Saal, Frida. La Familia.

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SAAL, at L - V u LA PPLAUA -P\W,lkSTA SIcluDxx t e:DI - D(2.Es ; n'AB 1 1 1AD , £A1.1 N Como lodos sabemos, el muy célebre Esopo, de quien recibiéramos inolvidables fábulas que han sido y siguen siendo el deleite del los niños, era un esclavo en la antigua Grecia. Cuenta la leyenda que estando precisado su amo de ofrecer un banquete ordenóle que fuera al mercado y le trajera el manjar más exquisito que pudiera encontrar. Diligente, Esopo va al mercado y regresa trayendo con- sigo una lengua. Intrigado, su amo le interroga acerca de las razones de tal elección, a lo que Esopo contestó: -La lengua, mi amo, es lo más sublime de lo que dispone el hombre, de su uso y ejercicio nacen la poesía y la filosofía, todo lo que el hombre es capaz de hacer pasa a través de la lengua, desde la ciencia hasta el amor. Las palabras de la madre arrullan al niño en la cuna liberándolo y protegiéndolo de todos los temores. Las palabras de los que amamos, de los amigos y de los maestros son nuestras eternas compañeras. Ante tal respuesta quedó postergada la preocupación por el banquete, pero fue entonces la curiosidad la que empujó al amo a ordenar a Esopo esta vez: -Ve por favor al mercado y tráeme lo peor que encuentres. Al mercado volvió Esopo, que presto regresó, esta vez... con una lengua. - Pero ¿cómo? Si esta vez te he pedido que me trajeras lo peor que encontraras -dijo el amo. - Eso es la lengua -contestó Esopo-. La lengua es responsable de las máximas calamidades que la humanidad conoce; bastan po- cas palabras para encender el odio que desencadena las guerras. La envidia y los celos, verdaderos azotes de la existencia, se con- cretan y adquieren realidad a través de la palabra. Nada hay, pues, más nefasto que la lengua que pone al hermano contra el hermano, al marido contra la mujer, al padre contra el hijo. Trabajo presentado para el Concurso Abierto de Oposición para el cargo de Profesor de Carrera A en la materia de Ecología Humana, Universidad Nacional Autónoma de México. Publicado originalmente en La Nave de los Locos, núm. II, 1986. t-tW U ÑA "DAD á LA FAMILIA* [107]

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Capítulo 10 en "La mujer de la ilusión"

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SAAL, at L -V u LA

PPLAUA -P\W,lkSTA

SIcluDxx■ t e:DI-D(2.Es ; n'AB

111AD , £A1.1 N

Como lodos sabemos, el muy célebre Esopo, de quien recibiéramos inolvidables fábulas que han sido y siguen siendo el deleite del los niños, era un esclavo en la antigua Grecia. Cuenta la leyenda que estando precisado su amo de ofrecer un banquete ordenóle que fuera al mercado y le trajera el manjar más exquisito que pudiera encontrar. Diligente, Esopo va al mercado y regresa trayendo con-sigo una lengua. Intrigado, su amo le interroga acerca de las razones de tal elección, a lo que Esopo contestó:

-La lengua, mi amo, es lo más sublime de lo que dispone el hombre, de su uso y ejercicio nacen la poesía y la filosofía, todo lo que el hombre es capaz de hacer pasa a través de la lengua, desde la ciencia hasta el amor. Las palabras de la madre arrullan al niño en la cuna liberándolo y protegiéndolo de todos los temores. Las palabras de los que amamos, de los amigos y de los maestros son nuestras eternas compañeras.

Ante tal respuesta quedó postergada la preocupación por el banquete, pero fue entonces la curiosidad la que empujó al amo a ordenar a Esopo esta vez:

-Ve por favor al mercado y tráeme lo peor que encuentres. Al mercado volvió Esopo, que presto regresó, esta vez... con una

lengua. -Pero ¿cómo? Si esta vez te he pedido que me trajeras lo peor

que encontraras -dijo el amo. -Eso es la lengua -contestó Esopo-. La lengua es responsable

de las máximas calamidades que la humanidad conoce; bastan po-cas palabras para encender el odio que desencadena las guerras. La envidia y los celos, verdaderos azotes de la existencia, se con-cretan y adquieren realidad a través de la palabra. Nada hay, pues, más nefasto que la lengua que pone al hermano contra el hermano, al marido contra la mujer, al padre contra el hijo.

Trabajo presentado para el Concurso Abierto de Oposición para el cargo de Profesor de Carrera A en la materia de Ecología Humana, Universidad Nacional Autónoma de México. Publicado originalmente en La Nave de los Locos, núm. II, 1986.

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LA FAMILIA*

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Puede parecer sorprendente comenzar este trabajo sobre la familia con esta fábula de Esopo acerca de la lengua, y sin embargo nada hay de extraño en ello. En primer lugar porque, al igual que la lengua de Esopo, la familia ha sido a lo largo de la historia el objeto de los tratos más disímiles, tema de elogio y alabanzas para algunos y objeto de críticas y vituperios para otros. Se ha encontrado siem-pre en el centro de las polémicas más ardientes y su muerte siem-pre anunciada no acaba nunca de concretarse. En segundo lugar. es en el seno de la familia donde el cachorro de hombre es intro-ducido en lo que será su herencia más acendrada, la lengua que llamamos materna y que hará de él sujeto de una sociedad, de una cultural

Pasemos una ligera revisión a las posiciones más extremas en esta polémica sobre la familia, tomando para ello a los exponentes polares. El texto de Ackerman,t considerado hoy día un clásico sobre el tema, toma a la familia como el marco dentro del cual ~prender las perturbaciones del individuo, pero no es este as-

pecto clínico el que aquí nos interesa, sino su crítica al pesimismo II t'odian° ubicándose en la vertiente del optimismo voluntarista del American way of lite, donde el paraíso del éxito le es prometido a quienes no lo pongan en duda y puedan mostrarse como el ejemplo mismo del éxito:

Expresó [Freud] un profundo pesimismo en lo que respecta a la civilización y percibía al individuo y a la cultura como opuestos el uno a la otra. La cultura y la libertad personal eran incompatibles. Consideraba que el hombre paga un tributo a los beneficios que puede extraer de la civiliza-ción; con una ironía inimitable expresó sus dudas sobre si la civilización valía lo que había que pagar por ella... A la luz de los conocimientos actuales, nos preguntarnos ¿hasta dónde comprendió el amor, la creati- vidad, la salud emocional como una fuerza positiva en las relaciones hu-manas?'

Así, pues, Ackerman aparece como el ejemplo del optimismo fácil y sin cuestionamientos que puede darse el lujo de superar a bajo costo el pesimismo freudiano ofreciéndose a sí mismo como ejemplo, modelo y espejo de normalidad: "A través de sí mismo

I Nathan W. Ackerman, Diagnóstico y tratamiento de las relaciones familiares, Bue-nos Aires, Honné, 1974. 2 'bid., p. 49.

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el terapeuta debe dar al paciente la prueba de que la salud mental no es un espejismo, es alcanzable."

Acerca de la posición freudiana hablaremos más adelante; de-jemos por ahora a Ackerman y sus certidumbres como modelo de optimismo terapéutico y familiar y que toma a la familia como un dato dado sin preguntarse por sus características y su naturaleza.

En el otro extremo de las polaridades podríamos ubicar la co-rriente de la antipsiquial ría. Pioneros de ese cuestionamiento son D. Cooper' y Laing.' Desde el cuestionamiento hasta el decreto de su muerte, esta posición tuvo la virtud de ser un llamado de aten• ción a la psiquiatría misma sobre el papel patógeno que la familia puede llegar a cumplir. El límite de este cuestionamient

o está dado por dos factores esenciales: a] el desconocimiento del papel insti-tucional de la familia en el marco de estructuras más amplias a las que pertenece y la conforman; b] más allá del campo de la denuncia no han producido una opción alternativa, generando dos movi-mientos: el del abandono del campo o la alternativa política.

Podernos encontrar otras posiciones intermedias como la de Nicolás Caparrós." Para este autor familia y sociedad aparecen como dos unidades delimitadas que entrarían en relación desde posiciones simétricas. Desde esta perspectiva, hay una nostalgia naturalista que supone retroactivamente una sociedad sin conflic-tos entre los intereses individuales y sociales y supone también al individuo en armonía con su grupo familiar. Es la forma en que se construyen los paraísos perdidos, y que sólo pueden ser paraísos porque se han perdido (to tal vez nunca existieron?). El villano aquí es el estado o las sociedades contemporáneas que vienen a trastocar la armonía primitiva. Así dice Caparrós:

Mientras el hombre ha vivido en pequeñas comunidades las relaciones interpersonales pudieron ser matizadas sin grave daño de los intereses de la sociedad; pero cuando el estado intenta impartir reglas homogenei• zantes para un gran número de individuos es necesario reforzar el mensaje, esclerosar las pautas, para que llegue a todos con la suficiente intensidad.'

3 /bid., p. 352. 4 D. Cooper, La muerte dr la familia, Buenos Aires, l'antas, 1972. R.D. Laing, El cuestionamiento de la familia,

Buenos Aires, Patrias. 6 Nicolás Caparrós, Crisis de la familia, Madrid, Fundamentos, 1987 7 lbid. , p. 37.

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Lo que se desconoce aquí es que, como lo han estudiado los antropólogos, las mal llamadas sociedades primitivas tiene má

n orga-

nizaciones harto complejas y que la armonía soñada esl

ilusión descante del investigador que una realidad existente. Lévi-

Strauss estudia, en Las estrucutras elementales del parentesco," esta

organización que es elemental, no por ser más simple sino porque

articula los elementos que hacen a las leyes del parentesco, es decir,

a la familia, en los diferentes grupos sociales.

Valga, pues, esta introducción acerca del espectro en que se colocan los autores que han abordado el tema de la familia para

recentrar el nuestro y justificar su elección. La materia para la que concursamos es Ecología Humana. y esto

lleva a formular una pregunta que puede parecer elemental: ¿cuál es el medio ambiente con el que trabajamos cuando nos referimos

al hombre en su sentido genérico? El término de ecología humana lleva implícito algunas sugeren

cias que queremos aclarar por considerar que pueden conducir equívocos. En la medida en que la ecología forma parte de biología, que estudia las relaciones existentes entre los organismo y el medio en que viven, la primera inclinación podría ser la d un encuadre hiologista del problema. Remitimos al lector al anális crítico que sobre esta posición formuláramos en una obra anterior No se trata, pues, de un medio natural. Tampoco, y en tanto q no somos urbanistas, se trata de las condiciones de las fábricas de las viviendas, temas en los que el psicólogo tendrá algo q decir pero cuyo abordaje corresponde a instancias sociopolític

Si se nos permite una digresión. podríamos mencionar la definidas.

ironía de un amigo que, de visita por México e impactmlo por belleza de la zona de Chimalistac, observara: "Yo no sé, ¿por o u

.

los pobres tienen tan mal gusto y eligen para vivir lugares tan :t., como las ciudades perdidas, habiendo zonas tan hermosas co

Habiendo señalado lo que no es nuestro terna, podríamos ésta?"

ahora una respuesta positiva. El medio ambiente humano, y e es lo que especifica el adjetivo, es un medio ambiente social

8 Glande Lévi-Strauss, Las estructuras elementales del parentesco,

Barcelona, P

'Néstor EVAUllSteill n al., Psicología, ideología y ciencia, México, Siglo XXI 1991.

LA FAMILIA

guiado por normas y el lugar donde se producen los sujetos en tanto sujetos de una cultura dado, es la

Esta primera respuesta, más que un punta:de:tinada, e hilo • de arranque para el estudio e investlgadda dtteighaitkuist, Ya persistencia en la historia y a través de Isui diferente' su razón de ser.

La crisis de la familia es un tema de admitid profetas que decretan su fin. Sin embargo, no pu la familia haya muerto aunque es posible afirmar quofü: es una constante presente desde la familia mítica del gé y Eva son expulsados del paraíso y sabemos los inforturS, liares que se abaten sobre su descendencia. En la Caerla de pm las cosas no parecen andar mucho mejor para esta ItudIttiri multisecular. El relato de Sófocles sobre el conmovedut destilo de los Labdácidas comienza con el intento fallido de filicidio (layo manda matar a Edipo), sigue con el parricidio, el incesto, las guerras fratricidas y las autoinmolaciones. Tampoco la pluma de Shakes• peare se quedó corta para relatarnos los dramas que la familia puede engendrar; bastará para ello mencionar a Hamlet, ¿o debe mos agregar en la lista el drama de los jóvenes amantes de Verona?, o ¿es la historia dramática del rey Lear el ejemplo de la piedad filial?

La dramática contemporánea también ha encontrado en la fa-milia material abundante que muestra las llagas de la desventura de la convivencia: Bergman nos regala con Sonata de otoño la sin-fonía dolorosa del imposible encuentro materno-filial, o ¿quién ha dejado de estremecerse con las Escenas de la vida conyugal?

Vemos, pues, que la crisis de la familia es tan eterna como la familia misma. Tal vez ello señala algo de lo imposible de su misión, a la vez que la hace imperecedera.

LA FAMILIA COMO INSTITUCIÓN

Cuando en las posturas más avanzadas de la psicología se reconoce lo que suele denominarse el papel de lo social en la constitución de los individuos, inmediatamente se señala a la familia como ese medio en donde las interacciones entran en juego.

Lo que es más difícil encontrar es un enfoque que salga de ualquier idea voluntarista de la familia, o del diagnóstico de la

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misma (como las plantas enferman, los organismos también, y en el mismo nivel se ubica a la familia sin preguntarse por el desliz que esta transposición implica). En cualquiera de estos casos lo que se supone es la independencia de la familia respecto de la estructura social de la que es tributaria. Es la misma concepción voluntarista e independiente que se atribuye al sujeto autónomo.

En un trabajo que ya mencionáramos en ocasiones anteriores, Althusserl" define lo que da en llamar "aparatos ideológicos del estado": instituciones públicas o privadas que tienen, en el seno de cualquier sociedad, la función de ser productores-reproductores de las fuerzas de producción. Es decir, los lugares a donde se lleva a cabo esta "guerra de la cual la humanidad no guarda memoria" y por la que el cachorro de hombre se incluye en el mundo complejo de la ideología, de la producción, del trabajo, del amor, de la ciencia, de la política, etc. En síntesis, en el mundo humano que en tanto que tal no responde a ninguna naturaleza pi-establecida.

La institución que encabeza la lista empírica de los aparatos ideológicos del estado es la familia; se señala también la dominación de la iglesia en la Edad Media como el incremento de la importancia de la escuela y los medios de difusión de masas en las sociedades contemporáneas tecnificadas. La familia sigue estando en el centro porque es allí donde se juega lo más elemental que posibilitará luego a un sujeto con representaciones de sí mismo y de los demás incluirse en otras estructuras.

Es importante que nos podamos preguntar cuáles son las fun-dones de la familia: una de ellas hace a la satisfacción de la sexua-lidad en la relación entre hombres y mujeres. Pero cualquiera sabe que, más que facilitar tal satisfacción, la familia aparece muchas veces como su obstáculo. La función de la familia tiene que ver con la satisfacción regulada, nonnativizada, de la sexualidad y con vistas a la reproducción, al cuidado y normativización de la cría. Es interesante notar lo que señalan los antropólogos:11

Dacio que la familia se nos presenta como una realidad social positiva, tal vez la única realidad social positiva, nos sentimos inclinados a definirla exclusivamente por sus características positivas. No obstante, es preciso

10 Louis Althusser, "Ideología y aparatos ideológicos del estado", en La filosofía como arma de la revolución, México, Siglo XXI, 1974.

II C. Lévi-Strauss, "La familia", en Polémica sobre el origen y la univemalidad de la familia, Barcelona, Anagrama, 1976.

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señalar que cuando hemos tratado de mostrar lo que era la familia al

mismo tiempo estábamos indicando lo que no era; este aspecto negativo puede ser tan importante como los otros. Si volvemos a la división del trabajo que antes considerábamos, y en la que se afirma que uno de los sexos debe realizar ciertas tareas, esto significa también que al otro sexo le están prohibidas. A la luz de esto la división sexual del trabajo no es más que un dispositivo para instituir un estado recíproco de dependencia entre los sexos.

Lo mismo podría decirse del aspecto sexual de la vida familiar. Aunque no sea cierto, como hemos mostrado, que pueda explicar. se la familia en términos sexuales -dado que para muchas tribus la vida sexual y la familia no están de ningún modo tan estrecha-mente relacionadas como nuestras normas morales pretenden ha-cer creer-, existe un aspecto negativo que es mucho más impor-tante: la estructura de la familia, siempre y en todas partes, hace que cierto tipo de relaciones sexuales no sean posibles o por lo menos que sean equivocadas. Es cierto que las limitaciones pueden variar enormemente de un lugar a otro, según el tipo de cultura considerado.

Huelga decir que no hay ningún fundamento natural que cié cuenta de la universalidad de la prohibición del incesto. Pero sí cabe insistir que es en esta nortnatividad y sólo allí

donde se puede señalar el pasaje de la naturaleza a la cultura; de la vida animal a la vida humana, y que podemos comprender la esencia de la arti-culación de la institución familiar, portadora de este mandato y elemento crucial y conflictivo en toda sociedad humana.

Por eso es posible afirmar que la existencia de la familia es al mismo tiempo la condición de la sociedad y la negación de la misma en tanto que registra su malestar.

Huelga decir que cuando caracterizamos a la familia como apa-rato ideológico del estado cuya función primordial, aunque no exclusiva, es la producción-reproducción de los sujetos que una sociedad determinada necesita, estamos sacando a la familia de cualquier concepción naturalista o biologicista.

Demasiado a la ligera la familia ha sido marcada con la función reproductiva que en ella se cumple. Si bien ésta es una condición necesaria, no es suficiente. En la abrumadora mayoría de los casos hav coincidencia entre la función reproductora y la función madre o la paternidad biológica con la función paterna, pero no siempre necesariamente es así. Los ejemplos que acreditan las excepciones

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deberían por lo menos llamarnos a la reflexión sobre el hecho de que ambos conceptos no se cubren totalmente. No es suficiente, aunque sí condición necesaria, la producción biológica del cacho-rro humano para acreditarle su acceso a la condición de sujeto humano: una madre no deseante puede tener un hijo y hacer de él un niño autista, un niño lobo, una fortaleza vacía,'2 es decir, un no sujeto. La forclusión del Nombre-del-Padrea está en el origen de las estructuras psicóticas. Por el otro lado, y como prueba en contrario, otra persona puede ocupar este lugar significativo y cumplir la función madre, es decir, ofrecer el soporte descante que sostenga la constitución subjetiva del niño. Esto lo podemos ver desde los casos de adopciones hasta aquellos en que otro miem-bro del grupo familiar asume este lugar. Lo mismo para el signi-ficante de la paternidad: que es encarnado por el lugar de un deseo del otro en la economía materna.

En un texto anterior" citábamos un texto de Bertolt Brecht: "Mi madre hizo una cruz en el calendario el día en que nací, y yo era el que gritaba: ese pequeño montón de cabellos, de uñas y de carne soy yo, soy yo." Y poco más adelante: "Sólo no eres nadie. Es preciso que otro te nombre."

El montón de cabellos, de uñas y de carne sólo accede a su condición de yo por una marca significante, la cruz que la madre pone en el calendario para hacer del día de su nacimiento un momento memorable, para producir memoria. Además, el otro, al otorgarnos un nombre, nos coloca en el interior de un árbol genealógico, nos historiza en la línea de la sucesión generacional. En este sentido, la familia, umbral de acceso a la cultura y a la historia, es subsidiaria del deseo. Lo que nos lleva a...

LA CONCEPCIÓN PSICOANALÍTICA DE LA FAMILIA

Se ha criticado demasiado a la ligera a Freud por haber "descuidado los aspectos sociales" y haber puesto el énfasis en un supuesto

12 Bruno Bettelheim, La fortaleza vacía, Barcelona, Laia, 1987. " Jacques Laca'', "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de:,'

la psicosis", Escritos, 2, México, Siglo XXI, 1975. 14 Elida Saal y Néstor Braunstein, "El sujeto en el psicoanálisis, el materialismo,

histórico y la lingüística", en Psiquiatría, teoría del sujeto, psicoanálisis (hacia Latan),

México, Siglo XXI, 1980, p. 97.

desarrollo endógeno del individuo. Tal crítica puede ser apuntada en la cuenta de una lectura errónea de sus textos. Basta recordar Psicología de las masas y análisis del yo:'' "La psicología individual es, al mismo tiempo y desde un principio, psicología social." Éste es, además, el texto donde Freud, a través del análisis de la psico-logía de las masas y las instituciones, desarrolla brillantemente lo que son los procesos de identificación, sea ésta la primaria o la secundaria. Estos procesos identificatorios implican siempre la pre-sencia de un otro, y yendo un poco más adelante podemos decir que es la identificación con el otro el núcleo o sustrato de todas las ilusiones de la identidad. Esto que nos hace ser lo que somos en la suposición de que somos idénticos a nosotros mismos es el resultado secundario de los procesos de identificación.

El lugar de esta crítica corresponde a una preocupación marcada por los problemas del desarrollo, mientras que lo que al psicoaná-lisis le interesa es la constitución del sujeto del deseo.

No siempre ha sido claro este planteamiento y muchos textos de Freud, Abraham o Melanie Klein pueden citarse para mostrar que el psicoanálisis es también una teoría del desarrollo marcada por una graduación y temporalización en la adquisición de pautas relacionales.

De esta manera el psicoanálisis sería una teoría más del desa-rrollo. Dejemos de lado las concepciones del desarrollo que en otro lugar hemos llamado monádicas,"; porque ellas son ajenas al tema de la familia, y tomemos en cuenta las llamadas diádicas, que incluyen el aspecto social pero en una concepción simplista y a nuestro modo de ver excluyendo lo esencial de la idea psicoanalí-tica. En esta perspectiva entra la obra de Melanie Klein y su escuela que desde el título viene a suplir esta supuesta falla freudiana, sin hablar de los culturalistas que también la vienen a suplir a más bajo costo. Esta escuela es conocida como la de la Teoría de las Relaciones Objetales, que supone que la concepción freudiana peca con una etapa supuestamente anohjetal.

Para aclarar este equívoco nada más fácil que recurrir al mismo Freud en su texto clave Introducción del narcisismo» Varios son los temas, metapsicológicos y clínicos, que aborda Freud en este tra-

'' N. Braunstein el al., Psicología, ideología y ciencia, op. cit. 141 F. Saal y N. Braunstein, op. 17 Sigmund Freud, Introducción del narcisismo, en Obras completas, t. 14, Buenos

Aires, Amor' ortu, 1978-1982.

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bajo. Pero centrémonos en la pregunta aparentemente ingenua sobre ¿de dónde viene la omnipotencia que manifiesta el infans en su total impotencia? ¿Cómo puede el yo ofrecerse como objeto libidinal? La respuesta de Freud no es monádica ni diádica, en lis Majesty the baby nos hace tocar con la mano y nos remite al narci-sismo de los padres. No hay yo si no hay otro, no se arriba al narcisismo si no hay padres, y en este sentido, podemos afirmar, la estructura edípica, fundamento de la existencia familiar, está actuante desde siempre. Si el deseo se abre camino a la existencia es a través del otro y no en la apuntalación de funciones de con-servación. Dice Freud:

Es un supuesto necesario que no esté presente desde el comienzo en el individuo una unidad comparable al yo; el yo tiene que ser desarrollado. Ahora bien, las pulsiones autoeróticas son iniciales, primordiales; por tanto, algo tiene que agregarse al autoerotismo, una nueva acción psíquica, para que el narcisismo se construya.'"

Es en esta coyuntura, y para dar cuenta de esta nueva acción psíquica, donde debemos ubicar el trabajo de Lacan sobre el estadio del espejo:" En él Lacan recoge una experiencia inmemorial que remite al mito de Narciso. El espejo hace allí las veces de aparato conceptual didactizado donde se trata de dar cuenta de la unidad imaginaria del yo a partir de la imagen especular. La imagen es-pecular no es simple y mecánicamente lo que el yo percibe, sino el constituyente mismo de esa unidad. El cachorro humano, por su estado de prematuración de los aparatos neurológicos en el momento de nacer, carece de todo elemento unificador. Estado que ha sido descrito como de indiferenciación yo-no yo, yo-mundo exterior. La imagen (del otro) tiene un papel estructurante en la organización del cuerpo. Promesa de unidad, anticipa justamente lo que no tiene. Su empuje es definido como un drama que se precipita de la insuficiencia a la anticipación.

La imagen como significante organiza al cuerpo Ubicándolo, desde su inicio y desde su formación, en el orden de lo imaginario como cuerpo humano. Lo real del cuerpo necesita de esta marca para significarse y humanizarse. El tiempo se dialectiza en la encrucijada de esta promesa en un doble

18 Ibid., p. 74. w J. Lacan, "El estadio del espejo como forniadol de la función del yo", en

Escritos 1, México, Siglo XXI, 1975.

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sentido: en un precipitado que anticipa la unidad que es del orden de la representación y lo ubica en un devenir prospectivo, pero también en sentido retroactivo en la medida en que las imágenes de cuerpo fragmen-tado son retroactivas a la constitución de esta unidad. Sólo puede haber partes en relación con un todo, sólo se puede desgarrar lo que se presenta entero; antes de ello no hay fragmentación sino datos dispersos no orga- nizados: órganos, excrementos, dolores, gritos que no son de nadie a quien puedan pertenecer.2"

A este momento de la especularidad en que el cuerpo se unifica a través del encantamiento de la imagen le atribuimos una primera función de corte. Corte que permite unificar lo segmentado, a la vez que separa: entre yo y no yo, entre uno y otro. Llegar a ser uno es posible a costa de dejar de ser uno con el otro en la indiferen-cia ció n.

El objeto del deseo, desde esta primera operación de corte, aparece así perdido para el sujeto; su propia aparición genera en la diferenciación aquello de lo que al separarse le falta, aquello que siendo ya otro es inalcanzable para él en ninguna expectativa de reunificación.

Perdido desde siempre porque podernos decir que cuando el objeto estaba aún no era -ya que sin corte, sin diferenciación no hay sujeto descante ni objeto del deseo- y cuando era objeto ya no estaba. La pérdida, la carencia, la ausencia es requisito para que yo y otro advengan?'

Si nos detenemos en esta relación diádica, en la conformación del uno y el otro como consecuencia de la separación y el corte hemos sobrepasado la instancia del niño lobo, de la fortaleza vacía, esta unidad es todavía indistinta. Narciso queda a merced de la atracción mortífera que su imagen conlleva. La complementarie-dad absoluta del niño con la madre separa del objeto del deseo pero aún no lo diferencia. Las psicosis infantiles psicóticas son la prueba clínica de aquello a lo que puede llevar la autosuficiencia diádica. "Cuando falta un espacio colmado de carencia, ese espacio que para el hombre es abierto por el lenguaje en la ausencia de la

'20 F. Saal, "El amor y la sexualidad". en La re-J7exión de tos conceptos de Frene/ en la obra de Lacan, México, Siglo XXI, 1983. 21 F. Saal, "Algunas consecuencias políticas de la diferencia psíquica de los

sexos", supra, pp. 15-40.

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118 LA FAMILIA

LA FAMILIA 119

cosa, cuando falta la ausencia de la madre, Narciso sucumbe en la profundidad del estanque.'

Éste es el punto de incidencia del tercero, la castración corno roca viva, como la designara Freud, en tanto que es condición y acceso

a la vida. Tal es la función paterna, la del tercero que separa a Narciso de la fusión aniquiladora con su imagen y a cada ser de la misma amenazante completitud; impone una carencia, una castración que

es motora del deseo, que es requisito para que haya sujeto. Tal es entonces el papel universal de la ley de prohibición del

incesto de la que nos hablara Lévi-Strauss. El padre real es sólo el representante de esa ley de la que también

él es un efecto. En esta triangulación contigente de la historicidad individual la ley es el cuarto indestructible.

¿Cómo dar cuenta de esta ley que está desde siempre en el pasaje de la naturaleza a la cultura? Para ella Freud elabora un mito. Al no poder dar cuenta de los orígenes porque éstos son siempre míticos, el mito llena ese vacío. Lacan lo llama el único mito contemporáneo y se llama "Tótem y tabú". El asesinato del padre primitivo por la horda fraterna no es un hecho de historia, es el modo de introducir y fundar esta ley que está en el principio y que es el principio en tanto que causa."

¿Qué queremos decir con esto? Porque si estamos hablando de la concepción psicoanalítica de la familia podemos decir que Freud habló poco de la familia y al mismo tiempo, aunque parezca para-dójico, jamás dejó de hablar de ella.

Todos conocernos la conmovedora historia de Edipo de Tebas. Del Edipo hizo Freud el centro de su elaboración. Sófocles pro-porcionaba desde la Grecia clásica la clave y el modelo de lo que estaba en juego en las neurosis decimonónicas. ¿Cómo entender esta universalidad transcultural?

Es necesario tal vez establecer diferencias que nos permitan llenar la distancia entre el teatro y la estructura. La tragedia es tragedia porque pone en escena y actualiza el mito y la ley que la hacen posible. Porque el incesto y el parricidio forman la ley de. las prohibiciones lo que Edipo escenifica es una tragedia de alcance

universal. En la ley de prohibición del incesto debemos diferenciar dos

'2 162. 2:4 S. Freud, Tótem y tabú, en Obras completas. op. cit., t. 14.

aspectos: a] en primer lugar una prohibición, una proscripción, una renuncia que se impone a todo sujeto; b3 una promesa: por haber renunciado al objeto de tu deseo tendrás acceso a la sexua-lidad y al usufructo de sus sustitutos.

Es la falta, la renuncia, la carencia, la incompletitud la que en-gendra el deseo. Este aspecto normativo innata al hombre en el camino de la búsqueda, de la creación, del encuentro y la produc-ción de sustitutos.

Sólo en tanto que castrada puede la madre buscar en su pareja a un otro que la complete y buscar trascender a través de la do* tendencia; sólo en tanto que castrado, en tanto que habiendo renunciado a la madre, puede el padre buscar en la mujer a ese otro que lo complete.

El centro del Edipo es entonces el complejo de cast ración: no corno castración real, ni siquiera como castración imaginaria, sino en tanto que castración simbólica, asunción de no ser todo.

Es así que en el complejo de castración de la madre está el origen de la puesta en marcha edípica:14 deseará al hombre que tiene lo que a ella le falta, deseará al hijo que la complete de su falta, y es por eso por lo que en un primer momento el hijo es el falo de la madre. Pero ese producto no deberá ser reintegrado y el hijo no debe completar el deseo de la madre. Él también atra-vesará la castración simbólica para llegar a ser sujeto descante.

Insistimos en el papel de la falta y de la carencia; como habíamos subrayado antes, el objeto del deseo está desde siempre perdido. Pero no será demasiado insistir en el papel motor y prospectivo de esta falta: al poner al descante en el camino de otros objetos habrá siempre un amor más por vivir, un conocimiento más por adquirir, una ciudad más por descubrir, un libro más por alcanzar... y siempre un uno en más.

Es esta diferencia entre el drama de Sófocles o el de la historia particular de cada análisis y el de la estructura fundante la que queremos marcar. El Edipo en tanto que estructura está desde siempre ya allí, y es universal por cuanto que es el correlato de la insuperable incompletitud humana.

Se ha insistido demasiado y vulgarizado suficientemente esa versión del Edipo como aquella historia que acontece a una &ter-

" 0. Masona, "Edipo, castración, perversión", en Ensayos lacaninnos, Barcelona, Anagrama.

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LA FAMILIA

minada edad entre1a mamá, el papá y el nene. Porque la castración y el Edipo están desde siempre es por lo que puede haber: papá, mamá y nene.

El padre mítico de Tótem y tabú, aquel que nunca existió peto que está en el origen de la ley, es el que funda a la familia.

Si podemos diferenciar la estructura de la novela familiar, que es la historia concreta de cada análisis particular, podemos avanzar hacia nuestra tesis: '

No es que el Edipo se dé en la familia, se da en la familia en la Medida .en que el Edipo es la causa de la fámilia.

Esto quiere decir que la constitución de la familia implica: un sujetó descante que busque en otro al objeto de su deseo, cada sexo busca en el otro lo que el otro no puede darle porque tampoco lo tiene, el hijo nacerá para suplir esta falta así sucesivamente. La organización generacional y la diferencia de los sexos son sub-sidiarias de esta estructura.

Desde esta perspectiva la familia es ineliminable independien-temente de la historicidad y las formas jurídicas que adopte: familia nuclear o ampliada, familia de ascendencia matrilineal o pa trilineal, y podemos dejar abierto el repertorio para incluir formas que aún no nos atrevemos á pensar.

Nos encontramos aquí otra vez.con la antropología y sus hallaz-gos y nos atrevemos a decir que todos lo hañ confirmado; aun cuando pretendieran desmentir la universalidad del Edipo.

Ya hemos mencionado a Lévi-Strauss. Malinowski indaga cólno se estructura el Edipo en una sociedad de derecho matrilineal. Allí encuentra que el padre no cumple la función paterna, siendo más bien un compañero protector. ¿Implica esto que la función paterna está ausente? De 'ningún modo. Citemos a Malinowski en su un:- tualidad:

En este periodo [la adolescecial se introduce en la vida del varón o de la niña el principio de la Ir y y la autoridad tribales, la represión y la prohibición de ciertas cosas deseables. Pero no es el padre quien repre-senta la represión y la ley, sino una persona muy distinta: el hermano de la madre; el jefe masculino de la familia en una sociedad matriarcal. Es élquien ejerce realmente la matar y hace amplio uso de ella. Su autoridad es muy semejante a la del padre entre nosotros pero no idéntica.'

25 B. Malinuwski, Sexo y represión en la sociedad Buenós Aires, Nueva Visión, 1979.

LA FAMILIA

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Margaret Mead"' busca las culturas con ausencia de represión sexual en la adolescencia. En el paraíso de Samoa la prohibición puede caer sobre otros objetos pero no es inexistente.

Ortigues, armado de esta idea del Edipo como estructura de - formas cambiantes, estudia en el África las variantes que esto im-plica en (manto a la patología.n

Llega pues el momento de concluir ntICSil u desarrollo. No que-remos llegar a ello sin volver a la mención de Ackerman acerca del pesimismo freudiano. En El malestar en la cultura Freud hablaba de la oposición de las mujeres, guardianas de la familia, a la cultura. En un artículo ya citado" decíamos que la irreductibilidad de la diferencia de los sexos era la causa del malestar en la cultura, y agregábamos que tal vez eran la causa misma de la cultura.

A partir ele nuestra tesis expuesta en este trabajo podemos in. cluit a la cultura y a la familia misma no como entidades opuestas sino subsidiarias ambas de la existencia del Edipo. El malestar en la cultura se toca así con el malestar en la familia que decíamos que tiene larga data, tan larga data como la humanidad misma.

'Margaret Mead, Adolescencia yesal:4ra en Samoa, México, Paidós Estudio, 1984. 27 M.C. y E. Ortigues, africain, París, Union Genérale d'Éditions, 1973.

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