Riesgos Del Consentir- Julian Marias-ABC Sevilla-27.03.1994
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7/17/2019 Riesgos Del Consentir- Julian Marias-ABC Sevilla-27.03.1994
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E D I T A D O P O R
PRENSA ESPAÑOLA
SOCIEDAD ANÓNIMA
27 DE MARZO DE 1994 A B CFUNDADO EN 1905 POR DON TOR CUATO LUCA DE TENA
DOMICILIO SOCIAL
CARDENAL ILUNDAIN, 9
41013 S E V I L L A
DL: SE.-3-58.-128 PAGS.
uNA parte consi-
d e r a b l e denuestra vida
depende de l hechode que «consentimos» a diversas tentaciones que podríamos evitar, que no nosdominarían si les opusiéramos alguna re-sistencia. Se consiente muchas veces ala tristeza cuando no es invencible y sela podría vencer con escaso esfuerzo.Se consiente, y es mucho más grave, ala maldad, dejándola penetrar en nuestraalma, tolerando su invasión. Creo quetambién, en muchos casos, se consientea la locura, se abandona uno a ella an-tes de que sea inevitable: por cobardía,por narcisismo, por pensar que es «interesante».
En la actualidad se ha generalizado lapropensión a consentir a lo que «sedice», a aceptar lo que se presenta conla suficiente publicidad e insistencia, ydejar que se convierta en algo que hacemos propio, a la vez que, paradójicamente, nos enajenamos. Ante lo que «sedice», son muchos los que se sienten in-defensos y ¡o toman como si fuera larealidad misma. Antes solía ser la «letraimpresa», sobre todo los periódicos;ahora es más bien lo que se dice, con elénfasis oportuno, en la televisión.
Principalmente si es una estupidez,que con seguridad será repetida incontables veces, mientras que es notoria la re-sistencia a toda idea inteligente. Una vezque se ha preparado la opinión para queno sepa a qué realidad histórica y socialpertenece, y no le reconozca ningún valor, nada más fácil que persuadir de queno tiene el menor sentido defenderla. Seha proclamado que «ninguna guerra es
justa», y de ello se sigue inmediatamenteque los ejércitos son desastrosos e indignos, y que no hay ningún deber de for-mar parte de ellos, sino todo lo contrario.De esa idea se seguiría que los paísesinvadidos por la Ale man ia hitleriana,desde Polonia, Bélgica y Francia hasta laUnión Soviética, hicieron muy mal en re-sistir, cuando su deber era dejarse invadir y dominar las tropas nacionalsocialis
tas. Y así, retrocediendo hacia el pa -sado, se podría l legar hasta la másremota antigüedad, sin pensar qué hubiera sido de la Humanidad a lo largo detoda la historia.
Anál oga ment e, desp ués de llamar«sexualidad convencional» al hecho universal de que haya atracción mutua entre varones y mujeres, se acepta quehaya que equiparar todas las conductasy relaciones posibles, siempre que conduzcan a privilegios, pensiones y otrasayudas del «Estado de bienestar», sinexceptuar a aquellos que reniegan delEstado y no lo aceptan para ningún de-ber. Por cierto, los partidarios de esas
«equiparaciones» muestran una imaginación limitada, y creo que todavía no hanreclamado la legalización de la poligamia
«RIESGOS DEL CONSENTIR»(o la poliandria), que tienen más sentidoque muchas de las propuestas que empiezan a prosperar.
Se declara que la lealtad, la fidelidad,el cumplimiento de las promesas, el respeto a la vida de los que van a nacer sino se los mata en camino, son antiguallas sin valor alguno. Cada vez es mayorel número de los que consienten pasivamente a ello, aunque un momento antesde que se tes diga tal cosa estuvieran enla creencia contraria. Se dirá que «siempre se han hecho esas cosas», que hayejemplos de traición, adulterio, engaño,
aborto, homicidio, etcétera. La diferenciaes que todo eso «parecía mal», indebido,delito o pecado, excepción que por verseasí afirmaba la norma, como muy bienvio Kant, mientras que ahora se da porsupuesto que está bien, que es un derecho, casi una obligación, al menos si sequiere parecer «progresista».
Estoy seguro de que a la inmensamayoría todo eso le parece falso, en muchos casos monstruoso, pero no seatreve a decirlo ni casi a pensarlo, y«consiente» en ello, aun que todavíatenga algún reparo en practicarlo. Todose andará.
Hay asuntos que parecen veniales y
de poca importancia. Hay gentes quequieren que se modifique el diccionario,sin pensar que su función es registrar losusos de la lengua, pasados y presentes,y no establecer ninguna dictadura. S e intenta imponer ciertas preferencias o manías, en los usos soc iales, en las modas,en las formas de expresión, en la orto-grafía o la sintaxis de las lenguas. Bastaque haya un grupito con aparatos electrónicos, algún dinero o un diputado dócilpara la perturbación de la sociedad ensu conjunto.
Es suficiente que un puñado de escritores resentidos, o agotados, o abrumados por un éxito social que saben inmerecido, se entreguen a la insolencia, la
descalificación y el insulto, para que uncoro de papanatas les rían la gracia - l a
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g rac ia que no t ie
n e n - , y los mediosde comunicación seocupen de ellos en
lugar de hablar de las cosas que tienenvalor e interés.
Nada de esto puede prosperar en unasociedad sana, viva, con resortes, conelasticidad, con capacidad de reacción yde discernimiento propio. Los anglosajones emplean una expresión que me parece certera: hablan del «lunatic fringe»,el «fleco demencial», que en toda sociedad existe. Mientras es fleco, no pasanada: el torso socia l lo deja fuera de
juego, sin consecuencias. Pero si «consiente», si cede pasivamente a sus maniobras, se deja escindir - e s lo que hizo
posible la guerra c ivi l- o se entrega ydeja manipular.En buena medida, eso que parece
fleco demencial no está inspirado ni manejado por dementes, aunque lo que proponen no tenga el menor sentido. Setrata de organizaciones que tienen unproyecto muy planeado, una finalidadprecisa, la decisión de transformar a suantojo un país, de modo que se plieguea sus deseos, que pronto podrán sermandatos. El ejemplo más claro es el delterrorismo, que aparece una vez y otraen muchos lugares. Lejos de ser unos«exaltados», son fríos, calculadores, ca-paces de estar quietos y callados largotiempo, hasta que les llegue la consignade actuar en un momento oportuno. Naturalmente, arrastran a otros, por lo ge-neral de inteligencia limitada, que realizan las tareas que se les encomiendan.
Esto es lo que sucede en el conjuntode las sociedades actuales, de modo vi-sible en la española de estos últimosaños, con un incremento que me pareceextraordinariamente peligroso. No hayestadísticas de nada interesante, peroestoy persuadido de que los manipuladores no son ni la centésima parte de losespañoles. Los directamente manipulados, que les dan la «resonancia» necesaria, son muchos más. Los «consentidores», que aceptan pasivamente cuantose les dice, innumerables.
Pero en todo caso una minoría. Toda
vía casi todos los españoles adhieren aciertas creencias, normas, estimaciones,valores que les parecen importantes, delos que depende que la vida tenga sentido. Pero callan, en muchos casos ni si quiera se atreven a formular para sí mismos lo que en el fondo sient en. Losamenaza un estado de inhibición, unapropensión a la narcotización.
Por eso he dicho que son «todavía»los más. La proliferación del consentimiento indebido -quiero decir, falso, laaceptación de lo que se r e c h a z a - esbien visible. Frente a la acción concertada, la inercia y la pasivid ad puedenpoco. Pero hay otro «todavía» más esperanzados todavía se está a tiempo.
Julián MARÍASde la Real Academia Española
SEVILLA (Sevilla) - 27/03/1994, Página 3ight (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de losnidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposiciónresúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de losctos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.