Revoluciones Universitarias
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El auge profesional fue decisivo a la hora de el
requerimiento de estudios primarios y
secundarios.
Hasta entonces los gobiernos aspiraban a la
enseñanza general básica.
La demanda de plazas de enseñanza
secundaria y superior se duplicó, al igual que la
cantidad de gente
que estaba cursando o había cursado esos
estudios.
Antes de la segunda guerra mundial
Alemania, Francia y Gran Bretaña, no tenían más
de unos 150.000 estudiantes universitarios entre
los tres, es decir, una décima parte del 1 por 100
de su población conjunta. A finales de los años
ochenta los estudiantes se contaban por millones en
Francia, la República Federal de Alemania, Italia,
España y la URSS (limitándonos a países europeos),
por no hablar de Brasil, la India, México, Filipinas y,
por supuesto, los Estados Unidos, que habían sido
los pioneros en la educación universitaria de masas.
EN LOS PAÍSES MAS AMBICIOSOS DESDE EL PUNTO DE VISTA DE ENSEÑANZA, LOS ESTUDIANTES CONSTITUÍAN MAS DE EL 2,5% DE LA POBLACIÓN
Mientras tanto los estudiantes universitarios
latinoamericanos de mediados de los años sesenta
fueron muy pocos
Era evidente para los planificadores y los gobiernos que la economía moderna exigía muchos más administradores, maestros y peritos técnicos que antes, y que a éstos había que formarlos en alguna parte
Lasuniversidades oinstituciones deenseñanzasuperiorsimilares habíanfuncionadotradicionalmente comoescuelas deformación decargos públicosy deprofesionalesespecializados
Pero mientras que esto, así como una tendencia a la democratización, justificaba una expansión sustancial de la enseñanza superior, la magnitud de la explosión estudiantil superó con mucho las previsiones racionales de los planificadores.
Para finales de los años ochenta los estudiantes se contaban por millones en Francia, la República Federal de Alemania, Italia, España y la URSS (limitándonos a países europeos), por no hablar de Brasil, la India, México, Filipinas y, por supuesto, los Estados Unidos, que habían sido los pioneros en la educación universitaria de masas. Para aquel entonces, en los países ambiciosos desde el punto de vista de la enseñanza, los estudiantes constituían más del 2,5% de la población total, o incluso, en casos excepcionales, más del 3%. Todo esto no sólo fue algo nuevo, sino también repentino.
A primera vista resulta curioso que, en conjunto, la fiebre universitaria fuera menos acusada en los países socialistas, pese a que éstos se enorgulleciesen de su política de educación de las masas.
Era evidente para los planificadores y los gobiernos que la economía moderna exigía muchos más administradores, maestros y peritos técnicos que antes, y que a éstos había que formarlos en alguna parte; y las universidades o instituciones de enseñanza superior similares habían funcionado tradicionalmente como escuelas de formación de cargos públicos y de profesionales especializados.
Pero mientras que esto, así como una tendencia a la democratización, justificaba una expansión sustancial de la enseñanza superior, la magnitud de la explosión mundial de universidades se duplicó con creces. Esta multitud de jóvenes con sus profesores era un factor nuevo tanto en la cultura como en la política. Eran transnacionales, al desplazarse y comunicarse ideas y experiencias más allá de las fronteras nacionales con facilidad y rapidez. En países dictatoriales, solían ser el único colectivo ciudadano capaz de emprender acciones políticas colectivas. El simple estallido numérico de las cifras de estudiantes indica una posible respuesta.
La consecuencia más inmediata y directa fue una
inevitable tensión entre estas masas de estudiantes
que invadían las universidades y unas instituciones que
no estaban preparadas para esta afluencia. Además, a
medida que una proporción cada vez mayor de este
grupo de edad fue teniendo la oportunidad de estudiar,
ir a la universidad dejó de ser un privilegio excepcional
que constituía su propia recompensa, y las limitaciones
que imponía a los jóvenes y adultos crearon un mayor
resentimiento. El resentimiento contra una clase de
autoridades, las universitarias, se extendió a todas las
autoridades, y eso hizo (en Occidente) que los
estudiantes se inclinaran hacia la izquierda. Los años
sesenta fueron la década de disturbios estudiantiles por
excelencia.
Desde los años sesenta los estudiantes precipitaron una enorme ola de huelgas de obreros en Francia y en Italia en 1968, pero, después de veinte años de mejoras para los asalariados, la revolución era lo último en que pensaban las masas proletarias. No fue hasta los años ochenta, cuando las rebeliones estudiantiles parecieron actualizar su potencial para detonar revoluciones. Tras el fracaso de los grandes sueños de 1968, algunos estudiantes radicales intentaron realmente hacer la revolución por su cuenta formando bandas armadas terroristas, pero, aunque estos movimientos recibieron mucha publicidad, rara vez tuvieron una incidencia política seria. Donde amenazaron con tenerla, fueron suprimidos rápidamente en cuanto las autoridades se decidieron a actuar.
PROHIBIDO PROHIBIR
Prohibido
Prohibir
Esto nos lleva inevitablemente más allá de la estratificación
social, ya que el nuevo grupo estudiantil estaba conformado por
jóvenes, e incluía también una componente femenina muy
grande y en rápido crecimiento.
En muchos países la clase dirigente daba por sentado la militancia estudiantil, incluso hasta la lucha armada de guerrillas, de las jóvenes generaciones. Es por esto que los estudiantes mexicanos aprendieron pronto que el estado y el aparato del partido reclutaban sus cuadros fundamentalmente en las universidades, y que cuanto más revolucionarios fuesen como estudiantes, mejores serían los empleos que les ofrecerían al licenciarse.Un alto porcentaje de los estudiantes prefería concentrarse en obtener el título que le garantizaría el futuro, pero éstos resultaban menos visibles que la minoría de los políticamente activos, sobre todo al dominar estos últimos los aspectos visibles de la vida universitaria con manifestaciones públicas que iban desde paredes llenas de pintadas y carteles hasta asambleas, manifestaciones y piquetes.
PROBLEMÁTICAS CONTEMPORÁNEAS
Calderón, Magalí
Douce, Ramiro
Falcone, Lucía
Kruguer, Melina
Larrigaudiere Curutchet, Camila
Rojo, Fiorella
Yanichevsky, Laura
4to 4ta turno tarde.