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Padre Bueno, dueño de la mies, escucha la oración de tus hijos. Concédenos muchas y muy santas vocaciones sacerdotales, consa- gradas y laicales, garantía de vitalidad para el porvenir de tu Igle- sia. Haz que los sacerdotes, los consagrados y los laicos seamos testimonio de caridad por nuestra total entrega a ti y a nuestro pró- jimo. Danos a todos sabiduría para descubrir tu llamado y genero- sidad para responder con prontitud. Amén. Que María, Madre de la Iglesia, modelo de toda vocación, interce- da por nosotros y nos ayude a decir “Sí” al Señor que nos llama a colaborar en el designio divino de salvación. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. Si tú o alguien a quien conoces tiene inquietud por descubrir su vocación, llámanos o visítanos. Estamos para servirte. ¡Oh Jesús, Pastor Eterno de las almas, dígnate mirar con ojos de misericordia a esta porción de tu grey amada, Señor, gemimos en la orfandad, danos voca- ciones, danos sacerdotes y religiosos santos. Te lo pedimos por la Inmaculada Virgen María de Guada- lupe, tu dulce y Santa Madre. ¡Oh Jesús, danos sacer- dotes y Religiosos según tu corazón! Amén. Elaboró: P. Efraín Hernández Díaz Colaboró: P. Eduardo Gallegos P. Enrique Santoyo Lara Pbro. Lic. Eduardo Llano de la Torre Mtra. Rosalva Martínez Alvarado Revisó: Mons. Guillermo Moreno Bravo Vicario General, Episcopal y Moderador de la Curia Mons. Salvador Martínez Ávila Vicario General y Episcopal de Agentes de Pastoral Ordenados Pbro. Lic. Jesús Hurtado Hernández Secretario para el Ministerio Ordenado Durango 90, Col. Roma, Del. Cuauhtémoc Tel. 52 08 32 00 Ext. 1711 y 1751 www.vocaciones.mx Correo: [email protected] Facebook: Promoción Vocacional Sacerdotal Arquidiocesana «Salió el Sembrador a sembrar» (Mt 13,3) ARQUIDIÓCESIS PRIMADA DE MÉXICO AÑO DE LA MISERICORDIA 2015-2016

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Padre Bueno, dueño de la mies, escucha la oración de tus hijos.

Concédenos muchas y muy santas vocaciones sacerdotales, consa-

gradas y laicales, garantía de vitalidad para el porvenir de tu Igle-

sia. Haz que los sacerdotes, los consagrados y los laicos seamos

testimonio de caridad por nuestra total entrega a ti y a nuestro pró-

jimo. Danos a todos sabiduría para descubrir tu llamado y genero-

sidad para responder con prontitud. Amén.

Que María, Madre de la Iglesia, modelo de toda vocación, interce-

da por nosotros y nos ayude a decir “Sí” al Señor que nos llama a

colaborar en el designio divino de salvación.

Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Si tú o alguien a quien conoces tiene inquietud por descubrir su vocación,

llámanos o visítanos. Estamos para servirte.

¡Oh Jesús, Pastor Eterno de las almas, dígnate mirar

con ojos de misericordia a esta porción de tu grey

amada, Señor, gemimos en la orfandad, danos voca-

ciones, danos sacerdotes y religiosos santos. Te lo

pedimos por la Inmaculada Virgen María de Guada-

lupe, tu dulce y Santa Madre. ¡Oh Jesús, danos sacer-

dotes y Religiosos según tu corazón! Amén.

Elaboró:

P. Efraín Hernández Díaz

Colaboró:

P. Eduardo Gallegos

P. Enrique Santoyo Lara

Pbro. Lic. Eduardo Llano de la Torre

Mtra. Rosalva Martínez Alvarado

Revisó:

Mons. Guillermo Moreno Bravo

Vicario General, Episcopal y Moderador de la Curia

Mons. Salvador Martínez Ávila

Vicario General y Episcopal de Agentes de Pastoral Ordenados

Pbro. Lic. Jesús Hurtado Hernández

Secretario para el Ministerio Ordenado

Durango 90, Col. Roma, Del. Cuauhtémoc Tel. 52 08 32 00 Ext. 1711 y 1751

www.vocaciones.mx

Correo: [email protected]

Facebook: Promoción Vocacional Sacerdotal Arquidiocesana

«Salió el Sembrador a sembrar» (Mt 13,3)

ARQUIDIÓCESIS PRIMADA DE MÉXICO

AÑO DE LA MISERICORDIA 2015-2016

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Con aprobación eclesiástica

Nihil Obstat

Imprimatur

Mons. Guillermo Moreno Bravo

Vicario General, Episcopal y Moderador de la Curia

Arzobispado de México

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Epílogo

Si cada miembro de la Iglesia es llamado por Dios por su pro-

pio nombre (dicha realidad se hace palpable en la celebración del

sacramento del Bautismo, en el que el ministro pregunta, invaria-

blemente, por el nombre del bautizado), en la Iglesia no existen

“masas”. Dios llama a cada uno por su nombre en la irrepetible ori-

ginalidad del propio ser. Pero tampoco es la Iglesia una comunidad

de selectos, una “élite”. Y esto por un hecho profundamente miste-

rioso y hasta desconcertante, al mismo tiempo: en Dios no hay

acepción de personas. La llamada de Dios no corresponde a algunos

posibles méritos previos de los llamados: es completamente gratuita

(Cf. 1 Sam 16-7; Rm 2,11; Col 3,25; 1 Pe 1,17).

Ser llamado por el propio nombre, es como ser llamado desde la

propia esencia, desde lo más íntimo, desde lo más auténtico, desde

lo más insustituible, excepcional y personal de cada hombre, que

es la única criatura querida por Dios por sí misma (Cf. GS 24. 27.

29 y 30).

Hay que concluir que también en la Iglesia, y particularmente en

nuestra Arquidiócesis de México, cada persona es atendida, valora-

da y orientada para que el llamado sea una genuina acción de gra-

cias a Dios y un gran impulso a ser misioneros. Recordemos que

todos somos responsables de las vocaciones que el Espíritu suscita

en nuestra Ciudad de México.

Pbro. Lic. Jesús Hurtado Hernández

Secretario para el Ministerio Ordenado

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CAPITULO VIII

URGENCIAS PASTORALES

a) Asumir una consciencia vocacional con la convicción de que

todos somos animadores vocacionales de todos los hombres y

mujeres, y en todos los ambientes, sobre todo, a nivel Episco-

pal, Presbiteral, Seminarios, Congregaciones e Institutos de Vi-

da Consagrada, Laicos comprometidos, y Pueblo, en general.

b) Pasar de la “pesca de vocaciones” a una Pastoral de acompaña-

miento cercano profundamente respetuoso de la llamada en cada

vocacionado.

c) Contar con Centros Vocacionales Diocesanos sostenibles y sus-

tentables que promuevan un trabajo coral inserto en la Pastoral

de Conjunto, ocupando el lugar que por naturaleza le pertenece.

d) Superar las actitudes negativas de pesimismo, resignación, mie-

do y timidez.

e) Diseñar un Plan de formación integral vocacional (teológico y

pedagógico) y abarcar más allá de los agentes directos de la

Pastoral Vocacional. De esta manera, y con la iluminación del

Espíritu Santo, lograremos la tan deseada Cultura Vocacional en

nuestra Arquidiócesis de México.

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PRESENTACIÓN

Con gran alegría y entusiasmo la Comisión de Promoción Vocacional

Sacerdotal de esta Arquidiócesis ha preparado este conjunto de temas básicos

para comprender el servicio apostólico del cultivo de las vocaciones en la Igle-

sia.

Es una obra que toca los aspectos más fundamentales y que nos otorga un piso

común de vocabulario a todos los que trabajamos pastoralmente para ayudar a

que toda la comunidad cristiana, empezando por las familias, seamos promoto-

res en la cultura vocacional.

El Señor se digne bendecir la publicación de este catecismo y, por su uso, rin-

da abundantes frutos para el acrecentamiento del compromiso vocacional de

todos los miembros de la Iglesia.

Mons. Salvador Martínez Ávila

Vicario General y Episcopal de Agentes de Pastoral Ordenados

Curia del Arzobispado, a 5 de abril 2016

INTRODUCCIÓN

«Así como nuestro cuerpo, en unidad, posee muchos

miembros, y no desempeñan todos los miembros la

misma función, así también nosotros, siendo mu-

chos, no formamos más que un solo cuerpo en Cris-

to, siendo cada uno por su parte los unos miembros

de los otros» Rm 12, 4-5

En la vivencia del Año de la Misericordia agradecemos a Dios el gesto

compasivo de llamarnos a ser parte de su Cuerpo Místico, que es la Iglesia, en

donde podemos reconocer el regalo amoroso de la vida; así nos impulsa al

compromiso de descubrir la misión particular que con la vida misma Dios

encarga a cada uno de nosotros.

El presente Catecismo Vocacional se presenta como una ayuda para

reflexionar en torno al misterio de la vocación y su alcance en la vida de todo

bautizado. Al mismo tiempo, servirá como herramienta para que todos los

miembros de la Iglesia podamos reconocer, valorar la función y el lugar de

cada uno dentro del Cuerpo Místico de Cristo, y podamos ser instrumentos

para que los demás también encuentren la misión que Dios les ofrece.

Los tres primeros capítulos ofrecen elementos para una reflexión y me-

jor vivencia de la propia vocación; mientras que los cinco últimos capítulos

aportan las correspondientes líneas de acción y buscan avivar la conciencia

sobre la responsabilidad que todo bautizado tiene de ayudar a los demás a res-

ponder a su vocación.

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CAPÍTULO I

CONCEPTO Y ELEMENTOS DE LA VOCACIÓN

La palabra vocación viene del latín “vocare” que quiere decir

“llamar”. Dios se comunica constantemente con nosotros porque nos

ama, así como nosotros nos comunicamos con mayor frecuencia con

las personas que amamos. Por tanto, la vocación es un llamado

permanente de Dios a descubrir su amor y realizarnos plenamente en la

respuesta a ese llamado de amor.

Cuando se toma conciencia de ese llamado, la vida adquiere un

sentido nuevo: se deja de atender sólo a gustos e intereses personales y

se acude a las necesidades de los demás. La vocación exige un salir de

sí mismo y descubrirse como alguien llamado al servicio, pues no pue-

de haber plena realización sin servicio.

Vocación es responder con generosidad a lo que Dios quiere de

mí. «El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, tome su cruz y

Me siga» (Mt 16, 24-28).

4

Primer salto: de la acción individual a la acción coral.

Segundo salto: del fomento de la vocación de algunos a la voca-

ción de todos.

Tercer salto: del tráfico al nacimiento de vocaciones en cada

Iglesia y en cada lugar.

Cuarto salto: de la improvisación a la seguridad de un método.

Quinto salto: de la patología del cansancio a un nuevo impulso

creativo de testimonio.

Sexto salto: de la timidez a la convicción.

Séptimo salto: del miedo a la desaparición de obras de evangeli-

zación a la esperanza cristiana.

Octavo salto: de los ambientes evangelizados a la amplitud de

los hijos de Dios.

Noveno salto: del reclutamiento a los procesos de discernimien-

to.

Décimo salto: de la situación de crisis a la maternidad de la Igle-

sia.

Resumen

La claridad del Objetivo General con sus Objetivos Específicos

ha sido el fruto de “remar mar adentro” e ir a lo profundo. Allí, en lo

profundo, es donde hemos comenzado a descubrir la esencia de una re-

novada Pastoral Vocacional, tal y como creemos, en la fe que Dios nos

lo pide para ir creando una nueva Cultura Vocacional.

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CAPÍTULO VII

LOS SALTOS DE CALIDAD

El Salto de Calidad (o Saltos de Calidad) que queremos dar en la

Pastoral Vocacional es un “queremos-ser-a-la-luz-de-lo-que-somos”. Por

eso el Marco Doctrinal del Nuevo Plan no desarrolla toda una Teología de

la Vocación (para ello ya existen suficientes fuentes qué consultar), lo que

pretendemos, en cambio, es figurar la transfiguración de lo desfigurado, es

decir, dibujar lo que estamos llamados a ser y a hacer.

La expresión ha sido sugerida por el Papa Juan Pablo II (Cfr. Dis-

curso final del Santo Padre en el Congreso Europeo de Vocaciones, In

Verbo Tuo, 11), haciendo alusión al salto ontológico del que habla la Teo-

ría de la Creación evolutiva. Este “Salto de Calidad” podemos describirlo

como el pasaje de un umbral. “Cruzar un umbral” significa dos cosas:

transición gradual mientras se va progresando; y cambio real en el lugar a

donde se llega: continuidad en la discontinuidad.

Al referirnos a un “Salto de Calidad” en nuestra Pastoral Vocacional

no sólo estamos proponiendo una nueva forma de definirla, sino un nuevo

modo de comprender el Misterio de la Vocación y el actuar de cada agente

responsable: un cambio óntico (ser), con un fresco interés ético (hacer).

En este mismo contexto, atendiendo la llamada que el Papa Juan Pa-

blo II hizo a toda la Iglesia al proponer una “nueva evangelización”, surge

la inquietud por una nueva Pastoral Vocacional, nueva en sus métodos,

nueva en su expresión y nueva en su ardor.

Por otro lado, la Pastoral Vocacional debe ser parte integral e inte-

grante de la evangelización y la pastoral, para que, de este modo, ayude a

llevar a nuestra Iglesia por el camino de la comunión, potenciando la

siembra de la semilla de la vocación más que la recolección de candidatos,

y proporcione a cada cristiano espacios para que disciernan su vocación

mediante procesos. A esto le llamamos “vocacionalizar la Cultura y la

Pastoral”. Esto exige contar con agentes que posean una buena prepara-

ción en las ciencias teológicas, filosóficas y humanistas, sobre todo, en lo

que respecta a la doctrina vocacional, sin perder de vista una vivencia es-

piritual de encuentro con Jesucristo, raíz y razón del Misterio Vocacional.

En nuestros días muchos piensan que la vocación es una profe-

sión, un gusto o un destino; por ejemplo: “vocación” de maestro, doc-

tor, ingeniero; o una suerte: “la vocación es sólo para los buenos, para

los santos, para los escogidos”. Pero esto sería reducir la riqueza de la

vocación.

La vocación es el pensamiento providente de Dios sobre cada

persona: es su proyecto, como un sueño que está en el corazón de Dios

porque ama vivamente a esa persona. Como está en el corazón de Dios,

es un misterio. Este misterio envuelve a cada persona partiendo de su

realidad: es una llamada que Dios hace día con día esperando una

respuesta y un compromiso a una misión específica.

La vocación tiene tres elementos fundamentales que no debemos

ignorar, a saber: la llamada, la respuesta y la misión.

La llamada: es un regalo de Dios que nos da a todos los hombres

y mujeres personalmente desde nuestra realidad. Esta llamada es una

iniciativa gratuita y amorosa de Dios; es personal, por lo tanto es única.

La respuesta: es la disponibilidad ante Dios que llama. Para que

la persona desarrolle un compromiso total al seguimiento de Jesús, di-

cha respuesta debe de ser personal, libre, consciente y responsable.

La misión: es la tarea que el Espíritu nos encomienda. La misión

toma rasgos específicos de cada uno de los convocados de la Iglesia en

las diversas situaciones históricas, siempre en orden a construir el reino

de Dios en el mundo. La misión se desarrolla en la sociedad.

Niveles de la vocación

El ser humano está creado a imagen y semejanza de Dios; gracias

a esto tenemos el gran regalo de pensar y decidir sobre cada una de las

acciones de nuestra vida, cosa que los animales no pueden. Es por eso

que, al ser tan diferentes a los demás seres vivos, tenemos el compro-

miso de darle una respuesta generosa a Dios ante la llamada que nos

hace pues Él nos da la vida para que seamos felices. Esa respuesta pue-

de darse desde diferentes estados de vida y todo nos lleva a un encuen-

tro definitivo con Dios.

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Como reflexionamos anteriormente, la vocación es el llamado que el

Padre nos hace. Ahora veremos que en dicho llamado hay tres niveles:

la vocación humana, la vocación cristiana y la vocación cristiana-

específica.

a) La vocación humana es el llamado a la existencia, a la plena realiza-

ción, a la felicidad. Es un proceso en el que el ser humano se descu-

bre como persona en relación consigo mismo, con Dios, con los de-

más y con el mundo que le rodea.

b) La vocación cristiana es el llamado a ser hijos de Dios por medio del

bautismo. El bautizado no concibe a Dios como alguien lejano, sino

como la presencia cercana de Cristo que busca a los hombres y les

da su vida invitándolos a configurarse con Él.

a) La vocación cristiana-específica: el bautizado, al encontrarse con

Cristo, se llena de un amor que no puede quedarse sólo como una

idea bonita, tampoco se lo puede guardar para sí; Tiene que darse y

entregarse de una manera específica, debe escoger un camino para

vivir la fe: sea como laico, como consagrado o como sacerdote.

Resumen

La palabra vocación viene del latín “vocare” es decir “llamar”,

y en sentido cristiano es un misterio que envuelve al hombre, es la lla-

mada de parte de Dios para el hombre.

La vocación tiene tres elementos: la llamada, la respuesta y la

misión.

Dios nos da la libertad para decidir sobre cada una de las accio-

nes de nuestra vida. Tenemos el compromiso de darle una respuesta

generosa ante la llamada que nos hace, pues Él nos da la vida para

que seamos felices.

La vocación tiene tres niveles: el nivel humano, el nivel cristiano

y el nivel cristiano-específico.

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CAPÍTULO VI

LAS ORILLAS EN LA PASTORAL VOCACIONAL

Desafíos Pastorales

Señalamos algunos aspectos que nos mueven a dar ese paso

que hace falta para la renovación de la Pastoral Vocacional.

a) Si asumimos la necesidad de una renovación de un cambio real,

de una nueva frescura para la Pastoral Vocacional en sus méto-

dos, en su expresión y en su ardor, propiciaremos los primeros

pasos para recrear una Cultura Vocacional.

b) Si promovemos todas las vocaciones de modo coral y armónico,

con la consciencia de que en la Iglesia de Dios o se crece juntos o

no crece ninguno, propiciaremos un aumento de las tres vocacio-

nes específicas, no sólo cuantitativa sino cualitativamente.

c) Si promovemos la Pastoral Vocacional como expresión estable y

coherente de la maternidad de la Iglesia, abierta al designio ines-

crutable de Dios, creando la consciencia de que la Iglesia siempre

engendra vida y vocaciones en Ella, ya no nos fijaremos sólo en

los números y erradicaremos la pesca, la recolección y la importa-

ción de vocaciones como criterio permanente.

d) Si extendemos con valor a todos los bautizados y a todos los

hombres y mujeres el anuncio y la propuesta vocacional, en nom-

bre de aquel Dios que no hace acepción de personas, la llamada

llegará a todos los areópagos, incluso a aquellos donde se mani-

fiesta la falsa concepción antropológica del “hombre-sin-

vocación”.

e) Si trabajamos siempre con actitud orante y esperanza cristiana,

aquella esperanza que nace de la fe y la caridad, y que se proyecta

hacia la novedad y el futuro de Dios, daremos un testimonio de

encuentro cotidiano con el Dios de las promesas siempre cumpli-

das.

f) Si colaboramos animados por un espíritu de comunión y partici-

pación, asombrados siempre por el misterio de la persona que es

amada por Dios y por la vocación como don original que espera

ser descubierto, haremos una auténtica promoción vocacional.

Concluimos este punto diciendo que, si “remamos mar adentro”

haciendo los interrogantes oportunos con objetividad y realismo

en nuestra acción provocacional, llegaremos a un nuevo y ar-

diente impulso creativo de testimonio y de cultura vocacio-

nal. 19

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CAPÍTULO V

LA PASTORAL VOCACIONAL HOY

Propuesta operativa de la Pastoral Vocacional en México hacia el salto de Cali-

dad, hacía una renovada Cultura Vocacional.

Remar mar adentro

«… Subió a una de las barcas, sentado, estuvo enseñando a la gente.

Cuando acabó de hablar le dijo a Simón: “¡Remen mar adentro y echen

las redes para pescar!” Simón contestó: “Maestro, nos hemos pasado la

noche esforzándonos y no hemos sacado nada; pero, ya que lo dices Tú,

echaré las redes”» (Lc 5, 3-5).

¡Remar mar adentro y echar las redes en el nombre de Jesús! El orden en

las acciones es fundamental; nos habla de un proceso:

Primero: ir a la profundo.

Segundo: echar las redes.

El análisis de nuestras acciones como Promotores de la Pastoral

Vocacional en México, nos ha llevado a descubrir con serenidad que he-

mos mirado mar adentro, hacia el horizonte, pretendiendo ir a lo profun-

do pero por diversas razones, nos hemos quedado en la orilla y, eso sí,

hemos echado las redes. Hemos andado en los derredores del misterio de

la persona y de la vocación, pero no hemos ido a lo profundo, allí donde

se fragua la verdadera llamada y la libre respuesta, allí donde ha de co-

menzar la renovada Cultura Vocacional.

“Remar mar adentro” no es una frase novedosa; ha sido desde hace

un buen tiempo la exigencia de nuestros Obispos para la acción pastoral

por las vocaciones. Por su lado, el Espíritu Santo ha sido la inspiración

para comprender, en los diferentes Congresos, Sínodos, Jornadas, Asam-

bleas de Obispos y otros areópagos, este llamado evangélico1.

Todos debemos ser Promotores Vocacionales, pues la Iglesia es

llamamiento viviente 2.

El mundo de hoy exige la necesidad de una renovación en la Pas-

toral vocacional y se empieza hablar de un Salto de calidad3.

__________________________________ 1 Plan Nacional de Pastoral Vocacional 1972 2

Ibid, 1991. 3

Ibid, 2000.

7

Explica

1) ¿Qué es la vocación para el cristiano?

2) ¿Qué no es la vocación?

3) ¿Qué elementos tiene la vocación?

4) ¿Cuáles son los niveles de la vocación?

María, Madre de la Iglesia,

Modelo de todas las vocaciones:

¡Ruega por nosotros!

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CAPÍTULO II

VOCACIONES ESPECÍFICAS

Como se ha mencionado al final del capítulo anterior, la vocación

cristiana específica es una elección de los bautizados para seguir a Cris-

to desde un estilo de vida concreto. Estos estilos de vida son: la voca-

ción laical, la vocación a la vida consagrada y la vocación sacerdotal

ministerial.

Cada una de ellas es un verdadero llamado de Dios a la santidad,

a la felicidad, a conformar la Iglesia y transformar el mundo impreg-

nándolo de los valores que Jesús nos ha enseñado. Veamos en qué con-

sisten estas tres vocaciones específicas:

Vocación Laical

El Bautismo, el inicio de la gran aventura de la Fe

La vocación laical es vivida por aquellos que desean seguir a

Cristo desde las ocupaciones y condiciones ordinarias en la vida fami-

liar, en el trabajo, en la escuela y en su entorno social. Conscientes de

su consagración por el bautismo, ejercen su misión en medio del mundo

llevando el Evangelio a todos los lugares en los que se desarrollan su

vida, a través de su testimonio como fieles cristianos. Por tanto, la vo-

cación laical es un verdadero llamado de Dios a transformar el mundo

desde las propia realidad de quien es llamado. Esta respuesta se da des-

de nuestro lugar en la Iglesia como Pueblo y familia de Dios que quiere

unir a todos sus miembros. Esta vocación responde a una necesidad imperiosa de buscar

nuestra santificación y la de los demás por los medios que tenemos a

nuestro alcance.

17

Resumen

La Pastoral Vocacional es la acción de toda la Iglesia en favor

de las vocaciones para que sea construida conforme a los muchos ca-

rismas que el Espíritu Santo suscita en la Iglesia. Acompaña a cada

cristiano para que descubra y viva su vocación específica.

Sus principales tareas son:

1) Anunciar la entera vocación del hombre, ayudarle a que encuentre

los medios para que llegue a una opción libre.

2) Promover todas las vocaciones, ante todo, las tres vocaciones especí-

ficas (sacerdotal, consagrada y laical), con un cuidado especial en la

consagrada y sacerdotal porque éstas son urgentes y primordiales

para la evangelización.

Los primeros responsables de la Pastoral Vocacional son los

Obispos en su Diócesis, los Superiores en sus Congregaciones y los

Párrocos en su comunidad. La Parroquia es el primer Centro de ani-

mación de todas las vocaciones. En ella existirá un Equipo Parroquial

de Pastoral Vocacional.

El Equipo Parroquial de Pastoral Vocacional ejercerá el minis-

terio de animación vocacional, fomentando ante todo la oración cons-

tante de la comunidad y otras actividades para promover las vocacio-

nes sacerdotales y consagradas en la Parroquia y acompañar a las vo-

caciones a la vida laical. Trabajará para impregnar del espíritu voca-

cional todas las actividades parroquiales, la acción de las diversas

pastorales, grupos y celebraciones, creando así una cultura vocacional

en la comunidad parroquial.

Explica

1) ¿Qué es la Pastoral Vocacional?

2) ¿Cuáles son las principales tareas de la Pastoral Vocacional

3) ¿Quién es el primer responsable de la Pastoral Vocacional en una

diócesis?

4) ¿Qué papel desempeña la Parroquia en la Promoción Vocacional?

5) ¿Cuál es la tarea del Equipo Parroquial de Pastoral Vocacional?

6) ¿Cómo puede, el Equipo Parroquial, crear una cultura vocacional en

la Parroquia?

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Agentes

Aunque la Iglesia entera está llamada a trabajar en la Pastoral Vo-

cacional, no todos lo hacen de la misma manera.

Los primeros responsables de la Pastoral Vocacional, por Minis-

terio, por encargo o por autoridad son los Obispos en su Iglesia particu-

lar, es decir, en su Diócesis; los Superiores Mayores respecto a sus

Congregaciones o Institutos y los Párrocos respecto a su comunidad.

Ellos designan quiénes han de coordinar desde sus diversos ámbitos, la

Pastoral Vocacional manifestando así la unidad de la Iglesia.

La Parroquia es el primer centro de animación de todas las voca-

ciones, porque en ésta los jóvenes descubren cómo se construye una

comunidad de fraternidad, en la escucha de la Palabra de Dios, en los

sacramentos y en el apostolado.

En la comunidad parroquial, el párroco es el encargado principal

de promover las vocaciones: Él designará a un equipo parroquial que,

en comunicación con el asesor del Decanato y con el Centro Diocesano

(Centro Vocacional), trabajará en la promoción de todas las vocaciones,

teniendo un cuidado especial en la promoción de la vocación sacerdotal

y a la vida consagrada: Además buscará impregnar del espíritu vocacio-

nal todas las actividades parroquiales: la acción de las diversas pasto-

rales y sus grupos, y todas las celebraciones, creando así una cultura

vocacional en la comunidad parroquial. El Equipo Parroquial de Pastoral Vocacional ejercerá el Ministe-

rio de animación vocacional, fomentando ante todo la oración constante

de la comunidad para que el Señor envíe operarios a sus campos, así

como otras actividades para promover las vocaciones sacerdotales y

consagradas en la Parroquia y acompañar a las vocaciones a la vida lai-

cal en sus diferentes pastorales.

9

Podemos dar una respuesta al llamado de Dios en la vocación lai-

cal desde dos maneras específicas, a saber:

a) La soltería, es signo de la libertad de Jesucristo, dispuesto siempre

para la misión de servir a los demás en medio del mundo, teniendo

la oportunidad de prestar a las demás personas un mayor servicio;

de este modo hace vivo el amor de Dios. Algunos se sienten llama-

dos por Dios a consagrar su vida en algún Instituto secular, donde

se dedican totalmente a ser instrumento de Dios en el mundo.

b) El matrimonio, es el amor de Dios presente en el compromiso libre

y consciente entre un hombre y una mujer; es el amor que los hace

dar vida, siendo testigos de su fe y del amor de Cristo ante sus hi-

jos y ante los demás. Cuando la viudez se hace presente en este es-

tado de vida, se vive como continuidad de la vocación matrimo-

nial; es un ejemplo de fe y expresa un deseo de la búsqueda de la

santidad personal.

Todos los laicos tienen también su puesto hacia el interior de la

Iglesia, en la que pueden participar en diversos oficios y ministerios. Los

laicos pueden ocuparse de la catequesis y de la educación en la fe; pue-

den ejercer los ministerios laicales de lectores y acólitos; ser ministros

extraordinarios de la comunión; hacer obras de caridad; participar en

consejos pastorales o en organismos diocesanos, entre muchas otras cola-

boraciones donde es importante su presencia.

Vocación a la vida Consagrada

Es el llamado de Dios que pide una entrega total. Quienes responden a

este llamado ejercen su misión en el interior de la Iglesia, siendo testimo-

nio vivo de unos valores que van

más allá de los que el mundo está

acostumbrado a proponer. Frente

al “valor” del dominio de los otros

y del poder, la vida consagrada se

fundamenta en la obediencia que

es el reflejo de la atenta búsqueda

de la voluntad de Dios.

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Frente al “valor” del dinero o de la posición económica, el consa-

grado acepta “a conciencia” que Dios es la gran y única riqueza del

hombre. Frente al goce inmediato de las cosas, el disfrute, los placeres

pasajeros..., el consagrado busca vivir en el amor de Dios desde la cas-

tidad. Este testimonio de los consagrados no es un desprecio de las co-

sas del mundo, sino su justa valoración.

En la Iglesia han nacido por inspiración del Espíritu Santo una

maravillosa variedad de instituciones religiosas, con propios dones y

carismas, que han contribuido desde hace mucho tiempo a la edifica-

ción del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Aunque existe una gran va-

riedad de Institutos religiosos, todos se caracterizan por ser testigos del

valor de Dios en la vida del hombre, por encima de las cosas pasajeras

del mundo.

Una comunidad religiosa es una fraternidad de personas que bus-

can imitar algún aspecto de la vida de Cristo: surgen como respuesta de

Dios a las necesidades del mundo; tienen por fin el bien común de la

Iglesia. Estas comunidades realizan su vida dentro de la Iglesia de dos

formas concretas: la forma contemplativa, que es el seguir a Cristo a

través de la constante oración y del sacrificio; y la forma activa que es

el seguir a Cristo realizando un apostolado dentro de la Iglesia, por

ejemplo: catequesis, misiones, educación, salud, servicio de asistencia,

entre otros. Estas Casas Religiosas pueden ser de mujeres o de hom-

bres.

Vocación al Ministerio Ordenado

Aunque todos los bautizados participamos del sacerdocio común

de Cristo, Él mismo llama a algunos hombres y los capacita para conti-

nuar su ministerio, configurándolos con Él por medio del Sacramento

del Orden.

Quien es ordenado sacerdote recibe de las manos del Obispo los

dones del Espíritu Santo, convirtiéndolo en: Cristo Maestro, pues ense-

ña el amor de Dios; Cristo Sacerdote, porque nos comunica con Dios

Padre; y Cristo Pastor, llevándonos de la mano hacia Dios. En nuestra

Iglesia Católica, los ministros ordenados hacen la promesa de obedien-

cia, castidad y pobreza.

CAPÍTULO IV

PASTORAL VOCACIONAL Y AGENTES

La Pastoral Vocacional es la acción de toda la Iglesia en favor

de las vocaciones a fin de que sea construida conforme a los muchos

carismas que el Espíritu Santo suscita; Esta acompaña a cada cristiano

para que descubra y viva su vocación específica.

Las tareas de la Pastoral Vocacional son:

a) Anunciar la entera vocación del hombre: ayudarlo a que descubra

su dignidad como persona, que encuentre los medios para que lle-

gue a una opción libre y alegre en su servicio.

b) Promover todas las vocaciones: los ministerios y los servicios en la

comunidad cristiana y en la sociedad.

Aunque la Pastoral Vocacional promueve todas las vocaciones

tiene un cuidado especial en promover, suscitar y acompañar las voca-

ciones al sacerdocio y a la vida consagrada porque estas son urgentes y

primordiales para la evangelización, pues cada día aumenta el pueblo

de Dios y, a su vez, son pocos quienes responden a la invitación de Je-

sús a consagrarse en una entrega total en el servicio al pueblo: «La mies

es mucha y los obreros pocos» (Lc 10,1-2).

Los principales medios de los que se vale la Pastoral Vocacional son:

La oración.

La participación frecuente de los sacramentos de la Eucaristía y

de la Confesión.

La catequesis.

La devoción mariana.

El acompañamiento en la dirección espiritual.

Un compromiso misionero concreto.

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El Espíritu Santo es quien hace posible la variedad de vocacio-

nes y Él mismo nos congrega en la unidad, hace que nos complemente-

mos y todos estemos encaminados hacia el testimonio del amor, hacia

el anuncio de Cristo, único Salvador.

Todos los bautizados, por ser miembros de la Iglesia tenemos la

vocación y misión de ser anunciadores del Evangelio; todos somos mi-

sioneros, pues las misiones se fundamentan en el mandato de Jesús:

«Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio» (Mc 16, 15).

Ser misionero no es otra vocación específica a la que Dios lla-

ma; es una vocación para todos: laicos, religiosos y sacerdotes.

Resumen

Hay relación entre cada una de las vocaciones específicas

(sacerdote, religioso y laico); no se puede comprender una vocación

específica sin las otras dos, entre ellas se iluminan y se complementan

como las partes de un cuerpo.

El Espíritu Santo es quien hace posible esta comunión en la di-

versidad y complementariedad.

Ser misionero no es otra vocación específica a la que Dios lla-

ma; es una vocación para todos.

Las misiones se fundamentan en el mandato de Jesús: «vayan

por todo el mundo y prediquen el Evangelio» (Mc 16, 15).

Explica

1) ¿Qué relación existe entre las vocaciones específicas?

2) ¿Ser misionero es otra vocación específica?

3) ¿En qué se fundamentan las misiones?

4) ¿Estás comprometido (a) con la Iglesia?

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El Don del Ministerio Ordenado se da en tres grados, estos son:

a) Episcopado: Los Obispos son sucesores de los Apóstoles; ellos,

en unión con el Papa son encargados del gobierno de la Iglesia;

son pastores de un territorio (diócesis) y con su autoridad conti-

núan la obra de Cristo. Los Obispos son Maestros de la fe y, co-

mo Pastores, con la ayuda de los presbíteros, cuidan que los

miembros de la porción del Pueblo de Dios que les ha sido enco-

mendada lleguen seguros a la casa del Padre.

b) Presbiterado: son aquellos a los que comúnmente llamamos

“padres”. Son colaboradores directos de los Obispos en el cuida-

do de las comunidades cristianas. Apacientan al Pueblo de Dios

por la predicación, la celebración de los sacramentos y la anima-

ción de la caridad. Los sacerdotes, en unión con su Obispo, parti-

cipan de la autoridad con la que Cristo forma, rige y santifica a su

Iglesia.

c) Diaconado: son fieles colaboradores del Obispo y del presbítero,

ellos se dedican al servicio dentro de la Iglesia. Les corresponde

bautizar, bendecir los matrimonios, distribuir la comunión, leer la

Sagrada Escritura a los fieles, exhortar al pueblo, presidir la cele-

bración de la Palabra y los ritos de funerales. También se dedican

a los oficios de caridad y administración. El servicio que realizan

los diáconos lo ofrecen en comunión con el Obispo y su presbite-

rio. Son un ejemplo de entrega y fidelidad a la Iglesia.

Quienes son sacerdotes comparten un mismo Sa-

cerdocio, el Sacerdocio de Cristo, y su servicio se

da en la Iglesia a través de distintas maneras: en

el Sacerdocio Diocesano, ejerce aquel sacerdote

que está al servicio de una diócesis y sus activida-

des las realiza dentro de ella; o bien, mediante el

Sacerdocio Religioso, vive su ministerio desde el

carisma de su comunidad religiosa y está al servi-

cio de ella, es decir, realiza tareas propias de su

congregación.

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Resumen

Todo cristiano está llamado a una vocación específica, desde

donde puede responder al gran amor de Dios, construyendo su reino

en la tierra. Es un compromiso que se asume de manera consciente

por medio de una opción de vida.

La Vocación Laical es vivida por todo cristiano que responde

al amor de Dios desde su realidad concreta como soltero, casado o

viudo. Es un testimonio de fe para los demás; su misión es vivir y lle-

var los valores cristianos a todos los lugares donde se desarrolla su

vida: en el hogar, con los vecinos, en el trabajo, la escuela, los luga-

res de diversión, etc.

La Vocación a la Vida Consagrada es la manifestación de la

entrega total a Dios; esta entrega se vive en los valores de pobreza,

castidad y obediencia. Existen distintas comunidades religiosas en

donde se expresan los Dones del Espíritu Santo que responden a las

necesidades del mundo.

La Vocación al Ministerio Ordenado, es la entrega total a Dios

que hacen los hombres dispuestos a ser “otro Cristo;” su misión es el

cuidado o pastoreo de la Iglesia. Este estado de vida se da en tres

grados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado.

Explica

1. ¿Cuáles son las vocaciones específicas?

2. ¿Qué es la vocación a la vida laical?

3. ¿De cuántos modos se realiza la vocación a la vida laical?

4. ¿Qué es la vocación a la vida consagrada?

5. ¿Cuáles son los consejos evangélicos que asumen los religiosos?

6. ¿Cuáles son las dos formas en las que se expresan los carismas

dentro la Iglesia, por medio de los institutos Religiosos?

7. ¿Qué es la vocación al Ministerio Ordenado?

8. ¿En qué consiste el Orden del Episcopado?

9. ¿En qué consiste el Orden del Presbiterado?

10.¿En qué consiste el Orden del Diaconado?

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CAPÍTULO III

COMPLEMENTARIEDAD DE LAS VOCACIONES

El pueblo de Dios es uno: «un solo Señor, una sola fe, un solo

bautismo» (Ef 4,5). Toda la realidad de la Iglesia tiene como fuente la

comunión, como el reflejo de la Santísima Trinidad: El Padre, El Hijo y

El Espíritu Santo son un solo Dios.

Hay una íntima relación entre cada una de las vocaciones especí-

ficas. No se puede comprender una vocación sin las otras dos; entre

ellas se iluminan y se complementan como parte de un solo cuerpo:

«Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero to-

dos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así

también Cristo» (1.ª Cor 12.12). Todas las vocaciones forman la Iglesia

que es el Cuerpo Místico de Cristo. Los fieles laicos, los ministros ordenados y los consagrados según

los muchos carismas, son llamados a vivir la única vocación a la santi-

dad, comprometidos activamente con el Reino de Dios.

Las vocaciones específicas (sacerdote, religioso y laico) se ne-

cesitan y se complementan; no cabe ninguna competencia entre ellos

pues Dios llama a todos los hombres a la fe para que seamos un solo

pueblo de su propiedad. No es más el sacerdote que la religiosa ni la

religiosa que el laico; todos tienen la misma dignidad y cada uno res-

ponde a su llamado personal.