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QUERIDO ERNESTO, Salvador Rodríguez Barrionuevo

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QUERIDO ERNESTO,

Salvador Rodríguez Barrionuevo

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Título Original: “Querido Ernesto” Autor: Salvador Rodríguez Barrionuevo SRB–Plaza de España, 11, bajo, 30201 Cartagena E-mail: [email protected] Diseño y maquetación: SRB DL: MU - 523-2013

Segunda edición

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Decía el Papa Juan Pablo II: “¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!”. "Quien deja entrar a Cristo, no pierde nada, absoluta-

mente nada de lo que hace la vida libre, bella y grande". "Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente los potenciales de la condición humana. Sólo con esta amistad experi-mentamos lo que es bello y lo que nos libera”

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INTRODUCCIÓN

¿Realmente es así?

Hace tan sólo cincuenta años en todo el mundo se hablaba otro “idioma”. Se hablaba de Dios, se creía en Dios, y nadie se mofaba de las cosas divinas.

Actualmente parece que todo lo espiritual “debe”

quedar en segundo plano, o “debe” ser olvidado, o en el peor de los casos “debe” ser durísimamente combatido.

Sin embargo, el cristianismo que camina por la his-toria en silencio, sin imponer nada, y predicando sola-mente el discurso del amor y de la paz, siempre preva-lecerá sobre estas “tendencias”. Durante siglos ha sido así.

El cristianismo tiene su base en Jesucristo, Hijo de

Dios. Acerca de Dios y de su Hijo Jesucristo, los cristianos lo sabemos todo, porque Él se ha ocupado de que no nos falte “información”.

Disponemos de la Palabra de Dios transmitida de viva voz por los Apóstoles de la Iglesia, por los miembros de la Iglesia: La Tradición Divina.

Disponemos de las Sagradas Escrituras, la Palabra de Dios escrita: La Revelación Divina. Un libro escrito por Dios para nosotros, y que nosotros apenas leemos.

Unas comunicaciones orales inspiradas por Dios

también para nosotros, y que nos vienen siendo expli-cadas desde antiguo. Un apostolado, hecho por los apóstoles de antes y los de ahora, y que nosotros acep-tamos ocasionalmente.

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—pues querido Ernesto, con estas premisas, seguramen-te tenemos lo que nos merecemos.

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LAS SAGRADAS ESCRITURAS

La Santa Biblia es ante todo la Palabra de Dios escri-

ta.

Dios nos cuenta la historia, su inmensa historia de amor y misericordia con el hombre. Un ser especial, un ser hecho a su imagen y semejanza, un ser que Dios crea utilizando barro, haciéndole partícipe de su Espíritu, y que vive en armonía con Él. Después surge una deslealtad, una tremenda deslealtad, un acto de soberbia del hombre con su Creador. Se rompe la situación de armonía inicial, y el hombre es expulsado del Paraíso.

La historia, ya en el destierro, sigue con un cúmulo de deslealtades. El hombre se multiplica, pero "al ver el Señor que la maldad de los hombres sobre la tierra era muy grande", decide destruirlo todo, incluido al hombre. “Todo lo exterminaré, pues me pesa haberlos hecho" dice el Señor; pero entonces aparece Noé..., y todo queda en el Diluvio Universal.

Después de Noé, con el paso del tiempo, aparecen los "pueblos de la tierra" y el episodio de la torre de Babel. Entonces el Señor, decide elegir un pueblo, su “pueblo” “el pueblo de Dios", "el pueblo israelita”.

Abraham es elegido como primer patriarca de este pueblo israelita. Desde Abraham hasta el nacimiento de Jesús, pasaran dos mil años, veinte siglos. Curiosamente

los veinte siglos que han transcurrido desde el nacimiento de Jesús hasta hoy.

Toda la historia del pueblo israelita inicialmente la escribe el Señor, en el Pentateuco: (Génesis, Éxodo, Le-vítico, Números y Deuteronomio).

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Siguen después los llamados "Libros históricos y narrativos”: Josué, Jueces, Rut, Libros de Samuel, Libros de los Reyes, Libros de las Crónicas, Esdras, Nehemías, Tobías, Judit, Ester, Libros de los Macabeos.

Los "Libros Proféticos" completan a los anteriores, pero introducen todo el matiz espiritual de la historia de este "pueblo de Dios".

La sabiduría, —increíble sabiduría— de este pueblo

queda plasmada en los "Libros sapienciales y poéticos". ¡Qué gran tesoro intelectual el de éstos libros!

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Nace Jesús en Belén de Judá y la historia se detiene. El tiempo se detiene. Atrás, muy lejos quedaron Moisés, Josué, Salomón, David y todos los profetas.

El Señor Dios, nos manda a su Hijo, a Dios Hijo, y la historia cambia para siempre. Se termina el Antiguo

Testamento, y el Señor Dios empieza a escribir para nosotros el Nuevo Testamento. Ahora el "pueblo de Dios", no es sólo el pueblo israelita sino que incluye ade-más a todos los pueblos de la tierra.

El Nuevo Testamento: Los Evangelios, Los Hechos de los Apóstoles, Las Cartas de San Pablo, Las Cartas de los Apóstoles, El Apocalipsis, los escribe el Señor rápida-mente. Tan solo en unos años.

Después la historia sigue. La escribe el mismo Dios

Padre, pero el protagonista sigue siendo Jesús, la Iglesia de Jesús, los apóstoles de la Iglesia de Jesús, y nosotros…

También nosotros Ernesto.

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ANTIGUO TESTAMENTO

(Pentateuco)

Libro del Génesis

"Al principio creó Dios el Cielo y la tierra".

Posteriormente dijo Dios: "Hagamos al hombre a

nuestra imagen y semejanza". El Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, le insufló un hálito de vida, y así el hombre llegó a ser un ser viviente.

El Señor plantó un jardín en Edén, al oriente, y en él puso al hombre que había formado, para que lo cultivase y lo guardase. En este Paraíso había toda clase de árbo-les agradables a la vista y apetitosos para comer, y también el "árbol de la vida" en medio del jardín, y el “árbol de la ciencia del bien y del mal”.

El Señor Dios, dio al hombre este mandato: “Puedes

comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día en que comas, ciertamente morirás.

Posteriormente hizo caer sobre el hombre un sueño profundo, y mientras dormía le quitó una de sus costillas, poniendo carne en su lugar. De la costilla, tomada del hombre, Dios formó a la mujer y se la presentó al hom-bre, el cual exclamó: "Ésta sí que es hueso de mis huesos

y carne de mi carne; ésta será llamada hembra, porque ha sido tomada del hombre".

Los dos estaban desnudos, el hombre y la mujer, sin avergonzarse el uno del otro.

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Surge la tentación por vía de la serpiente, y ambos comen del fruto. Inmediatamente se abrieron sus ojos y se dieron cuenta que estaban desnudos.

Oyeron después los pasos del Señor Dios que se paseaba por el jardín a la brisa de la tarde, y el hombre y su mujer se escondieron. El Señor Dios llamo al hombre y le dijo:

—"¿Dónde estás?". El hombre le dijo: —Oí tus pasos por el jardín, me entró miedo porque estaba desnudo, y me escondí. El Señor Dios prosiguió: — ¿No habrás co-mido del árbol que te prohibí comer? El hombre respondió: —La mujer que me diste por compañera me

dio del árbol y comí.

Entonces el Señor Dios le dijo a la mujer: Multiplicaré los trabajos de tus preñeces. Con dolor pari-rás a tus hijos; tu deseo te arrastrará hacia tu marido, que te dominará. Al hombre le dijo:

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—por haber hecho caso a tu mujer, y por haber comido del árbol prohibido, maldita sea la tierra por tu culpa. Con trabajo sacarás de ella tu alimento todo el tiempo de tu vida. Ella te dará espinas y cardos, y comerás la hierba de los campos. Con el sudor de tu fren-te comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste sacado; porque polvo eres y en polvo te has de convertir.

El Señor les expulsó y puso delante del jardín de

Edén a los querubines y la llama de la espada flameante, para guardar el camino del "árbol de la vida". El Señor Dios hizo al hombre y a su mujer unas túnicas de piel y los vistió. En tres capítulos —por cierto no muy largos— se relata en el Génesis toda la creación y todo el drama del pecado original.

Sale el hombre del Paraíso.

Desde Adán hasta Noé, el hombre es vencido una y

otra vez por sus bajos instintos y sus pasiones. Queda sujeto a la ley moral natural. Evidentemente toda la descendencia de Adán y Eva se dejaron llevar no por la ley divina natural, sino por la ley del pecado.

Podemos leer en Gen. 6,5-9, que “al ver el Señor que la maldad de los hombres sobre la tierra era muy grande y que siempre estaban pensando en hacer el mal, se arrepintió de haber creado al hombre sobre la tierra, y con gran dolor dijo: "Exterminaré de la superficie de la tierra al hombre que he creado, hombres y animales,

reptiles y aves del cielo, todo lo exterminaré pues me pesa haberlos hecho".

Pero Dios encontró a Noé, único hombre justo, y le dijo:

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—"He decidido acabar con todo ser viviente porque la tierra está llena de violencia por culpa de los hombres. Voy a exterminarlos a todos juntamente con la tierra”.

—"Hazte un arca de maderas resinosas, divídela en compartimentos y calafatéala con pez por dentro y por fuera. Noé hizo todo lo que Dios le había mandado. El Señor dijo a Noé: —"Entra en el arca tú con toda tu familia, porque tú eres el único hombre justo que he encontrado en esta generación. De todos los animales

puros toma siete parejas, macho y hembra, y de los impuros sólo una pareja, macho y hembra”.

—y la lluvia cayó sobre la tierra por espacio de cuarenta días y cuarenta noches y todos los seres vivos perecieron. Pasado el diluvio Noé levantó un altar al Señor y tomando de todos los animales puros y todas las aves puras, ofreció un holocausto.

El señor aspiró el perfume y dijo:

—"No maldeciré más la tierra. Mientras dure la tie-rra, sementera y cosecha, frío y calor, verano e invierno, día y noche, no cesaran jamás. Ningún ser vivo volverá a ser exterminado por las aguas del diluvio”

Yo pondré mi arco iris en las nubes y él será la se-ñal de mi alianza entre mí y la tierra.

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A partir de Noé y su descendencia, fueron apareciendo los “pueblos de la tierra”

Quiso entonces el Señor —después del episodio de la Torre de Babel— elegir un pueblo de entre los pueblos y

hacerlo suyo, su pueblo, "el pueblo de Dios". Nuevamente el Señor elige un hombre de entre los hombres. Esta vez el hombre elegido es Abrahán.

Le dice el Señor:

—"Sal de la tierra de tu padre y vete al país que yo te indicaré. Yo haré de ti un gran pueblo. Te bendeciré y engrandeceré tu nombre".

—"Tú serás una bendición. Yo bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan". "Por ti serán bendecidas todas las comunidades de la tierra"

—y Abrahán partió como le había dicho el Señor. Abrahán tenia setenta y cinco años cuando salió de Jaran.

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Tomó consigo a Saray, su mujer, y a Lot su sobrino, con todas las cosas que poseía y los esclavos adquiridos en Jará, y se pusieron camino de la tierra de Canaán.

Pasan los años. Se suceden los episodios de la estancia en Egipto, su regreso a Palestina, la batalla de los cuatro Reyes, su encuentro con Melquisedec, y fina-lmente el Señor establece un pacto con Abrahán en una visión:

—"No temas Abrahán, yo soy tu escudo. Tu recom-pensa será muy grande", le dice el Señor. —"Señor Dios, ¿qué me vas a dar?” le contesta Abra-hán. "Yo estoy ya para morir sin hijos".

Sin embargo le dice el Señor: "Tú llegaras a ser padre de una multitud de pueblos. Te multiplicaré inmen-samente. Yo seré tu Dios y el de tu descendencia; des-pués de ti yo seré vuestro Dios". "Todos los varones serán

circuncidados". Circuncidareis vuestro prepucio, y ésta será la señal del pacto entro yo y vosotros". —"A tu mujer Sara, yo la bendeciré, y te haré tener de ella un hijo. Yo la bendeciré, y de ella nacerán pueblos y saldrán Reyes." De éste modo Abrahán, sería el primer patriarca, y la circuncisión marcaría para siempre al pue-blo israelita.

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Pero antes quiso Dios probar a Abrahán: "Toma a tu hijo al que tanto amas —Isaac—; vete al país de Moria y ofrécemelo allí en holocausto en un monte que yo te indicaré.

"Abrahán tomó la leña del holocausto y la puso sobre el hombro de su hijo Isaac". "!Padre!", dijo Isaac.

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Abrahán respondió: "¿Qué quieres hijo mío?". "Lleva-mos el fuego y la leña; pero, ¿dónde está el cordero para el holocausto?"

Cuando llegaron al lugar que Dios le había indicado,

Abrahán levantó un altar; preparó la leña, ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar encima de la leña.

Luego tomo el cuchillo para sacrificar a su hijo...

En diecinueve versículos, capítulo 22, del Génesis se describe en la Biblia la historia de amor más grande y más dramática que jamás pueda existir entre un hombre y su Dios.

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Ese día y en ese momento Dios valora al hombre. Dios se alegra de ser el Creador de una criatura capaz de sacrificar a su propio hijo por Él y para Él.

Este episodio del Antiguo Testamento, como puede

verse es un auténtico anticipo de lo que sucederá veinte siglos después. Dios Hijo, emulando a Isaac, será real-mente sacrificado y su sacrificio servirá para la Salvación de toda la humanidad.

—No quiso el Señor aceptar el sacrificio de Isaac.

El ángel del Señor dijo: "Juro por mí mismo , pala-bra del Señor, que por haber hecho esto y no haberme negado a tu hijo, te colmaré de bendiciones y multi-plicaré tanto tu descendencia , que será como las estrellas del cielo, y como la arena que hay en la otra orilla del mar". "Por tu descendencia serán benditas todas las naciones de la tierra, porque obedeciste mi voz".

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Muere Abraham, y le sucede su hijo Isaac. Isaac, como es sabido tiene dos hijos gemelos: "Salió el primero, rubio y todo él velludo como una pelliza, y le llamaron Esaú. Enseguida salió su hermano, con la mano agarra-da al talón de Esaú, y le llamaron Jacob”

La historia de Esaú y Jacob la puedes leer en Gen.25 -30. Es muy bonita.

Después viene el episodio de la lucha de Jacob con Dios, donde Jacob queda cojo, y Dios le dice: "tu nombre ya no será Jacob, sino Israel, porque te has peleado con Dios y con los hombres, y has vencido".

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Jacob, tuvo varios hijos, y entre ellos José, al que su padre amaba más que a los otros. Recordaras, como José es vendido por sus hermanos, y termina en Egipto.

Sigue el libro con toda la historia de José en Egipto, el reencuentro de Jacob con su amado hijo José, y la ben-dición final de Jacob a todos sus hijos, su muerte y entierro en Hebrón. —y de este modo termina el Génesis.

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Pentateuco: (cont.)

Éxodo, Levítico, Números, y Deuteronomio.

Estos cuatro libros, bien pudieran llamarse los libros de Moisés, pues él es el protagonista de los cuatro. Seguimos el curso de la historia y nos detenemos en la

fase en que el pueblo de Israel por diferentes motivos se encuentra establecido en Egipto en la época de José.

En aquella generación, incluso después de la muerte de José y de sus hermanos, la población israelita se multiplica sobremanera, y llega a ser tan numerosa, que llenaría toda aquella región. El faraón, a la vista de esta situación, decide oprimir y exterminar a todos los israe-litas, y entonces opta por matar a todos los niños hebreos nacidos varones.

Estamos ya en el año 1300 a.C.

Una vez más el Señor Dios, elige un hombre, un "elegido". Se tratar de buscar un gran caudillo, que lidere su pueblo de la opresión, y que le conduzca a la tierra prometida.

—y nace Moisés. La historia de Moisés seguro que la conoces: recién nacido, su madre, al ver que era un niño muy hermoso, lo tuvo escondido por espacio de tres

meses.

Como ya no podía ocultarlo más, tomó una cestilla de papiro, la calafateó con betún y pez, puso en ella al niño, y la dejó entre los juncos de la orilla del río. La hija del faraón que bajo a bañarse, encontró la cesta, la abrió y encontró al niño que estaba llorando.

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Sin saberlo encargó a su misma madre que lo criase, hasta que fuese mayor. Cuando se hizo grande, la mujer se lo llevo a la hija del faraón, que lo adoptó como hijo.

La posterior historia de Moisés (Ex. 3-11), seguro que la conoces bien. También la de su bastón prodigioso. Lo mismo que las nueve plagas con las que Dios castiga a Egipto por su maldad con los israelitas.

Seguro que también recuerdas lo sucedido en la

décima plaga. El relato y el recuerdo de lo sucedido aque-lla noche terminan siendo para siempre la pascua de los israelitas. (Ex.12, 21-32).

Inmediatamente después se inicia la salida de Egipto de todo el pueblo israelita y el milagro del paso del Mar Rojo.

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Llegamos así a la marcha de los israelitas a través del desierto.

¡He aquí el gran prodigio! Dios Padre, decide

acompañar a su pueblo en esta travesía. Durante 40-50 años, desde el año 1250 a.C, hasta el 1200 a.C, en que los israelitas llegan a la ribera del Jordán, Dios Padre convive con su pueblo.

¡El Señor Dios convive con el pueblo de Dios!

Sin embargo, muy pronto aparecen no sólo muestras

de rebeldía sino también de desconfianza hacia Él. Inten-tan incluso suplantarle. La criatura humana en aquél entonces sólo dispone como medio de acercamiento, obediencia y fidelidad a su Dios, la Ley Moral Natural. Por esta Ley el hombre participa de la bondad y sabiduría de su creador, pero seguramente es insuficiente.

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Esta ley confiere al hombre el dominio de sus actos, y la capacidad de gobernarse hacia la verdad y en el bien, pero Dios Padre comprueba que todo esto no funciona. Este pueblo además le obsequia con toda clase de deslealtades.

Por eso, a los tres meses de la salida de Egipto, "el Señor bajó al monte Sinaí y entre el humo de la montaña, truenos y relámpagos, el pueblo de Israel, congregado al pié de la montaña por Moisés, escucha las palabras de Dios Padre, palabras que compondrán Su Decálogo, Su Alianza”.

El Señor Dios dijo a Moisés: "sube a la montaña y

estate allí. Yo te daré unas tablas de piedra con la Ley y los mandamientos que he escrito para instruirlos".

Después el Señor Dios dijo: —"me harán un santua-rio y habitaré en medio de ellos". Para ello, en las afueras

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del campamento, y en cada etapa, los israelitas instala-ban un santuario: la llamada "tienda de la reunión" o "tienda del encuentro".

Esta nueva Ley, "La Ley de la Antigua Alianza", llamada también "La Ley del Sinaí" es la ley en la cual, como dice San Agustín, Dios escribió en tablas lo que los hombres no leían en sus corazones.

La Presencia de Dios Padre durante esta travesía se

traducía en una columna en forma de "nube" que les servía de guía durante el día, y que durante la noche se convertía en una columna de fuego. Cada vez que la columna se ponía en movimiento el campamento se ponía en movimiento. Cuando se detenían, la nube des-cendía y se paraba a la entrada de la "tienda de la reunión”.

—y podemos leer con gran asombro en el Éxodo, que en este lugar sagrado Dios hablaba a Moisés. "El Señor

hablaba a Moisés cara a cara, como se habla entre amigos " (Ex.33. 11).

Cada vez que Moisés entraba en presencia del Señor para hablar con Él, la tez de su cara se volvía radiante. Los israelitas dirigían su mirada a la cara de Moisés y veían su piel radiante. Moisés entonces se ponía un velo en su cara.

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Al llegar a este punto, la imaginación se detiene. No

parece realidad lo que se lee: "El Señor hablaba a Moisés cara a cara, como se habla entre amigos" y cuando Moisés salía se tenía que cubrir la cara con un velo por el intenso resplandor de su rostro.

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Bien, pues a pesar de todas estas maravillas, este pueblo obsequia al Señor con toda clase de deslealtades. Ade-más, las quejas y las murmuraciones se presentan una y otra vez.

De estos cuatro libros, quizás convendría resaltar tres relatos puntuales que sobresalen sobre los demás:

Cuando el pueblo pide pan para comer, y el Señor les obsequia con el maná, que podrían recoger a

diario al amanecer.

Cuando el Señor dice a Moisés: “Envía a algunos hombres a explorar la tierra de Canaán, que voy a dar a los israelitas".

El tercer relato se describe tanto el Éxodo como en

Números. Es el episodio de la roca de Horeb en Éxodo o el de las aguas de Meriba en Números.

—El episodio del maná que caía en forma de lluvia, es

sobradamente conocido.

—En el relato del segundo episodio leemos que el Señor dice a Moisés: "Envía a algunos hombres a explorar la tierra de Canaán, que voy a dar a los israelitas".

Como es sabido los exploradores, a su regreso, ex-ponen un relato pesimista, falso, hablando de una tierra que efectivamente mana leche y miel, —incluso traen sus

frutos— pero que sin embargo tendría habitantes muy potentes y fortificados, de gran estatura, incluyendo algunos gigantes imposibles de vencer... El pueblo al oír este relato entra una vez más en clara rebelión.

El Señor entra en cólera y dice a Moisés: —"¿Hasta cuando me despreciará este pueblo?”

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—"¿Hasta cuando me negará la fe, después de todos los prodigios que en medio de ellos he hecho?” “¿Hasta cuán-do tendré que soportar a esta comunidad perversa que murmura contra mí?”

Diles que, "en este desierto quedarán sus cadáveres, los cadáveres de todos los que fuisteis alistados de veinte años para arriba. Os juro que no entrareis en la tierra en la que mano en alto había jurado estableceros, excepto Calef, hijo de Jefone y Josué hijo de Nun."

"Vuestros hijos andarán por el desierto durante

cuarenta años llevando sobre sí vuestras rebeldías, hasta que vuestros cadáveres se consuman en él”

"Durante cuarenta años sufriréis el peso de vuestra iniquidad, correspondiente a los cuarenta días que em-pleasteis en explorar la tierra prometida; un año por día". Durísimo castigo del Señor.

—El tercer hecho significativo, se describe tanto el Éxodo como en Números. Es el episodio de la roca de Horeb en Éxodo o el de las aguas de Meriba en Números. A saber:

"Los israelitas llegaron al desierto de Sin. No había agua para la comunidad y el pueblo se amotinó: ¿Por qué habéis traído al pueblo del Señor a este desierto, para que muramos nosotros y nuestro ganado? ¿Para qué nos sacasteis de Egipto y nos trajisteis a este lugar maldito? Un lugar en el que no se puede sembrar nada y donde ni

siquiera hay agua para beber".

Moisés y Aarón, ante esta situación, se apartaron de la multitud marcharon hacia la entrada de la tienda y allí se les apareció la gloria del Señor. El Señor dijo a Moisés: "Toma el bastón y reúne a la multitud junto a ti y tu hermano Aarón delante de la roca de Horeb.

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Delante de todos ordena a la roca que dé agua, y de la roca brotará agua para dar de beber a la multitud y a sus ganados".

Moisés les dijo:"¡Oíd rebeldes!: ¿Podremos nosotros

hacer brotar agua de ésta roca? y alzando el brazo hirió por dos veces la roca con el bastón, y brotaron de ella aguas en abundancia y bebió la multitud y sus ganados".

—pero, algo no agradó al Señor.

Sea la frase en interrogante: “¿podremos nosotros

hacer brotar el agua de ésta roca?”, o bien, el hecho de golpear la roca con el bastón dos veces, como si dudara... El hecho es que el Señor dijo a Moisés y Aarón: “por no haber creído en mí, manifestando mi santidad delante de los israelitas, no llevareis vosotros a este pueblo a la tierra que yo les doy”.

— y así sucedió. Cumplidos los cuarenta años, finalmente los israelitas —la nueva generación— alcanzan la tierra prometida y se encuentran a la vista del Jordán.

El Señor dijo entonces a Moisés:

—"Sube al monte Nebo en tierra de Moab, enfrente de Jericó y contempla la tierra de Canaán, que voy a dar en propiedad a los israelitas. Una vez que subas a la montaña morirás e irás a reunirte con tus padres, como Aarón tu hermano que murió en Hor de la montaña.

(Deut 32,48).

Moisés, siervo de Dios, murió allí, en la tierra de Moab, como lo había dispuesto el Señor. El Señor lo ente-rró en el valle, en la tierra de Moab,

—y nadie hasta hoy conoce su tumba.

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ANTIGUO TESTAMENTO (Cont.)

Libros Históricos y Narrativos

(Desde Josué, hasta Jesús)

En el año 1.200 a.C, los israelitas, al mando de Josué entran en Palestina. Deberán transcurrir 1.200 años hasta

que Jesús nazca en Belén.

Queda sin embargo, después de leer la historia de Moisés, una extraña sensación, consecuencia de mezclar, el inmenso amor del Señor Dios con su pueblo, con el que hace un prodigio tras otro, y el enfado del Señor, la furia del Señor, con éste mismo pueblo, al que condena a quedar, (desde la generación de veinte años hacia arriba), para siempre, en el desierto.

Inmensa tristeza la del Señor Dios con su profeta Moisés, con el que hablaba a diario cara a cara, pero al que sólo deja ver la tierra prometida. Conmueve intensamente, imaginar al Señor Dios, enterrando a su siervo Moisés en el valle de Moab.

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Ya sólo faltan doce siglos para que nazca Jesús. En estos doce siglos el Señor Dios de una forma u otra sigue ocupándose de su pueblo.

En la Biblia podemos encontrar dieciséis libros, que se ocupan de relatar toda la historia de los israelitas. Es una historia larga y apasionante, donde una y otra vez Dios Padre, interviene directa a indirectamente buscando casi siempre un hombre emblemático, un hombre al que Dios elige para encomendarle un determinada misión.

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De estos dieciséis libros, "Libros históricos y narra-tivos", haremos un discreto resumen: Josué

El libro de Josué narra la conquista y distribución de la tierra prometida. La figura central de ésta historia es Josué, elegido por el Señor como sucesor de Moisés. En todo el libro el Señor se comunica una y otra vez con Josué o con el pueblo de Israel, pero ya no es "cara a

cara", como anteriormente. Jueces

En Jueces podemos leer todo el periodo que transcurre desde la entrada en Palestina hasta la instau-ración de la monarquía. En este libro está incluida de modo relevante la historia de Sansón.

Libro primero y segundo de Samuel.

Samuel fue el último gran juez y salvador de Israel. Después de él, se inicia la monarquía siendo los primeros reyes Saúl y David. Preciosa historia la de Saúl y verda-deramente apasionante la de David y su famosa onda. (Si algún día tienes tiempo abre la Biblia por "Samuel", y léete la historia de ambos.)

Libro primero y segundo de los Reyes

Estamos en el año 1000 antes de Jesucristo. En estos libros se describen los acontecimientos de los últimos años de David y toda la historia del reino de Salomón.

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¡El gran rey Salomón! En este tiempo se construye el templo en Jerusalén y finalmente se describe la historia de los reinos de Israel y de Judá.

Incluida en éstos libros empieza a tomar relevancia la figura de los profetas que comparten protagonismo con la de los reyes. Destacan tres profetas por el papel que jugaron en la historia de Israel y de Judá: Elías, Eliseo, e Isaías. Es muy recomendable la lectura de Elías en Re I 17, 18, 19. y en Re II. 1, 2.

A Elías lo volveremos a encontrar en el Evangelio, en

la transfiguración de Jesús: “junto a Él, estaban Moisés y Elías". Al final de estos libros podemos leer cómo Jerusalén es tomada por Nabucodonosor, el templo es saqueado y destruido, y el pueblo judío es deportado a Babilonia. Libro primero y segundo de las Crónicas

Se trata ahora de dos libros muy documentados, con

un vasto panorama histórico pues abarcan desde los orígenes del hombre hasta los tiempos del destierro de Babilonia.

Aquí se reproducen toda serie de documentos y men-cionan muchas veces las fuentes de donde se obtienen. Esdras - Nehemías.

En estos libros leemos el retorno a Jerusalén de los

judíos desterrados en Babilonia, cincuenta años más tarde de su deportación, cuando el rey persa Ciro el Grande conquista Babilonia.

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Macabeos I y II En estos dos libros se describe la historia de Israel en tiempos de Alejandro Magno, que conquista Palestina en el año 332 antes de Cristo. Los libros de Rut, Tobías, Judit, y Ester

Estos libros —cada uno de ellos más interesante que

el anterior— se incluyen en los libros históricos, pues su contenido está en el contexto de la historia de Israel. Son libros cortos y su lectura es muy amena.

Cuando tengas tiempo léete la historia de Tobías, con San Rafael como telón de fondo. Es una de lecturas más bonitas del Antiguo Testamento.

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Llegamos al año 200 a. de C. y los romanos entran

en la escena política.

—pero la descendencia de David sigue su curso y lentamente nos acercamos al nacimiento de Jesús.

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ANTIGUO TESTAMENTO (Cont.)

Libros Proféticos

Llegado a éste punto, nos podemos preguntar: ¿Cómo fue la relación de Dios Padre con su pueblo en estos doce siglos? La respuesta es muy sencilla. En la Biblia hay dieciséis libros para explicarlo: Son los Libros Proféticos

Mientras los humanos, y especialmente los israelitas,

consumían los años y los siglos escribiendo su particular y desastrosa historia, el Señor Dios decide escribir la palabra "esperanza" en el corazón de los hombres, y aparecen los “profetas".

Un profeta es un hombre. Un "llamado". Un hombre que ha recibido de Dios una misión, y que es en realidad un instrumento manejado por Dios. El profeta es la voz

de Dios. Dice lo que Él dice.

El profeta actúa tanto de palabra como de acción, o con gestos o acciones simbólicas. Los dichos o acciones de los profetas, son escritos en los libros por sus discípulos o sus contemporáneos. Estos escritos son las "profecías".

Estas profecías son el contenido de los llamados “Libros Proféticos". El primer profeta fue seguramente

Abraham, y el segundo posiblemente Moisés.

Moisés fue llamado por Dios para una gran misión. Después Dios fue llamando a otros hombres que actuaron como profetas. Recordemos a Elías, Eliseo etc. Ahora, Dios se sirve otra vez de los profetas para ir anunciando sus nuevas intenciones.

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Casi ocho siglos de profecías, hasta el nacimiento de Jesucristo por medio de: Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel —profetas mayores—; o por orden cronológico: Amos, Osea, Miqueas, Sofonías, Nahum, Baruc, Habacuc, Ageo, Zacarías, Malaquías, Joel, Abadías, Jonás, sirvieron para ir escribiendo la palabra "esperanza", la palabra “salvación", en todos y cada uno de los componentes del pueblo de Dios. Lo oyeron, lo leyeron, lo supieron.

Ochocientos años de profecías anunciando la espe-

ranza. Ochocientos años anunciándoles la intención de Dios de salvarlos con su Hijo, y después: escribieron el drama más triste de la historia.

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Cada profeta tiene su propio libro. Es curioso y llama la atención el lenguaje especialmente singular de Dios, por boca de sus profetas, para anunciar la venida de un

Mesías portador de la salvación.

A modo de ejemplo podemos transcribir una de las visiones proféticas de Daniel (7,9-14), realmente impre-sionante, no sólo por su contenido sino por lo que pre-dice: "Yo seguía observando: se instalaron unos tronos y un anciano se sentó. Sus vestiduras eran blancas como la nieve;

como la lana pura el cabello de su cabeza; su trono era de llamas, con ruedas de fuego ardiente. Un río de fuego manaba y salía delante de él. Miles de millares le servían,

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millones y millones estaban de pié en su presencia. El tribunal se sentó y los libros se abrieron. Yo seguía contemplando en mis visiones nocturnas: En las nubes del cielo venía como un hijo de hombre, se dirigió hacia el anciano y se presentó ante él. Se le dio poder.

gloria e imperio, y todos los pueblos, naciones y lenguas le servían. Su poder era un poder eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás.

Este es uno de los ejemplos de los dieciséis libros de profecías, que anunciaban la esperanza en una vida

nueva. Una vida lo más parecida a la "original”, a la de nuestros primeros padres, a la del "principio”...

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ANTIGUO TESTAMENTO (Cont.)

LA SABIDURÍA: Libros sapienciales y poéticos

Antes de terminar el Antiguo Testamento, es obligada una referencia a los Libros Sapienciales y Poéticos. Hemos podido leer la larga y meticulosa historia del "pueblo de Dios" en el Pentateuco y en los Libros his-tóricos y narrativos.

Sin embargo lo más sublime del Antiguo Testamento, son éstos libros. Posiblemente la mente humana, no vol-verá a escribir y describir la sabiduría como en los libros:

Proverbios. Salmos Qohélet o Libro de Salomón Libro de la sabiduría

Libro de Job Cantar de los Cantares El Eclesiástico ( "Sirácida”).

Es la poesía de Dios Padre. Es la sabiduría de Dios

Padre la que está escrita en esos libros. La lectura de estos libros es realmente conmovedora.

La sabiduría, es una palabra que nace en éstos libros. Pocas lecturas pueden compararse en contenido con lo

que aquí se puede leer y meditar. Sencillamente increíble la escasa referencia o la escasa publicidad, que existe sobre estos libros, cuya lectura debería ser obligada en muchos centros.

Mención especial merece El Eclesiástico, Sirácida, o también llamado El libro de Jesús ben Sirá. El libro está

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escrito unos 130 años antes de Jesucristo, y combina la sabiduría con la ternura de un padre con su hijo.

En cincuenta cortos capítulos puedes leer, saber, en-tender y sentir absolutamente todo, sobre cosas como: La piedad, La humildad, Los deberes para con los pobres, El pudor y el respeto humano, La riqueza, La moderación, La amistad, La prudencia, El trato con los demás, Los gobernantes, El orgullo, La humildad, La suerte, Los ami-gos, La felicidad , etc.

Bien, no se trata de insistir más, pero a veces cuando

se tienen problemas, la solución puede estar escrita en uno de estos libros. El Señor Dios ha dejado escrito en ellos "soluciones" para todos.

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El libro de los Salmos, es punto y aparte. Es un libro espiritual. Es una antología de poemas religiosos.

Es un conjunto de oraciones y meditaciones, que si se nos ocurre ir a misa con frecuencia, podremos ir escu-chando uno tras otro, día tras día, pues forman parte de la liturgia de la misa.

De todos ellos especial relevancia tiene el salmo 2, con amplio sentido mesiánico, que habla del “drama del ungido del Señor", y que se puede encontrar en todos los devocionarios.

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NUEVO TESTAMENTO

El Nuevo Testamento es un conjunto de 27 libros,

escritos por los apóstoles o sus discípulos. A saber: Evangelios. (4) Hechos de los Apóstoles. (1). Escritos de San Pablo. (14). Carta de Santiago. (1). Cartas de San Pedro. (2). Cartas de San Juan. (3). Carta de San Judas. (1). Libro del Apocalipsis (1).

Son los libros de la Nueva Alianza de Dios con los hombres realizada por medio de Nuestro Señor Jesucristo. Todos estos libros nos hablan de Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre. Nos relatan la vida de Jesús, sus obras, sus enseñanzas, su pasión y su glorificación.

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También nos cuentan los comienzos de su Iglesia bajo la acción del Espíritu Santo.

Los Santos Evangelios.

Después de la Ascensión de Jesús a los cielos, sus

apóstoles, siguiendo su encargo, predicaron su mensaje en forma de catequesis oral. Simplemente se limitaban a contar lo que habían visto y oído. Ellos que habían segui-

do y acompañado a Jesús durante toda su vida pública podían hacerlo.

De esta catequesis inicialmente se ocupaban los Doce, y también todos los que habían sido testigos de las palabras y los milagros del Maestro, procurando sin em-bargo mantener una gran fidelidad en todos los conte-nidos.

Se llegó incluso a establecer una catequesis de

conjunto, donde prácticamente la forma, el modo, el contenido y hasta las frases de todos los relatos, eran casi iguales. El catequista apenas introducía algunos recuer-dos propios.

Pasados los años la catequesis oral pasó a ser

escrita. Los Evangelios de San Mateo San Marcos y San Lucas, siguiendo esa línea de “igualdad” de la catequesis oral, son muy similares. Por eso se llaman Sinópticos.

Partiendo de la base de que la muerte de Jesús se produce en el año 30 de nuestra era, los Evangelios Sinópticos se escriben aproximadamente en torno al año 70, es decir, unos cuarenta años después.

Las Cartas de San Pablo sin embargo, se escriben antes, entre los años 65 al 75, es decir unos 35 años después de la muerte de Jesús. De hecho a la hora de

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redactar sus Evangelios, San Mateo, San Marcos y San Lucas ya tenían la referencia de San Pablo.

El Evangelio de San Juan es diferente, porque todo lo que él escribe es diferente y especialmente relevante.

San Juan escribe entre los años 85 y 100. Como él cuenta en el capítulo 1 del Apocalipsis: “Caí en éxtasis un domingo y oí detrás de mí una gran voz, como una trom-peta, que decía: Escribe en un libro lo que ves y envíaselo

a las siete iglesias”.

Sigue diciendo: “Revelación de Jesucristo, que Dios le ha comunicado para manifestar a sus siervos lo que va a suceder pronto, y que enviando a su ángel, dio a conocer a su siervo Juan, quien ha dado testimonio de todo lo que vio: la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo. (Apoc 1. 1-2).

Indudablemente el Evangelio de San Juan se sale de

la “rutina” de los anteriores. San Juan, desterrado en la isla de Patmos, escribe el Apocalipsis en el año 95. Han pasado 65 años desde la muerte de Jesús. Poco después escribe su Evangelio. Las Epístolas, Primera Segunda y Tercera, no sabe con certeza si las escribe antes o después.

San Juan tiene entonces unos 75-80 años. Ha estado predicando a Jesús durante toda su vida. Nadie gozó como él de Su cariño. Sólo él entre todos los Apóstoles estuvo junto a la Cruz. Es allí donde recibe el encargo de

cuidar y tratar a la Santísima Virgen María, como su Madre.

La lectura de su Evangelio, invita a creer que efectivamente el ángel del Señor le dio a conocer todo su contenido. No existe ninguna escritura similar. Es sencilla-mente sublime, diferente, espiritual…

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Evangelios Sinópticos.

San Mateo

Es el primero por la fecha de su composición. Al parecer se escribió inicialmente en arameo. Fue como el primer manual de catequesis. Se ha dicho de él que es el evangelio didáctico. Es el evangelio de los discursos del Señor. San Mateo también describe la genealogía de Jesús, desde Abraham. San Marcos

San Marcos, menos culto que San Mateo, posible-mente tiene en su Evangelio menos lógica y menos claridad, pero es superior en realismo y descripción de lo pintoresco.

Lo podemos imaginar escribiendo su Evangelio al lado de San Pedro, especialmente dirigido a los gentiles y al grupo de la cristiandad de Roma. Es pues un intérprete de San Pedro que escribió con exactitud pero no ordenadamente todos sus discursos. El no había acom-pañado ni oído a Jesús. San Lucas

Se trata de un escritor más sabio, que acude ya a fuentes escritas y se esfuerza por ampliar sus fuentes de información. Era discípulo de San Pablo, que le llamaba su “querido médico”. San Lucas era un griego convertido que sigue al Apóstol en casi todos sus viajes a través del imperio.

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Hijo de paganos, médico de profesión, era muy letrado, y un concienzudo narrador. También escribe los Hechos de los Apóstoles.

En su Evangelio destaca la genealogía de Jesús que no se detiene en Abraham sino que sube hasta el inicio, hasta el primer hombre, hasta Adán. También San Lucas nos enseña algo de la vida oculta y humilde de Nazaret. Este es también el Evangelio de la Anunciación y del Magnificat

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San Mateo, San Marcos y San Lucas, escriben con el mismo fin. Describen la vida de Jesús, sus enseñanzas y sus expresiones, repetidas una y otra vez a lo largo de los años por sus discípulos.

Entre los tres hay muchas semejanzas, hasta el punto de encontrar pasajes que los tres describen de for-ma idéntica.

Sin embargo, al parecer, primero habría aparecido el

texto en arameo de San Mateo. Después vendría el Evangelio de San Marcos, tomando como base el anterior y las enseñanzas de San Pedro. Posteriormente San Lucas, añadirá las enseñanzas de San Pablo, y de todos los que todavía en vida acompañaron a Jesús.

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Evangelio de San Juan

San Juan, escribe desde la distancia. Su Evangelio

“da por sabido” todo lo que se describe en los Sinópticos. Él inicia su evangelio destacando el origen eterno de Jesús:

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"En el principio existía aquél que es la Palabra y aquél que es la Palabra estaba con Dios y era Dios Todo fue hecho por él y sin él nada se hizo". "Y aquél que es la Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros,

y nosotros vimos su gloria, gloria cual de unigénito venido del Padre, Lleno de gracia y de verdad." "A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único, que está en el Padre, nos lo ha dado a conocer"

Este capítulo 1 del evangelio de San Juan, tiene 18

versículos. Bien, pues todavía los teólogos no salen de su asombro. La Teología empieza precisamente aquí.

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Los cuatro evangelistas cuentan la vida y los hechos

de Jesús. El contenido de los evangelios, lo vienes es-cuchando y celebrando desde que eras niño hasta hoy. Seguro que lo sabes de memoria.

De hecho todas las fiestas relevantes del año, vienen

marcadas por el nacimiento, la vida, la muerte y la resu-rrección de Jesús. Todo tan sabido, pero tan poco medita-do ¡tan "rutinario"!

Hay, sin embargo, en los Evangelios, dos momentos de la Vida de Jesús a tener en cuenta.

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—El primero es el relato de la despedida de Jesús de sus discípulos, al final de la Santa Cena, —Oración sacerdotal de Jesús— que puede leerse en San Juan, 17,1-26.

Jesús sabe que va a ser sacrificado. Él sabe que se va a consumar el sacrificio del Cordero de Dios, y, del mismo modo que el sacerdote en la Santa Misa, Él tam-bién pronuncia en esta solemne ocasión una "plega-ria" a Dios Padre.

Bellas, muy bellas son todas las plegarias de la Santa Misa, pero la plegaria de Dios Hijo a Dios Padre, antes de su sacrificio, antes de su Pasión y Muerte, supera todos los calificativos. San Juan estaba allí, junto a Él y fue tomando nota para dejarlo todo escrito, para que nosotros podamos repasarlo una y otra vez...

Dice así:

«Jesús elevó los ojos al cielo y dijo: "Padre, ha

llegado la hora. Glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glo-rifique, ya que le diste potestad sobre toda carne, que él dé vida eterna a todos los que Tú le has dado"

"Esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el úni-co Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien Tú has enviado"

"Yo te he glorificado en la tierra; he terminado la obra que Tú me has encomendado que hiciera. Ahora Padre, glorifícame Tú a tu lado con la gloria que tuve jun-to a Ti antes de que el mundo existiera"

"He manifestado tu nombre a los que me diste del

mundo. Tuyos eran, Tú me los confiaste y ellos han guar-dado tu palabra”

“Ahora han conocido que todo lo que me has dado proviene de Ti, porque las palabras que me diste se las he

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dado, y ellos las han recibido y han conocido verdade-ramente que yo salí de Ti, y han creído que Tú me en-viaste"

"Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo sino por los que me has dado, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío, y he sido glorificado en ellos"

"Ya no estoy en el mundo, pero ellos están en el mundo y yo voy a Ti. Padre Santo, guarda en tu nombre a

aquellos que me has dado, para que sean como uno de nosotros."

"Cuando estaba con ellos yo los guardaba en tu nombre. He guardado a los que me diste y ninguno de ellos se ha perdido, excepto el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a Ti y digo estas cosas en el mundo, para que tengan mi alegría completa en sí mismos"

"Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, lo mismo que yo no soy del mundo. No pido que los saques del mundo, sino que los guardes del Maligno."

"No son del mundo lo mismo que yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad; tu palabra es la ver-dad. Lo mismo que Tú me enviaste el mundo así los he enviado yo al mundo. Por ellos yo me santifico, para que también ellos sean santificados en la verdad"

"No ruego sólo por éstos, sino por los que van a cre-er en mi por su palabra; que todos sean uno; con Tú, Pa-dre, en mí y yo en Ti, que así ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado"

"Yo les he dado la gloria que Tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno. Yo en ellos y Tú en

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mí, para que sean consumados en la unidad, y conozca el mundo que Tú me has enviado y los has amado como me amaste a mí”

"Padre, quiero que donde yo estoy también estén conmigo los que Tú me has confiado, para que vean mi gloria, la que me has dado porque me amaste antes de la creación del mundo."

"Padre justo, el mundo no te conoció, pero yo te

conocí, y estos han conocido que Tú me enviaste". "Les he dado a conocer tu nombre y los daré a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos y yo en ellos"».

—dicho esto, salió Jesús con sus discípulos camino del huerto de Getsemaní.

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—El segundo, es otro episodio igualmente inolvidable para los cristianos: es el de la despedida de Jesús de éste mundo. Sólo un evangelista relata este episodio, y ade-más el relato es muy corto.

Lo cuenta San Mateo (26, 16-20):

«"Los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y en cuanto le vieron le adoraron; pero otros dudaron". Y Jesús se acercó y les

dijo:

—"Se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar todo los que os he mandado"

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"Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”».

Son las últimas palabras de Jesús para todos noso-tros, los de antes, los de ahora y los de siempre, mientras ascendía a los cielos.

Jesús asciende a los cielos, pero la historia sigue…

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Hechos de los Apóstoles

Este libro está incluido en el apartado "evangelios", y es que en realidad se trata de un evangelio más. Se le ha denominado, no sin razón, "el evangelio del Espíritu San-to".

En "Hechos de los Apóstoles" se describe la vida de la iglesia de Cristo en los primeros treinta años de su historia. Esta “iglesia inicial” está plena y rebosante de la presencia invisible pero real de su Señor resucitado.

La presencia de Cristo en aquellos tiempos iniciales se hacía más real y verdadera que nunca en la "fracción del pan", en el sacrificio eucarístico, que se celebra ya en el domingo primer día de la semana. Los celebrantes eran los mismos discípulos de Jesús.

Lo esencial en el libro es la descripción de la Venida

del Espíritu Santo, que se relata con todo lujo de detalles, en el día de Pentecostés.

Ya recuerdas:

—"de repente sobrevino del cielo un ruido, como de viento que irrumpe impetuosamente, y llenó toda la casa en la que se hallaban. Entonces se le aparecieron unas lenguas como de fuego, que se dividían y se posaban sobre cada uno de ellos y quedaron todos llenos del Espí-

ritu Santo".

Posteriormente San Pedro se dirige a los presentes diciéndoles: “Convertíos, y que cada uno de vosotros se bautice en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo”.

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“Porque la promesa es para vosotros, para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para todos los que quiera llamar el Señor Dos nuestro”.

El libro nos habla además del primer Colegio Apostó-lico, de la elección de San Matías, de la prisión de San Pedro y de San Juan, de las declaraciones y discursos de Pedro ante el Sanedrín, de la vida y costumbres de los primeros cristianos, y del martirio de San Esteban.

Continúa con la descripción de la propagación del evangelio fuera de Jerusalén y el episodio de la conver-sión de San Pablo. Prosigue con el Concilio de Jerusalén y termina con relato de los diversos viajes de San Pablo.

—y hablando de San Pablo...

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Cartas de San Pablo

Dios busca una vez más un hombre emblemático. Era necesario emprender la difusión universal del cristia-nismo, y el hombre en esta ocasión fue San Pablo.

Tenía todas las premisas: judío, nacido en la emigra-ción en ambiente griego, pero celoso cumplidor de la Ley. Además era fariseo.

Educado esmeradamente en Jerusalén, posterior-

mente tuvo una formación helenística en Tarso. Era además ciudadano romano por nacimiento y al parecer era valiente hasta el extremo.

Casi puede decirse que Dios le había preparado.

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–y Pablo cumplió el encargo divino.

Habían pasado treinta y dos años desde la muerte de Jesús, y su Iglesia era perseguida especialmente por el pueblo judío. El pueblo judío, fiel a su Ley, seguía espe-rando un Mesías.

Para ellos Jesús en modo alguno era el Mesías, y sus seguidores no eran sino unos judíos disidentes, a los que había que exterminar, y Saulo, nuestro futuro San Pablo,

era uno de sus principales enemigos, hasta que:

—camino de Damasco, al acercarse a Damasco, de repente le envolvió de resplandor una luz del cielo, cayó al suelo, y oyó una voz que le decía:

—"Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?".

Respondió: —"¿Quién eres tú, Señor?"

"Yo soy Jesús a quien tú persigues. Levántate entra en la ciudad, y se te dirá lo que tienes que hacer". Se le-vantó Saulo del suelo y aunque tenía abiertos los ojos, no veía nada. Le condujeron de la mano a Damasco, donde estuvo tres días sin vista y sin comer ni beber.

Finalmente Ananías le bautiza. San Pablo, como es sabido, sufre una total transformación y se convierte en el más acérrimo apóstol de Jesús. Sus cartas, catorce en total, van dirigidas a todos los pueblos de la ribera orien-tal del mediterráneo, a los cuales visitó y evangelizó.

Pero, para San Pablo, desde el bendito día de la apa-

rición de Jesús, la palabra “resurrección” quedó grabada en su mente para siempre. La resurrección ¡era la prueba! ¡era la verdad! La gloriosa resurrección de Jesús era la prueba de que todo lo que dijo y todo lo que hizo era verdad.

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!Jesucristo vive! !Lo he visto! !Es el Mesías!. Esa fue su obsesión y esa fue la base de todos sus escritos teológicos. Para San Pablo, la realidad de Jesús Resu-citado, supone el derrumbe de todas sus anteriores creen-cias.

El buen fariseo que defendía a muerte "La Ley de

Moisés", la Ley del pueblo judío, se encuentra inmerso, absolutamente inmerso, en la "Nueva Ley" en la "Ley de la Alianza Nueva y Eterna".

San Pablo hace entonces lo que nadie había hecho

antes. Hace uso de su enorme cultura anterior, y estu-dia todas las "variantes" entre la "antigua Ley" y la "nueva Ley", analizando todas las "ventajas" derivadas de la venida a este mundo de Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.

Se mira a sí mismo como hombre, y analiza porme-norizadamente, los conceptos de cuerpo, alma, pecado,

vida, muerte, Ley, salvación, justicia, justificación etc.

Entre otras cosas escribe San Pablo: “No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo quiero; y lo que detesto es justamente lo que hago. No soy yo el que lo hace, sino el pecado que hay en mi”.

“Yo sé que en mí, en mis bajos instintos no hay nada bueno, pues quiero hacer el bien y no puedo. No hago el bien que quiero sino el mal que no quiero; eso es lo que hago”.

“En mi interior me agrada la Ley de Dios, pero veo

en mi cuerpo una ley que lucha contra la ley de mi es-píritu, y me esclaviza a la ley del pecado que hay en mi cuerpo”.

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“¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal?. Así que yo mismo con el espíritu sirvo a la ley de Dios, pero con la carne a la ley del pecado” (Rom. 7,14-25).

Las Cartas de San Pablo son 14, a saber: Carta a los Romanos Primera Carta a los Corintios Segunda Carta a los Corintios

Carta a los Gálatas Carta los Efesios. Carta a los Filipenses Carta a los Colosenses Primera carta a los Tesalonicenses Segunda carta a los Tesalonicenses. Primera carta a Timoteo Segunda carta a Timoteo Carta a Tito Carta a Filemón Carta a los Hebreos

El texto de estas Cartas, forma parte de las lecturas

que preceden al Evangelio dentro del ritual de la Santa Misa. Seguramente, al igual que los Evangelios te son conocidas. Sin embargo no es lo mismo oír que leer. Tampoco es lo mismo leer, que leer y meditar… _________________

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Cartas de los Apóstoles

Falta, para completar el Nuevo Testamento, hacer referencia a las Cartas de los Apóstoles Santiago, San Pedro, San Juan y San Judas. A saber: Carta de Santiago Primera Carta de San Pedro Segunda Carta de San Pedro

Primera Carta de San Juan Segunda Carta de San Juan Tercera Carta de San Juan. Carta de San Judas

Sobre estas cartas se debe hacer un comentario. Suelen ser menos conocidas que las cartas de San Pablo, pero su lectura es realmente sorprendente, por su contenido, por los temas que tratan, y por su gran espiritualidad, especialmente las tres Cartas de San Juan.

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Apocalipsis

Al hablar de San Juan, hemos hecho referencia al primer capítulo del Apocalipsis. Su lectura, a veces incompresible, es de difícil interpretación. San Juan escribe el Apocalipsis en base a la situación de la Iglesia

en su época, y con la panorámica de futuro.

Especialmente interesante es el capítulo 22, donde leemos, refiriéndose al Cielo: “El ángel del Señor me mostró a mí, Juan, el río de agua viva, luciente como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero.

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A mitad de la calle de la ciudad, a ambos lados del río, crecía un árbol de la vida; da doce cosechas, un cada mes del año, y las hojas del árbol sirven de medicina a las naciones. Allí no habrá ya nada maldito. En la ciudad estarán el trono de Dios y el del Cordero, y sus siervos le prestarán servicio, lo verán cara a cara y llevarán su nombre en la frente.

Ya no habrá más noche, ni necesitarán luz de lámpara o del sol, porque el Señor Dios irradiará luz sobre

ellos, y reinarán por los siglos de los siglos." (Apocalipsis, 22, 1-7)

Sin embargo para los cristianos, lo fundamental, y pensando e imaginando el futuro, es que ya ha venido a este mundo Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre.

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SANTÍSIMA VIRGEN MARIA

Cerramos la Biblia, pero nos falta algo. Nos faltan unas reflexiones sobre la Santísima Virgen María. Vea-mos:

Después del pecado original, Dios se compadeció del hombre y de un modo u otro intenta ayudarle una y otra

vez, como podemos leer en el Génesis.

Fallidos estos intentos, el Señor decide establecer una “conexión” directa con el hombre. La persona elegida es Moisés. Por medio de él, contacta con su pueblo, con ese pueblo elegido que en realidad representa a toda la humanidad, y establece con él una alianza: la Antigua Alianza.

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Esa Antigua Alianza se basa en el cumplimiento del

Decálogo, de los diez mandamientos de la Ley de Dios, guía, ruta y horizonte, para un pueblo que andaba perdido desde siglos.

La piedad del Señor es máxima cuando a cambio del cumplimiento de estos mandamientos, les ofrece su protección y la promesa de una futura salvación. El artífice de esta Alianza, Moisés, hombre nacido con

pecado original, debe sin embargo morir, y muere. ___

Pasan los siglos y el comportamiento de los israelitas

sigue siendo lamentable. Entonces Dios establece una nueva "conexión", que no Alianza, con su pueblo y surgen los profetas.

Todos ellos hablan más o menos veladamente de un futuro próximo, de un nuevo acontecimiento. Hablan de

la venida de un Mesías, que vendrá a salvar defini-tivamente al pueblo de Israel y por ende a la huma-nidad. Estos profetas, hombres al fin y al cabo, nacidos con pecado original, también murieron.

Los profetas abren una expectativa, una nueva página para el pueblo de Israel. Vendrá un Mesías, y será lo máximo que Dios hará por éste su pueblo, inquieto, desconfiado, infiel, irreverente, pero al que Dios ama y perdona una y otra vez...

Sin embargo Dios advierte que éste será su último acto de amor. Enviará a su Hijo. El Hijo de Dios se hará hombre, vendrá como un hombre más, y con sus hechos, con sus gestos, con su ejemplo, nos enseñará el camino de la Salvación. Nos pedirá que amemos a su Padre con la misma intensidad con que Él le ama.

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De este modo el mismísimo Hijo de Dios vivo, pasa por este mundo, se expone a la vista de todos, podemos oír su voz e incluso podemos convivir con Él.

Pero el Hijo de Dios, debe venir a éste mundo de la misma forma que venimos los humanos. Debe nacer del vientre de una mujer.

Aquí, justo aquí, aparece la figura de la Santísima Virgen María, Santísima e Inmaculada Virgen María,

nacida sin pecado original.

Dios Padre, nos presenta en este mundo un ser vivo, con forma de mujer, concebida sin pecado original, y la sitúa en el entorno del pueblo de Israel, nacida de una familia normal, y la prepara para ser madre del Hijo de Dios.

Ni antes, ni ahora, ni nunca, había Dios Padre creado una persona humana sin pecado original.

Esta persona humana sin pecado original tendrá un

don especial: ¡No morirá! La muerte, la separación del cuerpo del alma, es la consecuencia de nuestro pecado original. Por eso la Santísima Virgen María no debería morir…, y no murió nunca.

Cumplida su sagrada misión en éste mundo, Dios Padre envió una legión de Ángeles y la ascendieron al Cielo. No ascendió por si misma; fue ascendida, fue asunta. Se trata del Dogma de la Asunción de la

Santísima Virgen que todos los cristianos desde que el Papa XII estableció el dogma, lo celebramos el día 15 de Agosto de cada año.

Finalmente Dios Padre la proclama Reina de Los Cielos.

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Pero debemos pensar que Ella con cierta frecuencia. La Madre de Jesús, fue convertida por el mismo Jesús, desde la Cruz, en Madre nuestra: "Madre ahí tienes a tu hijo. Hijo ahí tienes a tu madre". Ella quedó convertida en nuestra Madre para siempre, y al decir siempre, es siempre, y por eso de vez en cuando nos visita.

—y es que a pesar de todo, a pesar del mensaje de Jesús, a pesar de que Dios nos ofreció el sacrificio de su Hijo para redimirnos de nuestros pecados, para

ofrecernos una Nueva Alianza, nuestro comportamiento no es precisamente ejemplar.

El comportamiento del nuevo pueblo de Dios, no difiere mucho de lo que leímos en el Antiguo Testamento.

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Meditemos un poco sobre la Santísima Virgen:

Dios Padre la tenía reservada para ser Madre de Dios Hijo.

Nace inmaculada, sin pecado original.

Concibe al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo.

Aloja en sus entrañas al Hijo de Dios durante nueve

meses.

Sus brazos son los primeros brazos que sostienen al

Hijo de Dios a este mundo.

Ejerce de madre durante toda la Vida, Muerte y Resurrección de Jesús.

Finalmente fue asunta al cielo por Dios Padre.

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Allí es nombrada Reina de los Cielos.

—y de vez en cuando, ejerciendo de Madre de la Humanidad, se aparece y nos deja un mensaje, y su rosario. _____________________

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CONCLUSIONES

Decíamos al principio que el cristiano tiene conoci-miento de Dios por la Revelación Divina.

Dios se revela al hombre mediante la palabra escrita, (Sagrada Biblia). Dios se revela al hombre mediante la palabra oída, (Tradición Divina).

Es decir, nosotros, después de nacer, nos enteramos

que existe un Dios porque nos lo cuentan; porque nos lo dice nuestra madre o nuestro padre, o nuestro abue-lo o nuestra abuela, o todos a la vez. Después nos lo van contando con más detalles cuando empezamos a ir a la Iglesia.

Otro día cuando somos mayores y empezamos a leer, nos tropezamos con escritos y folletos y algún libro que habla de Dios, hasta que un feliz día, nos tropezamos con las Sagradas Escrituras.

Nos podemos encontrar con la Santa Biblia en

nuestra casa, o en una tienda de libros, perfectamente encuadernada, preciosa, pero posiblemente nadie la ha abierto, nadie la ha leído.

Llama la atención cómo en otras confesiones se veneran y se leen los libros espirituales. Los cristianos, españoles por supuesto, parece que no necesitamos leer nada, y nos conformamos sólo con escuchar.

La mayoría de nuestros amigos, con gran esfuerzo, han conseguido una envidiable cultura, sea en el campo de las ciencias, las letras, la medicina, la arquitectura etc. Sin embargo esta cultura en raras ocasiones se acompaña de una cultura religiosa.

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Las conversaciones sobre temas religiosos, son por tanto cada vez más escasas. Nadie quiere hablar de temas que no conoce adecuadamente, y menos si se trata de algo tan importante.

Deberíamos leer aunque sea por encima, las Sagradas Escrituras. No es lo que parece. Algunos libros del Antiguo Testamento pueden ser poco atractivos, pero por ejemplo, los libros sapienciales son una exquisitez intelectual.

De nuestra lectura diaria —a veces intensa lectura

diaria— deberíamos dedicar, por lo menos unos minutos, a leer lo que nos ha dejado escrito Dios nuestro Señor.

Se trata de intentar comprender a Dios.

Eso seguramente es imposible, pero podríamos hacer un esfuerzo. Él nos ha dejado los medios: Un Libro Divino a nuestro alcance para leer y miles de Iglesias para escu-

char su Palabra. No nos vendría mal hacerlo...

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NB.

Esta nueva edición de “Querido Ernesto”, sobre las Sagradas Escrituras, se termina iniciado el verano del año 2010. Se ha procurado hacer la lectura lo más amena posible, incluyendo además algunas fotos.

Confieso la dificultad de condensar las Sagradas Es-crituras en un libreto tan reducido como este. Sin embar-go estoy totalmente convencido de que si mi amigo Ernesto es capaz de leerlo, a lo mejor tiene la valentía de abrir esa preciosa Biblia que durante tanto tiempo adorna

su librería.

Esta y no otra es mi intención.

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ÍNDICE

Introducción ............................................ 5 La Sagrada Biblia .......................................... 7 Antiguo Testamento:

Pentateuco: Génesis ..................................... 9 Pentateuco: Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio ............................ 19 Libros históricos y Narrativos .......................... 27 Libros Proféticos .......................................... 31 Libros Sapienciales y Poéticos ......................... 35

Nuevo Testamento: Los Santos Evangelios ................................... 37 Hechos de los Apóstoles ................................ 49 Cartas de San Pablo ...................................... 51 La Santísima Virgen María .............................. 57 Conclusiones ................................................ 63

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Bibliografía:

Benedicto XVI: Carta Encíclica "Spe Salvi" Card. F.X. Nguyen van T. , Testigos de Esperanza, Editores del Catecismo, Catecismo de la Iglesia Católica , De Wohl, Louis, Fundada sobre roca, Palabra Escrivá de Balaguer, Josemaría Camino, Rialp Escrivá de Balaguer, Josemaría, Surco, Rialp Escrivá de Balaguer, Josemaría, Forja, Rialp Escrivá de Balaguer, Josemaría. Es Cristo que pasa, Facultad de Teología Navarra, Sagrada Biblia, Eunsa. Fernández Carbajal, Francisco, Vida de Jesús, Palabra

Fray Justi Pérez de Urbel Vida de Cristo Rialp Martín Descalzo, Vida y Misterio de Jesús de Nazaret, Navarro Valls, Joaquín, El realismo humano de la Santidad, Albayzin Ortiz López, Jesús, Conocer a Dios, Rialp Pozo, Juan Francisco, La Vida de la Gracia Rialp. Sheed Frank J. Teología para todos, Palabra.

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La totalidad de las fotos proceden de diferentes páginas de Internet. A sus autores mi especial agradecimiento.

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"En el principio existía aquél que es la Palabra y aquél que es la Palabra estaba con Dios y era Dios Todo fue hecho por él y sin él nada se hizo”. "Y aquél que es la Palabra

se hizo carne, y habitó entre nosotros, y nosotros vimos su gloria, gloria cual de unigénito venido del Padre, lleno de gracia y de verdad”.