Rodrigo Rey Rosa

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2. Clara de Tezanos expone un Cosmos diferente en sus fotografías 5 La vida de Margarita Azurdia sale a la luz en un libro biográfico 9. Joam Solo explica que el teatro es un abanico de emociones 10.11 Pequeñas grandes preocupaciones “Cada uno de mis libros hace lo contrario que el anterior”6.7 Rey Rosa Rodrigo

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Entrevista para Magacín de Siglo 21.

Transcript of Rodrigo Rey Rosa

2. Clara de Tezanos expone un Cosmos diferente en sus fotografías 5 La vida de Margarita Azurdia sale a la luz en un libro biográfico 9. Joam Solo explica que el teatro es un abanico de emociones

10.11 Pequeñas grandes preocupaciones

“Cada uno de mis libros hace lo contrario que el anterior”6.7

Rey RosaRodrigo

Magacín

Rodrigo

Wendy García Ortiz mezcla la realidad con la ficción mientras conversa con este escritor guatemalteco.

“Cada uno de mis libros hace lo contrario que el anterior”

Rey Rosa:

DOMINGO 2 De Octubre De 2011SIGLO.21 Magacín

-–Yo me iba a hacer un té. ¿Quiere uno de

menta? ¿Un chai? ¿Negro? ¿De vainilla?

-–De vainilla, gracias.

Un hombre tímido, pero sonriente, que viste

un saco negro holgado y zapatos cómodos,

prepara en la cocina dos tazas en las que intro-

duce bolsitas de hierbas. Mientras enciende la

estufa para hervir agua, empieza a contarme su

historia: “Cuando tenía 17 años quería conocer

varios lugares. Anduve en tren, con la idea

romántica del viaje a Europa. Pero la verdad es

que me aburrí mucho. Supongo que me deprimí.

No tenía medios de comunicación, estuve solo

durante dos meses. Empecé a llevar un diario,

pero nunca pensé en escribir profesionalmente.

Era simplemente para escaparme de mí mismo.

Ese fue el primer contacto que tuve con la

escritura”.

Desde la comodidad de ese espacio rodeado

de gabinetes y separados él y yo por un desa-

yunador, Rodrigo Rey Rosa me explica cómo

se ha convertido en el escritor guatemalteco

más conocido en Europa. El próximo martes

presentará su más reciente novela, la historia de

un hombre que ama los libros, al igual que a una

ladrona (vea recuadro Severina).

Regresa a acompañarme en la mesa, para

esperar a que hierva el agua.

“Yo no quería tener carrera”, continúa. “Quería

dedicarme a la contemplación. La idea de no

hacer nada, nadie la entendía. Yo sentí una

seducción por la filosofía oriental y aquí (en

Guatemala) no había nada que pudiera hacer

que me satisficiera. Después de haber tirado

la toalla con la Medicina, tuve un momento de

crisis”, confiesa.

Se levanta a revisar el agua caliente y dándole

un poco más de tiempo, se queda de pie a un

lado de la estufa.

Por un segundo me siento como uno de los

personajes de Severina, su más reciente novela,

ese que llega al apartamento del protagonista,

abarrotado de libros como éste en el que a mí

me recibe. Al personaje, el anfitrión también

le ofrece té. Estuve a punto de pedirle uno de

menta, como en su novela, pero no quise pecar

de copiona.

“Yo tenía amigos un poco mayores, uno que

se dedicaba a la fotografía y otro a la músi-

ca, que me hicieron sentir que sí había otras

cosas qué ser, aparte de ingeniero o abogado.

Leyendo un cuento de Borges, pensé: ya que no

voy a hacer nada, voy a ser escritor. Una de mis

hermanas me habló del Dr. Aguado, catedrático

de la Marroquín, así que fui a una de sus clases.

Estaba hablando de Borges”, cuenta.

Por fin vuelve a la mesa con las dos tazas

humeantes que expelen un olor a especias. Se

acomoda en la silla frente a mí.

“Yo diría que leía muy poco antes de Borges.

Leía cosas especializadas porque me interesa-

ba mucho la filosofía oriental. Leía muy poca

novela. Kafka, me gustaba. Rilke también, pero

cosas aisladas. Es leyendo a Borges que surge

todo este abanico de lecturas que yo empiezo a

seguir para saber de qué está hablando. En ese

año en el que no sabía qué hacer, hice lectura

mística”.

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Alfaguara describe la más reciente novela de Rey Rosa: “La sencillez y la transparencia dominan la narración, arras-trando al lector al misterio de unos personajes nada conven-cionales a través de un estilo llano, elegante, eficaz. Ello, unido al humor autocrítico que despliega el protagonista al afrontar sus circunstancias. Lejos de la línea barroquista del realismo mágico, la sobriedad y economía de estilo, así como el paisaje urbano que se hace pre-sente en Severina, acercan esta obra —cuento largo o novela corta, en la línea de otras de Rey Rosa— a autores como Bioy Casares, Borges, Rulfo o el mismo Paul Bowles”.

Esta obra se presentará el martes 4 de octubre en el auditorio de Editorial Santillana (26 avenida 2-20 zona 14), a las 6:30 p.m. Durante la ceremo-nia el escritor conversará con Méndez Vides.

SEVERINA

DOMINGO 2 DE OCTUBRE DE 2011SIGLO.21Magacín

DOMINGO 2 De Octubre De 2011SIGLO.21 Magacín

Disimuladamente dirijo la vista al manto

marroquí que cubre el piano de su sala.

Antes de que pueda darse cuenta, regreso

mi mirada a su rostro y me parece que tiene

rasgos del Medio Oriente, pero no lo inte-

rrumpo con mi reflexión.

“El Dr. Aguado me ayudó muchísimo. Le

pedí permiso para ser oyente y le mostré lo

que yo estaba escribiendo. Me dijo que tenía

mucho trabajo qué hacer. Para empezar,

me recordó que en Guatemala hablábamos

un español defectuoso. Pero me dijo que

le siguiera mostrando lo que escribía y que

no confiara en mi memoria, que consultara

mucho el diccionario. Y yo le hice caso.

Todavía pienso mucho en él cuando estoy

escribiendo”.

El amigo Bowles y Marruecos

En la filosofía oriental las personas creen

firmemente que ante la duda, hay que

actuar y que, a pesar de equivocarnos,

vamos creciendo. Esa inquietud por

arriesgarse es lo que envidian quienes se

suelen preocupar mucho. Y escuchar en

voz de Rodrigo la imprevisión con la que

vivió su juventud, me hace pensar que

gracias a ella conoció a personas clave.

Personas que le aclararon el camino,

como el Dr. Aguado y otro actor que mar-

caría su obra literaria.

“Como al año de eso” -–prosigue-– “me

fui de Guatemala porque tuve la suerte

de que el amigo de unos parientes me

prestó un apartamento en Nueva York.

Era un español radicado allí. Se iba a

Tailandia y me dijo que podía estar sin

pagar. Estuve 6 meses sin preocuparme

de la renta. En esa casa estaban los libros

de Paul Bowles (1910-1999). Me leí sus

cuentos completos. Me encantaron. Me

pareció que era algo borgiano, pero tam-

bién transgresor, muy innovador. Entre

clásico y desquiciado”, recuerda.

Mientras hace esta cronología de su

vida, suelta alguna que otra sonrisa que

deja ver una especie de chispa en su

mirada. Noto que se está divirtiendo al

recordar aquellos años.

“El dueño del apartamento me aconse-

jó que no me quedara ilegal en Estados

Unidos, sino que consiguiera una visa de

estudiante, para lo cual me inscribí en un

par de escuelas. En una de ellas había una

sesión de escritura con Bowles. La mayor

parte de personas que participaban eran

mayores de 40 años y ya escribían, pero

yo llegué apenas con un par de hojitas

hechas”, cuenta.

Rodrigo es modesto; esas hojitas fueron

traducidas al inglés y publicadas por el

mismo Bowles.

“Él no asumía el papel de maestro.

Simplemente platicaba conmigo. Su ense-

ñanza fue siempre a base del ejemplo.

Nunca me decía haz esto, o lo otro.

Cuando un cuento mío le gustaba, me

lo comentaba y cuando no, parecía que

nunca se lo hubiera entregado, ni lo

mencionaba. Él decía que traducir era

un buen ejercicio para seguir creciendo

y aprendiendo. Desde entonces, me dedi-

qué a traducir como alternativa a escribir

e inventar”, comenta.

En este momento recordé lo que he

leído siempre en las contratapas de sus

libros: tradujo al mismo Bowles, a Norman

Lewis, Paul Léautaud y Francois Augiéras.

“Leyendo un cuento de Borges pensé: ya que no voy a hacer nada, voy a ser escritor”.

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“Para mí, él se volvió un gran amigo.

Me recomendó que visitara Marruecos. Me

contó que era un país muy interesante. Él

me recomendó con amigos para conseguir

un apartamento en Tánger, así que me fui a

pasar allí unos meses”.

En realidad Rodrigo nunca se alejaría

de ese país. Esa experiencia norteafricana,

junto a la guatemalteca, marcaría profun-

damente gran parte de su obra. Su colega y

amigo, el salvadoreño Horacio Castellanos

Moya, me lo confirmaría en un correo elec-

trónico: “Rodrigo ha construido una obra

con una voz muy propia y una visión muy

particular de Guatemala y del mundo. Es

uno de los escritores más importantes de la

Latinoamérica actual”. Y también el chileno

Roberto Bolaño (1953-2003) lo menciona en

las publicaciones de Alfaguara: “Leerlo es

aprender a escribir y también es una invita-

ción al puro placer de dejarse arrastrar por

historias siniestras o fantásticas”.

Los libros hacen lo que quieren

Ese concepto que tienen los demás de él,

fuera de nuestras fronteras, me generó

curiosidad. Quiero saber cómo se ve a

sí mismo, pero cometo la imprudencia

de tocar el tema con una mala pregunta:

¿Cómo definiría lo que escribe?

Me responde un poco sorprendido y con

una sonrisa irónica: “Yo no le pongo un

T. Wendy García Ortiz [email protected] F. Andrés Vargas [email protected]

nombre. Es ficción”.

Ese apartamento del piso 7 pesa con un

silencio incómodo. Me gustaría alejarme de

la mesa y ubicarme en el balcón para per-

derme en el trozo de bosque que se observa

desde allí. Talvez podría irme con el pensa-

miento, más allá de Pinula, a esos picos de

las montañas en donde los protagonistas de

Severina esconden lo que llevan encima.

Pero no puedo, tengo que salir de esa mala

pregunta.

Ya que estoy hundida en la vergüenza,

le pregunto si Severina es un descanso al

estilo suyo, pues la novela es más relajada

que El Material Humano, una especie de

thriller ambientado en el antiguo archivo de

la Policía Nacional. Y esta vez se ríe.

“A El Material Humano no le llamo nove-

la, sino ficción”, aclara. Y, luego de pensarlo

un poco y de titubear, me dice: “Sí, claro.

Yo creo que sí fue un descanso el tema. En

la anterior tuve que hacer un trabajo docu-

mental como narrador, investigar mucho.

Ésta, en cambio, es una invención. Sí podría

ser una reacción, pero no literaria, sino

anímica. Y un descanso, sí. Puede ser. Cada

uno de mis libros trata de hacer lo contrario

que hizo el anterior, en algún aspecto”, me

explica amablemente.

Veo mi taza de té, aún la llevo a la mitad,

pero no me importa. Quiero irme de inme-

diato.

DOMINGO 2 DE OCTUBRE DE 2011SIGLO.21Magacín OTROS TÍTULOS

DEL ESCRITOR

Entre sus novelas y libros de rela-

tos, que han sido traducidos a

varios idiomas y serán reeditados

próximamente por Alfaguara, se

encuentran: El cojo bueno (Alfaguara

1996), El cuchillo del mendigo (1986),

El agua quieta (1990), Cárcel de

árboles (1991), El salvador de buques

(1992), Lo que soñó Sebastián (1994,

título del filme homónimo dirigido

en 2004 por el propio Rey Rosa),

Que me maten si... (1996), Ningún

lugar sagrado (1998), La orilla afri-

cana (1999), Piedras encantadas

(2001), El tren a Travancore (2002),

Caballeriza (2006), Otro zoo (2005),

Siempre juntos y otros cuentos

(2008) y El material humano (2009).

En 2004 fue galardonado con el

Premio Nacional de Literatura de

Guatemala Miguel Ángel Asturias.