Sacrificio Humano Entre Los Mexica Arqueologia Mexicana

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24 / ArqueologíA MexicAnA Pid cifici ( chac- mool ) ctd td d cpi d di d uvi. Tmp My d Tchtit, tp II    D    I    b    u    j    o   :    F    e    r    n    a    n    D    o     C    a    r    r    I    z    o    s    a    M    o    n    T    F    o    r    T  .    C    o    r    T    e    s     í    a    D    e    l    P    r    o    y    e    C    T    o     T    e    M    P    l    o     M    a    y    o    r  ,    I    n    a    H El sacrificio humano entre los mexicas Alfredo lópez Austin, leonArdo lópez luján Los estereotipos son ideas persistentes sobre una realidad específica, comúnment aceptadas por un grupo social. En muchos casos, se trata de concepciones que simp fican, reducen e incluso caricaturizan fenómenos que por esencia son complejos. Cua do se aplican a sociedades o culturas pueden incluir juicios valorativos, verdaderos falsos, precisos o ambiguos. Si el estereotipo alude a la propia tradición, generalme te resalta lo positivo, las virtudes y tiende al elogio: los griegos son evocados com filósofos y los romanos como grandes constructores. En cambio, si la apreciación s refiere al otro, es común que enfatice lo negativo, los defectos y denigre: para mucho los sicilianos son mafiosos por naturaleza, los pigmeos son caníbales y los mexica fueron crueles sacrificadores. C omo se verá en este texto, existe toda suerte de testimonios que corroboran que los mexicas tenían al sacrificio humano como una de sus cos- tumbres religiosas más arraigadas. Sin embargo, es evidente que no es ésta la única civilización de la antigüedad que realizaba holocaustos en honor a sus dioses y que no hay parámetros suficientes para eva- luar si los mexicas fueron el pueblo que practicó más occisiones. En efecto, a partir del estudio de textos sagrados, obras literarias, documentos históricos y,

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Pid cifici (chac-

mool ) ctd td d cpi d did uvi. Tmp Myd Tchtit, tp II   D

   I   b   u   j   o  :   F   e   r   n   a   n   D   o    C

   a   r   r   I   z   o   s   a   M   o   n   T   F   o   r   T .   C   o   r   T   e   s    í   a   D   e   l   P   r   o   y   e   C   T   o    T

   e   M   P   l   o    M

   a   y   o   r ,   I   n   a   H

El sacrificio humano

entre los mexicasAlfredo lópez Austin, leonArdo lópez luján

Los estereotipos son ideas persistentes sobre una realidad específica, comúnment

aceptadas por un grupo social. En muchos casos, se trata de concepciones que simp

fican, reducen e incluso caricaturizan fenómenos que por esencia son complejos. Cua

do se aplican a sociedades o culturas pueden incluir juicios valorativos, verdaderos

falsos, precisos o ambiguos. Si el estereotipo alude a la propia tradición, generalme

te resalta lo positivo, las virtudes y tiende al elogio: los griegos son evocados comfilósofos y los romanos como grandes constructores. En cambio, si la apreciación s

refiere al otro, es común que enfatice lo negativo, los defectos y denigre: para mucho

los sicilianos son mafiosos por naturaleza, los pigmeos son caníbales y los mexica

fueron crueles sacrificadores.

Como se verá en este texto, existe toda suerte detestimonios que corroboran que los mexicas

tenían al sacrificio humano como una de sus cos-tumbres religiosas más arraigadas. Sin embargo, esevidente que no es ésta la única civilización de la

antigüedad que realizaba holocaustos en honor a susdioses y que no hay parámetros suficientes para eva-luar si los mexicas fueron el pueblo que practicó másoccisiones. En efecto, a partir del estudio de textossagrados, obras literarias, documentos históricos y,

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sobre todo, testimonios aportados por la arqueologíay la antropología física, los historiadores de la religiónhan corroborado que la práctica del sacrificio huma-no fue común en la antigüedad y que se extendióprácticamente por todo el planeta. En muy diversospuntos del continente europeo, por ejemplo, hanaparecido evidencias de sacrificio y canibalismo quese remontan al Neolítico y a la Edad de Bronce. Además, está bien documentado que la primera deestas prácticas se prolonga hasta los tiempos de es-plendor de las civilizaciones griega y romana. En elcaso de África y Asia, el sacrificio también surgióhace varios milenios: sabemos que los faraones egip-cios solían inmolar prisioneros de guerra y que losmáximos gobernantes de Ur eran enterrados con susfamiliares y su séquito. Otros muchos ejemplos de violencia ritual han sido registrados en la historiade la India, China, Japón y las islas Fidji. Obviamen-te, el continente americano no fue la excepción.

Existen numerosas evidencias arqueológicas e ico-nográficas de los cruentos holocaustos realizadospor la civilización moche de Perú, por muchos pue-blos mesoamericanos del área maya, Oaxaca, la Cos-ta del Golfo y Teotihuacan, y por sociedades quehabitaron mucho más al norte, incluidos los nativosdel Suroeste de los Estados Unidos.

Hubo en el mundo antiguo toda suerte de occi-siones rituales. En el reino nubio de Kerma, com-partían la misma fosa sacrificial los cadáveres dehombres, mujeres y niños; en la India, una mujer eradecapitada anualmente en honor de la diosa terres-

tre Kâli; en Cartago, se dedicaban niños al dios Baalcuando había una amenaza militar... Algunos pue-blos destacaban por su crueldad, como los japone-nes que enterraban vivas a las víctimas que daríanfuerza a castillos y puentes; los celtas que las enjau-laban y les prendían fuego, o los dayaks de Borneoque las ejecutaban con agujas de bambú. En fin, mu-chos pueblos –incluidos los habitantes de Bengala y Dahomey– son célebres por sus inmolaciones mul-titudinarias, algunas de las cuales se llevaban a cabotodavía en el siglo xix .

La imagen de los mexicas

Si la práctica del sacrificio humano estuvo tan difun-dida en el mundo antiguo –incluida Mesoamérica–,cabría preguntarse por qué el estereotipo se aplicacasi exclusivamente a los mexicas. Parte de la res-puesta se encuentra en los fundamentos ideológicosde este juicio valorativo, el cual fue acuñado desdeel momento mismo de la llegada de los españoles alcontinente americano. Como es sabido, España y Portugal debían justificar ante las demás monarquíaseuropeas el privilegio otorgado por el papa Alejan-dro VI en 1493 para adueñarse del Nuevo Mundo,

Cuchi d cifici d p-d pcdt d ufd d Tmp My d Tchtit.FoTo: jorge Pérez De lara / raCes

Mác-cá qu pt di d mut, ctd u fd d Tmp My d Tchtit.FoTo: jorge Pérez De lara / raCes

Im d di d mut dcubit C dÁui. Fu bñd c hum d m

 t cm mut Códice Magliabechiano.FoTo: jorge Pérez De lara / raCes

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con la obligación de “adoctrinar a los indígenas y ha-bitantes dichos en la fe católica e imponerlos en lasbuenas costumbres”. Como consecuencia, los espa-ñoles se arrogaron el papel de defensores de la cris-tiandad. Uno de los argumentos centrales que esgri-mieron para legitimar sus conquistas fue el hallazgode una religión autóctona que tenía entre sus prácti-cas más reprobables el sacrificio humano y el cani-balismo. Alegaron que su misión incluía la erradica-ción por la fuerza de dichas costumbres con elpropósito de salvar vidas y almas inocentes.

Desde su arribo a las costas mesoamericanas has-ta su ascenso al Altiplano Central de México, los es-pañoles presenciaron múltiples sacrificios humanosrealizados por pueblos enemigos, sujetos o aliadosde los mexicas. Más adelante, su prolongada estanciaen la isla de Tenochtitlan les permitó observar en todasu complejidad las muy variadas ceremonias que te-nían como clímax la occisión ritual. Esta experienciay la trascendencia de la derrota de Tenochtitlan entodo el proceso de conquista, cristalizó el estereoti-po que en forma reductiva condenaba a los mexicascomo los sacrificadores por excelencia. No resultaextraño que, aprovechando esta imputación de losespañoles, los demás pueblos indígenas que fueronconquistados sucesivamente negaran su propia tra-dición y acusaran a los mexicas como los introduc-tores de estos rituales sangrientos en sus territorios.

Con el paso de los siglos, el estereotipo sobre lacrueldad de los mexicas se extendió, adquiriendonuevos matices tanto en las esferas dominantes comoen las populares. En forma paralela, sin embargo,surgieron corrientes ideológicas nacionalistas –pri-mero en la Nueva España del final del periodo co-lonial y más tarde en el México independiente– que

revaloraron el pasado prehispánico, algunas ocasio-nes en forma objetiva y en otras cayendo en un es-tereotipo opuesto.

No es de extrañar que en la actualidad, tanto enMéxico como en el resto del mundo, haya toda unagama de visiones populares sobre este multifacéticoasunto. En un extremo se encuentran quienes con-ciben a los mexicas como los máximos sacrificado-res de la historia universal. Tal perspectiva se cons-tata con frecuencia en la literatura, las publicacionesde difusión y los documentales de la televisión,donde el tema suele abordarse de manera sensacio-nalista, como si el sacrificio humano fuera el únicoaspecto de la cultura mexica digno de atención. Demanera sorprendente, esta visión sigue sirviendopara justificar el brutal proceso de invasión, genoci-dio, dominio y marginación de los pueblos indíge-nas mexicanos que ha tenido lugar durante cinco lar-gos siglos. En el extremo contrario y también en

forma simplista y maniquea, hay quienes niegan quelos mexicas y sus contemporáneos ofrecieran vidashumanas a los dioses. Alegan la invalidez de las fuen-tes documentales de los siglos xvi y xvii, esgrimien-do que los textos e imágenes que describen los sa-

Im d di d mut id bñd c hu-m. Códice Magliabechiano, f. 76.

   D   I   g   I   T   a   l   I   z   a   C   I    ó   n  :   r   a    í   C   e   s

scifici d cutiv d u dut iuució dTmp My d Tchtit 1487 d.C. Códice Telleria-

no-Remensis, f. 39.

   D   I   g   I   T   a   l   I   z   a   C   I    ó   n  :   r   a    í   C   e   s

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crificios humanos y el canibalismo ritual son obrastergiversadas de los mismos conquistadores y evan-gelizadores, o de los indígenas conversos y someti-dos. Algunos grupos fundamentalistas llegan al pun-to de idealizar el pasado prehispánico, imaginandosociedades pacíficas, entregadas a la astronomía, lasmatemáticas, la filosofía y la poesía, y proponiendola revitalización artificial de sus valores.

Las evidencias del sacrificio humanoObviamente, existen otras vías mucho más rigurosaspara aproximarse a un fenómeno tan complejo y conimplicaciones económicas, políticas, religiosas, éticas,etcétera. Entre ellas destacan las ciencias sociales, lascuales ofrecen un marco exento de simplificaciones,basado en evidencias sólidas y heterogéneas. El mé-todo científico evalúa objetiva y críticamente las hi-pótesis y las teorías que intentan explicar las institu-ciones y los procesos sociales en su contextohistórico y cultural. En el caso específico del sacrifi-cio mexica, hay un buen número de publicacionescientíficas, serias y confiables, con orientaciones di-

ferentes. Entre los libros editados en México, los tados Unidos y Europa, podemos recomendar La

letal de Christian Duverger, Ritual Human Sacrific

 Mesoamerica coordinado por Elizabeth H. Boone,sacrificio humano entre los mexicas de Yólotl Gonzá Torres, Cuerpo humano e ideología de Alfredo Lóp Austin, City of Sacrifice de Davíd Carrasco, Le sacr

humain chez les aztèques de Michel Graulich, y El sa

 ficio humano en la tradición religiosa mesoamericana coornado por Leonardo López Luján y Guilhem OlivEstas publicaciones se valen mayoritariamente defuentes documentales producidas en las primeras cadas del periodo colonial: las pictografías y los ttos en náhuatl redactados en caracteres latinos plos indígenas; las relaciones de los conquistadortestigos presenciales de la vida religiosa de Tenochtlan, y las descripciones del culto mexica hechas plos frailes misioneros. Las siete publicaciones mcionadas identifican y evalúan las distorsiones de

tas fuentes, derivadas del pensamiento y las moticiones de los autores del siglo xvi. Estos análcientíficos modernos se alejan, por tanto, de una ltura literal e ingenua de la información histórica.

No obstante, es importante señalar que, por mrica que sea la información proporcionada porfuentes documentales, ésta siempre debe ser cotrastada con los datos provenientes de la arqueogía y la antropología física. Dado que la mayor pte de los datos históricos relativos al sacrifimexica se refieren al recinto sagrado de Tenochtlan, veamos rápidamente cuáles son las evidenc

materiales recuperadas en este sitio durante las cavaciones realizadas por el Proyecto Templo Myor entre 1978 y 2009.

Entre todos los descubrimientos realizados, téchcatl o piedras que sirvieron de base para efectlas occisiones rituales son las evidencias más sólidel sacrificio humano. Dos de ellas fueron exhumdas en la cúspide de una de las etapas más antigdel Templo Mayor (ca. 1390). Estaban colocadas entrada de las dos capillas que resguardaban las imgenes de Huitzilopochtli (dios solar) y Tláloc (dde la lluvia), en una posición desde la cual eran vbles por la multitud que se congregaba en la basela pirámide para presenciar las ceremonias. La pdra de Huitzilopochtli era un poliedro liso de bato que sobresalía 50 cm del piso. La de Tláloc erimagen de un personificador del dios de la lluvia;taba recostado sobre su dorso, sujetando encima  vientre un ara cilíndrica, cuya cara superior alcanba 51 cm de altura. En ambas piedras, forma y alra aseguraban el cumplimiento de su función commesas para soportar los cuerpos de las víctimas bre su región lumbar, y así flexionarlos con el finconsumar la cardioectomía.

scifici d u mu qu pific di d . Fit d tecuilhuitontli . Códice

Florentino, ib. II, f. 49. DIgITalIzaCIn: raCes

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De una importancia similar son los cuchillossacrificio. Hasta la fecha han sido recuperados pomás de un millar de ejemplares. Estos instrumenfueron hechos de pedernal, piedra dura, de gransistencia y susceptible de ser afilada. Los cuchilson lanceolados y, por lo regular, poseen una puaguda para permitir la penetración al cuerpo, preal corte. Un número considerable de ellos tiene uornamentación que representa seres divinos, lo qlos convierte en símbolos personificados del instmento sacrificial, aunque ineficaces para la realición del rito. Éstos han sido identificados por los pecialistas como meros objetos votivos.

Consideremos también los restos mortales de víctimas que fueron inhumadas por los mexicasel Templo Mayor y en los edificios aledaños. Si mamos los datos de cuatro proyectos arqueológisucesivos en el área, el total asciende a 126 indduos. De éstos, hay 42 niños –mayoritariamente

sexo masculino y afectados por anemia, parasitismy enfermedades gastrointestinales– que fueron gollados en honor al dios de la lluvia y un niño mmuerto por cardioectomía y dedicado a Huitzipochtli. Un segundo grupo está integrado por 47bezas de adultos, casi todos hombres, cuyos crány primeras vértebras se encontraron en los princiles ejes arquitectónicos de la pirámide. Otro grulo conforman tres cráneos con perforaciones entemporales, lo que indica que proceden del tzomp

tli , edificio donde se exhibían las cabezas trofeopetadas en estacas de maderas. Mencionemos p

último 33 máscaras-cráneo que representabaMictlantecuhtli, dios de la muerte; se trata de la pción rostral de los cráneos, adornada con conchpirita para figurar los ojos, y con cuchillos de saficio para simular nariz y lengua.

En fechas recientes, inclusive, han sido identcados restos de fluidos sanguíneos embebidosimágenes divinas, altares y pisos de estuco. En efto, gracias a técnicas modernas, se han detectaconcentraciones significativas de hierro, albúminhemoglobina humana.

Estas y otras evidencias corroboran la informción gráfica y textual contenida en las fuentes domentales del siglo xvi, y nos llevan a concluir indbitablemente que el sacrificio humano fue upráctica fundamental de la religión mexica. Al mmo tiempo ponen de manifiesto que los datos cutitativos de las fuentes son exorbitantes. Hay una dtancia desmesurada entre los restos esqueléticos126 individuos hasta ahora encontrados en todasetapas constructivas del Templo Mayor y 13 edcios aledaños, y las 80 400 víctimas que se mencnan en dos documentos para un solo eventoinauguración de una ampliación del Templo Ma

scifici d u iñ qu pific u d dici qu it di d uvi.Fit d cuáhuitl ehua. Primeros Memoriales, f. 250. DIgITalIzaCIn: raCes

scifici d u cv dut fu d u ñ. Códice Magliabechiano, f. 54.

   D   I   g   I   T   a   l   I   z   a   C   I    ó   n  :   r   a    í   C   e   s

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en 1487. A este respecto, es interesante agregar queel mayor número de cadáveres asociados a un edifi-

cio religioso del Centro de México haya sido regis-trado en la ciudad de Teotihuacan, del Clásico, y noen Tenochtitlan. Las excavaciones realizadas en el Templo de Quetzalcóatl por Rubén Cabrera y Sabu-ro Sugiyama dieron a conocer que esta pirámide de150 d.C. fue consagrada con el sacrificio de al me-nos 137 individuos, casi todos guerreros. Y en fe-chas recientes, restos de 37 individuos fueron encon-trados en el interior de la Pirámide de la Luna.

Sacrificio y cosmovisiónPara comprender cabalmente el sacrificio humano

en la cultura mexica, es necesario analizar los víncu-los entre esta práctica y las concepciones prehispá-nicas del universo, los dioses, el hombre y cada unade las criaturas con las que éste interactuaba en su vida cotidiana. En efecto, el sacrificio humano nosresultará ininteligible si no tomamos en cuenta suubicación y su ensamble como pieza de ese gran rom-pecabezas que llamamos cosmovisión. Una percep-ción simplista del sacrificio como fenómeno aisladoproducirá condenas fáciles, incluso un repudio in-mediato al pueblo practicante. En cambio, una per-cepción científica irá más allá del enjuiciamiento,puesto que intentará alcanzar explicaciones objeti- vas y corroborables mediante el estudio de los orí-genes y transformaciones de los acontecimientoshistóricos, de las costumbres y las instituciones reli-giosas, y de las interrelaciones sociales del sacrificio.

En la milenaria tradición religiosa mesoamerica-na, el hombre imaginó un universo en el cual se dis-tinguía el espacio-tiempo exclusivo de los dioses (elmás allá) del espacio-tiempo creado por éstos paralas criaturas (el mundo). Este último estaba ocupa-do por los seres humanos, los animales, las plantas,los minerales, los meteoros y los astros; pero tam-

bién lo estaba por los dioses y las fuerzas sobreturales, cuya presencia se entreveraba, invisible, clo mundano. La divinidad se infiltraba en todascriaturas tanto para dotarlas de sus característiesenciales, como para animarlas, dinamizarlas, traformarlas, deteriorarlas y destruirlas. En otros tminos, las criaturas eran concebidas por los mexiy sus contemporáneos como entidades mixtas, copuestas por sustancias divinas (sutiles, eternas, anriores a la formación del mundo) y por sustanciasrrenales (duras, pesadas, perceptibles, destructibque cubrían la divinidad de lo existente).

Los mexicas creían que, en el tiempo primigenmuchos dioses fueron expulsados de su morada epírea por haber transgredido el orden estableciUno de los proscritos, llamado Nanahuatzin, decientonces inmolarse en el fuego. Como consecuende su valerosa iniciativa, Nanahuatzin bajó al infmundo para de ahí resurgir por el oriente, transf

mado en la primera criatura: el Sol. De esta manese convirtió en el rey del mundo en gestación. Sin ebargo, el Sol se negó a recorrer el cielo hasta que dos sus hermanos lo imitaran, aceptando ser sacrcados. Los dioses expulsados no pudieron evitamuerte, tras la cual descendieron al frío lugar detinieblas; allí adquirieron –al igual que el Sol– una bertura pesada y destructible. Fue así como se co virtieron en cada una de las clases que constituyen seres mundanos: Pilzintecuhtli originó a los venadXólotl a los anfibios llamados ajolotes , Yappan a alacranes oscuros, su esposa Tlahuitzin a los alac

nes claros, etcétera. En pocas palabras, por vía delcrificio los dioses se tornaron en criadores-criatur A partir de ese momento, el Sol pudo comenzarmovimiento cotidiano, sucediéndose el día y la noc

El mundo de las criaturas estaba comunicado cel más allá por medio de múltiples umbrales. Cudo se inició la marcha del Sol, los umbrales permtieron la formación de los ciclos, pues a travésellos emergían al mundo y se retiraban de él los dses y las fuerzas sobrenaturales. Un ciclo, por ejeplo, fue el de vida-muerte: al fenecer las criaturassustancia divina se despojaba de la pesada coberra terrenal. Ésta, ya liberada, se dirigía al inframudo, y allí esperaba una oportunidad para regresamundo de las criaturas, dando origen a un nuevodividuo de la misma clase. Otro ciclo fue la sucesde la temporada de secas y la de lluvias. Otro mfue el del tiempo, conformado por la aparición denada de dioses que, con distintos talantes, irrupían periódicamente sobre la superficie de la tiey modificaban a su paso todo lo existente.

Los dioses, conforme transitaban y actuabanel mundo, se fatigaban y perdían paulatinamentepoder. Para recuperar sus fuerzas, debían alimen

ecv d c.Códice Florentino, 

ib. VII, f. 16v.DIgITalIzaCIn: raCes

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se. Por dicha razón crearon a los seres humanos, cria-turas que estaban obligadas a rendirles culto y dar-les de comer con ofrendas y sacrificios. El hombrese concebía como un ser privilegiado por su estre-cha relación con los dioses, pero al mismo tiempoestaba en deuda con ellos porque éstos lo habíancreado. También se sentía obligado porque recibíala energía vital de los frutos surgidos de la Madre Tierra y madurados por el Sol. Su deuda era tal queno bastaban los productos de su trabajo para resti-tuir lo adquirido, sino que debía autosacrificarse paraentregar su propia sangre y, al final de su vida, ofre-cer los restos de su cuerpo.

La relación entre seres humanos y dioses era re-cíproca. Los seres humanos se sentían beneficiariosde los favores divinos en sus diarias faenas y, en ge-neral, en todos los momentos importantes de su exis-tencia; recibían con gratitud la lluvia, la fertilidad dela tierra, la salud, su propio poder reproductivo, el

éxito en la guerra, etcétera. No obstante, las precipi-taciones erráticas, las malas cosechas, las enferme-dades y las derrotas militares produjeron la creenciaen dioses volubles, muy rigurosos y, en ocasiones,avaros. Por ello, los fieles se veían en la obligaciónde entregar ofrendas y sacrificios a los dioses pararetribuir sus dones, para propiciarlos o para aplacarsu ira. Los obsequiaban con el aroma de las flores y el incienso, con el humo del tabaco y las primicias de

las cosechas, y con la sangre y la carne que los reavi- vaba. Los seres humanos cumplían así con un eter-no intercambio, impidiendo que se interrumpieranlos ciclos, que cesaran el curso del Sol, el flujo deltiempo, la sucesión de la vida y de la muerte. De estaforma, se hacían partícipes del buen funcionamien-to del mundo.

Bajo esta lógica, las víctimas del sacrificio solíantener uno de dos significados principales. Por unlado, se encontraban los llamados nextlahualtin o“restituciones”. Estos individuos eran tenidos sim-ple y llanamente como medio de pago, como el ali-mento más preciado que podía darse en retribucióna las divinidades. Por el otro, estaban los teteo imixip- 

tlahuan o “imágenes de los dioses”. Se creía que es-tas personas eran poseídas por las divinidades pararecibir, dentro de ellas, la muerte sacrificial que ha-bían sufrido en el tiempo primigenio. Así, las divini-dades desgastadas por su trajín terminaban su pro-

pio ciclo sobre la tierra: tras sucumbir ante el filo delcuchillo de pedernal, viajaban a la región de los muer-tos para recuperar allí sus fuerzas y volver a nacer.

Las dimensiones políticay económica del sacrificioEn la tradición ancestral del México antiguo, el hom-bre acató durante milenios la terrible obligación demantener el mundo con su propia sangre y la de sus

scifici p xtcciód có. Códice 

Magliabechiano, f. 58.DIgITalIzaCIn: raCes

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congéneres. Las raíces del sacrificio humano y del nibalismo se hunden profundamente en el tiempo.el primer caso, las evidencias más antiguas procedde la cueva de Coxcatlán, en el Valle de Tehuacánse remontan a las sociedades de cazadores-recolecres de la fase El Riego (6000-4800 a.C.). En el casocanibalismo, de acuerdo con Carmen Pijoan y Josna Mansilla, los testimonios más tempranos fuerrecuperados en la aldea de Tlatelcomila, Tetelpan, Dtrito Federal, del periodo Preclásico (700-500 a.C

Los siglos transcurrieron y, conforme las socdades mesoamericanas fueron transformándoseextensos señoríos y estados hegemónicos, la ocsión ritual se fue haciendo cada vez más complMuy lenta debió de haber sido la transformaciónsus principios básicos, con sus prácticas y concciones devocionales. En contraste, las motivacioinmediatas de esta práctica se trastocaron en una fma mucho más rápida, al ritmo marcado por ca

bios políticos y económicos. Es claro que los señríos y los estados poderosos modificaron el sentde este rito, intensificaron su ejercicio, y llegaroutilizar las creencias y el culto como un pretexto pextender su dominio y expoliar a los débiles. Eaconteció principalmente en los periodos en que rias entidades políticas competían por la supremamilitar. Entre los pueblos que vivieron con más tensidad este afán hegemónico están los toltecas,mayas de Chichén Itzá, los tarascos y, por supueslos mexicas. Estos últimos, a partir de 1430 y durte casi un siglo, se lanzaron a la guerra de conqui

que llevó sus fronteras de la costa del Océano Pafico a las del Golfo de México, y su influencia geoplítica se dejó sentir hasta las fronteras con el actterritorio guatemalteco.

Durante el Posclásico Tardío, la guerra de coquista estuvo sancionada como la vía idónea pque el hombre cumpliera su sagrada misión de ppetuar la existencia del mundo. Bajo esta lógica, ejércitos mexicas y los de sus aliados emprendambiciosas campañas militares, de las cuales debretornar victoriosos y con abundantes cautivos plas grandes festividades sacrificiales. Dichas festdades tenían como uno de sus propósitos hacer ade del poderío militar de Tenochtitlan, infundienterror entre sus enemigos. Lo anterior explica pqué los señores de los pueblos aliados, sometidoindependientes eran invitados en esas ocasionepresenciar la muerte de quienes se habían opuea la hegemonía mexica.

Como es sabido, Huitzilopochtli –el dios patno de los mexicas– tenía un carácter eminentemte solar y guerrero. Su templo principal, la gran pmide conocida como Coatépetl (“Cerro de Serpientes”), era considerado no sólo el centro

expició fu d uvíctim cifici. Duá,

Historia de las Indias..., “rit”, cp. XCI.

DIgITalIzaCIn: raCes

Fchmit d u víctim cifici. Códice Telleriano-Remensis, f. 41v.

   D   I   g   I   T   a   l   I   z   a   C   I    ó   n  :   r   a    í   C   e   s

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 Tenochtitlan, sino del mundo. En él, en los demástemplos que se levantaban en el recinto sagrado y enlos de los numerosos barrios de la ciudad, los mexi-cas inmolaban a sus enemigos con la convicción deque sus acciones los convertían en salvadores de lahumanidad. El pueblo sufría en carne propia las con-secuencias de la violenta conducción política de susgobernantes; sin embargo, participaba de esta ideo-logía, inmerso en un clima militarista que, desde latierna infancia de los individuos, exaltaba la gloriade las armas e inculcaba la devoción a dioses ávidos desangre. La escuela, el templo y la milicia eran las ins-tituciones que, controladas rígidamente por el go-bierno, imprimían los valores de la muerte en cadauno de los súbditos de aquel estado “benefactor”.

Obviamente, los mexicas y sus aliados no fueronlos únicos que desarrollaron en aquella época talmentalidad militarista. Todos los pueblos vecinoscompartían dicha visión del mundo, adoraban a los

mismos dioses y los honraban con cultos similares.Esto dio origen a la xochiyáoyotl o “guerra florida”,peculiar institución creada por los mexicas y sus ene-migos del Valle de Puebla-Tlaxcala. La xochiyáoyotl sebasaba en un pacto de batallas controladas y perió-dicas, en las cuales los ejércitos contendientes se en-frentaban hasta que uno de ellos solicitaba la tregua.Curiosamente, no había interés de pillaje, ni de do-minio territorial, ni de obtención de tributo. Termi-nado el combate, ambos bandos regresaban a sus ca-pitales llevando como premio los rivales que habíancapturado vivos. De esta manera se aprovisionaban

regularmente de víctimas sacrificiales. En forma co-lateral, los mexicas mermaban poco a poco el núme-ro de varones de los pueblos del otro lado de lasmontañas, debilitándolas económica y militarmen-te. En este contexto, resulta interesante que entre elcaptor y el cautivo se estableciera una relación de pa-rentesco sagrado, en la que se llamaban respectiva-mente “padre” e “hijo”. Algunos autores han expli-cado esta asociación por la necesidad del oferentede entregar a los dioses a alguien de su propia natu-raleza, a su verdadero sustituto.

La diversidad de la práctica sacrificial

La estrecha relación entre las guerras de expansióny el sacrificio humano no debe hacernos creer quetodos los individuos inmolados ritualmente eranguerreros capturados en batalla. En realidad, los ri-tos de occisión tenían una amplia gama de víctimas.Dependiendo del tipo de ceremonia que se llevabaa cabo, la liturgia prescribía con rigor el origen, elsexo, la edad y la condición de quienes habrían demorir. Por ejemplo, una mujer de mediana edad y descendiente de una de las principales familias no-biliarias de Tenochtitlan era escogida cada año como

 víctima de una de las festividades más importantesdel calendario agrícola; los niños con dos remolinosen el cabello y que habían nacido en un signo propi-cio eran ofrecidos por sus propios padres a los dio-ses de la lluvia para garantizar las precipitaciones dela próxima temporada; los albinos servían como pre-ciado don para fortalecer al Sol durante los temidoseclipses, y un nutrido grupo de enanos, corcovadosy servidores del rey eran sacrificados tras el decesode éste, con el fin de que lo asistieran en el más allá.Obviamente, no faltaban aquellos cuya devoción los

hacía entregarse voluntariamente, como ciertos sa-cerdotes, músicos y prostitutas. Otro grupo impor-tante estaba constituido por los esclavos. Debemosaclarar, sin embargo, que la esclavitud entre los mexi-cas y sus vecinos tenía un carácter menos rigurosoque, por ejemplo, entre los romanos. En Tenochti-tlan, el esclavo era por lo común un deudor sujeto asu acreedor en calidad de sirviente doméstico. Con-servaba esta condición hasta que obtenía los recur-sos para saldar su compromiso. Durante su serviciono podía ser maltratado, ni los derechos sobre él po-dían ser transferidos a otra persona sin su consenti-miento. No obstante, si era indisciplinado y no cum-plía con los designios de su amo, podía sercondenado a la condición de “esclavo de collera”;esto significaba que, desde ese momento, podía ser vendido a los comerciantes o a otros grupos de es-pecialistas que deseaban ofrecerlo a los dioses. Contal fin era bañado ritualmente y, a partir de su puri-ficación, se transformaba en una víctima sacrificial.

En muchas ocasiones, las víctimas acudían a lamuerte ataviadas con prendas que las asimilaban sim-bólicamente a las deidades que personificaban y cuyafuerza creían contener en su cuerpo. Vestidas de esta

Cmi d “ymit” cifici ditiFtividd d tlacaxipe-

hualiztli . Duá, Historia

de las Indias..., “rit”, cp. lXXXVII.DIgITalIzaCIn: raCes

5/12/2018 Sacrificio Humano Entre Los Mexica Arqueologia Mexicana - slidepdf.com

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el sAcrificio huMAno entre los MexicAs /

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Cb d dd pñ y d cb xhibid cmtf tzompantli . Códice Florentino, ib. XII, f. 68.DIgITalIzaCIn: raCes

Cibim itu. Códice Florentino, ib. IV, f. 25. DIgITalIzaCIn: raCes

forma, solían reescenificar teatralmente episodiosmíticos, recreando en el tiempo de los hombres lasacciones divinas. Según la ceremonia de que se trata-ra, la liturgia dictaba la forma de morir y el destinoque se daría a los cadáveres. La occisión más comúnconsistía en la extracción del corazón de la víctima,colocada ésta boca arriba sobre un téchcatl . Aún se dis-cute si el sacrificador lo lograba penetrando a la cajatorácica a través del diafragma, rompiendo el ester-nón longitudinalmente, haciendo un pequeño corteintercostal en el lado izquierdo del tórax o un largocorte intercostal de lado a lado con ruptura transver-

sal del esternón. En algunas ceremonias, antes de lacardioectomía, la víctima era sometida al fuego deuna hoguera, herida con dardos o flechas, o “rayada”con una espada de navajas de obsidiana durante unenfrentamiento gladiatorio. En otras circunstanciasse recurría al degüello, la enclaustración en cuevas ocavidades practicadas en un templo, el ahogamientoo la precipitación desde lo alto de un poste. Es posi-ble que los mexicas también acostumbraran proce-dimientos comunes entre sus contemporáneos, comola opresión extrema del cuerpo con una red, la evis-ceración y la cocción en baños de vapor. En cuantoal tratamiento del cadáver, se usaba arrojar los cuer-

pos de los occisos desde lo alto de las pirámides, de-capitar, descuartizar, desollar o conservar la cabeza y el fémur como objetos sagrados. En ciertas festivi-dades era practicada la ingestión ritual de la carne delas víctimas, práctica de canibalismo que tenía comopropósito la comunión del fiel con el cuerpo que ha-bía sido divinizado por medio del sacrificio.

Las ocasiones de los sacrificios también eran muy  variadas. La gran mayoría de ellos se hacía dentro delmarco calendárico, sobre todo en las 18 veintenas enque estaba dividido el año de 365 días, aunque tam-

bién se llevaba a cabo en el contexto de otros ciclcomo el de 260 días y el de 52 años. Fuera del caldario se ofrecían individuos con motivo de las ctiendas militares, ya sea previamente para evitarlaganarlas, o con posterioridad para celebrar la victo También se inmolaban numerosos cautivos de guepara fortalecer y consagrar con su sangre las funciones de los edificios religiosos y la inauguraciónsus sucesivas ampliaciones. Igualmente, son dignde mención aquellos ritos destinados a restableceseguridad y el orden perdido durante enfermedadsequías, inundaciones, hambrunas y eclipses.

Reflexión finalEs claro que los fenómenos sociales del pasado remto, incluidos el sacrificio y el canibalismo, deben vse al margen de las ideologías y los enfoques maqueos. Tienen que ser analizados científicamente, cobjetividad, en todas sus dimensiones y evaluando ticamente el mayor número de evidencias posibSolamente así comprenderemos que los mexicas –csus virtudes y defectos, con sus grandes aportacioy su violencia ritual exacerbada– fueron tan humancomo todos los pueblos de la antigüedad.

(Este artículo es una versión adaptada al español de nuestropítulo “Aztec Human Sacrifice”, en The Aztec World , ElizabethBrumfiel y Gary M. Feinman (eds.), Nueva York, Abrams/TField Museum, 2008, pp. 137-152. Agradecemos al Field Musey a Hilary Hansen Sanders la autorización.)

• Alfredo López Austin. Doctor en historia por la unam e intigador emérito del Instituto de Investigaciones Antropológi• Leonardo López Luján. Doctor en arqueología por la Univsité de Paris-X y profesor-investigador del Museo del TemMayor del inah.