Salavarrieta, Mercedes Abrego o Antonia Santos circulan en ... en la... · En el largo camino...

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Page 1: Salavarrieta, Mercedes Abrego o Antonia Santos circulan en ... en la... · En el largo camino hacía la batalla de Boyacá y posterior a esta, mujeres como la Negra Dolores, Doña

Por: Martha E. CanoMilitante FARC Bogotá

“Las heroínas olvidadas de la independencia, Ninguna recibió dádiva, recompensa ni mención. Cumplido su deber, desaparecieron ante el muro de los fusilamientos o volvieron silenciosamente al mundo campesino de donde habían salido, no fue posible persuadirlas de que no se alistaran. Había que auxiliar heridos, sepultar muertos, apoyar a la tropa y fueron a la guerra como conspiradoras, voluntarias o guerreras" PAULO FORERO.

Pocos nombres como el de Policarpa Salavarrieta, Mercedes Abrego o Antonia Santos circulan en los libros de historia y en las investigaciones realizadas principalmente por hombres, queriendo conocer a las mujeres que participaron activamente de la guerra independentista como guerrilleras y milicianas, militantes clandestinas de las cuales se tienen pocos datos, nombres, frases valerosas o una hermosas fotos retratadas en los lienzos de la época.

Se dice de ellas que estaban en el frente de batalla, algunas inmolándose para que las tropas pudieran llegar hasta los cuarteles y rearmarse en el camino de la gesta libertaria, otras cocinando y cosiendo uniformes con sus vestidos porque el rigor de la batalla desgastaba lo poco que los combatientes poseían, muchas arriesgando sus vidas portando mensajes que ocultaban durante días de viaje, a pie, de una unidad a otra, reuniendo recursos en los centros poblados para conseguir remesas o

armas, acostándose con el enemigo para obtener información de valía para la guerrilla libertaria, ocultando espías, enviando a sus hijos y esposos al combate, haciendo trabajo secreto de masas donde se informaba de los avances y necesidades de los guerreros, incidiendo en las conciencias, dándolo todo por la patria nueva.

Fueron 17 mujeres casanareñas las primeras en unirse al combate en esta gesta apenas iniciada hacía 1818, siendo Casanare el primer estado libre de la Nueva Granada, de las cuales se rescatan el nombre de Juana Béjar, quien participo siendo mando en las acciones que garantizaran tiempo después instalar el histórico congreso de Angosturas.

En el largo camino hacía la batalla de Boyacá y posterior a esta, mujeres como la Negra Dolores, Doña Melchora Nieto, Luciana Rozo, Joaquina Aroca, Concepción Loperena, Petronila Navas,

Barbara Forero, Gertrudis Cuero, Tomasa Rodriguez y una gran lista a medias, guardando el espacio a las que no se les ha podido seguir el paso histórico, son los nombres de nuestras abuelas, las humilladas, fusiladas, empobrecidas y rebeldes, a quienes les cobraron querer y sentir que la libertad del yugo extranjero era el camino a seguir.

Las Juanas, Cholas y Rabonas, o como quiera la historia llamarlas, las canciones populares o las reelaboraciones de la Historia, serán siempre las madres de las gran Colombia, que parieron a sangre y sacrificio las patrias Bolivarianas, conocidas o anónimas, políticamente vivas en las mujeres del hoy, de las guerreras urbanas y rurales que aún construyen, desde todas las trincheras, la Nueva Nación donde quepamos y nos visibilicemos todas.

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Por: Martha E. CanoMilitante FARC Bogotá

“Las heroínas olvidadas de la independencia, Ninguna recibió dádiva, recompensa ni mención. Cumplido su deber, desaparecieron ante el muro de los fusilamientos o volvieron silenciosamente al mundo campesino de donde habían salido, no fue posible persuadirlas de que no se alistaran. Había que auxiliar heridos, sepultar muertos, apoyar a la tropa y fueron a la guerra como conspiradoras, voluntarias o guerreras" PAULO FORERO.

Pocos nombres como el de Policarpa Salavarrieta, Mercedes Abrego o Antonia Santos circulan en los libros de historia y en las investigaciones realizadas principalmente por hombres, queriendo conocer a las mujeres que participaron activamente de la guerra independentista como guerrilleras y milicianas, militantes clandestinas de las cuales se tienen pocos datos, nombres, frases valerosas o una hermosas fotos retratadas en los lienzos de la época.

Se dice de ellas que estaban en el frente de batalla, algunas inmolándose para que las tropas pudieran llegar hasta los cuarteles y rearmarse en el camino de la gesta libertaria, otras cocinando y cosiendo uniformes con sus vestidos porque el rigor de la batalla desgastaba lo poco que los combatientes poseían, muchas arriesgando sus vidas portando mensajes que ocultaban durante días de viaje, a pie, de una unidad a otra, reuniendo recursos en los centros poblados para conseguir remesas o

armas, acostándose con el enemigo para obtener información de valía para la guerrilla libertaria, ocultando espías, enviando a sus hijos y esposos al combate, haciendo trabajo secreto de masas donde se informaba de los avances y necesidades de los guerreros, incidiendo en las conciencias, dándolo todo por la patria nueva.

Fueron 17 mujeres casanareñas las primeras en unirse al combate en esta gesta apenas iniciada hacía 1818, siendo Casanare el primer estado libre de la Nueva Granada, de las cuales se rescatan el nombre de Juana Béjar, quien participo siendo mando en las acciones que garantizaran tiempo después instalar el histórico congreso de Angosturas.

En el largo camino hacía la batalla de Boyacá y posterior a esta, mujeres como la Negra Dolores, Doña Melchora Nieto, Luciana Rozo, Joaquina Aroca, Concepción Loperena, Petronila Navas,

Barbara Forero, Gertrudis Cuero, Tomasa Rodriguez y una gran lista a medias, guardando el espacio a las que no se les ha podido seguir el paso histórico, son los nombres de nuestras abuelas, las humilladas, fusiladas, empobrecidas y rebeldes, a quienes les cobraron querer y sentir que la libertad del yugo extranjero era el camino a seguir.

Las Juanas, Cholas y Rabonas, o como quiera la historia llamarlas, las canciones populares o las reelaboraciones de la Historia, serán siempre las madres de las gran Colombia, que parieron a sangre y sacrificio las patrias Bolivarianas, conocidas o anónimas, políticamente vivas en las mujeres del hoy, de las guerreras urbanas y rurales que aún construyen, desde todas las trincheras, la Nueva Nación donde quepamos y nos visibilicemos todas.

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Por: Martha E. CanoMilitante FARC Bogotá

“Las heroínas olvidadas de la independencia, Ninguna recibió dádiva, recompensa ni mención. Cumplido su deber, desaparecieron ante el muro de los fusilamientos o volvieron silenciosamente al mundo campesino de donde habían salido, no fue posible persuadirlas de que no se alistaran. Había que auxiliar heridos, sepultar muertos, apoyar a la tropa y fueron a la guerra como conspiradoras, voluntarias o guerreras" PAULO FORERO.

Pocos nombres como el de Policarpa Salavarrieta, Mercedes Abrego o Antonia Santos circulan en los libros de historia y en las investigaciones realizadas principalmente por hombres, queriendo conocer a las mujeres que participaron activamente de la guerra independentista como guerrilleras y milicianas, militantes clandestinas de las cuales se tienen pocos datos, nombres, frases valerosas o una hermosas fotos retratadas en los lienzos de la época.

Se dice de ellas que estaban en el frente de batalla, algunas inmolándose para que las tropas pudieran llegar hasta los cuarteles y rearmarse en el camino de la gesta libertaria, otras cocinando y cosiendo uniformes con sus vestidos porque el rigor de la batalla desgastaba lo poco que los combatientes poseían, muchas arriesgando sus vidas portando mensajes que ocultaban durante días de viaje, a pie, de una unidad a otra, reuniendo recursos en los centros poblados para conseguir remesas o

armas, acostándose con el enemigo para obtener información de valía para la guerrilla libertaria, ocultando espías, enviando a sus hijos y esposos al combate, haciendo trabajo secreto de masas donde se informaba de los avances y necesidades de los guerreros, incidiendo en las conciencias, dándolo todo por la patria nueva.

Fueron 17 mujeres casanareñas las primeras en unirse al combate en esta gesta apenas iniciada hacía 1818, siendo Casanare el primer estado libre de la Nueva Granada, de las cuales se rescatan el nombre de Juana Béjar, quien participo siendo mando en las acciones que garantizaran tiempo después instalar el histórico congreso de Angosturas.

En el largo camino hacía la batalla de Boyacá y posterior a esta, mujeres como la Negra Dolores, Doña Melchora Nieto, Luciana Rozo, Joaquina Aroca, Concepción Loperena, Petronila Navas,

Barbara Forero, Gertrudis Cuero, Tomasa Rodriguez y una gran lista a medias, guardando el espacio a las que no se les ha podido seguir el paso histórico, son los nombres de nuestras abuelas, las humilladas, fusiladas, empobrecidas y rebeldes, a quienes les cobraron querer y sentir que la libertad del yugo extranjero era el camino a seguir.

Las Juanas, Cholas y Rabonas, o como quiera la historia llamarlas, las canciones populares o las reelaboraciones de la Historia, serán siempre las madres de las gran Colombia, que parieron a sangre y sacrificio las patrias Bolivarianas, conocidas o anónimas, políticamente vivas en las mujeres del hoy, de las guerreras urbanas y rurales que aún construyen, desde todas las trincheras, la Nueva Nación donde quepamos y nos visibilicemos todas.

Permitida su total copia o difusión. Léalo y páselo.

Edición y diagramación: Comuna Daniela Santos AzurduyTextos: Militancia de los comunes.

Idea: Comisión de Género -Valle.Fuerza Alternativa del Comun

julio 2019

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Por: Martha E. CanoMilitante FARC Bogotá

“Las heroínas olvidadas de la independencia, Ninguna recibió dádiva, recompensa ni mención. Cumplido su deber, desaparecieron ante el muro de los fusilamientos o volvieron silenciosamente al mundo campesino de donde habían salido, no fue posible persuadirlas de que no se alistaran. Había que auxiliar heridos, sepultar muertos, apoyar a la tropa y fueron a la guerra como conspiradoras, voluntarias o guerreras" PAULO FORERO.

Pocos nombres como el de Policarpa Salavarrieta, Mercedes Abrego o Antonia Santos circulan en los libros de historia y en las investigaciones realizadas principalmente por hombres, queriendo conocer a las mujeres que participaron activamente de la guerra independentista como guerrilleras y milicianas, militantes clandestinas de las cuales se tienen pocos datos, nombres, frases valerosas o una hermosas fotos retratadas en los lienzos de la época.

Se dice de ellas que estaban en el frente de batalla, algunas inmolándose para que las tropas pudieran llegar hasta los cuarteles y rearmarse en el camino de la gesta libertaria, otras cocinando y cosiendo uniformes con sus vestidos porque el rigor de la batalla desgastaba lo poco que los combatientes poseían, muchas arriesgando sus vidas portando mensajes que ocultaban durante días de viaje, a pie, de una unidad a otra, reuniendo recursos en los centros poblados para conseguir remesas o

armas, acostándose con el enemigo para obtener información de valía para la guerrilla libertaria, ocultando espías, enviando a sus hijos y esposos al combate, haciendo trabajo secreto de masas donde se informaba de los avances y necesidades de los guerreros, incidiendo en las conciencias, dándolo todo por la patria nueva.

Fueron 17 mujeres casanareñas las primeras en unirse al combate en esta gesta apenas iniciada hacía 1818, siendo Casanare el primer estado libre de la Nueva Granada, de las cuales se rescatan el nombre de Juana Béjar, quien participo siendo mando en las acciones que garantizaran tiempo después instalar el histórico congreso de Angosturas.

En el largo camino hacía la batalla de Boyacá y posterior a esta, mujeres como la Negra Dolores, Doña Melchora Nieto, Luciana Rozo, Joaquina Aroca, Concepción Loperena, Petronila Navas,

Barbara Forero, Gertrudis Cuero, Tomasa Rodriguez y una gran lista a medias, guardando el espacio a las que no se les ha podido seguir el paso histórico, son los nombres de nuestras abuelas, las humilladas, fusiladas, empobrecidas y rebeldes, a quienes les cobraron querer y sentir que la libertad del yugo extranjero era el camino a seguir.

Las Juanas, Cholas y Rabonas, o como quiera la historia llamarlas, las canciones populares o las reelaboraciones de la Historia, serán siempre las madres de las gran Colombia, que parieron a sangre y sacrificio las patrias Bolivarianas, conocidas o anónimas, políticamente vivas en las mujeres del hoy, de las guerreras urbanas y rurales que aún construyen, desde todas las trincheras, la Nueva Nación donde quepamos y nos visibilicemos todas.

La lucha contra la dominación y alienación del sistema capitalista ahora llamado Neoliberal es imprecindible en el camino a la Nueva Colombia, para ello las comunes aportamos esta recopilación de textos para ahondar en el estudio y formación como revolucionarias y revolucionarios.

Vease como el rescate de la historia o la historia de las vencidas, estos textos develan el papel de lucha que muchas mujeres decidieron asumir de acuerdo a sus condiciones particulares para enfrentar la colonización y conquistar la independencia. Mujeres guerreras, espías, estrategas, luchadoras, combativas, solidarias, organizadas, clandestinas, dirigentes y coronelas, mujeres insurgentes construyendo la Patria Grande, la Nueva Colombia y el Socialismo.

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Por: Martha E. CanoMilitante FARC Bogotá

“Las heroínas olvidadas de la independencia, Ninguna recibió dádiva, recompensa ni mención. Cumplido su deber, desaparecieron ante el muro de los fusilamientos o volvieron silenciosamente al mundo campesino de donde habían salido, no fue posible persuadirlas de que no se alistaran. Había que auxiliar heridos, sepultar muertos, apoyar a la tropa y fueron a la guerra como conspiradoras, voluntarias o guerreras" PAULO FORERO.

Pocos nombres como el de Policarpa Salavarrieta, Mercedes Abrego o Antonia Santos circulan en los libros de historia y en las investigaciones realizadas principalmente por hombres, queriendo conocer a las mujeres que participaron activamente de la guerra independentista como guerrilleras y milicianas, militantes clandestinas de las cuales se tienen pocos datos, nombres, frases valerosas o una hermosas fotos retratadas en los lienzos de la época.

Se dice de ellas que estaban en el frente de batalla, algunas inmolándose para que las tropas pudieran llegar hasta los cuarteles y rearmarse en el camino de la gesta libertaria, otras cocinando y cosiendo uniformes con sus vestidos porque el rigor de la batalla desgastaba lo poco que los combatientes poseían, muchas arriesgando sus vidas portando mensajes que ocultaban durante días de viaje, a pie, de una unidad a otra, reuniendo recursos en los centros poblados para conseguir remesas o

armas, acostándose con el enemigo para obtener información de valía para la guerrilla libertaria, ocultando espías, enviando a sus hijos y esposos al combate, haciendo trabajo secreto de masas donde se informaba de los avances y necesidades de los guerreros, incidiendo en las conciencias, dándolo todo por la patria nueva.

Fueron 17 mujeres casanareñas las primeras en unirse al combate en esta gesta apenas iniciada hacía 1818, siendo Casanare el primer estado libre de la Nueva Granada, de las cuales se rescatan el nombre de Juana Béjar, quien participo siendo mando en las acciones que garantizaran tiempo después instalar el histórico congreso de Angosturas.

En el largo camino hacía la batalla de Boyacá y posterior a esta, mujeres como la Negra Dolores, Doña Melchora Nieto, Luciana Rozo, Joaquina Aroca, Concepción Loperena, Petronila Navas,

Barbara Forero, Gertrudis Cuero, Tomasa Rodriguez y una gran lista a medias, guardando el espacio a las que no se les ha podido seguir el paso histórico, son los nombres de nuestras abuelas, las humilladas, fusiladas, empobrecidas y rebeldes, a quienes les cobraron querer y sentir que la libertad del yugo extranjero era el camino a seguir.

Las Juanas, Cholas y Rabonas, o como quiera la historia llamarlas, las canciones populares o las reelaboraciones de la Historia, serán siempre las madres de las gran Colombia, que parieron a sangre y sacrificio las patrias Bolivarianas, conocidas o anónimas, políticamente vivas en las mujeres del hoy, de las guerreras urbanas y rurales que aún construyen, desde todas las trincheras, la Nueva Nación donde quepamos y nos visibilicemos todas.

Por: Violeta NarváezETCR El Negro Eliecer Gaitán, Caño Indio

No hay criterios unificados sobre algunos de sus datos personales: nombre completo, fecha y lugar de nacimiento. Lo cierto es que una mujer con el nombre de Mercedes Ábrego, nacida en lo que hoy llamamos

Norte de Santander (tal vez en Cúcuta o en San Cayetano), entre 1770 y 1780, es recordada por su participación en la gesta de nuestra primera independencia.

En su educación en casa fueron básicos el bordado y la modistería. Esa formación le permitió dedicarse a la enseñanza de artes manuales y la realización de ornamentos religiosos para las iglesias de Cúcuta, Villa del Rosario, San Antonio y otros pueblos.

Se casó con José Marcelo Reyes que, se presume, era su primo hermano y trabajaba en la hacienda de la familia Reyes Ábrego, destinada a la producción de cacao para el mercado en Maracaibo. Con el que tuvo tres hijos: José Miguel, Pedro María y José María. Sin embargo, algunos años después su esposo murió y Mercedes Ábrego se vio obligada a sostener con la costura a su familia. En 1807 envió al hijo mayor a estudiar en el Colegio Mayor de San Bartolomé, en Santafé y continuó criando a los otros dos.

Se dice que desde el inicio de la guerra de independencia mostró sus simpatías con los patriotas de la región. Colaboró con los ejércitos republicanos del valle de Cúcuta y el resto de la región, en el enfrentamiento a las tropas españolas de Ramón Correa y Bartolomé Lizón.

Admiraba a Simón Bolívar, al que conoció en Cúcuta, en 1813, durante la estancia de El Libertador en esa villa, tras la victoria de su ejército sobre Correa, en la Batalla de Cúcuta el 28 de febrero de ese año y que antecedió la Campaña Admirable. En esa ocasión confeccionó una casaca bordada en oro y lentejuelas como muestra de simpatía hacia Bolívar. También bordó algunos banderines tricolores para el ejército republicano.

El apoyo de Mercedes Ábrego a los patriotas se demostró a partir de su trabajo de informante, que fue fundamental para las tropas de Francisco de Paula Santander en la región. Se dice que, gracias a sus informes secretos, Santander supo de los movimientos de las tropas realistas del teniente Aniceto Matute que, al mando de 200 hombres, empezó operaciones sobre Mérida y sorprendió a 70 hombres que estaban instalados en Bailadores.

Santander, al tanto de la situación, reunió fuerzas y alcanzó a Matute en Loma Pelada, para derrotarlo el 12 de septiembre de 1813. Tras 18 días, el realista fue nuevamente derrotado por las tropas independentistas en San Faustino.

Sin embargo, el ejército realista bajo las órdenes del capitán Bartolomé Lizón venció a los independentistas en el llano de Carrillo. Lizón detuvo a una mujer que llevaba avisos e indicaciones para los patriotas combatientes y que había sido enviada directamente por Mercedes Ábrego.

Según la versión más difundida, luego de la entrada de los realistas a Cúcuta, Lizón aprehende a Mercedes Ábrego bajo los cargos de conspiración y traición a la Corona. Es conducida desde una casa de campo donde se encontraba, hasta la cárcel. Allí fue ejecutada el 13 de octubre de 1813, en presencia de dos de sus hijos menores.

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Por: Martha E. CanoMilitante FARC Bogotá

“Las heroínas olvidadas de la independencia, Ninguna recibió dádiva, recompensa ni mención. Cumplido su deber, desaparecieron ante el muro de los fusilamientos o volvieron silenciosamente al mundo campesino de donde habían salido, no fue posible persuadirlas de que no se alistaran. Había que auxiliar heridos, sepultar muertos, apoyar a la tropa y fueron a la guerra como conspiradoras, voluntarias o guerreras" PAULO FORERO.

Pocos nombres como el de Policarpa Salavarrieta, Mercedes Abrego o Antonia Santos circulan en los libros de historia y en las investigaciones realizadas principalmente por hombres, queriendo conocer a las mujeres que participaron activamente de la guerra independentista como guerrilleras y milicianas, militantes clandestinas de las cuales se tienen pocos datos, nombres, frases valerosas o una hermosas fotos retratadas en los lienzos de la época.

Se dice de ellas que estaban en el frente de batalla, algunas inmolándose para que las tropas pudieran llegar hasta los cuarteles y rearmarse en el camino de la gesta libertaria, otras cocinando y cosiendo uniformes con sus vestidos porque el rigor de la batalla desgastaba lo poco que los combatientes poseían, muchas arriesgando sus vidas portando mensajes que ocultaban durante días de viaje, a pie, de una unidad a otra, reuniendo recursos en los centros poblados para conseguir remesas o

armas, acostándose con el enemigo para obtener información de valía para la guerrilla libertaria, ocultando espías, enviando a sus hijos y esposos al combate, haciendo trabajo secreto de masas donde se informaba de los avances y necesidades de los guerreros, incidiendo en las conciencias, dándolo todo por la patria nueva.

Fueron 17 mujeres casanareñas las primeras en unirse al combate en esta gesta apenas iniciada hacía 1818, siendo Casanare el primer estado libre de la Nueva Granada, de las cuales se rescatan el nombre de Juana Béjar, quien participo siendo mando en las acciones que garantizaran tiempo después instalar el histórico congreso de Angosturas.

En el largo camino hacía la batalla de Boyacá y posterior a esta, mujeres como la Negra Dolores, Doña Melchora Nieto, Luciana Rozo, Joaquina Aroca, Concepción Loperena, Petronila Navas,

Barbara Forero, Gertrudis Cuero, Tomasa Rodriguez y una gran lista a medias, guardando el espacio a las que no se les ha podido seguir el paso histórico, son los nombres de nuestras abuelas, las humilladas, fusiladas, empobrecidas y rebeldes, a quienes les cobraron querer y sentir que la libertad del yugo extranjero era el camino a seguir.

Las Juanas, Cholas y Rabonas, o como quiera la historia llamarlas, las canciones populares o las reelaboraciones de la Historia, serán siempre las madres de las gran Colombia, que parieron a sangre y sacrificio las patrias Bolivarianas, conocidas o anónimas, políticamente vivas en las mujeres del hoy, de las guerreras urbanas y rurales que aún construyen, desde todas las trincheras, la Nueva Nación donde quepamos y nos visibilicemos todas.

Por: Violeta NarváezETCR El Negro Eliecer Gaitán, Caño Indio

No hay criterios unificados sobre algunos de sus datos personales: nombre completo, fecha y lugar de nacimiento. Lo cierto es que una mujer con el nombre de Mercedes Ábrego, nacida en lo que hoy llamamos

Norte de Santander (tal vez en Cúcuta o en San Cayetano), entre 1770 y 1780, es recordada por su participación en la gesta de nuestra primera independencia.

En su educación en casa fueron básicos el bordado y la modistería. Esa formación le permitió dedicarse a la enseñanza de artes manuales y la realización de ornamentos religiosos para las iglesias de Cúcuta, Villa del Rosario, San Antonio y otros pueblos.

Se casó con José Marcelo Reyes que, se presume, era su primo hermano y trabajaba en la hacienda de la familia Reyes Ábrego, destinada a la producción de cacao para el mercado en Maracaibo. Con el que tuvo tres hijos: José Miguel, Pedro María y José María. Sin embargo, algunos años después su esposo murió y Mercedes Ábrego se vio obligada a sostener con la costura a su familia. En 1807 envió al hijo mayor a estudiar en el Colegio Mayor de San Bartolomé, en Santafé y continuó criando a los otros dos.

Se dice que desde el inicio de la guerra de independencia mostró sus simpatías con los patriotas de la región. Colaboró con los ejércitos republicanos del valle de Cúcuta y el resto de la región, en el enfrentamiento a las tropas españolas de Ramón Correa y Bartolomé Lizón.

Admiraba a Simón Bolívar, al que conoció en Cúcuta, en 1813, durante la estancia de El Libertador en esa villa, tras la victoria de su ejército sobre Correa, en la Batalla de Cúcuta el 28 de febrero de ese año y que antecedió la Campaña Admirable. En esa ocasión confeccionó una casaca bordada en oro y lentejuelas como muestra de simpatía hacia Bolívar. También bordó algunos banderines tricolores para el ejército republicano.

El apoyo de Mercedes Ábrego a los patriotas se demostró a partir de su trabajo de informante, que fue fundamental para las tropas de Francisco de Paula Santander en la región. Se dice que, gracias a sus informes secretos, Santander supo de los movimientos de las tropas realistas del teniente Aniceto Matute que, al mando de 200 hombres, empezó operaciones sobre Mérida y sorprendió a 70 hombres que estaban instalados en Bailadores.

Santander, al tanto de la situación, reunió fuerzas y alcanzó a Matute en Loma Pelada, para derrotarlo el 12 de septiembre de 1813. Tras 18 días, el realista fue nuevamente derrotado por las tropas independentistas en San Faustino.

Sin embargo, el ejército realista bajo las órdenes del capitán Bartolomé Lizón venció a los independentistas en el llano de Carrillo. Lizón detuvo a una mujer que llevaba avisos e indicaciones para los patriotas combatientes y que había sido enviada directamente por Mercedes Ábrego.

Según la versión más difundida, luego de la entrada de los realistas a Cúcuta, Lizón aprehende a Mercedes Ábrego bajo los cargos de conspiración y traición a la Corona. Es conducida desde una casa de campo donde se encontraba, hasta la cárcel. Allí fue ejecutada el 13 de octubre de 1813, en presencia de dos de sus hijos menores.

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Mírame, madre, y por tu amor, no llores;Si esclavo de mi edad y mis doctrinas, Tú mártir corazón llené de espinas, Piensa que nacen entre espinas flores. (José Martí)

“¿En qué puedo servirle mi señora?- dijo el General-Vengo, señor, a traer mis joyas para contribuir por mi parte a salvar la patria.- doy a usted las gracias en nombre de la Republica y

acepto su generosa oferta, porque como sabrá usted, aún quedan enemigos en el territorio y es preciso exterminarlos. –con ese fin he traído, coronel, lo que tengo.- ¿y qué será, señora, su oferta tan espontánea y tan oportuna?-son siete de mis hijos-contestó la señora.”, este fue el dialogó que inmortalizó a Simona Duque de Álzate quien entrego a la causa independentista su gran tesoro.

El 7 de Agosto las y los Colombianos celebraremos el Bicentenario de la Batalla de Boyacá, acción emblemática de la historia de nuestro país, una de las más importantes confrontaciones donde la guerrilla independentista al mando del General Simón Bolívar derrotan de forma exitosa a los españoles y posibilitan el triunfo de otras batallas en la gran patria Bolivariana como la de Carabobo, Pichincha y Junín.

Por ello es preciso llamar a la memoria con nombre propio –o por lo menos lo que más sea posible- a las madres de esta patria que cocían los uniformes para la batalla, que llevaban y traían información al ejercito libertador y sus auxiliares en centros poblados, aquellas madres mártires que dieron su vida y las de su familia por una causa más grande que ellas mismas y por lo cual les debemos el Honor y la Gloria que su entrega insurgente nos trae en estos momentos de recordación.

Debemos reescribir en el altar de la patria a Margarita Varona de Cabal quien perdió a sus hijos en las batallas y quedo en la ruina por ayudar económicamente al ejercito libertador, María Antonia Ruiz quien juro vengar a su hijo muerto a manos de los Españoles con una importante participación en la Batalla de San Juanito y muchas otras como Carlota Rengifo, Cacica la Gaitana, Elvira y Urraca Cortez, Magdalena Ortega de Nariño y una larga lista de madres que dejaron una huella indeleble en la sangre que expulso a los invasores de nuestras tierras ancestrales.

Este Bicentenario será fundamental para la lucha política y geoestratégica de la memoria histórica colectiva de la verdad de quienes lo hicieron posible, de reunificar la solidaridad de los países Bolivarianos, de recordarle al país y al mundo quienes fueron las y los que rodilla en tierra juraron vencer y vencieron, de traer al presente las historias de todas las mujeres que con

Por: Martha E. CanoMilitante FARC Bogotá

“Las heroínas olvidadas de la independencia, Ninguna recibió dádiva, recompensa ni mención. Cumplido su deber, desaparecieron ante el muro de los fusilamientos o volvieron silenciosamente al mundo campesino de donde habían salido, no fue posible persuadirlas de que no se alistaran. Había que auxiliar heridos, sepultar muertos, apoyar a la tropa y fueron a la guerra como conspiradoras, voluntarias o guerreras" PAULO FORERO.

Pocos nombres como el de Policarpa Salavarrieta, Mercedes Abrego o Antonia Santos circulan en los libros de historia y en las investigaciones realizadas principalmente por hombres, queriendo conocer a las mujeres que participaron activamente de la guerra independentista como guerrilleras y milicianas, militantes clandestinas de las cuales se tienen pocos datos, nombres, frases valerosas o una hermosas fotos retratadas en los lienzos de la época.

Se dice de ellas que estaban en el frente de batalla, algunas inmolándose para que las tropas pudieran llegar hasta los cuarteles y rearmarse en el camino de la gesta libertaria, otras cocinando y cosiendo uniformes con sus vestidos porque el rigor de la batalla desgastaba lo poco que los combatientes poseían, muchas arriesgando sus vidas portando mensajes que ocultaban durante días de viaje, a pie, de una unidad a otra, reuniendo recursos en los centros poblados para conseguir remesas o

armas, acostándose con el enemigo para obtener información de valía para la guerrilla libertaria, ocultando espías, enviando a sus hijos y esposos al combate, haciendo trabajo secreto de masas donde se informaba de los avances y necesidades de los guerreros, incidiendo en las conciencias, dándolo todo por la patria nueva.

Fueron 17 mujeres casanareñas las primeras en unirse al combate en esta gesta apenas iniciada hacía 1818, siendo Casanare el primer estado libre de la Nueva Granada, de las cuales se rescatan el nombre de Juana Béjar, quien participo siendo mando en las acciones que garantizaran tiempo después instalar el histórico congreso de Angosturas.

En el largo camino hacía la batalla de Boyacá y posterior a esta, mujeres como la Negra Dolores, Doña Melchora Nieto, Luciana Rozo, Joaquina Aroca, Concepción Loperena, Petronila Navas,

Barbara Forero, Gertrudis Cuero, Tomasa Rodriguez y una gran lista a medias, guardando el espacio a las que no se les ha podido seguir el paso histórico, son los nombres de nuestras abuelas, las humilladas, fusiladas, empobrecidas y rebeldes, a quienes les cobraron querer y sentir que la libertad del yugo extranjero era el camino a seguir.

Las Juanas, Cholas y Rabonas, o como quiera la historia llamarlas, las canciones populares o las reelaboraciones de la Historia, serán siempre las madres de las gran Colombia, que parieron a sangre y sacrificio las patrias Bolivarianas, conocidas o anónimas, políticamente vivas en las mujeres del hoy, de las guerreras urbanas y rurales que aún construyen, desde todas las trincheras, la Nueva Nación donde quepamos y nos visibilicemos todas.

convicción revolucionaria dieron todo por la gran causa de la liberación, de recordar a todas nuestras madres, a quienes nuestro profundo agradecimiento se dirige por enseñarnos a luchar.

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Mírame, madre, y por tu amor, no llores;Si esclavo de mi edad y mis doctrinas, Tú mártir corazón llené de espinas, Piensa que nacen entre espinas flores. (José Martí)

“¿En qué puedo servirle mi señora?- dijo el General-Vengo, señor, a traer mis joyas para contribuir por mi parte a salvar la patria.- doy a usted las gracias en nombre de la Republica y

acepto su generosa oferta, porque como sabrá usted, aún quedan enemigos en el territorio y es preciso exterminarlos. –con ese fin he traído, coronel, lo que tengo.- ¿y qué será, señora, su oferta tan espontánea y tan oportuna?-son siete de mis hijos-contestó la señora.”, este fue el dialogó que inmortalizó a Simona Duque de Álzate quien entrego a la causa independentista su gran tesoro.

El 7 de Agosto las y los Colombianos celebraremos el Bicentenario de la Batalla de Boyacá, acción emblemática de la historia de nuestro país, una de las más importantes confrontaciones donde la guerrilla independentista al mando del General Simón Bolívar derrotan de forma exitosa a los españoles y posibilitan el triunfo de otras batallas en la gran patria Bolivariana como la de Carabobo, Pichincha y Junín.

Por ello es preciso llamar a la memoria con nombre propio –o por lo menos lo que más sea posible- a las madres de esta patria que cocían los uniformes para la batalla, que llevaban y traían información al ejercito libertador y sus auxiliares en centros poblados, aquellas madres mártires que dieron su vida y las de su familia por una causa más grande que ellas mismas y por lo cual les debemos el Honor y la Gloria que su entrega insurgente nos trae en estos momentos de recordación.

Debemos reescribir en el altar de la patria a Margarita Varona de Cabal quien perdió a sus hijos en las batallas y quedo en la ruina por ayudar económicamente al ejercito libertador, María Antonia Ruiz quien juro vengar a su hijo muerto a manos de los Españoles con una importante participación en la Batalla de San Juanito y muchas otras como Carlota Rengifo, Cacica la Gaitana, Elvira y Urraca Cortez, Magdalena Ortega de Nariño y una larga lista de madres que dejaron una huella indeleble en la sangre que expulso a los invasores de nuestras tierras ancestrales.

Este Bicentenario será fundamental para la lucha política y geoestratégica de la memoria histórica colectiva de la verdad de quienes lo hicieron posible, de reunificar la solidaridad de los países Bolivarianos, de recordarle al país y al mundo quienes fueron las y los que rodilla en tierra juraron vencer y vencieron, de traer al presente las historias de todas las mujeres que con

Por: Martha E. CanoMilitante FARC Bogotá

“Las heroínas olvidadas de la independencia, Ninguna recibió dádiva, recompensa ni mención. Cumplido su deber, desaparecieron ante el muro de los fusilamientos o volvieron silenciosamente al mundo campesino de donde habían salido, no fue posible persuadirlas de que no se alistaran. Había que auxiliar heridos, sepultar muertos, apoyar a la tropa y fueron a la guerra como conspiradoras, voluntarias o guerreras" PAULO FORERO.

Pocos nombres como el de Policarpa Salavarrieta, Mercedes Abrego o Antonia Santos circulan en los libros de historia y en las investigaciones realizadas principalmente por hombres, queriendo conocer a las mujeres que participaron activamente de la guerra independentista como guerrilleras y milicianas, militantes clandestinas de las cuales se tienen pocos datos, nombres, frases valerosas o una hermosas fotos retratadas en los lienzos de la época.

Se dice de ellas que estaban en el frente de batalla, algunas inmolándose para que las tropas pudieran llegar hasta los cuarteles y rearmarse en el camino de la gesta libertaria, otras cocinando y cosiendo uniformes con sus vestidos porque el rigor de la batalla desgastaba lo poco que los combatientes poseían, muchas arriesgando sus vidas portando mensajes que ocultaban durante días de viaje, a pie, de una unidad a otra, reuniendo recursos en los centros poblados para conseguir remesas o

armas, acostándose con el enemigo para obtener información de valía para la guerrilla libertaria, ocultando espías, enviando a sus hijos y esposos al combate, haciendo trabajo secreto de masas donde se informaba de los avances y necesidades de los guerreros, incidiendo en las conciencias, dándolo todo por la patria nueva.

Fueron 17 mujeres casanareñas las primeras en unirse al combate en esta gesta apenas iniciada hacía 1818, siendo Casanare el primer estado libre de la Nueva Granada, de las cuales se rescatan el nombre de Juana Béjar, quien participo siendo mando en las acciones que garantizaran tiempo después instalar el histórico congreso de Angosturas.

En el largo camino hacía la batalla de Boyacá y posterior a esta, mujeres como la Negra Dolores, Doña Melchora Nieto, Luciana Rozo, Joaquina Aroca, Concepción Loperena, Petronila Navas,

Barbara Forero, Gertrudis Cuero, Tomasa Rodriguez y una gran lista a medias, guardando el espacio a las que no se les ha podido seguir el paso histórico, son los nombres de nuestras abuelas, las humilladas, fusiladas, empobrecidas y rebeldes, a quienes les cobraron querer y sentir que la libertad del yugo extranjero era el camino a seguir.

Las Juanas, Cholas y Rabonas, o como quiera la historia llamarlas, las canciones populares o las reelaboraciones de la Historia, serán siempre las madres de las gran Colombia, que parieron a sangre y sacrificio las patrias Bolivarianas, conocidas o anónimas, políticamente vivas en las mujeres del hoy, de las guerreras urbanas y rurales que aún construyen, desde todas las trincheras, la Nueva Nación donde quepamos y nos visibilicemos todas.

convicción revolucionaria dieron todo por la gran causa de la liberación, de recordar a todas nuestras madres, a quienes nuestro profundo agradecimiento se dirige por enseñarnos a luchar.

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Por: Martha E. CanoMilitante FARC Bogotá

“Las heroínas olvidadas de la independencia, Ninguna recibió dádiva, recompensa ni mención. Cumplido su deber, desaparecieron ante el muro de los fusilamientos o volvieron silenciosamente al mundo campesino de donde habían salido, no fue posible persuadirlas de que no se alistaran. Había que auxiliar heridos, sepultar muertos, apoyar a la tropa y fueron a la guerra como conspiradoras, voluntarias o guerreras" PAULO FORERO.

Pocos nombres como el de Policarpa Salavarrieta, Mercedes Abrego o Antonia Santos circulan en los libros de historia y en las investigaciones realizadas principalmente por hombres, queriendo conocer a las mujeres que participaron activamente de la guerra independentista como guerrilleras y milicianas, militantes clandestinas de las cuales se tienen pocos datos, nombres, frases valerosas o una hermosas fotos retratadas en los lienzos de la época.

Se dice de ellas que estaban en el frente de batalla, algunas inmolándose para que las tropas pudieran llegar hasta los cuarteles y rearmarse en el camino de la gesta libertaria, otras cocinando y cosiendo uniformes con sus vestidos porque el rigor de la batalla desgastaba lo poco que los combatientes poseían, muchas arriesgando sus vidas portando mensajes que ocultaban durante días de viaje, a pie, de una unidad a otra, reuniendo recursos en los centros poblados para conseguir remesas o

armas, acostándose con el enemigo para obtener información de valía para la guerrilla libertaria, ocultando espías, enviando a sus hijos y esposos al combate, haciendo trabajo secreto de masas donde se informaba de los avances y necesidades de los guerreros, incidiendo en las conciencias, dándolo todo por la patria nueva.

Fueron 17 mujeres casanareñas las primeras en unirse al combate en esta gesta apenas iniciada hacía 1818, siendo Casanare el primer estado libre de la Nueva Granada, de las cuales se rescatan el nombre de Juana Béjar, quien participo siendo mando en las acciones que garantizaran tiempo después instalar el histórico congreso de Angosturas.

En el largo camino hacía la batalla de Boyacá y posterior a esta, mujeres como la Negra Dolores, Doña Melchora Nieto, Luciana Rozo, Joaquina Aroca, Concepción Loperena, Petronila Navas,

Barbara Forero, Gertrudis Cuero, Tomasa Rodriguez y una gran lista a medias, guardando el espacio a las que no se les ha podido seguir el paso histórico, son los nombres de nuestras abuelas, las humilladas, fusiladas, empobrecidas y rebeldes, a quienes les cobraron querer y sentir que la libertad del yugo extranjero era el camino a seguir.

Las Juanas, Cholas y Rabonas, o como quiera la historia llamarlas, las canciones populares o las reelaboraciones de la Historia, serán siempre las madres de las gran Colombia, que parieron a sangre y sacrificio las patrias Bolivarianas, conocidas o anónimas, políticamente vivas en las mujeres del hoy, de las guerreras urbanas y rurales que aún construyen, desde todas las trincheras, la Nueva Nación donde quepamos y nos visibilicemos todas.

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“Las heroínas olvidadas de la independencia, Ninguna recibió dádiva, recompensa ni mención. Cumplido su deber, desaparecieron ante el muro de los fusilamientos o volvieron silenciosamente al mundo campesino de donde habían salido, no fue posible persuadirlas de que no se alistaran. Había que auxiliar heridos, sepultar muertos, apoyar a la tropa y fueron a la guerra como conspiradoras, voluntarias o guerreras" PAULO FORERO.

Pocos nombres como el de Policarpa Salavarrieta, Mercedes Abrego o Antonia Santos circulan en los libros de historia y en las investigaciones realizadas principalmente por hombres, queriendo conocer a las mujeres que participaron activamente de la guerra independentista como guerrilleras y milicianas, militantes clandestinas de las cuales se tienen pocos datos, nombres, frases valerosas o una hermosas fotos retratadas en los lienzos de la época.

Se dice de ellas que estaban en el frente de batalla, algunas inmolándose para que las tropas pudieran llegar hasta los cuarteles y rearmarse en el camino de la gesta libertaria, otras cocinando y cosiendo uniformes con sus vestidos porque el rigor de la batalla desgastaba lo poco que los combatientes poseían, muchas arriesgando sus vidas portando mensajes que ocultaban durante días de viaje, a pie, de una unidad a otra, reuniendo recursos en los centros poblados para conseguir remesas o

armas, acostándose con el enemigo para obtener información de valía para la guerrilla libertaria, ocultando espías, enviando a sus hijos y esposos al combate, haciendo trabajo secreto de masas donde se informaba de los avances y necesidades de los guerreros, incidiendo en las conciencias, dándolo todo por la patria nueva.

Fueron 17 mujeres casanareñas las primeras en unirse al combate en esta gesta apenas iniciada hacía 1818, siendo Casanare el primer estado libre de la Nueva Granada, de las cuales se rescatan el nombre de Juana Béjar, quien participo siendo mando en las acciones que garantizaran tiempo después instalar el histórico congreso de Angosturas.

En el largo camino hacía la batalla de Boyacá y posterior a esta, mujeres como la Negra Dolores, Doña Melchora Nieto, Luciana Rozo, Joaquina Aroca, Concepción Loperena, Petronila Navas,

Barbara Forero, Gertrudis Cuero, Tomasa Rodriguez y una gran lista a medias, guardando el espacio a las que no se les ha podido seguir el paso histórico, son los nombres de nuestras abuelas, las humilladas, fusiladas, empobrecidas y rebeldes, a quienes les cobraron querer y sentir que la libertad del yugo extranjero era el camino a seguir.

Las Juanas, Cholas y Rabonas, o como quiera la historia llamarlas, las canciones populares o las reelaboraciones de la Historia, serán siempre las madres de las gran Colombia, que parieron a sangre y sacrificio las patrias Bolivarianas, conocidas o anónimas, políticamente vivas en las mujeres del hoy, de las guerreras urbanas y rurales que aún construyen, desde todas las trincheras, la Nueva Nación donde quepamos y nos visibilicemos todas.

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Por: Martha E. CanoMilitante FARC Bogotá

“Las heroínas olvidadas de la independencia, Ninguna recibió dádiva, recompensa ni mención. Cumplido su deber, desaparecieron ante el muro de los fusilamientos o volvieron silenciosamente al mundo campesino de donde habían salido, no fue posible persuadirlas de que no se alistaran. Había que auxiliar heridos, sepultar muertos, apoyar a la tropa y fueron a la guerra como conspiradoras, voluntarias o guerreras" PAULO FORERO.

Pocos nombres como el de Policarpa Salavarrieta, Mercedes Abrego o Antonia Santos circulan en los libros de historia y en las investigaciones realizadas principalmente por hombres, queriendo conocer a las mujeres que participaron activamente de la guerra independentista como guerrilleras y milicianas, militantes clandestinas de las cuales se tienen pocos datos, nombres, frases valerosas o una hermosas fotos retratadas en los lienzos de la época.

Se dice de ellas que estaban en el frente de batalla, algunas inmolándose para que las tropas pudieran llegar hasta los cuarteles y rearmarse en el camino de la gesta libertaria, otras cocinando y cosiendo uniformes con sus vestidos porque el rigor de la batalla desgastaba lo poco que los combatientes poseían, muchas arriesgando sus vidas portando mensajes que ocultaban durante días de viaje, a pie, de una unidad a otra, reuniendo recursos en los centros poblados para conseguir remesas o

armas, acostándose con el enemigo para obtener información de valía para la guerrilla libertaria, ocultando espías, enviando a sus hijos y esposos al combate, haciendo trabajo secreto de masas donde se informaba de los avances y necesidades de los guerreros, incidiendo en las conciencias, dándolo todo por la patria nueva.

Fueron 17 mujeres casanareñas las primeras en unirse al combate en esta gesta apenas iniciada hacía 1818, siendo Casanare el primer estado libre de la Nueva Granada, de las cuales se rescatan el nombre de Juana Béjar, quien participo siendo mando en las acciones que garantizaran tiempo después instalar el histórico congreso de Angosturas.

En el largo camino hacía la batalla de Boyacá y posterior a esta, mujeres como la Negra Dolores, Doña Melchora Nieto, Luciana Rozo, Joaquina Aroca, Concepción Loperena, Petronila Navas,

No, no fue la “Libertadora del Libertador”, fue Manuela Sáenz, la mujer que desde temprana edad participó en las revueltas independentistas en Quito, la que recibió la Orden del Sol del Perú de las manos de San Martín por arriesgar su vida filtrando información para los patriotas, la que estuvo presente en los preparativos de la Batalla de Pichincha, la que creyó en la unidad y dejó

consignada en la historia la frase: “mi patria es el continente de la América”.

No, no fue la “esposa” de Camilo Torres, fue Francisca Prieto y Ricaurte, la mujer que en Santafé organizó las tertulias que dieron paso para hablar de la política local y de los acontecimientos que se darían el 20 de julio. No, las mujeres en la

independencia no deben ser recordadas como las esposas de, las hijas de, o las madres de, tampoco fueron “El sexo delicado que olvidó su debilidad y blandura cuando se trataba de la salud de la Patria” como quedó escrito para la historia en el Diario Político de Santafé de Bogotá en 1810. La historia de la Independencia está escrita por los hombres (como toda la historia), pero en el bicentenario la reescribimos las mujeres.

Las mujeres participaron de diversas maneras en las gestas independentistas (claro está hasta donde el patriarcado arraigado en la América Latina del siglo XIX les permitió), hubo quienes pelearon en los ejércitos patriotas, también las que curaron heridos, las que cosieron los uniformes, las que dieron sus bienes materiales para financiar la independencia, las que entregaban información, las que conspiraban a puertas cerradas y prestaban sus casas para las reuniones clandestinas, las que parieron hijos y los dieron a los

ejércitos, las que convencieron a sus maridos de pelear por la libertad, las que fueron fusiladas, de las que no hay nombre, apellido o foto en los archivos históricos, las que fueron muchas, pero que tenemos que representar en unas pocas porque en su momento quedaron olvidadas, por el hecho de ser mujeres.

De la ilustración a la independencia

Fue a finales del siglo XVIII cuando hicieron su primer aporte a los procesos independentistas; llevadas por la ilustración, varias mujeres de la aristocracia empezaron a crear tertulias cuyo objetivo era conversar acerca de la situación de Europa, la política local y los problemas de los criollos; este ejercicio que era acompañado de libros de literatura y un chocolate, fue poco a poco convirtiéndose en el espacio de reunión para planear lo que sucedería el 20 de julio y en ellas participaban mujeres como Francisca Prieto y Ricaurte, Andrea Ricaurte de Lozano, Manuela Sanz de Santa María y Catalina Tejada.No sólo estuvieron en la preparación, también estuvieron en primera fila durante

las revueltas del 20 de julio. Allí se escuchó a una mujer que pasará a la historia sin nombre, decirle a su hijo: “Ve tú a morir con los hombres mientras que nosotras avanzamos a la artillería y recibimos la primera descarga, y entonces vosotros los hombres pasaréis por encima de nuestros cadáveres, cogeréis la artillería y salvaréis la patria”.

Llegaron ahí las mujeres del pueblo: las lavanderas, las verduleras y las pequeñas comerciantes; entre ellas Melchora Nieto y Francisca Guerra, llegaron armadas de cuchillos y piedras y agobiadas por la situación de subordinación ante la Corona, pero también por las condiciones de vida en las que estaban inmersas; cansadas de la miseria y de la desigualdad. También estaban las mujeres de la alta sociedad defendiendo la patria, Petronila Nava, Gabriela Barriga, Carmen Rodríguez, Josefa Santamaría, María Acuña, entre otras. Había una sola causa: la Independencia, y en ella todas se unían.

En la guerra

Estuvieron en la confrontación, aunque no quede mucha evidencia de ello; se encontraban organizando también los enfrentamientos bélicos. Francisca Guerra ayudó constantemente a conseguir armamento y participó en los enfrentamientos de 1814, muchas veces de la mano de Simón Bolívar. Hubo quienes tomaron el uniforme como Mercedes Nariño o Evangelista Tamayo quien luchó al mando de Simón Bolívar y alcanzó el rango militar de capitán.

Aunque la idea de independencia provocó un despertar en el papel de la mujer de la colonia, el siglo XIX no dejaba de ser el siglo XIX y el Nuevo Reino de Granada no dejaba de ser ese lugar que recluía a la mujer en la vida privada, la que se ocupaba del hogar y de las labores de cuidado. Por esta razón utilizaron esas otras armas, sus otras armas, para hacer toda clase de oficios no menos importantes.

Eran ellas con sus agujas cosiendo los uniformes y las banderas que se ondeaban

en las batallas y que hacen parte hoy de la iconología de la independencia; eran ellas curando a los hombres heridos, cocinando y alimentando a todo un ejército, fueron ellas quienes ofrecieron información contundente para ganar las batallas, las que hicieron correos clandestinos, las que se cosían a sus faltas o envolvían en los cigarrillos tanto los comunicados entre los ejércitos patriotas como los descubrimientos que lograban recoger de los realistas en su ejercicio de

espionaje. Fueron también quienes ofrecieron sus ahorros, sus joyas, sus bienes, fueron ellas quienes entregaron a sus esposos y a sus hijos a la causa justa de los patriotas y que en un círculo vicioso de los conflictos en este territorio, que hoy es Colombia, los siguen perdiendo con el transcurrir de la guerra.

Fueron también castigadas en múltiples niveles: les confiscaron sus bienes, las encarcelaron, las desterraron, las humillaron, las fusilaron. Las investigaciones que han podido realizarse con la poca información que existe, muestra que al menos hubo unas sesenta mujeres fusiladas por su participación en la causa patriota, entre ellas Policarpa Salavarrieta que ha sido de las pocas mujeres que permanece en la memoria colectiva de los y las colombianas. Pero al lado de la Pola cayeron otras mujeres, Mercedes Ábrego, Estefanía Neira de Eslava, Dorotea Castro, Manuela Uscátegui, Josefa Lizarralde.

¡Nunca más olvidadas!

A pesar de la fuerza con la que estuvieron presentes durante la Independencia, cuando se constituye la república, las mujeres vuelven a quedar relegadas a ese lugar privado, a sus hogares y a una vida sin grandes distinciones entre los valores que representaban en la Colonia. No sólo su condición y su papel en la sociedad no cambió por un largo tiempo, sino que la historia, el arte, la literatura fueron disciplinas ingratas con sus esfuerzos y sus sacrificios, y aunque quisiéramos hoy rescatar su papel, en los documentos quedaron relatadas como mujeres anónimas.

Hoy que volvemos a hablar del bicentenario, desempolvamos los pocos recuerdos que nos quedan de ellas, las narramos en colectivo por falta de datos y de información, pero no olvidamos que fueron semilla, que nacimos también de su rebeldía y que doscientos años después nos seguimos organizando desde diversos espacios para llevar su legado, para luchar en contra de la desigualdad, por la libertad y por la independencia que sigue siendo nuestro sueño inconcluso.

Barbara Forero, Gertrudis Cuero, Tomasa Rodriguez y una gran lista a medias, guardando el espacio a las que no se les ha podido seguir el paso histórico, son los nombres de nuestras abuelas, las humilladas, fusiladas, empobrecidas y rebeldes, a quienes les cobraron querer y sentir que la libertad del yugo extranjero era el camino a seguir.

Las Juanas, Cholas y Rabonas, o como quiera la historia llamarlas, las canciones populares o las reelaboraciones de la Historia, serán siempre las madres de las gran Colombia, que parieron a sangre y sacrificio las patrias Bolivarianas, conocidas o anónimas, políticamente vivas en las mujeres del hoy, de las guerreras urbanas y rurales que aún construyen, desde todas las trincheras, la Nueva Nación donde quepamos y nos visibilicemos todas.

“A pesar de que las mujeres participaron activamente en la gesta independentista, fueron invisibilizadas. Hoy que se habla de los 200 años de la primera independencia, recurrimos a los pocos recuerdos que nos quedan y narramos en colectivo sus luchas por libertad e igualdad”

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Por: Martha E. CanoMilitante FARC Bogotá

“Las heroínas olvidadas de la independencia, Ninguna recibió dádiva, recompensa ni mención. Cumplido su deber, desaparecieron ante el muro de los fusilamientos o volvieron silenciosamente al mundo campesino de donde habían salido, no fue posible persuadirlas de que no se alistaran. Había que auxiliar heridos, sepultar muertos, apoyar a la tropa y fueron a la guerra como conspiradoras, voluntarias o guerreras" PAULO FORERO.

Pocos nombres como el de Policarpa Salavarrieta, Mercedes Abrego o Antonia Santos circulan en los libros de historia y en las investigaciones realizadas principalmente por hombres, queriendo conocer a las mujeres que participaron activamente de la guerra independentista como guerrilleras y milicianas, militantes clandestinas de las cuales se tienen pocos datos, nombres, frases valerosas o una hermosas fotos retratadas en los lienzos de la época.

Se dice de ellas que estaban en el frente de batalla, algunas inmolándose para que las tropas pudieran llegar hasta los cuarteles y rearmarse en el camino de la gesta libertaria, otras cocinando y cosiendo uniformes con sus vestidos porque el rigor de la batalla desgastaba lo poco que los combatientes poseían, muchas arriesgando sus vidas portando mensajes que ocultaban durante días de viaje, a pie, de una unidad a otra, reuniendo recursos en los centros poblados para conseguir remesas o

armas, acostándose con el enemigo para obtener información de valía para la guerrilla libertaria, ocultando espías, enviando a sus hijos y esposos al combate, haciendo trabajo secreto de masas donde se informaba de los avances y necesidades de los guerreros, incidiendo en las conciencias, dándolo todo por la patria nueva.

Fueron 17 mujeres casanareñas las primeras en unirse al combate en esta gesta apenas iniciada hacía 1818, siendo Casanare el primer estado libre de la Nueva Granada, de las cuales se rescatan el nombre de Juana Béjar, quien participo siendo mando en las acciones que garantizaran tiempo después instalar el histórico congreso de Angosturas.

En el largo camino hacía la batalla de Boyacá y posterior a esta, mujeres como la Negra Dolores, Doña Melchora Nieto, Luciana Rozo, Joaquina Aroca, Concepción Loperena, Petronila Navas,

No, no fue la “Libertadora del Libertador”, fue Manuela Sáenz, la mujer que desde temprana edad participó en las revueltas independentistas en Quito, la que recibió la Orden del Sol del Perú de las manos de San Martín por arriesgar su vida filtrando información para los patriotas, la que estuvo presente en los preparativos de la Batalla de Pichincha, la que creyó en la unidad y dejó

consignada en la historia la frase: “mi patria es el continente de la América”.

No, no fue la “esposa” de Camilo Torres, fue Francisca Prieto y Ricaurte, la mujer que en Santafé organizó las tertulias que dieron paso para hablar de la política local y de los acontecimientos que se darían el 20 de julio. No, las mujeres en la

independencia no deben ser recordadas como las esposas de, las hijas de, o las madres de, tampoco fueron “El sexo delicado que olvidó su debilidad y blandura cuando se trataba de la salud de la Patria” como quedó escrito para la historia en el Diario Político de Santafé de Bogotá en 1810. La historia de la Independencia está escrita por los hombres (como toda la historia), pero en el bicentenario la reescribimos las mujeres.

Las mujeres participaron de diversas maneras en las gestas independentistas (claro está hasta donde el patriarcado arraigado en la América Latina del siglo XIX les permitió), hubo quienes pelearon en los ejércitos patriotas, también las que curaron heridos, las que cosieron los uniformes, las que dieron sus bienes materiales para financiar la independencia, las que entregaban información, las que conspiraban a puertas cerradas y prestaban sus casas para las reuniones clandestinas, las que parieron hijos y los dieron a los

ejércitos, las que convencieron a sus maridos de pelear por la libertad, las que fueron fusiladas, de las que no hay nombre, apellido o foto en los archivos históricos, las que fueron muchas, pero que tenemos que representar en unas pocas porque en su momento quedaron olvidadas, por el hecho de ser mujeres.

De la ilustración a la independencia

Fue a finales del siglo XVIII cuando hicieron su primer aporte a los procesos independentistas; llevadas por la ilustración, varias mujeres de la aristocracia empezaron a crear tertulias cuyo objetivo era conversar acerca de la situación de Europa, la política local y los problemas de los criollos; este ejercicio que era acompañado de libros de literatura y un chocolate, fue poco a poco convirtiéndose en el espacio de reunión para planear lo que sucedería el 20 de julio y en ellas participaban mujeres como Francisca Prieto y Ricaurte, Andrea Ricaurte de Lozano, Manuela Sanz de Santa María y Catalina Tejada.No sólo estuvieron en la preparación, también estuvieron en primera fila durante

las revueltas del 20 de julio. Allí se escuchó a una mujer que pasará a la historia sin nombre, decirle a su hijo: “Ve tú a morir con los hombres mientras que nosotras avanzamos a la artillería y recibimos la primera descarga, y entonces vosotros los hombres pasaréis por encima de nuestros cadáveres, cogeréis la artillería y salvaréis la patria”.

Llegaron ahí las mujeres del pueblo: las lavanderas, las verduleras y las pequeñas comerciantes; entre ellas Melchora Nieto y Francisca Guerra, llegaron armadas de cuchillos y piedras y agobiadas por la situación de subordinación ante la Corona, pero también por las condiciones de vida en las que estaban inmersas; cansadas de la miseria y de la desigualdad. También estaban las mujeres de la alta sociedad defendiendo la patria, Petronila Nava, Gabriela Barriga, Carmen Rodríguez, Josefa Santamaría, María Acuña, entre otras. Había una sola causa: la Independencia, y en ella todas se unían.

En la guerra

Estuvieron en la confrontación, aunque no quede mucha evidencia de ello; se encontraban organizando también los enfrentamientos bélicos. Francisca Guerra ayudó constantemente a conseguir armamento y participó en los enfrentamientos de 1814, muchas veces de la mano de Simón Bolívar. Hubo quienes tomaron el uniforme como Mercedes Nariño o Evangelista Tamayo quien luchó al mando de Simón Bolívar y alcanzó el rango militar de capitán.

Aunque la idea de independencia provocó un despertar en el papel de la mujer de la colonia, el siglo XIX no dejaba de ser el siglo XIX y el Nuevo Reino de Granada no dejaba de ser ese lugar que recluía a la mujer en la vida privada, la que se ocupaba del hogar y de las labores de cuidado. Por esta razón utilizaron esas otras armas, sus otras armas, para hacer toda clase de oficios no menos importantes.

Eran ellas con sus agujas cosiendo los uniformes y las banderas que se ondeaban

en las batallas y que hacen parte hoy de la iconología de la independencia; eran ellas curando a los hombres heridos, cocinando y alimentando a todo un ejército, fueron ellas quienes ofrecieron información contundente para ganar las batallas, las que hicieron correos clandestinos, las que se cosían a sus faltas o envolvían en los cigarrillos tanto los comunicados entre los ejércitos patriotas como los descubrimientos que lograban recoger de los realistas en su ejercicio de

espionaje. Fueron también quienes ofrecieron sus ahorros, sus joyas, sus bienes, fueron ellas quienes entregaron a sus esposos y a sus hijos a la causa justa de los patriotas y que en un círculo vicioso de los conflictos en este territorio, que hoy es Colombia, los siguen perdiendo con el transcurrir de la guerra.

Fueron también castigadas en múltiples niveles: les confiscaron sus bienes, las encarcelaron, las desterraron, las humillaron, las fusilaron. Las investigaciones que han podido realizarse con la poca información que existe, muestra que al menos hubo unas sesenta mujeres fusiladas por su participación en la causa patriota, entre ellas Policarpa Salavarrieta que ha sido de las pocas mujeres que permanece en la memoria colectiva de los y las colombianas. Pero al lado de la Pola cayeron otras mujeres, Mercedes Ábrego, Estefanía Neira de Eslava, Dorotea Castro, Manuela Uscátegui, Josefa Lizarralde.

¡Nunca más olvidadas!

A pesar de la fuerza con la que estuvieron presentes durante la Independencia, cuando se constituye la república, las mujeres vuelven a quedar relegadas a ese lugar privado, a sus hogares y a una vida sin grandes distinciones entre los valores que representaban en la Colonia. No sólo su condición y su papel en la sociedad no cambió por un largo tiempo, sino que la historia, el arte, la literatura fueron disciplinas ingratas con sus esfuerzos y sus sacrificios, y aunque quisiéramos hoy rescatar su papel, en los documentos quedaron relatadas como mujeres anónimas.

Hoy que volvemos a hablar del bicentenario, desempolvamos los pocos recuerdos que nos quedan de ellas, las narramos en colectivo por falta de datos y de información, pero no olvidamos que fueron semilla, que nacimos también de su rebeldía y que doscientos años después nos seguimos organizando desde diversos espacios para llevar su legado, para luchar en contra de la desigualdad, por la libertad y por la independencia que sigue siendo nuestro sueño inconcluso.

Barbara Forero, Gertrudis Cuero, Tomasa Rodriguez y una gran lista a medias, guardando el espacio a las que no se les ha podido seguir el paso histórico, son los nombres de nuestras abuelas, las humilladas, fusiladas, empobrecidas y rebeldes, a quienes les cobraron querer y sentir que la libertad del yugo extranjero era el camino a seguir.

Las Juanas, Cholas y Rabonas, o como quiera la historia llamarlas, las canciones populares o las reelaboraciones de la Historia, serán siempre las madres de las gran Colombia, que parieron a sangre y sacrificio las patrias Bolivarianas, conocidas o anónimas, políticamente vivas en las mujeres del hoy, de las guerreras urbanas y rurales que aún construyen, desde todas las trincheras, la Nueva Nación donde quepamos y nos visibilicemos todas.

Page 13: Salavarrieta, Mercedes Abrego o Antonia Santos circulan en ... en la... · En el largo camino hacía la batalla de Boyacá y posterior a esta, mujeres como la Negra Dolores, Doña

Por: Martha E. CanoMilitante FARC Bogotá

“Las heroínas olvidadas de la independencia, Ninguna recibió dádiva, recompensa ni mención. Cumplido su deber, desaparecieron ante el muro de los fusilamientos o volvieron silenciosamente al mundo campesino de donde habían salido, no fue posible persuadirlas de que no se alistaran. Había que auxiliar heridos, sepultar muertos, apoyar a la tropa y fueron a la guerra como conspiradoras, voluntarias o guerreras" PAULO FORERO.

Pocos nombres como el de Policarpa Salavarrieta, Mercedes Abrego o Antonia Santos circulan en los libros de historia y en las investigaciones realizadas principalmente por hombres, queriendo conocer a las mujeres que participaron activamente de la guerra independentista como guerrilleras y milicianas, militantes clandestinas de las cuales se tienen pocos datos, nombres, frases valerosas o una hermosas fotos retratadas en los lienzos de la época.

Se dice de ellas que estaban en el frente de batalla, algunas inmolándose para que las tropas pudieran llegar hasta los cuarteles y rearmarse en el camino de la gesta libertaria, otras cocinando y cosiendo uniformes con sus vestidos porque el rigor de la batalla desgastaba lo poco que los combatientes poseían, muchas arriesgando sus vidas portando mensajes que ocultaban durante días de viaje, a pie, de una unidad a otra, reuniendo recursos en los centros poblados para conseguir remesas o

armas, acostándose con el enemigo para obtener información de valía para la guerrilla libertaria, ocultando espías, enviando a sus hijos y esposos al combate, haciendo trabajo secreto de masas donde se informaba de los avances y necesidades de los guerreros, incidiendo en las conciencias, dándolo todo por la patria nueva.

Fueron 17 mujeres casanareñas las primeras en unirse al combate en esta gesta apenas iniciada hacía 1818, siendo Casanare el primer estado libre de la Nueva Granada, de las cuales se rescatan el nombre de Juana Béjar, quien participo siendo mando en las acciones que garantizaran tiempo después instalar el histórico congreso de Angosturas.

En el largo camino hacía la batalla de Boyacá y posterior a esta, mujeres como la Negra Dolores, Doña Melchora Nieto, Luciana Rozo, Joaquina Aroca, Concepción Loperena, Petronila Navas,

No, no fue la “Libertadora del Libertador”, fue Manuela Sáenz, la mujer que desde temprana edad participó en las revueltas independentistas en Quito, la que recibió la Orden del Sol del Perú de las manos de San Martín por arriesgar su vida filtrando información para los patriotas, la que estuvo presente en los preparativos de la Batalla de Pichincha, la que creyó en la unidad y dejó

consignada en la historia la frase: “mi patria es el continente de la América”.

No, no fue la “esposa” de Camilo Torres, fue Francisca Prieto y Ricaurte, la mujer que en Santafé organizó las tertulias que dieron paso para hablar de la política local y de los acontecimientos que se darían el 20 de julio. No, las mujeres en la

independencia no deben ser recordadas como las esposas de, las hijas de, o las madres de, tampoco fueron “El sexo delicado que olvidó su debilidad y blandura cuando se trataba de la salud de la Patria” como quedó escrito para la historia en el Diario Político de Santafé de Bogotá en 1810. La historia de la Independencia está escrita por los hombres (como toda la historia), pero en el bicentenario la reescribimos las mujeres.

Las mujeres participaron de diversas maneras en las gestas independentistas (claro está hasta donde el patriarcado arraigado en la América Latina del siglo XIX les permitió), hubo quienes pelearon en los ejércitos patriotas, también las que curaron heridos, las que cosieron los uniformes, las que dieron sus bienes materiales para financiar la independencia, las que entregaban información, las que conspiraban a puertas cerradas y prestaban sus casas para las reuniones clandestinas, las que parieron hijos y los dieron a los

ejércitos, las que convencieron a sus maridos de pelear por la libertad, las que fueron fusiladas, de las que no hay nombre, apellido o foto en los archivos históricos, las que fueron muchas, pero que tenemos que representar en unas pocas porque en su momento quedaron olvidadas, por el hecho de ser mujeres.

De la ilustración a la independencia

Fue a finales del siglo XVIII cuando hicieron su primer aporte a los procesos independentistas; llevadas por la ilustración, varias mujeres de la aristocracia empezaron a crear tertulias cuyo objetivo era conversar acerca de la situación de Europa, la política local y los problemas de los criollos; este ejercicio que era acompañado de libros de literatura y un chocolate, fue poco a poco convirtiéndose en el espacio de reunión para planear lo que sucedería el 20 de julio y en ellas participaban mujeres como Francisca Prieto y Ricaurte, Andrea Ricaurte de Lozano, Manuela Sanz de Santa María y Catalina Tejada.No sólo estuvieron en la preparación, también estuvieron en primera fila durante

las revueltas del 20 de julio. Allí se escuchó a una mujer que pasará a la historia sin nombre, decirle a su hijo: “Ve tú a morir con los hombres mientras que nosotras avanzamos a la artillería y recibimos la primera descarga, y entonces vosotros los hombres pasaréis por encima de nuestros cadáveres, cogeréis la artillería y salvaréis la patria”.

Llegaron ahí las mujeres del pueblo: las lavanderas, las verduleras y las pequeñas comerciantes; entre ellas Melchora Nieto y Francisca Guerra, llegaron armadas de cuchillos y piedras y agobiadas por la situación de subordinación ante la Corona, pero también por las condiciones de vida en las que estaban inmersas; cansadas de la miseria y de la desigualdad. También estaban las mujeres de la alta sociedad defendiendo la patria, Petronila Nava, Gabriela Barriga, Carmen Rodríguez, Josefa Santamaría, María Acuña, entre otras. Había una sola causa: la Independencia, y en ella todas se unían.

En la guerra

Estuvieron en la confrontación, aunque no quede mucha evidencia de ello; se encontraban organizando también los enfrentamientos bélicos. Francisca Guerra ayudó constantemente a conseguir armamento y participó en los enfrentamientos de 1814, muchas veces de la mano de Simón Bolívar. Hubo quienes tomaron el uniforme como Mercedes Nariño o Evangelista Tamayo quien luchó al mando de Simón Bolívar y alcanzó el rango militar de capitán.

Aunque la idea de independencia provocó un despertar en el papel de la mujer de la colonia, el siglo XIX no dejaba de ser el siglo XIX y el Nuevo Reino de Granada no dejaba de ser ese lugar que recluía a la mujer en la vida privada, la que se ocupaba del hogar y de las labores de cuidado. Por esta razón utilizaron esas otras armas, sus otras armas, para hacer toda clase de oficios no menos importantes.

Eran ellas con sus agujas cosiendo los uniformes y las banderas que se ondeaban

en las batallas y que hacen parte hoy de la iconología de la independencia; eran ellas curando a los hombres heridos, cocinando y alimentando a todo un ejército, fueron ellas quienes ofrecieron información contundente para ganar las batallas, las que hicieron correos clandestinos, las que se cosían a sus faltas o envolvían en los cigarrillos tanto los comunicados entre los ejércitos patriotas como los descubrimientos que lograban recoger de los realistas en su ejercicio de

espionaje. Fueron también quienes ofrecieron sus ahorros, sus joyas, sus bienes, fueron ellas quienes entregaron a sus esposos y a sus hijos a la causa justa de los patriotas y que en un círculo vicioso de los conflictos en este territorio, que hoy es Colombia, los siguen perdiendo con el transcurrir de la guerra.

Fueron también castigadas en múltiples niveles: les confiscaron sus bienes, las encarcelaron, las desterraron, las humillaron, las fusilaron. Las investigaciones que han podido realizarse con la poca información que existe, muestra que al menos hubo unas sesenta mujeres fusiladas por su participación en la causa patriota, entre ellas Policarpa Salavarrieta que ha sido de las pocas mujeres que permanece en la memoria colectiva de los y las colombianas. Pero al lado de la Pola cayeron otras mujeres, Mercedes Ábrego, Estefanía Neira de Eslava, Dorotea Castro, Manuela Uscátegui, Josefa Lizarralde.

¡Nunca más olvidadas!

A pesar de la fuerza con la que estuvieron presentes durante la Independencia, cuando se constituye la república, las mujeres vuelven a quedar relegadas a ese lugar privado, a sus hogares y a una vida sin grandes distinciones entre los valores que representaban en la Colonia. No sólo su condición y su papel en la sociedad no cambió por un largo tiempo, sino que la historia, el arte, la literatura fueron disciplinas ingratas con sus esfuerzos y sus sacrificios, y aunque quisiéramos hoy rescatar su papel, en los documentos quedaron relatadas como mujeres anónimas.

Hoy que volvemos a hablar del bicentenario, desempolvamos los pocos recuerdos que nos quedan de ellas, las narramos en colectivo por falta de datos y de información, pero no olvidamos que fueron semilla, que nacimos también de su rebeldía y que doscientos años después nos seguimos organizando desde diversos espacios para llevar su legado, para luchar en contra de la desigualdad, por la libertad y por la independencia que sigue siendo nuestro sueño inconcluso.

Barbara Forero, Gertrudis Cuero, Tomasa Rodriguez y una gran lista a medias, guardando el espacio a las que no se les ha podido seguir el paso histórico, son los nombres de nuestras abuelas, las humilladas, fusiladas, empobrecidas y rebeldes, a quienes les cobraron querer y sentir que la libertad del yugo extranjero era el camino a seguir.

Las Juanas, Cholas y Rabonas, o como quiera la historia llamarlas, las canciones populares o las reelaboraciones de la Historia, serán siempre las madres de las gran Colombia, que parieron a sangre y sacrificio las patrias Bolivarianas, conocidas o anónimas, políticamente vivas en las mujeres del hoy, de las guerreras urbanas y rurales que aún construyen, desde todas las trincheras, la Nueva Nación donde quepamos y nos visibilicemos todas.

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Por: Martha E. CanoMilitante FARC Bogotá

“Las heroínas olvidadas de la independencia, Ninguna recibió dádiva, recompensa ni mención. Cumplido su deber, desaparecieron ante el muro de los fusilamientos o volvieron silenciosamente al mundo campesino de donde habían salido, no fue posible persuadirlas de que no se alistaran. Había que auxiliar heridos, sepultar muertos, apoyar a la tropa y fueron a la guerra como conspiradoras, voluntarias o guerreras" PAULO FORERO.

Pocos nombres como el de Policarpa Salavarrieta, Mercedes Abrego o Antonia Santos circulan en los libros de historia y en las investigaciones realizadas principalmente por hombres, queriendo conocer a las mujeres que participaron activamente de la guerra independentista como guerrilleras y milicianas, militantes clandestinas de las cuales se tienen pocos datos, nombres, frases valerosas o una hermosas fotos retratadas en los lienzos de la época.

Se dice de ellas que estaban en el frente de batalla, algunas inmolándose para que las tropas pudieran llegar hasta los cuarteles y rearmarse en el camino de la gesta libertaria, otras cocinando y cosiendo uniformes con sus vestidos porque el rigor de la batalla desgastaba lo poco que los combatientes poseían, muchas arriesgando sus vidas portando mensajes que ocultaban durante días de viaje, a pie, de una unidad a otra, reuniendo recursos en los centros poblados para conseguir remesas o

armas, acostándose con el enemigo para obtener información de valía para la guerrilla libertaria, ocultando espías, enviando a sus hijos y esposos al combate, haciendo trabajo secreto de masas donde se informaba de los avances y necesidades de los guerreros, incidiendo en las conciencias, dándolo todo por la patria nueva.

Fueron 17 mujeres casanareñas las primeras en unirse al combate en esta gesta apenas iniciada hacía 1818, siendo Casanare el primer estado libre de la Nueva Granada, de las cuales se rescatan el nombre de Juana Béjar, quien participo siendo mando en las acciones que garantizaran tiempo después instalar el histórico congreso de Angosturas.

En el largo camino hacía la batalla de Boyacá y posterior a esta, mujeres como la Negra Dolores, Doña Melchora Nieto, Luciana Rozo, Joaquina Aroca, Concepción Loperena, Petronila Navas,

La independencia fue un proceso que terminó arrastrando consigo a toda la sociedad. Dividida en bandos, las mayorías terminaron apoyando a los patriotas. Si en sus inicios la independencia estuvo conformada principalmente por hechos políticos llenos de simbolismo y, en todo caso, sin mayor violencia, en su desarrollo estalló una guerra que se prolongaría por muchos años. Decidida por la guerra y la confrontación militar, la independencia entronizó al estamento militar. El grupo

exaltado por la literatura histórica de los siglos XIX y XX fue el de los victoriosos próceres y héroes. Pero en dicho panteón se hacía muy poco reconocimiento a grupos como el de las mujeres. La presencia de las mujeres no sólo fue numerosa y notable en las distintas fases de la independencia, sino que se dio a través de muy diversas maneras. Conformaron la multitud que en las jornadas del 20 de julio reclamó la creación de la junta, apoyaron a uno u otro bando en la llamada “patria boba” y

bajo el régimen del terror instaurado por Pablo Morillo se sumaron decididamente a la causa patriota.

Pero conviene tener presente que a finales del siglo XVIII en Santafé un grupo de mujeres participaba del movimiento ilustrado. Francisca Prieto Ricaurte, esposa de Camilo Torres, Catalina Tejada y Andrea Ricaurte de Lozano auspiciaron tertulias y reuniones literarias que fueron simiente de los nuevos ideales. Las tertulias literarias eran reuniones a las que se asistía con

invitación, se disfrutaba un chocolate y se comentaban obras de diverso género. Pero parte importante de las tertulias era comentar las noticias sobre los acontecimientos europeos, de Hispanoamérica y, por supuesto, de la política local.

Todos los indicios sugieren que el movimiento del 20 de julio fue concertado y los distintos grupos que actuaron estaban informados. Lo mismo debió ocurrir con muchas mujeres. De hecho, los cronistas han comentado el elevado número de mujeres que participaron en los ataques a las casas de los oidores y que después se concentraron en la plaza. Mujeres del pueblo, especialmente vendedoras de la plaza. Aunque con seguridad, allí estaban entre ellas Melchora Nieto y Francisca Guerra, propietaria de un almacén la primera y de una tienda la segunda. En aquellos días la ciudad se paralizó y de los pueblos vecinos arribaron delegaciones a sumarse a la protesta. De los dramáticos momentos que se vivieron el día 22, cuando se

Barbara Forero, Gertrudis Cuero, Tomasa Rodriguez y una gran lista a medias, guardando el espacio a las que no se les ha podido seguir el paso histórico, son los nombres de nuestras abuelas, las humilladas, fusiladas, empobrecidas y rebeldes, a quienes les cobraron querer y sentir que la libertad del yugo extranjero era el camino a seguir.

Las Juanas, Cholas y Rabonas, o como quiera la historia llamarlas, las canciones populares o las reelaboraciones de la Historia, serán siempre las madres de las gran Colombia, que parieron a sangre y sacrificio las patrias Bolivarianas, conocidas o anónimas, políticamente vivas en las mujeres del hoy, de las guerreras urbanas y rurales que aún construyen, desde todas las trincheras, la Nueva Nación donde quepamos y nos visibilicemos todas.

rumoró un despliegue militar contra el cabildo, quedaron testimonios de la valerosa participación femenina. En un hecho registrado por distintos medios, una madre habría dicho a su hijo: “Ve tú a morir con los hombres mientras que nosotras (hablando con las demás mujeres) avanzamos a la Artillería y recibimos la primera descarga, y entonces vosotros los hombre pasaréis por encima de nuestros cadáveres, cogeréis la artillería y salvaréis la patria”. En otro caso, una mujer que era mandada a abrir paso por un patriota con espada en mano, dijo ofuscada: “¿La piedra que yo lance no hará tanto efecto como sus golpes?” Y se mantuvo firme en el puesto. Tiempo después, los redactores del Diario Político de Santafé se preguntarían el nombre de aquellas valerosas heroínas. Pues según dijeron: “Bien merecían pasar a la historia”. Fue

también en estas jornadas que la maestra Bárbara Forero dio un encendido discurso a un grupo de mujeres en la plaza. Pero en aquella gesta también fue decisiva la participación de un grupo de señoras de sociedad. Entre ellas sobresalieron Petronila Nava, Josefa Baraya, Petronila Lozano, Gabriela Barriga, Carmen Rodríguez, Eusebia Caicedo, Josefa Santamaría, María Acuña, Josefa Lizarralde y Juana Robledo.

Un episodio que nos permite observar la diversa participación femenina en este proceso fue el que ocurrió el 13 de agosto de 1810. Ese día un grupo de mujeres, que tal vez alcanzaba a 600, arremetió contra el convento de La Enseñanza , donde se encontraba la virreina. Tras sacarla de allí, la condujeron a la cárcel del Divorcio, mientras le gritaban

improperios, le rasgaban el vestido y lanzaban escupitajos. Este hecho llenó de indignación a las autoridades y a la gente de la alta sociedad, que veían con escándalo cómo se había sometido a los virreyes a un trato tan bajo y se los había recluido en cárceles. A la mañana siguiente la nobleza local, la jerarquía eclesiástica y distintas damas rescataron a la virreina de la cárcel y la llevaron de nuevo al Palacio. Se dice que entre éstas estuvieron Francisca Prieto de Torres, Magdalena Ortega de Nariño, Rafaela Isasi de Lozano, Mariana Mendoza de Sanz de Santamaría y la marquesa de San Jorge1. Este comportamiento fue censurado por los líderes del

movimiento emancipador como propio de la plebe. Pero, ¿por qué las mujeres del pueblo odiaban tanto a la virreina? De ella se ha dicho que dominaba a su marido, que tenía una afición irrefrenable por el dinero y que controlaba las tiendas y la venta de víveres. Razones suficientes para que la virreina doña Francisca Villanova despertara tanta animosidad entre las mujeres que vivían de sus ventas en la plaza o que tenían pequeñas tiendas en la ciudad.

Tras el 20 de julio la sociedad neogranadina se colmó de fervor y en todas partes se pronunciaba la palabra libertad con alegría. Los enfrentamientos civiles en que se enfrascaron los notables de la república contaron con la asistencia femenina. Aunque en ocasiones fue más simbólica, como cuando Mercedes Nariño vestida de militar disparaba los primeros cañonazos de las batallas que dirigía su padre. Sin embargo, fue con la reconquista que el compromiso y la participación de las mujeres se

desplegaron en toda su dimensión. Como dijo Aída Martínez, “con la reconquista de 1816 la mujer colombiana alcanzó su mayoría de edad”2. Bien por conciencia, por rabia, por venganza o por lealtad familiar, las mujeres colombianas se incorporaron a la lucha por la emancipación. Las hubo que contravinieron la prohibición de aceptar mujeres en las filas de los ejércitos. Ocultas en un uniforme de soldado marcharon al frente de batalla. En la propia batalla de Boyacá hubo mujeres que tomaron el fusil. Evangelista Tamayo fue una de ellas. Nacida en Tunja, luchó en Boyacá bajo el mando de Bolívar, alcanzó el rango de capitán y murió en Coro en 1821. Un reconocimiento especial por parte del Libertador lo recibieron las mujeres de Socorro por su vigorosa lucha. Declaración que dejó asentada Bolívar en los propios libros del Cabildo de aquella ciudad. Pero la mayor contribución de las mujeres a la causa libertadora la dieron asistiendo a los heridos de las batallas, ofreciendo información sobre los movimientos de

las tropas enemigas, ocultando en sus casas patriotas perseguidos, confeccionando uniformes y banderas para los ejércitos, y brindando comida a los batallones. Muchas también dieron muestra de su apoyo a los patriotas entregando sus ahorros, sus joyas, ganado y esclavos. Aunque algunas, casi con devoción, entregaron sus hijos para que se sumaran a los ejércitos.

En distintas regiones de Hispanoamérica las mujeres conformaron auténticas redes de espionaje en favor de los patriotas. Por el acceso que tenían a reuniones sociales, por la libertad con que se movían en la ciudad o por que tenían amistad con algún militar realista, las mujeres ofrecieron información decisiva para la consecución de los triunfos militares. Haciendo de correos, las mujeres portaban papeles con instrucciones para los comandantes de los ejércitos patriotas, bien los llevaban envueltos en cigarros o cosidos en sus faldas. Confundidos los militares

realistas por las derrotas que les propinaban los patriotas, declararon una guerra a muerte contra todo el que auxiliara a los rebeldes. Bajo el régimen del terror innumerables mujeres fueron acusadas y castigadas por su apoyo a la causa patriota. O también fueron perseguidas por ser madres, esposas o hijas de patriotas reconocidos. La confiscación de los bienes, el destierro y la humillación fueron castigos sufridos por las mujeres patriotas con mucha frecuencia.

Sin embargo, uno de los rasgos más

violentos de la guerra de independencia fue el sacrificio de las mujeres patriotas. Desde 1813 los comandantes realistas las condenaron a la pena capital con el propósito de amedrentar a la población. Tanto en las capitales como en las pequeñas poblaciones fueron levantados patíbulos para ejecutarlas. En la iconografía de la época sobresale la ejecución de una de las más valerosas heroínas: la joven Policarpa Salavarrieta, la Pola. Acusada de espía y conspiradora, el 14 de noviembre de 1817 fue fusilada en Bogotá, con los ojos vendados y de espalda3. Sin

embargo, distintos historiadores han intentado calcular cuántas mujeres fueron fusiladas durante la independencia, sin lograr una cifra definitiva. Se estima que al menos 59 mujeres fueron ejecutadas por pelotones de fusilamiento. Mujeres que pertenecían a los distintos grupos sociales y étnicos de la sociedad. Entre ellas cabe nombrar a la nortesantandereana Mercedes Ábrego, que fue fusilada por haber confeccionado un fino traje para el Libertador; a Dorotea Castro, que fue fusilada en Palmira junto a su esclava Josefa por auxiliar con hombres, caballos y armas a los patriotas; a la española María Josefa Lizarralde, muerta en Zipaquirá en 1816 por sobornar a los guardias de la cárcel; a Estefanía Neira de Eslava, fusilada en Sogamoso por haber aconsejado a su esposo que se uniera a los patriotas; a Manuela Uscátegui, ajusticiada en 1818 por negarse a revelar el lugar donde se refugiaba un grupo de patriotas. Tal parecería que la guerra cobró su rostro

En recuerdo de Aída Martínez, amigaSobre el autor: Pablo Rodríguez Jiménez. Doctor en historia, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Profesor de la Universidad Nacional de Colombia y de la Universidad Externado de Colombia.

más feroz en las regiones de las confrontaciones: los santanderes, Boyacá, Cundinamarca, Bogotá y el Cauca. Pero probablemente no hubo región de Colombia donde no se sentenció a hombres y mujeres patriotas con la pena capital.

Pero, cabe la pregunta en este bicentenario: ¿Qué significó la independencia para las mujeres de la época? Fue la ocasión de incorporarse y participar con especial protagonismo de un hecho decisivo de la historia. Si durante la época colonial las mujeres vivían marginadas de lo que podríamos llamar los asuntos de la república, con la independencia -para sorpresa de los patriotas- asumieron una posición de vanguardia. De ellas, es cierto, no nos quedaron discursos o escritos que nos revelaran un pensamiento político. Sólo nos queda, como un cuerpo mudo, la memoria de su heroísmo y su sacrificio. La ironía de la historia está, en que pasada la guerra, el republicanismo recluyó de nuevo a las mujeres en la

casa, en lo doméstico. Los ideales de libertad y de derechos, que en algún momento las entusiasmaron, se olvidaron en el aletargado siglo XIX, sacudido por otras guerras, que ya poco las convocaron.

REFERENCIAS(1)Ver Evelyn Cherpak, “Las mujeres en la independencia”. En Las mujeres en la historia de Colombia , vol. I. Bogotá, Editorial Norma, 1995, p. 91.(2)Aída Martínez, “Revolución, independencia y sumisión”, en su libro Crónicas históricas , Bogotá, Colseguros, 2002, p. 111.(3)Sobre la vida de Policarpa Salavarrieta ver, Beatriz Castro Carvajal, “Policarpa Salavarrieta”, en Las mujeres en la historia de Colombia , vol. I. Bogotá, Editorial Norma, 1995, pp. 117-131.

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Por: Martha E. CanoMilitante FARC Bogotá

“Las heroínas olvidadas de la independencia, Ninguna recibió dádiva, recompensa ni mención. Cumplido su deber, desaparecieron ante el muro de los fusilamientos o volvieron silenciosamente al mundo campesino de donde habían salido, no fue posible persuadirlas de que no se alistaran. Había que auxiliar heridos, sepultar muertos, apoyar a la tropa y fueron a la guerra como conspiradoras, voluntarias o guerreras" PAULO FORERO.

Pocos nombres como el de Policarpa Salavarrieta, Mercedes Abrego o Antonia Santos circulan en los libros de historia y en las investigaciones realizadas principalmente por hombres, queriendo conocer a las mujeres que participaron activamente de la guerra independentista como guerrilleras y milicianas, militantes clandestinas de las cuales se tienen pocos datos, nombres, frases valerosas o una hermosas fotos retratadas en los lienzos de la época.

Se dice de ellas que estaban en el frente de batalla, algunas inmolándose para que las tropas pudieran llegar hasta los cuarteles y rearmarse en el camino de la gesta libertaria, otras cocinando y cosiendo uniformes con sus vestidos porque el rigor de la batalla desgastaba lo poco que los combatientes poseían, muchas arriesgando sus vidas portando mensajes que ocultaban durante días de viaje, a pie, de una unidad a otra, reuniendo recursos en los centros poblados para conseguir remesas o

armas, acostándose con el enemigo para obtener información de valía para la guerrilla libertaria, ocultando espías, enviando a sus hijos y esposos al combate, haciendo trabajo secreto de masas donde se informaba de los avances y necesidades de los guerreros, incidiendo en las conciencias, dándolo todo por la patria nueva.

Fueron 17 mujeres casanareñas las primeras en unirse al combate en esta gesta apenas iniciada hacía 1818, siendo Casanare el primer estado libre de la Nueva Granada, de las cuales se rescatan el nombre de Juana Béjar, quien participo siendo mando en las acciones que garantizaran tiempo después instalar el histórico congreso de Angosturas.

En el largo camino hacía la batalla de Boyacá y posterior a esta, mujeres como la Negra Dolores, Doña Melchora Nieto, Luciana Rozo, Joaquina Aroca, Concepción Loperena, Petronila Navas,

La independencia fue un proceso que terminó arrastrando consigo a toda la sociedad. Dividida en bandos, las mayorías terminaron apoyando a los patriotas. Si en sus inicios la independencia estuvo conformada principalmente por hechos políticos llenos de simbolismo y, en todo caso, sin mayor violencia, en su desarrollo estalló una guerra que se prolongaría por muchos años. Decidida por la guerra y la confrontación militar, la independencia entronizó al estamento militar. El grupo

exaltado por la literatura histórica de los siglos XIX y XX fue el de los victoriosos próceres y héroes. Pero en dicho panteón se hacía muy poco reconocimiento a grupos como el de las mujeres. La presencia de las mujeres no sólo fue numerosa y notable en las distintas fases de la independencia, sino que se dio a través de muy diversas maneras. Conformaron la multitud que en las jornadas del 20 de julio reclamó la creación de la junta, apoyaron a uno u otro bando en la llamada “patria boba” y

bajo el régimen del terror instaurado por Pablo Morillo se sumaron decididamente a la causa patriota.

Pero conviene tener presente que a finales del siglo XVIII en Santafé un grupo de mujeres participaba del movimiento ilustrado. Francisca Prieto Ricaurte, esposa de Camilo Torres, Catalina Tejada y Andrea Ricaurte de Lozano auspiciaron tertulias y reuniones literarias que fueron simiente de los nuevos ideales. Las tertulias literarias eran reuniones a las que se asistía con

invitación, se disfrutaba un chocolate y se comentaban obras de diverso género. Pero parte importante de las tertulias era comentar las noticias sobre los acontecimientos europeos, de Hispanoamérica y, por supuesto, de la política local.

Todos los indicios sugieren que el movimiento del 20 de julio fue concertado y los distintos grupos que actuaron estaban informados. Lo mismo debió ocurrir con muchas mujeres. De hecho, los cronistas han comentado el elevado número de mujeres que participaron en los ataques a las casas de los oidores y que después se concentraron en la plaza. Mujeres del pueblo, especialmente vendedoras de la plaza. Aunque con seguridad, allí estaban entre ellas Melchora Nieto y Francisca Guerra, propietaria de un almacén la primera y de una tienda la segunda. En aquellos días la ciudad se paralizó y de los pueblos vecinos arribaron delegaciones a sumarse a la protesta. De los dramáticos momentos que se vivieron el día 22, cuando se

Barbara Forero, Gertrudis Cuero, Tomasa Rodriguez y una gran lista a medias, guardando el espacio a las que no se les ha podido seguir el paso histórico, son los nombres de nuestras abuelas, las humilladas, fusiladas, empobrecidas y rebeldes, a quienes les cobraron querer y sentir que la libertad del yugo extranjero era el camino a seguir.

Las Juanas, Cholas y Rabonas, o como quiera la historia llamarlas, las canciones populares o las reelaboraciones de la Historia, serán siempre las madres de las gran Colombia, que parieron a sangre y sacrificio las patrias Bolivarianas, conocidas o anónimas, políticamente vivas en las mujeres del hoy, de las guerreras urbanas y rurales que aún construyen, desde todas las trincheras, la Nueva Nación donde quepamos y nos visibilicemos todas.

rumoró un despliegue militar contra el cabildo, quedaron testimonios de la valerosa participación femenina. En un hecho registrado por distintos medios, una madre habría dicho a su hijo: “Ve tú a morir con los hombres mientras que nosotras (hablando con las demás mujeres) avanzamos a la Artillería y recibimos la primera descarga, y entonces vosotros los hombre pasaréis por encima de nuestros cadáveres, cogeréis la artillería y salvaréis la patria”. En otro caso, una mujer que era mandada a abrir paso por un patriota con espada en mano, dijo ofuscada: “¿La piedra que yo lance no hará tanto efecto como sus golpes?” Y se mantuvo firme en el puesto. Tiempo después, los redactores del Diario Político de Santafé se preguntarían el nombre de aquellas valerosas heroínas. Pues según dijeron: “Bien merecían pasar a la historia”. Fue

también en estas jornadas que la maestra Bárbara Forero dio un encendido discurso a un grupo de mujeres en la plaza. Pero en aquella gesta también fue decisiva la participación de un grupo de señoras de sociedad. Entre ellas sobresalieron Petronila Nava, Josefa Baraya, Petronila Lozano, Gabriela Barriga, Carmen Rodríguez, Eusebia Caicedo, Josefa Santamaría, María Acuña, Josefa Lizarralde y Juana Robledo.

Un episodio que nos permite observar la diversa participación femenina en este proceso fue el que ocurrió el 13 de agosto de 1810. Ese día un grupo de mujeres, que tal vez alcanzaba a 600, arremetió contra el convento de La Enseñanza , donde se encontraba la virreina. Tras sacarla de allí, la condujeron a la cárcel del Divorcio, mientras le gritaban

improperios, le rasgaban el vestido y lanzaban escupitajos. Este hecho llenó de indignación a las autoridades y a la gente de la alta sociedad, que veían con escándalo cómo se había sometido a los virreyes a un trato tan bajo y se los había recluido en cárceles. A la mañana siguiente la nobleza local, la jerarquía eclesiástica y distintas damas rescataron a la virreina de la cárcel y la llevaron de nuevo al Palacio. Se dice que entre éstas estuvieron Francisca Prieto de Torres, Magdalena Ortega de Nariño, Rafaela Isasi de Lozano, Mariana Mendoza de Sanz de Santamaría y la marquesa de San Jorge1. Este comportamiento fue censurado por los líderes del

movimiento emancipador como propio de la plebe. Pero, ¿por qué las mujeres del pueblo odiaban tanto a la virreina? De ella se ha dicho que dominaba a su marido, que tenía una afición irrefrenable por el dinero y que controlaba las tiendas y la venta de víveres. Razones suficientes para que la virreina doña Francisca Villanova despertara tanta animosidad entre las mujeres que vivían de sus ventas en la plaza o que tenían pequeñas tiendas en la ciudad.

Tras el 20 de julio la sociedad neogranadina se colmó de fervor y en todas partes se pronunciaba la palabra libertad con alegría. Los enfrentamientos civiles en que se enfrascaron los notables de la república contaron con la asistencia femenina. Aunque en ocasiones fue más simbólica, como cuando Mercedes Nariño vestida de militar disparaba los primeros cañonazos de las batallas que dirigía su padre. Sin embargo, fue con la reconquista que el compromiso y la participación de las mujeres se

desplegaron en toda su dimensión. Como dijo Aída Martínez, “con la reconquista de 1816 la mujer colombiana alcanzó su mayoría de edad”2. Bien por conciencia, por rabia, por venganza o por lealtad familiar, las mujeres colombianas se incorporaron a la lucha por la emancipación. Las hubo que contravinieron la prohibición de aceptar mujeres en las filas de los ejércitos. Ocultas en un uniforme de soldado marcharon al frente de batalla. En la propia batalla de Boyacá hubo mujeres que tomaron el fusil. Evangelista Tamayo fue una de ellas. Nacida en Tunja, luchó en Boyacá bajo el mando de Bolívar, alcanzó el rango de capitán y murió en Coro en 1821. Un reconocimiento especial por parte del Libertador lo recibieron las mujeres de Socorro por su vigorosa lucha. Declaración que dejó asentada Bolívar en los propios libros del Cabildo de aquella ciudad. Pero la mayor contribución de las mujeres a la causa libertadora la dieron asistiendo a los heridos de las batallas, ofreciendo información sobre los movimientos de

las tropas enemigas, ocultando en sus casas patriotas perseguidos, confeccionando uniformes y banderas para los ejércitos, y brindando comida a los batallones. Muchas también dieron muestra de su apoyo a los patriotas entregando sus ahorros, sus joyas, ganado y esclavos. Aunque algunas, casi con devoción, entregaron sus hijos para que se sumaran a los ejércitos.

En distintas regiones de Hispanoamérica las mujeres conformaron auténticas redes de espionaje en favor de los patriotas. Por el acceso que tenían a reuniones sociales, por la libertad con que se movían en la ciudad o por que tenían amistad con algún militar realista, las mujeres ofrecieron información decisiva para la consecución de los triunfos militares. Haciendo de correos, las mujeres portaban papeles con instrucciones para los comandantes de los ejércitos patriotas, bien los llevaban envueltos en cigarros o cosidos en sus faldas. Confundidos los militares

realistas por las derrotas que les propinaban los patriotas, declararon una guerra a muerte contra todo el que auxiliara a los rebeldes. Bajo el régimen del terror innumerables mujeres fueron acusadas y castigadas por su apoyo a la causa patriota. O también fueron perseguidas por ser madres, esposas o hijas de patriotas reconocidos. La confiscación de los bienes, el destierro y la humillación fueron castigos sufridos por las mujeres patriotas con mucha frecuencia.

Sin embargo, uno de los rasgos más

violentos de la guerra de independencia fue el sacrificio de las mujeres patriotas. Desde 1813 los comandantes realistas las condenaron a la pena capital con el propósito de amedrentar a la población. Tanto en las capitales como en las pequeñas poblaciones fueron levantados patíbulos para ejecutarlas. En la iconografía de la época sobresale la ejecución de una de las más valerosas heroínas: la joven Policarpa Salavarrieta, la Pola. Acusada de espía y conspiradora, el 14 de noviembre de 1817 fue fusilada en Bogotá, con los ojos vendados y de espalda3. Sin

embargo, distintos historiadores han intentado calcular cuántas mujeres fueron fusiladas durante la independencia, sin lograr una cifra definitiva. Se estima que al menos 59 mujeres fueron ejecutadas por pelotones de fusilamiento. Mujeres que pertenecían a los distintos grupos sociales y étnicos de la sociedad. Entre ellas cabe nombrar a la nortesantandereana Mercedes Ábrego, que fue fusilada por haber confeccionado un fino traje para el Libertador; a Dorotea Castro, que fue fusilada en Palmira junto a su esclava Josefa por auxiliar con hombres, caballos y armas a los patriotas; a la española María Josefa Lizarralde, muerta en Zipaquirá en 1816 por sobornar a los guardias de la cárcel; a Estefanía Neira de Eslava, fusilada en Sogamoso por haber aconsejado a su esposo que se uniera a los patriotas; a Manuela Uscátegui, ajusticiada en 1818 por negarse a revelar el lugar donde se refugiaba un grupo de patriotas. Tal parecería que la guerra cobró su rostro

más feroz en las regiones de las confrontaciones: los santanderes, Boyacá, Cundinamarca, Bogotá y el Cauca. Pero probablemente no hubo región de Colombia donde no se sentenció a hombres y mujeres patriotas con la pena capital.

Pero, cabe la pregunta en este bicentenario: ¿Qué significó la independencia para las mujeres de la época? Fue la ocasión de incorporarse y participar con especial protagonismo de un hecho decisivo de la historia. Si durante la época colonial las mujeres vivían marginadas de lo que podríamos llamar los asuntos de la república, con la independencia -para sorpresa de los patriotas- asumieron una posición de vanguardia. De ellas, es cierto, no nos quedaron discursos o escritos que nos revelaran un pensamiento político. Sólo nos queda, como un cuerpo mudo, la memoria de su heroísmo y su sacrificio. La ironía de la historia está, en que pasada la guerra, el republicanismo recluyó de nuevo a las mujeres en la

casa, en lo doméstico. Los ideales de libertad y de derechos, que en algún momento las entusiasmaron, se olvidaron en el aletargado siglo XIX, sacudido por otras guerras, que ya poco las convocaron.

REFERENCIAS(1)Ver Evelyn Cherpak, “Las mujeres en la independencia”. En Las mujeres en la historia de Colombia , vol. I. Bogotá, Editorial Norma, 1995, p. 91.(2)Aída Martínez, “Revolución, independencia y sumisión”, en su libro Crónicas históricas , Bogotá, Colseguros, 2002, p. 111.(3)Sobre la vida de Policarpa Salavarrieta ver, Beatriz Castro Carvajal, “Policarpa Salavarrieta”, en Las mujeres en la historia de Colombia , vol. I. Bogotá, Editorial Norma, 1995, pp. 117-131.

Page 16: Salavarrieta, Mercedes Abrego o Antonia Santos circulan en ... en la... · En el largo camino hacía la batalla de Boyacá y posterior a esta, mujeres como la Negra Dolores, Doña

Por: Martha E. CanoMilitante FARC Bogotá

“Las heroínas olvidadas de la independencia, Ninguna recibió dádiva, recompensa ni mención. Cumplido su deber, desaparecieron ante el muro de los fusilamientos o volvieron silenciosamente al mundo campesino de donde habían salido, no fue posible persuadirlas de que no se alistaran. Había que auxiliar heridos, sepultar muertos, apoyar a la tropa y fueron a la guerra como conspiradoras, voluntarias o guerreras" PAULO FORERO.

Pocos nombres como el de Policarpa Salavarrieta, Mercedes Abrego o Antonia Santos circulan en los libros de historia y en las investigaciones realizadas principalmente por hombres, queriendo conocer a las mujeres que participaron activamente de la guerra independentista como guerrilleras y milicianas, militantes clandestinas de las cuales se tienen pocos datos, nombres, frases valerosas o una hermosas fotos retratadas en los lienzos de la época.

Se dice de ellas que estaban en el frente de batalla, algunas inmolándose para que las tropas pudieran llegar hasta los cuarteles y rearmarse en el camino de la gesta libertaria, otras cocinando y cosiendo uniformes con sus vestidos porque el rigor de la batalla desgastaba lo poco que los combatientes poseían, muchas arriesgando sus vidas portando mensajes que ocultaban durante días de viaje, a pie, de una unidad a otra, reuniendo recursos en los centros poblados para conseguir remesas o

armas, acostándose con el enemigo para obtener información de valía para la guerrilla libertaria, ocultando espías, enviando a sus hijos y esposos al combate, haciendo trabajo secreto de masas donde se informaba de los avances y necesidades de los guerreros, incidiendo en las conciencias, dándolo todo por la patria nueva.

Fueron 17 mujeres casanareñas las primeras en unirse al combate en esta gesta apenas iniciada hacía 1818, siendo Casanare el primer estado libre de la Nueva Granada, de las cuales se rescatan el nombre de Juana Béjar, quien participo siendo mando en las acciones que garantizaran tiempo después instalar el histórico congreso de Angosturas.

En el largo camino hacía la batalla de Boyacá y posterior a esta, mujeres como la Negra Dolores, Doña Melchora Nieto, Luciana Rozo, Joaquina Aroca, Concepción Loperena, Petronila Navas,

La independencia fue un proceso que terminó arrastrando consigo a toda la sociedad. Dividida en bandos, las mayorías terminaron apoyando a los patriotas. Si en sus inicios la independencia estuvo conformada principalmente por hechos políticos llenos de simbolismo y, en todo caso, sin mayor violencia, en su desarrollo estalló una guerra que se prolongaría por muchos años. Decidida por la guerra y la confrontación militar, la independencia entronizó al estamento militar. El grupo

exaltado por la literatura histórica de los siglos XIX y XX fue el de los victoriosos próceres y héroes. Pero en dicho panteón se hacía muy poco reconocimiento a grupos como el de las mujeres. La presencia de las mujeres no sólo fue numerosa y notable en las distintas fases de la independencia, sino que se dio a través de muy diversas maneras. Conformaron la multitud que en las jornadas del 20 de julio reclamó la creación de la junta, apoyaron a uno u otro bando en la llamada “patria boba” y

bajo el régimen del terror instaurado por Pablo Morillo se sumaron decididamente a la causa patriota.

Pero conviene tener presente que a finales del siglo XVIII en Santafé un grupo de mujeres participaba del movimiento ilustrado. Francisca Prieto Ricaurte, esposa de Camilo Torres, Catalina Tejada y Andrea Ricaurte de Lozano auspiciaron tertulias y reuniones literarias que fueron simiente de los nuevos ideales. Las tertulias literarias eran reuniones a las que se asistía con

invitación, se disfrutaba un chocolate y se comentaban obras de diverso género. Pero parte importante de las tertulias era comentar las noticias sobre los acontecimientos europeos, de Hispanoamérica y, por supuesto, de la política local.

Todos los indicios sugieren que el movimiento del 20 de julio fue concertado y los distintos grupos que actuaron estaban informados. Lo mismo debió ocurrir con muchas mujeres. De hecho, los cronistas han comentado el elevado número de mujeres que participaron en los ataques a las casas de los oidores y que después se concentraron en la plaza. Mujeres del pueblo, especialmente vendedoras de la plaza. Aunque con seguridad, allí estaban entre ellas Melchora Nieto y Francisca Guerra, propietaria de un almacén la primera y de una tienda la segunda. En aquellos días la ciudad se paralizó y de los pueblos vecinos arribaron delegaciones a sumarse a la protesta. De los dramáticos momentos que se vivieron el día 22, cuando se

Barbara Forero, Gertrudis Cuero, Tomasa Rodriguez y una gran lista a medias, guardando el espacio a las que no se les ha podido seguir el paso histórico, son los nombres de nuestras abuelas, las humilladas, fusiladas, empobrecidas y rebeldes, a quienes les cobraron querer y sentir que la libertad del yugo extranjero era el camino a seguir.

Las Juanas, Cholas y Rabonas, o como quiera la historia llamarlas, las canciones populares o las reelaboraciones de la Historia, serán siempre las madres de las gran Colombia, que parieron a sangre y sacrificio las patrias Bolivarianas, conocidas o anónimas, políticamente vivas en las mujeres del hoy, de las guerreras urbanas y rurales que aún construyen, desde todas las trincheras, la Nueva Nación donde quepamos y nos visibilicemos todas.

rumoró un despliegue militar contra el cabildo, quedaron testimonios de la valerosa participación femenina. En un hecho registrado por distintos medios, una madre habría dicho a su hijo: “Ve tú a morir con los hombres mientras que nosotras (hablando con las demás mujeres) avanzamos a la Artillería y recibimos la primera descarga, y entonces vosotros los hombre pasaréis por encima de nuestros cadáveres, cogeréis la artillería y salvaréis la patria”. En otro caso, una mujer que era mandada a abrir paso por un patriota con espada en mano, dijo ofuscada: “¿La piedra que yo lance no hará tanto efecto como sus golpes?” Y se mantuvo firme en el puesto. Tiempo después, los redactores del Diario Político de Santafé se preguntarían el nombre de aquellas valerosas heroínas. Pues según dijeron: “Bien merecían pasar a la historia”. Fue

también en estas jornadas que la maestra Bárbara Forero dio un encendido discurso a un grupo de mujeres en la plaza. Pero en aquella gesta también fue decisiva la participación de un grupo de señoras de sociedad. Entre ellas sobresalieron Petronila Nava, Josefa Baraya, Petronila Lozano, Gabriela Barriga, Carmen Rodríguez, Eusebia Caicedo, Josefa Santamaría, María Acuña, Josefa Lizarralde y Juana Robledo.

Un episodio que nos permite observar la diversa participación femenina en este proceso fue el que ocurrió el 13 de agosto de 1810. Ese día un grupo de mujeres, que tal vez alcanzaba a 600, arremetió contra el convento de La Enseñanza , donde se encontraba la virreina. Tras sacarla de allí, la condujeron a la cárcel del Divorcio, mientras le gritaban

improperios, le rasgaban el vestido y lanzaban escupitajos. Este hecho llenó de indignación a las autoridades y a la gente de la alta sociedad, que veían con escándalo cómo se había sometido a los virreyes a un trato tan bajo y se los había recluido en cárceles. A la mañana siguiente la nobleza local, la jerarquía eclesiástica y distintas damas rescataron a la virreina de la cárcel y la llevaron de nuevo al Palacio. Se dice que entre éstas estuvieron Francisca Prieto de Torres, Magdalena Ortega de Nariño, Rafaela Isasi de Lozano, Mariana Mendoza de Sanz de Santamaría y la marquesa de San Jorge1. Este comportamiento fue censurado por los líderes del

movimiento emancipador como propio de la plebe. Pero, ¿por qué las mujeres del pueblo odiaban tanto a la virreina? De ella se ha dicho que dominaba a su marido, que tenía una afición irrefrenable por el dinero y que controlaba las tiendas y la venta de víveres. Razones suficientes para que la virreina doña Francisca Villanova despertara tanta animosidad entre las mujeres que vivían de sus ventas en la plaza o que tenían pequeñas tiendas en la ciudad.

Tras el 20 de julio la sociedad neogranadina se colmó de fervor y en todas partes se pronunciaba la palabra libertad con alegría. Los enfrentamientos civiles en que se enfrascaron los notables de la república contaron con la asistencia femenina. Aunque en ocasiones fue más simbólica, como cuando Mercedes Nariño vestida de militar disparaba los primeros cañonazos de las batallas que dirigía su padre. Sin embargo, fue con la reconquista que el compromiso y la participación de las mujeres se

desplegaron en toda su dimensión. Como dijo Aída Martínez, “con la reconquista de 1816 la mujer colombiana alcanzó su mayoría de edad”2. Bien por conciencia, por rabia, por venganza o por lealtad familiar, las mujeres colombianas se incorporaron a la lucha por la emancipación. Las hubo que contravinieron la prohibición de aceptar mujeres en las filas de los ejércitos. Ocultas en un uniforme de soldado marcharon al frente de batalla. En la propia batalla de Boyacá hubo mujeres que tomaron el fusil. Evangelista Tamayo fue una de ellas. Nacida en Tunja, luchó en Boyacá bajo el mando de Bolívar, alcanzó el rango de capitán y murió en Coro en 1821. Un reconocimiento especial por parte del Libertador lo recibieron las mujeres de Socorro por su vigorosa lucha. Declaración que dejó asentada Bolívar en los propios libros del Cabildo de aquella ciudad. Pero la mayor contribución de las mujeres a la causa libertadora la dieron asistiendo a los heridos de las batallas, ofreciendo información sobre los movimientos de

las tropas enemigas, ocultando en sus casas patriotas perseguidos, confeccionando uniformes y banderas para los ejércitos, y brindando comida a los batallones. Muchas también dieron muestra de su apoyo a los patriotas entregando sus ahorros, sus joyas, ganado y esclavos. Aunque algunas, casi con devoción, entregaron sus hijos para que se sumaran a los ejércitos.

En distintas regiones de Hispanoamérica las mujeres conformaron auténticas redes de espionaje en favor de los patriotas. Por el acceso que tenían a reuniones sociales, por la libertad con que se movían en la ciudad o por que tenían amistad con algún militar realista, las mujeres ofrecieron información decisiva para la consecución de los triunfos militares. Haciendo de correos, las mujeres portaban papeles con instrucciones para los comandantes de los ejércitos patriotas, bien los llevaban envueltos en cigarros o cosidos en sus faldas. Confundidos los militares

realistas por las derrotas que les propinaban los patriotas, declararon una guerra a muerte contra todo el que auxiliara a los rebeldes. Bajo el régimen del terror innumerables mujeres fueron acusadas y castigadas por su apoyo a la causa patriota. O también fueron perseguidas por ser madres, esposas o hijas de patriotas reconocidos. La confiscación de los bienes, el destierro y la humillación fueron castigos sufridos por las mujeres patriotas con mucha frecuencia.

Sin embargo, uno de los rasgos más

violentos de la guerra de independencia fue el sacrificio de las mujeres patriotas. Desde 1813 los comandantes realistas las condenaron a la pena capital con el propósito de amedrentar a la población. Tanto en las capitales como en las pequeñas poblaciones fueron levantados patíbulos para ejecutarlas. En la iconografía de la época sobresale la ejecución de una de las más valerosas heroínas: la joven Policarpa Salavarrieta, la Pola. Acusada de espía y conspiradora, el 14 de noviembre de 1817 fue fusilada en Bogotá, con los ojos vendados y de espalda3. Sin

embargo, distintos historiadores han intentado calcular cuántas mujeres fueron fusiladas durante la independencia, sin lograr una cifra definitiva. Se estima que al menos 59 mujeres fueron ejecutadas por pelotones de fusilamiento. Mujeres que pertenecían a los distintos grupos sociales y étnicos de la sociedad. Entre ellas cabe nombrar a la nortesantandereana Mercedes Ábrego, que fue fusilada por haber confeccionado un fino traje para el Libertador; a Dorotea Castro, que fue fusilada en Palmira junto a su esclava Josefa por auxiliar con hombres, caballos y armas a los patriotas; a la española María Josefa Lizarralde, muerta en Zipaquirá en 1816 por sobornar a los guardias de la cárcel; a Estefanía Neira de Eslava, fusilada en Sogamoso por haber aconsejado a su esposo que se uniera a los patriotas; a Manuela Uscátegui, ajusticiada en 1818 por negarse a revelar el lugar donde se refugiaba un grupo de patriotas. Tal parecería que la guerra cobró su rostro

más feroz en las regiones de las confrontaciones: los santanderes, Boyacá, Cundinamarca, Bogotá y el Cauca. Pero probablemente no hubo región de Colombia donde no se sentenció a hombres y mujeres patriotas con la pena capital.

Pero, cabe la pregunta en este bicentenario: ¿Qué significó la independencia para las mujeres de la época? Fue la ocasión de incorporarse y participar con especial protagonismo de un hecho decisivo de la historia. Si durante la época colonial las mujeres vivían marginadas de lo que podríamos llamar los asuntos de la república, con la independencia -para sorpresa de los patriotas- asumieron una posición de vanguardia. De ellas, es cierto, no nos quedaron discursos o escritos que nos revelaran un pensamiento político. Sólo nos queda, como un cuerpo mudo, la memoria de su heroísmo y su sacrificio. La ironía de la historia está, en que pasada la guerra, el republicanismo recluyó de nuevo a las mujeres en la

casa, en lo doméstico. Los ideales de libertad y de derechos, que en algún momento las entusiasmaron, se olvidaron en el aletargado siglo XIX, sacudido por otras guerras, que ya poco las convocaron.

REFERENCIAS(1)Ver Evelyn Cherpak, “Las mujeres en la independencia”. En Las mujeres en la historia de Colombia , vol. I. Bogotá, Editorial Norma, 1995, p. 91.(2)Aída Martínez, “Revolución, independencia y sumisión”, en su libro Crónicas históricas , Bogotá, Colseguros, 2002, p. 111.(3)Sobre la vida de Policarpa Salavarrieta ver, Beatriz Castro Carvajal, “Policarpa Salavarrieta”, en Las mujeres en la historia de Colombia , vol. I. Bogotá, Editorial Norma, 1995, pp. 117-131.

Page 17: Salavarrieta, Mercedes Abrego o Antonia Santos circulan en ... en la... · En el largo camino hacía la batalla de Boyacá y posterior a esta, mujeres como la Negra Dolores, Doña

Por: Martha E. CanoMilitante FARC Bogotá

“Las heroínas olvidadas de la independencia, Ninguna recibió dádiva, recompensa ni mención. Cumplido su deber, desaparecieron ante el muro de los fusilamientos o volvieron silenciosamente al mundo campesino de donde habían salido, no fue posible persuadirlas de que no se alistaran. Había que auxiliar heridos, sepultar muertos, apoyar a la tropa y fueron a la guerra como conspiradoras, voluntarias o guerreras" PAULO FORERO.

Pocos nombres como el de Policarpa Salavarrieta, Mercedes Abrego o Antonia Santos circulan en los libros de historia y en las investigaciones realizadas principalmente por hombres, queriendo conocer a las mujeres que participaron activamente de la guerra independentista como guerrilleras y milicianas, militantes clandestinas de las cuales se tienen pocos datos, nombres, frases valerosas o una hermosas fotos retratadas en los lienzos de la época.

Se dice de ellas que estaban en el frente de batalla, algunas inmolándose para que las tropas pudieran llegar hasta los cuarteles y rearmarse en el camino de la gesta libertaria, otras cocinando y cosiendo uniformes con sus vestidos porque el rigor de la batalla desgastaba lo poco que los combatientes poseían, muchas arriesgando sus vidas portando mensajes que ocultaban durante días de viaje, a pie, de una unidad a otra, reuniendo recursos en los centros poblados para conseguir remesas o

armas, acostándose con el enemigo para obtener información de valía para la guerrilla libertaria, ocultando espías, enviando a sus hijos y esposos al combate, haciendo trabajo secreto de masas donde se informaba de los avances y necesidades de los guerreros, incidiendo en las conciencias, dándolo todo por la patria nueva.

Fueron 17 mujeres casanareñas las primeras en unirse al combate en esta gesta apenas iniciada hacía 1818, siendo Casanare el primer estado libre de la Nueva Granada, de las cuales se rescatan el nombre de Juana Béjar, quien participo siendo mando en las acciones que garantizaran tiempo después instalar el histórico congreso de Angosturas.

En el largo camino hacía la batalla de Boyacá y posterior a esta, mujeres como la Negra Dolores, Doña Melchora Nieto, Luciana Rozo, Joaquina Aroca, Concepción Loperena, Petronila Navas,

La independencia fue un proceso que terminó arrastrando consigo a toda la sociedad. Dividida en bandos, las mayorías terminaron apoyando a los patriotas. Si en sus inicios la independencia estuvo conformada principalmente por hechos políticos llenos de simbolismo y, en todo caso, sin mayor violencia, en su desarrollo estalló una guerra que se prolongaría por muchos años. Decidida por la guerra y la confrontación militar, la independencia entronizó al estamento militar. El grupo

exaltado por la literatura histórica de los siglos XIX y XX fue el de los victoriosos próceres y héroes. Pero en dicho panteón se hacía muy poco reconocimiento a grupos como el de las mujeres. La presencia de las mujeres no sólo fue numerosa y notable en las distintas fases de la independencia, sino que se dio a través de muy diversas maneras. Conformaron la multitud que en las jornadas del 20 de julio reclamó la creación de la junta, apoyaron a uno u otro bando en la llamada “patria boba” y

bajo el régimen del terror instaurado por Pablo Morillo se sumaron decididamente a la causa patriota.

Pero conviene tener presente que a finales del siglo XVIII en Santafé un grupo de mujeres participaba del movimiento ilustrado. Francisca Prieto Ricaurte, esposa de Camilo Torres, Catalina Tejada y Andrea Ricaurte de Lozano auspiciaron tertulias y reuniones literarias que fueron simiente de los nuevos ideales. Las tertulias literarias eran reuniones a las que se asistía con

invitación, se disfrutaba un chocolate y se comentaban obras de diverso género. Pero parte importante de las tertulias era comentar las noticias sobre los acontecimientos europeos, de Hispanoamérica y, por supuesto, de la política local.

Todos los indicios sugieren que el movimiento del 20 de julio fue concertado y los distintos grupos que actuaron estaban informados. Lo mismo debió ocurrir con muchas mujeres. De hecho, los cronistas han comentado el elevado número de mujeres que participaron en los ataques a las casas de los oidores y que después se concentraron en la plaza. Mujeres del pueblo, especialmente vendedoras de la plaza. Aunque con seguridad, allí estaban entre ellas Melchora Nieto y Francisca Guerra, propietaria de un almacén la primera y de una tienda la segunda. En aquellos días la ciudad se paralizó y de los pueblos vecinos arribaron delegaciones a sumarse a la protesta. De los dramáticos momentos que se vivieron el día 22, cuando se

Barbara Forero, Gertrudis Cuero, Tomasa Rodriguez y una gran lista a medias, guardando el espacio a las que no se les ha podido seguir el paso histórico, son los nombres de nuestras abuelas, las humilladas, fusiladas, empobrecidas y rebeldes, a quienes les cobraron querer y sentir que la libertad del yugo extranjero era el camino a seguir.

Las Juanas, Cholas y Rabonas, o como quiera la historia llamarlas, las canciones populares o las reelaboraciones de la Historia, serán siempre las madres de las gran Colombia, que parieron a sangre y sacrificio las patrias Bolivarianas, conocidas o anónimas, políticamente vivas en las mujeres del hoy, de las guerreras urbanas y rurales que aún construyen, desde todas las trincheras, la Nueva Nación donde quepamos y nos visibilicemos todas.

rumoró un despliegue militar contra el cabildo, quedaron testimonios de la valerosa participación femenina. En un hecho registrado por distintos medios, una madre habría dicho a su hijo: “Ve tú a morir con los hombres mientras que nosotras (hablando con las demás mujeres) avanzamos a la Artillería y recibimos la primera descarga, y entonces vosotros los hombre pasaréis por encima de nuestros cadáveres, cogeréis la artillería y salvaréis la patria”. En otro caso, una mujer que era mandada a abrir paso por un patriota con espada en mano, dijo ofuscada: “¿La piedra que yo lance no hará tanto efecto como sus golpes?” Y se mantuvo firme en el puesto. Tiempo después, los redactores del Diario Político de Santafé se preguntarían el nombre de aquellas valerosas heroínas. Pues según dijeron: “Bien merecían pasar a la historia”. Fue

también en estas jornadas que la maestra Bárbara Forero dio un encendido discurso a un grupo de mujeres en la plaza. Pero en aquella gesta también fue decisiva la participación de un grupo de señoras de sociedad. Entre ellas sobresalieron Petronila Nava, Josefa Baraya, Petronila Lozano, Gabriela Barriga, Carmen Rodríguez, Eusebia Caicedo, Josefa Santamaría, María Acuña, Josefa Lizarralde y Juana Robledo.

Un episodio que nos permite observar la diversa participación femenina en este proceso fue el que ocurrió el 13 de agosto de 1810. Ese día un grupo de mujeres, que tal vez alcanzaba a 600, arremetió contra el convento de La Enseñanza , donde se encontraba la virreina. Tras sacarla de allí, la condujeron a la cárcel del Divorcio, mientras le gritaban

improperios, le rasgaban el vestido y lanzaban escupitajos. Este hecho llenó de indignación a las autoridades y a la gente de la alta sociedad, que veían con escándalo cómo se había sometido a los virreyes a un trato tan bajo y se los había recluido en cárceles. A la mañana siguiente la nobleza local, la jerarquía eclesiástica y distintas damas rescataron a la virreina de la cárcel y la llevaron de nuevo al Palacio. Se dice que entre éstas estuvieron Francisca Prieto de Torres, Magdalena Ortega de Nariño, Rafaela Isasi de Lozano, Mariana Mendoza de Sanz de Santamaría y la marquesa de San Jorge1. Este comportamiento fue censurado por los líderes del

movimiento emancipador como propio de la plebe. Pero, ¿por qué las mujeres del pueblo odiaban tanto a la virreina? De ella se ha dicho que dominaba a su marido, que tenía una afición irrefrenable por el dinero y que controlaba las tiendas y la venta de víveres. Razones suficientes para que la virreina doña Francisca Villanova despertara tanta animosidad entre las mujeres que vivían de sus ventas en la plaza o que tenían pequeñas tiendas en la ciudad.

Tras el 20 de julio la sociedad neogranadina se colmó de fervor y en todas partes se pronunciaba la palabra libertad con alegría. Los enfrentamientos civiles en que se enfrascaron los notables de la república contaron con la asistencia femenina. Aunque en ocasiones fue más simbólica, como cuando Mercedes Nariño vestida de militar disparaba los primeros cañonazos de las batallas que dirigía su padre. Sin embargo, fue con la reconquista que el compromiso y la participación de las mujeres se

desplegaron en toda su dimensión. Como dijo Aída Martínez, “con la reconquista de 1816 la mujer colombiana alcanzó su mayoría de edad”2. Bien por conciencia, por rabia, por venganza o por lealtad familiar, las mujeres colombianas se incorporaron a la lucha por la emancipación. Las hubo que contravinieron la prohibición de aceptar mujeres en las filas de los ejércitos. Ocultas en un uniforme de soldado marcharon al frente de batalla. En la propia batalla de Boyacá hubo mujeres que tomaron el fusil. Evangelista Tamayo fue una de ellas. Nacida en Tunja, luchó en Boyacá bajo el mando de Bolívar, alcanzó el rango de capitán y murió en Coro en 1821. Un reconocimiento especial por parte del Libertador lo recibieron las mujeres de Socorro por su vigorosa lucha. Declaración que dejó asentada Bolívar en los propios libros del Cabildo de aquella ciudad. Pero la mayor contribución de las mujeres a la causa libertadora la dieron asistiendo a los heridos de las batallas, ofreciendo información sobre los movimientos de

las tropas enemigas, ocultando en sus casas patriotas perseguidos, confeccionando uniformes y banderas para los ejércitos, y brindando comida a los batallones. Muchas también dieron muestra de su apoyo a los patriotas entregando sus ahorros, sus joyas, ganado y esclavos. Aunque algunas, casi con devoción, entregaron sus hijos para que se sumaran a los ejércitos.

En distintas regiones de Hispanoamérica las mujeres conformaron auténticas redes de espionaje en favor de los patriotas. Por el acceso que tenían a reuniones sociales, por la libertad con que se movían en la ciudad o por que tenían amistad con algún militar realista, las mujeres ofrecieron información decisiva para la consecución de los triunfos militares. Haciendo de correos, las mujeres portaban papeles con instrucciones para los comandantes de los ejércitos patriotas, bien los llevaban envueltos en cigarros o cosidos en sus faldas. Confundidos los militares

realistas por las derrotas que les propinaban los patriotas, declararon una guerra a muerte contra todo el que auxiliara a los rebeldes. Bajo el régimen del terror innumerables mujeres fueron acusadas y castigadas por su apoyo a la causa patriota. O también fueron perseguidas por ser madres, esposas o hijas de patriotas reconocidos. La confiscación de los bienes, el destierro y la humillación fueron castigos sufridos por las mujeres patriotas con mucha frecuencia.

Sin embargo, uno de los rasgos más

violentos de la guerra de independencia fue el sacrificio de las mujeres patriotas. Desde 1813 los comandantes realistas las condenaron a la pena capital con el propósito de amedrentar a la población. Tanto en las capitales como en las pequeñas poblaciones fueron levantados patíbulos para ejecutarlas. En la iconografía de la época sobresale la ejecución de una de las más valerosas heroínas: la joven Policarpa Salavarrieta, la Pola. Acusada de espía y conspiradora, el 14 de noviembre de 1817 fue fusilada en Bogotá, con los ojos vendados y de espalda3. Sin

embargo, distintos historiadores han intentado calcular cuántas mujeres fueron fusiladas durante la independencia, sin lograr una cifra definitiva. Se estima que al menos 59 mujeres fueron ejecutadas por pelotones de fusilamiento. Mujeres que pertenecían a los distintos grupos sociales y étnicos de la sociedad. Entre ellas cabe nombrar a la nortesantandereana Mercedes Ábrego, que fue fusilada por haber confeccionado un fino traje para el Libertador; a Dorotea Castro, que fue fusilada en Palmira junto a su esclava Josefa por auxiliar con hombres, caballos y armas a los patriotas; a la española María Josefa Lizarralde, muerta en Zipaquirá en 1816 por sobornar a los guardias de la cárcel; a Estefanía Neira de Eslava, fusilada en Sogamoso por haber aconsejado a su esposo que se uniera a los patriotas; a Manuela Uscátegui, ajusticiada en 1818 por negarse a revelar el lugar donde se refugiaba un grupo de patriotas. Tal parecería que la guerra cobró su rostro

más feroz en las regiones de las confrontaciones: los santanderes, Boyacá, Cundinamarca, Bogotá y el Cauca. Pero probablemente no hubo región de Colombia donde no se sentenció a hombres y mujeres patriotas con la pena capital.

Pero, cabe la pregunta en este bicentenario: ¿Qué significó la independencia para las mujeres de la época? Fue la ocasión de incorporarse y participar con especial protagonismo de un hecho decisivo de la historia. Si durante la época colonial las mujeres vivían marginadas de lo que podríamos llamar los asuntos de la república, con la independencia -para sorpresa de los patriotas- asumieron una posición de vanguardia. De ellas, es cierto, no nos quedaron discursos o escritos que nos revelaran un pensamiento político. Sólo nos queda, como un cuerpo mudo, la memoria de su heroísmo y su sacrificio. La ironía de la historia está, en que pasada la guerra, el republicanismo recluyó de nuevo a las mujeres en la

casa, en lo doméstico. Los ideales de libertad y de derechos, que en algún momento las entusiasmaron, se olvidaron en el aletargado siglo XIX, sacudido por otras guerras, que ya poco las convocaron.

REFERENCIAS(1)Ver Evelyn Cherpak, “Las mujeres en la independencia”. En Las mujeres en la historia de Colombia , vol. I. Bogotá, Editorial Norma, 1995, p. 91.(2)Aída Martínez, “Revolución, independencia y sumisión”, en su libro Crónicas históricas , Bogotá, Colseguros, 2002, p. 111.(3)Sobre la vida de Policarpa Salavarrieta ver, Beatriz Castro Carvajal, “Policarpa Salavarrieta”, en Las mujeres en la historia de Colombia , vol. I. Bogotá, Editorial Norma, 1995, pp. 117-131.

Page 18: Salavarrieta, Mercedes Abrego o Antonia Santos circulan en ... en la... · En el largo camino hacía la batalla de Boyacá y posterior a esta, mujeres como la Negra Dolores, Doña

Por: Martha E. CanoMilitante FARC Bogotá

“Las heroínas olvidadas de la independencia, Ninguna recibió dádiva, recompensa ni mención. Cumplido su deber, desaparecieron ante el muro de los fusilamientos o volvieron silenciosamente al mundo campesino de donde habían salido, no fue posible persuadirlas de que no se alistaran. Había que auxiliar heridos, sepultar muertos, apoyar a la tropa y fueron a la guerra como conspiradoras, voluntarias o guerreras" PAULO FORERO.

Pocos nombres como el de Policarpa Salavarrieta, Mercedes Abrego o Antonia Santos circulan en los libros de historia y en las investigaciones realizadas principalmente por hombres, queriendo conocer a las mujeres que participaron activamente de la guerra independentista como guerrilleras y milicianas, militantes clandestinas de las cuales se tienen pocos datos, nombres, frases valerosas o una hermosas fotos retratadas en los lienzos de la época.

Se dice de ellas que estaban en el frente de batalla, algunas inmolándose para que las tropas pudieran llegar hasta los cuarteles y rearmarse en el camino de la gesta libertaria, otras cocinando y cosiendo uniformes con sus vestidos porque el rigor de la batalla desgastaba lo poco que los combatientes poseían, muchas arriesgando sus vidas portando mensajes que ocultaban durante días de viaje, a pie, de una unidad a otra, reuniendo recursos en los centros poblados para conseguir remesas o

armas, acostándose con el enemigo para obtener información de valía para la guerrilla libertaria, ocultando espías, enviando a sus hijos y esposos al combate, haciendo trabajo secreto de masas donde se informaba de los avances y necesidades de los guerreros, incidiendo en las conciencias, dándolo todo por la patria nueva.

Fueron 17 mujeres casanareñas las primeras en unirse al combate en esta gesta apenas iniciada hacía 1818, siendo Casanare el primer estado libre de la Nueva Granada, de las cuales se rescatan el nombre de Juana Béjar, quien participo siendo mando en las acciones que garantizaran tiempo después instalar el histórico congreso de Angosturas.

En el largo camino hacía la batalla de Boyacá y posterior a esta, mujeres como la Negra Dolores, Doña Melchora Nieto, Luciana Rozo, Joaquina Aroca, Concepción Loperena, Petronila Navas,

La independencia fue un proceso que terminó arrastrando consigo a toda la sociedad. Dividida en bandos, las mayorías terminaron apoyando a los patriotas. Si en sus inicios la independencia estuvo conformada principalmente por hechos políticos llenos de simbolismo y, en todo caso, sin mayor violencia, en su desarrollo estalló una guerra que se prolongaría por muchos años. Decidida por la guerra y la confrontación militar, la independencia entronizó al estamento militar. El grupo

exaltado por la literatura histórica de los siglos XIX y XX fue el de los victoriosos próceres y héroes. Pero en dicho panteón se hacía muy poco reconocimiento a grupos como el de las mujeres. La presencia de las mujeres no sólo fue numerosa y notable en las distintas fases de la independencia, sino que se dio a través de muy diversas maneras. Conformaron la multitud que en las jornadas del 20 de julio reclamó la creación de la junta, apoyaron a uno u otro bando en la llamada “patria boba” y

bajo el régimen del terror instaurado por Pablo Morillo se sumaron decididamente a la causa patriota.

Pero conviene tener presente que a finales del siglo XVIII en Santafé un grupo de mujeres participaba del movimiento ilustrado. Francisca Prieto Ricaurte, esposa de Camilo Torres, Catalina Tejada y Andrea Ricaurte de Lozano auspiciaron tertulias y reuniones literarias que fueron simiente de los nuevos ideales. Las tertulias literarias eran reuniones a las que se asistía con

invitación, se disfrutaba un chocolate y se comentaban obras de diverso género. Pero parte importante de las tertulias era comentar las noticias sobre los acontecimientos europeos, de Hispanoamérica y, por supuesto, de la política local.

Todos los indicios sugieren que el movimiento del 20 de julio fue concertado y los distintos grupos que actuaron estaban informados. Lo mismo debió ocurrir con muchas mujeres. De hecho, los cronistas han comentado el elevado número de mujeres que participaron en los ataques a las casas de los oidores y que después se concentraron en la plaza. Mujeres del pueblo, especialmente vendedoras de la plaza. Aunque con seguridad, allí estaban entre ellas Melchora Nieto y Francisca Guerra, propietaria de un almacén la primera y de una tienda la segunda. En aquellos días la ciudad se paralizó y de los pueblos vecinos arribaron delegaciones a sumarse a la protesta. De los dramáticos momentos que se vivieron el día 22, cuando se

Barbara Forero, Gertrudis Cuero, Tomasa Rodriguez y una gran lista a medias, guardando el espacio a las que no se les ha podido seguir el paso histórico, son los nombres de nuestras abuelas, las humilladas, fusiladas, empobrecidas y rebeldes, a quienes les cobraron querer y sentir que la libertad del yugo extranjero era el camino a seguir.

Las Juanas, Cholas y Rabonas, o como quiera la historia llamarlas, las canciones populares o las reelaboraciones de la Historia, serán siempre las madres de las gran Colombia, que parieron a sangre y sacrificio las patrias Bolivarianas, conocidas o anónimas, políticamente vivas en las mujeres del hoy, de las guerreras urbanas y rurales que aún construyen, desde todas las trincheras, la Nueva Nación donde quepamos y nos visibilicemos todas.

rumoró un despliegue militar contra el cabildo, quedaron testimonios de la valerosa participación femenina. En un hecho registrado por distintos medios, una madre habría dicho a su hijo: “Ve tú a morir con los hombres mientras que nosotras (hablando con las demás mujeres) avanzamos a la Artillería y recibimos la primera descarga, y entonces vosotros los hombre pasaréis por encima de nuestros cadáveres, cogeréis la artillería y salvaréis la patria”. En otro caso, una mujer que era mandada a abrir paso por un patriota con espada en mano, dijo ofuscada: “¿La piedra que yo lance no hará tanto efecto como sus golpes?” Y se mantuvo firme en el puesto. Tiempo después, los redactores del Diario Político de Santafé se preguntarían el nombre de aquellas valerosas heroínas. Pues según dijeron: “Bien merecían pasar a la historia”. Fue

también en estas jornadas que la maestra Bárbara Forero dio un encendido discurso a un grupo de mujeres en la plaza. Pero en aquella gesta también fue decisiva la participación de un grupo de señoras de sociedad. Entre ellas sobresalieron Petronila Nava, Josefa Baraya, Petronila Lozano, Gabriela Barriga, Carmen Rodríguez, Eusebia Caicedo, Josefa Santamaría, María Acuña, Josefa Lizarralde y Juana Robledo.

Un episodio que nos permite observar la diversa participación femenina en este proceso fue el que ocurrió el 13 de agosto de 1810. Ese día un grupo de mujeres, que tal vez alcanzaba a 600, arremetió contra el convento de La Enseñanza , donde se encontraba la virreina. Tras sacarla de allí, la condujeron a la cárcel del Divorcio, mientras le gritaban

improperios, le rasgaban el vestido y lanzaban escupitajos. Este hecho llenó de indignación a las autoridades y a la gente de la alta sociedad, que veían con escándalo cómo se había sometido a los virreyes a un trato tan bajo y se los había recluido en cárceles. A la mañana siguiente la nobleza local, la jerarquía eclesiástica y distintas damas rescataron a la virreina de la cárcel y la llevaron de nuevo al Palacio. Se dice que entre éstas estuvieron Francisca Prieto de Torres, Magdalena Ortega de Nariño, Rafaela Isasi de Lozano, Mariana Mendoza de Sanz de Santamaría y la marquesa de San Jorge1. Este comportamiento fue censurado por los líderes del

movimiento emancipador como propio de la plebe. Pero, ¿por qué las mujeres del pueblo odiaban tanto a la virreina? De ella se ha dicho que dominaba a su marido, que tenía una afición irrefrenable por el dinero y que controlaba las tiendas y la venta de víveres. Razones suficientes para que la virreina doña Francisca Villanova despertara tanta animosidad entre las mujeres que vivían de sus ventas en la plaza o que tenían pequeñas tiendas en la ciudad.

Tras el 20 de julio la sociedad neogranadina se colmó de fervor y en todas partes se pronunciaba la palabra libertad con alegría. Los enfrentamientos civiles en que se enfrascaron los notables de la república contaron con la asistencia femenina. Aunque en ocasiones fue más simbólica, como cuando Mercedes Nariño vestida de militar disparaba los primeros cañonazos de las batallas que dirigía su padre. Sin embargo, fue con la reconquista que el compromiso y la participación de las mujeres se

desplegaron en toda su dimensión. Como dijo Aída Martínez, “con la reconquista de 1816 la mujer colombiana alcanzó su mayoría de edad”2. Bien por conciencia, por rabia, por venganza o por lealtad familiar, las mujeres colombianas se incorporaron a la lucha por la emancipación. Las hubo que contravinieron la prohibición de aceptar mujeres en las filas de los ejércitos. Ocultas en un uniforme de soldado marcharon al frente de batalla. En la propia batalla de Boyacá hubo mujeres que tomaron el fusil. Evangelista Tamayo fue una de ellas. Nacida en Tunja, luchó en Boyacá bajo el mando de Bolívar, alcanzó el rango de capitán y murió en Coro en 1821. Un reconocimiento especial por parte del Libertador lo recibieron las mujeres de Socorro por su vigorosa lucha. Declaración que dejó asentada Bolívar en los propios libros del Cabildo de aquella ciudad. Pero la mayor contribución de las mujeres a la causa libertadora la dieron asistiendo a los heridos de las batallas, ofreciendo información sobre los movimientos de

las tropas enemigas, ocultando en sus casas patriotas perseguidos, confeccionando uniformes y banderas para los ejércitos, y brindando comida a los batallones. Muchas también dieron muestra de su apoyo a los patriotas entregando sus ahorros, sus joyas, ganado y esclavos. Aunque algunas, casi con devoción, entregaron sus hijos para que se sumaran a los ejércitos.

En distintas regiones de Hispanoamérica las mujeres conformaron auténticas redes de espionaje en favor de los patriotas. Por el acceso que tenían a reuniones sociales, por la libertad con que se movían en la ciudad o por que tenían amistad con algún militar realista, las mujeres ofrecieron información decisiva para la consecución de los triunfos militares. Haciendo de correos, las mujeres portaban papeles con instrucciones para los comandantes de los ejércitos patriotas, bien los llevaban envueltos en cigarros o cosidos en sus faldas. Confundidos los militares

realistas por las derrotas que les propinaban los patriotas, declararon una guerra a muerte contra todo el que auxiliara a los rebeldes. Bajo el régimen del terror innumerables mujeres fueron acusadas y castigadas por su apoyo a la causa patriota. O también fueron perseguidas por ser madres, esposas o hijas de patriotas reconocidos. La confiscación de los bienes, el destierro y la humillación fueron castigos sufridos por las mujeres patriotas con mucha frecuencia.

Sin embargo, uno de los rasgos más

violentos de la guerra de independencia fue el sacrificio de las mujeres patriotas. Desde 1813 los comandantes realistas las condenaron a la pena capital con el propósito de amedrentar a la población. Tanto en las capitales como en las pequeñas poblaciones fueron levantados patíbulos para ejecutarlas. En la iconografía de la época sobresale la ejecución de una de las más valerosas heroínas: la joven Policarpa Salavarrieta, la Pola. Acusada de espía y conspiradora, el 14 de noviembre de 1817 fue fusilada en Bogotá, con los ojos vendados y de espalda3. Sin

embargo, distintos historiadores han intentado calcular cuántas mujeres fueron fusiladas durante la independencia, sin lograr una cifra definitiva. Se estima que al menos 59 mujeres fueron ejecutadas por pelotones de fusilamiento. Mujeres que pertenecían a los distintos grupos sociales y étnicos de la sociedad. Entre ellas cabe nombrar a la nortesantandereana Mercedes Ábrego, que fue fusilada por haber confeccionado un fino traje para el Libertador; a Dorotea Castro, que fue fusilada en Palmira junto a su esclava Josefa por auxiliar con hombres, caballos y armas a los patriotas; a la española María Josefa Lizarralde, muerta en Zipaquirá en 1816 por sobornar a los guardias de la cárcel; a Estefanía Neira de Eslava, fusilada en Sogamoso por haber aconsejado a su esposo que se uniera a los patriotas; a Manuela Uscátegui, ajusticiada en 1818 por negarse a revelar el lugar donde se refugiaba un grupo de patriotas. Tal parecería que la guerra cobró su rostro

más feroz en las regiones de las confrontaciones: los santanderes, Boyacá, Cundinamarca, Bogotá y el Cauca. Pero probablemente no hubo región de Colombia donde no se sentenció a hombres y mujeres patriotas con la pena capital.

Pero, cabe la pregunta en este bicentenario: ¿Qué significó la independencia para las mujeres de la época? Fue la ocasión de incorporarse y participar con especial protagonismo de un hecho decisivo de la historia. Si durante la época colonial las mujeres vivían marginadas de lo que podríamos llamar los asuntos de la república, con la independencia -para sorpresa de los patriotas- asumieron una posición de vanguardia. De ellas, es cierto, no nos quedaron discursos o escritos que nos revelaran un pensamiento político. Sólo nos queda, como un cuerpo mudo, la memoria de su heroísmo y su sacrificio. La ironía de la historia está, en que pasada la guerra, el republicanismo recluyó de nuevo a las mujeres en la

casa, en lo doméstico. Los ideales de libertad y de derechos, que en algún momento las entusiasmaron, se olvidaron en el aletargado siglo XIX, sacudido por otras guerras, que ya poco las convocaron.

REFERENCIAS(1)Ver Evelyn Cherpak, “Las mujeres en la independencia”. En Las mujeres en la historia de Colombia , vol. I. Bogotá, Editorial Norma, 1995, p. 91.(2)Aída Martínez, “Revolución, independencia y sumisión”, en su libro Crónicas históricas , Bogotá, Colseguros, 2002, p. 111.(3)Sobre la vida de Policarpa Salavarrieta ver, Beatriz Castro Carvajal, “Policarpa Salavarrieta”, en Las mujeres en la historia de Colombia , vol. I. Bogotá, Editorial Norma, 1995, pp. 117-131.

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