros no es un don de Dios, porque vemos que esto se nos exige en cambio del premioofrecido de la vida eterna, si lo cumpliremos? Lejos de nosotros el pensar que tal respuestapueda satisfacer a los que ya son partcipes y defensores de la gracia. Tal es el error condenablede los pelagianos, a quienes hace enmudecer por completo el Apstol cuando dice: Porque todoslos que son guiados por el Espritu de Dios, stos son hijos de Dios, a fin de que no creyramosque el hacer morir las obras de la carne era por el poder de nuestro espritu y no por el de Dios.De cuyo divino Espritu habl tambin donde dice: Pero todas estas cosas las hace uno y lemismo Espritu, repartiendo a cada uno en particular como l quiere.61[4] Por tanto, as como elhacer morir las obras de la carne, aunque sea un don de Dios, no obstante, se nos exige paraalcanzar el premio prometido de la vida eterna, as tambin la fe es un don de Dios, aunque senos exija igualmente para conseguir la eterna salvacin cuando se dice: Si creyeres, sers salvo.

    Ambas cosas, por consiguiente, nos son preceptuadas y se prueba que son tambin donesde Dios, para que se entienda que nosotros las obramos y Dios hace que las obremos, como noslo dice clarsimamente por el profeta Ezequiel. Pues nada ms claro que aquel lugar en que se

    58[1] 1 Cor. 10.12

    59[2] Rom. 10.9

    60[3] Rom. 8.13-14

    61[4] 1 Cor. 12.11

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    dice: Yo har que andis en mis estatutos, y guardis mis preceptos, y los pongis por obra.62[5]Considerad con la debida atencin este pasaje de la Escritura, y advertiris cmo Dios prometehacer que se cumplan las cosas que l manda cumplir. Y, ciertamente, no pasa all en silencio laEscritura los mritos buenos, sino los malos; para demostrar por medio de aquellos cmo Diosretribuye bienes por males, pues l mismo hace que el hombre practique despus buenas obras,

    haciendo que se cumplan sus divinos mandamientos.***

    CAPTULO XIIQUE NADIE ES JUSTIFICADO EN VIRTUD DE

    LOS MERITOS FUTUROS

    23. Toda esta argumentacin, por la que venimos demostrando que la gracia de Dios,obtenida por medio de nuestro Seor Jesucristo, es verdadera gracia, es decir, que no se nos

    concede conforme a nuestros mritos, aunque est evidentsimamente confirmada con mltiplestestimonios de las divinas Escrituras; no obstante, tratndose de los adultos, que ya gozan del usodel libre albedro, tropieza con algunas dificultades para ser admitida por todos aquellos que, sino es atribuyndose a s mismos alguna cosa como propia, la cual puedan ofrecer a Diosprimeramente para que les sea retribuida, se consideran coartados en el diligente y celoso ejerci-cio de los actos de piedad. Mas cuando se trata de los prvulos y del nico Mediador entre Dios ylos hombres, Cristo Jess, carece totalmente de sentido la afirmacin de que los mritos precedena la gracia divina; porque ni aquellos pueden aventajarse unos a otros por ninguna clase demritos precedentes a la gracia del Libertador, ni este, siendo l tambin hombre, fue constituidoSalvador de los hombres por ningn mrito humano precedente.

    24. Porque quin tendr odos para tolerar el que se diga que los prvulos que muerenbautizados en la niez reciben el bautismo en virtud de la presciencia de sus mritos futuros, y,por tanto, que los que mueren sin ser bautizados en aquella misma edad es por la presciencia delos meritos futuros de sus malas obras, siendo as que no puede Dios recompensar su vida buenani castigar su vida mala, porque tanto una como otra son nulas? El Apstol ha fijado en estepunto un lmite, el cuallo dir en los trminos ms discretosno debe ser traspasado por latemeraria consideracin del hombre. Porque dice as: Porque es necesario que todos nosotroscomparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba segn lo que haya hechomientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.63[1]Lo que haya hechodice, y noaadi: de lo que habra de hacer.

    Mas de dnde hayan podido deducir estos hombres la interpretacin de que los mritosfuturos, que jams han de realizarse, en los prvulos sean premiados o castigados, es cosa queignoro. Y por qu se ha dicho que el hombre ser juzgado segn lo que hubiere hecho viviendoen el cuerpo, siendo as que muchas obras no se realizan por el cuerpo ni por miembro algunocorporal, sino solamente por el alma, y son a veces de tanta responsabilidad, que al solo

    62[5] Eze. 36.27

    63[1] 2 Cor. 5.10

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    pensamiento de ellas se debe justsimo castigo, como es, por no citar otros ejemplos, lo que diceel necio en su corazn: No hay Dios?64[2] Qu significa, pues, reciba segn lo que haya hechomientras estaba en el cuerpo, sino segn lo que hubiere hecho durante el tiempo que hubierevivido en el cuerpo, de suerte que por el cuerpo se entienda durante el tiempo del cuerpo?Porque despus de la muerte del cuerpo, nadie estar en el cuerpo si no es por la ltima

    resurreccin; no para adquirir ya mrito alguno, sino para recibir por los mritos buenos ga-lardn, o por los malos, penas.Mas durante este tiempo que media entre la sepultura del cuerpo y la resurreccin del

    mismo, las almas o son atormentadas o descansan en la otra vida, segn lo que hubieren me-recido durante su morada en el cuerpo. A este tiempo de la inhabitacin del alma en el cuerpopertenece tambin lo que los pelagianos niegan, pero la Iglesia de Cristo afirma, es a saber: elpecado original; el cual remitido por la gracia o no remitido por justo juicio de Dios, cuandomueren los nios, o bien por los mritos del bautismo, pasan del mal a gozar de los bieneseternos, o por los mritos del pecado original pasan de los males de esta vida a los de la otra. Tales la doctrina que la fe catlica ha llegado a conocer y lo que algunos herejes confiesan ya sinninguna oposicin.

    Pero el que alguno haya de ser juzgado no segn los mritos que haya adquirido viviendoen el cuerpo, sino segn los mritos que habra de adquirir si en el cuerpo hubiera vivido duranteuna mayor longevidad, es cosa que me llena de admiracin y asombro, y no hallo dnde hayanpodido fundar tal opinin hombres que, como se indica en vuestras cartas, son de un notableingenio; de ninguna manera me atrevera a creerlo si no tuviera por mayor audacia el dudar devuestra veracidad. Mas confo en el Seor que les habr de asistir con su ayuda, para que,corregidos, vean cuanto antes que los que llaman pecados futuros, si fuera verdad que Diospudiese por su juicio castigarlos justamente en aquellos que no han recibido el bautismo, tambinlo sera que en los que han sido bautizados podran ser remitidos por la gracia divina. Pues sialguno afirmare que Dios, como juez, slo puede castigar los pecados futuros, no pudiendo, encambio, perdonarlos como redentor, debe pensar cun grave injuria infiere a Dios y a su gracia:como si Dios pudiera tener presciencia del pecado futuro y no tuviera poder para perdonarlo. Siesto es absurdo, mucho ms lo ser el que Dios debiera socorrer con el bautismo, por el cual seborran los pecados, a los pecadores futuros que mueren en la niez, si stos hubieran vividodurante ms largo tiempo.

    ***

    CAPTULO XIIIEL BAUTISMO NO ES EFECTO DE LA PRESCIENCIA

    DE LOS MERITOS FUTUROS

    25. Por ventura replicarn que a los que hacen penitencia se les perdonan los pecados y, porconsiguiente, que los que mueren en la infancia sin el bautismo es porque Dios prev que, sihubieran vivido ms tiempo, no habran hecho penitencia; mas de los que mueren en aquellaedad bautizados, Dios tiene previsin de que habran hecho penitencia si hubieran vivido ms

    64[2] Sal. 14.1

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    tiempo. Si as discurren, deben advertir y considerar que en los nios que mueren sin el bautismono se castigara de esa manera solamente el pecado original, sino tambin los pecados futurosque cada uno hubiera cometido si Dios le hubiera conservado la vida; y, del mismo modo, a losbautizados no se les borrara solamente el pecado original, sino tambin los pecados futuros quehubieran cometido si Dios les hubiera conservado la vida. Pues ciertamente no podran pecar

    hasta una edad ms avanzada; pero en cuanto a unos, hay previsin de que habran hechopenitencia, y en cuanto a otros, de que no la habran hecho, y, por tanto, de que unos habran desalir de esta vida con el bautismo y otros sin el bautismo.

    Si tal doctrina se atreviesen a sostener los pelagianos, no se esforzaran tanto, despus denegar el pecado original, en buscar para los nios no s qu lugar bienaventurado en la otra vidafuera del reino de Dios, especialsimamente cuando son persuadidos de que no pueden poseer lavida eterna porque no han comido la carne ni bebido la sangre de Cristo y porque, en aquellos enquienes no existe pecado absolutamente ninguno, fuera falso o nulo el bautismo que se diera enremisin de los pecados. Pero dirn tal vez que el pecado original no existe; que los que muerenen la infancia son bautizados o no son bautizados segn la previsin que Dios tiene de susmritos futuros si vivieran; que, segn estos mritos futuros, reciben o no reciben los prvulos el

    cuerpo y sangre de Cristo, sin lo cual no pudieran tener la vida eterna; y, finalmente, que sonbautizados con verdadera remisin de los pecados, aunque no hereden ninguno de Adn, porquese les perdonan aquellos de los cuales Dios prev que habran hecho penitencia.

    As es como resolvern y defendern muy fcilmente su causa, negando la existencia delpecado original, mientras propugnan que no se da la gracia de Dios sino conforme a nuestrosmritos. Pero, como simplemente se comprende tambin, los mritos humanos futuros quejams habrn de realizarse, sin ningn gnero de duda, son nulos; por eso, ni los pelagianos hanpodido ni mucho menos estos hermanos han debido afirmar tal sentencia. Y as, me es imposibledescribir con cunto desagrado sufro que lo que vieron los mismos pelagianos como falssimo yabsurdsimo no lo hayan visto estos que, con nosotros y con la autoridad de la Iglesia catlica,condenan el error de aquellos herejes.

    ***

    CAPTULO XIVLOS PELAGIANOS, CONDENADOS POR LA ESCRITURA

    Y LA TRADICIN

    26. San Cipriano escribi un libro sobre La mortalidad, singularmente elogiado por todos o casitodos los amantes de las ciencias eclesisticas; en el cual asegura, en relacin con nuestra causa,que la muerte no slo no es intil, sino que debe considerarse, por el contrario, como beneficiosapara los fieles en la fe, porque los libra de los peligros de esta vida y los coloca definitivamenteen la seguridad de no pecar. Mas de qu les servira esta seguridad, si son tambin castigadoslos pecados futuros que no se han cometido? Pero el santo prueba all con muy copiosa yexcelente doctrina que en esta vida nunca faltan los peligros de pecar y que slo stos nopersistirn ms all de la muerte. Y es en este libro donde alega aquel testimonio de la Sabidura:Fue arrebatado para que la maldad no pervirtiera su inteligencia.65[1] Texto que, aducidotambin por m, lo han rechazado estos hermanos nuestros, segn vosotros me habis dicho, por

    65[1] Si. 4.11 (BJ)

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    no estar tomado de un libro cannico; como si, aun dejando aparte la autoridad de este libro, nofuera la cuestin que all trataba yo de demostrar suficientemente clara.

    Pues quin de entre los cristianos se atrevera a negar que el justo, cuando es arrebatadopor la muerte, encuentra en la otra vida su definitivo descanso? Qu hombre de sana fe juzgaralo contrario de quien as lo confesara? De igual modo, si se afirmase que el justo, abandonando

    la vida santa en que persever por largo tiempo y muriendo impamente, aunque no hubieravivido en la impiedad, no digo ya por todo un ao, pero ni siquiera por un solo da; si se afirmaseDigoque este tal habra de incurrir por esto en las penas debidas a los rprobos y que denada le servira su santidad pretrita, qu cristiano osara contradecir una verdad tan patente? Ysi, por lo mismo, se nos preguntase si este tal, de haber muerto cuando se hallaba en estado degracia, habra encontrado su feliz descanso en la otra vida o incurrido en las penas de losrprobos, dudaramos acaso responder que habra encontrado su feliz descanso? Pues sta estoda la razn por la cual se ha dicho, sea quien fuere quien lo haya dicho: Fue arrebatado paraque la maldad no pervirtiera su inteligencia. Pues esto se afirm atendiendo a los peligros de lavida presente y no a la presciencia de Dios, quien tena previsto lo que haba de suceder y no loque no haba de suceder; es decir, que Dios haba de galardonar al justo con una muerte

    prematura, para sustraerle a la inseguridad de las tentaciones, no para que pecase el que no habade permanecer en la tentacin.Acerca de esta vida, tambin se lee en el libro de Job: No est el hombre obligado a

    trabajar sobre la tierra?66[2] Mas por qu se concede a algunos el ser libertados de los peligrosde esta vida cuando estn en estado de gracia, y, en cambio, otros justos son conservados en losmismos peligros durante una vida ms provecta hasta que llegan a decaer de su estado desantidad? Quin conoci el pensamiento del Seor? Y, no obstante, por esto mismo se dejaentender tambin a los justos que, perseverando en la santidad de sus buenas y piadosascostumbres hasta una madura senectud y hasta el ltimo da de su vida, no se deben gloriar ensus propios mritos, sino en el Seor; porque quien arrebat al justo en su edad adolescente, paraque la malicia no pervirtiese su inteligencia, es el mismo que en cualquier otra edad, por largaque sea, le defiende para que la malicia no trastorne su entendimiento. Mas por qu razn hayaconservado Dios en esta vida al justo que al fin haba de sucumbir, y a quien habra podido sacarde ella antes de que sucumbiese, es cosa que pertenece a los justsimos e inescrutables juicios deDios.

    27. Siendo todo esto verdad, no ha debido ser rechazado este pasaje del libro de la Sabidura,que ha merecido leerse en la Iglesia catlica durante tantos aos con aprobacin de cuantos lohan ledo y ser escuchado con la veneracin que se debe a la autoridad divina, desde los obisposhasta los penitentes y los catecmenos, que eran considerados como los ltimos entre los fieleslaicos. Ciertamente, si, teniendo en cuenta los expositores de las divinas Escrituras que me hanprecedido, emprendiese yo ahora una defensa de esta doctrina, que con ms estudio y erudicinde lo que se acostumbra me veo obligado a propugnar en contra del nuevo error de lospelagianos, es decir, que la gracia de Dios no nos es dada conforme a nuestros mritos, sino quegratuitamente es dada a quien le es dadaporque no es del que quiere ni del que corre, sino deDios, que tiene misericordia, y por justo juicio de Dios no es dada a quien no le es dadaporque no hay injusticia en Dios; si, valindomerepitode los expositores catlicos de lasdivinas Escrituras que hasta el presente me han precedido, tomase yo la defensa de esta doctrina,

    66[2] Job 7.1 (BA)

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    sin duda, estos hermanos a favor de quienes ahora escribo quedaran plenamente satisfechos,pues as me lo habis indicado en vuestras cartas.

    Pero qu necesidad tenemos de analizar los escritos de aquellos autores que, antes deque naciese esta hereja, no se vieron precisados a tratar de resolver esta difcil cuestin? Sinduda que lo hubieran hecho si se hubiesen visto precisados a responder a tales dificultades. De

    aqu que slo en algunos pasajes de sus escritos tocaron esta materia, indicando breve eincidentalmente lo que sentan acerca de la gracia divina, detenindose, en cambio, de propsitoen defender aquellas cuestiones que entonces se debatan contra los enemigos de la Iglesia y enla exhortacin de aquellas virtudes por las que se tributa digno culto a Dios vivo y verdaderopara conseguir la verdadera y eterna felicidad. Por las frecuentes oraciones se manifestabasencillamente el valor de la gracia divina, pues no pidieran a Dios el que se cumpliesen las cosasque El ha mandado si por El no fuese concedido el que se pudieran cumplir.

    28. Pero aun los que desean instruirse con la doctrina de los expositores sagrados debenanteponer a stos el mismo libro de la Sabidura, en el cual se lee: Fue arrebatado para que lamaldad no pervirtiera su inteligencia; porque tambin los egregios expositores inmediatos a los

    tiempos apostlicos le prefirieron y, alegando su testimonio, creyeron alegar un testimoniodivino.Consta ciertamente cmo el muy bienaventurado San Cipriano, para ensalzar el beneficio

    de la muerte prematura, defendi en su disertacin que los que mueren, al salir de esta vida, enque se puede pecar, quedan libres de todo peligro de pecado. Y en el mismo libro dice entre otrascosas: Por qu no has de abrazar t el vivir con Cristo; el estar seguro de las promesas deCristo; el ser llamado a la compaa de Cristo, y no te has de gozar en verte libre de los lazos deldemonio? Y en otro lugar dice: Los nios por la muerte quedan libres de los peligros de laedad lasciva. Y en otro: Por qu no nos apresuramos y corremos para poder contemplarnuestra patria y saludar a nuestros familiares? Una multitud ingente de padres, hermanos e hijosqueridos nos aguarda all; una innumerable y apretada muchedumbre nos espera, segura ya de suinmortalidad y aun solcita de nuestra salvacin.

    Con estas y otras expresiones semejantes, que brillan con la esplendorossima luz de la fecatlica, nos demuestra aquel santo doctor que los peligros y tentaciones de pecar no deben dejarde temerse hasta la hora de abandonar este cuerpo; nadie despus sufrir ya tales peligros ytentaciones. Y aunque l no lo atestiguase, podra acaso algn cristiano abrigar alguna dudaacerca de esta verdad? Pues cmo a un hombre cado y que acaba mseramente su vida en talestado, incurriendo en las penas debidas a los que as mueren; comorepito-a este tal no lefuera sumamente beneficioso el que antes de sucumbir hubiese sido arrebatado por la muerte deeste lugar de tentaciones?

    29. Y, por tanto, si no nos mueve la pasin de una disputa demasiado indiscreta, bien puededarse aqu por terminada esta cuestin acerca del que fue arrebatado para que la maldad nopervirtiera su inteligencia. Ni tampoco, por consiguiente, este libro de la Sabidura, que hamerecido leerse durante tantos aos en la Iglesia de Cristo y en el que se lee esta sentencia, debesufrir un injurioso menosprecio, porque se opone a los que a s mismos se engaan,atribuyndose propios mritos, en contra de la gracia tan evidentemente manifiesta; la cual sedescubre de una manera especial en los prvulos, quienes, muriendo bautizados unos y no bau-tizados otros, revelan con toda claridad la misericordia y el justo juicio de Dios: la misericordiaciertamente gratuita y el justo juicio de Dios merecido.

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    Porque si fueran los hombres juzgados por los mritos de su vida futura, que no han podidoadquirir desde el momento en que fueron sorprendidos por la muerte, sino que los hubieranadquirido si viviesen, de nada le aprovechara esto al que fue arrebatado para que la maldad nopervirtiera su inteligencia; ni de nada les aprovechara tampoco a aquellos que mueren despusde haber cado en la culpa aunque hubiesen muerto antes. Mas esto ningn cristiano se atrevera

    a sostenerlo.Por todo lo cual, estos hermanos nuestros, que Juntamente con nosotros impugnan en prode la Iglesia catlica el pernicioso error de los pelagianos, no debieran favorecer tanto como lohacen esta opinin pelagiana, segn la cual piensan que la gracia nos es concedida conforme anuestros mritos; hasta tal punto, que intentanlo que de ningn modo les es lcitoanular elvalor de la sentencia plenamente verdadera y ya desde antiguo admitida como cristiana: fuearrebatado para que la maldad no pervirtiera su inteligencia, y tratan, en cambio, de establecer loque juzgaramos no ya digno de ser credo, pero ni siquiera imaginado por nadie, es decir, quetodo el que muere debe ser juzgado segn las obras que hubiera hecho si hubiera vivido mslargo tiempo.

    Queda, pues, as invenciblemente demostrada nuestra sentencia: que la gracia de Dios no

    nos es dada conforme a nuestros mritos, para que los doctos ingenios que contradicen estaverdad se vean en la precisin de confesar que aquellos errores deben ser rechazados por todoslos odos y por todos los entendimientos.

    ***

    CAPTULO XVJESUCRISTO, EJEMPLAR PERFECTO DE LA PREDESTINACIN

    30. El ms esclarecido ejemplar de la predestinacin y de la gracia es el mismo Salvador delmundo, mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jess; porque para llegar a serlo, con qumritos anteriores suyos, ya de obras, ya de fe, pudo contar la naturaleza humana, que en lreside?

    Yo ruego que se me responda: Aquella naturaleza humana que en una unidad de personafue asumida por el Verbo, coeterno al Padre, cmo mereci llegar a ser Hijo unignito de Dios?Precedi algn mrito a esta unin? Qu obr, qu crey o qu exigi previamente para llegara tan inefable y soberana dignidad? No fue acaso por la virtud y asuncin del mismo Verbocomo aquella humanidad, en cuanto empez a existir, empez a ser Hijo nico de Dios? Porventura no fue concebido el Hijo nico de Dios por aquella mujer que fue llena de gracia? Nonaci el Hijo nico de Dios por obra del Espritu Santo y de Mara virgen; no por concupiscenciade la carne, sino por gracia singular de Dios? Acaso se pudo temer que aquel hombre, por el usode su libre albedro, llegara a pecar con el transcurso del tiempo? Acaso careca de librevoluntad o no era sta en l tanto mas libre cuanto ms imposible era que estuviese sujeta alpecado? Todos estos dones y gracias singularmente admirables y otras muchas, si con verdadpuede decirse que son suyas propias, las recibi singularmente en aquel hombre esta nuestranaturaleza humana sin que precediese mrito alguno de su parte.

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    Responda aqu el hombre, si se atreve, a Dios y dgale: Por qu no soy yo tambin as? Ysi llegare a or esta reprensin: Oh hombre, quin eres t, para que alterques con Dios?,67[1] nian as se cohba, sino exclame con mayor impudencia: Qu es esto que oigo? Que quin erest?,oh hombre! Pues si soy lo que oigo, es decir, hombre, corno lo es tambin aquel de quienahora hablo, por que no he de ser yo lo mismo que l es? Por la gracia de Dios es l lo que es

    y tan perfecto. Mas por qu es tan diferente la gracia donde es igual la naturaleza? Puesciertamente para Dios no hay aceptacin de personas. Quin, no digo ya si es cristiano, pero niaun siendo demente, podra proferir tales insolencias?

    31. Manifistese ya, pues, a nosotros en el que es nuestro cabeza la misma fuente de lagracia, la cual se derrame por todos sus miembros segn la medida de cada uno. Tal es la gracia,por la cual se hace cristiano el hombre desde el momento en que comienza a creer; la misma porla cual el hombre unido al Verbo, desde el primer momento de su existencia, fue hechoJesucristo; del mismo Espritu Santo, de quien Cristo fue nacido, es ahora el hombre renacido;por el mismo Espritu Santo, por quien se verific que la naturaleza humana de Cristo estuvieraexenta de todo pecado, se nos concede a nosotros ahora la remisin de los pecados. Sin duda,

    Dios tuvo presciencia de que realizara todas estas cosas. Porque en esto consiste lapredestinacin de los santos, que tan soberanamente resplandece en el Santo de los santos.Quin podra negarla de cuantos entienden rectamente los orculos de la verdad? Pues el mismoSeor de la gloria, en cuanto que el Hijo de Dios se hizo hombre, sabemos que fue tambin pre-destinado. As lo proclama el Doctor de los Gentiles en el comienzo de sus Epstolas: Pablo,siervo de Jesucristo, llamado a ser apstol, aparatado para el evangelio de Dios, que l habaprometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro SeorJesucristo, que era del linaje de Israel segn la carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder,segn el Espritu de santidad, por la resurreccin de entre los muertos.68[2] Fue, por tanto,predestinado Jess para que el que deba ser hijo de David segn la carne fuese, no obstante, almismo tiempo Hijo de Dios poderoso segn el Espritu de santidad, porque naci del EsprituSanto y de Mara virgen.

    Tal fue aquella singular elevacin del hombre, realizada de manera inefable por el Verbodivino para que Jesucristo fuese llamado a la vez verdadera y propiamente Hijo de Dios e Hijodel hombre; Hijo del hombre, porque fue asumido el hombre, e Hijo de Dios, porque el Verbounignito le asumi en s, pues de otro modo no se creera en la Trinidad, sino en unacuaternidad de personas. As fue predestinada aquella humana naturaleza a tan grandiosa, excelsay sublime dignidad, que no fuera posible una mayor elevacin de ella, de igual manera que ladivinidad no pudo descender ni humillarse ms por nosotros que tomando nuestra naturaleza contodas sus debilidades hasta la muerte de cruz. Por tanto, as como ha sido predestinado aquelhombre singular para que l fuese nuestro cabeza, as tambin hemos sido predestinados otrosmuchos para que fusemos sus miembros.

    Enmudezcan, pues, aqu los mritos que ya perecieron en Adn y reine por siempre estagracia de Dios, que ya reina por medio de Jesucristo Seor nuestro, nico Hijo de Dios y nicoSeor. Y quien encontrare en Jesucristo, nuestro cabeza, los mritos que precedieron a susingular generacin, que investigue en nosotros, sus miembros, los mritos precedentes a tan

    67[1] Rom. 9.20

    68[2] Rom. 1.1-4

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    multiplicada regeneracin. Pues no le fue retribuida a Jesucristo la generacin, sino donada, paraque, libre de todo vnculo de pecado, naciese del Espritu Santo y de la Virgen. As tambin elque pudiramos nosotros renacer del agua y del Espritu Santo, no nos fue retribuido por mritoalguno, sino gratuitamente concedido; y si fue la fe la que nos acerc al lavamiento de laregeneracin,69[3] no por eso hemos de juzgar que antes diramos nosotros a Dios alguna cosa

    para que se nos retribuyese por ella aquella regeneracin saludable, pues el mismo que leconstituy Jesucristo para que creyramos en l es quien nos da la gracia de creer en l; y elmismo que hizo iniciador y conservador de la fe a Jesucristo es quien obra en nosotros elprincipio de la fe y el perfeccionamiento de ella en Jesucristo, pues de aquel modo es llamado,como sabis, en la Epstola a los Hebreos.

    ***

    CAPTULO XVI

    DOBLE VOCACIN DIVINA32. Para constituirles miembros de su predestinado Hijo unignito llama Dios a otros muchospredestinados hijos suyos, no con aquella vocacin con que fueron llamados los que no quisieronasistir a las bodasvocacin con que fueron tambin llamados los Judos, para quienesJesucristo crucificado fue un escndalo, y los Gentiles, para quienes fue una insensatez, sinocon aquella otra vocacin que distingui muy bien el Apstol cuando dijo que l predicaba, tantoa Judos como a Griegos, a Jesucristo, poder y sabidura de Dios. Pues a fin de distinguirlos delos no llamados, dice que predicaba para los llamados,70[1] teniendo en cuenta que hay unavocacin segura para aquellos que han sido llamados segn el designio de Dios, a los cuales Diosconoci en su presciencia para que se hiciesen conforme a la imagen de su Hijo. Significandoesta vocacin, dice tambin: No por las obras sino por el que llama, se le dijo: El mayor serviral menor.71[2] Dijo acaso: No por las obras, sino por el que cree? Totalmente neg tambineste mrito al hombre para atriburselo todo a Dios. Pues lo que dijo fue: sino por el que llama,no con una vocacin cualquiera, sino con aquella que da la fe al que cree.

    33. Y a esta misma vocacin se refera tambin cuando dijo que irrevocables son los dones yel llamamiento de Dios.72[3] Considerad por un momento lo que all se trataba. Porque habiendodicho antes: No quiero, hermanos, que ignoris este misterio, para que no seis arrogantes encuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que hayaentrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel ser salvo, como est escrito: Vendr deSion el Libertado, que apartar de Jacob la impiedad. Y este ser mi pacto con ellos, cuando yo

    69[3] Tito 3.4-5

    70[1] 1 Cor. 1.23-24

    71[2] Rom. 9.11-12

    72[3] Rom. 11.25-29

  • 8/7/2019 San Agustin Predestinacion

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    quite sus pecados. A lo cual aadi seguidamente estas palabras, dignas de meditarse con todaatencin: As que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto ala eleccin, son amados por causa de los padres.

    Qu significa: En cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros, sino que suodio, por el que fue crucificado Jesucristo, ha sido provechoso al Evangelio, como a todos

    nosotros est patente? Lo cual demuestra que esto sucede as por una disposicin de Dios, quehasta del mismo mal supo sacar el bien: no que a l le sirvan de algn provecho los que sonvasos de ira, sino que, sirvindose l bien de ellos, vienen a ser provechosos para los que sonvasos de misericordia. Qu cosa, pues, pudo decirse ms claramente que el haberse dicho: Encuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros?

    Est, por tanto, en la potestad de los malos el pecar; mas el que, cuando pecan, su maliciaobtenga tal o cual fin, no est en su potestad, sino en la de Dios, que divide las tinieblas y lasordena segn sus fines para que en lo mismo que ellas obran contra la voluntad de Dios no secumpla sino la voluntad de Dios.

    En los Hechos de los Apstoles leemos que, puestos stos en libertad por los Judos, sereunieron con los suyos, y, habindoles contado cuanto les haban dicho los sacerdotes y los

    ancianos, todos a una voz clamaron al Seor diciendo: Por qu se amotinan las gentes, y lospueblos piensan cosas vanas? Se reunieron los reyes de la tierra, y los prncipes se juntaron enuno contra el Seor, y contra su Cristo. Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad