Romulo y Remo (Steven Saylor-Roma)

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Steven Saylor: Roma, la novela de la antigua Roma. Ed. La Esfera de los libros. Madrid 2008. Págs 106—113. Los gemelos acordaron la construcción de una muralla, pero no su lugar de asentamiento. Rómulo se decantaba por una muralla que rodease el Palatino. Remo consideraba que la muralla debía construirse alrededor del Aventino, más al sur. Día tras día, Poticio los oía discutir. —Tus razones son puramente sentimentales, hermano —dijo Remo—. Nos criamos aquí, en el Palatino, por lo tanto quieres convertirlo en el centro de Roma. Pero en el Palatino no vive nadie, excepto unos cuantos pastores y sus rebaños. ¿Por qué construir una muralla en torno a una ciudad de ovejas? ¿O pretendes ahuyentar a los pastores y llenar el Palatino de edificios? Yo digo que dejemos esta colina en su estado natural, tal y como estaba cuando éramos niños, y construyamos la ciudad en otra parte. El lugar natural de expansión es al sur del Spinon, cerca de la margen del río. El mercado, los almacenes de sal y los mataderos se acumulan ya a los pies del Aventino. Ésa es la colina que deberíamos rodear con una muralla, sobre la cual deberíamos empezar a construir una ciudad respetable. —¡Tus palabras suenan perfectamente razonables, hermano! —rio Rómulo. Los dos hermanos, junto con Poticio y Pinario, estaban paseando por el Palatino. El cielo lucía un azul resplandeciente con nubes blancas dibujadas sobre el horizonte. La colina estaba cubierta de hierba verde y de flores, pero no se vislumbraba ni una sola oveja; las ovejas habían sido encerradas en sus corrales, que estaban adornados con ramos de enebro y guirnaldas de hojas de laurel. Era el día de las Palilia, el festival de la diosa Pales. Aquí y allí, columnas de humo ascendían hasta el cielo. Cada familia había instalado su altar en honor a Pales y sobre estas piedras levantadas quemaban diversas sustancias: en primer lugar, puñados de azufre para la purificación, que emitían un humo azul celeste; después, ramitas de fragante romero, laurel y enebro sabino; a continuación, una ofrenda formada por tallos de judías mezclados con la ceniza de becerros calcinados, rociado todo con sangre de caballo. Con las ramas de enebro, los pastores esparcían el humo sobre los animales encerrados en los corrales; el humo sagrado de Pales mantenía a las ovejas sanas y fértiles. Después, los pastores lo festejaban comiendo pasteles de mijo y bebiendo tazones de leche caliente rociada con mosto de vino tinto. —Perfectamente razonables —repitió Rómulo—. Pero no es una cuestión de razonamiento, hermano, sino de crear una ciudad digna de dos reyes. Dices que me inclino por el Palatino porque soy un sentimental. ¡Pues claro que lo soy! ¿Cómo puedes tú pasear por esta colina el día de las Palilia y no sentir que estás en un lugar especial? Sus razones tendrían los dioses para dejar nuestra cuna en la ladera del Palatino. iLa verdad es que estamos en el corazón de Roma! Y la muralla tiene que construirse rodeando el Palatino, para honrar el hogar que nos crio. Los dioses bendecirán nuestra obra. —¡Esto es ridículo! —espetó Remo, con una dureza que sorprendió a todos— Si no atiendes a la razón, ¿cómo pretendes gobernar la ciudad? 1

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Paxinas 106-113. Con cuestions ao final do texto

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Steven Saylor: Roma, la novela de la antigua Roma. Ed. La Esfera de los libros. Madrid 2008. Págs 106—113.

Los gemelos acordaron la construcción de una muralla, pero no su lugar de asentamiento. ! Rómulo se decantaba por una muralla que rodease el Palatino. Remo consideraba que la muralla debía construirse alrededor del Aventino, más al sur. Día tras día, Poticio los oía discutir. ! —Tus razones son puramente sentimentales, hermano —dijo Remo—. Nos criamos aquí, en el Palatino, por lo tanto quieres convertirlo en el centro de Roma. Pero en el Palatino no vive nadie, excepto unos cuantos pastores y sus rebaños. ¿Por qué construir una muralla en torno a una ciudad de ovejas? ¿O pretendes ahuyentar a los pastores y llenar el Palatino de edificios? Yo digo que dejemos esta colina en su estado natural, tal y como estaba cuando éramos niños, y construyamos la ciudad en

otra parte. El lugar natural de expansión es al sur del Spinon, cerca de la margen del río. El mercado, los almacenes de sal y los mataderos se acumulan ya a los pies del Aventino. Ésa es la colina que deberíamos rodear con una muralla, sobre la cual deberíamos empezar a construir una ciudad respetable. ! —¡Tus palabras suenan perfectamente razonables, hermano! —rio Rómulo. Los dos hermanos, junto con Poticio y Pinario, estaban paseando por el Palatino. El cielo lucía un azul resplandeciente con nubes blancas dibujadas sobre el horizonte. La colina estaba cubierta de hierba verde y de flores, pero no se vislumbraba ni una sola oveja; las ovejas habían sido encerradas en sus corrales, que estaban adornados con ramos de enebro y guirnaldas de hojas de laurel. Era el día de las Palilia, el festival de la diosa Pales. Aquí y allí, columnas de humo ascendían hasta el cielo. Cada familia había instalado su altar en honor a Pales y sobre estas piedras levantadas quemaban diversas sustancias: en primer lugar, puñados de azufre para la purificación, que emitían un humo azul celeste; después, ramitas de fragante romero, laurel y enebro sabino; a continuación, una ofrenda formada por tallos de judías mezclados con la ceniza de becerros calcinados, rociado todo con sangre de caballo. Con las ramas de enebro, los pastores esparcían el humo sobre los animales encerrados en los corrales; el humo sagrado de Pales mantenía a las ovejas sanas y fértiles. Después, los pastores lo festejaban comiendo pasteles de mijo y bebiendo tazones de leche caliente rociada con mosto de vino tinto. ! —Perfectamente razonables —repitió Rómulo—. Pero no es una cuestión de razonamiento, hermano, sino de crear una ciudad digna de dos reyes. Dices que me inclino por el Palatino porque soy un sentimental. ¡Pues claro que lo soy! ¿Cómo puedes tú pasear por esta colina el día de las Palilia y no sentir que estás en un lugar especial? Sus razones tendrían los dioses para dejar nuestra cuna en la ladera del Palatino. iLa verdad es que estamos en el corazón de Roma! Y la muralla tiene que construirse rodeando el Palatino, para honrar el hogar que nos crio. Los dioses bendecirán nuestra obra. ! —¡Esto es ridículo! —espetó Remo, con una dureza que sorprendió a todos— Si no atiendes a la razón, ¿cómo pretendes gobernar la ciudad?

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! Rómulo se esforzó por mantener un tono de voz inalterable. —Hasta ahora, hermano, he hecho un buen trabajo formando un ejército y liderándolo en la batalla. ! —Gobernar una ciudad es completamente distinto. ¿Tan tonto eres que no lo ves? ! —¿Te atreves a llamarme tonto, Remo? No fui precisamente yo el tonto que se dejó capturar por Amulio y necesitaba ser rescatado ... ! —¿Cómo te atreves a echarme eso en cara? ¿O acaso te gusta recordarme las horas que pasé sufriendo, innecesariamente, porque tú perdiste el tiempo aquí en Roma ... ? ! —¡Eso no es justo, hermano! ¡No es verdad! ! —Y ya que tú acabaste con Amulio, tú llevas la corona a diario, aunque prometiste que la compartiríamos a partes iguales. ! —¿Es eso lo que te ocurre? ¡Cógela! ¡Póntela! —Rómulo se quitó la corona de hierro, la depositó en el suelo y se alejó con paso majestuoso. Pinario corrió tras él. ! De pequeños, los gemelos nunca discutían. Pero ahora discutían constantemente, y sus discusiones eran cada vez más acaloradas. Desde pequeño, Rómulo había sido el más cabezota e impulsivo, y Remo había sido siempre el que refrenaba a su hermano. Pero la tortura que había recibido de manos de Amulio había provocado cambios en Remo. Su cuerpo nunca se había recuperado del todo; seguía caminando con una leve cojera. Más que eso, su temperamento tranquilo le había abandonado; se enfadaba ahora con la misma rapidez que su hermano. Rómulo también había cambiado desde lo de Alba. Seguía tan fogoso como siempre, pero era más disciplinado y resuelto, y más seguro de sí mismo y arrogante que nunca. ! En Alba, Remo había sufrido las torturas de Amulio; Rómulo había disfrutado del resplandor del triunfo y de la satisfacción de rescatar a su hermano. Uno se había convertido en la víctima y el otro en el héroe. Esta disparidad había generado una fisura entre ellos, pequeña al principio pero que seguía creciendo sin parar. Poticio sabía que la pelea de la que acababa de ser testigo no era por la muralla, sino por algo que iba terriblemente mal entre los gemelos, algo a lo que ninguno de los dos podía ponerle nombre ni sabía cómo solucionar. ! La corona desechada había ido a parar a los pies de Poticio. Se inclinó para recogerla de la hierba, sorprendido al notar su peso. Se la ofreció a Remo, quien la cogió pero no se la colocó en la cabeza. ! —Este asunto de la muralla debe solucionarse de una vez por todas —dijo en voz baja Remo, mirando la corona— ¿Qué opinas, Poticio? —Vio la mirada preocupada en la cara de su amigo y rio casi de pena—. No, no te pido que tomes partido. Te pido consejo como arúspice. ¿Cómo solucionar este asunto consultando la voluntad de los dioses? ! Y en un abrir y cerrar de ojos, una sombra pasó sobre ellos. Poticio levantó la vista y vio un buitre en lo alto. —Me parece que conozco una manera —dijo.

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! La competición se celebró al día siguiente. No fue Poticio quien lo calificó de competición, sino los gemelos, pues era evidente que lo veían así. Para Poticio era un rito muy solemne que requería toda la sabiduría que había aprendido en Tarquinia. ! El rito se llevó a cabo simultáneamente en las dos colinas en competencia. Rómulo se colocó en un punto elevado del Palatino, de cara al norte; a su lado estaba Pinario, en su papel de sacerdote de Hércules. Remo, acompañado de Poticio, se situó en el Aventino, de cara al sur.

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! En ambos lugares habían clavado previamente al suelo una cuchilla de hierro en el suelo para que su sombra pudiera determinar el momento exacto del mediodía. Habían trazado también una marca en la tierra, a cierta distancia de la hoja, para que el movimiento de la sombra proyectada por la hoja de hierro señalara el paso de un determinado espacio de tiempo. Durante este lapso de tiempo, cada hermano y su sacerdote acompañante observarían el cielo en busca de buitres. Los sacerdotes contarían cada buitre que avistaran trazando un surco en la tierra con una lanza. ! ¿Por qué buitres? Poticio había explicado su razonamiento a los hermanos: ! —El buitre es un animal sagrado para Hércules, quien siempre se alegró al avistarlo. Entre todas las criaturas, es la menos dañina; no provoca daños ni en cultivos, ni en frutales, ni en el ganado. Nunca mata o hace daño a los seres vivos, sino que rapiña sólo carroña, e incluso así, nunca rapiña otras aves; mientras que las águilas, los halcones y ias lechuzas atacan y matan a los de su propia especie. De todas las aves, es la más difícil de ver y muy pocos son los que pueden decir que han visto a sus crías. Debido a esto, los etruscos creen que los buitres vienen de otro mundo. Por lo tanto, dejemos que sea el avistamiento de buitres lo que determine la voluntad del cielo en lo que al asentamiento de la ciudad de Roma se refiere. ! Llegó el mediodía. Remo, en la cima del Aventino, levantó el brazo y señaló al cielo. ! —¡Ahí hay unol ! Poticio reprimió una sonrisa. Su formación como arúspice le había enseñado a reconocer a gran distancia todo tipo de aves. ! —Me parece que es un halcón, Remo. ! Remo forzó la vista. ! —Sí que lo es. ! Siguieron vigilando. El tiempo parecía pasar muy lentamente. ! —Veo uno, allá —dijo Poticio. Remo siguió su mirada y asintió. Poticio presionó la lanza contra el suelo y marcó un surco. ! —¡Y allí hay otro! —gritó Remo. Poticio lo confirmó y marcó un segundo surco. ! Y así siguieron hasta que la sombra de la hoja alcanzó la marca que señalaba el fin de la competición. Había seis surcos en el suelo, indicando los seis buitres avistados por Remo. Sonrió, dio unas palmadas, se le veía satisfecho. Poticio le comentó que era una cifra considerable, que daba buenos presagios. ! Descendieron del Aventino. Fueron a reunirse con Rómulo y Pinario en la pasarela sobre el Spinon, pero después de una larga espera, Remo empezó a impacientarse. Se dirigió a la Escalera de Caco, y Poticio lo siguió. Al subir, Remo tropezó con algunos escalones. Poticio se percató de que aquel día su amigo cojeaba mucho. ! Encontraron a Rómulo y Pinario sentados sobre un árbol caído, no muy lejos del lugar donde habían montado la vigilancia en el Palatino. Los dos estaban riendo y charlando, muy animados. —Teníamos que reunimos en el Spinon —dijo Remo—. ¿Por qué estáis aún aquí? ! Rómulo se incorporó. Sonrió de oreja a oreja. ! —¿Por qué debería el rey de Roma abandonar el centro de su reino? Te dije que el Palatino es el corazón de Roma, y hoy los dioses han dejado daro que están de acuerdo con ello. ! —¿Qué dices? ! —Compruébalo por ti mismo. —Rómulo señaló el lugar donde Pinario había marcado los surcos en el suelo.

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! Cuando Poticio vio el número de surcos, soltó un suspiro. ! —¡Imposible! —musitó. ! Había tantos surcos que no podían contarse de un solo vistazo. Remo los contó en voz alta. ! —... diez, once, doce. ¡Doce! —Se volvió hacia Rómulo—. ¿Estás diciéndome con eso que has visto doce buitres, hermano mío? ! —Son los que he visto. ! —¿No eran gorriones, ni águilas, ni halcones? ! —Buitres, hermano. El ave más sagrada de Hércules, y la más excepcional. Dentro del periodo permitido de tiempo, he visto y contado en el cielo doce buitres. ! Remo abrió la boca para decir algo, luego la cerró, atónito. Poticio se quedó mirando fijamente a Pinario. ! —¿Es esto cierto, primo? ¿Has verificado el recuento con tus propios ojos? ¿Has marcado tú todos esos surcos en la tierra? ¿Has llevado a cabo el ritual franca y honestamente frente a los dioses, tal y como es digno de un sacerdote de Hércules? ! Pinario le devolvió la mirada con frialdad. ! —Naturalmente, primo. Todo se ha hecho debidamente. Rómulo ha avistado doce buitres y yo he hecho doce marcas. ¿Cuántos buitres ha visto Remo? ! Si Pinario mentía, Rómulo mentía también, engañando a su propio hermano y sonriendo al mismo tiempo. Poticio miró a Remo; la mandíbula de su amigo temblaba y pestañeó a toda velocidad. Desde la tortura que había sufrido a manos de Amulio, la cara de Remo se veía ocasionalmente presa de violentas convulsiones, pero hoy había algo más. Remo estaba reprimiendo las lágrimas. Sacudiendo la cabeza, incapaz de hablar, se marchó apresuradamente, cojeando de mala manera. ! —¿Cuántos ha visto Remo? —volvió a preguntar Pinario. ! —Seis —musitó Poticio. ! Pinario asintió. ! —Entonces, la voluntad de los dioses está clara. ¿No estás de acuerdo, primo?

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! Cuando Rómulo habló luego por su cuenta con él para pedirle consejo como arúspice en relación a la construcción de las murallas de la ciudad, Poticio se le resistió. A punto estuvo de acusar a Rómulo de mentiroso, y Rómulo le leyó el pensamiento. Sin admitir en ningún momento el engaño, desterró las dudas de Poticio acerca del recuento de buitres. Había habido un desacuerdo, el desacuerdo tenía que solventarse, había quedado solventado y ahora debían seguir adelante. ! Con sutiles lisonjas, Rómulo acabó convenciendo a Poticio de que su participación era esencial para el establecimiento de la ciudad. Había una forma correcta y una forma incorrecta de hacerla y a buen seguro, por el bien de los habitantes de Roma y sus descendientes, todo debía hacerse de acuerdo con la voluntad de los dioses ... ¿y quién sino Poticio podía adivinar de forma fiable su voluntad? Rómulo declaró su fervoroso deseo de que Remo se encargara de una parte del ritual equivalente a la de él, y convenció a Poticio para que los ayudara a hacer las paces. ! Gracias a Poticio, cuando llegó el día de establecer el pomerium, los límites sagrados de la nueva ciudad, todo se hizo debidamente y ambos gemelos tomaron parte en el ritual. !

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! Los ritos se llevaron a cabo según las antiguas tradiciones transmitidas por los etruscos. En el lugar que Poticio determinó como el centro exacto del Palatino, y por lo tanto el centro de la nueva ciudad, Rómulo y Remo iniciaron la obra y cavaron un hoyo profundo, utilizando una pala que fueron pasándose el uno al otro. Todos los que deseaban ser ciudadanos fueron acercándose uno a uno para echar un puñado de tierra al hoyo, diciendo: «Éste es un puñado de tierra de ... », pronunciando el nombre de su lugar de procedencia. Los que llevaban generaciones viviendo en Roma, realizaron el ritual junto con los recién llegados, pues la mezcla de tierras simbolizaba la fusión de la ciudadanía. Incluso el padre de Poticio, pese a sus reservas respecto a los gemelos, tomó parte en la ceremonia, echando en el hoyo un puñado de tierra que había sacado con su pala del terreno situado justo enfrente del umbral de la cabaña de su familia. ! Cuando el hoyo estuvo lleno, se colocó sobre él un altar de piedra. Poticio pidió a Júpiter, dios del cielo y padre de Hércules, que cuidara de la fundación de la ciudad. Rómulo y Remo invitaron a Mavors y Vesta a ser testigos del hecho: el dios de la guerra que se rumoreaba era su padre y la diosa de la tierra, a quien se había consagrado su supuesta madre, Rea Silvia. ! Con anterioridad, los gemelos habían dado la vuelta al Palatino y decidido la mejor disposición de la red de fortificaciones que iba a rodearIo. Durante la ceremonia, descendieron a los pies de la colina, donde habían amarrado un arado de bronce a un yugo tirado por un toro blanco y una vaca blanca. Turnándose, los hermanos araron un surco continuo para marcar los límites de la nueva ciudad. Mientras uno araba, el otro caminaba a su lado luciendo la corona de hierro. Rómulo inició el surco; Remo se hizo cargo del último tramo y unió el final del surco con su comienzo. ! La multitud que había seguido cada paso del ritual lanzaba vítores, reía y lloraba de alegría. Los hermanos levantaron sus rendidos brazos en dirección al cielo, se volvieron el uno hacia el otro y se abrazaron. En aquel momento, Poticio tuvo la sensación de que los dioses amaban de verdad a los gemelos y que ningún poder terrenal podría derribados. ! Aquel día, en el mes que posteriormente recibiría el nombre de aprilis, en el año que posteriormente sería conocido como 753 a.C., nació la ciudad de Roma.

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Cuestións sobre o texto:

1. Os irmáns discuten polo lugar onde se vai fundar a cidade. Cada un ten o seu candidato. Cales son? Describe en que se converteron na Roma Imperial.

2. No texto se cita reiteradamente a un tal Amulio. Quen foi? Que relación ten con Rómulo e Remo?

3. Define os termos “Arúspice” e “Tarquinia” e busca a conexión que hai entre eles.

4. Hércules e Caco. Resume a lenda destes dous personaxes. Que relación teñen cos feitos aquí narrados?

5. Que era o Pomoerium? Resume punto por punto os rituais de fundación dunha cidade.

6. Que relación ten o nome do mes Aprilis co verbo aperīre?

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