Ruralito

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Juan David Restrepo Villa – 1037604047 EXPERIENCIA EN EL RURALITO… Uno nunca alcanza a imaginar el verdadero significado de la medicina hasta que ingresa a la universidad y lo vive en carne propia… De niños, cuando soñábamos con “ser doctores” nos imaginamos ayudándole a las personas, curando enfermedades, sanando heridas, alivianando sufrimientos… y uno se visualiza devolviendo tranquilidad y algo de paz a la persona que acude en busca de ayuda. Al ingresar a la universidad nos damos cuenta que estudiar medicina es muy diferente al sueño que de niños teníamos, no es tanto como lo imaginábamos: De repente nos encontramos con información infinita acerca de enfermedades y tratamientos, protocolos y guías de práctica clínica por doquier, aprendes pasar gran parte del día estudiando, a ir a la cama tarde y a levantarse cuando aún no sale el sol, y más importante aún, aprendes a hacer todas esas cosas, ¡sin quejarte!, aprendes a aceptar que por muchos que estudies no lograrás un conocimiento completo de este arte, y uno se encuentra con momentos de satisfacción y felicidad pero también otros de desdichas y sinsabores, toda una montaña rusa, “la medicina es una carrera de alti-bajos”, una descripción bastante

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Juan David Restrepo Villa – 1037604047

EXPERIENCIA EN EL RURALITO…

Uno nunca alcanza a imaginar el verdadero significado de la medicina hasta que

ingresa a la universidad y lo vive en carne propia… De niños, cuando soñábamos

con “ser doctores” nos imaginamos ayudándole a las personas, curando

enfermedades, sanando heridas, alivianando sufrimientos… y uno se visualiza

devolviendo tranquilidad y algo de paz a la persona que acude en busca de ayuda.

 

Al ingresar a la universidad nos damos cuenta que estudiar medicina es muy

diferente al sueño que de niños teníamos, no es tanto como lo imaginábamos: De

repente nos encontramos con información infinita acerca de enfermedades y

tratamientos, protocolos y guías de práctica clínica por doquier, aprendes pasar

gran parte del día estudiando, a ir a la cama tarde y a levantarse cuando aún no

sale el sol, y más importante aún, aprendes a hacer todas esas cosas, ¡sin

quejarte!, aprendes a aceptar que por muchos que estudies no lograrás un

conocimiento completo de este arte, y uno se encuentra con momentos de

satisfacción y felicidad pero también otros de desdichas y sinsabores, toda una

montaña rusa, “la medicina es una carrera de alti-bajos”, una descripción bastante

apropiada que manifestó una amiga días antes de comenzar esta aventura

llamada ruralito.

 

Llega el sexto año de la carrea (para aquellos que no tuvieron que repetir

semestres), el tan temido INTERNADO, donde nos enfrentamos de forma más

directa con nuestra profesión y donde se supone que ya tenemos todo el

conocimiento necesario (aprendido durante todo este tiempo) que como médicos

nos acontece, y entonces vamos rotando mes a mes por las diferentes

especialidades de la medicina, cada una muy particular y con su grado particular

de complejidad, sin embargo, a pesar de tener más criterio clínico y “más libertad”

para tomar decisiones, siempre hay cierto tipo supervisión por parte de un médico

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general o de un especialista, cosa que alivia mucho, hasta que llegas al mes

llamado RURALITO.

 

El día en que se realizó la rifa del internado menor, gané para el mes de

Septiembre mi rotación en la E.S.E Hospital Santa Margarita del Municipio de

Copacabana, hospital que ofrece atención de primer nivel; debo reconocer que me

agradó mucho la noticia ya que se trataba de un lugar cercano al lugar donde vivo

y fácilmente podría desplazarme hacia allá todos los días en transporte público.

Al llegar al lugar me recibieron con mucha amabilidad, tanto el personal

administrativo como el personal de la salud se mostraron muy atentos, sin

embargo, no dejaba de sentir ese temor interior de enfrentarme a una nueva

rotación de la que realmente no sabía cómo sería, por que entre escuchar las

historias de los estudiantes que ya hicieron ruralito y estar propiamente

realizándolo existe una brecha es muy grande. El primer día fue de inducción,

recorrido por el hospital, cuadrar horarios y funciones; desde el segundo día me

asignaron un consultorio, una clave y una agenda para ver pacientes cada 30

minutos, y no es sino hasta que tienes el primer paciente al frente, en consulta por

control de hipertensión, diabetes, crecimiento y desarrollo, joven sano o cualquier

otro motivo referente a promoción y prevención, que te das cuenta de la gran

responsabilidad que recae sobre ti, y de todas las expectativas que tienen los

pacientes y la institución en la que estaremos durante todo el mes, y es también

en ese mismo instante cuando te das cuenta que aunque has pasado una gran

parte de tu vida estudiando, aún careces de mucho conocimiento y aún falta

mucho por aprender.

La primera semana fue, sin exagerar en expresión, un desastre, la agenda se me

retrasaba, no sabía cómo abordar los pacientes, el sistema se bloqueaba, requería

ayuda constante por parte de los médicos generales (quienes de manera muy

amable me brindaban su ayuda), no sabía cómo formular medicamentos, como

hacer ajustes a medicación antihipertensiva, cómo prescribir insulinas, en fin,

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todos los problemas que pudiera vivir un interno en la semana de ruralito yo los

viví. Gracias a las guías y normas de la resolución 412 del 2000, las diferentes

guías de atención integral del ministerio y la apoyo de todo el personal de la

institución pude adquirir grandes conocimientos y destrezas que durante todo el

tiempo que he venido estudiando no las tenía, o mejor dicho, sí las tenía pero no

habían salido a flote.

Una anécdota que recuerdo de la experiencia en el ruralito sucedió el tercer día

del ruralito fue una vez que atendí a una paciente que llegó para control de la

diabetes con exámenes de control de glucemia y hemoglobina glicosilada en

metas, ella estaba en tratamiento con insulina glargina 15 Unidades en la noche

más metformina postprandial, es decir, tres veces al día, tratamiento prescrito por

parte de médico internista. Al ver la paciente tan controlada, quise darle cita de

control dentro de 3 meses, así que me dispuse a enviar igual tratamiento, encontré

la presentación de insulina glargina de 100 UI/mL, por lo que le mandé 14

insulinas en la fórmula, posteriormente me di cuenta que aunque la presentación

era de 100 UI/mL, la insulina venía de 10 mL, por lo que solo requería 2,

desafortunadamente me di cuenta muy tarde de ello, y ya la paciente no estaba.

Acto seguido, me dispuse a corregir la fórmula en el sistema y luego llamé a la

paciente, le expliqué que había un error en la fórmula y que debía volver al

hospital para reclamar la fórmula corregida, a lo que me respondió: “Yo ya reclamé

el medicamento en la farmacia”, y entonces una sensación de pesadez y una

criodiaforesis distal se apoderaron de mí, luego le pregunté cuántas insulinas

había reclamado y me dijo: “En la farmacia me entregaron dos”… Me volvió el

alma al cuerpo, ¡Gracias a Dios quien despacha la droga en farmacia – o no sé

quién- se dio cuenta que eso era un error de magnitud increíble y despachó la

cantidad adecuada!

Dos días a la semana (martes y jueves) se realizaban las brigadas de Atención

Primaria en Salud, en donde íbamos a colegios y veredas, allí entre la inocencia

de los niños y adolescentes y la humildad de las personas del capo uno siente la

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importancia de ser un buen médico, de brindar una ayuda adecuada y sobretodo

de ser humano, está uno en contacto con la total vulnerabilidad de una persona,

durante las brigadas aprendí que ser médico implica más que netamente poseer

conocimiento, ser médico abarca el lograr dar tranquilidad, consejería, brindar

apoyo, reforzar buenos comportamientos, entre muchas otras cosas.

En la semana final de ruralito ya había adquirido mucha confianza en mí mismo,

confianza que no había logrado ni siquiera durante los meses pasados que llevada

de internado, ya atendía los pacientes en el tiempo estipulado, aprendía a formular

medicamentos, a realizar ajustes de antihipertensivos, hipoglicemiantes e

hipolipemiantes, aprendí a afianzar las consultas de crecimiento y desarrollo, de

joven sano, de planificación familiar, etc., mi agenda no se atrasaba, fue tanto así,

que en un par de ocasiones me llamaron del consultorio para ayudar a desatrasar

la consulta de uno de los médicos del hospital que en días anteriores me brindaba

ayuda. Ruralito es desde todo punto de vista, una gran experiencia, agradezco

mucho a la Universidad por permitirnos la oportunidad de vivir esta lección antes

de graduarnos y ser médicos rurales.

Al principio comenté al comenzar a estudiar medicina uno se encuentra con que

no es tan parecido a como uno lo imagina, pero la experiencia de ruralito es lo

más cercano a ese sueño, encontrar la gratitud en los ojos de un paciente, ver la

sonrisa de un niño, aconsejar adolescentes y adultos, es una experiencia que no

tiene precio, muy gratificante, enriquecedora y que de cierta manera te ayuda a

enfrentar ese temor a encontrarse solo, frente a frente con el paciente y obliga a

sacar del fondo lo mejor de uno mismo para realizar un buen acto médico.