S. West Compartida · Tenía que hacer algo. La ventaja de ser una mujer, y. además una sumisa en...

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S.West

Compartida

Esclavavictoriana4

VSGE

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ÍndiceLospagarés

UnasesiónespecialLavisita

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Los pagarésCuando Joe fue a por Georginadespués de un buen rato de estarhablando con Luisa, esta última sequedó pensativa. No le gustaba lasituación en la que estaba lamuchacha. Estar con un hombrecomo Malcolm era muy difícil, ymucho más si no había tenido laoportunidad de decidirlo por símisma. A ella misma a veces leresultabadifícilestarconRick,yesoque lo había elegidoconscientemente.

Teníaquehaceralgo.Laventajadeserunamujer,y

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además una sumisa en este mundode depravación sexual, era quemuchas veces los hombres,prepotentes siempre, olvidaban queestabapresenteyhablabanyhacíancosas como si no estuviera allí. YMalcolmnoeralaexcepción.

Sonrió, traviesa.Sabíaquesi ladescubrían se ganaría un buencastigo (algo que no sería ningúnproblema para ella), pero si teníasuerteysesalíaconlasuya,Georginatendríalaoportunidaddeescogersintraicionarasuhermano.

Salió del salón decidida, y seencaminó hacia el despacho deMalcolm. La puerta estaba cerradacon llave, pero aquello no era más

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que un leve inconveniente. Hacíaaños que había aprendido a forzarunacerradura,yaquellanoseríamuydificil.

Lo hizo en pocos minutos, yentró. Encendió una lámpara y sedirigió resuelta hacia lamesa. SabíaperfectamenteenquécajónguardabaMalcolm todos los papelesimportantes, incluidos los pagarésque todos aquellos pobresdesgraciados le firmaban cuando lasuerteno les era favorable, algoquesucedíatanamenudocomolalluvia.

Revolvióconcuidadohastaquelosencontró.Sonrió.¡Quésorpresasellevaría Malcolm cuando lodescubriera!

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Georgina llevaba una hora

encerrada en su habitación. No sehabía quitado el vestido. Era tanhermosoquequeríasentirlosobresupiel un ratito más. Malcolm seenfadaría si volvía y la encontrabavestida, pero dudaba que regresara.Se había ido demasiado enfadado, yellanisiquieracomprendíaporqué.

Se levantó del butacón dondeestabasentadaysearrodillófrentealhogar, para remover las ascuas yavivar el fuego para que no seapagara.Despuéssevolvióasentarysealisólafaldadelvestido,distraída.

Llamaron a la puerta y se giró,extrañada. ¡Nadie llamaba antes de

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entrarensudormitorio!DespuésoyólavozsusurrantedeLuisa.

—Georgina.¡Georgina!Lallamabadeformamuysuave,

intentando que nadie más sepercataraqueestabaallí.Selevantóycorrió hacia la puerta, pegándose aella.

—No puedo abrir —susurró,arrodillándose en el suelo—. Metienenencerrada.¡Sialguienteve...!

—No te preocupes. Escucha.Tengolospagarés.SelosherobadoaMalcolm.Telospasopordebajodelapuerta.

Cuando los vio aparecer, uno auno, Georgina no podía creérselo.¡Estaban todos! Por valor de 20.000

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libras.—¿Por qué haces esto? —

preguntóconvoztemblorosa.—Porque has de poder elegir,

Georgina.Creoque leamas,yqueélte ama a ti aunque no quieraadmitirlo. Ahora, con los pagarés entupoder,podrásdecidirquéquiereshacer. Ahora me voy. Escóndelosbien,oquémalos.Adiós.

—Adiós —contestó Georginacon las lágrimas de agradecimientomanandodesusojos—.Jamáspodrépagártelo.

Abrazó los pagarés,aplastándolos contra su pecho. ¡Eralibre!El destinohabíaqueridodarleuna oportunidad, en forma de un

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ángel llamado Luisa. ¡Podía irse siquería!Pero,¿quería?

Selevantócorriendoyfuehastala chimenea. Miró los pagarés unaúltima vez para asegurarse querealmente los tenía allí, y no habíaduda. Aquella era la letra de suhermano,ysufirma.

Lostiró,unoauno,enelfuego,y se detuvo a admirar las extrañasformas que el humo blanco hizo alrizarse hacia arriba por el tiro. ¡Eralibre!

Unextrañosentimiento,mezcladealegríayamarguraseaposentóensupecho.PodíareclamarleaMalcolmque cumpliera su promesa deliberarla. Podía irse de Londres,

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buscarotrolugar,yempezardecerouna nueva vida. Olvidar el dolor, lashumillaciones,larabia.Perotambiénseperderíaellamisma,aquellamujerquehabíadescubiertoensu interiory que gozaba sin pudor. Una mujerque deseaba a Malcolm más que anadaenelmundo.Inclusomásquesuansiadalibertad.

¿Tendría razónen loquehabíadicho Luisa? ¿Malcolm estabaenamoradodeellaperonoseatrevíaa admitirlo? ¿Era esa la causa de surabia?Legustaría tantopodersaberqué pasaba por la cabeza de esehombre, para poder actuar enconsecuencia... demostrarle que nohabía nada malo en amarla, que no

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iba a defraudarle, ni a traicionarle.¿No se daba cuenta que la mismalealtadqueteníahaciaLinus,lateníahaciaél?Ynosoloporqueleamaba,sino porque era su marido y, enconsecuencia, también era familia.Parabienoparamal.Sepertenecían.

Dos horas más tarde estabaagotada.Sequitóelvestidoella solacomopudo,ysemetióenlacama.LerezóaDiosconfervor,pidiéndolequele enseñara el camino a seguir paraconseguiratravesarlamurallaconlaque su esposo había protegido sucorazón.

***Malcolm regresó al casino

pasadalamedianoche.Habíaestado

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dando tumbos por la ciudad,bebiendo en tugurios y buscandobronca. La encontró, y pudodeshacersedelarabiaensucorazóndando y recibiendo unos cuantospuñetazos. La pelea acabó bien, conambos contendientes bebiendojuntos, olvidado ya el motivo de lariña.

Volvió a casa con un pómulohinchadoyellabiopartido.Subiólasescaleras hacia la zona privada conpasoagotado,yseparóantelapuertadeldormitoriodesuesposa.

Georgina.Pensó en entrar y follarla con

dureza como la otra noche.Necesitaba sentir su calidez, los

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brazosrodeándolo,oírsusgemidosynotar el coño apretado alrededor desupolla.Perosenegóysiguióhastasuhabitación.

Entró en el baño y se quitó laropa mientras se llenaba la bañera.En aquella casa siempre había aguacaliente, un lujo que pocos lugarestenían.Semetióenlabañerayconelcálidocontacto,serelajó.

PensóenGeorgina,otravez.Encómosuardientebocahabíaacogidosupollasinemitirningunaqueja,encómo se sometía a él gustosa derecibirtodoloqueélledaba.

«Noseasestúpido.Lohaceporsuhermano,noporti».

Aquellaidealoteníaamargado.

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Saberqueelúnicomotivoporelqueella permanecía allí era paramantener a su hermano a salvo, locarcomía por dentro y lo estabadestruyendo.

«Pues dale la oportunidad deelegir».

Se rio estruendosamente deaquella estúpida idea. En cuanto lediese los pagarés, ella huiría de allícomo alma que lleva el diablo. Nopermanecería a su ladoni el tiempodedarlelasgracias.

«Todo es puro teatro. No loolvides.Suternuracuandotemira,susumisión absoluta. No es más queuna farsa, que acabará en el mismoinstante en que le entregues los

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pagarés de su hermano. ¡Malditasea!».

Arreó un puñetazo contra elagua y esta salpicó. Lleno de rabia,metió la cabeza debajo y aguantó yaguantó hasta que sintió que lospulmones estaban a punto dereventarle.Saliódegolpe,salpicandodenuevo.Nisiquieralasensacióndeestarse ahogando había podidoeliminar de su mente la rabia y eldeseoquesentía.

Chorreando agua, atravesó sudormitorio hacia la puerta queseparabaambashabitaciones.Dio lavuelta a la llave y abrió. Entró en eldormitoriodeGeorgina.

Ella estaba durmiendo,

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arrebujadaentreloscobertores.Tiróde ellos, la cogió por la cintura y lapusoacuatropatas.Ellasedespertócon un sobresalto, y su primerareacción fue luchar contra él. Lainmovilizó,poniéndolelamanoenelcuello y aplastándola contra elcolchón.

—Eres mía, maldita zorra—ledijo,siseandoensuoído.

Le abrió las piernasempujándolas con las rodillas y seposicionó detrás, y la penetró conviolencia. Georgina se agarró a lassábanas con fuerza, mordiéndolasparaahogarelgritoquepugnabaporsalirde sugarganta.Noeraungritode dolor, sino de satisfacción.

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Malcolm había ido para follarla, nohabía podidomantenerse alejado, lanecesidad de estar con ella habíaganadolabatalla.

La agarró del pelo y tiró de él.Georgina se incorporó, siguiendo eltirón,aguantándoseconlasmanos.Acuatro patas, recibía las embestidasde Malcolm con gemidos cada vezmás fuertes. Él estaba de rodillasdetrás,yelúnicocontactoque teníacon su cuerpo eran sus manostirando del pelo, su pelvis chocandosonoramente contra su culo, y supollapenetrándolacondureza.

—Teodio—gemíaMalcolmconcada embestida—. Te odio, malditaputa.¿Meoyes?Teodio,atiyatodo

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loquerepresentas.PeroGeorginasabíaquenoera

cierto. Con cada palabra, escupidacon furia y rencor, ella sentía laverdad detrás. La odiaba, sí, peroporqueestabaempezandoaamarlayno quería. Se rebelaba contra lacerteza de necesitarla, de quererprotegerla,desentirsedominadoporun sentimiento que no entendía nideseaba.Luchabacomounafuerzadela naturaleza desatada, llevándosetodoasupaso,arrasandoelcorazóny el alma. Y cuanto más luchabaMalcolm, más lo amaba Georgina,porque veía la imperiosa necesidadque tenía de ser amadoincondicionalmente, y la terrible

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certezaqueélestabaconvencidoquenoeradignodeseramado.Poresoseprotegía, intentando condesesperaciónqueellaloodiase,quelo aborreciese, para ratificar así laexistencia del agujero vacío en sucorazón.

Peronoibaapermitirlo.No sabía cómo aún, pero iba a

demostrarle a Malcolm que estabaequivocado.

Georgina se corrió entreestertores paradisíacos, y Malcolmfuedetrás,derramandosusemillaensuinterior.Cuandoélbajódelacamasindecirniunapalabrayabandonólahabitación,Georgina sedejó caerdelado sobre el colchón y se tapó con

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los cobertores. Se durmió pocodespués,conunabeatíficasonrisaenloslabios.

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Una sesión especialLos dos días siguientes se vistierondemonotonía.Malcolmacudíaaellacon puntualidad a la hora de lascomidas.Primerocomíaél,ydespuésGeorgina.Nohabíavueltoaobligarlaacomercomounperro,alcontrario:le daba de comer con sus propiasmanos,ylohacíacondelicadeza.Concada uno de sus movimientos, ellaveíadetrásungestodeternura.Quizáse engañaba, o quizá estaba en locierto. Por la tarde acudían a lamazmorra,yGeorginasesometíaconpleno goce a los juegos deMalcolm,

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gritando de placer, dejándose ir eneste mundo lleno de depravación yque, sin embargo, le estaba dandotantasalegríascomopenurias. Altercerdía,algocambióenaquellarutina. Había comido sola, ycuriosamente echó en falta lapresenciadeMalcolmylamaneraenque tenía de llevarle la comida a laboca, como si fuera una niñapequeña. Sus leves caricias, que aotra podrían parecerle casuales,incluso humillantes, sobre todocuandode formadescuidadapasabael dorso de lamano por uno de suspezones, a ella la excitaban y loconsiderabael juegoprevioantesde

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que la llevara a lamazmorra, dondesedesatabanlaspasiones.

Despuésdecomer,Joeentróenlahabitaciónllevandounenemaenlamano.Leindicóquelosiguierahastael baño, la obligó a inclinarse haciaadelantey,despuésde llenar laperacon agua templada, se la introdujoporelanoyprocedióairrigarla.

Georgina lo aguantó conestoicismo. Si Joe hacía algo eraporque Malcolm se lo habíaordenado.

Despuéslepidióqueaguantaradurante unos minutos, y cuando yano pudomás, la hizo sentarse en elretrete para que evacuara. Se quedóallí, observándola, y Georgina se

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sintiómáshumilladaquenunca.Se lo hizo dos veces más, sin

mediar casi ninguna palabra entreellos, hasta que estuvo seguro queestaba tan limpia por dentro comoporfuera.

Encuanto terminó, la llevóa lamazmorra sin que Malcolm dieraseñales de vida. La esposó, la hizoarrodillarse,yletapólosojosconunpañuelodeseda.Georginaesperóallí,desnuda como siempre, sin poderver.

¿Qué leharía?Se imaginóen lacruz,ocolgadadelascadenas.¿Quizáutilizaría el potro? O la mesa de laprimera vez. Aquella le gustabaespecialmente. Estar totalmente

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inmovilizada,atada,amordazada,sinpoder protestar, expuesta a loscaprichosdeMalcolm,yasusdeseos.

Se excitó y notó cómo lahumedad empezaba a impregnar susexo. Se removió, inquieta, cansadade esperar. Quería que viniese ya.Necesitaba que la follara condesesperación. ¡Se había convertidoen una adicta a él! De la mismamanera que algunos desgraciadosacudíanalosfumaderosdeopio.

Oyólapuertaabrirseycerrarse,y pasos que se acercaban a ella. EraMalcolm y alzó el rostro, sonriente,pararecibirlo.

MalcolmdejóaRickalladodela

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puerta mientras se acercaba aGeorgina. Estaba muy hermosa,completamentedesnuda, de rodillas,yconunpañuelodesedaquecubríasus ojos dejándola ciega. Sonrió alalzarelrostrocomosipudieraverloyaélseleencogióelcorazón.

Lo odiaría. Estaba seguro.Cuando aquella sesión que estaba apunto de empezar terminara, ella lodetestaría. Y así era como tenía queser. Era lo que él ansiaba. Deseabaque lo odiara con todas sus fuerzaspara poder convertir su vida en uninfierno. Para que se rindiera. Paraque claudicara y eligiera irse de sulado, vender a su hermano Linus,romperlalealtadquelamanteníaallí

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anclada.La cogió por la barbilla y le

acarició lamejilla con el dorsode lamano.Ellasiguióelmovimientoconsurostro,buscandomás.

—Ven —le dijo, y la cogió delbrazo para ayudarla a levantarse yguiarlahastaelnuevomueblequelehabíantraídoaquellamismamañana:uncepo.

Eracomolosdelaedadmedia,aquellos que utilizaban paraescarmentar a ladrones de pocamonta dejándolos allí atrapados y amerceddelachusma,quelestirabantoda clase de verduras podridas, yaguas fétidas. Pero este seríautilizadoparaalgomuydiferente.

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Le soltó las manos de losgrilletes.Abrióelcepoylaguióhastaque apoyó la cabeza y lasmanos enlosagujeros.Yacolocada,procedióacerrarlo, atrapándola. Después, seagachó para atarle los tobillos a losgrilletes que había en el suelo,obligándola a mantener las piernasbien abiertas. Se levantó,aprovechando el movimiento paraacariciarsuspiernasdeabajoarriba.Cuando sus labios pasaron cerca delas nalgas, las besó primero, ydespuéslaazotóenamboslados.Ellaemitió un gritito y se humedeció elcoñodeplacer.

Malcolm caminó alrededor deella y se puso delante. Miró a Rick,

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quehabíapermanecidoen lapuerta,mirando expectante, esperando elmomento en que su amigo lepermitiera intervenir. Deseaba aGeorgina desde el mismo momentoenquelahabíavistoporprimeravez,durante la fiesta, y ahora podríatenerla para él aunque fuese bajo lasupervisióndesuamigo.

Malcolm sacó la mordaza delbolsillo y se lo colocó a Georgina.Despuéslesusurróaloído:

—Hoyseráunasesiónespecial,pequeña zorra. Tengo un invitadoquesehaquedadoacomer,ytúserássupostre.

Georginainspiró,asustada.¿Ibaa dejar que otro hombre la tocara?

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Pensóquenuncamásseveríaenesaposición, nodespuésde loquepasócuando lord Cramsing quiso que lehiciera una felación. La reacción deMalcolm la había hecho pensar queno volvería a hacerla pasar por algoasí.

Estabaequivocada.¿Quién sería el hombre?

Tembló, imaginándose al asquerosolordotravez.¡No!Tiródelascadenasque sujetaban sus pies, intentandoliberarse. La maldita mordaza leimpedía protestar por aquello. Losojos bajo el pañuelo negro sehumedecieron. ¡No!, volvió arepetirse. ¡Malcolm no le haría algoasí!

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—¿Noteapeteceserfolladaporotro, esclava?—lepreguntó, y en suvozhabíaunaburlaquelerompióelcorazón—.Pueslosientoporti,peroeso es lo que va a suceder. Así queserámejorqueteprepares.Vamosafollartelosdos,querida.

¡¿Los dos?! ¡¿A la vez?! ¿Cómoibaaseresoposible?

Malcolm se apartó de ella. Fuehasta elmueble que había contra lapared y rebuscó por los cajones.Georginalopodíaoírhacerlo,aunquenoveíanada.Despuésvolvióaellaysepusoasuespalda.

—Tienesunhermosoculoparaserfollado,cariño—dijo,ysoltóunarisitahiriente.Leabriólasnalgasyle

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introdujo algo en el ano, una cosadurayfríaqueempezóadilatarla—.Esto te ayudará para que puedasrecibirmi polla. Nunca te he folladopor aquí, y ya es hora, putita. Tegustará, ya verás. ¡Ven! —dijodirigiéndose a Richard—. ¿Quieresadmirarsupreciosotrasero?

Richard se acercó y se puso alladodeMalcolm.Realmenteteníaunculo precioso, y unas nalgas jugosasquegritabanpidiendoseazotadas.Sele iluminaron los ojos y Malcolm serio.

—Estás deseando probarla,¿verdad? —Le guiñó un ojo a suamigoylehizoungestoconlamano,animándoloaempezarajugar.

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Richard acarició las nalgas yGeorgina tembló. No quería quenadiemás la tocara. No quería esasmanosallí, sobándola.Cuandosintióel primer azote, se negó a excitarse.CuandoaquelloselohacíaMalcolmlegustaba,peronoahora,no conotro.El segundo azote le dolió, y su coñopulsó. Desesperada, mordió lamordaza e intentó gritar. Lossiguientes azotes le pusieron el culorojo, y sus nalgas palpitaban,sintiendo la sangre correr por ellas.Cuando el desconocido le pasó lamanoporelcoño,estabaempapado.

—¡Qué puta eres! —susurró,sorprendido.

Aquella voz le era conocida,

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peronopudoponerle rostro. ¿Quiénera? No era lord Cramsing. Aquelhombre tenía un tono más sensual,agradable. Le gustó, y le gustó queempezara a tocarla, excitándola.Cuandometióundedoensucoño,nopudo evitar mover las caderasbuscandomáscontacto.

—Mi esposa es una putilladeliciosa,¿verdad?Leencantaquelafollen.

HabíataldesprecioenlavozdeMalcolm, que Georgina se quedórígida como una piedra. ¿Acaso laestaba poniendo a prueba? Iba avolverlaloca.¡Peronoeraculpasuyasi se excitaba de esa manera! Elculpable era Malcolm, que le había

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descubierto aquel mundo de placersin remordimientos. A la fuerza, suesposo había conseguido que seconvirtiera en lo que él quería, ¿yahoraladespreciaba?

No.Noeraaella.Sedespreciabaa sí mismo por ponerla en estasituación. La lucha que estabamanteniendo en su interior loimpulsaban a cometer una tonteríatrasotraparaobligarlaaalejarsedeél.Peronoibaahacerlo.

Eldedoseconvirtióendos,queentraban y salían de su coño,excitándola cada vez más. Gemía ymovíalascaderas,queriendomás.

—Eshorade cambiarelpluginanal —dijo Richard—. Debemos

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ensancharlaunpocomásparaquenoleduelademasiadocuandolafolles.

—Déjalo comoestá, con ese essuficiente.Amiesposa legustarádecualquiermanera,¿verdad,querida?

Georginanopodíacontestar,noamordazada como estaba. Tampocotenía fuerzas para hacerlo. Elorgasmo se estaba construyendomientras el hombre desconocido lapenetrabaconsusdedosylesobabalospechos,pellizcándolelospezonessincompasión.

—Está a punto de correrse, lamuy zorra —murmuró Richard,maravillado—. Es toda una joya,Malcolm.Tienesunaesposaquevalesu peso en oro. Mira. —Sacó los

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dedos y se los mostró, empapadoscon los flujos vaginales deGeorgina.Después los chupó y emitió unronroneodegusto—.Sabedeliciosa...memuero pormetermi polla en sucoño.

—Lo sé, amigomío—contestóMalcolm riéndose—. A cualquiera legustaríahacerlo.Inclusohellegadoapensarencobrarporpermitirquesela follen. A muchos les encantaríahacerlo, sobre todo porque es miesposa.Yaquenopueden jodermeamí..—ironizó—,seconformaríanconjoderlaaella.

Richard estalló en carcajadas yle dio una palmada en el culoenrojecidodeGeorgina.

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—¿Atiqueteparece,mujer?—le preguntó—. Seguro que estaríasencantada.Leharíasungranservicioatumarido.Alfinyalcabo,esoesloque quiere cualquier esposa,¿verdad?

Ambos se rieron, burlándose.Georgina se quería morir. No podíaser que aquello estuviese pasando.Nodespuésde loquehabíavistoenlosojosdeMalcolm.Loquedecíanoera cierto, solo eraunamaneramásde provocarla, de comprobar suslímites.¡Ojalápudierahablar!Lediríalo que pensaba de su estúpido planparaasustarla.

—Quiero comerme su coño—afirmó Richard con impaciencia, y

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Malcolm hizo un gesto con la manoinvitándoloahacerlo.

Mientras su amigo searrodillaba para poner su boca a lamisma altura que el sexo de suesposa, Malcolm se retiró unosmetrosysesentóparaobservarlo.Lapollapulsabay ledolía, tanexcitadoestaba. Tenía que hacer grandesesfuerzosparanoquitarlelamordazay follarle la boca. Pero tenía queaguantar. Aquella tarde quería suculo,ynadamás.

Richardacometióconlalengua,lamiéndola con avidez. Jugaba conGeorgina como un gato lo haría conun ratón, provocándola sincompasión, penetrándola y

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chupando, mordisqueando, rozandocon los dientes. Ella gemía contra lamordaza, movía las caderasbuscando más cada vez que él seapartaba para soltar una de susrisitas, algo que la cabreabamucho.Finalmente, dio varios chupetonescon fuerza, y ella se corrió. Richardbebió el maná de su coño,relamiéndosedegusto.

—No puedo esperar más,Malcolm—dijoconvozentrecortada.Sellevólasmanosasuentrepierna—.Tengoquefollarlaya.

—Adelante, amigo. Disfrútala.Pero —sacó algo del bolsillo de suchaquetayselotiró.Richardlocogióen el aire—, usa esto. Si se queda

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preñadanoquierotenerdudassobremipaternidad—dijoconsorna.

Richard se levantó de un salto,se bajó los pantalones hasta lasrodillas,liberólapollaylacubrióconel preservativo hecho con intestinodeanimal.Seatrólacintaparaquenose le saliera, y la penetró de golpe.Georgina gritó, pero la mordazaimpidió que su chillido tuvieraningunatrascendencia.

El golpeteo rítmicodeRichard,la polla entrando y saliendo, elmovimiento de rotación de suscaderas... hacían que el clítoris deGeorginafueraestimuladounayotravez. El empuje era cada vez másfuerte, y sus hombros chocaban

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contra el cepo que la manteníacautivayamerceddelhombre.

—Dios, qué estrecha eres —murmuróRichard,yclavó lasmanosen sus caderas—. Tu coño es comotener la polla dentro de un puñoapretado —dijo entre dientes sindejar de moverse—. Es... nunca hesentidoalgoasí,nisiquieraconLuisa—confesó, y le dio una nalgada quehizoqueGeorginasesobresaltara—.Quiero...Voya...Voyabuscarmeunacomotú,unaputitarica—afirmósinpensaren loquedecía—.Oquizá tecompraré a Malcolm. —Parecía queno pudiera mantenerse calladomientras la follaba—. Pagaré unafortuna para tener en exclusiva este

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coñotandelicioso,soloparamí,ysintenerqueusarestamierdade fundapara no dejarte preñada. Y tustetitas... —continuó, deslizando lasmanosde las caderashastaalcanzarlospechos.Empezóamasajearlos,yapellizcarle los pezones—. ¿Te hanpuesto unas pinzas ahí? Seguro queno, aMalcolmno le gustan.—Se riode su amigo, y lo miró con el ceñofruncidosindejardemoverse—.Tuspezones, aprisionados con unaspinzas,estaríanhermososdeverdad.Apretados, arrugados, pulsantes... ydespuésloslameríaychuparíahastaque gritaras de dolor y te corrierassin necesidad de tocar tu coño. Lodisfrutarías. Mucho. —Se calló

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durante un minuto en que el únicosonidoqueseoyófueelgolpeteodecarne contra carne, y los gemidosahogadosdeGeorgina.

Richard aceleró el ritmo, cadavezmáscercadelorgasmo,yempezóa rugir cuando este llegó. Se apoyócon una mano en el cepo mientrascon la otra seguía masajeando lospechos, sin dejar de golpearespasmódicamente.

Al final se dejó caer sobre ella,agotado.Lediounbesoenlaespalda,entre los omóplatos, y se retiródándoleunapalmadaenelcoñoconlamanoabierta.

—Notehascorrido—protestóconungruñido—.Ynopuedodejarte

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así, ¿verdad? Una zorra como túnecesitacorrerse.

Malcolmselevantó,fuehastaelmuebleyvolvióarebuscar.Nohabíadichonadadurante todo el ratoqueRichard se la había estado follando.Había permanecido impasible,sentado, mirando, intentandocontenerseparanosaltaryapartarloconviolencia.Teníaquesuperarestaobsesiónporsuesposa.Eraunaputa,unazorraqueestabadisfrutandodeserfolladaporotrohombre.Nohabíaprotestado ni una sola vez, ni habíaintentado evitarlo. Al contrario, concada movimiento sus caderasbuscabanlapenetración.

—Toma —le dijo a Rick

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poniéndole en la mano un falorecubiertoconcuerosuave.

Suamigolomiróconlasonrisaestampadaenelrostro.

—Estos juguetes me encantan.Estás de suerte, querida mía —comentó dirigiéndose a ella—. Tuesposoestábienpreparadoypareceque su almacén de artilugios esinagotable.

Lepusoelfaloenlaentradadelcoño y la penetró poco a poco.Aquello era diferente. Estaba frío yera desagradable. El movimiento demeterloysacarlo,yelrocecontrasuvagina,hizoque se fuera calentandopoco a poco. A Georgina empezó agustarle y a disfrutarlo. Gruñía y

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gemía, mientras sus caderasbuscaban provocar que la penetraracon más rapidez, más duramente.Richard la penetraba con el falososteniéndoloconunamanoyconlaotraempezóacastigarelclítoris.Loacariciaba,lopellizcaba,jugabaconélhaciendo que Georgina estuvieracada vez más y más excitada, hastaquealfinalelorgasmoseapoderódeella y lo liberó con un gritoestremecedor que resonó en lamazmorraapesardelamordazaqueletapabalaboca.

—Ahora sí —exclamó Richard—. Ahora me puedo dar porsatisfecho. Que no se diga que unamujer a la que he follado, no ha

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terminadocomodiosmanda.Se subió los pantalones, se los

abrochó,ysegiróhaciaMalcolm.—Gracias, amigo. Te

estrecharía la mano, pero dudo queen estos momentos quieras hacerlo—se burló. Malcolm se acercó, lomiró con seriedad y sacudió lacabeza. Richard se rio, y le dio unapalmada en el culo a Georgina—.Adiós,preciosa.Hastalapróxima.

Salió de la mazmorradejándolos solos. A Malcolm no lehabía importado tener espectadoresantes, pero Rick adivinó muycerteramente,queenaquelmomentoestabademás.

—¿Estás preparada, querida

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esposa? —preguntó posicionándosedetrás de ella—. Porque ahora metocaamí.

Georgina estaba cansada.Agotadamásbien.Lasesiónlehabíaabsorbido todas sus fuerzas y noquería seguir. Se sentía extraña,traicionada, por Malcolm y por supropio cuerpo, que habíareaccionado de aquellamanera anteunextraño.Sucia,quizá.Peroanadieleimportabaloqueelladijera,asíqueseresignó.

Malcolmsacóeldilatadordesuano,ysebajólospantalones.Lepasólamanoporlaespalda,acariciándolaarribayabajo,ydespuésseparósusnalgas.

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—Es precioso —murmuró. Seechó saliva en la mano y lo frotó,alargando la caricia hasta su coño.Aprovechó los flujos vaginales paralubricarlomás—.Hoydejarásdeservirgen del todo, querida. No habráagujero en tu cuerpo que no hayaposeído con mi polla. ¿Cómo tesientesalrespecto?

No esperó contestación. Sabíaperfectamente que Georgina noestaba en condiciones de contestar.Por eso la había amordazado. Noquería oír su voz, ni darle laoportunidaddehablar.Temía loqueellapudiesedecir.SilesuplicabaquenolaentregaseaRichard,podríacaeren la tentación de ceder ante sus

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ruegos, y era imperativo no dar subrazo a torcer. Georgina tenía queentender de una vez por todas, quétipo de hombre era y qué podíaesperar de él: nada. Ni amor, nipiedad,niremordimientos...sehabíaenriquecido comerciando con elcuerpo de otras mujeres, y para él,ellaeraunamás.

La penetró con brusquedad,sabiendoqueinvadiendoasísuanoaella le dolería. No le importó. Teníaque demostrárselo de una vez.Romper todas sus esperanzas parapartir su alma, obligarla a ver larealidadya rendirsedeunavezportodas.

Follósuculocondesesperación,

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aferrándose a sus caderas con lasmanoshastadejarlemarcas.Notuvopiedad, ni se contuvo. Dejó escapartoda la frustraciónquehabía estadoacumulando, toda la rabiaquehabíaflorecidoalverlaaelladisfrutardesusesión con Richard. Su primeraintenciónhabíasidounirseaellos,yfollarla ambos al mismo tiempo,entrandoysaliendodesuanoydesucoño alternativamente, pero al finalsehabíaquedadoparalizadoalverlaa ella exigir más con cadamovimiento de cadera. No deberíahaber sido así. Georgina deberíahaber intentado rebelarse, oponerresistencia en lugar de abandonarsedeaquellamanera.

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La odiaba. Con todas susfuerzas. Por haber caído tanfácilmente en sus redes hasta seranuladaporcompleto.Esperabamásluchaporsuparte,protestas,gritosyforcejeos, pero nada de eso habíaocurrido. Se había dejado follar porun extraño mientras él miraba, sinningúnproblema.

Suspensamientoserancaóticosy contrarios. Sabía que ella no teníaninguna opción a negarse, y así ytodo era lo que había querido. Laodiaba y se odiaba. Estabaempezando adejarde ser élmismo,yanoseveíacuandosemirabaenelespejo,yelhombrequeledevolvíalamiradaporlamañanaeraunextraño

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alquenocomprendía.Siguió martilleando en su

interior sin ninguna consideraciónmientras Georgina gruñía de placer.Se derramó en su interior lanzandoun grito agónico, y aún no habíaterminadodeeyacularqueseapartóde ella, destrozado. Caminó deespaldas hasta que sus piernaschocaron con el sillón donde habíaestado sentado, y se derrumbó,desorientado.

Estabaapuntodehiperventilara causa del horror que sentía.Haciaella.Haciasímismo.Haciaelmundoentero.

Desesperado, se levantó de unsalto,sesubiólospantalones,ysalió

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deallíalacarrera,dejándolasola.

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La visita

Joefueabuscarlapocodespuésy la llevó hasta su dormitorio. Solocuando llegó allí y estuvo sola, sepermitió soltar las lágrimas que sehabíanamontonadotrassusojos.

Sindejardesollozarportodolosucedido desde el día en que pisóaquellacasaporprimeravez,llenólabañera y se metió dentro. Se sentíasucia. A pesar del placer que habíaexperimentado, su conciencia lamartilleaba implacablemente. Nohabía estado bien lo que Malcolmhabíahechoconella,perosureacciónhabíasidopeor.Habíadisfrutadodel

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primer hasta el último segundo.Cuando era su marido, no leimportaba.Peroelhombreconelquehabía experimentado dos orgasmosarrolladores,nohabíasidoMalcolm.

Yaquelloladestrozaba.

Por la tarde, Joe acudió abuscarla. Le llevó un vestido, se lodejósobrelacama,yleordenó:

—Vístase.Tienevisita.¿Visita? ¿Quién podía querer

verla?Nadiesequerríaacercaraelladesdequesesupodesumatrimoniocon el infame de su marido. ¿Susamigas?Habríanborradoelrecuerdodesuexistenciadesumemoria,ysuhermano le había dejado bien claro

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quépensabadeella.¡Desagradecido!Todo lo estaba haciendo por él, yLinus se lo había pagadoinsultándola.

Se vistió deprisa. Teníacuriosidad por saber quién era,aunqueporotroladoteníamiedo.

Siguió a Joe por las escalerashastaquelallevóaunsaloncitoenlaplanta baja. El casino aun estabavacío y no se oía ningún rumorexcepto el de los sirvientestrabajando para tenerlo todopreparadoalahoradeapertura.

Se sentó ante la chimenea, enunodelossofás,yesperó.

Al poco rato entró la personaquemenosesperabaverallí.

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—¿Padre? —exclamólevantándose. Tuvo el impulso decorrer hacia él y abrazarlo, pero secontuvo: a su padre no le gustabanlosgestosefusivos.

—He venido a buscarte —anunció.Teníaelpelomásblancodelo que recordaba, y había unasprofundasojerasqueleoscurecíanlapiel bajo los ojos. Incluso su rostroteníamásarrugas—.Notepreocupespor tu hermano, está fuera delalcancedeestemalnacido.LepagaréloqueLinus le debe, no tendrámásremedioqueaceptar.

—¿Por qué, padre? ¿Por quéahora?

—¿Que por qué? —se

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sorprendió el hombre, y soltó ungruñido—. Porque estoy harto depasar vergüenza. Si hubiera sabidocuáleserantusplanes,notelohabríapermitido.¿Cómoseteocurreentrareneljuegodeestepervertido,ydejarque tu hermano te utilizara de estamanera?Penséqueerasmuchomásinteligentequetodoesto.

Su padre parecía furioso. Casigritaba y gesticulaba conexageración. Georgina se sintióinsultadaconsuspalabras.¡Cómoseatrevíaahablarleasí,ahora!Despuésdetodoloquehabíapasado,noteníaningún derecho a venir amenospreciartodossussacrificios.

—Deberías haber dejado estos

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asuntos enmismanos. ¡Linus esmiresponsabilidad,notuya!Perono,lasmujeres siempre tenéis queentrometeros en aquello que no osimportaniesasuntovuestro.

—¡Linusesmihermano! ¡Claroquemeimportayesasuntomío!

—¿Y qué has conseguido?Convertirte en la esposa de... esehombre. Una vergüenza, ¡unavergüenza! Pero se acabó. Te vienesconmigo ahora mismo. No voy apermitir quemi hija siga aquí ni unminutomás. ¡Me importanuncarajolospagarésquetieneensupoder!—Lacogiódelbrazoytiródeellaparaque le siguiera, pero Georgina seopuso—. ¡Nome lleves la contraria,

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muchacha!—laamenazóalzandounamano a punto de pegarla, pero secontuvo en último momento. Lasacudióylaacercóaélhastaquesusrostros estuvieron casi pegados—.Vendrásconmigo,ynosehablemás,¿hasentendido?

—No —negó con tranquilidad—.No voy conusted.No estoy aquíobligada. Hace días que destruí lospagarés. Me quedo porque Malcolmesmimarido,parabienoparamal,legusteaustedono,padre.Yanosoydesupropiedad.Ahorapertenezcoamimarido.

El discurso, dicho conserenidad,sorprendióasupadre.Lasoltó,empujándolaenelproceso,yla

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miróconasco.—Eresunaputa.¿Creesqueno

sé qué clase de depravacionesocurren aquí? —la acusó—. Todasmis amistades corrieron aprevenirmeencuantotuenlacesalióanunciadoenlosperiódicos.Vengoarescatarte, ¿y te niegas a venirconmigo?¡Nodigasmásestupideces!TeiráscontutíaAgatha,aIrlanda.Ypermanecerásallíelrestodetuvida.¡Novoyapasarmásvergüenzaportuculpa!

—¿Pormi culpa?—aquello erademasiado—. ¿Por mi culpa? —repitió, incrédula—. ¿Cómo puededecir algo así? Usted no iba a hacernada, ¡nada! Iba a permitir que

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encerraran a Linus en la cárcel, ¡meobligó a ponerme en las manos deMalcolm Howart! ¿Y ahora seavergüenzademí?

El hombre resoplaba. La miró,sorprendido por la reacción de suantesobedientehija.Respiróhondoeintentócalmarse.Casiloconsiguió.

—Escucha, cariño —le hablócomo se habla a un niño pequeño,que es incapaz de entenderrazonamientos complicados—. Séquedebeshaber sufridomucho, ¿si?Vendrásconmigo,ynotepreocupes,todo se arreglará. Tu tía Agatha teacogerá en su casa, le haráscompañía, y si resulta que estásembarazada... bueno, ya lidiaremos

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conelproblemasisedaelcaso.¿Deacuerdo, querida mía? No debespreocupartepornada,tupadresevaahacercargodetodo,¿entiendes?

Aquello enfureció aún más aGeorgina. Su rostro se pusocenicientoprimero,paraconvertirseenrojogranadespués.

—¡Cómo se atreve! —siseó—.Nopiensoabandonaramimarido.Leamo, ¿entiende? Todo el mundopiensaqueesunhombrecruelquenomerece ser amado, ¡pero no esverdad! Es un hombre tierno, mecuida y se preocupa por mí. ¡Y notieneningúnderechoaapartarmedeél!¿Yquitarleasuhijo?¿Sehavueltoloco? Si estuviera en cinta, jamás le

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privaríadelplacerdever crecera lasangre de su sangre. Salga de aquí,ahora mismo. ¡Y no vuelva nuncamás! ¿Entendido? —Extendió elbrazo y señaló hacia la puerta—.¡Fueradeaquí!

Supadresaliódeallíhechounafuria,dandounportazo.Georgina sequedó allí plantada, respirando conagitación, y se llevó una mano alpecho,sobreelcorazón,puesparecíaqueestabaapuntodeestallarle.

***

—Oí toda la conversación,señor Howart. Le juro por mi vidaqueesofueloquedijolaseñora.

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—Debisteentendermal,Joe.Nointentesconfundirmemás.

Joe negó con la cabeza,apesadumbrado. Todos en elestablecimiento se habían dadocuenta que su jefe se habíaenamorado irremediablementede laseñora, pero se negabarotundamenteaadmitirlo.

—Compruebelodelospagarés,señor.Siesoescierto...

Malcolm se levantó de unimpulso.Habíaestadosentadodetrásde la mesa de su despacho,observando a Joe contarle todo elincidente con Homestadd. Cuandollegó a la parte de Georginaconfesando haber quemado los

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pagarés, le entraronganasde reírse.¡Cómo había mentido! Los pagarésseguíanensupoder,bienguardados.Tenía la certeza absoluta aunquehacía días que no lo habíacomprobado.¿CómopodríaGeorginahabersehecho con ellos, si nohabíasalido sola de su dormitorio enningúnmomento?

—A veces, eres muy estúpido,Joe.Dimedequémanerapudohaberconseguido lospagarés, sihaestadoencerradaensuhabitaciónsiempre.

—Puesyono lo sé, señor.Perola señora parecía muy segura de loquedecía, ¿sabe?Vamos,quenomesonó a farol, y recuerde que yo sémuchodeeso.

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Malcolm resopló, y sacó lasllaves del cajón donde guardaba lospagarés. Lo abrió, enfadado,dispuestoademostrarleaJoequeseequivocaba. Pero después de variosminutos de buscarlos, tuvo querendirse a la evidencia: no estabanallí.

—¿Love, señorHowart? No sécómosehabráhechoconellos,peroasí ha sido. Y apesarde todo, sigueaquí. —Se calló, sopesando laspalabras que iba a pronunciar acontinuación—. Ella lo ama, señor.Admítalo.Yusteda ella.Yonunca lehabía visto comportarse de lamaneraenque lohaceúltimamente,y todo es por ella. La ama, pero se

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niegaaaceptarlo.Poresolapresionaunayotravez, con laesperanzaquesevayayloabandone...

—¡Silencio! —exclamóMalcolm, hecho una furia. Dio unpuñetazosobrelamesa,ylospapelesque allí había, saltaron—.No quierooír una palabra más —siseó—.¡Fuera!

Buscó los pagarés por todo elestudio,revolviéndolotodo,decididoanegar la evidencia:noestabanporninguna parte. Alguien lo habíatraicionadoyseloshabíaentregado.Pero, ¿quién? Joe y Elspeth eran losúnicos que habían tenido contactoconella,yeraimpensablequealguno

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de los dos lo hubieran hecho. Joe leerafielmásalládelarazón,yElspethdespreciaba a Georgina. No habíanadiemás... ¿o quizá sí? Luisa habíaestado hablando durante un buenrato con ella a solas, y había estadoallí mismo varias veces,acompañando a Richard. ¿La habríaconvencidoparaquehicieraalgoasí?Luisa era capaz de hacerlo,demasiado bohemia, liberal eindependiente para su gusto, era eltipodemujerquesentiríacompasiónpor la situación de Georgina y queharía algo para remediarlo. Peroentonces, ¿por qué su esposa no lohabía abandonado? Ella habíaconfesadoamarlo.¿Seríaporeso?

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Se rio con fuerza ydesesperación hasta casi laslágrimas. ¡Qué ironía de la vida! Lahabíahumillado,maltratado,vejado...y ella se había enamorado de él.Seguramente había visto aquellasituación como algo romántico¡típico de las mujeres! Y esperabaredimirlo con su amor. ¡Quéestupidez! Como si su alma pudieraser perdonada y exonerada por lanegruraquehabitabaenella.

Tenía que deshacerse de suesposa. No podía demorarlo ni unsegundomás.

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PRÓXIMAMENTEQuinta y última parte de

Esclavavictoriana:Abandonada.