Romance

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ROMANCE Camino por el desierto visitando un horizonte nuevo para nosotros, nuevo de no ser por los cuentos de mi padre. De ellos Los dragones extraviados sin duda era mi favorito, principalmente porque siempre imagine a los dragones coloreados con matices espléndidos y brillantes, El cazador de alacranes y la dama triste nunca dejaron de confundirme hasta la última vez que él mismo se los conto a la mujer que me acompaña ahora cuando aún era una niña. Si mi padre no quiso contármelos más después de los ocho años nunca me importo, porque igual alcance a escucharlos por vez definitiva en aquella ocasión y esos cuentos son de los pocos recuerdos no nefastos que tengo de él. Recuerdo que aquellos tiempos la posición social de los tíos de mi amada había mejorado muchísimo. Nosotros ahora, vamos dejando huellas en la arena, soportando las arremetidas de los vientos del oeste y la ausencia del agua, buscando algo que no sabemos lo que es, pero con la certeza de encontrarlo… seguiremos caminando. Una ráfaga de viento y arena acaba de golpearnos acaso con la misma fuerza que todas las anteriores durante la tarde, mas con la desventura de encontrarme esta vez tan cansado que ni tiempo para cerrar los ojos me dio. Tendido al pie de la duna sigo conciente. Siento que ella viene hacia mí, cuando de pronto un fuerte pellizco súbitamente me impulsa a abrir los ojos; y ella, inmersa en su cansancio me permite verla sonreír delante de la mitad del sol. Esta sonrisa tenue refleja lo que soy cuando estoy a su lado y dibuja mi existencia y todo lo que he vivido; sonrisa que en situaciones menos patéticas para ambos, ella utilizo para indicarme que era momento para hacernos el amor, y es la misma también que luego de hacerlo me agradecía por estar a mi lado. Ahora es suficiente para levantarme y continuar. Mientras me levanto de la arena no puedo evitar recordar algunos acontecimientos. La primera vez que me pellizco fue aquel día en que mientras llevaba los baldes con agua a casa tropecé y caí de frente contra una piedra. Luego ella me explico que lo hizo porque no sabía cómo hacer para que abriese los ojos, y como con el primer pellizco los abrí un poco, me dio un segundo para que los terminara de abrir y, como seguía desconcertado en silencio,

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ROMANCE

Camino por el desierto visitando un horizonte nuevo para nosotros, nuevo de no ser por los cuentos de mi padre. De ellos Los dragones extraviados sin duda era mi favorito, principalmente porque siempre imagine a los dragones coloreados con matices espléndidos y brillantes, El cazador de alacranes y la dama triste nunca dejaron de confundirme hasta la última vez que él mismo se los conto a la mujer que me acompaña ahora cuando aún era una niña. Si mi padre no quiso contármelos más después de los ocho años nunca me importo, porque igual alcance a escucharlos por vez definitiva en aquella ocasión y esos cuentos son de los pocos recuerdos no nefastos que tengo de él.

Recuerdo que aquellos tiempos la posición social de los tíos de mi amada había mejorado muchísimo. Nosotros ahora, vamos dejando huellas en la arena, soportando las arremetidas de los vientos del oeste y la ausencia del agua, buscando algo que no sabemos lo que es, pero con la certeza de encontrarlo… seguiremos caminando. Una ráfaga de viento y arena acaba de golpearnos acaso con la misma fuerza que todas las anteriores durante la tarde, mas con la desventura de encontrarme esta vez tan cansado que ni tiempo para cerrar los ojos me dio. Tendido al pie de la duna sigo conciente.

Siento que ella viene hacia mí, cuando de pronto un fuerte pellizco súbitamente me impulsa a abrir los ojos; y ella, inmersa en su cansancio me permite verla sonreír delante de la mitad del sol. Esta sonrisa tenue refleja lo que soy cuando estoy a su lado y dibuja mi existencia y todo lo que he vivido; sonrisa que en situaciones menos patéticas para ambos, ella utilizo para indicarme que era momento para hacernos el amor, y es la misma también que luego de hacerlo me agradecía por estar a mi lado. Ahora es suficiente para levantarme y continuar.

Mientras me levanto de la arena no puedo evitar recordar algunos acontecimientos. La primera vez que me pellizco fue aquel día en que mientras llevaba los baldes con agua a casa tropecé y caí de frente contra una piedra. Luego ella me explico que lo hizo porque no sabía cómo hacer para que abriese los ojos, y como con el primer pellizco los abrí un poco, me dio un segundo para que los terminara de abrir y, como seguía desconcertado en silencio, el tercero ya nada más fue para asegurarse de que estaba vivo. Nunca me había hablado antes, solo la vi algunas veces, limpia y bien vestida yendo a la iglesia con sus tíos y su abuela mientras yo jugaba en el parque con otros niños. Me sorprendí de escuchar su voz por primera vez, sin embargo no tuve tiempo más que para preocuparme de la golpiza que sabía mi padre me daría por la demora y el aspecto sucio que tenía, así que cuando ella intento llevarme a su casa que estaba a unos pasos cerca para lavarme la herida, me solté y fui corriendo con mis baldes vacíos de regreso al pozo para llenarlos otra vez.

Poco tiempo después estuvimos en el mismo colegio y nos hicimos amigos, pero la cambiaron a un internado ni bien yo estaba empezando a enamorarme perdidamente de ella. Fue por el tiempo cuando sus tíos concretaron el negocio de transporte de pescado con los holandeses que instalaron su industria en el puerto del norte. A ella la dejaron a cargo de su abuela con quien solo se veía los fines de semana cuando salía del internado.

Días antes de que sus tíos viajen, el oportunista de mi padre me llevo a su casa. La abuela nos hizo pasar para esperarlos ya que se habían ido a comprar los muebles para la nueva

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habitación de mi amada hasta el otro lado del pueblo. Ella estaba ahí y dejamos de mirarnos cuando su abuela le ordeno que saludara a las visitas. Al verla mi padre no dudo y se puso a contar, más a ella que a mí, los viejos cuentos que alguna vez a pesar de la incertidumbre que me causaron me gustaban tanto.

Todo le salió como quería, pues cuando terminaba de contarnos la última desafortunada aventura de el cazador de alacranes llegaron los dueños de casa y el quedaba como un pan de Dios frente a ellos. Pude escuchar algo de lo que conversaron… estaban en el patio trasero, yo espiaba por una rendija de la ventana; ella estaba a mi lado y también escucho todo. Ocurría aquello cuando se suponía que estábamos en el otro lado de la casa bajo el cuidado de la abuela, quien se ya había quedado dormida como los osos durante el invierno. El caso es que mi padre intento venderme a los tíos de mi amada para que me llevaran como su entenado a trabajar al puerto del norte: él era un humilde forastero, víctima del destino, quien perdió a su mujer al poco tiempo de llegar al pueblo; quedo solo con su hijo a quien le dio todo lo que pudo y hasta donde pudo, pero ahora ya con trece años quería darle una mejor oportunidad en la vida y esta oportunidad estaría en el norte con la nueva industria y “sus amigos” podían ayudarlo a darle un mejor futuro. Solo aquella miseria humana sabía la causa de las quemaduras y los moretones con los que yo me levantaba al día siguiente de sus borracheras los fines de semana y todas las veces que me hizo saber que era el más infeliz recuerdo de mi madre y el peor desatino de toda su vida.

No me llevaron. Camino de regreso a casa mi padre no me dirigió la palabra, lo cual realmente no era extraño, sin embargo su silencio aquella vez fue más doloroso que el penetrante olor de las algas podridas en la playa, pero no permití que se me caiga una sola lágrima delante de él por ningún motivo durante el camino. Ya en casa, con el cuerpo sometido por incontables patadas no pude disimular ninguna clase de dolor.

Al despedirnos el día anterior ella me pidió encontrarnos en la casa abandonada cerca a la iglesia. Llego muy apurada y se paró frente a mí: luego de largos segundos de silencio me abrazo durante segundos más largos aun, tan largos que hoy perduran. Me dijo que todas las cosas iban a mejorar para mí y pronto trato de irse porque su abuela la esperaba con las galletas que le había encargado para la merienda; pero yo no la deje, sabía que ese era el momento en que tenía que hablarle sinceramente de mis sentimientos hacia ella. Desde ese día en adelante, ella es mi compañera, el único consuelo de una opaca existencia

Nuestro romance fue prohibido desde el principio por los prejuicios que se incrustaron en putrefacta mentalidad de la sociedad en que crecimos. Han pasado tres años y procuramos hacer de nuestro amor lo más reservado posible hasta hace pocos días atrás, cuando tomamos la decisión de irnos, porque ocultar nuestra relación a sus tíos que estaban de regreso en el pueblo no fue tan fácil como hacerlo con su abuela. Definitivamente el destino de ella no estaba más en aquel pueblo de infaustos recuerdos; pues, sino me la llevaba yo, se la llevaban sus tíos. Y por cierto el mío tampoco estaba allá, lugar donde soy mal visto a cada paso que doy porque la familia de mi amada se encargó de poner al pueblo en mi contra con argumentos infames, a tal punto que los últimos días antes de escapar con ella me era imposible salir de mi escondite sin que me linchen por ratero y violador, así que permanecí escondido en la casa de un buen amigo, quien a parte del hospedaje me dio una cantidad de

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dinero - que ya se quedó en este desierto -para cancelar un viejo favor que estaba decidido a pagarme algún día.

Está por poco a caer la noche, pero ya podemos ver en el horizonte las luces artificiales de los inmensos faroles de colores que nos alumbraran aproximadamente una hora más hasta llegar a destino. Tanto cansancio no da más lugar a una pizca de rencor en mi corazón - siquiera por el momento - porque hasta para amargarse la vida se necesitan energías, así que puedo decir con cierta tranquilidad que el recuerdo del rostro de mi padre a quien rememoro en este mismo momento no me trae odio, más por el contrario incertidumbre. El ahora debería estar más tranquilo, aunque pudiera ser que siga aún tan amargado y silencioso como el último día que lo vi. El, un día cruzo este mismo desierto al lado de mi madre pero lo hizo en sentido contrario, y yo nunca supe los motivos; ni siquiera me entere de eso por él. Lo cierto es que de alguna manera voy de regreso a mi enigmático origen, el lugar en donde empezó el romance que dio lugar a mi existencia, aquel donde fueron concebidas las historias de un hombre feliz quien escribió cuentos fantásticos basándose en ellas, un hombre que además amaba a una mujer y un día escaparon juntos… él quiso ser padre de una bienaventurada familia. Regreso hoy a este lugar para purgar mi pasado, la arena y el calor desprendieron de mí las negras nubes que me persiguieron desde cuando gateaba. Así que no pienso repetir la historia de mi padre. No pienso ser una mácula viviente como él, quien debe estar feliz de mi ausencia mientras yo camino hacia su pasado. No seré infeliz, y prefiero no pensar en el día que me pudiese faltar la presencia de mi amada compañera. Seremos felices para siempre, no lo dudo… no quiero dudarlo.